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TEMA
TEMA 8 – Esquema
Esquema
Literatura española del siglo XVII
Ideas clave
Para estudiar este tema deberás leer las Ideas clave expuestas a continuación.
En este tema estudiaremos la literatura española del siglo XVII y, en concreto, dos de
sus manifestaciones genéricas: la lírica y la prosa.
Con este objetivo abordaremos el estudio de la obra lírica de dos de los poetas más
significativos de este período:
» Francisco de Quevedo.
» Luis de Góngora.
Por su parte, la sociedad española del siglo XVII presenta los rasgos que a
continuación se ofrecen:
Durante el siglo XVII la lírica española ofrece diversas manifestaciones que son
fruto de la evolución de subgéneros anteriores; así, tal y como han explicado Pedraza
Jiménez y Rodríguez Cuadros (1980, pp. 131-138): del romancero tradicional se llega a
los ‘romancerillos tardíos’; del villancico tradicional a la letrilla culta; por otra parte se
cultiva lírica culta en metros castellanos; también poesía amorosa de carácter
petrarquista y lírica de inspiración horaciana; poesía metafísica, poesía narrativa y
descriptiva, poesía burlesca y, finalmente, poesía épica.
Si bien son muchos, por tanto, los estilos que conviven en el contexto literario español
del siglo XVII, resulta de enorme importancia entre todos ellos llamar la atención sobre
la «inclinación, más o menos generalizada, por lo que se ha denominado el arte de la
dificultad, que se concreta en el exagerado cultivo de los conceptos y en la estética
cultista» (Pedraza y Rodríguez, 1997, 120).
Cultos y conceptistas
Dos estilos, sin embargo, para una única idea motriz: el concepto como centro de la
literatura del siglo XVII, entendiendo por concepto la relación intelectual establecida
entre dos conceptos no relacionados en principio, pero que acaban unidos por la fuerza
del ingenio. A pesar, no obstante, de que ambas tendencias están vinculadas
directamente con el concepto, existen algunas diferencias entre ambos estilos tal y
como se explica a continuación. Así, el conceptismo se caracteriza por:
Aclarada la cuestión del conceptismo, nos centraremos ahora en la obra de dos de los
grandes poetas barrocos: Góngora y Quevedo. Enemigos irreconciliables, se dedicaron
uno al otro, versos envenenados, de un indiscutible ingenio: Góngora se reía de
Quevedo por su aspecto físico (era cojo y corcovado); y Quevedo acusaba a Góngora de
borracho, jugador y judaizante y atacaba durísimamente su estilo adornado y retórico.
En una primera etapa el poeta huyó del petrarquismo y, por consiguiente, también de
Garcilaso y Herrera, ya que consideraba el modelo agotado. No obstante, se observa
cómo en su soneto que comienza «Mientras por competir con tu cabello» hace uso
todavía de aspectos de la literatura renacentista en combinación con temas
propiamente barrocos, como el pesimismo.
Ándeme yo caliente
y ríase la gente.
Traten otros del gobierno
del mundo y sus monarquías,
mientras gobiernan mis días
mantequillas y pan tierno,
y las mañanas de invierno
naranjada y aguardiente,
y ríase la gente.
(Góngora y Argote, 2013a, s. p.)
» Por otra, la poesía culterana con la que inaugura una nueva forma de expresión,
como ejemplo traemos un fragmento de la Fábula de Polifemo y Galatea:
Esta forma de entender la poesía hizo que se viera envuelto en polémicas literarias,
sobre todo con Lope y Quevedo. Entre los tres se entabló una dura pugna por el
dominio del idioma y del ingenio, que, con frecuencia, llegó a lo personal y tuvo su
reflejo en numerosas composiciones poéticas.
Como antes se ha señalado, Luis de Góngora escribió poemas populares, haciendo uso
de versos cortos; dos obras extensas ejemplo de su tendencia culterana: la Fábula de
Polifemo y Galatea; las Soledades; y otros dos poemas largos: Panegírico del Duque de
Lerma y Fábula de Píramo y Tisbe. Además, compuso algo de poesía religiosa y unos
ciento cincuenta sonetos de los cuales se ofrece la siguiente muestra, ejemplo
paradigmático de la poesía amorosa de la época:
En cuanto a sus dos poemas extensos, la Fábula de Polifemo y Galatea es obra que lo
consagró y con la que Góngora consolida su estilo.
El tema del poema está tomado del Libro XIII de las Metamorfosis de Ovidio y se
inspiró directamente en el poema Acis y Galatea de Carrillo y Sotomayor.
El poema está compuesto por setenta y tres octavas y en él abundan las metáforas
ascendentes y descendentes y las hipérboles, los encabalgamientos, las anáforas, y, en
general, todas las figuras retóricas acumulativas, ya que el objetivo de Góngora fue
legar a la originalidad por la amplificación y la exageración.
