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Biblia Su Esquema y Ademas Texto
Biblia Su Esquema y Ademas Texto
que sea para vosotros como una brújula que indica el camino a seguir. Leyéndola,
aprenderéis a conocer a Cristo».
Los libros que componen el Antiguo Testamento nacen en un periodo de tiempo determinado, en un
ambiente geográfico y cultural concreto, en el seno de un pueblo con características peculiares, pero
inserto en ese ambiente y tiempo. Por tanto influido por las culturas más antiguas de los otros pueblos
de su área geográfica: el Oriente Medio, con los que tiene vínculos de raza e incluso tradiciones
comunes.
En los libros bíblicos también encontramos diferentes géneros literarios que hay que tener en cuenta
para su comprensión.
La mayor parte de los libros del Antiguo Testamento están escritos en hebreo, algunos fragmentos de
los libros postexílicos están escritos en arameo y los que se redactaron en la diáspora alejandrina
(Sabiduría, Eclesiástico y 2 Macabeos), en griego.
Aunque muchos libros del Antiguo Testamento recogen tradiciones muy antiguas, la redacción definitiva
de unos o la composición por primera vez de otros se realiza a partir del siglo V aC. Hay algunos libros
que se fechan en el siglo I aC.
LOS AUTORES
Por lo anteriormente expuesto vemos que no suelen ser autores de los libros los personajes a quienes
tradicionalmente se atribuyen (el Pentateuco a Moisés, los Salmos a David, Proverbios o Sabiduría a
Salomón, etc.). Esta atribución de escritos a personajes importantes en la cultura de que proceden es
práctica común en todo el Oriente Medio Antiguo.
En otros casos (por ejemplo Isaías) sólo pertenece al autor histórico una parte del libro (Primer Isaías: Is
1-39), al que luego se le añadieron otros escritos con el mismo espíritu pero de fecha posterior y de otro
autor o autores (Segundo Isaías: Is 40-55, y Tercer Isaías: Is 56-66).
También hay libros cuya autoría se debe a una colectividad. Así se habla del Cronista para Esdras,
Nehemías y los dos de las Crónicas, o del Deuteronomista para Josué, y los de los Jueces, los Reyes y el
mismo Deuteronomio.
GÉNEROS LITERARIOS
Se habla también respecto de los libros de la Biblia de géneros literarios, aunque muchas veces no
resulta fácil decidir el genero literario de un determinado libro y en muchos casos hay partes de uno u
otro género en un mismo libro.
En la Biblia encontramos historia, aunque no con el mismo sentido que entendemos hoy lo que es un
libro de Historia, relatos épicos, poesía, profecía, leyes, proverbios, apocalipsis, etc.
Desde el sustrato más antiguo de la tradición oral hasta la redacción definitiva de los libros, sus
transmisores y sus autores reflejaron su cultura y sus ideas religiosas y filosóficas, la forma de ser de su
clan o del pueblo a que pertenecían, así como las ideas y concepciones generales al área geográfica a la
que pertenecían, el Oriente Medio Antiguo, que contaba con culturas milenarias cuando Israel se
incorporó como pueblo a la Historia.
EVANGELIOS
Para conocer cómo se escribieron los Evangelios es sumamente clarificador el prólogo de Lucas a su
evangelio (Lc 1,1-4).
Nos aporta datos esenciales:
Que muchos han tratado componer un relato de los acontecimientos.
siguiendo lo que han transmitido quienes desde el principio fueron testigos oculares de
los mismos;
que él también ha querido hacer su relato,
que para ello se ha informado detalladamente.
El fin con el que se ha decidido a escribir es que se compruebe la solidez de las
enseñanzas que los lectores han recibido en la catequesis.
Como se ve, el autor del tercer evangelio pertenece a la segunda o tercera generación cristiana (lo
mismo cabe decir de los restantes evangelistas). Subraya que para escribirlo se informó detalladamente,
así como la finalidad catequética de su relato. Esta finalidad se expresa también en el cuarto Evangelio:
―Muchos otros signos hizo Jesús en presencia de sus discípulos, que no están escritos en este libro. Estos
fueron escritos para que creáis que Jesús es el Mesías y creyendo tengáis vida en su nombre‖ (Jn 20,30-
31)
En la composición de los Evangelios se distinguen tres fases:
1. La vida y enseñanza de Jesús. Jesús habla ante la gente y ante sus discípulos, realizó signos,
pero no escribió nada (fuera de lo que recoge el cuarto evangelio [Jn 8,8] cuando escribió en las
losas del pavimento del Templo en el caso de la adúltera). Sus discípulos fueron testigos de estos
hechos y palabras.
2. La Iglesia Primitiva. Tras la desaparición de Jesús, los testigos anuncian el hecho pascual
(muerte resurrección y glorificación del Señor). De ese anuncio surge un grupo de creyentes en
el cual la tradición oral mantenía y actualizaba el recuerdo de Jesús a través del culto y la
catequesis, de himnos y oraciones, etc. Y surgen redacciones parciales de sus dichos, hechos,
parábolas...
3. La redacción definitiva. Las comunidades crecen y los testigos van desapareciendo. Para
responder a las necesidades de la predicación en estas circunstancias nacen los Evangelios como
libro de fe para los creyentes y como expresión de la voluntad de Cristo. No son por ello
reportajes ni crónicas sino una iniciación a su vida hecha desde la reflexión y la vivencia de la fe
de las comunidades.
CARTAS
Las cartas auténticas de Pablo (Romanos, 1-2 Corintios, Gálatas, Filipenses, 1 Tesalonicenses y
probablemente también la 2ª y Filemón) son verdaderas cartas que responden a los problemas de las
comunidades a que se dirigen y fueron escritas por Pablo en fecha muy cercana a la vida de Jesús, entre
los años 50 y 63. Sólo la de los Romanos, escrita a una comunidad que no conoce personalmente, es
una exposición de su enseñanza sobre la justificación por la fe.
Hay otras dos cartas tradicionalmente atribuidas a Pablo (Colosenses y Efesios) que fueron escritas por
discípulos suyos. Estas tienen también carácter de verdaderas cartas.
Las cartas pastorales (1-2 Timoteo y a Tito), son escritos de inspiración paulina que se fechan incluso en
el siglo II. No tienen carácter estrictamente de cartas, son consejos de tipo pastoral necesarios para la
organización de comunidades que van adquiriendo cierta complejidad.
Las llamadas cartas católicas (Santiago, 1-2 de Pedro, 1-2-3 de Juan y Judas) son colecciones
homiléticas o escritos breves a los que se les dio forma de carta, pero no están dirigidas a una
comunidad determinada. Todas ellas de fecha tardía.
La Carta a los Hebreos tampoco es estrictamente una carta. Este escrito se dirige a una comunidad con
graves dificultades con el fin de fortalecer su fe en Jesucristo, Hijo de Dios, Mediador y Redentor, que
vive para interceder por nosotros y ofreció a Dios el sacrificio perfecto, muy superior a los sacrificios de
la antigua alianza
APOCALIPSIS
Es un escrito tardío, de los últimos años del siglo I, que contiene todos los elementos clásicos de la
literatura apocalíptica con la finalidad de sostener a la Iglesias de Asia Menor que sufren la persecución:
el Señor crucificado, resucitado y exaltado, ha de volver al fin de los tiempos, en el que el mal será
vencido definitivamente. Se atribuye al Apóstol Juan, pero pertenece a un autor desconocido.
Israel no es un pueblo aislado, cerrado en sí mismo y ajeno a toda influencia exterior. Es un pueblo que
ha llegado tarde a la Historia y a la Cultura, cuando otros pueblos, por ejemplo, Egipto, Mesopotamia e
incluso Canaán, de la misma área geográfica llevan siglos de cultura y han dejado huella de la misma en
la tierra en que logra asentarse el pueblo hebreo; convive con otros pueblos, a algunos de los cuales
está unido por vínculos de raza, y mantiene intercambios de toda clase con los demás pueblos y culturas
de la misma área geográfica. Ello genera influencias mutuas en los distintos campos de la vida y de la
cultura.
Esas influencias tienen una razón aún mas fuerte y es que hunden sus raíces en un mismo pasado
legendario y mítico.
Por todo ello debemos estudiar la Biblia también como cualquier otro libro de aquella época y zona
geográfica, aplicando los mismos medios y técnicas. Para lo cual es imprescindible conocer las
condiciones sociales e históricas, así como el ambiente cultural, político, económico y religioso del pueblo
protagonista de la Biblia. Todo esto se ha hecho más fácil gracias a los hallazgos arqueológicos de
antiguas civilizaciones del Oriente Medio y a los documentos e incluso bibliotecas enteras que contienen
una literatura de gran semejanza con los libros bíblicos. Todo ello nos ayuda a conocer el ambiente
semita en que nace la Biblia.
4.1.1. Cultural
Los semitas no conocen la abstracción y sus imágenes son concretas. Sobre una idea primitiva acumulan
notas, matices y vivencias para darle mayor relieve y color.
Su visión de la historia es distinta de la actual. Utiliza las fuentes de la forma que le conviene, las
yuxtapone y las reinterpreta desde la visión de la nueva situación histórica.
Su concepción del mundo y del cosmos es la común a todos los pueblos semitas y a esa concepción
responden relatos como la creación o el diluvio, que tienen paralelos en los poemas sumerios mucho
más antiguos.
4.1.2. Moral
La moral es regla fundamental para comprender a un pueblo y la de Israel hay que situarla también en
esa mentalidad semita. Así, por ejemplo, la Ley de talión (Ex 21,24; Lv 24,20.20, etc.), que prohíbe que
la venganza sea mayor que el mal recibido, responde, aunque supera, a las costumbres y leyes de la
época en que la venganza de sangre podía llevar al exterminio de familias enteras.
Otros hechos que chocan con nuestra mentalidad y sobre todo con nuestra concepción cristiana de Dios,
son asimismo propios de la cultura y mentalidad de la época. Por ejemplo, la ley de ―heren‖, que exigía
la aniquilación total del pueblo conquistado, la poligamia, los sacrificios humanos, crímenes y mentiras,
etc., constantes, por otra parte en el comportamiento humano, incluso en nuestro tiempo, que no se
caracteriza precisamente por verse libre de crímenes de toda clase, genocidios, abusos y aberraciones
sexuales, mentiras e infidelidades, etc.
4.1.3. Religioso
El Israel bíblico no sólo recibió influencias culturales de los pueblos vecinos, sino también religiosas. No
afirmamos que Israel copie sino que debe contarse con el fondo religioso de los pueblos vecinos
(Canaán, Egipto, Mesopotamia) para captar las imágenes que nos brinda la Biblia y su sentido, como
ejemplos típicos pueden aducirse los relatos de la Creación (Gn 2) o del Diluvio (Gn 6) de la Biblia y los
paralelos de los poemas babilónicos (Enuma, Elish y Guilgamés)
a) Parece ser que los clanes primitivos seminómadas fueron politeístas (Jos 24), como lo eran
todos los pueblos del entorno, y en sus orígenes comparten el viejo fondo pagano de las
religiones semitas.
b) De ese patrimonio común participan imágenes y relatos que encontramos en la Biblia, así
como ritos que van cambiando su sentido originario, por ejemplo, la Pascua, que en
principio está unida a las costumbres de los pastores nómadas pasa a ser la fiesta de la
libertad relacionada con la salida de Egipto y la constitución de Israel como pueblo.
Israel, como los demás pueblos del Oriente Medio, tiene su propio Dios que le protege frente a los
demás pueblos y hace alianza con él: Yahveh. (En las versiones de uso corriente en lugar de Yahveh
leemos ―Señor‖, que traduce la palabra Adonay que en la versión griega de la Biblia sustituye el nombre
sagrado de Yahveh).
Sin embargo la religión de Israel tiene rasgos propios que la diferencian notablemente del resto de las
religiones de su área geográfica. Los más significativos y determinantes para su proceso de evolución del
concepto de Dios, a lo que contribuye de manera decisiva la influencia de los profetas, son la prohibición
de representar a su Dios: Yahveh no es un Dios abarcable por el hombre, como se lo hace ver a Moisés
(Ex 3,13-14) y defiende siempre la tradición yahvista. Y no tener más que un Dios, frente al politeísmo
de todos los pueblos circundantes. La fe yavista lucha continuamente contra la tendencia a imitar las
costumbres politeístas cananeas y de los otros pueblos del entorno, así como por mantener la pureza del
culto condenando practicas habituales de las otras religiones.
