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Volvamos a donde lo dejamos en el episodio anterior.

Descartes nos ha asegurado que gracias a saber que Dios existe, ya no duda de lo que los
sentidos le muestran, ya no duda del mundo exterior. ¿De verdad? ¿Ya no duda?

Re exionemos sobre cómo llama a la materia: extensión. De todos los datos que nos muestran
los sentidos sobre el mundo exterior, elige el término extensión. Pero ésta ¿nos la muestran los
sentidos?, es decir, si yo, por ejemplo, veo una casa ¿es cierto o no lo que veo? El color de sus
paredes, el olor que tiene ¿encaja esto dentro del término extensión?

Para poder entender qué nos dice Descartes con ese término, hay que ir a su Segunda
Meditación, donde explica perfectamente qué es la extensión. Para ello, utiliza el ejemplo de un
trozo de cera que presenta cuando está fría, una serie de cualidades, muy diferentes de las que
presenta cuando se calienta; pero, tanto frío como caliente, el trozo de cera tiene que ser el
mismo. Para salir de la confusión producida por los sentidos, Descartes escoge algo que pueda
permitir identi car la cera a través del pensamiento, su extensión.

“Lo que se trata aquí de notar es que la impresión que de ella recibimos, o la acción por cuyo
medio la percibimos, no es una visión, un tacto o una imaginación, y no lo ha sido nunca, aunque
así lo pareciera, sino sólo una inspección del espíritu, la cual puede ser imperfecta y confusa,
como lo era antes o bien clara y distinta, como lo es ahora.” (Segunda Meditación)

Así pues, la extensión, el atributo principal de la materia, sólo puede pensarse, entenderse, es
una “inspección del espíritu”, no puede captarse por los sentidos, ni es producto de la
imaginación. El lósofo de la máscara nos desvela su mensaje: la extensión es una propiedad de
la materia que se puede medir, es decir, matematizar. Los colores y olores que percibo en la casa
en la casa en la que estoy, no sé si son como los capto, pero de lo único que puedo estar seguro
de esa casa es de sus dimensiones, de la extensión que abarca.

Pero notemos que además ha añadido que la extensión es clara y distinta.

Claras y distintas es como llamó a las ideas evidentes, las que proceden de la intuición, de las
que no se tiene duda alguna. Estas ideas son las también llamadas “innatas”, las que se captan
por el pensamiento.

Entonces, ¿al nal qué tenemos? ¿de qué está compuesto el sistema total al que le ha llevado su
método de conocimiento?:

De sustancia pensante, cuyo principal atributo es el pensamiento.

De sustancia in nita, cuyo principal atributo es la in nitud, es decir, un concepto matemático.

De sustancia extensa, cuyo principal atributo es la extensión, es decir, un dato matematizable.

Las tres sustancias de Descartes se reducen a pensamiento y matemáticas. Se conocen por


medio de la intuición y son claras y distintas.

Leemos en sus textos las de niciones que da de cada una de las tres sustancias que forman toda
la realidad:

Sobre la sustancia pensante:

“Un cuarto atributo del alma es pensar; y aquí sí hallo que el pensamiento es un atributo que me
pertenece, siendo el único que no puede separarse de mí. Yo soy, yo existo; eso es cierto, pero
¿cuánto tiempo? todo el tiempo que estoy pensando, pues quizá ocurriese que si yo cesara de
pensar, cesaría al mismo tiempo de existir. No admito ahora nada que no sea necesariamente
verdadero: así pues, hablando con precisión, no soy más que una cosa que piensa, es decir, un
espíritu, un entendimiento o razón.” (Segunda Meditación)

Sobre la in nitud:

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“Esta idea es también muy clara y distinta, pues que contiene en sí todo lo que mi espíritu
concibe clara y distintamente como real y verdadero, y todo lo que comporta alguna perfección
(…) Todas las cosas en las que hay alguna perfección, así como acaso también in nidad de otras
que ignoro, están en Dios o formal o eminentemente, para que la idea de Dios que tengo sea la
más verdadera, clara y distinta de todas.” (Tercera Meditación)

Sobre la extensión ya hemos visto el fragmento de la segunda meditación donde dice que es
clara y distinta.

Aquí hay que hacer dos puntualizaciones importantes.

