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Resumen
La autolesión deliberada se de ne como la lesión intencionada y directa del tejido
corporal sin intención suicida. El presente artículo revisa la investigación empírica
sobre las funciones de la autolesión. Esta literatura incluye autoinformes de las razones
para autolesionarse, descripciones de la fenomenología de la autolesión y estudios de
laboratorio que examinan los efectos de los indicadores de autolesión en el afecto y la
excitación siológica. Los resultados de 18 estudios proporcionan pruebas
convergentes de una función de regulación del afecto. Las investigaciones indican que
(a) el afecto negativo agudo precede a la autolesión, (b) la disminución del afecto
negativo y el alivio están presentes después de la autolesión, (c) la autolesión se realiza
más a menudo con la intención de aliviar el afecto negativo, y (d) el afecto negativo y la
excitación se reducen por la realización de autolesiones en entornos de laboratorio.
Los estudios también proporcionan un fuerte apoyo a la función de autocastigo, y
pruebas modestas de las funciones de antidisociación, in uencia interpersonal,
antisuicidio, búsqueda de sensaciones y límites interpersonales. Las relaciones
conceptuales y empíricas entre las distintas funciones siguen sin estar claras. Las
investigaciones futuras deberían abordar la medición, la covariación, los correlatos
clínicos y las implicaciones terapéuticas de las diferentes funciones.
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Contenido
1. Introducción
3.4. Conclusiones de los estudios que examinan los autoinformes sobre los motivos
4.4. Establecer la relación causal entre los cambios afectivos y las autolesiones
Agradecimientos
Referencias
1. Introducción
La autolesión deliberada (a la que nos referiremos como autolesión en el resto del
documento) puede de nirse como la lesión intencionada y directa del propio tejido
corporal sin intención suicida (Herpertz, 1995; Muehlenkamp, 2005). También se han
utilizado otros nombres para referirse a este comportamiento, como automutilación
moderada por Favazza y Rosenthal (1993), autolesión deliberada por Pattison y Kahan
(1983), autolesión por Tantam y Whittaker (1992) y parasuicidio por Ogundipe (1999).
Las autolesiones se diferencian de las conductas autolesivas estereotipadas
observadas en individuos con retraso mental y de las formas graves de automutilación,
como la amputación de miembros, observadas en individuos psicóticos. Cortarse la
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piel parece ser el tipo más común de autolesión, pero otras formas incluyen quemarse,
arañarse, golpearse o golpear partes del cuerpo e interferir en la cicatrización de
heridas (Briere & Gil, 1998; Favazza & Conterio, 1989; Herpertz, 1995; Langbehn &
Pfohl, 1993).
Las autolesiones suelen aparecer por primera vez entre los 14 y los 24 años (Favazza &
Conterio, 1989; Herpertz, 1995). Las investigaciones sugieren que la forma más común
de autolesión es cortarse la piel, lo que ocurre en entre el 70 y el 97% de los individuos
que se autolesionan, seguido de golpearse o golpear (21%-44%) y quemarse
(15%-35%) (Briere y Gil, 1998; Favazza y Conterio; Herpertz; Langbehn y Pfohl, 1993;
Nijman et al., 1999; Wilkins y Coid, 1991). Muchos individuos que se autolesionan
utilizan más de un método (Favazza y Conterio; Gratz, 2001; Herpertz). Las
estimaciones del número medio de autolesiones a lo largo de la vida son variables y
van desde 3,4 (Solo et al., 1994) hasta 50 (Favazza y Conterio).
El tratamiento de los pacientes que se autolesionan presenta una serie de retos para
los terapeutas. La autolesión puede causar angustia psicológica al paciente y a sus
seres queridos, y puede provocar daños físicos que requieran tratamiento médico o
incluso lleven a la muerte. Además, los pacientes que se autolesionan pueden ser
hospitalizados en contra de su voluntad, aunque algunos profesionales de la salud
mental temen que esta intervención pueda dañar la relación terapéutica y no sea útil
para estos pacientes (Huband & Tantam, 1999).
