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En este contexto, surge a inicios del siglo XXI el neuropsicoanálisis, el cuál busca integrar la
neurociencia con el psicoanálisis para crear un estudio equilibrado e igualitario de la mente
humana. El objetivo del presente ensayo es analizar el impacto que esta nueva disciplina ha
tenido sobre el psicoanálisis en particular y sobre la psicología en general. Para ello se
centrará en tres aspectos fundamentales. La relevancia del pensamiento científico en las
investigaciones psicoanalíticas. La nueva forma de comprender el ello, el yo y el superyo. Y
por último las consecuencias de estos dos aspectos en los métodos terapéuticos.
¿Es el psicoanálisis una ciencia?
El término psicoanálisis fue acuñado por primera vez por Sigmund Freud en la segunda mitad
del siglo XX. El contexto de este concepto es el de la ciencia médica. Freud era en ese
entonces un neurólogo inquieto, que buscaba comprender el funcionamiento del cerebro
humano. Durante esos años, en varios lugares del mundo varios médicos, neurólogos o
psiquiatras, compartían este interés. Entre los más reconocidos al día se encuentran Paul
Bleuler, Joseph Breuer, Jean Martin Charcot, Edward Flatau, Emil Kraepelin y Pierre Janet.
En un siglo dominado por el positivismo de Auguste Comte y John Stuart Mill, la búsqueda
de la verdad y los métodos científicos eran dos caras de la misma moneda.
Para Bertrand Rusell la principal condición de una teoría científica es que cuente con
definiciones muy claras sobre cada concepto utilizado, especialmente los creados por la
propia teoría. En su opinión, las definiciones esenciales del psicoanálisis: el consciente y el
inconsciente, carecían de esta propiedad (Rusell, 1921). Más adelante Karl Popper en su
conferencia La ciencia: conjeturas y refutaciones agregaría que una afirmación para ser
científica debe ser posible tanto de verificar como de refutar. A su modo de ver las
afirmaciones psicoanalíticas padecían de irrefutabilidad. Es decir, estaban construidas de tal
manera que nada en la realidad podía refutarlas (Popper, 1953). Finalmente, Mario Bunge
reparó en un tercer aspecto fundamental en la ciencia. La necesidad de consistencia externa.
Esto es, la necesidad de realizar observaciones que no contradigan descubrimientos
realizados por las ciencias aledañas. De acuerdo a Bunge, el psicoanálisis no cumplía con este
principio científico (Bunge, 1960)
A pesar de estos importantes reparos, nuevas generaciones de psiquiatras reputados se
formaban en las teorías psicoanalíticas. A nivel sudamericano, dos de los más reconocidos
son el chileno Ricardo Capponi y el uruguayo Ricardo Bernardi. A nivel mundial, el posterior
premio nobel de medicina Eric Kandel. La principal causa del avance del psicoanálisis a
pesar de sus claras falencias metodológicas parecían estar en la verosimilitud de sus
postulados centrales. Especialmente en la existencia del inconsciente como un estado mental
fundamental en el comportamiento humano.En este contexto, la neurociencia tomó el rol de
analizar seriamente los postulados freudianos.En esta tarea, dos autores fueron
fundamentales, el propio Eric Kandel y Mark Solms, fundador del neuropsicoanálisis
El Yo es aquella función del cerebro que está en contacto directo con el mundo exterior a
través de los sistemas sensoriales correspondientes a la vista, el oído, el tacto, el gusto y el
olfato. Se guía por el principio de realidad.Es por tanto aquella que se ocupa de la percepción,
el razonamiento, la planificación de acciones. El Yo funciona tanto de manera consciente
como inconsciente.(Kandel, 2019). En términos posicionales, el Yo se encontraría entonces
en aquella zona del cerebro encargada de lidiar con el mundo exterior, es decir, en la corteza
posterior (Solms, 2004)
Por último, respecto a las críticas de Mario Bunge sobre la consistencia externa de las ideas
psicoanalíticas, el rol del neuropsicólogo ha sido justamente el de relacionar los
descubrimientos del psicoanálisis con los de otras áreas aledañas. Un ejemplo, esta
conversación interdisciplinaria e inter doctrinaria es el estudio que Mark Solms realiza del
Ello, a la luz de la neurociencia afectiva. En sus últimos artículos Mark Solms enfatiza en las
consecuencias de los descubrimientos actuales respecto a las emociones innatas para el
psicoanálisis. Es gracias a este cruce que el autor se permite contradecir a Freud respecto a
cuáles son los impulsos primarios fundamentales del ser humano en particular y de otros
mamíferos en general.
