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EL MEDICO Y LOS AVANCES TECNOLOGICOS

Entendemos la tecnologia como el conjunto de teorias y


técnicas que permiten el aprovechamiento préctico del
conocimiento cientifico, en este caso, para mantener la
salud del ser humano o recuperarla, si estd enfermo. El
médico ha discurrido desde el quehacer de mago en la
época mds temprana de su profesién, hasta la percepcién
actual del fil6sofo, del humanista, del humanitario o del
puramente técnico, para otros. En cualquiera de estas
percepciones el médico, en su momento, ha tenido que
transitar constantemente del conocimiento objetivo
existente, a las teorias fantasiosas, religiosas o cienti-
ficas constantemente cambiantes. Ello lo ha mantenido
obligado a la creacién, mejora y uso de herramientas que
devienen de la aplicacién de estas teorias a la sociedad,
lo que a su vez ha caracterizado al médico como un
creador no comprendido, innovador osado o empre-
sario préactico; y, al fin y al cabo, pionero en muchos
quehaceres sociales, dificil de ser reemplazado.

Algunos aspectos relativos a lo anteriormente expresado


se pueden apreciar mejor desde la década de los cincuenta
del siglo pasado. Uno de ellos y de gran trascendencia es
el vertiginoso desarrollo de la expresién de las imdgenes,
conocimiento sustentado en los avances de la fisica, con
implicancia directa en el desarrollo de la cirugfa invasiva
del cerebro y del corazén o el notable desarrollo de las
terapias para los tumores malignos (radioterapia), entre
muchas otras.

Si bien este desarrollo ha contribuido inconmensura-


blemente a la solucién de problemas de salud, antes
lindantes con la intuicién o la osadia, también podemos
extrapolar, sin temor a equivocarnos, su gran contri-
bucién al conocimiento del sistema nervioso central y sus
procesos mds elaborados, como el pensamiento. Asi, la
observacién de imdgenes en tiempo real abri6 también
una voragine de reflexiones, no solamente mas profundas
respecto a lo que debemos saber sobre nuestra existencia,
sino también hacia la mejor comprension de lo que es en
esencia el ser humano.

Otro campo relevante es el relativo a los trasplantes


de 6rganos, drea que generd el florecimiento de una
insospechada capacidad tecnolégica y terapéutica en la
medicina e introdujo nuevas variables en el quehacer
del médico, como la relevancia de su destreza manual
o intelectual, el cdlculo previsible del beneficio contra
el riesgo y el dafio que pueden generar decisiones al
margen de los aspectos morales y éticos, amén de las
relativas al andlisis del costo econémico de esta actividad
sustentada, en gran medida, en el precio de los aparatos
y la implicancia de la destreza personal que finalmente
genera competitividad con relacién a otros médicos.

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Todas las situaciones descritas y otras mds, orientaron a
la sociedad hacia una intervencién activa para el control
y la regulacién en el uso de los avances tecnolégicos.

Aparecieron los sistemas de aseguramiento del cuidadoy


recuperacion de la salud de los ciudadanos y la exigencia
del ejercicio de buenas précticas médicas para evitar el
abuso de la tecnologia y el dafio a las personas. El médico
inesperadamente se enfrenté a problemas como el de
pacientes que hasta entonces morian y que ahora podrian
Vivir, pero sen qué condiciones y bajo qué riesgos? y
¢quién decidirfa finalmente la aplicacién de la tecno-
logia a una persona en particular? Entonces la relacién
del médico paternalista que ejercia una relacién vertical
hacia el paciente tuvo que ser reemplazada por otra
horizontal, en la que es menester atender a un paciente
auténomo en sus decisiones. Ello implica la necesidad
de evaluar la capacidad del paciente en su autonomia,
es decir, evaluar si existe un minimo de condiciones de
libertad —sin presiones culturales, econémicas o sociales-
que le permita decidir su futuro. Esta sentencia, sin
embargo, exige la reflexion absolutamente vdlida, muy
bien expresada por Pelayo Garcia Sierra: «las cuestiones
que suscita la idea de libertad, considerando la amplitud
de sus determinaciones, son cuestiones transcendentales:
su tratamiento requiere la consideracién de la conexién
del sujeto operatorio, no ya con alguna regién deter-
minada (categorial), sobre la cual se ejercen sus opera-

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ciones, sino sobre los componentes mas genéricos de su
operatividad y, por tanto, sobre la universalidad de los
diversos campos de operaciones».

