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“Grabando…

Mi nombre es Charlotte Sanders y hace tiempo me enteré que tengo poderes. Sí, tal como lo dije,
tengo poderes, o sea, soy una gemini”.

Así empezaba un corto para las redes sociales una muchacha de cabello castaño, frente al espejo
observaba su rostro lleno de acné y con anteojos tan gruesos como el fondo de los vasos de cristal.
Con surte alguno de sus tres seguidores lo observaría y lo compartiría con el mundo.

“Grabando…

Hoy es el día, me enteré de todo el sábado, se supone que está prohibido que haga esto, pero lo
haré por ustedes, por mí… porque ya estoy harta y por fin puedo hacer algo al respecto. Así que
usé todos mis ahorros para comprar esto y que no pierdan ningún detalle.” Entonces mostró una
cámara go pro. “Ahora solo tienen que esperar un poco”.

Horas después.

“Grabando…

Ya… empezó el día, Jessica piensa que este año seguirá como los demás, que me humillará frente a
todos, que me insultará y me hará mil cosas… como esa vez que me cortaron el cabello o esa vez
que me rompieron el sujetador, o la vez que me vaciaron un bote de basura sobre la cabeza… yo…
me vengaré de ella y sus amiguitas.”

Charlotte se encontraba en el interior del baño de mujeres, poniendo la cámara go pro en un lugar
discreto y presionando el botón de grabar. De pronto se abría una de las puertas, dejando pasar a
una pelirroja alta y con minifalda, junto a una chica de coletas y otra con cabello enrulado. De
inmediato la adolescente se paró frente a ella.

- Gorda, vete ¿O no has entendido las reglas?


- Hoy se acaba esta mierda, hoy te voy a enseñar a tratar bien a los demás…
- Pero si los trato bien, por eso me quieren todos, incluso Rubén. Tú, por otra parte, no le
caes bien a nadie. Estás loca y debes irte, pero ni tú ni tus padres lo entienden, siempre
arruinas todo.

Charlotte, tal como había visto en los ánimes y algunas películas dio una zancada en dirección a
Jessica.

- ¡Cuchillas de energía! – Gritó, poco antes de que su puño impactara en el pecho de Jessica.

Mas este fue desviado por un movimiento ágil de la campeona de karate de la preparatoria. Su
agarre era tan fuerte que Charlotte se quedó inmovilizada.

- Gracias por darme una excusa, estúpida. – Le respondió, sonriendo.

Bastó un simple paso de Jessica para derribar a Charlotte.

- ¿Qué dijo? – Preguntó Martha, la de las coletas.


- Piensa que es una gemini. – Dijo entre risas Sally.
- Cierto, ya me parecía conocida ese nombrecito. Sí que estás enferma Charlie… bueno, te
salvaste de la paliza porque me hiciste reír. – Jessica se dirigió al lavabo. – Ahora vete
antes de que salga, ver tu rostro lleno de granos no es agradable, por eso nunca
conseguirás novio.

De rodillas, cabizbaja, Charlotte observaba sus manos, se suponía que así se activaban sus
poderes, se suponía que así era como lo hacían en los ánimes, incluso algunos geminis en la Arena
de Marte lo hacían así… ¿Por qué no había funcionado?

- ¡Cuchillas de energía! ¡Cuchillas de energía! – Gritaba.


- ¡Charlie, vete antes de que salga de aquí!
- ¡Cuchillas de energía!

Cuando la puerta de uno de los retretes se abrió, Charlotte observó con horror a la muchacha que
se acercó para darle una patada en el estómago, llevándola al suelo.

- ¡Enfermita! Estás teniendo un ataque… chicas ayúdenla, está teniendo uno de sus
colapsos.

Entre risas, las otras dos muchachas se acercaban para jalarla de cabellos, romper la costura de las
mangas de su blusa.

- No Charlotte, no tengas miedo, nosotras llamaremos al director. No tengas otro ataque


por favor.

Como tantas veces en el pasado, todo el mundo creería que solo era uno de los episodios de
pánico que de vez en cuando le daban. Sí, era la loca, la tonta, la que nunca pudo hacer amigos, la
fea, la solitaria, la paria. Pero tenía poderes ¡Se lo había dicho el tipo de traje del gobierno! ¿O
acaso realmente estaba loca y todo aquello había sido una alucinación? ¿Realmente había
descendido hasta ese punto?

“Mira a esas tres… son solo unas muchachas… tú tienes poder para destrozarlas.” Por primera vez
en su vida escuchó una voz en la cabeza… sí, finalmente se había vuelto demente.

“Tienes poder, pero no se liberará si no luchas por tu propia vida o con el odio… míralas ¿ No te
van a dañar si las sigues dejando? ¿Alguna vez pudiste detenerlas?”

- No… - Murmuró la muchacha.

“Entonces hazlo ahora, tu odio formará las cuchillas, ¡Que ellas sientan tu miedo, tu dolor!”

