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Recuerdo en este momento a María que vino a consulta con una depresión
profunda y pedía ayuda para poder superarla. En el trabajo terapéutico, nos dimos
cuenta que la depresión estaba relacionada con la muerte del esposo, un hombre muy
bueno y con quien había tenido una relación excelente. Esta muerte había ocurrido
dos años antes del momento de la consulta que fue en 1999, pero María decía que
su esposo todavía estaba presente y que no podía dejarlo marchar. Reflexionando
sobre este tema, pudimos ver que la relación había sido tan buena y Ricardo había
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sido un buen esposo y padre de los niños que tenían, a tal punto que a María le resul-
taba muy difícil dejarlo ir, ya que se quedaba sola a cargo de sus hijos.
Para llevar a cabo la técnica, hablo con María sobre la posibilidad de despe-
dirse del esposo, con lo cual ella está de acuerdo y le propongo realizar una silla vacía
y le explico en qué consiste (inducción). Como esta técnica se aplicaba junto a un
ritual, le pedía que trajese varias cosas, por lo que quedó para realizarse en una pró-
xima consulta.
Luego de algún tiempo, él volvió con una nueva demanda y realizamos una
segunda parte, donde él deseaba desarrollar su parte afectiva, que sentía que se había
quedado pequeña. Para hacerlo le propuse usar la silla vacía, con lo cual estuvo de
acuerdo (inducción).
Para llevar a cabo el ejercicio, le pedí que describiera como era su parte afec-
tiva en ese momento. Jaime me dijo que era una niña de 8 años, que llevaba un ves-
tido rojo y tenía el pelo rubio con largas trenzas y ojos verdes. Jaime decidió llamar-
la: Afectividad. Le pedí que se imaginara a Afectividad sentada en la silla frente a
él y que conversara con ella. Durante esta conversación, Jaime le preguntaba que era
lo que sucedió para que se quedara tan chiquita.
racional, que era una señora grande y gorda que lo había acompañado durante
mucho tiempo, pero que había opacado a Afectividad, debido a que Racionalidad
era la única que le había permitido sobrevivir a los eventos de su historia cargada de
pérdidas y abandonos. Que si Afectividad hubiera crecido en ese momento, no hubie-
ra permitido que Jaime sobreviviera, porque siendo tan niña y frágil, hubiera muer-
to, pero que siendo pequeña y quedándose como tal, Jaime pudo sobrevivir.
Durante el proceso terapéutico que duró unas tres sesiones más, vimos como
Afectividad iba creciendo lentamente. Nos despedimos cuando Afectividad estaba ya
de adolescente y empezaba los cuestionamientos y “rebeldías”, pero Jaime seguía a su
escucha y manifestando que estaba seguro que Afectividad seguiría su crecimiento,
pero que podía verla crecer solo, por lo que nos despedimos. Espero que ahora
Afectividad haya crecido tanto como él.
Para esto recuerdo a José, con quien llevábamos unas tres consultas, cuándo
pude distinguir este proceso entre una parte racional que le decía que las cosas iban
bien y sus sentimientos que le decían que las cosas estaban mal, que él estaba triste
y angustiado. Propuse la realización de una silla vacía para entender mejor esta pro-
blemática. José puso su parte intelectual en una silla y su parte afectiva en otra.
Prefirió empezar su diálogo desde lo intelectual y al hacerlo, emitió una serie de crí-
ticas a la parte afectiva, diciéndole que era inconsistente, explosiva, que se desman-
daba a la menor señal de que algo podía pasar, que era incontrolable.
Cuando pasó a la otra silla, poniéndose como su parte afectiva, ésta pudo
decir que estaba muy asustada por las cosas que le decía, que si ella era incontrola-
ble era culpa de la parte intelectual puesto que solo pensaba en sí misma y no podía
ver cómo ella se sentía. Intercambiando de sillas varias veces, José llegó a establecer
acuerdos entre estas dos partes, de modo que la parte intelectual estaría más pendien-
te de los afectos y los revisaría para que no se desboquen, mientras que su parte afec-
tiva mencionaba que le avisaría mediante sensaciones corporales (situadas en el
pecho), de los momentos en que estaba a punto de desbocarse y que ella haría caso
de lo que la parte racional le diría para calmarse, pero pedía que no haya críticas,
sino simplemente escucha y aceptación.
