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Las funciones de la autolesión

deliberada: Una revisión de la


evidencia
E. David Klonsky ⁎

Departamento de Psicología, Universidad de Stony Brook, Stony Brook, NY


11794-2500,Estados Unidos

Recibido el 23 de noviembre de 2005; recibido en forma revisada el 9 de agosto de


2006; aceptado el 24 de agosto de 2006

Resumen
La autolesión deliberada se de ne como la lesión intencionada y directa del tejido
corporal sin intención suicida. El presente artículo revisa la investigación empírica
sobre las funciones de la autolesión. Esta literatura incluye autoinformes de las razones
para autolesionarse, descripciones de la fenomenología de la autolesión y estudios de
laboratorio que examinan los efectos de los indicadores de autolesión en el afecto y la
excitación siológica. Los resultados de 18 estudios proporcionan pruebas
convergentes de una función de regulación del afecto. Las investigaciones indican que
(a) el afecto negativo agudo precede a la autolesión, (b) la disminución del afecto
negativo y el alivio están presentes después de la autolesión, (c) la autolesión se realiza
más a menudo con la intención de aliviar el afecto negativo, y (d) el afecto negativo y la
excitación se reducen por la realización de autolesiones en entornos de laboratorio.
Los estudios también proporcionan un fuerte apoyo a la función de autocastigo, y
pruebas modestas de las funciones de antidisociación, in uencia interpersonal,
antisuicidio, búsqueda de sensaciones y límites interpersonales. Las relaciones
conceptuales y empíricas entre las distintas funciones siguen sin estar claras. Las
investigaciones futuras deberían abordar la medición, la covariación, los correlatos
clínicos y las implicaciones terapéuticas de las diferentes funciones.

Publicado por Elsevier Ltd.

Palabras clave: Autolesión; Conducta autolesiva; Autolesión deliberada; Conducta


suicida; Conducta automutilativa; Refuerzo; Fenomenología

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Contenido

1. Introducción

2. Características psicosociales, psicopatología descriptiva y tratamiento

3. Investigación empírica sobre las funciones de la autolesión

3.1. 3.1. Criterios de inclusión

3.2. Funciones examinadas

3.3. Consideraciones metodológicas.

3.4. Conclusiones de los estudios que examinan los autoinformes sobre los motivos

3.5. Conclusiones de los estudios que examinan los autoinformes sobre


fenomenología

3.6. Conclusiones de estudios de laboratorio.

3.7. Resumen de la investigación empírica sobre las funciones de la autolesión.

4. Sugerencias para futuras investigaciones

4.1. Explorar las relaciones conceptuales y empíricas entre las funciones

4.2. Medir las funciones de forma exhaustiva

4.3. Aclarar los cambios afectivos asociados a la autolesión

4.4. Establecer la relación causal entre los cambios afectivos y las autolesiones

4.5. Explorar los mecanismos de regulación afectiva

4.6. Emplear alternativas a los paradigmas de autoinforme retrospectivo

4.7. Ampliar la investigación a muestras comunitarias

4.8. Investigar las implicaciones clínicas de las distintas funciones

Agradecimientos

Referencias

1. Introducción
La autolesión deliberada (a la que nos referiremos como autolesión en el resto del
documento) puede de nirse como la lesión intencionada y directa del propio tejido
corporal sin intención suicida (Herpertz, 1995; Muehlenkamp, 2005). También se han
utilizado otros nombres para referirse a este comportamiento, como automutilación
moderada por Favazza y Rosenthal (1993), autolesión deliberada por Pattison y Kahan
(1983), autolesión por Tantam y Whittaker (1992) y parasuicidio por Ogundipe (1999).
Las autolesiones se diferencian de las conductas autolesivas estereotipadas
observadas en individuos con retraso mental y de las formas graves de automutilación,
como la amputación de miembros, observadas en individuos psicóticos. Cortarse la
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piel parece ser el tipo más común de autolesión, pero otras formas incluyen quemarse,
arañarse, golpearse o golpear partes del cuerpo e interferir en la cicatrización de
heridas (Briere & Gil, 1998; Favazza & Conterio, 1989; Herpertz, 1995; Langbehn &
Pfohl, 1993).

El fenómeno de la autolesión ha preocupado a los profesionales de la salud mental


durante décadas. En su artículo seminal, Gra y Mallin (1967) reconocieron la
autolesión como un problema psiquiátrico dominante, a rmando que "[los no suicidas]
que se cortan las muñecas se han convertido en los nuevos pacientes crónicos de los
hospitales psiquiátricos, sustituyendo a los esquizofrénicos" (p. 36). Los esfuerzos por
caracterizar el alcance y la naturaleza del problema aumentaron en la década de 1970
(Carr, 1977; Lester, 1972), y a principios de la década de 1980 algunos pedían que la
autolesión constituyera su propia entidad diagnóstica (Pattison y Kahan, 1983).

La investigación sobre la autolesión ha aumentado en los últimos años, y ahora se


sabe mucho sobre la prevalencia y los factores de riesgo de la autolesión en diversas
poblaciones (Skegg, 2005; Gratz, 2003). Sin embargo, seguimos sin comprender
su cientemente las funciones de la autolesión. Esta comprensión informaría el
tratamiento y proporcionaría un contexto signi cativo para la investigación sobre la
etiología, clasi cación, prevención y tratamiento de la autolesión. El objetivo del
presente artículo es consolidar y avanzar en el conocimiento de las funciones de la
autolesión. Con este n, primero resumo la investigación sobre las características
psicosociales, la psicopatología descriptiva y el tratamiento de la autolesión. Luego
presento una revisión detallada de la literatura empírica sobre las funciones de la
autolesión. Concluyo describiendo los esfuerzos de investigación que aclararían aún
más las funciones de la autolesión y sus implicaciones para la práctica clínica.

2. Características psicosociales, psicopatología descriptiva y


tratamiento
Según la nosología psiquiátrica (APA, 2000), la autolesión es un síntoma del trastorno
límite de la personalidad. Aunque la investigación ha documentado una fuerte relación
entre la autolesión y este trastorno (Klonsky, Oltmanns, & Turkheimer, 2003; Simeon et
al., 1992; Stanley, Gamero , Michalsen, & Mann, 2001; van der Kolk, Perry, & Herman,
1991; Zlotnick, Mattia, & Zimmerman, 1999), los pacientes con otros diagnósticos
también pueden autolesionarse, incluidos aquellos con depresión mayor, trastornos de
ansiedad, abuso de sustancias, trastornos alimentarios, trastorno de estrés
postraumático, esquizofrenia y varios trastornos de personalidad (Haw, Hawton,
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Houston, & Townsend, 2001; Herpertz, Sass, & Favazza, 1997; Klonsky et al., 2003;
Zlotnick et al., 1999). La autolesión también se da en poblaciones no clínicas. Los
estudios han informado de una historia de autolesiones en el 4% de la población de
los Estados Unidos (Briere & Gil, 1998), en el 4% de los reclutas militares (Klonsky et
al., 2003), y en el 14% o más de los estudiantes universitarios (Favazza, DeRosear, &
Conterio, 1989; Gratz, 2001; Whitlock, Eckenrode, & Silverman, 2006). Algunos
estudios han encontrado que más mujeres que hombres se autolesionan (por ejemplo,
Zlotnick et al., 1999), mientras que otros no han encontrado diferencias de género (por
ejemplo, Briere & Gil, 1998; Stanley et al., 2001). Varios estudios han informado de una
correlación inversa entre la tasa de autolesiones a lo largo de la vida y la edad de los
participantes (Briere & Gil, 1998; Solo , Lis, Kelly, Cornelius, & Ulrich, 1994; Zlotnick et
al., 1999), lo que sugiere que las autolesiones se han vuelto más comunes en los
últimos años.

