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Comentario Bíblico Portavoz

JOSUE
La tierra de reposo conquistada
JOSUÉ
La tierra de
reposo conquistada
~
Comentario BíbUco Portavoz
••••••.
Panorama del Antiguo Testamento, Paul N. Benware
Génesis, Howard F. Vos
Números: Viaje a la Tierra de Reposo, Irving L. Jensen
Deuteronomio: El Evangelio del Amor, Samuel J. Schultz
Josué: La Tierra de Reposo Conquistada, Irving L. Jensen
Jueces y Rut, Arthur H. Lewis
Primero y Segundo de Reyes, Richard 1. McNeely
Ester: El Triunfo de la Soberanía de Dios, John C. Whitcomb
Job, Roy B. Zuck
Los Salmos, Robert L. Alden
Proverbios, Irving L. Jensen
Eclesiastés, Walter C. Kaiser
Isaías: La Salvación del Señor, Alfred Martin
Jeremías y Lamentaciones, Irving L. Jensen
Ezequiel, Ralph Alexander
Daniel, Jobo C. Whitcomb
Nahúm, Sofonías, Habacuc: Profetas Menores del Siglo VII,
Hobart E. Freeman
Hageo y Malaquías: Rededicacióny Renovación, Herbert Wolf
Panorama del Nuevo Testamento, Paul N. Benware
Mateo, Arthur Robertson
Lucas, Paul N. Benware
Juan: El Evangelio de la Fe, Everett F. Harrison
Los Hechos de los Apóstoles, Charles C. Ryrie
Gálatas: Una Llamada a la libertad Cristiana, Howard F. Vos
Efesios: La Gloria de la Iglesia, Homer A. Kent, Jr.
Filipenses: Triunfo en Cristo, Jobo F. Walvoord
Colosenses: Cristo, Todo-suficiente, Everett F. HarriSOD
Primera y Segunda Tesalonicenses, Charles C. Ryrie
Primera y Segunda Timoteo, D. Edrnond Hiebert
Tito y Filemón, D. Edrnond Hiebert
La Epístola a los Hebreos, Charles F. Pfeiffer
Primera y Segunda Pedro, Louis A. Barbieri
Judas: Los Hechos de los Apóstatas, S. MaxweU Coder
Apocalipsis, Charles C. Ryrie
JOSUÉ
La tierra de
reposo conquistada

Irving L. Jensen

~
EDITORIAL PORTAVOZ
Título del original: Joshua: Rest-Land Won (Everyman's
Bible Commentary series), Irving L. Jensen. ©, 1966,
Moody Bible Institute y publicado por Moody Press,
Chicago, Illinois.
Edición en castellano: Josué: La tierra de reposo
conquistada. ©, 1994 por Editorial Portavoz, filial de
Kregel Publications. Grand Rapids, Michigan, USA. Todos
los derechos reservados.
Traducción: Guillermo Kratzig
Portada: Alan G. Hartman
Fotografía de la portada: Patricia Sgrignoli I POSITIVE
IMAGES
EDITORIAL PORTAVOZ
KregelPublications
P. O. Box 2607
Grand Rapids, Michigan 49501
ISBN 0-8254-1353-2
2 3 4 5 6 impresión I año 98 97 96 95 94
Printed in the United States 01America
CONTENIDO

Prefacio . 7
Introducción 9

Primera Parte: PREPARATIVOS PARA LA CON-


QUISTA (1:1-5:15) . 27
Las primeras órdenes (1:1 - 2:24) . 27
Preparativos militares (3:1 - 5:1) . 37
Preparativos espirituales (5:2-15) . 43
Segunda Parte: LA CONQUISTA (6:1- 12:24) 51
Campaña central (6:1 - 8:35) . 52
Campaña del sur (9:1 - 10:43) 70
Campaña del norte (11:1-15) . 77
Resumen (11:16 - 12:24) . 79
Tercera Parte: LAS HEREDADES (13:1 - 21~45). 85
Orden de dividir la tierra (13:1-7).. 86
Concesión especial (a dos tribus y media)
(13:8-33). . . . . .. 88
Recompensa especial I (a Caleb) (14:
1-15). . . . . .. 89
Heredad principal (15:1 - 19:49a).. 91
Recompensa especial 11 (a Josué) (19:
49b-51) . . . . .. 97
Ciudades especiales (20:1 - 21:42) . 97
Conclusión (21:43-45) . 100
Cuarta Parte: CONSAGRACION (22:1 - 24:33). 105
Consagración de las tribus del este (22:
1-34). . . . . . . . 105
Consagración de las tribus del oeste (23:
1 - 24:28) . 107
Apéndice (24:29-33) 109
Resumen . 111
Bibliografía 113
A mis hermanos y hermanas
PREFACIO

Por término medio, el cristiano conoce mejor el Nuevo


Testamento que el Antiguo, y ello es comprensible. Sin em-
bargo, la Biblia es un solo libro y el cristiano que ignora una
gran parte de él está renunciando a las ricas bendiciones que
estaban destinadas a su propia riqueza espiritual. Hay dos
buenos motivos por los que cada cristiano debería conocer
el libro de Josué. En primer lugar, debería conocerlo por su
valor histórico, tanto pasado como contemporáneo. La nación
judía nunca dejó de considerarse dueña de la tierra de Pales-
tina que Dios había dado a sus antecesores, y de la que se
apropiaron bajo la dirección de Josué. Basados en la profecía
bíblica y en los turbulentos acontecimientos de la actualidad,
resulta obvio que la historia más dramática de la tierra. to-
davía está por ser escrita. En segundo lugar, el libro de Jo-
sué está lleno de lecciones espirituales referidas a cómo pue-
de vivir el cristiano la vida victoriosa (la vida en la tierra
de reposo) de la que habla Hebreos 3 y 4.
El autor anhela que este breve comentario contribuya al
estudio que el lector haga del libro de Josué ayudándole a
tener presentes los dos valores recién mencionados. El texto
bíblico que se usa a lo largo del comentario es el de la ver-
sión Reina-Valera, 60. Las referencias a otras versiones son
mencionadas en forma específica. Quiera el Señor magnificar
esta porción de su inspirado mensaje.

Irving L. JENSEN

7
MAPA DE LAS TRES CAMPARAS DE JOSUE

MAR GRANDE MAR DE GALILEA


(Cineret)

Siquem O Río Jaboc


MONTE GERIZIM -):~

Ciudades conquistadas O
CD Campaña del centro
® Campaña del sur
@ Campaña del norte
INTRODUCCION

Aun el lector casual del último capítulo del libro de Deu-


teronomio no puede dejar de sentirse conmovido por las pro-
fundas escenas que se describen en sus últimos doce versícu-
los: Moisés, fiel siervo de Dios, ve entristecido desde el monte
Pisga la tierra prometida a la cual Dios le impide entrar; lue-
go, siendo de avanzada edad, pero sin haberse debilitado,
muere y es sepultado. Los hijos de Israel lo lloran durante
treinta días y su epitafio es registrado para todos los siglos:
«y nunca más se levantó profeta en Israel como Moisés, a
quien haya conocido Jehová cara a cara» (Dt. 34: 10). Pero
la historia no termina allí. y cuando el lector mira instin-
tivamente a las palabras que siguen en la Santa Escritura, es
decir, a los primeros versículos de Josué, encuentra en un
sucesor de Moisés la renovación del drama del pueblo de Dios
y su tierra. Esto lo llena de nuevas y felices esperanzas. Esto
lo inspira a estudiar el libro de Josué. Al hacerlo, y al apli-
car sus muchas y preciosas lecciones, su esfuerzo pronto re-
sulta en gran manera recompensado.

AUTOR Y FECHA

En ninguna parte de la Biblia se identifica al autor de


este sexto libro del Antiguo Testamento. La opinión de los
eruditos de la Biblia está dividida en cuanto a su paternidad
literaria. No todos opinan que el protagonista principal del
libro también haya sido su autor. Sin embargo, el estudio del
libro de Josué no es impedido por la falta de respuesta al
interrogante que plantea la paternidad literaria.
Hay sólida seguridad y acuerdo con referencia a algunos
aspectos referentes a la paternidad literaria del libro:
9
1) El autor fue testigo ocular de gran parte del relato
histórico. El relato detallado y la vívida descripción de acon-
tecimientos tales como el paso por el Jordán, la captura de
Jericó y el mensaje de despedida de Josué, señalan hacia una
observación y participación en el escenario mismo de los he-
chos. Además, como en el caso de las secciones de los Hechos
de los Apóstoles que usan el pronombre «nosotros», también
en este libro hay algunos ejemplos de relato autobiográfico
que usa el pronombre personal (5: 1; I 5:6; 15:4).
2) El libro fue escrito en fecha muy temprana, poco des-
pués de haber ocurrido los acontecimientos en cuestión. Esto
lo indica el uso frecuente de la frase «hasta hoy» y del con-
texto en el cual se encuentra. Por ejemplo, Racab, que prote-
gió la vida de los espías, todavía vivía cuando el autor escri-
bía el libro: «y habitó ella entre los israelitas hasta hoy»
(6:25).2
3) En forma específica se identifica a Josué como autor
de algunas partes del libro. Escribió las palabras del pacto
que él compartió con Israel «en el libro de la ley de Dios»
(24:26), cuyo origen había sido, según el capítulo 24, su exhor-
tación de despedida. Josué también fue el responsable del
reconocimiento de Canaán, reconocimiento que ordenó ser
incluido en un libro (18:9).
4) Algunas pequeñas partes no pudieron haber sido es-
critas por Josué. Dichas partes incluyen las referencias a su
muerte (24:29, 30) y a la fidelidad de Israel durante los años
posteriores a ella (24:31). Es posible que estas partes hayan
sido añadidas por Eleazar el sacerdote y que la nota refe-
rente a la muerte de Eleazar (24: 33) haya sido registrada,
por su parte, por Finees, su hijo.
5) La mayor parte del libro fue escrito por un mismo
autor. La unidad del libro en cuanto a su estilo y organización
es evidencia suficiente de que el libro de Josué es la compo-
sición de un solo hombre, quienquiera que haya sido él.
La tradición judía, tanto antigua como moderna, ha sido
consistente en adjudicar la paternidad literaria del libro al
hombre llamado Josué. En realidad, entre cristianos conser-

l. Algunos manuscritos dicen: «Nosotros hubiésemos pasado.»


2. Otras referencias son 8:28-29; 9:27; 10:27; 13: 13; 14: 14; 15:63
que señalan a una fecha pre-davídica), y 16: 10 (fecha pre-salomónica).

10
vadores es posible que la opinión esté dividida en partes igua-
les.3 No hay evidencias internas para negar que la mayor
parte del libro sea obra de Josué. Lo que realmente importa
es reconocer que la identificación del autor no es de signifi-
cación vital para el estudio del libro. El libro es un relato
histórico de la conquista de Israel y la división de la tierra
de Canaán bajo el liderazgo de Josué. El libro no tiene, prin-
cipalmente, un propósito autobiográfico destinado a ofrecer
discernimiento detallado referente al corazón del1íder. Si ese
hubiese sido el propósito del libro, entonces sí, la identifica-
ción del autor habría sido de importancia vital.

UBICACION DEL LIBRO EN EL ANTIGUO TESTAMENTO

El ordenamiento de los treinta y nueve libros del Antiguo


Testamento sigue esencialmente el orden de la Vulgata latina
(aproximadamente, 400 años d.C.) que a su vez surgió de
la Septuaginta en griego (siglos III y 11 a.C.). Los libros han
sido ordenados de tal manera que se puedan distinguir cuatro
grupos: Pentateuco, historia, poesía y ética, y profecía. Con-
forme a este orden, Josué es el primero de los doce libros his-
tóricos. El orden del Antiguo Testamento en hebreo es esen-
cialmente distinto, aunque el contenido del texto es idéntico.
El Antiguo Testamento en hebreo contiene tres grupos, es de·
cir, la ley, los profetas y los escritos. La sección de los profe-
tas se ha dividido en dos partes, la primera y la segunda.
Josué es el primer libro de los primeros profetas, seguido, en
este orden, por Jueces, Samuel (1.0 y 2.° Samuel) y Reyes
(1.0 y 2.° Reyes). El hecho de colocar a Josué entre los libros
proféticos posiblemente se deba a que su autor haya sido
considerado investido del oficio del profeta;4 pero probable-

3. Estas son tres posiciones representativas del lado conservador


en cuanto a la paternidad literaria de Josué: «Sí»: Gleason L. Archer
{A Survey 01 Old Testament lntroduction. Chicago: Moody Press,
1964), p. 252; «No»: Robert Jamieson, A. R. Fausset, y David Brown
(Un Comentario del Antiguo y Nuevo Testamento, vol. 1, Grand Ra-
pids: Wm. B. Eerdmans Pub. Co. (1948), p. 210; «Posiblemente»: Me-
rrill F. Unger (lntroductory Guide to the Old Testament, Grand Ra-
pids: Zondervan, 1951), p. 281.
4. Merrill F. Unger, op. cit., p. 279.

11
mente se deba más a que este relato histórico ilustra los gran-
des principios predicados por los profetas.5
Al estudiante le ayuda el ver con claridad el lugar donde
se ubica el libro de Josué en el desarrollo histórico de los
libros del Antiguo Testamento en cuanto éste se refiere a
Israel. Dicho en forma más simple, la historia del Antiguo
Testamento, de Israel, se desarrolla en tres épocas 6 referidas
a una TIERRA (Canaán) ya un GOBIERNO (teocracia [Dios
como Gobernante]) tal como lo muestra el gráfico que sigue:

1 11 III
HACIA LA TIERRA EN LA TIERRA DESDE LA TIERRA
promesas y viaje re- entrada y mora- llevados de la tierra
ferentes a la tierra y da en la tierra al cautiverio: di sol u-
a la teocracia bajo la teocracia ción de la teocracia

El contenido de las primeras dos divisiones del Antiguo


Testamento hebraico (Pentateuco, Profetas) cubre íntegramen-
te la historia de las tres épocas que muestra el gráfico de
arriba:

PENTATEUCO PROFETAS
1 II III
(Ley) (Primeros
profetas) (Profetas postreros)
De Génesis a
Deuteronomio Josué, Jueces, De Isaías a Malaquías
1.0 y 2.° Samuel,
1.0 y 2.° Reyes
Hacia la tierra En la tierra Desde la tierra

De lo antecho se puede ver cómo el libro de Josué con-


tinúa el relato histórico después de los libros del Pentateuco.

5. F. F. Bruce, Los Libros y Los Pergaminos, ed. rev. (Westwood,


N. J.: Fleming H. Revell Co., 1963), p. 92.
6. Hubo, más precisamente, cuatro eras si se tiene en cuenta el
período de restauración (es decir, bajo Nehemías); puesto que este
avivamiento fue breve, y puesto que los corazones volvieron a ser
de «piedra» en el tiempo de Malaquías, la división en tres eras tiene
validez.

12
En Génesis, Dios produce el nacimiento de Israel 7 y le pro-
mete la tierra de Canaán.8 En Exodo, Dios libra a su pueblo
de la opresión que sufre en una tierra extraña y lo pone en ca-
mino hacia la tierra prometida, dándole leyes por las cuales
regirse (conforme quedó relatado, tanto en Exodo como en
Levítico). El libro de Números relata el viaje de Israel a tra-
vés del desierto hasta la entrada en Canaán. En tanto que
Deuteronomio describe los preparativos finales para entrar
en la tierra. En este punto Josué toma el relato describiendo
la conquista de la tierra y la división de sus territorios entre
las tribus de Israel. En todo el sentido de la palabra, Josué
es el clímax de una historia progresivo, como también el co-
mienzo de una nueva experiencia para Israel. De esta manera,
su nexo histórico le da un lugar estratégico en las Escrituras
del Antiguo Testamento.9

VISTAZO GENERAL DE JOSUE

La mejor manera de comenzar el estudio de Josué es obte-


niendo una visión «a vista de pájaro» leyendo, en forma se-
guida, la totalidad del libro. Dado que el libro no es excesiva-
mente largo (24 capítulos), el lector promedio puede cumplir
con dicha clase de lectura en dos horas aproximadamente/o
Se urge al lector a hacer este estudio preliminar del texto bí-
blico antes de leer el comentario de la presente obra, a fin de
obtener una impresión general del libro de Josué. Es inesti-
mable el beneficio que el estudiante recibirá al comenzar de
esta manera su estudio.
7. Dios dijo a Abraham: «Haré de ti una nación grande» (Gn.
12: 2).
8. Gn. 12: 7. Posteriormente, Dios dio mayores detalles de la
promesa (Gn. 15: 18-2\).
9. Una sugerencia beneficiosa para el lector es la de realizar el
estudio de una trilogía, es decir, estudiando un libro referente a cada
una de las tres épocas descritas, y haciendo una comparación gene-
ral de los contenidos. Este autor ha sido ricamente bendecido al es-
tudiar en forma conjunta Números, Josué y Jeremías. Cada uno de
ellos representa una época diferente.
10. Para otras sugerencias en cuanto al estudio preliminar de un
libro de la Biblia, véase Irving L. Jensen, Independent Bible Study
(Chicago: Moody Press, 1963), pp. 106-1 \3 y Gerald B. Stanton, Fun-
damentos Cristianos (Barcelona: Publicaciones Portavoz Evangélico,
1977), pp. 63-\06.

13
Josué es un libro acerca de una tierra y de un pueblo. La
tierra es una herencia prometida por Dios que espera ser ocu-
pada. El pueblo es la nación escogida por Dios que se enfrenta
a los obstáculos humanos al comenzar la toma de posesión
de la tierra. Los obstáculos constituyen la ocasión para la
batalla -una guerra santa- ordenada por Dios para expul-
sar a los enemigos paganos de la tierra. El relato del libro de
Josué se presenta como una secuencia lógica de cuatro sec-
ciones. Las dos primeras comprenden la sección de acción del
libro, y que conduce al logro de la meta prometida conforme
lo representa una frase del versículo clave que dice: «Tomó,
pues, Josué toda la tierra» (11:23). Desde este punto central
del libro el relato se nivela, por así decirlo, para detallar los
asuntos inmediatos que debían ser atendidos por Josué, es
decir, el de dividir la herencia de la tierra entre las tribus.
Esta sección es seguida por una apelación y exhortación ade-
cuada dirigida al pueblo en el sentido de cumplir las condicio-
nes de bendiciones continuas, anteriormente prometidas en
la tierra de reposo de Dios. El diagrama de la página si-
guiente muestra un bosquejo del libro de Josué.
En el citado bosquejo del libro de Josué también se pue-
de observar el carácter de anticipación de dos de sus cuatro
secciones:

1:1 6:1 13: 1 22:10 (23: 5)

PREPARA- CONSA-
CION AN- GRA-
TICIPADA _ CION

~
ANTI:......... BENDI-
CIPADA ~ CIONES
CONS-
CONQUISTA TANTES

Como ya se ha dicho, la tierra de Canaán es una clave


particular en el relato de Josué. Se trata de la herencia pro-
metida, el lugar de habitación donde debía radicarse el pue-
blo. Las cuatro partes del libro de Josué cuentan esta historia
de la tierra:

1) entrada a 2) luchas por la 3) distribución de 4) viviendo en


la tierra tierra la tierra la tierra

14
BOSQUEJO DE LA ESTRUCTURA
DEL LIBRO DE JOSUE
.Mas a Jehová
vuestro Dios
seguiréis como
habéis hecho
hasta hoy»
(23:8)

.Tomó, pues Josué


toda la tierra»
(11:23)

CONSAGRACION

para la obtención
de bendición conti·
nua
HERENCIAS

distribución de la
tierra
CONQUISTA

las campañas
PREPARATIVOS

para la guerra

1: 1 6:1 13: 1 22: 10

ASUNTOS EN LA
ACCION TIERRA DESAFIO

Josué, la persona clave del libro, recibió la siguiente ins-


trucción referente a la tierra: «Porque tú repartirás a este
pueblo por heredad la tierra» (1: 6).
De esta manera el libro de Josué es la historia de la tierra
de reposo conquistada. Gran parte de la atención está cen-
trada en el pueblo que menciona el libro. Si bien Josué es el
personaje principal (yen este sentido el libro es realmente el
libro de Josué) las lecciones espirituales que se derivan delli-
bro provienen más del pueblo que de Josué. El es su líder,
pero las victorias se relatan generalmente como condicionadas
por la relación del pueblo con Dios. En la primera parte
(preparación), la orden es dada al pueblo; la designación di-
vina de Josué como su líder militar es a efectos de la instruc-
ción del pueblo; el paso milagroso a través de las aguas del
Jordán es para la confianza del pueblo; la circuncisión y los
15
ritos preparatorios eran para el bien del pueblo. En la parte
de las conquistas, las victorias dependen de la fe y la obe-
diencia del pueblo, y las derrotas se adjudican a los pecados
de éste. En la tercera sección (herencia), la distribución de la
tierra es para el pueblo; el pueblo es quien debe perpetuar
los nombres de sus tribus, asociados con lugares geográficos.
Finalmente, en la parte de la consagración, el orador es el
hombre de Dios, quien fue innegablemente la persona clave
en la conquista de la tierra; sin embargo, el brazo levantado
de exhortación, con su dedo, es dirigido como una adverten-
cia hacia el pueblo a fin de asegurar una creciente madurez
espiritual para las generaciones futuras.
Como se ha sugerido anteriormente, un adecuado versícu-
lo clave para el libro de Josué es 11: 23, versículo que con-
tiene cuatro elementos importantes de esta época en la histo-
ria de Israel:
1) La conquista: «Tomó, pues, Josué toda la tierra.»
2) El cumplimiento de la promesa: «Conforme a todo
lo que Jehová había dicho a Moisés.»
3) La distribución entre el pueblo: «y la entregó Josué
a los israelitas por herencia conforme a su distribu-
ción según sus tribus.»
4) El reposo: «y la tierra descansó de la guerra.»

LA TIERRA DE CANAAN

1. Geografía de la tierra

La tierra originalmente prometida a la simiente de Abra-


ham, se extendía desde el «río Egipto» 11 hasta el «gran río»
Eufrates (Gn. 15: 18). Esa misma promesa había sido confir-
mada a los israelitas en los días de Moisés (Ex. 23: 31), y
nuevamente a Josué (Jos. 1: 4). Estos eran los dos límites
ideales de influencia desde una de las potencias mundiales
11. El «río de Egipto» puede ser (1) el Wadi el Arish, o «arroyo
de Egipto» (cp. Jos. 15:4, 47), que era la línea limítrofe entre Egipto
y los desiertos del sur de Canaán, o (2) el río Nilo. De todos modos,
la tierra limítrofe es Egipto. Es interesante observar que el límite su-
doeste del Israel moderno está a unas pocas millas al este del Wadi
el Arish.

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en el límite sudoeste de Palestina, es decir, Egipto, hasta el
otro poder mundial sobre su límite este, es decir, Babilonia.
Fácilmente se puede reconocer la ubicación estratégica de
Canaán con referencia al resto del mundo de aquellos días.
La tierra constituía el nexo, el punto de equilibrio y el lu-
gar donde convergían las mayores rutas, tanto terrestres
como marítimas.u Los detalles específicos de los límites geo-
gráficos de Canaán,u la tierra que sería poseída por los is-
raelitas, fueron descritos por el Señor a Moisés en vísperas
de la entrada de Israel a la tierra (Nm. 34: 1-15). En esa oca-
sión Josué y Eleazar también fueron designados para la tarea
de distribuir los territorios entre las tribus. El cumplimiento
de esta tarea está relatado en Josué 13 - 19. Es preciso notar
que no todos los enemigos fueron expulsados inmediatamente;
algunas de las ciudades dentro de los límites establecidos no
fueron conquistadas, sino en los días de David y Salomón.
Esta conquista por etapas puede ser atribuida parcialmente
al hecho de que los israelitas no obedecieron totalmente las
condiciones de Dios. Otro factor fueron las demoras divina-
mente ordenadas para evitar que la tierra quedase repenti-
namente despoblada: «No los echaré de delante de ti en un
año, para que no quede la tierra desierta, y se aumenten con-
tra ti las fieras del campo.» (Ex. 23: 29-30.)
El mapa de la página 8 señala los principales movimientos
de las huestes israelitas contra los enemigos y dichos movi-
mientos se clasifican, naturalmente, conforme a tres grandes
campañas:

1) La campaña central: para asegurar a los israelitas un


cuartel general en el centro de la tierra desde el cual
extenderse.
2) La campaña del sur: para expulsar a los enemigos más
cercanos.

12. Véase Denis Baly, La Geografía de la Biblia (Nueva York:


Harper y Bros., 1957), p. 5.
13. El nombre «Canaán» es usado en la Biblia, y específicamente
cuando se trata de la frase «tierra de Canaán» (como en Nm. 34: 2),
con referencia a las áreas que hoy se conocen como Palestina y Siria,
y no sólo a la estrecha franja de tierra del pueblo pagano conocido
con el nombre de «cananeos». Es con este sentido que el presente
libro usa el término «Canaán», excepto cuando se indica lo contrario.

17
3) La campaña del norte: para controlar los territorios
más distantes.

El mapa de la página 98 muestra una identificación apro-


ximada de los límites de la tierra, distribuida entre las diver-
sas tribus, después de concluirse las campañas principales.

2. Climas y recursos de la tierra


Puesto que factores tan vitales como lo son el suelo, el
agua, el clima y los estados atmosféricos pueden experimen-
tar, en una zona determinada, marcados cambios a lo largo
de unos pocos milenios, nuestro conocimiento de estos im-
portantes elementos referentes a la tierra de Canaán, en los
días de Josué, tendrá mejor fundamento en las descripciones
bíblicas que en nuestras observaciones actuales. Dios mismo
describió la tierra como tierra de colinas y valles, bendecida
con lluvias y cuidada por El mismo a lo largo de las cuatro
estaciones (Dt. 11: 11-12). Era una tierra muy fructífera cuya
sed era saciada mediante arroyos, fuentes y vertientes (Dt.
8:7); una tierra donde fluía leche y miel (Ex. 3:8; 13:5;
Lv. 20:24; Ez. 20:6); donde abundaba el trigo, la cebada, las
vides, higueras, granados y olivares (Dt. 8:8; 2.° R. 18:32);
y cuyas colinas ofrecían hierro y cobre (Dt. 8: 9). La mayor
parte de la agricultura estaba localizada en el centro y norte
de Canaán, en tanto que las planicies al este del Jordán pro-
veían excelentes pastos. Además, la tierra era una región
placentera y agradable en donde vivir, debido especialmente
al clima relativamente moderado. Había sitios de clima incó-
modo, pero la gente podía evitar dichos sitios, gracias a la
variedad topográfica de la tierra. Finalmente, gracias a su
belleza, aquella era una tierra atractiva. Colinas y valles, ríos
y lagos, montañas cubiertas de nieve en la distancia, verdes
planicies, y extensas playas prometían una vida plena en la
maravillosa obra de Dios. Dios estaba dando lo mejor a su
pueblo.

