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La forma en la cual entendemos las relaciones entre cerebro y comportamiento ha convertido a las

neurociencias en un tema de interés para un amplio rango de disciplinas. Además, los avances en las
técnicas de imágenes cerebrales diseñados para intentar explicar la complejidad de los procesos
psicológicos, han llevado cada vez a una mejor comprensión de la naturaleza del sistema
neurológico, no sólo en los cerebros normales sino también en aquellos que han sufrido lesiones.
Existen evidencias de que en el paleolítico se llevaron a cabo trepanaciones craneales. Normalmente
estaban asociadas a la cura de epilepsias, y por lo general se vinculaban a concepciones mágicas,
que atribuían este tipo de enfermedades a espíritus y fuerzas sobrenaturales. En otros casos, más
allá de las creencias supersticiosas latentes, las trepanaciones respondían a razones estrictamente
médicas: aliviar el dolor experimentado tras sufrir una lesión en la cabeza. Se han descubierto
trepanaciones paleolíticas en Francia, Israel y África. Esta técnica la practicaban culturas del
continente americano como la inca, y era conocida por, entre otras civilizaciones del mundo
antiguo, los griegos y los chinos.
La mención más temprana del órgano encefálico en la historia de la humanidad la encontramos en
el siglo xvii a.C. en Egipto, en el papiro quirúrgico Edwin Smith. La cultura egipcia, al igual que la
India y China, adoptó una perspectiva cardiocéntrica: en el corazón se asentarían las facultades
superiores del ser humano. Durante algún tiempo perduró la idea de que el cerebro no era un órgano
que tuviera participación dentro de las funciones mentales y, más bien, la correlación se establecía
con otros órganos distintos. Con el advenimiento de la medicina clásica llega también la
consolidación de la idea de que el cerebro, en lugar del corazón o del diafragma, constituye el
órgano de las facultades superiores de la persona.
Hasta la edad Media, la discusión gravita en torno a un interrogante clave de la neurociencia: cuál
es la sede de las funciones sensoriales, motoras y mentales, si el cerebro o el corazón. Fue materia
de discusión durante siglos, y pensadores de la talla de Aristóteles se inclinaron por un enfoque
cardiocéntrico frente a uno encefalocéntrico. La idea de relacionar las funciones mentales con las
cavidades cerebrales tomó mucha fuerza, convirtiéndose en una hipótesis adecuada para las
doctrinas religiosas que postulaban estas zonas como los "lugares del alma". El primer ejemplo de
encefalocentrismo nítido, esto es, de la tesis de que el cerebro controla la sensación, el movimiento
y la cognición, lo encontramos en Alcmaeón de Crotona (c. 450 a.C.).
Contemporáneo suyo, aunque ligeramente posterior, sería Hipócrates de Cos (460-377 a.C.). En el
tratado titulado Sobre la Enfermedad Sagrada , que data de entre el 430 y el 420 a.C., el propio
Hipócrates o alguno de sus discípulos considera el cerebro como la fuente del placer y del dolor, del
pensamiento y de la percepción, de la locura y del temor, en una perspectiva netamente
encefalocéntrica.
Dentro de este debate, René Descartes, entre los años 1630 y 1650, difunde la teoría mecanicista.
Además, establece la dualidad cuerpo-alma, por la cual el cerebro sería el gobernante de la
conducta. Además, señaló a la glándula pineal como la carretera que comunicaría las dos
dimensiones. Así fue como se consagró como padre de ese debate mente-cerebro que aún hoy sigue
inquietando a muchos neurocientíficos.
En el siglo XIX el frenólogo Joseph Gall se encargó de "localizar" las funciones mentales en la
superficie del cráneo. Cada una de estas funciones se localizaba de manera muy precisa y,
supuestamente, era suficiente con palpar el cráneo para definir cuáles facultades caracterizaban a
una persona. Si bien las propuestas de Gall cayeron muy pronto en un notorio descrédito,
probablemente debido a su metodología y a la falta de soporte empírico, sus aproximaciones fueron
muy importantes en la medida en que fue el primero en plantear una topografía que uvo el valor de
haber sido la primera teoría que postulaba las funciones psicológicas no como un todo unitario sino
fraccionadas. Hoy en día a lo que se conoce como asimetría funcional cerebral y organización
funcional de la corteza cerebral, a veces se le llega a denominar "frenología moderna". Lo que
conocemos hoy de la identidad y funcionalidad de cada parte del cerebro, así como de algunas
funciones complejas muy precisas, permite hacer mapas funcionales cerebrales que de alguna
manera son una metáfora de lo que planteaba Gall en aquella época.
La primera observación que permitió hacer una correlación muy específica entre una facultad
psicológica muy compleja -como es el lenguaje- y una localización muy precisa en el cerebro
-como es la tercera circunvolución frontal (TCF)- fue la expuesta por Paul Broca. Las
observaciones de Broca modificaron también la concepción del lenguaje como una función unitaria
y localizada en una parte del cerebro, para empezar a tratarlo como algo fragmentado en el que se
distinguen, entre otras, la comprensión y la expresión. Esta idea adquirió más forma luego de que,
en 1874, Karl Wernicke describiera un caso opuesto al de Broca, de un paciente que hablaba con
fluidez, que era capaz de producir lenguaje, pero que no entendía nada de lo que le decían. Al
examinar este cerebro se encontró que la lesión ya no estaba en la TCF sino en la primera
circunvolución temporal (PCT); esto ahora se conoce como afasia tipo Wernicke. A partir de
entonces se comenzó a hablar de los dos tipos de afasias: la afasia de Broca y la afasia de Wernicke;
la una de expresión (motora) y la otra de comprensión (sensitiva).
