Una Mirada a los
Fundamentales en Colombia
A glance at fundamental
rights in Colombia
ABSTRACT
The debate on the situation of Fundamental Rights
in Colombia is not recent. In fact, the different ways of violen-
ce affecting it directly or indirectly go back to the beginnings
of our independent republic. Sixty-seven internal wars during
the XIX century occurred with the civil population suffering
the consequences. More recently, violence with a sectarian-
political origin has been triggered by the assassination of
Jorge Eliécer Gaitán “The people’s leader” in 1948, the gue-
rrilla that has been affecting us since 1952 as well as lawful in
nature rural self-defenses’ answer. However, it is known that
either one or the other has infringed fundamental rights by
means of extortions, kidnapping, drug production and traffic-
king, manslaughter, mass assassination, attacks against the
civil population, the recruitment of children for war, etc. Ano-
ther important way of violence is the one resulting from drug
trafficking in the eighties. Likewise, the State forces have
committed serious violations, many of them hidden behind
impunity and oblivion.
Key words
Constitution, Rights, Tutelage, Fundamental,
Mechanisms, State, Civil Population.
Derechos
Abogado Universidad Militar Nueva Granada
Diplomado en Policía Judicial y Ciencias Criminalísticas y Forenses
Experto en Derecho Penal y Procedimiento Penal
Docente Fundación Universitaria Los Libertadores
ggomez@ulibertadores.edu.co
Recepción: 29 de Mayo de 2008
Aprobación: 16 de Septiembre de 2008
Resumen
El debate sobre la situación de los Derechos Fundamentales
en Colombia no es de origen reciente. De hecho, las diferentes for-
mas de violencia que los afectan directa o indirectamente se remon-
tan a los albores de nuestra república independiente. Sesenta y siete
guerras intestinas ocurridas en el siglo XIX no se presentaron sin que
la población civil estuviera al margen de sus consecuencias. Más
reciente aún, la violencia de origen político sectario desencadenada
a partir del asesinato del “Caudillo del Pueblo” Jorge Eliécer Gaitán
Cortés en 1948; la violencia guerrillera que nos viene acompañando
desde 1952 y la respuesta, en principio legítima, de las autodefen-
sas campesinas, pero que como es sabido, tanto ésta como aquella
degeneraron en formas modernas de vulneración de los derechos
fundamentales tales como la extorsión, el secuestro, la producción y
tráfico de estupefacientes, los asesinatos en masa, los atentados en
contra de la población civil, el reclutamiento de niños para la guerra,
etc.. Y ni que decir de la violencia del narcotráfico desatada en la
década de los ochenta. Como si fuera poco, también las fuerzas del
Estado han incurrido en graves violaciones, muchas de las cuales
acrecientan los caudales de la impunidad y del olvido.
Palabras Clave
Constitución, Derechos, Tutela, Fundamentales, Mecanismos,
Estado, Población Civil.
145

Introducción
Intentar realizar un estudio cronológico del desarrollo
de los mecanismos de protección de los derechos y libertades
fundamentales, en particular de la acción de tutela, resulta casi
un imposible si se tiene en cuenta que en ninguna de nuestras
quince cartas políticas anteriores a la Constitución Nacional
de 1991 se preveía procedimiento alguno encaminado a
brindarle al conglomerado social una efectiva y verdadera
opción de acceder a la justicia para reclamar de manera
expresa y directa la adopción de medidas urgentes y eficaces
para evitar, suspender o eliminar de pronta manera los actos
desconocedores, violatorios u omisivos del reconocimiento
de tales derechos.
Nuestro desarrollo histórico legal siempre ha
dependido y dependerá de la evolución constitucional
y legal que tuvieron y tendrán países europeos como
Alemania, Francia, Italia, España, Inglaterra y países
del continente americano como los Estados Unidos,
Argentina y Chile.
Nuestras primeras cartas políticas tuvieron marcada
influencia norteamericana y francesa, a partir de la promulgación
de la constitución de Filadelfia y la Declaración de los Derechos del
hombre y del ciudadano, producto de la Revolución Francesa.
Es así como nuestro insigne Precursor de la
Independencia, Don Antonio Nariño y Álvarez tan sólo cinco
años después de la toma de La Bastilla realizaba la primera
traducción al castellano de dicha declaración, lo cual le costó
la privación de la libertad, el destierro y el confinamiento.