Apretó los dedos en dos puños, cerró los ojos con toda su fuerza y recordó todo lo que le habían
hecho, todo, absolutamente todo. Y entonces, al abrir sus ojos, se sorprendió con el calor
repentino de una luz azul que se extendía como agua fluyendo sobre su puño y extendiéndose
hacia adelante. Las otras tres muchachas se callaron de repente.

Había visto ese poder en videojuegos, en películas, en ánimes… bastó con pasar velozmente la
cuchilla de energía a través del tobillo de Sally. Cuando la muchacha trató de dar un paso atrás a
modo de reacción, pero su pierna se separó de su pie.
Los ojos de Martha se abrieron de par en par y un grito de susto no tardó en salir de ella,
minimizado por el grito de dolor y horror de Sally.

Algo se apoderaba de ella, era un latido, era un calor que iba y venía, un sabor dulce en la lengua y
un escalofrío que parecía levantar cada cabello de su nuca. Sí… era su momento, de alguna forma
se levantó en una fracción de segundos, Martha levantó las manos mientras retrocedía
lentamente. Merecía castigo.

- Todo fue culpa de Jessica, por favor, Charlie… Charlotte, no me hagas daño.
- ¿Cuántas veces les rogué que pararan? ¿Cuántas veces lloré por lo que me hicieron?
- … Te lo ruego…

A ritmo lento, Charlotte acercó su puño al vientre de la adolescente y sin previo aviso, con un
golpe suave, sus nudillos chocaron con el vientre de Martha. La cuchilla de energía abrió una boca
por la que comenzó a salir sangre profusamente.

- Vete al infierno… - Dijo la misma muchacha que hace menos de un minuto yacía derrotada
en el piso del baño.

Entonces Charlotte sintió un golpe tan poderoso en la cabeza que la derribó y de pasó la dejó
sorda del oído izquierdo. Luego de propinarle una patada como pocas, Jessica se dirigió a la puerta
del baño.

- Director Smith ¡Director Smith! ¡Auxilio! ¡Quien sea!

Ese golpe habría noqueado a cualquiera, debería doler al menos… pero solo sentía un ligero picor,
en cambio, el calor que sentía por todo el cuerpo se hacía más profundo, como si ingresara en
todos sus músculos. Un ardor en los ojos llegó segundos después, mientras se reincorporaba.
Miraba las paredes… miraba una figura roja y amarilla corriendo a toda prisa, esa era ¡Era Jessica!
Debía ir por ella. Merecía castigo.

Comenzó a correr y un impulso repentino hizo que cada paso fuera una zancada, más rápido de lo
que nunca había podido correr, más resistencia de la que jamás había tenido. Se dirigía hasta el
vestíbulo, pasaría por las puertas de vidrio templado… no… no lo haría.

La tomó del hombro justo antes de que eso sucediera, velozmente Jessica dio un giro y un
puñetazo llegó al rostro de Charlotte, pero no la soltó. Uno, otro y otro más. No había dolor, la
cuchilla despareció y, siguiendo un impulso repentino, llevó la palma de su mano hacia el pecho de
la chica que la había atormentado durante tanto tiempo. La energía volvió a fluir, ahora parecía
sostener una canica en el centro de su palma y, de un momento a otro Jessica fue empujada con
tanta fuerza que atravesó la puerta de vidrio templado.

El ruido que produjo hizo que los que pasaban educación física se aproximaran. Un grito de horror
provino de algún lugar que no le importó identificar. Ya estaba hecho… por fin se había vengado.

Pero entonces oyó la voz de una persona en particular…

- ¡Qué está pasando! ¡¿Qué pasó Sanders?!

Era el profesor Rubens… una sonrisa maliciosa se dibujó en su rostro.


No lo dudó ni por un segundo, se aproximó lentamente hasta el profesor que trataba de evitar que
Jessica convulsionara, algunos estudiantes también se aproximaban, el círculo de gente no tardaría
en formarse. Un paso tras otro, mientras Rubens. Merecía castigo.

- No se quede parada como una tonta, Sanders… por primera vez en su vida haga algo
bueno por alguien más y llame a una ambulancia.

Era el profesor que había hecho que siempre la consideraran como una tonta, el que la ridiculizaba
con indirectas… el que siempre creía la versión de Jessica y la cubría de ir a dirección. Sí, ese
bastardo estaba justo frente a ella. Acercó su palma, lento, disfrutando el momento.

- ¿Qué está haciendo, Sanders?

La sensación de una pequeña esfera en la palma de su mano nuevamente le indicó el momento,


dejó que todo fluyera por cuenta propia. El profesor Rubens salió disparado contra unos cuantos
estudiantes que amortiguaron el golpe que se hubiera dado contra el suelo de concreto. Algunos
estupefactos, otros retrocedían lentamente, pasaron unos segundos hasta que una muchacha
gritó del terror.

Los ojos de Charlotte Sanders, la inadaptada del colegio, estaban rodeados por una luz roja.

Entre los que tenía enfrente estaba mirándole directamente el director del colegio, el mismo que
atormentaba a sus padres y los humillaba, ellos qué culpa tenían de que ella naciera así… sí, él
también merecía castigo.