Las autolesiones suelen aparecer por primera vez entre los 14 y los 24 años (Favazza &
Conterio, 1989; Herpertz, 1995). Las investigaciones sugieren que la forma más común
de autolesión es cortarse la piel, lo que ocurre en entre el 70 y el 97% de los individuos
que se autolesionan, seguido de golpearse o golpear (21%-44%) y quemarse
(15%-35%) (Briere y Gil, 1998; Favazza y Conterio; Herpertz; Langbehn y Pfohl, 1993;
Nijman et al., 1999; Wilkins y Coid, 1991). Muchos individuos que se autolesionan
utilizan más de un método (Favazza y Conterio; Gratz, 2001; Herpertz). Las
estimaciones del número medio de autolesiones a lo largo de la vida son variables y
van desde 3,4 (Solo et al., 1994) hasta 50 (Favazza y Conterio).

El tratamiento de los pacientes que se autolesionan presenta una serie de retos para
los terapeutas. La autolesión puede causar angustia psicológica al paciente y a sus
seres queridos, y puede provocar daños físicos que requieran tratamiento médico o
incluso lleven a la muerte. Además, los pacientes que se autolesionan pueden ser
hospitalizados en contra de su voluntad, aunque algunos profesionales de la salud
mental temen que esta intervención pueda dañar la relación terapéutica y no sea útil
para estos pacientes (Huband & Tantam, 1999).

La investigación sobre la Terapia Dialéctica Conductual (TDC) para pacientes que se


autolesionan ha sido alentadora. La DBT es un tratamiento intensivo que incluye
modalidades individuales y grupales desarrollado por Marsha Linehan (1993). Cuando
se compara con el tratamiento habitual en la comunidad, la DBT parece producir
mejores mejoras en la frecuencia de autolesiones, hospitalizaciones y muchas otras
variables de resultado (Linehan, 2000; Robins y Chapman, 2004). Sin embargo, pocos
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estudios han comparado la DBT con condiciones de control más rigurosas que
implican tratamientos manualizados o tratamiento por expertos (Robins & Chapman,
2004; pero véase Linehan et al., 2006), y muchos pacientes tratados con DBT siguen
autolesionándose aunque con menos frecuencia. Comprender las funciones de la
autolesión, o en otras palabras, las variables que motivan y refuerzan el
comportamiento, podría mejorar enormemente la prevención y el tratamiento.

3. Investigación empírica sobre las funciones de la


autolesión
El objetivo principal de este artículo es revisar la investigación empírica sobre las
funciones de la autolesión. A continuación describo los criterios de inclusión, las
teorías funcionales examinadas, los métodos utilizados para examinar las funciones y
los hallazgos de la literatura empírica.

3.1. Criterios de inclusión


Se incluyeron en la presente revisión los estudios que reportan datos que abordan
directamente las funciones de la autolesión (es decir, las variables de motivación y
refuerzo). Los ejemplos incluyen estudios que evalúan motivaciones o razones para la
autolesión, así como estudios que examinan variables temporalmente asociadas con la
autolesión, tales como estados afectivos o eventos que preceden, acompañan o
siguen a la autolesión, y que pueden ser conceptualizados como proveedores de
motivación o refuerzo. Los estudios sobre los correlatos psicosociales y clínicos de la
autolesión se resumen al principio de este artículo y no se incluyen en la revisión
empírica de las funciones de la autolesión. Además, se excluyeron los estudios que
analizan las conductas sin descartar la intención suicida. Las búsquedas bibliográ cas
y el examen de las secciones de referencias de los artículos pertinentes arrojaron 18
estudios empíricos sobre las funciones de la autolesión que cumplían los criterios de
inclusión.

3.2. Funciones examinadas


La agregación de resultados sobre las funciones de la autolesión es una tarea difícil
porque diferentes estudios examinaron diferentes funciones y utilizaron diferentes
términos y elementos para referirse y de nir estas funciones. Sobre la base de una
lectura atenta de la literatura empírica, identi qué siete funciones que fueron
examinadas repetidamente. Estas funciones se enumeran y describen en el Cuadro 1.
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Intenté utilizar etiquetas y descripciones para estas siete funciones que re ejan con
precisión cómo se han descrito y de nido operacionalmente en la literatura empírica,
aunque reconozco que puede haber otras formas de organizar, de nir y etiquetar las
funciones que se han estudiado. Me re ero a las siete funciones como regulación
afectiva, antidisociación, antisuicidio, límites interpersonales, in uencia interpersonal,
autocastigo y búsqueda de sensaciones. A continuación se presenta el tema central de
cada modelo. Es importante señalar que estos modelos funcionales no son
mutuamente excluyentes, ya que diferentes funciones pueden coexistir y solaparse
conceptualmente.

El modelo de regulación afectiva de la autolesión1 sugiere que la autolesión es una


estrategia para aliviar el afecto negativo agudo o la excitación afectiva (Favazza, 1992;
Gratz, 2003; Haines, Williams, Brain, & Wilson, 1995). Linehan (1993) teoriza que los
entornos de invalidación temprana pueden enseñar estrategias de cientes para
afrontar la angustia emocional. Los individuos de estos ambientes y/o con
disposiciones biológicas para la inestabilidad emocional son menos capaces de
manejar su afecto y por lo tanto son propensos a usar la autolesión como una
estrategia inadaptada de regulación del afecto. Se desconoce cómo la autolesión
puede disminuir el afecto negativo, aunque se han propuesto mecanismos tanto
psicológicos (Brown, Comtois y Linehan, 2002; Suyemoto, 1998) como biológicos
(Russ, Roth, Kakuma, Harrison y Hull, 1994).El modelo antidisociación caracteriza la
autolesión como una respuesta a los periodos de disociación o despersonalización.
Gunderson (1984) sugiere que los individuos que se autolesionan experimentan
episodios disociativos prolongados cuando los seres queridos están ausentes. Los
episodios de disociación o despersonalización también pueden ocurrir como resultado
de las intensas emociones que sienten los autolesionistas. Causarse lesiones físicas a
uno mismo puede provocar un shock en el sistema -quizás a través de la visión de la
sangre (Simpson, 1975) o de la sensación física (Gunderson, 1984)- y, por lo tanto,
interrumpir un episodio disociativo y llevarle a recuperar el sentido de sí mismo. La
generación de sentimientos es otro término utilizado para caracterizar esta función.
Los individuos que se disocian pueden describir sentirse irreales o nada en absoluto, y
la autolesión puede ser una forma de generar sensaciones emocionales y físicas que
permitan a los individuos sentirse reales o vivos de nuevo.

El modelo antisuicidio considera la autolesión como un mecanismo de afrontamiento


para resistir los impulsos de intentar suicidarse. Desde esta perspectiva, la autolesión
puede considerarse como un medio para expresar pensamientos suicidas sin
arriesgarse a morir, y sirve como sustitución o compromiso con el deseo de suicidarse
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(Suyemoto, 1998). Por ejemplo, Himber (1994) describió a una paciente que sentía que
se volvía suicida después de largos períodos de tiempo sin cortarse, y que cortarse
prevenía la ideación suicida.