En primer lugar, aunque Descartes sí cree en la existencia de Dios, su concepto de Dios ya no es


el mismo que el de la escolástica. Dios, es la garantía de la verdades evidentes. No es, como dirá
Pascal, el Dios de Abraham o de Jacob, simplemente es el autor de las verdades geométricas y
del orden del mundo. El pensamiento humano y su capacidad para pensar la evidencia y la
matemática, son algo divino. Aunque este mensaje nos lo ha dado un tanto enmascarado, porque
tiene miedo a plantear sus ideas abiertamente.

En segundo lugar, hay que aclarar el concepto de “idea innata” de Descartes, ya que en él hay
una innovación.

Él mismo nos lo explica en una carta que escribió a la condesa Isabel:

“Llevamos en nosotros los conceptos fundamentales puros que deben ser considerados como
los originales que nos sirven de modelo para formar nuestros otros conocimientos.”

Él lleva consigo, claramente, sus propios conceptos que le sirven de modelo. Este es el “circulo
vicioso de Descartes”. Siempre, antes y después de su exposición sobre la duda metódica, sabe
de qué está seguro, de la existencia de su pensamiento y de los axiomas matemáticos, que
componen lo que considera ideas innatas.

Las ideas innatas de Descartes no son las ideas del mundo de las ideas de Platón. Lo que son
claramente es un antecedente del “a priori” de Kant, que, a su vez, ha in uido tanto en la losofía
contemporánea, en la psicología y en la lingüística.

Las ideas innatas son las claras y distintas, que le permiten llegar a las tres sustancias, a partir de
su atributo, que es su propiedad fundamental; pero las sustancias tienen otras propiedades, que
no las de nen pero son signi cativas, a las que llama modos.

A partir del concepto de extensión, Descartes concluye, en primer lugar, que este concepto, en
cuanto que es una idea innata, tiene relación con el pensamiento y con el alma, pero, en segundo
lugar, otros conceptos relacionados con la extensión, que son sus modos: como espacio, gura,
movimiento, se re eren de manera especí ca a los cuerpos.

Así, comienza su estudio del mundo exterior, su concepción del Universo.

Lo que hace ahora Descartes es intentar llevar su método a la naturaleza. El mundo de los
cuerpos, no se conoce por los sentidos, sino por el pensamiento y, éste nos tiene que dar los
criterios para conocer la naturaleza. La matemática, por tanto, se puede y se debe aplicar a la
naturaleza.

“Con el n de probar por la demostración todo lo que deduciré, no acepto en física ningún
principio que no sea aceptado también en matemáticas; estos principios son su cientes porque
todos los fenómenos de la naturaleza pueden ser explicados por medio de ellos.” (Principios de
Filosofía)

Su gran contribución en este campo fue la invención de la geometría coordenada o geometría


analítica, emplear las coordenadas para determinar la posición de un punto en el espacio,
situándolo en un plano por su distancia entre dos líneas dadas.

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Descartes quiso explicar el movimiento de los cuerpos, pero aquí se ponen otra vez de mani esto
sus contradicciones, ya que utiliza razonamientos metafísicos, mezclados con alguna innovación.

Su idea era que Dios, al crear el universo, creó la materia extensa y la dotó de movimiento en una
cantidad constante, aunque pudiéndose transmitir de un cuerpo a otro. Así, todo el universo
continúa funcionando como su fuera una máquina y, los cuerpos se mueven en línea recta. Esta
es, según Descartes, la manera más sencilla en la que Dios podía haber puesto en marcha el
universo. Mantuvo también la inercia pero dándole una explicación diferente a la de Galileo.

Consideraba, como Aristóteles, que el vacío no puede existir, porque sería la nada, todo está por
tanto lleno y, en el universo sólo es posible una velocidad rectilínea continua. Con esta teoría
dejaba sin explicar el movimiento curvo, en elipse, de los planetas. Para poder explicar esto dio
su teoría de los torbellinos.

Descartes suponía que Dios había creado unas masas o bloques de materia muy grandes que, al
moverse, chocaron entre sí y, de su fricción, se formaron cuerpos más pequeños, así como todos
los uidos. Por eso no hay vacío en el cosmos. Las partículas de materia, al contactar unas con
otras a causa del movimiento, producen un movimiento en torbellino en el que transportan los
cuerpos celestes en su órbita, que así resulta ser curva.

A pesar de ser una teoría débil, fue la que permaneció hasta que Newton formuló su Ley de la
Gravitación Universal, con la que se cerró, de momento, el problema del movimiento en el
universo.

