Está en la página 1de 14

SEVILLA

GUÍA DE ESTUDIO PARA LA


HISTORIA DE LA IGLESIA
ANTIGUA Y MEDIEVAL

Instituto Superior de ciencias religiosas

Prof. José Luis García de la Mata Calvo


Octubre 2.011
TEMA I.
NACIMIENTO Y PRIMEROS CONFLICTOS

1.- LA HISTORIA
La historia de la humanidad, de la que la historia de la Iglesia forma
parte, es un proceso indefinido e irreversible que obliga al hombre a estar
continuamente definiendo su relación con la realidad inmanente y trascendente
y, al mismo tiempo, abandonando esa definición para dar paso a la siguiente.
Por tanto, la historia no es simplemente algo que ha sucedido, sino algo que ha
comenzado y camina hacia su fin. Cualquier acontecimiento está siempre en
proceso de cumplimiento, porque siempre pude llegar a integrarse en un
contexto de mayor plenitud.
Los hombres de cada época, a pesar de su común identidad permanente,
son siempre distintos de los de otra época anterior o posterior; por lo cual los
hombres de una determinada época no pueden extraer de una época anterior
una fórmula mágica que les solucione los problemas de propia situación. La
historia es acontecimiento, es proceso de hechos que acaecen en un mundo
dominado por el hombre; pero la historia es también narración, explicación de
cómo ha llegado a ser posible este mundo en el que viven los hombres que han
llegado ya al tercer milenio después de Cristo.
La historia de la Iglesia tiene su punto de partida en la etapa actual de la
historia de la salvación que empezó con la encarnación del Hijo de Dios. La
historia es un elemento esencial de la iglesia; lo que es la iglesia lo dirá su
historia. La historia de la iglesia es también un ciencia empírica en el más
genuino sentido de la expresión, porque su objeto es también institución
temporal compuesta y dirigida por hombres concretos, cuyo acontecer puede
ser investigado a través de las fuentes literarias y monumentales, y descrito
mediante los auxilios que presta la metodología histórica.
Eusebio de Cesarea dejó muy claro, desde el principio de su Historia
eclesiástica, cuál era el cometido que se propuso al escribirla:
Es mi propósito consignar las sucesiones de los santos apóstoles y los tiempos
transcurridos desde nuestro Salvador hasta nosotros; el número y magnitud de los
hechos registraos por la historia eclesiástica, y el número de los que en ella sobresalieron
en el gobierno y la presidencia de las iglesias más ilustres…
La historia de la iglesia no se identifica con la historia del cristianismo,
porque no se ocupa solamente de una idea, sino de hechos históricos muy
concretos que son accesibles, por una parte, a la dimensión de la fe, pero por
otra parte son también accesibles a una investigación histórica.

2.- HISTORIOGRAFÍA
Cuando los apóstoles empezaron a predicar el mensaje de salvación
anunciado por Jesús de Nazaret, lo hicieron en forma histórica porque narraban
a sus oyentes las maravillas que Dios había realizado en él y por él para la
humanidad. En el periodo posapostólico hay autores que se ocupan, de alguna
manera, de la historia de la iglesia:
- Hegesipo († 180)
- Hipólito Romano († 235)
- Julio el Africano († 240)

Pero el verdadero padre de la historia eclesiástica es el obispo Eusebio de


Cesarea († 339), autor de la Historia Eclesiástica, en 10 libros que abarcan desde
el nacimiento de Cristo hasta el año 324; es autor además, de una Crónica
universal y de la Vida de Constantino. Eusebio más que historiador es recopilador
de fuentes, porque todavía no fue capaz de trazar un cuadro histórico genético
de los acontecimientos de la Iglesia durante los tres primeros siglos.
En el siglo V aparecieron simultáneamente en la iglesia oriental tres
continuadores de la obra de Eusebio:
- Sócrates († 439). Que la prolonga desde el año 307 hasta el 439.
- Sozomeno († 450). Desde el 324 hasta el 424.
- Teodoreto de Ciro († 458). Desde el año 320 hasta el 428.
- Rufino de Aquileya († 410). Tradujo al latín de forma bastante
libre la obra de Eusebio.
- Epifanio († 570). Tradujo y refundió los tres continuadores de
Eusebio, y los prolongó hasta el año 518 en la Historia Tripartita.
- San Jerónimo († 420). Refundió la Crónica de Eusebio