El modelo de in uencia interpersonal estipula que la autolesión se utiliza para in uir o


manipular a las personas del entorno del autolesionado (Chowanec, Josephson,
Coleman y Davis, 1991; Podovall, 1969). La autolesión se conceptualiza como un grito
de ayuda, un medio de evitar el abandono o un intento de ser tomado más en serio o
de in uir en el comportamiento de las personas (Allen, 1995). Por ejemplo, una
persona puede autolesionarse para obtener el afecto de un ser querido, o para obtener
respuestas de refuerzo de las guras de autoridad o de los compañeros en entornos
correccionales, clínicos o escolares. Quien se autolesiona por estas razones puede o
no ser consciente del refuerzo proporcionado por las reacciones de los demás a la
autolesión.

El modelo de límites interpersonales sostiene que la autolesión es una forma de a rmar


los límites del yo (Carroll, Scha er, Spensley, & Abramowitz, 1980; Podovall, 1969;
Suyemoto, 1998). Los defensores de este modelo tienden a basarse en la teoría de las
relaciones objetales. Se cree que los autolesionistas carecen de un sentido normal de
sí mismos debido a vínculos maternos inseguros y a una subsiguiente incapacidad
para individualizarse de la madre (Friedman, Glasser, Laufer, Laufer y Wohl, 1972). Se
cree que marcar la piel, que separa a los individuos del entorno y de otras personas,
a rma una distinción entre uno mismo y los demás, y a rma la propia identidad o
autonomía.

El modelo de autocastigo sugiere que la autolesión es una expresión de ira o desprecio


hacia uno mismo. Linehan (1993) plantea la hipótesis de que los autolesionadores han
aprendido de su entorno a castigarse o invalidarse a sí mismos. Muchos han
informado que la ira autodirigida y la autoderogación son características prominentes
de quienes se autolesionan (Bennun, 1983; Herpertz et al., 1997; Klonsky et al., 2003;
Solo et al., 1994). El modelo de búsqueda de sensaciones considera la autolesión
como un medio para generar excitación o regocijo de manera similar al paracaidismo o
al puenting. Este modelo ha recibido menos atención en la literatura teórica, quizás
porque no es fácilmente evidente en poblaciones clínicas. Sin embargo, esta función
se ha examinado repetidamente en la literatura empírica (Nixon, Cloutier y Aggarwal,
2002; Osuch, Noll y Putnam, 1999; Shearer, 1994).

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3.3. Consideraciones metodológicas
Se han utilizado tres enfoques metodológicos para examinar las funciones descritas
anteriormente: autoinforme de razones para autolesionarse, autoinforme de
fenomenología y estudios de laboratorio. El autoinforme de razones se re ere a
estudios en los que los autolesionadores indican sus razones o motivaciones para
autolesionarse. Para los propósitos de la presente revisión, los términos motivaciones
y razones se usan indistintamente y no se hace distinción conceptual entre ellos. En
estos estudios, se pide a los participantes que identi quen sus razones para
autolesionarse a partir de una lista de razones potenciales o, en algunos casos, que
informen de sus razones en respuesta a preguntas abiertas. Aunque las opiniones de
los participantes sobre sus motivaciones para autolesionarse pueden ofrecer una
valiosa perspectiva sobre sus funciones, este enfoque tiene importantes limitaciones.
Los informes verbales de los procesos mentales a menudo no son válidos (Nisbett y
Wilson, 1977). Los autolesionistas pueden no saber por qué se autolesionan o tener
di cultades para verbalizar las razones y ofrecer explicaciones que no son exactas.
Otros pueden fabricar explicaciones si se avergüenzan de sus verdaderas razones.

El autoinforme fenomenológico se re ere a los estudios que preguntan a los


participantes sobre la experiencia de autolesionarse. Se puede pedir a los
participantes que describan emociones o acontecimientos que preceden, acompañan
o siguen a un episodio de autolesión. Las respuestas a estas preguntas pueden ayudar
a esclarecer las variables que provocan y refuerzan las autolesiones. Este enfoque
tiene la ventaja de reducir las características de la demanda porque no se pide
abiertamente a los participantes que den razones o justi quen un comportamiento
socialmente inaceptable. Por lo tanto, es menos probable que los participantes
oculten, alteren o inventen información. No obstante, los autoinformes de
fenomenología, al igual que los autoinformes de razones, están limitados por la
tendencia de las personas a malinterpretar o caracterizar erróneamente sus procesos
mentales (Nisbett y Wilson, 1977).

Los estudios de laboratorio ofrecen una alternativa a los diseños de autoinforme. Estos
estudios evalúan los efectos de proxies para la autolesión y se han utilizado para
evaluar la función de regulación del afecto. Por ejemplo, se pide a los autolesionadores
que visualicen cortarse o que realicen una tarea dolorosa mientras se evalúan el afecto
y la excitación afectiva con medidas siológicas y de autoinforme. Demostrar
disminuciones en el afecto negativo y la excitación cuando los participantes realizan
una proxy de autolesión, pero no tareas de control, proporcionaría pruebas de que
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autolesionarse reduce el afecto negativo. Los estudios de laboratorio no están sujetos
a las mismas limitaciones que los estudios tradicionales de autoinforme. En estos
estudios, el autoinforme de los estados afectivos es inmediato en lugar de
retrospectivo, y existe la oportunidad de utilizar medidas siológicas de la excitación
afectiva, como la conductancia cutánea y la frecuencia cardiaca, que son menos
susceptibles a la manipulación consciente. Una limitación importante de este enfoque
es que los sustitutos de la autolesión pueden tener una validez externa de ciente.
Cuestiones prácticas y éticas impiden el estudio en laboratorio de la autolesión real.
Además, los paradigmas de laboratorio no son adecuados para investigar algunas
funciones.

La Tabla 2 resume los métodos y hallazgos de los 18 estudios sobre las funciones de
la autolesión incluidos en la presente revisión. Cada estudio utilizó uno o dos de los
tres métodos descritos anteriormente. Nueve usaron sólo autoinforme de motivos,
cuatro sólo autoinforme de fenomenología, dos usaron autoinforme de motivos y
fenomenología, y tres fueron estudios de laboratorio de sustitutos de autolesión. La
discusión de estos estudios se organizará por enfoque metodológico.

3.4. Hallazgos de los estudios que examinan los


autoinformes de los motivos
Once estudios examinaron las razones autoinformadas de las autolesiones (ver Tabla
2). En los 11 estudios, las razones que sugerían una función de regulación del afecto
fueron ampliamente respaldadas. Por ejemplo, en una muestra de 75 mujeres con
trastorno límite de la personalidad, el 96% de las participantes refrendaron razones
indicativas de alivio de las emociones, como "para detener los malos sentimientos" y
"para aliviar la ansiedad o el terror" (Brown et al., 2002). De forma similar, en otro
estudio de mujeres con trastorno límite de la personalidad, la razón "para reducir la
ansiedad y la desesperación que siento que no puedo controlar" recibió la segunda
puntuación media más alta entre 17 razones posibles (Shearer, 1994).

