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Jugando con Fuego

Juegos Peligrosos
Jess GR
Copyright © 2022 Jess GR
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queda rigurosamente prohibida, sin autorización escrita del autor, la reproducción
parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, sea electrónico,
mecánico, por fotocopia, por grabación u otros, así como la
distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamo público. La infracción de
los derechos mencionados puede ser constituida de delito contra la propiedad
intelectual (Art. 270 y siguientes del código penal).

©JessGR

Primera edición: Julio de 2022


Diseño de cubierta: Luce G. Monzant
Corrección: Nia Rincon

Los personajes, eventos y sucesos presentados en esta obra son ficticios. Cualquier
semejanza con personas vivas o desaparecidas es pura coincidencia.
Lucha por tus sueños, aunque parezcan inalcanzables
Índice
Prólogo
La Izzy aburrida se ha quedado en Clarksville
Lo normal en una fiesta salvaje de viernes por la noche
Te ayudaré a asesinar a Cooper
Eres incapaz de ocultar nada
Espero que estés a la altura
Eso es lo que hacen los amigos
Ha dicho que sí
A cabezota no me gana nadie
Tendría que ser un sacrificio
Esto es muy malo
El pasado no se puede cambiar
Una mala noche
El puto cuento de siempre
¿Por qué ella?
No quiero perder su amistad
Yo no miento
No intentes fingir que eso no te encanta
No puedes gritar
Me he cansado
Va a salir con Thomas Cooper
Jugamos con fuego y nos quemamos
¿Así de listo?
Suena a amenaza
Este es el final
Es una despedida
Juegas con fuego
Epílogo
Agradecimientos
Prólogo
Kai
Esto es un rollo. No me gusta esta ciudad. Ni siquiera quiero
pensar cómo será el nuevo colegio.
―¿Por qué tenemos que vivir aquí? ―pregunto aferrándome
al balón de cuero con todas mis fuerzas―. Quiero volver a casa,
a mi colegio de siempre, con mis amigos.
Mamá deja una de las cajas de cartón de la mudanza en el
suelo y, tras suspirar, se agacha frente a mí.
―Kai, cielo, ahora Clarksville es nuestro hogar. Ya sé que tus
amigos están en Memphis y te gustaba nuestra vida allí, pero
entiende que papá ha encontrado un nuevo trabajo, y en
Memphis no teníamos una casa tan bonita como esta. ―Sonríe
extendiendo los brazos y hago una mueca de disgusto.
Sí, vale, nuestra antigua casa era mucho más pequeña y papá
siempre se quejaba de su trabajo como cocinero. Se supone que
en su nuevo empleo le van a pagar más, pero, aun así, no quiero
vivir aquí.
―¿Cuándo voy a poder ir a ver a mis amigos?
―Cariño, te aseguro que muy pronto harás nuevos amigos
aquí. Solo es cuestión de tiempo. ―Acaricia mi pelo rubio de
forma cariñosa y vuelve a sonreír―. Ven, tengo una sorpresa
para ti. ―Se levanta y me sujeta de la mano. Tira de mí hacia la
cocina. No sé qué quiere que vea. Ya conozco la casa.
Atravesamos la puerta que da al patio trasero―. Muy bien, ¿qué
te parece?
Abro mucho la boca al ver una canasta alta. No de plástico
como la que tenía en mi antigua casa. Esta es de las de verdad.
―¿Es para mí? ―pregunto alucinado.
―Claro. ¿Conoces a alguien más que viva en esta casa y que
le guste jugar al baloncesto? ―Sacudo la cabeza de un lado a
otro negando.
Sonrío sin querer. Tengo mi propia canasta profesional. ¡Qué
guay! Me encantaría que mis amigos pudieran verla.
―Cariño, ¿puedes encargarte de Noah un segundo? Aún me
falta descargar el coche y no consigo que se tranquilice. ―Mi
padre sale a nuestro encuentro cargando en brazos con mi
hermano Noah, un llorón de dos años que lo único que sabe
hacer es berrear y cagarse encima.