Descartes no era nalista. En el cosmos sólo hay materia extensa y movimiento y todo funciona
como un gran mecanismo. A esto es a lo que se ha llamado mecanicismo cartesiano.

La idea de que todo funciona como un mecanismo, la llevó también a sus estudios sobre el
hombre. Entendía que el cuerpo humano funciona como una máquina.

La época de Descartes fue también la de Harvey, el siólogo que descubrió la circulación mayor
de la sangre. Descartes es considerado hoy, junto con Harvey, como el fundador de la siología
moderna. Pero él se centró más en lo que ahora llamamos sistema nervioso, buscando una
conexión física entre alma o mente y cuerpo.

Para estudiar el mecanismo con el que funciona el organismo, construyó un modelo teórico. Era
un método de análisis que ha sido utilizado desde entonces en siología.

Su modelo de “hombre-máquina” se basaba en los principios conocidos entonces en física, para


poder deducir de ahí los fenómenos siológicos que se observaban en los cuerpos vivos reales.

Era una especie de siología “more geometrico demonstrata” dice Crombie.

“Supongo que el cuerpo no es nada más que una estatua o máquina de arcilla; vemos relojes,
fuentes arti ciales, molinos y otras máquinas semejantes que, aunque fabricadas por el hombre,
tienen, sin embargo, el poder de moverse a sí mismas de diferentes modos; y me parece que no
podría imaginar tantas clases de movimiento en él, que supongo hecho por la mano de Dios, ni
atribuirle tanto arti cio que no tuvierais motivos para pensar que todavía puede tener más…

Deseo que consideréis que todas las funciones que he atribuido a esta máquina, como la
digestión de los alimentos, el latir del corazón y las arterias, la alimentación y el crecimiento de
los miembros, la respiración, la vigilia, el sueño, la recepción de la luz, de los sonidos, de los
olores, de los gustos, del calor y de otras cualidades parecidas en los órganos de los sentidos
externos; la impresión de sus ideas en el órgano del sentido común y de la imaginación; la
retención o la impresión de esas ideas en la memoria; los movimientos interiores de los apetitos y
de las pasiones; y, en n, los movimientos exteriores de todos los miembros, que siguen tan
adecuadamente tanto a las acciones de los objetos que se presentan a los sentidos como a las
pasiones e impresiones que están en la memoria, que imitan tan perfectamente como es posible
los de un hombre verdadero; deseo que consideréis que estas funciones se siguen todas
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naturalmente, en esta máquina, de la sola disposición de sus órganos, ni más ni menos como se
siguen los movimientos de un reloj u otro autómata, de la de sus contrapesos y sus ruedas; de
forma que no es necesario en su caso concebir en ella ninguna otra alma vegetativa ni sensitiva,
ni ningún otro principio del movimiento y de la vida, más que su sangre y sus espíritus agitados
por el calor del fuego que arde continuamente en su corazón y que no tiene una naturaleza
distinta de todos los fuegos que existen en los cuerpos inanimados.” (El Tratado del Hombre)

Descartes concibe el cuerpo humano como un organismo, en el que sus partes funcionan
integradas en un todo. En consecuencia, si se conocen las partes y su funcionamiento, se
conoce el todo.

Pero todavía mantuvo una postura dualista. El hombre tiene también un alma ya que está
formado por dos sustancias: la pensante y la extensa.

Defendía que es en el cerebro, en lo que llamaba la glándula pineal, donde se producía la


interacción entre el alma, a la que ya muchas veces llama mente, y el cuerpo.

Creía que era la sangre la que llevaba la información corporal, que subía al cerebro, ya que a
medida que la sangre iba hacia la cabeza, se iba haciendo cada vez más na y sutil, hasta que se
convertía prácticamente en espíritu. A esta sangre que llegaba al cerebro y podía penetrar en la
glándula pineal la llamaba “espíritus animales”. Éstos recibían la información y la llevaban a los
nervios. Pensaba que en los nervios había una especie de cuerdas muy nas que comunicaban
con los órganos de los sentidos y también con el cerebro. Ahí se producía el traspaso de
informaciones cuerpo-mente.

