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ALGUNAS CUESTIONES SOBRE REALISMO CIENTÍFICO

Juan Antonio Pérez Izquierdo

22 de enero de 2023

1. Resumen
Este ensayo consiste en una exploración del concepto de realismo cientı́fico, sus diferentes
acepciones, argumentos a favor y en contra, ası́ como distintas tesis y concepciones con las
que han contribuido algunos filósofos de la ciencia. Nos serviremos principalmente del libro
de Antonio Diéguez Realismo cientı́fico: una introducción al debate actual en la filosofı́a de
la ciencia, publicado en 1998, también de algunos textos de Mario Bunge y otra literatura de
distintos autores para cuestiones más especı́ficas. En concreto, nos detendremos en la crı́tica
de la metainducción pesimista de Laudan, ası́ como en la teorı́a de la verosimilitud articulada
por Niiniluoto, pues nos parecen, en el primer caso, una de las crı́ticas más sólidas al realis-
mo; y en el segundo, una de las propuestas realistas más potentes. Tanto los textos escogidos
como mi posicionamiento en el debate pretenden ofrecer una panorámica amplia sin por ello
renunciar a tomar partido en el mismo, pues creemos conveniente adquirir cierto compromiso
con las tesis realistas, o, al menos, con algunas de ellas.

2. ¿Qué se entiende por realismo?


El realismo en filosofı́a es un posicionamiento que puede entenderse de varias formas, de-
pendiendo de qué área del saber o estrato de la realidad se tome como referencia. El filósofo
Mario Bunge define realismo filosófico como un sistema de siete tesis (Bunge, 2007, p. 343):
realismo ontológico, realismo gnoseológico, realismo semántico, realismo metodológico, realis-
mo axiológico, realismo ético y realismo práctico. En este trabajo nos ocuparemos de tratar
cuestiones relativas a los cuatro primeros realismos enumerados, dejando de lado la axiologı́a,
la ética y la praxeologı́a para otra ocasión . Hablaremos de realismo cientı́fico cuando se acep-
tan algunas de estas tesis al menos en cierto grado; y de antirrealismo cuando se niega alguna
o todas. Es importante señalar que el realismo cientı́fico normalmente defendido por los filóso-
fos en la actualidad no es identificable con el realismo metafı́sico (en el sentido peyorativo y
dogmático de la palabra), según el cual las ideas o formas (lógicas o matemáticas pensando en
teorı́as cientı́ficas) existen por sı́ mismas. El realismo gnoseológico (Bunge, 2007) se opone al
subjetivismo, en particular al fenomenismo, postura que sostiene que solo podemos conocer
los fenómenos (nótese que fenómeno se usa aquı́ en sentido restringido, no como sinónimo de
hecho). Algunos representantes del fenomenismo en la historia han sido filósofos (o fı́sicos que
hicieron filosofı́a, que para el caso es lo mismo) como Tolomeo, Hume, Kant, Mach, Carnap,
o Bohr; mientras que algunos ejemplos de autores clasificables como realistas cientı́ficos en la
historia son Lucrecio, Galileo, Newton, Boltzmann, Einstein, Sellars o Popper, aunque este
último también asumiera cierto platonismo de los objetos matemáticos. El realismo cientı́fico
también se distingue del realismo ingenuo; para este último el mundo serı́a tal y como lo
percibimos por los sentidos, mientas que el primero sostiene que el mundo puede diferir en
muchas ocasiones de como aparenta ser y, por tanto, no podemos aceptar los datos de los
sentidos en bruto, sin un tratamiento cientı́fico mediante aparataje conceptual. Veamos qué
significa cada una de las tesis realistas.

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3. Acepciones de realismo cientı́fico
3.1. Realismo ontológico
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Hablaremos de realismo ontológico para hablar de las tesis que afirman que existen
algunas entidades (ya sean cosas, eventos o procesos) que existen con independencia de nuestra
cognición, operaciones o de nuestra relación con ellos en general. Posiciones contrarias al
realismo ontológico son el instrumentalismo sobre las entidades, que considerarı́a a estas como
meros artefactos predictivos; o el contructivismo social que atribuye un alto peso sociológico
a la construcción de las entidades.

