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Conceptos sobre la salud mental

La salud mental es un estado de bienestar mental que permite a las personas hacer
frente a los momentos de estrés de la vida, desarrollar todas sus habilidades, poder
aprender y trabajar adecuadamente y contribuir a la mejora de su comunidad. Es parte
fundamental de la salud y el bienestar que sustenta nuestras capacidades individuales y
colectivas para tomar decisiones, establecer relaciones y dar forma al mundo en el que
vivimos. La salud mental es, además, un derecho humano fundamental. Y un elemento
esencial para el desarrollo personal, comunitario y socioeconómico.

La salud mental es más que la mera ausencia de trastornos mentales. Se da en un


proceso complejo, que cada persona experimenta de una manera diferente, con diversos
grados de dificultad y angustia y resultados sociales y clínicos que pueden ser muy
diferentes.

Las afecciones de salud mental comprenden trastornos mentales y discapacidades


psicosociales, así como otros estados mentales asociados a un alto grado de angustia,
discapacidad funcional o riesgo de conducta auto lesiva. Las personas que las padecen
son más propensas a experimentar niveles más bajos de bienestar mental, aunque no
siempre es necesariamente así.

Determinantes de la salud mental

A lo largo de la vida, múltiples determinantes individuales, sociales y estructurales


pueden combinarse para proteger o socavar nuestra salud mental y cambiar nuestra
situación respecto a la salud mental.

Factores psicológicos y biológicos individuales, como las habilidades emocionales, el


abuso de sustancias y la genética, pueden hacer que las personas sean más vulnerables a
las afecciones de salud mental.

La exposición a circunstancias sociales, económicas, geopolíticas y ambientales


desfavorables, como la pobreza, la violencia, la desigualdad y la degradación del medio
ambiente, también aumenta el riesgo de sufrir afecciones de salud mental.

Los riesgos pueden manifestarse en todas las etapas de la vida, pero los que ocurren
durante los períodos sensibles del desarrollo, especialmente en la primera infancia, son
particularmente perjudiciales. Por ejemplo, se sabe que la crianza severa y los castigos
físicos perjudican la salud infantil y que el acoso escolar es un importante factor de
riesgo de las afecciones de salud mental.

Los factores de protección se dan también durante toda la vida y aumentan la resiliencia.
Entre ellos se cuentan las habilidades y atributos sociales y emocionales individuales, así
como las interacciones sociales positivas, la educación de calidad, el trabajo decente, los
vecindarios seguros y la cohesión social, entre otros.
Los riesgos para la salud mental y los factores de protección se encuentran en la
sociedad en distintas escalas. Las amenazas locales aumentan el riesgo para las
personas, las familias y las comunidades. Las amenazas mundiales incrementan el riesgo
para poblaciones enteras; entre ellas se cuentan las recesiones económicas, los brotes de
enfermedades, las emergencias humanitarias y los desplazamientos forzados, y la
creciente crisis climática.

Cada factor de riesgo o de protección tiene una capacidad predictiva limitada. La


mayoría de las personas no desarrollan afecciones de salud mental, aunque estén
expuestas a un factor de riesgo, mientras que muchas personas no expuestas a factores
de riesgo conocidos desarrollan una afección de salud mental. En todo caso, los
determinantes de la salud mental, que están relacionados entre sí, contribuyen a mejorar
o socavar la salud mental.

Promoción de la salud mental y prevención de las afecciones de salud mental

Las intervenciones de promoción y prevención se centran en identificar los


determinantes individuales, sociales y estructurales de la salud mental, para luego
intervenir a fin de reducir los riesgos, aumentar la resiliencia y crear entornos favorables
para la salud mental. Pueden ir dirigidas a individuos, grupos específicos o poblaciones
enteras.

Actuar sobre los determinantes de la salud mental requiere a veces adoptar medidas en
sectores distintos del de la salud, por lo que los programas de promoción y prevención
deben involucrar a los sectores responsables de educación, trabajo, justicia, transporte,
medio ambiente, vivienda y protección social. El sector de la salud puede contribuir de
modo significativo integrando los esfuerzos de promoción y prevención en los servicios
de salud, y promoviendo, iniciando y, cuando proceda, facilitando la colaboración y la
coordinación multisectoriales.

La prevención del suicidio es una prioridad mundial y forma parte de los Objetivos de
Desarrollo Sostenible. Algunas medidas permitirían avanzar considerablemente al
respecto, como limitar el acceso a los medios de suicidio, fomentar una cobertura
mediática responsable, promover el aprendizaje socioemocional en los adolescentes y
favorecer la intervención temprana. Prohibir los plaguicidas muy peligrosos es una
intervención particularmente económica y rentable para reducir las tasas de suicidio.

La promoción de la salud mental de los niños y adolescentes es otra prioridad, que


puede lograrse mediante políticas y leyes que promuevan y protejan la salud mental,
apoyando a los cuidadores para que ofrezcan un cuidado cariñoso, poniendo en marcha
programas escolares y mejorando la calidad de los entornos comunitarios y en línea. Los
programas de aprendizaje socioemocional en las escuelas son de las estrategias de
promoción más eficaces para cualquier país, independientemente de su nivel de
ingresos.
La promoción y protección de la salud mental en el trabajo es una esfera de interés
creciente, que puede favorecerse mediante la legislación y la reglamentación, estrategias
organizacionales, capacitación de gerentes e intervenciones dirigidas a los trabajadores.

