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Estudio preliminar y
notas: 3rauiio Arenas

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BIBLIOTECA BASICA UNIVERSAL


CENTRO EDITOR DE AMERICA LATINA

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ÍNDICE
I
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INTRODUCCIÓN

I. Aventura
Lo que soñaba Kriemhilde ..................................................... I
II. Aventura
De Siegfried ........................................................................... 3
III. Aventura
Cómo Siegfried llegó a Worms .............................................. 6
IV. Aventura
Cómo Siegfried luchó contra los Sajones............................... 15
V. Aventura
Cómo Siegfried vio a Kriemhild por primera vez ... 28
VI. Aventura
Cómo Gunther viajó al Iseland por Brunhild...............................34
Vil. Aventura
Cómo Gunther ganó a Brunhilde ........................................ 41
VIH. Aventura
Cómo Siegfried viajó hacia el País 'de los Nibeiun-. gos ............. 50
IX. Aventura
Cómo mandaron a Siegfried hacia Worms ......... 55
X. Aventura
Cómo Gunther se casó con Brunhild .................................. 60
XI. Aventura
Cómo Siegfried regresaba con su esposa a su País ... 71
XII. Aventura
Cómo Gunther invitó a Siegfried para el banquete de la Corte. 75
XIII. Aventura
Cómo viajaban a las fiestas de la Córte ................................. 80

2
4
9
Versión castellana de Braulio
Arenas.
V
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ESTUDIO PRELIMINAR

El hecho histórico
En el mes de mayo del año 77.8 las huestes de Cariomag-
no, con el propio emperador a ia cabeza, atraviesan ios Pirineos
para emprender ta conquista de España y, ai mismo tiempo,
para conseguir ia expulsión de ios invasores musulmanes del
territorio ibérico.
Los preparativos militares para esta aparentemente fácil
expedición habían comenzado ei año anterior, casi desde el
momento de ia aparición de una embajada árabe en la corte del
monarca francés, comitiva, ésta destinada a explicarte a
Carlomagno las ventajas que se obtendrían llevando a cabo una
empresa semejante.
Esta embajada estaba presidida por el propio Suiei- mán-
ibn-ai Axabí, gobemador(walí)de Zaragoza.
Mas, para entender los motivos de esta representación
sarracena ante el poderoso monarca de Occidente (solicitán-
dole su intervención en contra de sus propios hermanos de'
raza), es preciso retroceder en el tiempo y señalar que ia
dinastía de los omeyas, reinante en Damasco, había ádo
derrocada por los descendientes de un primo de Maltona,
llamado Aobas.
La persecución emprendida por estos partidarios de Ahbas
(los abastes o abásidas) fue todo lo sangrienta que cabe
imaginar, y los principales jefes de la dinastía destronada fios
omeyas) fueron eliminados sistemáticamente.

I
Entre los escasísimos caudillos omeyas que lograron
escapar a la matanza-se contaba Abd-er-Rahman, un nieto del
calilla Hixem.
Dicho jefe fue a buscar refugio en tierras españolas, seguido
por sus partidarios, y consiguió apoderarse de
Córdoba,'ocupando el emirato de aquella ciudad.
Una vez que hubo sentado sus reales en te plaza cordobesa,
Rahman ejercitó el poder tan despóticamente en contra de los
abásidas de España que, según dicen, estos sarracenos preferían
unirse a los cristianos antes que someterse a los usurpadores de
reciente cuño.
Frente a tal estado de cosas, Suleimán, ei wslí de Zaragoza,
decidió declararse independiente, un gesto que provocó la
consiguiente ira de Rahman, quien dispuso apoderarse a sangre
y fuego deja ciudad cesaragustana, enviando, para ei efecto., un
importante contingente de tropas en contra del reducto del
walí.
Sin embargo, ei abásida rebelde se defendió con denuedo
(pues en algo le iba la existencia), logró romper el cerco
establecido en tomo de la plaza, consiguió derrotar a las
huestes enemigas y hasta tuvo la fortuna áe aprisionar al oficial
que las comandaba.
Pero, con todo, él echó rápidamente sus cuentas, conclu-
yendo que ei suyo era un triunfo parcial y pasajero en contra
dei omeya cordobés, y por tal razón decidió emprender, con no
poco apresuramiento, un verdadero peregrinaje hasta
Paderbom, para solicitar (o mejor, para implorar) la protección
dei poderoso monarca franco. .
Precisamente por ese año, 777, ei sueño de Carlomagno, en
orden a unificar la Europa bajo su mandato, se había cumplido
en gran medida, y las fronteras de su imperio se adentraban
hasta el corazón mismo del territorio de los sajones, éstos, por
definición, sus más irreductibles enemigos.
Los sajones que. tan ardorosamente habían defendido el

I
I
suelo nativo -acaso como ios lombardos el suyo-, enviaban ahora
una embajada para significar su sometimiento al magno
emperador de la barba florida, la que arribaba a Paderbom casi
justamente cuando ¡legaba aquella otra de los musulmanes.
¡Dos embajadas al mismo tiempo, las dos provenientes de
los extremos del arco europeo y ¡as dos rindiendo pleitesía al
ardoroso guerrero!
Carlomagno debe haber escuchado con una atención suma
las proposiciones transmitidas por el walí Suleimán, sin dejar de
recordar, durante la entrevista, el ri^o historial bélico en contra
de los sarracenos conservado en su familia.
Este historial tenía larga data, pues comenzaba con Carlos
Marte!, quien libró *al suelo francés de la invasión de los papaos,
derrotándolos en la batalla de Tours (en ei año 723), y proseguía
con Pipino el Breve, quien completó la obra al.obligarlos a
trasponer ios Pirineos.
Pues bien, estos mismísimos enemigos suyos —y, por
añadidura, de toda la Cristiandad- llegaban hasta la sede de
Paderbom, muy cabizbajos y contritos, para implorar su socorro,
y aparecían exactamente en la hora en que él detentaba el
máximo poder europeo (en una equivalencia muy aproximada a
la de un césar romano), y lo hacían, además, para confesar la
debilidad y la desunión que reinaban en el campo sarraceno,
solicitándole que interviniese y llevase sus ejércitos a la comarca
hispánica: todo- lo cual significaba a las claras —así por lo menos
lo concebiría Carlomagno estratégicamente — entregarle una
victoria sin ei riesgo de una batalla.
Todavía más, aparte de las numerosas huestes que él podría
convocar en pos dei flamear de sus gonfalones, esos pueblos
cristianos de España (tan escasos años avasallados por los
secuaces de iMahoma) tendrían necesariamente que alzarse en
contra de los recientes enemigos de su religión y

ni
1
de su suelo, apenas el invicto emperador asomase, como un | sol, por
los buenos desfiladeros de Cize. ^ ^ |
Animado por estas consideraciones, además del estímulo i
de anexar nuevas tierras a su imperio, para llegar a „onsti |
tuir bajo su mando una Europa homogénea {imperio que, §
entre paréntesis, no le sobreviviría), comenzó ei rey Caries a |
preparar minuciosamente la expedición antásarracena durante el
resto del año 777 y hasta el mes de mayo dei siguiente.
-te
X finales de la primavera de 77S. Carlos reunió un gran ejército,
como jamás se había visto en tierra dp francos. Además de sus propias
huestes reclutó, o convenció j con la promesa del botín, contingentes
lombardos, burgun- dios, romanos, bávaros y godos. Dos cuerpos de ^
ejercito, mandados por sus principales nobles, atravesaron LOS pasos
de ios Pirineos: uno por ei este de ia cordillera y el otro, guiado oor él
mismo, por el oeste” (Richard Winsíon
Todo indicaba que la expedición del monarca no encontraría el
menor obstáculo en su camino: esto, por ja desunión en el campo
árabe, por la voluntad de la España cristiana de sacudirse del yugo de
sus enemigos y por 1a
formidable milicia que él comandaba. _ ;
Pero, como el hombre propone y Dios dispone, ue aquí que las
dificultades comenzaron para el emperador jiasi desde el instante
mismo que pusiera pie en tierra española.
Para empezar, y como si se .salieran con su domingo siete, los
vascones áe Navarra, lejos de recibirle con .ios ' brazos abiertos, le
opusieron tenaz resistencia, como si en vez de Carlomagno se tratara
de un sarraceno mas, y la... cristianísima ciudad de Pamplona requirió
ser sitiada y conquistada sangrientamente por las huestes francesas 1.
En seguida, tampoco fue sólo llegar y tocar la aldaba j para eme
los zaragozanos salieron a la puerta llenos ae gozo, j y portando flores,
sino que, ^ por el contrario, y esto con gran estupefacción hasta del
propio Suieimán (-el gebema- | dor), se hicieron fuertes dentro de las
murallas y manifesta- j
ron su propósito inquebrantable de oorabatir a los presuntos
libertadores.
¿Qué había ocurrido?

I
V
Simplemente: durante el viaje de la embajada árabe a la ciudad de
Paderoom, Al-Husayn ben Yarda (lugarteniente de Suieimán y
hombre de su entera confianza), se había alzado con el santo y la
limosna, desconociendo ei mandato de su antiguo señor y
reclamándose como waii de Zaragoza.
Carlomagno, creyendo en una traición fraguada por ios
sarracenos -tanto omeyas como abásidas—, hizo prisionero al cuitado
ex gobernador Suieimán y puso sitio a la ciudad.
Sin embargo, tal sitio no fue coronado por la caída de Zaragoza,
sino que pronto, además de la porfiada resistencia musulmana, tuvo el
emperador noticias inquietantes de una inminente sublevación de las
siempre belicosas tribus sajonas.
A tiñes de julio del año 778, el monarca dice adiós a sus proyectos
españoles, levanta el cerco de Zaragoza y emprenr de la retirada.
Nada favorable puede contar a su haber: en vez de la anexión de
España a sus dominios, no ha conseguido de este país ni un solo
palmo de terreno; en lugar de la fácil victoria (procurada por la
división árabe), se ha encontrado con la empecinada resistencia
sarracena en Zaragoza; en cambio de la preciosa ayuda que pensaba le
prestarían los sojuzgados pueblos cristianos vio, con asombro, ei
obstinado ataque a sus tropas en Pamplona; y lejos de haber
conseguido con esta expedición consolidar su imperio, apenas deja de
estar presente, él puede entrever la amenazante inestabilidad de la
frontera del este.
Pero todavía no tocaban, fondo las adversidades, del magno rey
en su empresa española.
El 15 de agosto de dicho año 778 se hallan las tropas francas
pasando los desfiladeros pirenaicos 2, después de haber demolido los
muros de Pamplona, para que sus

V
.
habitantes no ¡es depararan una sorpresa en su retirada, tal cual se la habían deparado en su venida.
Caríomagno ha dispuesto, además, que un poderoso contingente del ejército forme la retaguardia (unos
20.000 hombres, según podemos leer en La Chanson de Rolanrf), pues no está dei todo seguro con respecto arlas
intenciones de los enemigos de distinto pelaje -moros y cristianos- que ha dejado a Sus espaldas.
Todavía más, debido a la estrechez de la garganta, las tropas imperiales tienen que avanzar por el
desfiladero de Roncesvalles en una larga y flaca fila.
Pronto la retaguardia queda aislada de! resto de los otros cuerpos del ejército y los vascones —emboscados
en las alturas de los pasos— caen sobre ella, sofocan hasta el más mínimo intento de defensa, precipitan a los
soldados francos al fondo del valle y la retaguardia queda aniquilada completamente. .
Después, las guerrillas vascas saquean la impedimenta y escapan con el botín en la oscuridad de la noche.
“En esta batalla fueron muertos Eggihardo, senescal, Anselmo, conde del palacio y Rolando, prefecto de
la .marca de Bretaña (Hruodlandus Britannici limitis pmefec- tus) con otros muchos”.
Tal leemos en la escueta noticia de Eginhardo, biógrafo del emperador, escribiendo medio siglo después del
acontecimiento, hacia el año 830, y que es ia única y escasa constancia que tenemos de la muerte de Rolando, el
héroe de la canción de gesta que ahora nos preocupa.
Se advierte en el biógrafo, por otra parte, dentro de la parquedad de su. informe, el deseo de recargar con
suficientes penumbras el contraste sufrido por la retaguardia franca, contraste para el cual encuentra la disculpa
de la perfidia vasca (wasconicam perfidiarri), dei pesado armamento que empleaban los paladines y sus
compañeros, de su desventa-

6
I
josa posición en la garganta pireneica y hasta de la noche queje
venía encima 3
En efecto, no era como para realzar tal derrota (“ ¡mala -
la vistes, franceses, la caza de Roncesvalles! ”), después del
fracaso del emperador en el suelo hispánico, sino que había fine
pasar, como por sobre brasas, por esta parte de. su | biografía.
i ¿Y qué papel representaban los sarracenos en esta
aventura que pareciera consagrarse únicamente a consignar la
perfidia de los guerrilleros vascos?
¿Por qué en la Cnanson de Roland (es decir, en la Canción
destinada a amplificar tal acontecimiento) desaparecen estos
escurridizos guerrilleros y emergen como principales actores los
musulmanes?
.Antes que nada, parece ser que en la batalla del 15
de .agosto del año 778 pudieron luchar al lado de los cristianos
algunas tropas mahometanas. Por lo menos, en anales árabes se
hace referencia a la participación de dos hijos de nuestro
conocido gobernador Suleimán, los que libertaron a su padre
(aseguran estas fuentes) del poder de los francos, pues el walí de
Zaragoza caminaba prisionero a Francia por orden ei emperador
Carlomagno como presunto traidor4.
Añadamos, tai remoquete de traidor íe venia-al infortunado
gobernante por haber instado ¿1 magno rey a invadir la tierra
hispánica, con tan negativo resultado.
Ahora bien, la Chmson de Roland, creando su personal
interpretación del desastre de Roncesvalles (porque desastre
fue, y de ios mayúsculos) no podía permitir que fueran
cristianos, aunque pérfidos, ios causantes de la derrota de otros
cristianos, sino que estos enemigos tenían que ser musulmanes,
y musulmanes fueron.
Con todo —y a pesar de ¡os deseos del biógrafo Eginhar- do
de pasar lo más rápidamente posible por encima de este triste
episodio de las armas francesas—, el aniquilamiento de ¡a
retaguardia franca debe haber herido muy hondo la

Vil
sensibilidad de los pueblos, conservando éstos no sólo la memoria de
los hechos .acaecidos, sino también el registro onomástico de sus
principales guerreros.
Es así como el-anónimo redactor de la Vita Hludovici, del año
840 aproximadamente (escrita bajo ei seudónimo del Astrónomo
Lemosín), señala que se abstiene de poner los nombres de los que
murieron en Roíicesvailes por ser demasiado conocidos: Quorum,
quis vulgata sunt, nomina dicere supsrsedi.
. Como se ve, este recuerdo estaba todavía presente a unos sesenta
años de haberse producido el hecho histórico„pero, andando los días,
no todos los nombres de los guerreros muertos serán rememorados.
Sólo uno quedará misteriosamente adherido a ia memoria poética
del pueblo: el nombre de Rolando, prefecto de la marca de Bretaña.
¿Por qué este nombre precisamente, y por qué no el del senescal
Eggihardus o ei del conde Anselmus, tan nobles como el prefecto y
muertos como él de la misma muerte en el desfiladero de
Roncesvalles?
¿Sería que, en algún modo, el primitivo redactor de la Ckanson de
Roland. estaba unido ai territorio del que el famoso paladín era
prefecto?
La explicación acaso no la tendremos nunca, del mismo modo que
nunca se logrará entender la manera oscura, retorcida o arbitraria que
induce a la leyenda para ir decantando sus materiales.
. Dice Gastón Bachelard que en el interior de antiguos violines es
posible encontrar residuos de madera que el propio instrumento ha
ido desprendiendo de su caja, como si el violín pudiera tener
conciencia de la opacidad física de la madera y desprendiera de sí
aquellas partes que le impiden obtener su sonido más puro.
La imaginación colectiva del medievo, aquella que va a
transformar en leyenda el hecho histórico de Roncesvalles,

VIH
¿no iría a proceder en una forma parecida a la del mágico violín,
eliminando aquellos acontecimientos y personas que
entorpecieran su más clara y perfecta resonancia?
En todo caso, y sea lo que fuere," lo cierto es que Rolando, el
paladín, después de doce siglos de ese día fatal en que muriera,
aún mantiene su viviente personalidad, y el sonido de su cuerno
todavía se expande por todos los desfiladeros del mundo.

