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EL RETORNO DEL BATLLISMO (1946 – 1958)

1. La caracterización del Proyecto “Neobatllista”.

Se ha denominado neo (nuevo) batllismo al período histórico marcado por la vuelta


al poder de ese movimiento político, liderado por su sobrino, Luis Batlle Berres, de
su fundador, José Batlle y Ordóñez. El período se caracterizó por un nuevo empuje y
por la aplicación de algunas ideas centrales de la ideología batllista a las realidades
distintas de la segunda posguerra mundial. Se enfatizó así el impulso a la industria,
los avances del Estado en la prestación de servicios públicos, la ampliación de la
legislación laboral y social, el afianzamiento de la democracia política, como viejas
ideas que seguían siendo válidas, pero requerían nuevas modalidades de acción. En
conjunto, constituían un proyecto nacional, un determinado camino que el sector
del batllismo (…) consideraba el más adecuado para el país, imponiéndolo con vigor,
lo que llevó a una radicalización entre quienes se plegaron a esa propuesta y
quienes la combatieron.…

2. Ideología de Luis Batlle Berres.

(…) Se ha manifestado una tendencia creciente en cuanto a calificar al movimiento político orientado por Luis Batlle
como un tipo de populismo (..) Se trata de un movimiento de integración policlasista, que expresó una alianza entre la
burguesía industrial, la pequeña burguesía y la clase obrera, sin que existiera una integración orgánica de ésta en el
movimiento. Es indudable que mientras la burguesía industrial y en buena medida la pequeña burguesía, participaron e
influyeron en el seno mismo del movimiento, la clase obrera gravitó desde afuera con el peso de sus organizaciones
gremiales y con la importancia numérica que su voto tenía en las soluciones electorales.
La ideología del movimiento se conformó con elementos diversos, como resultado de las ideas e intereses distintos y
aun contrapuestos de las fuerzas sociales que procuró expresar. A partir del concepto de la necesaria implantación de
una sociedad industrial, en cuyo desarrollo del estatismo, el dirigismo, la conciliación de clases adquieren una
importancia fundamental, su ideología se proyectó en un amplio concepto de las relaciones entre pueblo y gobierno,
instrumentadas con la vigencia de la democracia y la libertad (…)

"No se puede apedrear desde afuera la


revolución que sacude al mundo. Lo atinado
es entrar en ella para dirigir los
acontecimientos, para refrenar las actitudes
liberticidas y para reconocer y vocear la
justicia de ciertos reclamos. Desconocer la
convulsión que sacude a los pueblos sería
necedad y en cambio pulsar sus
movimientos es armarse para mantener el
orden y continuar por el camino del
progreso. En este aspecto el Poder Ejecutivo
se sien te fuerte porque se siente justo. La
fuerza del poder, puesta al servicio del
trabajo, fortificando la democracia en sus
formas de libertad y orden constituye un
estímulo para los ciudadanos gobernantes"
3. Apoyos y oposiciones sociales y políticas.

Los principales apoyos sociales al régimen fueron urbanos (proletariado, clase media, burguesía industrial).

 Representados por la “Lista 15” de Luis Batlle Berres, popular e innovadora, que creció dentro del Batllismo con
afanes hegemónicos, ahondándose las diferencias con la “Lista 14”, de los hijos de Batlle, ortodoxa y conservadora…

Sectores que habían manifestado un nacionalismo económico profundo —caso del Batllismo— fueron absorbidos por
la relación Democracia-Fascismo, y a partir de la incorporación de EE.UU. al conflicto bélico, las definiciones en
favor de las Naciones Unidas se acentuaron (…) es indudable que la inmensa mayoría de la población uruguaya
brindó un apoyo incondicional a aquéllas en función de una arraigada concepción de los valores superiores que
encierra la Democracia, los que sintió amenazados por la expansión nazi-fascista. Se configuró así una situación en la
que la magnitud del conflicto bélico y las definiciones ideológicas que involucraba, absorbieron todo planteamiento de
política independiente…

 La izquierda continuó siendo débil, con una magra incidencia en la clase obrera, cuya masa se sintió atraída por el
carisma personal de “Luisito”, lo que contribuyó a restarle votos.
Se le opusieron los propietarios rurales tradicionales, el gran comercio y la banca. No podían aceptar una creciente
intervención del Estado (…) que ampliaba la legislación social en beneficio de los asalariados (…) Tampoco lo apoyaron
los pequeños y medianos productores rurales, ni sus peones, que quedaron al margen de su política social y de
redistribución del ingreso. Esta estuvo dirigida a la ciudad, a la que por industrial se consideraba moderna, mucho más
que al campo, al que por ganadero se tenía por rutinario y atrasado.

Representados por el Partido Nacional, con Luis Alberto de Herrera rechazando las posturas pro-norteamericanas del
Gobierno y su política desfavorable al agro.