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“Es consecuencia necesaria del principio de la buena fe
el de la confianza reciproca y legítima entre la administración
pública y los ciudadanos. Si se quiere, puede decirse que el postulado
de la buena fe sublima el “valor ético de la confianza”
Néstor Humberto Martínez Neira
Tanto en la declaración Francesa de los derechos del
hombre y del ciudadano, como en el devenir constitucional y
legal de las demás naciones en las que tuvo eco, naturalmente
se propendía por la promulgación de los derechos, libertades
y garantías fundamentales, pero en ninguna de ellas se
instituyó mecanismo o procedimiento alguno que velara por
el cumplimiento expedito y oportuno de esos preceptos,
quedando tan solo consagrados de manera formal, pero sin
ningún amparo procesal que le pudiera brindar una materialidad
efectiva. De allí que la gran mayoría de esas cartas políticas
han sido consideradas doctrinariamente como constituciones
sintácticas y formales en las que simplemente se prescribe un
derecho pero no se brindan acciones reales y efectivas de las
que el pueblo pueda hacer uso para reclamar su protección.
Cuenta nuestra historia que el primer movimiento
de la masa social oprimida por los colonizadores españoles
se gestó en la población de El Socorro, Santander, liderada
por José Antonio Galán en la que ha sido conocida como
“La Insurrección de los Comuneros” de la que también esa
misma historia nos relata la manera rápida como el yugo
español la reprimió y llevó al cadalso a sus dirigentes llegando
inclusive a su desmembración y exposición en plaza pública.
Este movimiento de insurgencia se presentó casi de manera
simultánea con los años previos a la revolución francesa
en lo que parecía una corriente revolucionaria que anidaba
y empezaba a dar sus primeros frutos en varios lugares
de la civilización occidental. Ese intento de revolución no
era nada diferente a la reclamación que el pueblo oprimido
realizaba por las crecientes contribuciones que el colonizador
aumentaba día tras día y por las extremas restricciones a las
libertades fundamentales principalmente al derecho a la vida,
a la libertad, al desarrollo económico y social, a las libertades
de pensamiento, de creencias política y religiosa y buscaba
abolir primordialmente todas las formas directas e indirectas
de esclavitud.
Se hablaba entonces en las postrimerías de la revolución
francesa de los estados liberales en los que primaba en sus
constituciones y literatura legal, casi de manera exclusiva, las
libertades fundamentales o lo que comúnmente se ha dado en
denominar los derechos de primera generación, esto es, los
derechos civiles y políticos, pero reiterando que solo quedaban
consagrados de manera formal sin que pudiesen ser llevados
a la práctica eficazmente por la ausencia de mecanismos de
protección, resultando entonces la materia insuficiente para
satisfacer las necesidades básicas del conjunto social.
Producto de la crisis económica del año 1927 en la
que se presentó por vez primera un colapso financiero de
gran magnitud, los otrora estados liberales democráticos
se vieron en la necesidad de ampliar el concepto de los
derechos y libertades fundamentales, haciéndolo extensivo a
los derechos económicos y sociales que empezaron a quedar
plasmados en las nuevas constituciones ó en las antiguas que
sufrieron modificaciones para dar surgimiento a los llamados
derechos fundamentales de segunda generación.
Pero como es bien sabido, la historia no se detiene
y en su desarrollo va dejando huella más o menos profunda
en la medida de los cambios lentos o bruscos que vaya
presentando la vida en comunidad. Fue así como a raíz de las
consecuencias funestas que dejaron las dos grandes guerras,
en especial la segunda, surgió una corriente doctrinaria que
vio satisfechos sus anhelos en las primeras declaraciones
y convenios que en materia de declaración universal de
derechos humanos se produjo.
Paralelamente se venía gestando en igual medida la
implementación de un derecho de gentes que en su
evolución más reciente ha tomado la denominación
de Derecho Internacional Humanitario. Su razón
principal es la búsqueda incesante del compromiso
de los gobiernos legítimamente constituidos y de los
diferentes actores de cualquier conflicto armado del
orden interno ó externo hacia el respeto de los derechos
y libertades fundamentales de la población civil y de las
organizaciones de derechos humanos que de cualquier
forma intervengan en el desarrollo de tales conflictos.
