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JOSUE
La tierra de reposo conquistada
JOSUÉ
La tierra de
reposo conquistada
~
Comentario BíbUco Portavoz
••••••.
Panorama del Antiguo Testamento, Paul N. Benware
Génesis, Howard F. Vos
Números: Viaje a la Tierra de Reposo, Irving L. Jensen
Deuteronomio: El Evangelio del Amor, Samuel J. Schultz
Josué: La Tierra de Reposo Conquistada, Irving L. Jensen
Jueces y Rut, Arthur H. Lewis
Primero y Segundo de Reyes, Richard 1. McNeely
Ester: El Triunfo de la Soberanía de Dios, John C. Whitcomb
Job, Roy B. Zuck
Los Salmos, Robert L. Alden
Proverbios, Irving L. Jensen
Eclesiastés, Walter C. Kaiser
Isaías: La Salvación del Señor, Alfred Martin
Jeremías y Lamentaciones, Irving L. Jensen
Ezequiel, Ralph Alexander
Daniel, Jobo C. Whitcomb
Nahúm, Sofonías, Habacuc: Profetas Menores del Siglo VII,
Hobart E. Freeman
Hageo y Malaquías: Rededicacióny Renovación, Herbert Wolf
Panorama del Nuevo Testamento, Paul N. Benware
Mateo, Arthur Robertson
Lucas, Paul N. Benware
Juan: El Evangelio de la Fe, Everett F. Harrison
Los Hechos de los Apóstoles, Charles C. Ryrie
Gálatas: Una Llamada a la libertad Cristiana, Howard F. Vos
Efesios: La Gloria de la Iglesia, Homer A. Kent, Jr.
Filipenses: Triunfo en Cristo, Jobo F. Walvoord
Colosenses: Cristo, Todo-suficiente, Everett F. HarriSOD
Primera y Segunda Tesalonicenses, Charles C. Ryrie
Primera y Segunda Timoteo, D. Edrnond Hiebert
Tito y Filemón, D. Edrnond Hiebert
La Epístola a los Hebreos, Charles F. Pfeiffer
Primera y Segunda Pedro, Louis A. Barbieri
Judas: Los Hechos de los Apóstatas, S. MaxweU Coder
Apocalipsis, Charles C. Ryrie
JOSUÉ
La tierra de
reposo conquistada
Irving L. Jensen
~
EDITORIAL PORTAVOZ
Título del original: Joshua: Rest-Land Won (Everyman's
Bible Commentary series), Irving L. Jensen. ©, 1966,
Moody Bible Institute y publicado por Moody Press,
Chicago, Illinois.
Edición en castellano: Josué: La tierra de reposo
conquistada. ©, 1994 por Editorial Portavoz, filial de
Kregel Publications. Grand Rapids, Michigan, USA. Todos
los derechos reservados.
Traducción: Guillermo Kratzig
Portada: Alan G. Hartman
Fotografía de la portada: Patricia Sgrignoli I POSITIVE
IMAGES
EDITORIAL PORTAVOZ
KregelPublications
P. O. Box 2607
Grand Rapids, Michigan 49501
ISBN 0-8254-1353-2
2 3 4 5 6 impresión I año 98 97 96 95 94
Printed in the United States 01America
CONTENIDO
Prefacio . 7
Introducción 9
Irving L. JENSEN
7
MAPA DE LAS TRES CAMPARAS DE JOSUE
Ciudades conquistadas O
CD Campaña del centro
® Campaña del sur
@ Campaña del norte
INTRODUCCION
AUTOR Y FECHA
10
vadores es posible que la opinión esté dividida en partes igua-
les.3 No hay evidencias internas para negar que la mayor
parte del libro sea obra de Josué. Lo que realmente importa
es reconocer que la identificación del autor no es de signifi-
cación vital para el estudio del libro. El libro es un relato
histórico de la conquista de Israel y la división de la tierra
de Canaán bajo el liderazgo de Josué. El libro no tiene, prin-
cipalmente, un propósito autobiográfico destinado a ofrecer
discernimiento detallado referente al corazón del1íder. Si ese
hubiese sido el propósito del libro, entonces sí, la identifica-
ción del autor habría sido de importancia vital.
11
mente se deba más a que este relato histórico ilustra los gran-
des principios predicados por los profetas.5
Al estudiante le ayuda el ver con claridad el lugar donde
se ubica el libro de Josué en el desarrollo histórico de los
libros del Antiguo Testamento en cuanto éste se refiere a
Israel. Dicho en forma más simple, la historia del Antiguo
Testamento, de Israel, se desarrolla en tres épocas 6 referidas
a una TIERRA (Canaán) ya un GOBIERNO (teocracia [Dios
como Gobernante]) tal como lo muestra el gráfico que sigue:
1 11 III
HACIA LA TIERRA EN LA TIERRA DESDE LA TIERRA
promesas y viaje re- entrada y mora- llevados de la tierra
ferentes a la tierra y da en la tierra al cautiverio: di sol u-
a la teocracia bajo la teocracia ción de la teocracia
PENTATEUCO PROFETAS
1 II III
(Ley) (Primeros
profetas) (Profetas postreros)
De Génesis a
Deuteronomio Josué, Jueces, De Isaías a Malaquías
1.0 y 2.° Samuel,
1.0 y 2.° Reyes
Hacia la tierra En la tierra Desde la tierra
12
En Génesis, Dios produce el nacimiento de Israel 7 y le pro-
mete la tierra de Canaán.8 En Exodo, Dios libra a su pueblo
de la opresión que sufre en una tierra extraña y lo pone en ca-
mino hacia la tierra prometida, dándole leyes por las cuales
regirse (conforme quedó relatado, tanto en Exodo como en
Levítico). El libro de Números relata el viaje de Israel a tra-
vés del desierto hasta la entrada en Canaán. En tanto que
Deuteronomio describe los preparativos finales para entrar
en la tierra. En este punto Josué toma el relato describiendo
la conquista de la tierra y la división de sus territorios entre
las tribus de Israel. En todo el sentido de la palabra, Josué
es el clímax de una historia progresivo, como también el co-
mienzo de una nueva experiencia para Israel. De esta manera,
su nexo histórico le da un lugar estratégico en las Escrituras
del Antiguo Testamento.9
13
Josué es un libro acerca de una tierra y de un pueblo. La
tierra es una herencia prometida por Dios que espera ser ocu-
pada. El pueblo es la nación escogida por Dios que se enfrenta
a los obstáculos humanos al comenzar la toma de posesión
de la tierra. Los obstáculos constituyen la ocasión para la
batalla -una guerra santa- ordenada por Dios para expul-
sar a los enemigos paganos de la tierra. El relato del libro de
Josué se presenta como una secuencia lógica de cuatro sec-
ciones. Las dos primeras comprenden la sección de acción del
libro, y que conduce al logro de la meta prometida conforme
lo representa una frase del versículo clave que dice: «Tomó,
pues, Josué toda la tierra» (11:23). Desde este punto central
del libro el relato se nivela, por así decirlo, para detallar los
asuntos inmediatos que debían ser atendidos por Josué, es
decir, el de dividir la herencia de la tierra entre las tribus.
Esta sección es seguida por una apelación y exhortación ade-
cuada dirigida al pueblo en el sentido de cumplir las condicio-
nes de bendiciones continuas, anteriormente prometidas en
la tierra de reposo de Dios. El diagrama de la página si-
guiente muestra un bosquejo del libro de Josué.
En el citado bosquejo del libro de Josué también se pue-
de observar el carácter de anticipación de dos de sus cuatro
secciones:
PREPARA- CONSA-
CION AN- GRA-
TICIPADA _ CION
~
ANTI:......... BENDI-
CIPADA ~ CIONES
CONS-
CONQUISTA TANTES
14
BOSQUEJO DE LA ESTRUCTURA
DEL LIBRO DE JOSUE
.Mas a Jehová
vuestro Dios
seguiréis como
habéis hecho
hasta hoy»
(23:8)
CONSAGRACION
para la obtención
de bendición conti·
nua
HERENCIAS
distribución de la
tierra
CONQUISTA
las campañas
PREPARATIVOS
para la guerra
ASUNTOS EN LA
ACCION TIERRA DESAFIO
LA TIERRA DE CANAAN
1. Geografía de la tierra
16
en el límite sudoeste de Palestina, es decir, Egipto, hasta el
otro poder mundial sobre su límite este, es decir, Babilonia.
Fácilmente se puede reconocer la ubicación estratégica de
Canaán con referencia al resto del mundo de aquellos días.
La tierra constituía el nexo, el punto de equilibrio y el lu-
gar donde convergían las mayores rutas, tanto terrestres
como marítimas.u Los detalles específicos de los límites geo-
gráficos de Canaán,u la tierra que sería poseída por los is-
raelitas, fueron descritos por el Señor a Moisés en vísperas
de la entrada de Israel a la tierra (Nm. 34: 1-15). En esa oca-
sión Josué y Eleazar también fueron designados para la tarea
de distribuir los territorios entre las tribus. El cumplimiento
de esta tarea está relatado en Josué 13 - 19. Es preciso notar
que no todos los enemigos fueron expulsados inmediatamente;
algunas de las ciudades dentro de los límites establecidos no
fueron conquistadas, sino en los días de David y Salomón.
Esta conquista por etapas puede ser atribuida parcialmente
al hecho de que los israelitas no obedecieron totalmente las
condiciones de Dios. Otro factor fueron las demoras divina-
mente ordenadas para evitar que la tierra quedase repenti-
namente despoblada: «No los echaré de delante de ti en un
año, para que no quede la tierra desierta, y se aumenten con-
tra ti las fieras del campo.» (Ex. 23: 29-30.)
El mapa de la página 8 señala los principales movimientos
de las huestes israelitas contra los enemigos y dichos movi-
mientos se clasifican, naturalmente, conforme a tres grandes
campañas:
17
3) La campaña del norte: para controlar los territorios
más distantes.
3. Historia de la tierra
EL HOMBRE JOSUE
1. Su nombre
19
nisterio de losué sabiendo que su bastón de mando en el ser-
vicio a Dios probablemente sería transferido a su siervo.
