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A pesar de los triunfos militares, Rivadavia necesitaba lograr la paz debido al deterioro de su
mandato presidencial. En poco tiempo, la situación del presidente se había vuelto muy
delicada.
El Congreso tomó medidas que provocaron la reacción del Interior debido a la legislación de
corte unitario. Las provincias rechazaron la constitución de 1826 debido a su carácter
centralista, ya que el nombramiento de los gobernadores estaba bajo el control del poder
ejecutivo. Córdoba fue la primera en romper relaciones, y luego se sumaron las demás
provincias.
Los terratenientes y los comerciantes, que tradicionalmente apoyaban a Rivadavia, le
retiraron su respaldo debido al aumento de impuestos y contribuciones destinados a cubrir
los gastos de la guerra con Brasil. Este conflicto había causado grandes perjuicios
económicos a este sector: el bloqueo del puerto dificultaba las exportaciones, las levas de
los peones en sus haciendas les quitaban mano de obra y el descuido de la frontera
indígena generaba inseguridad en las propiedades.
Entre los sectores populares urbanos de Buenos Aires, había un descontento generalizado
debido a la guerra y los problemas económicos. Uno de los líderes de este descontento era
el coronel Manuel Dorrego. Además, la Ley de Capitalización generó malestar en Buenos
Aires, ya que la provincia cedía territorio, población y gran parte de sus ingresos al
nacionalizar los derechos de aduana.
El orden financiero se encontraba debilitado, y el empréstito Baring, que se había solicitado
para financiar la guerra, no logró cumplir sus objetivos originales.
Con el objetivo de poner fin al conflicto, Manuel José García firmó un tratado considerado
deshonroso, mediante el cual se reconocía la posesión de la Banda Oriental al Brasil. Esto
provocó que las provincias expresaran su voluntad de continuar la guerra sin la intervención
del Congreso ni del presidente.
La guerra devolvió protagonismo al ejército, convirtiéndolo rápidamente en un factor
político relevante. Ante estas circunstancias, Rivadavia se vio obligado a renunciar y el
Congreso designó provisionalmente a Vicente López y Planes como su sucesor.
Con la renuncia de Rivadavia, el proyecto unitario se desmoronó. El Congreso llevó a cabo
su último acto legislativo en julio de 1827, sancionando una ley que establecía la
designación de un presidente provisional, Vicente López y Planes, para reemplazar a
Rivadavia. También se restableció la provincia de Buenos Aires con todos sus poderes y se
derogó la Ley de Capitalización. Además, se disolvió el Congreso General Constituyente y se
convocó a una Convención Nacional que elegiría a un presidente de la Nación y redactaría
una Constitución Nacional.
Después de la renuncia de Rivadavia, Vicente López designó a Juan Manuel de Rosas como
comandante general de la milicia de la provincia de Buenos Aires. Luego convocó a una
Junta de Representantes, que en agosto de 1827 nombró gobernador al federal Manuel
Dorrego. Vicente López renunció a su cargo y las autoridades nacionales desaparecieron
una vez más. Fue necesario esperar dos décadas para que el país pudiera tener una
constitución.
Vicente López designó a Juan Manuel de Rosas como comandante general de la milicia de la
provincia de Buenos Aires y convocó de inmediato a una Junta de Representantes que, a
principios de agosto de 1827, esta Junta nombró al federal Manuel Dorrego como
gobernador. Vicente López renunció a su cargo y, una vez más, desaparecieron las
autoridades nacionales.
El nuevo gobernador, Manuel Dorrego, quien era un destacado representante del partido
federal en Buenos Aires, tuvo como objetivo principal lograr la paz. Para lograr la
pacificación interna, firmó pactos bilaterales entre las provincias y Buenos Aires, en los
cuales las provincias delegaban en el gobernador el manejo de las relaciones exteriores.
El gobernador de Buenos Aires se encargaba del manejo de las relaciones exteriores debido
a la ubicación geográfica de la provincia, que facilitaba la comunicación con Europa a través
del Atlántico y porque la mayoría de los diplomáticos extranjeros en el país residían en
Buenos Aires. Esta responsabilidad implicaba recibir y nombrar diplomáticos, así como
participar en acontecimientos importantes relacionados con el exterior, como la firma de
tratados de paz.
Además, Dorrego envió delegados para invitar a las provincias a enviar representantes a
una convención que se reuniría según lo establecido por la última ley del Congreso. La
convención se llevó a cabo a fines de julio de 1828 en la ciudad de Santa Fe, con el objetivo
de fortalecer la unión entre los estados provinciales.
La paz exterior se logró al poner fin a la guerra con Brasil en 1828. Se reconoció la
independencia de la Banda Oriental y se acordó que tanto Brasil como Buenos Aires la
respetarían.
Sin embargo, el regreso del ejército que había participado en la guerra no fue favorable
para Dorrego. Surgió un profundo malestar entre sus filas, ya que no habían recibido
sueldos durante un tiempo y rechazaban los términos del tratado de paz, considerando que
sus esfuerzos y victorias habían sido en vano. Algunos líderes militares expresaron su
intención de intervenir en asuntos políticos.