Nuestra codificación penal prevé sanciones aún
más drásticas para aquellas personas que cometan actos
delictivos en contra de personas u organizaciones protegidas
por el Derecho Internacional Humanitario.
La creciente tala indiscriminada de bosques, la
comercialización de especies animales en vía de extinción y
el consumo ilimitado de combustibles fósiles por parte de las
grandes potencias y los países industrializados que ha traído
como consecuencia la producción de monóxido de carbono
el cual a su vez produce cada día la ruptura incontrolable de la
capa de ozono que lleva consigo a lo que la población conoce
como el fenómeno del calentamiento global ha movido a
todas las organizaciones ecologistas del mundo y a una gran
cantidad de gobiernos a llevar a sus cartas constitucionales
y desarrollar en toda su legislación políticas de conservación
del medio ambiente y es de allí de donde han surgido lo que
las diferentes corrientes del derecho han dado en llamar los
derechos fundamentales de tercera generación, esto es, los
derechos colectivos y del medio ambiente.
147
 También en esa materia nuestra carta política de
1991 introdujo importantes modificaciones en la
política gubernamental y le adscribió funciones
sociales y de preservación del medio ambiente a la
educación, la propiedad, la función pública y muchos
otros aspectos de la vida nacional.
La preceptiva penal no podía ser ajena a estos cam-
bios y en sus últimas dos modificaciones ha consagrado san-
ciones para los infractores de conductas atentatorias de los
derechos colectivos y del medio ambiente.
Para esta materia nuestra carta política también ha
instituido mecanismos de protección de los intereses colectivos
tales como las acciones de grupo y las acciones populares.
El concepto “Social” que introdujo nuestra
constitución política de 1991 para definir al estado
colombiano, se ve reflejado primordialmente en
el interés colectivo que le asiste en muchas de las
materias y en especial todas las que tiene que ver con
las necesidades de la sociedad y de la familia. Es,
empezar a tener en cuenta la aplicabilidad de la misión
y de la visión de la nación colombiana en aras del
cumplimiento de los fines esenciales del estado como
garante de los derechos y libertades fundamentales.
Pero el progreso constitucional y legal de mayor im-
portancia logrado en nuestra última carta política no es otro
que la consagración expresa de los mecanismos de protec-
ción de los derechos y libertades fundamentales, en especial
la Acción de Tutela. Veamos porqué; las constituciones an-
teriores, no solo las colombianas sino la gran mayoría de las
constituciones de occidente y en especial las constituciones
de las naciones con sistemas de gobierno democrático ja-
148
más habían institucionalizado acciones eficaces y eficientes
en materia de protección de derechos. Tan solo las constitu-
ciones alemana y española habían incluido en su articulado
acciones similares.
Es por ello que, aunque de aplicación subsidiaria
como se creó este mecanismo, a través de los quince años
de existencia de nuestra última carta política ha mostrado
sus beneficios y bondades. Y no puede ser de otra manera
porque en un país en donde diariamente se desconocen,
violan y vulneran derechos y libertades fundamentales como
la vida, la libertad, la paz, la educación, la salud, la seguridad,
el domicilio, la propiedad, el derecho al trabajo, a las libertades
de culto, de credo político, de pensamiento, etc., y en el que
las diferentes acciones prescritas en la Ley para pedirle al
estado su protección son tan precarios, dispendiosos,
demorados, tardíos e ineficaces, viene como anillo al dedo
que por vía de aplicación y amparo constitucional la gran
mayoría de los afectados se vea en la imperiosa necesidad de
acudir a este mecanismo.
Intentemos hacer un breve recuento de las situaciones
más comunes que a diario se presentan en el desarrollo
cotidiano de la vida del colombiano común:
Del Derecho Fundamental a la vida
Pareciera una cifra asombrosa, por no decirlo menos,
el hecho que recientemente fue denunciado por la Procuraduría
General de la Nación en cuanto a estadísticas referentes a
los actos omisivos, violatorios o desconocedores del derecho
fundamental a la salud por parte de las empresas promotoras
de salud (E.P.S.), por las que los usuarios han tenido que
acudir a la acción de tutela para reclamar atención médica,
tratamientos ambulatorios, cirugías de alguna consideración,
terapias y hasta medicamentos básicos que les son negados,
llegando a acumular, solo de lo que se tiene conocimiento, un
total de ochenta y un mil acciones en el último año.