Volvió a concentrarse, esta vez en ambos puños, la energía fluía, fluía por todas partes, hasta sus
huesos; de cada puño salió una cuchilla de energía. Una zancada, dos, movió sus brazos y las
cuchillas hicieron el resto del trabajo, el director trató de anteponer sus manos para detenerla,
pero solo logró facilitarle el corte a la adolescente. Sus manos cayeron y las heridas en sus costillas
empaparon de rojo su camisa blanca.

Ya estaba… habían sido castigados; pero… pero también estaban todos aquellos que alguna vez se
rieron de ella, los que la consideraban una tonta, una inútil, los que a sus espaldas le decían
enferma… la última sonrisa sería de ella, sí, sería toda suya. El sabor dulce en su lengua se
intensificó, las puntadas en su nuca se hicieron cosquillas y ahora sentía que por todo su cuerpo
corría agua caliente.

Los que no huyeron se quedaron viendo hipnotizados cómo una especie de máscara de luz celeste
se formaba alrededor de los ojos de Charlotte Sanders, la misma niña que solía mearse encima a
los diez años en la fiesta de Sussy Anderson.

Entonces un destello de luz brilló entre los espectadores y Charlotte Sanders, revelando la figura
de un hombre con rastas y vestido de traje.

- Gemini Charlotte Sanders, por órdenes del Cónclave y el tratado 05 de las Naciones Unidas
de integración gemini queda detenida. Ríndase o será neutralizada. – Sentenció mientras
se quitaba unos lentes negros.
- Tú lo dijiste, yo soy una gemini, deberías temerte.
- ¿No viste la luz con la que llegué? Yo también lo soy y tendré que detenerte si tu no lo
haces, créeme, es mejor que pares ahora.

Una sonrisa en el rostro de Charlotte antecedió a un salto repentino, las cuchillas de energía se
extendieron por sus puños.

- Ahora todos van a respetarme.

A los dos metros de distancia del hombre las cuchillas chocaron con una superficie azul les siguió
el cuerpo de la adolescente. En plena caída el hombre la tomó con un brazo mientras su otra mano
le palpaba la frente y, sin más, Charlotte Sanders perdió la consciencia.

- Neutralizada. Aui, sácanos de aquí y envía a alguien para curar a los heridos… sí, hubo
testigos, esto ya debe estar en medio internet.

Tercera Persona

El bus escolar estaba repleto, en la parte trasera un grupo de tres muchachos zarandeaba de un
lado a otro a uno más bajo y flaco que ellos.

- Dale Roger, bancanos el almuerzo de hoy. – Un muchacho de pelo teñido tomaba del
cuello de la camisa al más débil de la clase.
- Dale, no seas choto. – Secundó un tipo de hombros anchos y gorro.
- ¡Déjenlo! – Gritó de repente una voz aguda.

Algunas personas se habían volteado a verla con el morbo dibujado en sus rostros.

- Callate gorda subnormal. – El más alto de los tres abusivos miró con rabia a una Charlotte
que no aguantó ni un segundo más, volvió a sentarse y agachó la cabeza.
- Ya, Nathan… tomá… - Entonces Roger entregó un billete antes de que los tres abusivos le
dejaran irse. Tenía la cara roja y le dedicó una mirada de odio a la muchacha que había
tratado de defenderlo.
- Sos tremenda flor de igovir.

“Mi nombre es Charlotte y soy una Gemini” susurraba ella, tan bajito que ni siquiera podía
escuchar su propia voz.

Su mirada agachada se centró en su celular. Era mejor escuchar música. Pero de un momento a
otro abrió youtube y le dio play a un trailer de una nueva película de superhéroes. Una sonrisa se
dibujó en su rostro. Y así pasaron unos pocos minutos hasta que finalmente llegaron a la
secundaria 103 de la ciudad de Acad.

Cuando las puertas se abrieron esperó hasta ser la última en salir.


Caminó con cuidado, mirando en todas direcciones discretamente, hasta llegar a su salón de
clases… ya estaba en la puerta cuando una mano la tomó por el brazo y haló con fuerza de ella.

- Charlie, no seás garca y saludá. – Aquella era la inconfundible voz de Jessica.

Solo el oírla puso los cabellos de punta de Charlotte, quien trató de plantarse con fuerza al piso,
pero una segunda muchacha llegó para tomarla del otro brazo, entre ambas la dirigían hacia el
baño.

Trataba de poner oposición, pero sabía que era peor, que eso solo enfadaría más a Jessica; la
misma muchacha que tenía al chico más deseado del salón. La misma muchacha que la acosó
desde el primer año de secundaria…

La voz de Charlotte se hizo más aguda y temblorosa:

- Shessica por favor, dejame… t-te doy el dinero del almuerzo… dejame por favor…

Pero la mencionada hizo caso omiso, siguió llevando a cuestas a una chica la chica gorda del salón
con ayuda de su cómplice, Nathalie. Ambas con faldas cortas y peinados a la moda.

Charlotte recordó la última vez que la habían llevado al baño, trataba de resistirse, al no ver a
nadie en los pasillos, ni siquiera una mosca que estuviera allí para ayudarle comenzó a respirar
agitadamente. Trataba de dar marcha atrás, pero las dos muchachas superaban su oposición.