2. Su carrera
3. Su carácter
21
34: 9). Este aspecto determinó todo el resto de su personali-
dad. Sentía un profundo temor de Dios, de modo que espe-
raba que Israel fuese consumido cada vez que el pecado ha-
bía anidado en él. Su fe era profunda, fuerte, pura y durade-
ra. Estas virtudes fueron vitales para hacer de él el valiente
general que no vacilaba ante los imposibles. El espíritu de
obediencia que había aprendido como devoto discípulo de
Moisés fue el que demostró a su comandante en jefe, es decir,
a Dios, en vista de las grandes tareas que debía cumplir en
Canaán. Josué fue un gran gobernador que supo conquistar
el respeto de todos sus súbditos (Dt. 34: 9), que supo man-
tener el orden y la disciplina, poniendo la adoración a Dios
en el centro del gobierno de la nación y alentando a su pue-
blo a buscar las cosas mejores de Dios. También fue un gran
líder militar que utilizaba la sabiduría de Dios, que tenía
confianza y valor, y un espíritu de desafío en la conducción
de su ejército hacia estrategias que lo llevaron de victoria en
victoria.
Además de todo esto, y no en último término, Josué fue
un hombre humilde que tenía en gran estima a los demás,
pero sobre todos ellos, a Dios. Dios se complacía en utilizar
esa clase de hombre.
24
PRIMERA PARTE
28
mirada hacia el oeste escuchando la descripción de los lími-
tes de parte de Dios. A la izquierda de Josué estaba el distan-
te límite sur, «el desierto», la región que se extendía al oeste
y sur del mar Muerto y que formaba un límite natural entre
Canaán y la península del Sinaí. Luego los ojos de Josué fue-
ron dirigidos hacia las distantes cumbres del límite norte, «el
Líbano», la cadena de montañas situadas en el lejano noroeste
del mar de Galilea. A las espaldas de Josué, es decir, hacia
el este, estaba el Eufrates, el límite este;4 y en dirección hacia
el poniente, detrás del horizonte formado por las colinas de
Judea, se extendía el límite oeste, «el mar Grande». Com-
prendido por estos cuatro límites estaba Canaán mismo, re-
presentado aquí por uno de los mayores pueblos que lo ocu-
paban, es decir, los heteos. Esta era la tierra que Dios les
ofrecía. El mandamiento deCÍa ocupar toda esa tierra, y no
sólo registrarla en una pretensión teórica.
Sin embargo, la tierra que debía ser ocupada estaba habi-
tada por enemigos, cuya expulsión fue el tema de las palabras
que siguieron de parte de Dios a Josué (1: 5-6). Se le pro-
metió a Josué (y por eso a todo el pueblo) toda una vida de
victoria sobre aquellos enemigos; dichas victorias serían ob-
tenidas mediante la fe y el valor, basados en la constante
presencia y ayuda milagrosa de Dios: «Estaré contigo; no te
dejaré, ni te desampararé» (1: 5). Por eso el éxito y la prospe-
ridad que Dios prometía tenía su fuente en Dios mismo. Sin
Dios sólo habría derrota; con Dios, éxito. Pero entretejién-
dose dentro del soberano designio de éxito para Josué y el
pueblo estaba el hilo humano de la condición de la obediencia
a él: «Solamente esfuérzate ... para cuidar de hacer conforme
a toda la ley que mi siervo Moisés te mandó» (1: 7). El pueblo
debía magnificar la Palabra de Dios con sus labios y edificar
sus almas por medio de la constante meditación en sus pre-
ceptos. Luego, el obrar conforme a la ley sería el fruto ine-
vitable.
¿Y qué de los enemigos en la tierra? «No temas ni des-
mayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera
que vayas» (1: 9).
29
'" '" '"
La comlSlon dada a Josué está llena de lecciones para
que los cristianos disfruten el éxito y la prosperidad espiri-
tual. La vida de éxito es una promesa de Dios, un don de
Dios, que se puede alcanzar con Su ayuda. Tiene enormes ri-
quezas en potencia que sólo esperan ser apropiadas. Los ene-
migos del alma -Satanás, el mundo y la carne- tienen que
ser expulsados; pero también son enemigos de Dios quienes
prometen dar la ayuda necesaria para conquistarlos. La con-
dición que se pone al cristiano es costosa pero absolutamente
necesaria: vivir en constante obediencia a la luz de la pala-
bra de Dios. Las bendiciones de la vida victoriosa vienen al
cristiano por invitación, pero las condiciones para su cumpli-
miento responden al mandato. Los cristianos, al igual que
Josué, no pueden escapar de las palabras divinas dichas en
voz alta y claramente: «Mira que te mando» (1: 9).
30
En cierto sentido, siempre habían estado preparados, puesto
que sabían que el viaje no había concluido. Pero los rigores de
la campaña en Transjordania demandaban un período de des-
canso en el campamento, descanso que les fue concedido. Pero
ahora debían prepararse para avanzar, lo que significaba llevar
provisiones, tiendas, ganado, frutas y granos de la tierra.6 La
palabra clave en la orden que Josué dio al pueblo es prepa-
raos. Josué esperaba que los israelitas cruzaran el Jordán en
el lapso de tres días, aunque, debido al prolongado viaje de
los espías (cap. 2), dicho acontecimiento fue demorado por
lo menos tres días.7
La segunda orden de Josué en cuanto a la movilización de
las tropas estaba destinada al grupo especial constituido por
las tribus de Ruben, Gad y la media tribu de Manasés (l: 12-
18). La palabra clave dicha a ellos fue acordaos. Habiendo re-
cibido con anterioridad las tierras de Transjordania, ricas en
pastos, habían prometido ayudar a sus hermanos a poseer la
tierra al oeste del Jordán, antes de radicarse en sus propiafl
tierras (Nm. 32). Ahora Josué les recordaba la promesa que
habían hecho, pronunciando una orden de movilización a to-
dos los «valientes y fuertes», un ejército de aproximadamente
40.000 hombres. 8 Su respuesta fue entusiasta revelando todos
los elementos de un espíritu de lealtad y cooperación (1:
16-18):
1. Obediencia: «haremos»; «iremos»; «obedeceremos».
2. Fe y esperanza: «Solamente que Jehová tu Dios esté
contigo» (sabían que no habría victoria sin Dios).
3. Intolerancia del pecado: «Cualquiera que fuere re-
belde ... que muera.»
4. Apoyo mediante palabras de aliento: «Solamente que
te esfuerces y seas valiente.»
6. En esos días todavía recibían el maná, sin embargo, no les
era prohibido comer de la tierra de Moab. Además, tenían que cuidar
de su ganado.
7. Cp. 1:11,2:22 y 3:2.
8. Cp. Josué 4: 13. El censo que se acababa de tomar de estas
dos tribus y media reveló que contaban con 110.000 hombres gue-
rreros. El desafío de Josué dirigido a todos los «hombre de valor»
no debe interpretarse como que Josué estaba llamando a la totalidad
de los 110.000 hombres. Estas son las razones: 1) la protección de
las mujeres, los niños y el ganado y 2) el solo número de los solda-
dos no determina la victoria. Evidentemente los planes de batalla de
Josué solamente requerían 40.000 soldados.
31
B. El reconocimiento (2:1-24)
33
del oeste, sur y norte. Jericó se encontraba en la extensa y
fértir planicie al pie de las colinas de Judea, y a la entrada de
uno de sus pasos. También había suficiente lugar para el cam-
pamento de las huestes israelitas que no eran soldados, mien-
tras los guerreros salían a la batalla. En opinión del general
del ejército, la conquista de Canaán dependía de la conquista
de Jericó.
2. Los espías son protegidos (2:2-7)
Cuando los espías transitaban por las calles de Jericó mez-
clándose con su gente y simulando ser sus hermanos, no lo-
graron ocultar su identidad de israelitas. Cuando encontraron
en la casa de Rahab un lugar donde pasar la noche, ya habían
sido identificados como espías. El rey de Jericó, informado de
esto, envió hombres a casa de Rahab con orden de prender a
los espías. Sin embargo, los soldados, creyendo la sutil men-
tira de Rahab de que los espías ya habían seguido su viaje,
continuaron la persecución fuera de las puertas de la ciudad,
en tanto los hombres de Josué se ocultaban a salvo en el te-
rradode la casa de Rahab, detrás de unos manojos de lino.
No puede haber dudas de que Rahab mintió. Su mentira
fue la protección de los espías. Pero, ¿significa esto que el
fin (protección) justifica los medios (mentira)? La respuesta
tiene que ser negativa, puesto que siempre es un pecado men-
tir y el pecado nunca es justificado por Dios. Las obras de
Rahab deben ser interpretadas a la luz de la totalidad del
cuadro. Primero, es preciso creer que Dios pudo haber prote-
gido a los espías sin la mentira de Rahab. Además, las pala-
bras de elogio a Rahab en Santiago 2:25 no es un elogio a su
mentira. Esta fue dicha en la debilidad de su carne y de nin-
guna manera trasciende el alcance del perdón de Dios. El elo-
gio destaca un acto desinteresado realizado para ayudar de al-
guna forma a la causa de Dios y a despecho de sus propios
lazos nacionales.'2
3. Los espías son infórmados (2: 8-11)
Antes de que los espías se fuesen adormir, Rahab les abrió
su corazón, revelándoles el motivo que le había impulsado a
12. Compare esto también con lo que hicieron las parteras he-
breas (Ex. 1: 17 ss.) y la mujer en Bahurim (2. S. 17: 18-20).
0
34
proteger sus vidas. Las palabras que dijo a los espías docu-
mentarían el informe y las recomendaciones de éstos a Josué
respecto a los cananeos. Rahab fue enfática en sus declara-
ciones:
1) Su propia conclusión: Con la ayuda de DIOS los is-
raelitas tomarían Canaán: «Sé que Jehová os ha dado
esta tierra» (2:9).
2) Su pueblo tenía una actitud derrotista: Los cananeos
estaban atemorizados y paralizados habiendo oído el
informe de cómo Dios había secado el mar Rojo y la
matanza que los israelitas habían hecho entre los
amorreos (2: 10).