Pero esta cifra no sería tan preocupante si el total de
la población se encontrara amparada por esas instituciones a
las que acceden solamente la clase trabajadora que puede y
esta en la obligación de afiliarse al plan obligatorio de salud
(POS), si tenemos en cuenta que como suele suceder normal-
mente, la gran mayoría de los casos no son denunciados ni
reclamados, menos aún si consideramos la penosa situación
de las gentes que no cuentan con un POS sino que supues-
tamente están amparadas por el régimen subsidiado SISBEN
del que ya ampliamente las gentes conocen sus escasas bon-
dades y beneficios.
¿Y qué decir de lo que con sobradas razones se ha
dado en denominar el famoso paseo de la muerte? Allí influ-
yen y confluyen diversos intereses, empezando por la cacería
que los conductores de las ambulancias hacen en procura de
la presa para luego iniciar su subasta ante las secciones de
urgencias de los hospitales o clínicas para ver en dónde ofre-
cen la mejor propina, siempre y cuando el caso amerite una
atención médica que le represente buenos y jugosos ingresos
al centro hospitalario, teniendo en cuenta la categoría y el
nivel económico del enfermo.
Esto es apenas un breve recuento que tiene que ver tan
solo con las E.P.Ss de carácter privado. ¿Qué esperanza
les queda entonces a las personas que por voluntad
propia o de manera arbitraria e impositiva por parte
del estado han tenido que afiliarse al seguro social?
Todos sabemos y conocemos ampliamente la calidad, la
eficiencia, la celeridad y la dignidad humana con la que
se reciben y se tratan a las personas enfermas en ese gran
elefante blanco hospitalario que ha permanecido en el
tiempo y en el espacio sin justificación alguna.
En el aspecto preventivo que debiera desarrollar el
Estado Colombiano en materia de salud si se hace un análi-
sis de las condiciones de vida de una gran cantidad de co-
munidades indígenas, de minorías étnicas y de negritudes.
Bastaría solo con señalar el caso de la población infantil del
departamento del Chocó en donde la bienestarina se co-
mercializa ilegal y clandestinamente para ser destinada a la
cría y engorde de cerdos, con la anuencia y permisividad de
las autoridades administrativas que institucionalmente están
creadas precisamente para velar por la nutrición y el bien-
estar infantil.
En el último mes y medio han muerto por causas de
desnutrición aproximadamente cincuenta niños, tan
solo de los que se tiene noticia. Pero como en todos
estos casos suele pasar, muchos de los mismos no
llegan al conocimiento público ni de las autoridades
por la falta de presencia del estado.
Y al Señor Ministro del ramo le parece que el falle-
cimiento de treinta y tres niños por causas de desnutrición
no significa una cantidad de la que el gobierno tenga que
preocuparse, como tampoco le preocupa que sea precisa-
mente esa región del país la que sufre los más altos índices
de pobreza y de corrupción administrativa.
El tema de la inseguridad en términos de la protección
del derecho a la vida es otra de las preocupaciones latentes
de las organizaciones de derechos humanos. Los ataques in-
discriminados de los grupos guerrilleros y grupos paramilita-
res en contra de poblaciones indefensas en las que tampoco
el estado hace presencia con la fuerza pública, causan dia-
riamente la muerte y el desplazamiento forzado a un número
creciente de población.
149
 Se ha empezado a tratar el tema del desplazamiento
forzado al interior de los órganos correspondientes en las
diferentes instancias internacionales como la OEA. y la ONU.
como la mayor tragedia humanitaria de todos los tiempos
en occidente, pero al ejecutivo colombiano no le queda en
absoluto difícil hacerse el de la vista gorda y tratar con pañitos
de agua tibia algo que debiera provocar movimientos nacionales
gubernamentales o no gubernamentales que intenten ponerle
freno ó alguna solución inmediata a tan grave problema. Otras
tantas y diversas causas atentan permanentemente contra el
derecho fundamental a la vida, de las que debiera ocuparse,
por mandato constitucional y legal, el estado colombiano
a través de sus diferentes órganos y entidades del orden
nacional, departamental, distrital y municipal, pero en su mira
no está precisamente este derecho como el primero ni el
fundamental en los intereses de la nación.