Durante la edad media no hubo continuadores de la obra de Eusebio,


pero se escribieron muchas crónicas y la historia de algunas iglesias locales; éste
fue el caso de Beda el Venerable. En el renacimiento aparece la historia crítica.
Matías Flacio, con un grupo de colaboradores, publicó en Basilea (1559-1574) las
Centuriae Magdeburgenses en 13 volúmenes. El cardenal Boronio escribió (1558-
1607) los Anales Eclesiásticos. Cuyo contenido llega sólo hasta el siglo XIII y
fueron prolongados por Rinaldi hasta el año 1566.
En el siglo XVII la historia eclesiástica alcanzó un gran florecimiento. Los
benedictinos de San Mauro perfeccionaron las ciencias auxiliares de la historia;
con Mabillon la crítica histórica alcanzó una gran perfección. Y los jesuitas
belgas, conocidos como bolandistas, hicieron desaparecer de su obra, vida de los
Santos, numerosas leyendas y falsedades.
La historia además se sirve de una serie de ciencias auxiliares que le
ayudan en su cometido: Filología, Paleografía, Diplomática, Numismática,
Arqueología cristiana.

La historia, como la vida misma, no admite pausas; es una continuidad


viva en la que hoy brota el ayer y florece en el mañana. La historia de la iglesia
tiene una unidad y continuidad que no puede romperse. Sin embargo, existen
épocas y períodos distintos, porque cambian los actores y los escenarios. De ahí
la dificultad para determinar los distintos periodos y cuando empieza cada uno.
Nosotros vamos a seguir el sistema moderno de división de la historia en cinco
períodos:

- Antiguo. 1- 636. Muerte de S. Isidoro


- Medio. 636- 1296. Pontificado de Bonifacio VIII
- Nuevo 1296-1648. Paz de Westfalia. Fin Guerra de los treinta
años
- Moderno 1648-1869. Concilio Vaticano I
- Contemporáneo. 1869-

3.- JESÚS DE NAZARET


El problema de la existencia histórica de Jesús de Nazaret ha agitado
mucho a exegetas e historiadores en los últimos tiempos; pero hay que tener en
cuenta que no se trata en modo alguno de contraponer al Jesús de la historia, la
figura de un mito o de una leyenda apócrifa, porque al empezar el tercer
milenio de la era cristiana, la existencia histórica de Jesús ha quedado ya
definitivamente demostrada, tanto para los exegetas como para los
historiadores, de cualquier tendencia que sean.
Las fuentes relativas a Jesús tienen un triple origen:
1) Fuentes cristianas. Las fuentes cristianas escritas se
reducen al Nuevo Testamento, especialmente los
evangelios de Mateo, Marcos y Lucas, los hechos de los
Apóstoles y algunas Cartas de Pedro, de Juan, de
Santiago, de Judas y especialmente de Pablo. Los
evangelistas relatan los hechos, pero son relatos que
están condicionados por su finalidad específica: el
anuncio de que Jesús de Nazaret muerto y resucitado es
el Señor.. esto supone que los redactores de esas fuentes
neotestamentaria han hecho una selección de los
acontecimientos, de acuerdo con unos criterios que no
coinciden con los exigidos por la ciencia histórica
propiamente dicha.
2) Fuentes judías. El judaísmo en general no ha dejado
muchos vestigios acerca de la figura de Jesús. En primer
lugar tenemos al historiador judío Flavio Josefo que en
el año 96 escribió Las antigüedades judías, una obra
importante para conocer la historia del pueblo judío. En
un pasaje de esta obra, Flavio Josefo llama a Santiago el
Menor “hermano de Jesús, el llamado Cristo”. También
existe en la Tradición talmúdica algunas referencias
acerca de la existencia histórica de Jesús de Nazaret, y
acerca de su influencia sobre el pueblo judío.
3) Fuentes paganas. Hay varios historiadores paganos que
por diversas circunstancias, se refieren a Jesús o a los
cristianos primitivos. Tácito, al referirse a la persecución
de Nerón contra los cristianos, alude a la ejecución
capital de Cristo por sentencia de Pilato. Suetonio dice
que el emperador Claudio expulsó a los judíos de Roma
por las peleas que armaban entre sí a causa de un tal
Crestos . Plinio el joven escribe a Trajano hacia el año 112
que los cristianos entonaban a Cristo cánticos como si
fuera un dios.
Los autores del Nuevo Testamento no escribieron ni un solo libro, ni una
sola frase que no esté sujeta a la finalidad primordial de dar testimonio de la fe
de que Jesús de Nazaret es el Cristo. Por eso no podemos ofrecer una prueba
histórica segura sobre la vida de Jesús, si tenemos algunos hechos a los cuales se
les puede aportar una prueba de su historicidad.