―Claro, yo lo cojo.
Papá sonríe al verme alucinado mirando la canasta.
―Ya veo que tu madre se ha adelantado a la sorpresa que
teníamos para ti. ¿Te gusta, colega? ―Asiento rápido con la
cabeza. Es lo único de este sitio que me agrada―. En cuanto
empiece el curso y hagas nuevos amigos, podrás traerlos para
que jueguen contigo al baloncesto.
Mi sonrisa desaparece al recordar que ya no volveré a mi
antigua escuela nunca más.
―¿Y si no hago amigos? ―susurro aferrándome con fuerza a
mi inseparable balón―. ¿Qué pasa si no les gusto a los niños de
esta ciudad?
La mano de papá se posa en mi hombro y le da un pequeño
apretón. Siempre hace eso cuando estoy triste o algo me
molesta.
―Les gustarás. Además, creo que tienen un gran equipo de
baloncesto en la liga infantil.
―¿Podré jugar? ―pregunto emocionado.
―Claro que sí. En cuanto vean lo bueno que eres, querrán
que te unas al equipo.
Sonrío de oreja a oreja y respiro hondo mirando a mi
alrededor. Tal vez esto no esté tan mal.
Izzy
Me aburro como una ostra. Aunque nunca he entendido por
qué se aburren las ostras. Tengo que preguntárselo a Hannah,
ella es mayor, ya va al instituto y siempre lo sabe todo. Me
como otra galleta salada y muevo las piernas que cuelgan del
sofá. No sé por qué he tenido que venir con mamá y papá a casa
de los nuevos vecinos. Esto es muy aburrido.
―¿Tú cómo te llamas, preciosa? ―me pregunta la señora que
vive en esta casa.
Los Flame se mudaron hace una semana, y mamá no dejó de
dar la brasa con venir a darles la bienvenida hasta que papá
aceptó. Al menos la señora parece simpática. Es muy rubia y
tiene unos ojos azules muy bonitos. Su marido también parece
amable. Trago rápido y bebo un sorbo de agua antes de
contestar.
―Me llamo Izzy ―respondo fingiendo una sonrisa.
―Es nuestra hija Isabela ―dice mamá acariciando mi pelo
castaño y ondulado.
―Eres una niña muy guapa, Izzy. Supongo que te estarás
aburriendo mucho, ¿no? ―Miro a mi madre de reojo.
No quiero que se enfade conmigo. Siempre dice que no debo
ser tan sincera y descarada, que a veces debo guardarme para mí
mis opiniones. No creo que tenga razón. Si algo es verdad, ¿por
qué no puedo decirlo?
―Yo, eh… ―Bufo y me doy por vencida. Acabaré
soltándolo igual tarde o temprano. Si van a echarme la bronca
que sea cuanto antes―. Sí, esto es un rollo.
―¡Izzy! ―me regaña papá.
La señora, creo que se llama Emily, se ríe y niega con la
cabeza.
―Tranquilos, es una niña muy espabilada.
―Demasiado ―sisea Hannah en voz baja dándome un
codazo.
No sé qué le pasa. Antes molaba más. Ahora se comporta
como los mayores. Papá dice que está en la edad del pavo. No
sé qué es eso, solo que no suena nada bien.
―Cielo, nuestro hijo es más o menos de tu edad. Está en el
patio jugando. ¿Quieres ir con él?
¡Sí! Cualquier cosa antes de estar aquí escuchándolos hablar
de cosas que no entiendo.
―Me encantaría ―contesto sonriendo de oreja a oreja.
Mamá asiente dándome permiso, y me levanto de un salto
antes de que cambie de idea. La señora Flame me dice por
dónde tengo que ir y no tardo en atravesar toda la casa. La
puerta está abierta, así que salgo directa al patio y veo a un niño
rubio botando una pelota de baloncesto y lanzándola contra la
canasta. Falla la primera vez y encesta la segunda. Cuando
levanta la mirada hacia mí, arruga la frente y deja de botar la
pelota.
