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CAPÍTULO QUINTO

La Teoría en Política Comparada

SUMARIO

INTRODUCCIÓN
LA TEORÍA EN POLÍTICA COMPARADA
LA TEORÍA SEGÚN LOS NIVELES DE EXPLICACIÓN
LA TEORÍA SEGÚN LA DICOTOMÍA ESTADO/SOCIEDAD

INTRODUCCIÓN
La comprensión científica de la realidad que nos rodea resulta ser un tipo concreto de
conocimiento; sólo que, desde al menos el siglo xvm a la actualidad, sí que podemos
afirmar sin margen de error, que resulta ser el tipo de conocimiento más sólido y con-
vincente para la humanidad, en virtud de que sus logros y aplicaciones, le han facilitado
un nivel de progreso sin precedentes. Más que ningún otro sistema de acumulación y
aplicación del conocimiento, la ciencia se caracteriza por su método, quien avala el
resultado.
El trabajo científico se define fundamentalmente por la adopción de un método
como ya vimos; de forma que con independencia de sus resultados, que pueden ser o
no compartidos por los demás, su método universal permite comunicar y por tanto,
comprender las distintas contribuciones dentro de la cadena científica. Se trata pues de
operaciones sistemáticas de búsqueda, al margen de los objetos de estudio y los resul-
tados de la investigación.
El conocimiento científico, y a pesar de la genialidad de algunos nombres, no se
caracteriza por un individualismo brillante, como ocurre por ejemplo en la expresión
artística, sino por distintas y sucesivas aportaciones que van ligando unos descubri-
mientos con otros, originando una cadena donde cada eslabón resulta tan pequeño como
imprescindible. Esta interconexión entre las más remotas piezas de la comunidad cien-
tífica, sí caracteriza el potencial acumulador de sus conclusiones y los débitos continuos
que unos científicos adquieren con otros, incluyendo tanto aciertos como errores.
La importancia del método es definitiva en nuestro trabajo. El recorrido de ese
camino se llama realizar una investigación, y su objetivo fundamental es saber algo que
se desconoce hasta ese momento. En el capítulo anterior ya se describieron los distintos
pasos que han de darse, ahora se ha de situar el punto de partida.
Como ya se apuntó, se arranca con la necesidad de conocer algo que se desconoce,
y obviamente el investigador no parte de la nada, se ha de servir de su curiosidad y el

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94 Política Comparada

acervo acumulado por sus antecesores. La combinación de ambos elementos produce la


«ocurrencia», como diría M. Weber (1972: 193), es decir aquella suposición que en
virtud de lo que uno ya sabe, imagina que puede ocurrir en la realidad; a partir de ese
momento se inicia la investigación a través de la teoría.
Pero conviene hacer una distinción operativa desde el principio. Lo que denomina-
remos Teoría con mayúscula y teoría con minúscula. La primera identifica los paradig-
mas explicativos generales en que se insertan los trabajos particulares, y por tanto hace
mención a las escuelas o doctrinas que agrupan distintos trabajos de la materia, expli-
cados según su enfoque. La segunda se refiere al armazón que en torno al objeto de
análisis específico, construye el investigador para que le guíe a lo largo del proceso; se
trata, pues de uno de los pasos iniciales dentro del diseño de una investigación, proceso
descrito en el capítulo anterior.
La relación existente entre la Teoría y la teoría es importante de describir. Gene-
ralmente las grandes teorías prestan al investigador un auxilio considerable al propor-
cionarle cobijo entre sus supuestos y los conocimientos acumulados sucesivamente por
sus cultivadores. Allí acude el investigador, sabiendo que gracias a aquellos mimbres
puede abordar con garantía su objetivo. La teoría es una construcción propia y concreta,
a través del ensamblaje de las distintas piezas en torno a su objeto de investigación. Ese
constructo abstracto sirve al investigador para echar a andar el camino; será su brújula.
La Teoría se asemeja más a los planisferios que se exhiben en las bibliotecas o se
guardan en el macuto. De todos modos, ambas teorías están relacionadas, al acometer
funciones similares. La teoría será una imagen pequeña, pero precisa, de la Teoría más
amplia pero a la vez, menos concreta. Aunque en definitiva se aproximarán bastante.
La Teoría habrá servido -y lo seguirá haciendo desde la distancia- de orientación al
investigador en sus primeras reflexiones. La teoría lo ayudará a comenzar, a avanzar,
y a concluir con el mayor éxito posible. Después ese trabajo se ordenará entre los re-
sultados de la Teoría.
Indudablemente, pues, la Teoría y la teoría adquieren una enorme importancia en
el proceso de investigación. Pero ello no implica una sacralización tan indebida como
perjudicial. Aquella frase tan conocida que sostiene que: si la realidad no se ajusta a
la teoría, peor para la realidad, es lógicamente absurda. Conocer la realidad, aunque
no nos guste lo que concluyamos es el objetivo del conocimiento científico, no de otros.
Esto muestra fundamentalmente, que la teoría está para ayudarnos, pero cuando deja de
hacerlo, se invalida su función, y se hace necesario cambiarla por otra. La operación hay
que hacerla sin remedio. Una teoría y unas Teorías que no nos sirven como tales, son
inoperantes y hay que sustituirlas. Incluso para llegar a esta conclusión han sido nece-
sarias; tienen una vida útil, y después han de ser renovadas. Ése es su cometido, y no
para cargar con ellas el resto de nuestras vidas investigadoras. Otra cuestión vital con
respecto a las teorías, es señalar que no están ahí para encontrarlas, o para descubrirlas
como si se tratase de un acertijo, o bien, de un nuevo continente. Son armazones com-
puestos de proposiciones que se montan y se desmontan para ser utilizados como más
arriba se indicó.
«Las teorías cambian por dos razones relacionadas: el mundo que pretenden descri-
bir se ha transformado o las hipótesis y predicciones que genera una posición teórica
no pueden justificarse mediante la investigación empírica, lo cual suscita las críticas de
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sus oponentes o, cada vez más, las de sus partidarios y, en consecuencia, conduce a una
transformación sustancial de la teoría.» (Marsh, 1997: 278)