3. Historia de la tierra

Cuando Abraham, procedente de Caldea, su patria, lle-


gaba a Canaán, que entonces pertenecía a la esfera de in-
18
fluencia de Egipto, la tierra estaba parcialmente habitada por
tribus nómadas y seminómadas. 14 En el libro de Génesis se
han incluido los nombres de algunas de dichas tribus: Fere-
ceas, amorreos, filisteos, hititas, etc. (Véase Gn. 14:5-7; 15: 19-
21). Pero ahora, siglos después, cuando Josué llegaba a la
tierra, la situación había cambiado, principalmente en este
sentido: las pequeñas tribus nómadas habían crecido y se ha-
bían convertido en estados urbanos, centrados en ciudades for-
tificadas. El enemigo con el que Israel se enfrentaba no era
una nación unificada. 15 Era, más bien, una variedad de pue-
blos esparcidos (heteos, hebeos, amorreos, etc.). Una situa-
ción que demandaba la estrategia de batallas individuales en
la mayoría de los casos, pero también la habilidad de luchar
contra una coalición de esos poderes paganos.

EL HOMBRE JOSUE

1. Su nombre

Josué, hijo de Nun, de la tribu de Efraín, se llamó, origi-


nalmente, Oseas (Nm. 13: 8) que literalmente significa «sal-
vación». En algún momento, durante el viaje a través del de-
sierto (Nm. 13: 16), Moisés cambió el nombre de Oseas por
el de Yehoshua (Jehoshua), cuya forma contracta «Josué»
aparece en nuestras biblias y significa literalmente «Jehová
es salvación».16 Moisés, al escoger este nombre, reflejó las cua-
lidades espirituales que debe haber visto en su siervo Josué.
También revela el carácter sagrado con que identificó el mi-

14. K. A. Kitchen dice: «Es cierto que los cananeos y amorreos


estaban bien establecidos en Siria-Palestina alrededor del 2000 a.C.»
Véase «Canaán», New Bible Dictionary (Grand Rapids: Wm. B. Eerd-
mans Pub. Co., 1962), p. 184. Para una discusión actualizada de este
tema, véase Howard F. Vos. Genesis and Archaeology (Chicago:
Moody Press, 1963), pp. 85-91.
15. El registro de Josué por ejemplo, no indica que Israel tuviese
que contender con Egipto para tomar a Canaán.
16. Otros nombres de construcción similar a la de Jehoshua en
cl Antiguo Testamento son: Joaquín (<<Jehová exaltado»); Johanán
(<<Jehová es lleno de gracia»), y Eliseo (<<Dios es liberación»). Tam-
bién es interesante notar que la pronunciación griega del nombre he-
breo Jehoshua sea «Jesús».

19
nisterio de losué sabiendo que su bastón de mando en el ser-
vicio a Dios probablemente sería transferido a su siervo.

2. Su carrera

losué había nacido en Egipto y había experimentado la


extrema opresión que Faraón había impuesto sobre sus her-
manos. En el tiempo del Exodo de Israel Josué era un joven
(Ex. 33: 11) que seguramente dio evidencias a Moisés de su
fe en Dios y de su dedicado espíritu de servicio. El hecho
de que su abuelo Elisama fuese capitán y cabeza de la tribu
de Efraín (Nm. 1: 10; 2: 18), sin duda ayudó para llamar la
atención de Moisés sobre Josué. Posteriormente, losué es de-
signado siervo de Moisés.

a) Como siervo de Moisés

Durante la peregrinación a través del desierto, .Josué es-


tuvo junto a Moisés, ayudándole en la hercúlea tarea de guiar
a dos millones de personas en su accidentada marcha hacia
Canaán. La Biblia sólo ha registrado algunas de las tareas
especiales que Josué cumplió. En Rifidim Moisés lo designó
para rechazar el ataque formidable de los amalecitas, misión
que cumplió en el término de un día (Ex. 17:8-16). En el
Sinaí Moisés escogió a losué para que lo acompañase a subir
al monte en ocasión de recibir la ley y los mandamientos
(Ex. 24: 12, 13). Desde el desierto de Parán Moisés envió a
Josué con otros once espías a que reconociesen la tierra de
Canaán para anticipar los encuentros militares entre Israel y
sus enemigos que habitaban la tierra (Nm. 13: 1-16). Sólo
losué y Caleb tuvieron la fe de creer que Israel podría con-
quistar, con ayuda de Dios, al enemigo, y superar todos los
obstáculos humanos que se les opondrían. Esta fue la tarea
crucial del joven losué, que, además, determinó el resto de
su carrera. Si se hubiera unido al informe negativo de los
restantes diez, habría sido inmediatamente juzgado mediante
la muerte de plaga (Nm. 14:36, 37). Por el hecho de ser fiel
junto a Caleb, Josué tuvo el privilegio de entrar posterior-
mente en la tierra de Canaán (Nm. 14:26-35). También re-
cayó en él la ingente responsabilidad de conducir a la gene-
ración joven de israelitas a la tierra prometida.
20
b) Como sucesor de Moisés

Cuando Moisés supo que por un pecado del pasado había


perdido el privilegio de conducir a su pueblo a la tierra de
Canaán, y que había de morir antes de que el pueblo entrase
en la tierra, pidió a Dios que nombrase un sucesor para que
el pueblo no fuese como «ovejas sin pastor» (Nm. 27: 17).
Dios escogió a Josué a quien describió como «varón en el
cual hay espíritu» (Nm. 27: 18). Seguramente Moisés se habrá
sentido conmovido de gratitud hacia Dios al ver que su pro-
pio liderazgo sería realmente perpetuado a través del servicio
de aquel que él mismo había entrenado a lo largo del cami-
no. y Moisés «había puesto sus manos sobre él [Josué] y los
hijos de Israel le obedecieron» (Dt. 34: 9).
Josué no podía esperar convertirse en otro Moisés. Moisés
fue único en medio de los profetas de Dios en el sentido de
que ningún otro hizo tanto para la gloria de Dios (cp. Dt.
34: 10-12). Sin embargo, las experiencias de Josué son, en
muchos sentidos, paralelas a las de Moisés. Ambos recibieron
el mandamiento de ser líderes (Moisés en Horeb; Josué en
Jericó); ambos condujeron al pueblo de Israel de una tierra
a otra (Moisés desde Egipto; Josué introduciéndolo en Ca-
naán); ambos experimentaron el milagro de la división de
las aguas (Moisés en el mar Rojo; Josué en el río Jordán);
ambos pronunciaron conmovedores discursos de despedida
(Moisés en Moab 17 y Josué en Siquem 18); y en el momento
de morir, cada uno de ellos, el pueblo de Israel estaba en un
momento de plenitud espiritual, decidido a servir al Señor. 19

3. Su carácter

No hubo elogio mayor al carácter de Josué que las pala-


bras de Dios mismo: «varón en el cual hay espíritu». Es de-
cir, Josué fue lleno del Espíritu Santo (Nm. 27: 18; cp. Dt.

17. Deuteronomio 31:30-33:29.


18. Josué 23: 1 - 24: 28.
19. Después de la muerte de Moisés Israel siguió obedeciendo los
mandamientos de Dios por medio de Josué, «e hicieron como Jehová
mandó a Moisés» (Dt. 34:9). Al morir Josué, las últimas palabras
significativas de Israel fueron: «A Jehová nuestro Dios serviremos,
y a su voz obedeceremos» (Jos. 24:24).

21
34: 9). Este aspecto determinó todo el resto de su personali-
dad. Sentía un profundo temor de Dios, de modo que espe-
raba que Israel fuese consumido cada vez que el pecado ha-
bía anidado en él. Su fe era profunda, fuerte, pura y durade-
ra. Estas virtudes fueron vitales para hacer de él el valiente
general que no vacilaba ante los imposibles. El espíritu de
obediencia que había aprendido como devoto discípulo de
Moisés fue el que demostró a su comandante en jefe, es decir,
a Dios, en vista de las grandes tareas que debía cumplir en
Canaán. Josué fue un gran gobernador que supo conquistar
el respeto de todos sus súbditos (Dt. 34: 9), que supo man-
tener el orden y la disciplina, poniendo la adoración a Dios
en el centro del gobierno de la nación y alentando a su pue-
blo a buscar las cosas mejores de Dios. También fue un gran
líder militar que utilizaba la sabiduría de Dios, que tenía
confianza y valor, y un espíritu de desafío en la conducción
de su ejército hacia estrategias que lo llevaron de victoria en
victoria.
Además de todo esto, y no en último término, Josué fue
un hombre humilde que tenía en gran estima a los demás,
pero sobre todos ellos, a Dios. Dios se complacía en utilizar
esa clase de hombre.

APLICANDO EL MENSAJE DE JOSUE


A NUESTROS DIAS

Como en el caso de los otros libros históricos del Antiguo


Testamento, Josué tiene mucho que decimos acerca de lo que
Dios es, y de cómo es el hombre. Pero su énfasis está en el
primer aspecto. El libro muestra a Dios como santo, todopo-
deroso, soberano, justo, lleno de misericordia, autor del or-
den, digno de adoración y galardonador de aquellos que le
temen y obedecen. Estas y otras verdades referentes al carác-
ter y a las obras de Dios son profusamente ilustradas a tra-
vés de todo el libro de Josué.
Lo que hace de Josué un libro tan práctico para el cris-
tiano es que la mayoría de sus aplicaciones tienen que ver con
esa vida abundante que persigue el cristiano y a la que Cristo
se refirió diciendo: «Yo he venido para que tengan vida, y
para que la tengan en abundancia» (Jn. 10: 10). Israel, habi-
tando en la tierra de reposo de Canaán, es un prototipo claro
22
de la vida cristiana en íntima relación con Cristo, viviendo
en El (Jn. 15:4), y con una vida llena del gozo suyo Un.
15: 11). El reposo del cristiano es una paz que surge de la
victoria sobre los enemigos del alma, la que se obtiene me-
diante el poder y la ayuda de Dios (He. 4:9, 10).
La historia de Josué es la historia del pueblo de Dios, ex-
pulsando a los enemigos de Canaán, de modo que ellos pu-
diesen tomar por herencia la tierra prometida y hacer en
ella su morada. A los israelitas se les prometió la totalidad de
la tierra, pero sólo poseerían lo conquistado y otorgado por
Dios. Esto lo aclaró Josué perfectamente cuando dijo a su
pueblo: «Para entrar a poseer la tierra que Jehová vuestro
Dios os da en posesión» (Jos. 1: 11). Para el cristiano, las
bendiciones de habitar en Cristo nacen en el acto divino de
la regeneración, pero dependen de la diligencia que el cris-
tiano ponga en entrar a esa tierra de abundancia (He. 4: 11).
Sin embargo, los obstáculos que se opondrían a Israel se-
rían numerosos y formidables. Sea que se tratase de un gran
río que debía ser cruzado, de un fuerte castillo que debía
ser destruido, o de una alianza entre enemigos que debían
ser conquistados, sin Dios la entrada y posesión de la tierra
sería imposible. Pero Dios estaba con Israel y luchaba por
Israel, y ello constituía la diferencia. Cuán importante es para
el cristiano, en su intento de conquÍstar las mejores bendi-
ciones de Dios, comprender que los enemigos (y son tantos)
de su alma no son expulsados por sus bien intencionados pero
impotentes esfuerzos, sino por la devastadora dinamita de
Dios; no mediante la fuerza de la carne, sino mediante toda
la armadura de Dios (Ef. 6).
Después de las principales batallas de Israel, las tierras
recién conquistadas fueron divididas entre las tribus. Ahora
los israelitas debían mantener y multiplicar las bendiciones
de habitar en un lugar que les había sido dado por Dios. La
tarea no fue fácil, pero los israelitas fueron iluminados en
cuanto a la forma de hacerlo: debían seguir la misma estra-
tegia utilizada en la conquista de la tierra. De modo que el
lector del libro de Josué verá en cada página ilustraciones de
las condiciones que Dios pone al cristiano para la conquista,
el mantenimiento y la multiplicación de las bendiciones del
reposo prometido por Jesús: «y hallaréis descanso para
vuestras almas» (Mt. 11: 29).
23
PROPOSITOS DEL COMENTARIO

El propósito de este comentario es, esencialmente, arro-


jar luz sobre los grandes movimientos que se describen en el
libro de Josué, mostrando así cómo la historia describe una
experiencia vital del pueblo de Dios. Además de ofrecer un
material introductorio para el estudió de Josué, el autor tam-
bién ha tratado de aclarar partes oscuras o difíciles del texto
bíblico y esto explica las numerosas notas al pie de página.
El propósito último del comentario es alentar al lector a pro-
fundizar su estudio de Josué y a deducir así muchas otras
lecciones útiles para su experiencia personal de una vida vic-
toriosa en Cristo.

24
PRIMERA PARTE

PREPARATIVOS PARA LA CONQUISTA


1:1- 5:15

1. LAS PRIMERAS ORDENES (1: 1 - 2: 24)


A. La movilización (1: 1-18)
B. El reconocimiento (2: 1-24)

11. PREPARATIVOS MILITARES (3: 1 - 5: 1)


A. Ubicación táctica
B. Reconocimiento del liderazgo (3: 1 - 4: 18)
C. Evaluación de las fuerzas (4: 19 - 5: 1)

111. PREPARATIVOS ESPIRITUALES (5:2-15)


A. La señal de la circuncisión (5: 2-9)
B. La señal de la sangre (5: 10)
C. La señal de los frutos (5: 11-12)
D. La señal de una espada (5: 13-15)
PRIMERA PARTE

PREPARATIVOS PARA LA CONQUISTA


1:1- 5:15
l. LAS PRIMERAS ORDENES (1:1 -2:24)

El viaje desde Egipto a Canaán que se describe en los


primeros libros del Antiguo Testamento, ha llegado a su
etapa final. Las multitudes israelitas están acampadas sobre
la orilla este del río Jordán en las llanuras de Moab, un poco
al norte del mar Muerto. Desde el día en que Dios ordenó a
Faraón diciendo: «Deja ir a mi pueblo», la expedición de los
israelitas demostró en forma muy visible que aquel no había
sido un proyecto de designio humano. Las instrucciones tu-
vieron su origen en Dios mismo: el sustento cotidiano fue de
carácter sobrenatural; los obstáculos fueron vencidos median-
te la ayuda milagrosa; y la disciplina fue lograda gracias a
la sabiduría divina. Ahora, ante la tarea inconclusa, un nue-
vo día pone en moción la comunicación de una serie de man-
damientos: Dios habla a Josué (1: 1-9); Josué da órdenes a
sus oficiales (1:10, 11a; 2:1); los oficiales, por su parte, dan
órdenes al pueblo (1: 1i -18). Este es el día de las primeras
órdenes referentes a la guerra santa de ocupación.
A. La movilización (1:1-18)

1. La tarea del comandante (1: 1-9)

Cuando hubieron transcurrido los treinta días de duelo


por la muerte de Moisés (Dt. 34: 8) y cuando todas las lágri-
mas de aquel profundo dolor (éste no fue un duelo profe-
sional) por la partida del hombre de Dios habían sido enju-
gadas, la visión espiritual pudo percibir con mayor claridad
la perspectiva de la eternidad. Entonces Dios habló directa-
mente desde el cielo a Josué, designándolo renovadamente
27
como sucesor de Moisés, designación que ya se había hecho
anteriormente por medio de Moisés.! La obra de Dios debe
continuar. Sus siervos mueren, pero Dios no. Ni muere su
divino programa. «Mi siervo Moisés ha muerto -dijo Dios
a Josué-; ahora, pues ... , tú ... » (1:2). Ahora Josué era sobe-
ranamente designado como el hombre del día, pero sin olvi-
dar a aquel a quien estaba sucediendo. Dios le recordó tres
verdades importantes con respecto a la experiencia de Moisés:
Primero, que a Moisés se le había prometido aquc:lla tierra
(1 : 3); segundo, que Dios estuvo con Moisés en su ministerio
como líder (1: 5); Y tercero, que la ley de Dios dicha a tra-
vés de Moisés debía seguir siendo la ley para la vida del
pueblo (1: 7). Estas importantes verdades que Josué debía
recordar con frecuencia habían de servirle en los arduos y
difíciles años que seguirían. En dichos tiempos difíciles Josué
recordaría este día de designación divina y su servicio a Moi-
sés, su señor humano.
Pero, como se ha destacado en la Introducción, si bien
este libro de la Biblia tiene que ver con el hombre Josué,
su contenido trata principalmente del pueblo de Dios. En el
mandamiento dado a Josué Dios utilizó el término «tú» para
describirlo como sucesor de Moisés, pero también dijo «y
todo este pueblo ... los hijos de Israel» (1: 2),2 Cada indivi-
duo israelita era un alma amada por su Creador y Señor, al
que esperaba una hermosa morada en la tierra de la heren-
cia. Cada uno de ellos, junto a su líder Josué, tenía orden de
levantarse, cruzar el Jordán y conquistar la tierra (1: 2). En
términos generales, éste era el alcance de aquella comisión.
Después Dios habló más detalladamente en cuanto a la
tierra que debía ser ocupada (1: 3-4). Su extensión era enor-
me.3 De la descripción uno puede visualizar a Josué con su

1. Véase Números 27: 15-23.


2. Hay solamente un sitio más donde esta comisión es dirigida
explícitamente a Israel (v. 6). Pero el espíritu y los principios de la
comisión se aplican, sin lugar a dudas, a la nación que Josué debe
guiar.
3. Un estudio de los textos bíblicos que registran la promesa de
la tierra indica que los destinatarios de la promesa, fuese Abraham,
Moisés o Josué, no tuvieron interrogantes referentes al detalle de los
límites geográficos. Cualquiera que haya sido la descripción, sin lugar
a dudas, fue transmitido el impacto de la enormidad de la tierra.
Evidentemente el oyente se conformaba con que a su tiempo fuesen
establecidos en forma escrita los límites.

28
mirada hacia el oeste escuchando la descripción de los lími-
tes de parte de Dios. A la izquierda de Josué estaba el distan-
te límite sur, «el desierto», la región que se extendía al oeste
y sur del mar Muerto y que formaba un límite natural entre
Canaán y la península del Sinaí. Luego los ojos de Josué fue-
ron dirigidos hacia las distantes cumbres del límite norte, «el
Líbano», la cadena de montañas situadas en el lejano noroeste
del mar de Galilea. A las espaldas de Josué, es decir, hacia
el este, estaba el Eufrates, el límite este;4 y en dirección hacia
el poniente, detrás del horizonte formado por las colinas de
Judea, se extendía el límite oeste, «el mar Grande». Com-
prendido por estos cuatro límites estaba Canaán mismo, re-
presentado aquí por uno de los mayores pueblos que lo ocu-
paban, es decir, los heteos. Esta era la tierra que Dios les
ofrecía. El mandamiento deCÍa ocupar toda esa tierra, y no
sólo registrarla en una pretensión teórica.
Sin embargo, la tierra que debía ser ocupada estaba habi-
tada por enemigos, cuya expulsión fue el tema de las palabras
que siguieron de parte de Dios a Josué (1: 5-6). Se le pro-
metió a Josué (y por eso a todo el pueblo) toda una vida de
victoria sobre aquellos enemigos; dichas victorias serían ob-
tenidas mediante la fe y el valor, basados en la constante
presencia y ayuda milagrosa de Dios: «Estaré contigo; no te
dejaré, ni te desampararé» (1: 5). Por eso el éxito y la prospe-
ridad que Dios prometía tenía su fuente en Dios mismo. Sin
Dios sólo habría derrota; con Dios, éxito. Pero entretejién-
dose dentro del soberano designio de éxito para Josué y el
pueblo estaba el hilo humano de la condición de la obediencia
a él: «Solamente esfuérzate ... para cuidar de hacer conforme
a toda la ley que mi siervo Moisés te mandó» (1: 7). El pueblo
debía magnificar la Palabra de Dios con sus labios y edificar
sus almas por medio de la constante meditación en sus pre-
ceptos. Luego, el obrar conforme a la ley sería el fruto ine-
vitable.
¿Y qué de los enemigos en la tierra? «No temas ni des-
mayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera
que vayas» (1: 9).

4. No fue sino hasta el reinado de David y Salomón que el do-


minio de Israel se extendió tanto hacia el este.

29
'" '" '"
La comlSlon dada a Josué está llena de lecciones para
que los cristianos disfruten el éxito y la prosperidad espiri-
tual. La vida de éxito es una promesa de Dios, un don de
Dios, que se puede alcanzar con Su ayuda. Tiene enormes ri-
quezas en potencia que sólo esperan ser apropiadas. Los ene-
migos del alma -Satanás, el mundo y la carne- tienen que
ser expulsados; pero también son enemigos de Dios quienes
prometen dar la ayuda necesaria para conquistarlos. La con-
dición que se pone al cristiano es costosa pero absolutamente
necesaria: vivir en constante obediencia a la luz de la pala-
bra de Dios. Las bendiciones de la vida victoriosa vienen al
cristiano por invitación, pero las condiciones para su cumpli-
miento responden al mandato. Los cristianos, al igual que
Josué, no pueden escapar de las palabras divinas dichas en
voz alta y claramente: «Mira que te mando» (1: 9).

2. Mandamiento dado al pueblo (1: 10-18)

Jehová Dios, comandante en jefe de Israel, comenzó su


guerra contra los cananeos ordenando a Josué que introduje-
ra al pueblo en la tierra. A través de las categorías de man-
damientos el propósito de éstos era poner de pie a una mul-
titud de dos millones 5 de personas asignando a cada una su
lugar en la compleja estratégica militar de tan gran campa-
ña. El lector del libro de Josué debe esforzarse constante-
mente en visualizar en su imaginación la ingente tarea del ge-
neral Josué para introducir una multitud tan grande de perso-
nas en la tierra. El hecho de que la inmensidad del ejército
israelita no reciba un lugar de prominencia en el relato del li-
bro de Josué es evidencia del orden y la disciplina con que J0-
sué guiaba a las huestes. Siguiendo un estilo estrictamente mi-
litar que reflejaba el entrenamiento que había recibido bajo
Moisés, Josué mandó a los oficiales subordinados a él, a movi-
lizar al pueblo de modo que estuviese totalmente preparado.

5. El número de soldados israelitas que llegó a la planicie de


Moab fue de 601.730 (Nm. 26:51). Asumiendo que el número de to-
dos los demás hombres haya sido aproximadamente el mismo, la
población total debe haber llegado aproximadamente a los dos mi-
llones. Véase Irvin L. Jensen, Números (Barcelona: Publicaciones Por-
tavoz Evangélico, 1980), pp. 12-13, 107-108.

30
En cierto sentido, siempre habían estado preparados, puesto
que sabían que el viaje no había concluido. Pero los rigores de
la campaña en Transjordania demandaban un período de des-
canso en el campamento, descanso que les fue concedido. Pero
ahora debían prepararse para avanzar, lo que significaba llevar
provisiones, tiendas, ganado, frutas y granos de la tierra.6 La
palabra clave en la orden que Josué dio al pueblo es prepa-
raos. Josué esperaba que los israelitas cruzaran el Jordán en
el lapso de tres días, aunque, debido al prolongado viaje de
los espías (cap. 2), dicho acontecimiento fue demorado por
lo menos tres días.7
La segunda orden de Josué en cuanto a la movilización de
las tropas estaba destinada al grupo especial constituido por
las tribus de Ruben, Gad y la media tribu de Manasés (l: 12-
18). La palabra clave dicha a ellos fue acordaos. Habiendo re-
cibido con anterioridad las tierras de Transjordania, ricas en
pastos, habían prometido ayudar a sus hermanos a poseer la
tierra al oeste del Jordán, antes de radicarse en sus propiafl
tierras (Nm. 32). Ahora Josué les recordaba la promesa que
habían hecho, pronunciando una orden de movilización a to-
dos los «valientes y fuertes», un ejército de aproximadamente
40.000 hombres. 8 Su respuesta fue entusiasta revelando todos
los elementos de un espíritu de lealtad y cooperación (1:
16-18):
1. Obediencia: «haremos»; «iremos»; «obedeceremos».
2. Fe y esperanza: «Solamente que Jehová tu Dios esté
contigo» (sabían que no habría victoria sin Dios).
3. Intolerancia del pecado: «Cualquiera que fuere re-
belde ... que muera.»
4. Apoyo mediante palabras de aliento: «Solamente que
te esfuerces y seas valiente.»
6. En esos días todavía recibían el maná, sin embargo, no les
era prohibido comer de la tierra de Moab. Además, tenían que cuidar
de su ganado.
7. Cp. 1:11,2:22 y 3:2.
8. Cp. Josué 4: 13. El censo que se acababa de tomar de estas
dos tribus y media reveló que contaban con 110.000 hombres gue-
rreros. El desafío de Josué dirigido a todos los «hombre de valor»
no debe interpretarse como que Josué estaba llamando a la totalidad
de los 110.000 hombres. Estas son las razones: 1) la protección de
las mujeres, los niños y el ganado y 2) el solo número de los solda-
dos no determina la victoria. Evidentemente los planes de batalla de
Josué solamente requerían 40.000 soldados.

31
B. El reconocimiento (2:1-24)

La orden dada al pueblo demuestra que Josué tenía com-


pleta confianza en que Dios guiaría a Israel a la victoria. Pero
esto no significaba renunciar a las armas para limitarse a ob-
servar la obra de Dios. Los planes de estrategia militar, el
riesgo de posibles bajas, los encuentros sangrientos de la ba-
talla, todo era parte de las proyectadas campañas de conquista.
El hecho de espiar la tierra antes de comenzar el ataque no
significaba dudar de Dios; era el cumplimiento de la obliga-
ción de una sabia estrategia militar en cuanto al estilo y curso
de la batalla, para luego encomendar el resultado a Dios.
El aspecto más obvio de este intrigante capítulo es que si
bien se trata del relato de la misión de los jóvenes espías, una
mujer llamada Rahab es su principal protagonista en la mayor
parte de los versículos (vv. 2-22). El bosquejo doble que si-
gue, demuestra cómo la historia de Rahab está entretejida en
el principal acontecimiento de los espías:

LOS ESPIAS VERSICULOS RAHAB


l. Los espías son en-
viados
2. Los espías son pro-
tegidos 2-7 obra de Rahab
3. Los espías son infor-
mados 8-11 fe de Rahab
4. Los espías prometen
protección 12-22 recompensa de Rahab
5. Los espías dan su in-
forme 23-24

El párrafo clave es 2: 8-11 porque esta importante infor-


mación que Rahab dio a los espías constituyó la esencia del in-
forme que llevaron a Josué.
Rahab cumplió una doble función en la historia de Israel.
Primero, había sido escogida por Dios para proveer la infor-
mación que El quería que en ese momento tuviese Israel, es
decir, de que El había derretido el corazón del enemigo de-
bido al temor a Josué y a sus huestes, tal como Moisés lo ha-
bía profetizado anticipadamente (Ex. 15: 13-18). Segundo, Ra-
hab sería a lo largo de los siglos venideros un vivo ejemplo
del pecador a través de quien Dios cumple sus propósitos y en
cuyo corazón ha obrado un cambio. En cuanto a esto último,
32
es de notar que una ramera 9 sale en ayuda de Israel. Rahab,
la ramera, es citada en el registro genealógico de Jesús (Mt.
1: 5), y Santiago, y el autor de la carta a los hebreos la desta-
can por sus obras y fe (Stg. 2:25; He. 11:31).