José estuvo muy tranquilo luego de este trabajo, indicando que ahora compren-
día mejor sus reacciones y comportamientos y la influencia que su parte emocional
tenía en su vida.
Así se puede ver, cómo estas dos partes, que al inicio parecían incom-
patibles y que se estaban enfrentando, pudieron llegar a un acuerdo que
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Intelectual Afectivo
Síntesis
En los casos que han servido de ejemplo, se puede ver como la apli-
cación de la técnica de la silla vacía pasa por los tres momentos generales ya
especificados anteriormente; sin embargo, existen algunas particularidades:
El uso de la silla vacía se puede mezclar con otras técnicas, como los
rituales, que se revisan a continuación.
significado, en cuanto que trata de ir más allá de la realidad cotidiana con el fin de
hacerla especial, dotándola de un contenido que la trasciende.
A esto, se unía que padre y madre tenían visiones muy diferentes de lo que
deseaban de su hija, con lo cual, ella se encontraba en una situación de doble vín-
culo de “perder o perder”, puesto que si hacía caso a mamá, se alejaba de papá y
lo mismo sucedía a la inversa, lo cual la estaba inmovilizando (literal y metafóri-
camente).
Sin embargo, había algo que persistía, una sensación de angustia y un temor
intenso de morir, que Lucía lo ubicaba en su cuello. Investigando sobre este tema, la
madre nos comenta que Lucía había nacido con el cordón umbilical enrollado al cue-
llo, con lo cual, estuvo a punto de asfixiarse. Lo cual lo relacionamos con el temor
de Lucía a salir de casa (que era persistente), y esto también era válido para su “sali-
da” emocional de la familia de origen.
El día del ritual, los padres y Lucía llegaron con todo lo que les había pedido:
la vela, la carta y el cordel. En ese momento le contamos a Lucía lo que habíamos
preparado y estuvo dispuesta a participar. Le pedimos que se envolviera en el cordel
(como le sucedió con el cordón umbilical) y que se quedara quieta, mientras papá y
mamá prendían la vela amarilla. Les pedí que uno sostuviese la vela, mientras el
otro iba leyendo la carta y los dos desenrollaban a Lucía del cordel. El padre sostu-
vo la vela, la madre leía la carta e iba sacando el cordel que envolvía a su hija y lo
iba pasando al padre, el cual lo iba recogiendo.
graba tenerla, que esperaban lo mejor para ella, que nacía a una nueva vida y que
deseaban (los dos) que realice sus sueños, para lo cual entendían que tenía que salir,
porque sería la única forma en que Lucía podía vivir. Cuando la madre terminó de
leer la carta y de desenrollar a su hija, los tres se abrazaron y lloraron de la emoción.
CERTIFICADO DE RENACIMIENTO
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Padre Madre
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Dra. Dorys Ortiz G
había ayudado a mi padre a atender partos cuando las señoras venían a la casa.
Edith comentó que yo ayudaba a nacer a las personas, pero de otra manera. Al prin-
cipio no entendí este comentario y le pregunté a Edith, y ella me dijo que mi traba-
jo también puede entenderse como una “lealtad diferenciada”, porque ayudaba a
nacer (igual que lo hacía mi padre como médico y mi madre como enfermera, con lo
cual era leal a la historia familiar), pero yo lo hacía “psíquicamente”, con lo cual
me diferenciaba de esa línea.
Para esto, recuerdo una ocasión en la cual, durante un juego de roles, se tra-
bajó con una pareja que tenía una relación muy conflictiva, con peleas, discusiones,
que incluso habían llegado a la violencia. El señor, frente a la pregunta de la tera-
peuta de qué era lo que les gustaba a los dos hacer juntos, él mencionó que bailar.
Desde allí, se planteó el tema del baile y con las preguntas de la terapeuta sobre lo
que les gusta a ambos al bailar, qué ritmo baila el uno y el otro, cómo hacen para
ponerse de acuerdo sobre el baile, quién toma la iniciativa para bailar y demás, la
pareja se dio cuenta de que el tema del cual realmente estaban hablando, sin tratar-
lo directamente, era el de las relaciones sexuales. Y pese a ser solo un juego de roles,
fue interesante, porque una de las personas que participaba en el juego de roles y que
había planteado el caso, dijo que se daba cuenta de que quizá lo único que unía a
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la pareja real, eran las relaciones sexuales, porque se entendían muy bien en esa
área… como en el baile.
