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¿Cómo podía
haber permitido eso? ¿Cómo había estado tan ciego durante todo este tiempo?
Esa mañana me desperté más tarde de lo normal. A primera hora tenía Música. Música es una
de esas asignaturas mantequilla, le das una pasada y ya lo tienes. Pero me acordé de que la
clase de hoy era especial: teníamos que presentarnos para las audiciones del musical. Yo no
tenía nada en contra del musical, solo tenía claro que yo no iría a una actividad así. Pero mis
amigos no pensaban lo mismo.
Francamente, fue una clase muy aburrida. Yo ni me presenté voluntario para las audiciones.
Salió un chico muy peculiar. Vestía con una chaqueta que le estaba grande, pero no una como
nuestras chupas de cuero, sino una como sacada que un almacén. Era flacucho y con el pelo
rubio. Le había visto alguna vez por los pasillos pero no acertaba con su nombre, aunque creía
que estaban en la misma clase desde hacía bastante tiempo. Cantaba muy bien, se notaba que
era eso lo que le gustaba. Al terminar su actuación todos se rieron. La verdad yo también me
reía. Creía que tendrían alguna broma con ese chico y por eso les había hecho gracia. No iba a
ser el único que no se riera. Además, no hacía daño a nadie sacando el lado cómico de esa
clase.
Al salir al patio mis amigos seguían comentando la actuación. ¿Tanta relación tenían con ese
chico? Entonces se acercaron a hablar con él. Yo me quedé hablando con Ana, pero no me
estaba enterando de nada de lo que me decía. Pero tenía que estar con ella, se suponía que
era mi novia. Yo observaba a mis amigos. Ellos se reían pero el chico que cantaba tenía una
expresión fría, como si acumulase mucho rencor e ira. ¿Pero quién podía causarle tales
sentimientos?
Cuando le cogieron del brazo y le llevaron a la parte trasera del patio les seguí. Y entonces el
mundo se cayó bajo mis pies. ¿Cómo habían llegado a esa situación? Y en ese momento
comprendí todo. Las risas, esas miradas aterradoras. Y yo, ¿era su amigo?
Le estaban pegando e insultando. Lleno de furia fui a su encuentro. Todos se pararon en seco.
Entonces cogí a ese chico y me acordé de su nombre. Se llamaba Guille. Pero los demás no
parecían que fueran a dejar así las cosas. En cambio me insultaron a mí y acto seguido salí
corriendo con Guille.
Y ahí estaba yo, enfrente del espejo, replanteándome si toda mi vida había sido una mentira o
solo una parte de ella.