Así es, con todo lo contraintuitivo que esto puede sonar, los estudios realizados por la
neurociencia muestran que los impulsos en general y los impulsos emocionales en particular
se localizan en el mismo sector del cerebro en el que se localiza la consciencia. Esto es, en el
tallo cerebral y el sistema límbico. Esto llevó a Mark Solms a una conclusión que leída a
posteriori parece de todo sentido común. Solo hay emociones, cuando hay consciencia.
(Solms, 2018). Es decir, solo tiene sentido hablar de impulsos cuando estos son sentidos por
nuestra consciencia. En ausencia de consciencia no existen los impulsos. Solms así redefine
el Ello como una búsqueda del organismo de recuperar la homeostasis perdida por alguna
razón. En otras palabras, las necesidades innatas cuando están siendo satisfechas por el
organismo de manera automática no generan impulso alguno.Es por esta razón que luego de
saciar una necesidad, siguiendo un impulso, el estado mental es de ausencia de emociones
(Solms, 2018)
Solms extrae, varias consecuencias de este cambio de paradigma psicoanalítico. Una de ellas
es que sin Ello no hay consciencia posible. Es decir, el modelo de seres sin conciencia no son
los animales no humanos- la mayoría de los cuáles tienen diferentes grados de consciencia
según el caso- sino los robots. Es decir, un ser inteligente, sin emociones. Esto último, la
existencia de pensamiento inconsciente, será detallado con mayor claridad cuando se analice
el impacto que la neurociencia tiene sobre el concepto de Yo y Superyo. Otra consecuencia
relevante de un Ello consciente es lo que esto implica para las defensas, es decir, el proceso
mental que los seres humanos tendríamos, en la teoría psicoanalítica para para defendernos
frente a una realidad que nos desagrada. Estas defensas son, según Solms, fruto de un cálculo
consciente de las emociones que un fenómeno comienza a generar en mi organismo(Solms,
2018). Esto implica, que una defensa existe si y sólo si, la podemos reconocer. Ya veremos lo
que esto significa en términos terapéuticos.
Otro cambio significativo en la naturaleza del Ello viene dado por cuáles son los impulsos primarios
de los mamíferos. El psicoanálisis clásico postulaba que los dos esenciales eran el impulso sexual y el
impulso de muerte (Lacan, 1964). El neuropsicoanálisis en cambio plantea esta lista como una lista
abierta a la discusión científica. Mark Solms en particular propone un compendio de lo postulado por
diferentes autores. Los reúne en siete grandes instintos. Dando para ellas una precisa explicación
evolutiva.
El instinto de búsqueda
El impulso a engranar con el mundo (interior y exterior). Y estaría explicado evolutivamente por la
necesidad de los animales de conocer el mundo que los rodea para poder encontrar aquello que les
pueda ser útil para satisfacer el resto de sus necesidades. Solms plantea que este impulso es en los
hechos un meta impulso, pues es complementario a los demás impulsos, ya que los auxilia en sus
respectivas tareas
Instinto de apego
El impulso a estar cerca de nuestros cuidadores y el pánico (ansiedad, desesperación) que sentimos a
quedarnos solos y desamparados. Este instinto estaría dado más fuertemente en los mamíferos que en
los demás animales. Y dentro de los mamíferos, más en los seres humanos. La explicación radicaría
en las serias dificultades de supervivencia en soledad con las que los seres humanos nacen.Esto
provocaría un aprendizaje relacionado a la capacidad de apegarse a los demás. Aprendizaje emocional
que perduraría para el resto de la vida.
Instinto de protección
Este instinto es el inverso del anterior. Es el instinto de cuidar a un ser desvalido. Antiguamente se
pensaba que era un instinto fundamentalmente materno, pero los estudios actuales muestran que está
desarrollado en ambos géneros y a diferentes edades. La explicación evolutiva de este instinto, estaría
en la necesidad de cuidar para ser cuidado. Surgiría desde el nacimiento y se vería incrementado o
disminuido según las experiencias vitales en los primeros años de vida.
Instinto de rabia
Para Solms, este instinto es aquella emoción que sentimos cuando algo se interpone entre nosotros y
la satisfacción de alguna necesidad. Al igual que el instinto de protección puede desarrollarse más o
menos según las primeras experiencias vitales. La raíz evolutiva de este instinto es la necesidad de
contar con la energía suficiente para retirar los obstáculos que impidan la consecución de mis
necesidades.