3) Su propia fe: Era una fe en estado de germinación
que identificaba al Señor de Israel sobre todas las
cosas, sobre el cielo arriba, y sobre la tierra abajo
(2: 11).
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tros» (Ex. 12: 13). Cuando el ejército de Josué viese el cord6n
de grana en la ventana, respetaría la vida de todos los que
estuviesen en la casa.14
5. Los espías dan su informe (2:23-24)
36
11. PREPARATIVOS MILITARES (3:1 - 5:1)
A. Ubicación táctica
I
PUEBLO DOCE LIDERES SACERDOTES I TODOS
AQUI LA FUER-
AQUI EL LIDERAZGO ES PROMINENTE ZA ES PROMI-
NENTE
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ción referente al paso del Jordán, tal como se encuentra en
estos capítulos de Josué (3: 1 - 4: 18), el orden de los acon-
tecimientos es como sigue:
1) El día antes de pasar el Jordán, el pueblo recibió las
siguientes instrucciones: (a) en cuanto a su preparación es-
piritual: a santificarse (3: 5); (b) en cuanto a la marcha: a
guardar una distancia de dos mil codos (914 metros) entre
el arca y ellos y desde el momento en que viesen a los sacer-
dotes conduciéndolo (3: 3-4).
2) El día mismo del paso, por la mañana, Jehová dio
instrucciones a Josué en cuanto a los detalles del paso. Josué
impartió instrucciones a los sacerdotes, a los doce líderes, y
al pueblo en cuanto a su responsabilidad a 10 largo del día
(3:8-13).
3) En 3: 14 comienza la marcha hacia el río. Josué y
los doce líderes, al parecer, seguían inmediatamente a los
sacerdotes; después seguía el pueblo.
4) Los sacerdotes que llevaban el arca llegaron a la ori-
lla inundada del río y mojaron sus pies en las aguas; en ese
instante el río comenzó a secarse siendo milagrosamente de-
tenido «en un montón» río arriba en la ciudad de Adam,16
una ciudad situada de 25 a 32 kilómetros (16 a 20 millas) al
norte del vado de Jericó (3: 16).
5) Las orillas del río y el lecho se ..secaron, y también se
secó el agua debajo de los pies de los sacerdotes (éstos habían
avanzado desde la orilla hasta la parte media del río). El río
se siguió secando hasta que sus pies estuvieron firmes. Los
israelitas, conducidos por Josué y los doce hombres, camina-
ron ahora, rápidamente,17 pisando suelo firme «hasta que
todo el pueblo hubo acabado de pasar el Jordán» (3: 16-17).
Las dos tribus y media de Rubén, Gad y Manasés (incluyendo
40.000 guerreros) estaban entre las huestes (4: 12-13).
6) Los doce hombres que representaban a las doce tri-
39
bus, levantaron cada uno una gran piedra del lecho del río
donde estaban parados los sacerdotes, para erigirlas luego en
forma de una señal conmemorativa en Gilgal (4: 1-8, 20).
7) Luego Josué levantó una señal conmemorativa de doce
piedras en el Jordán, en el sitio en donde estaban parados los
sacerdotes (4: 9).18
8) A la señal de Josué, los sacerdotes -que llevaban el
arca dejaron su lugar en el lecho del Jordán y se reunieron
con los israelitas en la orilla oeste del río. En ese momento,
«las aguas del Jordán se volvieron a su lugar, corriendo como
antes sobre todos sus bordes» (4: 18).
B. Reconocimiento del liderazgo (3:1 - 4:18)
Aunque es cierto que los israelitas recibieron una demos-
tración visible de la omnipotencia de Dios mediante esta mi-
lagrosa división del Jordán, tal como el mar Rojo había sido
dividido para sus antepasados, la primera lección que se les
enseñó fue la del liderazgo, porque no habría ocurrido el mi-
lagro si antes no hubiesen obedecido y seguido el arca. La
lección predominante de 3: 1 - 4: 18 tiene que ver con el li-
derazgo. La posesión victoriosa de Canaán demandaba de Is-
rael una devoción incesante hacia dos líderes: Dios, el co-
mandante divino, y Josué, el general designado por Dios. Era
de vital importancia que el liderazgo divino fuese identifica-
do y destacado en el pueblo al comienzo de la campaña.
1. Liderazgo divino
40
veáis el arca ... vosotros saldréis» (3:3). El arca los conduci-
ría a lo largo de un camino que todavía no había sido trazado:
«A fin de que sepáis el camino por donde habéis de ir; por
cuanto vosotros no habéis pasado antes de ahora por este
camino» (3:4). Además, la presencia del arca produciría el
cuadro estremecedor de un río que súbitamente se divide. El
arca era la clave del milagro. Este hecho se destaca, en pri-
mer lugar, por el uso repetido de la frase «los sacerdotes que
llevan el arca» (3:8,13,14,15, 17) utilizado por el relato en
relación con el acontecimiento. Sin embargo, la evidencia más
clara la ofrecen explícitamente las palabras de Josué referen-
tes a las piedras conmemorativas que posteriormente serían
levantadas en Gilgal: «Las aguas del Jordán fueron divididas
delante del arca del pacto de Jehová; cuando ella pasó el
lordán, las aguas dellordán se dividieron» (4: 7).
El liderazgo divino fue destacado en otra forma ante los
ojos del pueblo. Ocurrió a través del mandamiento de prepa-
ración, «santificaos ... ». Una cosa era la preparación militar,
los hombres, las armas, los alimentos y la comida. Otra cosa
era la preparación espiritual por la cual debían seguir a Je-
hová como comandante en jefe. A efectos de esta preparación
el pueblo tuvo que santificarse. Josué no pedía lavamientos
corporales ni el lavado de vestimentas. Aquí se trataba de ha-
cer un examen del alma, de confesar el pecado y de estar en
correcta relación con Aquel que los llevaría a la victoria.
2. Liderazgo humano
Como Dios había estado con Moisés, así estaría ahora con
Josué. Esto era el secreto de la designación de Josué, por parte
de Dios, como sucesor de Moisés. Había llegado el momento
de demostrar en forma visible, y comunicar en forma inde-
leble al corazón del pueblo, que Josué era su líder de parte
de Dios. La primera credencial de Josué, que le serviría ade-
más para los días y años que seguirían, sería el hecho de con-
ducir al pueblo a través de un río milagrosamente dividido.
Esto es lo que Dios dijo en la mañana del día que pasaron
por el Jordán: «Desde este día comenzaré a engrandecerte
delante de los ojos de todo Israel, para que entiendan que
como estuve con Moisés, así estaré contigo» (3: 7). La reacción
favorable del pueblo se demuestra en el relato escrito después
del acontecimiento: «En aquel día Jehová engrandeció a Jo-
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sué a los ojos de todo Israel; y le temieron, como habían te-
mido a Moisés, todos los días de su vida» (4: 14).
42
4) El hecho de que esto ocurriera en la época en que el
río estaba crecido (3: 15).
5) Cualquiera que haya sido el poder o el «muro» que
retuvo los torrentes del Jordán al norte del lugar donde cru-
zaría Israel, dicha fuerza también debía afectar a los ríos que
afluyen al Jordán, y perdurar durante la mayor parte del día.
6) En un tiempo muy breve el fondo del lecho del río
llegó a estar «seco» (3: 17).
7) Las aguas volvieron a correr por el lecho del Jordán
en el instante preciso en que los sacerdotes con el arca deja-
ron el fondo del lecho (4: 18).
El mensaje del día estuvo referido al poder del líder de
Israel. Cuando las huestes de Israel acamparon en la orilla
este de Jericó 21 era el décimo día del primer mes. Aquella
era una fecha muy apropiada porque era el cuadragésimo
aniversario de la preparación del cordero pascual que había
precedido al éxodo de Egipto (Ex. 12: 3).
La experiencia que Israel tuvo al pasar el Jordán ayuda
en gran manera al cristiano que busca el secreto de la vida
victoriosa. El mayor obstáculo que el cristiano encuentra
en su intento de entrar en la tierra prometida de una vida
victoriosa y abundante, es el que aparece en su vida como
el factor imposible. Pero cuanto mayor es el obstáculo, tanto
mayor es la manifestación del poder de Dios. Dios demanda
fe en vista del obstáculo; sin embargo, será El quien irá de-
lante. Conforme a la medida en que uno siga el liderazgo de
Dios, también experimentará personalmente Su poder. Así
como Josué fue el líder que representaba a Dios, caminando
con su pueblo y llevándolo a la otra orilla, así Jesús es el
capitán de nuestra fe que invita al cristiano a un compañeris-
mo cálido, íntimo y seguro, ofreciéndole amorosa dirección
cuando obedece su sencillo llamamiento que dice «sígueme».
43
lidad tenía que ver con la relación del corazón de Israel con
Jehová. Este capítulo relata cuatro experiencias que Dios hizo
vivir a Josué y al pueblo. Cada una de ellas referida a un
ejemplo o símbolo: circuncisión, sangre, frutos, y una espada.
44
sangre os será por señal en las casas... y veré la sangre y
pasaré de vosotros» (Ex. 12: 13). La segunda pascua fue cele-
brada en el desierto en momentos en que el pueblo alenta-
ba grandes esperanzas de llegar a la tierra prometida (Nm.
9: 5). Ahora, en ocasión en que el pueblo, constituido por una
nueva generaciÓn, había llegado a Canaán y recordaba cómo
Dios había librado a sus antepasados de Egipto, también podía
prever la liberación de las batallas futuras a medida que el
cordero era muerto para la pascua. El rito de la circuncisión
restauraba la relación entre el pueblo y Dios; el sacrificio de
la pascua revivía las esperanzas de liberación.
* * *
El cristiano que desea sinceramente vivir su vida en la
bendita voluntad de Dios y en Su favor, es decir, en la tierra
de reposo de Dios, descubrirá que no es él quien vive la vida,
sino Cristo que vive en él. Por eso, en presencia de todos los
enemigos, que apartarían su alma de la vital relación con
Cristo como su Señor, el cristiano debe preparar su corazón.