- Shesica, déjame… por favor… déjame.


- Cashate, gorda estúpida. – Dijo la mencionada elevando la voz y apretando con más fuerza
su muñeca.
- Por favor… - Rogó poco antes de que entraran al baño.

Nathalie cerró la puerta. Allí dentro ya esperaba la tercera chica que le hacía la vida imposible.
Sarah, se apresuró a bloquear la puerta con su cuerpo. Había pasado una vez el anterior año, de
solo recordarlo los ojos de la muchacha ya temblaban. Se apartó de Jessica y trató de alejarse.

- Por qué… - comenzó a sollozar la muchacha con sobrepeso.


- Tu puta madre sigue armando quilombo por a la guita que le prestó a la mía. Bagarta de
mierda, quiere lucirse frente a mi vecindario… bien pues, ahora la pagás vos. – Entonces
tomó a Charlotte por los cabellos.

No sabía cómo una chica flaca como Jessica podía ser tan fuerte, la muchacha con sobrepeso trató
de resistirse, perdiendo el equilibrio y quedando postrada de rodillas. Cosa que enfureció todavía
más a la rubia con rayas rosas, entonces le propinó una bofetada, la regordeta mejilla derecha de
la muchacha se coloró velozmente mientras miraba a quien había sido su mayor terror desde que
entró en secundaria.

La siguiente bofetada produjo tal eco que la muchacha de ojos azules pudo escucharla y sus
lágrimas comenzaban a correr por su rostro.

- Te tenía bronca, ahora te tenés que suicidar. ¿Entendés? – Gruñó a muchacha antes de
darle otra bofetada.
Le había hecho cosas similares por tanto tiempo, le tenía miedo… siempre temerosa, siempre
sumisa, siempre derrotada. Apartada.

Nadie, nadie nunca se interesó por ella, ni siquiera un maestro, ni tan solo tuvo un amigo por culpa
de la perra que tenía delante. La mente de Charlotte recorrió todo el tiempo pasado, quedarse
quieta y en silencio era la mejor estrategia, Jessica se aburría rápido y la dejaba.

Entonces lo recordó, el consultorio médico, Fakkel… todo lo que había pasado hace tan solo un día
atrás. Sí, ella tenía poderes. Ahora podía confrontar a esas tres.

- No sos más que una abusiva. No es mi culpa que tu madre sea tan inútil como tú.
¡Cuchillas de energía! – Gritó la muchacha, recordando el nombre de aquel poder que vio
en un anime.
- ¿Qué se cree esta? – Comenzó a reír Nathalie.

Jessica paró por un segundo, como si no creyera haber oído lo que oyó. Pero al segundo siguiente
la zuela de su zapato impactó de lleno en la boca del estómago de Charlotte.

- Ahora sí te morís gorda de mierda. – Gritó Jessica, poco antes de tomarla nuevamente por
los cabellos.

Charlotte comenzó a gritar por el dolor, era prácticamente arrastrada por el suelo y sostenía sus
cabellos para que aquella tortura no siguiera. Su uniforme lustraba el suelo de baldosas del baño.

El dolor comenzó a desvanecerse. En algún momento llegó frente a uno de los cubículos y
entonces vio su reflejo difuso frente al agua del retrete.

Ignoró todo, se concentró en su reflejo. Siempre igual, siempre igual, siempre igual… la odiaban, la
despreciaban. Era la estúpida que siempre pasaba por pena de los profesores, la que tenía ataques
de ansiedad, la gorda a la que ningún chico se acercaba. Y, sin aviso, su cabeza se sumergió en el
agua.

- Pará Shesica, la vas a matar.


- Soltame o te pasa lo mismo. –Los ojos de Jessica eran ya los de una asesina.

Sus manos se movían desesperadamente, pero Jessica la mantenía con la cabeza dentro del
retrete, necesitaba respirar. ¡Iba a morir! ¿Y a quién le importaría? Era solo la gorda estúpida que
siempre señalaban, la que molestaban.

Por qué a ella… por qué…

Las odiaba ¡Las odiaba!

Sus manos regordetas se posaron en los bordes de porcelanato de la taza del baño. Apretó y
empujó hacia arriba. Sacó su cabeza del inodoro cargando a Jessica en el proceso.

Mientras tomaba aire giró el cuerpo y posó su mano en el pecho de Jessica, antes de que pudiera
hacer algo al respecto, una ráfaga de viento se liberó y la muchacha salió volando, cayendo a dos
metros de distancia.

No hubo gritos, Nathalie se quedó paralizada por un momento al ver a Charlotte.


Sentía algo latiendo ¿Era su corazón? Un calor repentino inundaba el cuerpo de Charlotte. Jessica
se levantó y no tardó en propinarle un puñetazo.

Impactó en su nariz, pero no sintió dolor, solo una pequeña ola de calor y la sensación de que algo
se había partido, retrocedió un paso, Jessica avanzó otro y le mandó otro puñetazo, pero esta vez
parecía que se movía más lento, le dio en la mandíbula, otro paso atrás, la palma de Jessica se
detuvo en seco.