¿Y qué decir de otros ámbitos de aplicación de
este derecho fundamental a la vida como el derecho a una
vida digna representada en el derecho a la educación, a la
seguridad, a la vivienda digna, al trabajo, a la recreación, a la
cultura, al conocimiento, etc.,?
Podríamos citar tan solo uno de estos tópicos para
mirar muy a la carrera el problema. Hablemos del derecho al
trabajo: ¿Qué puede pensar la sociedad de las cifras oficiales
de desempleo si en unas de ellas se manejan unas cantidades
y en otras entidades cifras bien distintas? El ejecutivo ha
manejado y manejará siempre cifras que van bien por debajo
de la realidad social; y cuando la entidad encargada de
manejar estas estadísticas intenta dar cifras medianamente
aproximadas a la realidad se encuentra con la flagrante
violación a su autonomía y vienen entonces los desajustes
y las diferencias que a la larga no producen efecto contrario
a la reafirmación de la creencia común, racionalmente
fundada, que al gobierno lo que le importa es esencialmente
el maquillaje de las cifras y la manipulación de la realidad
para disfrazar la crudeza de la realidad y su impotencia para
desarrollar verdaderas políticas de generación de empleo en
procura del mejoramiento de la calidad de vida del ciudadano
colombiano de estrato medio y bajo.
Pero en desarrollo de un tema directamente
relacionado con la libertad al trabajo, más precisamente
en lo que tiene que ver con el derecho a la libertad de
asociación sindical, contínua y reiteradamente la Organización
Internacional del Trabajo ha venido insistiendo año tras año
en sus informes sobre el preocupante índice de asesinatos
de lideres sindicales en Colombia, en donde en el último año
censado aparecen cifras verdaderamente escalofriantes en las
que se afirma que el setenta y cinco por ciento de los lideres
sindicales que mueren asesinados en el mundo corresponden
a los asesinados en Colombia. En el último periodo evaluado
fueron asesinados en Colombia cincuenta y seis activistas
sindicales, veintiséis de los cuales correspondieron al sector
de la educación.
Aproximadamente cuatro millones de colombianos
viven en grado de extrema pobreza o pobreza absoluta y otros
quince millones apenas si sobreviven con un salario mínimo.
Jamás gobierno alguno se ha preocupado por
intentar darle un mejor destino a la redistribución
del ingreso. Cifras extraoficiales, por ello más
creíbles que las oficiales, indican que en Colombia
el noventa y cinco por ciento del ingreso lo percibe
el cuatro por ciento de la población y tan solo el
cinco por ciento lo percibe el otro noventa y seis
por ciento de la población. ¿Pareciera existir un
“pequeño” desequilibrio?

150
 El cincuenta y seis por ciento del presupuesto nacional
de cada vigencia se está destinando al sector de las defensa.
No tenemos ni mantenemos actualmente confrontación
externa alguna. Pero en materia del mantenimiento del
orden público las autoridades nacionales y la fuerza pública
muestran resultados realmente paupérrimos. Dicen las cifras
oficiales que se han desmovilizado en los últimos cuatro años
alrededor de cuarenta mil insurgentes entre guerrilleros y
paramilitares y que su pié de fuerza se ha visto disminuido en
un treinta por ciento.
El pié de fuerza de las Fuerzas Militares y de Policía
asciende actualmente a cerca de doscientos mil hombres.
Una rápida comparación de estas cantidades daría para
pensar que lo que hace falta es voluntad política para acabar
con esos fenómenos de alteración del orden público. Hacia
dónde y de qué manera se están dirigiendo y gastando los
recursos que el gobierno destina al sector de la defensa.
¿No sería más productivo y eficaz; no produciría
mejores frutos y daría una mejor esperanza y calidad de
vida a una gran cantidad de colombianos de escasos
recursos, destinar e invertir ese cincuenta y seis por ciento
del presupuesto nacional en sectores como la salud, la
educación, la seguridad, la creación y promoción del empleo,
la vivienda digna, etc.?
¿Pero cuál es la expectativa real del ciudadano
colombiano del común si para que se le respeten y
garanticen sus derechos mínimos vitales tiene que
acudir permanentemente a la acción de tutela?