1) Era oriundo de Nazaret


2) Fue bautizado por Juan en el Jordán
3) Jesús fracasó externamente en el ejercicio de su misión
evangelizadora
4) Jesús fue juzgado y murió, como un malhechor, en una cruz
condenado por el poder de Roma.
Todo esto de no ser cierto a ningún evangelista se le hubiese ocurrido
narrarlo porque era un escándalo para los judíos y locura para los gentiles.

4.- ORIGEN DE LA IGLESIA


Los orígenes de la iglesia presentan un problema difícil de resolver
porque, para verificarlos con exactitud histórica, como en el caso de cualquier
otra institución humana, hacen falta los documentos y los monumentos que den
fe de su existencia. Pero esto en el caso de la iglesia no es posible.
La iglesia no aparece en la historia como una comunidad que surge de la
iniciativa de unos hombres que toman como punto de referencia el recuerdo, la
admiración y las enseñanzas de un Maestro religioso que se llamó Jesús, porque
él no habría tenido proyecto fundacional alguno. Al contrario, la persona de
Jesús, y su mensaje, sus hechos y sus palabras, conllevan la fundación de la
iglesia; es decir, la iglesia no tiene solamente su origen en la intención y en el
mandato del Jesús prepascual, sino en todo el acontecer de Cristo.

No se puede afirmar que hubo un momento concreto en que Jesús


declaró fundada la Iglesia, como cuando se firma el acta de constitución de una
sociedad. Fue con la totalidad de su acción salvadora como Jesús constituyó su
iglesia en el mundo. Pero si es cierto que se pueden distinguir algunos
momentos importantes en la vida de Jesús que son momentos de la historia de
la iglesia:
1) La predicación del Reino de Dios
2) Constitución de los Doce
3) El Primado de Pedro
4) La institución de la Eucaristía
5) El envío de los Apóstoles
6) No hay ruptura entre la comunidad prepascual y la pospascual
7) Conciencia de la propia comunidad de que es la comunidad
salvífica del mesías

4.1.- La vida de los primeros cristianos1


Los Hechos de los Apóstoles, en sus primeros capítulos nos dan un
descripción de la vida de los primeros cristianos de Jerusalén, que constituye la
página más antigua de la historia de la Iglesia. Al frente de la comunidad estaba
el Colegio de los Doce, completado por la elección de Matías, y en el que Pedro
desempeñaba una función singular de indudable primacía. Los discípulos de
Jesús seguían acudiendo al Templo para orar, aunque celebraban su propio
culto litúrgico en casa de algunos de los hermanos que reunieran las debidas
condiciones. Los discípulos que constituían la primitiva iglesia de Jerusalén era
de una doble procedencia. De una parte, los había que provenían de la
población hebrea, de lengua y cultura aramaica; otros en cambio, eran
“helenistas”, originarios de las colonias judías en la Diáspora, y recibían aquel
nombre porque hablaban griego y estaban impregnados de cultura helénica. Un
incidente derivado de esta diversidad de origen turbó la buena armonía entre
los fieles: los helenistas se quejaron de los judíos palestinos, porque estimaban
que sus viudas necesitadas eran mal atendidas en las distribuciones de
alimentos. A raíz de este incidente apareció un nuevo grado de la Jerarquía
eclesiástica, los diáconos. Los Doce ordenan a siete hermanos para esta función
naciendo el orden de los diáconos.
Los doce Apóstoles, auxiliados por los diáconos, gobernaron la
comunidad de Jerusalén. En unión de los presbíteros o ancianos, que se
encuentran también en aquella primera iglesia, constituyeron la más antigua
jerarquía eclesiástica.
La persecución por parte de los judíos hacia la nueva iglesia hizo que
ésta se dispersara por las regiones de Judea y Samaria, donde prosiguieron el
anuncio de la Buena Noticia hecha por Jesucristo.

