Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
La inseguridad
La desesperanza
El rápido cambio social
Los riesgos de violencia
Los problemas que afecten la salud física
Tal y como queda recogido en varios Informes “los problemas emocionales en los jóvenes son
un problema de salud pública y no sólo por las consecuencias o impacto negativo que suponen
sobre la calidad de vida, el bienestar y desarrollo
de los propios jóvenes, sino por los costes socio-
económicos y sanitarios que ello supone”. Sin
embargo, la investigación sobre el diagnóstico y
tratamiento de estos trastornos, la promoción de
la salud y el bienestar emocional y la prevención
de los trastornos mentales, a pesar de que, en los
últimos años, está mejorando considerablemente,
aún está marcada por la fragmentación derivada
del trabajo mayoritariamente aislado y/o parcelado que desempeñan los diferentes profesionales
e investigadores. Por esta razón, es necesaria una mayor colaboración entre los diferentes
agentes implicados: investigadores y profesionales de la salud mental y de otras disciplinas, así
como los propios jóvenes, familias, legisladores, con especial interés de aquellos que se
relacionan o son parte de minorías en potencial riesgo psicosocial”.
Para
comprender el caso de Lucía, hay que entender que la ansiedad se considera como una respuesta
adaptativa, necesaria para el funcionamiento adecuado del individuo. Tiene una función clara y
es la de advertir y activar al organismo ante situaciones amenazantes, inciertas, peligrosas. Así,
ante la percepción de un peligro, la activación psicofisiológica nos facilita la respuesta de lucha
o huida para protegernos (respuesta de ataque, huida, evitación, búsqueda de seguridad o de
sumisión). Por lo que tiene una función determinada y aparece en momentos determinados y
concretos.
El problema surge cuando esa ansiedad se manifiesta de una manera continuada en el tiempo,
cuando surge ante situaciones que no son realmente amenazantes (desproporción entre la
respuesta y el carácter amenazante de la situación/estímulo) o cuando aparece de forma muy
intensa.
La ansiedad se convierte en un problema por la interferencia, malestar y sufrimiento que
ocasiona en la vida de la persona que la padece. El foco de esa ansiedad puede ser variable
dando lugar a diferentes trastornos.
Se utiliza el término trastorno cuando aparece de manera conjunta una serie de manifestaciones
o síntomas y cuando, tal y como se ha comentado antes, ocasiona un malestar e interferencia en
la vida de la persona.
La depresión en la adolescencia
Tal y como señalan diferentes expertos o se indica en diversas guías especializadas en la
cuestión, en primer lugar, es necesario que los profesionales de la salud que trabajan en atención
primaria tengan la formación y el conocimiento necesarios para realizar una detección adecuada
y a tiempo. Es también importante que el abordaje de los trastornos depresivos se realice desde
un punto de vista multidisciplinar. Así, profesionales del ámbito de la medicina, enfermería,
psicología y psiquiatría y maestros y profesores, deben realizar si es necesario una evaluación
inicial, además de saber identificar los múltiples factores de riesgo que pueden intervenir en la
aparición de este trastorno o en a la exacerbación de sus síntomas y que hacen más vulnerables a
algunos grupos de población. También es necesario que estos profesionales pongan en práctica
habilidades de comunicación como la escucha activa y que se encarguen de establecer un clima
de confianza con los jóvenes y las jóvenes que facilite la detección de los problemas del estado
de ánimo o del riesgo de presentarlos, poder asesorarlos, ofrecer apoyo o dar la oportunidad de
hablar sobre la cuestión y así poder realizar las recomendaciones o derivaciones necesarias.
Desafortunadamente, ocurre con mucha frecuencia que los y las jóvenes no saben interpretar
muy bien lo que les está pasando y paralelamente las personas de su entorno atribuyen
erróneamente los síntomas a una cuestión propia de la edad o solo observan las conductas
disruptivas, sin saberlo relacionar con el trastorno emocional. Estos hechos causan una
importante interferencia, alteran la interrelación con los adultos e iguales y retrasan la búsqueda
de ayuda para iniciar el abordaje del problema.