4.3.1. Pentateuco
Estos cinco libros (Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio) constituyen el núcleo central de
la fe de Israel que los considera el gran don de Yahveh al pueblo con el que ha hecho alianza: La Torá
(enseñanza, instrucción, ley) contiene los acontecimientos que marcan la acción de Yahveh en la historia
de Israel desde la creación del mundo hasta la liberación de Egipto y el Éxodo así como las leyes
propiamente dichas, recogidas en el decálogo y otros códigos, pero sobre todo las enseñanzas y normas
dadas por Yahve a favor de su pueblo que han de transmitir los padres a los hijos como orientadoras de
su conducta y que se fundan en los acontecimientos a través de los cuales se revela.
Cuando empiezan a escribirse estos libros, Israel es un pueblo que tiene ya conciencia de serlo y
entonces mira hacia atrás y busca sus orígenes y los del mundo. De todo ese tiempo anterior se recogen
tradiciones orales y otras ya escritas, así como relatos que tienen un origen común con los otros pueblos
de su área cultural. Todo ello es repensado una y otra vez llegándose a una reflexión más depurada,
aunque en la última redacción de estos libros se yuxtaponen tradiciones e incluso se duplican relatos, lo
que genera a veces contradicciones.
En esa mirada retrospectiva encuentran primero dos grupos de tribus que forman una liga sagrada, más
atrás la experiencia decisiva de un grupo de hombres sacados de Egipto y conducidos a través el
desierto por un jefe carismático, Moisés, y en un pasado borroso la existencia de unos pastores nómadas
que, procedentes del otro lado del río Eúfrates, llegan a la tierra de Canaán. En el origen de todo, la obra
creadora de Dios y junto a ella la respuesta a los grandes problemas del hombre: el mal, el dolor y la
muerte.
Reflexionando a partir de su historia y de su vida, no sin beber también de las ideas comunes a las
culturas anteriores de su entorno geográfico, Israel llega a expresar su fe en el Dios que crea el
Universo, en cuyo centro están el hombre y la mujer, creados a su imagen. Un Dios que se complace en
su obra creadora y la reconoce como algo ―muy bueno‖, entrando el mal en ella a causa del pecado del
hombre. En la historia de los patriarcas encuentra su origen como pueblo. Esta historia habla de un Dios
que elige, llama, prueba y promete una numerosa descendencia y una tierra de la que esos
descendientes tomarán posesión. Ese Dios de la promesas, el Dios de los Padres, que se manifiesta a
Moisés con el nombre de Yahveh, se convierte en el Dios de Israel tras la salida de Egipto, la más
grande de sus acciones liberadoras. Israel pertenece a ese Dios que salva y que hace alianza con el
pueblo en el Sinaí dándole la Ley. En virtud de esa alianza tendrá unas obligaciones con el Dios que le ha
elegido. Moisés, figura central de estos cinco libros, es el intermediario que libera al pueblo en nombre
de Yahaveh y le transmite su voluntad exigente. La travesía del desierto es experiencia fundamental
para Israel, experiencia sobre la que volverá una y otra vez a la largo de su historia cuyas constantes
son la ingratitud del pueblo hacia ese Dios que le ha elegido y continuamente le salva, y el
arrepentimiento que sigue al castigo. Pero el desierto para Israel no es sólo un lugar por el que se ve
obligado a peregrinar en busca de la tierra de las promesas, es también, sobre todo a partir de la
reflexión de los profetas, el lugar de la infancia y juventud de Israel como pueblo, la época del primer
amor con el Dios salvador que le conduce a la tierra prometida a sus padres, así como lugar de castigo y
de purificación.
En el tercero de estos cinco libros, el Levítico, encontramos un detallado código legal, fruto de la
reflexión de los sacerdotes desterrados en Babilonia, que proyecta sobre los tiempos de la marcha por el
desierto la legislación religiosa y cúltica del Templo de Jerusalén, y cuya redacción definitiva habría que
datarla en tiempos de Esdras, tras el retorno del exilio.
También pertenecen a esta tradición sacerdotal los 10 primeros capítulos del libro de los Números, cuyo
título se relaciona con los censos que en él se prescriben.
Teniendo en cuenta, como ya se ha dicho, que el concepto de historia en la Biblia es diferente de lo que
nosotros entendemos como tal, de estos libros unos cuentan la historia de Israel, siempre desde una
perspectiva y con una finalidad religiosa, pero otros (Rut, Ester, Tobías, Judit y 2 Macabeos) son
narraciones noveladas que tienen la finalidad de enseñar mediante el ejemplo de personajes fieles a
Yahaveh en épocas históricas anteriores cuya situación es similar al tiempo en que se escribe el libro.
En los libros llamados por los judíos ―profetas anteriores‖ encontramos una explicación teológica de su
pasado: Yahveh ha ido actuando en su historia, respondiendo con advertencias y castigos a las continuas
infidelidades del pueblo, y así ven en la destrucción de Israel y en la desaparición del Reino de Judá con
el exilio, el castigo a la infidelidad y la ruptura de la Alianza.
Josué, Jueces, Samuel (1-2) y Reyes (1-2) narran los hechos ocurridos después de la muerte de Moisés,
es decir, desde su penetración en Canaán, hasta la desaparición como estado (s. VI aC.). Más en ningún
caso son una historia lineal, pues en ellos encontramos relatos que refiriéndose a los mismos hechos son
diferentes. Así, el libro de Josué es un relato épico que describe la penetración y el asentamiento en
Canaán como una conquista rápida y triunfal de todo el país, y el libro de los Jueces, a continuación,
describe una situación diferente: Las tribus que penetraron en Canaán sólo habrían logrado asentarse en
las montañas y desde ellas, cuando surgía una caudillo, un jefe carismático suscitado por Yahveh,
asaltan y conquistan las ciudades fortificadas cananeas o se defienden del ataque que otros pueblos.
Los libros de Samuel y de los Reyes (los judíos agrupan los cuatro y los denominan ―libros de los
reinos‖) contienen la historia del Reino desde sus preliminares con la figura de Samuel, puente entre los
jueces y los reyes, la construcción del Reino por David, con quien alcanza su mayor importancia y a
quien sucede su hijo Salomón; la división del Reino a la muerte de éste y la historia de ambos reinos que
para el del Norte o Israel acaba cuando es conquistado y destruido por los asirios (721 aC.)
desapareciendo las tribus que lo formaban, y para Judá, con la deportación a Babilonia (586 aC.). La
tribu de Judá regresará del exilio, pero ya nunca volverá a ser un reino independiente.
Esdras y Nehemías junto con los dos libros de las Crónicas, que pudieron formar una sola obra
originariamente, nos ofrecen una nueva visión teológica que pretende abarcar la historia de la
humanidad desde Adán hasta la reconstrucción de Israel tras el Exilio.
El cronista, nombre empleado para denominar al autor de estos cuatro libros, ve la Historia totalmente
dirigida por Dios a quien atribuye toda clase de acciones milagrosas. Los hombres son instrumentos
suyos y apenas intervienen en el desarrollo de los acontecimientos si no es por la oración y la liturgia.
Debido a esta visión da poca importancia a la exactitud de los hechos y así exagera cifras y se fija poco
en el orden cronológico. Sus ideas fundamentales son las legitimación de la dinastía de David, cuya
restauración futura espera, y la restauración del tempo como lugar de culto único donde ha de reunirse,
como heredera de Israel, la comunidad postexílica para vivir en fidelidad a la Torá.
Esdras y Nehemías relatan el retorno del Exilio y la configuración de Israel como comunidad de fe en
torno a la reconstrucción del Templo.
Los libros de las Crónicas son una reflexión de la comunidad asentada en Israel cuando el exilio ya está
lejos y las esperanzas de los profetas no se han cumplido, pues Judá no ha sido restablecido como Reino
sino que es un reducido territorio sin importancia dentro de una satrapía Persa. Esta reflexión gira sobre
su historia pero acomodando las fuentes a su visión teológica por lo que los hechos, ya recogidos en
otros libros anteriores, son narrados muchas veces de forma diferente y se presenta también de manera
distinta a sus protagonistas.
De los restantes libros de este apartado, sólo el libro I de los Macabeos tiene el carácter de histórico,
siempre en el sentido ya dicho, y sigue su estilo narrativo. Presenta —intentando hacer un relato
objetivo y realista, aunque contiene algunas exageraciones en números y victorias— una visión histórico
teológica de los hechos sucedidos a partir de la persecución de Antioco IV Epífanes que da lugar a la
rebelión de Matatías y sus hijos, hasta la muerte del último de los Macabeos. También alude a lo
sucedido en tiempo de Juan Hircano, que es algo posterior. Antioco IV Epífanes quiere impulsar la
helenización de su reino imponiendo en todo el territorio incluso la religión helénica. Algunos judíos
siguen la iniciativa renunciando a su religión y tradiciones, acción fuertemente censurada por el autor.
Frente a ellos se levanta Matatías y sus hijos comenzando una guerra santa, consiguiendo
progresivamente la independencia religiosa y política de Israel. Dios actúa en la Historia y ha querido
liberar a Israel por medio del valor de los Macabeos. Su acción humana y no los hechos milagrosos
sirven al plan providente de Dios.
Rut, Ester y Tobías, son narraciones noveladas con finalidad didáctica de edificación.
Rut narra el destino de dos mujeres que se mantienen fieles a Dios tanto en el sufrimiento y la
desgracia como en la prosperidad y la alegría. La historia se sitúa en el tiempo de los jueces y
posiblemente está basada en una tradición popular antigua acerca del origen moabita del Rey David en
cuya ascendencia se encuentra Rut.
Ester es una mujer judía que alcanza el favor real en la corte persa en el tiempo del exilio, circunstancia
que aprovecha para interceder a favor de su pueblo.
Tanto Rut como Ester forman parte de los Cinco Rollos de la liturgia judía de las grandes fiestas. Rut se
lee en la fiesta de Sabuot (Semanas) por la recolección del trigo. Ester en la fiesta de Purim, que
posiblemente pasó al calendario judío tomada de las costumbres mesopotámicas y quizá este libro
pretenda explicar su origen.
Tobías cuanta la historia de Tobit, un judío piadoso que vivió en Nínive en tiempo de la deportación y al
quedar ciego cae en desgracia. Su pariente Ragüel tiene una hija, Sara, cuyos sucesivos maridos han
muerto la misma noche de bodas. Tanto Tobit como Sara han rogado a Dios verse libres de sus
angustias. Dios escucha las oraciones de ambos y envía a su ángel Rafael para conducir a Tobías, hijo de
Tobit, a casa de Ragüel y desposarlo con Sara, indicándole además el remedio para curar la ceguera de
su padre. Este libro destinado al judaísmo de la Diáspora quiere enseñar que la observancia de la Ley y
la caridad con los conciudadanos no pueden conducir al fracaso; la desgracia sólo es una situación
transitoria que cederá el paso a la prosperidad.
El libro de Judit es una historia corta de exaltación patriótica y religiosa. Aunque habla del reinado de
Nabucodonosor y da otros datos históricos o geográficos, no pretende enseñar un hecho de la historia
de Israel sino el sentido general de la Historia: el orgullo del poder político que quiere ponerse en lugar
de Dios ha de ser confundido por el débil, instrumento de Dios para confundir al fuerte. En este caso,
como en tiempos antiguos lo fue Moisés, ese instrumento es Judit, que además de su belleza y valor
personal es fiel observante de la Ley. Esta obra está dirigida a un pueblo que pasa por momentos de
opresión, posiblemente los años que siguen a la revuelta Macabea en la mitad del S. II aC., y proclama
por una parte la liberación del pueblo por Dios que se muestra celoso por la justicia y la causas del débil
y por otra, el poder absoluto del Dios de Israel sobre los poderosos de la tierra. Enseña también que el
culmen de la piedad está en la observancia de la Ley, que las pruebas de Israel son consecuencia del
pecado y la salvación viene por la confianza en Dios.
1º Profeta, procede de la palabra griega ―profetes‖ que significa ―locutor‖, el que dice lo que la divinidad
le ha inspirado, y traduce el término hebreo ―nabí‖ que viene a significar anunciar o
comunicar, como otras palabras similares sirias o árabes.
3 º El concepto de profeta evoluciona en Israel. En la Biblia se llama profeta también a las grandes
figuras de su Historia: Abraham (Gn 20,7) , Moisés (Dt 18,15; 34,19), Aarón (Ex 7,1) incluso
a Miriam, la hermana de Moisés, (Ex 15,20) o los Ancianos de Israel (Nm 11,24-29).