5.- EXPANSIÓN DEL CRISTIANISMO


5.1.- San Pedro
Nos consta por los Hechos la gran labor apostólica de Pedro en Jerusalén
y Palestina. Después de su estancia en Palestina, se estableció en Antioquía. Es
posible que residiera algún tiempo en la ciudad griega de Corinto (1 Cor 1, 12) y
que luego se trasladara a Roma, bajo el reinado de Claudio (41-54) o bien en los
comienzos de Nerón (54-68). A su llegada a la capital del Imperio se encontró
con una respetable comunidad de hebreos y paganos convertidos. El concilio de
Jerusalén del año 49 nos da noticias de su eswtancia en esa ciudad, y la disputa
1
Desde aquí aconsejamos leer los Hechos de los Apóstoles para entender los primeros años de la vida de la Iglesia.
con Pablo lo sitúa en Antioquía. No tenemos constancia de la duración de su
estancia en Roma, aunque si tenemos muchos testimonios de su paso por esta
ciudad. Sabemos que murió mártir, durante la persecución de Nerón (64 ó 67).

5.2.- San Pablo


San Pablo fue el hombre que Dios llamó y envió a llevar a cabo la
difusión universal del cristianismo. Aunque ya el propio Jesús hubiera puesto
las premisas de una religión universal, superando los límites radicales del
judaísmo. La consecución de un alcance universal no se hubiera logrado sin la
personalidad y la actividad de san Pablo2

5.2.1.- Primer viaje (Hechos 13, 1-14, 27)


Enviado por el Espíritu para la evangelización de los gentiles, Bernabé y
Saulo embarcaron con destino a Chipre, predicaron en la sinagoga de Salamina,
cruzaron la isla de este a oeste siguiendo sin duda la costa sur y llegaron a
Pafos, residencia del procónsul Sergio Paulo, donde tuvo lugar un cambio
repentino. Después de la conversión del procónsul romano, Saulo,
repentinamente convertido en Pablo, es citado por San Lucas antes de Bernabé
y asume ostensiblemente la dirección de la misión que hasta entonces había
ejercido Bernabé. Los resultados de este cambio son rápidamente evidentes.
Pablo comprende que, al depender Chipre de Siria y Cilicia, la isla entera se
convertiría cuando las dos provincias romanas abrazaran la fe de Cristo.
Escogió entonces el Asia Menor como campo de su apostolado y se embarcó en
Perge de Panfilia, once kilómetros por encima del puerto de Cestro. Fue
entonces cuando Juan Marcos, primo de Bernabé, desanimado quizás por los
ambiciosos proyectos del apóstol, abandonó la expedición y volvió a Jerusalén,
mientras que Pablo y Bernabé trabajaban solos entre las arduas montañas de
Pisidia, infestadas de bandidos y atravesaron profundos precipicios. Su destino
era la colonia romana de Antioquía, situada a siete días de viaje desde Perge.
Aquí, Pablo habló del destino divino de Israel y del providencial envío del
Mesías, un discurso que San Lucas reproduce en substancia como ejemplo de
una predicación en la sinagoga. (Hechos 13, 16-41). La estancia de los dos
misioneros en Antioquía fue lo suficientemente larga como para que la palabra
del Señor fuera conocida a través de todo el país. (Hechos 13, 49). Cuando los
judíos consiguieron con sus intrigas un decreto de destierro, continuaron hacia
Iconium, distante tres o cuatro días de viaje, donde encontraron la misma
persecución por parte de los judíos y la misma acogida por parte de los gentiles.
La hostilidad de los judíos los forzó a buscar refugio en la colonia romana de
Listra, distante como unos veinticinco kilómetros. Aquí, los judíos de Antioquía
y de Iconium dejaron celadas para Pablo y, habiéndolo apedreado lo dejaron
por muerto, mientras que él logró una vez más escapar buscando esta vez
refugio en Derbe, situada alrededor de sesenta kilómetros de la provincia de
Galacia. Después de completar su circuito, los misioneros volvieron sobre sus
pasos para visitar a los nuevos cristianos, ordenaron algunos sacerdotes en cada
una de las iglesias fundadas por ellos y al fin volvieron a Perge, donde se
2
Para la vida de Pablo aconsejamos el libro: MURPHY-O’CONNOR, J. , Pablo, su historia. Edit. San Pablo. 20082.
Madrid.
detuvieron a predicar de nuevo el Evangelio, mientras que esperaban quizá la
oportunidad de embarcar para Atalia, un puerto a dieciocho kilómetros de allá.
Al volver a Antioquía de Siria, después de una ausencia que había durado tres
años, fueron recibidos con muestras de gozo y de acción de gracias pues que
Dios les había abierto las puertas de la fe al mundo de los gentiles.

