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Introducción

El gran Elvis Presley contaba con una voz que unas veces era suave como el terciopelo
y en otras ocasiones parecía el rugido de un joven tigre. Además, poseía el movimiento
de un cuerpo atlético y una personalidad que durante su juventud rebosaba
naturalidad.

Presley hizo accesible a millones de personas una nueva música que se llamó rock
and roll, de la cual llegó a ser rey indiscutible. Sus discos y su imagen, convertidos en
mito por la industria, sirvieron para ilustrar el deseado «sueño americano». Aún hoy,
nos hablan del magnífico ímpetu de los primeros años del rock. Pero la leyenda de
Elvis también estuvo cargada de oscuridad y contradicciones, de elementos
estremecedores que al final de su existencia llegarían a ser trágicos.

Nacimiento y juventud
Elvis Presley nació el 8 de enero de 1935 en Túpelo, una pequeña ciudad del
estado de Misisipí (USA). Su madre, Gladys Smith Presley, dio a luz a dos niños
gemelos: uno murió a las pocas horas y el otro fue bautizado con el nombre de Elvis
Aaron. Los Presley eran una familia de granjeros de humildísimo origen.

El padre, llamado Vernon, poseía unos pocos acres de tierra prácticamente


improductiva, que no daba lo suficiente para vivir. Por ello, en 1948 decidió venderlo
todo y trasladarse a Memphis, la capital del vecino estado de Tennessee. Elvis era la
joya de la familia y cualquier sacrificio sería pequeño si lograba procurarle un futuro
mejor.Elvis Presley de niño y de joven.

Vernon y Gladys consiguieron trabajo en sendas fábricas de la ciudad y el muchacho


empezó a ir a la escuela. Al principio, aquel pueblerino apocado y sujeto a las faldas
de su madre fue el blanco preferido de las burlas de sus compañeros.

No mostraba excesiva afición por los libros, pero era un buen jugador de béisbol y
adoraba la música. No es de extrañar que, con el paso del tiempo, estas tres
características le granjearan algunos amigos tan malos alumnos, tan buenos deportistas
y tan locos por los ritmos de moda como él.

En cuanto a la música, Elvis no desdeñaba a nadie ni a ningún estilo musical: le


gustaban tanto los solistas románticos como los bluesmen, el country o el góspel e
himnos de los católicos negros.

De 1950 datan sus primeros pinitos con un grupo vocal de aficionados que se reunía
sólo los fines de semana, pues el resto de los días estaban consagrados a la escuela y
pronto lo estuvieron al trabajo. Elvis era ante todo un buen hijo y en cuanto obtuvo su
graduación se colocó como conductor en una empresa de electricidad.
Primera grabación
Corría el año 1953 cuando aparcó su camioneta frente al estudio de grabación de Sun
Records, un modesto sello local, y grabó un disco para regalar a su madre que le
costó cuatro dólares.

Sam Phillips, propietario del estudio, no se sintió demasiado impresionado por las
aptitudes de aquel joven, pero supo apreciar la calidad de su voz y decidió orientarlo.
Al fin y al cabo, siempre decía que «hay una fortuna esperando a quien descubra a un
cantante blanco con el sonido y el sentimiento de los negros». Si aquella era la ocasión
de demostrarlo, él no iba a desperdiciarla.

Primer disco de Elvis


Elvis empezó a pasar horas y horas de interminables ensayos en el estudio,
apoyado por dos buenos músicos: el contrabajista Bill Black y el guitarrista Scotty
Moore. El jefe decidió que era el momento de grabar algunas de las canciones que el
trío interpretaba mejor. Así, editó un primer disco en julio de 1954 con un blues,
«That’s all right, mama», y una pieza country, «Blue moon of Kentucky».

Ninguna de las dos alcanzaron el éxito absoluto, pero su difusión fue suficiente para
que Elvis se animase a abandonar el volante para profesionalizarse como cantante de
una música que más tarde se conocería como rockabilly. Pronto iba a demostrarse que
se trataba de una decisión acertada.