Pero el profetismo bíblico tiene sus orígenes en la época de los jueces, asociado a diversas
formas de adivinación (Ju 9,37; II Sam 5,24) mencionándose profetas antes de Samuel (Ju
4,4; 6,8; I Sam 2,27-36; 3,1; 9,9) a quien se le llama profeta (I Sam 3,19-21) hombre de
Dios y vidente (I Sam 9,6-13). En tiempo de Samuel aparecen las comunidades de profetas
cuya forma de actuar a través de trances, danzas rítmicas, gritos, etc. (I Sam 10,5-6; 19,20-
24) era similar a la de los videntes de los pueblos vecinos. Con frecuencia se les tenía por
locos y eran objeto de burla ( 2 Reyes 9,1-11).
Las primeras grandes figuras del profetismo bíblico son Elías y Eliseo, en el siglo IX aC. Y bajo
el influjo del Yahvismo, a partir del siglo VIII aC aparecen los grandes profetas conocidos por
los libros de la Biblia que llevan sus nombres. Aunque junto a estos grandes profetas
individuales existen los profetas profesionales vinculados al santuario real y los profetas
áulicos, como Natan y Gad, que actúan como consejeros de los gobernantes.
4º El profeta bíblico es un hombre llamado por Dios para la misión de combatir las infidelidades y guiar
al pueblo de Israel en fidelidad a su fe y a la alianza que sellaron con su Dios, Yahveh.
El profeta bíblico es un carismático, un inspirado elegido por Dios. Muchas veces enfrentado a
los profetas cultícos y asociados a las corte. No actúan como miembros de una clase o como
profesionales, sino como consecuencia de una llamada de Yahveh que les hace sentirse
representantes suyos encargados de transmitir al pueblo un mensaje de conversión y de
liberación, así como de denuncia de los pecados del pueblo y de sus dirigentes. Habla al
pueblo en lugar de Dios y sólo dice lo que Dios le ordena, es Dios quien pone las palabras en
su boca (Dt 18,15-18)
5º La misión del profeta bíblico no es predecir el futuro, sino transmitir las palabras de Yahveh hablando
en su nombre, no las ideas o juicios del propio profeta, de ahí las expresiones ―Oráculo de
Yahveh‖ , ―Así habla Yavheh‖, aunque expresiones similares pueden encontrarse en la
profecía de pueblos extrabíblicos.
Los libros proféticos contienen los oráculos de estos grandes profetas individuales cuyas palabras son
coleccionadas y consideradas sagradas en el periodo postexílico, durante el cual los profetas
profesionales prácticamente desaparecieron pues el pueblo, por influjo de la teología deuteronomista,
comenzó durante el exilio a comprender que los grandes profetas carismáticos tenían razón y que los
profesionales estaban equivocados.
Los grandes profetas tenían conciencia de haber sido llamados para esta misión por Dios y en ocasiones
encontramos en sus libros el relato de su vocación (Am 7,12-15; 3,8; Is 6,1-13; Jr 1,4-10; Ez 1,1-25;
2,1ss; 3,1ss) a la que con frecuencia en principio se resisten. Reciben el mensaje que han de transmitir
por revelación de Dios, a veces en sueños o a través de visiones de diversos tipos. Se expresan a través
de la palabra pero también, en algunos casos, por medio de gestos simbólicos que explican de manera
plástica su predicación.
Todo esto lo encontramos en sus libros, cuyo contenido es diverso pero siempre está vinculado a los
acontecimientos que se están viviendo. También es característica común su llamada a la búsqueda
sincera de Yahveh por medio de la práctica de la justicia individual y colectiva, así como la denuncia de
los pecados del pueblo y de sus dirigentes, la injusticia social y la opresión del pueblo por los poderosos.
Por medio de sus oráculos luchan contra toda clase de idolatría, contra la falsa piedad y la ostentación
religiosa, contra el culto exterior vacío y el servilismo político de la clase sacerdotal. Todo lo decisivo
para la existencia del pueblo de Israel lo esperan de una irrupción futura de Dios en ―el día de Yahveh‖,
que es interpretado de forma diversa según los distintos autores.
De estos libros son propiamente sapienciales: Job, Proverbios, Eclesiastés, Sabiduría y Eclesiástico
mientras que los Salmos y el Cantar de los Cantares son literatura poética.
La Sabiduría en la cultura del Oriente Medio antiguo, de la que participa Israel, no es un conocimiento de
cosas o verdades, es una actitud práctica ante la vida para poder llegar a ser feliz y se desarrolla por la
educación, el conocimiento de la tradición y la experiencia. Afecta a todas las actividades de la vida
humana e intenta dar al hombre los medios que necesita para acomodarse al orden del universo y
solucionar los problemas que la vida le va presentando. La sabiduría se resumía en máximas o dichos
fáciles de retener.
Los sabios son figuras que en Israel como en otras culturas antiguas tenían entidad propia, como la tenía
los profetas o los sacerdotes. Pero los sabios no consideran haber recibido la sabiduría por una
revelación, como los profetas sus oráculos.
La sabiduría de Israel hunde sus raíces en este vasto movimiento sapiencial que desde el segundo
milenio antes de Cristo floreció en los pueblos del Oriente Medio Antiguo. No forma un conjunto
estructurado de doctrinas, un sistema, como tampoco lo forma la literatura sapiencial de los pueblos
limítrofes.
La sabiduría popular, nacida del pueblo, existió antes y después del exilio. Los principios de la sabiduría
popular fueron transmitidos en la familia y los clanes para el adiestramiento de los hijos.
La sabiduría oficial y cortesana nace en el palacio del rey. Es la sabiduría en sentido más estricto que se
practicó desde el reinado de Salomón en la corte siguiendo el modelo de Egipto, el país de la ―sabiduría‖
por excelencia, y desaparece con la monarquía tras la conquista de Jerusalén y deportación a Babilonia.
Antes del exilio no parece que los sabios tuvieran audiencia fuera de los círculos cortesanos. En la época
preexilica los verdaderos maestros del pueblo son los profetas. Tras el Exilio, a partir del siglo V, han
cesado los oráculos de los profetas y aparecen los sabios que vinieron a ocupar el puesto de los profetas
como guías en la educación del pueblo. Los sabios del postexilio han comprendido que el principio de la
sabiduría es el temor de Yahaveh (Prov 1,7).
La sabiduría en Israel evoluciona. Los primeros sabios de Israel compusieron enigmas (Jueces 14,14),
parábolas (2 Sam 12,1-6) y proverbios (Ez 18,2). En las colecciones más antiguas se encuentran
sentencias contradictorias, paradojas y formas de admiración o simplemente contemplación de la
realidad enigmática en sí misma.
Después del exilio la instrucción sapiencial se convierte cada vez más en centro de interés de grupos
más extensos. Se produce la nacionalización de la sabiduría universal del Oriente Medio Antiguo
haciéndola propiedad común de todo Israel, pues pierde conexión con una clase determinada
convirtiéndose en elemento decisivo de la vida humana. Y se va asimilando cada vez más al yahvismo,
hasta dejar de ser un compendio de sabiduría experimental para convertirse en un cuerpo de instrucción
ético religiosa, en sabiduría teológica identificada con la Ley y el temor de Dios, principio de la sabiduría
(Eclesiástico 1,14). En la sabiduría de Israel el elemento religioso tiene gran preponderancia, pues,
aunque también para el sabio de Israel su ideal es la búsqueda de la sabiduría y su misión es instruir por
medios racionalistas, conoce el precepto de Yahveh e inserta la sabiduría en su fe yahvista viendo bajo
otra luz la realidad, lo cual diferencia la sabiduría de Israel de las otras sabidurías del Oriente Medio,
La literatura sapiencial escrita aparece en Israel después del exilio de Babilonia, en el siglo V aC, bajo el
dominio persa. Sabiduría y Eclesiástico continúan y exaltan la sabiduría tradicional de Israel en el
contexto de los judíos de la diáspora helenista que luchan por mantenerse fieles a la fe de sus padres en
medio de una cultura con planteamientos totalmente distintos de los suyos.
En la Biblia la sabiduría se atribuye a Salomón, que figura como autor de algunos de estos libros (Prov
1,1, Eclesiastés 1,1), más esto es un recurso literario propio del mundo de los ―sabios‖.
El libro de los salmos es la mayor colección de poesía lírica de Israel antiguo, aunque no son la única
literatura poética, pues otros libros contienen poesía lírica y épica.
En los salmos encontramos himnos de entronización, himnos en honor de Sión y su templo, cantos de
peregrinación, lamentos y cantos de acción de gracias, cantos reales y poesía de carácter didáctico y
sapiencial.
Muchos salmos están ligados al culto pero hay otros que reflejan expresiones religiosas al margen de
éste.
Los temas fundamentales son Jerusalén y su templo, donde habita Yahve, así como la Ley, cuya
observancia o no distingue al justo del impío. Sus ideas centrales son el dominio absoluto de Yahveh y la
confianza en Él.
También en los otros pueblos del Oriente Medio Antiguo son frecuentes los himnos a los dioses o a los
reyes o a los templos, así como poemas penitenciales, lamentos etc. en los cuales se encuentran
paralelos a algunos salmos (por ejemplo, el salmo 104 y el himno de Amenofis IV de Egipto).
El otro libro poético del Antiguo Testamento es el Cantar de los Cantares. Son cantos de amor en un
principio independientes que hablan amor humano en todas su facetas y en el que se emplean diversas
figuras literarias para referirse a los enamorados. La interpretación alegórica y mística hecha tanto por
judíos como por cristianos es muy posterior.
Por ello es esencial conocer tales hechos que fueron transmitidos por viejas tradiciones a veces
mezcladas con la leyenda, posteriormente repensadas a la luz de los nuevos acontecimientos y puestos
por escrito a varios siglos de distancia de los hechos que relatan.
El principal de los Patriarcas es Abraham a quien todos los clanes reconocen como tronco común.
Abraham procede de un clan politeísta pero descubre a un Dios desconocido que se le revela. Abraham
confía en ese Dios que le promete una descendencia numerosa y una tierra y con Él hace un pacto.
Abraham, movido por la fe, se pone en camino hacia esa tierra desconocida, pero más importante que
su camino material es su itinerario espiritual: su fe en ese Dios que se le ha revelado, en cuyas manos se
pone y sigue el camino que le va marcando sin preguntar por qué.
En la descendencia del hijo de la promesa, padre de Jacob, que con su hijos emigra a Egipto, encuentra
Israel el origen de las tribus que componen el pueblo que posteriormente se constituyó.
La historia de los Patriarcas de Israel sólo está recogida en la Biblia, pero el tiempo que refleja es
perfectamente identificable con la fecha en que se data, aproximadamente la época de Hamurabi de
Babilonia (1792-1759 aC).
4.4.2. El Éxodo
El éxodo es el hecho fundamental para la Historia de Israel y en el cual sitúa su nacimiento como
pueblo. Este hecho liberador, narrado en los libros del Éxodo y Números, es la clave de la historia de la
religión de Israel. Sucedió en la segunda mitad del siglo XIII aC, después de más de 400 años, de los
que no hay noticia alguna, desde la bajada del clan de Jacob a Egipto.
Según la interpretación de estos libros, Yahveh, que se revela a Moisés como el Dios de los Padres con lo
cual los redactores quieren dar continuidad a la revelación primitiva, los israelitas vivían esclavizados en
Egipto y les liberó con mano poderosa en la noche del primer plenilunio de primavera.
No hay que olvidar, al leer estos relatos, que no se entiende la Historia en el sentido que hoy damos al
término, sino que los hechos son vistos ante todo con una perspectiva y finalidad religiosas, por ello se
presentan bajo la luz de lo maravilloso, con una constante intervención de Yahveh, pero sin negar las
reacciones paradójicas del pueblo. Todo ello para poner de manifiesto que Israel tiene conciencia de
haber sido elegido por Yahveh por puro amor, que lo ha liberado portentosamente de la opresión, ha
hecho con él una alianza y lo ha conducido a la tierra que había prometido a sus antepasados.
El Éxodo es constante referencia en el esfuerzo por mantener la fidelidad a su fe. Los profetas lo
consideran como la edad ideal de Israel, el tiempo de su noviazgo con Dios.