Las razones consistentes con una función de regulación del afecto también son
prominentes en las muestras no límite. El setenta y seis por ciento de un grupo
heterogéneo de pacientes psiquiátricos internos seleccionó "liberar tensión" como
razón para autolesionarse, la única razón respaldada por la mayoría de la muestra
(Herpertz, 1995). En otra muestra de pacientes hospitalizados, las razones
relacionadas con la regulación del afecto (por ejemplo, "para disminuir los sentimientos
de rabia") recibieron puntuaciones sustancialmente más altas que las razones
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relacionadas con otras funciones (Osuch et al., 1999). Asimismo, en una muestra mixta
de autoagresores psiquiátricos hospitalizados y ambulatorios, el 80% apoyó la razón
"distracción de sentimientos dolorosos", el 77% "manejar el estrés", el 77% "liberar
sentimientos reprimidos" y el 75% "reducción de la tensión" (Briere y Gil, 1998). En el
único estudio sobre los motivos de autolesión en una muestra de adultos no clínicos,
los tres motivos identi cados con más frecuencia estaban relacionados con la
regulación del afecto: "para controlar su mente cuando está acelerada" (respaldado
por el 72% de la muestra), "para sentirse relajado" (65%) y "para sentirse menos
deprimido" (58%) (Favazza y Conterio, 1989).

En muestras de adolescentes, los motivos de regulación afectiva también son


respaldados por la mayoría de los participantes. Por ejemplo, en Penn, Esposito,
Schae er, Fritz y Spirito (2003), a 23 adolescentes encarcelados con antecedentes de
autolesión se les administró la Evaluación Funcional de la Automutilación (Functional
Assessment of Self-Mutilation, FASM; Lloyd, Keeley y Hope, 1997, citado en Penn et
al.), una medida de autoinforme de 22 razones para autolesionarse. La razón más
común fue "para detener los malos sentimientos", seleccionada por el 65% de los
participantes. Nock y Prinstein (2004) administraron el FASM a 89 pacientes
psiquiátricos adolescentes hospitalizados que se habían autolesionado en el último
año. Una vez más, la razón más elegida fue "para detener los malos sentimientos",
aunque la mayoría fue menor en este caso (53% de la muestra). Se encontraron
resultados similares en una muestra comunitaria de adolescentes que se
autolesionaban, donde el 80% indicó que se autolesionaba porque "me sentía muy
infeliz o deprimido" y el 45% respaldó la razón "me ayudaba a liberar tensión o estrés
y a relajarme" (Laye-Gindhu & Schonert-Reichl, 2005). Así pues, la mayoría de los
participantes de las muestras de adultos y adolescentes refrendaron razones
relacionadas con la regulación del afecto, aunque estas razones podrían ser
ligeramente menos comunes en los adolescentes que en los adultos.

Las razones autoinformadas relacionadas con una función de autocastigo se


investigaron en 11 estudios. Esta función recibió un fuerte apoyo en seis de los
estudios. Por ejemplo, en una muestra de mujeres con trastorno límite de la
personalidad, el ítem "castigarme por ser 'mala'" recibió la valoración media más alta
de 17 razones posibles (Shearer, 1994). En otro estudio de mujeres con trastorno límite
de la personalidad, el 63% respaldó el "autocastigo" como razón para autolesionarse
(Brown et al., 2002). Asimismo, el 83% de los autolesionadores en una muestra mixta
de pacientes psiquiátricos seleccionaron el "autocastigo" como motivo (Briere y Gil,
1998). Las razones de autocastigo también eran comunes en los adolescentes
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autolesionadores. La mitad de los adolescentes que recibían tratamiento psiquiátrico
apoyaron la razón "autocastigarse por ser malo/tener malos pensamientos" (Nixon et
al., 2002). Las razones de autocastigo fueron particularmente evidentes en una
muestra comunitaria de adolescentes autolesionadores, donde el 70% apoyó la razón
"no me gustaba a mí mismo", el 64% seleccionó "me sentía como un fracaso", y el
63% apoyó "estaba enfadado conmigo mismo" (Laye-Gindhu & Schonert-Reichl,
2005).

Sin embargo, el apoyo a las razones de autocastigo fue sólo modesto en otros cinco
estudios. Por ejemplo, en una muestra de autoagresores hospitalizados, las razones
relacionadas con el "odio a sí mismo y el autocastigo" fueron apoyadas por poco más
del 10% de los participantes (Herpertz, 1995). Además, en una muestra de
adolescentes hospitalizados que se autolesionaban, sólo el 32% seleccionó la razón
"para castigarse a sí mismo" (Nock y Prinstein, 2004). En dos estudios adicionales de
pacientes psiquiátricos hospitalizados, uno en adolescentes (Kumar et al., 2004) y otro
en adultos (Osuch et al., 1999), las razones indicativas de una función de autocastigo
recibieron puntuaciones sustancialmente más bajas que las razones indicativas de una
función de regulación afectiva. Aunque no está claro por qué los motivos de
autocastigo son más prominentes en algunos estudios que en otros, investigaciones
recientes sugieren una posible explicación. En Klonsky (2006), los adultos jóvenes con
una historia de cortes en la piel cali caron las razones potenciales para autolesionarse
como primarias, secundarias o no relevantes. Aunque tanto las razones de regulación
afectiva como las de autocastigo fueron seleccionadas por la mayoría de los
participantes, las razones de regulación afectiva fueron clasi cadas abrumadoramente
como primarias y las razones de autocastigo como secundarias. El patrón
aparentemente incoherente de los hallazgos en la literatura puede re ejar que la
mayoría de los participantes se identi can con las razones de autocastigo, pero son
menos los que las consideran razones principales.

Los motivos que sugieren una función antidisociación se investigaron en ocho


estudios, con resultados dispares. En mujeres con trastorno límite de la personalidad,
las razones para autolesionarse relacionadas con la antidisociación/generación de
sentimientos (p. ej., "dejar de sentirse entumecido o muerto", "sentir algo, aunque sea
dolor") fueron respaldadas por el 54% de la muestra (Brown et al., 2002). Se
encontraron resultados similares en una muestra comunitaria de autolesionadores, en
la que el 55% de los participantes seleccionaron el motivo "volver a sentirme
real" (Favazza y Conterio, 1989). Del mismo modo, el 60% de una muestra de
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adolescentes autolesionistas encarcelados apoyó la razón "sentir algo aunque sea
dolor" (Penn et al., 2003).

Sin embargo, otros cinco estudios que examinaron las razones antidisociación para la
autolesión encontraron menos apoyo para esta función. Por ejemplo, en Herpertz
(1995), sólo el 9% de los pacientes psiquiátricos hospitalizados que se autolesionaron
apoyaron la razón "terminación de la despersonalización". De manera similar, sólo el
7% de una muestra de mujeres hospitalizadas con trastorno límite de la personalidad
consideró que "producir sentimientos y una sensación de ser real cuando me siento
entumecida y 'fuera de contacto'" era una de sus tres razones principales para
autolesionarse (Shearer, 1994). En dos estudios de adolescentes que se autolesionan,
las razones relacionadas con una función antidisociación fueron respaldadas por
aproximadamente un tercio de los participantes (Laye-Gindhu & Schonert-Reichl,
2005; Nock & Prinstein, 2004).