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3.3. Consideraciones metodológicas
Se han utilizado tres enfoques metodológicos para examinar las funciones descritas
anteriormente: autoinforme de razones para autolesionarse, autoinforme de
fenomenología y estudios de laboratorio. El autoinforme de razones se re ere a
estudios en los que los autolesionadores indican sus razones o motivaciones para
autolesionarse. Para los propósitos de la presente revisión, los términos motivaciones
y razones se usan indistintamente y no se hace distinción conceptual entre ellos. En
estos estudios, se pide a los participantes que identi quen sus razones para
autolesionarse a partir de una lista de razones potenciales o, en algunos casos, que
informen de sus razones en respuesta a preguntas abiertas. Aunque las opiniones de
los participantes sobre sus motivaciones para autolesionarse pueden ofrecer una
valiosa perspectiva sobre sus funciones, este enfoque tiene importantes limitaciones.
Los informes verbales de los procesos mentales a menudo no son válidos (Nisbett y
Wilson, 1977). Los autolesionistas pueden no saber por qué se autolesionan o tener
di cultades para verbalizar las razones y ofrecer explicaciones que no son exactas.
Otros pueden fabricar explicaciones si se avergüenzan de sus verdaderas razones.
Los estudios de laboratorio ofrecen una alternativa a los diseños de autoinforme. Estos
estudios evalúan los efectos de proxies para la autolesión y se han utilizado para
evaluar la función de regulación del afecto. Por ejemplo, se pide a los autolesionadores
que visualicen cortarse o que realicen una tarea dolorosa mientras se evalúan el afecto
y la excitación afectiva con medidas siológicas y de autoinforme. Demostrar
disminuciones en el afecto negativo y la excitación cuando los participantes realizan
una proxy de autolesión, pero no tareas de control, proporcionaría pruebas de que
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autolesionarse reduce el afecto negativo. Los estudios de laboratorio no están sujetos
a las mismas limitaciones que los estudios tradicionales de autoinforme. En estos
estudios, el autoinforme de los estados afectivos es inmediato en lugar de
retrospectivo, y existe la oportunidad de utilizar medidas siológicas de la excitación
afectiva, como la conductancia cutánea y la frecuencia cardiaca, que son menos
susceptibles a la manipulación consciente. Una limitación importante de este enfoque
es que los sustitutos de la autolesión pueden tener una validez externa de ciente.
Cuestiones prácticas y éticas impiden el estudio en laboratorio de la autolesión real.
Además, los paradigmas de laboratorio no son adecuados para investigar algunas
funciones.
La Tabla 2 resume los métodos y hallazgos de los 18 estudios sobre las funciones de
la autolesión incluidos en la presente revisión. Cada estudio utilizó uno o dos de los
tres métodos descritos anteriormente. Nueve usaron sólo autoinforme de motivos,
cuatro sólo autoinforme de fenomenología, dos usaron autoinforme de motivos y
fenomenología, y tres fueron estudios de laboratorio de sustitutos de autolesión. La
discusión de estos estudios se organizará por enfoque metodológico.
Las razones consistentes con una función de regulación del afecto también son
prominentes en las muestras no límite. El setenta y seis por ciento de un grupo
heterogéneo de pacientes psiquiátricos internos seleccionó "liberar tensión" como
razón para autolesionarse, la única razón respaldada por la mayoría de la muestra
(Herpertz, 1995). En otra muestra de pacientes hospitalizados, las razones
relacionadas con la regulación del afecto (por ejemplo, "para disminuir los sentimientos
de rabia") recibieron puntuaciones sustancialmente más altas que las razones
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relacionadas con otras funciones (Osuch et al., 1999). Asimismo, en una muestra mixta
de autoagresores psiquiátricos hospitalizados y ambulatorios, el 80% apoyó la razón
"distracción de sentimientos dolorosos", el 77% "manejar el estrés", el 77% "liberar
sentimientos reprimidos" y el 75% "reducción de la tensión" (Briere y Gil, 1998). En el
único estudio sobre los motivos de autolesión en una muestra de adultos no clínicos,
los tres motivos identi cados con más frecuencia estaban relacionados con la
regulación del afecto: "para controlar su mente cuando está acelerada" (respaldado
por el 72% de la muestra), "para sentirse relajado" (65%) y "para sentirse menos
deprimido" (58%) (Favazza y Conterio, 1989).