LA TEORÍA EN POLÍTICA COMPARADA

Cómo ya se ha explicado más arriba, la Teoría identifica los grandes cuerpos explica-
tivos o paradigmas, que la función acumulativa de la ciencia proporciona. No todos los
paradigmas tienen la misma amplitud explicativa, por lo que éste sería un criterio de
distinción a la hora de clasificarlos. Otra posibilidad para la agrupación de Teorías a la
que suele acudirse es el establecimiento de una dicotomía, sobre la que giren. La uti-
lización dicotómica como criterio de ordenación suele ser bastante utilizado, véase por
ejemplo el trabajo de R. Chilcote (2000), pero es evidente que la articulada entre el
Estado y la Sociedad es la que resulta más clarificadora para nosotros, habida cuenta
de la importancia nuclear de ambos conceptos, como quedó explicado tanto en el Ca-
pítulo Segundo como en el Tercero.
A diferencia de las llamadas ciencias de la naturaleza, las ciencias sociales, ocupa-
das en buscar explicación a los fenómenos que emanan de la sociedad, se encuentran
en una situación distinta, aunque tradicionalmente la supeditación a su trayectoria haya
sido dominante. Las ciencias humanas han ido a la zaga de los vericuetos metodológi-
cos de las ciencias físicas, encontrándose, la mayoría de las veces, y precisamente por
ello, con problemas irresolubles. Muchas veces estas cuestiones se han de circunvalar,
reconociendo la especificidad de los objetos de conocimiento, que merecen tratamien-
tos distintos .
En términos más concretos, y en el marco de la reflexión teórica, se constata, cómo,
frente a la firmeza en el asentamiento de la Teoría, con mayúsculas, de las ciencias
físicas , ésta escasea en el ámbito de las ciencias sociales y humanas . En este caso, es
más correcto hablar de convivencia de distintos paradigmas, compitiendo a la hora de
hacer valer sus presupuestos.
Un paradigma puede definirse como una perspectiva sobre el mundo que defiende
una comunidad científica, es decir, un conjunto de creencias y compromisos conceptua-
les, teóricos y metodológicos (R. Chilcote, 2000: 31). En otras palabras, significa tanto
una teoría en sentido amplio y la visión de la realidad que es objeto de esa teoría, y qué
se obtiene con ella, así como los problemas de investigación que son legítimamente
planteables en ese marco y las soluciones aceptables (M.T. González de la Fe, 1998:
555).
Al unísono, con las ciencias sociales, en torno a las que está agrupada, la ciencia
política, y su línea de investigación, la Política Comparada, comparten la ausencia de
una única Teoría explicativa. La variedad de fenómenos que observa y estudia, a lo
largo de muy distintos parajes geográficos, y en múltiples momentos históricos, compli-
can enormemente una unidad de criterios. Como reflejo ineludible de la versátil realidad
política del mundo, la Política Comparada se debate entre varios enfoques teóricos más
o menos dominantes, con los que orienta sus pesquisas, evalúa sus datos y ordena sus
conclusiones. Como ya se apuntó en el epígrafe precedente, usando las Teorías se com-
prueba su validez y operatividad. Si se examinan las distintas Teorías políticas que han
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influido sobre la Política Comparada, se comprueba cómo esos paradigmas cambian


según las respuestas que se van proporcionando ante los nuevos e incansables retos que
ofrece la realidad. Quizá pueda parecer que se peca de optimismo, pero todo ello ha de
considerarse más como una ventaja que como un inconveniente. Además hay que tener
en cuenta que si la ciencia política se caracteriza por algo es por su vocación de síntesis
tras la exploración de una pluralidad de puntos de vista, por lo que sus conclusiones han
de estar siempre más cerca de la aglutinación que de la opción única.
En aras de una presentación sistemática de los distintos enfoques que arropan a la
Política Comparada, aquéllos se agrupan bajo dos rótulos en función de dos criterios
distintos: a) los niveles de explicación, y b) la dicotomía Estado/Sociedad.

La Teoría según los niveles de explicación

No todas las teorías persiguen el mismo nivel explicativo; por eso mismo, se va a uti-
lizar este criterio distintivo a la hora de exponerlas, siguiendo a B. G. Peters (1998),
quien las ordena dentro de la clásica clasificación de macro, meso y micro, según sea
el alcance explicativo de cada uno de ellos. Cada nivel supone ventajas e inconvenien-
tes, siguiendo dentro de la línea argumental del epígrafe anterior, por lo que estas
operaciones en principio insatisfactorias, hay que asimilarlas como parte integrante del
complejo proceso de búsqueda del conocimiento. Todas estas circunstancias acaban
imponiendo la mejor costumbre de combinar las distintas teorías en busca de la expli-
cación más satisfactoria, en vez de excluirse las unas a las otrás.
Las macroteorías comparten con las micro casi los mismos problemas, aunque justo
al revés. Mientras las primeras no obtienen explicación convincente de cuestiones como
el comportamiento individual, las segundas resultan incapaces de abordar lo propio con
respecto a los grandes conjuntos políticos. Las teorías de alcance medio tienen a su vez
la dificultad de mediar entre ambas: o sea incardinar adecuadamente al actor individual
dentro del sistema.

a) Las macroteorías

En este apartado se citan aquellos paradigmas que buscan explicaciones más amplias 1•
Cómo ya se comentó en los capítulos anteriores, al fijarse por regla general el alcance
de la Política Comparada en la compresión de la política en su conjunto (politics, policy
y polity) y el funcionamiento de los sistemas políticos, nuestra disciplina trabaja fun-
damentalmente con este tipo de teorías. Dentro del apartado se ha de citar a la teoría
general de sistemas, y al estructural-funcionalismo . Si bien es cierto que tras una pri-

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El marxismo ha sido siempre considerado como una macro teoría, por su afán explicativo general.
Sin embargo, no está incluido en este momento en este apartado, porque precisamente al desaparecer o
bien al evolucionar sus formas políticas, parece claro que su capacidad explicativa ha quedado muy limi-
tada, encuadrándose sobre todo en el ámbito ideológico. Incluso sus herramientas terminológicas están en
claro desuso por los investigadores polito lógicos.
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mera etapa de auge, han sufrido importantes críticas, también lo es el hecho de que
siguen siendo útiles y aprovechables.