Lo que un cristiano necesita saber acerca de la salud mental

La Biblia dice que, según el mundo, los cristianos somos lo necio, débil, vil y
menospreciado de la sociedad (1 Corintios 1:27-28). Además, fuimos llamados a tener
compasión, soportarnos unos a otros y orar unos por otros (1 Pedro 3:8; Efesios 4:2;
Santiago 5:16). Entonces, es razonable pensar que debería sernos fácil hablar acerca de
los temas de la salud y las enfermedades mentales.

Pero en mi experiencia, ése rara vez es el caso. Los estigmas relacionados con estos
temas son poderosos. Hablar de ellos puede ser incómodo, vergonzoso o incluso tabú,
aun para los cristianos. Y tengo una idea de por qué.

Tal vez tiene que ver con algunos de los pasajes más bellos de la Biblia —versículos
como “Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque
en ti ha confiado” (Isaías 26:3), o “Por nada estéis afanosos... Y la paz de Dios, que
sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos
en Cristo Jesús” (Filipenses 4:6-7).

Versículos como estos, cuyo propósito es brindar consuelo y perspectiva, a veces pueden
sentirse como acusaciones. Un buen cristiano confía en Dios y Dios le da paz, nos
decimos. Entonces, si no tengo paz, no soy un buen cristiano.

¿Es eso cierto?

¿Somos malos cristianos si nuestra mente no está en un perfecto y constante estado de


serenidad y felicidad?

Los cristianos y el estrés mental/emocional

Hablemos acerca de eso.

Hablemos acerca de David, el hombre conforme al corazón de Dios que volverá a servir
como rey de Israel, quien escribió: “Mi corazón está dolorido dentro de mí, y terrores de
muerte sobre mí han caído. Temor y temblor vinieron sobre mí, y terror me ha cubierto”
(Salmos 55:4-5).

Hablemos acerca de Elías, quien hizo increíbles milagros como profeta de Dios y
representó a todos los profetas en la transfiguración de Cristo, pero en cierta ocasión se
dejó caer exhausto y abrumando bajo un árbol rogando: “Basta ya, oh Eterno, quítame la
vida, pues no soy yo mejor que mis padres” (1 Reyes 19:4).

Hablemos incluso de Jesucristo, el Hijo de Dios y Verbo eterno hecho carne, quien les
dijo a sus discípulos antes de su crucifixión: “Mi alma está muy triste, hasta la muerte;
quedaos aquí y velad” (Marcos 14:34), y también “estando en agonía” oró al Padre
mientras “era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra” (Lucas
22:44).

Jesús obviamente tenía una salud mental perfecta, pero parte de su necesaria
experiencia humana fue ser “tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado”
(hebreos 4:15). Él sabe lo que significa sufrir presión mental y emocional.

Todos estos fueron siervos fieles de Dios que tenían una relación cercana con el Padre
celestial, y todos tuvieron que enfrentar situaciones mental y emocionalmente
estresantes. Así que no seamos tan duros con nosotros mismos:

El hecho de que su estado mental no sea ideal no significa que esté fallando como
cristiano. Si está sufriendo de mala salud mental, no significa que esté fallando como
cristiano. Si tiene una enfermedad mental, no significa que esté fallando como cristiano.

La complejidad de la mente

La mente humana es increíble.

Para ser más específicos, la mente humana es increíblemente compleja. Sus mecanismos
internos son sólo el primer paso para entenderla de alguna manera.

El bulto de materia gris que se encuentra entre sus orejas es una red intrincada de
aproximadamente 86.000 millones de neuronas, cada una diseñada para transmitir
impulsos eléctricos a velocidades increíbles con el fin de que usted pueda pensar, sentir,
moverse y funcionar correctamente. Su cerebro almacena memorias, controla músculos,
automatiza funciones corporales, procesa emociones, forma pensamientos complejos y
evalúa argumentos —todo mientras le presenta información proveniente de sus cinco
sentidos de tal forma que no lo sobrecargue con más de lo que puede manejar.

El hecho de que la salud mental esté estigmatizada —que exista un estigma relacionado
con la salud de nuestro cerebro, nuestro órgano más complejo e intrincado— es
simplemente absurdo. Nuestra vida diaria depende tanto de esa delicada, increíble y
perfectamente diseñada masa de neuronas, y tan pocos de nosotros sabemos cómo
reaccionar cuando algo va mal.

Pero podemos cambiar eso. Tenemos que cambiarlo.

Y tenemos que hacerlo juntos.

Por qué necesitamos conciencia acerca de la salud mental

Tal vez pensemos que las enfermedades mentales son poco comunes. Pero no lo son.
Según inves gaciones reunidas por los Centros para el Control y Prevención de
Enfermedades:

Más de la mitad de los estadounidenses será diagnosticada con una enfermedad o un


trastorno mental durante su vida.
En un año normal, uno de cada cinco estadounidenses experimentará una enfermedad
mental.