Las dos leyendas


Primeramente fue el hecho histórico. En seguida fue la
leyenda. Después, la canción de gesta.
Primeramente fue Roncesvalles.
En seguida fue el comentario y la amplificación (comenzando
por ios lombardos, burgundios, bávaros, godos y otros pueblos que
acompañaron a Cario magno en su aventura española, y quienes
esparcieron a los cuatro vientos las nuevas del desastre y las
entretejieron, interpretaron e interpolaron a su manera).
Después fue el traslado de toda esa masa de acontecimientos
reales y de sucesos fingidos a una totalidad organizada. '
Desde muy temprano, siguiendo los cursos cambiantes de la
leyenda, uño de los héroes de la jomada, Rolando, se ha
independizado de sus restantes compañeros, los ha opacado y los
ha hecho desaparecer: Eggihardo, prepósito de la mesa del
emperador, y Anselmo, el conde palatino,a la cabeza de ellos.
En cuanto a Hruodlandus, el Rolando del Poema, su existencia
real está apoyada no sólo en el texto de Eginhar- do —en ei cual
se le designa como prefecto de la marca de Bretaña y como uno de
ios nobles muertos en Roncesva- íles-, sino que también aparece
registrado su nombre en

I
X
• • • • • • • • •

unas monedas carclingias anteriores al año 781, y asimismo se


le ve llamado para saber de un proceso entre el abad
Gunderland y el rhingrave Heimeric (entre los años 772 y 774).
Pero si del prefecto de. la marca de Bretaña tenemos algunos
datos biográficos, aunque muy delgados, ¿qué decir de ese
extrañísimo y desconcertante Oliveros, brotado tan
abruptamente de quizá qué fabuiación popular e introducido
así, de rompe y rasga, en la historia que este pueblo compusiera,
para compartir los quebrantos de Roncesvailes con su camarada
de carne y hueso?
Oliveros, olivo: la asociación de ideas es inmediata.
“Quien inventó este nombre sin duda pensó en el olivo ;
como árbol de Minerva, símbolo de la sabiduría y del i espíritu de
la mesura, virtudes tan propias del héroe Oliver,
) el sage contrapuesto al desmesurado Rolant, el proz” (Martín
de Riquer).
- Si no podemos saber con exactitud cuándo tan diferentes
personalidades se reúnen, Roldán y Oliveros, cuándo se enlaza
la historia con la leyenda y el arrojo con la prudencia, tenemos
sí el testimonio cierto de que esta relación entre ambos es de
antigua data.
Unos Rolandus y Oliverius aparecen firmando un tesía-
- mentó en Lérins (AlpeSnMaritimes), entre 102ófy 1069,
y
en un documento más anterior aún —una donación hecha, en
Brioude (Haute-Loire), hacia SQ11- otros Oliverius y Rotlandus
tesiiflcan la entrega. 1
Sin embargo, no para ahí tal recuento onomástico, pues,
gracias al feliz descubrimiento de Dámaso Alonso (De los siglos
oscuros al de oro), conocemos ahora la llamada Nota
Emilianense, una hoja de pergamino escrita con letras
visigóticas y de la décima centuria aproximadamente (según
opinión de Manuel Gómez Moreno y Agustín Millares).
“La Nota en la hoja que yo tenía en la mano parecía representar
una huella más antigua que la Chanscn de

X
Roland, de la leyenda contenida en ese poema: en ella, en la Nota,
se relataba la derrota de Roncesvalles no de acuerdo con los anales
carolingios (el redactor de la Nota los conocía, sin embargo) según
los cuales son ios vascones los que caen sobre la retaguardia del
ejército de Carlomagno que regresaba a Francia; pero en la Nota
los asaltantes son, como en la Chanson de Roland, los moros. Este
solo pormenor probaba ya que yo estaba ante un antiquísimo
representante de la perdida tradición épica. Lo mismo vi que
ocurría con el hecho de que de los tres personajes que la Vita
Caroli nos dice fueron muertos en Roncesvalles, la Nota —
exactamente como pasa en la Cnanson de Roland— se olvidara de
dos para conservar sólo el glorioso de Roland. Roland, de modo
parecido a la Chanson, quedaba en la No Oí encargado de la
retaguardia y al pasar el ejárcitp por el puerto de Sicera (Cisa: en
¡a Chanson, Sizer), fue muerto por los moros en Rozabaües
(.Roncesvalles, en la Cnanson). Salvo en el hecho de ignorar la
traición de Ganelón, la Nota coincidía, en líneas generales, con la
Cnanson de Roland. No solamente la Nota parecía revelar una
tradición anterior a la Chanson y coincidente en gran parte con
ella; se podía afirmar, igualmente, que antecede a otras grandes
ramas de! tronco épico francés, porque en las primeras líneas de la
Nota se da una relación de caballeros de Carlomagno en la que
entran no séte-Gos héroes de la Chanson de Roland (Roland,
Oliver, Turpín), sino también los de otros actos épicos; el rebelde
Ogier, con la denominación de "el de la espada corta”; Guiilaume,
con su denominación épica, "el de la nariz corva” (según otras
versiones, "el de la nariz corta”); Bertrand, que pertenece al ciclo
de Guiilaume y, nótese, es uno de los caballeros que combaten en
el antiquísimo Fragmento de la Haya” (Dámaso Alonso).
De esta cantidad impresionante de noticias que nos comunica
la Nota Emilianense, manuscrito del siglo X, según la estimación
de Gómez Moreno y Millares: cambio

X
I
i

X
I
I
ñas en Zaragoza, ios mismos cristianos
españoles se oponían a sus intenciones
presuntamente liberadoras, en su retirada del
suelo hispánico su importante retaguardia
(compuesta de unos 20.000 hombres según la
Chanson) era anquiiada por los vascones, y, para
sumar y seguir, perecían en el desfiladero tres
de sus más importantes jefes.
La minerva popular, aquella que nunca explora la tapicería de
las historias felices, considerando la verdadera magnitud del
desastre, tiene que haber urdido una personal explicación de la
derrota.
Por muy atendible y respetable que fuese la explicación oficial
del biógrafo Eginhardo acerca de ia estrechez del desfiladero (lo
que obligaba a las tropas imperiales a marchar en una larga
procesión), o acerca del pesado armamento de los francos, o ia
wascorticam perfidiam, no era menos cierto que éstas no eran
buenas palabras para calmar ia sensibilidad herida de todo un
puebio -o de cantidad de pueblos unidos todos por el común
interés del imperio carolingio—, sensibilidad herida por el fracaso
de la conquista de España con la consiguiente rúbrica final y
sangrienta de Roncesvalles.
Así, y acaso sin arriesgarse descabelladamente en una
interpretación, se, podría, pensar que una leyenda se ha
desarrollado (entre otras nacidas en diversos lugares), en las
márgenes mediterráneas, y mediante la cuai se crea una pareja
compuesta por el valiente, pero irreflexivo y jactancioso Rolando
y su valiente y mesurado amigo Oliveros.
Según esta tradición, será el uno: Oliven, el pntdeníe (nacido,
por lo que vemos de su onomástico, en las mismas aguas
mediterráneas que surcara en su tiempo el astuto Ulises), el que
inste al otro a llamar al emperador con el grito de su olifante, para
que acuda en auxilio de la retaguardia franca metida en ia
ratonera de Roncesvalles.
Y como explicación del desastre, será el otro (Rolando, el
impetuoso) el que se niegue a empuñar la salvadora trompa

X
II
I
arrastrando con su fatal orgullo a toda la retaguardia, y
precipitándola en el desastre último7.
Nada pues tendrían que hacer ahí, en esa leyenda, los
senescales y condes (Eggihardus y Anselmus), u otros jefes francos
tan históricos como éstos.
¿Gomo hubiera podido Rolando anteponeáe a ellos, sus
iguales, nos preguntamos nosotros, cómo podía haber tomado la
iniciativa,.cómo no acatar ei consejo de estos nobles caballeros en
orden a hacer volver a Carlomagno con la llamada de alerta del
cuerno, ya que la retaguardia toda de su ejército-estaba
comprometida?
En este sentido, la presencia de tales jefes históricos hubiera
provocado un verdadero desorden y un contrasentido en la
leyenda, y, por tanto, en ei poema.
Era indispensable que Rolando fuern el único /efe al mando
de la retaguardia, pero, al mismo tiempo, era preciso también que
estuviera junto a él un prudente Oliveros.
Este le rogaría primeramente, y por tres veces, que llamase al
emperador, para censurarle.más tarde, cuando ya la tragedia está
consumada, con estas palabras sin tapujos: 'los franceses han
muerto por vuestra ligereza".
Pero, conjuntamente con esta explicación —llamémosla
mediterránea— del desastre (motivado este desastre por el.
orgullo del paladín al negarse a tocár el olifante, sin escuchar ¿as
voces de la razón del camarada de armas), otra explicación
correría a parejas, oscuramente, con la anterior.
Según ésta, la derrota de los Pirineos tendría como causa, no
la sorpresa militar, sino la traición, la felonía de alguien.
Esta versión -esparcida por los hombres que retomaban de la
aventura española— tenía además un buen asidero.
Se sabía que un gobernador musulmán había llegado,
encabezando una embajada, hasta la ciudad de Paderbom, donde
tenía su corte ei emperador.
Se sabia cuán costosa había sido esta empresa para ias

X
I
V
armas francas, añadiéndose', además, la cauda dei aniquila-
miento de su retaguardia.
Tai gobernador mahometano, ¿acaso no llevaba consigo ei
proyecto de la traición, para provocar la mayor ruina entre los
cristianos?
¿Acaso todo lo que le insinuó ai emperador de la barba
florida, toda la facilidad que le pintó acerca de la conquista
española no envolvía ¡a felonía más grande?
Serían estas dos leyendas -andando el tiempo— las que
entrecruzarían sus líneas para que su trama reflejase, muy
borrosamente por cierto, el decorado y ios personajes del futuro
Cantar.
Una de éstas leyendas aseguraría que las huestes francas se
perdieron porque el único ¡efe de ellas: Rolando (el impetuoso, el
jactancioso, el desmesurado, el orgulloso), se negó a llamar en su
auxilio ai emperador, tocando el cuerno, a pesar de habérselo
rogado encarecidamente aquel compañero suyo: Oliveros (ei
prudente, ei sabio, el sensato, ei mesurado).
La otra.leyenda plantearía el desastre de Roncesvalles como !
a consecuencia de una traición: generada ésta en la mente de un
gobernador árabe (en una muy generalizada interpretación de la
realidad histórica) y transferida dicha traición a la cuenta de un
conde francés.

Los cantares de gesta

Varias hipótesis se han sostenido para explicar el origen de los


cantares de gesta franceses, y todas ellas, entre sí, se nos presentan
abiertamente en pugna, y no la una como consecuencia armoniosa
de la anterior.
Es Martín de Riquer, en su importante trabajo: “Los cantares
de gesta franceses"’ (Madrid, 1952), quien da cuenta de estos
aportes teóricos en un sistemático y

y
i
'
luminoso resumen, cuyo rastro trataremos desegusr en est^s
páginas.
Según la cronología establecida por el investigador español,
será Claude Fauriel el primero en afirmar que estas epopeyas del
siglo XII tendrán su cuna en composiciones cortas, cada una de
éstas remitida a un aspecto del tema general, y con una antigüedad
que puede pegar hasta los comienzos de la novena centuria.
“La epopeya francesa -explica Riquer- tal como la conocemos
y como há llegado hasta nosotros, no es más que la consecuencia
(aboutissement) de un trabajo poético iniciado tres, cuatro o cinco
siglos antes y originado bajo la impresión directa del
acontecimiento histórico. La batalla de Roncesvailes, en 778.
habría producido determinado número de cantos populares
breves, consagrado cada uno ae ellos a un hecho diverso, que se
habrían transmitido en la memoria del pueblo de generación en
generación sin escribirse, hasta que tres siglos después alguien los
ordenó, los puso'por escrito y les dio cohesión, resultando de ello
ia Chanson de Roland que conocemos. Fauriel definía toda la
epopeya antigua como la reunión y fusión en un todo regular y
complejo de cantos populares más antiguos, compuestos
aisladamente en diversos tiempos y por diversos. autores, ya que
tras los primeros, producidos inmediatamente al acontecimiento
histórico, la tradición seguía trabajando e introduciendo nuevos
elementos”. . :
¿Queda hasta ahora algún testimonio de tales cantares que,
según Fauriel, integrados fragmentariamente los unosft con ios
otros, llegaron a producir !a epopeya -única?
Poseemos, transcrito a prosa latina, un fragmento ae un
poema latino en hexámetros, vuelto a su primitiva íorma por
Konrad Hofmann y por Hermana Sucfeier, y cuya composición,
obra de unos estudiantes, se puede fechar entre los años 980 y
1030.
Este texto, conocido con el nombre de Fragmento de la

X
V
I
Haya, parece corresponder a un poema dei ciclo de Guillermo
(<Chancua de Guilleime), cuya mayor antigüedad se situaba entre
los años 1070-80.
Se conserva también una cantilena llamada de San Farón, por
encontrarse en la vida de este santo (Vita Sanen Faronis) escrita
por Hildegario, obispo de Meaux, muerto en el año 875.
Esta cantilena, ya advertida por Andrés Bello (“Obras
Completas”, Vol. VIII, Santiago de Chile, 1885), consta de ocho
versos:

De Chlotario est cartera regge Francorum,


qui ivit pugnare in gentem Saxonum:
qmm gravitar provenisset missis Saxonum,
si non fiuisset inclycus Faro de gente Burgundionum!

Quandó veniunt in terram Francorum,


Faro ubi eratprinceps, missi Saxonum instinctu
Dei traseunt per urbem Maiaorum, . ne
ínterficiantur a rege Francorum.