Charlotte sintió un calor repentino alrededor de sus dedos.

Las dos muchachas que no se habían movido de sus lugares miraron horrorizadas cómo los dedos
de Charlotte habían atravesado la mano de Jessica, en la punta de los mismos había un brillo
azulado.

Entonces Jessica gritó con tanta fuerza que despertó de su trance a las otras dos muchachas,
gritando al mismo tiempo.

Cuando los retiró, la abusadora cayó de rodillas todavía gritando y meciéndose mientras la sangre
comenzaba a manar.

Charlotte pasó sus dedos a través del cabello de Jessica, como si la estuviera acariciando.

Entonces mechones y mechones de cabellos cayeron sobre las baldosas del baño, la rubia levantó
la cabeza, viendo con horror a la gorda que siempre había molestado.

Aquella mirada solo hizo que ese palpitar se incrementara, el calor seguía fluyendo por todo su
cuerpo y solo pensó en una cosa ¿Dónde estaban las otras dos? Su mano bajó hasta la mejilla de
Jessica y su dedo pulgar acarició el pómulo de la muchacha con el brillo azul en su uña.

Un hilillo de sangre comenzó a bajar desde su pómulo, pero Jessica se quedaba petrificada.

- ¡Qué está pasando!

Era el director. Sí… el mismo director que nunca castigó a Jessica o al resto de las perras que
abusaban de ella. Sus ojos se posaron en él y avanzó.

- Sanders… usted… gahh.

Lo tomó por el cuello con la mano derecha y presionó… las manos del hombre de inmediato
trataron de liberarse por la fuerza, pero no podían ni siquiera mover el brazo de la muchacha.
Mas, ella dejó de ahorcarlo y él cayó de rodillas.

El hombre trataba de recuperar el aire desesperadamente mientras la muchacha salía al pasillo.

¿Dónde estaban? ¿Dónde estaban? Se preguntaba mientras volvía a su salón de clases. Tal vez
estarían ahí. Un impulso salvaje la instó a correr, notó que su cuerpo se había vuelto muy ligero.

Abrió la puerta de su clase, interrumpiéndola y viendo el rostro del profesor Rubens, el mismo
profesor que solía hacerse la burla de ella, el mismo que la confundió con una retrasada mental el
primer día de clases de secundaria.

Sí… a él también lo odiaba.


- Llega tarde, por favor salga del salón de clases.

Pero Charlotte solo seguía acercándosele.

- ¿No me ha oído? ¿O es que también se ha vuelto sorda?

Su mano fue hacia el pecho del profesor y este salió despedido, chocando contra el muro y cayó
como un costal de papas.

- ¡Oh, mierda! – Gritó alguien.

Las chicas chillaron del susto y el sonido metálico de las patas de los pupitres arrastrándose por el
suelo se escuchó, algunos se habían levantado, algunos se quedaban estáticos, todavía
procesando lo que acababa de suceder.

Y allí estaba, la chica gorda, la tonta del salón, la que nadie quería.

Sus ojos se clavaron en todos ellos, las yemas de sus dedos volvieron a emitir ese brillo azul. Se
ampliaron hasta parecer garras… sí… a ellos también los odiaba.

- ¡Auxilio! – Oyó de repente, reconociendo la voz aguda de Nathalie.

Sabía exactamente que estaba corriendo a través de las canchas de fútbol… de hecho, podía verla.
No sabía cómo, pero allí estaba, corriendo a toda prisa. El brillo azul desapareció de la punta de
sus dedos, comenzó a correr. El pasillo, la puerta frontal de cristal, las cachas, era tan veloz,
prácticamente daba zancadas.

Allí estaba, a punto de llegar al portón del colegio. Empujó a puerta de vidrio con fuerza, se le
quedaban viendo a medida que pasaba al lado de los chicos de tercero de secundaria.

- ¡Me quiere matar! ¡Abra la puerta! – Gritó desaforada Nathalie al portero. Pero este solo
observó cómo la niña era jalada por los cabellos por una gorda que había corrido
demasiado rápido como para ser humana.

Nathalie fue como un muñeco de trapo, le arrancó varios mechones de cabello mientras la
arrojaba sobre el centro de la cancha.

- ¡Te vas al infierno!

Entonces los dedos de Charlotte atravesaron el estómago de la adolescente, tal como con la mano
de Jessica, entraron de forma limpia. Al sacarlos, el brillo azul desapareció de ellos, su mano
estaba empapada de sangre.

En ese momento la muchacha comenzó a convulsionar. Pero ya estaba hecho, ignorando la gente
que se aproximaba para ver lo sucedido volvió a concentrarse para encontrar a Sarah. Estaba en la
oficina del director. Comenzó a correr, quien estuviera en el camino se hizo a un lado.

