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Contratos – 2º Parcial
Efectos de los Contratos
El tema de los efectos del contrato abarca dos cuestiones diferentes. Por un lado, lo que
podemos denominar las consecuencias propias del contrato; por el otro, las repercusiones de
ese contrato en las personas.
Las consecuencias propias del contrato apuntan a dos temas centrales: la autonomía de la
voluntad y la fuerza obligatoria del contrato.
En cuanto a la repercusión del contrato, hay que poner de relieve que los efectos generados
por el contrato y, en general, por todo acto jurídico, recaen sobre las partes intervinientes y
sobre sus sucesores; incluso, se ha consagrado, como regla, que los contratos no producen
efectos respecto de terceros.
Más allá de que la fuerza obligatoria de los contratos encuentre su fundamento en el respeto
de la voluntad de los contratantes, también reconoce la importancia de las necesidades del
tráfico.
Son un instrumento esencial para la vida económica y para la promoción de la riqueza; por
todo ello es indispensable reconocerles fuerza jurídica. Media en la cuestión un interés de
orden público.
La Autonomía de la Voluntad
Hoy, a los históricos límites de la autonomía de la voluntad conformados por los principios de
orden público y de las buenas costumbres, la necesaria licitud de la contratación y la no
afectación de terceros, deben añadirse las normas imperativas, la regla moral, la buena fe
contractual, el ejercicio regular de los derechos y la equidad de las prestaciones.
Por otra parte, es visible que existen contratos en donde las libertades configurativas de la
autonomía de la voluntad tienden a desaparecer. Así, en los contratos de adhesión, la libertad
contractual queda absolutamente conmovida, en tanto el contenido del contrato es
configurado exclusivamente por el proponente, quedándole al adherente sólo el derecho (la
libertad) de contratar o no contratar.
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b) Si procuran dejar sin efecto las leyes en cuya observancia está interesado el orden
público.
Asimismo, no tendrán validez aquellas cláusulas contractuales que importen un abuso del
derecho.
El art. 11 CCCN ha recogido otro límite a la fuerza obligatoria del contrato: el llamado abuso de
posición dominante.
Una novedad que trae el CCCN es el reconocimiento de los derechos de incidencia colectiva:
“la ley no ampara el ejercicio abusivo de los derechos individuales cuando pueda afectar al
ambiente y a los derechos de incidencia colectiva en general”. Los derechos de incidencia
colectiva consisten en derechos pertenecientes a un grupo indeterminado de personas,
concernientes a intereses indivisibles.
Finalmente, debe señalarse que, como regla, los jueces no tienen facultades para modificar las
estipulaciones de los contratos. Sin embargo, se prevén dos excepciones:
Los contratos deben celebrarse, interpretarse y ejecutarse de buena fe. Los contratos obligan
no sólo a lo que está formalmente expresado, sino a todas las consecuencias que puedan
considerarse comprendidas en ellos, con los alcances en que razonablemente se habría
obligado un contratante cuidadoso y previsor.
Siguiendo con la terminología usual, debe distinguirse entre la buena fe-creencia y la buena fe-
lealtad. La primera consiste en un estado de ánimo que confía en la apariencia de un título.
La buena fe-lealtad es el deber de obrar en las relaciones contractuales con probidad, como lo
haría una persona honorable y correcta obrando con cuidado y previsión. Esta buena fe obliga
a ser claro en las ofertas y tratativas contractuales, de modo de no inducir a error a la otra
parte.
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Las partes son aquellos sujetos que, por sí o por representante (legal o voluntario), se han
puesto de acuerdo sobre una declaración de voluntad común, concurriendo a la formación y
consentimiento del contrato.
1. Quien lo otorga a nombre propio, incluso si lo hace en interés ajeno (que es el caso del
mandato sin representación).
3. Quien manifiesta la voluntad contractual, aunque ésta sea transmitida por un corredor
o por un agente sin representación (el caso del nuncio o mensajero).
El heredero o sucesor universal es aquel a quien pasa todo o una parte indivisa del patrimonio
de otra persona a raíz de la muerte de esta última. La herencia comprende todos los derechos
y obligaciones del causante que no se extinguen por su fallecimiento, lo que implica que los
efectos de los contratos que han tenido al causante como parte, se transmiten a los sucesores
universales.
Los efectos del contrato se extienden activa y pasivamente a los sucesores universales, a
menos que las obligaciones que el contrato genere sean inherentes a la persona, o que su
transmisión sea incompatible con la naturaleza de la obligación o esté prohibida por una
cláusula del contrato o de la ley.
El sucesor universal ocupa el lugar del causante. Esta regla no es aplicable en todos los casos.
La primera excepción está informada por el Art. 2280, en cuanto impide su aplicación cuando
se tratase de derechos no transmisibles por sucesión.
Terceros: concepto
Tercero es toda persona que no es parte en el acto.
A menos que la ley disponga lo contrario, los contratos no tienen efectos respecto de los
terceros.
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A diferencia del sucesor universal, que tiene vocación a todos los bienes del causante, el
heredero de cuota sólo recibe una cuota de tales bienes y expresamente carece de vocación a
todos ellos.
Debe diferenciarse claramente al sucesor singular del sucesor universal. Mientras el sucesor
universal ocupa de manera integral el lugar del causante; el sucesor singular sólo lo ocupa
cuando se trata de precisos derechos y obligaciones, pues, justamente, lo sucede respecto de
esos determinados derechos y obligaciones.