Este nuevo enfoque de la medicina exige una sociedad


preocupada no solamente por el bienestar econémico y
social de sus ciudadanos, sino, por sobre todo, por el
cultivo de una educacién reflexiva, libre y consciente
de la relevancia de los aspectos morales de su sociedad.
Dicho de otra manera, una sociedad dindmica que
cultiva los valores individuales de sus ciudadanos, antes
que la sola informacién parcial o imparcial, objetiva o
sesgada de la tecnologia, o una educacién basada en
la mera adquisicién de destrezas manuales o intelec-
tuales. Sin estas condiciones, el sistema médico paterna-
lista seguird predominando y el desarrollo tecnolégico
puede transformarse en tirdnico y abusivo.

Los avances tecnolégicos y cientificos también estuvie-


ron acompaiiados de otras situaciones complejas. La
investigacién aplicada, inherente al quehacer médico,
result ser una piedra clave para optimizar el uso de
la tecnologia y con el tiempo se convirtié en el nuevo
dogma del trabajo médico: «la Medicina basada en la
evidencia». Muchas veces se olvida que esta es solo una
herramienta para la resolucién de un problema y no es
la solucién en si misma. La investigacién en el campo
médico y de la salud en general se ha convertido tam-

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bién en un problema moral. Soy consciente, por transitar
en un medio académico, de los sutiles mecanismos de
venta de tecnologia que se ejercen mediante las publica-
ciones «cientificas», muchas de las cuales no resisten un
cuestionamiento metodoldgico cientifico.

Debe mantenerse en la memoria que la investigacién


médica en seres humanos se da en gran medida en
enfermos hospitalizados y, por ello, hay riesgos intrin-
secos en su practica. Uno de ellos obliga a reconocer que
ellimite entre lo considerado benéfico y aquello aceptado
como riesgo es sutil, de muy dificil diferenciacién, y
que consecuentemente en ciertas ocasiones esconde
beneficios personales o empresariales que distorsionan
la correcta interpretacién del resultado e inducen a error
al trabajo médico. Algunos ejemplos histéricos que no
debieron existir son los acontecimientos relativos a la
observacién de poblaciones marginadas negras que
padecian de sifilis en los Estados Unidos de Nortea-
mérica; los experimentos de Walter Reed, quien inten-
tando determinar la fuente de la fiebre amarilla expuso
a sujetos sanos a que sufrieran dafio o muerte®s”®, El
profesor Henry Beecher’, anestesi6logo de Harvard,
publicé en 1966, en The New England Journal of Medicine,
el articulo «Ethics and Clinical Research», en el que da
cuenta de al menos veintidés investigaciones realizadas
por renombrados investigadores claramente atentatorias
de las minimas reglas de la ética en la investigacion en

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humanos, es decir, carentes de los minimos principios
de ética. El escandalo que rodeé a la administracién del
Instituto Nacional de Salud de los Estados Unidos de
Norteamérica cuando tuvo que aceptar haber suminis-
trado fondos para investigaciones en las que se habia
inyectado células cancerosas a ancianos de un Hospital
Geridtrico de Nueva York, hacia 1963; o el tristemente
célebre «Experimento Tuskegee», realizado en Alabama
entre 1932 y 1972, donde los investigadores solamente
observaron, sin dar tratamiento, a 399 pacientes de
raza negra con sifilis reconocida, para describir el curso
natural de la enfermedad, cuando ya existia tratamiento
para esta'’. Estos ejemplos ponen de manifiesto la enver-
gadura del problema que ahora enfrentamos y que no
dista mucho de los experimentos nazis.

Existen otras formas sofisticadas relativas al tema en


cuestion que el médico moderno debe enfrentar, como
el mal uso de disefios metodolégicos y la manipu-
lacién inconveniente de datos o conclusiones clara-
mente antojadizas para generar corrientes de opinion
terapéutica favorable hacia aquellas empresas financia-
doras de la investigacién.

Los principios de la investigacién en humanos fueron


tempranamente expuestos por Claude Bernard hacia
1865, como senala Pedro Garcia Barrena™ en su libro
Introduccion al estudio de la medicina experimental, al

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razonar respecto a «nuestro derecho de experimentar
en humanos en cualquier situacién que sirva para
preservar su vida y curar al enfermo»''. Este principio
moral, por lo tanto, «consiste en no realizar jamds un
experimento que pueda daar a la persona de cualquier
manera, aunque los resultados puedan ser ventajosos
para la ciencia y la salud de otros». Este principio, muy
loable por cierto, es utépico porque cualquier accién
sobre un ser humano, por beneficiosa que parezca,
lleva dialécticamente implicito el riesgo del dao. Es un
precepto que el médico debiera interiorizar.