Todo era rápido, era poderosa, nadie se burlaría nunca más de ella, la palma de su mano se acercó
a la puerta de vidrio y en unos instantes esta se hizo trizas, todos sus fragmentos volaron hacia el
hall de la escuela.
El ruido alertó a los alumnos muchos salían a ver por las puertas para encontrarse con una gorda
con sus manos brillando de azul de pronto ese brillo azul se extendió hacia el piso, lo cortaba como
si fuera mantequilla, dejando un rastro clarísimo a su paso.

Subió las escaleras al segundo piso, al tercero, los dedos de su mano izquierda se pasaban por los
muros, rasgándolos. Hasta que por fin llegó.

- Sé que te escondes debajo de su escritorio. ¿Viste lo que les hice? Sal o te haré algo peor.

Aquellos latidos aceleraban, pero se sentía tan libre, tan bien…

- ¡Sal o te mato! – Gritó su voz parecía querer atravesar los muros.

Temblando, Sarah se irguió.

- P-p-por favor… por favor…

Charlotte dio pequeños pasos, acercándose poco a poco, saboreando el momento.

- Por favor… no me hagas nada.

Levantó su mano, acercando la palma al pecho de Sarah, ella trató de detenerla tomándola por la
muñeca con ambas manos temblorosas y rogándole con la mirada llena de lágrimas, pero, por
mucha fuerza que pusiera, la palma de Charlotte simplemente hizo contacto.

En dos segundos, el cuerpo de la muchacha impactaba salvajemente contra la pared. Su falda y la


alfombra del director se empapaban con el tibio contenido de su vejiga que había cedido por el
pánico.

Salió nuevamente al pasillo del segundo piso. Dejó de sentir la presencia de Jessica y de Nathalie.
Solo podía ver a los que estaban frente a sus ojos, a la multitud que la observaba. Los latidos
aumentaban, tan fuertes que juraba tener un corazón justo al lado de cada oído, un sabor dulce se
apoderaba de su lengua y un cosquilleo recorría todos sus músculos.

El brillo azul volvió a cubrir sus dedos. Sí… a ellos también los odiaba.

- Señorita Sanders, por órdenes del Cónclave y las leyes de su país, queda detenida.

Un hombre alto y con rastas se mostró salió de entre la multitud. Era Fakkel. Llevaba sus anteojos
negros y un peinado de rastas. Caminaba en su dirección como si no se percatara de la situación,
como si no la respetara.

Charlotte ni se dio cuenta, una cuchilla se formó sobre cada dorso de sus manos. Dos zancadas la
aproximaron hasta el hombre negro y, tal como había visto en las películas, movió la cuchilla para
cortarlo por la mitad.

Una barrera violeta se formó frente a ella y chocó contra ella. Antes de caer al piso, el meñique y
el pulgar del hombre tocaron delicadamente sus sientes. Y de pronto su vista se nubló por
completo. Apenas sintió su impacto contra el suelo.

- Control, aquí Fakkel, amplío tu visión. Trasládala.


De vuelta a la escuela, el bus no ha pasado ni cinco calles y ya le están fastidiando el día a Roger.

El mismo grupito que lo jode cada vez que puede. A ver… tomo aire y ajusto mi voz.

- - Déjenlo. – Digo. Oh mierda, ahora todos me miran.


- - Callate gorda subnormal. – Me dice Nathan. A la mierda, vuelvo mi vista… no sé qué
estaba pensando.

El resto no sabe qué ha pasado, yo jamás hubiera hecho algo así… y…

Que tenga poderes no significa que pueda mostrarlos, Fakkel me dijo que no los usara por nada
del mundo o me enviarían directo a Empíreo. No tengo idea de lo que sea, pero no suena nada
lindo.

Me quedo sentada escuchando música hasta llegar a mi prepa… es mi tercer año, uno más y salgo
de este mundo de idiotas, perras y maestros ineptos.

Entonces la veo de reojo, como un sexto sentido me doy cuenta de que está ahí, es Jessica y su
grupito de golfas. No lo pienso dos veces, voy rápido a mi salón de clases, ni siquiera me molesto
en revisar mi casillero, estoy a salvo allí dentro.

- - Sos tremenda flor de govir. – Dice Nathan quitándole la mochila a Roger. – Miren, tiene
monitos ruameños de C.C.

Algunos se ríen.

C.C. es toda una figura: 3 veces vencedora de los juegos Gemini; una influencer; detuvo decena de
atracos y cosas así; una muchacha de un anime famoso se inspira en ella, es toda una celebridad.

¿Cómo sé esto? ¿Cómo no saberlo? Prácticamente no hay persona que no la conozca, es la Gemini
más famosa del mundo y todo comenzó con una serie de vídeos que subió a youtube donde ella
iba en busca de su Gemini y la encontraba al otro lado del mundo… toda su aventura es bastante
genial por cierto…

Pero más importante, está en la organización de geminis más famosa que hay: la Liga de
Guardianes. Hace equipo con el mismísimo Miracle, ídolo de millones; y también a Aui, el Gemini
más hermoso que pisó la tierra. Yo tenía un llavero con su foto, pero Jessica lo tiró al retrete.

Pero creo que me estoy distrayendo mucho, me apresuro a entrar a mi clase.