3.2. Realismo gnoseológico


Hablaremos de realismo epistemológico o gnoseológico cuando afirmamos que es posible
conocer esas entidades, aunque sea de una forma perfectible y parcial, a través de la actividad
cientı́fica. En contraposición, el fenomenismo concibe las teorı́as cientı́ficas como el estudio
exclusivo de los fenómenos observables mientras que para el idealismo epistemológico las
teorı́as cientı́ficas hablan sobre una realidad producida por la mente.

3.3. Realismo semántico


El realismo semántico afirma que las teorı́as cientı́ficas pueden referir a las entidades
independientes y a estas es posible atribuir verdad o falsedad en función de su correspondencia
con ellas. Las alternativas al realismo semántico son el pragmatismo: la verdad o falsedad se
atribuye en función de la utilidad de nuestros propósitos relacionadas con nuestra actividad
y escala humana; el coherentismo: la verdad tiene que ver con la coherencia de un sistema de
teorı́as o creencias; o el relativismo, para el que la verdad depende del contexto cultural en
el que se originan.

3.4. Realismo metodológico


El realismo metodológico es la tesis según la cual la investigación cientı́fica constituye
la mejor estrategia que disponemos para formular las verdades más objetivas, precisas y
profundas acerca de los hechos. Posturas contrarias a esta estrategia pueden ser las doctrinas
mı́sticas o religiosas que pretenden conocer la realidad mediante algo ası́ como la verdad
relevada.

3.5. Realismo progresivo


Diéguez (1998) habla también de realismo progresivo cuando se asume que la ciencia pro-
gresa teniendo como meta la verdad. Las sucesivas teorı́as contendrı́an mayor número de
verdades que las anteriores y/o menor número de falsedades que las anteriores. El antirrea-
lismo sobre el progreso cree que este no se entiende ni se puede definir como un acercamiento
a la verdad.

Hay muchos tipos de realismo o antirrealismo, en función de cuáles y cuántas de estas


tesis se acepten y con qué matices se haga. Llamaremos Realismo Cientı́fico fuerte a la con-
junción de todas las tesis anteriores. Esta clasificación no es exhaustiva pero nos sirve al
menos para clarificar un debate que no es, como se pretender hacer ver frecuentemente, de
blanco o negro. Existe ingente variedad de matices y posturas al respecto. Hay autores como
Popper, Bunge o Niininuoto que han defendido realismos fuertes, mientras que otros como
Ronald Giere o Rom Harré solo aceptarı́an el realismo ontológico y epistemológico. De las
tesis realistas anteriores hay algunas que para ser aceptadas se requiere aceptar otras: el rea-
lismo epistemológico asume ya el ontológico, pues para que sea posible conocer las cosas tal
1
(Diéguez, 1998, pp. 73-100) y (Bunge, 2007, p. 343)
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cual son, condición necesaria para ello es que existan; no ocurre al revés. A su vez, el realismo
semántico suele asumir también el epistemológico, porque si es posible atribuir verdad o false-
dad (empleando una noción de verdad que no sea la de adecuación) a nuestras teorı́as se han
de corresponder de alguna manera con aspectos de la realidad en sı́. El realismo progresivo,
por otra parte, suele ir de la mano con los realismos epistemológico y semántico; o puede no
ir, como en el caso de Peirce. De ahora en adelante con realismo nos referiremos a la acep-
tación de todas o algunas de estas tesis, totalmente o en cierto grado, si no especificamos más.

