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Cierre de ferrocarriles
Entre 1991 y 1993, como parte de las reformas neoliberales del entonces
presidente Carlos Saúl Menem, Ferrocarriles Argentinos fue dividida,
agrupándose los servicios de pasajeros del área metropolitana de la Ciudad de
Buenos Aires en FEMESA a la vez que se iban licitando las concesiones de las
diferentes líneas y servicios. Los servicios suburbanos de pasajeros fueron
luego concesionados por FEMESA respetando las líneas originales; en total,
cuatro consorcios se hicieron cargo de los siete ramales del conurbano
bonaerense. Mientras tanto, FA seguía operando los trenes de pasajeros de
corta, media y larga distancia en un esquema de emergencia, con horarios
reducidos. El 10 de marzo de 1993 se canceló la totalidad de los servicios
interurbanos y larga distancia que todavía prestaba Ferrocarriles Argentinos
El desarme sistemático de uno de los recursos más
importantes del país comenzó durante el gobierno de
Arturo Frondizi, continuó durante la dictadura cívico-
militar de 1976 y se cristalizó durante el gobierno de
Carlos Menem, que en 1991 efectivizó la
privatización de los trenes argentinos. Esta política
propia del neoliberalismo fue impulsada a la vez por
el resultado de años de desidia por parte del Estado.
La primera parte de esta privatización fue la
separación entre los servicios de carga y de
transporte de pasajeros, quedando estos últimos
muy reducidos y concentrados en torno a la región
metropolitana de Buenos Aires. En segundo lugar,
se dividió el servicio de transporte de pasajeros entre
los de larga distancia y los de corta distancia o
urbanos. Aquellos fueron cancelados casi en su
totalidad, mientras que estos fueron entregados en
concesión. La licitación de los servicios urbanos se
realizó grupalmente: la red de subtes y la línea
Urquiza pasaron a ser gestionadas por Metrovías; el
Belgrano Norte por Ferrovías; las líneas Mitre y
Sarmiento por TBA y las líneas San Martín, Roca y
Belgrano Sur por Metropolitano.
Independientemente de esta escisión, el proceso fue
el mismo: las empresas que se hicieron cargo de los
trenes poco hicieron por su recuperación y
mantenimiento. El costo más importante de estas
medidas fue tanto económico como social, dado que
aproximadamente 80 mil empleados perdieron sus
puestos de trabajo, varias estaciones fueron
cerradas e incluso se desmantelaron muchas vías.
Este escenario se replicó no solo en el ámbito
ferroviario, sino en varias de las actividades
económicas del país, golpeando a vastos sectores
de la sociedad.