¿Cuál es la esperanza de calidad de vida del colom-
biano corriente a quien le toca mirar impotente el progreso
gubernamental en el desmejoramiento gradual y progresivo
de las condiciones mínimas de convivencia? Tiene que con-
formarse con una política de seguridad democrática en donde
el derecho que se garantiza plenamente y sin ninguna restric-
ción es el derecho a la movilización vehicular con fines exclu-
sivos de turismo, además del derecho a morirse de hambre,
en la miseria y en la desgracia.
Sociológicamente se han hecho estudios pormenori-
zados de lo que últimamente se ha llamado el proceso de mi-
serabilización de la nación colombiana. Nuestra sociedad en
sus diferentes estratos ha entrado en la carrera desenfrenada
de acudir a la limosna del prójimo y de las organizaciones hu-
manitarias de carácter nacional é internacional para subsanar
y remediar de alguna manera la carencia de los mínimos vita-
les que debieran ser ofrecidos, aportados y garantizados por
el estado colombiano. Muchos de los sectores marginados y
de la población desplazada deben su mediana existencia a
la labor de la empresa privada y de los organismos interna-
cionales de ayuda humanitaria que por sus mismas razones
asume las tareas esenciales que debiera abanderar y liderar
el Estado Colombiano.
Nuestras clases marginadas y aún las que no lo son
han tenido que acudir a la limosna de los demás
para poder atender sus necesidades básicas, ante la
impotencia y la indiferencia de los entes estatales
que se ocupan de cualquier cosa menos de lo que
esencialmente debieran ocuparse.
151
 Estamos bajo el imperio de un estado gendarme que
contrario a la corriente latinoamericana de nacionalización de
los recursos, ha venido cediendo ante la avalancha de las
grandes empresas multinacionales en su afán por apoderarse
de los sectores industriales y comerciales. Pero la diferencia
de este estado gendarme con los que tradicionalmente se
han conocido a través de la historia, es que estos se han
preocupado por vigilar los intereses nacionales en tanto que
aquel solo se preocupa por vigilar los intereses de los gran-
des grupos económicos en su desenfrenada e incontrolable
carrera de privatización de los recursos, en especial de los
sectores de las comunicaciones, bancario y financiero, re-
cursos petrolíferos y sus derivados y en especial de recursos
naturales no renovables.
Del derecho fundamental a la
libertad
Si consideramos y en ello podemos estar plenamente de
acuerdo que todos los aspectos que tienen que ver con el
derecho fundamental a la vida guardan íntima relación
con el derecho fundamental a la libertad no quedaría
mucha materia sobre la cual analizarlo. Sin embargo,
visto desde la sola perspectiva de la libertad podemos
sopesar situaciones tan graves y delicadas como la tragedia
humanitaria de los desplazados por la violencia guerrillera
y/o paramilitar, a la que se agrega el ingrediente de la
delincuencia organizada y el narcotráfico.
La Constitución Política de Colombia garantiza los de-
rechos fundamentales de fijar residencia y de la libre moviliza-
ción que en principio parecieran contraponerse. Una cosa es
tener la opción a fijar residencia considerando las circunstan-
cias económicas del aspirante, la posibilidad real de adquirir
una vivienda digna, máxime si tenemos en cuenta que desde
hace más de siete años representante alguno de ninguna de
las ramas del poder público se ha preocupado por revisar el
152
tema de la UVR, que no es cosa distinta al supuesto extinto
UPAC; valga decir, la manera más legal y elegante de arruinar
a un deudor de un crédito de vivienda, y otra cosa es el hecho
de poder defenderla de los embistes impositivos del estado,
de las agresiones de los diferentes sectores del conflicto in-
terno ya mencionados ó el hecho de tener que desplazarse
forzosamente. ¿En donde quedan entonces los postulados
constitucionales sobre éstas materias?
¿Se le puede llamar libre movilización legalmente
protegida y amparada al simple hecho de poder
desplazarse por unas cuantas carreteras solamente en
los puentes festivos para ir a alojarse en los complejos
hoteleros y turísticos que no alcanzan a cubrir ni siquiera
un uno por ciento del territorio de la patria? Otro
balance que arroja resultados realmente desconsoladores.