Las metáforas ayudan a abrir algunos temas, que de otra manera serí-
an muy difíciles de tocar, gracias a su poder de representación y su podero-
sa capacidad de bajar las defensas, puesto que se habla de otra cosa, sin tocar
directamente el tema en cuestión. Incluso, algunos autores, como Haley por
ejemplo, consideran que el síntoma puede ser una metáfora, de la cual hay
que desprender el significado especial y particular que tiene para una fami-
lia determinada.
Recuerdo una vez a Edith que retomó el síntoma de una paciente, una niña
de tres años que había sufrido quemaduras graves en todo el cuerpo, por lo que su
piel estaba muy dañada y luego de hablar sobre la situación de la familia que era
emigrante en Bélgica, Edith mencionó que la “piel” de toda la familia estaba afec-
tada por el cambio de país.
positiva. Por ejemplo, puede afirmar que ve a alguien “creciendo como una
planta al comienzo de la primavera” o “saliendo de un duro invierno” o
como “roble frente a una tormenta”.
Para esto recuerdo otra metáfora usada por Edith, para hablar de las dificul-
tades que tenía un niño para comunicarse con sus hermanos. Edith mencionó: “pare-
ce que unos niños son aves que son seres del aire, mientras que otro es un pez, que es
un ser del agua y hablan diferentes lenguajes, ¿cómo se puede hacer para que lleguen
a entenderse?”.
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Siempre me gustó la música, y quise formar parte de una orquesta. Mis padres me
llevaban una vez al mes a escuchar conciertos. Al principio me aburría, pero luego
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comencé a fantasear, a soñar. Vestían elegantes, tocaban muy bonito y siempre los
aplaudían… ¿no pudiera yo alguna vez estar allá arriba?
Y quise ser pianista y también clarinetista. Me divertía a su vez la idea de ser percu-
sionista, porque muy pocas veces vi mujeres tocando esos tambores gigantescos, y
cuando sentí tristeza, quizás algo de melancolía, pensé que podría manifestar mis
emociones siendo violinista.
Y el hada me obligó a escoger… justo cuando pensé en la tuba, tan brillante, tan
dorada… nunca habían muchas de ellas…
Y tuve la tuba. Se veía preciosa, todo en ella se reflejaba, llamaba mucho la atención
y creo que eso me gustaba Y qué se hace con eso mi bella hada?
Luego, por fin, después de conocer las notas, pasamos a la tuba. ¿Cómo algo tan
dorado y bonito, puede ser tan complicado y requerir tanto esfuerzo? Parecía tan
fácil cuando la vi en escena.
Y poco a poco fueron saliendo sonidos, lo que me daba mucha alegría, sin embar-
go ésta no me duró mucho porque dichos sonidos nada decían. Pero mi hada insis-
tía que siga…
Y con el tiempo, logré que los sonidos fuera respuestas de las notas, y las leía y las
tocaba. No salía mucha melodía como yo quería, pero eso era lo que decía. Ya el ins-
trumento no se llenaba de saliva y no me pesaba, ya dominaba las notas y parecía
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que me acercaba al gran día. Dominio creo que logré adquirir y sensibilidad dicen
que algo ya tenía, faltaba la destreza para compartir el escenario con otros instru-
mentos que tocarían. ¿Pero cómo? Me asaltaba la pregunta y el hada me repetía, con
dominio, sensibilidad y destreza y por encima de todo, con mucha armonía. ¿Y qué
es eso de la armonía? Es la primera vez que lo oía. Y el hada me contestó: eso no te
lo puedo explicar, lo tienes que palpar, vivir como experiencia, sentirla.
Nilly
gracias a los intensos entrenamientos y charlas de nuestro técnico nos hacía casi
invulnerables ante nuestros rivales. Había varias razones para sentirnos orgullosos
de nuestro grupo: en primer lugar, la satisfacción única de ser los pioneros, el pri-
mer equipo en nuestro medio que alcanzaba este título tan preciado. Seguramente
vendrían más equipos, pero primeros somos y seguiremos siendo solo nosotros. En
segundo lugar, los jugadores que logramos reunirnos, un grupo selecto en el que la
capacidad, el deseo de superación y capacidad de sacrificio y entrega fueron sus
principales características.