La teoría general de sistemas

Movida por un afán universalista, la teoría general de sistemas pretende ser válida para
todos los campos de conocimiento. Proviene de la biología, y concretamente del estudio
de los sistemas abiertos. Su aportación consiste, en consonancia con su denominación,
en enarbolar la noción de sistema como principal postulado, en el sentido de la existen-
cia de un conjunto de elementos que al relacionarse entre sí, componen un resultado,
ya distinto de las partes por separado. Los sistemas son entidades relativamente perma-
nentes que operan dentro de otros. Los elementos que los componen resultan ser varia-
bles interdependientes, susceptibles de identificación y de medición (Mitchell, 1974:
722). Todo sistema dispone de unos límites que lo separan de su entorno; por eso es
importante tener en cuenta la inserción de dicho sistema dentro de un ambiente con el
que interactúa. La compleja noción de sistema implica la existencia de subsistemas
operantes dentro del conjunto mayor, pero cuya observación y análisis aporta informa-
ción necesaria para conocer el funcionamiento del conjunto.
David Easton es el principal introductor del paradigma sistémico en el ámbito de
la ciencia política, y por ende de la Política Comparada. El afán por ser capaces
de observar y comprender el funcionamiento de las distintas organizaciones políticas
que en el mundo han sido, y son, - perspectiva temporal y espacial-, supuso la acep-
tación de la teoría general de sistemas, por su vocación universalista, y por ser portado-
ra de un esquema de análisis que permitía, gracias a la premisa del isomorfismo el estu-
dio de todas aquéllas. Por eso, se convirtió en un paradigma imprescindible en el cultivo
de la Política Comparada en concreto. Recuerdese lo explicado en el Capítulo Tercero.
Bajo la premisa de que sí era posible aislar el sistema político del resto de los
sistemas sociales, arraigó el modelo de análisis. Todo sistema dispone de unos límites
concretos que lo separan de su entorno a la vez que tiende a mantenerse, merced a un
estado de equilibrio, mediante la concurrencia de distintos procesos que lo nivelan
constantemente.
Los sistemas políticos tienen encomendada como función principal, la selección de
los fines colectivos de la sociedad, movilizando los recursos precisos y adoptando las
decisiones necesarias (Mitchell, 1974: 722).
La adopción del esquema sistémico permite afrontar los problemas de investigación
empírica o incluso cuantitativamente, de modo que los analistas se proponen medir
inputs y outputs, de forma que sea posible hacer comparaciones entre los sistemas
políticos de todo el mundo.
A pesar de las críticas llovidas sobre la teoría general de sistemas, tras su apogeo,
es justo reconocer que su contribución ha sido importante tanto por su loable intento de
proporcionar una panorámica general de la vida política, como por su explicación sobre
la dependencia del entorno de cualquier sistema operativo dentro de la sociedad; aun a
pesar de esta circunstancia, también sirvió para reconocer autonomía en la toma de
decisiones del sistema político, que afectaba a su realidad interna, y señaló la impor-
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tancia del feedback, para observar en su debido modo las repercusiones de las decisio-
nes políticas sobre los administrados.

El estructural-funcionalismo

Su procedencia radica en la antropología, y de ahí pasa a la sociología, y a la sociología


política en concreto, constituyendo un enfoque muy ligado al anterior, al compartir una
parte importante de sus postulados de partida. Entre éstos destaca la convicción en que
toda realidad social está compuesta de dos elementos analíticamente diferenciables: el
todo y las partes, como ocurre en el enfoque sistémico. Como el conjunto se encuentra
en movimiento permanente, «la razón de ser de las partes consiste en los cometidos que
realizan, esto es, las funciones, en el conjunto de actividades del sistema» (Cotarelo,
1988: 23). En definitiva, las funciones contribuyen al mantenimiento del sistema.
Esta circunstancia está vinculada a la idea de equilibrio, lo que asegura su supervi-
vencia.
El apoyo pues, entre la teoría general de sistemas y el estructural-funcionalismo
permite abordar la observación y la explicación de los fenómenos políticos dentro de
los grandes sistemas, equiparables a las grandes naciones-estados, aportando un esque-
ma de trabajo lo suficientemente genérico y abstracto para alcanzar cualquier caso tanto
en el tiempo como en el espacio. Sus aportaciones permiten abandonar el frío descrip-
tivismo previo y el localismo exagerado.
Entre las críticas sobrevenidas sobre el estructural-funcionalismo, hay que recordar
la acusación sobre su divorcio de la realidad, debido a su nivel de abstracción; o bien
la etiqueta de conservador que algunos han colgado sobre el enfoque por el quietismo
que resulta de una concepción estática de un sistema en funcionamiento de naturaleza
mecánica. Sin embargo en este punto, hay que mencionar cómo esta corriente metodo-
lógica alimentó los conceptos de desarrollo y modernización, lo que supone en defini-
tiva, cambio. Precisamente apoyándose en ésta última idea, su contribución se ha revi-
talizado a lo largo de las dos décadas postreras del siglo xx, con la preocupación
académica en torno a las transiciones y los procesos de cambio político en un impor-
tante número de sistemas políticos y distintas zonas del planeta.
Con la utilización de los dos macroenfoques mencionados se ha observado, descrito
y explicado el funcionamiento de los distintos sistemas políticos correspondientes a los

Funciones y Estructuras

Funciones Estructuras

Observación Selección Agrupaciones (sociales y económicas)