1. Los espías son enviados (2: 1)

El pueblo estaba acampado en la zona conocida como


Sitim 10 cuando Josué envió secretamente a estos dos jóve-
nes 11 para que espiasen la tierra al otro lado del Jordán, par-
ticularmente la zona de Jericó. Aparentemente este proyecto
de reconocimiento fue realizado sin que lo supieran los israe-
litas, probablemente porque Josué quería evitar una repetición
de la desastrosa secuela que había tenido el informe de la ma-
yoría de los doce espías, enviados cuarenta años antes (Josué
mismo había sido parte de la minoría constituida por dos per-
sonas). El hecho de que enviase solamente dos espías indica
que obviamente se pretendía reconocer solamente la proximi-
dad de la fortaleza de Jericó, objetivo que no requería una
gran expedición. Sin duda, los dos hombres escogidos por Jo-
sué también eran hombres de gran fe, semejantes a él mismo
y a Caleb, hombres que regresarían con una recomendación
afirmativa en cuanto al ataque, a pesar de los obstáculos hu-
manos que hallarían en el camino. El objetivo de la misión
de los espías no era determinar si debían atacar o no, sino
cuándo y cómo hacer el ataque. El entrenamiento que Josué
había tenido en el desierto estaba produciendo sus dividendos.
El interés particular que Josué tuvo en Jericó revela su sa-
biduría como estratega militar. Un estudio del mapa topográfi-
co de Canaán revela la ubicación excelente de Jericó como ca-
beza de puente para los subsiguientes ataques en la conquista

9. Algunas personas piensan que la palabra «ramera» era la de-


signación normal para la mujer de una casa de hospedaje, sin espe-
cificar si se ocupaba solamente del hospedaje o si era una «mujer de
placer» (nota al pie de página de la versión de Berkeley). Se debe
notar que la frase «Rahab la ramera» también aparece en dos casos
en el Nuevo Testamento (He. 11:31; Stg. 2:25) donde por algún mo-
tivo parece subrayarse la profesión de Rahab.
10. Sitim estaba situado al pie de las colinas del borde del valle
del Jordán, hacia el noreste del mar Muerto. La distancia entre el
mar Muerto y Jericó era de aproximadamente 22 kilómetros (14
millas). El Jordán divdía esa distancia en dos partes iguales.
11. Cp. 6: 23.

33
del oeste, sur y norte. Jericó se encontraba en la extensa y
fértir planicie al pie de las colinas de Judea, y a la entrada de
uno de sus pasos. También había suficiente lugar para el cam-
pamento de las huestes israelitas que no eran soldados, mien-
tras los guerreros salían a la batalla. En opinión del general
del ejército, la conquista de Canaán dependía de la conquista
de Jericó.
2. Los espías son protegidos (2:2-7)
Cuando los espías transitaban por las calles de Jericó mez-
clándose con su gente y simulando ser sus hermanos, no lo-
graron ocultar su identidad de israelitas. Cuando encontraron
en la casa de Rahab un lugar donde pasar la noche, ya habían
sido identificados como espías. El rey de Jericó, informado de
esto, envió hombres a casa de Rahab con orden de prender a
los espías. Sin embargo, los soldados, creyendo la sutil men-
tira de Rahab de que los espías ya habían seguido su viaje,
continuaron la persecución fuera de las puertas de la ciudad,
en tanto los hombres de Josué se ocultaban a salvo en el te-
rradode la casa de Rahab, detrás de unos manojos de lino.
No puede haber dudas de que Rahab mintió. Su mentira
fue la protección de los espías. Pero, ¿significa esto que el
fin (protección) justifica los medios (mentira)? La respuesta
tiene que ser negativa, puesto que siempre es un pecado men-
tir y el pecado nunca es justificado por Dios. Las obras de
Rahab deben ser interpretadas a la luz de la totalidad del
cuadro. Primero, es preciso creer que Dios pudo haber prote-
gido a los espías sin la mentira de Rahab. Además, las pala-
bras de elogio a Rahab en Santiago 2:25 no es un elogio a su
mentira. Esta fue dicha en la debilidad de su carne y de nin-
guna manera trasciende el alcance del perdón de Dios. El elo-
gio destaca un acto desinteresado realizado para ayudar de al-
guna forma a la causa de Dios y a despecho de sus propios
lazos nacionales.'2
3. Los espías son infórmados (2: 8-11)
Antes de que los espías se fuesen adormir, Rahab les abrió
su corazón, revelándoles el motivo que le había impulsado a
12. Compare esto también con lo que hicieron las parteras he-
breas (Ex. 1: 17 ss.) y la mujer en Bahurim (2. S. 17: 18-20).
0

34
proteger sus vidas. Las palabras que dijo a los espías docu-
mentarían el informe y las recomendaciones de éstos a Josué
respecto a los cananeos. Rahab fue enfática en sus declara-
ciones:
1) Su propia conclusión: Con la ayuda de DIOS los is-
raelitas tomarían Canaán: «Sé que Jehová os ha dado
esta tierra» (2:9).
2) Su pueblo tenía una actitud derrotista: Los cananeos
estaban atemorizados y paralizados habiendo oído el
informe de cómo Dios había secado el mar Rojo y la
matanza que los israelitas habían hecho entre los
amorreos (2: 10).
3) Su propia fe: Era una fe en estado de germinación
que identificaba al Señor de Israel sobre todas las
cosas, sobre el cielo arriba, y sobre la tierra abajo
(2: 11).

4. Los espías prometen protección (2: 12-22)

En recompensa a la protección que Rahab ofreció a la


vida de los espías, éstos accedieron gustosamente a su petición
de protección. Bajo tres condiciones Rahab y los demás
miembros de la familia de su padre serían protegidos de la
muerte el día en que Israel hiciera su ataque a Jericó: (1) Du-
rante el asalto todos debían permanecer en la casa (2: 19), en
la misma casa que había sido refugio para los espías; (2) un
cordón de grana debía colgar de la ventana de la que los es-
pías habían sido descolgados mediante una cuerda (2: 18); y
(3) la misión de los espías debía ser guardada en secreto
(2: 20). Cuando Rahab hubo aceptado las condiciones, los es-
pías partieron hacia los montes de las cercanas montañas,B
en tanto Rahab no perdía tiempo en colocar el cordón de gra-
na en su ventana, sellando así su liberación. Qué hermosa
ilustración de la salvación del creyente. Muy similar a la ex-
periencia que los israelitas tuvieron antes en Egipto, cuando
Dios les había dicho: «y veré la sangre y pasaré de voso-
13. Probablemente ésta haya sido la región montañosa de piedra
caliza y cuevas al sur de Jericó y al noroeste del mar Muerto, una
región apropiada para mantenerse ocultos. (Fue en las cuevas de
esa región donde posteriormente fueron ocultados los rollos del mar
Muerto para ser hallados veinte siglos más tarde.)

35
tros» (Ex. 12: 13). Cuando el ejército de Josué viese el cord6n
de grana en la ventana, respetaría la vida de todos los que
estuviesen en la casa.14
5. Los espías dan su informe (2:23-24)

Habiendo eludido a los soldados que los perseguían desde


Jeric6, los espías de Josué se ocultaron durante tres días en
la zona montañosa, luego cruzaron las profundas aguas del
Jordán --obviamente a nado-, regresando de noche a Jo-
sué para relatarle cuanto les había acontecido. Sus experien-
cias personales fueron meramente el trasfondo del principal
informe que trajeron a Josué. Dicho informe está concisamente
relatado en el último versículo del capítulo 2: «Jehová ha en-
tregado toda la tierra en nuestras manos; y también todos los
moradores del país desmayan delante de nosotros» (2: 24).
Uno puede sentir, en cierta manera, la aguda esperanza de
victoria que atravesó a Josué al escuchar estas noticias. Ya
sea que haya dormido el resto de la noche, o que haya utili-
zado aquellas horas para preparativos de último momento, al
amanecer Josué estaba de pie organizando las huestes de Is-
rael para la conquista de Jericó (3: 1).
Una importante lecci6n que este capítulo de Josué ofrece
a la vida del cristiano está referida al conocimiento que los
cristianos deben tener del enemigo. Confiar en la ayuda de
Dios para llevar una vida cristiana no excluye la necesidad de
conocer las tácticas de Satanás y la necesidad de estar alerta
en cuanto a éste que anda rondando buscando a quien devo-
rar, utilizando instrumentos destructivos tales como la concu-
piscencia, el orgullo, la desobediencia, las dudas, el desaliento
y la negligencia. Así como los demonios se desesperaban en la
presencia de Jesús, los enemigos que deben ser expulsados de
la vida cristiana se derretirán de miedo, siendo así conquista-
dos, al ver que Dios es el Señor del corazón del cristiano, y
que mediante la fe lleva a Su hijo a la victoria. Por eso es pre-
ciso que el cristiano viva diariamente siguiendo a Dios su
Señor.
14. Algunos estudiantes de la Biblia ven en la cuerda carmesí
un símbolo de la sangre redentora de Cristo (cp. la nota al pie de
página de la versión Berkeley). Una ilustración muy clara de la sal-
vación es la liberación de aquellos que fueron hallados «en la casa»
(2: 19).

36
11. PREPARATIVOS MILITARES (3:1 - 5:1)

Desde que los israelitas habían salido de Egipto, Dios no


les había pedido que tomasen la iniciativa de llegar a la tierra
de Canaán. Habían seguido, sencillamente, la columna de
humo. Pero ahora, para poseer la tierra, era preciso que el
pueblo tomase la iniciativa de expulsar a las naciones idóla-
tras que la habitaban. De modo que ahora la ofensiva era
de ellos. Por otra parte, los cananeos estaban esperando, con
corazones desvanecidos por el temor, el arribo del conquista-
dor. Ahora Josué, como general del ejército, debía poner a
sus huestes en posición táctica para el primer encuentro, iden-
tificar a su líder, y medir su potencial. Este fue el aspecto
militar de la preparación de los israelitas para las futuras ba-
tallas.

A. Ubicación táctica

El objetivo de Josué era conquistar la cabeza de puente,


es decir, la fortaleza y la llanura de Jericó. Luego podría lan-
zar los demás asaltos tanto hacia el oeste como hacia el !Our,
y como hacia el norte. Básicamente se trataba de una estra-
tegia de colocación. Josué debe haberse sentido muy afortu-
nado al ver que su primer objetivo era una ubicación tan
ventajosa, sin mencionar el hecho de saber que el pueblo de
la tierra, en su espíritu, ya se había rendido.
Antes de la hora del sitio contra Jericó, Josué tuvo que
cumplir con dos grandes tareas: (1) Cruzar el Jordán, y (2)
acampar cerca de Jericó. Como lugar de campamento Josué
escogió la planicie al este de Jericó (4: 19) que posteriormente
sería llamada Gilgal (5:9b). La tarea de cruzar el Jordán
presentaba los problemas más graves. Algunos de ellos eran:
1) Las aguas del río Jordán estaban crecidas (3: 15b)
puesto que era el mes de abril, época de la cosecha. En esas
condiciones sería imposible vadear el río que, de otra ma-
nera, no era muy profundo para alcanzar Jericó.
2) El número de las huestes israelitas era enorme. Atra-
vesar el río en un solo sitio, como por un embudo, con dos
millones de personas, su ganado y posesiones, no sólo era in-
concebible, sino también, desde el punto de vista militar,
imprudente.
37
3) La travesía debía ser completada durante las horas
de luz de un solo día.
Los tres días de campamento junto a la orilla del Jordan
(3: 1-2) proveyeron el tiempo necesario para los preparativos
finales en vísperas de la batalla, y fue durante aquellas horas
que Josué fue convencido de que de alguna manera, mediante
los milagros de Dios, su pueblo sería capaz de cruzar el río:
«Jehová hará mañana maravillas entre vosotros» (3: 5). Apa-
rentemente Dios nos reveló los detalles del paso milagroso
hasta la mañana siguiente en el momento del acontecimiento
mismo (3:7).
Un estudio de Josué 3 y 4 revela el fundamento propósito
del relato histórico de los movimientos de Israel en aquella
ocasión. El siguiente gráfico ayudará a entender la organiza-
ción básica, un tanto oculta, en estos dos capítulos:
JOSUE 3:1 - 5:1
3:1 3:171 4:1 4: 14 14: 15 4:18 4: 19 5:1

EL PASO DEL JORDAN CAMPAMENTO


EN GILGAL

I
PUEBLO DOCE LIDERES SACERDOTES I TODOS
AQUI LA FUER-
AQUI EL LIDERAZGO ES PROMINENTE ZA ES PROMI-
NENTE

Desde el punto de vista geográfico, el relato consta de


dos partes: el paso del Jordán y el campamento en Gilgal.
En la sección referente al paso del Jordán, los principales
personajes de cada una de sus tres partes son: (1) el pueblo,
(2) los doce líderes, y (3) los sacerdotes.
Cuando se busca la secuencia cronológica 15 de la narra-
15. La sección del 3: 1 - 4: 18 (el paso a través del Jordán) fue
compuesto por el autor bíblico conforme a un patrón que con fre-
cuencia se repite en la historia bíbliCo1 hebrea y que es similar a la
narración del diluvio y de la creacion. El patrón consiste en relatar
primero la totalidad de la historia en términos generales para luego
repasar cronológicamente la historia, ampliando ciertas partes sin in-
dicar gramaticalmente el comienzo de la revisión. La continuidad de
la presente sección es preservada si uno lee 4: 1 y 4: 15 como sigue:
«Cuando ... Jehová ... (hubo hablado) a Josué, diciendo ... » (cp. 3: 12);
«Luego Jehová ... (hubo hablado) a Josué diciendo ... »

38
ción referente al paso del Jordán, tal como se encuentra en
estos capítulos de Josué (3: 1 - 4: 18), el orden de los acon-
tecimientos es como sigue:
1) El día antes de pasar el Jordán, el pueblo recibió las
siguientes instrucciones: (a) en cuanto a su preparación es-
piritual: a santificarse (3: 5); (b) en cuanto a la marcha: a
guardar una distancia de dos mil codos (914 metros) entre
el arca y ellos y desde el momento en que viesen a los sacer-
dotes conduciéndolo (3: 3-4).
2) El día mismo del paso, por la mañana, Jehová dio
instrucciones a Josué en cuanto a los detalles del paso. Josué
impartió instrucciones a los sacerdotes, a los doce líderes, y
al pueblo en cuanto a su responsabilidad a 10 largo del día
(3:8-13).
3) En 3: 14 comienza la marcha hacia el río. Josué y
los doce líderes, al parecer, seguían inmediatamente a los
sacerdotes; después seguía el pueblo.
4) Los sacerdotes que llevaban el arca llegaron a la ori-
lla inundada del río y mojaron sus pies en las aguas; en ese
instante el río comenzó a secarse siendo milagrosamente de-
tenido «en un montón» río arriba en la ciudad de Adam,16
una ciudad situada de 25 a 32 kilómetros (16 a 20 millas) al
norte del vado de Jericó (3: 16).
5) Las orillas del río y el lecho se ..secaron, y también se
secó el agua debajo de los pies de los sacerdotes (éstos habían
avanzado desde la orilla hasta la parte media del río). El río
se siguió secando hasta que sus pies estuvieron firmes. Los
israelitas, conducidos por Josué y los doce hombres, camina-
ron ahora, rápidamente,17 pisando suelo firme «hasta que
todo el pueblo hubo acabado de pasar el Jordán» (3: 16-17).
Las dos tribus y media de Rubén, Gad y Manasés (incluyendo
40.000 guerreros) estaban entre las huestes (4: 12-13).
6) Los doce hombres que representaban a las doce tri-

16. En la versión de Berkeley la lectura de 3: 16 sugiere la posi-


bilidad de que el muro o dique de agua se haya extendido desde el
lugar del paso de Adam.
17. Cp. 4: 10. El apuro se debía a la necesidad de cruzar el río
antes del anochecer. «Esto podría haberse logrado fácilmente en me-
dio día si el pueblo hubiese formado una procesión de 1,6 kilóme-
tros (una milla) o más de ancho.» C. F. Keil and F. Delitzsch,
Joshua, Judges, Ruth (Grand Rapids: Wm. B. Eerdmans Pub. Co.,
1950), p. 47.

39
bus, levantaron cada uno una gran piedra del lecho del río
donde estaban parados los sacerdotes, para erigirlas luego en
forma de una señal conmemorativa en Gilgal (4: 1-8, 20).
7) Luego Josué levantó una señal conmemorativa de doce
piedras en el Jordán, en el sitio en donde estaban parados los
sacerdotes (4: 9).18
8) A la señal de Josué, los sacerdotes -que llevaban el
arca dejaron su lugar en el lecho del Jordán y se reunieron
con los israelitas en la orilla oeste del río. En ese momento,
«las aguas del Jordán se volvieron a su lugar, corriendo como
antes sobre todos sus bordes» (4: 18).
B. Reconocimiento del liderazgo (3:1 - 4:18)
Aunque es cierto que los israelitas recibieron una demos-
tración visible de la omnipotencia de Dios mediante esta mi-
lagrosa división del Jordán, tal como el mar Rojo había sido
dividido para sus antepasados, la primera lección que se les
enseñó fue la del liderazgo, porque no habría ocurrido el mi-
lagro si antes no hubiesen obedecido y seguido el arca. La
lección predominante de 3: 1 - 4: 18 tiene que ver con el li-
derazgo. La posesión victoriosa de Canaán demandaba de Is-
rael una devoción incesante hacia dos líderes: Dios, el co-
mandante divino, y Josué, el general designado por Dios. Era
de vital importancia que el liderazgo divino fuese identifica-
do y destacado en el pueblo al comienzo de la campaña.
1. Liderazgo divino

El arca del pacto de Jehová fue el símbolo visible, que


Dios utilizó en esta ocasión, para dirigir los ojos de los is-
raelitas hacia su propio liderazgo. El arca era un símbolo
de Jehová. El Wycliffe Bible Commentary sugiere esta traduc-
ción literal de 3: 11: «He aquí el arca del pacto. El Señor
('adon) de toda la tierra está a punto de ir delante de vosotros
al Jordán.» 19 En realidad era Jehová y no Josué, ni los sacer-
dotes, ni otros líderes, quien guiaba a la nación. «Cuando
18. La colocación de un monumento memorial de la liberación
fue muy adecuada, además de aquél que se levantaría en el campa-
mento.
19. John Rea, «Josué», The Wycliffe Bible Commentary (Chica-
go: Moody Press, 1962), p. 210.

40
veáis el arca ... vosotros saldréis» (3:3). El arca los conduci-
ría a lo largo de un camino que todavía no había sido trazado:
«A fin de que sepáis el camino por donde habéis de ir; por
cuanto vosotros no habéis pasado antes de ahora por este
camino» (3:4). Además, la presencia del arca produciría el
cuadro estremecedor de un río que súbitamente se divide. El
arca era la clave del milagro. Este hecho se destaca, en pri-
mer lugar, por el uso repetido de la frase «los sacerdotes que
llevan el arca» (3:8,13,14,15, 17) utilizado por el relato en
relación con el acontecimiento. Sin embargo, la evidencia más
clara la ofrecen explícitamente las palabras de Josué referen-
tes a las piedras conmemorativas que posteriormente serían
levantadas en Gilgal: «Las aguas del Jordán fueron divididas
delante del arca del pacto de Jehová; cuando ella pasó el
lordán, las aguas dellordán se dividieron» (4: 7).
El liderazgo divino fue destacado en otra forma ante los
ojos del pueblo. Ocurrió a través del mandamiento de prepa-
ración, «santificaos ... ». Una cosa era la preparación militar,
los hombres, las armas, los alimentos y la comida. Otra cosa
era la preparación espiritual por la cual debían seguir a Je-
hová como comandante en jefe. A efectos de esta preparación
el pueblo tuvo que santificarse. Josué no pedía lavamientos
corporales ni el lavado de vestimentas. Aquí se trataba de ha-
cer un examen del alma, de confesar el pecado y de estar en
correcta relación con Aquel que los llevaría a la victoria.
2. Liderazgo humano
Como Dios había estado con Moisés, así estaría ahora con
Josué. Esto era el secreto de la designación de Josué, por parte
de Dios, como sucesor de Moisés. Había llegado el momento
de demostrar en forma visible, y comunicar en forma inde-
leble al corazón del pueblo, que Josué era su líder de parte
de Dios. La primera credencial de Josué, que le serviría ade-
más para los días y años que seguirían, sería el hecho de con-
ducir al pueblo a través de un río milagrosamente dividido.
Esto es lo que Dios dijo en la mañana del día que pasaron
por el Jordán: «Desde este día comenzaré a engrandecerte
delante de los ojos de todo Israel, para que entiendan que
como estuve con Moisés, así estaré contigo» (3: 7). La reacción
favorable del pueblo se demuestra en el relato escrito después
del acontecimiento: «En aquel día Jehová engrandeció a Jo-
41
sué a los ojos de todo Israel; y le temieron, como habían te-
mido a Moisés, todos los días de su vida» (4: 14).

c. Evaluación de fuerzas (4:9 - 5:1 )

En medio del extraordinario espectáculo que ofrecía aquel


caudaloso río, ahora subyugado y dividido para el pueblo,
los israelitas tuvieron una impresión inmediata de la presen-
cia de Dios delante de ellos (cp. 3: 11). Ahora, habiendo se-
guido a sus líderes a la tierra de Canaán, sus mentes se sen-
tían impulsadas a reflexionar, más intensamente, en el poder de
Aquel que los había guiado y seguía guiándolos. Esto explica
el énfasis adicional que Josué puso en la interpretación del
significado de las piedras conmemorativas que habían sido
levantadas en Gilgal (4: 19-24). El significado que le había
asignado anteriormente tenía que ver con el liderazgo (4:6-7).
Ahora Josué exalta el poder de Dios, una verdad de signifi-
cado eterno que debía alentar la confianza de Israel al afron-
tar la tarea en aquel momento y, por otra parte, intimidar a
sus enemigos: «Porque Jehová, vuestro Dios, secó las aguas
del Jordán ... para que todos los pueblos de la tierra conozcan
que la mano de Jehová es poderosa; para que temáis a Jeho-
vá vuestro Dios todos los días» (4:23-24).
El paso milagroso del Jordán no- dejaba la posibilidad de
pensar en meras coincidencias o favorables casualidades. Esto
es; además, confirmado por las reacciones de los enemigos
que habitaban la tierra, cuyos corazones decayeron atemori-
zados al escuchar el informe de «cómo Jehová había secado
las aguas del Jordán» (5: 1). En efecto, el milagro del Jordán
fue una acción sobrenatural de la que fue parte un complejo
de numerosos factores:
1) El cumplimiento de la predicción del acontecimiento
(3: 13-14).
2) La hora exacta del acontecimiento: el instante en que
los sacerdotes mojaban sus pies (3: 15).
3) La reunión de las aguas en «un montón» como soste-
nido por un muro de agua lO (3: 16).

20. El informe de un bloqueo del Jordán en 1927 debido a un


deslizamiento de tierra no implica que el acontecimiento de Josué
haya ocurrido de la misma manera.

42
4) El hecho de que esto ocurriera en la época en que el
río estaba crecido (3: 15).
5) Cualquiera que haya sido el poder o el «muro» que
retuvo los torrentes del Jordán al norte del lugar donde cru-
zaría Israel, dicha fuerza también debía afectar a los ríos que
afluyen al Jordán, y perdurar durante la mayor parte del día.
6) En un tiempo muy breve el fondo del lecho del río
llegó a estar «seco» (3: 17).
7) Las aguas volvieron a correr por el lecho del Jordán
en el instante preciso en que los sacerdotes con el arca deja-
ron el fondo del lecho (4: 18).
El mensaje del día estuvo referido al poder del líder de
Israel. Cuando las huestes de Israel acamparon en la orilla
este de Jericó 21 era el décimo día del primer mes. Aquella
era una fecha muy apropiada porque era el cuadragésimo
aniversario de la preparación del cordero pascual que había
precedido al éxodo de Egipto (Ex. 12: 3).
La experiencia que Israel tuvo al pasar el Jordán ayuda
en gran manera al cristiano que busca el secreto de la vida
victoriosa. El mayor obstáculo que el cristiano encuentra
en su intento de entrar en la tierra prometida de una vida
victoriosa y abundante, es el que aparece en su vida como
el factor imposible. Pero cuanto mayor es el obstáculo, tanto
mayor es la manifestación del poder de Dios. Dios demanda
fe en vista del obstáculo; sin embargo, será El quien irá de-
lante. Conforme a la medida en que uno siga el liderazgo de
Dios, también experimentará personalmente Su poder. Así
como Josué fue el líder que representaba a Dios, caminando
con su pueblo y llevándolo a la otra orilla, así Jesús es el
capitán de nuestra fe que invita al cristiano a un compañeris-
mo cálido, íntimo y seguro, ofreciéndole amorosa dirección
cuando obedece su sencillo llamamiento que dice «sígueme».

111. PREPARATIVOS ESPIRI1UALES (5:2-15)

Israel no estaba todavía completamente preparado para


comenzar la batalla en la tierra de Canaán. La tarea incon-
clusa era de carácter espiritual. En parte esto implicaba la
observancia de la ley de Moisés (cp. 1: 7-8); pero en su tota-

21. El lugar es identificado aquí en forma poléptica como Gilgal,


si bien este nombre le fue asignado poco tiempo después (5: 9b).

43
lidad tenía que ver con la relación del corazón de Israel con
Jehová. Este capítulo relata cuatro experiencias que Dios hizo
vivir a Josué y al pueblo. Cada una de ellas referida a un
ejemplo o símbolo: circuncisión, sangre, frutos, y una espada.

A. La selial de la circuncisión: Restauración del


favor del pacto (5:2-9)
La promesa del pacto que Dios había hecho a Israel, ha-
bía sido suspendida durante los casi cuarenta años de juicio
durante los cuales Israel, por causa de su pecado, había que-
dado excluido de Canaán. Puesto que el juicio era de carácter
nacional, todos los habitantes, tanto jóvenes como bebés, na-
cidos en el desierto, debían vivir en el medio ambiente de
una nación castigada. Hasta no ser levantada aquella mal-
dición, el rito de la circuncisión, la señal del pacto de Dios
entre El mismo y Su pueblo (Gn. 17: 11),22 no tenía sentido
y, por 10 tanto, había sido interrumpida (5:4-6). Ahora, con
la entrada de Israel en Canaán, la maldición había sido ofi-
cialmente quitada y el día había llegado para renovar el rito
y restaurar a la nación en su relación de pacto con Dios. En
consecuencia, Josué, siguiendo el mandamiento de Dios, hizo
circuncidar a todos los hijos de Israel.23 La objeción de los
egipcios, que se habían burlado sugiriendo que Dios había li-
brado a Israel de Egipto para herirlo en las montañas (Ex.
32: 12) había sido quitada (5:9a). Como conmemoración his-
tórica de aquel brillante día, la región fue adecuadamente lla-
mada Gilgal (literalmente, significa «quitar rodando»).