Según el relato del libro de Josué, es el cumplimiento de la finalidad del Éxodo: ocupar la tierra que
Yahveh les había prometido. En este libro no faltan los hechos prodigiosos y parece que los israelitas
ocupan todo el territorio.
Sin embargo, el libro de los Jueces presenta una penetración lenta y difícil donde los clanes hebreos que
han hecho el éxodo ocupan sólo las montañas desguarnecidas, están, con frecuencia, a merced de los
filisteos y otros pueblos, surgiendo personajes carismáticos que ocasionalmente los liberan o les llevan a
conseguir alguna conquista. Asimismo deja patente la precaria cohesión de las tribus.
En el libro de los Jueces está presente la teología que posteriormente se repetirá: el pueblo peca
apartándose de Yahveh que les castiga sometiéndolos a otro pueblo hasta que se decide liberarlos por
medio de un personaje carismático, cuya conducta personal no suele ser modélica, lo cual subraya que
el único que salva y libera siempre es Yahaveh movido por el amor a su pueblo y no por los méritos de
éste.
4.4.4. Monarquía
Este periodo se recoge en 1-2 Samuel y en 1-2 Reyes y abarca desde el año 1000 aC aproximadamente
hasta el 586 aC.
El sistema de los jueces había fracasado y sintieron la necesidad de tener un rey como los demás
pueblos. Sin embargo tampoco parece que los autores de estos libros estuvieran convencidos de que
este sistema fuera bueno. De muchos de los reyes se dice que actuaron mal ante los ojos de Yahveh.
Destaca David, que ha quedado como el prototipo de rey ideal. Bajo su reinado se consiguió la unidad
de las tribus, mantenida por su hijo Salomón, y el reino alcanzó su mayor extensión. Pero ya con
Salomón la monarquía entra en decadencia poniéndose de manifiesto la poca solidez de los lazos que
unían a las tribus. A la muerte de éste, el reino se divide en dos, el del Norte o Israel con diez tribus,
bajo Jeroboam y el del Sur o Judá, con una sola tribu, regido por Roboam.
El reino del Norte fue conquistado por los asirios en el año 721 aC, desapareciendo sus tribus.
El del Sur fue conquistado por los Babilonios que deportaron a su población en 597 y 586 aC, pero Judá
pudo regresar y reconstruirse, aunque no como reino sino como comunidad de fe.
La historia de la monarquía encierra una importante lección: por un lado que las clases dirigentes,
políticas o religiosas, suelen caer en los pecados que denuncian los profetas: injusticias sociales,
inmoralidad sexual, idolatría, sincretismo... arrastrando tras de sí a los pueblos, lo que hace inevitable el
castigo, y, por otro, que la salvación llega por un pequeño resto que permanece fiel al Dios.
Por influencia del profeta Ezequiel, los exiliados descubren que Yahveh también marchó con ellos,
empiezan a reunirse en grupos donde reviven y renuevan sus tradiciones, recuerdan las causas de sus
males, oran... Así nace la sinagoga.
Los deportados pudieron volver por el edicto de libertad dado por Ciro el Grande (538 aC), cuando sus
tropas de medos y persas conquistaron Babilonia. Los que regresaron renuncian a toda idea de volver a
ser un estado político y se constituyen como comunidad de fe dirigida por sus jefes religiosos, siendo
Judá parte de una satrapía persa
Asimismo aparece una nueva clase de hombres, los sabios, que toman el relevo de los profetas en la
tarea de educar y dirigir al pueblo.
4.5.1. Dios
Yahveh es el único Dios a quien Israel ha de adorar y servir, porque es su Dios (Dt 7,6-8) que por su
parte ha de protegerles. Este concepto era general en todos los pueblos del Oriente Medio Antiguo, pero
Israel se diferencia de los demás en que no tiene más que un Dios, frente al politeísmo de las otras
religiones que muchas veces identifican sus dioses con las fuerzas y fenómenos de la naturaleza. El de
Israel es un Dios trascendente por encima de todas esas fuerzas y fenómenos naturales (Dt 4,15-19).
Israel tiene prohibido construirse imágenes de seres como dioses. Yahveh es un Dios al que no se le
puede representar (Ex 20,4.23; 34,17; Dt 5,8-9).
Este Dios de Israel en principio es un Dios tribal, el Dios del clan seminómada de Abraham a quien se
revela y con quien hace un pacto y le promete una descendencia y una tierra. Con el éxodo pasa a ser el
Dios de un pueblo, que al penetrar en Canaán y sedentarizarse, por influencia de las concepciones
locales, se convierte en el Dios de una tierra, que habita en Israel y en el Templo de Jerusalén. Mas
cuando han de marchar al exilio, por influencia de los profetas, descubren que Yahveh ha marchado
también con ellos, que no abandona a su pueblo y es fiel a sus promesas que a su tiempo se cumplirán.
En cuanto a cómo es ese Dios se percibe asimismo en la Biblia una evolución. En una concepción más
primitiva el Dios bíblico presenta una cara terrible y aparece con los sentimientos que caracterizan a
cualquier hombre: lo mismo alegría ( Gn 1,21; Nh 8,10; Sal 104,31) que disgusto (Gn 6,6) o ira (Gn
6,7.13; Ex 32,10; Num 12,9), deseo de venganza (Ex 32,33; Dt 7,10) o arrepentimiento (Gn,6,6; Ex
32,14 ). Es un Dios celoso (Ex 34,14; Dt 4,24) y temible (Ex 20,5; Dt 7,9), que ordena el extermino de
los pueblos enemigos (Dt 7,2) y endurece el corazón de los hombres para luego castigarlos (Ex 73,9.12)
a fin de mostrar su poder. Un Dios al que no se puede ver sin morir (Gn 32,31; Ex 20,19; Ex 33,20).
Aunque Yahveh, el Dios de Israel, se presenta como superior, puede coexistir con otros dioses propios
de otros pueblos (Ex 18,11; Dt 4,7; Dt 6,14).
En una concepción más evolucionada y purificada, a lo que contribuyen los profetas, el Dios bíblico
presenta una cara fascinante opuesta a la anterior. Es el Dios creador y dueño de cuanto existe (Is
66,2), que está presente en todas partes (Am 9,6). El Dios justo, misericordioso y santo (Lv 9,2), fiel a
su palabra. El Dios trascendente pero al mismo tiempo próximo a su pueblo, un Dios cercano (Dt 4,7),
presente en medio de él, que le ama gratuitamente (Os 14,5) con amor de Padre (Os 11,1). El Esposo
de Israel (Os 2,16-22).
Poco a poco van descubriendo a su Dios como un Dios viviente (Dt 5,26; Jr 10,10) frente a los dioses de
los otros pueblos que son obra de manos humanas, seres inertes que ni ven ni oyen ni olfatean... (Dt
4,28; Is 44,6ss; Jr 10,1-9; Sal135,15-17). Un Dios que acoge a cualquier hombre de cualquier pueblo y
condición social (Is 56,3-7), que llegará a ser el Dios de Egipto y Asiria (Is 19,21-25), que dispone
también el destino de otros pueblos (Am 9,7) y se compadece incluso de aquellos que son el prototipo
de los enemigos de Israel (Jon 4,11).
Leyendo los libros del Antiguo Testamento encontramos diversos nombres de Dios. Los más habituales
son Elohim y Yahveh que suelen traducirse por Dios y Señor, respectivamente. Yahveh es el nombre
revelado a Moisés, el nombre propio del Dios de Israel, nombre impronunciable para un judío por su
santidad y el respeto que se debe a Dios, por ello en su lugar se lee Adonay.
4.5.2. Pueblo
Existían grupos tribales, con diferentes trayectorias, y uno de ellos, Efraín, aparece como catalizador. A
él están vinculadas las principales tradiciones que los otros grupos aceptan aportando a su vez las suyas.
Aquellas tribus a las que se unen otros grupos de egipcios, madianitas, edomitas, cananeos, hititas,
amorreos, etc. van formando el pueblo de Israel a través de un proceso complejo que no cesó hasta las
leyes sobre la pureza de sangre que implantó Esdras (Esd 9,2). Pero este pueblo no es una raza, sino
que con otros pueblos de la zona pertenece a la raza semita, originaria, al parecer, de Arabia.
Israel se considera el pueblo por antonomasia, frente a los gentiles (no-pueblo), elegido por Yahveh que
hizo con él una alianza y le dio una tierra. Esta idea perdura aun cuando Israel llega a un concepto más
evolucionado de Dios
4.5.3. Elección
Israel tiene conciencia de haber sido elegido por Yahveh entre los demás pueblos (Ex 6,7; 19,8; Dt
26,17ss). Esta elección es gratuita (Dt 7,7-10) y amorosa (Dt 7,6), no depende de méritos anteriores del
pueblo (Dt 7,7-8; 4,37; 8,17; 9,5). Por ella Israel es el Pueblo de Yahveh (2 Sam 14,13) como otros
pueblos lo son de su dios (Nm 21,29), le pertenece en propiedad (Dt 12,2), es su herencia (Dt 4,20).
El origen de esta elección según algunos textos (Gn 12,1-3; Jos 24,3) proviene de la elección de
Abraham, pero otra tradición, de origen profético, sitúa la elección en el éxodo (Ex 3, 7-10; Dt 5,21-23).
En la literatura judía posterior acaba por imponerse la elección en Abraham y así se recoge en el Nuevo
Testamento (Jn 8,33-39; Mt 3,9; Rm 4,1).
Esa elección supone bendición, promesa, protección pero también responsabilidades: reconocer a
Yahveh como su único Dios, guardar su alianza, extender el conocimiento de su nombre, etc.
Estas dos vertientes de la elección son interpretadas de manera diversa. Una, correspondiente a la
teología nacional de los dirigentes religiosos y políticos e incluso para el pueblo, la consideraban
exigencia de total protección por parte de Dios, independientemente del comportamiento del pueblo y
sus dirigentes. Sin embargo, para los profetas es exigencia de fidelidad a la alianza y obligación de
guardar su código por parte del pueblo y de los dirigentes.
Como consecuencia de la evolución del concepto de Dios y de la purificación de la religión de Israel que
se produce por influjo de los profetas, encontramos que algunos libros de la Biblia hablan de otras
elecciones por parte del mismo Dios que ha elegido a Israel. Por ejemplo, en el libro de Amós (Am 9,7) o
Isaías (Is 19,25).
4.5.4. Alianza
Es un concepto común a todos los pueblos del Oriente Medio Antiguo. El dios elige a un pueblo que se
convierte en ―su‖ pueblo y con el que hace alianza por la cual el dios protege a ese pueblo y el pueblo
adquiere un compromiso de fidelidad con el dios al que dará culto.
La religión de Israel se centra en esa alianza (Ex 34,10.16) o pacto que Yahveh hace con su Pueblo por
la cual se convierte en su propiedad particular (Ex 19,5). Esta alianza tiene similitud en muchos de sus
elementos con los pactos políticos corrientes en el Oriente Medio Antiguo que se hacían conforme a un
ritual en el que había sacrificio, imprecaciones, erección de un memorial, banquete sagrado (Gn 15,9ss;
Ex 24,4ss).
Hubo alianzas anteriores como la de Noé y la de Abraham, pero la Alianza por excelencia es la del Sinaí
cuyos elementos son la promesa (Ex 19), el decálogo (Ex 20), el código de la alianza (Ex 22-23),
ratificación y banquete sagrado (Ex 24,1-11).
Israel no sólo recordará constantemente esta alianza, sino que la renovará sobre todo en los momentos
cruciales de su historia: en los llanos de Moab (Dt 28,69), en Sikem (Jos 24), más tarde cuando el rey
Josías emprende la reforma religiosa y política de Judá (2 Re 22) y a la vuelta del Exilio (Neh 10,1-30).
Porque la alianza no es algo estático, sino un compromiso que debe asumir cada generación.
Para el pueblo
Ser el pueblo de Yahveh (Ex 19,6) por lo tanto al único que han de dar culto
Cumplir el código de la alianza (Ex 21-23) cuyo resumen es el decálogo (Ex 20)
Ser un pueblo de sacerdotes en medio de los demás pueblos (Ex 10,6) y una Nación Santa
(Ex 19,6)
Para los profetas la alianza es irrevocable, aunque también se habla de una alianza nueva, por la que el
pueblo será definitivamente libre.
4.5.5. Promesa
En la Biblia, como en los pactos del Oriente Medio Antiguo, las promesas están vinculadas a la Alianza.