Es sucesor singular quien adquiere una cosa mueble o inmueble por el título que sea, lo que
puede ocurrir por un acto entre vivos o por un acto de última voluntad. El adquiriente goza
todos los derechos que sobre esa cosa tenía el enajenante, pero (a la vez) debe respetar las
condiciones que la afectaban.
El contrato tiene efectos entre las partes contratantes, pero no los tiene respecto de terceros,
a menos que la ley prevea alguna excepción (Art. 1021 CCCN). Esta norma no impide a los
terceros que puedan invocar la existencia del contrato, o alegar respecto de las obligaciones
engendradas o su incumplimiento.
Lo que el tercero no puede hacer es invocar el contrato que no ha celebrado para aducir
derechos contra los propios contratantes, ni puede dañar injustamente los derechos que
nacen de ese contrato.
Por otra parte, es importante establecer que el contrato no puede perjudicar a los terceros, ni
imponerles obligaciones. Por ello, es válido afirmar que el contrato es oponible a los terceros.
Más aún, en ciertos casos los afecta:
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Contrato a nombre del tercero: nadie puede contratar a nombre de un tercero sin
tener por ley su representación; salvo, claro está, que el tercero ratifique el contrato
expresamente, o de manera tácita, ejecutando la obligación.
Contrato a cargo del tercero o promesa del hecho del tercero: el CCCN ha
diferenciado dos supuestos, según se trate de la promesa del hecho de un tercero o la
entrega de un bien que pertenece a un tercero. En ningún caso es posible exigir al
tercero el cumplimiento de una obligación que no asumió, pero si cumple, el
cumplimiento será válido y tendrá todos los efectos que tiene el cumplimiento de una
obligación contractual.
Excepción de Incumplimiento
Concepto y Antecedentes históricos
En los contratos de los cuales nacen obligaciones simultáneas a cargo de ambas partes, una de
ellas no puede reclamar a la otra el cumplimiento si no hubiera cumplido sus propias
obligaciones u ofreciere cumplirlas.
La excepción deja de jugar cuando las obligaciones de quien reclama están sujetas a plazo. Así,
por ejemplo, si el comprador cuenta con el plazo de un año, a partir del momento de la
entrega de la cosa, para pagar el saldo del precio, puede demandar esa entrega sin necesidad
de pagar el saldo.
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Debe destacarse que la mención a la oponibilidad como excepción, sólo alude a la hipótesis de
excepción sustancial, no es invocable en los juicios ejecutivos, pues en estos procesos el
número de defensas está estrictamente determinado por la ley. Por lo tanto, si esta excepción
no hubiera sido prevista entre ellas, no puede ser invocada.
La exceptio funciona como excepción dilatoria, que paraliza la acción del demandante:
demandado el cumplimiento, la otra parte puede oponerse al progreso de la acción, en tanto
el actor no pruebe haber cumplido sus obligaciones.
Carga de la Prueba
Ordinariamente, quien opone una excepción debe probarla; pero, en este caso, la doctrina
afirma que debe invertirse la carga de la prueba, de manera de hacerla pesar sobre el que
demanda el cumplimiento. El demandado se limita a oponer la excepción; si el actor pretende
que ésta es infundada, debe probarlo.
2. Que las obligaciones deban cumplirse simultáneamente, que no estén sujetas a plazo
diferente. Si la obligación de la contraparte tuviera un plazo no vencido, la excepción
sería improcedente.
4. Que la exceptio haya sido hecha valer de buena fe, lo que implica que no puede
oponerse la exceptio en base a un incumplimiento poco importante, pues importaría
un ejercicio abusivo del derecho.
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A la contraparte, a quien se le opone la exceptio, le basta con ofrecer cumplir sus obligaciones,
para paralizar sus efectos.
La Tutela Preventiva
Dispone el Art. 1032 que una parte puede suspender su propio cumplimiento si sus derechos
sufriesen una grave amenaza de daño porque la otra parte ha sufrido un menoscabo
significativo en su aptitud para cumplir, o en su solvencia.
La figura encuentra su fundamento en el abuso del derecho. Es que resulta abusivo el reclamo
de cumplimiento hecho por quien ha visto menoscabada significativamente su solvencia o su
aptitud para cumplir su obligación, amparándose en que tiene plazo para hacerlo.
Quien invoque la tutela preventiva será quien debe acreditar el estado de insolvencia de la
contraparte o el grave riesgo de no percibir lo que se le debe.
Seña o Arras
En la práctica de los negocios es frecuente que los contratantes exijan una garantía de la
seriedad de las intenciones de la otra parte. Un recurso muy empleado es la entrega de una
suma de dinero en concepto de seña.
La seña importa algo más que dar una seguridad; significa darle principio de ejecución al
contrato celebrado. Es la seña confirmatoria.
A la par de esta seña, existe otra, llamada penitencial, que desempeña un doble papel: por una
parte, es una garantía de la seriedad del acto y tiene el carácter de un adelanto del pago del
precio; por otra, importa acordar a los contratantes el derecho de arrepentirse, perdiendo la
seña el que la ha entregado y devolviéndola doblada el que la ha recibido.
