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Gabriel Villarroel

Teoría de la literatura II: Semiótica


Profesor: Fabio Jurado Valencia
Trabajo final: Análisis estructural del cuento “El padre” de Raymond Carver

“El padre” de Raymond Carver es un relato muy breve de apenas una escena y una única

conversación. Tres niñas, la abuela, y la madre rodean la cuna de un bebé recién nacido; el

padre está en la cocina. Ellas cuatro conversan sobre a quién se parece el niño y concluyen que

al padre, pero cuando se preguntan a quién se parece él, la abuela se incomoda y el padre

permanece en silencio. El relato está en el espíritu del resto de la obra de Carver, que tiene

como tema a familias de los suburbios norteamericanos, con conflictos latentes que rara vez

salen a la superficie. Son cuentos fundados sobre un suspenso de lo no dicho, por eso suelen

tener finales abiertos. Ahora estudiaremos los elementos de “El padre” para detectar cómo

Carver logra la tensión con mínimos recursos.

El título, como bien lo señaló Saussure, es el primer índice de un relato. En este caso, “el

padre” es uno de los personajes del cuento, sin embargo, no tiene diálogo; permanece en la

cocina de espaldas durante toda la escena, escuchando. Desde el título, el cuento de Carver

señala una especie de ausencia al poner el título a alguien con tan poca participación en la

historia.

El relato empieza con descripciones de la escena, de manera que se clasifican en lo que

Barthes denominaría informaciones. La primera frase describe: “El bebé estaba en una canasta

al lado de la cama y llevaba un pelele y un gorro blanco”; luego: “La canasta de mimbre estaba

recién pintada, acolchada por edredones azules y sujeta con cintas de color azul claro”. Tales

informaciones, escenifican el lugar donde están y el objeto de contemplación, el bebé.

Después se retrata a las tres niñas, la abuela y la madre. De ella se dice que “se acaba de

levantar y aún no se había despertado del todo”; así se nos da un índice de que la escena tiene

lugar en la mañana y, al tiempo, se da cierto aire cotidiano.


En el siguiente párrafo dice: “El padre estaba en la cocina y les oía jugar con el bebé”. La línea,

una información, es importante por dos aspectos: nos da su ubicación y con eso que él oye lo

que pasa; también, más adelante sabemos que ellas lo pueden ver, así que se da la idea que

están en un lugar pequeño.

La conversación inicia con Phyllis, una de las niñas, que pregunta: “’¿A quién quieres tu,

pequeñín?”, y se responde “Nos quiere a todos, pero al que quiere de veras es a papa ¡porque

papá también es chico!”. Estas líneas introducen al padre en la escena, sin que esté presente;

también muestran la ternura e inocencia de la niña. Luego de otro par de líneas de función

catalítica, que ilustran la escena y dilatan el conflicto, aparece en boca de Alice, la otra niña:

“¿Pero a quién se parece, a quién se parece? –exclamó Alice, y todas ellas se acercaron a la

canasta para ver a quién se parecía”. La discusión sigue este rumbo; la abuela propone “Tiene

los labios del abuelo”; nadie se convence, pero cuando Carol, la otra niña, afirma “¡Ya sé!, ¡Ya

sé!, ¡Se parece a papá!”, todos responden; Alice dice “¿A quién se parece papá?... y entonces

todas ellas miraron a la vez hacia la cocina, donde el padre estaba en la mesa, de espaldas a

ellas. -¡Vaya, a nadie! -Dijo Phyllis”. Las niñas afirman con inocencia que el niño se parece al

padre y el padre no se parece a nadie a nadie de la familia. “Calla”, dice la abuela. Pero Alice

insiste: “¡Papá no se parece a nadie!”; Phyllis dice: “Pero tendrá que parecerse a alguien”; “Y

todas salvo la abuela, miraron al padre, que seguía sentado en la cocina. Se había dado la

vuelta en su silla y tenía la capa pálida y sin expresión”.

Lo interesante del relato es la manera como las niñas se aproximan al conflicto con candidez,

guiadas tan sólo por su intuición infantil. Es en boca de ellas que hay un acercamiento a la

verdad, mientras que la abuela calla o trata de desviar su atención con la línea “Tiene los labios

del abuelo”. Cuando Phyllis dice: “Pero tendrá que parecerse a alguien” toca un punto

neurálgico que hace que todas, menos la abuela, miren desconcertadas al padre; es entonces

cuando él vuelve a aparecer en escena, “pálido y sin expresión”. El que ni el padre ni la abuela
compartan la mirada señala que comparten un secreto, algo digno de vergüenza a lo que las

niñas se han aproximado sin querer.

Al final, las líneas iniciales del relato cobran sentido; el retrato de una escena cotidiana se

convierte en la antesala de una revelación que ha permanecido oculta durante años, que

ignora incluso la esposa del padre. Lo interesante es que las instigadoras de esta revelación

son las niñas que, pequeñas como son, han vislumbrado que el padre no se parece a nadie en

la familia. Con el “Calla”, la abuela intenta detener la ingenua exploración de las niñas pero no

puede. El padre palidece y sospechamos que es porque comprende que el secreto no podrá

ser guardado para siempre, que quizá todavía puede engañar a las niñas pequeñas, ¿pero qué

será con los años?

Sin embargo, Carver termina la escena en el preciso momento; no cuenta si las niñas y la

esposa siguen interrogando o si logran ser persuadidas de ello. Tan sólo deja abierta la

incertidumbre, la posibilidad. Tampoco revela el misterio, apenas se aproxima a él, lo dilata

con catálisis, pero por lo demás, construye su relato a partir de acciones plenamente

cotidianas y realizadas sin perversidad por las niñas; ellas no buscan nada, tan sólo se topan

con algo que no logran comprender. Así es como “El padre” es el preludio de una revelación

mayor, que quizá no tenga lugar en esa escena, pero sí la tendrá en otro momento, tarde o

temprano, porque las niñas tienen muchos años para indagar.

El título de “El padre” cobra más valor durante la lectura porque si en cuento el padre no dice

una palabra, es alrededor de él que gira el misterio, que tanto las niñas como nosotros, los

lectores, ignoramos. En su relato, Carver traza un límite más allá del cual no podemos conocer

nada, pero ubica una figura más allá de esa frontera para la visualicemos e intentemos adivinar

cuál es su naturaleza; esa figura es el padre.

El relato, como tantos otros de Carver, trata un conflicto de forma tangencial, se aproxima a él,

lo insinúa pero lo no desarrolla completamente; los ubica en instantes cotidianos, donde existe
cierta estabilidad puesta en peligro por una amenaza invisible. En el caso de “El padre”, la

amenaza es la curiosidad infantil que se aproxima por secretos no revelados; el bebé recién

nacido que descansa en la cuna es el motor de preguntas que, según la expresión final del

padre, necesitarán ser contestadas en algún momento; es la juventud la que solucionará estos

conflictos, mientras que la abuela parece incapaz de evitar que salgan a la luz. A su manera

mínima, es un cuento sobre revelaciones que traerán las nuevas generaciones.

Podemos llegar a estas conclusiones a partir de un análisis de las partes individuales en

interrelación con la totalidad del relato; el procedimiento abre conclusiones que permiten

llegar a conclusiones respecto a ideas que el texto mismo esboza pero no son obvias, señalar

uno de los puntos frecuentes en el arte de Carver, y la vez, una de las magias del cuento: la

capacidad de esbozar conflictos que abarcan vidas enteras, en tan sólo una escena cotidiana,

aparentemente sin mayor relevancia.

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