¿Y qué pensar de los casos de múltiples detenciones
y arrestos por parte de las autoridades en las que
generalmente se presentan detenciones en masa
arbitrarias, privaciones ilegales de la libertad,
prolongaciones ilícitas de la privación de la libertad
y otros atropellos?
Podría entonces parecer fácilmente este articulo sola-
mente un cuestionario para trasladárselo a todas las autorida-
des que de una u otra manera están comprometidas consti-
tucional y legalmente en el cumplimiento de las tareas propias
de su misión gubernamental de protección y fomento de los
derechos y garantías fundamentales, arriesgando como es ló-
gico y apenas obvio, de conformidad con las ya acostumbra-
das políticas del ejecutivo, obtener respuestas de cortinas de
humo en las que se la da mayor preeminencia e importancia a
temas como la realización del mundial de fútbol, del concurso
de miss universo ó a la presentación de proyectos de ley que
jamás prosperarían porque bien sabido por las gentes que
solo son proyectos de distracción, de corte populachero y
discursos veintejulieros que solo pretenden distraer la aten-
ción de la comunidad para dejar a un lado, como siempre se
han dejado, los temas trascendentales para el desarrollo de
la vida nacional.
¿En dónde quedan todos estos derechos y en par-
ticular el derecho a la libertad de todos los militares y civiles
secuestrados por la guerrilla y los paramilitares cuando el
gobierno central nunca ha mostrado una verdadera volun-
tad política para llevar a buen término el tan anhelado y es-
perado canje humanitario? Triste es reconocerlo pero éste
es otro de los tantos temas que el gobierno utiliza también
como cortina de humo para cortar el efecto de disminución
de los índices de popularidad y aceptación de la gestión
estatal, cuando por acción arriesgada de algún periodista se
le pone el dedo en la llaga de cualquiera de los numerosos
y abundantes casos de violación o desconocimiento de los
derechos y libertades fundamentales.
¿No es acaso preocupante también el tema de la
violación a la libertad de prensa?
¿No debiera ser un principio de la gestión
gubernamental el respeto a la oposición y a la libertad
de opinión?
¿Cree acaso el sector oficial que con un rápido y
superficial análisis como el que se plantea, sale muy
bien librado y que por ello toda su labor es infalible?
Con todo esto no queda otra opción distinta (y esto
es un hecho que agobia y aflige el sentimiento colectivo) a
la de tener que aceptar que la creación y desarrollo de la
Acción de Tutela, aunque si bien es cierto está lejos de
solucionar aceptablemente todos los factores que inciden
en el desconocimiento y/o violación de los derechos y
libertades fundamentales, no menos cierto es que le ha dado
al ciudadano del común una herramienta constitucional de
considerable eficacia para ponerle el freno a los constantes
abusos y atropellos sobre esos derechos.
Porque también es cierto que en razón a su implanta-
ción, gran cantidad de instituciones públicas y privadas que
por mandato legal o delegación prestan servicios públicos
esenciales como la salud, la educación, la prestación de ser-
vicios públicos de carácter domiciliario como el acueducto y
alcantarillado, energía eléctrica, gas, servicios de telecomuni-
caciones, han ido desarrollando lenta y paulatinamente una
cultura de negación de tales servicios, a la espera de ser obli-
gados y compelidos a cumplirlos solamente cuando contra
ellos se le da procedencia a la acción de tutela.
El panorama podría pintarse perfectamente más de-
solador en estas materias, si se entrara a hacer un estudio
detallado y pormenorizado de todos y cada uno de los as-
pectos atinentes a los derechos y libertades fundamentales.
¿Qué ganaríamos con ello si visto y probado está que mien-
tras no haya una verdadera y real Política de Estado enca-
minada a la promulgación, fomento, educación y protección
de esos derechos y libertades, el problema sigue y seguirá
creciendo indefinidamente?
Solamente un verdadero, eficaz y eficiente ejercicio
humanitario de inversión y justicia social reflejado en políti-
cas coherentes y efectivas para brindarle a las clases menos
favorecidas, reales posibilidades de acceso a la justicia en
todos los órdenes, podría menguar y detener la desenfrenada
carrera de descomposición social en la que nos encontramos
sumergidos y podría rescatar un tanto ese principio funda-
mental de la “Dignidad Humana” de la que tanto se habla,
pero por la que tan poco se hace.
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 REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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