En la Alianza con Abraham la promesa es una descendencia numerosa, una tierra y una bendición. En el
Deuteronomio la promesa de la tierra adquiere primacía. Con David las promesas anteriores son
sustituidas por la de la permanencia en el trono de su descendencia. Si se refirieren al pueblo se trata de
abundancia de bienes y prosperidad material pero unidas a la fidelidad en el cumplimento de la Ley.
Todas las promesas bíblicas tienen como constante que Dios siempre es fiel a su palabra aunque el
pueblo no corresponda al pacto (Lv 26,40-42; Dt 4,31; 30, 1-5).
4.5.6. Tierra
En la conciencia de Israel, la tierra que habitaba era un don de Yahveh, su Dios (Jos 24,13), en virtud de
las promesas hechas a sus antepasados (Gn 12,1.7; Ex 6,8).
Es la tierra que recorrieron los Patriarcas en sus desplazamientos, Canaán (Gn 15,7.18-19), a quienes les
fue prometida bajo juramento por Yahveh y entregada a Israel (Dt 1,8.38...) para que pudiera cumplir la
Alianza (Dt 12,1).
La tierra es un don gratuito de Yahveh que deben agradecer, pues no les ha sido dada porque lo
merecieran (Dt 9,6). Yahveh, el dueño de toda la tierra (Sal 24,1), ha dado su heredad a Israel, su
siervo (Sal 135,10-12), por su eterna misericordia para con su pueblo (Sal 136,17-22).
Pero es un don que exige fidelidad (Dt 30,16-20). Su posesión está vinculada a la observancia de la
Alianza por el Pueblo (Dt 4,25-25; Dt 8,6-11; Jos 23,16) que ha de dar culto a Yahveh y rechazar
cualquier culto a otros dioses. En caso de incumplimiento será expulsado de ella como lo fueron los
anteriores poseedores (Dt 28,15.36). Mas si se arrepiente de sus pecados podrá instalarse en ella de
nuevo porque siempre será la Tierra prometida (Jr 25,5).
Por esta tierra participaran en la salvación las demás naciones y Jerusalén será el centro del mundo (Is
2,2ss)
Esa tierra material adquiere con los profetas un sentido escatológico y se convierte en símbolo del Reino
de Dios y del mundo que ha de venir.
Sin embargo, el cristianismo se expande y desarrolla fuera de las fronteras de Palestina por lo que la
sociedad en la que nacen y crecen la mayor parte de las primeras comunidades cristianas vive un
ambiente helenista, greco romano.
Se distinguen tres Regiones. GALILEA, al Norte, es la más fértil, con vegetación más abundante
característica de la zona mediterránea y muy cultivada, con cosechas tempranas. En el entorno del Lago,
el agua que fecunda la tierra se conduce desde éste por medio de canales y norias. Predominan las
montañas suaves. El clima es templado y se hace subtropical en la profunda depresión del Lago de
Genesaret, a 200 m. bajo el nivel del mar.
Aunque Jesús vive la mayor parte de su vida en Nazaret, los Evangelios nos hablan principalmente del
entorno del Lago donde se desarrolla su predicación.
En aquel tiempo Galilea era una región populosa y relativamente próspera. Sus habitantes, que hablaban
con un acento peculiar, eran vivos y abiertos, de carácter rudo y sencillo, con cierto aire de orgullo e
independencia, aunque los de Judea les consideraban provincianos y poco cultos. Era llamada ―Galilea de
los gentiles‖ por haber estado poblada por una mayoría de origen gentil. Judas Aristóbulo [104 aC.
Pertenece a la familia de los Asmoneos, que alcanzó para el reino de Judea una cierta independencia y la
expansión del territorio en tiempos de su padre Juan Hircano] tras su conquista obligó a judiaizar a sus
habitantes.
Por la región de Galilea pasaban importantes vías comerciales que conducían a Siria y Egipto, estando
más en contacto con los gentiles. Una de estas grandes vías romanas, la Via Maris pasaba cerca de la
ciudad de Cafarnaum.
SAMARIA. Es la región central. Más árida que Galilea, también tiene montañas y al Este una franja verde
en la profunda depresión que riega el Jordán. Los samaritanos eran descendientes de los colonos traídos
por los asirios en el siglo VIII aC. que se mezclaron con los que habían quedado tras la deportación, por
lo que los judíos no los consideraban puros y no les dejaron colaborar en la reconstrucción del Templo
de Jerusalén. Por ello y otras causas políticas, como la destrucción de Templo de Garzim por Juan
Hircano (s. II aC.), existía una enemistad secular entre judíos y samaritanos.
JUDEA, al Sur. Es una región montañosa en el centro. Por el Oeste desciende suavemente hacia el mar
Mediterráneo y por el Este cae bruscamente hacia la fosa del Jordán y el Mar Muerto a 400 m. bajo el
nivel del mar. Gran parte es desierto duro y pedregoso, en el que surge el importante oasis donde se
levanta la ciudad de Jericó. Su clima es áspero y seco, con mucho calor en verano y frío, incluso nieve,
en invierno. Su centro es la ciudad de Jerusalén, donde Jesús culmina su vida y su misión.
5.1.1.2. Economía
La agricultura, la artesanía y el comercio son los factores sobre los que se desarrolla la vida de Palestina.
La AGRICULTURA, aunque es muy diferente según las regiones, en general abundan los cereales, trigo
y cebada, y las legumbres, así como el olivo, la higuera, el granado. Las condiciones del suelo y del
clima, especialmente difíciles en el sur, exigían ser hábiles agricultores. La población de Palestina era en
su mayoría campesinos.
También había GANADERÍA: Cabras, ovejas y bueyes. Y PESCA en el lago de Genesaret y el las
localidades costeras del Mediterráneo.
La ARTESANÍA abarcaba gran diversidad de oficios que pasaban de padres a hijos. Los judíos solían ser
buenos artesanos. Artesano fue Jesús quien aprendió el oficio de su padre José.
El COMERCIO. Desde siempre hubo en Palestina un comercio interior activo. Había días de mercado y
mercados permanentes de diversas clases. Existían pequeños mercaderes que iban de pueblo en pueblo,
comerciantes fijos y también grandes mercaderes. El comercio exterior lo aprendieron de los griegos y
adquirió importancia en tiempo de los Macabeos (s. II aC). La importación y la exportación estaban
gravadas con tributos que eran recaudados por los llamados publicanos.
5.1.1.3 Sociedad.
La clase dirigente, poderosa y distanciada del pueblo, la formaban los grandes terratenientes, que eran
relativamente pocos, los comerciantes y las principales familias sacerdotales.
En número algo mayor existían agricultores acomodados y eran numerosos los pequeños propietarios y
braceros. Los pequeños propietarios cultivaban sus tierras ayudados por la familia, pero nada podían
ahorrar y si la cosecha era mala o padecían una enfermedad larga se veían obligados a hipotecar la
tierra, quedar reducidos a braceros o incluso venderse como esclavos. Los hijos con frecuencia debían
emplearse como braceros y si no había trabajo aumentaban el número de los mendigos y también de los
ladrones y salteadores.
Los esclavos, para los que no había protección legal alguna, eran señalados para ser conocidos y podían
ser comprados y vendidos; si no eran judíos, los llamados ―cananeos‖, su condición era inferior. Junto
con la multitud de desheredados eran terreno propicio para la rebelión y determinaban muchos de los
movimientos políticos y religiosos de la época. Pero también se daba la reacción antagónica de la
sumisión resignada, la esperanza escatológica de los que aguardaban tiempos mejores por la
intervención milagrosa de Dios y la aparición de un Rey Mesías que devolvería la libertad al pueblo y
redimiría a todos los oprimidos.
5.1.1.4. Cultura.
La educación social, moral y religiosa de los niños se realizaba en el seno de la familia y en el contacto
con la comunidad y sus tradiciones. Las clases poderosas solían tener un preceptor.
Por otra parte la cultura helenista había ido penetrando desde hacía varios siglos en el pensamiento y las
costumbres de las capas más cultas de la sociedad judía. El griego común era la lengua internacional.
5.1.1.5. Religión
El judaísmo nace con el exilio de Babilonia (586-538 aC.) y cristaliza con la reforma de Esdras y
Nehemías (428 aC). El pensamiento religioso de Israel se consolida y adquiere una forma más depurada
por la acción de los profetas y los sabios, desapareciendo la atracción hacia los dioses paganos y las
tendencias sincretistas. Yahveh, el Dios de Israel, es el único Dios al que han de adorar y servir, por
medio de una conducta fiel a la alianza y los mandamientos, más que por un culto brillante pero exterior.
El rito principal por el que un niño judío queda vinculado al pueblo y a la Alianza es la circuncisión, que
se practica a los ocho días del nacimiento.
Por todo el país existen sinagogas que son casas de reunión, estudio de la Torá y oración. En ella se
celebra la fiesta de cada semana, elSabbat (Sábado).
Pero el culto tenía lugar en el Templo único de Jerusalén, donde se ofrecían sacrificios diarios. Era
atendido por un sacerdocio jerarquizado: había un Sumo Sacerdote, varios rangos de sacerdotes y por
último los levitas. El Sumo Sacerdote y los principales sacerdotes vivían en Jerusalén y constituían el
―alto clero‖ al que pertenecían siete familias que controlaban el sumo sacerdocio, el Templo, las finanzas
y la política. El resto, el bajo clero, vivía pobremente en la Ciudad o en sus cercanías.
Desde los tiempos de la reforma religiosa del rey Josías (s. VII aC) todo judío varón debía subir al
Templo de Jerusalén con ocasión de las tresgrandes fiestas: Pesah (Pascua) que recuerda la salida de
Egipto y celebra la liberación de la esclavitud por medio de Moisés; Sabbuot(Semanas=Pentecostés),
que conmemora la entrega de la Ley en el Sinaí; Sukkot (Tiendas) en recuerdo de los años
transcurridos en el desierto. En tiempo de Jesús se celebraba otra fiesta de importancia, Hanuka
(Dedicación), en memoria de la purificación del Templo por Judas Macabeo.
Dentro del judaísmo existían varias corrientes religiosas siendo las principales los saduceos, los fariseos y
los esenios.
Saduceos. Constituían esta corriente la aristocracia sacerdotal, los grandes terratenientes y los
comerciantes. En lo religioso no admitían la tradición oral sino sólo la escrita del Pentateuco. Negaban la
resurrección, la existencia de la otra vida y la de los ángeles. Excluían el destino, pues el hombre elige
libremente el bien o el mal. En lo político defendían sus privilegios de clase, para lo cual colaboraban con
los ocupantes que se los garantizaban, controlaban todas las actividades del Templo y del Sanedrín. Era
escasa su influencia sobre el pueblo que los criticaba por su nepotismo, su ambición, su oportunismo y
su falta de sentido religioso. Desaparecieron en el año 70 con la destrucción del Templo de Jerusalén.
Fariseos. Pertenecían a esta corriente los sacerdotes de rango inferior, los especialistas en la Ley o
escribas y la clase media de origen urbano. En lo religioso, admitían la tradición oral como una
extensión de la Ley dada por Moisés; la resurrección, la recompensa y el castigo en la otra vida; el valor
del arrepentimiento y el perdón de Dios; un futuro mesiánico y también en la existencia de los ángeles.
La Torá era el centro de su enseñanza y la aplicaban a todos los aspectos de la vida. Para salvaguardarla
establecieron numerosos preceptos, cayendo a veces en una casuística minuciosa. El amor al prójimo era
el mandamiento clave, pero con frecuencia ese prójimo era sólo quien pertenecía a su propio grupo. En
lo político era un movimiento seglar, renovador y nacionalista, aunque sin actitudes extremas o métodos
violentos. Eran los verdaderos maestros del pueblo y sus dirigentes. Sobrevivieron a la destrucción del
Templo en el año 70 y desarrollaron y fijaron el pensamiento judío posterior.
Esenios. Esta corriente no aparece mencionada en los Evangelios ni en otros libros del Nuevo
Testamento, aunque existían desde varios siglos antes. Tuvo su origen en un grupo de judíos piadosos
que habiendo apoyado la rebelión de los Asmoneos fueron decepcionados por su conducta posterior y se
retiraron al desierto para fundar una comunidad de piedras vivas. El grupo más conocido (gracias al
hallazgo de los manuscritos, en 1947) es el de Qumrán, frente al Mar Muerto. Llevaban una vida ascética
de pobreza, retiro, estudio de la Torá y oración. Se llamaban a sí mismos ―miembros de la nueva alianza‖
o ―comunidad de los elegidos‖. Esperaban dos Mesías, uno sacerdotal y otro político. Parece ser que
desaparecieron con la guerra del año 70.