En tercer lugar, el técnico. Mejor no pudimos haberlo tenido, con vastos conoci-
mientos y sobre todo con experiencia. Es que además había sido formado en el exte-
rior, donde las técnicas y estrategias en el juego generalmente se van gestando. A sus
cualidades sumó un gran carisma y con sus ocurrencias e informalidades logró rela-
jarnos en más de una ocasión, en la que los nervios por la presión de la competen-
cia solían hacer estragos en nosotros. Hasta su estatura contribuía a que nos sintié-
ramos seguros a su lado. “Arrimados a buen palo”, como muchas veces dicen por ahí.
Fueron muchos los partidos duros que tuvimos que disputar y tuvimos que aplicar-
nos a fondo en el terreno de juego. A veces parecía que el rival nos superaba y
entonces la confusión y la incertidumbre de no saber cómo jugar se apoderaba de
nosotros. Recuerdo que en más de una ocasión nos fuimos con el marcador en con-
tra a los camerinos. El panorama no era halagador.
Sin embargo, gracias a Dios, nuestro director técnico siempre nos esperaba con una
sonrisa. Analizaba lo que habíamos hecho: nuestros errores, nuestros movimientos
por la cancha, si hacía falta cambiaba la estrategia, nos daba algunas indicaciones y
nos exhortaba a mostrar lo que sabíamos, a utilizar todos nuestros recursos.
Sentíamos una inyección de ánimo en nuestras venas y salíamos con todo, a virar el
resultado. Nunca falló… o casi nunca.
Ahora que termina esta etapa recuerdo también las lesiones propias de la intensi-
dad con que se disputaba cada balón, cada jugada, cada partido. Eran comunes las
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contusiones, las contracturas, los tirones y a veces hasta los desgarros. No obstante,
nada de esto nos amilanó ni nos hizo retroceder, siempre estuvo en nuestro ánimo
el deseo de recuperarnos cuando antes para volver a jugar. En nuestro equipo hubo
gran diversidad y creo que gracias a esto nos enriquecimos mucho más. Hubo juga-
dores de todos los tamaños, de todos los pesos, contexturas y características. Nada
de esto fue un obstáculo para seguir creciendo. Increíblemente todos supimos sacar
ventajas de nuestras cualidades y las pusimos al servicio de los demás, del juego
colectivo.
Por todas estas características y otras más que sería muy largo enumerar, es obvio
que el momento de la despedida resulte difícil de asimilar. Pero creo que es ley de
vida. Cuando un equipo triunfa individual y colectivamente siempre hay quienes se
fijan en él y hacen lo posible por tener entre sus filas a sus jugadores.
Es normal que quien aprendió tarde o temprano le toque enseñar. Estoy convenci-
do de que la única razón por la cual vale la pena separarse es el darse cuenta del
bien mayor que podemos hacer a otros y seguir formando equipos tan buenos como
el que formamos aquí. Queda el consuelo de que siempre estaremos juntos y sere-
mos “el equipo”, aunque físicamente ya no podamos estar el uno junto al otro.
Pienso que más que un equipo llegamos a ser amigos y la verdadera amistad no
depende ni del tiempo ni del espacio. ¡Salud Campeones! ¡Hasta pronto!.
Juan Carlos
El ecológico siglo XXI ha provocado que se construya una nueva versión del arca de
Noé.
Eso parece imposible, motivo por el cual, antes de subir a la nueva barca, el león ha
convocado a una asamblea. Es la oportunidad para dar opiniones de cómo entablar
buenas relaciones entre todos. Da las normas del sistema parlamentario y pide que
las intervenciones sean breves y esquemáticas.
Toma la palabra la lechuza y exige que dentro del arca se adopte la nueva metodo-
logía sistémica muy en boga en toda la selva. El tigre apoya la idea pues es partida-
rio de la homeostasis, el feedback, la cibernética, las hipótesis, la circularidad, la
neutralidad y el constructivismo.
Una oveja arropada de pies a cabeza sugiere que se entregue un listado de reglas de
intervención. Concuerda el lobo y reclama que una de esas reglas sea que se llame
a los más cercanos a cada problema y, poco a poco, se amplíe a parientes íntimos y
más lejanos.