“ En relación con las partes de sangre que llegan a alcanzar el cerebro, no sólo sirven para
alimentar y conservar sus sustancias, sino principalmente para producir allí un viento muy sutil, o
más bien, una llama muy viva y muy pura, llamada Espíritus Animales. Digo tal porque es
necesario conocer que las arterias por donde discurren tales partes desde el corazón, después
de dividirse en in nidad de pequeñas rami caciones y de haber compuesto estos pequeños
tejidos que se extienden como un tapiz sobre el fondo de las concavidades del cerebro, se
reúnen alrededor de una pequeña glándula, situada aproximadamente en la parte central de la
sustancia de este cerebro, a la entrada misma de sus concavidades; tales concavidades tienen
un sinnúmero de pequeños ori cios por donde las partes más nas de la sangre pueden uir
hasta alcanzar el interior de esta glándula; pero tales ori cios son de dimensiones tan reducidas
que impiden el paso de las más groseras.” (Tratado del Hombre)

Con este modelo de tipo hipotético, pudo dar muchas explicaciones mecánicas sobre fenómenos
neurológicos y siológicos: como el dormirse y despertarse, o lo que son los sueños y los
recuerdos. Pensaba que todos los fenómenos dejaban huellas a las que llamó espíritus vitales.

Así dio también, por ejemplo, una explicación muy completa de la visión y el funcionamiento del
ojo.

Consideraba que los animales, al no tener sustancia pensante, eran simples autómatas y que no
tenían emociones, sentimientos ni eran capaces de sentir dolor.

“Sé, en verdad, que los animales realizan muchas cosas mejor que nosotros, pero no me
asombro; porque eso mismo sirve para probar que obran naturalmente y por resortes, como un
reloj, que indica la hora mucho mejor que nuestro pensamiento nos enseña. Y, sin duda, cuando
las golondrinas vienen en primavera actúan en eso como los relojes.” (Tratado del Hombre)

Su estudio de lo que son las emociones y los sentimientos, a las que llamaba pasiones, le llevó a
dar unas nociones éticas, de tipo estoico aunque no tiene una teoría ética elaborada.

Las pasiones proceden del cuerpo, ya que se producen a causa de que las percepciones
provocan estos movimientos involuntarios, o fuerzas de tipo mecánico. Éstas afectan también al
compuesto hombre y, por esto, es la mente la que debe controlarlas, pues si nos dejamos llevar
por las pasiones, la racionalidad es muy difícil.

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En sí mismas, las pasiones no son nocivas, pero su acción sobre la mente sí podría ser
perjudicial. Por eso hay que practicar la prudencia y usar el sentido común, como pensaba
Aristóteles.

Observó que sentimientos y emociones, al tener una in uencia en la mente, producen una
alteración en el cuerpo, que es la que le afecta. Describió 6 pasiones fundamentales y originarias
de todas las demás, que son una mezcla de estas 6. Son: admiración, deseo, alegría, tristeza,
amor y odio.

Al observar los distintos tipos de temperamentos que tenemos los seres humanos, los atribuyó a
los diferentes “humores” del cuerpo. E intentó explicar cómo la alteración de estos humores
produce los diferentes temperamentos.

“El humor alegre está formado por la agilidad y tranquilidad de espíritu, contribuyendo a su mayor
perfección la bondad y con anza. El humor triste integrado por la lentitud e inquietud puede ser
reforzado por la maldad y la timidez. El humor colérico, compuesto por la prontitud y la inquietud,
se ve fortalecido por la maldad y la con anza.” (Tratado del Hombre)

La voluntad, a diferencia de las pasiones, proviene de la mente. La mente razona, tiene


entendimiento, pero también tiene voluntad. Consideraba que el conocimiento humano es
limitado y hay cosas que no puede entender, pero en lo que respecta a la voluntad su poder es
inmenso. Descartes cree que el hombre es un ser totalmente libre, pero su voluntad lo quiere
todo y por eso hay que controlarla.

Dice que el libre albedrío consiste en “en que podemos hacer una cosa o no hacerla, esto es
a rmar o negar, seguir o huir, o más bien solamente en esto: que para a rmar o negar, seguir o
rehuir las cosas que el entendimiento nos propone, obramos de manera que no sentimos ninguna
fuerza exterior que nos obligue a ello.” (Cuarta Meditación)

La libertad, al ser algo íntimo y que forma parte de la conciencia, debería poder controlar las
propias acciones.

Con esto damos por terminado el análisis del pensamiento de Descartes. Siempre se dice que
actuó como puente entre el pensamiento medieval y el moderno. Efectivamente, a veces de
forma voluntaria y a veces inadvertidamente, así lo hace, mezclando novedades y tradición de
forma un tanto contradictoria. Sin embargo, su éxito de fondo es innegable. Su visión
mecanicista del mundo se impondrá a partir de este momento.

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