En los evangelios aparecen otras corrientes. Una de ellas son los celotas, que es un movimiento
nacionalista exaltado, vinculado a los fariseos, y promotor de todos los levantamientos contra los
romanos, culminando en la guerra de los años 66-70 que acabó con la destrucción de Jerusalén y del
Templo. Su rama activista eran los sicarios, que aprovechaban las aglomeraciones en fiestas y mercados
para asesinar, con un pequeño puñal (sica) que llevaban oculto, a los que consideraban partidarios y
colaboradores de los romanos. La otra corriente, son losherodianos, partidarios de la dinastía de
Herodes.
5.1.1.6. Política
Desde la destrucción de Jerusalén en el año 586 aC, Palestina estuvo dominada continuamente por las
grandes potencias: Babilonios, persas, griegos y romanos sucesivamente, con un corto periodo de cierta
independencia bajo los Asmoneos (s II aC), sucesores de los Macabeos.
En tiempos de Jesús, Palestina estaba dominada por los romanos que la ocuparon en el año 63 aC bajo
el mando de Pompeyo. Cuando nació Jesús era emperador César Augusto y Palestina gobernada
por Herodes el Grande, un rey dependiente de Roma, que no era judío sino idumeo. Para congraciarse
con el pueblo realizó grandes obras públicas, entre ellas la reconstrucción del Templo de Jerusalén
comenzada en el año 20 aC. Al mismo tiempo levantaba templos paganos y grandes fortalezas. Su corte
era pagana, corrupta y de frivolidad extraordinaria. Por su miedo a ser destronado llevó a cabo
numerosas matanzas para eliminar a sus posibles enemigos.
A su muerte, Roma dividió el reino en tetrarquías quedando Galilea bajo el gobierno de su hijo Herodes
Antipas, amigo y confidente del emperador Tiberio. De carácter débil e irresoluto, escéptico y
supersticioso. Repudió a su mujer para casarse con su cuñada Herodías, por instigación de la cual
mandó matar a Juan Bautista. Se burló de Jesús cuando el procurador Poncio Pilato se lo envió por ser
de su jurisdicción. En el año 38 fue depuesto por Calígula y desterrado a las Galias donde murió.
El centro y sur de Palestina, fueron entregados a otro de sus hijos, Arquelao, que poco después fue
depuesto pasando el territorio a depender del gobernador romano de la provincia de Siria y siendo
gobernado por un prefecto que residía en Cesárea del Mar. Durante la vida pública de Jesús era prefecto
de Judea Poncio Pilato, frío, escéptico y preocupado de prosperar en su carrera política. En la causa de
Jesús parece inclinado a salvarle, pero se deja influir por la opinión popular manejada por los Sumos
Sacerdotes y acaba condenándole a la crucifixión como lo había hecho con otros judíos.
Durante la dominación romana las autoridades judías tenían muy limitadas sus atribuciones y en el
pueblo existía un fermento creciente de rebelión contra Roma, cuyos gobernantes locales cometían
errores y arbitrariedades que propiciaban el rechazo de las gentes.
Aunque el mundo estaba dominado por los romanos, la cultura helenista y la lengua griega popular eran
el ambiente de las ciudades en donde desde muy pronto fueron creándose comunidades cristianas fuera
de Palestina. El helenismo había surgido de la cultura clásica influida por las civilizaciones y religiones
orientales.
5.1.2.1. Sociedad
Es una época de expansión y auge económico, con buenas comunicaciones tanto terrestres, con postas
en las vías importantes, como marítimas, con faros, puertos y muelles. También tiene importancia el
comercio fluvial y los artesanos.
La política se caracteriza por continuas luchas y asesinatos y no son raras las revueltas.
El estado y luego el emperador habían sido deificados y se les rendía culto religioso. El culto a los reyes,
que se difundió con relativa rapidez en la cultura helenista, había sido tomado de las cortes orientales. El
culto al emperador más que un acto religioso en sí mismo era un acto político que no excluía la
existencia de otros dioses. Tenía como finalidad la cohesión política de los pueblos conquistados.
Rehusar este homenaje religioso al Emperador y a Roma era faltar a un deber cívico fundamental, por
eso para el estado el cristiano, que era un ciudadano ordinario pero profesaba una fe incompatible con
cualquier otro culto, era un impío y un ateo.
Las diferencias entre pobres y ricos eran muy grandes. Se despreciaba el trabajo manual.
Elemento importante sobre cuya estabilidad reposaba en parte la estructura social del Imperio eran los
esclavos, muy numerosos sobre todo en las grandes ciudades. No disfrutaban de ninguno de los
derechos de los ciudadanos romanos. El esclavo es como una cosa. No podía poseer bienes propios y el
hijo de una esclava pertenecía también al señor. Los esclavos en este mundo grecolatino lo eran por
toda la vida, a menos que lograsen su manumisión, con lo que pasaban a la categoría de «libertos».
En las ciudades helenistas las mujer no carecía, sobre todo en las capas sociales altas, de cierta
movilidad física y social y le era posible traspasar las fronteras de su estado social. Los moralistas y
pensadores veían en la promoción de la mujer la causa de la degeneración social y los satíricos
interpretaban que el auge del los cultos mistéricos y sincretistas se debía a la superstición de las
mujeres, aunque lo cierto es que en ellos participaban también los hombres en elevado número y
ostentaban en ellas un rango superior.
5.1.2.2. Cultura
Las escuelas filosóficas, ampliamente extendidas, tienen un papel fundamental. Los filósofos exponían
sus doctrinas en el ágora de la ciudad.
En la época helenística, las grandes escuelas platónica y peripatética (de Aristóteles) habían decaído.
Las corrientes filosóficas florecientes en el siglo I eran los estoicos, los cínicos y los epicúreos. Su
característica común era buscar la reforma del hombre desde una visión inmanente, no trascendente.
Coinciden en una imagen ética del hombre, en una teología fundada en los principios de la razón y en su
imagen del mundo.
Estoicos y cínicos postulan la unidad del hombre y el mundo. La imagen del mundo para los cínicos es un
monismo de la materia (Concepción filosófica que trata de reducir los seres y fenómenos del universo a
una idea o sustancia única, de la cual derivan y con la cual se identifican), no hay un dios trascendente
cuya providencia intervenga en el mundo. Los epicúreos no admiten la inmortalidad y no creen en los
dioses populares y su influencia en los hombres.
Para estoicos y cínicos, la moral consiste en la armonía del comportamiento humano con los principios
que rigen la naturaleza.
Los filósofos no hacían demasiado caso de los viejos dioses de la mitología, pero sus teorías planteaban
problemas contra ellos. Sostenían que una persona inteligente no puede creer en ellos. Aunque las
especulaciones de los filósofos no llegan al pueblo, sin embargo lograron que las religiones antiguas
fueran decayendo, creándose un vacío religioso que fue preciso llenar. Esto propicia el auge de las
religiones mistéricas, más espirituales, que con frecuencia eran difundidas por los soldados que las
conocieron en los países del oriente.
5.1.2.3. Religión
La religión tradicional greco-romana no se preocupa de la vida social y sólo prohíbe los actos contra el
culto público.
La religión de los grandes dioses clásicos griegos asumidos por los romanos estaba en decadencia,
aunque sus cultos continuaban vigentes y conservaban parte de su fastuosidad. Habían sufrido una
fuerte influencia de los cultos orientales e incluido alguno de sus dioses.
Así surgieron y florecían cada vez con más fuerza las religiones mistéricas. Estas nuevas religiones
ofrecían una salvación personal, daban culto a un dios salvador y se regían por los ciclos de la naturaleza
que cada año muere y vuelve a renacer en primavera. Como la naturaleza, el hombre tiene que morir
para renacer a una vida nueva y divina que pretendían alcanzar por medio de ritos secretos y complejas
iniciaciones por las que intentaban alcanzar la vida nueva que el dios les proporcionaría. Los iniciados de
estas religiones debían imitar con sus actitudes y por medio de símbolos las acciones del dios en que
pretendían transformarse, pero la ley del silencio que obligaba a sus miembros, hace que sean poco
conocidas sus prácticas, entre las que había ritos de iniciación y comidas sacramentales. Estaban
envueltas en misterios y secretos que no se podían revelar y que el iniciado (mister), que se incorporaba
por un cierto modo de bautismo, iba conociendo gradualmente. Un modo gradual de ir conociendo las
verdades de fe y una cierta ley del arcano también se daba en los primeros tiempos del cristianismo.
En las religiones mistéricas las gentes buscaban la felicidad que estas religiones ofrecían frente a las
miserias y dificultades de la vida ordinaria.
Las religiones helenistas no tenían ley ni libros sagrados. Sí tenían sacrificios, procesiones con cantos,
sacerdotes que sólo se ocupaban del culto en sí.
El culto oficial pertenecía a la ciudad y tenía como fin impetrar de los dioses la prosperidad de la ciudad.
No existía un día de descanso semanal, pero sí son numerosas las fiestas a lo largo del año que se
celebraban con procesiones, sacrificios, festejos populares y juegos atléticos.
Los lugares y símbolos sagrados se multiplicaban, levantándose por todas partes altares y erigiéndose
estatuas de los distintos dioses. El acto más importante de su culto era la ofrenda, generalmente de los
productos de la tierra, y el sacrificio de animales, en los que ciertas partes del animal se quemaban en el
altar y otras eran reservadas para los sacerdotes que las ponían en venta; otras eran consumidas en una
comida festiva en el recinto del mismo templo o en las casas.
El mundo helenista gustaba de las prácticas mágicas y supersticiosas. Tenían una concepción
determinista de la vida del hombre y buscaba en los oráculos, la interpretación de los sueños, la
astrología y las señales más diversas conocer voluntad de los dioses. La creencia en este poder de los
dioses para determinar la suerte de los hombres evolucionó en la concepción de una fuerza misteriosa
del destino, que se llegó a personificar consagrándose santuarios a esa realidad inquietante.
También tenía notable influencia en la sociedad grecorromana el gnosticismo que pretendía ser un
camino para llegar al conocimiento y la visión de Dios. Consideraba que su doctrina, sus ritos y sus
prácticas tenían carácter revelado y habían sido transmitidos y preservados a través de una misteriosa
tradición. Se presentaba como un infalible medio de salvación, actuando mediante fórmulas y ritos
mágicos pero sólo era accesible a la minoría selecta de los iniciados.
Todos ellos nacieron en el seno de las primeras comunidades cristianas y desde su fe pascual, conforme
a los testimonios transmitidos por los testigos de los hechos.
Los Evangelios son relatos de los hechos y enseñanzas de Jesús, mientras que las cartas de San Pablo,
como cartas que son –excepto la que escribe a los romanos– unas veces son respuesta a situaciones
concretas que le plantean las comunidades y otras el apóstol les escribe para confirmarles en la fe o
recordarles su predicación. Las demás cartas, aunque de estilo diferente, también son escritos dirigidos a
comunidades concretas para responder a sus características.
El libro de los Hechos de los Apóstoles es el relato del nacimiento y primera expansión de la Iglesia. A
pesar del plural de su título, sólo habla en los primeros capítulos de la actividad de Pedro, en algunos
casos acompañado de Juan, pasando, tras el relato del encuentro con Cristo de Pablo, a contar la
actividad apostólica de éste hasta su llegada a Roma.
Los cuatro evangelios canónicos relatan los hechos y las enseñanzas de la vida de Jesús dedicando
especial atención a su pasión, muerte y resurrección. En este tema los cuatro siguen un mismo hilo
narrativo que pone de manifiesto que fue éste el objeto principal de la fe y la reflexión cristiana en los
primeros años de la vida de la Iglesia.
La finalidad de los evangelios es confirmar en la enseñanza recibida a los que acogieron el anuncio del
Evangelio por la predicación, como dice el prólogo de Lucas (lc1,4), y despertar la fe en Jesús para que
creyendo tengan vida, como dice Juan (Jn 20,31).
Por esto los evangelios no son una crónica o un reportaje, ni siquiera una biografía de Jesús sino una
catequesis sobre su mensaje y su persona. Así encontramos que no hay datos precisos sobre fechas,
lugares y otros detalles y que más que un relato seguido de hechos, recogen episodios y enseñanzas sin
localización precisa. Y también comprobamos que existen notables diferencias entre un evangelista y
otro en la forma de organizar la narración de los acontecimientos y de agrupar las enseñanzas.