En primer lugar, si algún pecado no confesado ha roto el com-
pañerismo con Dios, anulando el derecho que tiene a las ben-
diciones de Dios, la confesión señalará el día en el que el re-
proche es quitado. Luego ¿existe alguna duda en cuanto a
que Dios le dará las victorias prometidas por causa de su in-
dignidad? Cuando Dios ve la sangre de Jesús, su Hijo, pasa
46
por alto el pecado y libera. Tal vez el cristiano ha vacilado en
participar de una señal de las bendiciones de Canaán. En ese
caso necesita gustar y ver. El fruto de la tierra es más deli-
cioso que el maná del desierto. y si la carga de la batillla
contra Satanás y sus huestes es demasiado pesada, existe la
seguridad de que el Hijo de Dios irá delante para pelear su
santa guerra y derrotar el templado acero del tirano. El cris-
tiano nada tiene que perder y todo por ganar.
Cuando los israelitas, acampados en la llanura de Jericó,
habían cruzado el Jordán y visto las aguas cerrarse detrás de
ellos, se habían consagrado al Señor. En palabras prácticas
habían llegado a un punto de no retorno. Sin embargo, no
habían sido conducidos a esta tierra para esclavizarse a una
vida de suciedad, vergüenza y sumisión; al contrario, ante
ellos se extendía una tierra gloriosa; una tierra en la que dis-
frutarían de su leche y miel, de s~s hogares y templos en la
adoración de Dios. Los días pasados habían sido días de pre-
paración; los días futuros serían de conquista. En las alturas
del cielo estaban escritas las palabras eternas del mandamien-
to: «Preparaos ... para entrar a poseer la tierra que Jehová
vuestro Dios os da en posesión» (Jos. 1: 11). Y las generacio-
nes posteriores del pueblo de Dios se han unido en espíritu
a la consagración de esa clase de vida diciendo con el autor de
Hebreos: «Procuremos, pues, entrar en aquel reposo» (He.
4: 11).
47
SEGUNDA PARTE
LA CONQUISTA
6:1-12:24
LA CONQUISTA
6:1-12:24
51
LA CONQUISTA (6:1 -12:24)
6: 1 9: 1 Il: 1 Il: 16
12:24
CAMPA~A CENTRAL CAMPA~A DEL NORTE RESUMEN
DEL SUR CAMPA~A
7: 1 3: 1
Derrota
Victoria causada Restauración Conquistas progresivas
mediante por el
la fe pecado
52
dros que fueron parte de aquel espectacular acontecimiento;
el cuadro de la imponente fortaleza construida con ladrillos
de barro, detrás de cuyas puertas se ocultaba una atemorizada
nación; el cuadro del ejército israelita en marcha con los sa-
cerdotes y el arca entre la vanguardia y la retaguardia; el
cuadro estremecedor de los muros al derrumbarse; el cuadro
de las llamas rojas y el negro humo de toda una ciudad que
sufre el castigo de Dios.
¿A qué se debía semejante espectáculo? ¿Qué enseñanza
estaba impartiendo Dios? ¿A quién estaba destinada su en-
señanza?
En primer lugar, la exhuberancia de la lección audio-
visual de Dios no pudo haber tenido el propósito de impul-
sar al enemigo a la acción. Tampoco pudo haber tenido el pro-
pósito militar de debilitar a Jericó, sometiéndola a la incer-
tidumbre de aquellos seis días, puesto que la moral de Jericó
ya había decaído, cosa que Josué sabía. Y, aunque durante
aquellos seis días, en los que Israel marchó alrededor de la
ciudad, la reacción del enemigo hubiese sido de asombro,
o aun de esperanza de misericordia, su destino era morir en
el lapso de una semana; su destino era castigo, no reparación.
El mismo relato bíblico indica que el objetivo de la enseñanza
de Dios no era la gente de Jericó. A lo largo del capítulo
no hay ningún indicio de acción por parte de Jericó; la ciudad
se limitó a esperar, luego fue herida y quemada. En efecto,
las palabras iniciales del capítulo son proféticamente elocuen-
tes: «Ahora, Jericó estaba cerrada ... , nadie entraba ni salía»
(6: 1).
Es completamente claro que las instrucciones dadas a Jo-
sué para la toma de Jericó en forma tan dramática, tenían
el propósito de beneficiar a Israel. El relato del capítulo 6
revela las siguientes lecciones para Israel:
1. Obediencia incondicional
Las instrucciones de Dios, dadas a Josué con respecto
a este extraño procedimiento para la toma de Jericó (6: 2-5),
no produjeron preguntas de parte de Josué. Josué bien po-
dría haber preguntado: «¿Por qué marchar en vez de lu-
char?» «¿Por qué prolongar esto durante varios días?» «¿POl"
qué guardar silencio?» «¿Por qué gritar?» Pero si anhelaba
el objetivo dispuesto por Dios, también debía aceptar el mé-
53
todo de Dios. Del mismo modo, para Israel sería suficiente
oír las instrucciones de Josué para ir a marchar (6: 6-11 ), y
entonces obedecer como iluminados en la fe. ¿Acaso no ha-
bía Dios elevado a Josué como su líder? Las respuestas a
los interrogantes podían esperar hasta días futuros; pero el
sendero de aquel día sólo sería iluminado por la fe y la obe-
diencia.
2. Lazo de unión
3. Necesidad de pureza
Israel tenía que aprender que tomar las cosas de las na-
ciones paganas confiscadas por la guerra significaría conta-
minación y era contrario a las instrucciones de Dios. En
este relato se encuentra un uso interesante de la palabra he-
brea herem. La ciudad de Jericó, y todo lo que había en ella,
estaba «consagrada» (herem) o asignada a Jehová para su
soberana disposición (6: 17). Los israelitas no debían apro-
piarse de ellas (<<guardaos del anatema [herem] ») no sea
que hagáis «anatema» (herem) al campamento, puesto que
tomar de ello implicaría una contaminación legal (6: 18).5 El
propósito de Dios era colocar el oro y los utensilios de bron-
ce y hierro al servicio de los sacerdotes (<<tesoro de Jehová»,
6: 19) en tanto había dispuesto que la ciudad, con la totali-
dad de sus habitantes y posesiones, debía ser «todo» destrui-
do (herem) (6:21). En el júbilo de la victoria sobre las na-
54
ciones paganas Israel se sentiría tentado a codiciar el botín
y asumir los derechos soberanos de disponer de él. Pero el
cqnquistador era Dios, y sólo él tenía los derechos de confis-
cación. Israel debía cuidarse mucho de la contaminación pa-
gana.
55
de la naturaleza de Dios. Debía haber siete días de marcha,
siete circunvalaciones en el séptimo día, y siete sacerdotes
que tocasen siete cuernos (6: 3-4).
Su omnipotencia. El milagro mismo fue una expresión
elocuente de la omnipotencia de Dios. Aunque Dios hubiese
usado causas secundarias tales como un terremoto, para ha-
cer caer los muros de Jericó,7 el evento en sí fue de natura-
leza totalmente milagrosa. El acontecimiento había sido pre-
dicho por Dios (6: 5): el séptimo día, y al término de la
séptima marcha, en el momento de gritar el pueblo, los mu-
ros se derrumbarían en su lugar. «y aconteció ... » (6:20).
Su santa ira. Por naturaleza Israel no era un pueblo gue-
rrero, y el hecho de comprometerse en una campaña militar
de alcances tan vastos, no se debió a la elección del pueblo,
sino a un mandato dado por Dios. El hecho de saber por qué
Dios castigaba a los pueblos cananeos daba a los israelitas un
discernimiento más agudo de la santidad de su persona. La
aniquilación de todos los habitantes de las ciudades cananeas
tenía el propósito, por parte de Dios, de purgar a la tierra,
futura morada de los israelitas, de toda la corrupción del po-
liteísmo pagano. La prostitución religiosa, el sacrificio de ni-
ños, y muchas otras prácticas corruptas y brutales, eran ame-
nazas fatales en potencia que ponían en peligro la vida justa
de Israel en Canaán. Fue para el bien de Israel que Dios
ordenara la purga. Además, la aniquilación de todos los ha-
bitantes de Jericó, tanto jóvenes como ancianos, con excep-
ción de Rahab y su familia (6:21-22), se justificaba total-
mente teniendo en cuenta el derecho soberano que el santo
Creador tiene para disponer de la vida desde su comienzo
hasta su fin. Su designio incluía la imposibilidad de mezclar
el pecado con la santidad. Las guerras de Israel contra las
naciones idólatras de Canaán fueron guerras santas de Dios,
y el trato que dieron a sus prisioneros fue en cumplimiento
de órdenes dadas por Dios. ¡Si Israel tan sólo hubiese apren-
dido que, en el futuro, su propia idolatría cosecharía la ven-
ganza del mismo santo Diosl
56
* * *
Las enseñanzas que Israel aprendió en Jericó también son
beneficiosas para el cristiano de la actualidad. Cuando res-
ponda con fe y obediencia a las instrucciones de Dios, verá
derrumbarse bajo la poderosa mano de Dios, la fortaleza del
enemigo de su alma. Porque, «para esto apareció el Hijo de
Dios, para deshacer las obras del diablo» (1. a Jn. 3:8).
