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Entonces fui recordando algo que había pasado la semana anterior. Cuando
al tío Edmundo le dije que voy a leer. Después cuando anocheció le dije a
Jandira que me alce para leer una oración que servía para proteger a la casa,
que estaba detrás de una estrella de papel. Lo leí correctamente y todos
quedaron asombrados, boquiabiertos. Tío Edmundo también me hizo leer el
diario y me regaló un caballito de madera.
Hoy todo el mundo va a ver la casa nueva dijo mamá. ¿Cuándo tenemos
que mudarnos mamá? Preguntó Gloria. Dos días después de navidad
respondió. Hablaba con una voz cansada. Y yo sentía pena por ella. La casa
era un poco más chica. Mamá desató el alambre que sostenía el portón y
todo el mundo se lanzó hacia adelante. Gloria se precipitó en una carrera, y
abrazó la “mangueira” (árbol frutal que da la manga). Antonio hizo lo
mismo con la planta de tamarindo. Yo me quedé con una pequeña planta de
naranja-lima. Estaba desconcertado. Me sentía el ser más despreciado del
mundo. Me enojé. Sentado en el suelo, apoyé mi enojo en i planta naranja-
lima. Habló una voz cerca de mi corazón, era del árbol. ¿Por qué me
hablas? Le pregunté. Los árboles hablan por todas partes. Por las hojas, por
las ramas, por las raíces. ¿Quieres ver? Apoya tu oído y vas a escuchar
palpitar mi corazón. Tic…tac…tic…tac… Me quedé maravillado.
Al día siguiente fui donde el tío Edmundo. Le consulté sobre el pajarito que
tenía dentro de mí. El pajarito fue hecho por dios para ayudar a las
criaturas. Después cuando el niño ya no lo necesita más, devuelve el
pajarito a Dios. Entonces solté mi pajarito ya no lo necesitaba más.
Los días fueron pasando una tarde aparecí con una flor para mi maestra.
Ella se puso muy emocionada. Me dijo que era un caballero. Gloria decía
que dejaba mi diablito guardado en el cajón y me volvía otro chico. Le
solicité a mamá me comprara un traje que había dejado de utilizar Nardito
por ser muy chico. Mamá soy el alumno más estudioso de mi clase. La
profesora dice que voy a ganar un premio. Mi mamá aceptó. Le besé la
mano.
Godofredo entró en clase. Habló con Cecilia Parm (la maestra). Desde ese
momento me prohibió que hurtara flores del jardín de Godofredo para
Mi planta de naranja lima
SEGUNDA PARTE.
1. EL “MURCIELAGO”.
Totoca y yo nos poníamos a la espalda nuestras mochilas. En la mano
llevábamos las zapatillas de tenis, para calzarlos cuando estemos cerca de
la escuela. Me fascinaba la carretera Rio-San Pablo. “Sin duda el
murciélago”. Treparme a la parte trasera de los automóviles y sentir el
camino desapareciendo a tal velocidad que el viento me castigaba
corriendo y silbando. Me propuse subirme al carro del portugués. No tienes
coraje para eso. ¿Qué no tengo? Ya vas a ver Minguito (la planta de
naranja-lima) De un salto estaba pegado a las ruedas con todas la fuerzas
que me daba el miedo. Me descubrió el portugués. ¿Qué piensas mocoso,
que no te he estado observando, todos los días espías mi coche? Me tomó
de las orejas. La humillación me dolía más que el propio dolor. Soltó
rápidamente mis orejas y me puso sobre sus rodillas. Me aplicó una sola
palmada, pero con tal fuerza que pensé que mi trasero se había pegado a mi
Mi planta de naranja lima
estómago. Salí atontado, bajo las burlas. Me encontré con Totoca que me
involucró en una pelea del cual salí con un ojo morado y varios golpes. No
resistí y acabe contándole mi fracaso a Minguito. Pero enseguida pasó la
rabia y nos pusimos a conversar de otras cosas. Escuchamos un barullo y
era Luis que se venía acercando. De repente Minguito se convirtió en el
más bello caballo del mundo. Vamos, vamos, caballito. Corre, corre, la
planicie está llena de bisontes y búfalos. Pero les sentía miedo.
