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Etnometodología

El término consta de dos partes: el griego ethnos se refiere a las personas y cómo
entienden lo que les rodea; «metodología» hace referencia a un conjunto de métodos
o principios. De la combinación de ambas surge etnometodología, el estudio de la
manera en que las personas le dan sentido a sus vidas cotidianas. La
etnometodología es en gran medida creación del sociólogo Harold Garfinkel (1967),
quien desafió la visión de la sociedad como un amplio «sistema» abstracto
(recordemos el enfoque de Emile Durkheim, descrito en los Capítulos 1, 2 y 4).
Garfinkel quería estudiar el tipo de razonamiento práctico que empleamos para dar
sentido a la infinidad de situaciones cotidianas en las que nos vemos envueltos día
tras día. Aunque aparentemente nos comportamos de manera intencional en cada una
de esas situaciones, en realidad estamos aplicando modos de orientarnos en ellas que
damos por supuesto. Pensemos, por un momento, acerca de lo que suponemos cuando
le hacemos a alguien la simple pregunta, «¿Cómo estás?» ¿Queremos decir
físicamente? ¿Mentalmente? ¿Espiritualmente? ¿Financieramente? ¿Estamos
esperando una respuesta o, por el contrario, solamente estamos «siendo educados»?

La etnometodología estudia en el proceso mediante el cual se le otorga sentido a un


encuentro social. Como en gran medida no somos conscientes de las reglas que
aplicamos al dar sentido o significado a la situación en la que estamos inmersos, la
estrategia de investigación de Garfinkel consistía en romper deliberadamenta
aquellas reglas. Ignorar deliberadamente las normas onvencionales
y observar cómo responden los demás, señala Garfinkel, nos permite ir desenredando
el modo en que las personas construyen una realidad. En los experimentos de
Garfinkel (1967), en los que participaban sus estudiantes, se les pedía que no
«siguieran el juego» en un amplio conjunto de situaciones. Así, unos estudiantes que
vivían con sus padres empezaron a actuar como si fueran huéspedes en lugar de
hijos. Otros entraban en las tiendas e insistían en conseguir una rebaja por un
determinado artículo. Otros jugaban juegos sencillos (por ejemplo, las tres en raya)
sólo para romper las reglas intencionadamente. Otros, incluso, iniciaban
conversaciones mientras se iban aproximando cada vez más a su interlocutor. Estas
conductas servían para hacer que la vida cotidiana resultara «extraña», para «sacar
a la luz» esas reglas que todo el mundo da por supuestas, para mostrar, en fin, de
cuántas manera puede romperse la interacción y la comunicación en la vida
cotidiana, o, por decirlo de otra manera, para mostrar cuán frágil es la realidad que
vamos construyendo. La interacción y la vida cotidiana depende entonces de una
multitud de reglas que aplicamos de forma inconsciente y con la idea de que los
demás también lo van a hacer así.
Análisis conversacional
Llevando esto un poco más lejos, algunos sociólogos argumentan que el componente
clave sobre el que descansa la interacción cotidiana es el lenguaje (véase el Capítulo
5). Para comprender la sociedad y la vida cotidiana a través de la cual se construye,
necesitamos examinar el lenguaje y las normas que utilizamos al hablar, En cierto
sentido, las sociedades son lenguajes.
El análisis conversacional proporciona un conjunto riguroso de técnicas para
registrar y analizar lo que ocurre durante una conversación cotidiana. Se empieza
por escuchar y observar el lenguaje, registrándolo, transcribiéndolo y, a menudo,
grabando las imágenes de la conversación. El análisis conversacional se aplica en
todo tipo de contextos (en los tribunales, en los hospitales, en las conversaciones en
la calle, en los juegos infantiles, en
la televisión) para ver de qué manera las personas construyen sus conversaciones
diarias. La conversación se convierte en objeto de investigación por derecho propio:
lo que interesa no es tanto lo que las personas están diciendo, como las formas en
que lo dicen, con las cuales van creando y definiendo el escenario o realidad social
en el que sucede esa conversación.
A modo de ejemplo, el análisis conversacional se preocupa del «secuenciamiento» de
la conversación: las oraciones por lo general se siguen una a la otra. La interacción
«normal» depende de esto, y la vida cotidiana sólo se puede lograr realmente si las
personas están dispuestas a seguir ciertas «normas de secuenciamiento».
Una de estas, por ejemplo, es el «turno de conversación»: las personas esperan su
turno, y son alternativamente hablantes y oyentes. Otro ejemplo es el «par contiguo»
según el cual la mayor parte de los saludos, presentaciones y despedidas en las
conversaciones siguen una norma no escrita de que cuando uno dice una frase, el
otro responde de la manera convencional más adecuada. De modo que, por ejemplo,
una frase estándar de presentación puede ser: «¿Cómo estás?» Y esto exige una
respuesta, normalmente de la forma: «Muy bien, gracias». La vida cotidiana está, en
fin, regulada por una infinidad de normas sociales, que son las que permiten que la
interacción y la vida social continúe regularmente, sin sobresaltos o interrupciones
(Heritage, 1987).

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