Uno de cada 25 estadounidenses vive con una enfermedad mental grave (como
esquizofrenia, trastorno bipolar o depresión crónica).

Éstas son estadísticas reveladoras. Más de la mitad. Al final de sus vidas, son más los
estadounidenses que habrán sufrido de una enfermedad mental —no sólo una salud
mental deficiente, sino condiciones clínicas que afectarán sus vidas— que los sanos. Y, si
bien no tenemos el mismo acceso a los porcentajes en otras partes del mundo, es
evidente que las enfermedades mentales no son un problema sólo de los Estados
Unidos.

También son un problema de los cristianos.

¿Qué podemos hacer al respecto? ¿Qué acciones podemos tomar para ayudar a eliminar
el estigma relacionado con la falta de salud mental?

¿Qué son las enfermedades mentales?

Lo primero es definir algunas cosas. Existe una diferencia importante entre una salud
mental deficiente y una enfermedad mental. Las enfermedades mentales son
condiciones —a veces temporales, a veces crónicas— que afectan la forma en que
pensamos, nos sentimos y actuamos. La salud mental, en cambio, es una evaluación
general de nuestro bienestar, emocional, psicológico y social.

Ambos términos están relacionados, pero es posible tener una salud mental deficiente
sin tener una enfermedad mental. Es posible tener períodos de buena salud mental
incluso cuando se sufre de una enfermedad mental. (La depresión y la ansiedad son
enfermedades mentales, por ejemplo, pero eso no significa que estemos enfermos cada
vez que nos sentimos tristes o preocupados.)

¿Qué causa las enfermedades mentales?

Pueden ser muchas cosas.

En términos generales, los expertos dicen que hay tres grandes categorías de causas:
biológicas, psicológicas y ambientales. Muchos de estos factores están completamente
fuera de nuestro control.

Las enfermedades mentales pueden ser desencadenadas por desbalances químicos que
afectan los neurotransmisores a través de los cuales las células de nuestro cerebro se
comunican. Pueden ser desencadenadas por una pérdida o un trauma personal; por algo
que ocurrió mientras estábamos en gestación, por ciertas infecciones, por presiones
sociales o simplemente por vivir en un ambiente disfuncional.

Tratar de “vencer solos” este tipo de enfermedad o “aguantársela” puede ser desastroso.
No podemos arreglar cosas como desbalances químicos con fuerza de voluntad y
determinación. El cerebro es un órgano complicado. Existen muchos factores que
pueden afectar su funcionamiento y, cuando eso sucede, es correcto pedir ayuda.

Consejos para lectores con una enfermedad mental

Si usted es cristiano y sufre de una enfermedad mental, éstas son tres cosas que debe
tener en mente:

1. Usted no es su condición

En primer lugar, es un hijo de Dios personalmente llamado por su Padre celestial para
llegar a ser como Él. A veces sentirá que lo es. A veces otros le harán sentir que lo es.
Pero usted es mucho más que eso. En primer lugar, es un hijo de Dios personalmente
llamado por su Padre celestial para llegar a ser como Él (1 Juan 3:1-2).

Ésa es su identidad. Eso lo define, es la razón de su existencia y es su meta. Una


enfermedad mental es algo que tiene, no lo que es. No permita que nadie —ni siquiera
usted mismo— le diga lo contrario.

2. Una enfermedad mental no es un fracaso moral

Una lectura incompleta de la Biblia puede hacernos creer que cosas como las
enfermedades o la pobreza son castigos directos de Dios, y que Él les da riquezas y salud
ilimitadas a sus santos (vea Salmos 112, entre otros pasajes).

Pero prácticamente todos los siervos fieles de Dios han experimentado enfermedad y
pobreza —no siempre debido a un pecado, sino porque las tragedias y las pruebas a
veces tienen un propósito en el plan de Dios. Considere las historias de Job, José, Rut,
Ester y los muchos “otros” que no se mencionan por nombre en Hebreos 11, “de los
cuales el mundo no era digno” (Hebreos 11:38).

Tener una enfermedad mental no es sinónimo de que Dios lo está castigando por algo
que hizo. Muchas veces, es parte de un plan mayor que no puede ver ahora. Confíe en
Dios y no asuma que la culpa es suya.

3. Buscar ayuda profesional no es falta de fe

Dios es la verdadera fuente de toda sanidad y, si bien nuestro enfoque para resolver
cualquier problema debe comenzar por la oración, buscar la ayuda de profesionales
calificados no tiene nada de malo. (El rey Asa se equivocó al buscar ayuda de los
médicos en lugar de la de Dios, no además de; 2 Crónicas 16:12.)

Siendo un cristiano, es posible que a veces sienta presión (de usted mismo u otros
cristianos) para enfrentar su enfermedad solo —para simplemente orar y estudiar más
hasta que Dios intervenga y lo sane. Pero no es así como tendemos a enfrentar otro tipo
de enfermedades.
Si iría a la Urgencia por un hueso roto, al dentista por un dolor de muelas, a un cirujano
por una peritonitis, o le pediría al doctor de la familia que le diagnostique y trate sus
dolores, ¿por qué sería menos importante buscar ayuda para su mente?