B. La selial de la sangre: Esperanza


de liberación (5:10)
Israel había celebrado su primera pascua en Egipto (Ex.
12: 1-20). La muerte del cordero pascual y la aplicación de la
sangre a los postes de las puertas y sus dinteles, había pre-
visto la liberación de la mano opresora de aquella tierra. La
sangre era una señal que aseguraba dicha liberación: «y la

22. Léase Génesis 17: 9-14 referente a la primera circuncisión y


su significado.
23. Los términos «vuelve» y «segunda vez» del versículo 2 se
refieren a la reinstitución del rito.

44
sangre os será por señal en las casas... y veré la sangre y
pasaré de vosotros» (Ex. 12: 13). La segunda pascua fue cele-
brada en el desierto en momentos en que el pueblo alenta-
ba grandes esperanzas de llegar a la tierra prometida (Nm.
9: 5). Ahora, en ocasión en que el pueblo, constituido por una
nueva generaciÓn, había llegado a Canaán y recordaba cómo
Dios había librado a sus antepasados de Egipto, también podía
prever la liberación de las batallas futuras a medida que el
cordero era muerto para la pascua. El rito de la circuncisión
restauraba la relación entre el pueblo y Dios; el sacrificio de
la pascua revivía las esperanzas de liberación.

c. La señal de los frutos: Apropiación de las


bendiciones (5:11-12)
Ahora había cesado el maná, el diario alimento que Dios
había dado en forma sobrenatural a Israel mientras peregri-
naba en el desierto. La provisión del maná duró hasta el día
de la pascua en Gilgal (5: 12). El maná había sido una provi-
sión milagrosa para sostener al pueblo a lo largo de su difícil
viaje. Sin embargo, ahora Israel podía comenzar a disfrutar
de la nueva dieta compuesta de los frutos de la tierra de
Canaán, una primera señal de la riqueza de bendiciones que
Dios les prometía en la tierra que fluía leche y miel. Por eso
«al otro día de la pascua comieron del fruto de la tierra, los
panes sin levadura, y en el mismo día espigas nuevas tostadas»
(5: 11). El fruto de la tierra era un anticipo de bendiciones
futuras.

D. La señal de una espada: Revelación de una


guerra santa (5:13-15)
El propósito de la circuncisión, la pascua y el fruto de la
tierra, era edificar a la totalidad de los israelitas. Ahora su
líder, Josué, recibía una revelación divina; una revelación
que sólo él experimentó, pero que luego transmitió a su
pueblo.
Mientras Josué miraba en dirección de la fortaleza de
Jericó, sus pensamientos estaban ocupados con una sola
cosa, su responsabilidad en la batalla. En su mente veía a los
dos ejércitos, cananeos e israelitas, trabados en mortal com-
bate; y, aunque Dios le había dado la seguridad de la victo-
45
ria, Josué no podía dejar de preguntarse sobre el resultado de
la batalla al comparar la fuerza militar de ambos ejércitos.
A medida que se acercaba la hora del combate, profundizaba
en Josué la sensación de que aquella era su guerra. En ese
crítico instante vio delante de él a un varón sosteniendo una
espada desenvainada. Por la espada desenvainada Josué en-
tendió que, cualquiera que fuese la intención del varón y cua-
lesquiera que fuesen sus palabras, su presencia tenía que ver
con la batalla. Josué se acercó a él con un interrogante:
«¿Eres de los nuestros, o de nuestros enemigos?» (5: 13). La
conversación que siguió no le ofreció una respuesta directa
a su interrogante, pero permitió que Josué viese con toda
claridad lo que necesitaba ver en ese instante, es decir, que
la batalla no era suya, sino del Señor. El varón se identificó
como príncipe de las huestes de Jehová, dando a entender
que traía un mensaje de parte de Dios (5: 14). Mediante esta
identificación, Josué comprendió la naturaleza crítica de aquel
momento, y, postrándose delante del príncipe, preguntó, como
siervo, por el mensaje de su Señor. El mensaje era breve,
pero urgente: «Quita el calzado de tus pies, porque el lugar
donde estás es santo» (5: 15). El suelo de Canaán era suelo
santo. La batalla que el pueblo de Dios libraría en él por el
cumplimiento de la promesa de Dios, sería la batalla de Dios,
una guerra santa. ¡Esta no sería la guerra de Josué! Qué tre-
menda revelación dada al siervo de Dios en momentos antes
de comenzar la batalla. y Josué se quitó el calzado, puesto
que el lugar era santo y adoró allí.

* * *
El cristiano que desea sinceramente vivir su vida en la
bendita voluntad de Dios y en Su favor, es decir, en la tierra
de reposo de Dios, descubrirá que no es él quien vive la vida,
sino Cristo que vive en él. Por eso, en presencia de todos los
enemigos, que apartarían su alma de la vital relación con
Cristo como su Señor, el cristiano debe preparar su corazón.
En primer lugar, si algún pecado no confesado ha roto el com-
pañerismo con Dios, anulando el derecho que tiene a las ben-
diciones de Dios, la confesión señalará el día en el que el re-
proche es quitado. Luego ¿existe alguna duda en cuanto a
que Dios le dará las victorias prometidas por causa de su in-
dignidad? Cuando Dios ve la sangre de Jesús, su Hijo, pasa
46
por alto el pecado y libera. Tal vez el cristiano ha vacilado en
participar de una señal de las bendiciones de Canaán. En ese
caso necesita gustar y ver. El fruto de la tierra es más deli-
cioso que el maná del desierto. y si la carga de la batillla
contra Satanás y sus huestes es demasiado pesada, existe la
seguridad de que el Hijo de Dios irá delante para pelear su
santa guerra y derrotar el templado acero del tirano. El cris-
tiano nada tiene que perder y todo por ganar.
Cuando los israelitas, acampados en la llanura de Jericó,
habían cruzado el Jordán y visto las aguas cerrarse detrás de
ellos, se habían consagrado al Señor. En palabras prácticas
habían llegado a un punto de no retorno. Sin embargo, no
habían sido conducidos a esta tierra para esclavizarse a una
vida de suciedad, vergüenza y sumisión; al contrario, ante
ellos se extendía una tierra gloriosa; una tierra en la que dis-
frutarían de su leche y miel, de s~s hogares y templos en la
adoración de Dios. Los días pasados habían sido días de pre-
paración; los días futuros serían de conquista. En las alturas
del cielo estaban escritas las palabras eternas del mandamien-
to: «Preparaos ... para entrar a poseer la tierra que Jehová
vuestro Dios os da en posesión» (Jos. 1: 11). Y las generacio-
nes posteriores del pueblo de Dios se han unido en espíritu
a la consagración de esa clase de vida diciendo con el autor de
Hebreos: «Procuremos, pues, entrar en aquel reposo» (He.
4: 11).

47
SEGUNDA PARTE

LA CONQUISTA
6:1-12:24

1. CAMPAÑA CENTRAL (6: 1 - 8:35)


A. Victoria mediante la fe: Jericó (6: 1-27)
B. Derrota causada por el pecado: Hai (7: 1-26)
C. Restauración (8: 1-35)

11. CAMPAÑA DEL SUR (9: 1-10:43)


A. Alianza con Gabaón (9: 1-27)
B. Guerra contra cinco reyes (10: 1-27)
C. Otras conquistas (10: 28-43)

111. CAMPAÑA DEL NORTE (11: 1-15)

IV. RESUMEN (11:16-12:24)


A. Resumen de las campañas cananeas (11: 16-23)
B. Resumen de los reyes derrotados (12: 1-24)
C. Recapitulación
SEGUNDA PARTE

LA CONQUISTA
6:1-12:24

Poseer la tierra de Canaán significaba expulsar al enemi-


go. Pero el enemigo estaba constituido por muchos pueblos
-heteos, amorreos, ferezeos, jebuseos y otros- y a medida
que Josué planeaba su estrategia de conquista debía tener en
cuenta a cada uno de ellos. No hay evidencias de que Dios
haya instruido explícitamente a Josué en cuanto a los patro-
nes de esa estrategia, si bien la dirección divina siempre es-
tuvo presente. En realidad, la ubicación geográfica de la en-
trada de Israel en la tierra, cuya orientación a su vez es de
norte a sur, fue el factor que determinó el plan. Véase el
mapa en la página 8, referente a los movimientos generales de
las campañas en el centro, sur y norte. La estrategia consistía
simplemente en: (1) conquistar la ciudad de Jericó, que era
la cabeza de puente; (2) extender las batallas en la región
central a modo de introducir una cuña entre los ejércitos del
norte y del sur, y (3) atacar a los ejércitos, uno por uno, co-
menzando con los más cercanos del sur. "El relato del libro
de Josué sigue la secuencia de ese plan relatando los princi-
pales acontecimientos 1 referentes a la conquista que Israel
hizo de sus enemigos en Canaán. El gráfico que sigue ofrece
un bosquejo de esta sección de Josué:

1. Como ocurre con toda la historia bíblica, el propósito es la


selección y no el relato exhaustivo. Se han incluido aquellos aconte-
cimientos que mantienen la unidad de la narrativa y sirven para los
propósitos subyacentes de la revelación divina. En el libro de Josué
no se han incluido todos los acontecimientos, sino los momentos más
importantes de las campañas.

51
LA CONQUISTA (6:1 -12:24)
6: 1 9: 1 Il: 1 Il: 16
12:24
CAMPA~A CENTRAL CAMPA~A DEL NORTE RESUMEN
DEL SUR CAMPA~A

7: 1 3: 1

Derrota
Victoria causada Restauración Conquistas progresivas
mediante por el
la fe pecado

Hay un marcado crescendo de victorias a través del pe-


ríodo de siete años 2 después de una seria derrota sufrida en
Hai (cap. 7) en el comienzo de la campaña central.

l. CAMPARA CENTRAL (6:1 - 8:35)

A. Victoria medIante la fe: Jericó (6:1-27) 3

Aunque el milagro del Jordán anonadó a los israelitas lle-


nándolos de estupor, el milagro de Jericó también contó con
todos los elementos de lo extraordinario y espectacular. Hubo
sonidos que fueron parte de la acción: los sonidos de la mar-
cha cotidiana; los sonidos de las trompetas de los sacerdotes;
el «sonido del silencio» al no pronunciarse palabra alguna
(6: 10); la conversación del pueblo después de la marcha de
cada día, en la que se preguntarían respecto a los aconteci-
mientos del día siguiente (porque aparentemente Josué no ha-
bía dicho al pueblo el milagro que presenciarían); y, en el
clímax de todo ello, el grito de la multitud y el estruendo de
los mulos que se derrumbaban. También hubo ciertos cua-
2. John C. Whitcomb, en su escrito Old Testament Patríarchs and
Judges, dice así: «La conquista fue completada en siete años con-
forme a Caleb (Jos. 14:7,10).»
3. Un bosquejo sugerido para este capítulo: 1) Seguridad e ins-
trucciones (1-7); 2) Los siete días de marcha (8-21); 3) Protegidos de
la ciudad (22-25); 4) Maldición (26-27).

52
dros que fueron parte de aquel espectacular acontecimiento;
el cuadro de la imponente fortaleza construida con ladrillos
de barro, detrás de cuyas puertas se ocultaba una atemorizada
nación; el cuadro del ejército israelita en marcha con los sa-
cerdotes y el arca entre la vanguardia y la retaguardia; el
cuadro estremecedor de los muros al derrumbarse; el cuadro
de las llamas rojas y el negro humo de toda una ciudad que
sufre el castigo de Dios.
¿A qué se debía semejante espectáculo? ¿Qué enseñanza
estaba impartiendo Dios? ¿A quién estaba destinada su en-
señanza?
En primer lugar, la exhuberancia de la lección audio-
visual de Dios no pudo haber tenido el propósito de impul-
sar al enemigo a la acción. Tampoco pudo haber tenido el pro-
pósito militar de debilitar a Jericó, sometiéndola a la incer-
tidumbre de aquellos seis días, puesto que la moral de Jericó
ya había decaído, cosa que Josué sabía. Y, aunque durante
aquellos seis días, en los que Israel marchó alrededor de la
ciudad, la reacción del enemigo hubiese sido de asombro,
o aun de esperanza de misericordia, su destino era morir en
el lapso de una semana; su destino era castigo, no reparación.
El mismo relato bíblico indica que el objetivo de la enseñanza
de Dios no era la gente de Jericó. A lo largo del capítulo
no hay ningún indicio de acción por parte de Jericó; la ciudad
se limitó a esperar, luego fue herida y quemada. En efecto,
las palabras iniciales del capítulo son proféticamente elocuen-
tes: «Ahora, Jericó estaba cerrada ... , nadie entraba ni salía»
(6: 1).
Es completamente claro que las instrucciones dadas a Jo-
sué para la toma de Jericó en forma tan dramática, tenían
el propósito de beneficiar a Israel. El relato del capítulo 6
revela las siguientes lecciones para Israel:
1. Obediencia incondicional
Las instrucciones de Dios, dadas a Josué con respecto
a este extraño procedimiento para la toma de Jericó (6: 2-5),
no produjeron preguntas de parte de Josué. Josué bien po-
dría haber preguntado: «¿Por qué marchar en vez de lu-
char?» «¿Por qué prolongar esto durante varios días?» «¿POl"
qué guardar silencio?» «¿Por qué gritar?» Pero si anhelaba
el objetivo dispuesto por Dios, también debía aceptar el mé-
53
todo de Dios. Del mismo modo, para Israel sería suficiente
oír las instrucciones de Josué para ir a marchar (6: 6-11 ), y
entonces obedecer como iluminados en la fe. ¿Acaso no ha-
bía Dios elevado a Josué como su líder? Las respuestas a
los interrogantes podían esperar hasta días futuros; pero el
sendero de aquel día sólo sería iluminado por la fe y la obe-
diencia.

2. Lazo de unión

La marcha alrededor de la ciudad 4 debe haber impresio-


nado al ejército de Israel debido al poder de su unidad. Nun-
ca antes habían marchado de esa manera. La peregrinación
a través del desierto no había sido una marcha militar. Es
cierto que ésta no era una exhibición con la precisión de un
desfile; sin embargo, la procesión reflejaba la cálida atmós-
fera de almas unidas por una misma tarea, en vista de un
mismo enemigo.

3. Necesidad de pureza

Israel tenía que aprender que tomar las cosas de las na-
ciones paganas confiscadas por la guerra significaría conta-
minación y era contrario a las instrucciones de Dios. En
este relato se encuentra un uso interesante de la palabra he-
brea herem. La ciudad de Jericó, y todo lo que había en ella,
estaba «consagrada» (herem) o asignada a Jehová para su
soberana disposición (6: 17). Los israelitas no debían apro-
piarse de ellas (<<guardaos del anatema [herem] ») no sea
que hagáis «anatema» (herem) al campamento, puesto que
tomar de ello implicaría una contaminación legal (6: 18).5 El
propósito de Dios era colocar el oro y los utensilios de bron-
ce y hierro al servicio de los sacerdotes (<<tesoro de Jehová»,
6: 19) en tanto había dispuesto que la ciudad, con la totali-
dad de sus habitantes y posesiones, debía ser «todo» destrui-
do (herem) (6:21). En el júbilo de la victoria sobre las na-

4. Se puede recorrer la boca, de unas nueve hectáreas, en apro-


ximadamente 15 a 20 minutos. Véase The Wycliffe Bible Commen-
tary, p. 213.
5. The Wycliffe Bible Commentary sugiere la siguiente traduc-
ción de 6: 18b: «Para que no codicien y tomen algo de la porción
dedicada.»

54
ciones paganas Israel se sentiría tentado a codiciar el botín
y asumir los derechos soberanos de disponer de él. Pero el
cqnquistador era Dios, y sólo él tenía los derechos de confis-
cación. Israel debía cuidarse mucho de la contaminación pa-
gana.

4. Renovada visión de Dios

Dios nunca es avaro en la revelación que ofrece de sí


mismo a la humanidad. Desde que Israel había dejado las
llanuras de Moab, el pueblo había visto mucho de Dios y
de sus obras. Ahora, en Jericó, Dios haría revelaciones aún
mayores, incluyendo:
Su constante presencia. Su íntima presencia, su habitar
en medio del pueblo, fue simbolizado visiblemente mediante
la ubicación del arca en medio de los guerreros, con una
vanguardia que marchaba delante del arca (6: 7) y una reta-
guardia que lo seguía (6:9).
Su soberanía. Las batallas de Israel eran las batallas de
Dios contra sus enemigos, batallas que libró a través de su
pueblo y para su pueblo. Los cuernos que tocaron los sacer-
dotes no fueron trompetas militares, sino trompetas de júbi-
lo, como las que normalmente se asociaban con el año del
jubileo, puesto que ésta era una empresa religiosa y no mi-
litar.
Sus demandas incondicionales. Una y otra vez los israe-
litas aprendían que con Dios no había términos medios. Dios
les prometía la totalidad de Canaán. Dios había castigado a
la totalidad de los incrédulos que habían desobedecido en el
desierto. Dios demandaba que todas las tribus ayudasen en
la conquista. La circuncisión debía ser restaurada en todos
los varones israelitas. Era preciso guardar toda la ley. Todo
el corazón debía buscar a Dios. Aquí en Jericó todo el pueblo
debía gritar, y la ciudad fue totalmente destruida, hasta el
extremo de pronunciarse una maldición sobre un eventual re-
constructor futuro (6: 26).6 El número siete, un número que
representaba totalidad y lo completo, expresaba este aspecto
6. El cumplimiento ocurrió en tiempos del rey Acab (l.O R.
16:34). El propósito de la maldición en Josué 6:26 era la de pro·
hibir que se volviera a fortificar, si bien una repoblación era permi·
tida (p. ej., mediante la ocupación hecha por la tribu de Benjamín,
18: 21).

55
de la naturaleza de Dios. Debía haber siete días de marcha,
siete circunvalaciones en el séptimo día, y siete sacerdotes
que tocasen siete cuernos (6: 3-4).
Su omnipotencia. El milagro mismo fue una expresión
elocuente de la omnipotencia de Dios. Aunque Dios hubiese
usado causas secundarias tales como un terremoto, para ha-
cer caer los muros de Jericó,7 el evento en sí fue de natura-
leza totalmente milagrosa. El acontecimiento había sido pre-
dicho por Dios (6: 5): el séptimo día, y al término de la
séptima marcha, en el momento de gritar el pueblo, los mu-
ros se derrumbarían en su lugar. «y aconteció ... » (6:20).
Su santa ira. Por naturaleza Israel no era un pueblo gue-
rrero, y el hecho de comprometerse en una campaña militar
de alcances tan vastos, no se debió a la elección del pueblo,
sino a un mandato dado por Dios. El hecho de saber por qué
Dios castigaba a los pueblos cananeos daba a los israelitas un
discernimiento más agudo de la santidad de su persona. La
aniquilación de todos los habitantes de las ciudades cananeas
tenía el propósito, por parte de Dios, de purgar a la tierra,
futura morada de los israelitas, de toda la corrupción del po-
liteísmo pagano. La prostitución religiosa, el sacrificio de ni-
ños, y muchas otras prácticas corruptas y brutales, eran ame-
nazas fatales en potencia que ponían en peligro la vida justa
de Israel en Canaán. Fue para el bien de Israel que Dios
ordenara la purga. Además, la aniquilación de todos los ha-
bitantes de Jericó, tanto jóvenes como ancianos, con excep-
ción de Rahab y su familia (6:21-22), se justificaba total-
mente teniendo en cuenta el derecho soberano que el santo
Creador tiene para disponer de la vida desde su comienzo
hasta su fin. Su designio incluía la imposibilidad de mezclar
el pecado con la santidad. Las guerras de Israel contra las
naciones idólatras de Canaán fueron guerras santas de Dios,
y el trato que dieron a sus prisioneros fue en cumplimiento
de órdenes dadas por Dios. ¡Si Israel tan sólo hubiese apren-
dido que, en el futuro, su propia idolatría cosecharía la ven-
ganza del mismo santo Diosl

7. Algunos apoyan la teoría de un deslizamiento de tierras en


la interrupción de las aguas del río Jordán (p. ej., interpretando las
frases «la tierra tembló» (Jue. 5:4), y «las montañas saltaron como
cameros» (Sal. 114:4) como descripciones poéticas de esa clase de fe-
nómenos naturales.

56
* * *
Las enseñanzas que Israel aprendió en Jericó también son
beneficiosas para el cristiano de la actualidad. Cuando res-
ponda con fe y obediencia a las instrucciones de Dios, verá
derrumbarse bajo la poderosa mano de Dios, la fortaleza del
enemigo de su alma. Porque, «para esto apareció el Hijo de
Dios, para deshacer las obras del diablo» (1. a Jn. 3:8).

B. Derrota causada por el pecado: Hal (7:1-26) 8

1. El pecado (7: la)

La fascinadora victoria sobre Jericó, la bendición de Dios


sobre el pueblo y la creciente fama de Josué (6: 27), son cosas
que fueron neutralizadas por el pecado que se cometió duran-
te las horas que siguieron a la conquista del enemigo mien-
tras eran reunidos los despojos para el tesoro de Jehová.
Un pecado secreto fue cometido en Jericó y Dios retuvo
su juicio hasta que Israel hizo contacto con el siguiente enemi-
go en Hai. Josué había expresado con toda claridad ante su
pueblo, que si bien Dios les había «dado» la ciudad (6: 16),
todo lo que había en ella había sido designado como herem
a Dios (6: 17) para que El dispusiera de ello.9 Tomar del
herem era «que hagáis anatema el campamento de Israel, y
lo turbéis» (6: 18). Acán, de la tribu de Judá, desobedeció y
robó secretamente algo de los despojos (7: 1, 21), contaminan-
do con ello la totalidad del campamento de Israel: «Los hijos
de Israel cometieron una prevaricación [literalmente, un acto
de infidelidad] en cuanto al anatema» (7: 1). El crimen mis-
mo fue imputado a la totalidad de Israel debido a la rela-
ción integrada de esta familia de Dios que en forma colec-
tiva había aceptado los términos requeridos para la toma de
Jericó, pero que ahora había quebrantado el pacto en la per-
sona de un hombre, es decir, Acán.

8. Un bosquejo sencillo y general del capítulo 7: «El Aconteci-


miento» (7: 1-5); «La Duda» (7: 6-9); «La Disposición» (7: 10-26).
9. Cp. con 6: 19-21. No solamente las cosas de Jericó, sino la gen-
te eran de Dios, sujetos a su disposición soberana.

57
2. Las consecuencias (7: 1b-9)

La ira de Dios (7: lb). Las consecuencias de aquel pe-


cado fueron de largo alcance. El juicio no cayó solamentte so-
bre Acán, sino sobre todo Israel: «y la ira de Dios se en-
cendió contra los hijos de Israel» (7: lb). La historia bien
pudo haber terminado aquí aunque su batalla más reciente
había sido una victoria (Jericó), si no se ·hubiera apartado
esta ira de Dios. Es de notar que la ira de Dios se encendió
en el momento del pecado de Acán; sin embargo, Josué y el
resto de Israel todavía no sabían ni de él ni del juicio que
vendría.
Derrota del ejército (7:2-5a). Viviendo aún la euforia
de la victoria sobre Jericó, e ignorando el inminente juicio de
Dios, Josué no perdió tiempo en prepararse para la batalla
contra Hai, situada a dieciséis kilóm~tros (diez millas) al
oeste de Jericó. 10 Sus espías, carentes de la iluminación de
Dios, volvieron con un informe incorrecto en cuanto a las
fuerzas de Hai, subestimando el número de sus habitantes
(<<porque son pocos», 7: 3), cuando en realidad eran 12.000
hombres (8:25). Por eso Josué sólo envió tres mil hombres
a Hai, que fueron rechazados inmediatamente por las huestes
de esa ciudad, y perseguidos hacia el este hasta Sebarim. Los
israelitas sufrieron 36 bajas además de otras posibles en «la
bajada»Y
La desmoralización de la nación (7:5b). Las bajas que el
ejército de Josué sufrió en Hai fueron una pérdida menor
comparada con la desmoralización que sufrió el pueblo. El
texto dice así: «El corazón del pueblo desfalleció y vino a
ser como agua» (7:5b). Se comprende fácilmente el motivo
de semejante desaliento. Lo último que Israel había conocido
antes de esta derrota, era que Dios estaba con Josué favore-
ciendo al pueblo. Conforme a lo que ellos sabían no había
ocurrido nada que pudiese alterar dicho favor. ¿Acaso había
cambiado Dios?

10. Hai, una ciudad de la zona montañosa del amorreo, estaba


situada estratégicamente sobre el borde este de la cadena central a
unos tres kilómetros (dos millas) de Bet-el y trazando la ruta principal
desde Gilgal junto al Jordán a Bet-el y sus alrededores.
11. Versión de Berkeley: «Dando muerte a más en su descenso»
(7:5); «más» es, no obstante, una paráfrasis del texto original.

58
Desesperación del líder (7:6-9). En agudo contraste con la
actitud derrotista del pueblo, cuyo corazón había desfallecido,
se destaca la desesperación del líder al postrarse delante de
Dios, escudriñando la mente de Dios en cuanto a sus desig-
nios para Israel. «Entonces Josué rompió su vestido, y se
postró en tierra sobre su rostro delante del arca de Jehová
hasta caer la tarde, él y los ancianos de Israel; y echaron
polvo sobre sus cabezas» (7: 6). En su confrontación con Dios
Josué se sintió exasperado, preguntando y pronunciando ex-
clamaciones a medida que descargaba su corazón:

PREGUNTA: ¿Por qué nos has traído aquí, si hemos de


perecer a mano de los amorreos? (7: 7a).
EXCLAMACIÓN: Mejor hubiera sido quedarnos al otro lado
del Jordán (7:7b).
PREGUNTA: ¿Qué diré ahora que Israel ha huido delante
de sus enemigos? (7:8).
EXCLAMACIÓN: Los cananeos borrarán nuestro nombre de
la tierra (7:9a).
PREGUNTA: ¿Qué harás tú en bien de tu gran nombre?
(7:9b).

En estos interrogantes de parte de Josué hay una notable


omisión. Josué no busca una causa de la derrota suf1ida en
Hai. Aparentemente la atribuye al designio soberano y sólo
pregunta por los motivos de semejante designio. Sin embar-
go, la última de sus preguntas es la más importante. Ella de-
muestra que Josué no ha abandonado su fe en Dios, su Co-
mandante en Jefe. Josué sólo quiere saber qué hará Dios
ahora para seguir exaltando Su nombre. En efecto, la res-
puesta a esta pregunta es la respuesta a las demás preguntas.

3. La revelación (7: 10-15)

La explicación de Dios (7: 1O-12a). Habiendo amonestado


a Josué por postrarse sin motivo a tierra,12 Dios respondió a
la pregunta omitida por Josué, ofreciendo la correspondiente
12. Es preciso notar que la postración de Josué ante Jehová no
era por ninguno de los pecados de Israel, tal como había ocurrido
con frecuencia en las postraciones de Moisés (cp. Nm. 16: 4). Por
eso, la amonestación de Jehová: «levántate», es seguida inmediata-
mente por la aguda afirmación «Israel ha pecado» (7: 10-11).

