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Era evidente que Selena sentía lo mismo. Así como había sido algo tan
natural estar sentado a su lado en el avión cuando regresábamos de México y
tomarnos de la mano mientras hablábamos, fue muy natural ahora pasar
untos todo el tiempo que nos fuera posible.
Antes de ese viaje a México, yo había mantenido una distancia profesional
con ella. En el escenario, Selena cantaba al frente, mientras que yo estaba en
el fondo, en mi propio mundo, tocando la guitarra y adaptándome a esta vida
totalmente nueva. Fuera del escenario sólo la veía en compañía de su familia
y de otros miembros de la banda. Entre una y otra gira solía pasar el tiempo
con A.B. cuando ensayábamos o tocábamos en algún lugar de Corpus, y a
veces Selena podía unírsenos para ver televisión o hablar por un rato, pero
eso era todo.
Y así debía ser, eso era lo que pensaba durante ese primer año que trabajé
con Los Dinos. Aunque saltaran chispas, las habría sofocado porque sabía
que no podía haber nada entre los dos. Yo no quería poner en riesgo mi
trabajo. Tenía una novia en San Antonio. Lo último que necesitaba era que se
iniciara un rumor acerca de una relación entre los dos.
Al menos, sabía que la familia Quintanilla era muy unida, y que Abraham,
el padre de Selena —a quien yo apreciaba y respetaba y a quien con
frecuencia le hacía compañía en la parte delantera del autobús mientras iba
conduciendo— estaría furioso y se sentiría traicionado si pensara que alguno
de la banda hubiera tenido el atrevimiento de poner sus ojos en su hija.
Por eso trabajé manteniéndome siempre a distancia de Selena y procuraba
pensar en ella como mi hermana menor. La única vez que dejé de lado esa
posición, fue por pura casualidad.
Estaba en Corpus con A.B. Volvíamos de alguna parte y cuando giramos
por la calle donde vivía A.B. vimos una limosina estacionada frente a la casa
de sus padres. La limosina era para Suzette, Selena y un grupo de sus amigos,
que asistirían juntos a un concierto de Garth Brooks. Ésta era para ellos una
gran noche y estaban todos muy elegantes.
Bien, cuando volteamos la esquina, vi a una mujer de pelo largo, brillante
y un cuerpo increíble que estaba recostada contra la ventana mirando al
interior del vehículo. No podía ver su cara.
—¡Cielos! ¿Quién es esa? —le pregunté a A.B.
A.B. no pudo contener la risa.
—Tonto, es Selena —me dijo.

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