Las enfermedades mentales pueden manifestarse de muchas formas y tener muchas


causas. Un profesional capacitado puede ayudarle a entender qué ocurre en su cerebro,
por qué ocurre y qué puede hacer al respecto. No hay nada de vergonzoso en buscar la
ayuda de un doctor o psiquiatra para entender el órgano más complejo del cuerpo
humano.

Consejos para lectores sin una enfermedad mental

Si usted nunca ha experimentado una enfermedad mental, éstas son tres cosas que los
expertos recomiendan al interactuar con alguien que sí la ha experimentado:

1. Entienda que usted no entiende

Esto es muy importante. La depresión clínica no es lo mismo que estar triste. Un


trastorno de ansiedad no es lo mismo que estar preocupado. En pocas palabras, a
menos de que usted haya tenido una enfermedad mental, no sabe cómo es tener una
enfermedad mental. Tal vez esto suene obvio, pero es un principio que debería afectar la
forma en que hablamos acerca de las enfermedades mentales, y cómo les hablamos a
quienes sufren de una enfermedad mental.

Hablando de eso . . .

2. Ofrezca apoyo, no soluciones

Tal vez se sienta tentado a ofrecer un consejo (“¿Has intentado enfocarte en cosas más
positivas?”), empatía (“Sé cómo te sientes”) o perspectiva (“¡Podría ser peor!”), pero
generalmente estos enfoques son menos reconfortantes de lo que parecen.

¿Qué tan poco reconfortantes? Imagine a un hombre diciéndole estas cosas a una mujer
que está dando a luz. “Sé cómo te sientes” ni siquiera sería verdad, y las otras dos frases
sonarían ofensivas e ignorantes.

En lugar de ello, muestre su apoyo. Si otros le hablan de sus dificultades, pregunte cómo
puede ayudar. Dígales que no imagina por lo que están pasando. Agradézcales por
abrirse y manténgase en contacto con ellos.

Hágales saber, con sus palabras o acciones, que son amados. Eso puede hacer toda la
diferencia del mundo.

3. Opóngase al estigma

La humanidad ha malentendido y tergiversado las enfermedades mentales durante miles


de años. Eso no es algo que se pueda cambiar de la noche a la mañana. Pero cada uno
de nosotros puede oponerse al estigma de las enfermedades mentales cuando se
presente en nuestro rincón del mundo, ya sea que nos afecte personalmente o no.

Podemos esforzarnos más por conocer a nuestros hermanos que sufren de


enfermedades mentales. Podemos trabajar para crear un ambiente donde se sientan
cómodos de compartir sus desafíos y las luchas que enfrentan. Podemos demostrarles
nuestro apoyo y amor incondicional en sus días buenos y en sus días malos.

Muchos miembros, un cuerpo

“Pero ahora son muchos los miembros, pero el cuerpo es uno solo... De manera que si
un miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra,
todos los miembros con él se gozan” (1 Corintios 12:20, 26).

Nadie que sufra de una enfermedad mental debería sentir que no pertenece al Cuerpo
de Cristo. Como miembros de ese cuerpo, todos tenemos una responsabilidad con los
demás: sufrir con los que sufren y regocijarnos con ellos en sus victorias.

Los primeros pasos para eliminar el estigma de las enfermedades mentales dentro de la
Iglesia comienzan con nosotros. Todos nosotros.

Hagamos nuestra parte para crear un ambiente en el que todos, sin importar sus
dificultades, se sientan seguros y equipados para librar sus batallas.

¿Podemos sobrevivir a la edad de la ansiedad?

El término “edad de la ansiedad” ha existido durante décadas. ¿Por qué el mundo sigue
plagado de este problema? ¿Está empeorando la ansiedad? ¿Hay alguna solución? ¡La
Biblia dice que sí!

Durante los difíciles años de la Segunda Guerra Mundial, W. H. Auden escribió La edad
de la ansiedad: una égloga barroca. Este poema parece ser la primera mención
registrada del término “edad de la ansiedad”, pero desde su publicación en 1947, la frase
se ha utilizado para describir diferentes épocas que van desde el 1800 hasta la
actualidad.

¿Por qué la ansiedad sigue siendo un problema para muchos hoy?

Para responder esta pregunta, debemos comprender qué es la ansiedad exactamente —


analizar con cuidado sus causas y efectos.

Ansiedad en nuestra era

Si la ansiedad no es un problema para usted, éste podría parecerle un tema trivial que se
soluciona citando al apóstol Pablo: “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas
vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias”
(Filipenses 4:6).

¡Listo! Problema resuelto.


Sin embargo, quienes sí sufren de ansiedad sabrán que la solución no es tan fácil o
rápida como parece.

Quiero aclarar que este artículo no pretende explicar la ansiedad desde un punto de
vista clínico, ni es una guía para diagnosticar problemas de ansiedad. Más bien, se basa
en una experiencia directa acerca de cómo reconocer, aceptar y vencer la ansiedad
desde un punto de vista bíblico.

En la actualidad, así como en épocas pasadas, existen varios factores que pueden
generar problemas de ansiedad —algunos más comunes que otros.