LA REVOLUCION DECEMBRINA Y EL
RESURGIMIENTO DE LA GUERRA CIVIL:
El grupo unitario, liderado por Julián Segundo de Agüero, logró convencer al general Juan
Lavalle, quien regresaba de la guerra con Brasil, para que liderara un levantamiento. El 1 de
diciembre de 1828, Lavalle y sus fuerzas destituyeron a Manuel Dorrego. Lavalle, con el
apoyo de los unitarios, fue elegido gobernador provisional y la Junta de Representantes fue
disuelta.
Dorrego decidió enfrentarse a Lavalle, pero fue derrotado en Navarro. Los miembros del
grupo unitario escribieron a Lavalle instándolo a ejecutar a Dorrego, y el ex gobernador fue
fusilado el 13 de diciembre de 1828. La guerra civil resurgió. La muerte de Dorrego significó
la pérdida de uno de los representantes más destacados del partido federal
Juan Lavalle tomó la decisión de derrotar a los caudillos provinciales con el objetivo de
establecer un gobierno de carácter unitario. Las provincias se prepararon para enfrentarlo.
La Convención de Santa Fe designó a Estanislao López como líder de las fuerzas encargadas
de detener a Lavalle. Por su parte, López nombró a Rosas como segundo jefe militar.
Facundo Quiroga, caudillo de La Rioja, organizó sus fuerzas militares en Cuyo.
A principios de 1829, el general José María Paz, defensor de los ideales unitarios y líder del
segundo cuerpo del ejército que había luchado contra los brasileños, llegó a Buenos Aires.
Lavalle se reunió con Paz para discutir las futuras actividades de ambas fuerzas militares.
Decidieron que Lavalle se encargaría de la acción unitaria en Buenos Aires y el Litoral,
mientras que Paz dirigiría la acción unitaria en el Interior.
LAVALLE Y ROSAS: LA CONVENCION DE
CAÑUELAS Y EL PACTO DE BARRACAS
Juan Lavalle, derrotado por las fuerzas federales, se enfrentó a una difícil situación en
Buenos Aires: la ciudad estaba sitiada por Rosas, quien contaba con el respaldo de los
habitantes rurales. Como resultado, el general unitario se vio obligado a firmar la paz.
Lavalle representó a la ciudad y Rosas actuó en nombre del pueblo armado de la campaña,
firmaron la Convención de Cañuelas (junio de 1829). Este acuerdo establecía el cese de las
hostilidades y la elección de una junta de representantes provinciales para designar un
nuevo gobernador de Buenos Aires, con una lista mixta de unitarios y federales.
Sin embargo, la conformación de esa lista nunca se llevó a cabo y las hostilidades se
reanudaron poco después. Lavalle y Rosas se reunieron nuevamente y firmaron el Pacto de
Barracas (agosto de 1829), mediante el cual se nombró al general Juan José Viamonte
como gobernador provisional de la provincia de Buenos Aires, otorgándole facultades
extraordinarias. El Pacto de Barracas significó el fin del poder de Lavalle, quien emigró a
Montevideo junto a numerosos unitarios.
Los pactos de Cañuelas y Barracas, que algunos denominaron "acuerdos entre porteños"
debido a que no se consultó a los gobernadores provinciales para su firma, facilitaron el
ascenso de los federales en Buenos Aires, especialmente de Juan Manuel de Rosas, al poder
político.
Juan José Viamonte, como gobernador provisional designado por el Pacto de Barracas,
convocó a la nueva legislatura de Buenos Aires. Se restableció la Junta de Representantes,
que previamente había elegido a Dorrego como gobernador y que había sido disuelta
durante la revolución del 1 de diciembre del año anterior. La Legislatura eligió a Juan
Manuel de Rosas como gobernador, otorgándole facultades extraordinarias.
EL PREDOMINIO DE LA LIGA
UNITARIA EN EL INTERIOR:
Mientras tanto, el general Paz tuvo éxito en su proyecto de dominar el Interior y convocar a
un congreso para establecer una constitución unitaria, similar a la de 1826. Derrotó a
Bustos y Quiroga, y envió expediciones militares a las provincias, logrando cumplir su
objetivo.
El 5 de julio de 1830, las provincias bajo la influencia de José María Paz (Córdoba, La Rioja,
Mendoza, San Juan, San Luis, Catamarca, Santiago del Estero, Tucumán y Salta) formaron la
Liga Unitaria.
LIGA UNITARIA:
EL PREDOMINIO DE LA LIGA
UNITARIA EN EL INTERIOR:
Desde principios de 1830, Juan Manuel de Rosas promovió una serie de pactos entre las
provincias del Litoral y Buenos Aires. Estos acuerdos culminaron con la firma del Pacto
Federal el 4 de enero de 1831, entre Buenos Aires, Santa Fe y Entre Ríos. Corrientes lo
ratificó posteriormente.
La importancia de este pacto radica en que fue el único vínculo contractual de unión entre
las provincias hasta 1852.