59
explicación: «Israel ha pecado» (7: 11). Puesto que Josué to-
davía ignoraba la naturaleza de ese pecado, Dios continuó
más detalladamente la explicación de la transgresión, indican-
do con total claridad de que se trataba de un pecado colectivo.
de la nación. l3 El pecado consistía en robar y ocultar «el
anatema». Ese era el pecado. Con idéntica claridad se anun-
ció el juicio: «Por eso los hijos de Israel no podrán hacer
frente a sus enemigos» puesto que han caído bajo el rigor de
las leyes referentes a la porción sagrada. Por eso Jehová dijo:
«Ni estaré más con vosotros» (7: 12). Trece versículos antes
el libro de Josué había relatado una escena gloriosa: «Estaba,
pues, Jehová con Josué» (6:27). Ahora el futuro se veía tene-
broso si no hubiese sido por una expresión de esperanza di-
cha por Dios, es decir: «SI NO» y que ahora determinaba
el destino de Israel.
La praposición de Dios (7: 12b-15). Se había pronuncia-
do el justo juicio sobre Israel. Después Dios propuso su gra-
cia a la nación ofreciéndole el restablecimiento de su presen-
cia y favor, si cumplía con la condición implícita en su «sí
no» (7: 12b). Aquella condición propuesta a Israel libraría
al pueblo del anatema, es decir, de la causa de la contamina-
ción. Dios mismo estableció las normas de la purga, como la
orden del día para el siguiente día. El método incluía los si-
guientes elementos:
1) La santificación del pueblo (7: 13)
Esto implicaba una preparación del corazón y de la mente
para participar de la purga divina al día siguiente.
2) Identificación del transgresor (7: 14, 16-18)
Sólo Dios sabía que el transgresor era Acán y decidió
revelar al culpable mediante el método de las suertes. 14 Pues-
to que la investigación de toda la nación podría ser una ta-
rea larga y muy difícil, se estableció un procedimiento eficaz,

13. Nótese la repetición enfática de «y aun ... » (7: 11).


14.La palabra tomado puede ser interpretada como: «Señalada
por suertes» (así reza la versión de Berkeley). La suerte echada no
era una suerte casual, sino una de identificación divina: «La tribu
que Jehová indica por suerte» (7: 14, Berkeley). (Cp. 1.. S. 14:41-42;
Nm. 26:55; Hch. 1:26.)

60
es decir, el de la eliminación que partía de las unidades ma-
yores e iba a las menores: Tribus, familias (clanes), casas e
individuos. Las suertes que se echaron al día siguiente cayeron
sobre la tribu de Judá, luego sobre la familia de Zera. Dentro
de esta familia fue identificada la casa de Zabdi, y finalmente
el hombre Acán: «y fue tomado Acán» (7: 18).
En parte, la identificación del transgresor implicaba su
propia confesión del pecado, la que confirmaba públicamente
la identificación sobrenatural del culpable. La emocionada
pero firme acusación hecha a Acán por parte de Josué (7: 19)
y la confesión honesta de Acán con respecto a su codicia
(7: 20-21), ofrecen un emotivo discernimiento de las reflexiones
de dos almas (una inocente, la otra culpable), respecto del
pecado:

La ternura de JOSUE: «Hijo mío»; la apelación de Jo-


sué: «declárame ahora»; glorificación de Dios: «Da
gloria a Jehová».
La, honestidad de ACAN: Acán dijo la verdad; tuvo un
sentido de culpabilidad: «He pecado contra Jehová»;
admitió su debilidad: «Vi ... codicié y tomé ... » 15

3) El juicio del transgresor (7: 12-13, 15, 22-25)

La proposición que Dios hacía a Israel de restaurarlo en


su favor no se basaba en el hecho de excusar e ignorar el pe-
cado. Todo pecado debe ser juzgado. La única base que per-
mitiría la liberación de aquellos a quienes había sido imputa-
do el pecado (Israel), era el cumplimiento estricto de la co-
rrespondiente pena (la pena debía ser cumplida en Acán). De
modo que el requisito para la restauración del favor con
Dios era la destrucción del despojo hurtado y la muerte de
Acán; «él y todo lo que tiene, por cuanto ha quebrantado
el pacto de Jehová, y ha cometido maldad en Israel» (7: 15).
Después de la confesión de Acán las cosas hurtadas fueron
recuperadas de la tienda de Acán por los mensajeros de Josué.

15. Josué primero oyó específicamente de Acán 10 que había ro-


bado de los despojos, es decir, un hermoso manto de Sinar (Babi-
lonia) que puede haber sido entretegido con hilos de oro, y de esa
manera dedicado al tesoro de Dios; doscientos sic10s de plata (el
equivalente a doscientos dólares de plata); y una barra de oro que
pesaba cincuenta sic10s (el equivalente a quinientos dólares).

61
Luego Josué e Israel, representado por los líderes del pueblo,
llevaron al herem, a Acán, a sus hijos,l6 a su ganado y pose-
siones, a un valle apartado del campamento de Israel. Aquí
Acán, cuyo nombre significa «perturbador» 17 escuchó las pa-
labras finales de su juicio: «¿Por qué nos has turbado? Túr-
bete Jehová en este día.» Luego la lluvia mortífera de piedras
cayó sobre él y sus hijos, y todas sus posesiones fueron que-
madas con fuego (7:25). Siguiendo el deseo de mantener la
advertencia contra el pecado delante de los israelitas en el
campamento, la gente levantó un monumento histórico con
un gran montón de piedras sobre su cadáver y llamando a
aquel lugar «Valle de Acor» o «Valle de Turbación».

4) Restablecimiento (7:26)

Ahora que Israel había cumplido con las condiciones para


una renovada relación con Dios, tenía el derecho de esperar
el cumplimiento de la promesa de su favor. El capítulo 7 co-
mienza con el tenebroso cuadro de la justa ira del Señor en-
cendida contra su pueblo; pero los versículos finales restau-
ran la resplandeciente perspectiva de una posible conquista
de la tierra del reposo de Dios: «y Jehová se volvió del ar-
dor de su ira» (7: 26).
C. Restauración (8:1-35)

1. El valor restaurado: Conquista de Hai (8: 1-29)

El pecado de Acán hizo tambalear el éxito que Israel ha-


bía logrado en su paso milagroso a través del río y en su
marcha alrededor de una ciudad. Israel había perdido su va-
lor, y su esperanza se había desvanecido. Pero Dios, habién-
dose apartado ahora del ardor de su ira, se dispuso a realizar
otra obra de gracia y así restaurar el valor del pueblo.
Dios alienta al pueblo (8: 1-2). Puesto que ahora Dios ha-
blaba a un corazón quebrantado, dijo con ternura a Josué:
16. En vista de la ley citada en Dt. 24: 16 prohibiendo la eje-
cución de niños por causa de los pecados de sus padres, asumi-
mos que los niños deben haber tenido una parte en el pecado de
Acán y por eso también fueron contados como culpables de muerte.
Algunos intérpretes no ven incluida su ejecución en 7:25.
17. 1.0 Crónicas 2: 7 dice: «Acán, el que perturbó a Israel...»

62
«No temas ni desmayes.» Si bien fueron palabras tiernas,
fueron pronunciadas con el mismo poder e idéntica autoridad
que cuando Jesús mandó al cadáver de Lázaro salir del se-
pulcro. Aquellas palabras sugieren que Dios está alcanzando
una gran profundidad para librar a un alma de las tinieblas
del temor y la desesperación. ¿De qué otra manera se podría
explicar la actitud positiva con que Josué respondió inme-
diatamente al mandamiento: «Entonces se levantaron Josué ... »
(8:3a)?
La restauración consiste simplemente en un retorno. Cuan-
do el pecado ha roto el compañerismo con Dios, la restaura-
ción de esa comunión se produce mediante un retorno al lu-
gar de separación, confesando el pecado y andando con Dios
a partir de ese punto. En el caso de los israelitas, el pecado
de Acán, si bien fue cometido en Jericó, cobró su tributo en
Hai, puesto que Jericó había caído antes de ser cometido el
pecado. De modo que el lugar para continuar el andar con
Dios era Hai. 18 En consecuencia, las instrucciones de Dios a
Josué fueron: «Levántate y sube a Hai.» El camino a Hai
era de aproximadamente 24 kilómetros (15 millas) partiendo
de Gilgal. Tendrían que ascender unos 975 metros (3.200
pies). El recorrido de aquel camino les recordaría todos los
cuadros tenebrosos de la reciente huida desde Hai. Pero Hai
era el lugar en donde Israel tendría que reconquistar su éxi-
18. Se ha escrito mucho sobre la exacta ubicación de Hai, puesto
que las modernas excavaciones arqueológicas han revelado que et-Tell,
el lugar que normalmente es identificado con Hai, destruido por los
amorreos alrededor del año 2000 a.C. y no reconstruido hasta el año
1200 a.C., no existía cuando Josué entró en la tierra (alrededor del
año 1400 a.C.). Si et-Tell fue una ciudad que existía antes del año
2000 a.C., Hai, la ciudad conquistada por Josué, puede haber estado
ubicada en la cercanía, y habiéndose operado una transferencia del
nombre de la antigua Hai, procedimiento común en Palestina según
Sir Frederic Kenyon (Merrill F. Unger, Vnger·s Bible Dictionary, Chi-
cago, Moody Press, 1957, p. 36). Se han ofrecido otras explicaciones.
W. F. Albright sugiere que Bet-el es la Hai del capítulo 8 (pero el
texto distingue claramente entre Bet-el y Hai). Otros asumen que Hai
fue meramente la ubicación de un puesto militar de los habitantes
de Bet-el (sin embargo, el texto se refiere claramente a una ciudad
habitada, fortificada, que tenía su propio rey. Mientras la ubicación
exacta de Hai no ha sido determinada satisfactoriamente, no hay
duda de que en el día de Josué fue una ciudad fortificada, habitada
y gobernada por un rey, y ubicada en las cercanías de Bet·el. El es-
tudio del texto bíblico no está impedido ni afectado en manera al-
guna por esta cuestión, sin resolver, referente a la ubicación de Hai.

63
too En efecto, Dios prometió a Israel restaurarle el éxito que
había tenido antes de Hai, asegurándole una victoria similar
a la de Jericó. Dios dijo a Josué: «Yo he entregado en tu
mano al rey de Hai», tal como anteriormente había dicho a
Josué: «Yo he entregado en tu mano a Jericó» (6:2). En
forma muy explícita Dios también dijo a Josué: «y harás
a HaL.. como hiciste a Jericó ... » (8:2a).
El valar puesto a prueba (8:3-13). Ahora el grado del va-
lor del pueblo sería puesto a prueba. Dios prometió a Josué
que tomaría Hai, pero la conquista no sería tan fácil como
cuando observaron el derrumbe de los muros de Jericó. En su
lugar, el método dispuesto sería una emboscada militar, la
que implicaba peligro, ansiedad, precauciones y una actitud
de alerta. Esta era la prueba a la que fue sometido el valor de
Israel, y tanto Josué como sus guerreros estuvieron a la altura
del desafío (8: 3).
La estrategia de Josué implicaba dos emboscadas. Un pri-
mer grupo, un contingente compuesto de treinta hombres de
valor,19 fue enviado un día antes de la batalla (8:9). Aquellos
hombres debían ocultarse al oeste de la ciudad y estar listos
para el momento de la señal de avance (8:4). Su tarea no
consistía específicamente en luchar cuerpo a cuerpo, sino de
penetrar en la ciudad y prenderle fuego una vez que sus gue-
rreros la hubiesen dejado para perseguir a Josué y su ejército
en dirección al este (8:5-8). El segundo contingente de 5.000
hombres fue situado también al oeste de Hai, entre la ciudad

19. El tamaño de este grupo es indicado por el texto como un


contingente de 30.000 hombres que aparentemente es demasiado
grande para una maniobra tan secreta como la de una emboscada
cerca de una ciudad. Una posible respuesta al problema es que el
texto debiera decir: «30 oficiales.» Esta sugerencia proviene de R. E.
D. Clark, quien señala que la palabra hebrea 'elep se traduce por
«mil», pero que también puede ser traducido como «jefe» u «oficial»,
traducción que se usa en otros pasajes (cp. 1.0 Cr. 12:23-27; 2.° Cr.
13:3,17; 17: 14-19). Si este fuera el caso, entonces el grupo de treinta
hombres constituyó una unidad de comando en gran manera selec-
cionada y con la misión de entrar en la ciudad abandonada para
prenderle fuego. Este concepto también puede explicar mejor la des-
cripción del contingente conforme a su identificación «hombres de
valor», una descripción que es más significativa cuando es referida a
un grupo de treinta hombres que a una unidad de 30.000. Debe no-
tarse aquí, sin embargo, que la segunda· emboscada implicaba sin lu-
gar a dudas a 5.000 hombres (8: 12).

64
y Bet-eI,2° pero probablemente más cerca de Bet-el que el pri-
mer grupo. Se comprende el propósito de esta fuerza de
combate si se considera que Bet-el y Hai probablemente hi-
cieron pacto de defensa mutua en el caso de que una de las
dos ciudades fuese atacada. De modo que Josué también tenía
que estar preparado para hacer frente a un ejército de solda-
dos de Bet-el proveniente del oeste. Sin duda, ésta también
era parte de la comisión dada a los 5.000 hombres (además
de su deber de encontrar a los soldados de Hai en el campo
de batalla, 8:22). Luego se demostró que la estrategia de Jo-
sué había sido planeada con sabiduría, puesto que «no quedó
hombre en Hai ni en Bet-el que no saliera tras de Israel»
(8: 17),21
El tercer contingente que formaba parte del plan general
de Josué, era un grupo de guerreros que servirían de señuelo
y que serían guiados por él en persona. Este grupo acampó
al norte de Hai, a la vista de la ciudad, con el valle entre
ellos y sus habitantes. Aquella noche Josué fue con su ejército
y ocupó el valle para indicar a los hombres de Hai su inten-
ción de hacer guerra (8: 13). El rey de Hai respondió al se-
ñuelo y se preparó para la batalla al atardecer (8: 14).
El secreto de la victoria en Hai fue el valor de los israeli-
tas que permanecían ocultos esperando la batalla. Aquellas ho-
ras de espera deben haber sido como días de agonía, tanto
para los dos grupos que conformaban la emboscada como
para el grupo señuelo. Con frecuencia las pruebas a que Dios
somete la fe de los hombres son prolongadas, pero siempre tie-
nen un propósito.
Valor demostrado en la batalla (8: 14-24). Las horas de
espera generalmente encuentran su válvula en el momento del
combate; sin embargo, no fue ésta la experiencia de Israel en
Hai debido, sencillamente, a la estrategia del ardid diseñado
por Josué. Los israelitas debían fingir que huían derrotados
ante Hai en dirección del desierto y con la totalidad de los
hombres de Hai pisándoles los talones (8: 15-16). Este fue el

20. Bet-el estaba situada a aproximadamente cinco kilómetros


(tres millas) al oeste de Hai, y había cadenas montañosas entre am-
bas ciudades.
21. En realidad, la batalla de Hai también fue una batalla con-
tra Bet-el, y la neutralización del ejército de Bet-el en ese momento
hizo innecesario que Josué capturase inmediatamente la ciudad pro-
piamente dicha. (Cp. Jue. 1: 22-26.)

65
clímax de la prueba de su valor y fe, puesto que pudo haber
producido el temor de que su huida fuese cierta. Pero por
orden de Dios, los largos minutos de retirada finalmente lle-
garon a su fin. Josué les dio la señal preestablecida levan-
tando en alto su lanza 22 para que el contingente oculto saliera
de su escondite y tomase y quemase la ciudad (8: 18-19).
Cuando los habitantes de Hai vieron que a sus espaldas una
columna de humo salía de su ciudad fueron presa de cons-
ternación y completa frustración. Careciendo de camino para
regresar y con los israelitas encerrándolos desde ambos cos-
tados, sólo era un asunto de tiempo antes que todos hubiesen
sido heridos por la espada. Momentáneamente sólo fue salva-
do el rey, puesto que se lo reservaba para morir en la horca
(8: 20-24, 29).
Las recompensas (8: 25-29). Por tener suficiente fe y va-
lor para confiar en Dios y realizar un segundo ataque contra
Hai, después de la desgraciada derrota, Josué y su pueblo
fueron recompensados con la conquista. El enemigo fue ani-
quilado (12.000 hombres y mujeres); Hai (literalmente, «mon-
tón») fue hecha «un montón de escombros, asolada para
siempre hasta hoy» (8:28); y sobre el cadáver del rey se le-
vantó un montón de piedras a modo de señal conmemorativa
de otra etapa en la historia de Israel: derrota seguida por vic-
toria. La recompensa material dada a los israelitas la cons-
tituyó el ganado y los despojos de la batalla, tal como Dios lo
había prometido, para ayudar al sustento de la nación en sus
continuos avances (8: 27).

2. Renovada consagración: El altar en Ebal (8: 30-35).23


Mientras Israel aún estaba acampado en Moab, esperando
el momento de cruzar a Canaán, Moisés dio una de sus últi-
mas instrucciones ordenando levantar un altar en Ebal cuan-
do Israel hubiese cruzado el Jordán: «Cuando, pues, hayas
pasado el Jordán, levantarás estas piedras que yo os mando
22. El kidon (traducido por «lanza») que Josué levantó, pudo
haber sido una cimitarra cuya hoja resplandeciente pudo haber ser-
vido como reflector a gran distancia.
23. Algunos piensan que los acontecimientos de Ebal ocurrieron
al final de la conquista después que toda la tierra hubo sido subyu-
gada y que son relatados aquí anticipadamente. Sin embargo, hay
buenos motivos para creer que los acontecimientos ocurrieron en
esta fecha temprana conforme a las instrucciones de Moisés.

66
hoy, en el monte Ebal...» (Dt. 27: 4; Jos. 8: 31). La fidelidad
de Josué hacia Dios, Israel y Moisés fue demostrada al no
perder tiempo en obedecer aquellas instrucciones, y, habiendo
conquistado a Hai, condujo al pueblo a Ebal. Si bien Moisés
no había dado instrucciones específicas en cuanto al momento
de levantar el altar, habiendo cruzado el Jordán, el espíritu
del mandato era que no debía haber demora alguna en su
cumplimiento. Desde un punto de vista netamente militar,
Josué podría haber pensado que habiendo tomado a Hai, ne-
cesitaría extender la destrucción de los pueblos enemigos en
la zona central antes de poder marchar con su pueblo hacia
Ebal que quedaba a dos días de viaje al norte. Sin embargo,
Josué, siempre fiel y obediente, sabía que en el siguiente orden
del día no había batallas sino altares. El viaje de Israel -hom-
bres, mujeres y niños, ganados y posesiones- desde Gilgal
hacia el norte a Ebal debe haber carecido de mayores even-
tos puesto que el relato de Josué no hace ninguna referencia
a ellos. Probablemente tomaron la ruta que seguía las plani-
cies del Jordán, donde no había fortalezas de mayor importan-
cia, y luego, partiendo de Adam, hacia el oeste, al anfiteatro
ubicado en Siquem. A ambos costados del anfiteatro se en-
contraban las montañas «espectadoras», es decir, Ebal en el
norte (altura, 940 metros o 3.085 pies) y Jerizim en el sur
(altura, 880 metros o 2.890 pies). El hecho de que Israel no
haya tenido que luchar con la gente en la fortaleza de Siquem
puede explicarse asumiendo que la ciudad estaba en manos
amigos (cp. 20:7; 24: 1) 24 o que el número de sus habitantes
haya sido insignificante.2S
Instrucciones iniciales (Jos. 8:31; Dt. 27:1-26). Dios, uti-
lizando su método favorito de lecciones objetivas para instruir
a Israel, decidió exponer con toda vivez la importancia de la
ley y del sacrificio en la nueva tierra. Dios dispuso la reali-
zación de una ceremonia impresionante en el contexto de dos
montañas gemelas, Ebal y Gerizim. Debido a la doble lección
de maldición y bendición se escogieron dos montañas. Sin
duda, la ubicación geográfica de las montañas también tenía
su propósito. Aquel lugar de Canaán representaba a la tota-
lidad de la tierra, y el significado de lo que Israel haría im-

24. Véase The Wycliffe Bible Commentary, p. 215.


25. Síquem aparentemente carecía de rey. Al menos la lista de
los 31 reyes derrotados por Josué no lo incluye.

67
plicaría la totalidad de su existencia, fuese en las batallas o
en los días subsiguientes de vida pacífica. Las instrucciones
ordenaban la construcción de dos estructuras de piedra. Una
estructura a modo de pared con piedras grandes pintadas con
cal 26 sobre las que fuesen escritas las palabras de la ley
(Dt. 27:2-4, 8); la segunda, un altar de piedras para ofren-
das quemadas y ofrendas de paz (Dt. 27: 6-7).
Piedras para un altar (8:30-31). Hay un agudo contraste
en la secuencia histórica del relato de Josué. El documento
menciona el infame montón de piedras levantadas en Hai so-
bre el cadáver de un rey idólatra (8:29); en tanto que las pa-
labras que siguen mencionan una estructura gloriosa de pie-
dras: «Entonces Josué edificó un altar a Jehová, Dios de Is-
rael» (8: 30). Se utilizaron piedras enteras a fin de guardarlas
de la contaminación del hombre (Ex. 20: 25). Sobre el altar
se sacrificaron ofrendas quemadas y ofrendas de paz.27 La
ofrenda quemada del animal herido significaba confesión de
pecado, reconocimiento de la pena de muerte por causa del
pecado, petición de misericordia, y fe de que Dios aceptaría
el sacrificio como una expiación por el pecado del ofrendante
(Lv. 1:4). Sobre esta base los israelitas renovaron en el monte
Ebal su dedicación a Dios. La ofrenda de paz era una cere-
monia de acción de gracias (Lv. 7: 11-12), creando un espíritu
apropiado de regocijo por la bondad de Dios mostrada· a los
israelitas en los éxitos hasta allí experimentados. Las instruc-
ciones de Moisés contenían el mandamiento claro que decía:
«Te alegrarás delante de Jehová tu Dios» (Dt. 27: 7).
De modo que en Ebal el altar construido por Josué ha-
blaba de expiación y acción de gracias.
Piedras para la ley (8:32-35). Cuando las inmensas pie-
dras hubieron sido reunidas en un sitio cercano al altar de
piedras, Josué, siguiendo las instrucciones de Moisés, escribió,
en presencia de todos los israelitas «una copia de la ley de
Moisés» (8:32) (<<escribirás muy claramente ... todas las pa-
labras de esta ley», Dt. 27:8).28 Esta fue la declaración pú-
26. Los arqueólogos han descubierto planchas similares de pie-
dra de una longitud de dos metros (siete pies). La pintura blanca
(Dt. 27: 2) sirvió, evidentemente, para ofrecer una superficie sobre la
cual se pudiese escribir la ley (Dt. 27:3).
27. Cp. Lv. 1, 3, 7.
28. Es difícil determinar cuánto se haya incluido de la ley. No
era nada excepcional en aquellos tiempos hacer una inscripción ex-
tensa sobre piedras y rocas. Por ejemplo se ha hallado una en Behis-

68
blica que hizo Israel en cuanto a su dependencia de Dios y
su determinación de permitir que la ley de la tierra fuese la
ley de Dios, tal como había sido dicha a través de Moisés.
Esta decisión de obedecer la ley fue puesta de manifiesto en
forma impresionante a través de la escena que siguió y que
también estuvo de acuerdo a las instrucciones previas de Moi-
sés (Dt. 27: 11-26). La mitad del pueblo estuvo junto al monte
Gerizim 29 al sur, y la otra mitad junto al monte Ebal al nor-
te, y el arca del pacto y los sacerdotes levíticos entre ambos
grupos. Cuando todo el pueblo hubo tomado esa posición,
Josué «leyó todas las palabras de la ley, las bendiciones y las
maldiciones, conforme a todo lo que está escrito en el libro
de la ley» (8:34). Las seis tribus ubicadas junto al monte
Gerizim simbolizaban la bendición sobre el pueblo (Dt.
27: 12); las seis tribus paradas junto al monte Ebal. simbo-
lizaban la maldición (Dt. 27: 13). La esencia de esta esceni-
ficación era reiterar la verdad de ambos aspectos de toda la
ley: bendición después de la obediencia; maldición después
de la desobediencia. Los israelitas estaban entrando en una
tierra de bendición, pero no debían olvidar que por toda de-
sobediencia de su parte, habría, de forma inevitable, maldi-
ción. A medida que Josué, representado por 'los levitas, leía
una frase de la ley, sea que ésta implicase bendición o mal-
dición, el pueblo debía responder diciendo: «Amén» (Dt.
27: 14-26).30

tun en Irán, cuya extensión es de aproximadamente tres veces el


libro de Deuteronomio. En Ebal se inscribió algo más que solamen-
te breves partes del Deuteronomio, tal vez tanto como la sección
de leyes del Pentateuco.
29. Deuteronomio 27: 12 dice: «sobre el monte Gerezim», mien·
tras que Josué dice en 8: 33 <<frente al monte Gerizim». En vista
del gran número de israelitas ambas ubicaciones estaban probable-
mente ocupadas. Debe observarse aquí también que los extranjeros
(no hebreos nativos) estaban incluidos en la familia de Dios (8: 33),
confirmando el hecho de que el objeto de la Palabra de Dios, ya
en aquel día, no era excluyente.
30. Los doce ejemplos dados en Dt. 27 son del tipo de maldición,
pero una lectura del capítulo 28 revela secciones de bendición que,
sin lugar a duda, eran parte de la lectura antifona!. Para profundi·
zar más en el tema, véase Nuevo Comentario Bíblico, ed. por F. Da-
vidson, A. M. Stibbs y E. F. Kevan (El Paso: Casa Bautista de Pu-
blicaciones, 1977), p. 177.

69
De esta manera se había alcanzado otra etapa en la pla-
neada conquista de Canaán. El pueblo reconoció la preemi-
nencia del Señor y de su palabra, y esto le aseguraba el éxito
de los encuentros posteriores.