Combinación (incorporación) Partidos
Conversión General y normas (creación de reglas) Asambleas y consejos
Decisiones particulares (aplicación de reglas) Ejecutivo, burocracias
Particular y normas (adjudicación) Poder judicial
Fuente: J. Blondel: Introducción al estudio comparado de los gobiernos, Madrid, Revista de Occidente,
pág. 42.
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marcos del Estado-Nación, así como los sistemas políticos supranacionales como por
ejemplo, la Unió Europea. También ha demostrado su utilidad para el estudio de los
sistemas de partidos, fenómenos explicativos de la mayor o menor fragmentación de las
sociedades políticas, así como el fecundo campo del análisis de las políticas públicas.
La debilidad fundamental de los dos casos mencionados en el apartado macro, es
la imposibilidad de explicar con éxito y precisión los comportamientos individuales de
los actores políticos -el problema de la rectificación (Peters, 1998: 116)-, pero como
ya se dijo al principio, la totalidad explicativa a través de un solo prisma es imposible,
y por ello, el investigador ha de recorrer distintos caminos. Aun así, es innegable su
preciada contribución aunque sólo fuese, de un utillaje y de un lenguaje con el que
muchos estudiosos han aprendido y han enseñado Política Comparada.

b) Las mesoteorías

Como es fácil deducir, en este apartado quedan situadas aquellas teorías que a diferen-
cia de la globalidad de las anteriores, persiguen un alcance más limitado. También son
llamadas de alcance medio, por abarcar ámbitos explicativos que se sitúan entre las ya
señaladas y las micro. Para algunos autores, estas teorías son muy útiles en el campo
de la Política Comparada, ya que a través de su desarrollo se puede luego construir los
distintos bloques que sirven de base a la articulación de las macroteorías.
Son teorías que quizá sólo tengan en común la cuestión de su alcance intermedio,
ya que por su propia naturaleza, presentan puntos divergentes entre sí, sobre todo si se
busca un criterio de clasificación común. Así pues, unas se identifican en función de
áreas geográficas, otras sin embargo por dedicarse a un objeto de estudio específico.

Los estudios de áreas

Este apartado hace referencia a los distintos enfoques que intentan explicar los fenóme-
nos políticos por áreas geográficas en que se puede dividir el mundo. Su objetivo y su
intención consisten en tratar los procesos políticos localizados en su entorno geográfico,
y darles así una explicación en función de la idiosincrasia y las características que acom-
pañan a aquéllos según las latitudes.
Sin duda alguna, los estudios referentes a los asuntos políticos europeos son el grupo
más desarrollado, como es lógico en función de la idea ya comentada de la enorme
influencia de la realidad política sobre los estudios científicos. De forma extensiva, se
podría hablar en este apartado de la conocida expresión las democracias occidentales,
que no corresponden exactamente con el mapa de Europa -inclusión de Japón, Cana-
dá, Australia, Nueva Zelanda e Israel, entre otros-, pero que hace mención a un en-
torno geográfico donde la democracia se encuentra más consolidada y corresponde
además a sociedades de semejante nivel de avance socioeconómico. Dentro del grupo,
pero especiales por su propia envergadura están los estudios concretos sobre el sistema
político de los Estados Unidos, quienes de por sí constituyen un universo propio. Ade-
más de los apartados ya mencionados, y por su proximidad, hay que mencionar en este
100 Política Comparada

Mapa de los estudios de áreas

DEMOCRACIAS OCCIDENTALES

~ (EUROPA, CANADÁ, JAPÓN ,


ISRAEL, AUSTRALIA)

~- ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA

D. AMÉRICA LATINA

m MAGREB

m ÁFRICA SUBSAHARIANA

m EUROPA E:ENTRAL, ORIENTAL


PAÍSES EX-COMUNISTAS

m
SUDESTE ASIÁTICO
(INDIA, CHINA, COREA DEL SUR,
FILIPINAS)

PAÍSES POCO TRATADOS POR


D LOS ESTUDIOS COMPARADOS
102 Política Comparada

punto, un campo en expansión en los últimos tiempos que es el que corresponde a la


Unión Europea, al representar la construcción de una entidad supranacional de enorme
importancia en el mundo, y además poder ser observada como un sistema político único.
Los estudios en torno al desarrollo político y la democratización de otras áreas del
mundo, como ocurre con Africa, Asia o América Latina, también se incluyen en este
apartado. Al tratarse de sistemas políticos que evolucionan hacia la democracia, muchas
de estas teorías están vinculadas a la especificidad de unas líneas concretas de inves-
tigación: las teorías en torno a los procesos de transición a la democracia; de este modo
se han enriquecido en los últimos tiempos los estudios de áreas al compaginar el análisis
de dichos procesos en distintos lugares: casos de Europa del sur -durante la década de
los setenta-, América Latina, -años ochenta- y Europa central y oriental -como
la zona del continente que más tardíamente se ha incorporado a la democracia.
Hoy en día se pueden incluso detallar los estudios de área dividiendo los continen-
tes. Su amplitud y la complejidad que introduce la regionalización, influyen sobrema-
nera en el cultivo de áreas específicas detalladas más allá de las grandes magnitudes
geográficas. El área latinoamericana permite la idenficación del escenario centroame-
ricano y del sudamericano cuanto menos. Así pues, la quiebra del comunismo o su
evolución, no sólo ha afectado a Europa, como ya se señaló, sino a otras zonas, como
las repúblicas del centro de Asia, o la propia China. La combinación entre desarrollo
económico y régimen autoritario, y la evolución de sistemas políticos superpoblados
hacia modelos más convencionales han despertado curiosidad por la forma de hacer
política en el Sudeste Asiático -los cuatro dragones-. La enorme extensión de África
implica que su comprensión política haya de desdoblarse junto al estudio más tradicio-
nal de la realidad del subcontinente indio (véase el mapa donde aparecen señaladas con
contornos diferenciados aunque muy generales las distintas áreas): los estudios sobre el
Magreb, y el África subsahariana resultan tan distintos como necesarios.