Sin embargo, el apoyo a las razones de autocastigo fue sólo modesto en otros cinco
estudios. Por ejemplo, en una muestra de autoagresores hospitalizados, las razones
relacionadas con el "odio a sí mismo y el autocastigo" fueron apoyadas por poco más
del 10% de los participantes (Herpertz, 1995). Además, en una muestra de
adolescentes hospitalizados que se autolesionaban, sólo el 32% seleccionó la razón
"para castigarse a sí mismo" (Nock y Prinstein, 2004). En dos estudios adicionales de
pacientes psiquiátricos hospitalizados, uno en adolescentes (Kumar et al., 2004) y otro
en adultos (Osuch et al., 1999), las razones indicativas de una función de autocastigo
recibieron puntuaciones sustancialmente más bajas que las razones indicativas de una
función de regulación afectiva. Aunque no está claro por qué los motivos de
autocastigo son más prominentes en algunos estudios que en otros, investigaciones
recientes sugieren una posible explicación. En Klonsky (2006), los adultos jóvenes con
una historia de cortes en la piel cali caron las razones potenciales para autolesionarse
como primarias, secundarias o no relevantes. Aunque tanto las razones de regulación
afectiva como las de autocastigo fueron seleccionadas por la mayoría de los
participantes, las razones de regulación afectiva fueron clasi cadas abrumadoramente
como primarias y las razones de autocastigo como secundarias. El patrón
aparentemente incoherente de los hallazgos en la literatura puede re ejar que la
mayoría de los participantes se identi can con las razones de autocastigo, pero son
menos los que las consideran razones principales.
Sin embargo, otros cinco estudios que examinaron las razones antidisociación para la
autolesión encontraron menos apoyo para esta función. Por ejemplo, en Herpertz
(1995), sólo el 9% de los pacientes psiquiátricos hospitalizados que se autolesionaron
apoyaron la razón "terminación de la despersonalización". De manera similar, sólo el
7% de una muestra de mujeres hospitalizadas con trastorno límite de la personalidad
consideró que "producir sentimientos y una sensación de ser real cuando me siento
entumecida y 'fuera de contacto'" era una de sus tres razones principales para
autolesionarse (Shearer, 1994). En dos estudios de adolescentes que se autolesionan,
las razones relacionadas con una función antidisociación fueron respaldadas por
aproximadamente un tercio de los participantes (Laye-Gindhu & Schonert-Reichl,
2005; Nock & Prinstein, 2004).
Cinco estudios examinaron las razones que sugieren una función de búsqueda de
sensaciones. Todos encontraron pruebas modestas de esta función. Por ejemplo, sólo
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el 5% de las mujeres con trastorno límite de la personalidad consideraron
"proporcionar una sensación de excitación o estimulación que se siente estimulante"
como una de sus tres razones principales para autolesionarse (Shearer, 1994). Del
mismo modo, en un estudio que examinó seis motivaciones para autolesionarse en
pacientes psiquiátricos hospitalizados, las razones de búsqueda de sensaciones (p.
ej., "experimentar un 'subidón' que se siente como un subidón de drogas") fueron las
menos respaldadas (Osuch et al., 1999). Los estudios sobre adolescentes arrojaron
resultados similares. Poco más del 10% de los autoagresores adolescentes de una
población no clínica apoyaron la razón "pensé que sería divertido" (Laye-Gindhu y
Schonert-Reichl, 2005), y menos del 10% de los pacientes psiquiátricos adolescentes
seleccionaron la razón "por excitación" (Nixon et al., 2002).
Tres estudios examinaron los motivos indicativos de una función antisuicida, y cada
estudio encontró pruebas modestas de esta función. En una muestra de mujeres con
trastorno límite de la personalidad, el motivo "para evitar que actúe por sentimientos
suicidas" recibió la séptima puntuación media más alta entre 17 motivos (Shearer,
1994). En una muestra psiquiátrica de adolescentes, poco menos de la mitad de los
participantes seleccionaron la razón "detener la ideación o los intentos
suicidas" (Nixon et al., 2002). Del mismo modo, el 41% de los adolescentes
autolesionistas de una población no clínica respaldaron la razón "me impidió
suicidarme" (Laye-Gindhu y Schonert-Reichl, 2005).
Sólo dos estudios examinaron razones que sugerían una función interpersonal-límite.
Ambos encontraron pruebas modestas de esta función. Shearer (1994) halló que la
razón "hacer algo que sólo yo controlo y que nadie más puede controlar" fue cali cada
como una de las tres razones principales para autolesionarse por el 22% de las
mujeres con trastorno límite de la personalidad. De manera similar, Briere y Gil (1998)
informaron que el 26% de los pacientes psiquiátricos respaldaron la "propiedad del
cuerpo" como una razón para autolesionarse.
