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“LITERATURA, FICCIÓN O

REALIDAD”

MOTIVACIÓN
Trabajo individual.

1. Lee detenidamente el siguiente Cuento del Magnifico escritor Charles Dickens:

La historia de los duendes…

En una antigua ciudad abacial, en el sur de este país, hace mucho,


pero que muchísimo tiempo -tanto que la historia debe ser cierta
porque nuestros tatarabuelos creían realmente en ella-, trabajaba
como enterrador y sepulturero del campo santo un tal Gabriel
Grub. No se deduce en absoluto de ello que porque un hombre sea
enterrador, esté rodeado constantemente por los emblemas la
mortalidad, tenga que ser un hombre melancólico y triste; entre
los funerarios se encuentran los tipos más alegres del mundo; en
una ocasión tuve honor de trabar amistad íntima con uno muy
silencioso que en su vida privada, estando fuera de ser necio, era
el tipo más
cómico y jocoso que haya gorjeado nunca canciones osadas, sin el menor tropiezo en su
memoria, ni que haya vaciado nunca el contenido de un buen vaso sin detenerse ni a
respirar. Pero no obstante estos precedentes que parecen contrariar la historia, Gabriel
Grub era un tipo insociable, intratable y arisco, un hombre taciturno y solitario que no se
asociaba con nadie sino consigo mismo, aparte de una antigua botella forrada o cestería
que ajustaba en el amplio bolsillo de chaleco, y que contemplaba cada rato con rostro
alegre, pero que aquel que pasara junto a él sería tratado con tan poderoso gesto de
malicia y mal humor que resultaba difícil enfrentarlo sin tener una sensación terrible.

Poco antes del crepúsculo, el día de Nochebuena, Gabriel se echó al hombro el azadón,
encendió el farol y se dirigió hacia el cementerio viejo, pues tenía que terminar una
tumba para la mañana siguiente, y como se sentía algo bajo de ánimo pensó que quizá
levantara su espíritu si se ponía a trabajar enseguida. En el camino, al subir por una
antigua calle, vio la alegre luz de los fuegos chispeantes que brillaban tras los viejos
ventanos, y escuchó las fuertes risotadas y los alegres gritos de aquellos que se
encontraban reunidos; observó
los ajetreados preparativos de la alegría del día siguiente y olfateó los numerosos y
sabrosos olores consiguientes que ascendían en forma de nubes vaporosas desde las
ventanas de las cocinas. Todo aquello producía rencor y amargura en el corazón de
Gabriel Grub; y cuando grupos de niños salían dando saltos de las casas, cruzaban la
carretera a la carrera y antes de que pudieran llamar a la puerta de enfrente eran
recibidos por media docena de pillastres de cabello rizado que se ponían a cacarear a su
alrededor mientras subían todos en bandada a pasar la tarde dedicados a sus juegos de
Navidad, Gabriel sonreía taciturno y aferraba con mayor firmeza el mango de su azadón
mientras pensaba en el sarampión, la escarlatina, el afta, la tos ferina y otras muchas
fuentes de consuelo.

Gabriel caminaba a zancadas en ese feliz estado mental: devolviendo un gruñido breve y
hosco a los saludos bien humorados de aquellos vecinos que pasaban junto a él, hasta
que se metía en el oscuro callejón que conducía al cementerio. Gabriel llevaba un tiempo
deseando llegar al callejón oscuro, porque hablando en términos generales era un lugar
agradable, taciturno y triste que las gentes de la ciudad no gustaban de frecuentar,
salvo a plena luz del día cuando brillaba el sol; por ello se sintió no poco indignado al oír
a un joven granuja que cantaba estruendosamente una festiva canción sobre unas
navidades alegres en aquel mismo santuario que había recibido el nombre de CALLEJÓN
DEL ATAÚD desde época de la vieja abadía y de los monjes de cabezas afeitada.

Mientras Gabriel avanzaba, la voz fue haciéndose más cercana y


descubrió que procedía de un muchacho pequeño que corría a
solas con la intención de unirse a uno de los pequeños grupos de
la calle vieja, y que en parte para hacerse compañía a mismo, y
en parte como preparativo de la ocasión vociferaba la canción
con la mayor potencia de sus pulmones. Gabriel aguardó a que
llegara el muchacho, le acorraló en una esquina y le golpeó cinco
seis veces en la cabeza con el farol para enseñarle modular la
voz. Y mientras el muchacho escapó corriendo con la mano en la
cabeza y cantando una melodía muy distinta, Gabriel Grub
sonrió cordialmente para sí mismo y entró en el cementerio,
cerrando la puerta tras él. Se quitó el abrigo, dejó en el
suelo el farol y
metiéndose en la tumba sin terminar trabajó en él durante una hora con muy buena
voluntad. Pero la tierra se había endurecido con la helada y no era asunto fácil
desmenuzarla y sacarla fuera con la pala; y aunque había luna, ésta era muy joven e
iluminaba muy poco la tumba, que estaba a la sombra de la iglesia. En cualquier otro
momento estos obstáculos hubieran hecho que Gabriel Grub se sintiera desanimado y
desgraciado, pero estaba tan complacido de haber acallado los cantos del muchachito
que apenas se preocupó por los escasos progresos que hacía y miró la tumba, cuando
llegada la noche hubo terminado el trabajo, con melancólica satisfacción, murmurando
mientras recogía sus herramientas:

Valiente acomodo para cualquiera, valiente acomodo para cualquiera, unos pies de tierra
fría cuando la vida ha terminado, una piedra en la cabeza, una piedra en los pies, una
comida rica y jugosa para los gusanos, la hierba sobre la cabeza, y la tierra húmeda
alrededor, ¡valiente acomodo para cualquiera, aquí en el camposanto!
 ¡Ja, ja! -echó a reír Gabriel Grub sentándose en una lápida que era su lugar de
descanso favorito; fue a buscar entonces su botella-. ¡Un ataúd en Navidad! ¡Una
caja de Navidad! ¡Ja, ja, ja!
 ¡Ja, ja, ja! -repitió una voz que sonó muy cerca detrás de él.

En el momento en el que iba a llevarse la botella a los labios, Gabriel se detuvo algo
alarmado y miró a su alrededor. El fondo de la tumba más vieja que estaba a su lado no
se encontraba más quieto e inmóvil que el cementerio bajo la luz pálida de la luna. La
fría escarcha brillaba sobre las tumbas lanzando destellos como filas de gemas entre las
tallas de piedra dula vieja iglesia. La nieve yacía dura y crujiente sobre el suelo, y se
extendía sobre los montículos apretados de tierra como una cubierta blanca y lisa que
daba la impresión de que los cadáveres yacieran allí ocultos sólo por las sábanas en las
que los habían enrollado. Ni el más débil crujido interrumpía la tranquilidad profunda de
aquel escenario solemne. Tan frío y quieto estaba todo que el sonido mismo parecía
congelado.

 Fue el eco -dijo Gabriel Grub llevándose otra vez la botella a los labios.
 ¡No lo fue! -replicó una voz profunda.

Gabriel se sobresaltó y levantándose se quedó firme en aquel mismo lugar, lleno de


asombro y terror, pues sus ojos se posaron en una forma que hizo que se le helara la
sangre.

Sentada en una lápida vertical, cerca de él, había una figura extraña, no terrenal, que
Gabriel comprendió enseguida que no pertenecía a este mundo. Sus piernas fantásticas
y largas, que podrían haber llegado al suelo, las tenía levantadas y cruzadas de manera
extraña y rara; sus fuertes brazos estaban desnudos y apoyaba las manos en las
rodillas. Sobre el cuerpo, corto y redondeado, llevaba un vestido ajustado adornado con
pequeñas cuchilladas; colgaba a su espalda un manto corto; el cuello estaba recortado
en curiosos picos que le servían al duende de golilla o pañuelo; y los zapatos estaban
curvados hacia arriba con los dedos metidos en largas puntas. En la cabeza llevaba un
sombrero de pan de azúcar de ala ancha, adornado con una única pluma. Llevaba el
sombrero cubierto de escarcha blanca, y el duende parecía encontrarse cómodamente
sentado en esa misma lápida desde hacía doscientos o trescientos años.
Estaba absolutamente quieta, con la lengua fuera, a modo de burla; le sonreía a Gabriel
Grub con esa sonrisa que sólo un duende puede mostrar.

2. A partir de la lectura anterior responde y realiza en el cuaderno los siguientes puntos:


 Consigna en el cuaderno las palabras subrayadas y escríbeles el significado, si no
lo sabes utiliza un diccionario para ayudarte.
 ¿Qué clase de texto es y por qué?
 ¿Cuáles son los personajes de este fragmento?, menciónalos y escribe sus
características.
 ¿De qué trata el fragmento, qué describe?
 ¿Cómo crees que continúa y termina esta historia?
 ¿Qué era para Gabriel Grub el callejón del ataúd?
 ¿Si tuvieras una gran necesidad, trabajarías como sepulturero? ¿si, no, por qué?
 Realiza un dibujo que represente el fragmento leído.
TRABAJO COOPERATIVO
3. Con tu equipo de trabajo debate la existencia de Los fantasmas, duendes y seres de
ultratumba, ¿Cómo se cree que son?, ¿Por qué tanta gente cree en estos seres?, ¿Es
cierto o solo una invención? Escribir una anécdota o historia conocida y los resultados
del debate.

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