Instinto de miedo
Es aquella emoción que sentimos ante situaciones potencialmente peligrosas. Viene dada por la
necesidad innata por la seguridad. La raíz evolutiva de este instinto viene dada por la necesidad de
advertir los peligros. Un aspecto interesante que plantea Damasio, es que es el cuerpo el que se asusta
primero y es solo entonces cuando el cerebro se da cuenta que se debe asustar. Toma como ejemplo,
el latido del corazón. No sería, según Damasio, el miedo el que provoca que se acelere el corazón. Por
el contrario, el cuerpo hace que se acelere el corazón, para que esto asuste al cerebro (Damasio, 1998)
Instinto de juego
Es el placer que sentimos al establecer dinámicas sociales que serán útiles cuando debamos actuar en
manada. Este instinto de supervivencia está presente en casi todos los mamíferos, según Solms.Tiene
el beneficio de que influye tanto en el aprendizaje social como en el aprendizaje individual. La causa
evolutiva tiene relación con la necesidad de trabajo colectivo de buena parte de las especies animales.
Instinto sexual
Qué consecuencias tiene para la teoría psicoanalítica el establecimiento de estos siete grandes
instintos que modelan el Ello. El principal, a mi modo de ver, es el de limpiar al psicoanálisis de ese
aura pecaminosa que lo rodeaba cuando se trataba de los instintos. Los impulsos son, ahora queda
más claro que antes, tanto socialmente beneficiosos como socialmente inconvenientes según el
contexto. Así, las razones de su represión pueden tener mucho más que ver con aspectos contextuales
razonables que con autocensuras moralistas, derivadas de grandes tabúes sociales.
Un ejemplo, sobre la represión de impulsos por razones prácticas es la represión del juego. El impulso
de juego puede hacernos querer jugar a la pelota con nuestros familiares y amigos. Esto es
enteramente premiado socialmente. Salvo que estemos en un evento serio, protocolar que nos lo
impida, para lo cuál el impulso debe ser reprimido,no por socialmente condenable, sino por
adaptabilidad natural. Publíquese este ejemplo, a los otros siete y se verá que la cantidad de
situaciones en las que un ser humano debe reprimir sus impulsos más nobles son innumerables. Esto
implica un cambio en la visión tanto del Ello, como del Yo y el Superyo. Haciendo al primero
socialmente más pertinente y a los dos últimos más razonables de lo que planteaba el psicoanálisis
clásico.
El Yo consciente y el Yo inconsciente
Si existe un tema en el que Freud tuvo posturas contradictorias a lo largo de su vida fue sobre la
naturaleza consciente o inconsciente del Yo. En la cultura popular y buena parte de la cultura
académica relacionada a la psicología se entendió que el Yo era prácticamente sinónimo de
conciencia. La ausencia de mayor claridad por parte del propio Freud es responsable de esta
interpretación.
Hoy en día la comunidad académica ha concluido que no solo existen pensamientos inconscientes,
sino que estos son, el mayor porcentaje de nuestros pensamientos(Solms, 2018). A mi modo de ver,
este descubrimiento tiene la importancia histórica del descubrimiento de la materia oscura, del caos en
probabilidades o de nuestra incapacidad para expresar de manera exacta los números irracionales en
sistema decimal. En todos ellos se pone de manifiesto una verdad que, si lo pensamos, es sumamente
razonable. Nuestra inteligencia consciente capta lo que capta. La realidad es significativamente más
amplia de lo que nosotros somos capaces de percibir.
Ahora que somos conscientes del Yo inconsciente, podemos observar con otros ojos fenómenos como
los siguientes. Una persona bebe alcohol y no recuerda cómo llegó a su casa. Está en la inconsciencia
absoluta, sin embargo, los que estuvieron con él le aseguran que llegó a su casa por sus propios
medios, y se comportó de manera perfectamente razonable. Otra persona ofrece una charla magistral y
en un momento dado siente que pierde la consciencia. Termina la charla y pregunta a su entorno qué
pasó. Le comentan que lo ha hecho fantástico, solo se notaba levemente nervioso.El principio de
realidad no se pierde-necesariamente-al dormir, el beber alcohol o al bloquearse mentalmente.