Son sólo estos restos venerables los que harían suponer a


algunos investigadores que ios cantares de gesta nacieron por ei
agiutinamíento de las cantilenas.
Un tanto ai margen de estas cantilenas, y por lo que a
nosotros respecta, diremos que siempre ha suscitado nuestro
interés la reiterada mención que se hace en la misma Chamen
de Roiand de un cierto tipo de canciones burlescas o de escarnio
(las que seguramente se componían por los Tiempos en que se
redactaba el Cantar), aunque no se puede saber, en la hora
presente, si tales canciones tenían atingencia o no con los
sucesos bélicos que recogen ios poemas épicos:

X
V
II
¡Que se preocupen todos de asestar recios golpes

para que una afrentosa canción no se nos cante!

Y más adelante:

¡Por tantas (ierras fueron llevadas por nosotros!x


¡Dimos cuenta de tantas batallas con su ayuda !r

No se debe cantarles una mala canción.

Y por último:

Por Dios, os mego a todos, que no emprendáis la fuga.


No nos saquen en malas canciones los valientes.

¡Son estos los pocos y poquísimos documentos y menciones


que nos quedan, todos los cuales nos dan, muy en sordina, el eco
cada vez más distante de aquellas cantilenas! •-
Imposible, añadamos,, que se pretenda sustentar una teoría
con tan mínimos despojos*.
Posteriormente, en 1865, Gastón París {Histoire poéti- que de
Charlemagne) subrayará el valor de estas cantilenas -“breves
cantos epic.olíricos de forma rápida, brusca y concisa’’- en la
formación, no más tardé del siglo X, de los cantares de gesta.
“La clase guerrera —nos dice Martín de Riquer, comentando
a París— se complacía en escucharlas en sus momentos de
descanso, las hacía ejecutar cuando se partía para el combate y las
legaba a sus hijos como un tesoro poético que mantenía el
recuerdo de trances históricos. tjLlegó un momento, en el siglo X,
en que los juglares se dedicaron a reunir las diversas cantilenas
sobre ei mismo asunto conservadas por la tradición, a vincularlas
ordenadamente en una trama original y a absorberlas en un
poema extenso y completo que es el cantar de gesta. Así, pues,
cuando la
producción de las cantilenas cesa, sigue la constitución de la
epopeya, y toda esta labor es profundamente popular, anónima,
y es realizada por gente indocta y sencilla” 9.
En oposición a esta teoría de Fauríel y de Gastón París (en
orden a que la totalidad del cantar de gesta se ha constituido
por la adición de elementos fragmentarios!. Manuel Milá y
Fontanals. en su libro: De la poesía heroíco- popular castellana,
publicado en Barcelona hace ya un siglo, señala el ejemplo
contundente de los romances castellano^ naciendo del tronco
común de una epopeya (Poema de Mió Cid) y no naciendo esta
epopeya de los romances, como lo • precisara la teoría gala.
A esta concluyente demostración del sabio maestro, se
podría agregar un ejemplo más contemporáneo, brotado de!
poema heroico: La Araucana, de Alonso de Emilia.
Este poema —que ha fundado**a Chile en poesía ^sí como
La litada y La Eneida, hicieron cón Grecia y Roma, v el Poerna
de Mío Lid y la Chanson de Roland con España v Francia-, esta
Araucana, repetimos, va a dar origen a cantidad de romances
como son los recogidos por el Romancero General' todo lo cual
viene a confirmamos en cuán arraigado es el instinto poético de
glosar y desglosar algunas situaciones dramáticas de un cantar
de gesta (como si se quisiera comentarlas eternamente), y de
subrayar aquellos momentos culminantes de la acción que más
poderosamente hayan golpeado la imaginación de ios anónimos
glosadores.
No se ha de buscar en oreves canciones semilíricas el
origen de la epopeya cuando tan a mano se tiene la explicación
del origen en las naturales propensiones narrativas d-1 hombre,
¿Como, por otra parte, estas canciones, cuyos asuntos debían ser
muy análogos (las destinadas, por ejemplo, a celebrar victorias)
y de contenido narrativo -scaso y lOrtuito, pudieron dar pie a
relatos detenidos y vanados? ¿Cómo, habiendo nacido de
inspiraciones diver-

X
I
X
•4

X
X
de ía retaguardia y se intentaba infundirles nueva vida para ¡a
edificación de los peregrinos y si ante la vista de los montes y
quebradas, y al escuchar los relatos de sus 'informadores, el poeta
no-hubiera visto resurgir ante,sus ojos a los francos caídos y no
hubiera oído morir las quejumbrosas notas del olifante de Roidán,
no tendríamos ¡a Ckanson de Roidán, y tal vez ni siquiera habría
existido ia antigua epopeya nacional francesa. En efecto, sólo un
poeta maravillosamente inspirado y suficientemente informado
podía crear los primeros cantares, que no derivan artificialmente
de fuentes.escritas, sino que brotan de una intuición poética
viviente. Como todo fruto del espíritu, el cantar de gesta depende
de determinadas causas; .pero precisamente porque estas causas
sólo pueden provocar un resultado positivo si actúan
conjuntamente sobre un sujeto determinado, cada poema es un
producto del azar o de la libertad humana y no el resultado fatal
de unas leyes naturales”.
Por su parte, Joseph Bédier va a establécer su hipótesis
diciéndonos concluyentemente que estos cantares brotan en los
siglos XI y XII, sin deber nada en su formación a poemas
fragmentarios anteriores. “Para explicar la formación de estos
poemas que tratan asuntos de materia pretérita, Bédier se impone
ei método de localizar ¡as leyendas que constituyen ei tema de ios
cantares de gesta, y para ello se dedica a estudiar, con todo detalle
y con ia más aguda perspicacia, las iglesias, santuarios y abadías,
donde se conservaran, como reliquias o como recuerdos piadosos,
tumbas de los héroes de los cantares u objetos característicos que
la tradición aseguraba que les habían pertenecido (espada,
escudos, el olifante, etc.). Una vez localizadas estas tumbas y esios
objetos venerados, Bédier pone -de relieve un hecho capitalísimo
para su tesis: todas estas iglesias, santuarios y abadías se
encuentran situados en ios caminos de peregrinaje a grandes focos
de devoción. Los cantares de

X
X
I
gesta mencionan con frecuencia los santuarios en los que se
conservan los restos o las reliquias de los héroes que cantan, y no
es raro' que invoquen como testimonio de la veracidad de sus
relatos documentos o cronicones conservados por los monjes de
aquellos mismos -santuarios. Los cantares de gesta, al producirse
en los siglos XI y XII, postulan la existencia de determinadas
personas que tuvieran un interés especial en que se divulgaran las
leyendas y las veneraciones conservadas en los santuarios. Estas
personas, son, precisamente, los monjes que habitaban-en estos
santuarios, para los cuales era de vital importancia detener frente
a su morada a. los peregrinos que transitaban por el camino y
hacerles entrar en sus capillas y postrarse ante sus altares con el
convencimiento firme de que se hallaban frente a la tumba de un
héroe de la fe o de que contemplaban su espada, su escudo su
olifante... A fin de conseguir esta popularidad de sus tradiciones y
de sus'reliquias, los monjes de los santuarios colaboraron- con los
juglares, que ai extenderse por todo el país, en fiestas, mercados,
ferias e incluso háciendo camino con los peregrinos para hacerles
más llevaderas las penalidades de la ruta, divulgaron con sus
cantares de gesta las devociones de- ¡as casas de religión que se
hallaban al paso de las grandes vías de peregrinación. Infinidad de
veces se han citado las frases con que Sédiar sintetiza, su brillante
teoría: “Au commencement était ¡a route. En tout pays, dans tous
les temps, les hommes : ont peuplé de légendes ¡es routes
vénéraoles”; “Avant la chanson de geste, la légende: légende
lócale, iégende d’égii- se; au commencement était la route,
jalonnee de sanctuai- res”. (Martín de Riquer).
No sabemos si se podrían suscribir integralmente las
afirmaciones de Bédier: según nuestro entender (bien modesto en
cualquier materia, y más en estos asuntos de erudición), en la
masa de los cuatro mil versos de la Chanson de Roland aparece
bien disminuida la mención del

22
entierro del paladín en'la igiesia'de Blaya,‘menor mención, en
rodo caso, que ¡os versos que recuerdan su amortaja- miento en
pleno campo de batalla, y menor, igualmente, que las líneas
consagradas a los funerales de la poética aunque fabulosa Alda,
en una iglesia indeterminada. ,
Asimismo, los peregrinos que caminaban en esas ásperas
romerías llevaban, en su corazón, más la apetencia de un fin
espiritual que la de un frívolo motivo turístico.
Y agreguemos: ¿a santos de qué se esforzarían los monjes de
estos santuarios y monasterios —los que se hallaban al paso de
esas grandes vías de peregrinación-, para que los romeros
entrasen a sus templos, cuando estos templos, santuarios,
iglesias y monasterios eran visita obligada en cada detención
del viaje (y más aún cuando algunos de ellos se alzaban en la
soledad del paisaje), y por qué, nos preguntamos maravillados,
pretender atraer a dichos romeros, seducirlos y alucinarlos, con
las reliquias de unos mundanales héroes, cuando ellos, ios
sacerdotes, podrían mostrarles un símbolo más alto, un símbolo
de iuminosa redención?
Considerar la Chanson de Roldan, o cualquier otra canción
de gesta, generada por un simple propósito de • propaganda (por
muy elevados que se nos aparezcan los fines .de dicha propaganda,
en orden a detener a los peregrinos en monasterios, santuarios,
templos e iglesias) se nos antoja que es desviar el interés del
Poema dé Rolando, así como otros, de su verdadero camino.
, Ahora bien, dicho lo anterior, esto no significa de modo —
alguno que no advirtamos el profundo contenido religioso de la
Chanson, así como el enlazamiento de este contenido con el
continente militar del argumento.
Sabemos que el Poema se plantea (en el aspecto religioso)
como una lucha de los cristianos contra las fuerzas
mahometanas, tal como es posible advertir (en el aspecto
militar) la pintura de la expansión europea propugnada por
uanomagno y la_ resistencia que le opusieron los sarracenos,
dueños de gran parte de la tierra española.
El poeta de ¡a Chanson de Roland ha sabido fundir, con una
sabiduría de composición que todavía nos asombra, estos dos
temas: el religioso y el militar, para proponerlos al mundo
contemporáneo suyo (sumergido éste en la aventura de las
Cruzadas) como un ejemplo del valor^espiritual y humano.
Señalemos que cantidad de interpretaciones se han tejido en
tomo al inmortal Poema, siendo escudriñado desde todas las
perspectivas posibles, sin que ninguna de sus hipótesis, por muy
ingeniosas que aparezcan, o por su respetabilidad o
documentación, vayan a poner un término al problema de su tan
misterioso nacimiento11.

El texto del cantar

El texto, de la Chanson de Roland, cuya traducción hemos


intentado .figura en ei manuscrito registrado con el número. 23,
Fondo Digby, de la Biblioteca Bodleiana de Oxford 12.
Ingresó a dicha biblioteca en ei año 1634, pero solamente fue
descubierto, por así decirlo, dos siglos más tarde, gracias a la
publicación de Francisque Michel (París, 1837).
El manuscrito de Oxford es obra de un copista anglo-
normando y el texto que este escriba nos propone es un
espécimen muy puro del francés que se hablaba y se escribía en
Inglaterra cien anos después de la conquista, hada el año 1170.
Pero es mucho antes de 2170, por lo menos medio siglo antes, que
el poeta ha escrito la Chanson de Roland12, y nada nos induce a
creer que haya vivido alguna vez en Inglaterra, como su copista.
El texto de Oxford aparece, pues, desde la primera ojeada, como
una tardía trasposición en francés insular de una obra escrita
primeramente en otro idioma. Si por otra parte se' considera que,
en el curso de una transmisión larga y sin dada accidentada,
muchos copistas y muchos revisores han podido modificar uno

X
XI
V
después de otro, según la libre manera de esos tiempos, las
lecciones primitivas, nos sentimos arrastrados a suponer que una
digresión más o menos grande, muy grande quizá, separa la copia
que tenemos ante la vista del manuscrito arquetipo, tal cual el
poeta debía escribirlo. ¿Cómo medir esta separación'’ ¿Quién era
ei poeta' ¿Un normando? ¿Un franco de Francia? ¿En qué fecha
compuso su Canción? ¿Sería hacia el año 1100 como varios (entre
ellos yo) lo sostienen? ¿Sería como lo creen otros, mucho antes de
la Cruzada, hacia el año 1080? ¿O solamente nada 1125? ¿En qué
lengua la escribió? ¿En tal dialecto de la Normandía? ¿O en tal
otro del dominio capeto? ¿O en una lengua literaria, más o menos
teñida de particularismos dialectales? Las respuestas varían,
agrupadas en diversos
sistemas”. 1

Como se podrá apreriar, por la anterior cita de Joseph Bédier,


las preguntas en tomo del misterioso manuscrito de Oxford se
acumulan, sin que hasta el momento hayan podido ser
respondidas a satisfacción de todos, como igualmente no
satisfacen a todos las múltiples hipótesis que se han formulado en
tomo del documento, ni mucho menos las hipótesis surgidas de
las hipótesis primeras, í Más reciente en data- que el manuscrito
de Oxford, contamos también con otra redacción de este Poema,
es el conocido como manuscrito IV del Fondo r ranees de la
Biblioteca de San Marcos de Venecia. Este texto pertenece a la
decimocuarta centuria, y consta de 6.012 versos, es decir, tiene dos
mil líneas más que el texto angionorman- do, al cual amplifica con
sucesivas empresas del emperador.
También existen otros textos refundidos de la C/umson,
pertenecientes a los siglos XII y XIII, conocidos como los
Roncevaux, así como diversas traducciones y adaptaciones,

X
X
V
canto asonantes como consonantes, y hasta se puede encontrar
una prosificación en idioma noruego.
Volvamos a nuestro Poema y a una de sus principales
interrogaciones: ¿existe algún indicio para saber la fecha, en lo
posible aproximada, de su composición?
Esto no podría ser respondido de un directo modo, sino por
¡a vía de sus elementos excluyen tes, y así, gracias a una
profunda y sagaz deducción de Martín de Riquer sabemos
cuándo no pudo ser escrita !a Cnanson de Roland, por lo menos
en la versión de Oxford que conocemos: tai fecha no podría ser,
en ningún caso, anterior al año 1086.
.Eí investigador español apoya su razonamiento en. si hecho
de que en ¡a Chaman por cinco veces se hace re- referencia a los
camellos’(vs. 31, 129, 184, 645 y 847) y por dos veces a los
tambores (vs. 852 y 3137).
Ahora bien, en la batalla de Zalaca (librada cerca de
Badajoz, en octubre del año 1086, entre las tropas-de Alfonso VI
y-los almorávides), las huestes cristianas fueron derrotadas
debido, especialmente, al desconcierto' que se produjo en eilas
“ante la extraña figura y los singulares gritos de los camellos que
traían los infieles. En esta batalla, además, sobrecogió a ¡os
cristianos el atronador.redoble de los grandes tambores
almorávides, instrumen tos jamás oídos antes en las milicias de
España,, como lo hace notar Menéndez Pida!. En resumen, la
primera vez: que los cristianos tuvieron idea de los camellos
utilizados por los árabes y oyeron el bélico redoble del
tambor,’fue en la batalla de Zalaca, y ambas cosas acababan de
llegar a España importadas por los almorávides invasores. El
texto conservado de ¡a Chaman de Roland . desde eí momento
que hace figurar camellos y tambores en poder de los sarracenos
de España, ha de haber sido escrito, necesariamente, en fecha
posterior a octubre de 1086. Las noticias de la batalla de Zalaca
llegaron pronto más allá de los Pirineos, pues Alfonso VI
solicitó el auxilio de la Cristian
dad y en seguida tuvo a su ladu a muchos señores franceses,
entre eilos el duque Eudes de Sorgoña. oreo, pues. que. mientras
no se demuestre que ios cristianos pudieron tener noticias de
camellos y tambores antes de ¡a acción de Zalaca. hay que
conceder que ía Chamen de Roland es posterior al año 1086".
Hasta aquí la comunicación del catedrático español: en
realidad, no se sabe que antes de esa recha se humera escuchado
el redoble de tambores en suelo europeo.
A este rescecto. es conveniente tener en cuenta la
información suministrada por el Poema de Mío Cid:

en ¡a ueste de los moros los acamares sonando:


a maravilla lo avien mucho dessos cr.sñanos,
ca nunca lo vieron, ca nuevos son llegtulos.