Éstas son tres de las causas más comunes para los trastornos de ansiedad en la
actualidad:

1. Pérdida de control

Su corazón se acelera y sus manos sudan cuando se encuentra en medio de una


multitud. Se pone nervioso e incluso se marea en lugares públicos, inseguro de lo que
sucede a su alrededor. Necesita ser el primero cuando conduce por una calle transitada
para no quedar atrapado en medio de los otros autos.

Éstos pueden ser algunos de los síntomas de un trastorno de estrés postraumático u otra
clase de estrés por pérdida de control.

Los policías, bomberos y militares que han estado en combate son muy susceptibles a
este tipo de ansiedad, así como otras personas con trabajos altamente estresantes y
peligrosos. En profesiones como éstas, la necesidad de estar en control de las
situaciones puede resultar en ansiedad severa si el control se pierde. Muchas personas
siguen sintiendo esa necesidad incluso después de cambiar de profesión.

Personalmente, he experimentado este tipo de ansiedad —era de los que se ponía


nervioso en las multitudes, tenía que saber qué pasaba a mi alrededor todo el tiempo, y
no podía manejar detrás de otro automóvil— y sé que no basta con decir “no estés
ansioso” para dejar de estarlo.

Entonces, ¿cómo reducir la necesidad controlar todo?

El libro de Salmos contiene varios pasajes animadores para quienes luchan contra la
ansiedad por pérdida de control. El rey David nos recuerda que Dios es nuestra fortaleza,
nuestro libertador y nuestro escudo, Aquél en quien podemos resguardarnos (Salmos
144:2). También dice que podemos dejar ir nuestro miedo, porque Él es la fortaleza de
nuestra vida (Salmos 27:1).

Los salmos no sólo nos dicen que dejemos de estar ansiosos por la falta de control, sino
que además nos explican por qué podemos estar tranquilos.

Mientras más aprendamos a depender de Dios por medio de la oración, el estudio de la


Biblia, la meditación y la obediencia a su ley, más podremos confiar en Él.
Aceptar que Dios es quien está en control puede darnos una sensación de paz y
ayudarnos a dejar ir la necesidad de controlarlo todo. En otras palabras, puede librarnos
de la ansiedad que proviene de la pérdida de control. Aceptar que Dios es quien está en
control puede darnos una sensación de paz y ayudarnos a dejar ir la necesidad de
controlarlo todo. En otras palabras, puede librarnos de la ansiedad que proviene de la
pérdida de control.

2. Falta de autoestima

Su boca se seca. Baja la mirada. Sus palmas sudan. Siente mariposas en el estómago y se
sonroja. ¿Debería llorar? ¿Gritar? ¿Huir aterrorizado? ¿Cuál es la reacción correcta ante el
colega que le hace una pregunta frente a otras tres personas?

A veces eso es todo lo que se requiere.

Ésta es la clase de ansiedad que se desencadena por una autoestima baja, también
conocida como “trastorno de ansiedad social”. Quizá estos síntomas lo describen a usted
a la perfección, pero no los había asociado a una baja autoestima.

O quizá sí.

Quizás esta ansiedad le está afectando porque siente que no tiene nada que aportar —
que no es lo suficientemente inteligente, gracioso, atractivo, pudiente, o cualquier otro
estereotipo, como para merecer atención.

Un estudio publicado en la revista científica Behaviour Research and Therapy en el 2006


concluyó que las personas socialmente ansiosas son menos propensas a asociarse con
palabras positivas.

La sociedad actual sin duda puede ser un ambiente muy hostil para nuestra autoestima.
La era de las redes sociales permite que la gente sea especialmente crítica, porque
pueden esconderse tras sus pantallas mientras desprecian, se burlan y lastiman a los
demás.

Quienes luchan contra esta clase de ansiedad pueden fácilmente sucumbir ante un
mundo que juzga cada foto que publicamos, cada palabra que escribimos y cada cosa
que “nos gusta” en las redes sociales. También es importante recordar que el abuso
físico, emocional y sexual puede contribuir en gran medida a una autoestima baja.

A medida que la sociedad se aleja más y más de Dios y la Biblia, es fácil que las personas
olviden por qué y por quién fueron creadas, y como consecuencia pierdan su sentido de
valor. Pero un factor fundamental para vencer la falta de autoestima es comprender lo
que nuestro Creador piensa de nosotros.

¡Nuestro Padre celestial nos creó para que seamos sus hijos!

Piense en esto por un momento.


Incluso antes de crear el mundo, Dios quería que nosotros fuéramos sus hijos e hijas
(consulte Efesios 1:3-6). Su deseo es que seamos parte de su familia y compartamos su
amor y naturaleza. Y Dios no sólo quiere que seamos sus hijos, sino que pagó el alto
costo que eso implica. Nuestro Padre —el Creador todopoderoso— estuvo dispuesto a
entregar a su Hijo, y Jesucristo estuvo dispuesto a ser golpeado, azotado, crucificado y
asesinado,

¿por quién? Por usted. Por mí. Por cada uno de nosotros.

No se trata de ser lo suficientemente gracioso. O inteligente. O atractivo. O pudiente.


Esas cosas no importan. Lo que importa es que Dios nos considera lo suficientemente
valiosos como para preparar un futuro para nosotros.

Es mucho más fácil vencer la ansiedad provocada por una baja autoestima cuando
comprendemos lo importantes que somos para nuestro Creador y el maravilloso futuro
que Él tiene para nosotros.