Nueve estudios examinaron motivos indicativos de una función de in uencia


interpersonal. Sólo uno encontró pruebas sólidas de esta función. En Brown et al.
(2002), el 61% de una muestra de mujeres límite refrendó razones relacionadas con la
in uencia interpersonal como "conseguir que otras personas actúen de forma diferente
o cambien". Las razones de in uencia interpersonal fueron menos evidentes en otros
estudios. Por ejemplo, en Shearer (1994), sólo el 17% de las mujeres con trastorno
límite de la personalidad seleccionaron "buscar el apoyo y el cuidado de los demás"
como una de sus tres razones principales, y sólo el 5% seleccionaron "controlar las
reacciones y el comportamiento de los demás" como una de sus tres razones
principales. De manera similar, el 40% de los autolesionadores de una muestra
psiquiátrica heterogénea seleccionaron la razón "llamar la atención, [o] pedir
ayuda" (Briere & Gil, 1998), y el 24% de los autolesionadores de una muestra de
pacientes hospitalizados seleccionaron la razón "anhelar cuidados y
atención" (Herpertz, 1995). Los resultados fueron similares en poblaciones
adolescentes. Un poco más del 30% de los adolescentes autolesionistas de una
muestra no clínica apoyaron la razón "quería que otras personas vieran lo desesperado
que estaba" (Laye-Gindhu y Schonert-Reichl, 2005). En una muestra de adolescentes
hospitalizados, las razones "para controlar una situación" y "para intentar obtener una
reacción de alguien" fueron respaldadas por menos del 15% de los participantes
(Nock y Prinstein, 2004).

Cinco estudios examinaron las razones que sugieren una función de búsqueda de
sensaciones. Todos encontraron pruebas modestas de esta función. Por ejemplo, sólo
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el 5% de las mujeres con trastorno límite de la personalidad consideraron
"proporcionar una sensación de excitación o estimulación que se siente estimulante"
como una de sus tres razones principales para autolesionarse (Shearer, 1994). Del
mismo modo, en un estudio que examinó seis motivaciones para autolesionarse en
pacientes psiquiátricos hospitalizados, las razones de búsqueda de sensaciones (p.
ej., "experimentar un 'subidón' que se siente como un subidón de drogas") fueron las
menos respaldadas (Osuch et al., 1999). Los estudios sobre adolescentes arrojaron
resultados similares. Poco más del 10% de los autoagresores adolescentes de una
población no clínica apoyaron la razón "pensé que sería divertido" (Laye-Gindhu y
Schonert-Reichl, 2005), y menos del 10% de los pacientes psiquiátricos adolescentes
seleccionaron la razón "por excitación" (Nixon et al., 2002).

Tres estudios examinaron los motivos indicativos de una función antisuicida, y cada
estudio encontró pruebas modestas de esta función. En una muestra de mujeres con
trastorno límite de la personalidad, el motivo "para evitar que actúe por sentimientos
suicidas" recibió la séptima puntuación media más alta entre 17 motivos (Shearer,
1994). En una muestra psiquiátrica de adolescentes, poco menos de la mitad de los
participantes seleccionaron la razón "detener la ideación o los intentos
suicidas" (Nixon et al., 2002). Del mismo modo, el 41% de los adolescentes
autolesionistas de una población no clínica respaldaron la razón "me impidió
suicidarme" (Laye-Gindhu y Schonert-Reichl, 2005).

Sólo dos estudios examinaron razones que sugerían una función interpersonal-límite.
Ambos encontraron pruebas modestas de esta función. Shearer (1994) halló que la
razón "hacer algo que sólo yo controlo y que nadie más puede controlar" fue cali cada
como una de las tres razones principales para autolesionarse por el 22% de las
mujeres con trastorno límite de la personalidad. De manera similar, Briere y Gil (1998)
informaron que el 26% de los pacientes psiquiátricos respaldaron la "propiedad del
cuerpo" como una razón para autolesionarse.

En conjunto, los estudios sobre los autoinformes de los motivos para autolesionarse
arrojan resultados coherentes. La mayoría de los participantes en los 11 estudios
revisados citaron el deseo de aliviar el afecto negativo o la excitación afectiva como
motivo para autolesionarse. Además, los motivos de autocastigo fueron fuertemente
respaldados en seis estudios, y aparentes en menor medida en otros cinco. Las
razones asociadas con la antidisociación y la in uencia interpersonal fueron
identi cadas por los participantes en varios estudios, aunque generalmente por una
minoría de participantes. Sólo cinco estudios investigaron los motivos de búsqueda de
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sensaciones, tres estudios los motivos antisuicidio y dos los motivos de límites
interpersonales, y cada estudio aportó pruebas modestas de estas funciones.

3.5. Conclusiones de los estudios que examinan los


autoinformes de la fenomenología
Algunos investigadores que examinan las funciones de la autolesión han evitado
presentar a los participantes preguntas directas sobre sus razones. Este enfoque
puede reducir las características de la demanda porque a los participantes no se les
pide que proporcionen razones para su autolesión, lo que puede ser experimentado
como tener que explicar o justi car un comportamiento socialmente inaceptable. En su
lugar, a los participantes se les hacen preguntas sobre acontecimientos o emociones
que preceden, acompañan o siguen a los episodios de autolesión. Estas preguntas
ayudan a aclarar las variables que provocan y refuerzan las autolesiones.

Seis estudios examinaron los autoinformes sobre la fenomenología de la autolesión.


Los resultados de estos estudios, al igual que los que analizaron los autoinformes
sobre los motivos, respaldan la función de regulación afectiva de la autolesión. En
concreto, los hallazgos indican que la autolesión suele ir precedida de un afecto
negativo agudo, y que la autolesión se asocia con una reducción sustancial del afecto
negativo. Por ejemplo, el 93% de una muestra de mujeres con trastorno límite de la
personalidad informaron que la autolesión a menudo ocurría después de sentimientos
como tensión, depresión, irritabilidad, inquietud, pensamientos acelerados y ansiedad,
y el 94% de las autolesionistas de esta muestra informaron que experimentaban alivio
de estos estados afectivos después de la autolesión (Coid, 1993). En otra muestra de
autolesionistas con trastorno límite de la personalidad, aproximadamente el 90% de
los participantes indicaron que se sentían menos "enojados" y "ansiosos" y más
"tranquilos" después de autolesionarse en comparación con antes (Kemperman, Russ
y Shearin, 1997).

Se observan resultados similares en poblaciones no clínicas. En una muestra


comunitaria de autolesionistas reclutados a través de anuncios, los estados afectivos
más comunes antes de la autolesión fueron "ira hacia los demás", "dolor" y "vacío",
mientras que "alivio" fue el estado afectivo más común después de la autolesión
(Briere y Gil, 1998). Del mismo modo, en una muestra comunitaria de adolescentes que
se autolesionan, se informó que los estados afectivos como "enfadado", "deprimido",
"solo" y "frustrado" estaban presentes antes de la autolesión y disminuían después de
la autolesión (Laye-Gindhu y Schonert-Reichl, 2005).