4. Argumentos a favor del realismo cientı́fico


2El debate sobre el realismo puede parecer una cuestión esotérica a quienes no están
familiarizados con la filosofı́a (para bien o para mal). Aparentemente, no hay necesidad de
argumentos que apoyen algo que casi todos damos por sentado, y mucho menos argumentos
contra en ello. En el quehacer cotidiano tratamos con diversidad de objetos con los que nos
relacionamos y que asumimos que existen, que están ahı́, sin embargo también aceptamos la
existencia de otros objetos con los que no tenemos contacto, como la existencia del núcleo de
la Tierra y su temperatura o la existencia de otras galaxias. Estos hechos no forman parte del
sentido común aunque estén integrados en la cultura básica de nuestras sociedades. Al menos
el conocimiento sobre esas entidades, no era de sentido común (piénsese en la esfericidad de
la Tierra o la existencia de las bacterias) antes de nuestro conocimiento de ellas gracias a
la actividad cientı́fica que lo posibilitó. Es por esto que el argumento del sentido común no
puede ser suficientemente fiable para apoyar el realismo (al menos en muchos estratos de
la realidad), pues depende ya de productos de la ciencia y por tanto de la sociedad y de
su tiempo, por lo que podrı́amos estar incurriendo en un circularismo. Un argumento simi-
lar a este el que afirma que el realismo es un presupuesto metodológico de la investigación
cientı́fica. Mario Bunge (Bunge, 2007) defiende que el realismo es la gnoseologı́a inherente a
la actividad cientı́fica y técnica, sin perjuicio de que no sea una hipótesis que el investigador
cientı́fico tenga que asumir necesariamente, más bien, serı́a la gnoseologı́a adecuada para en-
tender la actividad cientı́fica y los resultados que arroja. Ası́, si el realismo fuera una tesis
equivocada, entonces la actividad cientı́fica se estarı́a ejercitando en vano. Pero esta tesis ne-
cesita de otros argumentos que la apoyen a su vez. Otra vı́a de argumentación más potente es
considerar el realismo no como un presupuesto, sino como una tesis que avala el desarrollo de
la práctica cientı́fica y experimental. Para Hacking (Hacking, 1983) lo relevante a considerar
para defender la tesis realista es el impacto y consecuencias que las entidades postuladas por
nuestras teorı́as ejercen en nuestras operaciones. Es decir, si podemos fabricar instrumentos
y artefactos tecnológicos capaces de cambiar aspectos del mundo, que han sido posibilitadas,
por ejemplo, gracias a la mecánica cuántica, entonces esto es indicio de que nuestras teorı́as
se adecuan a la realidad. Es, para Hacking, por tanto, la práctica y no la teorı́a lo que ofrece
el mejor apoyo sobre el realismo sobre las entidades que postulan nuestras mejores teorı́as
cientı́ficas. Este argumento se muestra bastante sólido, sin embargo también es algo débil,
pues resulta válido para apoyar el realismo ontológico, algo que casi ningún filósofo serio pone
en cuestión, y de haber posiciones escépticas radicales en la actualidad, cualquier esfuerzo
resultarı́a en vano. Posiciones filosóficas como la de Bas van Fraassen, que también podrı́a
aceptar la importancia en la modificación sistemas fı́sicos (o quı́micos, biológicos, sociales,...)
sin necesidad de comprometerse con la existencia real de las entidades. Estas serı́an sólo úti-
les, en virtud de que predicen o salvan los fenómenos. Sin embargo, ¿cómo se puede negar la
existencia de entes como los electrones que nuestros aparatos detectan? vas Fraassen apela a
una visión funcional de lo que ocurre: hay vacı́os en nuestras teorı́as que los experimentos nos
dicen como podemos rellenar si esta es empı́ricamente adecuada; esto no resulta satisfacto-
rio a los realistas, ¿como explican los empiristas constructivos la constancia de esos valores?
¿Cómo niegan que la existencia de esas entidades es la explicación más fiable a los resultados
2
(Diéguez, 1998, pp. 73-100)
3
experimentales? Ha habido autores antirrealistas que intentan responder a esto, como Larry
Laudan. En la siguiente sección exponemos algunas de las objeciones que planteó Laudan al
realismo cientı́fico.

5. Crı́tica de Larry Laudan al realismo


El filósofo de la ciencia Larry Laudan (recientemente fallecido en 2022) planteó una serie
de crı́ticas al realismo cientı́fico que analizaremos tomando como referencia A confutation of
Convergent Realism (1981). Laudan parte de que existe gran variedad de posiciones realis-
tas con la consecuente dificultad para atacar algo ası́ como un realismo unificado, sin que
cada autor que defiende algo más especı́fico atribuya una posición distorsionada (o falacia
del hombre de paja) a la crı́tica para la que se ha tomado una serie de premisas que no
se ajustan del todo a cada una de las posiciones particulares. Laudan formula la forma de
realismo que quiere analizar y atacar a partir de las siguientes tesis (Laudan, 1981, pp. 20-22):

(R1) Las teorı́as cientı́ficas (al menos en su madurez) suelen ser aproximadamente verda-
deras y las teorı́as más recientes se acercan más a la verdad que las antiguas para cierto
dominio o ámbito;

(R2) Los términos observacionales y teóricos dentro de las teorı́as de una cierta madura
se refieren genuinamente (aproximadamente hay sustancias en el mundo que se corresponden
con las ontologı́as presumidas por nuestras mejores teorı́as;

(R3) Las sucesivas teorı́as en cualquier ciencia madura serán tales que preservan las rela-
ciones teóricas y de los aparentes referentes de las anteriores teorı́as (las anteriores teorı́as
pasarán a ser casos lı́mite de las nuevas teorı́as).