Dice el camello: “cuando los humanos nos reúnan que establezcan reglas claras, por
ejemplo: hagan una ficha de acogida y posteriormente un encuadre para que poda-
mos dar a conocer quién nos recomendó o cómo nos van a atender, que nos pre-
gunten el motivo de la consulta”. El águila advierte recordar que los comportamien-
tos individuales cambian al cambiar el contexto familiar.
La tortuga insiste una y otra vez que no se olviden de definir claramente la deman-
da. El oso exige que se fijen en el proceso y no tanto en el contenido. A propósito
de esto dice el papagayo procuren poner énfasis en preguntas circulares. Como
corrigiendo al papagayo interviene la jirafa pidiendo que no se olviden del re-encua-
dre y de la redefinición.
Salta una ardilla encima del elefante y como haciéndole cosquillas pide que de favor
no se olviden de la connotación positiva. Un toro levanta sus cuernos y recuerda
que siempre lleven un hilo conductor. Se para muy solemnemente en medio de la
asamblea el pavo real para pedir que se recomiende a los humanos nunca dejar de
un lado la resonancia. Es la única intervención que es recibida con silbidos de apro-
bación por parte de todos los pajaritos.
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Un caballo de esos de paso pide que no se olviden de enviar tareas. Un monito muy
flaco se toca la cabeza recomendando que se debe repartir el síntoma. El león da
por terminada la reunión y deja una hoja para los humanos que sean llamados a
intervenir. Esa hoja indica: “no se olviden de establecer una ficha de acogida, la pre-
sesión, la sesión, la intervención final, la postsesión y el seguimiento”.
Fausto
Miembro del Arca Ecológica
Hace tres años subí a bordo de un barco de velas que zarpaba para un viaje donde
aprendería a ser oficial de marina. Este barco estaba dirigido por oficiales de mari-
na muy expertos y que conocían muy bien el barco, los mares y sus habitantes.
En el primer año aprendí sobre los orígenes del barco y de la navegación, conocí a
famosos constructores que aportaron mucho al desarrollo de los barcos, conocí
algunas herramientas para navegar, pescar y para mantener el barco
En el segundo año aprendí que habían diferentes modelos de barcos (pero el mío
me gustaba más), aprendí cómo nadar en medio de las diferentes familias de pesca-
dos, de delfines, de ballenas y de algunos tiburones que encontramos por los mares.
Aprendí también que podía conducir el barco, al inicio acompañada por algún ofi-
cial y después, poco a poco a hacerlo sola o con el apoyo de mis compañeros.
En el tercer año desarrollé mi propio estilo para conducir el barco, como deslizán-
dose por las olas y aprendí también la travesura de los delfines, la seriedad de las
ballenas y conocí las diferentes mareas y cómo orientarme en ellas. Supe que el mar,
a veces está tranquilo, solo cambiando en las mareas, otras veces está en tormenta y
las olas suben y bajan. Algunas veces estuve mareada y otras perdida, pero mis com-
pañeros y los demás oficiales estuvieron ahí para orientarme.
Llegó el fin de esta travesía de tres años, el barco está llegando al puerto y me he
convertido en oficial de marina. Ahora iré a navegar otros mares, a conocer otros
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peces, un poco más tropicales y subiré en otros barcos, pero me queda el aprendiza-
je que he tenido y el agradecimiento a las personas que fueron los oficiales en este
barco. Gracias.
Dorys
Estos ejemplos dan una ligera idea de que existen muchas formas de
poner en metáfora lo que se ha vivido, lo que un evento, un proceso ha sig-
nificado para la vida. Y este viaje sirve precisamente para encontrar ese lado
lúdico, infantil que puede decir muchas cosas sobre algo tan serio. A lo
largo del trayecto profesional ha sido posible escuchar metáforas sobre
mares, bosques, travesías, viajes, aventuras, talleres de costura y de alfarería,
árboles, tejidos…
Recuerdo que hace algún tiempo acompañaba a una colega a un proceso tera-
péutico, para hacer la supervisión de su pasantía y ella utilizó esta técnica con su
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paciente, pidiéndole que con un objeto muestre lo que había sido su matrimonio. Al
no encontrar nada que lo satisfaga en la sala donde estábamos trabajando, el señor
salió fuera y luego de algunos momentos volvió con el pico de una botella, que esta-
ba rota. El señor mencionó que su matrimonio había tenido momentos claros, como
el cristal de la botella, pero que también hubieron aristas como las que se veían en
ese cuello de botella rota y, además, que los últimos años de su matrimonio se habí-
an convertido en algo muy estrecho que no lo dejaba vivir, como el estrecho cuello de
la botella.