Juan Manuel de Rosas, como gobernador de Buenos Aires, ejerció una gran influencia
política en el país. Obtuvo el control de las relaciones exteriores a través de leyes
provinciales que establecían la Confederación Argentina. Sin embargo, esta confederación
se basaba en delegaciones personales y no existían instituciones que representaran a las
diferentes soberanías reunidas, como correspondería en una confederación de estados.
EL PREDOMINIO DEL PACTO FEDERAL
EN BUENOS AIRES Y EL LITORAL:
Desde principios de 1830, Juan Manuel de Rosas promovió una serie de pactos entre las
provincias del Litoral y Buenos Aires. Estos acuerdos culminaron con la firma del Pacto
Federal el 4 de enero de 1831, entre Buenos Aires, Santa Fe y Entre Ríos. Corrientes lo
ratificó posteriormente.
La importancia de este pacto radica en que fue el único vínculo contractual de unión entre
las provincias hasta 1852.
Juan Manuel de Rosas, como gobernador de Buenos Aires, ejerció una gran influencia
política en el país. Obtuvo el control de las relaciones exteriores a través de leyes
provinciales que establecían la Confederación Argentina. Sin embargo, esta confederación
se basaba en delegaciones personales y no existían instituciones que representaran a las
diferentes soberanías reunidas, como correspondería en una confederación de estados.
PACTO FEDERAL
La Liga Unitaria, en guerra con las provincias del Pacto Federal, tuvo un rápido final luego de
algunos enfrentamientos, pues sorpresivamente cayó prisionero el general Paz. Sin su
presencia, el ejército unitario perdió una dirección eficaz. Córdoba firmó la paz y se
incorporó al Pacto Federal. Las fuerzas de Facundo Quiroga lograron el dominio de la
situación en las restantes provincias, que también adhirieron al acuerdo federal.
Según Rosas, aún no era el momento adecuado para dictar una constitución, ya que las
provincias carecían de experiencia política y recursos económicos para afrontar los gastos
que implicarían las instituciones republicanas. En su opinión, el gobierno nacional debía
basarse en los acuerdos entre provincias. Desde el punto de vista económico, la
organización nacional implicaba, entre otras cosas, la distribución de los ingresos aduaneros
que hasta ese momento controlaba Buenos Aires. El gobernador de Buenos Aires no estaba
dispuesto a nacionalizar estos ingresos, ya que eran de suma importancia para su provincia.
Estanislao López, por su parte, abogaba por la organización nacional, mientras que Facundo
Quiroga consideraba importante tener en cuenta la opinión de las provincias.
En marzo de 1835, Juan Manuel de Rosas aceptó el cargo de gobernador de Buenos Aires,
otorgado por la Legislatura, con la suma del poder público. Aunque previamente se le
habían ofrecido varias veces, finalmente aceptó y convocó a un plebiscito para obtener
mayor respaldo en sus decisiones de gobierno. El resultado de la consulta pública fue
favorable, lo que marcó el inicio de su segundo mandato, que duraría 17 años.
La suma del poder público implicaba que Rosas tendría el control de los tres poderes del
estado: Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Esto significaba que la división republicana quedaba
suprimida.
Rosas contó con el apoyo de los sectores influyentes de Buenos Aires, vinculados a la
ganadería y al comercio exterior, así como también de los sectores populares urbanos y
rurales. Para obtener este apoyo, adoptó la apariencia y el lenguaje de los gauchos y los
protegió. Su liderazgo se extendió más allá de Buenos Aires, abarcando todo el país. En el
plebiscito de 1835, se confirmó el otorgamiento de la suma del poder a Rosas,
consolidando su predominio.
RESISTENCIAS Y ALZAMIENTOS CONTRA
ROSAS: COMUNIDAD DE OBJETIVOS,
DISPARIDAD DE INTERESES:
Entre 1835 y 1851, la resistencia al poder de Rosas fue continua. Los unitarios, desde el
exilio, organizaron movimientos y aprovecharon la oposición a la hegemonía porteña que
existía en las provincias. Asimismo, surgió un importante movimiento opositor entre los
jóvenes intelectuales conocido como la "Generación de 1837". Figuras destacadas como
Esteban Echeverría, Juan Bautista Alberdi, Domingo Faustino Sarmiento y Juan María
Gutiérrez aspiraban a promover una política que superara el enfrentamiento entre
federales y unitarios. Si bien tomaron los ideales liberales de los unitarios, criticaron su
escasa adaptación a las características nacionales.
SIMULTENEIDAD DE ENFRENTAMIENTOS:
Los líderes destacados de este movimiento fueron Francisco B. Madero y Pedro Castelli, hijo
de Juan José Castelli. Sin embargo, el levantamiento fue sofocado por el coronel Prudencio
Rosas, hermano del gobernador. Además de estas cuestiones económicas, los estancieros
del sur se sentían perjudicados por el bloqueo impuesto por Francia al puerto de Buenos
Aires, el cual les privaba de ingresos por la exportación de productos ganaderos.