Asimismo, no se sabe tampoco de la presencia de camellos


antes de la fecha indicada por Riquer.
Ahora bien, y tampoco sin ia menor inzsnctón de pretender
fechar el escurridizo Poema, no nos ha dejado de llamar
poderosamente la atención, al llegar a aquella parte dei texto en
que las huestes del magno emperador y las de! emir sarraceno se
aprestan para el decisivo como ate, la pormenorizada relación
de cada uno de los escuadrones, tanto de los diez de
Carloraagño, como ne ios treinta de Balizan, y la minuciosa
insistencia del anónimo poeta acerca de qué pueblos componían
cada división.
Preguntamos: ¿no suena esta disposición de las escuadras
por nacionalidades como la estrategia seguida en ía segunda
Cruzada, tan distinta en este aspecto a ¡a primera?
“La iniciativa de la primera Cruzada, la de 1096, partió, en
efecto, del Papa Urbano !í, pero la de la segunda (1148 ). fue del
rey de Francia Luis VIL £1 núcleo de las tropas de la primera
Cruzada, así como sus jetes militares, eran de ta región de
Flandes, Picardía y Valonia; ios de la segunda

X
X
V
II
fueron “franceses". En la primera marchaban aún todas ias
nacionaiidades abigarradamente mezcladas; en la segunda los
ejércitos están separados por naciones, no sólo con fines
estratégicos, sino también por sus sentimientos e ideas" (Klarl
Vossler: Cultura ¡' lengua de Francia, buenos Aires. 1955).
De creerse que la Chanson de Roland —en este episodio tan
fundamental- va a reflejar cabalmente la formación de tos ejércitos
de !a segunda Cruzada, tendríamos que convenir, entonces, en que
su datación debe ser posterior al año ■1148. •
Mas, reiteramos, todo esto no pasa de ser sino una simple
conjetura.
Atengámonos, más bien, al hecho cierto de que primero fue el
acontecimiento histórico; el desastre de Roncesvaües.
Atengámonos, en seguida, a la certidumbre de que tal desastre
sufrió una transmutación fabulosa, en alas de la leyenda, de la
tradición oral y hasta de las consejas que dicen las viejas detrás, del
fuego, y semejante transmutación es la que llegó, por último, a
hacer concebir la derrota por el empecinamiento de Rolando de no
querer tocar ai olifante —a pesar de las reiteradas advertencias del
prudente Oliveros—, y por la traición de un felón de marca mayor
que permitió que la zaga de Carlomagnó. quedara desamparada.
" "■
Y atengámonos, para llegar a la postrera fase de la
transmutación, al espíritu creador de un poeta,"uno solo 14, que
reunió todos los elementos dispersos de la-historia, de la leyenda,
de la tradición y de la conseja en una maravillosa unidad épica.
Precisamente es esta maravillosa unidad; es esta conjunción
maciza de la traición y del castigo, del desastre y dei triunfo
(reunidas todas estas situaciones en un solo haz); es esta escultura
solidaria en sí y en cada una de sus partes: es esta cuadrada
estructura románica, sin el menor resquicio y

X
X
VI
II
sin la menor concesión ai desorden y a la
fuga, sin nada que se contradiga o que no vaya
derecho a! desenlace de cada mna de sus cuatro
partes -ia traición, el desastre, el triunfo y el
castigo—, como asimismo al desenlace de todo el
Poema en su rectilínea unidad; es este
conjunto homogéneo, decimos, lo que nos
hace entender la Chanson de Roland como brotada
de la minerva de un solo creador.
Las fuentes del poema

“Uno de los puntos fundamentales de ia historia de las gestas


francesas consiste en determinar dónde empieza y dónde acaba la
invención en la Cnanson de Roland (se plantea Martín de Riquer);
en otros Términos, ¿qué es lo que el poeta que compuso el cantar
recogió de la tradición o de las obras escritas anteriormente y qué
es lo que éi imaginó primero?
Este ha sido el gran esfuerzo de los investigadores desde s! año
1837, en que se publicó por primera vez el manuscrito de Oxford,
gracias a la celosa diligencia de Francisque Michei, dando origen a
tantas y tantas encendidas polémicas y tesis, sin que el total de ellas
pueda responder satisfactoriamente a las interrogaciones del
erudito español,
Podemos sí saber, parcialmente, acerca de lo qué Turol- dus
recogió de la tradición, y estos datos son los que el mismo
historiador establece con su característica sagacidad.
“Antes de redactarse la Cnanson de Roland existía la tradición
que supone que el cuerpo de Roldán. fue enterrado en San Román
de Blaya. Existía la tradición'del olifante, o cuerno de guerra, que
se admiraba en San Severino de Burdeos. Ello es importante,
porque obliga a creer que este olifante era famoso por el papel
desempeñado en la batalla de Roncesvalles, elemento capital del
poema (si Roldán hubiese tañido el olifante a tiempo, los franceses
no hubieran sido derrotados en Roncesvailes)”.
En apoyo de estas palabras, Martín de Rjquer cita ios .versos
pertinentes de la Cnanson:

- Carlos llega a Burdeos Seguido de sus tropas, sobre


el altar del samo Severino. el barón el cuerno

X
X
I
X
deposita lleno de oro v mancusos: y. lo ven los
peregrinos cuando van a ese templo'.

Por mucho que ese olifante, admirado en la. iglesia sor ios
peregrinos (y por ios fieles dei lugar, añadamos),'no haya sido ei
mismo que Rolando empuñara ai ñu, cuando ya todo estaba
consumado para él y para sus hombres, io cieno es que una
tradición se había formado con respecto s dicha trompa de guerra
en relación con la batalla de Roncesvalles, y ei poeta que
compuso la Cnanson ia recoce tai cual. 3

En todo caso, mostrar un olifante aunque no fuera sino un


ersatz. del verdadero, constituye sólo un pecado venial, pues
lucidos estarían todos los museos y lugares-de peregrinación dei
pasado, presente y porvenir, si tuvieran que dar un acabado
pormenor de cada una de sus existencias.
Dei mismo modo, el bardo recoge ia referencia tradicional de!
entierro de Rolando en ia iglesia de San Román de Blaya, aunque
evitando señalar que tal sepulcro puede ser visto por los
peregrinos:

Cruza el Gironda en grandes.bajeles que allí están:


nasra Blaya ha llevado Carlos a su sobrino, ha llevado
a Oliveros, su noble compañero, y a Turpín ha
llevado, que fiie sabio y valiente.
En sarcófagos blancos hace ponerlos Carlos , y en San
Román reposan los tres bravos señores.

Sin embargo, ia tradición se que en tal iglesia estaba el sepulcro


de Rolando fue t|p persistente, que aún en una

X
X
X
fecha tan distante dei acontecimiento, como 1526, el rey
Francisco I de Francia, volviendo de su cautiverio español,. hizo
que abrieran para éi ia tumba de Roiando, ’o, más oren, la
presunta tumba dei paladín, sin que se nos diga si reconoció en
el sarcófago las osamentas del belicoso héroe.
V
Añade Riquer: ”Si el poeta hubiera inventado esta tradición,
los juglares que recitaban su obra se exponían,
constantemente,'a ser interrumpidos por alguien del público
que los desmintiera,. £1 público trances que escuchaba la
Cnanson de Roland, fuera dei aristocrático de los castillos o del
plebeyo de la calle... en modo alguno podía admuir que se
afirmara que en la iglesia de San Román de Blaya estaba ei
cuerpo de Roldan y en la de San Severino de Burdeos su
olifante, si ello ab era una creencia ya establecida”. ,
Con respecto a dichas interrupciones, pensamos quedos.
juglares que recitaban el Poema en ios aristocráticos castillos, en
las plebeyas plazas de mercado o en los inhóspitos caminos junto a
viandantes y romeros, no temían ser interpelados burlescamente
cuando se referían a los doscientos años que le atribuían a
Carlomagno (¡un emperador de menos de cuarenta! ), no temían
ser censurados cuando hacían intervenir a santos y caballeros
anteriores o posteriores a ia fecha de Roncesvalles, o injuriados y
atacados cuándo aseguraban que los nobles del imperio se habían
negado a castigar al traidor Ganelón, sin dejar, ademas, de tener
una sonrisa burlona ante el anacronismo del poeta cuando éste
hace morir ai arzobispo Turpín en la épica c contienda,
" No, no había tiempo para interrupciones. Consideramos que lá
Cnanson de Roknd prendió en el alma de esos hombres de las
Cruzadas por haberse planteado^ cgmo-un eoisodio verosímil,
como un suceso espiritualmente pesióle, 5 haciéndose perdonar,
por tanto, sus desajustes y sus despropósitos.
Nadie iría a reparar en tai o cual detalle, arrastrada el alma del
auditorio por el quebranto de los héroes en el valle de ¡as
zarzamoras; nenchido el oyante de indignación por ¡a traición
inicua; anhelante por si combate de! emperador y del emir; y
descansando tranquila la audiencia, popular o aristocrática, cuando
sabe que Carlomagne triunfad que ¡os cuatro caballos destrozan el
cuerpo del felón.
No deja de llamar la atención en la Charnon de Roland la
similitud que ofrece una serie con otra, entre las 291 en que se
acostumbra dividir el texto. Sin ser numerosas estas reiteraciones,
no impiden que se presenten como problema; “Ahora bien, señala
Riquer, en los momentos de mayor interés dramático o de más
fuerte intensidad poética, eí autor recurre al procedimiento áe
repetir en una serie lo que ha dicho en la anterior, con palabras
iguales o pareci- das, pero cambiando la rima, y en cinco ocasiones
la repetición se reitera en una tercera serie en la que vuelven a
aparecer los términos de la primera y de la segunda” . . .Y más
adelante: “Las series similares se dan, precisamente, en los
momentos culminantes del poema, cuando por el asunto o por la
belleza del pasaje, no conviene perderse ni un solo verso. Claro está
que, por lo mismo que se trata de momentos de gran importancia
argumental o artística, el poeta echó mano dé este recurso
iterativo, que es de un efecto obsesionante y obedece. a una ciara y
consciente intención embellecedora”.
Por ejemplo, la triple consulta de Maisil al traidor Canelón
(series 40,41 y 42), acerca de cuándo Carlomagno, un viejo con
doscientos años a cuestas, dejará de combatir, no nos parece de
ningún interés temático o poético como para que el autor insista
tantas veces en lo mismo, frente a su “bullicioso” auditorio. Esto
dicho sin desconocer que hay otras series concomitantes que
podrían merecer tal repetida acentuación; la petición de Oliveros a
Roldan para que éste taña el olifante (series 83, 84 y 85), entre
ellas.
xxxn
Sobre este mismo asunto, Riquer señala la opinión de Edmond
Farai (La Chanson de Roland, elude et amiysej , en la que este
erudito cree que la reiteración de las series obedece a un sentido
práctico; los juglares las repetirían para que nadie del público se
perdiera el sentido de la acción14.
Una pregunta se nos ocurre; ¿cómo sabía Turoidus que ¡os
juglares serían interrumpidos por su gárrulo contorno en tal
determinado momento (los doscientos años del emperador, por
ejemplo), como para verse obligado a anotar por escrito, hasta por-
tres veces distintas, la escena anticipada de dichas futuras
interrupciones?
Diríamos más bien que las series similares se nos presentan
como las llamadas "variantes ajedrecísticas, y por una de las cuales
debería optar el poeta, o el juglar, para la mayor eficacia del
recitado. Insistamos; ésta no es una explicación definitiva, ya que
las razones que tuviera en cuenta el poeta o el copista para reiterar
ciertos pasajes del texto permanecerán, por siempre, cerradas para
nosotros.
' Asimismo, la persistencia de las letras A 0 1, que rematan más de
la mitad de las series, se nos aparece como una indicación para el
juglar del cambio de la rima asonante, v para que emplee en la
nueva serie una modulación distinta, o, metiéndonos en más
arriesgadas suposiciones, hasta se podría pensar que tan misteriosas
letras A O I indican kt entrada de otro juglar, pensando esto en que
la Chanten es de tan larga dimensión que un solo interlocutor, a la
larga, fatigaría al auditorio. Pero, si esto fuera así, ¿cómo se
explicaría la aparición de las famosas letras A O í, cierto que
escasamente, en mitad de una serie?. ¿Como un error del escriba?
16
.
Y dentro de otro orden de ideas, cabría preguntarse: ¿cómo se
leería o se recitaría la Chansoríl
¿Toda de un tirón, pensando que su interpretación dura más de
tres horas largas, o dividida en "cuatro actos , por

X
X
X
II
I

decirlo así: el acto de la traición, el de la derrota de Roncesvailes,


el del triunfo de Carlomagno sobre e! emir Baligán y el del castigo
de! felón Gane ón. según !a división propuesta por Riauer? ! 7.
Pero, dejémonos de tantas interrogaciones. El cantar de gesta
nace amasado por an poeta y con la harina de la leyenda: de ahí
que estos despropósitos, desajustes y anacronismos, que harían
poner ja carne de gallina a un concienzudo historiador, no son
tales para las orejas de un auditorio que cree con toda su alma que
las cosas son así, tal como las oye, a semejanza del corro infantil o
popular que cree a pie juntilias, en la hora presente, que las hadas,
'tritones; gnomos, sirenas, grifos, dragones, estantiguas y duendes,
tienen permiso de libre tránsito por nuestro mundo cotidiano.
La leyenda, para este conglomerado de almas medievales,
tendría que ser más derecha y poderosa que la misma historia, del
mismo modo que la poesía, para estas almas, tendría que ser más
aceptada (o más creída) que una realidad histórica que sólo
quedaba consignada en los anaqueles de los conventos.
Se nos viene a la memoria -ai decir esto- en cómo las hijas del
Cid van a cambiar tan Lindamente de' nombre^por' e! antojo del
poeta, y en lugar de doña Cristina y' 3oña Mana, he aquí que las
tenemos onomásticamente convertidas en doña Elvira y en doña
Sol, y lo que. es más, afrentadas en Corpes, sin que el público de
los castillos o de ias plazas públicas se haya permitido interrumpir
ál juglar, admitiendo la distorsión poética de buenas a primeras.
Pero es el caso, siendo el poema tan verista^n su fondo y en
su trama general, fluyendo todos sus episodios por entre
personajes que realmente han existido y que han vivido poco más
o menos como ei poema dice, no obstante, en la parte referente a
dichos matrimonios es donde nos