En conjunto, los estudios sobre los autoinformes de los motivos para autolesionarse
arrojan resultados coherentes. La mayoría de los participantes en los 11 estudios
revisados citaron el deseo de aliviar el afecto negativo o la excitación afectiva como
motivo para autolesionarse. Además, los motivos de autocastigo fueron fuertemente
respaldados en seis estudios, y aparentes en menor medida en otros cinco. Las
razones asociadas con la antidisociación y la in uencia interpersonal fueron
identi cadas por los participantes en varios estudios, aunque generalmente por una
minoría de participantes. Sólo cinco estudios investigaron los motivos de búsqueda de
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sensaciones, tres estudios los motivos antisuicidio y dos los motivos de límites
interpersonales, y cada estudio aportó pruebas modestas de estas funciones.
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Aunque los estudios sobre la fenomenología de la autolesión abordan principalmente
una función de regulación del afecto, algunos hallazgos también tienen que ver con
otras funciones. Por ejemplo, en una muestra carcelaria de mujeres, el 26% indicó
durante una entrevista clínica que la autolesión estuvo precedida de
"despersonalización" o "desrealización" (Wilkins & Coid, 1991). Este resultado puede
sugerir que la función antidisociación es relevante para estos individuos. Sin embargo,
en otro estudio los participantes informaron que los síntomas disociativos alcanzaban
su punto máximo durante la autolesión y no antes (Kemperman et al., 1997), lo que
parece inconsistente con la idea de que la autolesión sirve para reducir los síntomas
disociativos. Además, un estudio proporciona un posible apoyo a la función de
in uencia interpersonal porque se informó que el con icto interpersonal era un
antecedente frecuente de la autolesión (Jones, Congiu, Stevenson, Strauss y Frei,
1979). Sin embargo, el estudio no evaluó si la autolesión se había utilizado para
abordar el con icto interpersonal. Por último, las pruebas de un estudio apoyaron una
función de búsqueda de sensaciones porque se informó que el aumento de
sentimientos como "feliz" y "excitado" estaban asociados con la autolesión (Laye-
Gindhu y Schonert-Reichl, 2005).
En el primer estudio que aplicó este enfoque, Haines et al. (1995) plantearon la
hipótesis de que los autolesionistas a los que se les administraban imágenes de
autolesión mostrarían aumentos en la excitación siológica y el afecto negativo
durante las etapas iniciales (que conducen al acto de autolesión), y disminuciones en
la excitación y el afecto negativo cuando se recordaba el comportamiento y sus
secuelas. No se planteó la hipótesis de que este patrón se produjera en los
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participantes de control o en los autolesionistas que imaginaban sucesos de control,
como discutir con su pareja o cortarse accidentalmente con un cuchillo de cocina. Los
participantes fueron 38 hombres pertenecientes a uno de tres grupos: 15 reclusos que
se autolesionaron con poca intención suicida, 11 reclusos que no se autolesionaron y
11 estudiantes universitarios de control sin antecedentes de autolesión o
encarcelamiento.
Seis de las siete medidas de excitación siológica mostraron el patrón predicho para
las respuestas de los autolesionadores al guión de autolesión. La excitación siológica
era alta mientras los participantes imaginaban el período de tiempo previo a la
autolesión, y se reducía sustancialmente cuando los participantes imaginaban la
autolesión y el período de tiempo posterior a la autolesión. Las medidas subjetivas
mostraron un patrón similar. Los que se autolesionaban decían sentirse más tensos,
ansiosos, enfadados, tristes y tensos antes de autolesionarse, y más relajados,
tranquilos, felices y aliviados después. Este patrón difería del observado para los
acontecimientos de control (por ejemplo, una discusión interpersonal, un accidente
con un cuchillo de cocina).
Brain, Haines y Williams (1998) utilizaron una metodología similar para estudiar a 35
autolesionadores de dos clínicas ambulatorias y a 35 participantes de control que eran
estudiantes universitarios sin antecedentes de autolesión. Surgió un patrón similar al
observado en Haines et al. (1995). Para los autolesionistas a los que se les
administraron las imágenes de autolesión, la excitación era alta antes de la autolesión
y disminuía sustancialmente después de la autolesión. Este patrón no se observó
cuando los autolesionadores imaginaron eventos de control, y no hubo diferencias
signi cativas entre las respuestas siológicas de los autolesionadores y los
participantes de control a las imágenes de control. Los resultados de ambos estudios
demuestran que autolesionarse reduce el afecto negativo y la excitación.