Una segunda consecuencia del Yo inconsciente es la nueva filosofía que existe respecto al sueño. Es
decir, la psicología contemporánea ya no recomienda dormir ocho horas exclusivamente por la
necesidad de descansar(el consciente). Se repara en la cantidad de conexiones neuronales que existen
durante el sueño y cómo la mente sigue trabajando, sin que nosotros nos percatamos. Es por tanto, un
cerebro durmiendo más similar a un computador al que se le deja corriendo un programa que se deja
funcionando toda la noche, que a un computador que se deja apagado o en hibernación. Esto
explicaría en buena medida, por qué una persona se despierta por la mañana con la solución a un
problema para el cuál el día anterior aún no tiene.
Una de las críticas que recibió desde las ciencias sociales el psicoanálisis es el carácter negativo y
oscuro con el que este planteaba la lucha entre el Ello, el Yo y el Superyo. El Superyó en particular
era descrito como un verdugo implacable. Una parte de nuestra mente moralista y moralizante, que
nos exige estándares imposibles de alcanzar. Que castiga al Ello y por lo tanto potencia a su rebelión.
El Yo, en esta imagen freudiana es prácticamente una víctima de dos fuerzas incontrolables e
intransigentes.
Los descubrimientos sobre el cerebro humano han mostrado que aquello denominado Superyó no es
otra cosa que la tendencia de algunos mamíferos, pero especialmente del ser humano de reflexionar
sobre sus actos. De ligarlos con sus actos pasados y de imaginar el futuro. Esta conciencia
autobiográfica de la que habla Damasio, lejos de ser un obstáculo para la felicidad del ser humano, lo
ayuda a alcanzar nuevas metas, a corregir errores y a disfrutar de un logro conseguido.
En psicología existen dos grandes indicadores sobre felicidad. Uno de ellos es el bienestar subjetivo
(que no puede perfectamente asociar al Ello). El otro es la satisfacción con la vida. Este indicador se
construye preguntando a las personas, al terminar su día: qué tan satisfecho están con su vida. Esta
noción de felicidad, ligada más a la felicidad estoica, a la manera de Séneca o de Epíctecto, depende
de la formación de un buen Superyó. De una corteza frontal sólida. De una capacidad de autoanálisis
que entregue ese sentido de la vida que la pura consecución de placeres o la pura capacidad de
adaptación al entorno no entregan.
Conclusión
Hasta ahora se han enumerado hasta ahora las siguientes consecuencias teóricas del
neuropsicoanálisis en el psicoanálisis: (i) la incorporación de una perspectiva científica a la disciplina
(ii) el cambio de visión respecto a la naturaleza del consciente y el inconsciente (iii) el cambio de
estatus del Ello, el Yo y el Superyo. Lo que se hará a continuación es reflexionar sobre las
consecuencias terapéuticas que este nuevo enfoque ha traído y puede traer en el futuro en el
psicoanálisis.
Terapias eclécticas
Una de las críticas atendibles al psicoanálisis clásico era su aparente dogmatismo. Lo que se comenzó
a ver en los últimos cuarenta años, incluso antes de la aparición del neuropsicoanálisis fue una
creciente flexibilización de las terapias. Así, se empezaron a observar, en el marco de las terapias
psicodinámicas, profesionales que incorporan en ella aproximaciones psicoanalíticas, constructivistas,
cognitivas y conductuales según la realidad del paciente. Esta capacidad de relacionar saberes de
diferentes corrientes terapéuticas, que Mario Bunge asociaba a la consistencia externa se puede ver
potenciada de manera significativa al existir un marco común de conversación.
Así, el hecho de contar con referencias comunes, entre psicólogos cognitivos, conductuales y
pscioanalistas, permite no solo que los psicoanalistas utilicen conceptos y herramientas de otras
corrientes, sino que también ocurra a la inversa. Ricardo Bernardi ha escrito varios textos sobre
psicología basada en la evidencia y cómo esta puede ayudar a tener un marco de pluralismo y seriedad
dentro del psicoanálisis.
Una vez que se establece que el mundo emocional del paciente es fundamentalmente consciente. Y
dado que el rol del terapeuta es fundamentalmente ayuda al paciente con sus emociones. La
consecuencia lógica es que las conversaciones psicoanalista-paciente ya no debieran versar más sobre
cuestiones que el terapeuta ve en el paciente que el propio paciente no ve. Dicho de otra manera, esta
nueva visión le da el poder fundamental al propio paciente. Si el paciente dice que un asunto le
aqueja, es por algo. Si un paciente manifiesta que un asunto no le aqueja, es por algo también. El
terapeuta entonces no está para mostrarle al paciente lo que no sabe de sí mismo, sino para que este se
atreva a contarle lo que sabe perfectamente sobre sí mísmo, pero que no se anima a contar.
Bibliografía