3. Estrés

El estrés no discrimina. Puede atacar a cualquiera, y de muchas maneras

“No encuentro trabajo.”

“¡Detesto mi trabajo!”

“Todos dicen que debería casarme, pero no encuentro a nadie.”

“Mi esposa está embarazada otra vez y no estamos preparados.”

“Mi familia está siendo perseguida por nuestra religión.”

“No pude entrar a la universidad que quería.”

“La violencia en mi ciudad está fuera de control.”

“Me molestan mucho en el colegio, pero me da miedo contarle a alguien.”

“Mi novio me dejó.”

“Tengo cáncer terminal.”

“Mi hijo tiene cáncer.”

La vida es estresante para todos, sin importar nuestra situación económica o dónde
vivimos.

La ansiedad causada por el estrés de la vida puede sonar superficial a veces, pero sus
efectos son tan reales como los de cualquier otra clase de ansiedad.

Y este problema no es exclusivo de los adultos con vidas ocupadas; los niños también
son muy susceptibles a la ansiedad de situaciones estresantes. El estrés de ser llevados
de la casa a la guardería o el colegio, luego a la niñera, y de regreso a casa día tras día
puede ser una causa de ansiedad para ellos. En casos extremos, algunos niños incluso
carecen de alimento o un hogar apropiado. Viven en la pobreza, en áreas plagadas de
crimen, y sufren de ansiedad por estrés todos los días de su vida

Los niños también pueden sentirse ansiosos por las acciones o palabras de sus padres.
Un artículo publicado en KidsHealth.org advierte que los padres deben cuidar la forma
en que discuten temas como finanzas, enfermedades y problemas de pareja o trabajo
cuando sus hijos están presentes. Los niños perciben las ansiedades de sus padres y
pueden empezar a preocuparse ellos mismos.

¿Cómo vencer la ansiedad de una vida estresante?

Jesucristo dijo que no debemos preocuparnos por los afanes de la vida, como qué
comeremos y beberemos. Pero también nos explica por qué.

El Creador de todo siempre nos está observando y conoce nuestras necesidades. Si


ponemos nuestra mente en las cosas de Dios —su justicia— y confiamos en que Él
proveerá lo que nosotros no podemos, entonces nuestras necesidades físicas pasarán a
segundo plano y nuestra ansiedad cederá (Mateo 6:25-34).

Esto no significa que las necesidades desaparecerán o que nunca nos faltará nada.
Simplemente significa que, cuando nuestras prioridades están en armonía con las de
Dios, podemos poner nuestras preocupaciones físicas en perspectiva y darles menos
importancia. Y cuando ponemos nuestro enfoque en lo espiritual, podemos reducir el
estrés y la ansiedad que provienen de las cosas físicas.

No intente vencer la ansiedad solo

La ansiedad es un problema real y difícil de vencer.

A veces, incluso a pesar de nuestros mejores esfuerzos para acercarnos a Dios, puede
atacarnos y convertirse en un peso que nos arrastra a un abismo de soledad y depresión.
Cuando esto sucede, o cuando pensamos que está sucediendo (con nosotros o algún
conocido), es fundamental buscar ayuda profesional.

Un estudio titulado “The Relationship Between Anxiety Disorders and Suicide Attempts”
[La relación entre los trastornos de ansiedad y los suicidios] encontró una clara conexión
entre la ansiedad y el suicidio, especialmente entre las personas con trastornos de
pánico y estrés postraumático (National Epidemiologic Survey on Alcohol and Related
Conditions [Encuesta epidemiológica nacional acerca del alcohol y condiciones
relacionadas]).

Yo mismo he sido testigo de este aspecto de la ansiedad. Créame cuando digo que una
persona con ansiedad que se rehúsa a buscar ayuda puede estar en grave peligro de ver
el suicidio como una solución.Yo mismo he sido testigo de este aspecto de la ansiedad.
Créame cuando digo que una persona con ansiedad que se rehúsa a buscar ayuda
puede estar en grave peligro de ver el suicidio como una solución.
Buscar la ayuda y guía de Dios es muy importante, claro, pero a veces Él espera que
también nos apoyemos en otras personas. La peor decisión que podemos tomar es
tratar de vencer la ansiedad solos. La Biblia dice que “mejores son dos que uno” y que es
perjudicial estar solo, porque “cuando cayere, no habrá segundo que lo levante”
(Eclesiastés 4:9-10).

Es fundamental buscar ayuda cuando intentamos vencer un problema de ansiedad. Si su


ansiedad se vuelve un trastorno crónico que le impide tener una vida sana, es
recomendable recurrir a la ayuda profesional de un consejero o psicólogo calificado.
Pedir ayuda no es un signo de debilidad.

Salir de la edad de la ansiedad

¿Cómo sobrevivir a esta edad de la ansiedad aparentemente perpetua?

La solución es creer y confiar en la Palabra de Dios. Pablo nos dice que por nada
estemos afanosos; y el resto de la Biblia nos explica cómo alcanzar esa meta
aparentemente imposible

Cuando dejamos que Dios tome el control de nuestra vida, entendemos lo importantes
que somos para Él y ponemos nuestras preocupaciones y estrés en sus manos, tenemos
la oportunidad de estar realmente en paz y nuestra edad de la ansiedad personal puede
terminar.