Esta técnica puede aplicarse con familias con niños pequeños y otros
más grandes, los cuales demuestran mucha imaginación al momento de
hacer el trabajo. También tiene resultados muy positivos con adolescentes,
aunque generalmente, éstos se muestran más escépticos a lo que la escultu-
ra muestra. En parejas, la escultura ha sido una fuente de sorpresas y no solo
para los miembros de la pareja, debido a la cantidad de información que
surge en el trabajo y a las posibilidades que se presentan, ya que también es
posible pedir a los miembros de la pareja que hagan esculturas de sí mismos,
en el rol propio y con intercambio de roles; es decir, pedir que cada miem-
bro de la pareja haga una escultura poniendo al otro en el propio rol.
Luego de procesar esta escultura, Luigi Onnis pidió al niño que hiciera una
escultura de 10 años después y el niño colocó a su padre en la misma silla, a su
madre en la otra, con él (de 20 años ya) en medio de los dos y con su hermana con
un pie hacia la puerta de salida y con la mirada en esa dirección. Esta situación dio
mucho que pensar a los padres del niño, puesto que lo único que había cambiado en
diez años era la eventual salida de la hermana menor de la familia, ¡pero el trío per-
manecería igual en 10 años!.
Y explica así sus razones para utilizar la escultura con las familias psi-
cosomáticas:
LA MUERTE Nada nuevo puede crearse sin la Perder algo (o a alguien) al cual se está
muerte, ocasión de un nuevo apegado, separación, duelo, sufrimiento.
comienzo.
Segunda Fase: es más individual, y se trata de que cada uno de los miem-
bros de la familia asigne uno de los siete símbolos, a cada uno de los diez
eventos escogidos. El hecho de que cada miembro de la familia asigne un
símbolo a los eventos escogidos en la primera fase, permite que ellos se dife-
rencien unos de otros en esta segunda fase. Es muy interesante notar las
diferencias en percepciones, en sentimientos y en reacciones frente a cada
uno de los eventos.
había “sobrevivido” a todos esos eventos dolorosos, lo cual cambió mucho la visión
que tenía sobre sí mismo.
• Un tablero (puede ser en cartón) que tiene los diez casilleros, más uno
de partida y otro de llegada.
• Pedazos de papel que se colocan sobre los casilleros y en los que la
familia escribe los eventos escogidos.
• Los símbolos, de los cuales deben haber varios juegos ya que puede
suceder que dos o más miembros escojan un mismo símbolo, razón
por la cual tienen que estar repetidos.
• Papel y lápices o esferos, para que cada uno escriba o dibuje los even-
tos escogidos y también lo que desean poner en los casilleros de ini-
cio y final de la historia.
Para llevar a cabo esta técnica, se requiere más tiempo, ya que inclu-
so, solo el hecho de que la familia se ponga de acuerdo con los eventos a
inscribir sobre el tablero, puede llevar dos horas, especialmente si la familia
es numerosa. Por lo que si se propone esta técnica, es necesario prever al
menos tres consultas para su realización. A partir de esta técnica se puede
elaborar un cuento sistémico, entonces se lo describe a continuación.
Esta técnica, también fue compartida por Florence Calicis, pero está
ampliamente desarrollada en un pequeño libro titulado: Había una vez….
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Del drama familiar al cuento sistémico de Phillipe Caillé (1990), que da las
pautas para conocer mejor esta herramienta y empezar a utilizarla en los
procesos terapéuticos. El cuento sistémico tiene algunas semejanzas con el
cuento tradicional, como las detalla Florence Calicis (1999: 30):
“Había una vez, en una pradera muy ancha, pero en un lugar muy, pero muy
lejano de aquí, un joven potro, fogoso, independiente y que era digno hijo de un gran
caballo y de una bonita yegua. El gran caballo iba a menudo al río, donde saciaba
la inmensa sed que sentía y además, al parecer encontraba a otros caballos y lo que
era peor, a otras yeguas, con las cuales, a menudo pastaba en los grandes prados. Pero
la bonita yegua, quizá se sintió traicionada por su gran caballo, por lo que se acer-
có a su potro…. y pastaban juntos y hacían muchas cosas juntos. Y he aquí que quizá
el gran caballo se sintió traicionado puesto que su yegua se iba con su joven potro.