34
1

XX
XV
Por la simple lectura de la Chanson de Ruland no queda en
nuestro. ánimo la menor'duda acerca de !a Cantidad
impresionante de sarracenos ultimados por Roldan y Oliveros,
comprendidos los muertos v heridos por el arzobispo; de los
buenos vasallos con que cuenta el emperador y de ia excelente
opinión que de esté monarca en todas partes se tiene, de ¡os jueces
que Carlomagno mandó buscar para el proceso de Canelón; y por
último, de que él, el poeta, ha dado una interpretación personal de
esas presuntas crónicas.
Si se examinan estas afirmaciones al revés y al derecho,
ninguna de ellas se demostrará de una imnortancia tai que obligue
al poeta a solicitar el testimonio de altas y autorizadas fuentes para
apoyar sus afirmaciones.
Lo que sí nos hubiera agradado saber es en qué fuentes se
consigna que Rolando era sobrino del emperador 18, en qué otras
que la hermana del rey, Gisía (religiosa desde sus más tiernos
anos, según sabemos por la historia), fue casada con el traidor
Canelón, y madre de Rolando por sus primeras nupcias.
También nos agradaría que esas fuentes nos hubieran
aciarado ios siete años que Cariomagno permaneció en tierra
española, la altura de Zaragoza sobre la montaña, o la mención
histórica que asevera que Turpín murió en Ronces- valles, y no
diez años después al frente de su arzobispado'.
Y, por último, ¿de qué fuentes sacó Turoldus a este misterioso
Oliveros, armado de punta en blanco, y no menos sensato que
valiente?
Nada de esto nos lo dice, y todo lo que Turoldus afirma -
apoyándose en esa pretendida autoridad de biografías y
documentos, de crónicas y breves, de historias y gestas- nos
parece, si no anodino, por lo menos posible de creerle bajo su sola
palabra de poeta, sin necesidad de tantas autoridades, más propias
de ia oficina de un notario.
Consideramos, por tanto, que nada autoriza para suponer la
existencia de tales documentos testimoniales, pero sí
se puede pensar que Turoldus echa mano de semejantes retóricas
como de un recurso literario, tai.cual lo vetemos en forma mas
abundante, andando el tiempo, en ios libros de caballerías, todos
los cuates se muestran empeñosos en exhibir una intrincada
genealogía caidea o babilónica.
Consideramos que ia Chansort de Rolaid sigue siendo una de
las más admirables joyas de la poesía que se hayan entregado a ia
humanidad, un diamante cuya venerable antigüedad de ocho
siglos no lo ha agostado, sino que le ha comunicado un nuevo
poder para que hasta e! presente siga irradiando su resplandor-
poético sobre los hombres.
Podrá tenerse la certeza -o la duda— de.que hubo copias v

XXX
VI
copias anteriores al manuscrito de Oxforn, así como redacciones y
variantes múltiples, además de las conocidas, que no han llegado
hasta nosotros, o que. por lo menos, no han sido descubiertas
todavía; podrá afirmarse, o negarse, que el poeta se apoyó para
escribir su cantar en biografías y documentos, en crónicas y
breves, en historias y gestas, podrá sostenerse que Turoldus (quien
suscribe el expücit) es solamente un modesto escriba o es
Turoldus de Fecamp, molge y soidado de noble linaje,
contemporáneo y pariente „ Guillermo el Conquistador; se podrá
considerar la cantilena como antecesora de- ¡a. canción de gesta, o
a esta <anción como la generadora de las cantilenas; se podra
asegurar que hay concomitancias parciales deí cantar con textos
latinos y germánicos; se podrá abundar en una y otra niDÓtesis,
muchas de ellas admirables; io cierto es que -siguiendo la
añoranza de Francois Viilon- si ni siquiera sabemos dónde están
las nieves del año pasado, nunca ya podremos saber dónde se
encuentran esas damas y caballeros dei tiempo ido.
Y para tomar más evidente y más inapelable^ esta
interrogación del pasado, podríamos repetir con el infortunado
poeta francés:

XXXV
II
Mais oü est le preux Char!
emagnel>
las huestes del emir y cuando ha castigado al felón que provocó
el desastre.
Esta tan ceñida unidad del Poema verdaderamente nos causa
asombro: no hay un detalle superfiuo que pudiera interferir ia
buena marcha del relato, no hay una escena que no contribuya a
otorgarle su perfecto equilibrio20 .
De ahí que hasta aquellas descripciones de los combates —
fastidiosísimas y perfectamente eliminables, según algunos
críticos—, combates en que no se perdona la menor mención de
cada golpe, de cada herida y de cada muerte, nos párecen de una
necesidad extrema para mantener la estructura del conjunto.
En efecto, lo que con tales descripciones se quiere señalar es
el recuento elegiaco de los paladines francos que van dayendo,
así como el aniquilamiento de toda ia zaga francesa, para ir de
este modo metiendo en el ánimo del lector, o del oyente, la
sensación de la pérdida mortal.
De ahí que resulte tan emocionante ia reiteración de este
recuento por boca del emperador, ritornelo tan seme;ante ál que
nos maravilla en la balada.de Francois Vilion, en la que éste
evoca los nombres de algunos caballeros del tiempo ido.
Igualmente, las pormenofizaciones 'de tales lides (los
combates individuales de los jefes y el enfrentamiento de ambas
masas de ejército), entendemos que se justifican plenamente,
pues ellas están preparando, de abajo arriba, ia decisiva lucha
entre Carlomagno y Baligán, entre el emperador y el emir, entre
la Cristiandad y el paganismo.
También nos parece sabiamente empleado el recudo dei
diálogo, ocupando éste más de un tercio del Poema, v
comunicando al relato una sensación de tiempo presente, de
bullicioso discurrir de la voz humana por los acontecimientos y
de acentuación comentada de cada episodio 2 1.
Asimismo, llega hasta lo increíble esta ceñida unidad dei
Poema, consagrado integralmente, de la cabeza a los pies, a
> • • • • • • • • • • • • • • • 9M m • • 9 • • • • • • • • • • • • • • • • • • • •

¥
Muís oíi est le preux Charlemagne'7 las huestes del emir y cuando ha castigado al felón que provocó el desastre.
Esta tan ceñida unidad del Poema verdaderamente nos cause asombro: no hay un detalle
superfluo que pudiera interferir la buena marcha del relato, no hay una escena que no
Los personajes contribuya a otorgarle su perfecto equilibrio20.
De ahí que hasta aquellas descripciones de los combates —fastidiosísimas y perfectamente
Henos aquí repasando las páginas de la ChansQn de Roiand. y antes que nada nos suena a
eliminabies, según algunos críticos—, combates en que no se perdona la menor mención de cada
cosa maravillosa la unidad tota! de que hace gala el poema.
golpe, de cada herida y de cada muerte, nos párecen de una necesidad extrema para mantener la
¿Cómo es posible —nos preguntamos— que un poeta medieval i l haya logrado ver
estructura del conjunto.
claro en medio de las entrecruzadas tradiciones carolingias que, en su tiempo, todavía
En efecto, lo que con tales descripciones se quiere señalar es el recuento elegiaco de los
mantenían el recuerdo y el esplendor latente de 'as glorias pasadas?
paladines francos que van cayendo, así como el aniquilamiento de toda la zaga francesa, para ir
Estas leyendas seguramente no sólo tocaban al desfiladero de Roncesvailes y a ios doce
de este modo metiendo en el ánimo del lector, o del oyente, la sensación de la pérdida mortal.
paladines, sino que irían hasta desglosar, una a úna, las empresas del emperador de la barba De ahí que resulte tan emocionante ía reiteración de este recuento por boca del emperador,
florida. ritornelo tan semejante ál que nos maravilla en la balada.de Francoís Vilion, en la que éste evoca
Pues bien, ese poeta: (Turoldus o quien quiera que ese creador haya sido) supo adentrarse los nombres de algunos caballeros del tiempo ido.
hasta el corazón de dichas tradiciones y leyendas, para aprovechar de ellas los elementos que le Igualmente, las pormenorizaciones 'de tales lides (los combates individuales de los jefes y el
permitirían redondear su Canción, elir ■- pando todos los otros materiales, por .muy seductores enfrentamiento de ambas masas de ejército), entendemos que se justifican plenamente, pues
que estos fueran, pero que sólo contribuirían a' desordenar si estructura de la obra 2 9. : eiias están preparando, de abajo arriba, la decisiva lucha entre Cariomagno y Baligán, entre el
Turoldus torna te .arción desde su comienzo -de-ie su verdadero comienzo según su genio- . emperador y el emir, entre la Cristiandad y el paganismo.
desde eJ-smommto que Cariomagno decide retamar a la dulce Frartce. - conven-: cido por el También nos parece sabiamente empleado el reor.o del diálogo, ocupando ésre más de un
zalamero mensaje dei sarraceno Marsil, tercio del Poema, y comunicando al relato una sensación de tiempo presente, de bullicioso
Toma la acción desde su verdadero comienzo, décimos, para ir a rematarla en el momento discurrir de la voz humana por los acontecimientos y de acentuación comentada de cada
justo, cuando esta acción sabiamente manejada por él debe terminar, después de haber pasado episodio2 1.
por sus sucesivos episodios: cuando la traición fia sido consumada, cuando ios paladines han Asimismo, llega hasta lo increíble esta ceñida unidad del Poema, consagrado integralmente,
muerto en los Pirineos, cuando el emperador los ha vengado derrotando a de k cabeza a los pies, a

XXXVHI i
poetas, o escribas. Per .Abbat y Turoldus, se encargan de poner de relieve, ei uno al principio de la obra:

I
de las sos ojos tan fuertemientre llorando y el

otro al final de la suya:

sus ojos vierten llanto, mesa su barba blanca


rasgo de extrema sensibilidad medieval y que equilibra toda la
consignar un “episodio” bélico: la traición primero; el I rudeza de esos soldados del combate absoluto.
desastre de Roncesvalles después; en seguida el castigo cié 1 Vienen en seguida, en este repertorio de personajes, Rolando
ios moros participantes en tal acción guerrera y el aniquila- i y Oliveros, ¿cómo se podrían separar estos hermanos gemelos,
miento de las tropas del emir; y por último, el juicio y el I estos Dióscuros de tan contradictoria personalidad y tan
condigno castigo del traidor. ' .J imprescindibles el uno al otro?
Si intentáramos una comparación, diríamos que muy | Oliveros, desde lo alto de una colina, observa a las huestes
f
distinto se nos presenta el Poema de Mió Cid2 2, con su dispersión en paganas que se aproximan: son tan numerosos los escalones
escenas civiles (por llamarlas así), en 'oposi- sarracenos que ei aguerrido noble ni siquiera puede contarlos.
ción a la unidad de las acciones bélicas que caracterizan al > Desciende del otero y comunica las nuevas a Roldán, el jefe de la
poema francés. i retaguardia de Carlomagno, rogándole que haga sonar el olifante
Por otra parte, se nos antoja que el restringido vocabula- j para que ei emperador regrese con sus hombres y ios auxilie.
rio de la Chanson (un vocabulario compuesto de 1.770 [ Es eso lo que se debe hacer, y Oliveros, ei hombre dei sentido
palabras, según ¡a cuenta de Jo. Vising), se prestaba —en su . » momento— común, y'el guerrero, de la realidad, asilo piensa. Nada más
para que la atención del oyente se concentrara más en la acción que en las ampié, según su criterio-para apreciar la marcha de ios
galas del estilo, y se presta ahora, en que parecen triunfar tantas acontecimientos, que mandar por ei espacio el sonoro mensaje a
ampulosidades del lenguaje en literatura, como ejemplo demostrativo de Carlomagno,
que la sobriedad en los medios de expresión puede alcanzar los ribetes de la Pero, mientras Oliveros es prudente (digamos: realista),
más opulenta pintura. Roldán. su camarada de armas, es el hombre de la aventura, por
Vengamos a Sos personajes: el emperador Carlomagno, con tanto, el hombre del destino.
su barba florida (un poco llorón, como el Amadís de Gaula, Versos antes,, el poeta ha sabido caracterizarle profunda-
aunque el don de las lágrimas era gracia divina en la Edad . mente, para atisbar algo de su compleja personalidad:
Media); a menudo traído y llevado por sus nobles; abandonado
por éstos cuando se trata de procesar a Gane- lón; siempre pues cada, día él mismo se abandona a la muerte .
atento al consejo de los demás; engañado dos veces por el rey
sarraceno de Zaragoza; preocupado más de la cuenta por su
presunto sobrino; es, ¡nótese bien! , de todos estos rudos
guerreros, el único que sueña, aunque sus sueños estarían a flor
de piel para un psicoanalista, y, bien despierto, es el que se
reconoce a sí mismo como jefe y saca entonces la cara por la
Cristiandad entera, en el combate final con el emir, y le extrae
esforzadamente el ánima del cuerpo.
Digamos, también, cuán sorpresivo nos parece un. rasgo
suyo, comparado con el del Cid Campeador, y que ambos

X.L

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que están cnn ¿t Jr, u
Roncesvailes le ven dim'n^ « vn a ia a
S de
ía suva con otra aur- ¿ oa una' apariencia extraña: a. : muene cada
a? / ]e,00seryan abandonándose :¡ ;a en el combate ^ * h eXÍSÍencia
con
desesperadón. '

has^dJÍH^ dS COmbaíír está tan enraizada en ¿I au.


enemigo, «CeSíoS: ^ * país

' LnLTit°0la?abeta ’mcia k gente ~


eRo<m apuezquieTtciertameme
Z!c^ í
que Carlos y sus huestes puedan asegurar ^ que el
denodado conde ha muerto conquistando.

Pero no sólo buenas cualidades adornan su alma Yo u


z:¿
í/r r -
3 £s£7 r ¿-S-. rSt 3O " t
entre sus soída^osW Mad0Sj y
^ jugarreta’ !a ^nna
’ - b <P« es más grave, emprendió ¡a
VTf[
conquista de Noples por su propia iniciativa, y sin que el
emperador se lo hubiera ordenado. Tal intento termmo en un
verdadero desastre, pues los paganos mcteron un* oue concluyó
funestamente para las tropas francas,^ Rolando hizo inundar los
campos con el agua de ios arroyos, para ocultar la sangre da los
guerreros muertos *
heridos-3 • cantares de gesta son asi.
Sin emoargo, ms heu*s de^ ^ ^ ^ del
P
afortunaaameni .1 silW un tanto olvidadizos en

pundonor y de . ¿ v debilidades humanas que

"TSs“'mHI o™,11 ¡manto de al « i. í.