Cristiano viejo y descendiente de nobles, vivió siempre cerca del poder, ya que su
madre era dama de corte y su padre escribano real. Estudió Artes en Alcalá, carrera que
incluía estudios de lenguas clásicas o modernas, lo que explica la buena formación del
escritor para las traducciones.
La obra de Quevedo es ingente, tanto en cantidad como en calidad, pues cultivó todos
los géneros.
Al fin, en 1648, bajo el nombre genérico de El Parnaso español, cumbre en dos montes
dividido con las nueve musas, se publicó la primera parte; y en 1670, la segunda,
titulada Las tres Musas últimas castellanas: segunda parte del Parnaso español.
En lo que se refiere a los metafísicos, los temas principales son, obviamente, la muerte,
el paso del tiempo, el aprovechamiento de la vida concebida como un camino (tópico
del homo viator, el hombre viajero), y el desengaño barroco, que hace que la vida, en
realidad, sea algo sin demasiado valor, porque es la vida ultraterrena la que merece la
pena vivirse.
También hace Quevedo uso del tópico horaciano del beatus ille, ya visto en el
Renacimiento, pero que aquí se carga con la negatividad funeraria del Barroco.
Tal y como han explicado Pedraza y Rodríguez (1997, 149), «el siglo XVII es el
momento clave para la creación de la novela moderna» que, en efecto alcanzará su
cumbre con El Quijote tal y como se ha estudiado en el tema anterior.
Son varios los subgéneros novelísticos que se cultivan a lo largo del siglo:
» La novela corta italiana.
» La novela picaresca.
» El relato lucianesco.
» La novela pastoril.
» La novela bizantina.
En este estado de cosas, comienzan a aparecer diversos escritos a favor de una y otra
parte (Rey, 1985, 104-105); así surge, en primer lugar, el Memorial por el patronato de
Santiago, impreso en enero de 1628 y, unos meses más tarde, en mayo, Su espada por
Santiago, el segundo memorial de Quevedo destinado a persuadir a Felipe IV en el
delicado asunto político y religioso del compatronato de España; en él solicita al rey
una revisión de su decisión de apoyo al compatronato. El efecto que pretendía Quevedo
no se logró de inmediato y la derogación del compatronato no se consiguió hasta 1630,
probablemente gracias a otros argumentos y pruebas diferentes a las esgrimidas por
Quevedo. La publicación del primer memorial provocó su destierro y el segundo su
prisión por orden expresa del conde duque de Olivares, firme defensor de Santa Teresa,
que, tras recibir el texto de Su espada por Santiago, lo devuelve al mismo Quevedo
(Fernández Mosquera, 2005, p. 189-190).
La escasa o nula efectividad que corrió Su espada por Santiago, así como su inmediata
devolución al autor, hace que el texto se conserve únicamente en el manuscrito
probablemente original de letra del amanuense de Quevedo con la firma autógrafa del
autor.
En esta obra Quevedo no pretendió trazar ningún relato moral, ni hacer crítica social.
En realidad, su punto de vista es el oficial, el propio de la clase alta, para la que la vida
de los demás es solo un juego.
Por su parte, Los Sueños es un conjunto de alegorías en prosa, integrado en otra obra,
titulada Juguetes de la niñez, y publicada, que no escrita, en 1631. Consta de cinco
sueños: El sueño de las calaveras; El alguacil alguacilado; Las zahúrdas de Plutón; El
mundo por dentro y La visita de los chistes. Estos títulos no son los originales, sino los
que resultaron de la censura eclesiástica que modificaron los que a continuación se
mencionan: Sueños del Juicio Final, El alguacil endemoniado, El Sueño del Infierno,
El mundo por dentro (este conservó su nombre) y El sueño de la Muerte.
Todos tienen en común el hecho de ser una alegoría burlesca, su intención moralizante
y su ambientación ultraterrena. Son, además, un resumen de los grandes temas
quevedescos: crítica de costumbres, de oficios, de la hipocresía, de los hidalgos
empobrecidos...
» El Sueño del infierno. Aborda el tópico de las dos sendas: la difícil, que conduce a
la salvación; y la fácil, que conduce al infierno. Quevedo fustiga a todas las clases
sociales que caminan por el camino fácil, y, una vez en el infierno, transmite, con
gran fuerza expresiva, la sensación de deformidad, violencia y caos con la que lo
concibe. Este Sueño es el que tiene más hondura moral, además de ser un alarde de
erudición humanista y teológica.