BIBLIA Y SALUD MENTAL

Cuando no puedes salir solo del dolor y necesitas ayuda externa, no hay mejor ayuda
que aquella que Dios ofrece. Él promete sanar todas tus “dolencias” (Salmo 103:2-4).
Enfoca tu vida en el presente y mira hacia delante con esperanza. Dios puede darte un
nuevo comienzo a pesar de tu pasado

La salud mental de la población de nuestro continente americano y del mundo en


general fue puesta a prueba durante 2020 y lo sigue siendo en la actualidad. Las
consecuencias de la pandemia se han hecho notar a través del aumento de síntomas de
trastornos de ansiedad y depresión.

Además, según la OMS (Organización Mundial de la Salud), se calcula que en el mundo


existen más de 300 millones de personas diagnosticadas con depresión, siendo
considerada como la primera causa de discapacidad a nivel mundial.

La esperanza bíblica

En medio de este panorama que parece oscuro para una gran cantidad de personas en
todo el mundo, la Biblia, que es la base de la fe cristiana, nos entrega una gran cantidad
de consejos y principios que pueden ser de vital ayuda para alguien que se encuentra en
medio del dolor, de la angustia o la desesperanza. Algunos de ellos son:
Pon tu confianza en Dios. Cuando no puedes salir solo del dolor y necesitas ayuda
externa, no hay mejor ayuda que aquella que Dios ofrece. Él promete sanar todas tus
“dolencias” (Salmo 103:2-4).

Enfoca tu vida en el presente y mira hacia delante con esperanza. Dios puede darte un
nuevo comienzo a pesar de tu pasado. Sus promesas renuevan tu vida. “Por lo tanto, si
alguno está en Cristo, es una nueva creación. Las cosas viejas pasaron, todo es nuevo” (2
Corintios 5:17, Nueva Versión Internacional online).

Dirige tus pensamientos hacia todo lo que sea constructivo y positivo. Conservar este
tipo de actitud colabora en mejorar tus vínculos con otros. “…todo lo verdadero, todo lo
respetable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo digno de admiración, en
fin, todo lo que sea excelente o merezca elogio” (Filipenses 4:8, Nueva Versión
Internacional online).

Acostumbra escribir en un cuaderno una lista de eventos o sucesos diarios y buenos que
hayas atravesado cada día.

Perdona. Las instancias de perdonar, ser perdonado y perdonarse a uno mismo liberan
de pesos y culpas innecesarias en el camino de la vida. Jesús fue claro respecto a la
disposición humana para brindar perdón, dijo a Pedro: “…sino hasta setenta veces siete”
(Mateo 18:21 y 22) y nos insta hoy “…amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Marcos
12:31 NRV 2000).

Agradece constantemente a Dios y a los demás. Adquiere una mirada de amplia


perspectiva. “Dad gracias por todo” (1 Tesalonicenses 5:18 NRV 2000)), esto te ayudará a
apreciar la vida con nuevos ojos. Fomentará un espíritu alegre.

Pon en práctica estos sencillos y trascendentes consejos. Lee y comparte con otros las
citas bíblicas, ellas son la Palabra de Dios para cada uno de sus hijos y traen luz en
medio de la oscuridad.

ESTUDIO BIBLICO: "JESUS TAMBIEN MOSTRO INTERES POR LOS ENFERMOS


MENTALES"

INTRODUCCIÓN

Según estadísticas de la Organización Panamericana de la Salud OPS y de la


Organización Mundial de la Salud OMS, para el año 2020 la depresión va a ser la
segunda causa de discapacidad para las personas en el mundo. Actualmente el 25% de
la población mundial padece de un trastorno depresivo. A pesar de que la pobreza es el
principal detonante del creciente numero de enfermedades mentales en el país, el
Gobierno no cuenta con una política claramente definida en este campo. Según
estudios, el 1% de la población hondureña (60,000) padecen un problema psiquiátrico
mayor, llámese psicosis, enajenación o locura. Se conoce a de más que el 30% de la
población en general en algún momento ha sufrido un episodio de depresión, ansiedad
o pánico. Estas enfermedades afectan al grueso de la población económicamente activa
(25 a 45 años) y tienen como consecuencias inmediatas el incremento de casos de
suicidios y de actos de violencia en el país. Urge en estos momentos de depresión
económica, de inseguridad social y de deterioro de la familia y el medio ambiente, una
acción decidida de parte del Gobierno, las iglesias y la sociedad en general para atender
el problema de la salud mental de los hondureños y hondureñas.

Jesús sano enfermos mentales

1. Mateo 4:32 y 24. "Y recorrió Jesús toda Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, y
predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el
pueblo. Y se difundió su fama por toda Siria; y le trajeron todos los que tenían dolencias,
los afligidos por diversas enfermedades y tormentos, los endemoniados, lunáticos y
paralíticos; y los sano."