57
2. Las consecuencias (7: 1b-9)
58
Desesperación del líder (7:6-9). En agudo contraste con la
actitud derrotista del pueblo, cuyo corazón había desfallecido,
se destaca la desesperación del líder al postrarse delante de
Dios, escudriñando la mente de Dios en cuanto a sus desig-
nios para Israel. «Entonces Josué rompió su vestido, y se
postró en tierra sobre su rostro delante del arca de Jehová
hasta caer la tarde, él y los ancianos de Israel; y echaron
polvo sobre sus cabezas» (7: 6). En su confrontación con Dios
Josué se sintió exasperado, preguntando y pronunciando ex-
clamaciones a medida que descargaba su corazón:
59
explicación: «Israel ha pecado» (7: 11). Puesto que Josué to-
davía ignoraba la naturaleza de ese pecado, Dios continuó
más detalladamente la explicación de la transgresión, indican-
do con total claridad de que se trataba de un pecado colectivo.
de la nación. l3 El pecado consistía en robar y ocultar «el
anatema». Ese era el pecado. Con idéntica claridad se anun-
ció el juicio: «Por eso los hijos de Israel no podrán hacer
frente a sus enemigos» puesto que han caído bajo el rigor de
las leyes referentes a la porción sagrada. Por eso Jehová dijo:
«Ni estaré más con vosotros» (7: 12). Trece versículos antes
el libro de Josué había relatado una escena gloriosa: «Estaba,
pues, Jehová con Josué» (6:27). Ahora el futuro se veía tene-
broso si no hubiese sido por una expresión de esperanza di-
cha por Dios, es decir: «SI NO» y que ahora determinaba
el destino de Israel.
La praposición de Dios (7: 12b-15). Se había pronuncia-
do el justo juicio sobre Israel. Después Dios propuso su gra-
cia a la nación ofreciéndole el restablecimiento de su presen-
cia y favor, si cumplía con la condición implícita en su «sí
no» (7: 12b). Aquella condición propuesta a Israel libraría
al pueblo del anatema, es decir, de la causa de la contamina-
ción. Dios mismo estableció las normas de la purga, como la
orden del día para el siguiente día. El método incluía los si-
guientes elementos:
1) La santificación del pueblo (7: 13)
Esto implicaba una preparación del corazón y de la mente
para participar de la purga divina al día siguiente.
2) Identificación del transgresor (7: 14, 16-18)
Sólo Dios sabía que el transgresor era Acán y decidió
revelar al culpable mediante el método de las suertes. 14 Pues-
to que la investigación de toda la nación podría ser una ta-
rea larga y muy difícil, se estableció un procedimiento eficaz,
60
es decir, el de la eliminación que partía de las unidades ma-
yores e iba a las menores: Tribus, familias (clanes), casas e
individuos. Las suertes que se echaron al día siguiente cayeron
sobre la tribu de Judá, luego sobre la familia de Zera. Dentro
de esta familia fue identificada la casa de Zabdi, y finalmente
el hombre Acán: «y fue tomado Acán» (7: 18).
En parte, la identificación del transgresor implicaba su
propia confesión del pecado, la que confirmaba públicamente
la identificación sobrenatural del culpable. La emocionada
pero firme acusación hecha a Acán por parte de Josué (7: 19)
y la confesión honesta de Acán con respecto a su codicia
(7: 20-21), ofrecen un emotivo discernimiento de las reflexiones
de dos almas (una inocente, la otra culpable), respecto del
pecado:
61
Luego Josué e Israel, representado por los líderes del pueblo,
llevaron al herem, a Acán, a sus hijos,l6 a su ganado y pose-
siones, a un valle apartado del campamento de Israel. Aquí
Acán, cuyo nombre significa «perturbador» 17 escuchó las pa-
labras finales de su juicio: «¿Por qué nos has turbado? Túr-
bete Jehová en este día.» Luego la lluvia mortífera de piedras
cayó sobre él y sus hijos, y todas sus posesiones fueron que-
madas con fuego (7:25). Siguiendo el deseo de mantener la
advertencia contra el pecado delante de los israelitas en el
campamento, la gente levantó un monumento histórico con
un gran montón de piedras sobre su cadáver y llamando a
aquel lugar «Valle de Acor» o «Valle de Turbación».
4) Restablecimiento (7:26)
62
«No temas ni desmayes.» Si bien fueron palabras tiernas,
fueron pronunciadas con el mismo poder e idéntica autoridad
que cuando Jesús mandó al cadáver de Lázaro salir del se-
pulcro. Aquellas palabras sugieren que Dios está alcanzando
una gran profundidad para librar a un alma de las tinieblas
del temor y la desesperación. ¿De qué otra manera se podría
explicar la actitud positiva con que Josué respondió inme-
diatamente al mandamiento: «Entonces se levantaron Josué ... »
(8:3a)?
La restauración consiste simplemente en un retorno. Cuan-
do el pecado ha roto el compañerismo con Dios, la restaura-
ción de esa comunión se produce mediante un retorno al lu-
gar de separación, confesando el pecado y andando con Dios
a partir de ese punto. En el caso de los israelitas, el pecado
de Acán, si bien fue cometido en Jericó, cobró su tributo en
Hai, puesto que Jericó había caído antes de ser cometido el
pecado. De modo que el lugar para continuar el andar con
Dios era Hai. 18 En consecuencia, las instrucciones de Dios a
Josué fueron: «Levántate y sube a Hai.» El camino a Hai
era de aproximadamente 24 kilómetros (15 millas) partiendo
de Gilgal. Tendrían que ascender unos 975 metros (3.200
pies). El recorrido de aquel camino les recordaría todos los
cuadros tenebrosos de la reciente huida desde Hai. Pero Hai
era el lugar en donde Israel tendría que reconquistar su éxi-
18. Se ha escrito mucho sobre la exacta ubicación de Hai, puesto
que las modernas excavaciones arqueológicas han revelado que et-Tell,
el lugar que normalmente es identificado con Hai, destruido por los
amorreos alrededor del año 2000 a.C. y no reconstruido hasta el año
1200 a.C., no existía cuando Josué entró en la tierra (alrededor del
año 1400 a.C.). Si et-Tell fue una ciudad que existía antes del año
2000 a.C., Hai, la ciudad conquistada por Josué, puede haber estado
ubicada en la cercanía, y habiéndose operado una transferencia del
nombre de la antigua Hai, procedimiento común en Palestina según
Sir Frederic Kenyon (Merrill F. Unger, Vnger·s Bible Dictionary, Chi-
cago, Moody Press, 1957, p. 36). Se han ofrecido otras explicaciones.
W. F. Albright sugiere que Bet-el es la Hai del capítulo 8 (pero el
texto distingue claramente entre Bet-el y Hai). Otros asumen que Hai
fue meramente la ubicación de un puesto militar de los habitantes
de Bet-el (sin embargo, el texto se refiere claramente a una ciudad
habitada, fortificada, que tenía su propio rey. Mientras la ubicación
exacta de Hai no ha sido determinada satisfactoriamente, no hay
duda de que en el día de Josué fue una ciudad fortificada, habitada
y gobernada por un rey, y ubicada en las cercanías de Bet·el. El es-
tudio del texto bíblico no está impedido ni afectado en manera al-
guna por esta cuestión, sin resolver, referente a la ubicación de Hai.
63
too En efecto, Dios prometió a Israel restaurarle el éxito que
había tenido antes de Hai, asegurándole una victoria similar
a la de Jericó. Dios dijo a Josué: «Yo he entregado en tu
mano al rey de Hai», tal como anteriormente había dicho a
Josué: «Yo he entregado en tu mano a Jericó» (6:2). En
forma muy explícita Dios también dijo a Josué: «y harás
a HaL.. como hiciste a Jericó ... » (8:2a).
El valar puesto a prueba (8:3-13). Ahora el grado del va-
lor del pueblo sería puesto a prueba. Dios prometió a Josué
que tomaría Hai, pero la conquista no sería tan fácil como
cuando observaron el derrumbe de los muros de Jericó. En su
lugar, el método dispuesto sería una emboscada militar, la
que implicaba peligro, ansiedad, precauciones y una actitud
de alerta. Esta era la prueba a la que fue sometido el valor de
Israel, y tanto Josué como sus guerreros estuvieron a la altura
del desafío (8: 3).
La estrategia de Josué implicaba dos emboscadas. Un pri-
mer grupo, un contingente compuesto de treinta hombres de
valor,19 fue enviado un día antes de la batalla (8:9). Aquellos
hombres debían ocultarse al oeste de la ciudad y estar listos
para el momento de la señal de avance (8:4). Su tarea no
consistía específicamente en luchar cuerpo a cuerpo, sino de
penetrar en la ciudad y prenderle fuego una vez que sus gue-
rreros la hubiesen dejado para perseguir a Josué y su ejército
en dirección al este (8:5-8). El segundo contingente de 5.000
hombres fue situado también al oeste de Hai, entre la ciudad
64
y Bet-eI,2° pero probablemente más cerca de Bet-el que el pri-
mer grupo. Se comprende el propósito de esta fuerza de
combate si se considera que Bet-el y Hai probablemente hi-
cieron pacto de defensa mutua en el caso de que una de las
dos ciudades fuese atacada. De modo que Josué también tenía
que estar preparado para hacer frente a un ejército de solda-
dos de Bet-el proveniente del oeste. Sin duda, ésta también
era parte de la comisión dada a los 5.000 hombres (además
de su deber de encontrar a los soldados de Hai en el campo
de batalla, 8:22). Luego se demostró que la estrategia de Jo-
sué había sido planeada con sabiduría, puesto que «no quedó
hombre en Hai ni en Bet-el que no saliera tras de Israel»
(8: 17),21
El tercer contingente que formaba parte del plan general
de Josué, era un grupo de guerreros que servirían de señuelo
y que serían guiados por él en persona. Este grupo acampó
al norte de Hai, a la vista de la ciudad, con el valle entre
ellos y sus habitantes. Aquella noche Josué fue con su ejército
y ocupó el valle para indicar a los hombres de Hai su inten-
ción de hacer guerra (8: 13). El rey de Hai respondió al se-
ñuelo y se preparó para la batalla al atardecer (8: 14).
El secreto de la victoria en Hai fue el valor de los israeli-
tas que permanecían ocultos esperando la batalla. Aquellas ho-
ras de espera deben haber sido como días de agonía, tanto
para los dos grupos que conformaban la emboscada como
para el grupo señuelo. Con frecuencia las pruebas a que Dios
somete la fe de los hombres son prolongadas, pero siempre tie-
nen un propósito.