5.2.2. Segunda misión (Hechos 15, 36-18, 22)


El principio de la segunda misión se caracterizó por una discusión a
propósito de Marcos, que Pablo rechazó como compañero de viaje. Así pues,
Bernabé partió con Marcos el de Chipre y Pablo escogió a Silas o Silvano, un
ciudadano romano como él y miembro influyente de la Iglesia de Jerusalén, y
partió para Antioquía a fin de llevar el decreto del consejo apostólico. Los dos
misioneros fueron primero de Antioquía a Tarso, con un alto en el camino para
promulgar el decreto del primer Concilio de Jerusalén, y luego fueron de Tarso
a Derbe a través de las puertas de Cilicia, de los desfiladeros de Tarso y de las
llanuras de Licaonia. La visita de las iglesias fundadas en la primera misión se
realizó sin incidentes si no es a propósito de la elección de Timoteo, que los
apóstoles en Lisistra persuadieron para que se circuncidara para mejor llegar a
las colonias de judíos, numerosos en estas plazas. Fue probablemente en
Antioquía de Pisidia, aunque los Hechos no mencionan tal lugar, donde el
itinerario de la misión fue cambiado por intervención del Espíritu Santo. Pablo
pensó en entrar en la provincia de Asia por el valle del Meandro, lo que le
permitiría un solo día de viaje, y sin embargo, pasaron a través de Frigia y
Galacia pues el Espíritu les prohibió predicar la palabra de Dios en Asia.
(Hechos 16, 6). Los misioneros hubieron de viajar hacia el norte en la región de
Galacia llamada así en propiedad y cuya capital era Pesinonte, y la única
cuestión pendiente es si predicaron o no en ella. No pensaron en hacerlo
aunque sabemos que la evangelización de los Gálatas fue debida a un accidente,
el de la enfermedad de San Pablo (Gal 4, 13); lo que va muy bien si se trata de
los gálatas del norte. En cualquier caso, los misioneros después de alcanzar la
Misia Superior, intentaron llegar a la rica provincia de Bitinia, que se extendía
ante ellos pero el Espíritu Santo se lo impidió (Hechos 16, 7). Así es que
atravesaron Misia sin pararse a predicar y llegaron a Alejandría de Tróade,
donde la voluntad de Dios les fue revelada por la visión de un macedonio que
los llamaba pidiendo auxilio para su país.
Pablo continuó a utilizar sobre suelo europeo los métodos de predicación
que había utilizado desde el principio. Hasta donde fue posible, concentró sus
esfuerzos en metrópolis desde las que la fe se extendería hacia ciudades de
segundo rango y, finalmente a las áreas rurales. Allí donde encontraba una
sinagoga, empezaba por predicar en ella a los judíos y prosélitos que estaban de
acuerdo en escucharle. Cuando la ruptura con los judíos era irreparable, lo que
ocurría más pronto o más tarde, fundaba una nueva iglesia con sus neófitos en
tanto que núcleo. Permanecía entonces en la misma ciudad a no ser que una
persecución se declarase, normalmente a causa de las intrigas de los judíos.
Existían, sin embargo, algunas variantes del plan. En Filipo, donde no había
sinagoga, la primera predicación tuvo lugar en un puesto llamado el proseuchelo
que los gentiles tomaron como motivo de persecución. Pablo y Silas, acusados
de alterar el orden público, recibieron palos, fueron arrojados en prisión y
finalmente exilados. Pero en Tesalónica, y Berea, donde se refugiaron después
de lo de Filipo, las cosas se desarrollaron según el plan previsto. El apostolado
de Atenas fue absolutamente excepcional. Aquí no se planteaba el problema de
los judíos o de la sinagoga, y Pablo, en contra de su costumbre, estaba solo.(I
Tes 3,1 ).Desarrolló de cara al areópago una especie de discurso del que se
conserva un resumen en los Hechos. (17, 23-31) como un modelo en su género.
Parece haber dejado la ciudad de grado, sin haber sido forzado a ello por la
persecución. La misión de Corinto, por otro lado, puede ser considerada como
típica. Pablo predicó en la sinagoga todos los sábados y cuando la oposición
violenta de los judíos le negó la entrada, se retiró a una casa próxima,
propiedad de un prosélito llamado Tito Justo. De esta forma prolongó su
apostolado por dieciocho meses mientras los judíos atentaron contra él en vano;
fue capaz de resistir gracias al a actitud, por lo menos imparcial si no favorable,
