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FE + EVIDENCIA

Creer y defender la verdad en época de escepticismo

Autor: Hector Loaiza Cano

Diseño portada: Juan Pablo Ramírez.

Primera edición, agosto 2021


ISBN: 978 – 958 – 49 – 3400 – 0

Este libro no podrá ser reproducido, ni total ni parcialmente, sin el previo


permiso del autor

Las citas bíblicas han sido tomadas de la Reina Valera 1960, de lo


contrario, se indicará otra versión.

Dedicado a Juan Pablo, mi querido hijo. Para que conozca verdad (Jesús),
la ame y la defienda con la mente y el corazón.
Contenido
PRÓLOGO
Introducción
PRIMERA PARTE
FUNDAMENTOS APOLOGÉTICOS
Capítulo 1
Defender sin ofender: La importancia de la apologética en la evangelización
Capítulo 2
La apologética: mandato o capricho
Capítulo 3
Los enemigos de la apologética
Capítulo 4
El camino hacia una apologética efectiva
Capítulo 5
Evite estos errores
Capítulo 6
Ser y conocer, antes de hacer
Capítulo 7
¿Por qué soy cristiano?
Capítulo 8
Un encuentro entre la fe y la razón
SEGUNDA PARTE
¿HACIA DÓNDE APUNTA LA EVIDENCIA?
Capítulo 9
Dios y el método científico
Capítulo 10
¿Es Dios una simple hipótesis?
Capítulo 11
El uso correcto de las evidencias
Capítulo 12
Evidencia 1: El firmamento anuncia la obra de sus manos
CAPÍTULO 13
Evidencia 2: La mente detrás del ajuste fino cósmico
Capítulo 14
Evidencia 3: La ley moral escrita en el corazón
CAPITULO 15
Evidencia 4: Jesús resucitó de entre los muertos
Capítulo 16
Cuatro evidencias, un veredicto
Capítulo 17
De oídas te había oído, mas ahora …
Agradecimientos
REFERENCIAS
PRÓLOGO
Escribir sobre la defensa del evangelio ante los cuestionamientos de la
ciencia no es una tarea que a muchos nos quede fácil, porque requiere
conocimiento teológico y científico. Y esto es lo que ha hecho el hermano
Héctor Loaiza, quien muestra en esta obra tener ambas competencias.
Dedicado a la docencia en el área de las matemáticas y la física, el autor
de FE+EVIDENCIA nos confronta con cuestionamientos y retos que se
plantean a los cristianos para refutarles su fe.
Y, quizás, muchos de esos creyentes quisieran tener respuestas argumentadas
en forma razonada y coherente que permitieran, no convencer al que la
cuestiona, sino dejar claro que esa fe no es incoherente y sin sustento
razonable. No es que las argumentaciones científicas estructuren la fe, sino
que permiten mostrar cuan estructurada está.
Considerando el hecho de que en la actualidad el cristianismo se enfrenta a
respuestas de diversa índole sobre su existencia y comportamiento, a tal
punto que se aceptan muchas respuestas que relativizan el significado de la
verdad, el autor parte de la base de que la verdad es una sola y es Jesucristo.
Con todo lo que eso significa: aceptar su naturaleza y esencia, su realidad
histórica, sus enseñanzas, sus milagros y su resurrección.
El cristiano se enfrenta a diferentes personas que, o bien dudan de que se
pueda creer en Dios, - escépticos- o lo ven imposible -agnósticos- o niegan
rotundamente su existencia -ateos-. Muchos de ellos han escrito tratados y
han hecho exposiciones o se han enfrentado en controversias públicas con
creyentes. Trayendo citas de algunos de los autores de este tipo de posiciones
filosóficas, el hermano Loaiza explica por qué las posturas de esos autores no
son convincentes. Para ello se vale de la Biblia y de las explicaciones de
algunos autores cristianos.
Jorge Wagensberg, científico español, con un doctorado en Física de la
Universidad de Barcelona, con varias distinciones y autor de varios libros,
definió en un simposio sobre la imaginación científica, a la ciencia “…como
el resultado de reconocer el máximo orden oculto en todo aparente
desorden…que hacer ciencia consistía en proponer a la naturaleza una
ficción, por si esta tiene a bien ser compatible con tal ficción.” (Wagensberg,
Jorge. “Sobre la imaginación científica”. Tusquets Editores. Barcelona, 1990,
p.10)
Si tomamos esta definición como válida, tenemos que convenir que la
ciencia, mediante la observación repetida de los fenómenos naturales, su
medición y comprobación, intenta descubrir que leyes gobiernan esos
fenómenos y enunciarlas. Es decir, la ciencia tiene su fortaleza en la
comprobación de los hechos y sus causas, pero a la vez esa es su debilidad: lo
que no puede comprobar, porque no tiene el conocimiento o herramientas
para hacerlo, no lo puede afirmar. En ocasiones se limita a decir que no tiene
respuestas, pero en otras se niega a aceptar la realidad, sólo porque no puede
explicarla.
Y es en este punto que el autor nos lleva, mediante respuestas razonadas a
mostrar la verdad que la Biblia nos muestra. Para ello explica algunas ideas
equivocadas que se han sostenido sobre afirmaciones bíblicas y la claridad de
la argumentación de la fe, sobre la científica, porque el fundamento fuerte de
esta última, el método científico, no puede demostrar sus afirmaciones, sino
que solo puede establecer hipótesis y conjeturas.
Si Ud., lector, es un creyente inquieto por tener respuestas razonadas y con
argumentos que la misma ciencia ofrece, este libro es para Ud. Al leerlo,
también encontrará argumentos bíblicos que apuntalarán su fe y le ayudarán a
exponer el evangelio en forma coherente. Podrá encontrar temas que le
interesen.
Espero que la lectura de este libro sea de bendición.

Eduardo Forero
Pastor
Introducción
Desde los albores de la iglesia siempre ha estado presente la oposición.
Después de la resurrección de Jesús, los sacerdotes sobornaron a los soldados
que custodiaban la tumba para que afirmaran que los discípulos habían
robado su cuerpo. Luego de ver que, aun siendo personas sin letras,
predicaban con denuedo el mensaje del Cristo resucitado, les intimaron para
que dejasen de predicar; sin embargo, para ellos estaba claro que era
necesario obedecer a Dios antes que a los hombres (Hechos 5:29). Uno de los
sabios, el maestro Gamaliel, dijo: “Apartaos de estos hombres, y dejadlos;
porque si este consejo o esta obra es de los hombres, se desvanecerá; mas si
es de Dios, no la podréis destruir; no seáis tal vez hallados luchando contra
Dios” (Hechos 5:38-39).
Haciendo caso omiso a los consejos de Gamaliel, hombres como Saulo de
Tarso comenzaron a perseguir aquella manada pequeña, que por aquellos
tiempos se les identificaba como una secta. No fue hasta que, yendo hacia
Damasco, tuvo lugar el encuentro con Jesús y, con esto, comienza una
historia fascinante que nos permite vislumbrar lo que Dios puede hacer con
un hombre si este se lo permite. Este hombre, a quien se le conocería como el
Apóstol Pablo, lo vemos en la Biblia presentando defensa de la fe frente a un
pueblo idólatra como el de los atenienses. Lo vemos presentando defensa
frente a un grupo de judaizantes que querían hacer retroceder a las iglesias de
Galacia a los rudimentos del mundo. Lo vemos defendiendo la deidad de
Jesús en medio de la sociedad de Colosas, quienes realizaban diferentes
cultos a los ángeles y concebían a Jesús como un semidiós. Asimismo, se le
puede ver recibiendo azotes, siendo apedreado, encarcelado y muerto a
manos de los romanos.
Si el surgimiento de la Iglesia fue gracias al derramamiento de sangre de su
fundador y su posterior resurrección, los siguientes años estuvieron marcados
por el derramamiento de sangre de un gran número de cristianos, porque los
ataques no solo fueron doctrinales, el mismo imperio Romano los persiguió
con el propósito de desaparecerlos de la faz de la tierra. El testimonio de los
primeros cristianos fue sellado con su propia vida.
Jesús dijo: “Vosotros sois la luz del mundo”. Y esa luz que posee la iglesia es
una llama de esperanza en medio de un mundo caído, esclavizado por el
pecado y la desobediencia. En medio de tanta decadencia, hay un mensaje
que impartir. Sin embargo, la resistencia de muchas personas hace necesario
que nuestros esfuerzos deban ser mayores para compartirles la verdad del
evangelio. En la actualidad nos enfrentamos a una serie de cosmovisiones que
han surgido con el propósito de dar respuestas a las preguntas más
importantes que, en algún momento, todos nos hemos hecho: ¿quién soy?,
¿para qué estoy en este mundo?, ¿cómo debo conducirme durante mi estadía
en la tierra?, entre muchos otros cuestionamientos. Las respuestas son de
diversa índole, de tal manera que se ha llegado a sostener que no existe una
respuesta correcta, porque no existe tal cosa como la verdad, existe, por el
contrario, la verdad de cada quien, porque todo es relativo.
Estas afirmaciones, que parecen inofensivas, son las más perjudiciales si se
aceptan sin ningún tipo de análisis. Si todo es relativo, entonces el
cristianismo es una simple perspectiva, una simple opinión y, decir que Jesús
es la verdad, se convierte en algo trivial, si es que la verdad no existe como
tal. Es así como Jesús pasa a ser, para muchos, un simple maestro que
compartió sabiduría y que solo nos llamó a vivir en paz y amor. De esta
manera la iglesia se convierte en un club nocturno, donde el líder les dice a
las masas lo que quieren oír, y a través de distintos mantras[1] llegan a lo
mejor a algún tipo de éxtasis que muchos llaman espiritualidad. Y aquellos
que no aceptan la religión pura y sin mácula, terminan viviendo a la merced
de un placebo momentáneo y efímero que no les asegura su destino eterno.
Claro, si la verdad es relativa, el destino eterno también lo es, y si es así pues
sigamos el ejemplo de Epicuro: “comamos y bebamos que mañana
moriremos”.
No obstante, el relativismo es insostenible, y termina siendo un intento fallido
por desfigurar la verdad que se promulga en el seno del cristianismo.
Podríamos pensar que este tipo de ideologías emergen de una sociedad
posmoderna, y que sencillamente este es el resultado del avance de la
civilización. Esto es otro engaño, no hay nada nuevo; cuando analizamos
estas cosmovisiones nos damos cuenta que se fundamentan en pensamientos
que ya existían desde la antigüedad. Pero esta es solo una parte del problema.
Al lado opuesto de estos buscadores de la espiritualidad, se encuentran los
escépticos, los que pretenden que por antonomasia se les llame intelectuales.
Estos blasfeman contra Dios y niegan su existencia. Los profetas, apóstoles y
primeros cristianos tuvieron que hacerle frente a todo este tipo de argumentos
y altivez que se levantaron contra el conocimiento de Dios. El apóstol Pablo,
por ejemplo, presentó defensa en Atenas y en otros lugares donde predicó.
Igualmente, el apóstol Pedro nos exhorta a que estemos siempre preparados
para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que
demande razón de la esperanza que hay en nosotros (1 Pedro 3:15); y Judas
nos exhortó a que luchemos ardientemente por la fe que nos ha sido
entregada (Judas 1:3). A esto se le llama apologética.
La apologética, no es un invento de las redes sociales, porque la apologética
estuvo presente en la iglesia primitiva. Siempre estuvo allí en la Biblia y
algunos no la vimos.
El presente libro surge como un intento de dar respuesta a esta necesidad. En
el cumplimiento de la comisión que se nos ha entregado, muchas veces nos
encontramos con algunas demandas que las personas le hacen a la fe que
profesamos, y no hemos tenido las respuestas.
En la primera parte, se presentan una serie de pautas y recomendaciones para
compartir y defender nuestra fe. Se presenta evidencia bíblica del mandato a
realizar la apologética, a partir de la cual se logran identificar algunas
características que debe poseer el apologeta. Se responden una serie de
excusas que muchos cristianos presentan para no compartir y defender la fe.
Pero, sobre todo, se invita a que el apologeta tenga un conocimiento pleno del
cristianismo, para que aprenda a amar a Dios con la mente y el corazón; y
que, al compartir y presentar defensa de su fe, las personas puedan ver una
vida coherente con el mensaje que se profesa.
En la segunda parte, se examina una pequeña parte de la evidencia para
presentar un caso a favor de la existencia Dios, lo cual permitirá que usted
como cristiano pueda conocer los fundamentos de lo que cree y pueda
compartirlo y defenderlo con la mente y el corazón. Esta defensa con una
vida plena en Dios, puede atraer a muchas personas que necesitan no solo
respuestas, sino la salvación. Usted prepárese para dar las respuestas, el
Espíritu Santo lo usará para que la persona pueda ser convencida no solo de
que Dios existe, sino de que lo necesita. Todo esto se logra cuando una vida
transformada por el poder de Dios está preparada para compartir y defender
su fe con todos los que demanden razones de lo que cree.
Permita Dios que este libro le abra un poco más el panorama y que su
liderazgo y servicio sea más efectivo en beneficio de la obra de Dios.
PRIMERA PARTE
FUNDAMENTOS APOLOGÉTICOS
Capítulo 1
Defender sin ofender: La importancia de la apologética en la
evangelización
«La apologética no consiste en vencer en las discusiones, sino en ganar a las
personas».
Alister McGrath, Construir puentes

— Por fin terminamos el trabajo —dijo Andrés, un joven cristiano que


cursaba el primer semestre de derecho. Mientras guardaba su computador y
agenda, su compañero lo invita a que se quede un rato a una pequeña fiesta
que tiene preparada como bienvenida de semestre.
— No puedo quedarme, voy para la iglesia —dijo Andrés.
— ¡No me digas que eres cristiano! —dijo su compañero —. Es muy
probable que dejes de serlo antes de acabar la carrera. Pero dime algo,
Andrés, ¿de qué hablan en tu iglesia?
— Que Dios nos ama y nos quiere salvar de la condenación eterna —
respondió Andrés.
— ¿De dónde sacas que existe Dios? —preguntó el joven.
— La biblia dice que él es el creador y salvador del mundo —contestó
Andrés.
— ¿Cómo sabes que la Biblia dice la verdad? —Preguntó el joven.
— Porque ha sido inspirada por Dios —respondió Andrés. Además, he
sentido paz leyendo la Biblia.
En ese momento, el joven tomó de su biblioteca un libro de J.K. Rowling.
—Yo creo que Harry Potter es real, este libro habla de él. Además, la paz de
la que hablas también la he sentido haciendo yoga, no necesito creer en
ningún Dios; es más, dudo que exista.
Andrés se puso un poco nervioso.
— Dudo que la experiencia que yo tuve con Dios sea igual a la tuya.
— No hay manera de demostrar lo que dices, las experiencias son
subjetivas —afirmó el joven.
El joven concluyó la conversación diciendo: “no creo en la Biblia, me parece
que es un cuento antiguo de fantasía y magia, al igual que el de Harry Potter,
con la diferencia de que Harry Potter está más actualizado”. Y agregó:
además, lo que afirmas no es más que un razonamiento circular, y por lo
tanto no es válido[2]
Andrés quedó un poco pensativo, y se despidió de su amigo. No sería la
última vez que tratarían esos temas.
Lo que se presentó en la situación anterior es un caso que se ha repetido
muchas veces. Hemos evangelizado a alguna persona y, en algún momento,
han surgido preguntas para las que no hemos tenido respuestas. La
conversación entre Andrés y su amigo había llegado a un punto muerto, y su
amigo, escéptico, le había transferido la carga de la prueba (la obligación de
probar lo que está afirmando o negando). Andrés no estaba equivocado al
creer que Dios existía debido a su experiencia, sin embargo, esto no era
suficiente para mostrar la veracidad de sus afirmaciones, no había manera de
mostrar que estaba en lo correcto; la simple aceptación de que la Biblia era
inspiración de Dios, no la convertía en eso (la Biblia es la palabra de Dios, no
porque yo lo crea, sino porque se puede demostrar su veracidad e
infalibilidad). Tenga en cuenta que mucha gente cree en el Corán y otros
libros, los cuales son aceptados por muchos como inspirados por Dios. Hay
que reconocer que muchos escépticos presentan este tipo de objeciones de
manera sincera y es necesario dar respuestas a todo el que demande razón de
lo que creemos (1 Pedro 3:15). Cuando comenzamos a dar esas respuestas,
estamos haciendo apologética.
Ahora, imagine que este tipo de situaciones le ha ocurrido con un amigo a
quien usted intentaba evangelizar, ¿no cree que es importante dar respuesta a
este tipo de dudas? ¿O considera que este tipo de situaciones son excepciones
y que simplemente hay que decir que Dios es real y que quiere salvarlos? De
igual manera, es probable que usted sea quien tenga esas dudas y necesite
tener las respuestas para su propio convencimiento.
En la actualidad, se ha levantado una generación que no se conforma con una
respuesta facilista; el acceso a la información ha hecho que se cuestione
muchas cosas (por no decir todo). Sin embargo, para ellos también es el
evangelio. Es indiscutible la necesidad de avanzar conforme avanza el
mundo, no en el sentido de seguir la corriente pecaminosa del mundo, sino de
usar los recursos que tenemos a nuestra disposición (Serna, 2021). A
preguntas profundas, respuestas profundas.
Seamos honestos, una pregunta de tipo intelectual merece una respuesta del
mismo talante. Hay que tener cuidado con la falacia de pensar que el mensaje
debe ser cambiado. El mensaje del evangelio de Jesucristo es el que
transforma, sin embargo, la forma en que se presenta no es igual para todas
las audiencias. De ahí que considere que no existe un conflicto entre la
evangelización y la apologética, aunque la segunda no siempre sea necesaria
en todas las charlas de evangelización que tengamos. La apologética depende
de la evangelización, es una auxiliar, pero no se debe demeritar su alcance y
eficacia al momento de compartir el evangelio.
La biblia muestra casos en los que se combina la evangelización con la
apologética, sin embargo, muchas veces se usó la apologética de manera
independiente para confrontar errores doctrinales. Por ejemplo, cuando Jesús
respondió a preguntas hechas por fariseos y escribas: “¿debemos pagar
impuestos al César?” “¿Por qué tus discípulos no se lavan las manos
quebrantando así la tradición de los ancianos?” “¿Por qué sanas el día de
reposo?” Está confrontando el legalismo practicado por fariseos y escribas,
para luego mostrarles el verdadero sentido de la ley.
El apóstol Pablo, el mejor apologeta (según mi opinión), nos regala un
discurso maravilloso en Atenas (Hechos 17: 22 -31), que permite vislumbrar
el evangelio, partiendo de una defensa de la existencia de Dios (apologética).
Atenas era una ciudad hermosa, un centro de debate intelectual, filosófico y
religioso.
Hay dos cosas importantes que observamos en Atenas: en primer lugar,
adoran a las criaturas (son idólatras); en segundo lugar, cualquier mensaje
que no sea acorde a su forma de pensamiento será rechazado y ridiculizado.
El Apóstol Pablo, conocedor de la realidad en Atenas, luego de no soportar
(estaba enardecido) que la ciudad estaba entregada a la idolatría, usa las
mismas creencias de los atenienses y frases de sus propios filósofos[3] para
dar a conocer el mensaje del evangelio.
En su mensaje dado en Atenas el apóstol Pablo:
1. Reconoce que el pueblo ateniense es adorador. Sin embargo, no adora
al Dios verdadero, sino que adora a sus propios ídolos. Dejaron de
adorar al creador, para adorar a las criaturas.
2. Aclara que el Dios que él está predicando no es un ídolo (el Dios que
hizo el cielo no habita en templo hecho de mano de hombres y no
necesita de nadie, dice Pablo). Aunque usa como pretexto el
monumento a un dios no conocido, para indicar que no son
conocedores de quién es Dios y, por lo tanto, han construido ese tipo
de monumentos. (v. 24).
3. Afirma que el hombre ha sido creado por Dios, pues él es el dador de la
vida. (vv. 25–26). Y usa una cita tomada del poema Fenómenos, del
poeta Arato (siglo III a.C.). Aunque la cita hace referencia a Zeus, el
Apóstol Pablo la usa para demostrar que al aceptar al Dios que él
predica se debe aceptar que somos hechura suya.
4. Denuncia la idolatría como un detrimento de lo que realmente es Dios.
Dios no es una cosa, no es semejante a oro, plata o piedra, ni se
asemeja a la imaginación del ser humano (v. 29).
5. Muestra los deberes que poseen los seres humanos frente a la existencia
de Dios y, asimismo, quedan expuestos al juicio que lleva consigo el
incumplimiento de las normas morales (vv. 30-31).
6. El mensaje se sustenta en el hecho histórico de la resurrección de
Jesús. El apóstol Pablo afirma que Dios dio fe, es decir, presentó
pruebas, de haberlo levantado de los muertos y así mismo lo presenta
como aquél que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación
y en su reino. (v. 31).
Aunque finalmente muchos se burlaron y dijeron: “¿qué querrá decir ese
palabrero?, el mensaje dio resultado y algunos se le acercaron para que les
compartiera con mayor detenimiento el evangelio.
En la actualidad, el cristiano vive en medio de un Atenas, y aunque muchos
afirman ser ateos, no se puede ocultar el hecho de que siguen siendo
adoradores, y es ahí donde el humanismo y otros ismos han entrado y han
redirigido esa adoración a las mismas criaturas, alimentando su egocentrismo
y orgullo, hasta el punto de afirmar que Dios no es más que un producto de
nuestra imaginación, que el cristianismo no es más que una ilusión fantasiosa
(Sigmund Freud), que la religión es el opio del pueblo (Karl Marx), y que el
cristianismo es solo para los débiles y no para los superhombres (Nietzsche).
Mientras esto ocurre, existen muchos cristianos en un rincón siendo
simplemente espectadores; otros están con el espíritu enardecido, pero sienten
que no tienen las respuestas a las demandas de la sociedad intelectual.
Tranquilo, llegó el momento de dar las respuestas. Los escépticos tienen
buenas preguntas, nosotros tenemos las respuestas y, aunque quizás no les
satisfaga, debemos cumplir la misión de dar respuesta a todo el que la
demande. Precisamente de eso se trata la apologética en la evangelización.
Capítulo 2
La apologética: mandato o capricho

«La apologética no es una opción para el cristiano ni tampoco es algo para


unos pocos intelectuales. […] La apologética – la defensa de la fe – es un
llamado para todos los cristianos».
Miguel Núñez, Renueva tu mente

La gran comisión (Mateo 28:16–20, Marcos 16:14-18, Lucas 24:36-49 y Juan


20:19-23), presenta la responsabilidad que posee todo cristiano de llevar las
buenas nuevas de salvación (El evangelio). En la gran comisión hay un
mensaje que compartir, un mensajero que proclamará las buenas nuevas y un
necesitado que recibirá el mensaje; pero, sobre todo, deja clara la promesa de
que el que envía (Jesús) respaldará su palabra todo el tiempo.
Los primeros comisionados presentaron defensa del cristianismo frente a las
distintas herejías de su tiempo, incluso entregaron su vida. Algunos lo
hicieron de manera más efectiva que otros, pero siempre dando testimonio
del poder transformador del evangelio. Ahora nos ha sido entregada la
responsabilidad de continuar cumpliendo la gran comisión. ¿Pero cómo
hacerlo en un mundo posmoderno?, ¿cómo responder a los argumentos que
se levantan contra el cristianismo?, ¿cómo dar respuestas a los diferentes
ismos (posmodernismo, ateísmo, feminismo, relativismo) que dentro de la
cultura surgen de manera desafiante hacia Dios y su mensaje salvífico? Cada
día nos enfrentamos a nuevos retos que como cristianos debemos empezar a
sortear de la mejor manera posible. Cuando respondemos a este tipo de
preguntas o retos que nos impone la sociedad y lo hacemos en defensa de
nuestra fe, estamos haciendo apologética.
La palabra apologética viene del griego apología: una defensa. En la antigua
Grecia se usaba esta palabra, para designar la defensa que presentaba una
persona acusada frente a un tribunal. En este sentido el Dr. William Lane
Craig la define como “la rama de la teología que busca proporcionar una
justificación racional para los reclamos de verdad de la fe cristiana” (Craig,
2018, p. 15).
1 Pedro 3:15 es el pasaje clásico que se usa para defender la labor
apologética:
“Si no santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad
siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y
reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay
en vosotros”.
En este versículo se pueden identificar tres aspectos: el apologeta, su labor y
la manera como debe desarrollarla. Desglosemos el versículo de la siguiente
manera:
(1) El Apóstol Pedro invita a que santifiquemos al señor en nuestros
corazones, solo un cristiano puede santificar a Dios en su corazón y lo hace a
través de su vida. Por lo tanto, una condición necesaria para ser apologeta es
ser cristiano; pero, entendiendo el significado de ser cristiano y no de la
manera tan liviana que actualmente se usa. La adoración que se brinda a Dios
surge de un corazón transformado por él, y este se exterioriza a través de una
vida santa.
(2) Hay una exigencia de estar siempre preparados, y esto conlleva un
esfuerzo permanente. La Biblia dice que “somos embajadores”, y como tal
somos representantes de este reino, y para representarlo de manera correcta,
debemos mantener en constante preparación.
(3) El propósito de estar preparados es el de presentar defensa (hacer
apologética), no se puede defender lo que no se conoce, no se puede defender
sin las herramientas necesarias.
(4) La apologética no es un arma para humillar o ganar debates, la
apologética es una forma de aclarar las dudas de las personas para que
puedan llegar al conocimiento de la verdad; por lo tanto, esta se debe realizar
con mansedumbre y reverencia.
(5) Ante las exigencias de las personas frente a la razón por la cual somos
cristianos, aquí se entiende que la apologética no trata con asuntos meramente
emocionales, sino que trata con asuntos que surgen en la mente del hombre;
dicho de otra manera, aunque muchos objeciones o preguntas surgen
directamente de las emociones, las respuestas deben ser razonables y
objetivas. Sin embargo, habrá situaciones en las cuales una respuesta
intelectual o un razonamiento no serán suficiente; pero esa capacidad de
identificar la necesidad de la persona y de dar la respuesta correcta, surge es
directamente del apologeta y de lo que observa al momento de conversar con
una persona determinada, sin dejar de lado lo indispensable: la guía del
Espíritu Santo.
El apologeta es, entonces, un cristiano comprometido con su llamamiento, y
reconoce que no hay defensa efectiva sino se lleva de manera primordial una
vida santa.
Ahora bien, aunque se ha reconocido que el testimonio es la base de la
apologética, este solo es el principio, porque una vida transformada muchas
veces suscita preguntas, las cuales deben ser respondidas. La gente hará
preguntas y muchas veces presentará objeciones o excusas, pero una vida en
santidad acompañada por un buen conocimiento será un instrumento eficaz
para presentar defensa del evangelio.
Judas 1:3 alienta a los cristianos diciéndoles: “Amados, por la gran solicitud
que tenía de escribiros acerca de nuestra común salvación, me ha sido
necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que
ha sido una vez dada a los santos”.
Este versículo invita al cristiano a defender la fe en respuesta a la existencia
de falsos maestros que niegan a Dios y a nuestro señor Jesucristo. La
respuesta del cristiano debe ser de manera intensa. La palabra contendáis
ardientemente (del griego ἐπαγωνίζομαι= epagōnizomai), es la unión de la
palabra epi (sobre, encima) y la palabra agonizomai, que significa luchar;
literalmente competir por un premio; figurativamente, contender con un
adversario; o, generalmente, esforzarse para lograr algo. En últimas:
esforzarse, luchar, pelear, rogar (Strong,2002, p. 79). En este caso, la palabra
contender implica luchar, defender, debatir, esforzarse, y la palabra
ardientemente enfatiza la intensidad con la que se debe realizar la defensa a la
que hace referencia el escritor de Judas. No es extraño que el escritor de
Judas haga énfasis en la defensa de la fe como una lucha, ya que en toda la
carta hace una denuncia directa a los falsos maestros, desde aquellos que
niegan la existencia de Dios hasta aquellos apóstatas que de manera
descarada atacan la verdad.
El Apóstol Pablo es un claro ejemplo de un defensor de la fe, quien debatía
con los pensadores de su época. Según el teólogo Miguel Núñez, el Apóstol
Pablo reúne todas las características de un apologeta fiel. A saber:
Domina la revelación de Dios. No es una persona fácil de intimidar. Posee una pasión por la
verdad de Dios. Es aguerrido, pero a la vez sabe ser manso y humilde. Cree firmemente en el
poder del evangelio para derribar fortalezas. No se avergüenza de nada de lo que Dios ha
revelado. Tiene un alto concepto de Dios y su Palabra. (Núñez, 2020, p.30)

En Hechos de los apóstoles se menciona que, mientras Pablo los esperaba en


Atenas, su espíritu se enardecía viendo la ciudad entregada a la idolatría.
Así que discutía en la sinagoga con los judíos y piadosos, y en la plaza cada
día con los que concurrían (Hechos 17:16-17) (negrilla fuera del texto).
El pecado y las filosofías que iban en contra del cristianismo producían en el
Apóstol Pablo una irritabilidad o enardecimiento de espíritu, y ese
sentimiento era el que lo impulsaba a debatir y presentar el evangelio de
Jesucristo; sin embargo, lo hacía de manera respetuosa. En la Biblia
interlineal griego–español de Westcott y Hort aparece la palabra διελέγετο
(dialégeto), la cual indica que el Apóstol Pablo estaba razonando, y no
discutiendo de manera beligerante frente a los atenienses.
En términos generales se puede observar que la defensa que se presenta,
aunque muchas veces produce ira en nuestro corazón, debe presentarse con
diligencia, pero con respeto; entendiendo que el mensaje que estamos
presentando tiene un efecto en la vida de las personas y que Dios ha escogido
convencer al hombre a través del mensaje presentado por nosotros, pero con
la dirección del Espíritu Santo. Es así como la apologética se convierte en una
herramienta necesaria para la presentación fiel del evangelio, “removiendo
las excusas de los incrédulos, exponiendo los corazones rebeldes y
fortaleciendo la fe de los creyentes. Todo ese esfuerzo apologético descansa
en el entendimiento de que solo Dios tiene el poder de iluminar los
corazones” (Núñez, 2020, p. 38).
Capítulo 3
Los enemigos de la apologética
«Los unos anuncian a Cristo por contención, no sinceramente, pensando
añadir aflicción a mis prisiones; pero los otros por amor, sabiendo que estoy
puesto para la defensa del evangelio»
(Filipenses 1:16 -17).

