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Yo Jesú s Alejandro Peñ a, certifico que he leído la cantidad de 57 pá ginas de los libros
de textos de acuerdo a los requisitos del curso y que la informació n contenida en este
informe es verdadera y precisa.
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Impresiones de la lectura
Durante los ú ltimos doscientos cincuenta añ os de la existencia de
Constantinopla, la teología bizantina se vio dominada por la cuestió n de las relaciones
con el occidente. Esto se debió mayormente a la difícil situació n política de Bizancio,
cuyos emperadores se vieron forzados a sostener un delicado equilibrio entre sus dos
“poderosos” vecinos: los Turcos al oriente, y la Europa latina al occidente.
Al hablar de la iglesia rusa, nos damos cuenta que la invasió n de los mongoles dejó a
Rusia en un estado de caos. Desde destrucciones en diferentes ciudades hasta
divisiones en todo el país por siglos. Pero, sin lugar a dudas, lo má s interesante del
desarrollo teoló gico del medioevo ruso es el surgimiento de dos sectas, la de los
Strigolniks en el siglo XIV, 20 y la de los Judaizantes en el XV, 21.
Un dato interesante es que también se dice que celebraban el sá bado en lugar del
domingo. Lo que sí es del todo cierto es que los Judaizantes estudiaban la Biblia y los
escritos de los santos con un espíritu má s critico que el de los cristianos ortodoxos.
La principal característica de la teología oriental durante los ú ltimos tres siglos del
medioevo es el modo en que las relaciones con Roma tiende a eclipsar toda otra
cuestió n. Cabe destacar que las consecuencias del Concilio de Florencia en todas las
iglesias orientales fueron esencialmente las mismas que en la Iglesia Bizantina. De
este
modo, lo que pretendió ser una bú squeda de unidad fue en realidad un elemento
divisivo introducido en la vida de iglesias que se encontraban ya en grandes
dificultades debido a sus problemas locales.
Llegando al fin de una era; la Edad Media fue seguida, no só lo por el Renacimiento,
sino también por las reformas cató licas y protestantes. Por un lado, estas dos
reformas fueron nuevos puntos de partida; y por otro, fueron también continuació n
del espíritu medieval. Estos dos movimientos proveyeron los medios y la oportunidad
para que los creyentes pudiesen proclamar y ver de nuevo, en sus situaciones siempre
cambiantes, la afirmació n bá sica de la fe cristiana: que Dios estaba en Cristo
reconciliando al mundo a sí.