del procónsul Galio. Finalmente, decidió irse a Jerusalén de acuerdo con un
voto hecho quizá en un momento de peligro. Desde Jerusalén, de acuerdo con
su costumbre, volvió a Antioquía. Las dos epístolas a los tesalonicenses se
escribieron durante los primeros meses de la estadía en Corinto.
5.2.3. Tercer viaje(Hechos 18, 23-21, 26)
El destino del tercer viaje de Pablo fue evidentemente Efeso, donde
Aquila y Priscila lo esperaban. El había prometido a los efesios volver a
evangelizarlos si tal era la voluntad de Dios (Hechos 18, 19-21) y el Espíritu
Santo no se opuso más a su entrada en Asia Así es que, después de una breve
visita a Antioquía se fue a través de Galacia y de Frigia. (Hechos 18, 23) y
pasando a través de las regiones del “Asia Central” llegó hasta Efeso (19, 1). Su
manera de proceder permaneció intacta. Para ganarse la vida y no ser una carga
para los fieles, tejió todos los días durante muchas horas muchas tiendas, lo que
no le impidió el predicar el Evangelio. Como de costumbre, empezó en la
sinagoga donde tuvo éxito durante los primeros meses. Después enseñó
diariamente en un aula puesta a su disposición por un cierto Tirano “desde la
hora quinta a la décima” (de las once de la mañana a las cuatro de la tarde) de
acuerdo con la interesante tradición del "Codex Bezaar" (Hechos 19,9). Así vivió
por dos años de tal forma que todos los habitantes de Asia, judíos y griegos,
oyeron la palabra de Dios. (Hechos 19, 20).
Por supuesto que hubo pruebas que sufrir y obstáculos que superar.
Algunos de esos obstáculos surgieron de la envidia de los judíos, que intentaron
inútilmente imitar los exorcismos de Pablo, otros vinieron de la superstición de
los paganos, particularmente acentuada en Efeso. Sin embargo, triunfó de una
manera tan clara que los libros de superstición que fueron quemados tenían un
valor de 50,000 monedas de plata. (una moneda correspondía
aproximadamente a un día de trabajo). Esta vez, la persecución fue debida a los
gentiles y fue por motivos interesados. Los progresos del cristianismo
arruinaron la venta de las pequeñas reproducciones del templo de Diana y las
de la diosa misma, estatuillas muy compradas por los peregrinos, con lo que un
cierto Demetrio, en cabeza de los orfebres, arengó a la plebe contra San Pablo.
San Lucas describió con realismo y emoción la escena, transpuesta luego al
teatro. (Hechos 19, 23-40). El apóstol tuvo que rendirse a la tormenta. Después
de una estancia de dos años y medio, quizá más, en Efeso (Hechos 20, 31),
partió para Macedonia y de allí para Corinto, donde pasó el invierno. Su
intención fue la de seguir en primavera para Jerusalén, sin duda para Pascua,
pero al saber que los judíos habían planeado atentar contra su vida, no les dio la
oportunidad de hacerlo al viajar por mar, volviéndose por Macedonia. Muchos
discípulos, divididos en dos grupos, lo acompañaron o lo esperaron en Tróade.
Entre otros, se encontraban Sopater de Berea, Aristarco y Segundo de
Tesalónica, Gayo de Derbe, Timoteo, Tichico y Trófimo de Asia, y finalmente
Lucas, el historiador de los Hechos, que nos da todos los detalles del viaje:
Filipo, Tróade, Aso, Mitilene, Jíos, Samos, Mileto, Cos, Rodas, Pátara, Tiro,
Tolemaida, Cesárea y Jerusalén. Podríamos citar aún tres hechos notables: en
Tróade Pablo resucitó al joven Eutiquio que se había caído de la ventana de un
tercer piso mientras que Pablo predicaba tarde por la noche. En Mileto
pronunció un discurso emotivo que arrancó las lágrimas a los ancianos de
Efeso. (Hechos 20, 18-38). En Cesárea el Espíritu Santo predijo por la boca de
Agabo que sería arrestado, lo que no le disuadió de ir a Jerusalén.
Cuatro de las más grandes epístolas de San Pablo fueron escritas durante
esta tercera misión: la primera a los corintios desde Efeso, alrededor de la
Pascua antes de su salida de la ciudad; la segunda a los corintios desde
Macedonia durante el verano o el otoño del mismo año; a los romanos desde
Corinto en la primavera siguiente; la fecha de la epístola a los gálatas es objeto
de controversia. De la muchas cuestiones a propósito de la ocasión o del
lenguaje de las cartas o de la situación de los destinatarios de las mismas.