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Aunque los estudios sobre la fenomenología de la autolesión abordan principalmente
una función de regulación del afecto, algunos hallazgos también tienen que ver con
otras funciones. Por ejemplo, en una muestra carcelaria de mujeres, el 26% indicó
durante una entrevista clínica que la autolesión estuvo precedida de
"despersonalización" o "desrealización" (Wilkins & Coid, 1991). Este resultado puede
sugerir que la función antidisociación es relevante para estos individuos. Sin embargo,
en otro estudio los participantes informaron que los síntomas disociativos alcanzaban
su punto máximo durante la autolesión y no antes (Kemperman et al., 1997), lo que
parece inconsistente con la idea de que la autolesión sirve para reducir los síntomas
disociativos. Además, un estudio proporciona un posible apoyo a la función de
in uencia interpersonal porque se informó que el con icto interpersonal era un
antecedente frecuente de la autolesión (Jones, Congiu, Stevenson, Strauss y Frei,
1979). Sin embargo, el estudio no evaluó si la autolesión se había utilizado para
abordar el con icto interpersonal. Por último, las pruebas de un estudio apoyaron una
función de búsqueda de sensaciones porque se informó que el aumento de
sentimientos como "feliz" y "excitado" estaban asociados con la autolesión (Laye-
Gindhu y Schonert-Reichl, 2005).

3.6. Conclusiones de los estudios de laboratorio


A diferencia de los estudios de autoinforme, los estudios de laboratorio examinan las
in uencias psicológicas y siológicas de los indicadores de autolesión en entornos
controlados. Este enfoque evita las limitaciones de los enfoques tradicionales de
autoinforme, ya que permite la medición del afecto durante o poco después de la
realización del proxy de autolesión, y permite que la excitación afectiva sea evaluada
por medidas siológicas además de las de autoinforme. Además, los estudios de
laboratorio tienen el potencial de permitir inferencias causales sobre los efectos
psicológicos y siológicos de los indicadores de autolesión. Una contrapartida es que
la generalizabilidad de los resultados se ve limitada por la validez externa del sustituto
de la autolesión.

En el primer estudio que aplicó este enfoque, Haines et al. (1995) plantearon la
hipótesis de que los autolesionistas a los que se les administraban imágenes de
autolesión mostrarían aumentos en la excitación siológica y el afecto negativo
durante las etapas iniciales (que conducen al acto de autolesión), y disminuciones en
la excitación y el afecto negativo cuando se recordaba el comportamiento y sus
secuelas. No se planteó la hipótesis de que este patrón se produjera en los
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participantes de control o en los autolesionistas que imaginaban sucesos de control,
como discutir con su pareja o cortarse accidentalmente con un cuchillo de cocina. Los
participantes fueron 38 hombres pertenecientes a uno de tres grupos: 15 reclusos que
se autolesionaron con poca intención suicida, 11 reclusos que no se autolesionaron y
11 estudiantes universitarios de control sin antecedentes de autolesión o
encarcelamiento.

Después de las imágenes de autolesión, los participantes indicaron sus respuestas


subjetivas a las imágenes completando escalas analógicas visuales con las siguientes
dimensiones bipolares: relajado-tenso, relajado-ansioso, tranquilo-enfadado, sin
miedo-miedo, feliz-triste, normal-irreal y aliviado-tenso. Además, mientras los
participantes visualizaban los acontecimientos, llevaban electrodos que medían varios
índices de excitación siológica, como el volumen sanguíneo de los dedos (FBV), la
amplitud del pulso de los dedos (FPA), la frecuencia cardiaca (HR), el cardiotacómetro
máximo (CMAX), el cardiotacómetro mínimo (CMIN), la respiración (RESP) y el nivel de
resistencia de la piel (SRL).

Seis de las siete medidas de excitación siológica mostraron el patrón predicho para
las respuestas de los autolesionadores al guión de autolesión. La excitación siológica
era alta mientras los participantes imaginaban el período de tiempo previo a la
autolesión, y se reducía sustancialmente cuando los participantes imaginaban la
autolesión y el período de tiempo posterior a la autolesión. Las medidas subjetivas
mostraron un patrón similar. Los que se autolesionaban decían sentirse más tensos,
ansiosos, enfadados, tristes y tensos antes de autolesionarse, y más relajados,
tranquilos, felices y aliviados después. Este patrón difería del observado para los
acontecimientos de control (por ejemplo, una discusión interpersonal, un accidente
con un cuchillo de cocina).

Brain, Haines y Williams (1998) utilizaron una metodología similar para estudiar a 35
autolesionadores de dos clínicas ambulatorias y a 35 participantes de control que eran
estudiantes universitarios sin antecedentes de autolesión. Surgió un patrón similar al
observado en Haines et al. (1995). Para los autolesionistas a los que se les
administraron las imágenes de autolesión, la excitación era alta antes de la autolesión
y disminuía sustancialmente después de la autolesión. Este patrón no se observó
cuando los autolesionadores imaginaron eventos de control, y no hubo diferencias
signi cativas entre las respuestas siológicas de los autolesionadores y los
participantes de control a las imágenes de control. Los resultados de ambos estudios
demuestran que autolesionarse reduce el afecto negativo y la excitación.

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En una segunda aproximación al estudio de la autolesión en el laboratorio, Russ et al.
(1992) utilizaron la prueba de presión fría como sustituto de la autolesión. La prueba de
presión en frío se utiliza a menudo en la investigación del umbral de dolor y requiere
que los participantes sumerjan las manos en agua fría (10 °C) durante un máximo de
cuatro minutos. La prueba de presión en frío puede simular la autolesión porque
requiere que los participantes realicen intencionadamente una actividad que causa
dolor físico agudo, aunque la validez externa de esta tarea para simular la autolesión
es obviamente incierta. La prueba de presión en frío se administró a 17 pacientes límite
con antecedentes de autolesión y a seis participantes de control sin antecedentes
psiquiátricos ni de autolesión. El grupo de pacientes borderline que se autolesionaban
se dividió a su vez en dos grupos, los que declararon experimentar dolor durante la
autolesión (bpd-dolor; n-6) y los que no experimentaron dolor durante la autolesión
(Bpd-sin dolor; n = 11). Inmediatamente antes y después de la administración de la
prueba de presión en frío, todos los participantes completaron medidas del estado de
ánimo, incluyendo depresión, ansiedad, ira, confusión y vigor. Todo el procedimiento
se repitió tres veces en tres días consecutivos, y las puntuaciones del estado de ánimo
se sumaron en las tres administraciones.

Los pacientes límite con antecedentes de autolesión mostraron reducciones en la


depresión, ansiedad y confusión autoinformadas tras la prueba del presor frío, aunque
los resultados sólo fueron estadísticamente signi cativos para el grupo TLP-sin dolor.
El grupo con TLP sin dolor también mostró una disminución estadísticamente able de
la ira tras la prueba de presión en frío. Curiosamente, el grupo de control también
mostró una disminución de la depresión, la ansiedad, la ira y la confusión tras la
prueba de presión en frío, aunque sólo los resultados de la ansiedad fueron
estadísticamente ables. En la medida en que la prueba de presión fría es un sustituto
satisfactorio de la autolesión, los resultados son coherentes con el modelo de
regulación afectiva de la autolesión y sugieren que la autolesión se asocia con una
disminución del afecto negativo. Resulta intrigante que los participantes de control
también mostraran una tendencia a la reducción del afecto negativo tras la prueba del
presor frío. Es posible que el dolor o las lesiones puedan inhibir la experiencia del
afecto negativo independientemente de los antecedentes psiquiátricos de un
individuo, pero sólo ciertos tipos de personas llegan a con ar en la autolesión como
mecanismo de afrontamiento.