El Evangelio del Reino que Jesucristo predicaba incluía bendiciones para el cuerpo y
también para el alma. En muchos pasajes de los cuatro evangelios cuando se habla del
ministerio de Jesucristo, se menciona con claridad que su atención primordial fue para
con los pobres y los más necesitados de la tierra, entre ellos sobresalían los enfermos y
de entre estos los más desahuciados, repudiados y olvidados por la sociedad; los
leprosos, los ciegos, los paralíticos, los lunáticos (enfermos mentales) y los
endemoniados.

Según el pasaje

¿Qué hacía Jesús por las personas que padecían diferentes tipos de enfermedades y
dolencia? Usted y yo podemos llegar a sufrir una enfermedad mental temporal o
permanente

En la Biblia se mencionan varios pasajes de personajes que sufrieron esta experiencia de


llegar a padecer enfermedades mentales, y probablemente nunca se imaginaron que a
ellos les iba a pasar algo así.

1. La locura de Nabucodonosor Rey del imperio Babilónico (Daniel capitulo 4).


2. La locura de Saúl primer Rey de los judíos (1 Samuel 16:14-23).
3. La Depresión del Rey David (Salmos capitulo 51).
4. La Depresión del Rey Salomón (Eclesiastés capítulos 1y 2).

Ninguna persona está exenta de padecer algún tipo de enfermedad mental, no importa
la clase social, la condición económica, la raza, el sexo ni la edad. Lo único que hace falta
es una crisis y no estar preparado para enfrentarla, y la enfermedad mental se puede dar.

Cuando estas crisis suceden es cuando más necesitamos del amor y el apoyo de seres
queridos o personas que estén a nuestro lado.

Comentarios del grupo


Comentar algunas experiencias conocidas por el grupo

Pensemos en como ayudar a personas con enfermedades mentales

Hagamos una lista de las características generales de las personas que padecen
enfermedades mentales, tomando en cuenta también su condición familiar:

1 AL 5

Ahora, hagamos una lista de posibles dificultades que Jesús y los discípulos tuvieron que
enfrentar y superar para atender y sanar las personas con enfermedades mentales.

1 AL 5

Finalmente hagamos una lista de algunas de las dificultades que nosotros podríamos
enfrentar y superar en la actualidad para poder ayudar a personas con enfermedades
mentales.

1 AL 5

La Biblia nos enseña que el AMOR y el PERDON en todas las direcciones, de Dios hacia el
ser humano, del ser humano hacia Dios y de los seres humanos entre los seres humanos,
es una medicina efectiva contra las enfermedades mentales (1 Corintios 13:1-8 y 1 juan
4:18).

II. COMPROMISOS DEL GRUPO SOBRE EL TEMA ESTUDIADO

Cómo cristianos y cristianas ¿Qué acciones podríamos realizar a favor de las personas
que sufren enfermedades mentales?

1 AL 3

La Biblia y la salud mental

La Biblia no habla explícitamente sobre el tema de la salud mental; sin embargo, tiene
mucho que decir sobre el corazón y la mente, el quebrantamiento espiritual y la
condición del alma. La salud mental es importante, ya que afecta a todo el ser (Prov.
4:23) y, al igual que el cuerpo, la mente puede enfermarse o lesionarse.

La Biblia tiene muchos pasajes que hablan indirectamente de la salud mental. El Señor es
quien renueva la mente (Rom. 12:2) y restaura el alma (Sal. 23:3). Dios les ha dado a Sus
hijos “un espíritu no de temor, sino de poder, amor y dominio propio” (2 Tim. 1:7).
Tenemos la promesa de paz de Jesús (Jn. 14:27) y descanso (Mt. 11:28). Y, por supuesto,
hay muchos mandatos bíblicos de “no temer” y llevar nuestras ansiedades a Dios (Is.
41:10; Mt. 6:34; Fil. 4:6; 1 Pe. 5:7).

La salud mental está ligada a la salud tanto del cuerpo como del espíritu. Tenemos un
ejemplo bíblico en Elías, cuya salud mental sufrió durante su conflicto con la reina
Jezabel. Después de que Elías descansó y se recargó físicamente, Dios le dio ánimo, un
nuevo propósito y un asistente (1 R. 19:4-18).

Otro ejemplo es Jonás, quien deseó la muerte después de que Dios perdonó a Nínive
(Jon. 4:3), un deseo bastante indicativo de un estado depresivo (Jon. 1:1-3).

La Biblia da algunas pautas para lograr y conservar una buena salud mental. Tenemos
una descripción de la vida de pensamiento saludable en Filipenses 4:8. Tenemos el
ejemplo de Jesús de tomar descansos del ajetreo de la vida para enfocarse en asuntos
espirituales (Lc. 5:16), y llamó a Sus discípulos a hacer lo mismo (Mc. 6:31). Tenemos el
reconocimiento de Pablo de que el ejercicio físico es beneficioso (1 Tim. 4:8). El cuidado
personal, tanto físico como espiritual, es una necesidad.

Dios está cerca de los quebrantados de corazón y salva a los quebrantados de espíritu
(Sal. 34:18). Él obra todas las cosas para el bien de Sus hijos (Rom. 8:28). La prueba de la
fe produce aguante y madurez (Stg. 1:2-4). Las luchas por la salud mental, si bien son
difíciles, no carecen de sentido. La Biblia muestra claramente cómo Dios puede usarlos y
los usa para Su gloria.

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