Salto a la fama
Al primer disco siguieron otros y también actuaciones en directo que daban una
medida más justa de las posibilidades de Elvis. Las melodías que tocaba el trío se
basaban en la música vaquera, pero la fiereza con que aquel veinteañero las
interpretaba era completamente novedosa.

Concierto de Elvis Presley

Era evidente que los temas rápidos y desenfadados eran lo suyo. En el escenario, Elvis
los convertía en mensajes, contestatarios y bienintencionados a la vez, que
encandilaban a las adolescentes. Ellas iban a convertirse rápidamente en artífices de
su triunfo. A finales de ese año, el cantante hubo de presentarse ante el juez acusado
de dejar embarazada a una de las socias fundadoras de su primer club de fans.
Afortunadamente, fue declarado inocente.

El fenómeno incipiente de Elvis, por el momento circunscrito a un nivel local, llamó la


atención de Tom Parker, empresario avezado del mundo del espectáculo. Aunque se
trataba de un artista de apenas veinte años que sólo había conocido el éxito en
algunas zonas sureñas.

Parker supo ver las inmensas posibilidades que atesoraba y convenció al cantante y a
su madre de que aceptasen sus servicios como representante y mánager. No había
terminado 1955 cuando consiguió que la Radio Corporation of America (RCA), una
de las cinco grandes casas discográficas norteamericanas, lo contratase por cuarenta
mil dólares. Además, organizó una importante campaña publicitaria en torno a su
figura. El éxito absoluto estaba tan sólo a la vuelta de la esquina y ya casi podía tocarlo
con las manos.

Por sus movimientos salvajes fue apodado como Elvis la pelvis

A principios de 1956, Elvis llegó a Nashville, capital del country, para trabajar con los
habilidosos músicos de la ciudad. De esa colaboración nacieron sus primeras canciones
de calidad, y una de ellas, «Heartbreak hotel», alcanzó en pocas semanas el número
uno de las listas.

En el mismo año 1956 rodó su primera película, Love Me Tender, y empezó a


pulverizar todos los récords de ventas: ninguna de sus discos vendió menos de un
millón de copias. El cantante y las teenagers entraron en contacto plenamente durante
esos días.

Tanto fue así, que los medios de comunicación no tuvieron más remedio que
volcarse ante el nuevo fenómeno, aunque a muchos padres de familia les pareciese
repugnante y provocador. Elvis era ya el «rey» en el corazón de las jovencitas.

Servicio militar
Los meses que siguieron fueron vertiginosos. La compañía RCA inundó el mercado
con discos de Elvis sin conseguir saciar la demanda. Las canciones memorables se
sucedieron: «Love me tender», «Jailhouse rock», «Teddy bear», «All shook up»… Un disco
inspirado como Hound dog llegó a vender seis millones y medio de copias en pocos
días. Elvis demostró que podía cantar con dulzura, de forma insinuante o
deliberadamente salvaje. Además, sonriendo seductoramente a sus seguidoras,
electrizándolas con su ritmo o expresando una profunda tristeza.

No es sólo su voz sino también su imagen lo que llega al público con fuerza. Las
numerosas giras que realiza durante 1957 le reportan un éxito tras otro y ponen de
manifiesto que el producto funciona tanto enlatado como en vivo. En 1958, el ídolo ha
de hacer frente a sus deberes con el ejército. Elvis no quiere separarse de sus coches
y de sus chicas, pero Tom Parker lo convence de que no debe aspirar a conseguir un
servicio militar privilegiado sino ausentarse durante el tiempo que haga falta.

Será una jugada maestra: a lo largo de los dos años que permanezca en una base de la
República Federal Alemana, sus fans se multiplicarán como hongos, pues nada puede
sustituir en sus corazones a su dios. Además, mientras él está lejos continúan
apareciendo discos grabados con anterioridad. Y, aunque abundan los imitadores,
nadie puede compararse en genio y figura al que ya empiezan a llamar «rey del rock».
Un patriota e hijo ejemplar
A su regreso, en 1960, Parker explotará la imagen del patriota e hijo amantísimo. Su
madre ha muerto poco antes y Elvis ha derramado por ella abundantes lágrimas en
público. Consiguiendo así que el tigre del rock and roll, al que adoran miles de
jóvenes, se convierta en un cantante capaz de agradar también a sus padres.