Valor demostrado en la batalla (8: 14-24). Las horas de
espera generalmente encuentran su válvula en el momento del
combate; sin embargo, no fue ésta la experiencia de Israel en
Hai debido, sencillamente, a la estrategia del ardid diseñado
por Josué. Los israelitas debían fingir que huían derrotados
ante Hai en dirección del desierto y con la totalidad de los
hombres de Hai pisándoles los talones (8: 15-16). Este fue el
65
clímax de la prueba de su valor y fe, puesto que pudo haber
producido el temor de que su huida fuese cierta. Pero por
orden de Dios, los largos minutos de retirada finalmente lle-
garon a su fin. Josué les dio la señal preestablecida levan-
tando en alto su lanza 22 para que el contingente oculto saliera
de su escondite y tomase y quemase la ciudad (8: 18-19).
Cuando los habitantes de Hai vieron que a sus espaldas una
columna de humo salía de su ciudad fueron presa de cons-
ternación y completa frustración. Careciendo de camino para
regresar y con los israelitas encerrándolos desde ambos cos-
tados, sólo era un asunto de tiempo antes que todos hubiesen
sido heridos por la espada. Momentáneamente sólo fue salva-
do el rey, puesto que se lo reservaba para morir en la horca
(8: 20-24, 29).
Las recompensas (8: 25-29). Por tener suficiente fe y va-
lor para confiar en Dios y realizar un segundo ataque contra
Hai, después de la desgraciada derrota, Josué y su pueblo
fueron recompensados con la conquista. El enemigo fue ani-
quilado (12.000 hombres y mujeres); Hai (literalmente, «mon-
tón») fue hecha «un montón de escombros, asolada para
siempre hasta hoy» (8:28); y sobre el cadáver del rey se le-
vantó un montón de piedras a modo de señal conmemorativa
de otra etapa en la historia de Israel: derrota seguida por vic-
toria. La recompensa material dada a los israelitas la cons-
tituyó el ganado y los despojos de la batalla, tal como Dios lo
había prometido, para ayudar al sustento de la nación en sus
continuos avances (8: 27).
66
hoy, en el monte Ebal...» (Dt. 27: 4; Jos. 8: 31). La fidelidad
de Josué hacia Dios, Israel y Moisés fue demostrada al no
perder tiempo en obedecer aquellas instrucciones, y, habiendo
conquistado a Hai, condujo al pueblo a Ebal. Si bien Moisés
no había dado instrucciones específicas en cuanto al momento
de levantar el altar, habiendo cruzado el Jordán, el espíritu
del mandato era que no debía haber demora alguna en su
cumplimiento. Desde un punto de vista netamente militar,
Josué podría haber pensado que habiendo tomado a Hai, ne-
cesitaría extender la destrucción de los pueblos enemigos en
la zona central antes de poder marchar con su pueblo hacia
Ebal que quedaba a dos días de viaje al norte. Sin embargo,
Josué, siempre fiel y obediente, sabía que en el siguiente orden
del día no había batallas sino altares. El viaje de Israel -hom-
bres, mujeres y niños, ganados y posesiones- desde Gilgal
hacia el norte a Ebal debe haber carecido de mayores even-
tos puesto que el relato de Josué no hace ninguna referencia
a ellos. Probablemente tomaron la ruta que seguía las plani-
cies del Jordán, donde no había fortalezas de mayor importan-
cia, y luego, partiendo de Adam, hacia el oeste, al anfiteatro
ubicado en Siquem. A ambos costados del anfiteatro se en-
contraban las montañas «espectadoras», es decir, Ebal en el
norte (altura, 940 metros o 3.085 pies) y Jerizim en el sur
(altura, 880 metros o 2.890 pies). El hecho de que Israel no
haya tenido que luchar con la gente en la fortaleza de Siquem
puede explicarse asumiendo que la ciudad estaba en manos
amigos (cp. 20:7; 24: 1) 24 o que el número de sus habitantes
haya sido insignificante.2S
Instrucciones iniciales (Jos. 8:31; Dt. 27:1-26). Dios, uti-
lizando su método favorito de lecciones objetivas para instruir
a Israel, decidió exponer con toda vivez la importancia de la
ley y del sacrificio en la nueva tierra. Dios dispuso la reali-
zación de una ceremonia impresionante en el contexto de dos
montañas gemelas, Ebal y Gerizim. Debido a la doble lección
de maldición y bendición se escogieron dos montañas. Sin
duda, la ubicación geográfica de las montañas también tenía
su propósito. Aquel lugar de Canaán representaba a la tota-
lidad de la tierra, y el significado de lo que Israel haría im-
67
plicaría la totalidad de su existencia, fuese en las batallas o
en los días subsiguientes de vida pacífica. Las instrucciones
ordenaban la construcción de dos estructuras de piedra. Una
estructura a modo de pared con piedras grandes pintadas con
cal 26 sobre las que fuesen escritas las palabras de la ley
(Dt. 27:2-4, 8); la segunda, un altar de piedras para ofren-
das quemadas y ofrendas de paz (Dt. 27: 6-7).
Piedras para un altar (8:30-31). Hay un agudo contraste
en la secuencia histórica del relato de Josué. El documento
menciona el infame montón de piedras levantadas en Hai so-
bre el cadáver de un rey idólatra (8:29); en tanto que las pa-
labras que siguen mencionan una estructura gloriosa de pie-
dras: «Entonces Josué edificó un altar a Jehová, Dios de Is-
rael» (8: 30). Se utilizaron piedras enteras a fin de guardarlas
de la contaminación del hombre (Ex. 20: 25). Sobre el altar
se sacrificaron ofrendas quemadas y ofrendas de paz.27 La
ofrenda quemada del animal herido significaba confesión de
pecado, reconocimiento de la pena de muerte por causa del
pecado, petición de misericordia, y fe de que Dios aceptaría
el sacrificio como una expiación por el pecado del ofrendante
(Lv. 1:4). Sobre esta base los israelitas renovaron en el monte
Ebal su dedicación a Dios. La ofrenda de paz era una cere-
monia de acción de gracias (Lv. 7: 11-12), creando un espíritu
apropiado de regocijo por la bondad de Dios mostrada· a los
israelitas en los éxitos hasta allí experimentados. Las instruc-
ciones de Moisés contenían el mandamiento claro que decía:
«Te alegrarás delante de Jehová tu Dios» (Dt. 27: 7).
De modo que en Ebal el altar construido por Josué ha-
blaba de expiación y acción de gracias.
Piedras para la ley (8:32-35). Cuando las inmensas pie-
dras hubieron sido reunidas en un sitio cercano al altar de
piedras, Josué, siguiendo las instrucciones de Moisés, escribió,
en presencia de todos los israelitas «una copia de la ley de
Moisés» (8:32) (<<escribirás muy claramente ... todas las pa-
labras de esta ley», Dt. 27:8).28 Esta fue la declaración pú-
26. Los arqueólogos han descubierto planchas similares de pie-
dra de una longitud de dos metros (siete pies). La pintura blanca
(Dt. 27: 2) sirvió, evidentemente, para ofrecer una superficie sobre la
cual se pudiese escribir la ley (Dt. 27:3).
27. Cp. Lv. 1, 3, 7.
28. Es difícil determinar cuánto se haya incluido de la ley. No
era nada excepcional en aquellos tiempos hacer una inscripción ex-
tensa sobre piedras y rocas. Por ejemplo se ha hallado una en Behis-
68
blica que hizo Israel en cuanto a su dependencia de Dios y
su determinación de permitir que la ley de la tierra fuese la
ley de Dios, tal como había sido dicha a través de Moisés.
Esta decisión de obedecer la ley fue puesta de manifiesto en
forma impresionante a través de la escena que siguió y que
también estuvo de acuerdo a las instrucciones previas de Moi-
sés (Dt. 27: 11-26). La mitad del pueblo estuvo junto al monte
Gerizim 29 al sur, y la otra mitad junto al monte Ebal al nor-
te, y el arca del pacto y los sacerdotes levíticos entre ambos
grupos. Cuando todo el pueblo hubo tomado esa posición,
Josué «leyó todas las palabras de la ley, las bendiciones y las
maldiciones, conforme a todo lo que está escrito en el libro
de la ley» (8:34). Las seis tribus ubicadas junto al monte
Gerizim simbolizaban la bendición sobre el pueblo (Dt.
27: 12); las seis tribus paradas junto al monte Ebal. simbo-
lizaban la maldición (Dt. 27: 13). La esencia de esta esceni-
ficación era reiterar la verdad de ambos aspectos de toda la
ley: bendición después de la obediencia; maldición después
de la desobediencia. Los israelitas estaban entrando en una
tierra de bendición, pero no debían olvidar que por toda de-
sobediencia de su parte, habría, de forma inevitable, maldi-
ción. A medida que Josué, representado por 'los levitas, leía
una frase de la ley, sea que ésta implicase bendición o mal-
dición, el pueblo debía responder diciendo: «Amén» (Dt.
27: 14-26).30
69
De esta manera se había alcanzado otra etapa en la pla-
neada conquista de Canaán. El pueblo reconoció la preemi-
nencia del Señor y de su palabra, y esto le aseguraba el éxito
de los encuentros posteriores.
70
A. Alianza con Gaba6n (9:1-27)
32. Algunos piensan que este Gilgal no fue el lugar donde Is-
rael acampó al principio, sino que se trata de otro Gilgal en Canaán,
ubicado al suroeste de Silo. Este concepto se basa en el supuesto de
que los israelitas buscarían una ubicación más cercana a sus futuras
maniobras militares después de dejar a Ebal. (Véase Keil y Delitzsch,
op. cit., pp. 92-94). Sin embargo, la lectura de 10: 7-8 parece indicar
que los israelitas regresaron al Gilgal original. Su ubicación era, por
cierto, más favorable que la del Gilgal cercano a Silo, teniendo en
cuenta el espacio requerido para el campamento de tantos israelitas.
71
engaño de los gabaonitas pasó desapercibido, y Josué hizo
pacto de paz con ellos (9: 15).
Con cuánto cuidado debe defenderse el cristiano del agu-
do engaño del mundo en su intento de buscar protección bajo
la cobertura de la iglesia y así capitalizar sus bendiciones.
Pero con el consejo del Señor no hay motivo para que los
engaños pasen desapercibidos.
