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Podrían señalarse como los primeros antecedentes de jardines en Paraguay los existentes
en los patios de conventos de diversas órdenes religiosas católicas ubicadas en distintos
puntos del país durante la colonia, si se toma como referencia el
relevamiento de la ciudad de Asunción a fines del siglo XVIII,
realizado por Félix de Azara, donde se identifica una iconografía
muy básica de alineaciones vegetales en los patios de los
conventos de San Carlos y en el de los Dominicos. También
algunas descripciones sobre las características de las misiones
jesuíticas y franciscanas de dicho período, donde se mencionan la
existencia de huertos, aunque sin detallar sus diseños.
Una plazoleta concebida durante dicho gobierno, denominada Libertad, existió en el solar
que ocupa actualmente el teatro municipal de Asunción. Se
desconoce si la misma tuvo o no algún tratamiento de diseño,
aunque es posible que sí, debido a que fue antesala del primer
edificio destinado a Congreso Nacional y posteriormente
destinado a conservatorio y teatro nacional. Existen registros de
jornadas donde se realizaban actividades teatrales y musicales en
dicha plazoleta.
Estas quintas tuvieron la particularidad de que en muchos casos eran abiertas al público en
determinados días, ofertadas por sus dueños como sitios de
esparcimiento ante la carencia de espacios públicos diseñados. La
más famosa de estas quintas fue Iduna, propiedad del botánico y
diplomático alemán Henry Mangels. Otra quinta célebre de
Asunción de fines del siglo XIX fue la quinta Caballero (actual
parque Caballero). También existieron quintas acondicionadas
específicamente para el ocio, como el Belvedere de Juan Ceriani o el Jardín Recoleta de
Antonio Villa.
El primer parque público dependiente del Estado fue el Jardín Botánico y Zoológico de
Asunción (actualmente dependiente de la Municipalidad de
Asunción), inaugurado en 1914. Este parque, que contaba
originalmente con 700 hectáreas, fue fundado, trazado y
organizado por el científico alemán Karl Fiebrig, siendo su director
hasta 1936. Su primera esposa, la también alemana Anna Gertz,
fue la encargada del diseño puntual de numerosos jardines
temáticos, entre los que destacan el “Jardín de la Señora”, “Jardín Romano”, “Jardín
Kamba’i y el “Rosedal”.
Alfaro proyectó otras obras para la capital, con una clara intención de lograr un cambio
radical en su aspecto y percepción. Resultaron sin embargo
escasos los tres años que estuvo en el cargo, quedando como
testimonio construido las escalinatas de las calles Antequera y
Manuel Domínguez. Y en papeles su proyecto para reconversión
de la bahía de Asunción y el proyecto de eje monumental que
debió comunicar la costanera con la nueva sede de la
Municipalidad.
El sucesor de Alfaro, Baltazar Ballario, poco pudo hacer pues estuvo solo un año en el
cargo. Sin embargo es de destacar que su primera acción de
gobierno fue contratar al insigne artista plástico Juan Samudio,
como asesor de diseño de jardines. El mismo, se encargó de
diseñar la ampliación de la plaza Independencia, los jardines de la
costanera y los del parque Caballero. El sucesor de Ballario fue
Bruno Guggiari, quien promovió varios proyectos, destacándose la
identidad vegetal otorgada a las principales calles y avenidas de la
ciudad (Jacarandá para unas, chivato o tajy para otras, naranjos para las calles del
microcentro).
Los siguientes parques municipales de los que se tiene constancia son el Carlos Antonio
López (Asunción, 1932) y Manuel Ortiz Guerrero (Villarrica, 1935).
En ambos casos, el criterio estilístico es cercano al romanticismo,
con importantes intervenciones en el caso asunceno debido a que
fue instalado sobre un cementerio y con intervenciones menores
en el caso villarriqueño, que ya era usufructuado extraoficialmente
como parque desde varios años antes.
Los proyectos de espacios públicos diseñados tuvieron una merma importante en cantidad a
partir del inicio de la guerra del Chaco (1932-1935) y de
originalidad a partir de mediados de la década de 1940, en las
vísperas de la guerra civil (1947). En dicho contexto, los diseños
mayoritariamente neoclasicistas existentes en plazas de diversas
ciudades fueron sustituidos por un trazado seriado basado en
senderos longitudinales, transversales y oblicuos, modelo que sería replicado en adelante
en prácticamente todos los espacios públicos del país.
Una de las pocas excepciones fue el caso del arquitecto Homero Duarte, quien logró que la
municipalidad de Asunción apruebe la realización de algunas de
sus propuestas de diseño de plazas de estilo moderno a mediados
de la década de 1940. No tuvo la misma suerte el célebre Roberto
Burle Marx, cuyo proyecto de jardines para el CEPB (Itapytapunta,
Asunción) terminó archivado sin ejecución.
Durante el resto del siglo XX, el desarrollo de estilos como el modernismo, moderno y
posmoderno en la arquitectura del paisaje local, estuvo restringido
a espacios de carácter privado, mayormente jardines
residenciales, impulsado en los casos más notables por
diseñadores vinculados también al mundo de las artes. Tal el caso
de Carlos Colombino, Beatriz Chase, Herman Guggiari o Jenaro
Pindú.