El estudio de instituciones

Entendiendo por institución su sentido más amplio, se agrupan aquí las Teorías que
intentan explicarse a través de la observación y el análisis de aquélla: partidos, grupos
de presión, parlamentos, ejecutivos, etc ... Sus ventajas para la Política Comparada son
innegables, pues surten de material y acopio de datos para futuras comparaciones, y
explicaciones de mayor alcance. Además de haber supuesto durante mucho tiempo el
principal objeto de estudio en el que se volcó nuestra disciplina.
Como no puede ser de otra manera, se trata del enfoque que se conoce con el nom-
bre de institucionalismo. Sin embargo, poco se puede recoger en la ya abundante biblio-
grafía sobre teoría y método en ciencia política, sobre los presupuestos del citado en-
foque, ya que como explica Rhodes (1997: 53), pese a haber constituido la corriente
dominante en elanálisis político, sus cultivadores han obviado escribir detenidamente
sobre ella, al no preocuparles demasiado la metodología.
La contribución del institucionalismo ha sido extensa e intensa, y se ha centrado en
la descripción de las distintas instituciones que configuran el universo político. Cómo
claramente expresa Rhodes ha sido más un tema de estudio que una teoría o un método.
La Teoría en Política Comparada 103

Siempre ha resultado un punto de partida excelente, como el medio preciso para cono-
cer de qué se estaba tratando. Tanto es así, que aunque el avance de la Política Com-
parada suponga la contemplación de este enfoque como un clásico, cuando no, de tra-
dicional o atrasado, lo cierto es que el débito que hay contraído con el institucionalismo
debe quedar como mínimo, manifiesto.
El institucionalismo clásico asienta sus principales postulados en el convencimiento
de que «las reglas y los procedimientos legales actúan como variable independiente
fundamental, y el funcionamiento de las democracias como la variable dependiente».
Así pues, «las normas dictan el comportamiento» (Rhodes, 1997: 57).
En definitiva, «el institucionalismo es un objeto de estudio que se ocupa de las
reglas, procedimientos y organizaciones formales del gobierno, que utiliza el utillaje del
jurista como del historiador para explicar los condicionantes que hay sobre el compor-
tamiento político y sobre la eficacia de la democracia» (Rhodes, 1997: 58).
Su método de trabajo consiste en describir pormenorizadamente su objeto de estu-
dio , a través de un tratamiento inductivo, extrayendo sus datos de las fuentes propias
del derecho público y de las organizaciones formales. Así mismo los viejos institucio-
nalistas utilizan un método de observación histórica que les lleva a comparaciones
implícitas, o incluso explícitas.
Las críticas que se han vertido sobre este enfoque han sido copiosas. Por destacar
las más sobresalientes, está la de D. Easton, ya mencionado en el apartado anterior por
su contribución metodológica. Su resistencia a la teoría con mayúsculas, ante su intento
de encontrar un marco conceptual amplio, le llevó a criticar el alcance de las explica-
ciones que se conseguían a través de este método clásico. Según su criterio, el excesivo
formalismo de éste, impedía la toma en consideración de variables relevantes -el poder
o las políticas públicas- que se desconocían. Hoy día se puede constatar cómo críticas
más mesuradas llaman la atención sobre aquello que sí merece la pena conservar del
viejo camino, apuntando la posibilidad cierta de afrontar el estudio de las instituciones
desde un punto de vista científico (Rhodes, 1997: 60). Lo que se precisa es que las
premisas implícitas se articulen en una teoría explícita.
Lo cierto es que por muchas críticas que haya de soportar, el institucionalismo sigue
presente por su tarea fundamental de proporcionar la base de muchos otros trabajos en
la Política Comparada. Además, en momentos históricos donde una gran cantidad de
países está inmersa en procesos de cambio político, el estudio descriptivo de las insti-
tuciones jamás estará de más.
La fuerte raigambre del institucionalismo ha propiciado con el tiempo, el desarrollo
de distintas ramas ; entre éstas cabe destacar: el constitucionalismo, la ciencia de la
administración y el nuevo institucionalismo.
El constitucionalismo ha tenido un amplio desarrollo partiendo de los estudios ju-
rídicos, donde como es lógico, impera; aún así, la Política Comparada también se ha
surtido en numerosas ocasiones de sus aportaciones. El análisis de la Constitución en
su conjunto, o a través del desmenuzamiento de sus instituciones sigue siendo una pieza
clave para saber más sobre los fenómenos políticos. Su método de aproximación for-
mal-legal ha sido también su fundamental foco de críticas al acusarlo de perder con él
importantes perspectivas que no se contemplan de aquel modo. Evidentemente, para los
cultivadores de la Política Comparada, al igual que se ha observado en los términos
104 Política Comparada

generales expresados para el enfoque, sus aportaciones resultan un buen punto de par-
tida.
La ciencia de la administración aplica, como subárea de la ciencia política, el método
descriptivo y formal, propio del institucionalismo al estudio específico de las organiza-
ciones públicas, y de los recursos humanos que la sirven, es decir de la burocracia
pública. Con lo que las críticas que soporta, provienen de la misma línea argumental que
las anteriormente mencionadas. Los grandes temas de su preocupación son: la burocra-
cia, su papel político, así como sus estructuras jerárquicas, o bien el diseño, la puesta
en práctica y la evaluación de las políticas públicas.
El nuevo institucionalismo es considerado tanto como una rama más del desarrollo
del viejo tronco, como un nuevo impulso ofrecido al método tradicional. En definitiva,
la prédica del neoinstitucionalismo, arranca de un lamento y una primera revisión en
torno a porqué la ciencia política de las últimas décadas ha dado de lado al estudio de
las instituciones; se trata de un nuevo interés por el estudio de las instituciones, pero
aprovechando la aportación tanto crítica como metodológica de los nuevos tiempos
-análisis «sociológico» y teoría de la elección racional-; lo que supone un redescu-
brimiento de las instituciones, vistas como «una fuente de regularidades empíricas, son
las reglas del juego, las formas adoptadas para tomar las decisiones» (Colomer, 1995:
10); por tanto, reclama una vuelta a dicha preocupación, aunque insuflándole una óptica
distinta, planteándose las instituciones como entes más autónomos, y con más iniciativa
y repercusión en el proceso político, y en definitiva más relevantes dentro del análisis
político.