Seña Confirmatoria
La seña confirmatoria consiste en un adelanto de una parte del precio, o en la entrega de una
cosa mueble, como garantía del cumplimiento de un contrato o, más aún, como principio de
ejecución del contrato. A la inversa de la seña penitencial, que abre un derecho de
arrepentimiento, la confirmatoria implica la renuncia a esta posibilidad.
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Seña Penitencial
Pactada la seña penitencial, puede ocurrir que las partes opten por cumplir el contrato o por
arrepentirse o que una de ellas incurra en incumplimiento.
1. Optan por cumplir el contrato. La seña tiene entonces el carácter de pago parcial, si es
de la misma especie de lo que debe darse por el contrato. Si la seña fuera de diferente
especie de la prestación prometida, o si la obligación es de hacer o no hacer, cumplida
la obligación, la cosa mueble dada como seña debe devolverse.
La llamada “RESERVA”.
La Reserva consiste en la entrega de una suma de dinero de poca significación al solo efecto de
que se le otorgue prioridad en la celebración de un contrato. Si el contrato finalmente no se
celebra, quien recibió la suma dineraria dada en reserva deberá devolverla, y quien la dio sólo
tendrá derecho a reclamar la suma entregada.
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El cumplimiento puede ser exigido forzadamente y, en ciertos casos, se puede hacer cumplir la
obligación por un tercero. En los contratos de consumo, expresamente se otorga al
consumidor la facultad, entre otras, de exigir el cumplimiento forzado de la obligación,
siempre que ello fuera posible, y sin perjuicio del derecho a accionar por los daños y perjuicios
que correspondan.
Sin embargo, no debe creerse que con el cumplimiento de las prestaciones se extinguen
totalmente las obligaciones contractuales. Así, en los contratos onerosos, el que entregó la
cosa debe todavía la garantía de saneamiento.
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Pero si las disposiciones no son separables, porque el acto no puede subsistir sin cumplir su
finalidad, debe declararse la nulidad total del contrato.
Se incluyen en este tópico los casos de factores extrínsecos capaces de provocar la extinción
(imposibilidad de cumplimiento, frustración de la finalidad e imprevisión).
❖ Imposibilidad de Cumplimiento
También se extinguen los contratos por la imposibilidad de cumplir con la prestación. Tal
imposibilidad debe ser sobrevenida, objetiva, absoluta y definitiva; esto es, que la
imposibilidad sea posterior al nacimiento de la obligación, que importe un impedimento
insuperable para cualquier persona y que no sea transitoria.
La norma diferencia, a su vez, según si la imposibilidad fue producida por caso fortuito o fuerza
mayor, o si se debe a causas imputables al deudor. En el primer supuesto, la obligación se
extingue, sin provocar responsabilidad alguna; es el caso de que se haya prometido la entrega
de una cosa y ésta se pierde o destruye por fuerza de la naturaleza. En el segundo supuesto, la
norma citada dispone que la obligación no se extingue sino que se modifica su objeto,
convirtiéndose en la de pagar una indemnización por los daños causados.
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La imposibilidad temporaria puede tener los mismos efectos que la imposibilidad definitiva.
Ello ocurre cuando el plazo de cumplimiento es esencial, o cuando se frustra el interés del
acreedor de manera irreversible. Son los conocidos casos del vestido de la novia o el servicio
de comida para una fiesta.
❖ Frustración de la Finalidad
Cuando el móvil determinante, es decir la finalidad perseguida por las partes, manifestada en
el contrato, se frustra, la parte perjudicada puede reclamar la resolución, siempre que se
cumplan los recaudos que la propia ley exija.
Efectos
Cuando la finalidad tenida en cuenta por los contratantes se ha frustrado, parece razonable
admitir la resolución del contrato. Para que ello ocurra es imprescindible que la finalidad haya
sido expresada, o haya sido conocida por la otra parte.
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❖ Teoría de la Imprevisión
Muchas veces, después de celebrado un contrato se produce una alteración profunda en las
circunstancias (principalmente las de orden económico) existentes en el momento de la
celebración. Como ejemplos notables pueden citarse una guerra, una profunda e imprevisible
crisis, etc.
No basta un cambio de las circunstancias, sino que ese cambio sea, en su existencia misma o
en su intensidad, imprevisible. Así, por ejemplo, si durante un período de inflación, uno de los
contratantes asume obligaciones que en el momento de cumplir le resultan más onerosas de
lo que eran cuando contrató, no podrá eximirse de sus compromisos si la inflación siguió su
curso normal y previsible.
Condiciones de Aplicación
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Efectos
Rescisión Bilateral.
La rescisión bilateral es un acuerdo de voluntades por el cual se deja sin efecto un contrato.
Los efectos de la rescisión bilateral dependen de la voluntad de las partes, aunque si nada se
conviene, solamente produce efectos para el futuro.
Para que el acto sea pasible de ser rescindido es preciso que se trate de un contrato de
ejecución diferida o continuada, es decir, con prestaciones no agotadas o pendientes de
cumplimiento.
Las partes pueden acordar que el contrato originario quede sin efecto retroactivamente, con
obligación de las partes de restituirse mutuamente todo lo que hubieran recibido la una de la
otra; o bien pueden acordar que el contrato deja de producir efectos en adelante, quedando
firmes los efectos ya producidos. La retroactividad resultante de una rescisión bilateral no
puede perjudicar nunca los derechos que los terceros hubieran adquirido en el ínterin como
consecuencia del contrato originario.