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Sul Sm. es e, hombm M ^"^“"/“a
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p s desmayar
valentía misma, siempre de cara ai -nemiBo v

XL
III
un instante: es el soldado que, frente a la acción inevitable- sabe mayor número posible de sarracenos. . . A esta belicosa entrega
combatir hasta el final. al mundo, que caracteriza a la religión en ia Canción de Roldan,.
El poeta Turoldus pormenoriza estos combates individuales corresponde, en el sentimiento nacional, una característica
de cristianos y sarracenos con mano maestra (como el pintor que totalmente opuesta. Porque el sentimiento nacionalista, éste sí es
sabe traer al primer plano el detalle que parecía más oculto), y de todo intimidad, todo ternura y delicadeza. La dulce France! Los
mano maestra nos muestra, con un brochazo de sangre, el guerreros sienten nostaigia de su tierra como los niños. Cuando
choque de las tropas^los gritos, las interjecciones, los dicterios, desde ¡o alto de los Pirineos divisan las . verdes llanuras de
los ayes, los tambores, los clarines, los escudos rotos, las cotas Francia, todo el ejército cubierto de hierro rompe a llorar. , . El
atravesadas, las banderas tremolando al viento, los caballos con amor a la patria y la conciencia de ■ nacionalidad, que
el espinazo partido en dos, las lanzas en astillas, las espadas en esperaríamos ver obrar, hacia afuera, traduciéndose en actividad
alto. política y militar, ¡aten como una pura y suave emoción en ei
Todo esto descrito como prepaiando el contraste: e! campo pecho de aquellos jraneéis. En cambio, el impulso religioso y ei
de batalla silencioso, ios guerreros ensimismados en la mudez de Cristianismo, que quisiéramos ver ahondado en un sentimiento
su muerte, la llegada demasiado tarde de los otros cuerpos del íntimo y piadoso, son resortes de acción militar, motivos
ejército, el desmayo del emperador al encontrar el cuerpo políticos” (Karl Vossler).
exánime de Rolando. Religión proyectada hacia el exterior, patriotismo pro-
Bien se ha cuidado el poeta, por otra parte, de destacar la yectado hacia adentro:' nada debe extrañamos en este vaivén de
presencia del arzobispo Turpín, una de las personalidades más los sentimientos, porque también el patriotismo se exterioriza en
interesantes y simpáticas que animan el poema. tanta y tanta empresa bélica, así como el cristianismo se
Nada nos preocupa que, en la realidad histórica, éste haya interioriza en la oración de los guerreros en trance de muerte.
muerto al frente de su arzobispado, diez años después de ios '
sangrientos sucesos: consideramos (tal como lo consideraba . Religión y patria: tal serían los dos motivos principales
Turoldus), que su sitio justo y preciso está en medio de las tropas, sobre los cuales se representa ei drama de la Chanson.
luchando con ellas, absolviendo a los soldados, imponiéndoles el Agreguemos: mundo carolingio, con la hegemonía europea
combate como penitencia, atacando lanza en ristre a los centrada en manos del emperador, y con la amenaza
enemigos de la religión, cayendo por el abrumador número de transpirenaica de los mahometanos, vale decir, de los enemigos
los sarracenos y encontrando en Roncesvalles ei monumento de la religión. Este es el cuadro que se presentaba a los ojos de los
para su cuerpo y aima. contemporáneos de Cariomagno, y que Turoldus ofrecía a la
La Chanson de geste en general y en particular la Chanson expectación de los hombres de las Cruzadas.
de Roland, nos ofrece la viva expresión de este enlazamiento de Así, religión y patria no se presentaban como elementos
los ideales, afectos y deseos políticos y religiosos, nacionales y desatados, sino fundidos en una suerte de canción nacional:
cristianos. El cristianismo de la Canción de Roldan es marcial,
conquistador, agresivo e imperialista; no es ascético ni monacal.
Es el cristianismo de las Cruzadas. Para ir ai cielo basta haber
caído en la lucha contra los paganos o haber dado muerte ai

44 XLV
la Chanson de Roland, en pro de la cruzada en contra de los
infieles.
De este modo, nada debe extrañarnos en la composición y
desarrollo del Poema: la presencia de Turpín, por ejemplo, en el
campo de batalla, es de toda necesidad, y no seremos nosotros
los que lancemos ^la primera piedra, reprochando-a| poeta la
presencia de esle arzobispo batallador. cuando rememoramos la
presencia de tanto religioso en la primera línea de combate en
Arauco, presencia corroborada por las páginas inmortales del
poema épico de Alonso de Ercii!a,y las de tantos otros bárdos y
cronistas.
Junto a ellos, y como la oveja negra de la familia- caroiingia,
surge la compleja figura del franco traidor.
Se quiere explicar la felonía de Canelón por las razones que
resaltan del texto mismo (todos los otros guerreros le son
imprescindibles al emperador, sólo este conde puede ir allá
abajo, y encontrar la muerte, sin que„ su pérdida, signifique
nada), aunque, novelescamente tal vez, pensemos nosotros que
estos motivos vienen de más lejos.
Según el manuscrito de Oxford, cuando el r.ey Marsil envía
al poderoso Carlomagno una proposición de paz con los diez
mensajeros —ia segunda, pues la primera proposición, aceptada
también por el monarca, terminó con el degüello de dos nobies
franceses, Básángy-Basilio—, será Rolando el -que se oponga
violentamente a'la aceptación del zalamero mensaje del
musulmán, 1 y jserá-su padrastro. Canelón, el que sostenga la
causa de Marsil (apoyado insensatamente, hay que decirlo, por
uno -de esos caballeros francos a los cuales Carlomagno presta
tanta atención).

En suma, he aquí planteadas las dos posiciones: la de


Rolando, poniendo en guardia al emperador acerca de las aviesas
intenciones del rey de Zaragoza, y la de Canelón, tan de rompe y
rasga aconsejando a Carlos que crea a pie juntiilas en el
sarraceno.

XLVI
¿Por qué tanto interés por parte de Ganeión para que este
infiel sea escuchado? .. *.
El debería tener las mismas razones de Rolando y, por tanto,
debería alegar en contra de las proposiciones de paz de Mará!.
¿No sería posible conjeturar que entre el conde franco y el
rey cesaragustano había ya un turbio acuerdo, anterior a las páginas
del manuscrito de Oxford, o conjeturar que Rolando, por un odio
oculto hacia su padrastro -odio que también se hubiera explicado
anteriormente—, proyectase j que fuera éste precisamente el
mensajero que enviase | Carlomagno a Zaragoza, para que'allí
muriera a manos dei I rey Marsil?
I Porque, nos preguntamos, ¿que movió en e¡ fondo a j Rolando
cuando señaló a Canelón como el mensajero ideal | para una
empresa en sí peligrosa?
í La querella entre ambos se plantea sin transición,-nos ' parece
(algo así como la cólera de Aquiles, más justificada ésta), pues, por
un quítame allá estas pajas, se encuentran los dos frente a
frente,.enardecidos por la ira más espantosa', sin que el lector, o el
oyente, estén prevenidos de antemano dei motivo de su discordia.
¿No tendría Rolando el rescoldo de un resentimiento
hamletiano en contra de su padrastro, generado por este
segundo matrimonio de su madre?
Mas, sea lo-que fuere, la personalidad de Canelón es
altamente compleja, y el poeta de la Chaman ha tenido la .
suficiente lucidez para no presentamos a este personaje dé un modo
convencional, retórico, ridículo y esquemático, como á fuera un
traidor de melodrama, echando miradas de re ojos y con la mano
eternamente en la cintura, donde lleva el puñal envenenado.
Todo lo contrario: Turoldus nos lo presenta innépido,
arrogante, destellando fuerza varonil por todos ios poros, y
sosteniendo siempre su razón por haber procedido de la

XLVIT
- manera que lo hizo, y negando rotundamente, durante el proceso,
el calificativo de traidor24.
■ Pero —añadamos-, este personaje, este traidor, este felón, era
de primera necesidad para que la Chaman de Rolrnd mantuviera
su trabazón unitaria.
Este traidor, triste es reconocerlo pero las cosas son así, será el
que otorgue la fisonomía total a¡hsombrío granito de
Roncesvalies, el que !e confiera su acento patético a través de los
siglos.
Desgraciadamente —agreguemos—, aparte de la virtud, el
pundonor, el honor, la valentía, el compañerismo y la lealtad, era
necesario sumar al Poema otros elementos muy distintos, y así
este conde de mala fama también consiguió su papel en el
espectáculo.
Junto a estos personajes, los nobles y los guerreros francos —
comprendidos también los doce pares—, se nos presentan muy
desteñidos en ia tapicería, y esto no porque el poeta los haga
representar un mero papel de comparsas, sino más bien porque,
dentro del requisito de composición del Poema, se ha esforzado éi
por exhibirlos como una “unidad bélica”, sin dispersión y sin
arranques personales, como los hombres de la obediencia
absoluta, como integrados a un destino histórico común: en una
palabra, como la totalidad dei imperio en marcha.
Sin embargo, las afirmaciones en sí, y ésta en particular,', no
pueden considerarse siempre satisfactoriamente cuadradas.
Es posible advertir, a lo largo de la Chanson de Roland, muy
oculta entre los mil detalles que la componen, una especie de
resquebrajadura en la relación del emperador con la nobleza (y
también, en ia de ésta con el emperador), manifestada tal
resquebrajadura, muy en sordina, por Turol- dus.
Sería algo así como una grieta imperceptible a simple

XLvin
vista en eJ románico edificio, o. acaso, una suerte de crítica
social sólo de la propia responsabilidad del bardo.
Sin más, expongamos circunstanciadamente estos síntomas,
según eí orden que se presentan (ai soslayo, volvamos a decirlo)
en el Cantar.
I Primeramente se establece la ciega confianza del empera- | dor en
los franceses que le rodean: “quiete -que los de Francia sus guías
siempre sean" (v. 167), después de mandar llamar a sus barones para
celebrar un consejo con ellos sobre la manera en que se debe actuar
con respecto al mensaje del rey Marsil.
¿De qué se trata?
Se trata, nada menos, que de las zalamerías del sarraceno
para reiterar el ofrecimiento de paz, el mismo ofrecimiento que,
la vez primera, terminó con la degollina de los nobles Basán y
Basilio, enviados por el monarca franco a la corte de Zaragoza,
como mensajeros suyos.
Rolando, entonces, impetuosamente, pone en guardia al
emperador acerca de los retorcidos manejos de Marsil, y llega
hasta recordarle que. en la ocasión anterior, Carlomag- no siguió
la opinión de los franceses, aunque éstos le aconsejaron en
forma insensata:.

Seguisteis la opinión de los franceses vuestros,


aunque os asesoraron con cierta ligereza.

Frente a la tan vehemente pero cuerda observación del


paladín, se levanta el traidor Canelón (el cual, por no se sabe
cuál oculta razón, parece estar más en ei bando de ios sarracenos
que en el del propio emperador), y dice a Cariomagno que hay
que creer en todo a Marsil, señalándole cómo el pagano, con las
manos juntas, promet hacerse vasallo suyo.
Pensemos que no hubiera estado muy convencido el
emperador de la efectividad de este vasallaje, manifestado

XLIX

*
• • • • • • •

ix

por boca de Oaneion. si nu se hubiera adelantado el duque


Naimón —hombre de su entera confianza— para aoovar las
L
aserciones del felón: ' '

ti conde Canelón as Ha dado respuesta,


es sensata respuesta r nav que entenderla bien
f-
Expuesto lo anterior, y viniendo de semejante consejero, tai
afirmación de i duque es de una gravedad extrema, pues va a
provocar ei desastre de Roncesvaiíes. cor una u otra vía.‘
Su^afilinación, además, está apoyada por toda la nobleza: ;El
duque ha hablado bien' (v. 243). aunque, admitamos, la opinión
del duque y el asentimiento de ios nobles podría pasar por una
errada interpretación de ¡os hechos por su parte, por un error
humano, sin la gravedad de un acto de mala te preconcebido.
No obstante, hay otros dos episodios, en ¡a Chansón.áe más
evidente quebrantamiento ‘por pane de estos nobles franceses en
su relación con e! emperador.
Durante ¡a sorpresa de Roncesvaiíes. Jas '-.uestes cristianas
están acosadas cíe firme por las huestes sarracenas, y ¡os
franceses -viendo todo es campo de batalla cubierto ñor las
hordas innumerables de paganos- invocan ^Oliveros, Rol-, dán y
a todos los pares, o mejor, piensan en su angustia estos jefes los
podrári defender. ■
Es el arzobispo Turpín el que entiende con toda claridad el
desfallecimiento de estas hombres vi oor tanto. los exhorta con
fuertes palabras: " : .

> ¡Mis señores barones, no penséis nada malo!


/ Por Dios os ruego a todos que no emprendáis la fuga.
no nos saquen en malas canciones los valientes.

L
Es curioso también, si no significativo, que sea un hombre de
iglesia el que tenga tan belicosas palabras, las que calzarían con mejor
entonación en ios labios de un soldado: Roldán, Oliveros o los otros
pares.
Mas, aunque sea un arzobispo el que las pronuncia, los franceses
obedecen y se quedarán en sus puestos de combate. resistirán a pie
firme ai enemigo y ofrecerán el holocausto de sus vidas.
Asimismo, tal intención de escapar por parte de Sos nobles
franceses podría estar rn un irrefrenable instinto de conservación, asi
que busquemos una resquebrajadura más evidente.
Cuando se ¡leva a cabo el proceso ce Canelón. el emperador
convoca a nobles bávaros, sajones, normandos, franceses, potavinos,
alemanes y auvernenses. para que sean éstos los que juzguen al
traidor.
Este es defendido por Pinabei, no con buenas razones ' por supuesto,
sino con ei argumento de !a espada.
—Si hay un francés —dice— que piense que Canelón debe ser
ahorcado, que se ponga ai frente para darle un desmentido con mis
armas.
Y entonces, ¡.cómo proceden los nobles, al escuchar estas palabras
que saben . ellos que no son de simple jactancia?
Cuchichean, porque ninguno se arreve a alzar la voz frente al
aguerrido defensor i todos, menos ei bravo Tierrírí), y se van con
acomodos donde el m<mar a.
—Rolando ya esta muerto -te dice:: ai emperador—, ni los haberes
m el oro le volverán a dar la vida: entonces, ¿por qué no perdonar a
Ganeión, el que nunca jamás ea su vida volverá a cometer una tan fea
traición y es,adema:.,¡i?, tan buena familia?
Tan evidente es la cobardía de estos nobles, y tan lejos están de
querer secundar a su soberano, cae, por primera vez, eí emperador se
sale de sus casillas, por decirlo así.
n7etnVPOr ^ fe 03 fÜeí°S' >' 20r™ü por ei color ai i presentir que la muerte
de Roldan quedará sin cumolida ]
venganza, y ciego por la ira ai advertir la deserción de I
aquellos nobles en quienes él había confiado, los increpa 1
Felones sois vosotrost