(R4) Las nuevas teorı́as aceptables explican y deben explicar por qué sus predecesoras tuvie-
ron éxito y en qué medida.

A estas tesis (semánticas, metodológicas y epistémicas) añade Laudan otra de carácter me-
tafilosófico:

(R5) Las tesis (R1)-(R4) implican que las teorı́as maduras deben tener éxito y dichas te-
sis constituyen la mejor explicación del éxito de la actividad cientı́fica. Es, por tanto, el éxito
explicativo y predictivo lo que proporciona una confirmación empı́rica del realismo.

Laudan denomina a la asunción de (R1)-(R5) realismo epistemológico convergente (ECR).


Algunos realistas cientı́ficos, apunta Laudan, proponen argumentos abductivos de la siguiente
forma para sostener (R1) y (R2).

P1. Si las teorı́as cientı́ficas son aproximadamente ciertas, entonces suelen tener éxito empı́ri-
co.

P2. Si los términos generales de las teorı́as refieren genuinamente, esas teorı́as son empı́rica-
mente exitosas.

P3. Las teorı́as tienen éxito empı́rico.

C. (Problablemente) Las teorı́as son aproximadamente verdaderas y sus términos refieren


genuinamente.

4
Mientras que los argumentos para R3:

P1. Si las primeras teorı́as de una ciencia madura son aproximadamente verdaderas y los
términos centrales de esas teorı́as refieren genuinamente, entonces las posteriores teorı́as más
exitosas de esa misma ciencia preservarán las anteriores como casos lı́mite.

P2. Los cientı́ficos tratan de preservar las teorı́as anteriores como casos lı́mite.

C. (Probablemente) Las primeras teorı́as de una ciencia madura son aproximadamente ver-
daderas y refieren genuinamente.

Según Laudan los defensores de ECR afirman que de ello se seguirı́a el éxito progresivo
de la ciencia como algo natural; al mismo tiempo que si ECR fuera falsa, serı́a un milagro,
para decirlo con H. Putnam (argumento del no milagro), el éxito de las teorı́as cientı́ficas.
Pues según Putnam o Newton-Smith la verdad y la referencia tienen un papel explicativo en
la epistemologı́a. Laudan duda de que las interrelaciones entre verdad, referencia y éxito sean
sólidas y es que lo que se dispone a revisar a continuación, mostrando por un lado, que cua-
tro de las cinco premisas son demasiado ambiguas, como por otro, que aun considerándolas
verdaderas tampoco se seguirı́an de ellas las conclusiones de ECR. Según Laudan, para los
realistas la referencia explica el éxito (creemos que Laudan entiende aquı́ éxito como éxito
predictivo o instrumental ); y el éxito de una teorı́a garantiza la referencia. El problema es que
no es fácil una dar interpretación rigurosa de referencia, ya que esta se muestra muy comple-
ja e insatisfactoria: si el término de referencia lo restringimos demasiado, al realista le será
difı́cil asegurar la misma incluso para las teorı́as de las ciencias maduras; mientras que si se
estira demasiado la noción de referencia, podrı́amos decir que cualquier teorı́a pasada, incluso
por muy errada que esté, referı́a y el realista no estarı́a diciendo nada. Sin embargo según
Putnam, podemos asumir una noción caritativa de referencia que nos permitiera la decisión:
por ejemplo el electrón de Bohr, la masa de Newton o el gen de Mendel serı́an términos de
referencia a diferencia del éter o el flogisto, que no lo serı́an. Hay ejemplos de teorı́as pasadas
referenciales que durante mucho tiempo no fueron exitosas, como la teorı́a quı́mica atómica
del siglo XVIII o la teorı́a wegeneriana de que los continentes son transportados por grandes
objetos subterráneos. Ası́ pues, ha habido teorı́as presuntamente referenciales no exitosas en
las predicciones empı́ricas; y viceversa, teorı́as no referenciales que presentaron mayor éxito.
Dicho lo cual la tesis realista de que las teorı́as cuyos términos centrales refieren tienen éxito
empı́rico, serı́a falsa según Laundan. El realista siempre podrı́a responder que estos ejemplos
señalados pertenecen a teorı́as de ciencias todavı́a no maduras; sin embargo Laudan habla del
ejemplo del éter electromagnético, una entidad según él indispensable para entender las leyes
de la electrodinámica (a mi juicio la hipótesis del éter tenı́a sentido pero sin ser tanto como
un término esencial necesario para cuenta de la propagación de las ondas electromagnéticas,
los verdaderos referentes de las ecuaciones de Maxwell). Laudan concluye pues, que el éxito
empı́rico y la referencia o no de los términos de una teorı́a van por libre. Y si el realista
debilitara la tesis de que en las teorı́as de ciencias maduras que son exitosas al menos hay
algunos términos que refieren, entonces para Laudan esto no deberı́a satisfacer al realista,
pues deberı́a comprometerse con todo lo que la teorı́a afirma.