(…) En el período del Dr. Terra (1933) (…) frente al avance de los fascismos, las simpatías y las vinculaciones del
régimen se orientaron en favor de los mismos. Su actitud frente a la guerra de España, las relaciones con Italia fascista
y Alemania nazi, constituyeron manifestaciones esclarecedoras de cómo y hacia dónde se orientaba el régimen.
Algunas fuerzas que apoyaban al Dr. Terra veían en la ideología de los fascismos un fundamento para su política
reaccionaria, pero salvo pequeños grupos que se definieron por esa ideología, la mayoría fue adaptando sus posiciones
a la evolución de la situación internacional.
El sector más importante —la fracción herrerista del Partido Nacional— se proyectó en un nacionalismo neutralista
cuando se desencadenó la guerra, y en un anticomunismo cerrado, pero no fue capaz de promover un planteamiento
que hiciera del nacionalismo una idea-fuerza orientada a romper los lazos de dependencia (…) en el Herrerismo fue
notoria la carencia de toda concepción orientada a eliminar los lazos de dependencia en que se había desenvuelto el
país. Sin embargo, no se debe despreciar la importancia de la orientación nacionalista del Herrerismo en cuanto
procuró impedir (…) la enajenación del destino político nacional a los intereses norteamericanos.
En momentos en que los sectores gobernantes se ubicaban en actitud de sometimiento a la diplomacia de Estados
Unidos, en un renunciamiento evidente de la soberanía, con el otorgamiento de bases militares y navales a aquella
potencia (…) fue el factor decisivo de que ese proyecto no se concretara (…) La actitud del Herrerismo constituye un
"nacionalismo primario" (…) que no alcanzó la categoría de antiimperialismo, dado que fue un consecuente defensor
de la implantación del capital extranjero en el país, al que consideró como factor de progreso. Su oposición a toda la
política de nacionalizaciones, descubre el carácter superficial y sin destino de un nacionalismo incapaz de penetrar en
la esencia del imperialismo capitalista.
4. El Colegiado y la Constitución de 1952.

A los pocos meses de asumir la Presidencia (tras


las elecciones de 1950), Martínez Trueba
provocó un vuelco político decisivo. Por su
iniciativa se iniciaron conversaciones entre el
Batllismo y el Herrerismo que culminaron con la
firma de un acuerdo para proceder a la reforma
de la constitución sobre la base de la
implantación del Ejecutivo Colegiado (…) Es
indudable que desde el momento en que José
Batlle y Ordóñez lanzó su iniciativa para
establecer el Ejecutivo Colegiado en 1913, el
Batllismo elevó ese planteamiento a la categoría
de principio fundamental dentro de su
programa. Las normas de la Constitución de
1942 fueron aceptadas como una transacción,
como salida para la crisis política iniciada en
1933.
(…) El Herrerismo, siguiendo el oportunismo de
su conductor que colaboró en el golpe de Estado de 1933 para eliminar el Colegiado, aceptó ahora contribuir para
reimplantarlo en forma integral. En tal actitud es visible la aplicación de una táctica que permitió a ese partido
asegurarse, por lo menos, una integración minoritaria del Ejecutivo (…)
En el ámbito interno del Batllismo fue notoria la preocupación de los sectores que impulsaron el acuerdo respecto de la
futura acción de Luis Batlle. Para esos sectores, que habían venido haciendo hincapié en el carácter personalista de su
accionar político, la implantación del Colegiado significaba eliminar todo riesgo de su retorno a la Presidencia. (…) el
factor fundamental que condujo a ese acuerdo interpartidario en torno a la Constitución estuvo dado por la coyuntura
interna e internacional. En ese momento existía una verdadera inquietud sobre la evolución económica y financiera del
país (…) En el plano internacional, la "guerra fría" había pasado al estado de "guerra caliente" con el conflicto de Corea
que amenazaba tener proyección mundial…

El Poder Ejecutivo —ahora Consejo Nacional de Gobierno— se integraba con nueve miembros, correspondiendo seis a
la lista mayoritaria del lema más votado y tres cargos al lema que le siguiera en número de votos. Ello, sin perjuicio de
disposiciones complementarias, que establecían que uno de los cargos de la mayoría debería adjudicarse a otra lista que
superase la sexta parte de los votos emitidos en favor del lema. Los cargos de la minoría se distribuían
proporcionalmente entre las listas que concurrían bajo el lema.

Los Entes Autónomos y servicios descentralizados vieron aumentada su autonomía, pero se estableció un verdadero
reparto de la administración al integrar su directorio con tres miembros designados por la mayoría del Consejo de
Gobierno y dos por la minoría. Esta disposición fue una de las que tuvo consecuencias negativas más marcadas. Las
designaciones realizadas con criterio político para recompensar méritos partidarios o resolver la situación de
correligionarios que habían fracasado en sus aspiraciones parlamentarias, sin tener en cuenta que tuvieran o no
condiciones para el desempeño de los cargos, se generalizó; la incapacidad directriz repercutió en la gestión de los
Entes y como se actuaba en función política, el conceder empleos para formar clientelas electorales se hizo común,
amplificando la burocracia y la ineficiencia.

Textos extraídos de Benjamín Nahum “Manual de Historia del Uruguay” y Germán D’Elía, “El Uruguay Neo-batllista”
(Modificados)

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