Quizás usted ha llegado hasta aquí y cree que la apologética no es necesaria.


Eso ocurrió en una charla juvenil donde un conferencista afirmó que la
apologética era innecesaria, en particular el estudio de argumentos a favor de
la existencia de Dios. Luego dijo de manera burlona: “es una tontería hablar
de átomos, evolución, origen del universo y otro tipo de temas que sólo le
deben importar a los científicos”. Pensé inmediatamente que aquella persona,
nunca había tenido que lidiar con preguntas que necesitan respuestas
razonables sobre la fe que profesamos.
Si bien es cierto, aunque una charla sobre átomos, el origen del universo y
otros temas afines no transforman el corazón del hombre, sí permite que el
proceso de evangelización se lleve a cabo en lugares donde el conocimiento
se ha convertido en un obstáculo para que el hombre se acerque a Dios.
En realidad, no me parece extraña la posición del conferencista. Cada vez que
he tenido la oportunidad de hablar de algunos temas de apologética o de
compartir artículos u opiniones en redes, he podido evidenciar cierta
resistencia de los mismos cristianos frente a esta labor. Muchos niegan la
importancia de la apologética porque no quieren adquirir ningún tipo de
compromiso en la defensa de la fe, toda vez que, esta labor requiere esfuerzo,
preparación; pero, sobre todo: la guía del Espíritu Santo.
Así mismo, existen otras razones por la cual algunos cristianos no se
comprometen con la apologética; a continuación, se presentan las que, según
mi opinión, son las más comunes:
a) No reconocer la apologética como una labor evidente en la Biblia.
b) Sostener que la Biblia afirma que no le brindemos ningún tipo de
respuestas a los necios.
c) Creer que no se puede usar lógica para hablar sobre Dios.
d) Considerar que nadie puede llegar a Jesús por medio de argumentos, esto
es, a través de una exposición argumentada de la veracidad del evangelio
y el cristianismo.

a) ¿La labor apologética no es evidente en la Biblia?[4]


El relato de la creación de Génesis 1, más allá de su riqueza teológica, es
también un escrito apologético en contraposición a los mitos paganos sobre la
creación como el Enuma Elish que se traduce “cuando en las alturas”. La
apologética presentada en el Génesis 1, permite tomar distancia de los mitos
paganos, a saber:
1. La mayoría de los eruditos opinan que una diferencia entre el Génesis 1
y los relatos del ACO (Antiguo Cercano Oriente), son la implicación
de una creación de la nada (Copán y Craig, 2019).
2. En el Génesis la creación es resultado de la palabra de Dios, mientras
que en los relatos del ACO la creación surge de luchas y caos entre los
diferentes dioses (J. McDowell y S. McDowell, 2017a).
3. El universo en el Génesis no es una emanación de Dios, el universo no
es divino. Mientras que en los relatos del ACO, se les establece
divinidad a diferentes elementos creados (sol, luna, estrellas, etc.)
(Copán y Craig, 2019).
4. En los relatos del ACO los seres humanos son creados con un
propósito diferente al de Génesis 1. La única similitud radica en el
hecho de que en el Enuma Elish y el Génesis el hombre es la última
obra de Dios; pero solo llega hasta ahí. Según Oswalt (2009):
En el relato babilónico la humanidad es un añadido u ocurrencia tardía, generada a
partir de una mezcla de polvo y sangre de uno de los monstruos del caos con el fin de
proveer a los dioses alimento y adulación. En la Biblia el ser humano es creado al final
porque es la cumbre de la creación (p.70).

5. Sin duda la mayor diferencia es el Dios que se menciona en el Génesis.


Todos los relatos del ACO difieren del relato de Génesis, puesto que el
Dios que se menciona en el Génesis es eterno, todopoderoso,
incomparable y soberano. Mientras que los dioses de las cosmogonías
del ACO son dioses creados, y la creación del cosmos es una simple
consecuencia de luchas entre deidades (Currid, 2013, citado en J.
McDowell y S. McDowell, 2017a, p. 444).
De igual manera, Jesús nos dio un gran ejemplo de cómo hacer apologética.
Muchas veces le hicieron acusaciones a Jesús y él respondía de manera
precisa. Le decían, por ejemplo, “sus discípulos no se lavan las manos”, “sus
discípulos no ayunan”, “usted expulsa demonios por Beelzebú”. Todo lo
anterior requirió una defensa por parte de Jesús.
Es evidente la apologética a través de la escritura, así que recuerde que cada
vez que presente defensa de Dios y/o del cristianismo, está haciendo
apologética. La pregunta es: ¿lo está haciendo de manera correcta y efectiva?
b) ¿Dice la Biblia que no le respondamos a los necios?[5]
La afirmación “los ateos no existen” (porque la Biblia no dice ateos, sino
necios), es una de las objeciones más comunes para no hacer apologética.
Miremos algunas consideraciones sobre esta excusa:
(1) Decir que no hay ateos sino necios, porque la palabra ateo no está en la
Biblia, es dispararse en los pies. Decimos que Dios es omnipresente,
sin que esta palabra esté en la Biblia[6].
(2) Se debe tener en cuenta que la Biblia habla de los necios, pero no todos
los necios son ateos, pero sí se puede decir que todos los ateos son
necios.
(3) Según Greg L. Bransen: “En la perspectiva de las Escrituras, el necio
no es básicamente un ignorante de mente superficial o analfabeto;
puede ser bastante educado y sofisticado en el cálculo social. Sin
embargo […] ha abandonado la fuente de la verdadera sabiduría en
Dios” (s.f., p. 39).
(4) Proverbios 26:4 dice: “Nunca respondas al necio de acuerdo con su
necedad, para que no seas tú también como él”. Pero el versículo no
dice que no respondamos, dice que no respondamos de acuerdo con
su necedad. En otras palabras, hay que responder, pero no como un
necio. La biblia de oro (Torres Amat) dice: No respondas al necio,
imitando su necedad en el hablar. (cursiva y negrilla fuera del texto).
Así mismo, el versículo 5 dice: “Responde al necio como merece su
necedad, para que no se estime sabio en su propia opinión”. Lo
anterior permite concluir que no debemos hablar necedades, o alegar
con alguien que no desea escuchar las razones; y, sin embargo, hay que
responderle de manera prudente y sensata para que no se crea sabio[7].

c) ¿No se puede usar la lógica para hablar sobre Dios?


Decir que no se puede usar la lógica para hablar sobre Dios, es usar la lógica
para hablar sobre él (la misma afirmación se auto-refuta). Para hacer esa
afirmación la persona debe conocer a Dios y así determinar que la misma
lógica no sirve para hablar sobre él, y, sin embargo, esa es una afirmación
lógica sobre Dios. Esto se debe a una concepción errada sobre lo que es la
lógica; es más, algunos han dicho que nuestra lógica no sirve para hablar
sobre Dios, toda vez que Dios actúa con una lógica diferente.
La lógica es una forma de razonamiento en el que las ideas o la sucesión de
los hechos se manifiestan o se desarrollan de forma coherente y sin que haya
contradicciones entre ellas. En este caso, sería ilógico, por ejemplo, afirmar
que una persona puede resucitar por causas naturales, porque esto contradice
lo que es la resurrección: algo sobrenatural. Pero si se afirma que un ser
todopoderoso puede resucitar a alguien, no es ilógico porque ello es
coherente con sus atributos. Para que una persona haga una afirmación que
sea lógica no debe haber contradicciones en ella, lo mismo ocurre con Dios,
él actúa de la misma manera: sin que haya contradicciones en él. La lógica no
determina el modo en que un sujeto hace ciertas cosas, simplemente
determina si existe coherencia en la forma de actuar de ese sujeto.
Mucha gente dice que Dios tiene una lógica diferente, porque él actúa de
forma sobrenatural. Lo sobrenatural muchas veces es misterioso, pero lo es
en virtud de que no tenemos toda la información, pero no indica que Dios va
en contra de la lógica, sino que simplemente está haciendo algo trascendente
debido a sus propios atributos. Ocurre que muchas veces no tenemos
conocimiento concreto sobre una situación y simplemente indicamos: “Dios
lo sabe”, y eso no está mal, eso simplemente indica que tenemos un
conocimiento limitado y que hay cosas que desconocemos del suceso mismo.
Pero, hay que tener en cuenta que el hecho de que no tengamos un
conocimiento pleno sobre algo y Dios sí lo tenga, no quiere decir que Dios
tenga una lógica diferente, lo que indica esto es que Dios actúa de manera
coherente con sus atributos y por eso no hay contradicción en él, por lo tanto,
no se necesita alegar la existencia de una lógica diferente.
Se ha usado Isaías 55:8–9 (“Porque mis pensamientos no son vuestros
pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dice Jehová. Como son más
altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros
caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos”), para indicar
que al Dios superar nuestro conocimiento, aun las contradicciones son
posibles en él. El motivo principal de tal eiségesis es el aliviar ciertas
tensiones de tipo teológicas solo con decir: “aunque para nosotros son
contradicciones, para Dios no lo son”.
Un ejemplo de ello es el hecho de que algunos no puedan conciliar la
omnisciencia de Dios y el libre albedrío, o algunos atributos de Dios como la
justicia y la misericordia. De manera respectiva, algunos afirman que, si Dios
es omnisciente, no se puede tener libre albedrío porque todo estaría
determinado a su conocimiento anticipado. Esta aparente contradicción no se
soluciona solo porque sea Dios quien lo decide, se soluciona porque en Dios
hay coherencia.
Mire lo siguiente: el conocimiento no tiene ningún nexo causal con el
mundo[8], alguien puede saber que algo va a ocurrir y sin embargo no hará
que una cosa específica ocurra. Lo mismo ocurre con Dios, el conocimiento
anticipado de Dios no viola el libre albedrío, pues sencillamente lo que Dios
conoce son las decisiones que vamos a tomar y no necesariamente va a
intervenir en las mismas (a menos que desee hacerlo, pues él es soberano).
Sin embargo, esto sí es una contradicción evidente en la doctrina calvinista de
la predestinación, en la que no puede existir libre albedrío, sino que, antes
bien, el destino de las personas ya está definido y simplemente harán lo que
ya se definió.
Finalmente, afirmar que Dios tiene una lógica diferente es fatal para el
cristianismo. Porque, si lo que es contradictorio para nosotros, es lógico para
él, entonces no sabremos si lo que dice la Biblia es lógico o no, y en ese
sentido tendríamos que hacer muchas veces lo contrario a lo que ella dice. Es
decir, “cualquier cosa que nos dijera la Biblia podría significar exactamente
lo contrario para Dios” (Sproul, 1996, p.47). Lo que está plasmado en la
Biblia está escrito de manera coherente porque es el mensaje de Dios hacia el
hombre, los milagros, aunque son sobrenaturales, no implican una lógica
diferente, implican un poder por encima de todo.

Por lo tanto, la lógica sí puede ser usada para hablar sobre Dios, y lo hacemos
en virtud de lo que conocemos de él (lo que nos ha sido revelado). Si él es
verdad, no puede ser mentira al mismo tiempo, eso violaría un principio
básico de la lógica. Tenga en cuenta que el conocimiento superior de Dios
implica que hay cosas que escapan del nuestro, y que Dios conoce todo,
incluyendo los misterios ocultos para nosotros; por lo cual, la diferencia
sustancial entre nuestro conocimiento y el de Dios se fundamenta “en el
grado de conocimiento que posee, y no a una diferencia del tipo de lógica
que aplica” (Sproul, 1996, p. 48) (negrilla y cursiva fuera del texto).

d) ¿Nadie viene a Jesús por medio de argumentos?[9]

Los argumentos son razonamientos que demuestran, refutan o justifican un


pensamiento. Las opiniones no son argumentos. Cuando alguien predica está
presentando el evangelio de Jesucristo, y las afirmaciones que se hacen son
argumentadas, para que el pensamiento presentado sea coherente y no sea
una simple opinión. Cuando se le dice al hombre que es pecador, debe haber
una razón por la cual afirmamos que es pecador; cuando damos esa razón,
estamos argumentando. En el sentido estricto el argumento no convence; la
Biblia dice que es el Espíritu Santo quien convence. Pero, no hay manera de
que alguien sea convencido de algo que nunca ha escuchado, ni que crea algo
que no se le ha anunciado. Los que evitan la apologética en virtud de la
afirmación que se explica aquí, simplemente tienen una concepción errónea
de lo que es la apologética.
El doctor William Lane Craig afirma que:
Los cristianos que disminuyen el valor de la apologética, porque nadie viene a Cristo a través
de argumentos intelectuales, tienen una vista muy corta. Ya que la apologética se extiende más
allá de un contacto evangelístico cristiano. La tarea de la apologética tiene una mira más
amplia para ayudar a crear y mantener un ambiente cultural en el que el Evangelio pueda
escucharse como una opción intelectualmente viable para los hombres y mujeres pensantes.
(Craig, s.f.)
Aquellos que subvaloran el trabajo apologético, no reconocen la importancia
de la pre-evangelización, por medio de la cual antes de propiciar un
encuentro inmediato con Cristo se elimina lo que obstaculiza creer. Lo
anterior se realiza muchas veces debido a que hay personas que necesitan
aclarar sus dudas de manera intelectual antes de tener un compromiso
espiritual serio (Geisler y Brooks, 1995). No siempre es suficiente presentar un
testimonio personal, porque muchas personas catalogan las experiencias
personales como algo subjetivo. Es posible que las experiencias personales
sean valiosas para cada individuo y para aquellos que le son muy cercanos,
pues confían en la veracidad del mismo; pero no es definitivo para convencer
a aquellos que son escépticos, sencillamente porque es una experiencia
personal (Cruz, 2015). De aquí surge la necesidad de acompañar el
testimonio personal con una presentación razonable del cristianismo, por
medio del cual Dios atraiga a la persona hacia él:
Porque si Jesús es quien dice ser, al juzgar la vida santa del cristiano que ha movido su
corazón, habrá respuestas, y al menos algunos cristianos deben saberlas. Aunque es atraído a la
puerta al ver el amor de Dios en la vida del hombre, el necesita argumentos que le abran la
puerta o que le quiten las piedras y los árboles que obstruyan la entrada, o que le aseguren que
está haciendo lo correcto al entrar a casa. (Mills, 2011 citado en McFarland, 2012, pp. 125-
126)
Capítulo 4
El camino hacia una apologética efectiva
«Si alguien ha de gloriarse, que se gloríe de conocerme y de comprender que
yo soy el Señor …»
(Jeremías 9: 24a, NVI).

Una prestigiosa abogada se entrevistó por primera vez con la señora


Samantha, tomándole un interesante caso. Con mucha dedicación y con todo
el conocimiento académico y empírico, la profesional puso en marcha el
proceso judicial que, pese a no poder garantizar un resultado ciento por ciento
exitoso, se avizoraba ganador; no obstante, una vez aperturada la etapa
probatoria dentro de ese proceso judicial, el juez llamó a declaración de parte
a su representada y a la contraparte, presentándose un careo, en el cual se
concluyó que Samantha había omitido darle información relevante a su
apoderada. Esa pequeña omisión produjo una fisura irremediable en la sólida
defensa que había ofrecido la abogada. El juez falló en contra de Samantha.
Aun cuando la abogada poseía los conocimientos legales y procesales, unas
habilidades que hacían fuera persuasiva y fuerte al presentar los argumentos,
no tuvo la información completa para lograr las pretensiones incoadas, aun
cuando todo parecía estar a favor de ella, pero solo en virtud de la
información que tenía.
Vemos, entonces, que es necesario tener un conocimiento profundo en un
caso para defenderlo. No son suficientes las habilidades del abogado si su
conocimiento del caso es mínimo o poco profundo para hacerlo de manera
efectiva. El ejemplo presentado nos lleva a la raíz de la apologética como una
defensa del cristianismo. Pero, ¿cómo se puede defender de manera efectiva,
sin conocer a profundidad el caso a favor de la existencia de Dios y del
cristianismo?
Isaías 43:10 dice: “Vosotros sois mis testigos, dice Jehová, y mi siervo que
yo escogí, para que me conozcáis y creáis, y entendáis que yo mismo soy;
antes de mí no fue formado dios, ni lo será después de mí”. Lo primero que
debe conocer el apologeta es la doctrina, qué es lo que se cree en el seno del
cristianismo. El poco conocimiento del mismo permite que quien lo ataca use
todo tipo de falacias y tergiversaciones, y que quien lo defiende no logre
identificar aquellas fallas porque no tiene claridad de la misma doctrina. No
hay cristianismo sin la creencia en un Dios que es espíritu y que posee los
atributos absolutos e intransferibles (omnipresencia, omnisciencia,
omnipotencia, inmutabilidad, entre otros). Asimismo, es central reconocer la
encarnación de Dios en la persona de Jesús y que en esa condición ofreció su
vida en la cruz y resucitó de entre los muertos al tercer día. El apóstol Pablo
afirma que la resurrección de Jesús es la base del cristianismo, sin
resurrección no hay cristianismo. Sin embargo, hay muchos cristianos que no
conocen ni de manera somera estos asuntos; así es imposible presentar una
defensa o, en el mejor de lo casos, poder evangelizar de manera efectiva.
Ningún caso prospera sin pruebas o evidencias. Por más coherentes que sean
los argumentos estos deben ser correspondientes con la realidad. El segundo
paso para una defensa efectiva radica en conocer las razones por las cuales
creemos que Dios existe y que el cristianismo es verdadero. Es probable que
alguien crea cada una de las doctrinas que se fundamentan en la Biblia, pero
que no conozca las razones por las cuales todas ellas son verdaderas.
Recuerde que el conocer las razones o tener las evidencias de la veracidad del
cristianismo es necesario de manera específica para la apologética. Este
conocimiento permite que nuestra convicción sea más fuerte. ¿Conoce usted
las razones o las evidencias en las cuales se sustenta la fe que profesamos?
Cuando se instaura una demanda, los juzgados le corren traslado al
demandado para que se pronuncie sobre la misma. La contestación de la
demanda se realiza teniendo en cuenta lo siguiente: 1) Conocer la versión del
demandado, recaudo de pruebas que soporten esta versión y sustentar
jurídicamente la oposición o defensa. 2) Examinar detalladamente los hechos,
pretensiones, pruebas y fundamentos jurídicos en que se sustenta la demanda.
El primer punto ya ha sido mencionado en los párrafos anteriores. El segundo
implica la necesidad de conocer la posición de la contraparte a la cual se le va
a dar respuesta. En apologética diríamos “conocer las objeciones de quienes
se oponen a la existencia de Dios y al cristianismo”. Las objeciones se
pueden evidenciar en lo que se conoce como cosmovisiones. Según el
teólogo Miguel Núñez, una cosmovisión se puede definir como “un conjunto
de creencias fundamentales que explican la vida. Es un sistema de valores y/o
presuposiciones a través del cual nosotros — consciente o inconscientemente
— analizamos y juzgamos la realidad que nos rodea, y reaccionamos ante
ella” (Núñez, 2020, p.13).
Una cosmovisión que se opone a la nuestra merece ser respondida. No se
necesita conocer todas las cosmovisiones, sino simplemente aquellas que en
su debido momento son usadas por escépticos para atentar contra la verdad
del cristianismo.
La tarea del apologeta es de constante preparación, la lista de lo que debe ir
añadiendo a su “arsenal apologético” es bastante larga, pero eso solo se logra
con preparación. Sin embargo, en este capítulo se ha presentado tres cosas
imprescindibles que debe conocer el apologeta para presentar una defensa
efectiva:
1. Conocer la doctrina, es decir, lo que cree.
2. Conocer las razones o evidencias que sustentan lo que cree.
3. Conocer las cosmovisiones que se oponen a su fe.
Capítulo 5
Evite estos errores
«Todos debemos argumentar a favor del cristianismo de una manera u otra,
¿pero lo estamos haciendo bien? […] la cuestión no es si somos o no
apologistas, sino qué clase de apologistas somos».
Josh McDowell y Sean McDowell, Evidencia
que demanda un veredicto

Por muchos años, tuve la costumbre de “debatir” en Facebook. No


desaprovechaba oportunidad para responder por las redes sociales a aquellos
ateos que hacían mofa del cristianismo. Recuerdo que en muchas
conversaciones que entablé, presenté algunos argumentos que simplemente
eran tergiversados o eran respondidos con frases peyorativas. Algunos me
decían: “vaya y lea algo aparte de su biblia, para que deje de ser ignorante”,
“pídale ayuda a su amigo imaginario”. Asumían, a priori, que era un
analfabeto porque creía en Dios. En muchas de esas discusiones que tuve,
terminé feliz porque había ridiculizado a un seudo-intelectual. Sin embargo,
no estaba haciendo apologética, estaba discutiendo simplemente; ¿qué había
ganado?, ¿había cumplido la labor apologética? Ahí estaba yo, el que se creía
apologeta; sin embargo, estaba cometiendo todos los errores que debe evitar
un verdadero defensor de la fe. La lista a continuación no es exhaustiva,
presenta solo los cuatro errores más comunes (a mi parecer) que debe evitar
todo el que quiera ser defensor de la fe.
a. Error 1: Concebir la apologética como una labor meramente
intelectual
Este error ha hecho que muchos cristianos sientan algún tipo de aversión por
la apologética. Muchos apologetas se convierten en cristianos fríos y
calculadores. No sienten el gozo de la salvación y por lo tanto no transmiten
la verdadera esencia del evangelio. Esto no indica que debamos evitar ser
intelectuales, porque muchos han sustituido el conocimiento por las
experiencias, y han llegado a tener un celo sin ningún tipo de conocimiento
(fanatismo). La emoción y la experiencia no debe estar por encima de la
verdad, y la verdad solo se conoce a través de la renovación de nuestra
mente, para conocer cuál es la voluntad de Dios (Romanos 12:2). De esta
manera, el apologeta debe concebir su labor como algo que es intelectual,
pero que es el Espíritu Santo quien ha decidido guiar ese conocimiento para
presentar una defensa sólida y efectiva. Recuerde que la labor apologética es
propia de un verdadero cristiano, y esta labor debe ser más que algo
académico, y no menos que eso; debe ser en virtud de una vida cristiana que
experimente una “cálida devoción inflamada por la verdad” (Stott, 2005, p. 12).
b. Error 2: Tener respuestas prefabricadas sin tener en cuenta la
razón de ser de la pregunta
Siempre quise tener a la mano un libro que me ofreciera las respuestas a todas
las objeciones de los escépticos, y que luego de haberlo memorizado pudiera
llegar a ser “el refutador de ateos”. No existe tal libro. Las respuestas
prefabricadas funcionan por poco tiempo, la persona que hace la pregunta se
dará cuenta rápidamente que usted está simplemente repitiendo lo
memorizado. Eso es fácil de detectar, una simple pregunta que exija cierta
aclaración de lo que usted acaba de recitar será suficiente. Lo anterior
engendra al menos dos errores más: (1) no conectar con la persona con quién
hablamos, y (2) no responder a cabalidad la pregunta que nos han realizado.
Tenga en cuenta que, aunque la respuesta es primordial, hay algo más
importante: la conexión con la persona. Esto permitirá que el apologeta pueda
comprender si la persona pregunta de manera sincera, o en realidad sus
preguntas son solo excusas para esconder sus verdaderas intenciones. Piense
en que algunos escépticos no tienen objeciones intelectuales, ni demandas a
la fe, ellos simplemente no quieren aceptar la existencia de Dios por
cuestiones morales, y el libertinaje en el que viven se siente atacado ante la
existencia de un ser moralmente bueno.
Ahora, puede ocurrir otro caso: que la persona no tenga dudas intelectuales
sino emocionales. Normalmente esto se puede observar en el problema del
mal. Al respecto, William L. Craig apunta:

Debemos distinguir entre el problema intelectual del mal y el problema emocional del mal. El
problema intelectual del mal se refiere a cómo dar una explicación racional de la manera que
Dios y el mal pueden coexistir. El problema emocional del mal tiene que ver con la manera de
deshacer la aversión emocional de las personas hacia un Dios que permita el sufrimiento.
(Craig, s.f.)