La crı́tica de Laudan es pertinente hasta cierto punto, pues hay que decir que muchos filóso-
fos realistas moderarı́an y moderan algunos de los puntos relevantes de las tesis que Laudan
ataca. El concepto de verdad es problemático, sin perjuicio de que es posible que que tenga
más ventajas que problemas; la vaguedad atribuida por Laudan al concepto de verdad no
resiste a algunas formulaciones de la misma. En la siguiente sección abordaremos un ejemplo
prometedor de definición de la verdad sobre nuestras teorı́as cientı́ficas, la propuesta por el
filósofo de la ciencia finlandés Ikka Niiniluoto.

5
6. El realismo crı́tico de Niiniluoto y la verosimilitud
6.1. Realismo y progreso
3
Ikka Niiniluoto ha articulado una defensa integral del realismo cientı́fico asumiendo to-
das las tesis realistas (quizá con algún pequeño matiz epistemológico apunta Diéguez). Para
ello y, contestando a la crı́tica de Laudan, ha dado una caracterización rigurosa del concepto
de verosimilitud o verdad aproximada. El realismo de este filósofo no encaja, sin embargo,
con algunas de las tesis que Laudan atacó. En concreto, Niiniluoto (1980) no se compromete
con una visión acumulativa de las teorı́as cientı́ficas en general, de la que hablan las tesis
(R3) y (R4) de la sección anterior. Sino que Niiniluoto asume el carácter falible de la ciencia,
pues nuestras mejores teorı́as bien podrı́an ser falsas. No obstante, podemos afirmar que la
ciencia progresa en el sentido de que consigue ofrecer una imagen cada más verosı́mil sobre
la realidad. Este progreso de la ciencia y el conocimiento ha de entenderse como una mejora
respecto de estados epistémicos anteriores. Para Niiniluoto, además, la verdad debe suponer
un acercamiento a una meta, de forma que nuestras teorı́as serán más verosı́miles en función
de la distancia a esa meta. Debemos distinguir aquı́ la cuestión semántica de la metodológi-
ca: Niiniluoto entiende que aunque sea difı́cil medir la distancia a la meta, puede definirse
el progreso cientı́fico como una aproximación a ella. Resulta difı́cil o imposible cuantificar el
progreso, pero al menos podemos afirmar que hay. Mas ese acercamiento no es necesariamente
lineal, pues la pluralidad de ciencias, de lı́neas de investigación y su fertilidad es indicativo de
que el progreso hacia la verdad (o verdades si se prefiere) es de naturaleza ramificada y plural.