―¿Quién eres tú? ―pregunta.
Me encojo de hombros y voy hacia él. Tiene los ojos del
mismo color azul que su madre.
―Me llamo Izzy.
―¿Y qué haces en mi casa?
―Vivo ahí. ―Señalo la fachada de la casa que está justo al
lado―. Esa es la ventana de mi habitación.
―Eso no explica por qué estás aquí.
Pongo los ojos en blanco y me siento en un pequeño escalón
que hay en el suelo.
―Mis padres han venido a daros la bienvenida. Me aburría
dentro y tu mamá me dijo que podía venir aquí contigo. ¿Cómo
te llamas?
―Eh… ¿Yo?
―¿Hay alguien más aquí? ―pregunto cerrando un ojo para
que el sol no me ciegue.
―Soy Kai.
―¿Kai?
―Sí, Kai. ¿Algún problema?
―No, ninguno ―respondo encogiéndome de hombros otra
vez―. Cuando era pequeña tuve un perro que se llamaba así. Se
murió. Mi hermana Hannah siempre dice que tenía unos ojitos
muy tiernos. Yo no lo recuerdo.
―¿Me estás llamando perro? ―inquiere volviendo a arrugar
la frente.
―No, solo he dicho que tuve un perro que se llamaba como
tú, nada más.
―Eres una listilla, ¿no?
―No sé. Puede que sí. Me gusta pensar que soy lista.
―Ya. ¿Tú cómo te llamas?
―Izzy ―respondo sonriendo de oreja a oreja.
―A mí tampoco me gusta tu nombre.
―No me importa. ¿A qué juegas?
Señala el balón como si fuese algo obvio.
―Parece que al final no eres tan lista como dices. Estoy
jugando al baloncesto.
¿Me está tomando el pelo? ¿De qué va el ojitos tiernos este?
No lo conozco y ya me cae mal.
―¿Puedo jugar contigo?
―Eres una chica ―señala haciendo una mueca con los
labios.
―¿Y qué? Las chicas también podemos jugar al baloncesto.
Me levanto y me acerco a él, le quito el balón y lo hago botar
un par de veces. No parece difícil.
―¿Sabes jugar?
―No.
―Entonces, ¿por qué has dicho que…? ―Bufa y sacude la
cabeza―. Da igual. Tienes que encestar el balón en el aro.
¿Crees que serás capaz?
―Puedo intentarlo ―contesto encogiéndome de hombros.
Apunto, entrecierro los ojos, saco la lengua y tiro con todas
mis fuerzas. La pelota sale volando y ni siquiera llega a la
canasta.
―Qué mala eres ―se burla. Coge el balón y lo tira,
encestando a la primera―. Se hace así, ¿ves?
―Eso no es justo. Tú eres más alto que yo.
―Y seguro que también soy mayor. ¿Cuántos años tienes?
―Nueve, ¿y tú?
―Diez ―contesta con una sonrisa engreída.
―Pues vale. ¿Me dejas seguir jugando?
Me mira de reojo y resopla antes de pasarme la pelota.
―Venga, pero intenta hacerlo mejor esta vez. Das vergüenza.
―¡Oye! Es la primera vez que juego. En vez de burlarte de
mí, enséñame a hacerlo.
―¿Y qué gano yo con eso? ¿Qué vas a enseñarme tú a mí a
cambio?
―Eh… ―Me muerdo el labio inferior dándole vueltas a la
cabeza―. Sé dibujar muy bien. ¿Te gusta hacer dibujos?
―Niega con la cabeza―. Pues te enseño.
―Eso es cosa de críos ―señala.
Vuelvo a poner los ojos en blanco. Este niño es un pesado.
Casi estaba mejor dentro con los mayores.
―Lo que tú digas. ¿Vas a enseñarme o no?
―Sí, pesada. Con una condición. ―Alzo una ceja y él respira
hondo antes de mirarme a los ojos―. Vas al colegio, ¿verdad?