11. CAMPA~A DEL SUR (9:1 -10:43)

La campaña central que ahora había llegado a su fin fue


el secreto de la conquista por Israel de Canaán. La estrate-
gia, como quedó dicho, consistía en introducir una cuña en
la columna vertebral de Canaán, y de esa manera quebrar en
dos la línea frontal que teóricamente era sólida.31 De esta
manera Israel tendría la ventaja de atacar a sus numerosos
enemigos a través de dos campañas separadas, una hacia el
sur, la otra hacia el norte. El carácter decisivo de la cam-
paña central explica por qué el libro de Josué ofrece, propor-
cionalmente, mayor número de detalles de esa campaña que
de las otras dos que le siguieron. Los primeros meses de ba-
tallas de Israel fueron meses de pruebas, de decisiones, de
definición de estandartes y de consagración. Habría nuevas
experiencias, pero en términos generales ya se había alcan-
zado el clímax de la fama y la victoria. A partir del capítulo 10
hay un notable crescendo en el tono decisivamente conquis-
tados, a medida que también aumenta la frecuencia de las
conquistas.
El primer párrafo del capítulo 9 (9: 1-2) realmente es una
introducción, tanto a la campaña del sur como a la del norte,
puesto que informa del efecto que tuvieron las victorias de
Josué sobre todos los reyes de Canaán desde el Jordán hasta
el mar Grande, y desde el sur de Canaán hasta los límites
del norte del Líbano. Anteriormente los reyes de estas nado-
nes se habían desesperado al oír del milagro del Jordán (5: 1).
Es posible que la primera derrota de Israel en Hai les haya
infundido nueva esperanza de una resistencia de éxito. En-
tonces, contando con el poder de la alianza, «se concertaron
para pelear contra Josué e Israel» (9:2).

31. Tal como se indicara anteriormente el enemigo en Canaán


lo constituía realmente numerosos enemigos. En consecuencia, esta
línea teóricamente sólida, no era un frente integrado de resistencia.

70
A. Alianza con Gaba6n (9:1-27)

1. Israel no detecta el engaño (9: 3-15)

Gabaón, una de las «ciudades reales» de Canaán y una


ciudad de los heveos, era conocida por sus vecinos como
una gran ciudad, habitada por hombres fuertes. Era incluso
más grande que Hai (lO: 12). La ciudad estaba situada entre
colinas, aproximadamente a diez kilómetros (seis millas) hacia
el norte de Jerusalén y a diez kilómetros (seis millas) al su-
roeste de Hai. Otras tres ciudades vecinas y dependientes for-
maron una alianza con Gabaón. Ellas eran Cafira, Beerot y
Quiriat-jearim (9: 16-17). Sabiendo que el Dios de Israel ha-
bía ordenado a su pueblo destruir a todos los habitantes de
Canaán (2: 24), la estrategia de Gabaón era no ofrecer re-
sistencia a Israel (en contradicciones con el plan de los otros
reyes cananeos). En cambio, atrapar a Israel de alguna ma-
nera en un pacto de protección, pacto que les daría una doble
seguridad, es decir, contra el ejército de Israel y contra los
ejércitos cananeos.
Un grupo de gabaonitas aferrados al carácter comprome-
tedor de un pacto entre dos partes, se presentó como emba-
jada de un país lejano, en el campo de Gilgal 32 para suplicar
a Josué que hiciera con ellos un pacto de paz (9: 6-13). Apa-
rentemente, sabían que los israelitas podían hacer paz con
otras naciones fuera de Canaán (Dt. 20: 10-15), aunque es-
taban obligados a destruir completamente a todos los cana-
neos, para no ser contaminados por sus abominaciones (Dt.
20: 16-19).
Josué y sus príncipes pecaron porque «no consultaron a
Jehová» (9: 14). No usaron del ministerio de consulta del sumo
sacerdote a través del Urim y el Tumim (cp. 27: 15-23). El

32. Algunos piensan que este Gilgal no fue el lugar donde Is-
rael acampó al principio, sino que se trata de otro Gilgal en Canaán,
ubicado al suroeste de Silo. Este concepto se basa en el supuesto de
que los israelitas buscarían una ubicación más cercana a sus futuras
maniobras militares después de dejar a Ebal. (Véase Keil y Delitzsch,
op. cit., pp. 92-94). Sin embargo, la lectura de 10: 7-8 parece indicar
que los israelitas regresaron al Gilgal original. Su ubicación era, por
cierto, más favorable que la del Gilgal cercano a Silo, teniendo en
cuenta el espacio requerido para el campamento de tantos israelitas.

71
engaño de los gabaonitas pasó desapercibido, y Josué hizo
pacto de paz con ellos (9: 15).
Con cuánto cuidado debe defenderse el cristiano del agu-
do engaño del mundo en su intento de buscar protección bajo
la cobertura de la iglesia y así capitalizar sus bendiciones.
Pero con el consejo del Señor no hay motivo para que los
engaños pasen desapercibidos.

2. Israel descubre el engaño (9: 16-17)

Al término de tres días se descubrió el engaño, e Israel


comprendió que los gabaonitas vivían no lejos de Gilgal. La
situación con que Israel se afrontaba ahora tenía dos impli-
caciones: Primero, Josué había hecho un pacto ilegal con los
cananeos, si bien lo había hecho con ignorancia; segundo, por
su naturaleza, el pacto era inquebrantable y en consecuencia
los gabaonitas tenían que ser perdonados. Sin embargo, su
presencia en medio de Israel constituía una amenaza de conta-
minación para el pueblo debido a la idolatría de los gabaoni-
taso Los dos párrafos que siguen en este capítulo relatan cómo
Josué trató satisfactoriamente con ambos aspectos de la situa-
ción creada.

3. Israel protege el nombre de Dios (9: 18-21a)

El dilema planteado por el pacto no era el nombre o la


reputación de Israel, sino el nombre de Jehová: «Les habían
jurado por Jehová el Dios de Isr:ael» (9: 18). Si el pacto era
quebrado la ira de Dios descendería sobre Israel (9:20). Por
eso, a fin de preservar el testimonio de Jehová, los gabaonitas
no fueron destruidos por el ejército israelita (9:21).

4. La religión de Israel es protegida (9:21b-27)

Habiéndose aceptado el hecho de que los gabaonitas po-


drían habitar entre los israelitas, el problema que surgía era
cómo evitar que la idolatría gabaonita contaminase la reli-
gión de Israel. La solución ofrecida por Josué tuvo dos as-
pectos. Primero, los gabaonitas serían privados de las liber-
tades sociales por las que hubieran podido mezclarse con los
israelitas; su nivel sería el de esclavos destinados a -cortar
72
leña y acarrear agua.33 Segundo, su trabajo tendría que ser
hecho en relación con el altar de Jehová y el ministerio de la
congregación, posición desde la cual no podrían ejercer in-
fluencia sobre otros, pero sí podrían ser expuestos a la influen-
cia positiva de la revelación de Dios. El hecho de que los ga-
baonitas fueran bendecidos mediante este arreglo es confir-
mado por la utilidad que prestaron en años posteriores al
servicio de Dios,34 y por la subsiguiente exaltación del lugar
Gabaón. 35
B. Guerra contra cinco reyes (10:1-27)

1. La coalición amorrea (lO: 1-5)

Cuando el rey de Jerusalén oyó de la destrucción que ha-


bía hecho Josué en Hai, y de la alianza que habían formado
los poderosos gabaonitas con Israel, inmediatamente salió en
busca del apoyo de otros cuatro reyes amorreos. Estos vinie-
ron con sus ejércitos a Gabaón para declararle la guerra. El
ataque a Gabaón tenía un doble propósito: En primer lugar,
castigar a los gabaonitas por unirse a los israelitas, y segundo,
destruir el apoyo del flamante aliado de Israel. La coalición
de estos cinco reyes era impresionante porque geográfica-
mente representaba toda la zona sur de Canaán que todavía
debía ser conquistada por los israelitas.36 El resultado de la
batalla contra estos reyes y sus ejércitos sería un elemento de-
cisivo en el futuro de Israel.

2. Comienzo de la batalla (10:6-11)

Respondiendo inmediatamente a la petición de auxilio


por parte de Gabaón, Josué y su ejército fueron a Gilgal,
ocultos por las tinieblas de la noche, para atacar al enemigo
33. Este fue el aspecto punitivo de la «maldición» de Josué
(9: 23).
34. Incluyendo su ayuda en la reconstrucción de los muros de
Jerusalén después del exilio (Neh. 7: 25).
35. Véase Josué 10:7-15; 1.0 R. 3:5-15; 1.0 Cr. 21:29; 2." Cr. 1:3.
36. Ubique el lector las cinco ciudades sobre un mapa para ver
la zona representada. Que estos reyes generalmente representaban la
totalidad de esta zona de colinas es indicado por lo que los gabao-
nitas dijeron a Josué: «¿Por qué todos los reyes de los amorreos que
habitan en las montañas se han unido contra nosotros?» (lO: 6).

73
de Gabaón. Como en ocasiones anteriores, Dios aseguró a Jo-
sué una victoria completa: «No tengas temor de ellos; por-
que yo los he entregado en tu mano y ninguno de ellos pre-
valecerá delante de ti» (10: 8). Cuando Josué llegó a la cer-
canía de Gabaón aún era de noche. Aprovechando esa cir-
cunstancia cayó repentinamente sobre el enemigo. El pánico
cundió entre los ejércitos, y muchos fueron heridos «con
gran mortandad»; otros huyeron hacia el oeste, y, siendo
perseguidos por los israelitas, Dios envió una tormenta de
grandes piedras de granizo sobre los amorreos de modo que
fueron más los muertos por el granizo que por la espada de
Israel (la: 11). Por su parte, los israelitas, milagrosamente,
no fueron dañados por la tormenta.

3. El milagro del sol y la luna (la: 12-15)

En forma típica a la literatura hebrea, el relato de Josué


ahora retrocede en el tiempo para referirse a las primeras
horas del «día en que Jehová entregó al amorreo delante de
los hijos de Israel» (la: 12). Fue en esa hora que Josué invocó
a Dios diciendo: «Sol, detente en Gabaón; y tú, luna, en el
valle de Ajalón» (la: 12). Su petición -cualesquiera hayan
sido los elementos implicados- apuntaba a una ventaja mi-
litar tal como lo indica la respuesta a la oración: «y el sol
se detuvo y la luna se paró, hasta que la gente se hubo ven-
gado de sus enemigos» (la: 13a).37 Lo que hicieron el sol
(y la luna) realmente correspondía a lo que Josué necesitaba
desde su punto de vista militar. Sin embargo, el texto no es
totalmente claro en cuanto a la necesidad específica de Josué,
puesto que se han ofrecido diferentes explicaciones al signi-
ficado del texto. Algunas de las explicaciones más probables
que se han sugerido son:
1) Aparentemente, Josué utilizó las primeras horas del
día para caer por sorpresa sobre los amorreos; en consecuen-
cia, su oración en cuanto al sol puede haber requerido una
prolongación de las penumbras, y la tormenta de granizo, en-
viada por Dios, puede haber sido la respuesta a esa oración.38
37. Versión de Berkeley. Josué estaba parado al oeste de Gabaón
y al oeste de Ajalón (10: 10) al pronunciar estas palabras.
38. Nuevo Comentario Bíblico, p. 192. Conforme a esta inter-
pretación el hebreo permite la siguiente traducción de 10: 13b: «El
sol no se apresuró a venir durante todo un día.»

74
2) Josué necesitaba más tiempo de luz diurna para com-
pletar su batalla, y, en consecuencia, pedía por un día más
prolongado. Esta interpretación sugiere entonces que Dios de-
tuvo la rotación de la tierra mientras el sol permanecía sobre
Josué; de esta manera una rotación completa habría durado
cuarenta y ocho horas. Gleason L. Archer dice: «Es preciso
admitir que el versículo 13 [b] parece estar a favor de la
prolongación del día: "y el sol se detuvo en medio (o a mitad
del camino) del cielo y no se apresuró a ponerse durante todo
un día"» (versión de Berkeley).
3) El exhausto ejército de Josué necesitaba descansar
del cruento calor del sol, de modo que Josué oró para que el
sol fuese hecho «impotente» en cuanto a su efecto sobre las
tropas. Esta explicación se basa en la palabra hebrea dom,
que se traduce «detente», pero que literalmente significa
«cesa» (como en 2.° R. 4:6 y Lm. 2: 18). En este caso la
granizada enviada por Dios es considerada la respuesta a la
oración de Josué, puesto que hizo que el sol fuese impo-
tente. 39
La primera y tercera explicación mencionadas arriba re-
quiere que la tormenta de granizo haya sido de extraordinaria
duración. Sin embargo, esto podría explicarse mediante la ca-
lificación exclusiva que se encuentra en 10: 14a «y no hubo
día como aquel, ni antes ni después de él». La segunda ex-
plicación representa el punto de vista popular, conforme al
cual el milagro afectó a todo el sistema planetario, una ex-
plicación que no carece de problemas.
Lo que realmente haya ocurrido aquel día sigue siendo
un interrogante abierto; por otra parte, no se puede negar
que el fenómeno haya sido único y milagroso. Cualquiera
haya sido la necesidad de Josué, Dios la suplió; «porque Je-
hová peleaba por Israel» (lO: 14b).

4. Fin de la batalla (lO: 16-27) 40

Ahora el libro de Josué continúa con el relato de la ba-


talla contra los amorreos. Huyendo perseguidos por Israel en
39. Véase The Wycliffe Bible Commentary, p. 218, para una dis-
cusión de este concepto.
40. El versículo 15 afirma que Josué y todo Israel volvieron a
Gilgal. Aparentemente es improbable que un viaje tan prolongado
haya sido emprendido por la totalidad de los israelitas en este me-

75
dirección al oeste, los cinco reyes se ocultaron en una cueva
en Maceda. Pronto fueron descubiertos allí y detenidos para
disponer de sus vidas más tarde (10: 16-17). Mientras algunos
soldados permanecían en Maceda custodiando a los prisione-
ros en la cueva, el ejército perseguía a los amorreos que aún
sobrevivían, hiriéndolos a todos, excepto a aquellos que lo-
graron refugiarse en las ciudades fortificadas (10:20). Al final
de esa batalla los guerreros israelitas se reunieron con Josué
en Maceda gozándose por su primera victoria contra una coa-
lición de ejércitos. Para grabar en su ejército el significado de
aquella victoria, en vista de futuras guerras, Josué siguió
la costumbre de los conquistadores del oriente: ordenó que
sus jefes pusieran sus pies sobre los cuellos de los reyes, sim-
bolizando así sus futuras victorias: «Porque así hará Jehová
a todos vuestros enemigos contra los cuales peleáis» (10:25).
Luego los reyes fueron heridos, y muertos en la horca donde
quedaron hasta la noche. Luego fueron arrojados al interior
de la cueva contra cuya puerta se colocaron grandes piedras,
otra forma de conmemorar la marcha triunfal de Israel en
Canaán.
El cristiano, en su deseo de vivir cerca de Dios, conoce
demasiado bien que el enemigo de su alma con frecuencia no
es uno solo, sino una coalición de numerosos enemigos.
¿Quién no se ha enfrentado alguna vez a una coalición de
desilusión, duda, desaliento y desesperación; o de presunción,
pompas y prejuicios; o de indiferencia e indolencia? Pero
Dios es poderoso «porque así hará Jehová a todos vuestros
enemigos contra los cuales peleáis» (10:25).

C. Otras conquistas (10:28-43)


La victoria ganada sobre los cinco reyes y sus ejércitos,
que representaban la mejor parte del sur de Canaán, selló

mento de la campaña. El regreso a Gilgal, relatado en el versículo


15 debe haber sido el regreso, narrado en el versículo 43, puesto que
los cinco reyes y los otros amorreos aún no habían sido derrotados.
Es posible que la totalidad de 10: 12-15 sea una cita del libro de
Jaser (excepto la oración que dice: «¿acaso no está escrito todo esto
en el libro de Jaser?» ), en cuyo caso el versículo 15 se refiere al mis-
mo retorno que el mencionado en 10:43 al final de la campaña por
el sur. El libro de Jaser fue un libro poético que honraba a los
héroes del pasado.

76
el destino de esa parte de la tierra. Josué y su ejército fueron
de ciudad en ciudad, destruyéndolas completamente e hi-
riendo a sus reyes y habitantes «como Jehová Dios de Israel
se lo había mandado» (10: 40). Esta campaña, que fue de
considerable duración (cp. 11: 18), se extendió, en forma
ininterrumpida, a lo largo de un período de tiempo (10:42).
En esta campaña no fueron tomadas todas las ciudades de la
tierra. Aparentemente, desde el punto de vista militar, no era
preciso destruir cada ciudad. Sin embargo, el hecho de que
Josué no tomase a Jerusalén en esta ocasión habría de cons-
tituirse en una gran dificultad para las tribus de Judá y Ben-
jamín. La lista de ciudades que cayeron bajo Josué se encuen-
tra ellO: 28-39 y aparece en el orden de las batallas libradas
comenzando con la última. 41 El relato es conciso, definitivo y
escrito con un espíritu determinativo que señala hacia el se-
creto del éxito de aquella gran campaña en el sur: «Todos
estos reyes y sus tierras tomó Josué de una vez; porque Jeho-
vá Dios de Israel peleaba por Israel» (10:42).
Ahora Josué podía dirigir confiadamente su mirada hacia
la tarea inconclusa del norte. Y con ese espíritu regresó con
sus ejércitos a Gilgal para prepararse para esa misión (10:43).

111. CAMPAAA DEL NORTE (11:1-15)

La campaña del sur había concluido; sin embargo, no


hubo mucho descanso para los ejércitos de Israel. Jabin, rey
de Hazor, una ciudad fortificada que era clave en el norte del
mar de Galilea (Cineret), oyó de las aplastantes victorias de
Josué en el sur, de modo que inmediatamente reunió a los re-
yes de las ciudades vecinas para participar de la causa común
que sería la guerra contra Israel. De las fuerzas de la coalición
participaban remanentes de los ejércitos derrotados por Josué
en las batallas del sur: cananeos, amorreos, heteos y otros
(11: 2-3). El número total de estos ejércitos era «como la are-
na en la orilla del mar», que además contaba con un ele-
vado número de carros y caballos. «Todos estos reyes se unie-
ron y vinieron y acamparon unidos junto a las aguas de Merom

41. El estudio de esta y otras guerras, registradas en el libro de


Josué, se facilita por la ubicación sobre un mapa de las ciudades y
los lugares mencionados.

77
para pelear contra Israel» (11: 5), es decir, un poco al noroeste
del mar de Galilea.
Josué no se quedó esperando el ataque. Ya había condu-
cido a sus ejércitos hacia el norte,. siguiendo el valle del Jor-
dán y se encontraba a una distancia de un día de Merom, sin
lugar a dudas, en las cercanías del mar de Galilea; Josué!
debió temblar ante la perspectiva de luchar contra un ejérci-
to tan formidable, con un número tan elevado de guerreros,
además de sus caballos y carros.42 En esas circunstancias re-
cibió de parte de Dios el mensaje alentador de victoria, tal
como había sucedido en batallas anteriores: «No tengas te-
mor de ellos, porque mañana a esta hora yo entregaré a todos
ellos muertos delante de Israel» (11: 6). Al día siguiente, en
un ataque sorpresa, junto a las aguas de Merom, los israelitas
cayeron sobre el enemigo persiguiéndolo hacia el oeste, en di-
rección de la costa (a las ciudades de Sidón y Misrefotmaim)
y hacia el este (valle de Mizpa) hiriendo a la totalidad de
ellos, y, por orden de Dios, quemando los carros y desjarre-
tando los caballos (11: 9).43
Regresando de la persecución hacia el oeste Josué tomó
la poderosa fortaleza de Hazor, hirió a su rey y a su pueblo
y prendió fuego a la ciudad. Lo mismo hizo con las demás
ciudades, exceptuando a aquellas que_estaban situadas sobre
colinas, aparentemente teniendo en cuenta el valor que ten-
drían para los israelitas que posteriormente se radicarían en
esa zona.
La victoria de Josué en el norte fue tan decisiva como
en el sur y no dejó interrogante alguno en cuanto a la iden-
tidad del gigante de la tierra. Nuevamente, el secreto de la
victoria había sido la obediencia a Dios. Esto se subraya cla-
ramente en el último versículo de esta parte del libro de
Josué: «De la manera que Jehová 10 había mandado a Moi-
sés su siervo, así Moisés lo mandó a Josué; y así Josué lo hizo,
sin quitar palabra de todo lo que Jehová había mandado a
Moisés» (11: 15).

42. Josefo afirma que los ejércitos del norte tuvieron trescientos
mil hombre de infantería, 10.000 de caballería y 20.000 carros (Anti-
güedades V: 1: 12), si bien esto puede parecer exagerado.
43. Dios quería evitar que Israel construyera una organización
militar en cuyo caso el pueblo confiaría en los carros y los caballos
y no en Dios (cp. Is. 31: 1).

78
IV. RESUMEN (11:16 -12:24)

Habiendo terminado la campaña del norte no podía de-


cirse aún que la totalidad de sus ciudades individuales y de
los reyes cananeos hubiesen sido conquistados por Israel.
Esto lo confirman las palabras de Dios dichas a Josué en
13: 1: «Queda aún mucha tierra por poseer.» Antes de que
Israel llegase a la tierra, Dios había determinado un progra-
ma de conquistas progresivas de Canaán a fin de evitar la
desolación de la tierra cau.sada por las fuerzas de la naturaleza
al haber una disminución de sus habitantes (Ex. 23:28-30;
Dt. 7:22). Además, cuando cada una de las doce tribus pu-
diese radicarse en la zona que le había sido adjudicada, tam-
bién era desafiada a expulsar a los enemigos que aún habita-
ban en su territorio. Sin embargo, en esencia, Israel había to-
mado a Canaán y por eso pudo escribirse: «Tomó, pues, Jo-
sué toda aquella tierra» (11: 16), y «la tierra descansó de la
guerra» (11 :23b). Ahora el relato de Josué procede a resu-
mir el alcance de esta conquista «total» de la siguiente ma-
nera:

A. Resumen de las campañas de Canaén (11:16-23)

1. Geografía (11: 16-17)

Las batallas fueron libradas en regiones que se extendían


desde la zona del mar Grande (<<llanos») en el oeste, hacia
el Arabá (desierto al sur del mar Muerto) en el este; y desde
el monte Halac (suroeste del mar Muerto) en el sur, hasta
Baal-gad (las laderas del monte Hermón en el extremo norte).

2. Duración (11: 18)

Las campañas duraron «mucho tiempo», es decir, aproxi-


madamente siete años.

3. Extensión (11: 19-20)

Todas las ciudades que se encontraron fueron tomadas en


el campo de batalla; con ninguna de ellas, excepto Gabaón,
se hizo pacto; los cananeos querían guerra y no paz.
79
4. Misi6n especial (11: 21-22)

De manera especial se menciona aquí la derrota de los


anaceos a mano de Josué, es decir, de los gigantes cuya pre-
sencia en Canaán había sido la causa de un informe pesimista
de parte de los espías a Moisés (Nm. 13:22; 28, 31, 33).
5. Declaraci6n resumida (11: 23)
«Tomó, pues, Josué toda la tierra, conforme a todo lo que
Jehová había dicho a Moisés; y la entregó Josué a los israeli-
tas por herencia conforme a su distribución según sus tribus;
y LA TIERRA DESCANSO DE LA GUERRA».

B. Resumen de los reyes derrotados (12:1-24)

1. Reyes de Transjordania (12: 1-6)


Dos reyes, Sehón, rey de los amorreos (12:2) y Og, rey de
Basán (12:4), fueron derrotados por Moisés antes de que Is-
rael cruzara el Jordán y cuyas tierras fueron adjudicadas a
las tribus de Rubén y Gad y a la media tribu de Manasés.44
La extensión geográfica de esta adquisición en Transjordania
iba desde el río Arnón en el súr, que era el límite sur del
reino de Sehón, hasta las laderas del monte Hermón en el nor-
te, la tierra de Basán, que era el reino de Og.

2. Reyes al oeste del Jordán (12: 7-24)


Fueron treinta y un reyes.4S Sus ciudades estaban dis-
persas a través de toda Canaán (su geografía se describe en
los versículos 7-8), 10 que explica por qué Israel estuvo tanto
tiempo ocupado en los campos de batalla. Los reyes se han
enumerado en el orden de las batallas de Josué contra ellos.

c. Recapitulación
Estos siete capítulos del libro de Josué son relatos de
guerras y conquistas. Cuando el lector llega al capítulo 12 se

44. Cp. Nm. 21:21 ss; 32:33 ss.


45. El Gilgal de 12: 23 era otro que el Gilgal del primer cam-
pamento de los israelitas.

80
siente cansado del estrépito de las armas y reanimado por la
breve declaración final del capítulo 11: «y la tierra descansó
de la guerra» (11: 23). Cierto escritor expresó así sus senti-
mientos al respecto: «Los anales de la paz siempre son más
breves que los relatos de la guerra; y cuando alcanzamos esta
cláusula, breve pero bienvenida, probablemente anhelamos
que se extendiese de tal manera para llenar nuestros ojos y
corazones con las bendiciones que la paz otorga con mano
bondadosa.» 46
Un buen método para aliviar al alma de la pesadumbre
causada por el relato de sangrientas y devastadoras batallas
es considerar en forma renovada el lugar de dichas batallas
en la historia de Israel desde la perspectiva divina. Un repaso
de los tres aspectos de las guerras de Israel en Canaán enfoca
la atención en tres cosas, es decir, su origen, sus agentes y sus
resultados.
1. El origen de las guerras fue Dios mismo. Aquella fue
Su guerra. El hombre a quien Josué vio con la espada en la
mano, al comienzo de las batallas, había sido enviado por
Dios (5: 13). Era Dios quien llevó a Israel a la batalla para
purgar a la tierra de su idolatría. Fue Dios quien dio la vic~
toria a Israel para que pudiese poseer la tierra y habitar en
ella.
2. El agente de estas guerras fue Israel. Un hombre, Jo-
sué, y una multitud, los israelitas, fueron los soldados, con-
quistadores y ejecutores que actuaron en obediencia a su co-
mandante en jefe, es decir, a Dios. Hicieran lo que hiciesen
en obediencia a Sus instrucciones, sus obras tenían la singular
cualidad de ser santas. Esto se le volvió a demostrar viva-
mente a Josué al comienzo de las batallas cuando se le dijo
que el lugar que pisaba era santo (5: 15). La tierra, como
todo lo que se requería para su conquista, era santo. Si bien
las batallas fueron sangrietas y desoladoras, ellas fueron de
carácter santo. Si bien fueron numerosas y extensas, fueron
santas. Dios estaba utilizando a los israelitas para purgar y
castigar a las naciones idólatras, siendo su método la des-
trucción mediante la guerra.
3. El resultado de la guerra fue reposo. Las guerras no

46. William G. Blaikie, The Book olloshua (Nueva York: A. C.


Armstrong and Son, 1893), p. 247.

81
fueron el propósito final de Dios. Ellas debían conducir al des-
canso. Pero no podía haber reposo para Israel si pueblos idó-
latras habitaban en medio de ellos. La frase de 11: 23 «y la
tierra descansó de la guerra» habla del reposo desde un
punto de vista negativo. Desde el punto de vista positivo éste
era el reposo de una morada, de una patria de prosperidad,
tanto material como espiritual. Es digno de observar que
cuando Dios ordenó a Josué introducir a Israel en la tierra
(1 : 2-9), el énfasis estuvo sobre la bendición positiva del re-
poso, con sólo una breve mención del conflicto que significa-
ría su adquisición (1: 5).