hrJLen eSía^ SSCenas aonde meemos advertir una resque- . o rajadura


en la monolítica construcción imperial caroUnda (Y que tal
vez serviría, por parte del poeta, como sS critica social para
los nobles de su tiempo).
Apresurémonos a señalar que tal no es el procedimiento „6
demores del emperador a lo largo dei poema pues
sSos Se mU8Síran C°m° Vaier0S0S y ofaed^tes
Es curta» anotar: para caracterizar a las tropas francas Ttnoldns
ampie, un0! colores msnos brtDant„ ^
tdiza para diseñar a ios hombres del campo sarraceno.
bolo se anima el campo cristiano muy de tarde en tarde y,
con perdón sea dicho, uno de los más sabrosos cuadros’ sea
acaso el que -componen los pinches de cocina del imperador,
dándole de bofetadas v de palos a Canelón al tiempo que le
arrancan ios pelos de su barba.
También está pintado de mano maestra eí valeroso íernn,
quien sacará la cara por la justicia aue proclama Car omagno,
venciendo, en penoso combate, d sostenedor de la mala causa
del traidor. Nos parece contemplarle aún m alto rn pequeño,
de negra cabellera v de morena tez’ plantándose firme frente a
Pinabei, derribándole muerto y sosteniendo, por un momento,
toda Ja estructura del poe-

en ei 0ír0 Camp0
’ de los sarracenos están
presentados en pocas palabras, pero imborrablemente. Pen-
samos, entre otros, en Sigioreí, el que bajó a los inflemos
llevado por Júpiter; en el negro Abismo que ama Traición y
Asesinato (asi, sin artículos definidos, como lo advierte
filológicamente Karl Vossler), al que nunca se ha visto reír y que
es poseedor de un escudo mágico; en Valdebrún, el marino que
se apoderó de Jerusalén y asesinó al patriarca; en el
mahometano sin nombre que, durante la batalla de
Roncesvaües, sólo tuvo la idea fija de robarle su espada al
paladín, etc.
Del emir Baligán (que es el personaje capital del campo
sarraceno, así como Carlomagno lo es del campo cristiano, lo
que hará imprescindible que ambos tengan que encontrarse,
espada en mano, en la cumbre de la pirámide dei poema), del
emir Baligán, decimos, y sin que el poeta le caracterice por
ningún hecho particular sobresaliente, emana la suprema
dignidad de jefe, tanto que Turoldus nunca nos lo va a presentar
grotescamente, sino, todo lo contrario, como un valeroso
guerrero, que lucha mano a mano con el emperador hasta que
éste consigue darle muerte.
Pero, por todo lo que el emir Baligán tendrá de inmutable,
como estatua, el rey Marsil de Zaragoza tendrá de movedizo, y
su figura es tan humana que casi se le escucha respirar.
Le vemos tratanto, por segunda vez, de engañar a
Carlomagno, instándole a que abandone el territorio español
dándole la seguridad de que le seguirá a Francia, como 3Úbdito
suyo, y ahí se hará cristiano. Por supuesto que ei bueno del
emperador, asesorado por el traidor Canelón y por sus nobles
mismos, le hará caso en un todo, y caerá redondamente en la
trampa. Pero, no todo es argucia en el jefe musulmán, pues antes
que la Chanson comience, ya sabemos que ha defendido con
dientes y uñas su ciudad, y mientras el poeta asegura
(fabulosamente, por cierto) que toda España ha caído en poder
del emperador, tiene que agregar, a renglón seguido, que esta
conquista se había llevado a cabo con la excepción de Zaragoza.
Lffl
• • • • • • • •

Mas, la llegada del conde Canelón a sa campo, le viene a ¡as


mil maravillas, pues, para tan tornadizo político, tanto le
interesa guerrear como comprar conciencias para conseguir sus
propósitos. ..
Asi ambos, e! rey zaragozano y el conde francés, conciertan
la fea traición, tan convencido está Marsil de que muerto
Rolando se muere la Francia.' T
i Sin embargo, cuando se trata de intervenir en la emboscada
1 de Roncesvalles, este rey sarraceno está valerosa y
responsablemente a la cabeza de sus tropas.
¡Y qué espectáculo el suyo cuando Roldan le cercena la
mano derecha!
:Como le sigue su mujer, Bramimunda, la que ¿rita y soiloza
y se arranca los cabellos!
Esta reina pagana interviene imborrablemente en el poema,
y no se anda con santos tapados cuando se traca de cantarle sus
cuatro claridades a los mensajeros de! propio emir, o cuando las
emprende en contra de Mahoma y Ter- vagán.
Por lo menos, en comparación con sus imprecaciones, la
dulcísima Alda, !a enamorada del paladín, es apenas un suspiro.
r-■
El paisaje \
Todo el drama del Cantar se ha ejecutado al aire libre. En él,
todo se agolpa en un.primer plano bien ostensible, a la manera
de esas viejas tablas de la pMfura medieval o de las floridas
letras capitales de los viejos manuscritos iluminados.. Así, en
dicho primer plano, paisaje y personajes parecieran querer
ponerse en comunicación directa con el espectador, con el
lector o con e! oyente (en una comunicación de alma),
mostrándose con todos sus defectos y virtudes, en una suerte de
inocencia edénica.
LIV
Piedra de toque de este argumento y de este paisaje es la presencia monumental de Ronces valles, un mudo
testigo de h tragedia, pero, 3l mismo tiempo, un testigo indispensable y de sobresaliente eficacia.
Mudo, decimos, porque aparentemente e¡ paisaje pareciera estar ausente de ¡a intención de! Cancar,
pareciera no representar el menor pape!, pareciera que si poeta !o hubiera soslayado como algo enojoso o
innecesario, pareciera que é!, con unas apresuradas y breves anotaciones, quisiera salir del paso.
Sin embargo, no es así. El paisaje es esencial para la totalidad del Poema, y, a pesar de su anotación esquemá-
tica, se nos muestra imprescindible para la comprensión de ia obra, en el carácter ritual que la domina.
Por dicha razón,.es el de Roncesvailes un paisaje que se hace uña y carne con ¡a acción. A ios arroyuelcs que
serpentean ocr las laderas del desfiladero, van a corresponder ios hilos de sangre que se escurren por la hierba
verde. A ios rayos de sol que rebotan en las armaduras, ios ojos del paladín' llenos de tinieblas. A ios árboles que
yerguen su ramazón en la cima de los monees, las lanzas erguidas con ios gallardetes flameando al viento. A la
tuna que riela por el cielo, los premonitorios sueños de Cariomagno.
De este modo —insistimos—, los elementos dispersos del paisaje se funden, en cuerpo y alma, con ia trágica
acción y con los propios actores, para dar su significado pleno, su significado espiritual, al terreno valle.
Las rocas negras, los luminosos amaneceres, el verdor de los pinos, los recodos ominosos, los senderos
mortales, ios ríos caudalosos, tienen su correspondencia con los yelmos y corazas que centellean, con los
aullidos de los heridos, con la sangre que se escapa a borbotones, con el rubí, con el collar de amatista, con los
mantos de pieles, con el ero. con las barbas floridas, con el piafar de los caballos, con el olifante, con los escudos
destrozados, con los tambores,*con

LV
• • • • • • • • • • • • •

los clarines, con ei amarillo y negro de los gonfalones, con los amuletos del pomo de la espada.
Si, Roldán y sus compañeros han sido convocados al tenebroso valle, y, aunque intentan atravesarlo,
saben muy bien que tal empresa es vana, pues el lugar que les está destinado, por vida, es Roncesvalles
precisamente.
Ellos son los hombres de la esperanza, a pesar de todo. Por mucho que estén al exterior, a la intemperie,
por mucho que estén fundidos con el paisaje amenazante, saben que aún .les queda algo que esperar.
Porque -y habría que reiterarlo hasta ei cansancio—, el drama, este drama ritual, este drama litúrgico si
se quiere, transcurre en Roncesvalles (el valle de las zarzas), pero sería posible transferirlo a nuestro valle
de lágrimas.
Si fuera así se podría explicar perfectamente entonces el gesto del paladín al negarse a tañer el olifante, no
como un - rasgo orgulloso suyo sino como un rasgo de humildad, pues, ; ¿a cuenta de qué empecinarse en llamar
en nuestro auxilio a j humanos emperadores —por muy poderosos que éstos j sean—, cuando ellos nada pueden
hacer para damos un i socorro, ya que toda salvación debe provenir de un empera- • ' dor más alto?' .
¡

. Braulio Arenas

NOTAS
LVI

motivos que impulsaron al emperador para entrar en s.


co, así como se describe en un animado cuadro
Pamplona, gracias a la intervención divina. Señalamos este teau*-®
para indicar la persistencia en España de la Crónica dei Settda¡%,
Turpín:
“Cuando el cuerpo del glorioso apóstol Santiago fue hallado poi el
Obispo don Teodoraiiio. reinando en Castilla y en León el rey dor
Alonso el Casto, escribe el Arzobispo Tuipín en la Crónica francesa
que el emperador Carlos de Francia, habiendo conquistado muchas tierras y reinos, viéndose ya cansado y considerándolos
trabajos que había'pasado, propuso en su voluntad de holgar, pues ya su edad lo pedía. Y estando una vez mirando el cielo, vio
un camino de estrellas que se comenzaba en la mar de Frigia e toa por entre .Alemania y Italia, y pasaba por la Francia y
Acuitania, derechamente por medio de Gascuña y por Navarra y por España y iba a fenecer en Galicia. Carlos Emperador,
viendo esto, muchas veces pensaba en sí que podía ser. Y estando una noche acostado en su cama, pensando en ella,
aparecióle el .Apóstol Santiago en figura de un caballero, muy hermoso y díjole: “Mi hijo, ¿qué haces? ” El respondió: “Señor,
¿quién eres tú? ” Dijo él: “Yo soy ei apóstol Santiago, hermano de San Juan Evangelista, que nuestro señor Jesucristo escogió
por su misericordia sobre el Mar de Gaiuea'para predicar su santa fe. Yo soy a quien Heredes mandó degollar en Hienjsalén y
mi cuerpo fue traído y está sepultado en Galicia, y agora está sometida la tierra so el poder de los moros. Mira que yo te he
escogido para que libres y hagas abierto el camino del poder de los infieles; por ende no rehúses la corona de gloria perdurable
que habrás de nuestro Señor, y mira que el camino de las estrellas oue tú viste en ei cielo, sabe que fue señal para esta camino
que ¡xas de hacer, por ende ve con tu gente y yo te ayudaré"’. Y de aquí quedó llamar camino de Santiago el círculo lácteo que
vemos en el cielo cuando está sereno. ..
Pues volviendo a la historia en esta manera que de suso es dicho, apareció el glorioso Apóstol tres veces al dicho
Emperador. Y él, desque esto oyó, esforzóse mucho con el favor del santo Apóstol y juntó mucha gente y entró en 'España,
haciendo conquista a ios . motos; y la primera ciudad que cercó fue Pamplona y estuvo tres meses sin la poder ganar. Y viendo
esto el Emperador, determinó con devoción pedir el ayuda divina y hizo su oración a Dios, diciendo: “Señor Jesucristo, que
por honra de tu santa fe y creencia yo vine a destruir a la gente pagana, porfiada contra tu santa ley, Ruegote que me des
gracias que yo pueda temar esta ciudad para honra de tu santo nombre. ¡Señor Santiago, apóstol glorioso de Jesucristo! Si es
verdad que tú me apareciste, gáname dei Señor (pie yo pueda ganar esta ciudad para honra y alabanza suya". Hecha esta
oración, como la mano del Señor no sea abreviada, más canc Señor todopoderoso, El que tuvo poderío de derribar ¡os muros
de la ciudad de Jericó por la oración de los sacerdotes, cuando los hijos de Israel conquistaban la tierra de promisión, como ia
sagrada escritura ‘° trae en el sexto capítulo de Josué, así tuvo por bien que, oída la fracion deste Emperador, file cosa
maravillosa que los muros desta

LVII
ciudad de Pamplona iueran caídos por los cimientos, sin quedar deüos cosa enhiesta, visto esto por el Emperador y por los su
vos, dieron muchas gracias a Dios y ai glorioso Aposto! Santiago, teniendo porcierto que por su mego Dios les había hecho
aquella merced. Y entrando en la ciudad mataron todos los moros que dentro estaban, salvo los que, visto el milagro,
quisieron ser cristianos”. -Pedro de Medina: “Libro de grandezas y cosas memorables de España”, Sevilla. 1548. (Edición y
prólogo de Angel González Palencia, Madrid, i944). f"
2
"Por un epitafio (modernamente descubierto) de Eggihardo, uno de ios que murieron en Roncesvaiies, se ha podido
fijar con exactitud ei día de la batalla, que fue ei 15 de agosto del año 778” {Romanía, II, 146-148). Marcelino Menéndez
Pelayo.
3
Esta es la noticia de Eginhardo. en el texto de Martín de
Riquer: “Al regresar a Francia. Carlos tuvo ocasión de experimentar algo de la perfidia vasca en la cumbre de los Pirineos. En
efecto, como ai ejército caminara en larga columna, a lo que obligaba la estrechez del sitio, ios vascos, emboscados en lo alto
de los montes —porque la espesura de los numerosos bosques que hay en aquel paraje hace favorabielasemboscadas
—,cayeron sóbrela impedimenta y las tropas que cubrían la marcha del ejército, las echaron en el fondo derivaile y, trabando
combate con eUas, ios mataron a todos hasta el último, y, saqueando la impedimenta, a favor de !a noche que avanzaba, se
dispersaron con gran celeridad. En este hecho favorecieron a los vascos la ligereza de su armamento y la disposi ción del
terreno; la inferioridad de los franceses se debió a ¡a pesadez de sus armas y a la desventaja de su posición. En esta batalla
fueron muertos Eggihardo, senescal, Anselmo, conde del Palacio, y Radiando. prefecto de la marca de Bretaña, con
otrosmachos. Esta acción no pudo vengarse inmediatamente porque el enemigo, una vez acabada, se dispersó de tal modo que
no se pudó saber dónde debía ir a buscarse”. - -
4
“Ejemplo singular de la transformación que los grandes sucesos históricos experimentan en la fantasía de los pueblos,
nos ofrece el tema celebérrimo de la batalla de Roncesvaiies, asunto capital de la poesía ática francesa de ¡os tiempos medios,
hondamente modificado en la nuestra. Las narraciones históricas, harto sucintas y no fáciles de conciliar, sobre este suceso,
proceden de dos orígenes diversos. Tenemos ante todo, y son algo tas extensas y circunstanciadas, las de fuente arábiga;
tenemos después la de origen franco. Ha recopilado y discutido las primeras, con su habitual rigiri»?
crítica, ei docto catedrático de árabe de nuestra Lniversidad de Madrid. D. Francisco Codera, en su importante discurso sobre
el p tañer rielo de la historia de Aragóq y Navarra. Sus conclusiones, que difieren en gran manera de las de Dozy, se tundan
principalmente en ei texto del historiador que más pormenores da sobre estos acontecimientos, y es Aben ai-Atsir. en su gran
compilación llanada Crónica perfectisima. De su relato, cotejado con e: de Aben Adharí (o Adzari, como prefiere escribir ei
señor Codera) y con las Analectas de Aimakkari, resulta que en ei año 778 de nuestra 'migar cronología, el gobernador de
Zaragoza Suieimán ben Jaktan sen ai-Arabí, deseoso de sacudir ia obediencia-que debía a Abderrahmán I, indujo ai Rey de
Afranch (Carian agno) a hacer una expedición contra los musiines de Al-Andaátz. prometiéndole su ayuda. .Aceptó la oferta
ei Emperador, pasó los puertos con numeroso ejército, y uniéndosele en el camino Suieimán, avanzó hasta Zaragoza, que ie
cenó sus puertas. Carictnagno entró en sospechas del gobernador, y reteniéndole prisionero, se alejó del territorio de los
musiines: pero en la retirada cayeron sobre el. con sus ejércitos, Matruch y Ayxón. hijos de Suieimán, y poniendo en libertad
a su padre, se volvieron a Zaragoza, donde perseveraron por cuenta propia en sa rebelión contra Abderrahmán". Marcelino
Menéndez Pelayo.
s
Dámaso Alonso: De los siglos oscuros ai de oro. Editorial Credos, Madrid, 1958. Para aquellas personas que no han
tenido la oportunidad de leer el libro dei maestro español, nos permitimos copiar aquí la traducción que acompaña al texto
latino: “En la era de 816 (año de Cristo, 778), vino el rey Carlos a Zaragoza. Por aquel entonces tenía doce sobrinos. Cada uno
tenia tres mil caoalleros con sus lorigas. Sus nombres; Roldan, Beltran,' Ogier, ei de la corta espada. -Guiileimo, el de ia corva
nariz: Oíivier y el obispo don Turpín. Y cada uno servía un mes al rey en su séquito. Sucedió que el rey con su hueste se
detuvo en Zaragoza. Después de algún tiempo los suyos le aconsejaran que recibiera muchos regalos para que el ejército no
pereciera de hambre, sino que pudiera volver a ia tierra prcoia. Lo que fue hecho. Luego quiso el rey por la segundad de tas
gentes de su ejército, que Roldan, tuerte guerrero, viniera con los suyos el último. Pero cuando es ejército atravesaba ei puerto
de Lisa fue Roldan muerto en Roncesvaiies por los Sarracenos”.
® Aprovechemos esta oportunidad para señalar que el manuscrito de Oxford no ostenta título alguno: de ahí que el de La
Chanson de Roland sea atribuido. Digamos, también, siguiendo la anotación de Joseph Bédier. que en el original el nombre
dei héroe se consigna de la siguiente manera: una vez aparece sólo con la inicial R (serie 157),
£
V