Será otro rutilante ídolo, Frank Sinatra, el encargado de presentarlo en un especial de


televisión en el que Elvis aparece tierno, pero no sensual, trepidante más no agresivo:
domesticado. Ese estilo más melódico le permitió ser aceptado por todo tipo de
públicos pero conjuró cuanto había de rebelde en el fondo de su alma de artista.

Carrera como actor


A partir de 1961 abandonó prácticamente el directo y se concentró en el cine. Si sus
primeras películas no habían carecido de atractivo, en especial Jailhouse Rock, las
siguientes se rodaron como churros a un ritmo de tres por año, con escasos
presupuestos y nula creatividad. Pero no sólo alimentaban el mito, sino que resolvían la
faceta discográfica al editarse las bandas sonoras, plagadas de canciones
impresentables que, sin embargo, seguían vendiéndose frenéticamente.

El regreso del rey del rock


Con el transcurrir de los años sesenta, Elvis se acostumbró a vivir de sus malas películas
instalado en las nubes del éxito. Se construyó en Memphis una mansión a la que
llamó Graceland en la que se aisló. No quiso enterarse de la irrupción de nuevas
figuras como Bob Dylan o los Beatles, que profundizaban en la senda que él había
preparado.

En 1967 se casó con Priscilla Beaulieu y al año siguiente tuvo su primera hija, Lisa
Marie. Parecía que la fiera había perdido definitivamente su fuerza. El ímpetu de sus
primeros años empezaba a ser evocado con nostalgia por aquellos que habían visto
nacer el fenómeno Elvis. Pero él no había dicho aún su última palabra.

En las Navidades de 1968, Elvis vuelve a aparecer en un programa especial de


televisión con sus viejas canciones y su estilo primigenio. El éxito es clamoroso y tiene
un inmediato correlato discográfico: «Don’t cry daddy», «Suspicious minds» y, en
especial, «In the ghetto», lo proyectan de nuevo a la cima de las listas de superventas.

En 1969 volverá al directo, iniciando un rito que se repetirá cada año: el concierto
aparatoso de Elvis en un enorme hotel de Las Vegas. Un espectáculo en la frontera
entre la ceremonia de masas, el culto al ídolo y el más apabullante mal gusto.

Últimos años y muerte


En sus últimos años, el mito adquiere visos de tragedia. La salud de Elvis se deteriora
tras años de dietas rigurosas y píldoras de todas clases. Al tiempo que quiere ser el
líder de la lucha contra los estupefacientes y pretende ser nombrado agente especial
antinarcóticos por el presidente Nixon, ingiere más de veinticinco pastillas diarias
para tenerse en pie.

Para salir al escenario, se ciñe apretados corsés y cinturones anchos que disimulen su
obesidad no sin antes ponerse unos pañales especiales, ya que ocasionalmente pierde
el control de sus intestinos. Su existencia está completamente desquiciada y él no es
más que una sombra grotesca del adorado Elvis de antaño.

Finalmente, a los 42 años de edad, Elvis Presley murió durante la noche del 16 al 17
de agosto de 1977 en su mansión Graceland de Memphis (Tennessee). Elvis se
encontraba en vísperas de una gira y no conseguía conciliar el sueño. Se levantó y se
encerró en el baño con sus píldoras preferidas y un libro escogido al azar de su extensa
biblioteca sobre temas esotéricos.

Su última novia, dormida en el lecho, lo encontró por la mañana, rígido y doblado en


posición fetal. Puesto que se trata de un héroe nacional, el forense dictaminará que ha
fallecido «de muerte natural», sin mencionar la mezcla de fármacos encontrados en sus
vísceras.

En la actualidad, Graceland continúa siendo un santuario al que cada año peregrinan


millares de amantes del rock and roll procedentes de todos los rincones del mundo.
También existen miles de personas que afirman que Elvis no ha muerto y aseguran
haberlo visto en cualquier rincón del mudo.

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