6.2. Concepciones de la verdad


Niiniluoto concibe la verdad como una relación semántica entre lenguaje y realidad. La
concepción de la verdad que subyace a todas las cosmovisiones genuinamente realistas es la
verdad como correspondencia o adecuación, aun entendida esta crı́ticamente. Las alternati-
vas principales tienen, para el filósofo finlandés, grandes problemas. La teorı́a coherentista
de la verdad, posición asumida por una gran tradición, empezando por la filosofı́a idealis-
ta alemana y terminando por algunos de los representantes del Cı́rculo de Viena, define la
verdad de una tesis en virtud de su coherencia con otras tesis asumidas. El problema de
esta concepción es que un conjunto de proposiciones puede ser compatible con A y con su
negación, ¬A, violándose el principio de no contradicción; y si por el contrario, para que
A sea verdad, se establece que debe ser consecuencia lógica de otras verdades, entonces no
podemos determinar la verdad o falsedad de gran cantidad de proposiciones, violándose el
tercio excluso. La otra gran concepción (o clase de concepciones mejor dicho) sobre la verdad
defendida en la actualidad es la teorı́a pragmatista. Estas concepciones invierten el sentido
de la definición clásica: una proposición no serı́a verdadera en virtud de ser una creencia
justificada, como para Platón, sino que la verdad se toma de los compromisos adquiridos en
nuestra actividad práctica. Para la concepción pragmatista, la verdad es una relación entre
enunciados y los sujetos cognoscentes. Como hemos dicho antes, Niiniluoto piensa que estas
concepciones de la verdad no tendrı́an fundamento si no es porque subyace una noción de
correspondencia. El consenso de la comunidad no sirve para definir la verdad, basta pensar
en las ocasiones que las mayorı́as han estado equivocadas sobre un tema, el consenso puede
ser como mucho un indicativo del estado de la cuestión, pero la base por la que asumir ciertas
tesis ha de sostenerse en última instancia en cómo son las cosas en sı́. Niiniluto, sin embargo,
no entiende que la verdad formulada en un lenguaje se predique de la cosa en sı́ en sentido
bruto, pues nuestra ontologı́a está atravesada por nuestro lenguaje. Niiniluoto no cae en el
mito de lo dado, para decirlo con Sellars; el mundo no viene prefabricado. Cuando hablamos
realidad en sı́ lo hacemos través de nuestra conceptualiación y organización de las mismas.
Las verdades son relativas a las L-estructuras, esto es, vienen mediadas por nuestros lenguajes
3
(Diéguez, 1998, pp. 222-230)
6
formales. Ası́ no habrá una única verdad sobre un fragmento del mundo, sino que podrı́a ser
formulada en distintos lenguajes. Ahora bien, el mundo es cognoscible en la medida en que
interaccionamos con él y esto nos hace seleccionar cuales son los mejores sistemas conceptua-
les mediante los que formular nuestras tesis sobre él. Una vez dada la L-estructura, son cosas
en sı́, por utilizar la terminologı́a kantiana (pero no noúmenos, pues podemos acceder a ellas
aunque sea parcialmente y de forma perfectible), las que imponen esas verdades. Una vez
fijados los significados de nuestras expresiones y constructos, son las cosas intrı́nsecamente,
en último término, las que determinan el valor de verdad o falsedad de nuestras proposiciones
formuladas en dicho lenguaje. Las estrcuturas mediadas por un sistema conceptual capturan
propiedades de fragmentos de el mundo que Niiniluoto denota por WL . La verdad es para
Niiniluoto, por tanto, una correspondencia de los enunciados con una realidad estructurada
conceptualmente, haciendo que sea posible que haya más de una descripción verdadera de las
cosas.

6.3. Articulación de una teorı́a sobre la verosimilitud


4
En esta sección exploraremos el concepto de verosimilitud elabarado por el autor anali-
zado. ¿Cómo se define el acercamiento a la verdad de nuestras teorı́as? ¿Cuáles son los indica-
tivos del progreso cientı́fico definido de esta manera? Popper anteriormente habı́a intentado
definir la verosimilitud en términos de verdad y deducción, con el consiguiente problema de
que no podı́a aplicar esto a teorı́as falsas. Niiinluoto dedice continuar por la alternativa abier-
ta antes por Tichy y Hilpinen basada a su vez en la lógica inductiva de Hintikka. Lo primero
es que debemos distinguir como hace Niiniluoto dos sentidos de verosimilitud: por un lado
el problema lógico o sobre cómo definir la distancia a una verdad indefinida y por otro el
problema epistémico, a saber, la estimación de los grados de verosimilitud en función de la
evidencia de la que disponemos. Abordemos el primer problema.

Consideremos un lenguaje, L, de primer orden con un vocabulario finito, λ, que consiste