Los médicos estamos obligados a replantear la definicién


del ser médico, ;un cientifico, un técnico, un artista? Usa-
ré los conceptos del doctor Miguel Angel Sanchez Gon-
zdlez?, distinguido profesor espariol, estudioso y fil6sofo
sobre este tema, quien en su libro Historia, teoria y método
de la medicina: Introduccién al pensamiento médico dice: «en
el sentido més primario, ejercer la medicina es atender
directamente las necesidades sanitarias de las personas.
Se llama medicina, por extensién, a todas las otras activi-
dades relacionadas con las mds primarias». Al respecto,
es oportuno exponer otro punto de vista, expresado por
el doctor Honorio Delgado Espinoza? en su libro El médi-
co, la medicina y el alma: «<Evidentemente, la labor técnica
o cientifica encaminada a evitar el dolor y las enferme-
dades a los hombres, si no se realiza con el ejercicio per-
sonal de la cura del paciente, tiene poco que ver con el

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arte vivo del doctor. Aunque ofrezcan a este conocimien-
tos eficaces para la practica de su ministerio, quienes se
dedican exclusivamente al trabajo de laboratorio, en la
investigacion o el diagnéstico, no necesitan tener alma
de médico. Lo mismo ocurre, hasta cierto punto, con los
higienistas, los técnicos de la medicina social y legal o los
ingenieros, si solo a eso dedican la actividad de su profe-
sién. Médico es el que trata a los pacientes, el que practica
la terapéutica. La riqueza original de este tiltimo vocablo
corresponde a la propiedad sefialada, no solo curacién
y tratamiento médico, sino servicio, asistencia, cuidado,
primor, culto, etc.»

Antiguamente en Grecia ya existia un importante conoci-


miento del cuerpo humano y sus enfermedades, como se
hamencionado anteriormente, sinembargo, las decisiones
del médico eran totalmente subjetivas y cargadas de un
gran sentido religioso. Los resultados de sus decisiones en
los enfermos servian para corroborar sus sospechas y en
este ensayo y error personal se sustentaba su prestigio. El
desarrollo de la estadistica, la epidemiologia y las ciencias
sociales durante el siglo XX han construido el actual
cardcter cientifico de la medicina, sin embargo, no debe
olvidarse que la ciencia se ubica en una situacién intem-
poral e impersonal. El principio del conocimiento de la
realidad es la universalidad y no la particularidad que es
lo que justamente hace a la medicina no necesariamente
cientifica, dado que esta tltima tiene obligatoriamente

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que ubicarse en la situacién particular de un enfermo y
en su contexto histdrico y temporal. La medicina en si
misma no es pues una ciencia, pero el médico debe tener
el conocimiento cientifico en su apreciacién exacta para
aplicarlo al enfermo.

¢Es entonces la medicina tan sélo una técnica?; es decir,


sel médico debe saber esencialmente usar las herra-
mientas para el ejercicio de su profesién? Una primera
respuesta quedaria sustentada en el devenir histérico
del quehacer médico, al recordar que antiguamente el
médico era reconocido por aquel que «sabia hacer». El
término «techné», que refleja el «saber hacer préctico»,
posteriormente fue traducido al latin como «ars» y dealli
surgié el término del «arte médico». Sanchez Gonzalez"
amplia este concepto expresando «Es indudable que la
medicina es un saber practico. Un “saber hacer” que se
perfecciona con la experiencia y en el que son necesarias
aptitudes, manualidades y habilidades técnicas».

Pero cuando solo se tiene una concepcién técnica, el


médico queda encasillado en el concepto del «experto
que sabe ciertas tecnologias» y el paciente
aplicar
en el del «cliente o usuario de dichas técnicas». Visto
asi, el objetivo de la medicina queda reducido a la

eficacia técnica y a la maximizacion del cociente de los


beneficios frente a los costos. Este tipo de concepcién de
la medicina solo genera, en el médico, algunas normas
de educacién y cortesia hacia los enfermos, pero deja de

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ser imprescindible el entendimiento del dolor humano
que conlleva compasién y humanitarismo. El paciente
solo tiene sus derechos democraticos de igualdad y
autonomia normados en la legislacién de cada pats, pero
no tiene por qué esperar ser estimado, comprendido y
aconsejado. Esta grave tendencia parece imperar hoy
en nuestras administraciones hospitalarias, la que
se encarna, cada vez con mayor vigor, en los mismos
médicos, seglin mi apreciacion personal.

