Está en la página 1de 1

En la península ibérica la cultura del Argar alcanzó en esos momentos su fase de plenitud,

desarrollándose en el árido sudeste (Almería y provincias limítrofes). El número de


asentamientos localizados revela un fuerte aumento demográfico respecto a la etapa
millarense. Eran poblados fuertemente protegidos, construidos en sitios altos fácilmente
defendibles, con gruesas murallas y áreas restringidas tipo acrópolis. Los enterramientos eran
individuales y dentro de las viviendas; mientras que en la fase anterior se realizaban en cistas,
en ésta pasaron a ser en grandes tinajas o pithoi, con ajuares muy diversos que delatan una
compleja estratificación social. El resto del ajuar lo componen brazaletes, cuentas de ámbar,
espadas (también diferentes, pues mantienen el sistema de mango macizo sujeto con
remaches), alabardas, brazaletes, ornamentos de ámbar, alfileres y unas inconfundibles
diademas de plata.

Aunque el mundo argárico se circunscribió a las provincias de Almería y Murcia, así como
parte de las de Málaga y Granada, toda la mitad sur de la península ibérica se vio afectada por
su influencia, muy clara en la cultura de Atalaia (sur de Portugal) y en la cultura de las
Motillas (La Mancha). En la zona galaico-portuguesa parece que hubo unos grupos muy
relacionados con el mundo atlántico, como lo demuestran sus manifestaciones artísticas (los
petroglifos) o los atesoramientos (como el tesoro de Caldas de Reyes, Pontevedra, con más de
25 kg de objetos metálicos fabricados con oro aluvial de la península, pero con paralelos
bretones e irlandeses, y que está considerado la mayor acumulación de oro de la Prehistoria
europea). En la Meseta hay una serie de yacimientos (Los Tolmos de Caracena en Soria,
Cogeces del Monte en Valladolid, Abia de la Obispalía en Cuenca, y otros más) que permiten
hablar de un horizonte denominado Protocogotas (o también Cogeces) que acusa,
indistintamente, la influencia argárica y atlántica, sobre un sustrato epicampaniforme.

También podría gustarte