De este modo, se empezó a comprender la fragmentación de esas funciones en distintas partes del
cerebro, y comenzó lo que podría llamarse la corriente localizacionista: una vertiente de
investigación que intenta dar respuesta a la pregunta de qué partes del cerebro se relaciona con qué
funciones psicológicas. Litchtheim es un representante importante de este período (1874- 1890) y se
cataloga dentro de los primeros asociacionistas. Él, junto con Wernicke, formularía el primer
modelo de explicación de las afasias, conocido como "la casita de Litchtheim-Wernicke", el cual
permite explicar muchas de las disociaciones que se pueden presentar en las alteraciones del
lenguaje. De este modo, se comienzan a plantear síndromes y alteraciones debidos tanto a lesiones
en los centros como a problemas en sus conexiones.
Luria, un neuropsicólogo soviético que trabajó en muchos campos distintos de la neuropsicología y
que tuvo la experiencia de estudiar a los heridos de guerra. Sus experimentos aportaron numerosos
conocimientos al respecto de los síndromes neuropsicológicos asociados con distintos lóbulos y
localizaciones.
Unos 20 años después del fin de la II Guerra Mundial, en 1962, se lanza el Neuroscience Research
Program. Consiste en una organización que pone en contacto a universidades de todo el mundo. Su
objetivo era conectar a académicos de ciencias comportamentales y neurológicas: biología, sistema
nervioso y psicología.
A raíz de ello, surge en Washington (1969) Society for Neuroscience. Actualmente sigue siendo un
referente mundial, al igual que su encuentro anual.
En la actualidad se llevan proyecto como BRAIN en Estados Unidos (iniciativa de investigación
colaborativa ideada por el neurobiólogo Español Rafael Yuste y anunciada por la administración
Obama el 2013, con el objetivo de trazar un mapa de la actividad de cada neurona en el cerebro
humano) y HUMAN BRAIN (Una infraestructura de investigación para ayudar al avance de la
neurociencia, la medicina y la informática) Link: https://www.humanbrainproject.eu/en/
En Colombia, la neuropsicología como disciplina surge en los años 50, a partir de la consolidación
de la neurología y de la psicología como disciplinas académicas. Con la creación de las Facultades
de Psicología se promueve la formación en psicofisiología y neurofisiología, primero en la
Universidad Nacional, luego en la Javeriana y, posteriormente, en las diferentes facultades que se
fueron creando.
En los años 70 se crea el Instituto Neurológico de Colombia en Bogotá con objetivos encaminados
al diagnóstico, tratamiento, docencia e investigación de las enfermedades del sistema nervioso,
dando importancia a aspectos tanto fundamentales como aplicados
Unos diez años después se lleva a cabo el Congreso Internacional de Neuropsicología en Bogotá,
que fomentó el surgimiento de la Asociación Latinoamericana de Neuropsicología en 1987. En
1975 presentan, Gómez y de Obaldía, estudiantes de Psicología en la Universidad Javeriana, la
primera tesis de grado con tema neuropsicológico.
La Neuropsicología, como cátedra, aparece en los años 80 en la Facultad de Psicología de la
Universidad de San Buenaventura en Medellín, la creación de la Sociedad Neuropsicológica de
Antioquia y el primer posgrado en el área. Se integra, además, paulatinamente la cátedra de
Neuropsicología o Neurociencias en programas de pregrado y aparecen progresivamente nuevas
especializaciones en el área con diferentes énfasis y niveles de profesionalización: diplomados,
especializaciones, maestrías y doctorados. Con el apoyo de COLCIENCIAS se incrementa la
investigación y las publicaciones en neurociencias y neuropsicología. Así como la fundación de
diversos institutos de investigación relacionados con el ejercicio profesional en neurociencias y
Neuropsicología: Instituto de Envejecimiento de La Universidad Javeriana , El Instituto
Colombiano de Neurociencias, Instituto de Neurociencias Aplicadas (INEA), Liga Colombiana
Contra la Epilepsia, entre otros.
Hasta hace cerca de 30 años, el objetivo principal de la neuropsicología era el de establecer una
correlación entre la estructura del cerebro y las operaciones mentales. Un período en el que el
neuropsicólogo era el encargado de, una vez evaluados los síntomas del paciente, indicar el lugar de
la lesión cerebral. Había que recurrir a sus conocimientos, basados en sus estudios de las
regularidades de lesiones cerebrales correlacionadas con alteraciones comportamentales y con
síndromes neuropsicológicos específicos, para poder formular buenos diagnósticos. En suma, el
enfoque clínico-anatómico pretendía responder dos preguntas clave, a través de las pruebas
neuropsicológicas: ¿Existe o no una lesión cerebral? Y si existe, ¿dónde se encuentra?. Ahora,
afortunadamente, contamos con métodos muy sofisticados para localizar las lesiones, como la
escanografía o la resonancia magnética, que permiten visualizar anatómicamente el lugar exacto de
la lesión. Pero durante mucho tiempo la responsabilidad del neuropsicólogo clínico, en la ubicación
de las lesiones cerebrales, era inmensa.

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