Rescisión Unilateral
La rescisión unilateral no importa un acuerdo de voluntades; por el contrario, una sola de las
partes, por propia voluntad, está facultada a poner fin a las relaciones contractuales, total o
parcialmente. Esta facultad excepcional es reconocida por la ley en ciertos contratos; así, por
ejemplo, en el contrato de trabajo, que puede ser rescindido por voluntad unilateral del
obrero o del patrón.
Esta facultad rescisoria puede tener origen en una disposición de la ley o en una cláusula del
contrato. En cualquier caso, la eficacia de la declaración rescisoria no depende de la existencia
de una causa justificada.
Esta rescisión unilateral pone término a las relaciones contractuales a partir del momento en
que la voluntad se ha manifestado; pero no afecta los efectos anteriores del contrato, salvo
pacto en contrario.
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❖ Resolución
La resolución deja sin efecto el contrato entre las partes, de manera retroactiva; su
consecuencia es volver las cosas al estado en que se encontraban antes de la celebración del
contrato. En este punto, sus efectos son semejantes a los de nulidad; pero se diferencia
claramente de ésta en que el hecho que provoca la resolución es siempre posterior al contrato,
en tanto que el que da lugar a la nulidad, debe ser anterior o concomitante con la celebración.
❖ Revocación
El contrato puede ser extinguido total o parcialmente por la declaración de una de las partes,
mediante revocación, en los casos en que el mismo contrato o la ley le atribuyan esa facultad.
La revocación exige una causa jurídica que la justifique; así, por ejemplo, será necesario que
medie ingratitud del donatario o incumplimiento por éste de los cargos que le fueron
impuestos.
Por regla general, los efectos de la revocación son hacia el futuro (art. 1079, inc. “a”), sin
perjuicio de la subsistencia de las prestaciones cumplidas. Puede anotarse como excepción la
revocación de la donación por incumplimiento de los cargos, que obliga a los terceros
adquirentes que conocen la existencia de esos cargos a restituir los bienes gravados.
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Lesión
La equivalencia de las prestaciones no es ni más ni menos que una "institución social" del
moderno constitucionalismo social.
El art. 332 CCCN dispone: "Lesión. Puede demandarse la nulidad o la modificación de los actos
jurídicos cuando una de las partes explotando la necesidad, debilidad síquica o inexperiencia de
la otra, obtuviera por medio de ellos una ventaja patrimonial evidentemente desproporcionada
y sin justificación.
Se presume, excepto prueba en contrario, que existe tal explotación en caso de notable
desproporción de las prestaciones. Los cálculos deben hacerse según valores al tiempo del acto
y la desproporción debe subsistir en el momento de la demanda.
El afectado tiene opción para demandar la nulidad o un reajuste equitativo del convenio, pero
la primera de estas acciones se debe transformar en acción de reajuste si éste es ofrecido por el
demandado al contestar la demanda.
Concepto
La Lesión consiste en que una de las partes, explotando la necesidad, debilidad psíquica o
inexperiencia de la otra, obtuviera, por medio de ello, una ventaja patrimonial
desproporcionada y sin justificación.
Elementos de la Lesión
Los otros dos elementos son de índole subjetiva. Uno hace referencia al damnificado y se
relaciona con la necesidad, ligereza o inexperiencia que padece en el momento de celebrar el
acto; y el otro, concierne al sujeto explotador, que aprovecha la situación de inferioridad de la
otra parte para obtener una ventaja patrimonial.
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Requisitos Fundamentales
2. Reajuste equitativo.
Sólo el lesionado o sus herederos pueden ejercer la acción. No así los terceros ni los
acreedores.
Hay que descartar a los contratos gratuitos. Se aplicarán a los contratos bilaterales
conmutativos, es decir, aquellos donde existan prestaciones reciprocas y donde las ventajas o
pérdidas son razonablemente conocidas por las partes desde la celebración del negocio
jurídico.
También a los contratos aleatorios cuando la lesión es extraña al riesgo propio del contrato.
(Imprevisión).
Plazo de Prescripción
De acuerdo a los arts. 2562 inc. a) y 2563 inc. e) del CCCN, fijan un plazo de dos años de
prescripción, el que empezará a contarse, “desde la fecha en que la obligación a cargo del
lesionado debía ser cumplida.”
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Obligación de Saneamiento
Sujetos responsables
Los sujetos que están obligados al saneamiento son:
En segundo lugar, también responden los antecesores del enajenante, si han transferido el
bien a título oneroso, siempre que el vicio no sea posterior a la respectiva transferencia.
Hay casos en los que las cláusulas de supresión o de disminución de la responsabilidad por
saneamiento, se las tiene por no convenidas:
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La primera opción obliga a distinguir entre evicción y vicios ocultos. Por ello se refiere a sanear
el título, propio de la evicción, y a subsanar el vicio, que debe ser oculto.
La segunda opción apunta a los bienes fungibles; esto es, aquellos bienes que reconocen la
existencia de otro igual, con su misma calidad y especie, lo que los hace intercambiables. En tal
caso, si el enajenante no tenía el derecho para transmitir su propiedad a otro, o si la cosa
tuviera defectos que la hacen impropia para su destino, deberá, a pedido del acreedor,
entregarle otra idéntica, sin defectos materiales y con un título existente y legítimo.