Existen situaciones en el quehacer médico no necesa-


riamente pueden calificarse como ciencia o técnica, por
ejemplo, la intuicién, el juicio clinico y el proceso ra-
cional y afectivo para tomar una decision. Es decir, el
proceso de la interpretacién humana, el que cabe dentro
de lo que se puede considerar un arte. Este proceso in-
terpretativo estd simbolizado en la recoleccién de datos
para la historia clinica. Es innegable que en este proceso
interviene relevantemente el componente subjetivo del
médico, componente que es totalmente interpretativo y
en el que estd implicada la persona que interpreta, por
lo que puede ser considerado un arte. Pero este arte exi-
ge al artista preceptos morales al servicio de valores su-
periores.

El médico moderno es ante todo un servidor de la per-


sona enferma y de la comunidad; se le exige ceiiirse a
dos grandes dimensiones: la primera, aquella relaciona-
da con las minimas exigencias que la sociedad acepta

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como labor médica; la segunda, aquella relativa al ideal
que cada médico concibe para si mismo y que enrumba
el anhelo de ser cada dia mejor.

La insatisfaccién de muchos médicos modernos devie-


ne de los comentarios antes emitidos, que podrian resu-
mirse en lo relativo al conflicto personal del médico pa-
ternalista que basa su accionar curativo en sus valores y
principios, antes que en los del paciente, y aquellos del
paciente que sustenta el accionar médico en una idea
de relaciones horizontales. Otra fuente de insatisfac-
cién ocurre al contraponer un ideal curativo tecnolégi-
co, frente a un ideal sanador integral. Desde otro punto
de vista, el médico moderno es formado o deformado al
reducir el concepto del ejercicio médico a las exploracio-
nes objetivas de exdmenes auxiliares para tratar mecd-
nicamente a los enfermos, olvidando que los pacientes
sufren padecimientos personales que tienen que ver con
su psicologia, cultura, rol social, experiencias previas y
valores. Ello genera el conflicto entre el médico concebi-
do como técnico y un enfermo que demanda trato hu-
manitario, ademas de eficaz; situacién que origina insa-
tisfaccién para ambas partes.

El ejercicio de la medicina se da en multiples escenarios,


pero probablemente el mas simbélico es el hospital. Hay
lugares donde el hombre hace manifiesta su existencia
en forma excelsa: el hogar, donde plasma su conti-
nuidad espiritual y biolégica; el templo, cualquiera que

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sea, donde reflexiona sobre su existencia y expresa sus
creencias divinas; y el hospital, donde manifiesta el sufri-
miento y vision de proximidad a la muerte, donde clama
por el alivio a su dolor y profesa la fe en el préjimo desco-
nocido: el médico.

Por parte del médico, el hospital resulta ser el templo


donde se profesa el entendimiento por el dolor ajeno y
la necesidad de aliviarlo; es el lugar que trasciende la vi-
da, entendiendo trascender como aquel ejercicio cons-
tante del hombre que conlleva intrinsicamente el sentido
de conciencia y la necesidad imperiosa de una memo-
ria mucho mds que biolégica e individual, una memoria
colectiva e imperecedera. Trascendemos biolégicamen-
te mediante la procreacién, culturalmente a través de la
comunicacion razonada y abstracta (la tradicién y la es-
critura) y en nuestro mundo actual, mediante la comuni-
cacién virtual, pero fundamentalmente trascendemos a
través del amor, entendido este, de acuerdo a nuestra len-
gua, expresado en el Diccionario de la Lengua Espaiio-
la, como «aquel sentimiento intenso del ser humano que,
partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el
encuentro y unién con otro ser».

Para cada caso hemos necesitado construir y perfeccio-


nar los procesos y herramientas encaminados a la di-
versidad de la manifestacién humana. Este ejercicio lo
conocemos como tecnologia, la que nos permite visua-

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lizar el desarrollo de la humanidad como un constante
construir, reconstruir o reemplazar las partes existentes,
guardadndolas en ese maravilloso almacén llamado me-
moria. Como en todo proceso, existen situaciones que
perduran a través del tiempo, otras se van quedando en
el recuerdo lejano o en el olvido; pero con frecuencia, al
superponerse conocimientos o tecnologias nuevas con
las existentes, se perturba la clara visién del momento
actual y del porvenir. En el ejercicio de la medicina este
fenémeno estd claramente expresado y el médico debe
ser absolutamente consciente de ello, pues solamente en
este entendimiento su labor se torna trascendental. Asi
construimos el mundo mental y fisico que nos rodea,
que finalmente refleja el proceso de nuestra conciencia
humana, la que deberia permanecer, en lo posible, li-
bre de contaminantes, sean fisicos, morales o intelectua-
les. Debe ser parte de nuestra existencia limpiar cons-
tantemente nuestro devenir histérico y ambiental de los
deshechos y basura que lo contaminan, como lo dice
claramente Chopra'®: «Si. Este mundo es un espejo de
nuestra conciencia. No puedes verte a ti mismo sin un
espejo, y este mundo es nuestro espejo. El espejo de la
conciencia es el mundo que nos rodeax.