e) Las microteor[as

A diferencia de las anteriores, bajo este apartado se agrupan aquellas teorías que sitúan
su alcance en el nivel más pequeño; en definitiva, sitúan al individuo como objeto de
estudio. Esta opción puede conseguir un nivel óptimo de explicación por un lado, pero
adolece como es lógico, de explicación satisfactoria de actores e instituciones. A pesar
de que su contribución no puede ser desdeñable, hay que reconocer que no es el alcance
más habitual y propio en el ámbito de la Política Comparada.
Dentro de ellas, se ha de destacar: el conductismo, que como su nombre indica,
focaliza su objeto de estudio en el comportamiento individual o de un agregado social.
Llegado desde la psicología, tuvo su período de auge en torno a los años sesenta del
siglo pasado, enarbolando la bandera del empirismo y el cuantitativismo, y a diferencia
del enfoque institucionalista, los conductistas afirman con tesón la necesidad de la teo-
ría con el fin de buscar explicaciones y obtener un marco de referencia continuo en las
investigaciones. Su presupuesto básico consiste en la idea de que todos los actos de los
seres vivos constituyen respuestas a algún tipo de estímulo. Por todo ello, es posible
llegar a predecir los comportamientos.
Dentro del paradigma conductista sobresalen los siguientes elementos: a) las regu-
laridades -la uniformización de comportamientos lleva a posibles generalizaciones-;
b) la verificación empírica de los enunciados: todas éstas han de ser comprobables; e)
técnicas cuantitativas para la medición lo más exacta que se pueda; d) los enunciados
La Teoría en Política Comparada 105

científicos han de formularse en los términos de mayor cuantificación posible. e) la


posibilidad de relegar los valores en el acercamiento científico y f) la sistematización
entre teoría e investigación integrando un conjunto funcional (Cotarelo, 1988: 20 y 21).
Ha recibido importantes críticas, incisivas fundamentalmente en su intenso empi-
rismo como es lógico.
La aplicación del paradigma conductista ha contribuido a la exploración de impor-
tantes campos de análisis para la Holítica Comparada, como son los estudios sobre par-
ticipación política, comportamiento electoral, socialización y cultura política - llevan-
do a cabo el enunciado de importantes conceptos muy utilizados posteriormente.
El elitismo es otra corriente fructífera dentro de las microteorías, incluso con unos
primeros cultivadores a los que no se puede hurtar el apelativo de «clásicos». Al partir
de la idea de que la historia política es simplemente la de las elites que han sido, en-
fatiza la observación y el estudio de las minorías rectoras a fin de buscar explicación
satisfactoria a los fenómenos políticos. Desde las contribuciones clásicas -y por tanto,
muy determinantes y firmes a la hora de concebir a las elites como las únicas y autén-
ticas detentadoras del poder- de autores como V. Pareto; G. Mosca; R. Michels, y M.
Weber, hasta las más recientes, etiquetadas como del elitismo democrático de J. Schum-
peter -escenario en el que a pesar de la existencia de elecciones, los ciudadanos en
realidad, se han de contentar con la selección de elites referida a ese momento-, la
contribución de este enfoque busca ante todo el conocimiento exhaustivo de las elites,
de existencia inevitable y en definitiva directores de los procesos políticos a lo largo de
la Historia.
En la actualidad, el elitismo discurre a lo largo de distintas corrientes. Siguiendo a
M. Evans (1997: 244), se identifican los siguientes: a) los estudios de la red de poder
de la elite nacional, circunscrita a los Estados Unidos, donde destaca el análisis de C.
Wright Milis con su obra The power elite, donde se ponía de manifiesto la existencia
de un núcleo duro de poder asentado en redes, que supuso una de las críticas más fuertes
contra el enfoque pluralista; b) el poder de las corporaciones, subrayando las relaciones
privilegiadas entre las elites empresariales y las políticas, donde sobresale el nombre de
Charles Lindblom; e) el corporativismo y el neocorporativismo - como fórmula puesta
al día tras las críticas a su primera versión-. La acción de intermediación del Estado
para conciliar intereses encontrados entre distintos grupos es su principal carta de na-
turaleza. Su defensa ha supuesto una crítica tanto al modelo representativo liberal de
hacer política, como al socialista.
El elitismq resulta pues, un enfoque micro que ha sido utilizado para encontrar
respuestas a objetos de estudio político como las elites -reclutamiento, composición,
renovación, subcultura- , los fenómenos del liderazgo político y el escenario corpora-
tivista.
La teoría de la elección racional es otra representante micro que se utiliza en el
campo de la Política Comparada. Hunde sus raíces intelectuales en autores como Adam
Smith o Jeremy Bentham. Sus primeros cultivadores fueron , y siguen siendo, Jos eco-
nomistas, investigadores más familiarizados con la formalización y la aplicación cuan-
titativa. La puerta de entrada, gracias al ya clásico trabajo de A. Downs, Teoría econó-
mica de la democracia, fue el estudio del comportamiento electoral y la competición
partidista. A partir de presupuestos de juego estratégico, con sumas de beneficios y
106 Política Comparada