románico par?> contemplarla o juzgarla simplemente como un ‘.‘colla-


ge” de anticipada fecha.
10
Durmiendo estaba Lautaro, Con el gallardo Lautaro, Por los
cristalinos ojos, El cabello de oro puro, Con un lucido escuadrón. Ufano
con mil victorias.
11
Jenkrns postuia como autor de la Chanson de Roland a Turddus
de Envermeu (obispo ás Bayeux entre 1097 y 1107, siendo depuesto de
esta sede y pasando como monje a la abadía de Santa María de Le 8ec, en
la Alta Norman día, cerca de Ruán, donde murió hacia 1127). Riquer,
nuestro informante, agrega: “Un argumento esgrimido pot Jenkis es
sorprendente: Turoídus de Le Bec padecía hernia, lo que el crítico
norteamericano relaciona con su tan arriesgada interpretación del
último verso del poema: “Aquí acaba la gesta, porque Turoídus decae
físicamente, o sea, está enfermo o padece achaques". Esta interpretación
de deciiner, correcta lingüísticamente, hace muy raro el verso final, ya
que, ¿qué necesidad tenía el peeta de decir que dejaba de escribir por
encontrarse enfermo o viejo, si su obra está acabada? Y aanque así fuera,
la relación de este verso con la hernia del monje de Le Bec está traída
por los cabellos”.
Otra interpretación nos ia entrega Emile Mireux (mediante ia
referencia que encontramos en el libro de Edmond Jaioux: “Intro-
ductión a Fhistoire de la Littérature trancaría”), según la cual la
Chanson de Roland sería en parte, un poema político, escrito en
territorio anglo-ange.vino, durante los primeros años dei reinado de
Henri £1 Plantagenet. Desde e! punto de vista de Mireux, la primera
Chanson de Roland, de ¡a que sólo conocemos una recompostura
posterior, habría sido redactada para glorificar a los Carolingios después
de su caída, por uno de sús numerosos partidarios, entristecido éste por
el mundo de intrigas, traiciones y decadencia que siguió a la muerte de
Louis le Débonnaire. El Poema, por lómenos en su primer estado,
representaría, bajo un régimen nuevo y sin brillo, la exaltación de un
glorioso pasado reciente.
Ccmo se puede apreciar, las “perspectivas” para juzgar la Chanson
de Roland son infinitas.
12
El original de La Chanson de Roland se presenta cano una sola
masa de lectura, sin separación de ninguna ciase. Sin embargo, como
está concebido el poema según conjuntos de rimas asonantes, las
modernas ediciones han creído conveniente separar el texto de acuerdo
a dichos conjuntos y, de este modo, se ha llegado a dividirlo en 291
secciones.
Nuestra traducción, concebida en verso blanco según el ritmo y

L
X
I.
• •ó
••

no la riña, debería, por ranto, entregarse aLIector sin separación de kaam ji man heruten, kaamt ji man herdal! Wi wollt ju betaien,
ninguna clase. rrdt’m ScHweepsrock terhatem. Ahoi! No exagerando la teoría de: origen
Mas, para facilitar en algo su lectura y para su jetamos a»su clerical de la epopeya y librándonos de la idea de que. los versos del
presentación actual, hemos creído conveniente no innovar y seguir la Roldan están cargados de una seriedad tan solemne que exigen por fuerza
división convencional de las dichas 291 estrofas. a! final de ia tirada la cauda o cola litúrgica euouae (saeculorum amen) o el
Advirtamos, también, que en idioma español sólo existen prosifi- pux vobis y reconociendo en cambio ¡a frescura que alienta en su
caciones de este poema épico, siendo, pues, la presente traducción el expresión, explicaremos aoi, igual que en ' la copla bajo alemana, como una
primer intento de traerlo a la poesía nuestra, verso ^or verso. exclamación, algo así como “ ¡ea! ¡sus! ¡adelante! " (Erich von Richthofen).
Hemos seguido para ello el original francés, establecido por Joseph 17
“Ganelón, a quien los castellanos llamaron Galalón. no es orto,
Bédier (L’Edition D’Art H. Piazza, París. 1955), aprovechando tanto las según Ducatel, que Wenilón, que de hombre bajo fue hecho arzobispo
lecciones suyas como las de Martín de Riquer (Espasa- Calpe, Madrid, de Setis por Carlos el Calvo, a cuyos beneficios correspondió con
1972), para una mayor seguridad y corrección de nuestro ensayo lírico. ingratitud y traición, abandonándole para seguir el partido de Luis el
13
Existe, por parte de los historiadores ás ia literatura, una rara Germánico". Andrés Bello.
uniformidad para afirmar que el texto de Oxford corresponde sólo a 13
¿O es que la palabra sobrino tenía entonces otro valor, además del
una copia del texto original, sin que esta afirmación tenga para nosotros que se le otorgaba como parentesco? Recordemos ei comienzo de la
más que el valor de una conjetura, a menos que no se demuestre Mora Emilianenss, descubierta por Dámaso Alonso: “Por aquel
claramente lo contrario. entonces (Caricmagno) tenía doce sobrinos”.
! 4
“La leyenda heroica halla su más alta expresión ert las grandes 19
Esta estructura está sólidamente mantenida a lo largo del poema,
epopeyas nacionales y personales, donde vienen a fundirse, depurados por sin dejar un cabo suelto. Por ejemplo, la irreductible Zaragoza del
¡a obra creadora del poeta, ios cantos épicos o los tanteos, todavía iníoimes, comienzo caerá necesariamente en manos del emperador, hacia el final del
anteriores. Está probado srficientemente que la.s glandes epopeyas de ia texto.
literatura occidental son creación personal de un poeta. Son nacionales y 20
Una de las tazones que más podría afirmarnos en ¡acreencia de
únicas, no sólo en el sentido de que los poetas exaltan una época histórica una redacción única del Cantar, estaría basada en que sólo escasísimos
culminante o se inspiran en ia leyenda de su patria, sino más bien por ser lapsus anotamos en ia masa de la obra: si hubieran intervenido sucesivas
producto de un genio que plasma en alta expresión artística la tradición manos en su creación, hubiéramos advertido en la Chattson cantidad de
viva de su pueblo”.' (Erich von Hichthofen: Estudios épicos medisvalet interpolaciones sucesivas, introduciéndose, de este modo, escenas
Gredos. Madrid, 1954). incongruentes entre sí, distorsionando la pareja estructura de la obra.
15
Sobre las repeticiones, he aquí la opinión de Santón Menén- dez Quisiéramos que no se entendiera esta observación nuestra como
Pidal: “Ocho caballeros de Maxsilio exponen en sendas coplas su ! deseo de tocante a las series reiteradas del Poema (las estrofas 40, 41 y 42, por
matar a Roldan; Oliveros manda tres veces a Roldan que toque la tronpa, y ejemplo), pues, al mismo tiempo que no se contradicen entre sí, se nos
tres veces Roldán rehúsa; Caricmagno, al hallar muerto a su sobrino, le presentas, a nuestros ojos, como “variantes” (en una comparación muy
dirige tres alocuciones interiumpidas por tres , desnayas. Tales repeticiones cercana a las “variantes” ajedrecísticas) dispuestas por ei poeta, en una
menudean en el Roland, y si pueden ser bellas en un canto lírico, estorban primera versión o en una primera copia, para aprovechar de ellas los
ia marcha franca de la poesía narrativa, no prcxluciendo otro efecto que elementos que más le convinieran ea ia presentación final de la estrofa
ratigar o desconcertar al lector”. definitiva.
1s
Se han insinuado varias interpretaciones. Veamos una: “En bajo Vengamos ahora a los lapsus, errores o distracciones del poeta, que
alemán se emplea, por ejemplo, ia exclamación ahoi en versos nosotros hemos advertido. Añadamos que podrán existir otros en los
parenéricos. Es conocida la estrofa pastoril: Ji Siezbütteler Kamiten, j que nosotros no hemos reparado. Asimismo, nuestras escasas

LXÍII

L
XI
I
tuentes bibliográficas no nos permiten asegurar si tales lapsas va-tari sido señalados anteriormente: ~
1)A pesar de la afirmación de que España ha sido conquistaría en su totalidad por ei emperador, con excepción de
Zaragoza (v. ó), más adelante se advierte al lector que tal conquista no es completa, pues aún Córdoba resiste (v. 71), si bien
la plaza es tomada mas
"adelante (v. 97). ^ .
2)Cuando Canelón debe partir a la corte del rey Marsil, Uevanao ei mensaje de Carlomagno, el traidor deja caer el
guante que el monarca le ha entregado como símbolo de representación suya (’*- 333), y esta torpeza de Ganelón es
considerada de muy mal augurio. Posteriormente, en una segunda discusión enue Rolando y su . padrastro, el paladín le
recuerda su torpeza, asegurándole que el no dejará caer el guante a tierra, así como el otro dejo caer el bastón jv.
765 y v. 770). .
3) Uno de los soldados del rey sarraceno, Turgis de Tortesosa.
guarece señalado entre ios que ansian ir a Roncesvalles para combatir en contra de la retaguardia franca (v. 916), mas. tanto
arder bélico se ve pronto enfriado por el conde Anseis, quien mata aí pacano en la batalla (v. 1287), aunque éste
porfiadamente sigue combatiendo hasta morir por segunda vez, ahora en íopna aetmm- va. a manos de Oliver (v. 1358).
•. .. .
4)El sobrino de Marsil, después de haberle solicitado a este, conseguido, dar “las heridas primeras” en Roncesvalles, le
pica que le elija doce barones paganos para que, en su compañía, eleomoata a los doce pares franceses (vs. 877-78). Es decir, la
pelea sena de trece sarracenos contra doce cristianos, lo que no esta, nos parece, en el “espinal” del poema- Así lo entendió
Riquer en su pros5caT ción, cuando escribe: “Escogedme once de vuestros barones y combatiré contra los doce compañeros”.
Algo semejante ocurre cuando Rolando va por el campo en busca de los once pare? muertos y el poeta le hace encontrar
únicamente ocho. e.xDiesEva-ai
21
Qei mismo modo contribuye a dar gran ruerna .
Poema el empleo de dicterios y de frases vulgares: ' nadie daraun centavo”, “no me importa un guante”, “hijo de sierva , asi
comeid recurso de expresiones coloquiales, esparcidas estas con generosa pintura'STo largo del texto, y que, acaso enfatizadas
por los jugares, tendrían frente al auditorio un gran poder de comunicación: la
batalla buscando, ¿qué otra cosa les queda. , cuando se ■-'/ Rolando, ¡Dios, qué dolor el suyo! ”, “tanto que muerto
Tiameniesc UUÍC« MUMa. , ief* .
¡laméntese quien quiera! " -al Sania Otos cpw: no ha herido su cuerpo! ”, “ ¡si le vierais sembrar la
muerte por do-
quier! ”, “no he escuchado decirlo ni yo mismo lo sé”, “mas ¿por qué se lamenta sí no puede ayudarlos? ”, “ya que, quiéralo o
no, allí la vida deja”, “ya podéis suponer ei pesar que le embarga”,’ ‘-q 0 aprueben o tepmeben, Roldan mata a los dos”, “si
hubierais contemplado tan grandes su írirnientos”, “ ¡quién pudiera haber visto a Roldan y a Oliveros! ”, “sabemos de estos
muertos preciar cuantos son porque están consignados en las cartas y crónicas", ‘¿de qué sirve decirlo?, ya es demasiado
tarde”, “¿los meaos de que sirven? , no les sirven de nada”, “¡qué valientes. Dios m'ío. ¡os sesenta que quedan! ” “¿de que sirve
que escapen? ”, “quiéralo o no. Rolando debe quedarse en pié”, ‘Y detrás, no sé cuántos, condes y duques van", “¿qué mejor
que esto harían? ”, “después allí ios dejan, ¿qué más pueden hacer? ”, “podrá, quiera o no quiera, conservar su existencia ’, “y
aunque rían o lloren, muerto le arroja al suelo”, entre otras.
Incluso el cantar español acúnela en preocupaciones hogareñas directas, instalación de Ximerta, matrimonio de las
hijas, amistad con Martín Antolínez, minuciosa cuenta de ¡os tributos, escasez de dinero, etc. ¿Se justificará la diferencia
porque el Cid es padre de familia y Rolando soltero?
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Esta aventura, sin embargo, había sido anteriormente expuesta por el mismo Rotando como un triunfo suyo (v. 198).
¿Debemos advertir en esto un lapsus deí ooeta?
Curiosamente, tanto la Chanson de Roland como el Poema de Mió Cid (llegados hasta nosotros en un número casi
igual de versos, io que no deja de procurarnos cierto grado de asombro), van a terminar en un juicio.

CXV

LX
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