5.2.4.- La cautividad (Hechos 21, 27-28. 31)


Cuando los judíos acusaron en falso a Pablo de haber introducido a los
gentiles en el templo, el populacho maltrató a Pablo, y, cubierto de cadenas, el
tribuno Lisias lo echó a la cárcel de la fortaleza Antonia. Cuando éste supo que
los judíos habían conspirado para matar al prisionero, lo envió bajo fuerte
escolta a Cesárea, que era la residencia del procurador Félix. Pablo no tuvo
dificultad para poner en claro las contradicciones de los que lo acusaban pero,
al negarse a comprar su libertad, Félix lo mantuvo encadenado durante dos
años e incluso lo arrojó a la cárcel para dar gusto a los judíos en espera de la
llegada de su sucesor el procurador Festo. El nuevo gobernador quiso enviar al
prisionero a Jerusalén para que fuese juzgado en presencia de sus acusadores,
pero Pablo, que conocía perfectamente las argucias de sus enemigos, apeló al
César. En consecuencia, esta causa podía sólo ser despachada en Roma. Este
periodo de cautividad se caracteriza por cinco discursos del Apóstol: El primero
fue pronunciado en hebreo en las escaleras de la fortaleza Antonia ante una
multitud amenazante; Pablo relató su vocación y su conversión al apostolado,
pero fue interrumpido por los gritos hostiles de la gente (Hechos 22, 1-22). En el
segundo, al día siguiente ante el Sanedrín reunido bajo la presidencia de Lisias,
el apóstol enredó hábilmente a los fariseos contra los saduceos con lo que no se
pudo llevar adelante ninguna acusación. El tercero fue la respuesta al acusador
Tértulo en presencia del gobernador Félix; en ella hizo ver que los hechos
habían sido manipulados probando, así, su inocencia. (Hechos 24, 10-21). El
cuarto discurso es una simple explicación resumida de la fe cristiana ante el
gobernador Félix y su mujer Drusila (Hechos 24, 24-25). El quinto, pronunciado
ante el gobernador Festo, el rey Agripa y su mujer Berenice, repite de nuevo la
historia de la conversión y quedó sin terminar debido a las interrupciones
sarcásticas del gobernador y la actitud molesta del rey (Hechos 26).
El viaje del prisionero Pablo de Cesárea a Roma fue descrito por San
Lucas con una viveza de colores y una precisión que no dejan nada que desear.
El centurión Julio había enviado a Pablo y a otros prisioneros en un navío
mercante en el que Lucas y Aristarco pudieron sacar pasaje. Dado que la
estación se encontraba avanzada, el viaje fue lento y difícil. Costearon Siria,
Cilicia y Panfilia. En Mira de Licia los prisioneros fueron transferidos a un bajel
dirigido a Italia, pero unos vientos contrarios persistentes los empujaron hacia
un puerto de Chipre llamado Buenpuerto, alcanzado incluso con mucha
dificultad y Pablo aconsejó invernar allí, pero su opinión fue rechazada y el
barco derivó sin rumbo fijo durante catorce días terminando en las costas de
Malta. Durante los tres meses siguientes, la navegación fue considerada
demasiado peligrosa, con lo que no se movieron del lugar, mas con los primeros
días de la primavera, se apresuraron a reanudar el viaje. Pablo debió llegar a
Roma algún día de marzo. "Quedó dos años completos en una vivienda
alquilada . . . predicando el Reino de Dios y la fe en Jesucristo con toda
confianza, sin prohibición" (Hechos 28, 30-31). Y, con estas palabras, concluyen
los Hechos de los Apóstoles.