Imagine que una persona llega a su congregación y se le acerca preguntando:


¿por qué Dios permite el mal?, ¿por qué no hace algo para erradicar el
sufrimiento? Usted, inmediatamente, sin analizar la situación, comienza a
lanzar palabra, tras palabra, argumentos filosóficos, argumentos bíblicos, cita
autores y demás; pero la persona simplemente rompe en llanto y sale del
lugar sin decir absolutamente nada. Esa persona ha perdido a un ser querido y
está destrozada y su pregunta era más una exclamación de dolor que una
simple queja intelectual. Usted solo recitó lo que tenía en su mente y no
comprendió cuál era la razón de ser de la pregunta que le hacía la persona.
Este es el caso común en el cual “la respuesta intelectual se interprete como
falta de sensibilidad […], por eso es que el consejo de Pablo fue llorar con los
que lloran” (Du-Pond, 2019, p. 92).

c. Error 3: Responder sin tener el conocimiento necesario


Para un apologeta, el no tener respuestas a muchas preguntas se convierte en
algo frustrante. Muchos creen que cuando un cristiano no tiene las respuestas
precisas a un tema en particular, eso indica que el cristianismo no es más que
el reflejo de la ignorancia. Ese pensamiento no es más que un sesgo, es bien
sabido que nadie conoce toda la información que puede existir respecto a un
tema. No finja tener todas las respuestas, es mejor admitir que no se conoce
sobre el tema que dar una respuesta que refleje cierta deshonestidad. El
cristianismo no se verá afectado porque un apologeta no tenga todas las
respuestas a todas las objeciones. Su veracidad no depende del conocimiento
que usted tenga del mismo. No obstante, este percance puede permitir que
usted se prepare de una mejor manera, y pueda establecer una verdadera
conexión con la persona admitiendo que no conoce la respuesta pero que su
punto es tan importante que reflexionará sobre el asunto.
d. Error 4: Desligarse de la Biblia
Los escépticos no aceptan argumentos basados en la Biblia, ellos demandan
que todo sea probado por el método científico, aunque este tiene límites y no
puede comprobar todo lo cognoscible. Debido a esto, se ha cometido el error
de prescindir de la Biblia para sustentar el caso a favor de la existencia de
Dios y del cristianismo. El recitar la Biblia para demostrar que Dios existe
solo porque ella lo dice, no es suficiente per se; empero, no podemos
desligarnos de la revelación plasmada en la palabra de Dios. Dicho de otra
manera, aunque usamos argumentos filosóficos y evidencias científicas, no
nos hemos desligado la Biblia, ella nos guía a reconocer la grandeza de Dios
plasmada en el universo. Dios se ha revelado en dos libros: la Biblia y la
naturaleza. Salmos 19 afirma: “Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el
firmamento anuncia la obra de sus manos”. Por su parte, el apóstol Pablo en
Romanos 1:20 afirma que: “[…]las cosas invisibles de él, su eterno poder y
deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo
entendidas por medio de las cosas hechas […]”. La Biblia, aunque no es un
libro científico (tampoco es anticientífico), nos permite reconocer la
evidencia suficiente que hay alrededor nuestro que puede ser verificada a
través de nuestros sentidos. Entonces, el apologeta debe ser un lector, un
conocedor y alguien que medita en la Biblia y aunque no la recite como
argumento en el quehacer apologético, no debe ignorar que la revelación
principal proviene de ella.
Hay dos extremos que se deben evitar: (1) recitar la Biblia como argumento
para mostrar la existencia de Dios y la veracidad del cristianismo, y (2) no
tener la Biblia en cuenta, en lo absoluto.
Un punto de equilibrio sería, por ejemplo, (1) partir de un versículo para
apoyar la idea o tesis que pretendemos defender, o (2) partir de un argumento
y llegar a un versículo que sea corroborado por una evidencia externa.
Ejemplo 1: la Biblia comienza con una expresión categórica: “En el principio,
creó Dios los cielos y la tierra”. Esta expresión señala hacia un origen del
universo, en el cual un Dios todopoderoso, inmutable, eterno e inmaterial,
crea el universo de la nada. El comienzo del universo fue negado por ateos
por muchos siglos, hasta que la evidencia científica apuntó hacia el origen del
mismo en un punto en el cual antes de él, no existía. Para ello usamos el
argumento cosmológico (a continuación, plantee el argumento cosmológico).
Ejemplo 2: la ciencia ha demostrado que el universo fue creado en el pasado
finito, desde la nada. Para ser preciso, diría que la Biblia nos habla al igual
que la ciencia, de un origen del universo. Las características de la causa del
universo surgen de la evidencia, a saber:
Auto existente, atemporal, no espacial e inmaterial (ya que la Primera
Causa creó el tiempo, el espacio y la materia, la Primera Causa debe
estar fuera del tiempo, el espacio y la materia). En otras palabras, él es
sin límites, o infinito; inimaginablemente poderoso, para crear todo el
universo de la nada; sumamente inteligente, para diseñar el universo
con una precisión tan increíble; personal, para elegir convertir un
estado de nada en el universo. (Geisler y Turek, 2019, p. 91)
Como dice la Biblia en Isaías 44:24b: “Yo Jehová, que lo hago todo, que
extiendo solo los cielos, que extiendo la tierra por mí mismo.” Si
comparamos estas características con el creador que plantea la Biblia, nos
daremos cuenta que hay concordancia.
Aunque los argumentos mencionados son de tipo filosófico, estos van
acompañados con evidencia científica, pero sea precavido de no forzar la
Biblia en los detalles mínimos que esta no nos presenta. Recuerde que estos
ejemplos se plantean en el marco del quehacer apologético, para mostrarle a
un escéptico que el cristianismo es verdadero, aunque no puedo negar que
muchos cristianos afianzan un poco más su fe al considerar este tipo de
evidencias a favor del cristianismo.
Capítulo 6
Ser y conocer, antes de hacer
«La gente necesita ver la verdad del cristianismo, pero es igualmente
importante que vean cómo esa verdad puede cambiar personalmente sus
vidas».
Josh McDowell, evidencia que demanda un veredicto

En 1 Timoteo 4:16, el apóstol Pablo aconseja al joven Timoteo que tenga


cuidado de dos cosas: en primer lugar, de su testimonio; en segundo lugar, de
lo que enseñaba. Esto lo dijo en contraste con los falsos maestros, los cuales
se caracterizaban por ser mentirosos e hipócritas, debido a su conciencia
cauterizada. Consecuencia de lo anterior, enseñaban doctrina de demonios.
Ambas cosas, un mal testimonio y una enseñanza errada de muchos que se
hacen llamar cristianos, ha llevado a que el evangelio sea vituperado y que
algunos vean comprometida la credibilidad del cristianismo. Por ejemplo, el
mal uso del nombre de Dios y del cristianismo a través de la historia ha sido
una excusa para indicar que el cristianismo no es verdadero porque ha traído
guerras, lo cual no es más que una falacia. Pues se está confundiendo las
enseñanzas de Cristo con el abuso de instituciones religiosas. Hacer algo
malo en nombre de Dios o el cristianismo no significa que Dios sea malo o
que el cristianismo lo sea, eso simplemente significa que la gente mala
necesita excusas para cometer ciertos delitos.
Ten cuidado de ti mismo
Lastimosamente, los cristianos hipócritas han hechos más daño al
cristianismo que los mismos anticristianos. Pero, ojo, la hipocresía de estos
cristianos no hace que el cristianismo sea falso, pero sí indica que ese
cristiano no es coherente con lo que cree. Debemos recordar que antes de ser
apologetas, somos cristianos. Todos hemos sido hipócritas en algún
momento, es más, muchas veces hemos hecho algunas cosas (para vergüenza
lo digo) y un no creyente nos ha dicho: ¿luego usted no es cristiano?, ¿por
qué hace eso? Por eso el apóstol nos invita a que tengamos cuidado de
nosotros mismos. Recuerdo que luego de la muerte del apologeta Ravi
Zacharias, el 24 de diciembre del 2020, me llegó un correo del Ministerio
Internacional de Ravi Zacharias (RZIM), en el que nos informaban a todos
los que habíamos hecho algunos estudios con ellos, que había una
investigación sobre una presunta conducta sexual indebida de Ravi, incluido
un abuso sexual. El 12 de febrero del 2021 recibí un nuevo correo donde se
confirmaba la deplorable conducta sexual de Ravi Zacharias. La
investigación concluyó que el apologeta se aprovechó de su posición para
abusar de masajistas en Estados Unidos y en otros países del mundo. No fue
un simple desliz, fue más de una década de degradación moral. Aprovechaba
sus viajes hablando sobre el cristianismo para abusar de diferentes mujeres.
Ya se imaginará el impacto que tuvo esto a nivel mundial. Muchos escépticos
le salieron al paso a estas noticias, para vituperar el cristianismo. Sin
embargo, aquí estamos. Porque precisamente el cristianismo no está
cimentado en los hombres, sino en Cristo.
Lo anterior no debe ser una excusa para pecar de manera deliberada. No
debemos permitir que nuestra vida cristiana sea la vida de un fariseo. Sería
muy triste que Dios dijera: “haga todo lo que ese cristiano dice, pero no
hagan nada de lo que él hace”. La Biblia dice que debemos poner los ojos en
Jesús (Hebreos 12:2). Pero al mismo tiempo dice que los cristianos debemos
ser irreprensibles y sencillos, porque somos hijos de Dios, y que debemos
permanecer sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en
medio de la cual resplandecemos como luminares en el mundo (Filipenses
2:15). El Apóstol Pablo comprendiendo la coherencia que debe haber entre lo
que se cree y en la manera de vivir, nos dice en 1 Corintios 11:1: “Sed
imitadores de mí, así como yo de Cristo”. De igual manera, el Apóstol Pedro
en 1 Pedro 1:15 nos invita a ser santos en toda nuestra manera de vivir,
porque el que nos llamó es santo.
Lastimosamente, muchos hemos sido cristianos ateos o fariseos: creemos en
Dios, pero vivimos como si Dios no existiera (Groeschel, 2010). Como dice
el apóstol Pablo en Tito 1:16: “Profesan conocer a Dios, pero con los hechos
lo niegan, siendo abominables y rebeldes, reprobados en cuanto a toda buena
obra”.
Es doble moral hablar del poder transformador de Dios y, al mismo tiempo,
sobornar al policía, maltratar a nuestros hijos, insultar y maldecir a nuestros
vecinos, codiciar la esposa del prójimo, odiar a nuestros hermanos, adquirir
deudas y no pagarlas, mentir deliberadamente, comprar celulares robados, ser
rebeldes, cizañeros, instigadores, etc. Esto no debe ser así, ¿Puede acaso
brotar de una misma fuente agua dulce y agua salada? (Santiago 3:11). La
Biblia dice que la senda del justo es como la luz de la aurora (Proverbios
4:18), lo cual no indica que seamos perfectos, sin embargo, aún en medio de
la imperfección, nuestro propósito es ser cristianos, para que nuestra vida
resplandezca y aunque tengamos errores, las personas vean nuestras obras y
glorifiquen a nuestro padre que está en el cielo (Mateo 5:16). Antes de hacer
apologética, debemos ser cristianos.
Ten cuidado de la doctrina
El fanatismo es producido por la falta de conocimiento. Muchas personas
tienen un celo inexplicable respecto a algunas cosas sin saber en qué se
fundamentan. Con el tiempo se han dado cuenta que aquello en lo que tanto
se aferraban, en realidad, era incorrecto, y muchos terminan frustrados. Mi
pueblo fue destruido porque le faltó conocimiento, dijo Dios por la boca del
profeta Oseas. Al pueblo de Israel le sobraron las señales, le sobraron los
milagros, sin embargo, la falta de conocimiento respecto a quién era Dios,
hizo que cayeran en apostasía.
La proliferación de muchas religiones en la actualidad ha traído graves
consecuencias. Supuestos apóstoles o profetas han surgido al paso con el
sensualismo del ser humano y con la búsqueda de un placebo para sus
muchas dificultades. En la actualidad hay teología Gay, teología de la
prosperidad, teología liberal y cada uno tiene un dios hecho a su propia
manera. Todo esto ha surgido debido a que no hemos sido cuidadosos con lo
que predicamos, algunos lo hacen por ignorancia; pero, otros, lo han hecho
con conocimiento pleno.
En ese descuido que hemos cometido, han intentado colarse en nuestras
iglesias doctrinas dañinas, entre ellas: la teología o evangelio de la
prosperidad.
Uno pensaría que creer en un Dios tipo genio de la lámpara que se somete a
nuestra voluntad, es un pensamiento que solo lo tienen los niños que nunca
han leído la Biblia o no la logran entender de manera correcta. Eso le pasó a
alguien llamado Roberto, leamos la siguiente historia:
Roberto se arrodilló a un lado de su cama. Tenía 7 años de edad y quería de todo corazón creer
en Dios. Así que inclinó el rostro sobre sus manos entrelazadas y continuó: «Quiero creer en
Ti. Así que, si cuando me levante en la mañana encuentro un millón de dólares debajo de mi
cama voy a creer en Ti ciegamente y nunca más voy a dudar». Por supuesto, Roberto no
encontró el millón de dólares. Quizás porque el deseo por el dinero era más grande que el
deseo de conocer a Dios. O quizás el dinero no estaba ahí en la mañana porque el millón de
dólares que pidió no cabía debajo de la cama junto con todos los juegos, rompecabezas,
tocadiscos, ropa sucia y las demás cosas que ocupaban tanto espacio. Sin embargo, es probable
que la razón por la que no obtuvo el dinero tenía mucho que ver con una idea errónea acerca de
Dios. Roberto se imaginaba a Dios como una maquinita: Uno deposita una oración, oprime el
botón correcto y el deseo se hace realidad. Él se imaginaba a Dios como un Santa Claus
esperando en la inmensidad del espacio para cumplir su lista de deseos. Si oraba lo suficiente y
creía lo suficiente, Dios le daría todo lo que su corazón deseara a los 7 años. (McDowell y
Hostetler, 1993, p. 21)

Conozco miles de Robertos que, aunque ya no tienen 7 años, van a estadios y


a mega iglesias con la ilusión de obtener todo lo que desean. Esta teología o
evangelio de la prosperidad no es ninguna teología cristiana. El cristianismo
no sienta sus bases en este tipo de teología. Este evangelio de la prosperidad
sostiene que la voluntad de Dios es darle riqueza y conceder todo tipo de
deseos, que esto solo depende de la mentalidad positiva y de las
declaraciones positivas que haga el cristiano. Todo se basa en lo que se
conoce como el poder de la palabra. Por eso vemos predicadores atando y
desatando, y decretando y declarando que su voluntad se debe realizar.
Algunos se han atrevido a decirle a Dios que “no aceptan un no como
respuesta”.
Una práctica muy común en el seno de este evangelio, (no que sea otro
evangelio, sino que muchos tergiversan el verdadero evangelio) es entregar
dinero a cambio de una bendición específica. Implementan un tipo de trueque
con Dios. Trae el dinero que tienes, si quieres que Dios te lo multiplique.
Aunque Dios lo puede hacer, la ofrenda no es un negocio, ni ningún tipo de
canje.
Esta falsa teología ha hecho que muchas personas lleguen a creer que eso es
el cristianismo, y cuando se ven estafadas muchas veces, sufren “heridas
teológicas”, y terminan odiando el cristianismo. Estas personas, muchas
veces, se convierten en “escépticos heridos”, porque les ha sido enseñada una
doctrina falsa, como el evangelio de la prosperidad, y cuando son
confrontadas con la verdad, se sienten engañados.
Es así como debemos ser cuidadosos con lo que enseñamos. Que no se nos
olvide que la voluntad de Dios es nuestra santificación (1 Tesalonicenses
4:3), que nuestras oraciones se basan es en que se haga la voluntad de Dios
en la tierra, así como se hace en el cielo (Mateo 6:8), y que debemos buscar el
reino de Dios y su justicia y todas estas cosas os serán añadidas (Mateo 6:33).
Recuerde, antes de hacer apologética asegúrese de ser cristiano y de conocer
la doctrina.
Capítulo 7
¿Por qué soy cristiano?
«No soy cristiano porque fui criado de esa manera o porque esperaba
satisfacer alguna necesidad o lograr un objetivo. Simplemente soy cristiano
porque es evidentemente cierto».
J. Warner Wallace, Ex ateo y detective

Me encontraba en medio de una charla apologética en una sede de la iglesia


en mi ciudad. Mientras presentaba unas diapositivas sobre el cristianismo,
aproveché para hacerle una pregunta a un líder de jóvenes que se encontraba
en primera fila: ¿usted por qué es cristiano? Simplemente, dijo: “tuve un
encuentro con Dios”. Inmediatamente, le pregunté: ¿cómo sabe usted que esa
experiencia venía de parte de Dios?, si un musulmán o un mormón dice lo
mismo, ¿usted le creería? No obtuve respuesta alguna. Si usted fuera ese
joven, ¿qué respuesta daría al primer interrogante?
Creo que muchos cristianos confunden la pregunta. No se les pregunta ¿cómo
llegó a ser cristiano?, sino ¿por qué es cristiano? Cada persona llega a ser
cristiano de diferentes maneras, pero se es cristiano con base en una razón: el
cristianismo es verdadero. Si el cristianismo fuese una mentira, por más que
alguien tenga una experiencia, esto no lo convertiría en verdadero. Es en
torno a la veracidad de algo que podemos identificar si estamos en lo correcto
o no.
A continuación, presento algunas de las respuestas más comunes a la
pregunta ¿por qué soy cristiano?
1. Si su respuesta se basa solamente en una experiencia, tenga en cuenta
que la mayoría de esas experiencias son subjetivas. Tales experiencias
son significativas para quien las tiene, sin embargo, sin ánimo de
descalificar tal suceso, diré que muchas otras religiones basan su
veracidad en torno a experiencias de este tipo. La sensación de paz y de
cambio no es siempre una señal de que alguien está en lo correcto, el
efecto placebo ocurre sin duda en muchas religiones. Si lo que se siente
no es conforme a la verdad, a esas personas “les sucederá como el que
tiene hambre y sueña, y le parece que come, pero cuando despierta, su
estómago está vacío; o como el que tiene sed y sueña, y le parece que
bebe, pero cuando despierta, se halla cansado y sediento.” (Isaías 29:8).

2. Algunas personas me preguntan: “¿sus padres son cristianos?” Como la


respuesta es afirmativa, inmediatamente sonríen y dicen “claro, eso es
tradición familiar”. Mucha gente cree que la razón de ser cristiano
radica en que es algo aprendido en el seno familiar. Otros van a aún
más allá, afirman que son cristianos de nacimiento (pero nadie nace
cristiano). Si su respuesta es: “mis padres son cristianos, siempre me
llevaron a la iglesia y por eso soy cristiano”, usted simplemente
adquirió una tradición. En virtud de lo anterior, ¿cómo hace para
indicarle a un musulmán, o un mormón, que usted está en lo correcto?,
ellos pueden alegar que pertenecen a sus respectivas religiones, porque
sencillamente sus padres también lo eran. Además, si una cosmovisión
o religión o creencia se valida en virtud de que ha sido heredada del
seno familiar, no hay una base objetiva para indicar que están en lo
correcto.
3. Otros dicen: “soy cristiano porque decidí aceptar que Dios existe, si al
final no existe no habré perdido nada; pero si al final existe, lo habré
ganado todo”. Hay personas que son cristianos porque han decidido, de
alguna manera, apostar a que Dios existe, a esto se le llama la apuesta
de Pascal; pero, en realidad, la persona que vive el cristianismo como
una apuesta, está jugando a ser cristiano. Igualmente, esa persona
presume que Dios, quien es omnisciente, no se dará cuenta de su
hipocresía.

Mario Bunge, filósofo argentino, sobre aceptar la existencia de Dios


como una simple cuestión del azar, dice:

Es científicamente falso porque ninguna ciencia puede medir o calcular la probabilidad


de la existencia de Dios. [es filosóficamente confuso porque] el argumento incluye la
confusión entre la plausibilidad de una proposición y la probabilidad de un hecho.
Además [es moralmente dudoso porque] los creyentes religiosos honestos se muestran
reticentes respecto a la sugerencia de creer en Dios porque resulta conveniente. Y, por
supuesto, [es teológicamente blasfemo porque] los teólogos sostienen que Dios no es
ni mucho menos una criatura casual, sino el único ser necesario. (Bunge, 2001, p. 11).

Si usted es cristiano porque cree que es mejor apostar a que Dios existe a que
no, le recuerdo que no todo el que le dice “señor” entrará en el reino de los
cielos, si no los que cumplan la voluntad de nuestro padre que está en los
cielos (Mateo 7:21).
El cristianismo, aunque posee todo ese tipo de experiencias, reposa sobre la
verdad. Jesús reclamó ser la verdad, no una verdad. La verdad es excluyente.
Dos posturas opuestas no pueden ser verdaderas, o ambas son falsas o una de
ellas es verdadera y la otra falsa.
Sin embargo, habrá gente que dirá que la verdad no existe o que es relativa.
Como dice Koukl (2018), el relativismo es una idea que se autodestruye. A
continuación, unos ejemplos de este tipo de ideas:
a. «La verdad no existe». (¿Es cierta esta afirmación?)
b. «No hay absolutos». (¿No es esto un absoluto?)
c. «Nadie puede saber verdad alguna sobre la religión». (¿De qué manera precisa has
llegado a conocer esa verdad sobre la religión?)
d. «No puedes saber nada con seguridad». (¿Estás seguro de esto?)
e. «Solo puedes conocer la verdad por medio de la experiencia». (¿Qué experiencia te
enseñó esa verdad?). (p. 109)
El cristianismo, descansa sobre la verdad y, como tal, puede ser analizada; si
el cristianismo es la verdad, debe ser correspondiente con la realidad y, por lo
tanto, podremos razonar en torno a su veracidad.
Capítulo 8
Un encuentro entre la fe y la razón

«Quien abraza lo irracional es el tonto. Abrazar lo absurdo no es una tarea de


la fe sino de la credulidad. […] La Biblia nunca nos dice que demos un salto
de fe en la oscuridad con la esperanza de encontrarnos a alguien. La Biblia
nos llama a dar un salto de las tinieblas a la luz. Ese no es un salto ciego».
R.C. SPROUL, Cómo defender su fe

“La fe es irracional, es ilógica o demuéstreme qué tiene de racional la


ocurrencia de un milagro”[10] Cualquiera esperaría que estas fueran las
palabras de un escéptico; pero, lastimosamente, no es así, esa frase salió de la
boca de un predicador que de manera eufórica exponía el sermón. El clímax
del mensaje llegó cuando dijo: “en realidad sí estamos locos y tenemos el
manicomio en el cielo”. Sentí como un baldado de agua fría; al mismo
tiempo, pensé que quizás me había convertido en un cristiano tibio, porque a
mi alrededor muchos asentían con un amén. No podía aceptar que en realidad
fuera irracional lo que creía. Quizás usted en este momento está creyendo que
la Biblia dice que este evangelio es una locura, y que es algo irracional, sin
embargo, llegar a esa conclusión es negar la verdad expresada en la Biblia.
Respecto a lo anterior, el Apóstol Pablo escribió: Pues ya que, en la sabiduría
de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría agradó a Dios
salvar a los creyentes por la locura de la predicación. (1 Corintios 1:21).
No nos apresuremos a sacar conclusiones a la ligera, si vamos unos
versículos atrás, el apóstol Pablo dice: “La palabra de la cruz es locura para
los que se pierden”, note que no dice que es locura en sí misma, o que es
irracional. Dice que desde la perspectiva de los que se pierden, es locura. Si
el mensaje es verdad, no puede ser locura (privación del juicio y la razón) y
verdad (correspondiente a la realidad) al mismo tiempo, sería una
contradicción. Sobre estos versículos del Apóstol Pablo, Jhon Stott explica:
No contrasta una presentación racional con una irracional, como diciendo que, puesto que la
sabiduría humana no puede descubrir a Dios, este ha dejado completamente de lado un mensaje
racional. Lo que Pablo está contrastando con la sabiduría humana es la revelación divina. Pero
es una revelación racional, 'lo que predicamos', el kerygma de Cristo crucificado y resucitado.
Es cierto que la mente del ser humano está a oscuras y sus ojos están ciegos; es cierto, también,
que los que no han sido regenerados no pueden recibir o entender por sí mismos las cosas
espirituales 'porque se han de discernir espiritualmente' (1 Corintios 2.14; ver 2 Corintios 4.3-
6). No obstante, el evangelio se dirige a sus mentes, pues es el medio divinamente ordenado
para abrirles los ojos, iluminar sus mentes y salvarlos (Stott, 2005, p. 26).
Se invita a los cristianos a que no dejen su cerebro en la puerta de la iglesia,
cuando no se razona lo que se cree, la persona no tiene fe, es un crédulo. “Ser
crédulo es ser incapaz de discernir y es incluso ser irrazonable en lo que uno
cree” (Stott, 2005, p. 42). El obispo presidente de la IPUC, pastor Álvaro
Torres Forero, dice: “El crédulo es la persona que cree en cualquier cosa, lo
que oye, lo que se imagina; él lo tiene como una realidad y es un incauto,
como el que tiene hambre y sueña, y le parece que come, pero cuando
despierta, su estómago está vacío” (IPUC, 2021, 14:24)[11]. Muchos
cristianos, lastimosamente, son crédulos, a tal punto, que han asumido que la
fe cristiana es irracional e ilógica. Lo anterior es totalmente diferente a lo que
dice la Biblia. No hay una exigencia de parte de Dios de abandonar nuestra
racionalidad al momento de entregar nuestra vida a él. Jesús dijo: “… amarás
al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu
mente y con todas tus fuerzas…” (Marcos 12:30, negrilla fuera del texto). En
otras palabras, “amarlo con todo nuestro ser”. El amor hacia Dios, que es
producto de la fe, no surge solamente de las emociones, sino que incluye el
mismo raciocinio humano; por lo tanto, la fe cristiana es razonable. El
Apóstol Pablo indica que para comprobar la voluntad de Dios, y vivir en la
manera que él desea, debemos ser transformados por medio de la renovación
de nuestro entendimiento (Romanos 12:2, negrilla y cursiva fuera del texto).
Piense en lo que nos separa de los animales: el razonamiento. No hay una
exigencia de Dios que nos haga desligarnos de lo que hemos recibido en el
momento en que fuimos creados a su imagen y semejanza; es más, la misma
Biblia dice: “No seáis como el caballo, o como el mulo, sin entendimiento,
que han de ser sujetados con cabestro y con freno, porque si no, no se acercan
a ti” (Salmo 32:9, negrilla y cursiva fuera del texto). La Biblia nos invita a
que lo que hagamos, lo hagamos de manera racional. Para cantar, por
ejemplo, nos invita a cantar con entendimiento o con inteligencia (Salmos
47:7).
¿Qué, pues? Oraré con el espíritu, pero oraré también con el entendimiento;
cantaré con el espíritu, pero cantaré también con el entendimiento. (1
Corintios 14:15).
En este sentido, tanto la persona que espiritualiza todo y que cree que no es
importante esforzarse en pensar, leer y aprender; como el que cree que todo
es intelectual y lo espiritual es secundario, cometen un error; porque no debe
existir ninguna disyuntiva entre lo espiritual y lo intelectual. Lo espiritual es
principal, pero sin el acompañamiento del conocimiento, conlleva a un
fanatismo (un celo sin conocimiento). La fe cristiana, aunque tiene sus bases
en un evento sobrenatural como lo es la resurrección de Jesús, descansa sobre
la razón[12].
Tenga en cuenta que de ninguna manera se sugiere aquí que es más
importante la intelectualidad, pero la fe es razonable y no menos que eso;
tampoco se está instando a ser eruditos, simplemente, a lo que se invita, es a
honrar a Dios con todo nuestro ser, y eso incluye usar nuestro raciocinio y
presentar defensa ante todo el que demande razón de nuestra fe.
SEGUNDA PARTE
¿HACIA DÓNDE APUNTA LA EVIDENCIA?
Capítulo 9
Dios y el método científico
«El conocimiento científico es riguroso y fiable siempre que se mantiene
dentro de los limites naturales, pero cuando se sale de ellos, la ciencia se
deslegitima automáticamente y se convierte en pura especulación
ideológica».
Antonio Cruz, ¿La ciencia encuentra a Dios?

“Deme las pruebas de la existencia de Dios, o demuéstreme que Dios existe”


(son demandas realizadas por escépticos cuando se entabla algún tipo de
conversación sobre la existencia de Dios). Muchos cristianos han caído en el
error de aceptar el reto de “demostrar la existencia de Dios”. Aunque la
palabra demostración es aplicada a diferentes ámbitos del conocimiento
(como en las matemáticas, en los litigios en los juzgados, hasta en una
relación sentimental en la que alguno de los dos sujetos exige demostraciones
de amor); lo que está exigiendo el escéptico es una demostración empírica,
una basada en experimentos, a través del método científico.
Ha habido una inclinación de diferentes escépticos, de sostener que las mal
llamadas ciencias duras (ciencias físicas y ciencias naturales) pueden explicar
toda la realidad que nos rodea, o en el mejor de los casos, estas ciencias son
las únicas que ofrecen conocimiento veraz. A las personas que tienen este
tipo de concepciones se les denomina cientificistas.
Hace algunos años tuve la oportunidad de charlar con un juez de mi ciudad,
el cual sostenía que lo que no fuese demostrado a través del método científico
no era digno de ser tenido en cuenta, lo más irónico fue que, al final me
recomendó un libro de historia. Peor aún, cada vez que toma decisiones
desde el estrado, lo hace con base en un método que difiere sustancialmente
al científico: estoy hablando del método legal o jurídico. Piense, si se
investiga la culpabilidad de alguien en un caso de homicidio, no se puede
imputar ningún tipo de condena usando el método científico, el homicidio de
esa misma persona no puede repetirse. El juez toma decisiones con base en
evidencias documentales o testimoniales (método legal); pero, si sus ideales
cientificistas son verdaderos, “este juez es un hipócrita, que simula
descaradamente frente a un estrado que la decisión que va a tomar es la más
apropiada”, sin embargo, no la toma con base a un experimento.
Carl Sagan, en su libro El mundo y sus demonios, presenta el método
científico como la salida para superar la superstición y la irracionalidad de la
sociedad actual. Sagan, aunque brillante, cae en un cientificismo al apelar al
método científico como única forma de acceder al conocimiento y como la
manera más apropiada para desentrañar la realidad que nos rodea, dejando
clara su adhesión al naturalismo metafísico[13]. De esta manera, equipara la fe
con algún tipo de superstición y supone que la existencia de Dios puede ser
refutada a través de la ciencia:
«En mi garaje vive un dragón que escupe fuego por la boca»
Supongamos (sigo el método de terapia de grupo del psicólogo Richard Franklin) que yo le
hago a usted una aseveración como ésa. A lo mejor le gustaría comprobarlo, verlo usted
mismo. A lo largo de los siglos ha habido innumerables historias de dragones, pero
ninguna prueba real. ¡Qué oportunidad!