Las principales aplicaciones espirituales para la vida cris-


tiana son tomadas de estas verdades anteriormente descritas.
Dios quiere que el cristiano entre al reposo de la prosperidad
espiritual en el rico medio ambiente de sus bendiciones coti-
dianas. Las cargas y los pecados que tan fácilmente detienen
y ocupan al cristiano (He. 12: 1) tienen que ser atacados y
expulsados, porque en su presencia no hay reposo. El cris-
tiano, en su intención de vivir las bendiciones de Dios, des-
cubrirá que semejante vida no se obtiene sin conflictos, por
el simple hecho de la presencia de los enemigos del alma.
Pero la batalla realmente es de Dios. Y el cristiano, aunque
débil en sus propias fuerzas, descubrirá que, por su fe y obe-
diencia, Dios luchará por él expulsando al enemigo, dándole
la victoria y permitiéndole disfrutar así de las bendiciones de
la tierra de reposo. Para el cristiano, vivir en reposo es parti-
cipar de Cristo (He. 3: 14), mirándole a él (He. 12:2). Todo
el torrente de bendiciones de la tierra de reposo provienen
de Su herida; en un auténtico sentido, Jesús ha tomado la
tierra de la promesa para Sus hijos mediante la derrota in-
flingida a Satanás en la cruz. y el cristiano se apropia de las
bendiciones de Canaán confiando en El, superando las tor-
mentas y estando a salvo del enemigo.

82
TERCERA PARTE

LAS HEREDADES
13:1- 21:45

1. ORDEN DE DIVIDIR LA TIERRA (13: 1-7)


A. Adjudicación inmediata debido a la avanzada
edad de Josué (13: la)
B. Adjudicación inmediata a pesar de la conquista
parcial (13: 1b-7)

II. CONCESION ESPECIAL (a dos tribus y media) (13:


8-33)

III. RECOMPENSA ESPECIAL I (a Caleb) (14: 1-15)


A. Introducción (14: 1-5)
B. Petición de la recompensa (14: 6-12)
C. Concesión de la recompensa (14: 13-15)

IV. HEREDAD PRINCIPAL (15: 1 -19:49a)


A. Judá (15: 1-63)
B. Los hijos de José (16:1-17:18)
C. Las siete tribus restantes (18: 1-19:51)

V. RECOMPENSA ESPECIAL II (a Josué) (19:49b-51)

VI. CIUDADES ESPECIALES (20: 1 - 21 :42)

VII. CONCLUSION (21:43-45)


TERCERA PARTE

LAS HEREDADES
13:1-21:45

El relato de Josué ha alcanzado ahora una condición de


estabilidad en cuanto a su estilo y contenido. Como se ha
destacado en la Introducción a este comentario (véase p. 15),
los capítulos 1 al 12 son capítulos de acción, incluyendo los
preparativos para la guerra (1-5). Luego viene la guerra mis-
ma (6 al 12). Pero las actividades de Israel durante aquellos
años no fueron de carácter final. El final fue alcanzado cuan-
do se pudo decir que «tomó, pues, Josué toda la tierra»
(11: 23), y que las condiciones estaban dadas para repartir
la tierra «por herencias conforme a su distribución según sus
tribus» (11: 23). La acción de las guerras, desagradables pero
necesarias, fue el preludio de la tarea gratificante y placen-
tera de adjudicar aquella tierra a los israelitas.
Esta sección de Josué, referida a la tarea de adjudicación,
a primera vista puede dar la impresión de ser insípida y ca-
rente de interés. La multitud de términos geográficos contri-
buye a dificultar su estudio. Dos formas de enfocar este proble-
ma ayudarán indeciblemente al estudiante de la Biblia. En
primer lugar, el estudiante debe reconocer que todo cuanto
incluye el texto bíblico, sea fácil o difícil, colorido u opaco,
sea exhortación o historia, todo ha sido divinamente designa-
do para la edificación del lector. En su contexto, sea éste breve
o extenso, también esta sección tiene algo que decir sobre el
hombre o sobre Dios. Por ejemplo, se debería comprender
que las extensas listas de nombres geográficos referentes a los
repartos de la tierra, la bendita verdad de que la promesa
de Dios del reposo de Canaán, era tanto para familias indivi-
85
duales como para Israel en su totalidad. Por así decirlo, cada
familia había de tener su propio domicilio. William Blaikie
lo ha expresado diciendo: «En cada uno de estos lugares ...
la fe puede descubrir la inscripción como con letras celestia-
les de la dulce palabra REPOSO.» 1 El segundo enfoque que
hará fructífero el estudio de este pasaje es la búsqueda de las
grandes verdades que se leen entre líneas por medio de los
numerosos detalles, identificando los principios eternos y uni-
versales que se encuentran implícitos. En las siguientes pági-
nas de este comentario la atención se dirige no tanto a los
detalles como a esas grandes verdades subyacentes. Se desa-
fía al lector a buscar otras verdades similares.
Aunque el texto no menciona con pomposidad o ceremo-
nia alguna el hecho de echar suertes para la adjudicación de
la tierra a cada una de las tribus, la importancia de estas ad-
judicaciones no puede ser sobreestimada. Este fue un momento
culminante en la joven vida de Israel, puesto que por primera
vez podía afirmar que aquella tierra, dada por Dios, era suya
propia. En los días de los patriarcas, Abraham, Isaac, Jacob
y José; la tierra había sido demasiado extensa para ser po-
seída en su totalidad. Cuando, mediante la multiplicación,
Israel había crecido al tamaño de una formidable nación, el
pueblo moraba en la esclavitud de una tierra extranjera, es
decir, Egipto. Durante los años en el desierto, el pueblo se
dirigió hacia la tierra. Los siete años de lucha que siguieron
al paso del Jordán fueron utilizados para conquistar la tie-
rra. Ahora había llegado el momento de poseer la tierra,
construir hogares y vivir en paz con Dios. Ciertamente, el
día de las adjudicaciones debe haber sido un día de felicidad.

l. ORDEN DE DIVIDIR LA TIERRA (13:1-7)

La orden dada a Josué de dividir la tierra al oeste del


Jordán se encuentra en el versículo 7: «Reparte, pues, ahora
esta tierra en heredad a las nueve tribus, y a la media tribu
de Manasés.» Antes de dar esta orden a Josué Dios ofreció
dos explicaciones en cuanto a Su deseo de hacer las adjudica-
ciones en ese momento.

1. William G. B1aikie, The Book 01 Joshua (Nueva York: A. C.


Armstrong and Son, 1893), p. 21.

86
A. Adjudicación Inmediata debido a la avanzada edad
de Josué (13:1a)

La orden de Dios, dada a Josué antes de introducir a los


israelitas en Canaán, implicaba que Josué mismo dividiría las
herencias entre las tribus (cp. 1: 6). Ahora que Josué había
alcanzado una avanzada edad y que ya no tenía muchos años
por delante 2 éste era el momento preciso para completar esa
tarea. Josué seguiría sirviendo a su Señor, pero desde ese
momento en adelante quedaría aliviado de las agotadoras ta-
reas militares de la conducción de la nación. Las tribus, al
recibir individualmente sus heredades, también eran hechas
responsables de su propia tierra.

B. Adjudicación Inmediata a pesar de la conquista


parcial (13:1 b-7)
Josué debía dividir la tierra a pesar de que aún quedaba
«mucha tierra por poseer» (13: lb). La identificación de esa
tierra se describe en los versículos 2 al 6. Se trataba princi-
palmente de la zona costera del suroeste conocida en la geo-
grafía bíblica como Filistea (13: 2-4a) , y los territorios en el
lejano norte junto a la costa (es decir, Sidón) y los pueblos del
valle del Líbano (13: 4b-6).3 Las significativas instrucciones
que Dios dio a Josué con referencia a dichas tierras era que
debía expulsar a sus ocupantes, pero que su tarea inmediata
sería la de adjudicar los territorios a pesar de estar sólo par-
cialmente ocupados (13: 6b). En otras palabras, Dios estaba
diciendo a Josué que su servicio en cuanto a las guerras de
ext~rminio había llegado a su fin. La tarea que él había co-
menzado sería terminada por otros. Dios obraría a través de
otros como había obrado a través de Josué. La obra de Dios
nunca se limita a individuos. Los obreros de Dios pueden
morir, pero la obra continúa. El alejamiento de Josué del li-
derazgo militar y la temprana división de las herencias tenían
el propósito divino de inspirar a las tribus individuales a de-

2. Josué murió a la edad de 110 años (24:29). La frase «ya viejo,


entrado en años» de 13: 1 y 23: 1 debe referirse a una edad relati-
vamente cercana a la mencionada.
3. Véase notas al pie de página de la versión de Berkeley, y The
Wycli/le Bible Commentary, p. 222, para ayudar en la identificación
de términos geográficos que no sean familiares.

87
mostrar valor y energía en completar la conquista por sus
propios medios, asegurándose así la herencia total. Los cami-
nos de Dios para con un cristiano de la actualidad son simi-
lares, puesto que cálida y afablemente lo alienta a evitar una
constante dependencia de líderes humanos, y a conquistar la
plenitud de Cristo tratando con los pecados personales y las
cargas que aún habitan en las sombras de su vida.

11. CONCESION ESPECIAL (a dos tribus y media)


(13:8-33)

Aquí se ofrece la descripción de la tierra adjudicada a los


rubenitas, gaditas y a la media tribu de Manasés, para que el
libro de Josué en cuanto a las herencias de las doce tribus
sea completo. Josué debía confirmar meramente lo que Moisés
había asignado anteriormente a estas tribus. Aquella adjudi-
cación había sido hecha por concesión especial. Porque cuan-
do estas tribus, dueñas de grandes rebaños de ganado, vieron
las ricas praderas de Transjordania al llegar los israelitas a
Moab, pidieron inmediatamente que les fuese adjudicada
aquella tierra (Nm. 32: 1ss). Moisés rehusó en un primer
momento, afirmando que sería una injusticia con respecto a las
otras tribus, puesto que ellas tendrían que luchar para poseer
su herencia. Pero cuando las dos tribus y media le asegura-
ron que lucharían por sus hermanos antes de regresar y ra-
dicarse en esa tierra, Moisés accedió a concederles este favor
especial. De modo que dividió entre ellos aquella tierra (Nm.
32:33-42). Véase el mapa de la página 112 con referencia a
los límites de las tierras divididas entre las doce tribus.) La he-
rencia asignada a Rubén en el sur de Transjordania (13: 15-
23) era una tierra perfectamente adecuada para pastoreo y
cultivo como también lo era la herencia asignada a Gad (13:
24-28). La media tribu de Manasés recibió la rica llanura que
incluía a Basán (13:29-31). El límite este de aquellas tres
regiones era el definido con menor claridad debido, sencilla-
mente, a la presencia de enemigos beduinos que aún habita-
ban en aquellas tierras.
«Esto es lo que Moisés repartió en heredad en los llanos
de Moab, al otro lado del Jordán de Jericó, al oriente»
(13: 32). Esta resumida declaración es significativa teniendo
en cuenta el contraste con el versículo que le sigue in media-
88
tamente: «Mas a la tribu de Leví no dio Moisés heredad;
Jehová Dios de Israel es la heredad de ellos, como él les
había dicho» (13:33).4 Obviamente el motivo que tuvieron
aquellas tribus para solicitar la región de Transjordania, era
un motivo centrado en su propio interés e impulsado en el cua-
dro tentador de las cosas, en este caso, aquellas verdes pra-
deras. En los días siguientes habían de pagar muy caro su
codicia, puesto que su tierra estaría constantemente expues-
ta a las invasiones de los moabitas, amonitas, sirios, madia-
nitas, amalecitas y otras tribus del desierto. Además, aque-
llas dos tribus y media fueron las primeras de Israel en ser
llevadas al cautiverio por los asirios. En contraste con los de-
seos y las tierras adjudicadas a las dos tribus y media, la re-
ferencia a los levitas de que no recibirían «herencia», adquie-
re particular significación espiritual. Una herencia no se eva-
lúa mediante el peso en oro. El hecho de que los levitas no
tuviesen herencia no era un castigo o privación. Es cierto,
los hermanos Leví y Si meón habían sido maldecidos por su
padre Jacob, acusados de asesinato (Gn. 49: 5, 7); sin em-
bargo, a partir del momento de su posterior consagración a
Dios (Ex. 32: 26-29), los levitas habían sido señalados para
bendición y apartados para el servicio de Dios. Por eso, lle-
gado el momento de adjudicar la tierra en herencia, no hubo
territorio suficientemente santificado para ellos (cp. Nm. 18:
9-24); así que no había herencia de tierra como tal. 5 La he-
rencia de ellos no tenía precio puesto que era el Señor mis-
mo. «Jehová Dios de Israel es la heredad de ellos» (13: 33b).
En la actualidad, el cristiano siervo de Dios, no puede pedir
nada mayor que eso.
111. RECOMPENSA ESPECIAL I (a Caleb) (14:1-15)

A. Introducción (14:1-5)

Habiéndose registrado la adjudicación de las tierras que


Moisés hizo en Transjordania, el tema del relato se centra
ahora en la distribución de Canaán entre las restantes tribus.
Esta distribución fue efectuada por Josué con la ayuda de

4. El versículo 14 está relacionado al 8 en una forma igualmente


de contraste.
S. Su herencia de las ciudades se describe en el capítulo 21.

89
Eleazar, el sacerdote, y diez pnnClpes de las tribus (Nm.
34: 16-29). Puesto que a la tribu de Leví no se le adjudicó
tierra alguna el escritor de Josué explica que, sin embargo,
hubo doce adjudicaciones, y no once, puesto que los hijos de
José eran contados como dos tribus, Manasés y Efraín (14:4).6

B. Petición de la recompensa (14:6-12)


Cuando los hijos de Israel se reunieron en Gilgal para
determinar las suertes para Judá y los hijos de José, se con-
sideró en primer lugar la solicitud personal de Caleb. Cua-
renta y cinco años antes, Josué y Caleb habían sido los úni-
cos en recomendar a Moisés a entrar en Canaán a pesar de la
presencia de gigantes y ciudades fortificadas. En recompensa
a su fe ambos recibieron la promesa de una herencia en Ca-
naán. Ahora Caleb se adelanta de entre las filas de Israel
para solicitar la recompensa prometida. Por seguir en total
fidelidad al Señor, se le prometió una tierra de la zona donde
había cumplido sus funciones de espía. Dicha zona incluía
las colinas de Anaquim, los gigantes (14:9,12; Dt. 1:36). La
única objeción que podría impedir esta adjudicación era que
un hombre de ochenta y cinco años de edad no sería capaz
de expulsar al remanente de los poderosos gigantes que aún
moraban en la zona. (La condición para habitar en la tierra
era la habilidad de combatir a los enemigos que aún vivían
allí.) Sin embargo, Caleb aseguró a Josué que aún era tan fuer-
te como cuarenta años antes, y que, con la ayuda del Señor,
expulsaría a los gigantes (14: 10-12).

C. Concesión de la recompensa (14:13-15)


Josué, emocionado por las palabras llenas de optimismo y
seguridad de su amigo y colaborador del pasado, y sin pre-
juicio alguno por el hecho de ser su superior, bendijo a Caleb
y le dio los campos y pueblos de Hebrón (cp. 21: 12). Hebrón
era una ciudad estratégica en las colinas, 32 kilómetros (20
millas) al sur de Jerusalén, que tuvo una bienaventurada re-
lación con la historia de Israel desde su comienzo en los días
de Abraham (Gn. 13: 18; 35:27). Caleb se mantuvo a la al-

6. Léase Gn. 48: 1-6 en cuanto al origen de la doble herencia


de José.

90
tura de su espíritu de determinación y de la confianza que
Josué puso en él, expulsando al enemigo (15: 14-17),7 de modo
que «la tierra descansó de la guerra» (14: 15).
La fe inamovible y la fuerza inquebrantable de Caleb son
un desafío estremecedor a todos los cristianos. Para muchas
personas ver es creer; esperar es agotarse, y envejecer, reti-
rarse. Para Caleb creer significaba ver la posibilidad de con-
quistar Canaán; esperar durante todos los años en el desierto
y de las guerras para conquistar Canaán significaba fortale-
cerse; y el paso de los años significaba la oportunidad para
realizar otra tarea gigantesca con la misma fuerza que Dios le
había dado antes. Caleb recibió el premio de esta recompensa
en Canaán porque había estado totalmente consagrado al Se-
ñor.

IV. HEREDAD PRINCIPAL (15:1 -19:49a)

Ahora la narración de Josué relata, en una larga descrip-


ción, la división de la tierra, conforme a sus herencias, entre
las nueve tribus y media. La tierra situada al oeste del Jordán
era, en realidad, el núcleo de Canaán. La mayor parte de la
historia pasada de Israel había sido escrita aquí, y 10 mismo
sucedería en el futuro. Gracias a la diversidad de la tierra
(topografía, clima, recursos, comercio, ubicación, etc.) la di-
visión de la misma podía significar un gran estímulo para
cada una de las tribus. Cada una de las tribus podría desa-
rrollar favorablemente sus propias posibilidades y así sentir
un justificado orgullo por su propio programa. Era tremenda
la perspectiva de propagar la verdad divina hacia las nacio-
nes paganas del mundo en derredor, partiendo de una nación
compuesta por doce tribus fuertes y viriles unidas por un es-
píritu y una fe. El único requisito sería la neutralización
de la amenaza de los celos internos, descontento e incre-
dulidad.
Los principios fundamentales para la adjudicación de la
tierra habían sido establecidos originalmente por Moisés (Nm.
26: 52-62), y se basaban en el tamaño de las tribus (Nm. 26:

7. De Jueces 1:9-13 uno puede concluir que Caleb fue ayudado


en la batalla por guerreros de Judá y que el enemigo fue expulsado
después de la muerte de Josué.

91
4-51), Y en la práctica de echar suertes.8 Llegado el tiempo
para dividir la tierra se asumía que las tribus más grandes
y prominentes, es decir, Judá y los hijos de José, serían los
primeros adjudicatarios, lo que también determinaría las ad-
judicaciones que quedarían por hacerse. Es probable que las
adjudicaciones para Judá, Efraín y Manasés hayan sido he-
chas en Gilga!. Las demás fueron realizadas en Silo (18: 1).
A. Judá (15:1-63)

1. Límites geográficos (15: 1-12)

Judá, la tribu imperial, la tribu más bendecida de los


hijos de Jacob (cp. Gn. 49:8-12), recibió una tierra grande
y buena (15: 1-12). Mediante esta adjudicación recibieron
cumplimiento tres prominentes profecías de Jacob.
Enfrentamiento con los enemigos (Gn. 49:8-9). Lindan-
do con Judá estaban los moabitas al este, los edomitas al sur,
los amalecitas al sudoeste y los filisteos al oeste. Esta cercanía
de los enemigos demandaba un Judá fuerte, un Judá de cuyas
filas nacieran hombres tan poderosos como David.
Tierras de viñedos (Gn. 49: 11-12). Los espías de Moisés
destacaron especialmente la abundancia de viñas en aquella
zona (Nm. 13:22-24).
Tierra del cetro (Gn. 49: 10). Teóricamente Jerusalén ha-
bía sido asignada a Benjamín, pero con el tiempo llegó a identi-
ficarse con Judá. A su tiempo el trono de David fue ubicado
allí y el gobierno mesiánico (<<Silo» 9) fue asociado con ella.

8. Algunos de los detalles referentes a la determinación de la


distribución de la tierra entre las siete tribus se describen en 18:4-10.
Es posible que las tierras adjudicadas a Judá y a los hijos de José
hayan sido determinadas de la misma manera. Si el tamaño de la
tribu influía en el valor de la parcela adjudicada y la suerte deter-
minaba la ubicación geográfica, el método puede haber sido el si-
guiente: 1) sobre la base de un estudio detallado de la tierra se iden-
tificaban parcelas de tierra cuya valor fuese proporcional al tamaño
de cada tribu (esto se hacía teniendo en cuenta las hectáreas, el nú-
mero de ciudades, las provisiones de agua, etc.)_ Este procedimiento
se utilizó para cada uno de los cuatro sectores geográficos, es decir,
norte, sur, este y oeste; 2) mediante la suerte se determinaba la
ubicación de la tierra; el estudio ya había definido los límites de la
parcela de dicho sector geográfico.
9. Génesis 49: IOb. «Silo» significa literalmente «aquel a quien
pertenece (el cetro)>>.

92
2. Exterminio a mano de Caleb (15: 13-19)

Hebrón, que con sus zonas adyacentes, fue dada a Caleb,


pertenecía a la herencia de Judá. La inclusión de este relato
que suplementa la historia del capítulo 14 provee ejemplos
específicos de tres situaciones con que se enfrentaban las tri-
bus al radicarse en la tierra:
No era fácil destruir al enemigo. Si bien Josué y su
ejército habían destruido a los gigantes (11:21-23), ahora Ca-
leb tenía que expulsar a los hijos de Anac que aún quedaban
(15: 14).
Los israelitas necesitan tener incentivos constantemente
para ir a la guerra. En este caso Caleb ofrece a su hija como
recompensa (15: 16-17).
La provisión de agua era un factor determinante en la ad-
judicación de tierras a familias individuales. Aquí Caleb
honra la petición que su hija hace de fuentes de agua (15:
18-19).

3. Ciudades en cuatro regiones (15: 20-62)

La heredad de Judá se extendía sobre cuatro regiones to-


pográficamente distintas: las áridas llanuras del sur (15: 21-
32); las colinas de oeste, lindantes con los llanos de la costa
(15: 33-47); las cercanías de la zona céntrica (15: 48-60), Y las
laderas, escasamente pobladas y desérticas que conducían al
mar Muerto (15: 61-62). El extenso número de ciudades he-
redadas (109) 10 indica el valor de la tierra dada a Judá, por-
que donde había ciudades también había provisión de agua,
tierras cultivables y posiciones fortificadas.

4. Remanente de jebuseos (15:63)

Este es uno de los aspectos que llaman grandemente la


atención en la ocupación de Judá, un problema con el que
también se enfrentaron las otras tribus. En ocasión de la
campaña de Josué contra los seis reyes (cap. 10), Josué abatió
al rey de Jerusalén y a su ejército, pero sin tomar al mismo

10. «Las diferencias entre el número de ciudades registradas en


los totales citados se debe a la inclusión o exclusión de suburbios o
tierras adyacentes» (Versión de Berkeley, notas al pie de página).

93
tiempo la ciudad. Ahora Judá sufría las consecuencias de ese
error o pérdida, porque, entre tanto, se había desarrollado un
contingente fuerte de jebuseos y no se dejaría expulsar de la
ciudad. Después de la muerte de Josué, Judá hirió y quemó
las zonas residenciales cercanas a Jerusalén carentes de mu-
ros y situadas en las colinas del oeste (Jue. 1: 8),11 pero, simi-
lar al caso de los benjamitas (Jue. 1:21), nunca pudo expul-
sar a los jebuseos de aquella zona. Lo peor de todo era que
los hijos de Judá habitarían allí, junto a los jebuseos, durante
muchos años (2.0 S. 5: 6-7), estableciendo un compañerismo
que no podría promover la auténtica adoración a Dios. La
ciudad destinada a ser la ciudad santa era parte de la heredad
de Israel, que, sin embargo, no recibió las bendiciones de
Dios por el hecho de cobijar a habitantes idólatras.
B. Los hijos de José (16:1 -17:18)
Siguiendo a Judá, la segunda adjudicación importante fue
hecha a la familia de José. En recompensa por los servicios
de José durante los primeros años de hambre, sus hijos Efraín
y Manasés fueron ordenados para ser cabezas de dos tribus
(Gn. 48: 5). La suerte de la heredad de José describía la re-
gión fértil y hermosa junto al río Jordán. Pero su límite sur
(16: 1-3) no era adyacente con el límite norte de Judá, a fin
de reservar parte de esa tierra para las otras siete tribus más
pequeñas. J2

1. Efraín (16:4-10)

Efraín, cuya bendición era mayor que la de Manasés


(Gn. 48: 19), recibió la tierra situada en la cercanía de mu-
chos de los campos de batalla de Josué, incluyendo la zona
que había de convertirse en el lugar sagrado llamado Silo.
Algunas de las ciudades estaban situadas en el territorio de
Manasés, una disposición que probablemente tenía el propósi-
to de lograr un equilibrio en la distribución, y que sin duda
serviría para alentar la unidad entre las tribus. Igual que Judá
con Jerusalén, Efraín tenía un aguijón en su costado: los ca-

11. Véase The Wyclijje Bib/e Commentary, p. 224.


12. En 16: 1-3 no se describe el límite norte de la tierra de Josué,
puesto que era un límite un tanto indefinido, tal como lo relata la
parte que sigue del capítulo.

94
naneos a quienes los hombres de Efraín no habían expulsado
de Geser.

2. AJanasés (17:1-13)

Los descendientes de Maquir, primogénito de Manasés, se


radicaron al este del Jordán. Los demás herederos, es decir,
la otra media tribu de Manasés (17: 2-6), recibieron las exten-
sas tierras al norte de Efraín incluyendo la hermosa planicie
de Siquem. En términos generales, la región que luego fue co-
nocida como Samaria, era en aquel entonces escasamente po-
blada, y esto explica parcialmente por qué el libro de Josué
no menciona ninguna batalla de importancia durante las cam-
pañas militares de Josué allí. Pero en el norte, su límite era
adyacente con las tierras de Isacar, Zabulón y Aser, encon-
trándose en su proximidad numerosas ciudades fuertemente
defendidas. Con propósitos aparentemente militares Manasés
recibió algunas ciudades ubicadas en las zonas de las tribus
menores (y más débiles) de Isacar y Aser (17: 11); pero, a pe-
sar de ello, «los hijos de Manasés no pudieron arrojar a los
de aquellas ciudades» (17: 12).