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En una segunda aproximación al estudio de la autolesión en el laboratorio, Russ et al.
(1992) utilizaron la prueba de presión fría como sustituto de la autolesión. La prueba de
presión en frío se utiliza a menudo en la investigación del umbral de dolor y requiere
que los participantes sumerjan las manos en agua fría (10 °C) durante un máximo de
cuatro minutos. La prueba de presión en frío puede simular la autolesión porque
requiere que los participantes realicen intencionadamente una actividad que causa
dolor físico agudo, aunque la validez externa de esta tarea para simular la autolesión
es obviamente incierta. La prueba de presión en frío se administró a 17 pacientes límite
con antecedentes de autolesión y a seis participantes de control sin antecedentes
psiquiátricos ni de autolesión. El grupo de pacientes borderline que se autolesionaban
se dividió a su vez en dos grupos, los que declararon experimentar dolor durante la
autolesión (bpd-dolor; n-6) y los que no experimentaron dolor durante la autolesión
(Bpd-sin dolor; n = 11). Inmediatamente antes y después de la administración de la
prueba de presión en frío, todos los participantes completaron medidas del estado de
ánimo, incluyendo depresión, ansiedad, ira, confusión y vigor. Todo el procedimiento
se repitió tres veces en tres días consecutivos, y las puntuaciones del estado de ánimo
se sumaron en las tres administraciones.
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3.7. Resumen de la investigación empírica sobre las
funciones de la autolesión
Se revisaron 18 estudios que examinaban siete funciones de la autolesión. La
regulación del afecto fue la única función examinada en los 18 estudios. Once estudios
examinaron el autocastigo, 10 la antidisociación, 10 la in uencia interpersonal, cinco la
búsqueda de sensaciones, tres el antisuicidio y dos los límites interpersonales. Incluso
cuando se tiene en cuenta que la regulación del afecto se examinó con más
frecuencia, los resultados fueron más fuertes para esta función. La integración de los
resultados indica que (a) el afecto negativo agudo precede a la autolesión; (b) la
disminución del afecto negativo y el alivio están presentes después de la autolesión; (c)
la mayoría de los autolesionistas identi can el deseo de aliviar el afecto negativo como
una razón para autolesionarse; y (d) la realización de proxies de autolesión en el
laboratorio conduce a reducciones en el afecto negativo y la excitación. Varios
estudios también proporcionaron pruebas sólidas de una función de autocastigo. Las
funciones de antidisociación, in uencia interpersonal, búsqueda de sensaciones,
antisuicidio y límites interpersonales recibieron un apoyo modesto. Cabe destacar que
el patrón general de los hallazgos con respecto a las siete funciones tendió a
permanecer consistente, independientemente del tipo de muestra (por ejemplo, no
clínico vs. clínico vs. forense, adulto vs. adolescente, ambulatorio vs. hospitalario,
mujeres vs. hombres).
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4.3. Aclarar los cambios afectivos asociados con la
autolesión
Los cambios en el afecto asociados con la autolesión deben examinarse con más
detalle. Algunos estudios enfatizan la valencia de los estados afectivos, y demuestran
que los estados afectivos con valencia negativa preceden a la autolesión y disminuyen
después de la autolesión. Otros estudios enfatizan la excitación afectiva, y muestran
que la excitación alcanza su punto máximo antes de la autolesión y disminuye
después (por ejemplo, Haines et al., 1995). Los estudios fenomenológicos realizados
hasta ahora parecen implicar estados afectivos con valencia negativa y alta excitación,
como ansiedad, tensión e ira (Briere y Gil, 1998; Jones y cols., 1979; Kemperman y
cols., 1997), frente a estados afectivos negativos de menor excitación como tristeza,
soledad o vacío. Las investigaciones futuras deberían examinar por separado los
cambios en la valencia afectiva y el arousal que están asociados con la autolesión.
Además, los análisis deberían identi car los cambios en la valencia y la excitación que
mejor predicen la frecuencia y el curso longitudinal de la autolesión. Este enfoque
ayudará a revelar los cambios afectivos que proporcionan refuerzo para la autolesión y
fomentan que el comportamiento se convierta en habitual.