—Enséñemelo —me dice usted. Yo le llevo a mi garaje. Usted mira y ve una escalera,
latas de pintura vacías y un triciclo viejo, pero el dragón no está. — ¿Dónde está el
dragón? —me pregunta. —Oh, está aquí —contesto yo moviendo la mano vagamente—.
Me olvidé de decir que es un dragón invisible. Me propone que cubra de harina el suelo
del garaje para que queden marcadas las huellas del dragón. —Buena idea —replico—,
pero este dragón flota en el aire. Entonces propone usar un sensor infrarrojo para detectar
el fuego invisible. —Buena idea, pero el fuego invisible tampoco da calor. Se puede pintar
con spray el dragón para hacerlo visible. —Buena idea, sólo que es un dragón incorpóreo y
la pintura no se le pegaría. Y así sucesivamente. Yo contrarresto cualquier prueba física
que usted me propone con una explicación especial de por qué no funcionará. Ahora bien,
¿cuál es la diferencia entre un dragón invisible, incorpóreo y flotante que escupe un fuego
que no quema y un dragón inexistente? Si no hay manera de refutar mi opinión, si no hay
ningún experimento concebible válido contra ella, ¿qué significa decir que mi dragón
existe? Su incapacidad de invalidar mi hipótesis no equivale en absoluto a demostrar que
es cierta. Las afirmaciones que no pueden probarse, las aseveraciones inmunes a la
refutación son verdaderamente inútiles, por mucho valor que puedan tener para inspirarnos
o excitar nuestro sentido de maravilla. Lo que yo le he pedido que haga es acabar
aceptando, en ausencia de pruebas, lo que yo digo. Lo único que ha aprendido usted de mi
insistencia en que hay un dragón en mi garaje es que estoy mal de la cabeza. (Sagan, 1995,
p. 166)

En El dragón en el garaje, Sagan hace una parodia de Dios, cometiendo el


error de categoría (comparar un ser inmaterial, con uno material). De manera
arbitraria, Sagan le asigna características que son contradictorias a lo que
significa ser dragón. Por ejemplo, el dragón de Sagan es inmaterial y escupe
fuego que no quema, algo que es totalmente contradictorio. El fuego quema y
los dragones son materiales, para que un ser sea dragón debe tener ciertas
características corporales que lo hacen un dragón, cualquier intento para
quitarle esas características y que este siga siendo un dragón no es más que
un sin sentido. Gracias a los atributos contradictorios que posee el dragón del
garaje, podemos afirmar que su existencia es imposible. Mientras que los
atributos de Dios se infieren por medio de argumentos deductivos, los del
dragón en el garaje, no.

Dios y el viento
Cualquiera pensaría que el dragón en el garaje, los unicornios, la tetera de
Russell o el monstruo del espagueti volador, solo puede originarse en la
mente de un escéptico. La triste realidad apunta a que no. Dios y el viento es
la versión cristiana de un mal argumento; mientras los anteriores se
formularon para refutar la existencia de Dios, este se formuló para demostrar
su existencia. Si hay algo que tienen en común todos ellos es que caen en la
falacia de error de categoría. Es irónico que el escéptico no acepte el
argumento de que Dios es como el viento para demostrar la existencia de
Dios; pero si acepta otros argumentos (que presentan la misma falla) para
refutar su existencia.
El argumento es: Dios existe, porque él es cómo el viento; pues, no lo puedes
ver, pero lo puedes sentir. (Viento = aire en movimiento).

Comparar a Dios con el viento para demostrar su existencia, es caer en un


error de categoría, porque se está comparando a un ser inmaterial (Dios), con
un objeto material (el aire o viento). La misma Biblia dice que el aire tiene
peso (Job 28: 25), y, por lo tanto, es material. El viento tiene densidad,
volumen y masa. El aire puede ser percibido directamente con nuestro tacto,
también puede destruir edificios al viajar a altas velocidades, se puede
producir electricidad a través de la energía eólica. El viento es un elemento
físico con características físicas.
Aunque para nosotros el viento tiene características casi indetectables, no
podemos negar su existencia, pues está ahí. Dios siendo incorpóreo e
inmaterial no puede ser cuantificado, testeado, ni percibido de tal manera
como las entidades físicas. O a lo menos no puede ser demostrado por el
método científico; el viento, sí.
Tengamos en cuenta que cuando la Biblia compara la obra de Dios con el
viento, no lo está haciendo para demostrar su existencia. De igual manera,
cuando un cristiano afirma que siente a Dios, sin duda no lo está haciendo en
el mismo sentido en que afirma sentir el viento.

Los límites de la ciencia


¿El método científico tiene la capacidad de explicar toda la realidad en
términos de la física y la química?, es decir, ¿puede el método científico
afirmar o refutar la existencia de las certezas en nuestro universo? Es
evidente que no. Aceptar el conocimiento obtenido del método científico,
cómo la única fuente de conocimiento, se convierte en un simple idealismo.
Las ciencias positivas han logrado avances impresionantes, la evidencia es
abrumadora, la cuestión que se discute aquí es el cientificismo, no la ciencia.
El problema es el sufijo ismo. Por ejemplo, una dama puede ser femenina,
pero no por eso apoyar el feminismo. Podemos ser humanos, pero no
necesariamente apoyamos el humanismo (Sproul, 2006). Se puede ser científico
y no ser cientificista. Hay una diferencia entre decir que la ciencia ha
demostrado que Dios no existe, a afirmar que la ciencia no puede explicar o
comprobar la existencia de todo, y aún más cuando de lo que estamos
hablando es incorpóreo. Si el método científico fuese la única manera de
obtener conocimiento, no deberíamos aceptar incluso las matemáticas que en
realidad no pueden ser demostrables por el método científico. Dicho sea de
paso, Descartes soñaba con poder dar respuestas a todas las preguntas a
través de las matemáticas; Kurt Gödel, con su teorema de incompletitud,
demostró que es imposible crear un sistema que fuese completo y consistente.
En otras palabras, en un sistema axiomático habrá propiedades que no se
pueden probar ni refutar dentro del mismo sistema. Kurt Gödel derrumbó ese
ideal, llegando a esta conclusión: lo que soñaba Descartes era algo
irrealizable.

En un debate realizado en 1998 en Atlanta, el Dr. William Lane Craig le


muestra al Dr. Peter Atkins que la ciencia no puede dar cuenta de todo y, por
lo tanto, no es el único método para adquirir conocimiento:

"¿Niegas que la ciencia pueda explicarnos todo?", dijo Atkins.


“Sí, niego que la ciencia puede dar cuenta de todo”, dijo Craig.
"Entonces, explícame, ¿qué es lo que no puede explicar?", Exigió Atkins.
"Pienso que hay un buen número de cosas que la ciencia no puede probar, pero que son
aceptadas racionalmente”, dijo Craig.
"Déjame enumerar cinco", continuó Craig.
“[1] Las verdades lógicas y matemáticas no pueden ser probadas por la ciencia. La ciencia
presupone la lógica y las matemáticas, así que tratar de demostrarlas por la ciencia sería
razonar circularmente. [2] Las verdades metafísicas, como que existen otras mentes como la
mía, o el mundo externo es real, o que el pasado no fue creado hace cinco minutos con la
apariencia de edad, son creencias racionales que la ciencia no puede probar. [3] Las creencias
éticas sobre declaraciones de valor no son accesibles por el método científico. No puedes
probar con la ciencia si lo que los científicos nazis hicieron en los campos fue algo malo en
contraste a lo que se hacía en las democracias. [4] Los juicios estéticos no son accesibles al
método científico porque lo bello, como lo bueno, no puede ser probado por la ciencia. Y,
finalmente, lo más notable sería la ciencia misma. La ciencia no puede ser justificada por el
método científico, ya que está impregnada de muchos presupuestos no verificables. Por
ejemplo, la teoría de la relatividad especial: toda la teoría se basa en la suposición de que la
velocidad de la luz es constante en una dirección entre dos puntos, A y B, pero eso no puede
demostrarse estrictamente ¡Simplemente tenemos que asumir que para mantener la teoría!
(AndreMijail, 2010).

En conclusión, las ciencias físicas y naturales, no son las únicas que pueden
proporcionar conocimiento válido. Puede sonar gracioso, pero si usted se
bañó esta mañana, no puede demostrar esto a través del método científico. Si
después de leer lo anterior, una persona sigue siendo cientificista puedo decir
que es igual de dogmático a muchos religiosos. Por lo tanto, el ateo que exige
la demostración de la existencia de Dios a través de un experimento, se
parece al hombre que “diseña una máquina capaz de detectar luz únicamente
del espectro visible [y luego] … utilizarla para negar la existencia de los
rayos x que, por su propio diseño, la máquina es capaz de detectar” (Lennox,
2011, p.27), o al hombre que está buscando elementos de plásticos con una
máquina para detectar metales.
Capítulo 10
¿Es Dios una simple hipótesis?
«Dios no es una hipótesis derivada de premisas lógicas, sino una visión
inmediata o evidentes como la luz. No es algo que debe ser tratado en la
oscuridad con la luz de la razón. Él es la luz».
Rabino Abraham Joshua Heschel

El pasado 30 de mayo de 2020, se lanzó la cápsula Crew Dragón, fabricada


por la agencia SpaceX, fundada en el 2002 por Elon Musk. Recuerdo la
emoción a flor de piel de muchas personas que estuvieron expectantes al
lanzamiento. El momento más memorable fue cuando pudimos observar la
curvatura de la tierra, no pude dejar de pensar en todos aquellos terraplanistas
conspiranoicos y tergiversadores de la Biblia. Me ha parecido que muchos de
ellos tienen algún tipo de patología que los lleva a tener delirios de
persecución, ver conspiraciones por doquier, señalar todos los avances
científicos como obra de satanás, y concluir que “la ciencia es atea, que la
ciencia niega a Dios”. No existe tal cosa como la ciencia de los ateos, ni la
ciencia de los cristianos. Esta ha sido otra postura que muchos escépticos
repiten cual rezo pagano, para adjudicarse lo que no les pertenece. La ciencia
no es patrimonio de ateos, la ciencia es neutral. Los científicos ateos son
quienes debido a su adhesión al naturalismo metafísico llegan a conclusiones
contrarias al teísmo. Esta adhesión a este pensamiento filosófico no es
consecuencia de la misma ciencia, sino, más bien, una decisión a priori. En
un artículo en The New York Review of Books, el genetista de Harvard,
Richard Lewontin, afirma:
Tomamos partido por la ciencia, a pesar de lo manifiestamente absurdos que son algunos
planteamientos, […] a pesar de las tragaderas de la comunidad científica para ciertos
argumentos endebles, y ello es así porque tenemos un compromiso previo […] con el
materialismo. No es que los métodos o las instituciones de la ciencia nos obliguen a aceptar
una explicación materialista de los fenómenos, sino que, al contrario, nuestra adhesión a priori
a las causas materiales nos obliga a encauzar nuestra investigación según criterios y conceptos
que produzcan explicaciones materiales, no importa que sean contrarias a la intuición, ni que
resulten desconcertantes para los iniciados. (Lennox, 2011, p. 25)
Asimismo, el físico y filósofo alemán Carl F. von Weizsäcker, afirma que
“No es por sus conclusiones, sino por su punto de partida metodológico por
lo que la ciencia moderna excluye la creación directa. Nuestra metodología
no sería honesta si negara este hecho” (Weizsäcker, 1972, p.125). La razón es obvia:
se quiere evitar a toda costa un pie divino en la puerta.
En la película Apocalypto, dirigida por Mel Gibson, y basada en la cultura
Maya de Mesoamérica de 1511 aproximadamente, observé a un sacerdote
que le saca las entrañas a varios hombres que pertenecían a otras tribus, y en
el momento en que está a punto de sacrificar al protagonista (garra de jaguar),
ocurre un eclipse que dura solo unos instantes. Inmediatamente, el pueblo
celebra porque su dios ha recibido el sacrificio y ha satisfecho su sed de
sangre. Esta práctica era común en muchas culturas, y esto ocurría debido a
que existía la falsa concepción de que los truenos, eclipses u otros fenómenos
físicos, eran obra de dioses. Sin embargo, atribuirle esa concepción politeísta
al cristianismo, es una falacia de generalización y lo único que demuestra
quien hace tal acusación es un desconocimiento teológico del Dios judeo-
cristiano. El cristianismo no cree en un Dios tapagujeros, porque no lo
invocamos para responder fenómenos físicos que pueden ser resueltos por la
ciencia. En la actualidad, conocemos que por ejemplo un trueno es el sonido
producido cuando un rayo calienta el aire por el que se mueve entre nubes.
Los cristianos (o teístas) no discutimos con los ateos las cuestiones científicas
de cómo funciona el mundo, no existe ningún tipo de teoría teísta o atea sobre
la gravitación universal, o sobre las leyes de la termodinámica. El problema o
la zona de conflicto es sencillamente en aquellas cuestiones que escapan al
método científico: el origen del universo, el porqué del ajuste fino del
universo, las cuestiones morales, entre otras. Aunque el escéptico diga “algún
día la ciencia lo descubrirá”, eso suena a una fe ciega, esa de la que se acusa
al cristianismo.
Existe una frase que es repetida en las redes sociales por parte de escépticos
de a pie: “Dios es una hipótesis”. Esta se debe a una anécdota sobre el
astrónomo, físico y matemático francés Pierre-Simón Laplace, el cual al
momento de presentarle su obra a Napoleón, en la cual explicó la mecánica
celeste, Napoleón le dijo: "Habéis escrito un libro sobre el sistema del
Universo, sin haber mencionado ni una sola vez a su Creador". A lo que
Laplace le respondió: “Señor, nunca he necesitado esa hipótesis". Laplace, en
su obra, presentó una solución a los problemas mecánicos del sistema solar,
por lo que es evidente que la queja de Napoleón era innecesaria. ¿Por qué
tendría que mencionar a Dios en la descripción científica sobre la mecánica
celeste? ¿En qué ecuación matemática debería mencionarse a Dios? Sin
embargo, Laplace no ha refutado la existencia de Dios, solamente ha dicho lo
evidente, la mecánica celeste no se explica invocando a Dios en la escena. La
mecánica celeste explica cómo funciona el cosmos, pero no puede explicar su
origen.
El Dr. Lennox usa la analogía del señor Henry Ford y el funcionamiento del
motor que él diseñó. Pueden surgir dos preguntas: ¿cómo funciona el motor y
por qué existe el motor? A su vez, la existencia del motor sugiere dos cosas:
(1) la existencia de leyes de combustión interna y (2) la existencia de un
diseñador (Lennox, 2011). Gracias a la analogía anterior, Frank Turek
concluye que “Decir que un científico puede refutar la existencia de Dios es
como decir que un mecánico puede refutar la existencia de Henry Ford. […]
La existencia de causas operativas secundarias no niega la necesidad de una
causa de origen primaria” (Turek, 2018, p.121).
Dios no es una hipótesis, ni tampoco es una apelación a la ignorancia, Dios es
la respuesta más razonable al origen del universo, al ajuste fino del universo,
a la complejidad de la vida, a la moralidad del ser humano, a la existencia de
los milagros y al destino eterno del hombre.
Capítulo 11
El uso correcto de las evidencias
«Al enfrentar la evidencia aprendía que la fe debe ir de su lado, no en
dirección opuesta».
Josh McDowell, Evidencia que demanda un veredicto
Ya perdí la cuenta de la cantidad de veces que un ateo ha dicho que es un
intelectual brillante, y que nosotros, los cristianos, somos analfabetos de
mente cerrada. Pero esto no es exclusivo de seudo-intelectuales que hay en
internet. El filósofo y escritor estadounidense, Daniel Dennett, en un artículo
titulado The bright stuff, (Los brillantes, en castellano), da a entender que
existe un solo criterio para determinar, según él, si una persona es brillante:
no creer en lo sobrenatural. Los únicos brillantes son aquellos que no creen
en ningún tipo de causa sobrenatural, que no creen, por ejemplo, en los elfos,
en el conejo de pascua, ni en Dios (Dennet, 2003).
Dennett equipara la fe con la existencia de Dios, con la existencia del conejo
de pascua, y ridiculiza el destino eterno del hombre al compararlo con la
magia negra. Lastimosamente, estas afirmaciones de Dennett se han
convertido en “verdades irrefutables” para la mayoría de “brillantes”, y día a
día vemos a muchas personas expresándolas como si se tratase de algún tipo
de sabiduría ancestral. Todo lo anterior ha impulsado un movimiento
apologético que, sin ningún tipo de dilaciones, presenta defensa, no de Dios
(Dios no necesita que lo defiendan) sino de la fe que se profesa. Los ateos
exigen evidencia empírica que demuestren la existencia de Dios. No existe
ninguna prueba empírica irrefutable a favor de su existencia.
En este punto es preciso preguntarle: ¿por qué es irracional creer en Dios?,
además, ¿qué tipo de evidencia aceptaría para creer que Dios existe? Estas
preguntas permitirán aclarar algunas cuestiones de fondo: (1) conocer si en
realidad el escéptico con quien estamos hablando tiene claras las razones por
las cuales considera que es irracional creer en Dios; (2) reconocer si la
persona en realidad es tan libre pensador y de mente abierta, que está
dispuesto a aceptar los distintos tipos de evidencia que se le puede presentar;
(3) identificar si las razones por las que no cree en Dios son netamente de
tipo intelectual, o si las objeciones que presenta son solamente cortinas de
humo para no descubrir sus verdaderos motivos u obstáculos a la fe.
Se va a sorprender con las respuestas que va a obtener. Algunos exigirán
letras escritas en el cielo con la frase “Soy Dios y existo”. Otros exigirán
escuchar una voz que les digan: “Soy Dios, deja de dudar de mi existencia”.
Pero, si Dios actuara de esa manera, siempre habría una objeción a esa
“prueba”. Cuando el Cristo resucitado se les apareció a los apóstoles y a los
que con ellos estaban, recibieron pruebas inequívocas de su resurrección; sin
embargo, el escéptico considera estas apariciones como un caso de
alucinación.
Cuando se le preguntó al matemático y filósofo Bertrand Rusell sobre el tipo
de prueba que necesitaría para creer en la existencia de Dios, dijo:
Bueno, si oyera una voz desde el cielo que predijera una serie de cosas para las siguientes
veinticuatro horas, cosas muy improbables, y llegaran a suceder, creo que tal vez tendría que
creer que hay alguna clase de inteligencia supra humana. No puedo concebir otro tipo de
evidencia que pudiera convencerme y, en lo que a mí respecta, no existe dicha evidencia.
(Russel, 1953 citado en Strobel, 2001, p. 163)
Si esperáramos que Dios actuara inmediatamente cuando algún escéptico le
exigiera una señal, no sería Dios, sería el genio de la lámpara de Aladino.
Pero, esto no sirve de excusa para que el hombre afirme que Dios se esconde,
reconocemos fuertes indicios y evidencias que apuntan hacia la existencia de
Dios.
El Apóstol Pablo, en Romanos 1:20, afirma que “[…] las cosas invisibles de
él [Dios], su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la
creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de
modo que no tienen excusa”. El apologeta debe reconocer la importancia de
la evidencia que se encuentra a su alrededor, para poder detectar “las huellas
divinas” del creador. Pero, puede caer en algunas de las siguientes
situaciones: (1) afirmar que se tienen pruebas o demostraciones de la
existencia de Dios, o (2) no valorar las evidencias, al pensar que solo las
pruebas directas o pruebas empíricas, obtenidas a través del método
científico, producen conocimiento verdadero.
La situación (1) ha sido criticada a lo largo de los últimos capítulos, en las
cuales se ha indicado que no hay una prueba científica irrefutable de la
existencia de Dios, porque no hay tal cosa como un experimento que
demuestre la existencia de Dios. La situación (2) es la que toma aquel que
evita la teología natural y asevera que no se puede llegar a conocer a Dios o
creer en su existencia a través de lo que se ve en la naturaleza, que
simplemente aquello es un acto de fe, que no puede ser explicado ni
sustentado a través de la razón.
Este aparente conflicto se puede solucionar si comprendemos el papel de las
evidencias en la investigación de preguntas históricas (aquellos eventos que
no son repetitivos). Este tipo de evidencia se puede comparar con la
evidencia que se presenta en los estrados judiciales, en los cuales, a través de
acumulación de distintas fuentes de información, ya sean testimoniales o
documentales, se llega a una decisión razonable sobre la situación que atañe a
la diligencia judicial que se desarrolla en x o y juicio.
Las evidencias circunstanciales
El detective de homicidios J. Warner Wallace, en su libro cristianismo caso
resuelto, reconoce dos tipos de evidencias: la directa y la circunstancial.
Según Wallace (2019):
La evidencia directa es aquella que puede demostrar algo por sí sola. […] la evidencia
circunstancial (conocida también como evidencia indirecta) no puede demostrar nada por sí
misma, pero señala en la dirección correcta al probar algo relacionado con el asunto en
cuestión. (p. 35) (negrilla fuera del texto).
Según el jurista italiano Francesco Carnelutti, “en la prueba de indicios ni el
juez observa el hecho ni éste está representado, lo que tiene es un hecho que
le sirve de sustento o de base para buscar el hecho a probar” (Carnelutti,
1944, p. 402). Esto es, el juez no estuvo presente durante la ocurrencia del
suceso, pero se sirve de los indicios y evidencias que se le ofrecen, para
determinar lo que ocurrió.
El análisis de las evidencias circunstanciales o indicios permite defender un
caso a medida que se posee una cantidad suficiente de este tipo de evidencias:
“La eficacia de la prueba indiciaria o circunstancial, como prueba indirecta, no parte de
pruebas plenas aisladas, sino de datos unívocos, concurrentes y convergentes, de cuya
articulación, concatenación y engarce, se obtiene objetivamente una verdad formal […] a la
cual cada indicio —considerado en forma aislada— no podría conducir por sí solo”. (Aros et
al, 2018, p.5)
Sin embargo, estas evidencias circunstanciales deben ser ordenadas, de tal
manera, que “su secuencia pueda dar más certeza al acervo probatorio,
aunque al principio un solo indicio no ofrece claridad del resultado que es
cierto pero que se desconocen los hechos procedentes”. (Ayala et al, 2017,
p.14)
Según el juez y político español Juan Alberto Belloch Julbe, la prueba
indiciaria tiene al menos tres componentes:
Una serie de hechos–base o uno solo “especialmente significativo o necesario”, que
constituirán los indicios en sentido propio; Un proceso deductivo, que puede ser explícito o
implícito (esto último, cuando el valor significativo del o de los indicios se impone por sí
mismo); y, una conclusión o deducción, en cuya virtud uno o varios hechos periféricos han
pretendido tener por acreditado un hecho central a la dinámica comitiva, conclusión que ha de
ser conforme a las exigencias del discurso lógico. (Belloch, 1992, p.38)
En este sentido, si se presenta el caso a favor de la existencia de Dios,
debemos identificar los indicios, los cuales deben ser presentados de manera
lógica a través de argumentos de tipo deductivo, que conlleven a una
conclusión a favor del caso que nos atañe. Para ello, se debe mostrar a través
de la evidencia o prueba indiciaria que el teísmo es más razonable que el
ateísmo. Esto no es mera especulación, ni una aceptación de la existencia de
Dios con base en la probabilidad, no sería legítimo dejarle al azar tal
decisión. Recuerde que una cosa es saber que Dios existe, otra cosa es
mostrar que Dios existe. Aunque, en el mejor de los casos, podamos “mostrar
que el cristianismo es probablemente cierto, podemos saber con base del
testimonio del espíritu santo que el cristianismo es verdadero con una
seguridad profunda que supera con creces lo que la evidencia en nuestra
situación particular podría apoyar” (Craig, 2018, p. 56).

¿Cómo formular el caso a favor de la existencia de Dios?

La presentación de los indicios a favor de la existencia de Dios se realiza a


partir de argumentos tanto deductivos como inductivos. En este libro
presentaré argumentos de tipo deductivos; aquellos en los cuales la
conclusión es resultado inevitable de las premisas (afirmaciones). William
Lane Craig sostiene que el argumento deductivo es un buen argumento, si las
premisas son verdaderas y la lógica es válida. En este tipo de argumento, las
premisas deben ser más plausibles que las explicaciones alternativas. Lo que
denominamos indicios refuerzan nuestro argumento, los cuales son
apelaciones a hechos aceptados ya sea de manera filosófica o científica.

Miremos el siguiente ejemplo: la policía judicial llega a la sala de la casa de


Lázaro y su cuerpo yace en el suelo. Cada escena ofrece una cantidad de
evidencia según sea el caso: huellas de calzado, huellas dactilares, un cabello,
una simple fibra de las prendas de vestir, marcas de rasguños en la pintura,
sangre, semen o cualquier tipo de fluidos. Lázaro ha sido asesinado por
María, esto no lo saben los policías. La escena del crimen, aunque aporta
evidencias, antes de recogerlas y analizarlas, son posibles muchas hipótesis
respecto a la muerte de Lázaro: Lázaro se pudo haber suicidado, pudo haber
sufrido un accidente, pudo haber muerto de manera súbita por un derrame
cerebral o un ataque cardiaco, o pudo haber sido asesinado por alguien. Sin
embargo, Lázaro está boca abajo sobre un charco de sangre, y tiene un
cuchillo en su cuello; igualmente, tiene heridas profundas en su espalda.
Aunque no hay testigos del crimen, lo más razonable es que Lázaro haya sido
asesinado. Lo primero que se obtiene de las evidencias es la identificación de
qué ocurrió.

Si bien es cierto que existen muchas posibilidades, estas son poco probables
en virtud de las evidencias. Además, se logra establecer que el cuchillo que
Lázaro tenía en el cuello le pertenecía a María. Si solo se tuviera el cuchillo,
no sería razonable creer inmediatamente que María fuera la asesina, alguien
pudo haber tomado el cuchillo de María para inculparla. La evidencia
circunstancial en este caso no solo consta de un cuchillo, María había
amenazado de muerte a Lázaro, aunque sigue siendo posible que algún
enemigo de Lázaro aprovechara la amenaza de María para asesinarlo. Pero,
una vecina afirma haber visto a una mujer entrar a la residencia de Lázaro
unas horas antes de que se encontrara el cuerpo. Hasta aquí, aún existen
posibilidades de que ella no sea la asesina. Luego de un allanamiento a la
casa de María, encontraron una camiseta con manchas de sangre con el
mismo tipo de la de Lázaro. Aunque estas evidencias “no le permiten al juez
ver directamente al autor del hecho ni tampoco representan al autor; pero le
permiten, sustentado en ellos, inferir que el causante de la muerte de” Lázaro
fue María (Parra s.f., p.15). Estas evidencias circunstanciales son lo que son,
están ahí y no hay error en ellas. Sin embargo, es probable que la
interpretación que se haga de ellas sea errónea. Por ello, el veredicto que se
emita con base en tales evidencias circunstanciales se hace en el marco de lo
que es razonable.