Los evangelios son ante todo un mensaje de fe, pero esto no significa que sean narraciones inventadas.
Se fundan en la realidad histórica de la persona de Jesús y de sus hechos y palabras transmitidos por los
que fueron testigos de los mismo. Por ello, a través de los evangelios llegamos al conocimiento de Jesús
tal como existió entre nosotros y de sus enseñanzas.
Para comprenderlos en profundidad hay que tener en cuenta el proceso de elaboración hasta la
redacción final (3.2), así como el fondo semítico en que nacen y la aportación que proviene de la
reflexión y vivencia de la fe de las comunidades.
Nacen como una necesidad ante el crecimiento de las comunidades cristianas que van surgiendo dentro
y fuera de Palestina, cuando van faltando los testigos de los hechos. Cada uno responde a las
características y necesidades de la comunidad de que procede, pues surgen en el seno de comunidades
diferentes y en lugares diferentes.
Su paralelismo puede deberse a que hubieran utilizado un evangelio común en arameo o bien que
existieran dos fuentes principales nacidas en la comunidad cristiana de Jerusalén, una que contendría los
hechos de la vida de Jesús y otra que sería una colección de sus dichos. En todo caso los evangelistas
también usaron sus propias fuentes, como se afirma en el prólogo de Lucas, e imprimieron a la
composición su sello personal.
En cuanto a las fechas de su aparición se considera probable que para Marcos fuera antes del año 70 y
para Mateo y Lucas hacia el 80, aunque actualmente existen corrientes que consideran que fueron
escritos en fechas más próximas a los hechos.
Jesús es el Hijo de Dios que viene al mundo y acampa entre los hombres, para que todo el que cree en
Él no quede en tinieblas sino que tenga vida eterna porque no ha venido para condenar al mundo sino
para salvarlo. Él es la luz que ilumina a todo hombre, el agua viva que sacia la sed, el pan del cielo que
da la vida al mundo, el camino que conduce al Padre.
La aparición de este evangelio es también más tardía, suele fijarse entre los años 90 y 100. En esta
época se consuma la ruptura entre las comunidades cristiana y judía que se pone de manifiesto en
características propias de este evangelio, como por ejemplo que engloba en el término ―judíos‖ a grupos
como los fariseos, saduceos y escribas, que los sinópticos distinguen.
Como los evangelios no son una biografía de Jesús, tampoco los Hechos son una historia exhaustiva,
aunque tienen más de crónica que aquellos. Nos da primero una visión del nacimiento de la Iglesia y su
primera difusión en Palestina, para contar luego en la expansión de la misma entre los gentiles,
inicialmente por la acción de los aventados por la persecución y después por la actividad misionera de
Pablo de Tarso.
Al hilo de los hechos se expone, principalmente en los discursos, el núcleo fundamental del primer
anuncio del Evangelio: La Muerte y Resurrección de Jesús que exige una conversión para la remisión de
los pecados.
En este libro su autor recoge lo que para él sería el tercer tiempo de la Historia, el tiempo de la Iglesia,
en el que los discípulos de Jesús continúan su obra a partir de Pentecostés. A este tiempo habrían
precedido un primer tiempo que sería el tiempo de las Promesas, el tiempo del Antiguo Testamento, que
se da por su puesto y un segundo tiempo, el tiempo de Jesús, que es el tiempo del cumplimiento de las
promesas y constituye el tema de su primer libro, el tercer evangelio.
En el libro de los Hechos encontramos detalles que ponen de manifiesto que sus destinatarios son
griegos, cristianos provenientes del paganismo, por ejemplo el que hable de Jesús como Salvador y no
como Mesías, porque para los griegos este término era desconocido mientras que en las religiones
mistéricas hay dioses salvadores; utiliza el término Señor, que era el utilizado por los emperadores; evita
la palabra ―transfiguración‖, que en griego equivale a metamorfosis lo que se daba en los dioses
paganos; insiste en la Resurrección de Jesús, que a los griegos les costaba admitir; saben que ―por
gracia‖ han sido admitidos en el Pueblo de Dios y al mismo tiempo que están vinculados a los apóstoles,
tienen una visión universalista del Evangelio.
Todo el libro tiene un protagonista de excepción: el Espíritu Santo. Por su fuerza y su acción se
construye y se expande la Iglesia. era la fuerza que movía a los conversos, anónimos o con nombre, a
comunicar y propagar la fe que había cambiado sus vidas. Esta acción es la única causa que puede
explicar la prodigiosa expansión del cristianismo en sus primeras décadas.
También destaca en este libro el papel de la comunidad, la ―ekklesia‖. Es la comunidad la que toma
decisiones, la que elige, por ejemplo, a Matías como sustituto de Judas y a los que se han de ocupar de
las necesidades de las viudas, la que envía a los misioneros, etc., siempre en unión con Dios a través de
la oración y la acción del Espíritu Santo.
Pero estos primeros seguidores del nuevo camino iniciado por Jesús, el Señor, también llaman ―ekklesia‖
al conjunto de todos los grupos locales de cristianos pues tienen conciencia de pertenecer a una realidad
más amplia a la que se sienten vinculados. Así como designan con el mismo término a la célula más
pequeña, la familia.
Este libro también nos ayuda a conocer al gran evangelizador y propagador del cristianismo entre los
gentiles, Pablo de Tarso, a situar y comprender sus cartas en el contexto de todo el movimiento cristiano
primitivo.
A lo largo de todo el relato se descubre la convicción de que el cristianismo constituye una fe capaz de
cambiar el mundo.
5.2.3. Cartas
Como ya se vio al estudiar la redacción de los libros de la Biblia y en concreto los del Nuevo Testamento
(3.2), éstos que conocemos como cartas corresponden a diversos autores y también es heterogéneo su
contenido.
Tienen en común que son respuesta a las necesidades de las comunidades a que se dirigen. Su finalidad
de alentarlas o confirmarlas en la fe, así como responder a sus problemas y orientarles en cuanto a su
conducta y organización.
Las cartas de S. Pablo, escritas en los primeros años de la expansión cristiana, son una fuente
excepcional para asomarnos a la vida de las primitivas comunidades. En ellas descubrimos el
pensamiento y también la persona y la vida de Pablo, cuya influencia en el desarrollo del cristianismo es
de gran importancia.
5.2.4. Apocalipsis
El contenido de este libro, difícilmente comprensible para nosotros, es de carácter apocalíptico, lleno de
imágenes complejas pero familiares a este género en el Antiguo Testamento. Su finalidad es alentar a
las comunidades de Asia Menor que sufren la persecución. A los tiempos difíciles de triunfo del mal
seguirá la victoria definitiva del Cordero, la venida triunfal del Señor crucificado y resucitado.
Al principio del libro se exhorta a las Iglesias a reavivar su fe, a volver al ardor primero y a superar su
tibieza o su pecado.
ÉXODO
El libro del Éxodo contiene los dos grandes acontecimientos que están en el centro de toda la
historia de la salvación: la liberación de Egipto y la Alianza del Sinaí. Normalmente se data en el
s. V aC, aunque los hechos a los que se refiere abarcan desde el s. XIV aC., época de los
faraones que levantan los grandes monumentos de Egipto, hasta el s. XIII aC.
El relato del libro del Éxodo retoma la historia de los descendientes de Abraham que habían
emigrado a Egipto porque la tierra donde vivían se vio asolada por el hambre, pero, en realidad,
entre los últimos Patriarcas y la época de Moisés transcurren 430 años de los que no hay noticia.
Según relata el Éxodo, con el tiempo, los egipcios, que eran un pueblo poderoso, los sometieron
a la esclavitud. Yahveh recordando su promesa a Abraham eligió a Moisés para que los librase
(Éxodo 3,9-10). Moisés, sacó, con la ayuda de Yahveh, a los hebreos de Egipto y los condujo por
el desierto a la Tierra Prometida. Camino de la Tierra Prometida, mientras atravesaban el
desierto, Yahveh hizo Alianza con su pueblo en el monte Sinaí (Éxodo 19, 5-6)
Este libro contiene relatos procedentes de fuentes muy diversas, algunas muy antiguas
como el ―Cántico de María‖, una de las primeras obras de la poesía hebrea. Los núcleos
primitivos se transmitieron oralmente y cada tribu fue introduciendo nombres o hechos
de la propia tradición. Contiene relatos de carácter épico a través de los cuales expresa
un hecho trascendental: la actuación de Yahveh en la historia de Israel.
LEVÍTICO
Es un libro litúrgico y legal con normas sobre la tienda de reunión del pueblo y los sacrificios, etc.
Contiene normas y leyes, muchas de ellas de conducta moral muy elevada, que son formas de
santidad a la que está llamado todo el pueblo. Estas normas y leyes convergen en la máxima
―Amarás a tu prójimo como a ti mismo‖ (Lv 19,18). Aunque los hechos a que se refiere corresponden
al tiempo de Moisés y en su núcleo fundamental contenga tradiciones antiguas, su fecha de
composición hay que situarla en el tiempo del exilio o poco después, como resultado de la reflexión
de sacerdotes desterrados.
NÚMEROS
Este libro, como los demás del Pentateuco, provine de varias fuentes de diversas épocas. Más
que una narración es un tratado teológico, una interpretación sacerdotal de acontecimientos
anteriores. Describe la formación del pueblo que comienza en los últimos días de su estancia en
el Sinaí y termina cuando acampan en los llanos de Moab junto a Canaán. Enseña cómo Yahave
actúa en la historia, cómo habita en su pueblo y cómo, a pesar de la infidelidad de éste, cumple
su designio de amor y lleva al pueblo a la Tierra Prometida.
DEUTERONOMIO
Deuteronomio significa ―segunda Ley‖ y es el nombre que se da a este libro en la Biblia Griega.
Relata la misma historia bajo la forma de siete discursos de Moisés en los llanos de Moab.
Contiene una teología de la Alianza y sus exigencias morales, así como la respuesta del pueblo
que se expresa en el ―Shema‖ (Dt 6,4), profesión de fe del pueblo judío hasta la actualidad. Este
libro, según la investigación actual, contiene tradiciones muy antiguas transmitidas en el Reino
del Norte y recopiladas después en Judá. La fecha de composición puede situarse en tiempo del
Exilio y constituye el núcleo de la tradición deuteronomista.
En el mismo libro de Isaías se encuentran oráculos de otros dos profetas cuyos nombres
desconocemos: uno en los capítulos 40-55 a cuyo autor se le ha dado el nombre de Segundo
Isaías. Se supone que vivió en el exilio de Babilonia en la segunda mitad del s. VI aC y su
misión fue dar ánimos a los desterrados y alentar su esperanza de un pronto retorno a Judá. Por
eso se le conoce como el "profeta de la consolación". Entre sus oráculos se encuentra el
celebre poema del "Siervo de Yahveh", que los cristianos hemos identificado con Cristo
El otro profeta, al que se le ha dado el nombre de Tercer Isaías y se supone que vivió en
Jerusalén después del retorno de los exiliados, por tanto al final del s. VI aC., tiene sus oráculos
en los capítulos 56-66 del mismo libro de Isaías. Su misión fue despertar las esperanzas del
pueblo ante las dificultades existentes y la frustración que se apoderó de muchos, al no ver
plasmados los tiempos ideales que les habían anunciado.
JEREMÍAS
También del reino del Sur, posteriores a Isaías, son Jeremías y Ezequiel. Jeremías, natural de
una población próxima a Jerusalén, a finales de la monarquía y del siglo VII aC., tuvo la difícil
misión de condenar los pecados de los dirigentes políticos y religiosos y de favorecer un
entendimiento con los babilonios, la potencia política y militar de aquel tiempo. Combate la
idolatría instaurada por el rey Manasés. Con su enseñanza contribuyó a propiciar el clima del que
nació la reforma religiosa del rey Josías. Cuando los Babilonios conquistaron Jerusalén (586 aC.)
pudo permanecer en la ciudad con los que allí se quedaron, pero desde Judá ayudó a mantener
el ánimo de los exiliados. Por sus oráculos fue considerado traidor, perseguido e incluso
condenado a muerte y posteriormente salvado. Aunque llegó a sentir la desesperación pudo más
la fuerza de la Palabra de Dios.