Los síntomas de la depresión varían a lo largo de un espectro de severidad que a veces llega a
alcanzar los criterios mínimos para recibir el diagnóstico.
El suicidio en la adolescencia
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) (World Health Organization (WHO), 2018),
el suicidio es un problema de salud pública grave a nivel mundial, ya que supone un impacto
personal y familiar duradero en las personas allegadas de quién lo comete y un impacto social y
económico reseñable en las comunidades, países y sociedades afectadas. La OMS enfatiza que
el suicidio es un problema 100% prevenible si se realizan intervenciones oportunas y con
abordaje multifactorial, multisectorial e integral (WHO, 2014a). Estudios recientes señalan que
se trata de un problema de salud pública creciente y un problema socio-sanitario de primer
orden, siendo una de las principales causas de mortalidad en adolescentes.
Sin embargo, ¿es esto real? ¿O estos mensajes están dramatizados y descontextualizados que lo
único que pretenden es inculcar el miedo a la población? Y si es así, ¿Qué podemos hacer
cuando un adolescente nos dice o detectamos que quiere realizar un acto suicida? ¿Es sólo una
llamada de atención, o es que realmente nos debemos preocupar? Además, muchas personas
creen que es un problema que sucede muy infrecuentemente, o que no se puede hacer nada para
prevenirlo. En este capítulo intentaremos responder a estas preguntas a través de datos
científicos y contrastados y aspectos prácticos. Cuando hablamos del suicidio en sentido amplio
podemos estar refiriéndonos a muy diversos fenómenos y la realidad es mucho más compleja.
Se puede diferenciar entre un intento de suicidio real y una conducta autolesiva sin intención de
suicidio.
Esta afirmación contrasta con la evidencia que señala que el riesgo de suicidio elevado suele ser
específico situacionalmente y de corta duración. Si bien los pensamientos suicidas pueden
volver a presentarse (como en cualquier persona), no son permanentes, ni crónicos, ni
inamovibles, sino que una persona que ha sufrido previamente pensamientos suicidas o intentos
puede tener una vida sana y plena de bienestar.
II. Hablar sobre suicidio es una mala idea ya que puede desencadenar más suicidios
Existe un gran estigma asociado al suicidio, por lo que la mayoría de personas que están
contemplando el suicidio no saben con quién hablar de ello. Por tanto, más que incentivar o
aumentar el riesgo de suicidio, hablar sobre el suicidio de forma abierta y sincera puede ofrecer
a la persona la posibilidad de considerar otras opciones o el tiempo para repensar su decisión,
por lo que sería la primera medida o acción para prevenir el suicidio.
III. Solo las personas con trastornos mentales manifiestan conductas suicidas o todas las
personas que se suicidan están deprimidas
IV. La mayoría de suicidios suceden de forma repentina y brusca sin ningún tipo de aviso o
advertencia previa
Lo cierto es que la mayoría de suicidios realizados han sido precedidos por señales de aviso,
bien verbales o comportamentales. Sin embargo, también es cierto, que un pequeño porcentaje
de suicidios ocurren sin aviso. En cualquier caso, es importante comprender las señales de aviso
y estar atentas a ellas para prevenir un desenlace irreversible.
El hecho es que, por el contrario, las personas con conductas suicidas son con frecuencia
ambivalentes en cuanto a la vida y la muerte. De hecho, con frecuencia se da una auténtica
batalla interna en términos de razones para vivir y morir e incluso algunas personas tras realizar
el intento y sufrir daños importantes, se arrepienten y desean vivir, no logrando sobrevivir en
ocasiones.