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3.7. Resumen de la investigación empírica sobre las
funciones de la autolesión
Se revisaron 18 estudios que examinaban siete funciones de la autolesión. La
regulación del afecto fue la única función examinada en los 18 estudios. Once estudios
examinaron el autocastigo, 10 la antidisociación, 10 la in uencia interpersonal, cinco la
búsqueda de sensaciones, tres el antisuicidio y dos los límites interpersonales. Incluso
cuando se tiene en cuenta que la regulación del afecto se examinó con más
frecuencia, los resultados fueron más fuertes para esta función. La integración de los
resultados indica que (a) el afecto negativo agudo precede a la autolesión; (b) la
disminución del afecto negativo y el alivio están presentes después de la autolesión; (c)
la mayoría de los autolesionistas identi can el deseo de aliviar el afecto negativo como
una razón para autolesionarse; y (d) la realización de proxies de autolesión en el
laboratorio conduce a reducciones en el afecto negativo y la excitación. Varios
estudios también proporcionaron pruebas sólidas de una función de autocastigo. Las
funciones de antidisociación, in uencia interpersonal, búsqueda de sensaciones,
antisuicidio y límites interpersonales recibieron un apoyo modesto. Cabe destacar que
el patrón general de los hallazgos con respecto a las siete funciones tendió a
permanecer consistente, independientemente del tipo de muestra (por ejemplo, no
clínico vs. clínico vs. forense, adulto vs. adolescente, ambulatorio vs. hospitalario,
mujeres vs. hombres).

4. Sugerencias para futuras investigaciones

4.1. Explorar las relaciones conceptuales y empíricas entre


las funciones
Aunque la función de regulación afectiva de la autolesión fue evidente en todos los
estudios revisados, los resultados sugieren que la autolesión también cumple al menos
otras seis funciones. La evidencia de múltiples funciones puede interpretarse de varias
maneras, que no son mutuamente excluyentes: (a) diferentes funciones pueden
distinguir diferentes subgrupos de autolesionadores; (b) múltiples funciones para la
autolesión pueden existir simultáneamente dentro de los individuos; (c) las funciones
de la autolesión pueden evolucionar con el tiempo dentro de los individuos; y (d)
diferentes modelos funcionales pueden superponerse conceptualmente y describir
diferentes aspectos del mismo fenómeno. La investigación futura debería evaluar las
funciones en múltiples puntos temporales para investigar las diferencias entre y dentro
de los individuos en las funciones para la autolesión. Además, los estudios deben
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examinar la co-variación entre las funciones para determinar cuáles están más
relacionadas y pueden ser mejor conceptualizadas como aspectos del mismo modelo
funcional. Por último, aunque múltiples funciones pueden coexistir o superponerse,
algunas funciones pueden ser primarias, en el sentido de que proporcionan un refuerzo
más fuerte y es más probable que conduzcan a autolesiones repetidas. Por lo tanto,
los estudios deberían examinar qué funciones y variables de refuerzo predicen mejor la
frecuencia y la longevidad de la autolesión y, por lo tanto, podrían conceptualizarse
como las que proporcionan el mayor refuerzo para la conducta.

4.2. Medir las funciones de forma exhaustiva


Los investigadores que examinan la covariación u otros aspectos de las funciones
deben esforzarse por medir las funciones de forma exhaustiva. Los estudios existentes
se han basado típicamente en medidas ad hoc que evalúan sólo unas pocas
funciones. Por ejemplo, en los 11 estudios que examinan las razones de la autolesión,
se utilizaron nueve medidas diferentes de las razones, y el estudio modal examinó
cuatro de las funciones enumeradas en la Tabla 1. Un instrumento ideal mediría una
amplia variedad de funciones. Un instrumento ideal mediría una amplia variedad de
posibles funciones, contendría múltiples ítems y tipos de ítems para cada función, y
tendría propiedades psicométricas y una estructura factorial que han sido examinadas
en muestras grandes y diversas. El desarrollo de una medida de este tipo sería en sí
mismo una contribución positiva a este campo.

Además, la investigación futura debería utilizar metodologías apropiadas para evaluar


las funciones interpersonales además de las intrapersonales de la autolesión. Las
metodologías utilizadas para explorar las funciones de la autolesión se han centrado
más en variables afectivas y siológicas y menos en variables sociales e
interpersonales. Los estudios deberían evaluar de forma más cuidadosa y exhaustiva
los acontecimientos interpersonales que tienden a preceder y provocar las
autolesiones, y obtener información relevante tanto de los que se autolesionan como
de los familiares o amigos de los individuos que se autolesionan. Los datos de los
informantes pueden ser particularmente útiles para clari car las funciones
interpersonales de la autolesión, aunque también debe tenerse en cuenta que muchos
individuos ocultan su autolesión a quienes les rodean.

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4.3. Aclarar los cambios afectivos asociados con la
autolesión
Los cambios en el afecto asociados con la autolesión deben examinarse con más
detalle. Algunos estudios enfatizan la valencia de los estados afectivos, y demuestran
que los estados afectivos con valencia negativa preceden a la autolesión y disminuyen
después de la autolesión. Otros estudios enfatizan la excitación afectiva, y muestran
que la excitación alcanza su punto máximo antes de la autolesión y disminuye
después (por ejemplo, Haines et al., 1995). Los estudios fenomenológicos realizados
hasta ahora parecen implicar estados afectivos con valencia negativa y alta excitación,
como ansiedad, tensión e ira (Briere y Gil, 1998; Jones y cols., 1979; Kemperman y
cols., 1997), frente a estados afectivos negativos de menor excitación como tristeza,
soledad o vacío. Las investigaciones futuras deberían examinar por separado los
cambios en la valencia afectiva y el arousal que están asociados con la autolesión.
Además, los análisis deberían identi car los cambios en la valencia y la excitación que
mejor predicen la frecuencia y el curso longitudinal de la autolesión. Este enfoque
ayudará a revelar los cambios afectivos que proporcionan refuerzo para la autolesión y
fomentan que el comportamiento se convierta en habitual.

4.4. Establecer la relación causal entre los cambios afectivos


y la autolesión
La investigación debe abordar si la relación entre la autolesión y los cambios afectivos
subsiguientes es realmente causal. Brain et al. (1998), Haines et al. (1995), y Russ et al.
(1992) proporcionan evidencia intrigante de laboratorio de que los proxies de la
autolesión causan reducciones en el afecto negativo y la excitación. Deberían
desarrollarse diseños adicionales que se aproximen mejor a las condiciones que
acompañan a los episodios de autolesión. Por ejemplo, podría administrarse una tarea
frustrante antes de un sustituto de la autolesión para simular el aumento del afecto
negativo que suele preceder a la autolesión. Un retorno más rápido a la línea de base
afectiva después de la autolesión indirecta, en comparación con las tareas de control,
aportaría pruebas de que la autolesión causa reducciones en el afecto negativo y la
excitación. Los investigadores también deberían incluir a personas que no se
autolesionan en estos paradigmas. Si los proxies de autolesión reducen el afecto
negativo en los no autolesionistas así como en los autolesionistas, parecería que la
autolesión disminuye la experiencia o presencia de afecto negativo y excitación a
través de un mecanismo común (en oposición a un mecanismo exclusivo de los
autolesionistas).