Me siento adelante, sé que Jessica y sus perras no se sentarán ahí, al menos así tengo el chance de
saber que no van a molestarme durante clases.
Entonces siento que algo frío y viscoso en mi cabeza, doy un grito y me volteo para ver la cara de
Jessica con una mirada de preocupación y veo un bote de yogurt vacío… esta hija de… ¡mi cabello!

Me levanto completamente alarmada y justo entonces llega el profesor.

- - Ay profe, un terrible accidente, tenemos que lavarle el cabello sha mismo.

Una de las perras secuaces de Jessica me toma por el brazo y hala con fuerza para llevarme hacia
el baño, Jessica no tarda en hacer lo mismo. El profesor se hace a un lado y ni se le ocurre
preguntar qué está pasando. Salimos del salón, ¿Debería tratar de zafarme? No, eso solo las
enojaría más, miro con desesperación al profesor que asomó su cabeza para ver, pero ni cuenta se
da.

- - No p-por favor… déjame, estoy bien. – Se me ocurre decir.


- - Oh, tranquila Charlie, te voy a tratar bien. – Jessica me toma por los hombros.
- - Insisto, por favor… te daré mi dinero del almuerzo pero por… - Creo que ella puede sentir
mi desesperación.
- - Ah, así que la señorita está hablando neutral. ¿Qué te crees? ¿Qué tenés la gran fresa
entre las piernas eh?

Cualquiera que lea manga sabe que allí manejan el neutral, la televisión, el internet… y sobre todo
los gemini hablan en neutral. Fakkel me ordenó que comenzara a hablar en neutral y que pensara
en neutral, es una obligación para los gemini hablarlo. No es muy difícil…

Cuando pasa esto, suelo pensar en cualquier otra cosa, trato de alejar mi mente de lo que está
pasando… hasta que siento que mi cara tocando el agua del retrete. Entonces vuelvo a la realidad.

Aguanto la respiración, hasta que comienzo a patalear y agitarme violentamente, momento en el


que Jessica me suelta.

- - Hablando neutral no te quitás lo bagarta ¿Captás?


- - Sha, déjame… soltáme por favor… - Le suplico, trago un poco de agua y empiezo a toser.
– Shesica, por favor…

Entonces veo que su amiga que nos siguió saca unas tijeras. Jessica me sostiene por los brazos.
Observo la tijera acercándose hacia mí cabello.

- - Jessica ¿Por qué me hacés esto? – Le digo.


- ¡Cashate hija de puta!

Las tijeras cortan un mechón de mi cabello, trato de zafarme, pero Jessica hace deporte y es muy
fuerte. Mis ojos se clavan en las cuchillas de la tijera que se acerca nuevamente.

- Dejá de moverte o te abro una segunda raja. – Dice la zorra.


- Amanda, por favor. – Le ruego todavía forcejeando.

Logro zafar una de mis manos, trato de tomar la tijera, pero cuando la hago está cerca de mi
rostro, la punta de una de las cuchillas se clava en mi frente, Amanda reacciona, la cuchilla me
corta puedo sentirlo claramente.
Amanda deja caer las tijeras y retrocede, veo temor en sus ojos. Entonces Jessica me empuja con
fuerza, no me lo esperaba, así que pierdo el equilibrio y caigo sobre mis rodillas, mis manos evitan
que azote mi cara contra el piso. Una gota de sangre cae en la baldosa. Y así una segunda gota cae.
Mi corazón comienza a latir con fuerza.

Siento que mi garganta se estruja, como si quisiera llorar. Pero al mismo tiempo, una calidez en la
punta de mis dedos. Mi corazón late con más fuerza.

- A ver Charlie, vas a decir que fue un accidente. – Me ordena Jessica.

Veo sus pies cerca de mi mano derecha. Veo el reflejo de esa horrible persona en las baldosas…
es… esta perra…

- ¡Ni una mierda!


- ¿Qué?
- Guacha del sorete, ¡Hoy se acaba! – Le grito. Mi corazón late tan fuerte que prácticamente
siento como estuviera apoyado justo en mi oído.
- ¡Qué mierda sos! – Grita Amanda retrocediendo.

Jessica aprovecha que sigo de rodillas y me patea las costillas… o eso quiso hacer, su pie golpea
una especie de cristal brillante que se formó de la nada y está flotando justo alrededor de mis
costillas.

Da un chillido de dolor y cae al suelo.

Me levanto lentamente, los latidos se hacen más fuertes, doy un paso en dirección a Jessica,
Amanda retrocede lentamente. Jessica se levanta y me toma de los cabellos, y jala de ellos, pero
no siento el dolor… Entonces agarro sus manos con las mías y aprieto. Comienza a chillar de dolor
y me suelta, en ese instante mi palma derecha va hacia su estómago y de pronto Jessica vuela
como dos metros delante de mí.

Amanda da un grito y sale del baño con terror.

Jessica trata de levantarse, me mira con completo terror antes de que yo me incline delante de
ella. El latido es más fuerte, siento un cosquilleo tan fuerte por todo el cuerpo. Pongo una mano
en su cabello, está paralizada del miedo, solo me observa directamente a los ojos, ese es el miedo
que yo sentía cada vez que ella y su grupito de perras me molestaban.