Por tanto, cabría afirmar que la persona que se suicida quiere dejar de sufrir, lo cual es muy
diferente a desear morir. La persona que está sufriendo no suele querer matarse, sino vivir en
una situación diferente de la que vive, sin los problemas ni sufrimientos que padece. Esto puede
llevarle a la idea irracional de que la muerte es la única forma de superar los problemas. Por
tanto, es una persona que necesita ayuda para ver otras alternativas a la solución o, al menos, la
disminución de esos problemas.
En consecuencia, abordar el sufrimiento, la angustia y desesperanza deben ser la clave para
prevenir la conducta suicida.
VI. La gente que habla sobre suicidio no quiere decir que quiera hacerlo o, dicho de otro modo,
quien amenaza con suicidarse nunca se suicida.
Aunque muchas personas entienden esta conducta como una verbalización que puede ser una
llamada de atención, una forma cierto es que las personas que hablar sobre suicidio pueden estar
alzando la voz para pedir ayuda y apoyo. Un número significativo de personas con suicidio
pueden estar padeciendo ansiedad, depresión o desesperanza y pueden sentir que no hay otra
alternativa a su sufrimiento. Por tanto, la primera medida de prevención del suicidio universal es
escuchar y preguntar a las personas que manifiestan algún tipo de verbalización sobre suicidio.
– El suicidio no se puede prevenir
Obviamente es hipotéticamente posible, pero materialmente imposible poder prevenir cualquier
problema de salud al 100%. Pero, sobre todo algo no se puede prevenir si no se hace nada para
prevenirlo. Es más, la realidad en la actualidad es que es un problema que tiende a ocultarse, se
favorece que no se hable de ello y si alguna iniciativa lo plantea no suele ser vista con buenos
ojos. Sin embargo, no por ocultarse dejará de existir.
Sexting
El término sexting hace referencia a la creación y el envío de fotos, videos o mensajes sexuales
sobre uno mismo a través de las TIC. Estos contenidos pueden enviarse a parejas, amigos o
amigas, personas con las que se mantiene un flirteo sexual o amoroso o usuarios que se conocen
solo a través. El envío de mensajes, fotos o videos sexuales, con frecuencia se relaciona con
recibir esos mismos contenidos procedentes de otras personas, produciéndose un doble patrón
de envío y recepción, lo que se conoce como sexting activo y pasivo, respectivamente.
Son diversos los motivos que pueden llevar a los adolescentes a practicar sexting. En muchos
casos, los adolescentes participan en sexting para “coquetear” con otros adolescentes. En la
cultura digital, cualquier aspecto de la vida cotidiana puede trasladarse también a Internet y a las
redes sociales. Así, el sexting se ha convertido en una forma de mantener relaciones
interpersonales para muchos adolescentes.
De manera relacionada, el sexting puede representar una manera de explorar la identidad sexual
para los menores. La exploración de la identidad y la orientación sexual es algo normativo y
frecuente durante la adolescencia. Internet proporciona una vía aparentemente inofensiva para
ello y el sexting constituye un canal importante de exploración para los jóvenes. Otros
adolescentes practican el sexting dentro de una relación de pareja en la que el envío de
imágenes o contenidos sexuales suele ser recíproco. Según diversos estudios, el intercambio de
fotos a través de los Smartphones se ha convertido en una vía preferente de interacción en las
relaciones de noviazgo.
Algunos jóvenes se implican en sexting por presión social. El sexting es visto como algo
normalizado y muchos adolescentes demandan a otros fotos sexuales. Ante estas peticiones,
algunos menores para resistir la presión de alguien que le demanda fotos sexuales, a menudo,
estos jóvenes afirman sentirse en deuda con quienes les envían contenidos sexuales. Ello les
conduce a generar y enviarles contenidos sexuales propios.
Además, algunos estudios han señalado que la exposición del cuerpo a través de Internet podría
ser una forma de aumentar la propia autoestima. Los adolescentes incrementan el sentimiento
sobre el valor de sí mismos al comprobar que otros están interesados en sus fotos íntimas, lo
cual refuerza positivamente envío de estas imágenes. Este factor, en una etapa como la
adolescencia, caracterizada con frecuencia por la inseguridad, puede ser de gran importancia.