La tercera opción, el acreedor puede llegar a resolver el contrato. Sin embargo, se prevén dos
excepciones. La primera, para el supuesto de evicción, la cual impide invocar esta garantía si
ha transcurrido el tiempo suficiente para que el derecho quede saneado por el transcurso del
plazo de prescripción adquisitiva. La segunda, si el defecto oculto es subsanable, pues la
resolución importaría un verdadero abuso del derecho y conspiraría contra el principio de
conservación del contrato.
El régimen vigente otorga al acreedor la facultad de exigir que se le reparen los daños sufridos
por el vicio. Sin embargo, prevé algunas excepciones. En efecto, el acreedor de la obligación de
saneamiento no puede reclamar la reparación de los daños:
Sin embargo, renace el derecho a reclamar los daños, en estos dos últimos casos, si el
enajenante actúa profesionalmente en la actividad a la que corresponde la enajenación, a
menos que el adquirente también se desempeñe profesionalmente en esa actividad, en cuyo
caso vuelve a aparecer la prohibición.
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Evicción
Quien transmite una cosa por título oneroso (vendedor, cedente, etc.), está obligado a
garantizar la legitimidad del derecho que transmite; debe asegurar al adquirente que su título
es bueno y que nadie podrá perturbarlo alegando un mejor derecho.
Cuando adquirimos algo a título oneroso, el transmitente (ej: el vendedor, locador, etc.), debe
garantizarnos que no sufriremos evicción, es decir, que ningún tercero hará reclamos judiciales
que nos priven de lo que hemos adquirido, y que si ello ocurriera nos indemnizarán los daños y
perjuicios. Esta garantía está implícita en los contratos onerosos.
Requisitos
a) Que se trate de una turbación “de derecho”: la turbación debe fundarse en una causa
jurídica (ej: que le entablen una demanda, que le opongan una excepción, etc., que lo
puedan privar del derecho adquirido).
El enajenante no garantiza jamás contra las turbaciones de hecho de los terceros.
Efectos de la Garantía
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Vicios Redhibitorios
Se llaman vicios redhibitorios los defectos ocultos de la cosa que existen al tiempo de la
adquisición y cuya importancia es tal que de haberlos conocido el adquirente no la habría
adquirido o habría dado menos por ella. Todo el que transfiere el dominio de una cosa a otra
persona por título oneroso debe garantía por ellos.
Se trata de una garantía que la ley reconoce a todo adquirente a título oneroso para ponerlo a
cubierto de sorpresas desagradables y para brindar una mayor seguridad en los negocios
jurídicos. Esa garantía es debida inclusive por el enajenante de buena fe, que desconocía los
vicios. Es un caso de responsabilidad objetiva.
La palabra redhibitoria expresa la idea de que el adquirente tiene el derecho de hacer retomar
la cosa al enajenante y de exigirle que éste le devuelva el precio. Pero no siempre el
adquirente tiene esa acción para dejar sin efecto el contrato, pues cuando el vicio es
subsanable, sólo podrá reclamar la restitución de una parte del precio.
Esta garantía sólo se debe en los contratos a título oneroso, pero no en los gratuitos.
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Condiciones de existencia
Para que exista vicio redhibitorio capaz de dar origen a la responsabilidad del enajenante es
necesario que el vicio:
a) Sea Oculto: la responsabilidad por defectos ocultos no comprende los defectos del
bien que el adquirente conoció, o debió haber conocido mediante un examen
adecuado a las circunstancias del caso al momento de la adquisición.
Como principio puede afirmarse que no son ocultos aquellos defectos que podrían
descubrirse mediante un examen atento y cuidadoso de la cosa, practicado en la
forma usual para ese negocio y para esa mercadería, sin que sea necesario que el
adquirente se haga asesorar por un experto.
b) Sea Importante: el vicio debe tener una importancia tal que hagan a la cosa impropia
para su destino por razones estructurales o funcionales, o disminuyan su utilidad a tal
extremo, que de haberlo conocido, el adquirente no la habría adquirido o habría dado
menos por ella.
Si la gravedad del vicio fuera tan importante que la cosa resultare impropia para su
destino, el adquirente tiene a su disposición la acción redhibitoria, por la cual puede
obtener la resolución del contrato. En cambio, si el defecto es subsanable, en principio
sólo puede exigir la subsanación y la reparación de los daños sufridos.
Prueba
Incumbe al adquirente, como regla, probar que el vicio existía al tiempo de la adquisición y, no
probándolo, se juzga que sobrevino después. Pero bastará con que de las circunstancias del
caso y de la naturaleza del defecto resulte indudable o muy probable que el vicio ya existía en
ese momento.
La norma citada prevé una excepción: la prueba de que el vicio es posterior a la tradición
incumbirá al enajenante cuando éste actúe profesionalmente en la actividad a la que
corresponde la enajenación.
Esta acción está destinada a dejar sin efecto el contrato. El adquirente pondrá a disposición del
enajenante el bien y reclamará la restitución de la contraprestación dada.
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Si se trata de un bien inmueble, la caducidad se produce cuando transcurren 3 años desde que
el adquirente lo recibió; si se trata de bienes muebles, el plazo de caducidad se reduce a 6
meses, el que se cuenta a partir de la fecha en que el adquirente lo recibió o lo puso en
funcionamiento.
Vencidos esos plazos, se extingue el derecho. Estos plazos pueden ser aumentados
convencionalmente.
