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Una de las características de las dietas fraudulentas (también llamadas “dietas

milagro") es que o
bien aseguran nacer de un reciente descubrimiento científico o bien afirman basarse
en planteamientos
milenarios. Aunque la dieta macrobiótica pertenece a este último supuesto, lo
cierto es que fue en 1961
cuando su creador, George Onsawa, dío a conocer este planteamiento. Es decir esta
dieta no es ni reciente
ni milenaria. Al principio era difícil concretar en qué consista, pues no teníamos
claro cuál era su
composición, ni siquiera la EFSA (Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria)
conseguía encontrar una
definición consensuada. En una entrevista para el libro No más dieta realizada en
el año 2010, indiqué que
la falta de rigor científico de la dieta macrobiótica se presentaba desde sus
cimientos, dado que, al parecer,
se fundamentaba en la división de los alimentos, según un parámetro invisible
creado por George Ohsawa:
su energía interior (Vin y yang). En tal sentido, Ohsawa clasificó 10 niveles en su
dieta, eliminando en cada
nivel un grupo de alimentos, de tal manera que, en el nivel superior, solo se debia
comer arroz integral. Al
respecto, hay varios casos descritos de fallecimientos por intentar alcanzar este
nivel. Debido a lo anterior,
el Departamento de Alimentos y Nutrición de la Asociación Americana de Medicina
condenó abiertamente
este método desde 1971.

Con los años, las investigaciones de las científicas Elesse Cunningham y Wendy
Marceson fueron
perfilando algunas de las características de esta dieta: una presencia prioritaria
de granos integrales, una
presencia elevada de hortalizas (aunque no tan grande como la de granos
integrales), su forma de
presentación en sopas (5% a 10 %), y presencia de legumbres y algas en un 5% a 10%.
Este último detalle,
la presencia de algas, hizo que ambas investigadoras la consideraran como una diers
arriesgada, sobre todo
para personas con problemas de tiroides o con riesgo de padecerlos, dado el
elevadísimo contenido de
yodo en numerosas algas marinas. Sin olvidar que el contenido en arsénico en muchas
de las algas
comestibles es también elevado. Además, según Cunningham y Marcason, de insistir
rigurosamente con
este tipo de dieta, los riesgos serían deficiencia de proteínas, vitamina 812 y
calcio, y riesgo de
deshidratación. En 2008, otra publicación de ambas añadió que convenía que toda
persona que siguiera la
dieta macrobiética, aunque se encuentre bien, sea visitada por un profesional
sanitario para que monitoree
posibles deficiencias nutricionales

En el libro Más vegetales, menos animales, publicado en 2016, Juanjo Cáceres y yo


desaconsejamos
categóricamente la dieta macrobiótica, sobre todo en niños. Pero no solo por
posibles deficiencias
nutricionales o por l peligrosidad de a inclusión de algas en a dieta, sino también
porque sus fundamentos.
(la división de los alimentos en yin y yang, o la creencia de que hay alimentos que
“dan frío” o que “dan
calor”) eran un sinsentido sin ninguna clase de explicación racional ni sustento
alguno en investigaciones
serías. Así mismo, otro motivo era que los promotores de aquella dieta solían
desacreditar 2 la medicina y
negaban avances científicos que habían logrado aumentar nuestra calidad y esperanza
de vida. Para
nosotros, esto último era lo más grave. Hoy (2017) añadiríamos tres motivos más
para desaconsejarla: la
posibilidad de contraer una infección alimentaria a causa del rechazo a la
utilización de conservantes; lo
excesivamente caro que puede resultar seguir esta dieta, lo que compromete la
capacidad adquistia, del
individuo; y, el peor de todos, los riesgos de seguirla de manera estricta, ya que
lleva a una malnutrición
severa, con lo que la probabilidad de muerte es mayor. Por estas últimas razones,
toda persona que
escuche hablar de la dieta macrobiótica debe ser consciente de que sus fundamentos
ofenden a cualquier
conocimiento científico de la nutrición 0 de la biología humana. De allí que
podamos esbozaria, ahora s,
como un “sofisma nutricional”, es decír, planteamiento nutricional faso o capcioso
que se pretende hacer
pasar por verdadero. Un sofisma que, además, y esto resulta rotundo, pone en riesgo
la vida de las
personas.

Basulto, 1. (25 de octubre de 2017). “Los riesgos ocuños de la dieta macrobíótica”.


En El País.
Tuips://elpais.com/elpais/2017/10/19/ciencia/1508411268_172778.himl

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