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El gran Elvis Presley contaba con una voz que unas veces era suave como el terciopelo
y en otras ocasiones parecía el rugido de un joven tigre. Además, poseía el movimiento
de un cuerpo atlético y una personalidad que durante su juventud rebosaba
naturalidad.
Presley hizo accesible a millones de personas una nueva música que se llamó rock
and roll, de la cual llegó a ser rey indiscutible. Sus discos y su imagen, convertidos en
mito por la industria, sirvieron para ilustrar el deseado «sueño americano». Aún hoy,
nos hablan del magnífico ímpetu de los primeros años del rock. Pero la leyenda de
Elvis también estuvo cargada de oscuridad y contradicciones, de elementos
estremecedores que al final de su existencia llegarían a ser trágicos.
Nacimiento y juventud
Elvis Presley nació el 8 de enero de 1935 en Túpelo, una pequeña ciudad del
estado de Misisipí (USA). Su madre, Gladys Smith Presley, dio a luz a dos niños
gemelos: uno murió a las pocas horas y el otro fue bautizado con el nombre de Elvis
Aaron. Los Presley eran una familia de granjeros de humildísimo origen.
No mostraba excesiva afición por los libros, pero era un buen jugador de béisbol y
adoraba la música. No es de extrañar que, con el paso del tiempo, estas tres
características le granjearan algunos amigos tan malos alumnos, tan buenos deportistas
y tan locos por los ritmos de moda como él.
De 1950 datan sus primeros pinitos con un grupo vocal de aficionados que se reunía
sólo los fines de semana, pues el resto de los días estaban consagrados a la escuela y
pronto lo estuvieron al trabajo. Elvis era ante todo un buen hijo y en cuanto obtuvo su
graduación se colocó como conductor en una empresa de electricidad.
Primera grabación
Corría el año 1953 cuando aparcó su camioneta frente al estudio de grabación de Sun
Records, un modesto sello local, y grabó un disco para regalar a su madre que le
costó cuatro dólares.
Sam Phillips, propietario del estudio, no se sintió demasiado impresionado por las
aptitudes de aquel joven, pero supo apreciar la calidad de su voz y decidió orientarlo.
Al fin y al cabo, siempre decía que «hay una fortuna esperando a quien descubra a un
cantante blanco con el sonido y el sentimiento de los negros». Si aquella era la ocasión
de demostrarlo, él no iba a desperdiciarla.
Ninguna de las dos alcanzaron el éxito absoluto, pero su difusión fue suficiente para
que Elvis se animase a abandonar el volante para profesionalizarse como cantante de
una música que más tarde se conocería como rockabilly. Pronto iba a demostrarse que
se trataba de una decisión acertada.
Salto a la fama
Al primer disco siguieron otros y también actuaciones en directo que daban una
medida más justa de las posibilidades de Elvis. Las melodías que tocaba el trío se
basaban en la música vaquera, pero la fiereza con que aquel veinteañero las
interpretaba era completamente novedosa.
Era evidente que los temas rápidos y desenfadados eran lo suyo. En el escenario, Elvis
los convertía en mensajes, contestatarios y bienintencionados a la vez, que
encandilaban a las adolescentes. Ellas iban a convertirse rápidamente en artífices de
su triunfo. A finales de ese año, el cantante hubo de presentarse ante el juez acusado
de dejar embarazada a una de las socias fundadoras de su primer club de fans.
Afortunadamente, fue declarado inocente.
Parker supo ver las inmensas posibilidades que atesoraba y convenció al cantante y a
su madre de que aceptasen sus servicios como representante y mánager. No había
terminado 1955 cuando consiguió que la Radio Corporation of America (RCA), una
de las cinco grandes casas discográficas norteamericanas, lo contratase por cuarenta
mil dólares. Además, organizó una importante campaña publicitaria en torno a su
figura. El éxito absoluto estaba tan sólo a la vuelta de la esquina y ya casi podía tocarlo
con las manos.
A principios de 1956, Elvis llegó a Nashville, capital del country, para trabajar con los
habilidosos músicos de la ciudad. De esa colaboración nacieron sus primeras canciones
de calidad, y una de ellas, «Heartbreak hotel», alcanzó en pocas semanas el número
uno de las listas.
Tanto fue así, que los medios de comunicación no tuvieron más remedio que
volcarse ante el nuevo fenómeno, aunque a muchos padres de familia les pareciese
repugnante y provocador. Elvis era ya el «rey» en el corazón de las jovencitas.
Servicio militar
Los meses que siguieron fueron vertiginosos. La compañía RCA inundó el mercado
con discos de Elvis sin conseguir saciar la demanda. Las canciones memorables se
sucedieron: «Love me tender», «Jailhouse rock», «Teddy bear», «All shook up»… Un disco
inspirado como Hound dog llegó a vender seis millones y medio de copias en pocos
días. Elvis demostró que podía cantar con dulzura, de forma insinuante o
deliberadamente salvaje. Además, sonriendo seductoramente a sus seguidoras,
electrizándolas con su ritmo o expresando una profunda tristeza.
No es sólo su voz sino también su imagen lo que llega al público con fuerza. Las
numerosas giras que realiza durante 1957 le reportan un éxito tras otro y ponen de
manifiesto que el producto funciona tanto enlatado como en vivo. En 1958, el ídolo ha
de hacer frente a sus deberes con el ejército. Elvis no quiere separarse de sus coches
y de sus chicas, pero Tom Parker lo convence de que no debe aspirar a conseguir un
servicio militar privilegiado sino ausentarse durante el tiempo que haga falta.
Será una jugada maestra: a lo largo de los dos años que permanezca en una base de la
República Federal Alemana, sus fans se multiplicarán como hongos, pues nada puede
sustituir en sus corazones a su dios. Además, mientras él está lejos continúan
apareciendo discos grabados con anterioridad. Y, aunque abundan los imitadores,
nadie puede compararse en genio y figura al que ya empiezan a llamar «rey del rock».
Un patriota e hijo ejemplar
A su regreso, en 1960, Parker explotará la imagen del patriota e hijo amantísimo. Su
madre ha muerto poco antes y Elvis ha derramado por ella abundantes lágrimas en
público. Consiguiendo así que el tigre del rock and roll, al que adoran miles de
jóvenes, se convierta en un cantante capaz de agradar también a sus padres.
En 1967 se casó con Priscilla Beaulieu y al año siguiente tuvo su primera hija, Lisa
Marie. Parecía que la fiera había perdido definitivamente su fuerza. El ímpetu de sus
primeros años empezaba a ser evocado con nostalgia por aquellos que habían visto
nacer el fenómeno Elvis. Pero él no había dicho aún su última palabra.
En 1969 volverá al directo, iniciando un rito que se repetirá cada año: el concierto
aparatoso de Elvis en un enorme hotel de Las Vegas. Un espectáculo en la frontera
entre la ceremonia de masas, el culto al ídolo y el más apabullante mal gusto.
Para salir al escenario, se ciñe apretados corsés y cinturones anchos que disimulen su
obesidad no sin antes ponerse unos pañales especiales, ya que ocasionalmente pierde
el control de sus intestinos. Su existencia está completamente desquiciada y él no es
más que una sombra grotesca del adorado Elvis de antaño.
Finalmente, a los 42 años de edad, Elvis Presley murió durante la noche del 16 al 17
de agosto de 1977 en su mansión Graceland de Memphis (Tennessee). Elvis se
encontraba en vísperas de una gira y no conseguía conciliar el sueño. Se levantó y se
encerró en el baño con sus píldoras preferidas y un libro escogido al azar de su extensa
biblioteca sobre temas esotéricos.