en una familia de predicados à la Carnap. Cada generalización h, en L tiene una distri-
bución normal, es decir, es equivalente a una disyunción de constituyentes excluyentes y
conjuntamente exhaustivos, (Niiniluoto, 1980, p. 443). Cada uno de ellos corresponde a una
descripción de un estado posible de un fragmento del mundo WL y h es el constituyente
cuya verosimilitud queremos medir. Si suponemos que podemos definir la distancia entre dos
constituyentes d(Ci , Cj ), entonces la distancia de la generalización h a Cj puede ser defini-
da como una función de las distancias entre constituyentes d(Ci , Cj ). Denotamos por C∗ al
constituyente que expresa toda la verdad y solo la verdad sobre el fragmento de WL , es decir,
del mundo capturado mediante L. Entonces podemos definir la verosimilitud de h como
M (h, C∗ ) = 1 − d(h, C∗ ).
Esta expresión denota el grado de aproximación de h a la verdad: si h′ es más fuerte lógica-
mente que h, entonces M (h, C∗ ) < M (h′ , C∗ ) cuando la distancia entre h y el constituyendo
totalmente verdadero, C∗ , es nula, ambos se identifican y la verosimilitud, M , es máxima o 1.
Niiniluoto posteriormente redefinió la distancia d de una forma más sofisticada, que tuviera en
cuenta los pesos relativos de cada uno de los constituyentes y sus distancias respectivas para
que además del grado de aproximación de h, la fórmula midiera también el grado de verosi-
militud. Dada cierta evidencia e usada para calcular las probabilidades inductivas, P (Ci /e)
de los constituyentes, estimamos el valor de M (h, C∗ ) como (Niiniluoto, 1980, p.444):
X
ver(h/e) = P (Ci /e)M (h, Ci ),
i

donde i recorre todos los constituyentes expresados en L. Esto nos indica el grado de L-
verosimilitud de h para la evidencia disponible e. En la lógica inductiva cuando el número
4
(Niiniluoto, 1980) y (Diéguez, 1998)
7
de evidencias crece sin un lı́mite, entonces debe haber un único constituyente, Cc , tal que
P (C/e) tienda a 1 en su lı́mite, es decir: ver(h/e) → M (h, Cc ), cuando la evidencia es in-
finitamente amplia, o o que es equivalente, la verosimilitud tiende a ser máxima o 1 dada
una secuencia de teorı́as h1 , h2 , ..., hm , ... que converge a la verdad. Cabe señalar que, si bien
la noción de L-verosimilitud es relativa al lenguaje L, podemos comparar verosimilitudes de
forma absoluta teniendo en cuenta que cada una de ellas está expresada en un lenguaje dis-
tinto, es decir, no podemos comparar h con h′ pero sı́ los valores asociados a los pares (h, L)
y (h′ , L′ ) respectivamente. Hay que tener en cuenta que esto incluye comparaciones entre
teorı́as con ontologı́as muy distintas. Las teorı́as más verdaderas que la comunidad cientı́fica
va seleccionando estarán formuladas en lenguajes suficientemente potentes capaces de descri-
bir adecuadamente las distintas regiones ontológicas.

7. Conclusión
El debate sobre el realismo cientı́fico se muestra uno de los más complejos de la historia
de la filosofı́a, con muchas aristas y con ingente variedad de matices. En este pequeño trabajo
solo hemos esbozado un esquema general y tratado someramente algunos de las puntos más
relevantes de todo el entramado de literatura que hay al respecto. Hemos mostrado ciertas
crı́ticas a una concepción naı́f del realismo, como también otras objeciones a las que caben
contra-crı́ticas razonables. También abordamos el realismo crı́tico de Niiniluoto como ejem-
plo que muestra que es posible caracterizar el realismo de forma precisa y con rigor. A pesar
de la dificultad del debate, creemos pertinente defender una cosmovisión realista sobre los
resultados que arroja la actividad cientı́fica. Además nos vemos en la obligación, más que
nunca, de defender y reivindicar la importancia de la ciencia, de una filosofı́a informada por
el conocimiento cientı́fico y de la racionalidad en sentido amplio.

8
Referencias
[1] Bunge, M. (2007). A la caza de la realidad. Gedisa.

[2] Diéguez, A. (1998). Realismo cientı́fico: una introducción al debate actual


en la filosofı́a de la ciencia. Universidad de Málaga.

[3] Dı́ez, J. A., Moulines, C. U. (1997). Fundamentos de filosofı́a de la ciencia.


Editorial Ariel.

[4] Laudan, L. (1981). A confutation of convergent realism. Philosophy of


science, 48(1), 19-49.

[5] Niiniluoto, I. (1997). Reference invariance and truthlikeness. Philosophy


of Science, 64(4), 546-554.

[6] Niiniluoto, I. (1980). Scientific Progress. Synthese, 45(3), 427.

[7] Niiniluoto, I. (1998). Verisimilitude: The third period. The British Journal
for the Philosophy of Science, 49(1), 1-29.

[8] Van Fraassen, B. C. (1980). The scientific image. Oxford University Press.

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