Pero, ¡¡ay!!, como son las cosas de la vida; sucedió que el joven potro se emo-
cionó con una joven potranca, por lo que parece que la bonita yegua, se sintió trai-
cionada por su potrillo, que dejaba de serlo, en el momento en que puso sus ojos sobre
otra yegua.
A la vez, gran caballo tal vez también se sintió traicionado, ya que las ardi-
llas del bosque decían que la joven potranca que estaba con el potro, también había
estado con gran caballo. Y luego de todo este embrollo, la bonita yegua se volvió
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hacia su gran caballo, pero entonces fue el potro el que se sintió traicionado.
Múltiples traiciones ha vivido esta familia de caballos. ¿Qué creen ustedes, cómo va
a terminar este juego de mutuas traiciones?
Fue muy interesante ver la cara del hijo luego de leer este cuento a la familia,
fue como si se le hubiera prendido una luz y con su expresión, como que decía: “eso
es lo que pasó”. Los padres guardaron silencio, sin responder absolutamente nada
frente a la interrogante de las terapeutas de reaccionar frente al cuento. Luego de lo
cual se pidió a la familia que termine el cuento para la próxima vez, pero lamenta-
blemente, la familia no volvió a esa próxima vez, por lo que no sabremos en qué ter-
minó la historia.
Este nombre viene de una raíz latina que quiere decir “una cara de
más”, por lo que tienen una forma doble de ser utilizadas: para enmascarar,
como en un baile de disfraces, donde se utilizan máscaras para ocultar, no
solo la cara, sino incluso se puede utilizar una máscara de otro personaje, lo
cual puede revelar mucho de cada persona. Pero también se utiliza en el sen-
tido de desenmascarar, incluso, se utiliza la expresión coloquial de “quitar-
se la máscara”, cuando alguien hace o dice algo que demuestra directamen-
te lo que siente o piensa.
La parte más sorprendente fue después, ya que les pedí que hablaran con las
máscaras puestas y hubo algunas sorpresas, cuando declaraban que eran partes pro-
pias, partes no muy conscientes, e incluso a veces, partes rechazadas de sí mismos.
Pero luego vino lo más sorprendente, ya que cuando pedí que se las quitaran, algu-
nas personas tuvieron dificultades para hacerlo, mencionando incluso sensaciones de
quedarse desnudos y muy vulnerables frente al resto. Creo que el trabajo fue muy pro-
ductivo para tomar conciencia de ciertas partes que estaban reprimidas o negadas.
Para realizar esta técnica se requiere una cierta preparación, ya que las
personas deben proveerse de: papel de colores brillantes o papel crepé, tije-
ras, goma, cordeles, lana o hilo, elementos variados: lentejuelas, plumas,
etc.; también se utilizan pinturas, crayones, etc., si se desea hacer dibujos
sobre las máscaras.
Considero que esta técnica, junto a la del juego de la oca, son las más
complejas en su ejecución, no solo por el nivel de preparación que requie-
ren, si no también por el tiempo que se demora su aplicación, ya que por
ejemplo para la elaboración de las máscaras, por lo menos se requieren unos
45 minutos. Para este trabajo se pueden considerar dos sesiones de una
hora o prever el tiempo necesario de dos horas para hacerlo.
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co llenas de dibujos de fantasmas, manos con uñas inmensas, bocas con dientes afi-
lados, solo ver esta representación ya daba miedo. El trabajo siguiente se lo reali-
za como objeto metafórico.
Creo que el paso más difícil está en esta parte: en darse el permiso necesario
para arriesgarse a jugar en la consulta. Si nosotros podemos hacerlo, entonces, nues-
tros consultantes también obtendrán permisos para ensayar, arriesgar, perder y ganar
en sus vidas; porque al final de todo esto, nos damos cuenta de que no hay nada más
serio que jugar y además, que la vida es un juego que podemos disfrutar. Entonces,
mi mejor deseo en la aplicación de las técnicas es que puedan jugar con ellas.