LAMENTACIONES
Según la tradición, Jeremías sería el autor de este libro que se compone de cuatro elegías,
mezcladas con plegarias a Yahveh y confesión de los pecados, y una oración comunitaria por
Jerusalén tras su destrucción por los babilonios.
Los lamentos fueron escritos por un testigo ocular que expresa su sentimiento personal así como
la reflexión que le lleva a dar a los hechos un sentido teológico: La destrucción de Judá es
consecuencia de la ira de Yahaveh a causa de los pecados del pueblo, siendo los principales
responsables los sacerdotes y los profetas cultuales. Indica, como medios para superar la crisis
de fe, la oración y el arrepentimiento.
BARUC
Baruc fue secretario y compañero de Jeremías, aunque el libro que lleva su nombre no le
pertenece. Su composición se debe a varios autores y no es anterior al año 300 aC. El autor se
sirve de la historia del Exilio para señalar a la diáspora helenista el camino de la salvación y darle
confianza en ella.
EZEQUIEL
Procedía de una familia sacerdotal y fue deportado en el año 597 aC. (primera deportación). En
Babilonia recibió su vocación profética. Igual que Jeremías en Jerusalén, Ezequiel ejerció un gran
influjo entre los deportados. La acción de estos dos grandes profetas fue determinante en la
renovación espiritual del pueblo.
A Ezequiel se le ha llamado padre del judaísmo. Cambió la concepción de Yahveh como Dios de
un territorio anunciando la presencia divina allí donde están los creyentes. Asimismo enseña que
la responsabilidad personal, el valor de la conducta humana y la conversión del corazón por la
fuerza del espíritu de Dios es lo que hace irrevocable la Alianza.
DANIEL
Entre los libros proféticos se encuentra en muchas Biblias, después del libro de Ezequiel, el de
Daniel como uno de los profetas mayores; pero ni en la Biblia hebrea, ni en las modernas
versiones (cfr. Cantera-Iglesias) se halla en el apartado de los profetas sino entre los Escritos (3ª
parte de la Biblia). Es un libro difícil, en gran parte apocalíptico, que surge, como otros muchos -
Tobías, Judit, Ester- en el tiempo de la persecución de Antioco IV Epífanes (reino helenista de
Siria) que quiso imponer a los judíos no sólo la cultura helenista sino la religión. Describen una
situación semejante de dominio extranjero y persecución para animar a permanecer fieles a
Yahveh y a su religión, como los protagonistas de dichos libros.
El libro de Daniel tiene dos partes. La primera es la historia de Daniel y sus compañeros, la
segunda, las visiones de Nabucodonosor y su interpretación. El mensaje de ambas es que Dios
triunfa y los poderes del mal serán derrotados, por eso quienes permanecen fieles también
alcanzarán el triunfo.
OSEAS
Contiene una serie de Oráculos pronunciados en ocasiones diferentes que fueron agrupados por
los discípulos del profeta. Amonesta a un pueblo que había adquirido prosperidad económica y a
causa de ella cayó en la relajación religiosa y moral. Denuncia las injusticias sociales y las
guerras fraticidas que vive el pueblo. Anuncia la restauración basada en la fuerza liberadora de
Dios.
JOEL
Parece que Joel fue un profeta cultual asociado al templo y su mensaje es escatológico. Habla
del ―Día de Yahveh‖ como día de salvación para Israel. Es un libro postexílico tardío.
AMÓS
Procedente de la parte oriental del desierto de Judea, deja su ganado y hacienda para cumplir su
misión profética en el Reino del Norte, donde denuncia los males sociales que existen en el
reinado de Jeroboam II, tiempo de prosperidad de la que sólo disfrutan unos pocos. Combate la
idea de que la ―elección‖ garantizaba para Israel la protección de Yahveh así como la actitud de
sustituir las exigencias de la Alianza por el culto. Anunció la ruina de Israel si no hacía penitencia,
lo que sucedió poco después cuando el Reino fue arrasado por los Asirios.
ABDÍAS
Es el libro más corto del Antiguo Testamento. Va dirigido contra Edom que quedó como prototipo
de pueblo opresor de Israel. Se compone de cinco dichos que contienen una promesa para
Israel. Es probable que Abdías fuera uno de los profetas cultuales que quedaron en Palestina
después de la deportación a Babilonia. Habla, como Joel, del ―Día de Yahveh‖ como día de juicio
contra las naciones que oprimen a Israel.
JONÁS
El libro de Jonás no es un libro profético, aunque tanto la tradición judía como la cristiana le
colocan entre los profetas. Fue escrito por un autor piadoso con miras más universalistas que sus
contemporáneos para hacer ver que Yahveh es también Dios de los demás pueblos, incluso de
los Asirios, pueblo prototipo de los perseguidores de Israel. Describe a un profeta rebelde que
quiere escapar de la misión que se le propone y se enoja porque, en vez de cumplir su amenaza,
Dios se apiada de aquel pueblo que hizo penitencia. Parece que fue escrito hacia el siglo IV aC.
MIQUEAS
Procede de una aldea campesina próxima a Jerusalén y parece que su actividad comenzó antes
de la destrucción del Reino del Norte. En este libro, que sigue un esquema escatológico, junto
con partes del mismo profeta hay otras que se añadieron posteriormente. Denuncia la opresión
de los pobres en beneficio de los ricos y desprecia a los profetas cultuales que hablan para
complacer a los poderosos. Presenta al Mesías como Rey pacífico que saldrá de la pequeña
Belén.
NAHUM
Este libro se abre con un salmo alfabético que sirve de introducción a los oráculos del profeta.
responde al tipo de profecía optimista de fuerte nacionalismo dominada por el elemento cultual.
HABACUC
Es un profeta profesional, posiblemente asociado al Templo de Jerusalén, que dirige su oráculo
contra las naciones. Es también un profeta nacionalista. Reconoce que Israel ha pecado pero se
pregunta por qué Yahveh lo castiga por medio de un pueblo aún más pecador. Mantiene su fe en
un Dios que viene en ayuda de los injustamente tratados y posee poder para gobernar la historia
sirviéndose de las naciones como instrumento de su voluntad.
SOFONÍAS
Desarrolla su misión en tiempo del rey Josías. Parece que los dichos de Sofonías circularon
primero sueltos y se añadieron después otros. El ―Día de Yahveh‖ es concepto clave de este
libro, pero aquí es también día de juicio y castigo para Judá, no sólo para las naciones. Pero si el
pueblo se vuelve a Yahveh, un ―resto‖, los pobres y humildes que sólo confían en Dios, escapará
de la catástrofe y vivirá en paz sobre el monte Sión.
En la primera parte del libro abundan las visiones cuyo mensaje se basa en tradiciones proféticas
anteriores, con especial acento en el aspecto ético y la pureza de la religión. Anuncia la época
escatológica y la renovación previa de la nación. La segunda y tercera parte del libro son
bastante diferentes y pudieran ser de otros autores y de épocas posteriores.
MALAQUÍAS
Probablemente fue en principio una parte añadida a Zacarías que luego se independizó para
completar el número de 12 profetas. Malaquías no es un nombre propio, significa ―mi heraldo‖.
Se dirige a una comunidad que no ha visto cumplidas las expectativas mesiánicas de los profetas
anteriores como Ageo y Zacarías, y esa decepción le lleva a la indiferencia y a descuidar el culto.
Habla de la llegada del ―Día de Yahveh‖ como ineludible aunque indeterminada, y como día de
juicio para Israel. Acentúa el universalismo de la religión de Israel.
COLOSENSES
En Colosas (Asia Menor) había un comunidad cristiana fundada por Epafras, un convertido por
Pablo. Estaba compuesta por gentiles.
Esta carta fue escrita, al parecer, en Éfeso por un discípulo de Pablo, hacía el año 63. Su
contenido es contrarrestar la influencia judía y pagana que sufría esta joven comunidad.
1 TESALONICENSES
Tesalónica fue la segunda ciudad evangelizada por Pablo en Europa después de Filipos.
Esta carta fue escrita en Corinto en el año 51, veintiún años después de la muerte de Cristo. Es el primer
escrito del Nuevo Testamento.
La fe y conducta de los tesalonicenses eran ejemplo no sólo para Macedonia, donde se encuentra
Tesalónica, sino para Acaya (sur de Grecia). A causa de su fe sufrieron persecución: Pablo les exhorta a
perseverar en la fe recibida.
2 TESALONICENSES
Esta carta fue escrita poco después de la anterior, también en Corintio, en otoño del 51. Insiste en los
temas de la primera, sobre todo en el retorno de Cristo que algunos creían inminente.
Estas tres cartas supuestamente las dirigió Pablo a sus discípulos Timoteo y Tito. En ellas les da consejos
sobre su ministerio. Son de inspiración paulina y tal vez su autor sea un discípulo de Pablo. Mas por
presentar un desarrollo y organización de la Iglesia muy posterior, son fechadas entre los años 100 y 140.
FILEMÓN
Billete de Pablo a este cristiano notable de Colosas, intercediendo por Onésimo, su esclavo que le había
abandonado y fue convertido por él mientras estaba preso, al parecer, en Éfeso. Probablemente fue
escrito a mediados del año 50 en esta ciudad.
Se denominan así porque no están dirigidas a una comunidad determinada. Son las cartas de Santiago, las 1-2 de
Pedro, las 1-2-3 de Juan y la de Judas. Por lo general, estas cartas suelen fecharse hacia el final del siglo I.
1-2 PEDRO
Tradicionalmente se atribuyen al apóstol Pedro. Desde el siglo XIX se dice que pertenece a un cristiano
que utilizó el nombre de Pedro.
El tema de la carta Primera es una exposición de la vida cristiana iniciada en el bautismo. Alienta a los
cristianos que viven en un ambiente hostil. Aconseja la firmeza, la paciencia, la sumisión. La fe y la
esperanza deben caracterizar a los cristianos.
El tema de la carta Segunda es la escatología. Algunos, al no verse cumplida la vuelta del Señor,
empiezan a dudar. El autor dice que mil años para el Señor es como un día para nosotros. El Señor
vendrá como ladrón.
1-2 y 3 JUAN
Tres cartas atribuidas tradicionalmente al apóstol Juan, como se le atribuye el 4° evangelio y el libro de la
Apocalipsis.
Sin embargo, su autor o autores nos son desconocidos, La Primera carece de nombre de autor y
de destinatario; el autor de la Segunda es "el Anciano‖ y el destinatario, la "Señora Elegida"; el autor de
la Tercera es también "el Anciano" y su destinatario "Gayo".
Estas cartas nos hacen conocer los problemas de una comunidad cristiana no-paulina, así como la fe que
proclamaba y vivía.
El propósito de la Primera es confirmar a los cristianos en la doctrina que han recibido y prevenirles contra
los falsos profetas. Tema fundamental es el amor de Dios y del prójimo. En ella se dice que "quien no
ama no conoce a Dios, porque Dios es amor".
Las cartas Segunda y Tercera son muy cortas; en ellas se insiste en el precepto del amor (Segunda) y
sobre la hospitalidad (Tercera)
JUDAS
Es un escrito breve que se presenta como carta y suele fecharse hacia fin del s.I. Su autor dice ser
"Judas, siervo de Jesucristo, y hermano de Santiago", pero un conjunto de datos, sobre todo que no se
haga referencia a Jesús, siendo su pariente, hacen que la mayoría nieguen que sea su autor.
Por su encabezamiento no puede identificarse a qué comunidad o comunidades está dirigida, aunque
parece ser de origen pagano, por los pecados que denuncia.
Exhorta a sus destinatarios a luchar por la fe, puesta en peligro por "algunos impíos que se han
introducido en la comunidad". Termina con una doxología.
6.2.4. APOCALIPSIS
Como en todos los escritos apocalípticos, su mensaje se contiene en visiones y tiene la finalidad de
consolar y transmitir esperanza a una comunidad que sufre.
El autor del Apocalipsis usa los elementos propios de este género y los enlaza con la fe de la comunidad
en el Señor crucificado, resucitado y exaltado, que ha de volver al fin de los tiempos, en el que el mal
será vencido definitivamente.
Se ha atribuido tradicionalmente al apóstol Juan, el de Zebedeo. El autor se presenta como Juan, Siervo
de Dios. En realidad, se desconoce su autor.
Se pone la aparición de este escrito al final del siglo I, entre los años 95-100. Su finalidad parece ser
consolar a las comunidades cristianas de Asia Menor en medio de las persecuciones. Dado su contenido,
pasó un cierto tiempo hasta que fue admitida como libro canónico.