No hay duda de que San Pablo terminó su juicio absuelto; ya que:


(1) el informe del gobernador Festo, así como el del centurión, fueron
favorables; y que
(2) los judíos parecen haber abandonado la acusación puesto que sus
correligionarios no parecen haber estado informados (Hechos 28, 21);
y que
(3) el rumbo tomado por el procedimiento judicial le dejó algunos
periodos de libertad, de los que habló como cosa cierta (Flp 1, 25; 2,
24; Filem., 22); y que
(4) las cartas pastorales (en el supuesto que sean auténticas) implican un
periodo de actividad de Pablo subsiguiente a su cautividad. Y se llega a la
misma conclusión en la hipótesis según la cual no son auténticas, dado que
todas ellas coinciden en que el autor conocía bien la vida del apóstol.
Unánimemente se acepta que las “epístolas de la cautividad” se enviaron desde
Roma. Algunos autores han intentado probar que San Pablo las escribió
durante su detención en Cesárea, pero pocos autores los han seguido. La
epístola a los colosenses, a los efesios y a Filemón se enviaron juntas y
utilizando el mismo mensajero: Tíchico. Es controvertido si la epístola a los
filipenses fue anterior o posterior a estas últimas y la cuestión no ha sido nunca
resuelta con argumentos incontrovertibles

5.3.- San Juan


La tradición eclesiástica nos dice que san Juan fue el apóstol que alcanzó
una mayor longevidad y el que sobrevivió a los demás miembros del colegio
apostólico. Conforme a los datos de esta tradición, Juan pasó de Palestina a
Asia, fijando su residencia en Éfeso, y evangelizó diversas regiones de Asia. En
tiempos del emperador Domiciano (81-96) fue perseguido y desterrado a la isla
de Patmos. A la muerte del emperador volvió a Éfeso. Murió casi centenario en
Éfeso alrededor del año 100. La influencia que ejerció sobre sus discípulos y la
huella que dejó en las iglesias joánicas parece ser el origen de las tradiciones
particulares de las Iglesias de Asia y, en especial, del uso de celebrar la Pascua
el 14 de Nisán, fecha de la Pascua judía
6.- PRIMER CONCILIO DE LA IGLESIA: JERUSALÉN
Entre los años 34 y 36 se produce la expansión de la Iglesia por la zona de
Judea y Samaria. En el año 49 va a tener lugar el primer concilio de la Iglesia
por la discusión de las relaciones entre cristianismo y Antigua Ley. Muchas
cosas habían ocurrido en este periodo de tiempo:

- Conversión de Pablo y comienzo de sus viajes misionales


- Año 44 nueva persecución en Jerusalén por Herodes Agripa y
martirio de Santiago
- prisión y milagrosa liberación de Pedro.
- Santiago “el hermano del Señor” fue en adelante el obispo de la
iglesia de Jerusalén.
- en Antioquia gran número de gentiles se habían convertido.

El ambiente de las comunidades empezaba a distanciarse en dos grupos:


los provenientes del judaísmo seguían apegados a la antigua ley y el Templo.
Los helenistas mucho más abiertos y no tan apegados a las antiguas tradiciones.
Como prueba de ello tenemos el incidente entre Pedro y Pablo. Pedro en
Antioquia convivía con los gentiles y comían en sus casas. Cuando llegaron los
hermanos de Jerusalén se retrajo del trato con los gentiles y su ejemplo fue
seguido por otros. Pablo reprende a Pedro su actitud.
El incidente fue la discusión sobre si los nuevos cristianos de Antioquia
debían o no circuncidarse. En el año 49 se celebra el Concilio de Jerusalén, con
asistencia de los Apóstoles, de Santiago, obispo de la ciudad, y de los
presbíteros; Pablo y Bernabé llegaron con la voz de los cristianos de Antioquia.
Pedro tomó la palabra y dio libertad para los cristianos con respecto a los
preceptos judíos. La asamblea, a propuesta de Santiago, resolvió no imponer
más cargas inútiles a los gentiles; bastaba solamente con que se guardaran de la
fornicación y de abstenerse de comer carnes inmoladas a los ídolos o carnes no
sangradas. (Hch 15, 1-33). Quedó de esta manera resuelta para siempre la
cuestión de las relaciones entre cristianismo y Ley mosaica. Los judeocristianos
siguieron viviendo un poco más de tiempo pero como fenómeno local y
minoritario, en una iglesia que se extendía cada vez más por el mundo gentil.
Los cristianos de Jerusalén y Palestina siguieron acudiendo al Templo y
observando sus prácticas tradicionales. Poco después del 58, Santiago fue
condenado a muerte por el Sanedrín y lapidado. Al estallar la guerra judaica,
los cristianos de la ciudad Santa se refugiaron en Pella, y no se hallaban dentro
de Jerusalén cuando fue sitiada y destruida por Tito en el año 70. Antes de
terminar el siglo I, los judeocristianos que quedaban en Palestina rompieron
definitivamente los últimos lazos que les unían con la Sinagoga.

También podría gustarte