En los siguientes capítulos se presentarán cuatro evidencias (el origen del


universo, el ajuste fino del universo, la existencia de una ley moral y la
resurrección de Jesús de entre los muertos) a las cuales se debe enfrentar
tanto el teísta como el escéptico, y con esta evidencia circunstancial se debe
concluir si la existencia de Dios es más razonable que sus alternativas.
Capítulo 12
Evidencia 1: El firmamento anuncia la obra de sus manos
«Un universo ordenado da testimonio de la mayor declaración que jamás se
haya pronunciado: “En el principio creó Dios, los cielos y la tierra”».
Arthur H. Compton, Premio Nobel de física en 1927

La observación del cielo ha sido una práctica común desde tiempos


inmemorables. Algunos encontraron en el cielo la señal de una chispa divina
en el ser humano, que indicaba que detrás de todo su esplendor hay un ser
todopoderoso. Por otro lado, algunas culturas divinizaron los mismos astros y
comenzaron a brindarle adoración a diferentes elementos que hacían parte de
la creación. En la actualidad parece ser que ese acto de observar los cielos
estrellados y asombrarse, se ha trasladado exclusivamente a astrónomos y
cosmólogos. Es más, los mismos poetas que pretenden hacernos pensar que la
observación del cielo aún sigue siendo una fuente de inspiración, nos
engañan, pues solo basta con tener un escritorio, una computadora y una
buena imaginación para hablar del cielo y dedicar los versos a una hermosa
mujer. No sabemos cuántos poemas se han escrito, ya sea bajo la luz de la
luna o simplemente imaginándola. Lo que sí es evidente para todos aquellos
que en algún momento hemos levantado nuestra mirada al cielo para admirar
su esplendor, es que el destello de miles de estrellas, incluso de muchas que
ya no son, no solo inspiran a un corazón enamorado; sino que ese fulgor
celestial nos muestra una verdad: hay alguien detrás de todo ello.

Comparados con el resto del universo, solo somos un simple grano de arena
en una inmensa playa, y desde donde nos encontramos nos sentimos
asombrados con tal perfección que se observa a la distancia. Lo invito a que
se traslade un momento al espectáculo estelar que estaba observando el
salmista cuando escribió sobre la gloria de Dios y la honra del hombre en el
capítulo 8 de los Salmos. Bajo un cielo estrellado, el salmista dijo: “Cuando
veo tus cielos, obra de tus dedos, La luna y las estrellas que tú formaste /
digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre,
para que lo visites? (Salmos 8: 3-4). Cuando observamos la majestuosidad
del cielo nos sentimos demasiado pequeños, aunque, existe una posición de
privilegio para el ser humano, y esta verdad se revela a través de la escritura.
La maravilla del universo observable y al que se nos hace imposible acceder,
nos asombra, porque en ellos se plasma la gloria de Dios, y se hace evidente
que este es obra de sus manos. En otras palabras, la creación es una
demostración de la gloria de Dios.

La creación según la Biblia

“En el principio creó Dios los cielos y la tierra” (Génesis 1:1). Este versículo
sienta las bases de la revelación Bíblica. Esta frase, aunque sencilla, tiene
profundas implicaciones: (1) Dios existe; (2) Dios creó todo sin necesidad de
ningún tipo de materia primigenia (de la nada – creatio ex nihilo); (3) el
universo es contingente y Dios es necesario; (4) Dios es trascendente a la
materia y el espacio y (5) La revelación bíblica apunta hacia Dios.

Génesis 1 es un escrito apologético en el que se describe el acto creador en


contraposición con las culturas paganas de su época. En génesis 1:1, la
palabra que indica la creación es “bara” (Bereshít bará Elohím "álef-tav"
hashamáyim veet haáretz, Génesis 1:1). Según Paul Copán y William Lane
Craig, la palabra bara no siempre indica un comienzo absoluto, sin embargo,
la creación ex nihilo (de la nada) está implícita en la creación especificada en
este versículo (Copán y Craig, 2019, p.50). En este sentido, Según Copán y
Craig (2019), la palabra bara’ indica:
[1] La ausencia total de material preexistente en relación con él […] [2] en vista del hecho de
que Dios es siempre el sujeto de bara’, este verbo parece no tener analogía y se refiere
únicamente a la actividad divina […] [3] la singularidad de bara’, se evidencia por su
asociación con la poderosa palabra de Dios […] [4] el verbo bara’, en génesis 1:1 está
conectado con la totalidad de la creación de Dios (“los cielos y la tierra”), que nos indica la
creación de la nada”. (pp. 50 – 57)

En el Nuevo Testamento, hebreos 11:3, afirma que: “Por la fe entendemos


haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que
se ve fue hecho de lo que no se veía”. La primera parte del versículo, “Por la
fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios”, se
conecta con la segunda, “lo que se ve fue hecho de lo que no se veía”, por
medio de la locución de modo que, el cual indica que lo que se dice en la
segunda oración es un efecto, consecuencia o resultado de lo que se ha dicho
en la primera. La Biblia, en diferentes versículos, deja establecido que el
universo tuvo un comienzo absoluto.

La teoría del big bang

La famosa frase de Carl Sagan “El cosmos es todo lo que es, todo lo que fue
y todo lo que será”, presenta el ideal del escéptico: un universo eterno y
necesario. Con el avance de la ciencia, se ha demostrado que el universo tuvo
un comienzo absoluto.
Albert Einstein, en el año 1915, desarrolló su teoría de la relatividad general
y descubrió que el universo no era estático. En 1922, el matemático
Alexander Friedman y el astrónomo belga Georges Lemaitre, al aplicar las
ecuaciones de Einstein al universo, predijeron que este se encontraba en
expansión. Más adelante, George Lemaitre planteó lo que llamó “la hipótesis
del átomo primigenio” o “la teoría del huevo cósmico”, la cual con el tiempo
llegó a conocerse como el big bang, nombre que de manera peyorativa le
asignó el astrónomo Fred Hoyle.
La resistencia a esta teoría fue evidente, muchos científicos la tildaron de
creacionismo, claro, el astrónomo George Lemaitre era un sacerdote católico.
Y aunque su planteamiento era producto de su trabajo científico, este
derrumbaba la hipótesis del universo eterno y establecía un comienzo
absoluto del mismo. Por lo que, para muchos, era un apoyo a la doctrina del
creacionismo establecida en la Biblia.
A partir de la teoría del big bang se establece que el universo se está
expandiendo desdede una singularidad, y que es allí donde se creó de manera
conjunta el espacio, la materia y el tiempo. En Zacharias y Geisler (2003), el
Dr. William Lane Craig afirma que “el principio del universo llega a ser más
increíble cuando se tiene en cuenta que no existía nada antes de este. No
existía nada antes de la singularidad, porque está en los límites del espacio y
del tiempo” (p.67).
En 1929, las observaciones de Hubble le dieron sustento a la teoría de
Lemaitre. Hubble descubrió la relación entre el corrimiento al rojo y la
luminosidad de una galaxia. Hablar del corrimiento al rojo, es hablar de la
manera como se distribuye la energía de las ondas electromagnéticas, en este
caso, entre más roja sea la luz que proviene de algunas galaxias, más lejana se
encuentra. Lo anterior permite afirmar que el universo se encuentra en
expansión y su origen tiene que ser en el pasado finito.

Las galaxias se están alejando entre sí, por lo que la expansión del universo
es en todas las direcciones. Supongamos que tenemos un globo (universo)
con botones, stickers, pegatinas o adhesivos (galaxias) pegadas en un globo
que se encuentra desinflado. Cuando comenzamos a inflar el globo, lo que le
hayamos pegado se comienza a separar (las galaxias). Y el globo comienza a
estirarse en todas las direcciones. El universo se está expandiendo de esa
manera, pero, no lo hace ocupando ningún espacio que existía, lo que se
expande es el espacio del mismo universo, así como el espacio del globo se
expande (Santaolalla, 2016).

En 1948, Georges Gamow predijo la existencia de una radiación remanente


del big bang conocida actualmente como la radiación del fondo de
microondas. Arno Penzias y Robert W. Wilson descubrieron de manera
accidental esta radiación. Usando una antena de comunicaciones, detectaron
una interferencia, y no importaba hacia qué dirección apuntaba la antena, ni
siquiera los factores climáticos, siempre aparecía una interferencia o ruido.
Creyeron que era el excremento de unas palomas que estaban sobre la antena.
Limpiaron la antena, pero el ruido continuó. Habían detectado la radiación
del fondo del microondas. En los televisores que sintonizan señales
analógicas se puede ver una serie de puntos blancos y negros que producen
un ruido. Se sabe que el 1% de esa interferencia proviene de la radiación del
fondo cósmico del microondas. Nuestro televisor está detectando radiación
producida en el origen del universo.

Este descubrimiento terminaría de darle el sustento definitivo al


planteamiento de Lemaitre: que en sus inicios el universo tenía temperaturas
impresionantemente altas, estaba muy pero muy caliente. Con el origen del
universo se generó una cantidad de energía térmica exorbitante; pero a
medida que el universo se fue expandiendo, ese remanente de calor fue
disminuyendo, del cual, aún queda algo de calor del origen del universo
(radiación del fondo cósmico del microondas).

El nobel Steven Weinberg en su libro Los tres primeros minutos del universo,
describe lo que él considera que ocurrió inmediatamente después del estallido
de energía o el big bang. Por desgracia para él, las ecuaciones no le permiten
determinar lo que ocurre en el instante cero del universo. Si lo que describe
Weinberg se pudiera representar como una película, este no puede mostrar el
inicio de la misma. (Weinberg, 1977)

Queda por sentado que el universo llegó a la existencia en un pasado finito y


que tenemos un remanente de un destello de energía (que para muchos se
denomina big bang) que sucedió en el origen del universo, pero ¿quién causó
o trajo el universo a su existencia?

La Biblia vs el big bang

En este punto podemos caer en la tentación de forzar algún tipo de


concordismo (encontrar una relación entre los descubrimientos científicos
actuales y algunos textos de la Biblia, en especial el Génesis) entre el big
bang y la Biblia. Ernan McMullin, en un artículo titulado ¿Cómo se debería
relacionar la cosmología con la teología?, afirma que “no se puede decir que
la doctrina cristiana apoya el modelo del big bang, ni tampoco que el modelo
del big bang apoya la doctrina de la creación” (Davies, 1994, p.39). La
doctrina de la creación no ha necesitado evidencias de tipo científicas para
sostener que el universo no es eterno y que fue creado por Dios. Sin
embargo, no puedo evitar tener una cierta inclinación a aceptar la teoría del
big bang porque esta apoya un comienzo absoluto del universo; lo cual me
lleva a pensar que apoya la creencia del origen del universo como un acto
creador. Ahora, esta inclinación es un tanto peligrosa, porque la historia nos
ha mostrado que las diferentes teorías científicas sufren en algún momento
algún tipo de modificación, o refutación, y si forzamos la Biblia a que nos dé
información que no es evidente, llegamos a problemas de eiségesis.

Recordemos lo que ocurrió cuando la teoría geocéntrica (sostenía que la tierra


era el centro del universo y que los demás astros giraban alrededor de ella)
era aceptada como revelación, y esta falsa interpretación sirvió como excusa
para que una institución politizada usara el nombre de Dios y esta supuesta
verdad para cometer una serie de abusos. Lastimosamente, Ptolomeo (autor
del geocentrismo), aun siendo brillante se equivocó, y en el siglo XVI su
teoría fue reemplazada por la teoría heliocéntrica de Copérnico. La
implicación de este cambio de teoría traería consigo un rechazo hacia la
Biblia, la cual muchos consideraron que estaba llena de errores porque según
lo había hecho creer la religión tradicional, apoyaba una teoría que ya había
sido refutada. Este avance científico parecía ser un ataque directo al corazón
de la doctrina de la infalibilidad bíblica. Sin embargo, la Biblia nunca apoyó
ningún tipo de geocentrismo, de manera arbitraria los que se denominaban
los representantes del cristianismo interpretaron la Biblia a su amaño y
produjeron esta serie de tergiversaciones de la Biblia.

En el Salmo 93:1: “Jehová reina; se ha vestido de majestad; se ha vestido


Jehová; se ha ceñido de fortaleza. Ha afirmado también el mundo y este no
se moverá” (negrilla añadida). Vemos, pues, que no apoya ningún tipo de
geocentrismo, el versículo hace alusión directa a la estabilidad de la tierra.
Otras versiones de la Biblia usan la palabra conmovida. En la antigüedad,
muchas civilizaciones creían que el mundo estaba sobre una tortuga gigante o
sobre los hombros de Atlas; la Biblia, por su parte, la presenta colgando sobre
nada (Job 26:7), sin embargo, Dios la afirmó para que esta sea estable.
Otros han sostenido que el geocentrismo es evidente en los versículos de
Josué 10: 12–13: “Entonces Josué habló a Jehová el día en que Jehová
entregó al amorreo delante de los hijos de Israel, y dijo en presencia de los
israelitas: Sol, detente en Gabaón; Y tú, luna, en el valle de Ajalón. Y el sol
se detuvo y la luna se paró, hasta que la gente se hubo vengado de sus
enemigos. ¿No está escrito esto en el libro de Jaser? “Y el sol se paró en
medio del cielo, y no se apresuró a ponerse casi un día entero”. Sugerir que
los versículos de Josué apoyan algún tipo de teoría astronómica es
desconocer el lenguaje fenomenológico (describir las cosas como se
observan).
El matemático de Oxford, Jhon Lennox, afirma que la Biblia no es libro de
ciencia, pero tampoco es anticientífica. En cuanto al lenguaje, dice:
La Biblia emplea a menudo lo que se denomina lenguaje fenomenológico, el lenguaje de las
apariencias. Describe lo que cualquiera puede ver. Habla del sol como lo hacen todos los
demás, incluidos los científicos, aunque ellos saben que el sol solo parece ascender por la
rotación de la Tierra. Decir que el sol “asciende” no compromete a la Biblia ni, por lo demás, a
ningún científico, con ningún modelo particular del sistema solar. (Lennox, 2018, p.25)
Dicho sea de paso, los errores de interpretación bíblica, tanto del Génesis
como del resto de la escritura, han sido producto del desconocimiento de las
reglas de la hermenéutica y la exégesis. Leer el génesis sin entender que este
ha sido escrito en una cultura diferente a la nuestra y de una época diferente a
la nuestra, hace que lleguemos muchas veces a interpretaciones erradas.
Recuerde: un texto sin contexto es un pretexto.
En cuanto al relato de la creación y el big bang, podemos concluir que:
(1) La interpretación del génesis implica un origen del cosmos desde la
nada, siendo traído a la existencia por Dios.
(2) La teoría del big bang establece un comienzo absoluto del universo, y
refuta la eternidad del universo.
Entonces, ¿qué tipo de concordismo encontramos con el big bang? El
científico Robert Jastrow, al comparar la evidencia científica existente sobre
el origen del universo y las afirmaciones bíblicas, en su libro Dios y los
astrónomos, afirmó lo siguiente:
Ahora vemos cómo la evidencia astronómica conduce a un punto de vista bíblico acerca del
origen del mundo. Los detalles difieren, pero los elementos esenciales del relato astronómico y
el relato bíblico del Génesis son iguales: la cadena de sucesos que culminaron en el hombre
comenzó súbita y abruptamente en cierto momento definitivo en el tiempo, con un estallido de
luz y energía. (Jastrow, 1978, p.11)
De Jastrow podemos concluir que no existe ningún conflicto entre las
implicaciones primarias de la teoría del big bang y la doctrina de la creación;
puesto que, en ambos casos, el universo comienza de la nada y con un
estallido de luz y energía (Dijo Dios, sea la luz, y fue la luz). No se puede
negar que la teoría del big bang presenta algunas dificultades para responder
a ciertas características observables del universo, y que muchos científicos
han especulado sobre la inflación cósmica como solución a tales dificultades,
sin embargo, aun cuando la inflación cósmica[14] fuera la respuesta a esos
problemas, no responde la pregunta que nos interesa en este capítulo: ¿quién
o qué hizo que el universo llegara a la existencia a partir de un destello de
energía? Aquí entramos de manera definitiva a la zona del conflicto: Dios o
las fluctuaciones cuánticas.

El argumento cosmológico Kalam

Aunque hay varias versiones del argumento, usaré la versión del Dr. William
Lane Craig, quien lo formula de la siguiente manera:
Premisa 1: Todo lo que comienza a existir tiene una causa.
Premisa 2: El universo comenzó a existir.
Conclusión: El universo tiene una causa.
La primera premisa se fundamenta en la intuición metafísica de que algo no
puede surgir de la nada. El principio de causalidad indica que los efectos son
producidos por causas que lo preceden. El comenzar a existir es un efecto, y
hay dos opciones: (1) que el sujeto u objeto que comienza a existir sea auto-
causado, o (2) que el sujeto u objeto que comienza a existir sea causado por
un agente externo que lo precede. La primera opción es contradictoria, viola
el principio de causalidad, porque si sugerimos que un objeto que comienza a
existir es auto-causado, eso indicaría que debe existir antes de existir. Si el
sujeto u objeto comienza a existir, entonces se acepta que su causa es externa
y es antes que él.

Siempre que se presenta esta premisa surge la objeción hecha por Bertrand
Russell en su libro ¿por qué no soy cristiano?:

[…] leí la autobiografía de John Stuart Mill, y hallé allí esta frase: “mi padre me enseñó que la
pregunta ¿quién me hizo? No puede responderse, ya que inmediatamente sugiere la pregunta
¿quién hizo a Dios?”. Esa sencilla frase me mostró, como aún pienso, la falacia del argumento
de la Primera Causa. Si todo tiene una causa, entonces Dios debe tener una causa. (Russell,
1999, p.10)

El argumento no afirma que todo lo que existe necesita una causa, sino, lo
que comienza a existir. Sin embargo, la causa del universo (Dios) es eterna,
porque el tiempo vino a la existencia con el mismo universo. Además, no hay
razón para asumir que las leyes del universo deban aplicársele a un ser que
antecede y trasciende el universo. En este punto, Bertrand Russell apela a que
si Dios puede ser eterno, el universo también puede serlo; sin embargo, la
evidencia apunta a que el universo comenzó a existir.

Que el universo llegó a existir tiene toda la evidencia científica suficiente: la


teoría de la relatividad general, la ley de Hubble-Lemaitre, el fondo del
microondas, la segunda ley de la termodinámica[15].

Igualmente, como lo asegura el Dr. Norman Geisler, “hay una razón


filosófica que el mundo tuvo un punto de partida. Este argumento muestra
que el tiempo no puede regresar a la eternidad pasada. Se ve que es imposible
pasar por una serie infinita de momentos” (Geisler y Brooks, 1995, p.19).
Lo anterior nos lleva a la conclusión del argumento cosmológico, el universo
tuvo una causa, porque el universo no puede ser auto-causado (es
contradictorio) y tampoco es eterno, solo queda una opción, que el universo
fue causado por una causa externa a él. Las características de la causa del
universo surgen de la evidencia, a saber: “auto existente, atemporal, no
espacial e inmaterial (ya que la primera causa creó el tiempo, el espacio y la
materia, la primera causa debe estar fuera del tiempo, el espacio y la materia).
En otras palabras, “él es sin límites, o infinito; inimaginablemente poderoso,
para crear todo el universo de la nada; sumamente inteligente, para diseñar el
universo con una precisión tan increíble; personal, para elegir convertir un
estado de nada en el universo” (Geisler y Turek, 2019, p. 91). Estas
características apuntan al Dios de la Biblia, por lo cual podemos indicar que
la evidencia circunstancial del origen del universo apunta hacia Dios.

Decir “no creo en la existencia de Dios porque apoyo la teoría del big bang”
es desconocer la historia y el planteamiento realizado por George Lemaitre.
Debido a esto, los científicos escépticos han ofrecido una alternativa para
eliminar a Dios de le ecuación, a saber: las fluctuaciones cuánticas.

Las fluctuaciones cuánticas[16]


Según Werner Heisenberg, la energía y el tiempo se relacionan. Gracias a esa
relación, se producen fluctuaciones cuánticas; que son excesos o cambios
temporales de la cantidad de energía en un punto. Esta fluctuación genera una
partícula y su respectiva antipartícula; pero, se aniquilan inmediatamente y
desaparecen. Algunos consideran que este suceso que ocurre en el mundo
cuántico o subatómico, permite la creación de materia de la nada. Lo anterior
ha permitido que físicos como Lawrence Krauss afirmen que “[…] todos los
indicios sugieren que es así como podría haber surgido nuestro universo [de
la nada]” (Krauss, 2013, p.8). Pero, al mismo tiempo, sugiere que la nada no
es lo que cualquier persona pensaría que es, pues para él “[…] la «nada» es
en todo tan material y física como lo es «algo» (p.8).
De manera arbitraria ha redefinido la nada y la confunde con el vacío. Krauss
cree que ofrece algo revolucionario, pero está cometiendo el mismo error que
comúnmente cometemos los indoctos en la física, a saber:
Si mi habitación es el universo, lo que uno piensa inmediatamente cuando imagina el Big Bang
es que tenemos en el centro de la habitación toda la materia del universo bien junta y que con
el comienzo del universo empieza a expandirse hasta ocupar todo el cuarto, la ropa tirada, los
papeles por el suelo, los mocos pegados a la pared, etc. Para nada. No es así, y quizás pensar en
esto otro que voy a explicar puede hacer que te explote la cabeza: no existe el espacio más allá
del universo. El espacio y el tiempo nacen a la vez que el universo y cuando el universo se
expande no ocupa espacio que antes existía. (Santaolalla, 2016, p. 181)

En pocas palabras, Krauss ignora deliberadamente que el espacio, así sea


vacío, se origina con el universo; porque, el universo no se expande sobre
ningún vacío, ni se origina en ningún vacío.
Imagine que está frente el pasaje de Drake o el mar de Hoces, que conecta el
océano Atlántico con el Pacífico, el mar conocido mundialmente como el más
peligroso del mundo. Ese mar es extremadamente turbulento y violento.
Ahora, imagine que ese mar existe en el mundo subatómico, pero que su
turbulencia es mucho mayor y además es infinito (en teoría). Allí donde la
energía de manera violenta fluctúa en proporciones inimaginables, es donde
surgen partículas virtuales que se aniquilan mutuamente. Este mar de energía
fluctuante no es la nada, es lo que se llama vacío cuántico y opera bajo las
leyes de la física. Antes del big bang no hay leyes físicas, porque no hay
materia, no hay energía; por lo tanto, la creación de la nada no se compara
con la aparición de estas partículas.
Más fluctuaciones cuánticas

¿Qué tal si con el destello de energía en el origen del universo se produce la


aparición de partículas y antipartículas? Aunque esto fuera así, aún no
responde a la causa que produjo el origen de la energía en el universo. Sin
embargo, ya que entramos en el tema, concluyamos el asunto.

Si seguimos confiando en que la materia que conocemos fue creada de ésta


manera, habríamos de pensar lo siguiente: el universo debería estar
compuesto de un 50% de materia y un 50% de antimateria, y si esto fuera
cierto, no sabemos qué limita la una de la otra a no aniquilarse (Cruz, 2004).
Las observaciones han demostrado que existe una cantidad mínima de
antimateria en el universo. ¿Cómo conciliar que en el laboratorio se obtenga
de manera simétrica materia y antimateria, y que en el universo se detecte un
exceso de materia? El físico Paul Davies especula sobre lo que podría haber
ocurrido:

[…] en las temperaturas extremadamente altas del Big Bang es posible que estuviera permitido
un ligero exceso de materia […] [y algunas partículas hubieran quedado sin parejas que la
aniquilara] Estas partículas sobrantes (casi un capricho de la naturaleza) se convirtieron en el
material que, con el tiempo, formaría toda: las galaxias, todas las estrellas y los planetas y, por
supuesto, a nosotros mismos. (Davies, 1994, p.29)

“Casi un capricho de la naturaleza”, ¿cuál naturaleza?, ¿existía algo material


antes del universo? Estas son solo especulaciones.
De la misma manera, el físico Alexander Kusenko, quien intenta dar
respuesta a la asimetría materia-antimateria (si las fluctuaciones son la
respuesta, debe haber cantidades iguales de materia y antimateria, sin
embargo, no es así, estas cantidades son asimétricas) existente en el universo,
afirma que:
El campo de Higgs parece estar relacionado con la asimetría existente. La hipótesis está basada
en el hecho de que posiblemente, en los momentos posteriores al Big Bang, el campo de Higgs
habría sido mucho mayor de lo que es actualmente, y habría propiciado que hubiese un
pequeño exceso de partículas de materia sobre la cantidad de antipartículas. (“Posible
explicación al origen de la materia en el cosmos”, 2015) (negrilla fuera del texto).
Es innegable que el campo de Higgs es el encargado de que las partículas
adquieran masa, el gran colisionador de Hadrones lo ha comprobado. Pero, lo
que nos presenta Kusenko sigue siendo bastante especulativo. Si bien, aun
cuando el campo de Higgs sea la respuesta (siempre y cuando se crea que la
hipótesis es correcta, es decir, que en realidad el campo higgs hubiese tenido
unas condiciones diferentes y únicas frente al origen del universo) al exceso
de materia, no responde aún: cuál es la causa del origen del universo.
La evidencia circunstancial apunta hacia un creador
El surgimiento natural de materia está totalmente lejos de ser igual con el
acto creador inicial.
La aceptación de la existencia de un vacío cuántico y las fluctuaciones frente
al origen del universo lo único que han hecho es correr la discusión un poco
más atrás: ¿de dónde surgió ese vacío cuántico? Si el espacio surge con el
origen de la materia y la energía, ¿quién los produjo? Como no puede existir
una cadena interminable de causas en el pasado, llegará un punto en el cual
todas estas explicaciones alternativas se tropiecen con la necesidad de una
causa “incausada” (Dios). Es así como la evidencia circunstancial la
entendemos a favor de la existencia de Dios. Es más razonable la existencia
de Dios que sus alternativas. El sesgo filosófico de ateos hace que en este
punto la respuesta sea aceptada finalmente por fe (tanto para teístas como
ateos).
CAPÍTULO 13
Evidencia 2: La mente detrás del ajuste fino cósmico
«¿No sería extraño que un universo sin propósito creara accidentalmente a
seres humanos que están tan obsesionados con el propósito?»
Sir John Templeton

Estaba preparando un pollo a la naranja. Coloqué las presas de pollo en una


pitadora con algo de cebolla y sal. En una sartén coloqué una cantidad de
jugo de naranja que había exprimido, le agregué algo de miel y una gran
cantidad de fécula de maíz. Recuerdo que cuando saqué el pollo de la
pitadora, este ya estaba desecho; y la salsa era una masa amarilla que parecía
más una colada. Inmediatamente saqué mi celular del bolsillo y observé el
suculento pollo a la naranja con la receta a un lado, luego volteé la mirada
frustrada hacia el plato donde estaba la masa informe de algo incomible. No
había seguido al pie de la letra la receta y, por lo tanto, los resultados eran
bastante frustrantes. Había unos pasos específicos muy sencillos, sin
embargo, no los tuve en cuenta.
Para hacer un delicioso pollo a la naranja o cualquier otro plato, se necesita
tener: (1) los ingredientes en las cantidades correctas, (2) los utensilios
apropiados, (3) el tiempo de cocción correcto, y, sobre todo, (4) seguir las
instrucciones de preparación al pie de la letra. Si no hacemos esto de manera
precisa, quizás podemos tener un pollo a la naranja comible, o tendremos que
pedir un domicilio. Los chefs, pasteleros, panaderos, entre otros, saben que,
si no se realizan los pasos de manera correcta, no se podrá producir un
producto de calidad. Ahora, ¿qué se necesita para crear un universo con
condiciones necesarias para la vida? Tengo que admitir que la analogía es
imprecisa en proporciones exorbitantes, sin embargo, sirve para presentar la
tesis de este capítulo: si para producir un pan, una torta, o un pollo a la
naranja, se necesita de unos ingredientes precisos, de unos pasos precisos, y
por lo tanto de una mente que ejecute esos pasos; es razonable deducir que
crear un universo tan complejo necesita de unos ajustes precisos realizados
por una mente sumamente inteligente y poderosa. Porque concebir el origen
del universo como un suceso caótico, desordenado y azaroso no es
concordante con uno que ha sido afinado para la existencia de la vida.
Según el genetista y padre del Proyecto Genoma Humano:
Parece como si este (el universo) supiera que en algún momento
existiríamos. Hay quince constantes – la constante gravitacional, varias
constantes sobre la fuerza nuclear fuerte y débil, etc. – que tienen
valores precisos. Si alguna de estas constantes le faltara, aunque fuera
una parte en un millón o en algunos casos, una parte en un millón de
millones, el universo no podría haber llegado al punto donde lo vemos
ahora. La materia no habría podido fusionarse, y no habrían existido
ninguna galaxia, estrellas, planetas, ni personas. (Keller, 2009, p. 132)
¿Podría haber surgido la vida si estas constantes fueran diferentes? La
respuesta es negativa, “si se incrementa la masa del neutrón en alrededor de
una parte en setecientas, la fusión nuclear en las estrellas se detendría. No
habría fuente de energía para la vida” (Strobel, 2014, p. 163). Asimismo, la
magnitud de la llamada fuerza nuclear fuerte (fuerza que mantiene unidos a
cada uno de los componentes del núcleo del átomo–protones y neutrones), si
fuese muy pequeña, a saber:
[…] 0,006 en vez de 0.007, el universo no contendría más nada, sino
puro hidrogeno, y ninguna interesante química podría ocurrir. Si fuese
demasiado grande, digamos 0,008, todo el hidrogeno se hubiese
fusionado para formar elementos más pesados. Una química sin
hidrogeno no podría generar vida como la conocemos. Por una cosa: no
existiría el agua. (Dawkins, 2006, p. 161)
Debido a que el ajuste fino es evidente, ha sido constatado o corroborado
tanto por científicos ateos, teístas y agnósticos, se hace innecesario continuar
nombrando cada una de las constantes. Por lo tanto, me centraré en la
controversia: las implicaciones filosóficas y teológicas. Para poder llegar a la
respuesta más plausible y razonable se analizan algunas alternativas a la
existencia de un diseñador.
El azar
Recuerdo la cara de Jim Carrey, quien interpretó a Lloyd Christmas en la
película Tontos y más tontos, cuando le pregunta a la Mary Swanson:
“¿cuáles son las posibilidades de que una chica como tú y un chico como yo,
lleguen a tener una relación? […] ¿Las alternativas? No son buenas, responde
Mary. ¿No son buenas, del 1 al 100 como cuántas?, pregunta Lloyd. Yo diría
como de 1 en 1.000.000, responde Mary.
Estoy seguro que, si usted fuera Lloyd Christmas, no dudaría en olvidar a
Mary ante la respuesta que le ha dado; pero en ese momento Lloyd hace
honor al nombre de la película y le pregunta: ¿estás diciendo que hay una?,
¡síííííí!
Si expresamos la probabilidad de que finalmente Lloyd tenga alguna relación
con Mary, eso nos dará 1 en 106; es decir 0,000001. En pocas palabras, Mary
le está diciendo: no tienes ni la más remota oportunidad conmigo.