73
de Gabaón. Como en ocasiones anteriores, Dios aseguró a Jo-
sué una victoria completa: «No tengas temor de ellos; por-
que yo los he entregado en tu mano y ninguno de ellos pre-
valecerá delante de ti» (10: 8). Cuando Josué llegó a la cer-
canía de Gabaón aún era de noche. Aprovechando esa cir-
cunstancia cayó repentinamente sobre el enemigo. El pánico
cundió entre los ejércitos, y muchos fueron heridos «con
gran mortandad»; otros huyeron hacia el oeste, y, siendo
perseguidos por los israelitas, Dios envió una tormenta de
grandes piedras de granizo sobre los amorreos de modo que
fueron más los muertos por el granizo que por la espada de
Israel (la: 11). Por su parte, los israelitas, milagrosamente,
no fueron dañados por la tormenta.
74
2) Josué necesitaba más tiempo de luz diurna para com-
pletar su batalla, y, en consecuencia, pedía por un día más
prolongado. Esta interpretación sugiere entonces que Dios de-
tuvo la rotación de la tierra mientras el sol permanecía sobre
Josué; de esta manera una rotación completa habría durado
cuarenta y ocho horas. Gleason L. Archer dice: «Es preciso
admitir que el versículo 13 [b] parece estar a favor de la
prolongación del día: "y el sol se detuvo en medio (o a mitad
del camino) del cielo y no se apresuró a ponerse durante todo
un día"» (versión de Berkeley).
3) El exhausto ejército de Josué necesitaba descansar
del cruento calor del sol, de modo que Josué oró para que el
sol fuese hecho «impotente» en cuanto a su efecto sobre las
tropas. Esta explicación se basa en la palabra hebrea dom,
que se traduce «detente», pero que literalmente significa
«cesa» (como en 2.° R. 4:6 y Lm. 2: 18). En este caso la
granizada enviada por Dios es considerada la respuesta a la
oración de Josué, puesto que hizo que el sol fuese impo-
tente. 39
La primera y tercera explicación mencionadas arriba re-
quiere que la tormenta de granizo haya sido de extraordinaria
duración. Sin embargo, esto podría explicarse mediante la ca-
lificación exclusiva que se encuentra en 10: 14a «y no hubo
día como aquel, ni antes ni después de él». La segunda ex-
plicación representa el punto de vista popular, conforme al
cual el milagro afectó a todo el sistema planetario, una ex-
plicación que no carece de problemas.
Lo que realmente haya ocurrido aquel día sigue siendo
un interrogante abierto; por otra parte, no se puede negar
que el fenómeno haya sido único y milagroso. Cualquiera
haya sido la necesidad de Josué, Dios la suplió; «porque Je-
hová peleaba por Israel» (lO: 14b).
75
dirección al oeste, los cinco reyes se ocultaron en una cueva
en Maceda. Pronto fueron descubiertos allí y detenidos para
disponer de sus vidas más tarde (10: 16-17). Mientras algunos
soldados permanecían en Maceda custodiando a los prisione-
ros en la cueva, el ejército perseguía a los amorreos que aún
sobrevivían, hiriéndolos a todos, excepto a aquellos que lo-
graron refugiarse en las ciudades fortificadas (10:20). Al final
de esa batalla los guerreros israelitas se reunieron con Josué
en Maceda gozándose por su primera victoria contra una coa-
lición de ejércitos. Para grabar en su ejército el significado de
aquella victoria, en vista de futuras guerras, Josué siguió
la costumbre de los conquistadores del oriente: ordenó que
sus jefes pusieran sus pies sobre los cuellos de los reyes, sim-
bolizando así sus futuras victorias: «Porque así hará Jehová
a todos vuestros enemigos contra los cuales peleáis» (10:25).
Luego los reyes fueron heridos, y muertos en la horca donde
quedaron hasta la noche. Luego fueron arrojados al interior
de la cueva contra cuya puerta se colocaron grandes piedras,
otra forma de conmemorar la marcha triunfal de Israel en
Canaán.
El cristiano, en su deseo de vivir cerca de Dios, conoce
demasiado bien que el enemigo de su alma con frecuencia no
es uno solo, sino una coalición de numerosos enemigos.
¿Quién no se ha enfrentado alguna vez a una coalición de
desilusión, duda, desaliento y desesperación; o de presunción,
pompas y prejuicios; o de indiferencia e indolencia? Pero
Dios es poderoso «porque así hará Jehová a todos vuestros
enemigos contra los cuales peleáis» (10:25).
76
el destino de esa parte de la tierra. Josué y su ejército fueron
de ciudad en ciudad, destruyéndolas completamente e hi-
riendo a sus reyes y habitantes «como Jehová Dios de Israel
se lo había mandado» (10: 40). Esta campaña, que fue de
considerable duración (cp. 11: 18), se extendió, en forma
ininterrumpida, a lo largo de un período de tiempo (10:42).
En esta campaña no fueron tomadas todas las ciudades de la
tierra. Aparentemente, desde el punto de vista militar, no era
preciso destruir cada ciudad. Sin embargo, el hecho de que
Josué no tomase a Jerusalén en esta ocasión habría de cons-
tituirse en una gran dificultad para las tribus de Judá y Ben-
jamín. La lista de ciudades que cayeron bajo Josué se encuen-
tra ellO: 28-39 y aparece en el orden de las batallas libradas
comenzando con la última. 41 El relato es conciso, definitivo y
escrito con un espíritu determinativo que señala hacia el se-
creto del éxito de aquella gran campaña en el sur: «Todos
estos reyes y sus tierras tomó Josué de una vez; porque Jeho-
vá Dios de Israel peleaba por Israel» (10:42).
Ahora Josué podía dirigir confiadamente su mirada hacia
la tarea inconclusa del norte. Y con ese espíritu regresó con
sus ejércitos a Gilgal para prepararse para esa misión (10:43).
77
para pelear contra Israel» (11: 5), es decir, un poco al noroeste
del mar de Galilea.
Josué no se quedó esperando el ataque. Ya había condu-
cido a sus ejércitos hacia el norte,. siguiendo el valle del Jor-
dán y se encontraba a una distancia de un día de Merom, sin
lugar a dudas, en las cercanías del mar de Galilea; Josué!
debió temblar ante la perspectiva de luchar contra un ejérci-
to tan formidable, con un número tan elevado de guerreros,
además de sus caballos y carros.42 En esas circunstancias re-
cibió de parte de Dios el mensaje alentador de victoria, tal
como había sucedido en batallas anteriores: «No tengas te-
mor de ellos, porque mañana a esta hora yo entregaré a todos
ellos muertos delante de Israel» (11: 6). Al día siguiente, en
un ataque sorpresa, junto a las aguas de Merom, los israelitas
cayeron sobre el enemigo persiguiéndolo hacia el oeste, en di-
rección de la costa (a las ciudades de Sidón y Misrefotmaim)
y hacia el este (valle de Mizpa) hiriendo a la totalidad de
ellos, y, por orden de Dios, quemando los carros y desjarre-
tando los caballos (11: 9).43
Regresando de la persecución hacia el oeste Josué tomó
la poderosa fortaleza de Hazor, hirió a su rey y a su pueblo
y prendió fuego a la ciudad. Lo mismo hizo con las demás
ciudades, exceptuando a aquellas que_estaban situadas sobre
colinas, aparentemente teniendo en cuenta el valor que ten-
drían para los israelitas que posteriormente se radicarían en
esa zona.
La victoria de Josué en el norte fue tan decisiva como
en el sur y no dejó interrogante alguno en cuanto a la iden-
tidad del gigante de la tierra. Nuevamente, el secreto de la
victoria había sido la obediencia a Dios. Esto se subraya cla-
ramente en el último versículo de esta parte del libro de
Josué: «De la manera que Jehová 10 había mandado a Moi-
sés su siervo, así Moisés lo mandó a Josué; y así Josué lo hizo,
sin quitar palabra de todo lo que Jehová había mandado a
Moisés» (11: 15).
42. Josefo afirma que los ejércitos del norte tuvieron trescientos
mil hombre de infantería, 10.000 de caballería y 20.000 carros (Anti-
güedades V: 1: 12), si bien esto puede parecer exagerado.
43. Dios quería evitar que Israel construyera una organización
militar en cuyo caso el pueblo confiaría en los carros y los caballos
y no en Dios (cp. Is. 31: 1).
78
IV. RESUMEN (11:16 -12:24)
c. Recapitulación
Estos siete capítulos del libro de Josué son relatos de
guerras y conquistas. Cuando el lector llega al capítulo 12 se
80
siente cansado del estrépito de las armas y reanimado por la
breve declaración final del capítulo 11: «y la tierra descansó
de la guerra» (11: 23). Cierto escritor expresó así sus senti-
mientos al respecto: «Los anales de la paz siempre son más
breves que los relatos de la guerra; y cuando alcanzamos esta
cláusula, breve pero bienvenida, probablemente anhelamos
que se extendiese de tal manera para llenar nuestros ojos y
corazones con las bendiciones que la paz otorga con mano
bondadosa.» 46
Un buen método para aliviar al alma de la pesadumbre
causada por el relato de sangrientas y devastadoras batallas
es considerar en forma renovada el lugar de dichas batallas
en la historia de Israel desde la perspectiva divina. Un repaso
de los tres aspectos de las guerras de Israel en Canaán enfoca
la atención en tres cosas, es decir, su origen, sus agentes y sus
resultados.
1. El origen de las guerras fue Dios mismo. Aquella fue
Su guerra. El hombre a quien Josué vio con la espada en la
mano, al comienzo de las batallas, había sido enviado por
Dios (5: 13). Era Dios quien llevó a Israel a la batalla para
purgar a la tierra de su idolatría. Fue Dios quien dio la vic~
toria a Israel para que pudiese poseer la tierra y habitar en
ella.