Otra razón clave es la ausencia de percepción de riesgo de los comportamientos de sexting. El
envío de contenidos sexuales se percibe como algo insignificante o que no conlleva
consecuencias negativas (por ejemplo, que la foto o el video se difundan a terceras personas no
deseables o desconocidas).
En sí mismo, el envío de contenidos sexuales no es algo negativo. Es más, como se ha señalado,
puede favorecer importantes procesos durante la adolescencia como el desarrollo de relaciones
interpersonales o la exploración de la identidad sexual. El sexting representa un problema
cuando expone a diferentes riesgos a los menores, derivados principalmente de un mal uso por
parte de otros de los contenidos sexuales que son enviados. Estos riesgos están íntimamente
relacionados con la facilidad de trasmitir fotos o videos de una persona a otra en Internet, la
ilimitada permanencia de este material en la red y el hecho de que cualquiera pueda acceder a
esos contenidos en el futuro.
Al igual que ocurre en el caso del cyberbullying, el hecho de no ver la reacción de la víctima
favorece la falta de empatía con la misma. Las consecuencias pueden no ser inmediatas, lo cual
hace que la víctima no perciba la relación entre su comportamiento y los efectos que este puede
tener o el daño que le puede ocasionar.
Adicción a Internet
La adicción a Internet incluye el uso compulsivo y la dependencia psicológica de Internet,
incluyendo el uso de los Smartphones y los videojuegos online. Este uso inadecuado puede
provocar problemas de la salud, académicos o sociales en el menor. Algunos de estos problemas
incluyen sacar peores notas, relacionarse cada vez menos con familiares o amigos, o dejar de
hacer otras actividades aparte de estar conectado, por ejemplo, practicar deporte
Esta problemática se define como un uso persistente y recurrente de Internet para implicarse en
juegos online, a menudo con otros jugadores, que conduce a un deterioro o un malestar
clínicamente significativo, que incluye entre otros síntomas, preocupación con los juegos,
abstinencia, tolerancia y pérdida de interés por otras actividades placenteras de la vida cotidiana.
Es importante señalar que esta problemática es diferente del juego patológico online, que se
considera dentro de la categoría de juego patológico.
De manera más general, los principales indicadores del uso problemático de Internet incluyen
los siguientes (véase Gámez-Guadix, 2018).
1. Aparece una pérdida de control sobre la conducta de uso de Internet (incluyendo el uso de
diferentes aplicaciones en el Smartphone). La persona se siente incapaz de controlar el uso
que hace de las TIC y persiste en ello a pesar de las consecuencias negativas.
2. El adolescente piensa de forma continua en conectarse a Internet, jugar online o comprobar
el móvil cuando no puede acceder a él. Esta dependencia psicológica también se manifiesta
a través del impulso y el deseo recurrente de conectarse.
3. Conforme se desarrolla el problema, aparece una necesidad de incrementar progresivamente
el tiempo dedicado a las nuevas tecnologías. El uso de Internet, el móvil o los videojuegos
se incrementan paulatinamente hasta llegar a ser preocupantes y ocasionar efectos adversos.
4. El adolescente presenta cambios emocionales, como la aparición de alteraciones del estado
de ánimo, irritación, impaciencia o angustia cuando intenta reducir o interrumpir su uso de
Internet, el móvil o los videojuegos.
5. El adolescente prefiere relacionarse a través de Internet o el móvil que hacerlo cara a cara.
El contexto online puede ser percibido como menos amenazante y más seguro que las
interacciones cara a cara.
6. La persona recurre a Internet para aliviar estados de ánimo negativos. Así, Internet, el móvil
o los videojuegos se convierten en una forma de escapar de los problemas de la vida
cotidiana, funcionando como un regulador de emociones negativas.
7. Aparecen problemas graves en el colegio, en la familia o en el grupo de amigos derivados
del uso problemático de las tecnologías.