El azar indica un tipo de casualidad de un suceso, mientras que la


probabilidad es la medida del grado de certidumbre de que tal suceso pueda
ocurrir. Lanzar una moneda al aire es denominado un juego de azar, es un
suceso aleatorio. Se puede determinar la probabilidad conociendo las
posibilidades y los casos favorables de nuestro suceso. Por ejemplo, si lanzo
una moneda al aire hay dos posibles resultados: cara o sello. Si quiero
calcular la probabilidad de que caiga una de las dos, divido 1 (porque es una
la opción que he escogido) por 2 (porque tengo cara y sello), obteniendo 0,5,
es decir, el 50%. Ahora, si realizo una apuesta con algún amigo y siempre
apuesto a favor de que salga cara, la probabilidad de que saque cara en el
primer lanzamiento y saque cara en el segundo lanzamiento es de 0,25, es
decir el 25%. Que saque otra cara en el siguiente lanzamiento se hace menos
probable. Si hiciese la apuesta con algún defensor del azar como respuesta al
ajuste fino del universo, y yo ganase durante veinte veces consecutivas
sacando cara, él inmediatamente pediría revisar la moneda para verificar si
esta no está trucada. Aunque las probabilidades de que saque cara todas las
veces es baja, esto no indica que sea imposible; pero, es poco razonable creer
que no estoy haciendo trampa y que la moneda que estoy lanzando no me
favorece.
Si preguntamos por la probabilidad de que por el azar obtengamos un
universo ajustado, obtendremos la siguiente respuesta: “en números
redondos, se aproxima a una en 10229” (Smolin, 1997 citado en J. McDowell
y S. McDowell, 2017a, p. 30). Mírelo de la siguiente manera, obtener un
universo afinado como el nuestro, es como lanzar un dardo desde el espacio a
la tierra y le atinarle a un blanco más pequeño que un átomo (Strobel, 2014,
p.162). El azar como respuesta al ajuste del universo es improbable, aunque
matemáticamente el número esté muy cerca al cero, hay optimistas que
suponen que esta opción no puede ser descartada.
El filósofo Jhon Leslie ofrece una analogía en contra del azar como respuesta
al ajuste fino. Un hombre va a ser fusilado por cincuenta francotiradores
experimentados (en la versión de Dawkins, son diez francotiradores), todos
se encuentran a una corta distancia. Luego de darse la orden, el hombre aún
sigue en pie, se encuentra ileso, sin embargo, todos los francotiradores
experimentados han disparado. Aunque no es imposible matemáticamente
que todos los francotiradores fallaran, no parece razonable el haber fallado.
El azar no parece ser la mejor respuesta, pudieron haber sido sobornados y
por ello fallaron.

El multiverso
Se le denomina multiverso a la posible existencia de un conjunto infinito de
universos (no confundir universo con galaxias, planetas, etc). Según esta
teoría, en la vida habría surgido en algunos universos, aunque en la mayoría
no fuera posible. Al respecto, Martín Rees sostiene: “si existen muchos
universos, cada uno gobernado por distintos conjuntos de números, habrá
alguno en donde existe un conjunto particular de números propicios para la
vida” (Lemley, s.f., citado en Strobel, 2014, p. 169).
Rees dice que si alguien entra a una enorme tienda de ropa no es
sorprendente encontrar un traje que le quede a la medida. Esta analogía
también es imprecisa. ¿De qué manera se puede comparar la improbabilidad
de que surja un universo como el nuestro, con que usted ingrese a una tienda
y encuentre un traje que le quede? Si comparamos solo una constante con su
precisión y con la cantidad de, por ejemplo, tallas de ropa que existen, la
analogía sigue siendo imprecisa. Por otro lado, la existencia de otros
universos es más una escapatoria metafísica, puesto que, en caso de existir,
no hay manera de comunicarnos con ellos (recuerde que no estamos hablando
de vida en otros planetas o en otra galaxia, estamos hablando de universos).
Para los científicos teístas, es evidente que esta hipótesis surge en un afán de
sacar de la escena a Dios. ¿Por qué muchos universos?, porque ante la
existencia de un único universo, la evidencia es demasiado poderosa a favor
de la existencia de un diseñador cósmico.
El multiverso requiere entonces un generador de universos. Según el Dr.
Robin Collins, este “generador de universos” necesitaría al menos unos
cuatro mecanismos o leyes para producir al menos un universo que sustente
la vida. Para ello, usa la analogía de la máquina de hacer pan, para indicarnos
que, así como una máquina de ese tipo necesita unas condiciones especiales y
unos ingredientes específicos para producir panes, el generador de universos
también debe tener unos mecanismos y/o leyes y condiciones específicas para
generar universos, y en este caso al menos uno con vida (si la producción de
pan implica ese tipo de cosas, ¿cuánto más la creación de un universo que
sustente la vida?). No sé si lo notó, pero aun cuando la solución fuese un
generador de universo, eso no elimina la necesidad de un diseñador o un ser
que ajustara las condiciones para que pudiera haber vida, eso simplemente
lleva la cuestión a un nivel más allá, pero aún no se logra escapar del diseño
(Strobel, 2014).

Un diseñador inteligente
Algunos agnósticos sugieren que tanto la existencia del multiverso como la
de un diseñador son hipótesis ad hoc (que está hecho especialmente para un
fin determinado o pensado para una situación concreta). Sin embargo, la
evidencia circunstancial acumulativa a favor de la existencia de Dios, nos
indica que él es la solución más razonable a la existencia de un universo
afinado y preparado para la vida.
Dawkins sugiere que, si aceptamos que existe algún tipo de diseño en el
universo, eso implicaría respondernos ¿quién diseñó al diseñador? Esto nos
lleva a la misma objeción cliché del argumento cosmológico: si Dios creó el
universo, ¿quién creó a Dios?, pero como se dijo con anterioridad, no existe
una línea interminable de causas hacia el pasado, lo cual permite determinar
que en algún momento de esa cadena de causas llegamos a una que causó el
universo y que lo hizo de manera ordenada y sintonizada. La tentación de
Dawkins es buscar un diseñador del diseñador, excepto al generador de
universos, ese si no necesita ningún diseñador, según él.
Por otra parte, Dawkins se decide por el multiverso porque considera que es
una explicación más simple que Dios. Si tomamos la decisión con base en la
navaja de Ockham o principio de parsimonia (cuando se poseen distintas
alternativas de respuesta a algún problema, si estas están en igualdad de
condiciones, la más sencilla suele ser la más probable), Dios es la respuesta
más sencilla que el mismo multiverso. Pero, ¿de dónde infiere Dawkins la
noción de que un diseñador cósmico es una explicación más compleja que la
del mismo multiverso? Sencillamente de su poco conocimiento teológico.
Dawkins en este caso no apela a ningún tipo de concepto científico, ni nada
que se le parezca; simplemente lleva el debate de manera arbitraria a otro
plano: el de la intervención divina en el universo. Así, sostiene:
Un Dios capaz de monitorizar continuamente y de controlar el estatus individual de cada
partícula del universo no puede ser simple … [algunas partes de] las gigantes conciencias de
Dios están simultáneamente preocupadas con lo que hacen y con las plegarias de cada uno de
los seres humanos—y de cualquier inteligente extraterrestre que pueda existir en otros planetas;
en esta y en cien mil millones de otras galaxias. (Dawkins, 2006, p. 169)
Imaginar a Dios como una red neuronal gigante, o como un call center
infinito en el cual cada una de sus neuronas divinas están pendientes de una
parte de las plegarias a nivel cósmico y de todo lo que sucede en el universo,
es la parodia más tonta que pudo haber surgido, paradójicamente, de una
mente tan brillante como la de Dawkins. Dios no está compuesto por partes
que conforman lo que es Dios. Decir que Dios está compuesto por poseer
unos atributos absolutos, es pensar que los atributos son partes de Dios y no
un reflejo de su ser. Tomás de Aquino, en la Suma teológica, explica el
concepto de simplicidad de Dios y queda claro que:
En Dios no hay composición ni partes de cantidad porque no es cuerpo; ni hay composición de
forma y de materia, ni de naturaleza y supuesto, ni de género y diferencia, ni de sujeto ni
accidente, queda claro que Dios no es compuesto de ningún tipo, sino completamente simple.
(Byrne, 1998, p. 121)
De esta manera, todos los atributos de Dios y la manera como interactúa con
el ser humano, no son distinciones de una composición de él, sino de modos
en la manera como el actúa.
Mire la siguiente ecuación:

Es la ecuación que el matemático Bernarhd Riemann publicó en el año 1859.


Esta ecuación permite calcular los números primos por debajo de un número
dado. La complejidad de la misma es evidente, pero su complejidad no
impide entender que esto fue pensado en una mente igual a la suya. No
podemos confundir una idea por muy compleja que sea, con la mente en sí.
Según la Biblia, los pensamientos de Dios son más altos que los nuestros
(Isaías 55:8-9), pero esto no indica que Dios sea una mente gigante, esto solo
indica que Dios posee atributos absolutos como la omnisciencia con el cual
puede conocer hasta lo más profundo de nuestro corazón.
Una vez más, al evaluar la evidencia al ajuste fino del universo podemos
concluir que tenemos evidencia circunstancial a favor de la existencia de
Dios.
“Porque así dijo el SEÑOR, que crea los cielos; él mismo, el Dios que forma
la tierra, el que la hizo, y la compuso. No la creó para nada; para que fuera
habitada la creó: Yo soy el SEÑOR, y ninguno más que yo” (Isaías 45:18)
(negrilla fuera del texto).
Capítulo 14
Evidencia 3: La ley moral escrita en el corazón

«Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre es como uno de nosotros, sabiendo


el bien y el mal […]»
(Génesis 3:22).

El psicólogo clínico Jordan Peterson considera que nuestros patrones de


comportamiento son construcciones que surgen de las interacciones con los
demás, sin saber de dónde provienen. Esta serie de comportamientos bien
pudiera ser algún tipo de instinto desarrollado a través de un proceso
evolutivo, o sencillamente es una exteriorización de una moralidad inherente
de la cual no podemos escapar, podemos violarla, pero no escapar. Podemos
aceptar que existe algún tipo de chispa divina en el corazón del hombre y
que, por ejemplo, Génesis 3:22 nos direcciona a reconocer de donde proviene
nuestro conocimiento de lo “correcto” o “incorrecto”, o simplemente ver la
narración bíblica sobre el paraíso y la caída del hombre como producto de
“nuestra imaginación colectiva forjada a lo largo de todos los siglos”
(Peterson, 2018, p.214), por ende, la moralidad es un simple medio para la
preservación de nuestra especie.

En Homo Deus[17], el escritor israelí Yuval Noah Harari, plantea que las
normas o leyes morales que regulan el comportamiento humano surgen en el
seno de la religión, ya sea a través de una revelación sobrenatural o por una
simple interpretación de las leyes en la naturaleza. Es la religión la que decide
su vía de revelación; pero tal decisión radica simplemente en una
arbitrariedad del líder, sacerdote, gurú o papa de turno. Es así como, Harari
considera que no solo aquellas cosmovisiones que aceptan la existencia de
una deidad pueden ser catalogadas como religiones, sino que cualquier
régimen que pretenda establecer normas para controlar el comportamiento
humano, puede ser considerado como religión (comunismo, nazismo,
humanismo). Dentro de su cosmovisión queda por sentado, que la moralidad
no es una ley absoluta, sino que esta es circunstancial y es provechosa, en
tanto que se obtengan ciertos beneficios.

La discusión en este capítulo no radica en la evaluación de ningún código


moral, ni la manera como hay discrepancias entre cada uno de ellos, tampoco
si los códigos morales se construyen dentro de X o Y sociedad. La discusión
radica en el hecho de que existe una moralidad objetiva, porque se necesita
conocer un estándar moral sobre el cual los conceptos “correcto”,
“incorrecto”, “bien”, “mal”, “justo” o “injusto” tienen un significado y una
base para sustentarla, es ahí donde indicamos que esta moralidad necesita de
un legislador moral objetivo.

El escéptico se verá tentado a indicar que esto no prueba qué Dios sea el
legislador moral. Precisamente no se puede probar un hecho del cual no
hemos sentado las bases de antemano, si no hay tal cosa como una ley moral,
no se necesita ningún tipo de legislador moral, el simple punto de vista suyo
o de cualquier persona sería el punto de partida para cualquier moralidad, lo
que conllevaría a un caos inminente.

La defensa de la moral objetiva como evidencia circunstancial para la


existencia de Dios se desarrolla en tres partes: (1) Presentación del argumento
a favor de la existencia de ley moral, (2) Respuesta a objeciones a la
objetividad de la ley moral y (3) Defensa de la tesis de que la moral apunta
hacia un legislador moral objetivo (Dios).

Antes de comenzar, tengamos en cuenta las siguientes definiciones:

Moralidad objetiva: se refiere a la moralidad que no depende de la opinión o


punto de vista de la persona, porque nosotros no somos los que decidimos lo
que es incorrecto o incorrecto, es la ley moral la que debe guiar nuestra forma
de actuar.

Relativismo moral y moralidad subjetiva: es una forma de pensamiento que


plantea que todas las opiniones de tipo moral deben ser tratadas como
verdaderas, legítimas y correctas, sin importar si existe algún tipo de
contradicción en la aceptación incluso de opiniones que se oponen. La
moralidad subjetiva surge entonces de la mera opinión de los sujetos.

(1) Argumento a favor de la existencia de la ley moral objetiva

El filósofo Norman Geisler plantea el argumento de la siguiente manera:


Premisa 1: Toda ley moral tiene un legislador moral.
Premisa 2: hay una ley moral objetiva.
Conclusión: debe haber un legislador moral objetivo.

La primera premisa es evidente. Las leyes morales han necesitado de un


legislador, hasta el relativista moral se ha encontrado sometido a una serie de
normas de carácter moral, ya sea por parte de un sacerdote, un emperador o
un dictador. En una cultura relativista, la persona se encontrará sometido a
una suerte de ley moral establecida para mantener el orden, y aunque este
sugiera que su moralidad se rige exclusivamente por su opinión, si llega a
asesinar a alguien se encontrará en serios problemas.

Para el relativista, aunque pretende no actuar bajo algún tipo de ley moral,
sus reacciones apuntan a lo contrario. ¿Quiere ver a un relativista moral
indignado? Dígale que “a nadie le importa su opinión, es más, su opinión no
tiene ningún sentido”. Asimismo, observe a ese mismo relativista moral
cuando un familiar cercano es violado o asesinado, inmediatamente recurrirá
a la justicia, ya sea a las reconocidas por la ley o a lo que se llama justicia por
mano propia; porque, considerará que se debe hacer justicia ya que ese acto
cometido es indignante y es justo que el violador o asesino reciba la pena que
corresponde a sus hechos. Pero si la moralidad es relativa, quizás para ese
asesino dispararle en la cabeza a otro ser humano es su manera de opinar.

Según Broocks (2014), la moralidad se descubre (es universal), y con base en


ello se construyen códigos morales en las diferentes sociedades. Así mismo,
afirma que:
Las tablas de multiplicar son tan verdad en China como lo son en Estados Unidos […] El
hecho de que haya principios morales que son verdaderos en todos lados apunta a una
moralidad trascendente que nosotros no inventamos y de la cual no podemos escapar […]
mentir está mal en todos lados. De igual manera robar. La crueldad hacia los niños está mal sin
importar la cultura o el país de proveniencia. Cuando estas leyes se quebrantan, la gente se
quebranta. (Broocks, 2014, p. 14)

En este sentido, cuando una persona usa palabras como “debería”, “es
correcto”, “eso es malo”, está hablando de moralidad. Si, por ejemplo, un
relativista moral dice “no le hagas daño a nadie, y sé fiel a tus creencias […]
el problema evidente detrás de esta cosmovisión es quién define el daño y
hasta qué punto debemos confiar en nosotros mismos” (Platt, 2015, p. 16).
Para conocer si algo es correcto o incorrecto, es necesario conocer el estándar
por el cual se rigen esos juicios de valor.

Piense en la siguiente situación: una persona pregunta “¿por qué debería ser
generoso?, y alguien contesta: “porque es bueno para la sociedad”; podemos
entonces preguntar a nuestra vez: ¿por qué iba a importarme lo que es bueno
para la sociedad salvo cuando resulta compensarme a mí? Entonces tendrán
que responder: porque deberías ser generoso” (Lewis, 2017). La ley moral
indica el deber ser, no lo que les gusta a los hombres, ni la manera como se
comportan.

C.S. Lewis, el autor de Las Crónicas de Narnia, luego de pasar de ser ateo a
ser cristiano, escribió:
¿De dónde saqué la idea de lo que era justo y lo que era injusto? Un hombre no dice que una
línea está torcida a menos que tenga una idea de lo que es una línea recta. ¿Con qué estaba yo
comparando este universo cuando lo llamaba injusto? […] Por supuesto que yo podía haber
renunciado a mi idea de la justicia diciendo que ésta no era más que una idea privada mía. Pero
si lo hacía, mi argumento en contra de Dios se derrumbaba también…, ya que el argumento
dependía de decir que el mundo era realmente injusto, y no simplemente que no satisfacía mis
fantasías privadas. Así, en el acto mismo de intentar demostrar que Dios no existía — en otras
palabras, que toda la realidad carecía de sentido— descubrí que me veía forzado a asumir que
una parte de la realidad —específicamente mi idea de la justicia— estaba llena de sentido.
(Lewis, 2017, pp. 41 – 42)

(2) Objeciones a la ley moral

● Si existiese una moral objetiva no habría diferencias en el


comportamiento del hombre

La inmoralidad no es una prueba de la inexistencia de la ley moral. La


inmoralidad es una violación. ¿Cuántas veces usted se ha pasado un semáforo
en rojo? ¿O cuántas veces ha conducido en contravía? Parece ser que todos lo
hemos hecho en algún momento; pero ¿qué nos dice eso respecto a las leyes
de tránsito? ¿Que en nuestro país no las hay? Aun cuando todos los
ciudadanos cruzaran la calle con el semáforo en rojo, ello solo indicaría que
somos infractores de la ley. De ese mismo modo, el comportamiento del ser
humano no indica que esta ley no exista, simplemente indica que somos
violadores o infractores de la ley. Si alguien, por ejemplo, soborna a un
policía de tránsito, esto no indica que la ley sea relativista, simplemente deja
en evidencia la incompetencia e inmoralidad de aquellos que fueron puestos
para hacer cumplir la ley.

En el huerto del Edén, según la Biblia, se encontraba Adán y Eva, los cuales
habitaban en total comunión con Dios. Al hombre se le entregó una serie de
mandamientos, entre ellos no comer del árbol de la ciencia del bien y el mal.
La ley moral fue dada, pero, aclaremos:
El hecho de que el hombre y la mujer comieran de este árbol implica el rechazo de Dios como
el Único que determina el bien y el mal […] La tentación en el Huerto fue a rebelarse contra la
autoridad de Dios y en el proceso hacer que los seres humanos fueran los árbitros de la
moralidad. (Platt, 2015., p.15)

La ley moral continuaba existiendo, aunque ellos la habían violado. Luego de


la rebelión en el huerto del Edén, el hombre se siguió multiplicando y con él
la maldad, hasta llegar a originarse sociedades depravadas en demasía. En
esas sociedades se tenía conocimiento del bien y el mal, lo que ocurría era
que su maldad cauterizaba su conciencia y cualquier indicio de
remordimiento o arrepentimiento desaparecía. En Génesis 13:13, la Biblia
dice que “los hombres de Sodoma eran malos y pecadores contra Jehová en
gran manera”. La maldad de estos hombres era evidente en su actuar
depravado. Esto no impedía reconocer que las cosas que hacían eran malas.
Cuando los hombres de Sodoma llegaron a violar a los dos varones (los
ángeles), Lot les cierra la puerta para que no hicieran nada. Cuando se dan
cuenta que Lot no pretende abrir, le dijeron: “vino este extraño para habitar
entre nosotros, ¿y habrá de erigirse en juez? Ahora te haremos más mal que a
ellos” (Génesis 19:9). Los hombres de Sodoma reconocían que lo que les
iban a hacer era un mal mayor, y estaban dispuestos a hacerlo sin ningún tipo
de remordimiento, es más, esto les produciría placer.

● La moralidad es una conciencia de rebaño

Si el hombre es producto de la evolución, los valores morales terminan


siendo una decisión de manada, en búsqueda del bien común
[cooperativismo]. El filósofo de la ciencia, Michael Ruse, afirma que:

La moral es una adaptación biológica, no menos de los que lo son las manos, los pies y
dientes... Aprecio que cuando alguien dice “ama a tu prójimo como a ti mismo”, piensen que se
están refiriendo a algo más allá de sí mismos... Sin embargo, (…) tal referencia
verdaderamente no tiene fundamento. La moralidad es solo una ayuda para la
supervivencia y la reproducción, (…) y cualquier significado más profundo es ilusorio.
(Ruse, s.f., citado en Craig, 2018, p. 249) (negrilla fuera del texto).

De forma similar, el ateo Richard Dawkins escribe:

[En este universo] algunas personas serán agraviadas, otras tendrán suerte, y usted no
encontrará ninguna razón lógica para eso ni tampoco justicia. El universo que observamos tiene
precisamente las propiedades que deberíamos esperar si al final no hay diseño, ni propósito, ni
mal, ni ningún otro bien. Nada sino indiferencia ciega e implacable. El ADN ni sabe ni le
importa. El ADN solamente es. Y nosotros bailamos al compás de su música. (Dawkins, 1995,
p. 133)

El evolucionismo no tiene un fundamento para decir si una violación, o los


genocidios son algo malo o bueno. Un Mahatmi Gandhi o un Marthin Luther
King sería lo mismo que un Stalin o un Hitler. Serían simples máquinas
biológicas portadoras del ADN y lo que hicieron no tendría ningún valor
moral, por lo que solo habrían actuado por un instinto determinado por su
código genético. Si tenemos una conciencia de rebaño, podemos decir que
Hitler solo actuó guiado por su instinto, y los oficiales y soldados alemanes
actuaron creyendo que el Führer estaba en lo correcto.
Según Harari (2015), los soldados alemanes consideraban que Hitler actuaba
por una suerte de revelación obtenida a través de la naturaleza. Esto se
evidencia en el siguiente diálogo, en el que se muestra que las ideas tienen
consecuencias:
Papá, ¿por qué estamos matando a los judíos? […] Bueno, Fritz, así es como funciona el
mundo. Todavía eres joven y no lo entiendes, pero si permitiéramos que los judíos vivieran,
causarían la degeneración y la extinción de la humanidad. No es una idea mía, y ni siquiera es
una idea del Führer. Si Hitler hubiera creado el mundo, quizá habría creado un mundo en el
que no fueran de aplicación las leyes de la selección natural, y judíos y arios pudieran vivir
todos juntos en perfecta armonía. Pero Hitler no creó el mundo. Solo consiguió descifrar las
leyes de la naturaleza, y después nos instruyó para poder vivir de acuerdo con ellas. (p. 206)

Hitler, como muchos darwinistas, consideraba que la naturaleza mostraba


hacia donde debemos conducirnos. La naturaleza desea preservar a los más
aptos, pensaba Hitler. La política, la guerra y demás eran simples medios, a
Hitler solo le interesaba cumplir las “leyes eternas de la voluntad de
preservación… en la que la especie más fuerte expulsará a los débiles”
(Kellerhof, 2016, p. 23). No hay nada importante en el hombre por el hecho
de ser hombre, lo que importa es la raza de los más puros.
Cuando nuestro estándar de la moral se rige por un ateísmo cimentado en un
darwinismo social, terminamos siendo indiferentes con los grupos más
indefensos, y no hablo de las minorías, hablo de los ancianos y los niños. Si
un león llega al territorio que le pertenece a otro león, y lo mata,
inmediatamente continúa exterminando con todas las crías. Pero, ¿está
haciendo algo malo moralmente? No, simplemente está actuando como león.
Entonces, ¿por qué Hitler es catalogado como uno de los mayores genocidas
de la historia? ¿Fue inmoral lo que hizo Hitler? Sin una moralidad objetiva,
no tenemos una base para determinar que lo hecho en la Alemania Nazi
estuvo mal, solo actuó en virtud de las leyes naturales. Pero, no estamos mal
de la cabeza, por eso consideramos que lo que hizo Hitler es evidentemente
inmoral.