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4.5. Explorar los mecanismos de regulación del afecto
La investigación debe estudiar cómo la autolesión reduce el afecto negativo y la
excitación. Existen numerosas hipótesis sobre los mecanismos psicológicos y
siológicos. Por ejemplo, la autolesión puede distraer a las personas del afecto
negativo agudo de una manera similar a cómo la distracción puede utilizarse
e cazmente para hacer frente a la depresión (Just y Alloy, 1997). Una teoría de la
regulación del afecto basada en la distracción tendría que explicar por qué métodos
de distracción menos dañinos y socialmente más aceptables como el ejercicio, las
duchas frías o llamar a un amigo no son su cientes. La autolesión también puede
considerarse una forma de autocuidado. Las personas que se autolesionan pueden ser
incapaces de calmarse a sí mismas cuando se enfrentan a emociones intensas
(Linehan, 1993). La experiencia de sentirse impotente ante las emociones negativas
puede ser frustrante y abrumadora. Algunos individuos pueden ser más capaces de
cuidar las lesiones físicas que las emocionales. Por lo tanto, autolesionarse puede
proporcionar una oportunidad tranquilizadora y grati cante de cuidar de uno mismo de
forma competente examinando, limpiando, vendando o atendiendo la herida de
cualquier otra forma.
Otras teorías hacen hincapié en los efectos biológicos de las autolesiones, como la
liberación de endor nas. Las endor nas son opioides endógenos que se liberan en
respuesta a una lesión física, actúan como analgésicos naturales e inducen
sensaciones placenteras (Hawkes, 1992; Willer, Dehen y Cambier, 1981). Algunos
especulan que la liberación de endor nas después de la autolesión puede causar los
efectos sobre el estado de ánimo que alivian el afecto negativo agudo (Favazza y
Conterio, 1988; Richardson y Zaleski, 1986). Notablemente, al menos un estudio no ha
apoyado un modelo de endor nas de la autolesión. El antagonista opiáceo naloxona
no disminuyó las mejoras en el afecto tras la realización de un proxy de autolesión, a
pesar de que la naloxona debería bloquear los efectos de las endor nas (Russ et al.,
1994). Sin embargo, estas y otras explicaciones biológicas de la autolesión deben
continuar siendo investigadas porque comprender la bioquímica de la autolesión es
esencial para entender por qué las personas se autolesionan.
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4.6. Emplear alternativas a los paradigmas retrospectivos de
autoinforme
Deben seguir utilizándose y mejorándose los métodos en tiempo real y de laboratorio
para estudiar las autolesiones. La mayoría de los estudios sobre autolesiones se han
basado en los autoinformes retrospectivos de los participantes. Aunque estos estudios
proporcionan información valiosa, su validez es discutible porque los recuerdos sobre
la autolesión pueden ser inexactos, los participantes pueden carecer de conocimiento
sobre sus motivaciones en primer lugar, y algunos individuos pueden fabricar
explicaciones que consideran socialmente más aceptables que sus verdaderas
razones. Por lo tanto, es importante llevar a cabo estudios sobre autolesiones que (a)
no dependan del autoinforme y (b) no sean retrospectivos. Algunos de los estudios de
laboratorio descritos anteriormente, que utilizan medidas siológicas de la excitación
afectiva, ofrecen alternativas valiosas a los estudios de autoinforme. Al mismo tiempo,
la validez externa de los estudios de laboratorio es limitada y es mejor considerar
estos enfoques como complementarios.
Los estudios de evaluación ecológica momentánea (ECA) son alternativas útiles a los
estudios retrospectivos. Los participantes pueden llevar registros diarios de
autolesiones y variables potencialmente relacionadas, incluyendo ideación de
autolesión, ideación suicida, estados afectivos, eventos interpersonales y otras
conductas problemáticas como atracones, purgas, consumo de sustancias, juego,
sexo impulsivo y gasto impulsivo. Este enfoque permitiría a los participantes contribuir
con descripciones en tiempo real de la fenomenología y las funciones de la autolesión,
e iluminar otros comportamientos que pueden cumplir funciones similares a la
autolesión. Algunos intrigantes estudios ECA sobre autolesiones y problemas
relacionados están en marcha (Rafaeli, Howland, & Drejet, 2005).
Agradecimientos
Agradezco a Thomas F. Oltmanns, Ph.D., Eric Turkheimer, Ph.D., y Alexis Black, M. A.
sus comentarios sobre versiones anteriores de este artículo. Este trabajo fue
nanciado en parte por la subvención MH67299 del Instituto Nacional de Salud Mental
y por la O cina del Vicepresidente de Investigación de la Universidad Stony Brook.
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https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/17014942/