restas de costes en función de su interés personal, y adecuando los medios a los fines,
tal y como acredita el perfil de actor racional.
Su principal punto de mira se detiene en la adopción de decisiones, por lo que la
teoría se encuentra bien trabada en lo referente a su articulación en los siguientes pasos.
Uno, los sujetos de los actos políticos han de contar con toda la información -y
ésta ha de ser correcta- antes de tomar su decisión. Dos, los sujetos han de perseguir
ciertos objetivos y han de formularlos, tanto si se trata de actores individuales, o colec-
tivos, circunstancia ésta donde operan los criterios de los individuos que los representan
o gestionan -individualismo metodológico-. Tres, los sujetos han de encontrarse en
posesión de ciertos recursos o capacidades para la obtención de sus objetivos, que hagan
posible una verdadera elección, y cuatro, el sujeto ha de contar con una diversidad de
opciones para su decisión final; estas dos últimas circunstancias, circunscriben la teoría
de la elección racional a ámbitos democráticos, porque de no ser así no serían viables
(Cotarelo, 1988: 32 y 33).
El razonamiento impecable acaba chocando con la realidad, cuando se comprueba
que en bastantes ocasiones, el comportamiento humano no responde a aquel esquema.
Además, la teoría de la elección racional ha sufrido otras críticas desde distintos ángu-
los, que según el resumen de H. Ward (1997: 89), y entre otras, son las siguientes: la
crítica sociológica, según la cual la teoría de la elección racional restaría importancia
a la estructura social y en definitiva a las explicaciones globales; y la propia de la
ciencia política mayoritaria en el sentido de que parte de presupuestos inverosímiles y
falla en la predicción del modelo: los ciudadanos a veces se comportan políticamente
por motivos ideológicos, en el sentido de que actúan no necesariamente en función del
egoísmo que defiende el enfoque.
Su contribución, en alza dentro de la Política Comparada, ha contribuido fundamen-
talmente en el campo del estudio de la adopción de decisiones, arrojando luz sobre los
comportamientos electorales, los comportamientos decisionales de las elites, o las es-
trategias partidistas; y en su vinculación con el neoinstitucionalismo, ha abundado en
el estudio de las instituciones.

LA TEORÍA SEGÚN LA DICOTOMÍA ESTADO/SOCIEDAD

Ahora se entra en otra forma de clasificación en torno a las teorías que se emplean para
la investigación en Política Comparada. Se trata de una ordenación en función de otro
criterio, medio que posibilita la repetición de algunas de las ya descritas con anterio-
ridad.
Dicho criterio responde a la dicotomía Estado versus Sociedad; es decir implica la
separación en dos grupos de aquellas teorías que priman uno u otro concepto. Lo cierto
es que, y en ello se apoya con rotundidad esta elección, la dicotomía entre Estado y
Sociedad, corresponde a dos tomas de posición centrales con respecto a la naturaleza
de la política. Como premisa teórica, se parte de que cada una de las dos ópticas, con-
cede una importancia superior a su elección, y ello condiciona severamente la visión
con la que se trabaja. Lo que ocurre es que luego, en la aplicación práctica de estas
Teorías, nos encontramos también con serias dificultades si lo que se pretende es en-
La Teoría en Política Comparada 107

contrar entre ellas fronteras de trazo grueso; si nuestro objetivo es situar cada plantea-
miento en su lugar con la flexibilidad debida, la tarea sin dejar de ser difícil se adecua
más a un planteamiento metodológico múltiple como el que se viene señalando para la
Política Comparada.
Se comienza, de entrada, con aquellas teorías que conceden un papel protagonista
al Estado, por considerarlo como la principal fuente de explicación de los fenómenos
políticos. Fundamentalmente se trata de teorías que apuntan hacia el estudio de las
instituciones y de las ideas. Por ello, en este marco se incluirían el institucionalismo
y sus derivados, con la aplicación del enfoque descriptivo-formalista apoyado en el
derecho público; así como la ingente contribución de la filosofía política en la elabo-
ración de la teoría del estado moderno, en la que se ha apoyado firmemente la rea-
lidad política.
Una vez señaladas, lo que se puede calificar como Teorías del Estado más rotundas,
se citan las teorías que parten de la idea de que es la Sociedad la fuente primaria de toda
explicación, de manera tan meridiana como las anteriores, apoyándose de forma deci -
dida en la idea de que los intereses de los distintos individuos que componen el marco
social son los encargados de proporcionar las principales explicaciones. Como por ejem-
plo sería el conductismo, en su énfasis sobre los individuos que componen el cuerpo
social, y sus derivaciones más conocidas como los estudios sobre cultura y socializa-
ción política, los estudios electorales, y en general los estudios reivindicativos del papel
protagonista de la sociedad civil en la conformación de los sistemas políticos.
A partir de aquí, sin embargo, se relacionan las teorías mixtas que más arriba se
citaban.
El pluralismo constituye el primer ejemplo; se puede comenzar estableciendo que
es una Teoría volcada fundamentalmente a la Sociedad, y por tanto contiene una Teoría
del Estado poco desarrollada. El pluralismo considera al Estado como el escenario del
conflicto entre los distintos intereses en liza, entendiendo además la formulación de
políticas públicas como la respuesta de intermediación en ese campo de batalla. (M.
Smith, 1997: 219)
Uno de los rasgos más llamativos del pluralismo es la paradoja entre su déficit
teórico y su dominio como enfoque mayoritario en el cultivo de la ciencia política en
general y de la Política Comparada en particular. Como se desprende de su propia
denominación, el pluralismo tiene como premisa fundamental que dada la complejidad
de los sistemas políticos contemporáneos, ningún grupo, clase u organización puede
dominar la sociedad; como se puede comprobar parte del presupuesto opuesto al del
elitismo. La maraña de intereses en competición obliga al Estado a desempeñar un papel
de mediador social, más que de dueño de la situación. «El sistema en su conjunto se
mantiene por el consenso que define los límites de las acciones políticas y el marco de
los resultados que producen las políticas» (Smith, 1997: 221). La virtualidad del con-
senso es definitiva para esta concepción de la política.
Su metodología de investigación implica: a) no hay prejuicios sobre la distribución
del poder; b) es posible determinar empíricamente quién tiene y quién no tiene poder;
e) por su visión sobre la diversidad, ofrece unas mayores garantías de explicación sobre
los complejos sistemas políticos modernos frente a visiones más monolíticas -marxis-
mo o elitismo.
108 Política Comparada