2. LA CONQUISTA.
Ya el portugués no estaba. Caminaba más libremente. Llegó el tiempo de
los vientos, el tiempo de la cometa. Minguito se había dado un estirón y
pronto daría frutos. Mi planta de naranja-lima era precoz como yo. El
mundo de la escuela también era bueno. Los martes íbamos con mi amigo
Ariovaldo y vendíamos todo. En la escuela yo era un ángel. Jamás me
habían reprendido y era el mimado de las maestras. Vi las guayaberas de la
casa de la negra Eugenia. El diablo me dio fuerzas para descender y me
empujó hasta las cercas de las plantas salté y un vidrio se clavó en mi pie
izquierdo. Desesperado y triste fui donde Gloria le supliqué que no me
pegaran y me curó la herida.
manos sobre mis cabellos, prometiéndome que nunca más dejaría de tener
regalos ese día.
Pienso que ahora ya no querrás crecer para matarme ¿verdad? No, nunca
haría eso. Lo dije cuando tenía rabia. Yo nunca voy a matar a nadie. No soy
antropófago. Casi dio un salto. ¿Qué dijiste? Que no era antropófago. ¿Y
sabes lo que es eso? Y le expliqué. Soltó una alegre carcajada. Acordamos
de no llamarlo de “usted”, si no “portuga” que sonaba más de amigos,
cuando estábamos por llegar, bajó y me llevó a la parte trasera del coche e
hice el “murciélago”, él manejo lentamente. Me sentí alegre, recosté mi
cabeza junto a su brazo, ¡portuga! Hum… Nunca más quiero estar lejos de
ti. ¿Sabes? ¿Por qué? Porque eres la mejor persona del mundo. Nadie me
maltrata cuando estoy cerca de ti y siento “un sol de felicidad dentro de mi
corazón”.
cabeza. Todo el mundo debe haber nacido así, como nació. Tú también.
Solo que a veces, Zezé eres demasiado atrevido…
ser ricos de nuevo. Tengo que avisarte Zezé. Para que te vayas
acostumbrando. La municipalidad va a ensanchar las calles. Al agrandar
las calles va a derribar todo lo que está allí. E indicó el lugar donde estaba
mi planta de naranja-lima. Hice un gesto de llanto. Tomé una moneda de
quinientos reis y se la entregué, mientras me limpiaba los ojos con los
faldones de mi camisa. Le pedí al Portuga que me llevara al cine y él
aceptó.
7. EL MANGARATIBA
Entró al salón de clases. Jerónimo. Llegaba tarde y dijo: Que el
Mangaratiba (tren) agarró al coche del portugués, en el paso de la calle da
chita. Salí del colegio. Me dirigí a la confitería donde fui agarrado por don
Ladislao. Las lágrimas mojaban mi rostro. Nunca más volvería a ver a mi
portuga. Fui caminando por la carretera. Cuando estaba anocheciendo me
encontraba sin fuerzas, sin siquiera poder vomitar. Fui encontrado por
Totoca. Me llevó a casa, Donde estuve enfermo y vomitando. El doctor
Faulhaber vino y me examinó. Fue un shock. Un trauma muy fuerte. Vivirá
si solamente consigue vencer ese shock. “Desde que supo que iban a cortar
su planta de naranja-lima se puso así”. Todos los vecinos se preocuparon
por mí. Era increíble.
Comencé a mejorar. ¡Qué fácil era morirse para algunos! Bastaba con que
viniera un tren malvado. La debilidad me daba una continua somnolencia.
Gloria me dijo: Dentro de poco estarás sano. ¿Para que todo el mundo me
pegue? Contesté. Las cosas comenzaban a tomar su ritmo normal en la
casa. Todo me recordaba al portuga.
9. CONFESIÓN FINAL.
Manuel Valladares. Mi querido Portuga. Tú fuiste quien me enseñó la
ternura de la vida. Mi Portuga querido. Hoy tengo cuarentaiocho años y a
veces siento la impresión de que continúo siendo una criaturita. Ubatuba
1967.