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4.5. Explorar los mecanismos de regulación del afecto
La investigación debe estudiar cómo la autolesión reduce el afecto negativo y la
excitación. Existen numerosas hipótesis sobre los mecanismos psicológicos y
siológicos. Por ejemplo, la autolesión puede distraer a las personas del afecto
negativo agudo de una manera similar a cómo la distracción puede utilizarse
e cazmente para hacer frente a la depresión (Just y Alloy, 1997). Una teoría de la
regulación del afecto basada en la distracción tendría que explicar por qué métodos
de distracción menos dañinos y socialmente más aceptables como el ejercicio, las
duchas frías o llamar a un amigo no son su cientes. La autolesión también puede
considerarse una forma de autocuidado. Las personas que se autolesionan pueden ser
incapaces de calmarse a sí mismas cuando se enfrentan a emociones intensas
(Linehan, 1993). La experiencia de sentirse impotente ante las emociones negativas
puede ser frustrante y abrumadora. Algunos individuos pueden ser más capaces de
cuidar las lesiones físicas que las emocionales. Por lo tanto, autolesionarse puede
proporcionar una oportunidad tranquilizadora y grati cante de cuidar de uno mismo de
forma competente examinando, limpiando, vendando o atendiendo la herida de
cualquier otra forma.

Otras teorías hacen hincapié en los efectos biológicos de las autolesiones, como la
liberación de endor nas. Las endor nas son opioides endógenos que se liberan en
respuesta a una lesión física, actúan como analgésicos naturales e inducen
sensaciones placenteras (Hawkes, 1992; Willer, Dehen y Cambier, 1981). Algunos
especulan que la liberación de endor nas después de la autolesión puede causar los
efectos sobre el estado de ánimo que alivian el afecto negativo agudo (Favazza y
Conterio, 1988; Richardson y Zaleski, 1986). Notablemente, al menos un estudio no ha
apoyado un modelo de endor nas de la autolesión. El antagonista opiáceo naloxona
no disminuyó las mejoras en el afecto tras la realización de un proxy de autolesión, a
pesar de que la naloxona debería bloquear los efectos de las endor nas (Russ et al.,
1994). Sin embargo, estas y otras explicaciones biológicas de la autolesión deben
continuar siendo investigadas porque comprender la bioquímica de la autolesión es
esencial para entender por qué las personas se autolesionan.

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4.6. Emplear alternativas a los paradigmas retrospectivos de
autoinforme
Deben seguir utilizándose y mejorándose los métodos en tiempo real y de laboratorio
para estudiar las autolesiones. La mayoría de los estudios sobre autolesiones se han
basado en los autoinformes retrospectivos de los participantes. Aunque estos estudios
proporcionan información valiosa, su validez es discutible porque los recuerdos sobre
la autolesión pueden ser inexactos, los participantes pueden carecer de conocimiento
sobre sus motivaciones en primer lugar, y algunos individuos pueden fabricar
explicaciones que consideran socialmente más aceptables que sus verdaderas
razones. Por lo tanto, es importante llevar a cabo estudios sobre autolesiones que (a)
no dependan del autoinforme y (b) no sean retrospectivos. Algunos de los estudios de
laboratorio descritos anteriormente, que utilizan medidas siológicas de la excitación
afectiva, ofrecen alternativas valiosas a los estudios de autoinforme. Al mismo tiempo,
la validez externa de los estudios de laboratorio es limitada y es mejor considerar
estos enfoques como complementarios.

Los estudios de evaluación ecológica momentánea (ECA) son alternativas útiles a los
estudios retrospectivos. Los participantes pueden llevar registros diarios de
autolesiones y variables potencialmente relacionadas, incluyendo ideación de
autolesión, ideación suicida, estados afectivos, eventos interpersonales y otras
conductas problemáticas como atracones, purgas, consumo de sustancias, juego,
sexo impulsivo y gasto impulsivo. Este enfoque permitiría a los participantes contribuir
con descripciones en tiempo real de la fenomenología y las funciones de la autolesión,
e iluminar otros comportamientos que pueden cumplir funciones similares a la
autolesión. Algunos intrigantes estudios ECA sobre autolesiones y problemas
relacionados están en marcha (Rafaeli, Howland, & Drejet, 2005).

4.7. Ampliar la investigación a muestras comunitarias


Los investigadores deben continuar examinando las funciones de la autolesión en
muestras no clínicas, además de pacientes y forenses. La mayoría de los estudios
incluidos en la presente revisión examinan poblaciones clínicas o forenses, que son
sólo subconjuntos de la población más amplia de autolesionistas. Dado que alrededor
del 4% de los individuos de grandes poblaciones no clínicas se autolesionan (Briere &
Gil, 1998; Klonsky et al., 2003), y las tasas son aún mayores en los estudiantes
universitarios (Favazza et al., 1989; Gratz, 2001; Whitlock et al., 2006), es probable que
algunas personas que se autolesionan no estén en tratamiento y no cumplan los
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criterios para un trastorno psiquiátrico. Limitar el alcance de las investigaciones a las
poblaciones de pacientes y presos impide una comprensión completa de la autolesión
y puede oscurecer la fenomenología, las funciones y las implicaciones del tratamiento
de la autolesión. Además, la investigación en entornos comunitarios como las escuelas
secundarias puede sentar las bases para el desarrollo de intervenciones que puedan
aplicarse a nivel comunitario.

4.8. Investigar las implicaciones clínicas de las diferentes


funciones
La investigación debe explorar cómo la evaluación de las funciones de la autolesión en
los pacientes puede mejorar la conceptualización del caso y la plani cación del
tratamiento. Desafortunadamente, la tradición clínica incluye conceptos erróneos
sobre las funciones de la autolesión. Por ejemplo, muchos clínicos enfatizan las
funciones de in uencia interpersonal (Bancroft & Hawton, 1983; Gough & Hawkins,
2000), a pesar de que la presente revisión sugiere que la autolesión cumple esta
función para una minoría de autolesionistas. La investigación sobre las funciones
podría utilizarse como base para identi car subtipos de autolesionadores con
diferentes per les diagnósticos y niveles de riesgo de suicidio y otros resultados
indeseables. Por ejemplo, Nock y Prinstein (2005) descubrieron que las personas que
se autolesionan para aliviar el afecto negativo agudo se sienten más desesperanzadas
y tienen más probabilidades de haber intentado suicidarse que aquellas que identi can
otras razones para autolesionarse. Este hallazgo (especialmente si se reproduce)
sugiere que los clínicos deberían evaluar las funciones de las autolesiones de sus
pacientes y considerar tomar precauciones adicionales y elegir estrategias de
tratamiento más agresivas para los pacientes que se autolesionan para regular el
afecto negativo. La investigación adicional sobre las implicaciones diagnósticas,
pronósticas y de tratamiento de las diferentes funciones mejoraría sustancialmente la
capacidad de los profesionales de la salud mental para satisfacer las necesidades
particulares de sus pacientes.

Agradecimientos
Agradezco a Thomas F. Oltmanns, Ph.D., Eric Turkheimer, Ph.D., y Alexis Black, M. A.
sus comentarios sobre versiones anteriores de este artículo. Este trabajo fue
nanciado en parte por la subvención MH67299 del Instituto Nacional de Salud Mental
y por la O cina del Vicepresidente de Investigación de la Universidad Stony Brook.

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https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/17014942/

Klonsky E. D. (2007). The functions of deliberate self-injury: a review of the evidence.


Clinical psychology review, 27(2), 226–239. https://doi.org/10.1016/j.cpr.2006.08.002

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