Mis dedos comienzan a brillar, algo me impulsa a moverlos entre los cabellos de Jessica, de
inmediato varios de sus mechones caen sobre las baldosas. Otra vez, paso mis dedos por lo que le
queda de cabello y todo este se cae. Empieza a llorar, me levanto para ver cómo quedó.

Entonces me doy cuenta, Jessica está temblando, pero sigue ahí, como una estatua. Entonces veo
que una especie de brillo celeste rodea sus brazos y piernas.

Listo, pero tú no eres la única que tiene que ser castigada.

Entonces escucho la puerta abrirse, ¡Es el director! Tiene sus ojos abiertos de par en par,
mirándome.

- Señorita… - Es todo lo que dice.


Sí, faltan dos de esas perras por ser castigadas. Me acerco a la salida, se queda parado en la
puerta.

- Movete. – Le digo y él lo hace todavía temblando. Salgo y entonces empiezo a correr.

Mi cuerpo se ha hecho tan ligero que prácticamente doy zancadas. Si el director ha venido al baño
es que Amanda está en la dirección.

Subo las escaleras a la segunda planta a toda prisa, avanzo y llego a la oficina. Con la palma de mi
mano la empujo, el cristal y la madera se parten, el picaporte sale volando y escucho el grito
desesperado de Amanda que deja caer su móvil.

De una zancada ya estoy frente a ella, la palma de mi mano va hacia su pecho y la envía contra la
pared. El mismo brillo celeste rodea su cuerpo, salvo por su cabeza.

Respira con dificultad, sus ojos me muestran su total desesperación, mis dedos se acercan a su
cabello y comienzan a brillar de nuevo, muevo salvajemente mi mano alrededor de su cabeza y
velozmente su cabello cae sobre la alfombra de la oficina del director.

- ¡Ayudaaaaa! – Grita con una voz medio ronca. – ¡Auxilio! – Está tan desesperada, tiene
tanto miedo.

Listo, ya está… el brillo celeste deja de rodearla y ella inmediatamente cae. Queda solo una pero
volteo a ver mejor a Amanda antes de ir por la última, entonces me doy cuenta de que ella se ha
orinado encima.

Me doy media vuelta para encontrar con otros maestros que me observan, estos ya ni me dicen
nada, se retiran cuando me ven acercarme. Al salir de la oficina del director observo a un montón
de muchachos del nivel superior observándome. Me tomo mi tiempo para verles a la cara.

Nuevamente corro, mi cuerpo es tan ligero y me doy cuenta de que tengo una velocidad
endemoniada. Salto las escaleras en lugar de bajarlas, comienzo a dar zancadas de nuevo, en una
nada estoy en la puerta de mi salón de clases. A estas alturas varios estudiantes comienzan a
gritar.

- ¡Esa piba! ¡Qué mierda es esa piba!

Abro la puerta de mi salón, ni bien doy un paso dentro el chico del primer asiento me observa
atentamente.

El resto de los estudiantes también lo hace. Ignoro al profesor y solo camino en dirección a la
última perra: Sarah.

Sigo sintiendo ese pulso, el cosquilleo recorre todo mi cuerpo. Sarah está muy ocupada viendo su
celular. Apenas se da cuenta, mis dedos pasan velozmente por su cabello, entonces ella levanta la
vista y me mira, le sonrío y sus cabellos caen.

Ella lleva sus manos a su cabeza y me mira furiosa, momento en el que pongo la palma de mi
mano izquierda en su pecho y cae junto con su escritorio.

- Gorda enferma, ¡A mi mina no la tocás! – Reconozco el grito de Nathan.


Me giro y solo veo de reojo el puño que impacta con mi cara y me envía al piso. Qué ha pasado…
por qué no siento el dolor. Mi cuerpo es tan ligero que no me cuesta nada levantarme
empujándome con mis manos hacia arriba, suelta otro puñetazo, pero lo atrapo con mi mano y
vuelvo a apretar con fuerza.

- ¡Ah mierda! – Grita.

Le propino una bofetada, pero mis dedos están brillando, entonces me doy cuenta de que, casi al
instante, unas bocas se abren en su rostro. Una de las chicas comienza a gritar al ver que comienza
a brotar sangre del rostro de Nathan.

El pulso sigue creciendo, ahora es ensordecedor, ya no puedo escuchar los gritos ni los pasos de
los que salen corriendo. El profesor parece estar diciéndome algo, me he quedado parada en
medio de todo esto…

Y entonces, una figura aparece en la puerta del curso, reconozco su cabello y sus anteojos.

Camina hacia mí, levanta su mano y yo también lo hago, mis dedos están brillando, los acerco
hacia él.

Entonces toco un cristal flotante. Mis dedos no lo atraviesan, Fakkel me toma por la muñeca, me
atrae hacia él y posa su otra mano en mi frente, todo se hace borroso. Lo último que veo es el
rostro aterrado de Ivonne.

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