En esta misma idea debemos recordar que los médicos


constituyen una institucién fundamental en cualquier
sociedad, y su moral se cimienta en la ética individual
de sus miembros, aceptindose que ello es, ante todo,
ecuanimidad, esto es, por sobre todo, igualdad, cons-

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|
tancia y tranquilidad de dnimo. La ecuanimidad es pues |
i
un esfuerzo moral, no un movimiento del espiritu. So-
{
mos seres inquietos y curiosos, pero también reflexi- |
|
vos, y si lo asociamos con la ecuanimidad, modificamos
|
el mundo segtin lo ideamos, hacia un horizonte supe-
rior. El mundo que nos rodea finalmente es un reflejo de |
nuestro espiritu, de su inquietud y del esfuerzo moral |
para mantener la ecuanimidad.

En el mundo actual, como en el universo, todo estd suje-


to a un cambio constante debido al accionar del hom-
bre y al escenario donde vivimos (nuestro planeta, con-
tinente, pais o pueblo). Este vector de cambio cada vez
adquiere mds velocidad, la que con frecuencia supera
nuestra propia proyeccién, constituyendo ello un ver-
dadero reto para concebir nuestro comportamiento y
la necesidad de una constante modificacién de nuestro
accionar. Respetarnos mutuamente como seres huma-
nos es la clave de la subsistencia del hombre en tal situa-
cién. A pesar de lo inimaginable en el proceso del cam- |
bio, no hay organizacién, estructura o tecnologia que
reemplace la necesidad constante de la ética personal, la
correccién y la ecuanimidad.

Esta reflexién sobre el ser humano y el ser médico lle-


va implicito el comportamiento del hombre relacionado
con la tecnologia; implica la conducta del médico que es
quien la utiliza y la traslada al campo de la medicina. La
tecnologia es asi el proceso que unifica el instrumento o

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la herramienta, con su hacedor, el hombre. La técnica,
por lo tanto, no encierra en si misma valor alguno, pero
la tecnologia sf, en la medida en que al ser ejercida por
el hombre confiere valor al producto, segiin el uso que
se le hubiere dado.

Por ello, debemos aceptar que hay tecnologias bien o


mal usadas, justas, insuficientes o sobredimensionadas.
Hay tecnologias dariinas y otras curativas. La del médico
debemos entenderla como la tecnologia para el cuidado
de la vida individual del préjimo, el mejor entendimien-
to de la enfermedad para su eliminacién o como el alivio
del dolor ante la muerte inevitable. Es comprensible que
el médico no se puede desligar de la tecnologia utilizada
por una sociedad para el cuidado de la vida de sus indi-
viduos y de su ambiente. Esta tecnologia debe ser aplica-
day regida por los conceptos de justicia, equidad y res-
peto ala dignidad de la persona, situacién que permitird
comprender las nuevas tecnologias y su real beneficio
antes que el creer que son necesarias y obligatoriamen-
te mejores. Estas serdn tales, cuando se utilicen correcta-
mente, en la justa necesidad que un individuo lo requie-
ray en una vision integral de la necesidad de la persona.

Las mejores tecnologias son aquellas que los seres


humanos hemos aprendido a decantar a lo largo de
nuestra existencia y en la evolucién de la vida; la que
como individuos podemos utilizar para el bien ajeno,
aunque siempre queda latente su uso para ocasionar la

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muerte, el dafio o la destruccién de nuestros semejantes
o del medio que nos rodea. La mejor tecnologia no nece-
sariamente es la mds nueva, es aquella que nos permite
el ejercicio de nuestros valores encaminados hacia el ali-
vio del dolor ajeno.

El médico es, por encima de cualquier disquisicién, un


profesional lector analitico de la informacién cientifica,
conocedor de las bondades de la tecnologia, humanista
capaz de entender las enfermedades, el dolor y el pade-
cimiento del enfermo y una buena persona, con capaci-
dad de ser un «alfabeto cientifico».

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