El ateo Peter Singer, concordante con su pensamiento evolucionista, expreso


que no se debe:
Dar más valor a vida del feto que a la vida de un animal no humano […] la vida del recién
nacido tiene menos valor que la vida de un cerdo, un perro, o un chimpancé para un animal no
humano […] Al pensar sobre este tema deberíamos dejar a un lado los sentimientos basados en
la apariencia pequeña, desvalida y atractiva de los niños […] la inocencia y el desamparo de
una cría de homo sapiens puede ser motivo para preferirla al igualmente inocente y
desamparado feto de homo sapiens, o, lo que es lo mismo, a las ratas de laboratorio que son
"inocentes" exactamente en el mismo sentido que los niños […] Si podemos dejar a un lado los
aspectos emocionalmente conmovedores pero estrictamente sin pertinencia alguna que surgen
al matar a un bebé, veremos que los motivos para no matar personas no se aplican a los recién
nacidos. (Singer, 1985, pp. 187-211)

Para Peter Singer, los padres deberían tener el derecho de matar a sus hijos,
incluso después de nacidos. La inmoralidad, producto del evolucionismo, que
profesa Peter Singer es evidente. Esto indica que no nos hemos librado aún
de ese tipo de pensamiento. Mientras el darwinismo biológico sea la base
para la moral, las violaciones y los asesinatos serán vistos como algo que
tiene que ocurrir en el mundo natural. Es más, el homosexualismo pretende
justificarse a la luz de la existencia de estas conductas en el mundo animal
(sin embargo, no veo de qué manera esto contribuye a la preservación de la
especie; en el mejor de los casos, el darwinista debería verlo con una cierta
anomalía en el mundo animal); no quiero imaginar lo que pasaría si las
mujeres quisieran imitar a las mantis religiosas, pero este es otro asunto.

En definitiva, la moralidad no es ningún tipo de conciencia de rebaño. El


evolucionismo no ofrece ninguna base para la moralidad que observamos. Un
evolucionista, a menos que traicione su ideología, debe ser un nihilista como
Nietzsche, debe vivir pensando que al final todo se reduce a nada, y por lo
tanto nada tiene sentido, ni siquiera la moral, ni la virtud.

● Si existiese una ley moral objetiva, no habría diferentes códigos


morales surgidos a través de la historia y en diferentes culturas

Si analizamos a profundidad cada uno de los códigos morales, nos daremos


cuenta que estos no niegan la ley moral; es más, logramos identificar ciertos
principios comunes. Las discrepancias que observamos se dan es en las
afirmaciones fácticas (Harari, 2015).

El aborto, por ejemplo, es avalado en muchos países del mundo; mientras que
en otros aún es penalizado. La inmoralidad de esta práctica no siempre va
ligada a la penalización del mismo. La práctica no deja de ser inmoral,
aunque un gobierno la avale. Esto se deduce del hecho de que la vida humana
tiene un valor intrínseco, entonces el abortar es acabar con una vida humana
y por lo tanto es algo inmoral.

Cuando se aborta “se succiona al bebé”. Si se usa el eufemismo “vaciar el


útero”, esto genera menos trauma y más aceptación (Alcorn, 2020). Pero:

El hecho de cambiar el significado de las palabras no cambia la realidad […], la única pregunta
objetiva que podemos hacernos es: ¿es humano?; es decir, ¿proviene de los seres humanos?
¿Es un individuo genéticamente único? ¿Está vivo y en desarrollo? Si las respuestas son
afirmativas, entonces “lo” que hay ahí es un “él” o “ella”, una persona viviente, que posee
derechos y merece protección legal. (p.26)

Si la respuesta se diera solo desde el ámbito religioso, la afirmación fáctica,


el aborto es inmoral, seguiría siendo controvertible; sin embargo, la ciencia
ha dado respuesta. El nuevo ser que se encuentra en el vientre de una mujer
no hace parte de su cuerpo, tiene un código genético independiente y único;
incluso, en esa etapa de formación un genetista puede diferenciar claramente
este ser humano de cualquier otro ser vivo.

Las diferencias en las afirmaciones fácticas respecto a la vida de un ser


humano, no debería permitir ni siquiera la posibilidad de atentar contra la
vida de ningún ser humano, ya sea que se encuentre fuera o dentro del útero
de su madre. Si esta decisión dependiera de la simple opinión de X o Y
sociedad estaríamos a un paso para que esta mal llamada civilización, actúe
como en la barbarie:

Los !kung del desierto del Kalahari y varios grupos de inuit del Ártico consideran que la vida
humana solo se inicia después de haber puesto nombre a la persona. Cuando nace un niño, la
gente espera un tiempo antes de ponerle nombre. Si deciden no conservar el bebé (ya sea
porque padece alguna deformidad o debido a dificultades económicas), lo matan. Mientras lo
hagan antes de la ceremonia de imposición del nombre, no se considera un asesinato. (Harari,
2015, p. 214)

El ser humano tiene un valor intrínseco desde el mismo momento de la


concepción. Este valor intrínseco lo defendió Jesús cuando dijo que el
segundo mandamiento más importante es: “ama a tu prójimo como a ti
mismo”. Un escriba le pregunta: ¿quién es mi prójimo? Esto lo preguntaba
porque consideraba que era fácil amar a un judío, y esperaba que Jesús
justificara su prejuicio hacia personas que para el escriba eran indeseables.
Jesús, a través de la parábola del buen samaritano, le indica que debería
actuar en misericordia con cualquier ser humano. Esto indica que muchas
veces aceptamos la ley moral, sin embargo, desarrollamos un prejuicio en
torno a las personas, y como no las consideramos nuestro prójimo, entonces
las tratamos de la peor manera. Los blancos consideraban que asesinar
blancos estaba mal, pero asesinar negros, no; no porque tuvieran un tipo de
moral relativista, sino porque no los consideraban humanos y, si lo eran, eran
inferiores y no sus prójimos. Muchas mujeres consideran que matar al bebé
que está en su vientre no es asesinato, no es por el relativismo moral, es
porque no lo consideran un ser humano. Incluso, en las tribus caníbales, se
observa una moralidad de este tipo, ellos no se comen integrantes de su tribu;
sin embargo, sí lo hacen con los integrantes de las otras tribus. Ellos los
matan no porque no consideren que asesinar no sea malo, sino que lo hacen
porque los otros no son sus prójimos, y por lo tanto, no se les reconoce
ningún tipo de valor. En pocas palabras, al deshumanizar a las otras
comunidades, no se les reconoce el valor intrínseco que como humanos
poseen (Craig, s.f.)[18].

● Debido a que la ley moral se construye en el seno de una sociedad y


se puede aprender en casa, en una iglesia, en el colegio o de
cualquier otra manera, esto indica que no hay ninguna moral
objetiva

“La ley moral no es objetiva, los presocráticos tenían sus propias leyes
morales, no necesitaron de la Biblia para fundamentarla, no había
cristianismo, por lo tanto, este argumento de la moral queda refutado”, decía
un comentario en Facebook. El joven no hizo bien su tarea. Habla de
filósofos, pero no reconoce la diferencia entre la ontología (estudio del ser en
torno a su existencia) y la epistemología (estudio de cómo se genera y se
valida el conocimiento). En cuanto a la moral, en esta objeción se confunde
la existencia de la ley moral (ontología moral) y la manera de cómo
obtenemos esta ley moral (epistemología).

Algunos identifican la regla de oro dada por Jesús en otras tradiciones; pero
esto no es problemático, no es más que un indicio de que existe una ley moral
universal.
¿La Biblia es, entonces, la única manera de conocer la ley moral objetiva?
(Tenga en cuenta que no estoy diciendo que la Biblia no posee los
mandamientos morales objetivos, solo hago referencia a la manera como
llegamos a conocer esa ley moral), Si la respuesta es sí, nos preguntaríamos
por la manera cómo los primeros hombres descubrieron esta ley, cómo los
patriarcas llegaron a tener un acercamiento con ella; cómo un hombre como
Job era recto y justo; como supo José que acostarse con la mujer de Potifar
sería un pecado contra Dios. Esto fue posible, porque Dios se ha revelado al
hombre de diferentes maneras. Lo anterior no indica que, todo lo que se
aprende de los padres, o de la escuela o de algún líder religioso, sea
moralmente bueno, simplemente nos indica que existe una inclinación hacia
el descubrimiento de una ley moral objetiva, y que los caminos por los que
llegamos a descubrirla no es un argumento en contra de su existencia.

● Muchas personas son moralmente buenas sin necesidad de creer en


Dios y, por lo tanto, ellos mismos establecen su moralidad

Si observamos la vida de un escéptico, nos daremos cuenta que es capaz de


hacer muchas cosas que son correctas. Quizás ser un filántropo, amar a su
esposa e hijos, ser un buen vecino, entre otras cosas. Incluso podría ser
posible que pueda servir de ejemplo a uno que otro cristiano hipócrita. ¿Por
qué el escéptico puede hacer estas cosas sin creer en Dios? Porque la
existencia de la moralidad objetiva y de Dios, no depende de la creencia.
Incluso el escéptico puede hacer cosas buenas porque Dios existe. “El
argumento no es que la creencia en la existencia de Dios es necesaria para la
realidad objetiva de los valores y deberes morales, sino que Dios es necesario
para la realidad objetiva de los valores y deberes morales” (Craig, 2018, p.
184).

La capacidad de discernir entre lo bueno y lo malo, y poder hacer ciertas


cosas que son correctas, aún sin creer en la existencia de Dios, apunta a una
moralidad intrínseca en el mismo hombre. “Porque cuando los gentiles que
no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no
tengan ley, son ley para sí mismos, mostrando la obra de la ley escrita en sus
corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles
sus razonamientos”, dice Romanos 2:14-15 (cursivas fuera del texto). Fuimos
creados a imagen y semejanza de Dios (Génesis 1:27). El predicador dijo:
“He aquí, solamente esto he hallado: que Dios hizo al hombre recto, pero
ellos buscaron muchas perversiones” (Eclesiastés 7:29). En Génesis 3:22,
encontramos: “La conciencia respecto al bien y el mal es propia del ser
humano”. Pero debido al pecado, la conciencia del ser humano se ha
entenebrecido y no reconoce quien es su creador y tampoco sus caminos. Sin
embargo, así como un joven rebelde no acepta la paternidad de su progenitor,
el ADN no miente. Asimismo, aunque el hombre no reconozca la existencia
de Dios, en su alma se encuentran “las huellas del creador” escritas como una
la ley moral en su corazón.

(3) La moral objetiva apunta hacia un legislador moral


objetivo (Dios)

Un hombre rico se le acerca a Jesús, hinca su rodilla delante de él, y le


pregunta: “Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna? Jesús le
dijo: ¿por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo uno: Dios”
(Marcos 10:17-18). Los hombres hacemos buenas obras, pero no somos
esencialmente buenos, porque cometemos errores. Jesús le dice al joven rico:
¿conoces los mandamientos? Inmediatamente el joven dijo: todos los he
guardado desde mi juventud. Sin embargo, no hay ningún hombre en la tierra
que no falle. Bien lo dijo Santiago: “Porque cualquiera que guardare toda la
ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos” (Santiago 2:10).
En pocas palabras, ningún hombre puede ser el estándar para una moralidad
objetiva, debe existir un estándar que tenga no solo atributos morales
perfectos, sino que tenga atributos absolutos que lo hacen el ser
máximamente grande y concebible (Dios).

Pero ¿Cuál Dios?

Un inmoral pagano pensará: “me encantan los dioses de la mitología griega,


es más, nos parecemos bastante a ellos ¿Por qué no amar a un dios que fuese
tan permisivo como Zeus? Es un ejemplo digno de imitar: se embriaga con
vino, le encantan los encuentros sexuales con humanas, tiene un gran talento
para mentir y, lo mejor, como posee el poder nadie puede oponérsele”. El
error aquí es suponer que Dios es el estándar moral solo en virtud de su
poder. Es como un dictador con mucho poder, pero que puede ser inmoral,
pero debido a que es la autoridad lo que diga debe ser obedecido.

Lo anterior nos lleva al dilema de Eutifrón[19], en el diálogo, este le dice a


Sócrates que lo santo es lo que aman los dioses y lo impío es lo que ellos
aborrecen. Sócrates pregunta: ¿lo santo es amado por los dioses porque es
santo o es santo porque es amado por ellos? En una forma modificada y
aplicada al monoteísmo, la pregunta quedaría de la siguiente manera: ¿es lo
moralmente bueno mandado por Dios debido a que es moralmente bueno, o
es moralmente bueno porque es mandado por Dios? Pero, si decimos que
algo es bueno porque Dios lo manda, estamos diciendo que la ley moral es
arbitraria y Dios se convierte en un ser arbitrario y autoritario. Si decimos que
Dios manda o dice algo porque eso es bueno, estamos diciendo que el bien es
independiente de Dios (entonces no sería Dios), y si esto fuera así, la ley
moral sería algo a lo que Dios estaría sujeto. La situación se soluciona
entendiendo que el dilema es una falsa dicotomía, por lo que existe otra
posibilidad: lo bueno se basa en la naturaleza de Dios; en otros términos, las
cosas buenas son el reflejo de su carácter.

Dios posee atributos incomunicables o absolutos (solo le pertenecen a él) y


los atributos comunicables (por ejemplo, los atributos morales). Referente a
lo anterior, Grudem (2009) considera que:

No hay atributo que sea completamente comunicable […] La sabiduría de Dios por lo general
se diría que es un atributo comunicable, porque nosotros podemos ser sabios. Pero nunca
seremos sabios como él […] Podemos imitar el amor de Dios y tener parte con ese atributo
hasta cierto punto, pero nunca seremos infinitamente amorosos como lo es él. (pp. 159-160)

Son esos atributos morales los que establecen el estándar para el


establecimiento de una ley moral objetiva. En otras palabras, Dios es bueno
en sí mismo y por consiguiente es la suprema norma del bien. Como lo dice
la Biblia: “Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del
Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación”
(Santiago 1:17).

En conclusión, la existencia de la moralidad objetiva implica que debe existir


un legislador moral objetivo que la ha establecido. Como Dios es el ser
máximamente concebible (que posee los atributos morales perfectos), es la
respuesta más razonable para ser el legislador moral objetivo. Teniendo como
resultado una nueva evidencia circunstancial a favor de la existencia de Dios.
CAPITULO 15
Evidencia 4: Jesús resucitó de entre los muertos
«Mas ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Esta
es la palabra de fe que predicamos: que si confesares con tu boca que Jesús es
el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás
salvo»
(Romanos 10: 8–9).

El cristianismo se sustenta en la resurrección de Jesús. Puedes tener la Biblia


con muchísimas enseñanzas que creemos es inspiración de Dios, pero, si
Jesús no resucitó, nada de eso sirve. Si Jesús no resucitó, lo demás son solo
palabras. Si Jesús no resucitó, no importa si lo crees o no, porque el simple
acto de creer no hará que sea verdad. La resurrección es la base del
cristianismo porque es un hecho histórico. En Cristo se cumplen las profecías
del Antiguo Testamento, incluida su resurrección. El mensaje de los
apóstoles y la esperanza cristiana se centra en la resurrección de Jesús. Sin su
resurrección no hay cristianismo. Como lo dice el Apóstol Pablo en 1
Corintios 15: 15-20:
Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe. Y
somos hallados falsos testigos de Dios; porque hemos testificado de Dios que él resucitó a
Cristo, al cual no resucitó, si en verdad los muertos no resucitan. Porque si los muertos no
resucitan, tampoco Cristo resucitó; y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en
vuestros pecados. Entonces también los que durmieron en Cristo perecieron. Si en esta vida
solamente esperamos en Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres.
Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho.
La resurrección de Jesús no es un asunto que deba ser tomado a la ligera, toda
vez que así corrobora su identidad como el hijo de Dios, y es garantía de la
resurrección postrera.
La argumentación frente a la resurrección no es un razonamiento circular,
porque no se basa en una simple afirmación, sosteniendo que como la Biblia
menciona la resurrección, y como la Biblia es la palabra de Dios, por lo tanto,
Jesús resucitó de entre los muertos. Podríamos pensar que la resurrección es
verdadera porque se menciona en la Biblia, sin embargo, es la resurrección la
que legitima, por así decirlo, la veracidad de la Biblia. Entonces, el
argumento a favor de la resurrección podemos resumirlo de la siguiente
manera:
Según la historia, Jesús fue crucificado y levantado de entre los muertos. Su resurrección
validó su identidad como Hijo de Dios. Los escritos del Nuevo Testamento son históricamente
fiables y son testimonios de estos hechos. Por lo tanto, ambos, la historia y las escrituras,
confirman que Jesucristo de Nazaret fue levantado de entre los muertos, tres días después de
ser crucificado. (Broocks, 2016, p. 107)
El Dr. Gary Habermas ha reunido un conjunto de hechos que denomina
hechos mínimos o datos mínimos. De los 12 hechos mínimos tendremos en
cuenta solo cuatro para este caso, a saber:
● Jesús murió en la cruz y fue sepultado.
● La tumba de Jesús estaba vacía y nadie había sacado su cuerpo.
● Los discípulos creyeron haber visto a Jesús resucitado de entre los
muertos.
● Los discípulos fueron transformados después de sus supuestas
observaciones sobre la resurrección.
Según Habermas (2017):
Usando solamente esos hechos que son reconocidos como históricos aun por virtualmente
todos los eruditos críticos, debido a su aceptación de los datos que avalan esos eventos,
contamos con un fundamento histórico suficiente para estos y otros hechos relacionados como
para que se reconozcan como históricos. (p.44)

Lo anterior indica que, aun cuando el Nuevo Testamento no fuese verídico, el


caso a favor de la resurrección de Jesús se puede sustentar a partir de estos
hechos históricos, y sus hechos conexos.

● Jesús murió en la cruz y fue sepultado


“Mas cuando llegaron a Jesús, como le vieron ya muerto, no le quebraron las
piernas”, Juan 19:33.
La muerte de Jesús por crucifixión ha sido reconocida por diferentes fuentes
romanas, como: Talo, Tácito, Mara Bar Serapión y Flegón. Asimismo, por
fuentes judías como Flavio Josefo y el Talmud Babilónico (Wallace, 2019, p.
23).
El reconocimiento histórico de la muerte de Jesús por crucifixión hace
disparatado la teoría del desmayo o la muerte aparente, la cual indica que, en
realidad, Jesús no murió, sino que se desmayó en la cruz, y, luego de ser
sepultado, por el frio de la tumba, se habría despertado. Pero, Jesús murió, los
soldados romanos se aseguraron de que Jesús estuviera muerto, por eso le
clavaron una lanza en su costado. He escuchado muchas veces a escépticos
decir: “pero los romanos no eran médicos para decir que Jesús estaba
muerto”. Sí, en realidad no eran médicos, eran asesinos. Eran expertos en
todo tipo de torturas, y se aseguraban que todos los sentenciados a muerte en
realidad terminaran muertos.
El Dr. Alexander Metherell llegó a la conclusión de que nadie sobrevivía a la
crucifixión; su dictamen médico lo sustenta teniendo en cuenta las
condiciones a las que estuvo sometido Jesús. Sobre estos hechos, Strobel
(2000) apuntó así:
Lo acostaron y clavaron sus manos en posición abierta en el madero horizontal. Esta viga se
llamaba patibulum […] Los romanos usaban estacas de doce a diecisiete centímetros de largo y
afiladas hasta terminar en una punta aguda. Se las clavaban por las muñecas […] En ese punto,
Jesús fue alzado para unir el madero con el polo vertical y luego le pusieron los clavos en los
pies. Nuevamente, los nervios de sus pies fueron triturados […] sus brazos debieron haberse
estirado inmediatamente, probablemente alrededor de quince centímetros de largo y ambos
hombros se deben haber dislocado, lo cual se puede determinar con una simple ecuación
matemática […] La crucifixión es en esencia una muerte lenta y agonizante por asfixia […] A
medida que la persona reduce el ritmo respiratorio, entra en lo que se denomina acidosis
respiratoria: el dióxido de carbono de la sangre se disuelve como ácido carbónico lo cual causa
que aumente la acidez de la sangre. Finalmente, eso lleva a un pulso irregular. De hecho, al
sentir que su corazón latía en forma errática, Jesús se hubiera dado cuenta de que estaba a
punto de morir, y es entonces que pudo decir: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu." Y
luego murió de un paro cardíaco. (pp. 227-230).
En cuanto a su sepultura, dice la Biblia que:
Cuando llegó la noche, vino un hombre rico de Arimatea, llamado José, que también había sido
discípulo de Jesús. Este fue a Pilato y pidió el cuerpo de Jesús. Entonces Pilato mandó que se le
diese el cuerpo. Y tomando José el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia, y lo puso en su
sepulcro nuevo, que había labrado en la peña; y después de hacer rodar una gran piedra a la
entrada del sepulcro, se fue. (Mateo 27:57–60)
Luego de su muerte, Jesús fue sepultado por José de Arimatea, un miembro
del sanedrín, la asamblea que había votado a favor de la crucifixión de Jesús.
Algunos opositores han catalogado a José de Arimatea como un personaje
ficticio; lo cual, no parece probable. La fuente más antigua que poseemos del
credo cristiano fue citada por el Apóstol Pablo en 1 Corintios 15: 1-8, credo
que había recibido en su visita a Jerusalén. Esta tradición o credo, según han
afirmado algunos comentaristas, fue la fuente que usó el evangelio de
Marcos, la cual data solamente siete años después de la crucifixión de Jesús
(Craig, 2018). El hecho de que la fuente sea muy temprana, elimina la
posibilidad de que José de Arimatea fuese un invento posterior; además, si la
sepultura de Jesús fuese una invención, lo que menos hubiese podido pasar
por la cabeza de un judío era tener en cuenta un personaje que hacía parte del
sanedrín.
Así mismo, el reconocimiento de Jesús siendo sepultado por José de
Arimatea, hace improbable la teoría de que los discípulos fueron a la tumba
equivocada y la teoría de que Jesús fue lanzado a una fosa común por haber
muerto por crucifixión, porque: (1) La tumba de José de Arimatea era
conocida; además, colocaron una guardia frente a ella, y (2) si los discípulos
fueron a la tumba equivocada, fácilmente hubieran mostrado la tumba donde
Jesús habría sido sepultado. En cuanto a la fosa común, Craig Evans (1996)
responde de la siguiente manera:
La autoridad romana en Israel normalmente permitía la sepultura de criminales ejecutados,
incluyendo los crucificados […] De acuerdo con las leyes y costumbres, cuando el concilio judío (o
Sanedrín) condenaba a muerte a alguien, por el medio que fuera, le correspondía al consejo enterrar
a esa persona […] [por lo tanto] no hay nada irregular en los informes de los evangelios de que un
miembro del Sanedrín pidiera permiso para retirar el cuerpo de Jesús y darle digna sepultura.
(Citado en J. Mcdowell y S. Mcdowell, 2017a, pp. 287-288)
● La tumba de Jesús estaba vacía y nadie había sacado su cuerpo
“El primer día de la semana, María Magdalena fue de mañana, siendo aún
oscuro, al sepulcro; y vio quitada la piedra del sepulcro. Entonces corrió, y
fue a Simón Pedro y al otro discípulo, aquel al que amaba Jesús, y les dijo: Se
han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto”. San
Juan 20:1–2.
El descubrimiento de la tumba vacía por parte de las mujeres, está
atestiguado en los cuatro evangelios, con algunas pequeñas discrepancias; lo
cual, es normal cuando diferentes testigos dan testimonio respecto a algún
suceso.
Según el Dr. William Lane Craig:
Las mujeres se encontraban en los peldaños más bajos de la escalera social en la Palestina del
siglo I […] El testimonio de las mujeres se consideraba tan inservible que ni siquiera se les
permitía que se presentaran como testigos legales en un tribunal judío”. (Strobel, 2000, p. 252)

Si un judío del primer siglo hubiese inventado una historia como la de la


resurrección, no habría indicado que las mujeres fueron las primeras en dar
las buenas nuevas.
Por otro lado, según Mateo 28:11-15, el informe de la guardia indica que, en
realidad, el cuerpo no se encontraba en la tumba. La teoría sobre el cuerpo
robado de Jesús, dice Mateo, que aún se divulgaba en los días en que este
escribió el evangelio según San Mateo. Es más:
La amplia circulación de esta historia probablemente haya llevado al emperador romano a
emitir un edicto para condenar a los violadores de tumbas […] [por otra parte] Si todos [los
soldados] estaban dormidos, era imposible saber que los discípulos de Jesús fueron los que
quitaron el cuerpo. Además, es inverosímil que todo el destacamento se durmiera al mismo
tiempo. Por último, los soldados que se dormían en el servicio eran severamente castigados o
incluso ejecutados. (Biblia de estudio Holman, 2014, p.1525)

Por lo anterior, la teoría del cuerpo robado o la conspiración, es improbable.


Ahora, vayamos a un extremo y digamos que fueron los discípulos quienes
robaron el cuerpo. ¿Qué los motivó hacer esto? Wallace (2019) dice:
Los apóstoles no ganaron nada desde el punto de vista financiero […] [los apóstoles] eran
hombres casados (muy probablemente) que tenía en gran estima a la castidad y a la pureza
sexual. […] Las vidas de los apóstoles del siglo primero, en nada se parecen a las de los papas
católico–romanos. […] la inferencia más razonable, teniendo en cuenta lo que sabemos sobre
sus muertes, es que la búsqueda de poder no fue el motivo que impulsó a estos hombres [a los
apóstoles] a hacer las afirmaciones. (pp. 228–233)

Queda pues establecido que la tumba estaba vacía.


● Los discípulos creyeron haber visto a Jesús resucitado de entre los
muertos
Como se ha dicho hasta el momento, los primeros informes sobre la
resurrección fueron escritos primeramente por Pablo, en su carta dirigida a la
iglesia en Corinto (1 Corintios 15:3 -8):
Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros
pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a
las Escrituras; y que apareció a Cefas, y después a los doce. Después apareció a más de
quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen. Después
apareció a Jacobo; después a todos los apóstoles; y al último de todos, como a un abortivo, me
apareció a mí.