3. Respuesta satisfactoria a una queja (17: 14-18)

EfraÍn y Manasés se quejaron con profunda amargura. Sen-


tían merecer una heredad mayor puesto que Dios los había
bendecido con numeroso pueblo y las áreas habitables que
les habían sido asignadas les parecían demasiado reducidas.
La respuesta de Josué fue tanto una amonestación como una
solución al problema. Un pueblo realmente grande tendría
que tener la capacidad de tomar 10 pequeño para engrande-
cerlo. La solución que les proponía era esforzarse, cortar los
bosques, hacer lugar para ellos. Luego, habiéndose estableci-
do con firmeza en las colinas, serían capaces de expulsar a los
fuertemente armados y formidables cananeos en las regiones
del valle del norte cuya amenaza había sido el motivo prin-
cipal de su queja. Si Judá tenía que defenderse en todos sus
límites de los enemigos, los hijos de José no tendrían dere-
cho a esperar una heredad más fácil. Las palabras finales de
Josué dirigidas a esta tribu (17: 17-18) fueron para alentarla
y desafiarla poderosamente; también son aplicables al cristia-
no de hoy:
95
Tú eres gran pueblo (POSICION)
Tienes gran poder ... (PODER)
Aunque es bosque, tú lo desmontarás ... (EL TRABAJO)
Porque tú arrojarás al cananeo ... (TRIUNFO)

c. Las siete tribus restantes (18:1 -19:51)

La mayor parte de la tierra de Canaán había sido dividida


entre las principales tribus que eran Judá, Efraín y Manasés.
Ahora Josué creyó llegado el momento apropiado y necesario
para guiar al pueblo en medio de la tierra para levantar los
altares de adoración. Al hacerlo de esa manera estaba recor-
dando al pueblo que el secreto de la felicidad en sus here-
dades era poner a Dios en primer lugar, y adorarle. Alguien
ha expresado sabiamente este principio de la vida: «Donde-
quiera que yo tenga una casa, allí he de tener un altar.» El
lugar escogido para este centro de adoración era Silo, situado
a unos 18 kilómetros (11 millas) al sur de Siquem y ubi-
cado convenientemente en la zona central de Canaán. 13 Silo
significa «reposo» y era totalmente adecuado que en un lugar
llamado así por Josué, Israel comenzara oficialmente la etapa
de su nueva vida. Esta vida se desarrollaría en la tierra de re-
poso dada por Dios y que ahora se extendía conquistada ante
ellos. La mayor parte de la heredad había sido adjudicada y la
ceremonia de esta nueva era fue un servicio de adoración
en la casa del Señor.
Sin embargo, aún había siete tribus carentes de hogar. Esta
fue la preocupación inmediata de Josué. Evidentemente la
responsabilidad por la iniciativa referente a los procedimien-
tos de la adjudicación recaía sobre las tribus mismas, puesto
que éstas fueron severamente amonestadas por Josué por el
hecho de haber descuidado dicho asunto: «¿Hasta cuándo se-
réis negligentes para venir a poseer la tierra ... ?» (18: 3). Su
negligencia en este asunto posiblemente procedía de su tenden-
cia nómada y del estilo de vida sin sentido al que se habían
acostumbrado; otro motivo era su reticencia a tener que to-
mar nuevamente las armas por su propia iniciativa habiendo
llegado ya a la nueva tierra. Para poner en marcha las cosas
Josué convocó a tres hombres de cada una de las siete tribus
13. El tabernáculo permaneció en Silo durante trescientos años
(cp. 1.0 S. 4: 1·11).

96
para que juntos estudiasen y dividiesen la tierra restante en
siete porciones. Esta era una tarea compleja' que demandaba
tiempo, pero era necesaria para una división equitativa de la
tierra. Cuando aquellos hombres presentaron a Josué el re-
sultado de su estudio, éste echó suertes delante «de Jehová»
y entonces cada una de las tribus supo por vez primera cuál
sería su hogar. El texto del libro de Josué continúa descri-
biendo la geografía de la tierra que las tribus recibieron si-
guiendo el orden de las suertes echadas. El gráfico de la pá-
gina 99 resume los hechos pertinentes a cada adjudicación.
El estudio del mismo, además del mapa adjunto, ayudará a
revelar las características individuales de cada heredad.

v. RECOMPENSA ESPECIAL 11 (a Josué (19:49b-S1)

Justo cuando todas las tribus habían recibido su heredad,


se le dio también a Josué, su líder fiel y humilde, una parcela
de tierra «según la palabra de Jehová» (19: 50).14 Era caracte-
rístico del desinteresado Josué mirar que primero quedasen
suplidas las necesidades del pueblo. La elección de su par-
cela de tierra también revelaba su profunda humildad: pidió
que se le diera Timnat-sera, una ciudad en las colinas de su
propia tribu Efraín, el lado norte de la montaña de Gaas
(fue. 2:9). No era un paraíso de fertilidad o belleza, sino un
lugar donde era preciso construir a fin de habitar en él (19:
50b), un lugar donde servir al Señor y donde morir (fue.
2:8-9).

VI. CIUDADES ESPECIALES (20:1 - 21:42)

Ahora que la tierra había sido dividida entre las tribus,


era posible cumplir con las instrucciones de Moisés en cuanto
a la designación de ciudades de refugio (Nm. 35: 9-34; Dt. 4:
41-43; 19: 1-13) y ciudades levíticas (Nm. 35:2-8; cp. 1.0 Cr.
6: 54-81).
Las seis ciudades de refugio (cap. 20) eran para el bene-
ficio de personas culpables de homicidio involuntario. A fin

14. La promesa de Dios, aunque no se relata en el texto bíblico,


fue indudablemente similar a la dada a Caleb (14: 9).

97
MANASES

Basón

EL MAR GRANDE

• Golón

SIMEON
CANAAN
según la división
entre las doce
tribus
• Ciudodes de
refugio
ADJUDICACIONES DE LA TIERRA
Tribu
(Número de Significado de la Descripci6n,
guerreros) I Ubicaci6n Ubicaci6n recursos
Josué 18: 11-28' entre Judá y ubicación de la montañas y que-
BENJAMIN Efraín santa Jerusalén bradas
45.600
se alienta estre- terreno áspero
cha asociación
con Judá improductivo
19: 1-9 parte de Judá expuesto al ene- mayormente llano
SIMEON en el sur 1 migo y desértico
22.200
19: 10-16 incluía la pla-adyacente a su planicie fértil
ZABULON nicie de Me- campamento en
60.500 guido el desierto esta- ruta hacia el mar
ba Isacar
tenía acceso a muy productivo
costa
19: 17-23 al este de Za- valle de Jezreel, hermosa ubica-
ISACAR bulón conocido campo ción
64.300 de batalla de
al sur del mar Palestina lugar de tránsito
de Galilea
muy productivo
19:24-31 al sur de los la fuerza de llanuras fértiles
ASER enemigos sido- Aser protegía a en la costa
53.400 nios Israel del enemi-
go de la costa conocido por sus
tierras de las norte olivos
costas desde el
Carmelo hasta
Sidón
19: 32-39 al este de Aser tierras importan- serranía que se
NEFTALI tes en la historia extiende de norte
45.400 al oeste del del N. T. a sur
mar de Gali-
lea y Merom valles fértiles y
productivos
19:40-48 al oeste de la ubicación ori- sección producti-
DAN Benjamín ginal fue dema- va en manos filis-
64.400 siado pequeña' teas
acceso al mar
Grande expuesta a los fi-
listeos del sur-
oeste

I Censo tomado por Moisés (Nm. 26: 1-51).


2 Léase Génesis 49 (profecías de Jacob) con referencia a las profecías que
tienen que ver con las heredades, y Deuteronomio 33 (profecías de Moisés).
J Porque Judá no podía dominar la gran extensión de tierra que se le
habla adjudicado (19:9).
• Con el tiempo algunos danitas valientes emigraron al norte y se radica-
ron en Neftalí (Jueces 17-18).
99
de facilitar el acceso a ellas, las ciudades fueron ubicadas,
tres a cada lado del río Jordán (20: 7-8; véase el mapa de la
página 98). Las ciudades servían como recordatorios visibles
de la misericordiosa provisión de Dios por la liberación.
Las cuarenta y ocho ciudades levíticas (cap. 21) tenían el
propósito de beneficiar a los siervos de Dios, a los levitas. Ellas
eran su única heredad material en la tierra de Canaán, es de-
cir, un lugar donde vivir y una pequeña extensión de tierra
para sus rebaños. Como Dios lo había establecido, su auténti-
ca heredad era el Señor mismo. Las ciudades fueron intencio-
nalmente ubicadas a través de las regiones de todas las tribus.
De esta manera, los levitas, a través de su ministerio en todas
las cosas del santuario y a través de su diario transitar en
medio del pueblo, exaltarían el pacto y las leyes de Dios al
alentar al pueblo a caminar en perfecta obediencia a El.
La importancia vital del ministerio espiritual de los sacer-
dotes y levitas en favor de los israelitas, se describe clara-
mente en Números 18: 1-32. Sin duda, el futuro éxito de Is-
rael dependía de la positiva y penetrante influencia de estos
siervos de Dios en medio de Su pueblo.

VII. CONCLUSION (21 :43-45)

La declaración al final de la sección referente a las here-


dades subraya el cumplimiento de la promesa de Dios hasta
ese momento: «Todo se cumplió.» Dios les había prometido
la posesión de la tierra, reposo en ella, y victoria sobre el ene-
migo; yen términos generales, conforme al espíritu de las pa-
labras de estos versículos, Israel había alcanzado esas tres
bendiciones. Dios no había fallado en ninguna de sus prome-
sas, y si Israel esperaba desarrollar y aumentar las bendiciones
del reposo, recibido hasta ese momento, la nación tendría
que crecer hacia un conocimiento y una experiencia más ple-
na de El.
... ... ...

Antes de estudiar la parte final de la sección que el libro


de Josué dedica a la consagración, el lector se beneficiará ha-
ciendo un repaso de la parte dedicada a las heredades para
deducir de ella aplicaciones espirituales prácticas. Se pueden
100
sacar una multitud de ilustraciones de las detalladas descrip-
ciones de las adjudicaciones hechas a las doce tribus. Algu-
nas de las grandes enseñanzas sugeridas por el relato en ge-
neral son:
1. Intervención soberana

El uso de suertes servía para subrayar la intervención


del Señor en la ubicación de Su pueblo en la tierra. Algunas
de esas ubicaciones tenían un propósito punitivo (por ej.:
Simeón); otras eran una recompensa (por ej.: Judá); otras
significaban un desafío (por ej.: Aser con sus límites asedia-
dos por enemigos). Todos aquellos lugares fueron adjudicados
con el propósito de ser lugares donde Dios pudiese habitar
en medio del pueblo y revelarse a sí mismo a él y al mundo
a través de la historia.
2. Manifestación de la gracia
Cada una de las tierras adjudicadas, cualquiera que fuese
su descripción, era un don de gracia inmerecido, una morada
para un pueblo que hasta ese momento no había tenido ho-
gar. Cada parcela adjudicada era una mina de bendición.
3. Desafío inspirador

La tierra de reposo no era una tierra de vacaciones. Era


una tierra llena de oportunidades, para probar a Dios en
presencia de los enemigos, y para crecer progresivamente en
la fuerza y pureza de la vida de adoración.
4. La belleza de la diversidad
Así como cada tribu difería de otra en numerosos senti-
dos, así los territorios también eran muy distintos. Esta es una
simple ilustración de la belleza de la obra de Dios, que, te-
niendo un solo propósito, se realiza a través de diversos me-
dios. También la iglesia de la actualidad proclama un solo
evangelio utilizando, sin embargo, diferentes métodos (1.0 Co.
12: 5). La personalidad de cada tribu también enseña la cálida
verdad de que Dios se ocupa personalmente de cada individuo
de Su creación.
101
5. La fuerza de la unidad

La división de la tierra se realizó con el propósito de


mantener la unidad. Cuando una tribu menor necesita fuerza
adicional, la tribu vecina más poderosa asumía la protección
de las ciudades limítrofes. Dos tribus Íntimamente ligadas
(por ej.: Dan y Neftalí) fueron separadas una de otra para
auspiciar la unión de toda la nación. El mayor lazo de unión
que tenía Israel era el tabernáculo que servía a la congrega-
ción de todas las tribus. Si se cultivaba esta fe y compañeris-
mo sería muy grande el potencial de Israel de convertirse en
una nación poderosa y bendecida por Dios.

102
CUARTA PARTE

CONSAGRACION
22:1-24:33

1. CONSAGRACION DE LAS TRIBUS DEL ESTE (22:


1-34)
A. Exhortación de Josué (22: 1-9)
B. Las tribus levantan un altar de testimonio (22: 10-
34)

11. CONSAGRACION DE LAS TRIBUS DEL OESTE (23:


1 - 24:28)
A. Exhortación de Josué (23: 1-16)
B. Renovación del pacto (24: 1-28)

lB. APENDICE (24:29-33)

RESUMEN
CUARTA PARTE

CONSAGRACION
22:1- 24:33

Los primeros cinco capítulos de Josué, la seCClOn refe-


rente a los preparativos, son capítulos que anticipan la con-
quista. Los tres capítulos finales, sección referente a la consa-
graci6n, son capítulos que anticipan una vida constante en la
tierra de reposo que Dios había dado a su pueblo. La intensa
acción de la primera mitad del libro alcanza su plenitud en la
adjudicación de las tierras. De allí en adelante el libro habla
de experiencias relativamente tranquilas aunque referentes
a emotivos momentos de crisis en que Josué exhorta al pue-
blo a la dedicación total, pidiendo la consagración de Israel
a Dios. Este final constituye un clímax enternecedor de los
años de su ministerio entre ellos.

l. CONSAGRACION DE LAS TRIBUS DEL ESTE


(22:1-34)

A. Exhortaci'ón de Josué (22:1-9)

Josué felicitó a los rubenitas, gaditas y a la media tribu de


Manasés por la fiel ayuda militar que brindaron a sus her-
manos de las tribus de oeste. Dios mismo, a través de Moisés
y Josué, les había ordenado brindar esa ayuda (22: 1-3). Josué
los bendijo y los envió de regreso a su propia tierra y gente,
cargados con los preciosos botines de las batallas (22: 4, 6-9).
Pero Josué no los bendijo sin exhortarlos también a ser dili-
gentes en el cumplimiento de las condiciones para la bendición
continua, es decir, hacer, amar, andar, guardar, aferrarse y ser-
vir. La exhortación de Josué fue breve, pero apasionada.
lOS
B. Las tribus levantan un altar de testimonio (22:10-34)

Las dos tribus y media se sintieron impulsadas por la ex-


hortación de Josué y la emotiva perspectiva de regresar a sus
hogares después de aquellos duros años de guerra. Sin duda,
también se sentían impresionados por aquel momento de se-
paración con quienes habían vivido y luchado. Motivados por
aquellas experiencias, los ejércitos de las tribus del este le-
vantaron un gran monumento o altar junto a la orilla oeste
del río Jordán 1 para simbolizar la unidad entre los pueblos
a ambos lados del río. Las tribus del oeste oyeron del altar y
malinterpretaron los motivos de sus hermanos. Asumieron que
aquel altar sería para ofrecer ofrendas y sacrificios. En con-
secuencia, las tribus del oeste acusaron a sus hermanos de
traición y de desprestigiar al altar de Dios mediante la cons-
trucción de aquel otro altar.2 Los israelitas amenazaron con
atacar a las tribus de este, sabiendo que Dios castigaría a
todo Israel por la rebelión de algunos de ellos, tal como lo
había hecho después del pecado de Acán (22: 12-20).
Afortunadamente, los pueblos de Transjordania tuvieron
oportunidad de defender su actitud, lo cual hicieron mediante
un poderoso juramento: «Jehová Dios de los dioses, Jehová
Dios de los dioses, él sabe ... » (22:22). El altar que habían
levantado no estaba destinado a ofrendas, sino a ser un mo-
delo del altar de Israel, un testimonio de la solidaridad y del
carácter singular de la fe de Israel. En consecuencia, aunque
el Jordán dividía la tierra en dos partes, las generaciones fu-
turas de israelitas no podrían considerar a los pueblos del
este diciendo: «Vosotros no tenéis parte en Jehová» puesto
que aquel altar les recordaría lo contrario (22:23-29).3
Aquella explicación agradó a los hijos de Israel, puesto
que sólo les preocupaba la continuidad de la presencia del
~ Señor en medio de todo el pueblo (22:31). El altar fue lla-

1. The Wyclilfe Bible Commentary sugiere una ubicación que


permite mirar sobre el fiordo de Adam que conduce al valle de Jacob
(p. 228).
2. Los israelitas sabían que Dios prescribía un altar para esas
ofrendas (Ot. 12: 13-14; Lv. 17:8-9).
3. El interés y entusiasmo de las tribus del este al levantar dicho
monumento es comprensible, sin embargo, las tres reuniones anuales
de Israel junto al altar de Silo (cp. Ex. 23-17) cumplirían el mismo
propósito y lo harían en forma más indeleble.

106
mado Ed (<<testigo») porque era un testigo entre los dos pue-
blos de que «Jehová es Dios» (22: 34).

11. CONSAGRACION DE LAS TRIBUS DEL OESTE


23:1 - 24:28)

A. Exhortación de Josué (23:1-16)

Habiendo concluido la adjudicación de las heredades, tan-


to de tierras como de ciudades (21: 43-45), se sobreentendía
que si bien los enemigos de Israel como un todo habían sido
subyugados, era responsabilidad de cada tribu particular pur-
gar a su propia tierra de la presencia de remanentes de pue-
blos idólatras. La bendición continua dependía de esto, de
modo que Josué, en una de sus últimas alocuciones al pueblo,
10 exhortó a la fidelidad tocante a este urgente asunto. Los
aspectos sobresalientes de su exhortación son:
1. La ayuda de Dios: «y Jehová vuestro Dios las echará
delante de vosotros» (23:5, 10).
2. La parte de Israel: Valor; obediencia a la ley (23:6);
separación del estilo de vida de las naciones idólatras (23: 7,
12, 16); diligente fidelidad al Señor (23:8, 11).
3. Consecuencias: Si cumplían aquellas condiciones po-
seerían la totalidad de la tierra; pero si se daban a la idola-
tría perecerían lejos de la tierra (23: 12-13, 15-16).

B. Renovación del pacto (24:1-28)

Este es el último ministerio relatado de parte de Josué


hacia su amado pueblo. Su póstumo deseo era que en la vida
y el corazón del pueblo quedase profundamente gravado: el
pacto, la historia, las bendiciones del presente, y la consa-
gración.
1. El pacto

El pacto fue el motivo para reunir a Israel en Siquem 4


puesto que dicho lugar recordaba el pacto original hecho
4. La recomendación del capítulo 23 probablemente fue hecha
en Silo.

107
por Dios con su pueblo. Aquí fue donde Dios, dirigiéndose
a Abraham, le prometió por vez primera la tierra de Ca-
naán (Gn. 12: 6-7); Jacob había construido un altar aquí
(Gn. 33: 20); también Josué construyó un altar aquí y re-
novó la relación entre Dios e Israel (Jos. 8: 30-35). Ahora Jo-
sué exhortaba a Israel a basar su destino en el fundamento
del pacto. En aquel decisivo día, al final de su discurso,
«Josué hizo un pacto con el pueblo ... y les dio estatutos y
leyes en Siquem» (24:25).

2. Historia

Ahora Josué exhortaba al pueblo a recordar la historia.


Desde el llamamiento divino dirigido al padre de Israel, Abra-
ham, hasta su herencia de la tierra, Dios había sido su gran
libertador (24: 2-12).

3. Bendiciones presentes

«Contad vuestras bendiciones del presente» era el sentido


de las pocas palabras de 24: 13. Ahora Israel disfrutaba del
don de una tierra fructífera en la cual habitar.

4. Consagración

Aquí Josué apeló a la voluntad del pueblo sin darle la pa-


sibilidad de tomar una decisión superficial. El diálogo se pro:-
dujo en el siguiente orden:
a. La opción era clara: «Escogeos hoya quien sirváis.»
Podían servir a Jehová o a otros dioses (24: 14-15).
b. El ejemplo de Josué: «Pero yo y mi casa serviremos
a Jehová» (24: 15).
c. Ansiosa decisión de Israel: «Nosotros, pues, también
serviremos a Jehová» (24: 18). No había doble sentido en las
palabras de aquella promesa. Sin embargo, Josué tuvo la sen-
sación de que aquellas palabras fueron dichas con demasiada
rapidez, sin la consideración requerida, y que las palabras
«Nunca tal acontezca que dejemos a Jehová ... » tuviesen una
peligrosa connotación de autoconfianza.
d. El desafío de Josué: «No podréis servir a Jehová
porque él es Dios santo ... » (24: 19). El único propósito de
108
esta poderosa declaración era desalentar la confianza que Is-
rael tenía en sí mismo.
e. La deliberada insistencia de Israel: «No, sino que a
Jehová serviremos» (24:21).
Cuando Josué estuvo satisfecho con el carácter genuino de
la consagración del pueblo, renovó solemnemente el pacto,
puso estatutos y decretos para ellos, y escribió preceptos en
el libro de la ley de Dios. Luego tomó «una gran piedra, la
levantó allí debajo de la encina que estaba junto al santuario
de Jehová» (24: 26),5 que sería testigo de la renovada consa-
gración del pueblo a Dios.
De esa manera llegó a su fin el ministerio terrenal de
Josué. Satisfecho con ver que la decisión del pueblo había
sido sincera, «envió Josué al pueblo, cada uno a su posesión»
(24:28).

111. APENO ICE (24:29-33)

Las palabras finales del libro de Josué en cuanto al sepe-


lio de tres siervos de Dios -Josué, José y Eleazar- son una
adecuada conclusión al libro, sugiriendo que el alcance de su
ministerio iba más allá de su vida terrenal. Canaán les había
sido dada como heredad, pero en el mejor de los casos sería
una heredad temporal. Para José, quien había muerto en
Egipto, sólo fue un sitio que sirvió de cementerio para sus
huesos (cp. Gn. 50:25-26; Ex. 13: 19). Eleazar, el sumo sacer-
dote, había tenido el bendito privilegio de compartir el ser-
vicio de Josué a Dios a través de la distribución de la tierra
(Nm. 34: 17); pero luego también murió. Josué había tenido
el ministerio de conducir al pueblo a servir a Dios, un mi-
nisterio que fue más allá del tiempo de su vida terrenal, pero
él también murió.
SIN EMBARGO, ESTOS MURIERON EN FE. El repo-
so de la tierra de Canaán con todas sus bienaventuranzas sola-
mente duraría el breve lapso de una vida humana. Sin embar-
go, proyectado hacia el más allá en el seno del Padre, este
reposo se transformaría en reposo eterno. La bendita palabra
predicada al pueblo de Dios de todos los tiempos no es sólo
una heredad, sino dos.
5. Versión de Berkeley.

109
RESUMEN

La tarea de Josué como líder del pueblo de Dios consistía


en impulsarlos a poseer la tierra prometida. Desde la muerte
de Moisés hasta el retiro y la muerte del propio Josué, su
obra se desarrolló conforme a las secuencias de cuatro mo-
vimientos:

PREPARATIVOS
CONQUISTA
HEREDADES
CONSAGRACION

Los días dedicados a los preparativos estuvieron marca-


dos por la atención dada al mandato divino, la evaluación
del enemigo y las fuerzas de Israel para atacarlo, la aprecia-
ción de la poderosa mano de Dios, la identificación de los
líderes, la movilización de los ejércitos y la preparación del
corazón para la guerra santa que estallaría.
Los siete años de conquistas vieron a Dios ganar batallas
para Israel, y a Israel perder una de ellas por causa de peca-
do. Josué, luchando por Dios, conquistó grandes ejércitos,
ejércitos pequeños, enemigos individuales y una coalición de
reyes, ciudades en el sur y ciudades en el norte. «Tomó,
pues, Josué toda la tierra» (11: 23).
El propósito de aquellas guerras era las heredades. Ellas
eran los dones de Dios para Su pueblo, de modo qOe no se
dedicó poco esfuerzo a su reconocimiento y distribución.
Ellas eran los sitios donde las familias habían de radicarse
para vivir a la sombra del favor de Dios.
111
La consagración era tanto inevitable como necesaria. Un
pueblo que es agradecido a Dios por el pasado y el presente,
se consagrará a El para el futuro. Un momento de sincera
consagración a Dios, su Salvador, fue el comienzo del proceso
mediante el cual Dios santificaría a Israel para el futuro. Me-
diante el último acto de su ministerio público Josué condujo
al pueblo a esa experiencia.

112
BmLIOGRAFÍA
* Libros en castellano
* Archer, Gleason L. Reseña crítica de una introducción al
Antiguo Testamento. Grand Rapids: Editorial Portavoz, 1987.
Ayuda a conocer el trasfondo de Josué.
Baly, Denis. The Geography ofthe Bible. Nueva York: Harper
and Brothers, 1957.
* Benware, Paul N. Panorama del Antiguo Testamento (serie
«Comentario Bíblico Portavoz»). Grand Rapids: Editorial
Portavoz, 1994.
Blaikie, William G. The Book of Joshua. Nueva York: A.C.
Armstrong and Son, 1893.
* Blair, Hugh J. <<1osué», en Nuevo comentario bíblico. El Paso:
Casa Bautista de Publicaciones, 1977.
* Douglas, J.D., ed. Nuevo diccionario bíblico. Buenos Aires:
Ediciones Certeza, 1991.
Geden, A.S. «1oshua» y «The Book of Joshua», en Intemational
Standard Bible Encyclopaedia, tomo m. Grand Rapids: Wm.
B. Eerdmans Publishing Co., 1952.
* Henry, Matthew y Lacueva, Francisco. Comentario exegético
devocional de toda la Biblia, tomo VI, Josué-2 Samuel.
Terrassa: Editorial CLlE, 1989. Excelente material
devocional.
* Jamieson, Robert, Fausset, A.R. y Brown, David. Comentario
exegético y explicativo de la Biblia, tomo 1. El Paso: Casa
Bautista de Publicaciones, 1958.
Keil, C.F., y Delitzsch, F. Joshua, Judges, Ruth. Grand Rapids:
Wm. B. Eerdmans Publishing Co., reimpreso en 1950.
* Manley, G.T., ed. Nuevo auxiliar bíblico. Terrassa: Editorial
CLIE, 1987. Para conocimiento del trasfondo de Josué.
* Píeiffer, Charles F., ed. Comentario bíblico Moody: Antiguo
Testamento. Grand Rapids: Editorial Portavoz, 1993.
Phillip Schaff, ed., Lange's Commentary on the Holy Scriptures,
tomo 2. «Joshua». Grand Rapids: Zondervan Publishing House,
s.f.
Pink, Arthur W. Gleanings in Joshua. Chicago: Moody Press,
1964.
*Rea, John. <<1osué», en Charles F. Píeiffer, ed., Comentario
btblico Moody: Antiguo Testamento. Grand Rapids: Editorial
Portavoz, 1993. Un breve pero excelente comentario.
*Redpath, Alan. Viviendo la vida cristiana victoriosa. Chicago:
Editorial Moody, s.f. Excelentes mensajes devocionales sobre
puntos sobresalientes en Josué.
*Schultz, Samuel J. Habla el Antiguo Testamento. Grand Rapids:
Editorial Portavoz, 1976. Un completo examen de la historia y
la literatura del Antiguo Testamento.
Unger, Merrill F. Introductory Guide to the Old Testament. Grand
Rapids: Zondervan Publishing Co., 1951. Material introductorio.
* _ _ Manual bíblico de Unger. Grand Rapids: Editorial
o

Portavoz, 1987.
* _ _ Nuevo manual bíblico de Unger. Grand Rapids: Editorial
o

Portavoz, 1987.
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Comentario Bíblico Portavoz
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gráficos, bosquejos, notas al pie de página y una
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IRVING L. JENSEN es profesor y director del Departamen-


to de Biblia del Bryan College. Es egresado del Wagner
College (B.A.), Biblical Seminary (S.T.B.) y Northwestern
Theological Seminary (Th.D.). Es autor de numerosos
libros, entre los cuales están Números, Josué, Prover-
bios y Jeremías y Lamentaciones, todos de la serie
«Comentario Bíblico Portavoz».

ISBN 0-8254-1353-2

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JENS 0

Comentario I
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