Si no hace la denuncia dentro de los 60 días, se extingue la responsabilidad por los defectos
ocultos, excepto que el enajenante haya conocido o debido conocer la existencia de los
defectos. La excepción final importa una sanción a la mala fe del enajenante.
Ahora bien, hecha la denuncia, comienza a correr el plazo de prescripción de un año para
iniciar la acción judicial, redhibitoria o por subsanación del defecto oculto.
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Pacto Comisorio
La cláusula resolutoria (llamada Pacto Comisorio), es aquella que permite a los contratantes
reclamar la resolución del contrato cuando una de ellas no ha cumplido con las obligaciones a
su cargo.
Estas disposiciones relativas al pacto comisorio son aplicables a los contratos bilaterales, en los
que hay prestaciones recíprocas.
Para ello es necesario que se cumplan una serie de recaudos que la propia Ley prevé:
a) Una de las partes debe haber incumplido su obligación: el incumplimiento debe ser
esencial en atención a la finalidad del contrato. Se considera que es esencial:
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La diferencia con el pacto comisorio tácito es, pues, importante. Si el pacto no hubiera sido
previsto en el contrato, el contrato igualmente puede resolverse, pero la parte interesada en la
resolución debe darle al deudor una última oportunidad de cumplir; si el pacto fuere expreso,
el cumplidor se limita a comunicar al incumplidor su voluntad de resolver.
El Art. 1086 CCCN dispone que la comunicación de la voluntad de resolver debe hacerse en
forma fehaciente. La Ley pretende que sea de modo que constituya una prueba segura, en la
cual se pueda depositar fe. Cualquier duda acerca de si la comunicación ha sido hecha o no,
debe resolverse en el sentido de que no lo fue, ya que pudiendo utilizar el interesado una
forma que no arroje dudas, ha utilizado un medio menos seguro.
Si la obligación del deudor cesa, es obvio que también el acreedor debe sentirse desobligado.
La obligación quedará resuelta, pero el deudor no estará obligado al pago de los daños, pues la
propia norma dispone que la obligación se extingue sin responsabilidad.
Incumplimiento Parcial
Nuestra Ley distingue dos supuestos: por un lado, el incumplimiento parcial del deudor faculta
al acreedor a resolver parcialmente el contrato. Pero, por otro lado, se admite que si el
acreedor no tiene ningún interés en la prestación parcial ejecutada por el deudor, puede
resolver íntegramente el contrato.
Culpa Recíproca
La hipótesis de que la prueba demuestre que ambos son culpables, debe el juez declarar
resuelto el contrato, rechazar los reclamos recíprocos por daños y decretar que las costas
corran en el orden causado.
Este principio, sin embargo, no es absoluto. El grado de culpabilidad puede ser muy distinto y
el incumplimiento poco significativo no da lugar a la resolución. En caso de incumplimiento
recíproco, el juez debe apreciar la entidad e importancia de dichos incumplimientos, para
decidir si entre las violaciones contractuales de uno y otro existe el nexo de causalidad y la
relación de proporcionalidad necesaria para la resolución del contrato a cargo de una u otra
parte.
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Independientemente del derecho a la resolución del contrato, la parte que ha cumplido tiene
derecho a la reparación de los daños sufridos.
La invocación de la cláusula resolutoria provoca que el contrato quede sin efectos de manera
retroactiva, y que las partes deben devolverse recíprocamente lo que hubieran recibido, o su
valor, como consecuencia de él, en la medida que corresponda.
En cuanto a los terceros, la resolución es más compleja. La aplicación estricta de los principios
de la condición resolutoria conduciría a dejar sin efectos los derechos que los terceros
pudieran haber adquirido sobre la cosa que debe devolverse. En la práctica, y por efecto del
juego de prudentes disposiciones del Código, el tercero de buena fe no se ve afectado por el
pacto comisorio. De allí que el Art. 1080 se refiere a la posibilidad de restituir el valor de la
cosa recibida y no la misma cosa.
Reglas Interpretativas
❖ El Principio de Buena Fe
Buena Fe-Objetiva (Lealtad): Consiste en obrar con honestidad y lealtad hacia la otra parte.
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❖ La Intención Común
El Art. 1061 CCCN establece que el contrato debe interpretarse conforme a la intención común
de las partes.
La intención común de las partes presume la libertad contractual, es decir, la facultad que ellas
tienen de determinar el contenido del contrato. Interpretar el contrato de acuerdo con la
intención común de obligarse y de adquirir derechos, y no la intención individual de cada
contratante o su particular finalidad personal.
Esta búsqueda de desentrañar la intención común de las partes debe ser cuidadosa de no
perjudicar a los terceros, quienes podrían verse afectados por manifestaciones culposas de los
contratantes.
❖ La Interpretación restrictiva
Esta disposición no es aplicable a las obligaciones del predisponente y del proveedor en los
contratos por adhesión y en los de consumo, respectivamente.
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❖ La interpretación Gramatical
Las palabras empleadas en el Contrato deben entenderse en el sentido que les da el uso
general; esto es que el significado común de las palabras prevalece sobre el sentido técnico.
El hombre medio usa las palabras en sentido común y no técnico, incluso de manera impropia,
aunque conforme con un uso vulgar, y no es posible que las diferencias culturales o de poder
negociador sean reafirmadas mediante la prevalencia del sentido técnico en desmedro del
débil jurídico. Es esencial hablar claro; quien no lo hace debe cargar con las consecuencias.