―Claro que voy.
―Vale, pues yo te enseño a encestar si a cambio tú me
ayudas a hacer amigos en el colegio. ―Empiezo a reír a
carcajadas y él me mira frunciendo el ceño―. ¿De qué te ríes,
niña?
―De ti. No has podido escoger a una persona peor para
ayudarte a hacer amigos. Yo no tengo ni uno solo.
―¿No tienes amigos? ―pregunta extrañado. Niego con la
cabeza―. ¿Por qué?
―No lo sé. Mis padres dicen que soy demasiado directa y
que espanto a los demás. Yo solo digo lo que pienso.
―¿Siempre? ―Asiento―. ¿Nunca mientes?
―No, nunca.
―No me extraña que no tengas amigos. Aunque… ―Sonríe,
poniendo de nuevo esa mirada de párpados caídos―. Creo que
me gusta que siempre digas la verdad. Hagamos algo. Tú me
enseñas a ser como tú y yo seré tu amigo. ¿Trato hecho?
Me quedo mirando su mano estirada. ¿Mi amigo? Nunca he
tenido amigos. Puede estar bien. Sujeto su mano y le doy un
apretón.
―Muy bien, Ojitos tiernos, seremos amigos.

∞∞∞
―¡Izzy, date prisa! ―grita desde mi habitación.
Salgo del baño vestida solo con una toalla rodeando mi
cuerpo y le lanzo una mirada nada amistosa.
―Deja de apurarme. Aún tengo que vestirme, imbécil.
Kai rueda los ojos y se deja caer de espaldas sobre mi cama.
―Vamos a llegar tarde al partido ―anuncia lanzando su
inseparable balón al aire una y otra vez con la mirada clavada en
el techo.
―Tardaría menos si dejaras que me arreglara tranquila.
―Tardas como una chica ―farfulla.
―Es que soy una chica. ―Recojo mi ropa que está sobre la
cómoda y vuelvo a encerrarme en el baño. Cuando salgo, ya
vestida con un vaquero y una sudadera, Kai se incorpora y
frunce el ceño―. ¿Qué?
―¿Vas a ir así al partido? ―Asiento―. Hay una fiesta
después.
―No voy a ir ―señalo.
―¿Por qué? Será divertido. He quedado con Samantha
Brown. Creo que quiere tema conmigo.
Pongo los ojos en blanco. Todas las chicas del instituto
quieren tema con él. Es lo que tiene ser la estrella del equipo de
baloncesto. Sin embargo, mi estatus es muy distinto. En el
colegio, Kai y yo estábamos siempre juntos, solo nos teníamos
el uno al otro. Nos convertimos en los mejores amigos. Todo
cambió cuando llegamos al instituto, él entró en el equipo de
baloncesto y se convirtió en una especie de ídolo adolescente.
Al principio llegué a creer que se olvidaría de mí. Ya no me
necesitaba. Todos querían ser sus amigos. Aunque me
equivocaba porque, a pesar de su popularidad, Kai nunca me dio
de lado ni dejó de estar conmigo. Es once meses mayor que yo y
va un curso adelantado, sale por ahí con mucha gente, pero sigo
siendo su mejor amiga.
―Yo paso de las fiestas ―respondo sentándome a su lado
para calzarme mis Converse negras.
―Pues no deberías. Solo se tiene quince años una vez en la
vida. Deberías aprovecharlo.
―¿Como lo haces tú? ―señalo sonriendo. Se encoge de
hombros y tira de mí para que me tumbe a su lado. Nos giramos
y apoyamos nuestras piernas contra la pared del cabecero. Es
una costumbre que tenemos desde niños. Ni siquiera recuerdo
cuándo fue la primera vez que lo hicimos―. ¿Qué pasa?
―pregunto al notar que lleva demasiado tiempo callado―. Creí
que tenías prisa por llegar al partido.
―Ya, no van a empezar sin mí. Soy la estrella, ¿recuerdas?
