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Contexto histórico.
Hacia fines de 1989 se podían distinguir dos procesos históricos que aquejaban a la Argentina: por
un lado, un proceso de tipo ideológico encabezado por el llamado Consenso de Washington, y el
otro, de tipo político–económico propio de la coyuntura interna del país.
El primero hace referencia a un nuevo modelo de Estado (el Estado Neoliberal) que surgía como
respuesta a la crisis del Estado de Bienestar. Un conjunto de crisis llevaba a la necesidad de re
plantear la función del Estado en la sociedad. Las mayores repercusiones en América latina se
darían a través de la "Crisis de la Deuda", por la cual los grandes Estados benefactores de
Latinoamérica entraban en situación de default, llevando al derrumbe del sistema financiero y una
obligada reducción del gasto público, repercutiendo finalmente en el sector real con inflación y
recesión.
Muchas de estas ideas se sintetizarían en lo que se dio a llamar el Consenso de Washington. Este
"Consenso" surge a partir de los escritos de un economista norteamericano, John Wiliamson,
donde en sus 10 paradigmáticos puntos, resumió el conjunto de recomendaciones que grandes
instituciones de Washington hacían, primero a Latinoamérica y luego al resto del mundo.
Organizaciones tales como el FMI, BID, Reserva Federal y el Congreso americano, entre otros,
proponían: disciplina fiscal que permitiese reducir el déficit público; un cambio en las prioridades
del gasto público, eliminando los subsidios y redirigiendo parte de esos recursos hacia la
educación y la salud; una reforma tributaria basada en aumentos de los impuestos, sobre una base
amplia y con tipos marginales moderados; la determinación por el mercado de los tipos de interés
y del tipo de cambio; la liberación del comercio y su orientación hacia el exterior; la atracción de
inversiones extranjeras, eliminando cualquier tipo de restricción; la privatización de las empresas
públicas; la desregulación de las actividades económicas; y la firme garantía del derecho de
propiedad. Este conjunto de políticas llegó a la Argentina de la mano de la gestión de Carlos
Menem.
El otro proceso de tipo político–económico que marcaba al país en 1989 se caracterizaba por la
inestabilidad política y social. La vuelta a la democracia con Alfonsín en 1983 estuvo marcada por
una continua conflictividad en muchos sectores de la sociedad, generando un ambiente de
descontento general y de expectativa por un cambio. En un intento por recuperar la industria
nacional y el consumo, se dispusieron ciertos planes de estabilización en pro de la reducción de la
inflación y del déficit fiscal. No obstante, los planes no dieron efecto ya que el gasto público no se
pudo reducir y la inflación continúo en ascenso.
La carismática figura de Carlos Menem, ex gobernador de La Rioja, se mostró como la solución a
dicha debacle. Su amplia trayectoria en la política nacional y su pertenencia al partido peronista le
dieron una cómoda victoria en las elecciones presidenciales de 1989. Con un extenso apoyo de
sectores sindicales, empresariales y de vastos sectores del abanico político, sumado al "fracaso"
radical de la última presidencia, permitían a Menem asumir con un amplio margen de
gobernabilidad. Dotado de gran pragmatismo, e imbuido de las nuevas ideologías del
neoliberalismo, Menem puedo aprovechar las circunstancias históricas para llevar a cabo una
importante reforma del Estado y de la Administración Pública. Esta transformación se llevó a cabo
a través de dos importantes leyes (que se detallan más adelante) que, acompañadas de algunas
importantes medidas económicas, permitieron la consolidación del nuevo modelo estatal.