Pero si el contrato se refiriera a un tema técnico y ambas partes fueran idóneas en él, deberá
entenderse que las palabras usadas han sido tomadas en el sentido propio con que se las
utiliza en esa especialidad; lo mismo sucede cuando la propia ley, el acuerdo de las partes o los
usos y prácticas del lugar de celebración, atribuyen a las palabras un significado específico.
❖ La Interpretación Contextual
Las cláusulas contractuales no pueden ser interpretadas aisladamente sino unas por medio de
las otras, y atribuyéndoles el sentido apropiado al conjunto del acto.
Cada cláusula arrancada del conjunto y tomada en sí misma puede tener un significado
inexacto; solamente la correlación armónica de cada una con las otras y teniendo en cuenta la
luz que proyectan armónicamente permite desentrañar el significado efectivo de cada una y
de todas tomadas en conjunto.
Debe señalarse, sin embargo, que esta interpretación sistemática no es aplicable a los
contratos con cláusulas predispuestas, porque el grueso del contrato, al estar pre-redactado,
responde al querer de uno solo de los contratantes.
Si hay duda sobre la eficacia del contrato, o de alguna de sus cláusulas, debe interpretarse en
el sentido de darles efecto.
Si hay varias interpretaciones posibles, deberá preferirse aquella que se adecue mejor al
objeto contractual.
Se trata de una regla interpretativa, que a su vez deriva del principio general de la buena fe.
Es fundamental determinar qué contrato se ha querido celebrar, calificarlo, más allá del
nombre que se le haya dado, pues la interpretación deberá ser acorde con eso querido, esto es
con la finalidad tenida en cuenta por las partes. Lo que importa es que el juez lo califique
jurídicamente, lo que le permitirá desentrañar su naturaleza, clasificarlo entre las categorías
jurídicas existentes, determinar las normas jurídicas que han de aplicarse, e interpretarlo
correctamente. Ej: contrato de comodato, que en verdad encubre una verdadera locación,
usándose aquel formato para eludir las reglas imperativas que gobiernan a este último.
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El Art. 1065 CCCN establece que cuando el significado de las palabras interpretado
contextualmente no es suficiente, se debe tomar en consideración la conducta de las partes,
incluso la posterior a su celebración.
De su redacción, pareciera que lo importante es la conducta anterior; de allí que se dice que
incluso debe considerarse la conducta posterior.
En los casos de duda, cuando el contrato ha dejado algunas lagunas, esos vacíos bien pueden
llenarse con las conductas anteriores de las partes, que reflejan una unidad de obrar y
conforman, además, las bases de entendimiento que en su momento fueron consideradas
para celebrar el contrato. Esas negociaciones han dado lugar a las tratativas precontractuales y
a trabajos preparatorios, e incluso pueden haber derivado en un contrato preliminar. Incluso,
no es un dato menor a considerar, la situación particular de los sujetos contratantes, pues ella
revela lo que buscaban conseguir con el contrato y los propósitos que los guiaron.
El Art. 1065 establece que cuando el significado de las palabras interpretado contextualmente
no es suficiente, se debe tomar en consideración las circunstancias en que se celebró,
incluyendo las negociaciones preliminares.
❖ El Principio de Confianza
El Art. 1067 establece que la interpretación debe proteger la confianza y la lealtad que las
partes se debe recíprocamente, siendo inadmisible la contradicción con una conducta
jurídicamente relevante, previa y propia del mismo sujeto.
La Teoría de los Actos Propios sanciona como inadmisible toda pretensión lícita pero
objetivamente contradictoria respecto del propio comportamiento anterior efectuado por el
mismo sujeto.
❖ Expresiones Oscuras
Finalmente, si a pesar de las reglas interpretativas, persisten las dudas, habrá que diferenciar
según si el contrato es a título oneroso o gratuito.
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La interpretación del contrato debe tener en cuenta los usos, prácticas y costumbres sociales.
Por lo tanto, a menos que se trate de una situación reglada legalmente, si las partes
contratantes pretenden apartarse de lo que es habitual (según esos usos, prácticas y
costumbres), deberán expresarlo con claridad.
❖ La Interpretación Integradora
1. En los casos de nulidad parcial, el juez deberá integrar el contrato para darle plenos
efectos, integración esta que se hará mediante la aplicación de normas imperativas en
sustitución de las nulas, aplicación de normas supletorias, incorporación de los usos y
costumbres, y presencia del principio general de la buena fe.
2. En los casos que deben aplicarse reglas de carácter imperativo, como ocurre con los
deberes secundarios de conducta que surgen de la buena fe, las garantías legales y las
cargas, y también con las condiciones impuestas por el orden público que provocan el
reemplazo de las normas contractuales que las contradigan o ignoren.
El CCCN dispone que las normas que regulan las relaciones de consumo deben ser aplicadas e
interpretadas conforme con el principio de protección del consumidor y el de acceso al
consumo sustentable. Y añade que en caso de duda sobre la interpretación de este Código o
las Leyes Especiales, prevalece la más favorable al consumidor.
a) Las cláusulas ambiguas deben ser interpretadas en sentido adverso a quien las
redactó.
c) Las cláusulas manuscritas prevalecen sobre las impresas, pues constituyen cláusulas
especiales.