Las afirmaciones del Apóstol Pablo se basan en un testimonio recibido de


parte de los Apóstoles (testigos oculares) en su visita a Jerusalén alrededor
del año 36 d. C., cuando pasó dos semanas con Cefas y Santiago (Gálatas
1.18). Catorce años después, volvió a Jerusalén en compañía de Bernabé y de
Tito, y les expuso en privado a los que tenían cierta reputación el evangelio
que predicaba a los gentiles (Gálatas 2:1–2). Las apariciones de Jesús luego
de que resucitó son un fundamento al que apelaban los testigos oculares, por
lo que estas declaraciones del Apóstol Pablo no son una simple interpretación
o descripción que surgieron de su mente, sino una transmisión de un credo
surgido inmediatamente tras el suceso de la resurrección.
Este credo puede ser contrastado en los cuatro evangelios y en el libro de
Hechos, en el cual Lucas, el médico, afirma que Jesús se les apareció vivo
durante cuarenta días, y lo hizo con pruebas convincentes (Hechos 1:3).
Según Lucas 24:38-39, Jesús se les apareció y ellos creyeron que era un
fantasma, entonces Jesús les dice: “Mirad mis manos y mis pies, que yo
mismo soy; palpad, y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como
veis que yo tengo”. El hecho de que la resurrección sea completamente
corporal y sea corroborada por diferentes testigos oculares, implica que los
escritores del Nuevo Testamento no copiaron esta historia de mitos paganos.
Según Craig (2018):
Muchos de los supuestos paralelos son en realidad historias de apoteosis, la divinización y
asunción del héroe al cielo (Hércules, Rómulo). Otros son historias de desapariciones […]
otros son símbolos estacionales para el ciclo del cultivo […] algunas son expresiones políticas
de adoración al emperador […] ninguno de estos es paralelo […] Los eruditos [de este último
siglo] se dieron cuenta de que la mitología pagana es simplemente el contexto interpretativo
incorrecto para entender a Jesús de Nazaret. […] Jesús y sus discípulos fueron judíos palestinos
del primer siglo, y es en ese contexto que deben ser entendidos. La falsedad de los supuestos
paralelos es solo una indicación de que la mitología pagana es el contexto interpretativo
incorrecto para entender la creencia de los discípulos en la resurrección de Jesús. (pp. 406 –
407)

Queda pues establecido que, en realidad, los discípulos testificaron que


vieron a Jesús luego de su resurrección. El mismo historiador ateo, Gerd
Lüdeman, afirma que “puede tomarse como históricamente cierto que Pedro
y los discípulos tuvieron experiencias en las cuales después de la muerte de
Jesús este se les apareció como el Cristo Resucitado” (Luderman, 1995,
citado en Urbina, 2018, p. 113).
La explicación a las apariciones es que en realidad Jesús resucitó. Sin
embargo, hay algunas teorías alternativas a las apariciones. La principal es la
que asevera que los discípulos tuvieron alucinaciones.
Las alucinaciones ocurren con cierta normalidad cuando un ser querido
muere y hay un fuerte apego, de tal manera, que luego de su muerte algunos
familiares dicen haber comido y hablado con el difunto. Lo anterior indica
que se necesita una predisposición para que la alucinación sea posible.
Sin embargo, los relatos demuestran que:
(1) Los discípulos tenían una aversión hacia el suceso de la muerte y, por lo
tanto, se habían dispersado y vuelto a sus trabajos. Ellos esperaban que Jesús
fuera quien había de redimir a Israel, esperaban a un líder político y militar;
además, reconocían la maldición que recaía sobre todo el que era crucificado;
nunca esperarían ningún tipo de resurrección física, ellos creían era en la
resurrección postrera. Muchos mencionan que la incredulidad fue exclusiva
de Tomás, pero la historia nos muestra que los demás discípulos no tenían
ninguna predisposición a creer en ninguna resurrección, aun cuando Jesús la
había profetizado. Al encontrar la tumba vacía, ellos pensaron en diferentes
respuestas a esta evidencia:
1. Alguien movió el cuerpo (Juan 20:2).
2. El jardinero u hortelano movió el cuerpo – Confunde a Jesús con el
Hortelano (Juan 20:13–15).
3. Los apóstoles creyeron que el relato de las mujeres fue una locura
(Lucas 24:1-11) (J. McDowell y S. McDowell, 2017a, p. 327).
Fueron las apariciones de Jesús las que corroboraron que lo que relataban las
mujeres era cierto.
(2) Las alucinaciones tienen unas características específicas respecto al sujeto
(predisposición), modo (de manera individual) y lugar (normalmente en
espacios cerrados). Los relatos muestran que Jesús se les apareció a diferentes
grupos en diferentes lugares. Igualmente, se les apareció a hombres como el
Apóstol Pablo (perseguidor de la iglesia) y a su hermano escéptico.
Estas apariciones son, en definitiva, diferentes a cualquiera que haya surgido
en la historia, pues “las alucinaciones largas, sostenidas y detalladas no tienen
ningún respaldo histórico y son intuitivamente irrazonables” (Wallace, 2019,
p. 225).
● Los discípulos fueron transformados después de sus supuestas
observaciones sobre la resurrección
Cuando leemos los evangelios encontramos que Jesús llamó a doce hombres
y los nombró como sus discípulos o apóstoles. Hombres comunes y
corrientes sin ningún estudio. Eran sin letras y del vulgo (Hechos 4:13).
Durante su ministerio, hubo algunos con mayor cercanía a Jesús, sin
embargo, aún se podían catalogar como hombres carnales. Cuando Jesús fue
arrestado, Pedro inmediatamente sacó su espada y le cortó la oreja a un
hombre llamado Malco. Todos los discípulos huyeron despavoridos. Pedro lo
siguió de lejos, pero horas más tarde lo negó maldiciendo. Después de la
muerte de Jesús, los discípulos, que habían sido pescadores, volvieron a su
labor. Incluso después de que se aparece Jesús a dos de ellos en el camino a
Emaús, no lograron reconocerlo inmediatamente, y ante la pregunta de Jesús
sobre lo que hablaban, uno de ellos, llamado Cleofas, se sorprende porque la
muerte de Jesús era conocida por todos en Jerusalén. Cleofas le cuenta la
historia de la muerte de Jesús como si todo ya estuviera perdido. Le dicen a
Jesús: “Pero nosotros esperábamos que él [Jesús] era el que iba a redimir a
Israel. Pero, además de todo esto, este es el tercer día desde que estas cosas
acontecieron”. (Lucas 24:21). Note que dice “esperábamos”.
Algo sorprendente ocurrió unos días después, en pentecostés luego del
derramamiento del Espíritu Santo, Pedro se pone en pie con los once y
predica su primer sermón. Los Apóstoles habían sido transformados. La
resurrección de Jesús había hecho que su fe fuera reactivada y que pudieran
confiar en él, de tal manera que entregarían su vida si fuera necesario en el
cumplimiento de la Gran comisión. El Espíritu Santo los dotó de poder para
que fueran testigos de este mensaje en todo lugar. El cambio fue
impresionante: pasaron de ser unos frustrados y desilusionados, a ser los
primeros testigos de la resurrección de Jesús y a sostener su testimonio
incluso con su propia vida.
Para muchos, los discípulos murieron por una mentira, así como en la
actualidad muchos musulmanes radicales lo hacen al inmolarse. Pero, esto no
se trata solo de la sinceridad o de qué tanto crees en algo. Un musulmán, en
la actualidad, puede morir creyendo que algo es verdad y, quizás, un cristiano
también. Sin embargo, el testimonio de cada uno de los discípulos no es de
alguien que simplemente creía que algo era verdad, sino que fueron testigos
oculares de ese hecho que ellos proclamaban como verdad. Los milagros
alrededor de la vida de Jesús podrían ser suficientes para ser cristiano, pero,
los discípulos entregaron su vida no por los milagros que observaron de
Jesús, sino por la confirmación de que en realidad lo vieron resucitado. El
cristianismo difiere sustancialmente del islam, los que se inmolan creen en
Alá y en Mahoma, pero, nunca ha habido ninguna prueba milagrosa de que el
islam sea verdadero (Geisler y Turek, 2019).
La transformación de la vida de los apóstoles fue evidente, y según el experto
en Nuevo Testamento, Craig Keener:
El testimonio de los discípulos no fue algo inventado. Los antiguos también
reconocían que la disposición a morir por sus convicciones verificaba al menos la sinceridad de
su motivación, lo cual elimina la posibilidad de una mentira o un invento. Ciertamente hay
gente que muere por valores que son falsos; sin embargo, normalmente no mueren
voluntariamente por algo que es falso. El engaño intencional de los discípulos es una hipótesis
implausible. (Keener, 2009, p. 342)

Conclusión
Según Geisler y Turek (2019), debido a que la resurrección es un hecho
sobrenatural, el escéptico, por su prejuicio hacia lo sobrenatural, exigirá
algún tipo de evidencia extraordinaria. Extraordinario es algo fuera de lo
común, algo así como un milagro. ¿Otro milagro que corrobore el milagro de
la resurrección? Quizás lo que necesita es lo que muchos llaman evidencia
“abrumadora”. Pero abrumador es un tanto ambiguo, ¿bajo qué estándar, una
evidencia se puede catalogar como abrumadora? Siempre habrá una objeción
más a la evidencia que se le presente. Si lo que desea es algún tipo de prueba
científica, no podría aceptar ningún suceso histórico. Los sucesos históricos
se prueban observando las evidencias que se tienen, ya sean documentales o
testimoniales. En este sentido, los manuscritos del Nuevo Testamento en los
cuales hay atestiguación múltiple de la resurrección, han sido analizados
teniendo en cuenta tres pruebas: la prueba bibliográfica, la prueba de la
evidencia interna y la prueba de la evidencia externa. A partir de las cuales
se ha podido concluir que:
Podemos estar seguros de que se ha establecido un texto puro del Nuevo Testamento […] [que]
los evangelios deben considerarse como informes confiables de la vida, muerte y resurrección
de Jesús […] si una persona rechaza la Biblia como historia pobre, debe rechazar los otros
escritos de la antigüedad. Ningún otro documento tiene tanta evidencia para demostrar que
puede ser confiable. (J. McDowell y S. McDowell, 2017b, pp. 72 -89)
Por lo anterior, y gracias a los hechos mínimos históricos presentados,
podemos inferir que la resurrección de Cristo es razonable; además, los miles
de testimonios de personas transformadas gracias a este mensaje son una
evidencia adicional a la veracidad de la resurrección.
En palabras del erudito del nuevo testamento N.T. Wright, podemos concluir
que:
La única razón posible por la que el cristianismo empezó y tomó la forma que tomó es que la
tumba realmente estaba vacía y que hubo gente que realmente se encontró con Jesús, vivo de
nuevo, y […] que, aun cuando admitirlo supone aceptar un reto en lo que a la cosmovisión
como tal se refiere, la mejor explicación histórica de todos estos fenómenos es que Jesús, en
efecto, fue resucitado corporalmente de entre los muertos. (Wright, 2003, p. 33)
La resurrección de Cristo es la garantía que sostiene nuestra esperanza.
Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo
renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, para una
herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros, que
sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está
preparada para ser manifestada en el tiempo postrero. 1 Pedro 1:3–5.
Capítulo 16
Cuatro evidencias, un veredicto
«Para los científicos que han vivido por su fe en el poder de la razón, la
historia termina como un mal sueño. Él ha escalado las montañas de la
ignorancia; está a punto de conquistar el pico más alto; al subirse a la última
roca, es recibido por una banda de teólogos que habían estado sentados allí
por siglos».
Robert Jastrow, Dios y los astrónomos

Comenzamos el caso a favor de la existencia de Dios respondiendo una serie


de suposiciones ateas en torno a la manera como se puede conocer la verdad.
Se ha mostrado que existen una serie de verdades que escapan al método
científico debido a sus limitaciones; De igual manera, se presentó de manera
somera las implicaciones que conllevan el aceptar el cientificismo de muchos
escépticos. En cuanto a Dios, se ha dejado claro que no existe una prueba
empírica en el laboratorio que demuestre su existencia, esto debido a las
características que posee. Para este caso se han presentado cuatro evidencias
circunstanciales y se han examinado en términos generales las alternativas
que surgen como explicaciones a estas evidencias. Este recorrido ha partido
de la observación de lo que denominamos “las huellas del creador”, evidencia
que se ha presentado en forma de argumentos deductivos para llegar a la
conclusión más razonable. Este caso acumulativo nos permite creer que la
explicación más razonable a estas evidencias es la existencia de Dios. Pero,
¿qué tipo de Dios?, ¿quién es ese Dios?
Para responder estas preguntas debemos identificar las características que se
deducen de las evidencias circunstanciales y argumentos presentados. Así, de
cada uno obtenemos ciertas características que nos indican quién es ese Dios.
Evidencia 1: Los cielos cuentan la gloria de Dios
A partir del argumento cosmológico Kalam, identificamos algunas
características de la causa del universo:
(1) Incausada, (2) Atemporal, (3) inmaterial, (4) aespacial, (5) trascendente,
(6) Todopoderoso e (7) inmutable. Estas características se desprenden de
la conclusión del argumento.
(1) Incausado: lo es por cuanto nada es antes de él. Que sea incausada implica
que sea auto existente. A este atributo se le conoce como aseidad, la cual
viene del latín aseite, que significa “de uno mismo”. En otras palabras, la
aseidad es un atributo de Dios que indica que “él existe en y de sí
mismo”. Moisés lo declara en el Salmo 90:2 como sigue: “Antes que
naciesen los montes Y formases la tierra y el mundo, Desde el siglo y
hasta el siglo, tú eres Dios”.
(2) Atemporal: la eternidad es atemporal. Dios tiene una existencia atemporal
por cuanto en él no aplican categorías como “presente”, “pasado” y
“futuro”, porque estas solo existen dentro del tiempo. Dios no tiene
principio ni fin, Dios no está sometido al tiempo, el tiempo surge con el
origen del universo, por lo cual, su causa no está sometida a la
temporalidad. Isaías 57:15 nos dice: “Porque así dijo el Alto y Sublime, el
que habita la eternidad y cuyo nombre es el Santo…”.
(3) Inmaterial y aespacial: no se puede ver y no ocupa un lugar en el espacio.
Este atributo corresponde con su naturaleza: Dios es espíritu (Juan 4:24).
La palabra hebrea que traduce espíritu es ruwach, y puede significar
viento, aliento, vida, ira, insustancialidad, región del cielo, o el espíritu de
un ser racional. La palabra griega traducida como espíritu, pneuma, puede
significar una corriente de aire, aliento, un soplo repentino, brisa, espíritu,
alma, principio vital, disposición, ángel, demonio, o Dios. Cuando la
Biblia dice que Dios es Espíritu, está afirmando que él no puede ser visto
ni tocado físicamente por los seres humanos. En cuanto a la aespacialidad,
Dios no está sometido al espacio. No que sea una sustancia regada por
todo el universo, sino que aparte de no estar sometido al espacio, está
presente en todas partes, a este atributo lo conocemos como
omnipresencia, como lo dicen los Salmos 139: 7–8: “¿A dónde me iré de
tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia? Si subiere a los cielos, allí
estás tú; Y si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás”.
(4) Trascendente: según Geisler (2003), la trascendencia “se refiere al hecho
de que Dios está por encima y más allá de toda la creación […]
Inherentemente, Dios es infinito, pero en relación con su universo, él es
trascendente” (p. 512). El rey Salomón, refiriéndose a la trascendencia de
Dios, dijo: “Pero, ¿es verdad que Dios morará sobre la tierra? He aquí que
los cielos, los cielos de los cielos, no te pueden contener; ¿cuánto menos
esta casa que yo he edificado?” (1 Reyes 8:27).
(5) Todopoderoso: solo un ser con increíble poder puede crear un universo. Se
necesita de un ser todopoderoso para traer el universo a la existencia desde
literalmente la nada.
(6) La inmutabilidad: esta característica se infiere de la imposibilidad de que
exista una regresión de causas infinitas en el pasado, estas causas
producen cambios y/o efectos; entonces, ante tal imposibilidad, la causa
incausada carece de cambios. Esta causa sigue siendo inmutable aún
después del origen el universo.

Evidencia 2: la mente detrás del ajuste cósmico

A partir de este argumento se puede inferir el atributo de la omnisciencia y


la sabiduría. Con la omnisciencia se reconoce que él tiene conocimiento
pleno, y con la sabiduría entendemos que él toma las decisiones correctas
para lograr sus objetivos. En cuanto al ajuste del universo, el diseñador
tiene el conocimiento pleno de cada una de las constantes y demás
criterios para que existiese la vida; igualmente, ejecutó de manera
magistral su plan para sintonizar cada una de las variables y constantes.
Esto se puede ejemplificar de la siguiente manera: se va a construir un
objeto, se puede necesitar de un matemático y/o un físico teórico para
hacer los cálculos respectivos, pero luego se necesita de un ingeniero para
hacer lo que está planteado. Dios pensó el universo y él mismo lo diseñó
para que permitiese la vida. El atributo de la omnisciencia y la sabiduría,
producto de esta segunda evidencia, confluyen en una conclusión
inexorable: la causa del universo es un ser personal.

Evidencia 3: La moralidad objetiva y el legislador Moral objetivo

La existencia de una ley moral objetiva indica la existencia de un legislador


moral objetivo. Tal legislador moral objetivo es la norma suprema del bien.
Este legislador no se encuentra sometido a la norma, porque esta es el reflejo
de su naturaleza moral. No es solo un legislador moral, sino que es la norma
o el estándar de la bondad. Por lo tanto, podemos indicar que el legislador
moral objetivo es absolutamente perfecto, o “moralmente impecable: no es
simplemente un ser infinito; él es un ser infinitamente perfecto” (Geisler,
2003, p. 342). Como lo indica Deuteronomio 32:4 “Él es la Roca, cuya obra
es perfecta, porque todos sus caminos son rectitud; Dios de verdad, y sin
ninguna iniquidad en él, Es justo y recto”.

Evidencia 4: Jesús resucitó de entre los muertos

Esta evidencia apunta a que el Dios que existe se ha interesado por sus
criaturas. No es como el dios de los deístas, que creó el mundo y lo dejó solo.
Sino que, cuando Dios creó el mundo, lo creó libre de maldad y sufrimiento.
Luego de la desobediencia del hombre, la muerte, la angustia, el dolor, el
hambre, la tristeza, las guerras, se enseñorearon del mundo. Dios nunca le dio
la espalda al hombre, y demostró su amor y su misericordia enviando a su
hijo a padecer la muerte en la Cruz. El apóstol Pablo, con claridad meridiana,
explica la importancia del sacrificio de Jesús en Romanos 3: 21–26:

Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por
los profetas; la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él.
Porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios,
siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a
quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia,
a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, con la mira de
manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de
la fe de Jesús.
Asimismo, el Apóstol aclara que la justificación que se recibe por la fe en
Cristo Jesús solo es posible si Jesús resucitó (Romanos 4:25).
La resurrección de Jesús apunta hacia la existencia de un Dios que se interesa
por su humanidad y que les ha proveído la manera de que obtengan la
salvación de su alma.
El veredicto
Las evidencias circunstanciales que se presentaron en este caso apuntan hacia
la existencia de un Dios auto existente, eterno, inmaterial, aespacial,
trascendente, todopoderoso, inmutable, omnisciente, sabio, bondadoso,
moralmente perfecto y que ha demostrado su amor por la humanidad
enviando a su hijo para librarnos del pecado y de la muerte. Si bien estas
características, aunque son concordantes con el Dios bíblico, no son
inferencia partiendo de la Biblia, antes bien, son las evidencias
circunstanciales las que nos han guiado hacia ellas. En conclusión, al
presentar algunas evidencias circunstanciales, y al analizarlas, podemos
concluir que lo más razonable es aceptar que Dios existe, y que este Dios se
ha revelado a través de la escritura y en la persona de Jesús.
Capítulo 17
De oídas te había oído, mas ahora …
«En mis razonamientos sobre la insolubilidad del problema de Dios, no había
previsto la posibilidad de un contacto real, de persona a persona, aquí abajo,
entre un ser humano y Dios».
Simone Weil, A la espera de Dios
«y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro
corazón»
(Jeremías 29:13).

¿Eres tú el que había de venir o esperamos a otro?, le preguntó Juan el


Bautista a Jesús por medio de sus mensajeros. Juan había estado convencido
en su mente de que Jesús era el mesías. Había preparado el camino a Jesús
diciendo: “yo bautizo con agua; mas en medio de vosotros está uno a quien
vosotros no conocéis. Este es el que viene después de mí, el que es antes de
mí, del cual yo no soy digno de desatar la correa del calzado” (Juan 1:26-27).
Juan reconoció a Jesús como “el Cordero de Dios, que quita el pecado del
mundo" (Juan 1:29). Asimismo, durante el bautismo de Jesús recibió la señal
de parte de Dios que confirmaría lo que él creía (Juan 1:33). Sin embargo,
cuando fue encarcelado injustamente, y ante su muerte inminente, tuvo un
momento de incertidumbre. Juan no era diferente a nosotros, y ante la
adversidad y, esperando que Jesús actuara de una manera específica, se sintió
frustrado porque no fue como él pensaba. Aun así, acudió a Jesús para
obtener la respuesta. Jesús le indicó que sencillamente él estaba cumpliendo
lo que estaba profetizado. Jesús concluye su mensaje a Juan el bautista
diciéndole: “bienaventurado el que no tropieza por causa de mí” (Mateo
11:6). El Dr. Erwin Lutzer explica esta bienaventuranza de la siguiente
manera:

Bienaventurado el que comprende que debemos confiar en el corazón de Dios cuando no


podemos comprender su mano; bienaventurado el que sabe que debemos mantener un
reverente temor ante la presencia del misterio de los propósitos de Dios. Bienaventurado el que
sigue creyendo, pase lo que pase. Bienaventurado el que permite que Dios sea Dios (Leandi,
2018).
De esta historia podemos observar la importancia de creer con la mente y el
corazón. Si usted cree solo con el corazón, puede ser que esto sea solo
producto de sus sentimientos, y un día que esté cabizbajo deseche lo que cree.
Empero, cuando su mente es renovada y lo que usted cree no solo lo siente si
no que está plenamente seguro en su mente, podrá tener una fe cimentada y
saludable. Las evidencias son importantes para el desarrollo y la cimentación
de nuestra fe. Juan el Bautista recibió las evidencias de primera mano, lo
mismo ocurrió con los apóstoles cuando se dieron por enterados de la
resurrección de Jesús. Sin embargo, la confirmación la recibieron gracias a un
encuentro con Jesús. No es difícil vislumbrar el impacto que puede tener
Jesús en la vida de una persona, la historia ha mostrado que Jesús:
Es la figura central de la raza humana… [estamos en lo correcto cuando decimos] que todos los
ejércitos que marcharon, todas las armadas que navegaron, todos los parlamentos que se
sentaron, todos los reyes que reinaron –todos juntos- no han afectado la vida del hombre en
esta tierra tanto como aquella vida. (Turek, 2018, p. 172)

Muchas personas han rechazado esta bienaventuranza sin ni siquiera


escudriñarla. Otros, por prejuicios, ni siquiera se han dado a la tarea de
escudriñar la información que se les ofrece. Puede ser que las evidencias
ofrecidas en este libro hagan efecto en la vida de algún lector y pueda decir:
“en realidad, existe Dios”. No obstante, aún está a mitad de camino. No solo
es suficiente decir que existe, sino que es indispensable reconocerlo como el
salvador. Muchas personas tienen dudas de tipo intelectual, en algunos son
solo una cortina de humo para esconder sus verdaderos motivos: no querer
ser estorbados por ningún tipo de autoridad divina. Recuerde que estas
evidencias solo buscan allanar el camino y quitar las piedras que no permiten
que las personas tengan un encuentro con el creador, pero es decisión de cada
uno si en realidad quiere seguir estas evidencias y pasar a un siguiente nivel.

El pastor Peter Grant presentó una ilustración para explicar lo que ocurre
cuando somos guiados por las evidencias y tenemos finalmente un encuentro
con Dios

Digamos que usted va hacia la oficina para ver si está su jefe. Ve su auto en el estacionamiento.
Le pregunta a la secretaria si se encuentra y ella dice: sí, acabo de hablar con él. Ve luz por
debajo de la puerta de su oficina. Usted le escucha hablar por teléfono. Basado en toda esta
evidencia, tiene buena base para concluir que su jefe está en la oficina. Sin embargo, podría
hacer algo muy diferente. Podría ir a la puerta y golpear en ella y encontrarse cara a cara con el
jefe. Entonces, la evidencia del auto en el estacionamiento, el testimonio de la secretaria, la luz
debajo de la puerta, la conversación telefónica, aunque sean válidos tomaría un papel
secundario porque ahora ya se encontró cara a cara con el jefe. (Strobel, 2001, p. 96)
Según Craig, esto mismo nos ocurre cuando tenemos un encuentro con Dios.
Todo el caso que se ha presentado a partir de evidencias y argumentos a favor
de su existencia, “aunque sean perfectamente válidos, toman un papel
secundario. Ahora resultan la confirmación de lo que el mismo Dios nos ha
enseñado de una forma sobrenatural a través del testimonio del Espíritu Santo
en nuestros corazones” (Strobel, 2001, p. 96).
Pero este no es el final, porque cuando se tiene ese encuentro con Dios ya no
será simplemente nuestro creador, sino que si lo aceptamos y le obedecemos
llegamos a ser hijos de Dios. El Apóstol Juan nos dice: “mirad cuál amor nos
ha dado el Padre, que seamos llamados hijos de Dios: por esto el mundo no
nos conoce, porque no le conoció a él” (1 Juan 3:1).
El ser humano es quien decide si lo sigue rechazando, pero si decide
aceptarlo no importa su nacionalidad, su raza, sus debilidades, sus pecados,
pues el que se acerca a Dios, él no lo hecha fuera (Juan 6:37).

Esta realidad, la he experimentado en mi vida. Después de seguir las


evidencias por muchos años, y dar el paso hacia el siguiente nivel, puedo
decir finalmente con total claridad:
Mas ahora mis ojos te ven.
Agradecimientos
A mi señor Jesús, él es la razón de mi existencia.
A mi esposa Oneida Bocanegra. Su amor, comprensión, apoyo incondicional
y aportes, fueron cruciales para la escritura de este libro.
Al pastor Eduardo Forero Peralta, quien humildemente aceptó leer y prologar
este libro. Dios lo bendiga grandemente.
A mi amigo Eli Faber Andrades, por sus valiosos aportes y críticas a algunos
capítulos del libro.
Al pastor y teólogo Gerson Serna, por su motivación y diligente labor
editorial.
Al pastor Juan Pablo Ramírez por su creatividad en el diseño del libro.

.
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[1]
P alabras o sonidos que se repiten, que, según algunas creencias, tienen poderes espirituales.
[2]
Se le llama argumento o razonamiento circular, porque es un error asumir lo que se intenta probar.
En el diálogo de Andrés se intenta demostrar la existencia de Dios de la siguiente manera: La Biblia
dice que Dios existe, por tanto, existe Dios, y eso lo sé porque la Biblia ha sido inspirada por Dios,
porque ella así lo dice.
[3]
No fue la única vez que el Apóstol Pablo usó frases de algunos filósofos, a saber: “En él, y nos
movemos y somos” (Epiménides de Cnosos). “Linaje suyo somos” (Arato). Los cretenses, siempre
mentirosos, malas bestias, glotones ociosos (Epiménides). Entre otras.
[4]
En el capítulo 2 “la apologética es un mandato para todo cristiano”, se han presentado algunas citas
bíblicas donde se evidencia que la apologética es un deber del cristiano. Pero, no se presentaron
ejemplos de actividad apologética.
[5]
Según el Salmo 14:1 el que afirma que no hay Dios, es un necio. Ese necio, es un ateo, porque niega
la existencia de Dios. Sin embargo, no todos los necios son ateos.
[6]
La omnipresencia como atributo se desarrolla en la Biblia, pero la palabra no se encuentra.
[7]
La Biblia traducción en lenguaje actual (TLA) evita los eufemismos y simplemente dice “Pon al
tonto en su lugar, para que no se crea muy sabio”. El problema está en que la palabra tonto puede no
solo hacer alusión a una persona necia, sino que en el lenguaje coloquial mucha gente lo usan para
referirse de manera despectiva a personas con dificultad cognitiva.
[8]
En el derecho, el nexo causal es el enlace entre un hecho y el daño, o el enlace causa – efecto.
Entonces, el conocimiento por sí solo, no afecta el mundo. Lo que sí tiene nexo causal con el mundo,
son las acciones de sujetos que poseen ese conocimiento.
[9]
Este capítulo no defiende los argumentos como aquello que produce arrepentimiento en la persona.
Los argumentos por sí solos, no producen fe. Sin embargo, son los argumentos, bien sea, como una
presentación razonada del evangelio, o de la existencia de Dios, crea un ambiente propicio para que la
persona deje a un lado los obstáculos intelectuales y decida tener un encuentro con Jesús, el cual lo
convencerá definitivamente.
[10]
Ver capítulo 3 en el apartado “¿No se puede usar la lógica para hablar sobre Dios?”, para
recordar por qué la fe no es ilógica, y que Dios no actúa con una lógica diferente.
[11]
Enlace del video citado: https://www.youtube.com/watch?v=jKiNs-NVDXQ&t=864s
[12]
En los siguientes capítulos encontrará bases para sostener que el cristianismo es una fe razonable.
[13]
El naturalismo metafísico también conocido como naturalismo ontológico sostiene que toda la
realidad se reduce a la naturaleza, fuerzas y causas naturales. Es decir, todo se reduce a la interacción
de la materia y las fuerzas que la afectan.
[14]
La inflación cósmica es la teoría que plantea que en sus primeros instantes el universo tuvo una
expansión acelerada de proporciones inimaginables (aceleración exponencial).
[15]
La Segunda Ley de la termodinámica (la entropía) establece que el universo se está quedando sin
energía utilizable. Imagine el universo como un automóvil cuyo combustible es limitado y finalmente
dejará de funcionar cuando todo su combustible se termine. De esta manera, el universo no puede ser
eterno en el pasado, ya se habría quedado sin energía útil.
[16]
Este apartado posee una cantidad de términos físicos un poco complejos para alguien que no posee
un conocimiento en física. Se presente presentar de manera las fluctuaciones cuánticas como la
alternativa que ofrecen algunos escépticos para evitar que Dios sea el responsable del origen del
universo; además de ofrecer una breve explicación de las fallas que surgen de esta alternativa.
[17]
Harari, Yuval N. Homo Deus. Breve historia del mañana. Editorial Debate. 2015.
[18]
Para ampliar información, se puede consultar a William Craig, especialmente, el artículo ¿Cómo
pueden ser las personas tan torpes moralmente?
[19]
Diálogo de Platón perteneciente a la serie llamada primeros diálogos. Se supone que el diálogo se
desarrolla en 399 AC, más precisamente entre la acusación de Meleto y el proceso de Sócrates.

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