Amplio ha sido el debate a lo largo de los años sobre si la comunicación
debiera considerarse una ciencia en sí misma, o tan sólo un objeto de estudio de otras, el autor se declina por esta segunda consideración, puesto que, luego de debatir entre las opiniones de diferentes autores, concluye que los fenómenos comunicativos son un campo de estudio para las ciencias sociales. Cada una de ellas aporta desde sus estudios diferentes conclusiones que explican los procesos que tienen que darse para poder dar lugar a la comunicación.
En la historia se han debatido dos principales enfoques para entender la
comunicación en masas, se tratan de los paradigmas positivistas y los críticos. El primero, desarrollado principalmente en Estados Unidos, argumenta que todo ocurre en función de las leyes universales de la naturaleza, de modo que no cuestiona los fenómenos sociales. El segundo, de origen sobre todo europeo, va más allá y analiza la forma en la que los medios de comunicación imponen las ideas que convienen a las élites uniformando la opinión pública. Estos dos enfoques utilizan diferentes técnicas de investigación: los positivistas hacen uso de métodos cuantitativos, mientras que los críticos prefieren emplear técnicas cualitativas.
Entre las técnicas cuantitativas podemos encontrar al experimento en
laboratorio, la encuesta por muestreo y el análisis de contenido. Mientras que como técnicas cualitativas tenemos a la entrevista en profundidad, la historia oral, la observación participante y el análisis semiótico o estructuralista. Cada una de éstas técnicas se enfoca en diferentes elementos del proceso comunicativo: el emisor, el mensaje y el receptor.
Posteriormente surgió un tercer enfoque, el interpretacionista, que usa
sobre todo a la hermenéutica para comparar las diferentes interpretaciones que realizan los autores para comparar las conclusiones a las que llegan para de esta forma llegar a una única, que de respuesta a los fenómenos comunicativos.
Pero actualmente se barajan amabas teorías, colaborando entre sí para
poder llegar a conclusiones en el estudio de las relaciones comunicacionales.
Para situarnos temporalmente, debemos saber que las teorías de la
comunicación comenzaron a surgir a finales del siglo XIX e inicios del XX, y también enfrentaron dos posturas principales: los aristocráticos y la escuela crítica de Frankfurt. Los primeros atribuían a las masas un rol destacado en la sociedad, pero sin atender a las peticiones de la élite. Mientras que la escuela crítica de Frankfurt criticaba al imperialismo cultural, es decir, el cómo los medios de comunicación tenían como objetivo uniformar a la sociedad con una sola ideología, conveniente a las élites y a los poseedores del poder, haciéndolos vivir una falsa realidad con la creencia de que esta misma era la que ellos anhelaban.
Al mismo tiempo, fue desarrollada la teoría de la aguja hipodérmica, la cual
explicaba que los medios de comunicación tenían un enorme poder al considerarlos como capaces de moldear la opinión pública y el rumbo que la sociedad tomaba.
Pero posteriores estudios, como los funcionalistas, iban en contra de esta
creencia, puesto que argumenta que cada miembro de la sociedad es un ente activo, capaz de pensar por sí mismo y de desarrollar un criterio propio, con base en el cual decidir que ideología adoptar.
Concluyendo, es necesario analizar cómo es que la comunicación ha sido
estudiada a lo largo de los años, y si algunas de las posturas que ha adoptado los autores sigue siendo vigente en la actualidad. La reflexión que me llevo es el cuestionamiento de si todavía vivimos en una cultura donde reina el imperialismo cultural, puesto que, con la gran revolución que han tenido los medios de comunicación desde los inicios del presente siglo, parece ser que cada vez estamos más sujetos a las ideologías que las élites, los políticos y los líderes de opinión nos quieren imponer, vivimos incluso en una época en la que, gracias a las inteligencias artificiales, se pueden crear contenidos audiovisuales que emulen con gran calidad del discurso de un presidente, por ejemplo. Cada vez nos es más difícil saber a ciencia cierta si el video que observamos de los discursos que nos rodean, realmente sucedieron o sin son tan sólo una recreación digital, y esto es un arma peligrosísima, que puede desencadenar graves consecuencias.