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Contratos Previos
Se caracterizan por "situaciones de negocios" que, por determinado motivo, carecen de los
requisitos necesarios para adquirir naturaleza contractual, pero que habitan en el seno de la
comunidad y cuyo tratamiento resulta importante, puesto que es menester precisar si emerge
algún tipo de obligación y, en su caso, cuál (caracterización) y si su incumplimiento puede
habilitar la reparación de los daños y perjuicios.
Contratos Preliminares
Tienen por característica esencial la obligación que asumen las partes de celebrar
ulteriormente un contrato definitivo, existiendo ya acuerdo sobre las bases "esenciales del
negocio" y faltando, en tal sentido, la comunión de voluntades sobre sus aspectos secundarios.
Estos contratos preliminares deben tener todos los elementos esenciales que identifiquen al
futuro contrato, o sea, son contratos que se realizan a los efectos de poder celebrar el
contrato definitivo.
La promesa genera una obligación de hacer, cual es la de celebrar el contrato futuro cuyo
incumplimiento genera la extinción (resolución) de dicho vínculo con la pertinente
indemnización de daños y perjuicios.
Es aquella figura que faculta a una de las partes a perfeccionar un contrato, si así lo desea,
generando de este modo un derecho perfecto en favor del optante.
En este caso, la posibilidad de cumplimiento asume el carácter de opcional, toda vez que habrá
cumplimiento tanto para el caso de que el optante decida perfeccionar el contrato definitivo,
como para el supuesto de que optara por no suscribirlo (v.gr. pactos de retroventa y de
reventa en la compraventa).
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Otro de los pactos que hay en la compraventa y que es una opción es el pacto de reventa, en
este el comprador es el que se reserva el derecho de devolver el bien y que le paguen un
determinado monto.
Esta figura se refiere a la obligación que asume una de las partes de contratar con una persona
determinada, en caso de que decida hacerlo.
El promitente no está obligado a contratar, sino que una vez que lo decide surge su obligación
de preferir al beneficiario de la prelación.
Los derechos y obligaciones derivados del pacto son trasmisibles a terceros con las
modalidades que estipulen.
El otorgante de la preferencia debe dirigir a su o sus beneficiarios una declaración, con los
requisitos de la oferta, comunicándole su decisión de celebrar el nuevo contrato, en su caso de
conformidad con las estipulaciones del pacto. El contrato queda concluido con la aceptación
del o de los beneficiarios.
Contratos preparatorios
Se trata de un diagrama, marco, o encuadre que deberán tener en el futuro las próximas
relaciones contractuales a ser celebradas entre las partes, dando las bases necesarias para la
realización de los futuros contratos, sin que esto signifique obligatoriedad de celebrar contrato
alguno.
Los contratos preparatorios pueden ser clasificados en dos figuras distintas, según si el marco
es de orden público (legal o normativo), o haya sido creación propia de las partes
(convencional o reglamentario).
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El art. 343 del CCCN establece que la obligación modal es la que depende de una condición,
que deberá ser completado por los arts. 350 (cargo) y el 354 (plazo).
La relación jurídica condicional puede adquirir dos formas: suspensiva, cuando por voluntad
de las partes se subordina a la producción del evento el pleno desenvolvimiento de la relación;
y resolutoria, cuando la relación despliega todos sus efectos desde el momento de la
celebración y el acaecimiento del evento pone fin a la relación.
Si el acto celebrado bajo condición suspensiva se hubiese ejecutado antes del cumplimiento de
la condición, y ésta no se cumple, debe restituirse el objeto con sus accesorios pero no los
frutos percibidos.
Mientras se encuentre pendiente, el acto produce plenamente sus efectos. El art. 347
reconoce expresamente la facultad de quien ha transmitido derechos bajo condición
resolutoria de ejercer las medidas conservatorias.
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Sin embargo, puede haberse estipulado como condición (cargo condicional). En este supuesto,
que es excepcional y en caso de duda debe considerarse que se trata de un cargo simple, se
encuentra en juego la eficacia del negocio.
La obligación de cumplir el cargo se traslada a los adquirentes y a los herederos, salvo que
solamente pueda ser cumplido por el deudor original. En este caso, el efecto es la pérdida del
derecho.
Las partes del negocio contractual tienen ambas similar poder económico para poder discutir
sus términos y el contenido.
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Se trata de una forma de institucionalizar el negocio económico en la cual una de las partes
establece las "condiciones económicas" y las plasma en "cláusulas generales" volcándolas en
un "instrumento" denominado "formulario", de allí que no exista un verdadero
consentimiento, sino simplemente un "asentimiento".
Las grandes empresas, reguladoras del contenido y términos del negocio económico, van
delineando desde su staff la secuencia, calidad, etc., de producción de bienes y servicios y su
comercialización y así posibilitan el acceso de los consumidores masivos y/o selectivos a ellos.
Necesitan diseñar condiciones generales jurídicas para la instrumentación del contrato como
normativa básica, para quienes están dispuestos a acceder al mercado a modo de situación
económico-jurídica condicionante.
En primer lugar, podemos señalar aquellos contratos de adhesión que pueden celebrarse
entre empresas: la concesión o franquicia; y aquellos que celebran las empresas con las
personas: trabajo, consumo, etcétera.
En el segundo grupo se encuentran las relaciones contractuales entre las empresas y las
personas.
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