» El mundo por dentro. Desarrolla el tópico barroco del escepticismo -nada se sabe:
nihil nescitur- y del desengaño. Un hombre joven se ve orientado por el
Desengaño, un hombre mayor, mientras contemplan un desfile de tipos que pasan
por la calle de la Hipocresía.
Durante el siglo XVII proliferan, además, en el contexto del género prosístico, la prosa
didáctica, que abordaremos en las páginas que siguen; la prosa histórica, los diálogos
misceláneos y, por último, los textos costumbristas.
La prosa didáctica se cultivó durante todo el Barroco español en una triple dirección:
sermones y reflexiones religiosas, consejos políticos y de gobierno, y de enderezamiento
de costumbres. Quevedo cuenta, por ejemplo, con una producción importante en este
ámbito.
Pero fue Baltasar Gracián quien elevó el género a su más altas cotas, gracias, sobre
todo, a su obra magna, El Criticón, sin olvidar su excelente Agudeza y arte de ingenio,
donde defiende la poesía gongorina, y, sobre todo, el ingenio como elemento
diferenciador del gran escritor. Tanto una como otra obra constituyen una especie de
ideario ético y estético del Barroco español.
Gracián fue, como Quevedo, cristiano viejo. Profesó en la compañía de Jesús, con cuya
jerarquía tendría siempre una relación tensa, y, de hecho, en 1652 le desterraron, a
causa de que se negó a escribir con el nihil obstat previo del superior de su orden.
Luego publicaría:
» El político (1640), dedicada a Fernando el Católico.
» El discreto (1646).
» Oráculo manual y arte de prudencia (1647).
» Agudeza y Arte de Ingenio (1648).
» El Criticón, por su parte, se publicó en tres partes: en 1651, 1653 y 1657.
El carácter de Gracián marcará su visión del mundo. La vida es lucha sin tregua,
por lo que es recomendable tener recursos con los que manejarse en tal entorno.
Destaca de forma particular la discreción y la prudencia.
1
Se maneja el ejemplar conservado en la Biblioteca Nacional de España (R/41684). La portada
se toma del ejemplar reproducido en la Biblioteca Digital Hispánica: http://bdh-
rd.bne.es/viewer.vm?id=0000198112&page=1
El primero le vale de elemento deformante, tan propio del Barroco; el segundo, para
dotar a sus escritos de referencialidad temporal.
Las fuentes de Gracián son, por una parte, los clásicos, desde Cicerón a Séneca,
pasando por Luciano, Virgilio, Horacio y Ovidio, Esopo, Homero; y, por otra, algunos
contemporáneos: Quevedo, Alemán, Góngora, al que admiraba su ingenio, y por el que
abogó, oponiéndose contra la división entre cultos y conceptistas, que, como ya vimos,
consideraba artificial. También inspiró, sobre todo para su obra primera, Castiglione y
el infante don Juan Manuel.
Es, además, un escritor sumamente culto, por lo que emplea con naturalidad latinismos
y neologismos, así como aforismos, máximas y refranes.
Su obra más singificativa, El Criticón, le acarreó grandes conflictos, ya que las críticas
vertidas en él alcanzaban a todos los estamentos y los jesuitas le exigieron que no la
publicara. Su desobediencia le supuso, como se ha mencionado, el destierro.
La obra está dividida en tres partes, y cada parte en Crisis, palabra que en griego
significa juicio o censura. A lo largo de sus Crisis, estructuradas como el camino de la
vida, desde la juventad a la vejez y a la muerte, desfilan personajes reales y ficticios,
aunque la mayoría perfectamente reconocibles, ya sea por su conducta o por los
anagramas que apenas ocultan el nombre: así, Salastona, que encubre a su mecenas,
Juan de Lastanosa.
Como se trata de una narración alegórica en ella se introducen personajes que, también
por su nombre, indican lo que representan: Argos, Falsirena -palabra compuesta por
Falso y Sirena-; Sofisbella, Sofós es sabiduría en griego, Argos, Vulgacho, que preside el
Consejo General del Mundo, ese mundo en decadencia que Gracián desprecia. Toda la
novela es una crítica profunda, ingeniosa y disolvente, de la vanidad del hombre. Sin
embargo, como hemos dicho, depara una sorpresa: termina con sus protagonistas
cruzando un mar de tinta y entrando en la inmortalidad.
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Webgrafía
Francisco de Quevedo
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http://www.cervantesvirtual.com/bib/bib_autor/quevedo/
Luis de Góngora
Accede a la página web a través del aula virtual o desde la siguiente dirección:
http://www.cervantesvirtual.com/portales/luis_de_gongora/
Bibliografía
Test
6. El Parnaso español, cumbre en dos montes dividido con las nueve musas recoge…
A. La obra dramática de Quevedo.
B. La obra lírica de Quevedo.
C. La obra en prosa de Quevedo.