2. El agente de estas guerras fue Israel. Un hombre, Jo-
sué, y una multitud, los israelitas, fueron los soldados, con-
quistadores y ejecutores que actuaron en obediencia a su co-
mandante en jefe, es decir, a Dios. Hicieran lo que hiciesen
en obediencia a Sus instrucciones, sus obras tenían la singular
cualidad de ser santas. Esto se le volvió a demostrar viva-
mente a Josué al comienzo de las batallas cuando se le dijo
que el lugar que pisaba era santo (5: 15). La tierra, como
todo lo que se requería para su conquista, era santo. Si bien
las batallas fueron sangrietas y desoladoras, ellas fueron de
carácter santo. Si bien fueron numerosas y extensas, fueron
santas. Dios estaba utilizando a los israelitas para purgar y
castigar a las naciones idólatras, siendo su método la des-
trucción mediante la guerra.
3. El resultado de la guerra fue reposo. Las guerras no
81
fueron el propósito final de Dios. Ellas debían conducir al des-
canso. Pero no podía haber reposo para Israel si pueblos idó-
latras habitaban en medio de ellos. La frase de 11: 23 «y la
tierra descansó de la guerra» habla del reposo desde un
punto de vista negativo. Desde el punto de vista positivo éste
era el reposo de una morada, de una patria de prosperidad,
tanto material como espiritual. Es digno de observar que
cuando Dios ordenó a Josué introducir a Israel en la tierra
(1 : 2-9), el énfasis estuvo sobre la bendición positiva del re-
poso, con sólo una breve mención del conflicto que significa-
ría su adquisición (1: 5).
82
TERCERA PARTE
LAS HEREDADES
13:1- 21:45
LAS HEREDADES
13:1-21:45
86
A. Adjudicación Inmediata debido a la avanzada edad
de Josué (13:1a)
87
mostrar valor y energía en completar la conquista por sus
propios medios, asegurándose así la herencia total. Los cami-
nos de Dios para con un cristiano de la actualidad son simi-
lares, puesto que cálida y afablemente lo alienta a evitar una
constante dependencia de líderes humanos, y a conquistar la
plenitud de Cristo tratando con los pecados personales y las
cargas que aún habitan en las sombras de su vida.
A. Introducción (14:1-5)
89
Eleazar, el sacerdote, y diez pnnClpes de las tribus (Nm.
34: 16-29). Puesto que a la tribu de Leví no se le adjudicó
tierra alguna el escritor de Josué explica que, sin embargo,
hubo doce adjudicaciones, y no once, puesto que los hijos de
José eran contados como dos tribus, Manasés y Efraín (14:4).6
90
tura de su espíritu de determinación y de la confianza que
Josué puso en él, expulsando al enemigo (15: 14-17),7 de modo
que «la tierra descansó de la guerra» (14: 15).
La fe inamovible y la fuerza inquebrantable de Caleb son
un desafío estremecedor a todos los cristianos. Para muchas
personas ver es creer; esperar es agotarse, y envejecer, reti-
rarse. Para Caleb creer significaba ver la posibilidad de con-
quistar Canaán; esperar durante todos los años en el desierto
y de las guerras para conquistar Canaán significaba fortale-
cerse; y el paso de los años significaba la oportunidad para
realizar otra tarea gigantesca con la misma fuerza que Dios le
había dado antes. Caleb recibió el premio de esta recompensa
en Canaán porque había estado totalmente consagrado al Se-
ñor.
91
4-51), Y en la práctica de echar suertes.8 Llegado el tiempo
para dividir la tierra se asumía que las tribus más grandes
y prominentes, es decir, Judá y los hijos de José, serían los
primeros adjudicatarios, lo que también determinaría las ad-
judicaciones que quedarían por hacerse. Es probable que las
adjudicaciones para Judá, Efraín y Manasés hayan sido he-
chas en Gilga!. Las demás fueron realizadas en Silo (18: 1).
A. Judá (15:1-63)
92
2. Exterminio a mano de Caleb (15: 13-19)
93
tiempo la ciudad. Ahora Judá sufría las consecuencias de ese
error o pérdida, porque, entre tanto, se había desarrollado un
contingente fuerte de jebuseos y no se dejaría expulsar de la
ciudad. Después de la muerte de Josué, Judá hirió y quemó
las zonas residenciales cercanas a Jerusalén carentes de mu-
ros y situadas en las colinas del oeste (Jue. 1: 8),11 pero, simi-
lar al caso de los benjamitas (Jue. 1:21), nunca pudo expul-
sar a los jebuseos de aquella zona. Lo peor de todo era que
los hijos de Judá habitarían allí, junto a los jebuseos, durante
muchos años (2.0 S. 5: 6-7), estableciendo un compañerismo
que no podría promover la auténtica adoración a Dios. La
ciudad destinada a ser la ciudad santa era parte de la heredad
de Israel, que, sin embargo, no recibió las bendiciones de
Dios por el hecho de cobijar a habitantes idólatras.
B. Los hijos de José (16:1 -17:18)
Siguiendo a Judá, la segunda adjudicación importante fue
hecha a la familia de José. En recompensa por los servicios
de José durante los primeros años de hambre, sus hijos Efraín
y Manasés fueron ordenados para ser cabezas de dos tribus
(Gn. 48: 5). La suerte de la heredad de José describía la re-
gión fértil y hermosa junto al río Jordán. Pero su límite sur
(16: 1-3) no era adyacente con el límite norte de Judá, a fin
de reservar parte de esa tierra para las otras siete tribus más
pequeñas. J2
1. Efraín (16:4-10)
94
naneos a quienes los hombres de Efraín no habían expulsado
de Geser.
2. AJanasés (17:1-13)
96
para que juntos estudiasen y dividiesen la tierra restante en
siete porciones. Esta era una tarea compleja' que demandaba
tiempo, pero era necesaria para una división equitativa de la
tierra. Cuando aquellos hombres presentaron a Josué el re-
sultado de su estudio, éste echó suertes delante «de Jehová»
y entonces cada una de las tribus supo por vez primera cuál
sería su hogar. El texto del libro de Josué continúa descri-
biendo la geografía de la tierra que las tribus recibieron si-
guiendo el orden de las suertes echadas. El gráfico de la pá-
gina 99 resume los hechos pertinentes a cada adjudicación.
El estudio del mismo, además del mapa adjunto, ayudará a
revelar las características individuales de cada heredad.
97
MANASES
Basón
EL MAR GRANDE
• Golón
SIMEON
CANAAN
según la división
entre las doce
tribus
• Ciudodes de
refugio
ADJUDICACIONES DE LA TIERRA
Tribu
(Número de Significado de la Descripci6n,
guerreros) I Ubicaci6n Ubicaci6n recursos
Josué 18: 11-28' entre Judá y ubicación de la montañas y que-
BENJAMIN Efraín santa Jerusalén bradas
45.600
se alienta estre- terreno áspero
cha asociación
con Judá improductivo
19: 1-9 parte de Judá expuesto al ene- mayormente llano
SIMEON en el sur 1 migo y desértico
22.200
19: 10-16 incluía la pla-adyacente a su planicie fértil
ZABULON nicie de Me- campamento en
60.500 guido el desierto esta- ruta hacia el mar
ba Isacar
tenía acceso a muy productivo
costa
19: 17-23 al este de Za- valle de Jezreel, hermosa ubica-
ISACAR bulón conocido campo ción
64.300 de batalla de
al sur del mar Palestina lugar de tránsito
de Galilea
muy productivo
19:24-31 al sur de los la fuerza de llanuras fértiles
ASER enemigos sido- Aser protegía a en la costa
53.400 nios Israel del enemi-
go de la costa conocido por sus
tierras de las norte olivos
costas desde el
Carmelo hasta
Sidón
19: 32-39 al este de Aser tierras importan- serranía que se
NEFTALI tes en la historia extiende de norte
45.400 al oeste del del N. T. a sur
mar de Gali-
lea y Merom valles fértiles y
productivos
19:40-48 al oeste de la ubicación ori- sección producti-
DAN Benjamín ginal fue dema- va en manos filis-
64.400 siado pequeña' teas
acceso al mar
Grande expuesta a los fi-
listeos del sur-
oeste
102
CUARTA PARTE
CONSAGRACION
22:1-24:33
RESUMEN
CUARTA PARTE
CONSAGRACION
22:1- 24:33
106
mado Ed (<<testigo») porque era un testigo entre los dos pue-
blos de que «Jehová es Dios» (22: 34).
107
por Dios con su pueblo. Aquí fue donde Dios, dirigiéndose
a Abraham, le prometió por vez primera la tierra de Ca-
naán (Gn. 12: 6-7); Jacob había construido un altar aquí
(Gn. 33: 20); también Josué construyó un altar aquí y re-
novó la relación entre Dios e Israel (Jos. 8: 30-35). Ahora Jo-
sué exhortaba a Israel a basar su destino en el fundamento
del pacto. En aquel decisivo día, al final de su discurso,
«Josué hizo un pacto con el pueblo ... y les dio estatutos y
leyes en Siquem» (24:25).
2. Historia
3. Bendiciones presentes
4. Consagración
109
RESUMEN
PREPARATIVOS
CONQUISTA
HEREDADES
CONSAGRACION
112
BmLIOGRAFÍA
* Libros en castellano
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Antiguo Testamento. Grand Rapids: Editorial Portavoz, 1987.
Ayuda a conocer el trasfondo de Josué.
Baly, Denis. The Geography ofthe Bible. Nueva York: Harper
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*Redpath, Alan. Viviendo la vida cristiana victoriosa. Chicago:
Editorial Moody, s.f. Excelentes mensajes devocionales sobre
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*Schultz, Samuel J. Habla el Antiguo Testamento. Grand Rapids:
Editorial Portavoz, 1976. Un completo examen de la historia y
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Unger, Merrill F. Introductory Guide to the Old Testament. Grand
Rapids: Zondervan Publishing Co., 1951. Material introductorio.
* _ _ Manual bíblico de Unger. Grand Rapids: Editorial
o
Portavoz, 1987.
* _ _ Nuevo manual bíblico de Unger. Grand Rapids: Editorial
o
Portavoz, 1987.
(PE] Otros libros de
EDITORIAL PORTAVOZ
ISBN 0-8254-1353-2
m
JOSUE
JENS 0
Comentario I
Antiguo Testamento
~~J~II'3"3-2
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