En el apartado de críticas, y precisamente dirigidas desde las perspectivas antes


citadas, se pone de manifiesto cómo el poder no se haya tan disperso como el pluralismo
sostiene, sino que siempre hay colectivos privilegiados que juegan con ventaja, y que
precisamente por ello, los pluralistas no explican adecuadamente el hecho de que unos
grupos se las ingenian para excluir a otros en la toma de decisiones. Además, pasan por
alto la influencia que la ideología de los grupos ejerce sobre aquélla.
De manera conclusiva pues, hay que de decir que aunque el pluralismo no sólo no
hace gala de un cuerpo teórico fuerte; sino que además ni siquiera éste es único, también
es verdad que ofrece al investigador en Política Comparada un sendero provechoso para
el análisis político, que se ha materializado fundamentalmente en los estudios sobre el
funcionamiento de los sistemas democráticos y su articulación de intereses, así como
en el terreno de las políticas públicas.
Otra aportación dentro de este grupo, la representa el elitismo, que ya describimos
en el apartado anterior. Sólo pues añadir, en lo que compete directamente a su concep-
ción del Estado, que como parte de la existencia inevitable de las elites, quienes ocupan
los puestos dirigentes copando el aparato del Estado, se deduce cierta autonomía del
Estado respecto a la sociedad.
Dentro del apartado de las teorías del Estado, no puede faltar el marxismo. Aunque
para este enfoque, la estructura económica es la principal fuente de explicación social
y política, lo cierto es que el Estado es concebido como el mejor instrumento de domi-
nación de clase que afianza la desigualdad que proviene de su principal base explica-
tiva. Aun así nos encontramos con la páradoja de que el marxismo es un paradigma
apoyado en la Sociedad. Además, contamos con el inconveniente, en este caso en el que
se pretende desmenuzar el enfoque, de que además de pretender proporcionar un cono-
cimiento científico, es una ideología más, circunstancia que ha dificultado el estable-
cimiento de fronteras entre una cosa y otra -ciencia e ideología-, por lo que su uti-
lidad para la Política Comparada resulta reducida.
La ambición del marxismo consiste en ser una ciencia social de carácter histórico
-materialismo histórico-, fundamentada en una filosofía propia - materialismo dia -
léctico-. Y además debe ser considerada como una doctrina revolucionaria (Cotarelo,
1988: 38 y 39).
El marxismo ha surtido, durante bastantes años del finalizado siglo xx, no sólo de
un esquema teórico, sino a su vez, de un vocabulario familiar para los científicos so-
ciales: modo de producción -tipo ideal-, formación social-conformación concreta
dada en la realidad-, fuerza de trabajo o plusvalía, y que desde luego no se utilizan
actualmente en el ámbito de la Política Comparada.
El papel central que el marxismo concede al Estado, ha ido siendo matizado a lo
largo del tiempo, y como es lógico, según la influencia que determinados acontecimien-
tos han hecho pesar sobre dicha concepción. Los cambios, operados tanto dentro del
propio capitalismo, como el derrumbamiento de las propias sociedades comunistas, han
contribuido como no podía ser de otra manera a una flexibilización de presupuestos.
Así pues, por ejemplo el desarrollo del Estado del bienestar, con lo que ha supuesto
de nuevo planteamiento de la cuestión social, la difuminación de las clases sociales, y
la aparición de movimientos plurales como el ecologismo y el feminismo cobran inci-
dencia en la vieja concepción marxista. Hoy día por tanto, el marxismo ha evolucionado
La Teoría en Política Comparada 109

hacia una visión del Estado más adaptada a las circunstancias, y menos ligada al deter-
minismo economicista de los primeros tiempos.
Para terminar este apartado de teorías explicativas volcadas en el papel preeminente
del Estado, hay que citar la convergencia apreciada entre ellas. La cuestión nace al
comprobar la aproximación de posturas que se produce entre el pluralismo, el elitismo
y el marxismo con respecto a las iniciales.
El rechazo del economicismo (las relaciones entre lo político y lo económico son
contempladas más como contingentes que como causales), por parte del marxismo,
mientras que el pluralismo reconoce la concentración del poder en manos de algunos
grupos y para ellos el Estado ha cobrado una pujanza que al principio no tenía, por lo
que las estructuras políticas despiertan un mayor interés de estudio. Los elitistas igual-
mente, aun defendiendo la inevitabilidad de las elites, reconocen fisuras en sus rígidos
esquemas anteriores en torno a su categorización.
Siguiendo el análisis de Marsh (1997: 274 y ss.) la confluencia, y aun conservando
muchos puntos divergentes, puede señalarse en los siguientes puntos: a) el privilegio
estructural, en el sentido de que las tres posiciones aceptan que la competencia política
no se desarrolla en un escenario de igualdad de oportunidades; b) un limitado número
de causas estructurales sobre el privilegio; e) el reconocimiento del papel de la acción

Enfoques, niveles y objetos de estudio en Política Comparada

Denominación Nivel Objetos de estudio


Teoría General de Macro Sistemas políticos
Sistemas Sistemas de partidos
Políticas públicas

Estructural- Macro Sistemas políticos


Funcionalismo Políticas públicas

Estudios de áreas Meso Sistemas políticos vinculados a zonas


geográficas

Institucionalismo Meso Instituciones (políticas, formales, partidos,


grupos, burocracias)

Conductismo Micro Comportamiento político, electoral,


socialización y cultura políticas.

Elitismo Micro Elites, liderazgo, corporativismo

Elección racional Micro Comportamiento político

Partidos, instituciones
110 Política Comparada

individual, ya que los pluralistas han admitido un papel más sustantivo para las estruc-
turas políticas, los marxistas y los elitistas han convenido en la importancia de la ac-
tuación individual en los procesos políticos. d) La contingencia, habitual en el pluralis-
mo, ha empezado a tomar carta de naturaleza así mismo en el marxismo y en el elitismo:
e) una tendencia explicativa en torno a la primacía de la política, en el sentido que los
fenómenos políticos resultan de la lucha entre distintos intereses en juego por la adju-
dicación de recursos limitados; compruébese nuestra definición en el Capítulo Segundo.
f) el estatalismo en el sentido de que las tres corrientes reivindican, cada una a su manera
un interés mayor por el significado del papel del Estado en todo el marco explicativo
de los sistemas políticos; quizá ésta última línea de convergencia resulte la más impor-
tante y la que marca la pauta a la hora de manejar esta convergencia vital en el ámbito
de la Teoría del Estado.

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