―Sí, y un capullo presuntuoso también. Ahora en serio, ¿qué
te pasa?
Bufa y giro la cabeza para mirarlo a la cara. ¿Está a punto de
llorar? Eso no es propio de Kai. Estoy a punto de volver a
preguntarle cuando me mira.
―Mi madre nos ha dicho hoy que está enferma.
―¡¿Qué?! ―Voy a incorporarme, pero él me lo impide. Tira
de mí y me abraza, obligándome a apoyar mi cabeza en su
pecho―. ¿Qué le pasa? ¿Es grave?
―Cáncer de páncreas.
―Mierda ―susurro.
―Sí, es una puta mierda. Mi padre ha pasado más de dos
horas explicándonos lo que los médicos han dicho. Se supone
que con la quimio tiene muchas posibilidades de recuperarse por
completo.
―Dios, lo siento mucho, Kai. ¿Cómo se lo ha tomado Noah?
―Creo que no acaba de entenderlo. Sabe que mamá no está
bien, pero no es consciente de la gravedad de su enfermedad.
―Ya verás como se recupera ―susurro entrelazando mis
dedos con los suyos en su abdomen.
Kai ya no es el niño delgaducho que conocí. Ahora se ha
convertido en un chico de dieciséis años, fuerte, fibroso, y
aunque no lo veo de ese modo, sé que todas las chicas creen que
es el más guapo del instituto.
―Kai Flame, espero que no estés de nuevo metido en la cama
de mi hija ―farfulla mi padre entrando en la habitación.
Kai se levanta de un salto. Me mantengo en la misma
posición viendo el ceño fruncido de mi padre del revés.
Aparenta estar cabreado, aunque en el fondo sabe que entre Kai
y yo no hay ni jamás habrá ese tipo de relación. Somos los
mejores amigos, nada más.
―Señor Jensen, yo… Le juro que…
―Deja de jurar, muchacho. ¿No tienes un partido que jugar?
―Sí, señor.
―Pues fuera de aquí.
Resoplo y me levanto.
―Papá, déjalo ya, ¿quieres? Ya nos vamos. ―Agarro la
mano de Kai y tiro de él hacia la salida.
―Buen partido, muchacho.
―Gracias, señor.
Ruedo los ojos y suelto su mano para colgarme la mochila del
hombro mientras bajamos las escaleras.
―No dejes que te intimide.
―A veces creo que tu padre me odia.
―¿Qué dices? Él te adora. Si no fuese así ya estarías muerto.
―Eso no me tranquiliza, Listilla.
Me encojo de hombros, y al llegar abajo me detengo y espero
a que él abra la puerta principal.
―Está un poco sensible por lo de Hannah. Se le pasará.
―¿Cómo está?
―Bueno, sigue embarazada ―contesto encogiéndome de
hombros―. Se supone que iba a ir a la universidad a divertirse y
disfrutar de la libertad lejos de casa, sin embargo, sus planes se
fueron a la mierda de un plumazo. Mis padres aún intentan
asimilar que haya dejado los estudios.
―¿Y el padre del niño sigue sin querer dar la cara?
―Sí. Es un capullo. La verdad es que creo que estará mejor
sin él.
―Ya, eso seguro. ―Salimos de casa y nos dirigimos a mi
coche. Papá me lo regaló en cuanto me saqué el carné.
Aunque vivimos puerta con puerta, soy consciente de que el
nivel adquisitivo de mi familia es muy superior al de Kai. En
realidad, mi padre es dueño del restaurante en el que trabaja el
suyo. Lo contrató hace un par de años cuando se quedó sin
empleo. Kai no tiene coche, así que comparto el mío con él.
―Oye. ―Lo sujeto por el brazo antes de que se meta en el
coche y busco su mirada―. Sobre lo de tu madre…
―No quiero hablar de eso ―susurra.
―Solo quiero que sepas que estoy aquí, ¿vale? Para lo que
necesites. Estoy segura de que se va a recuperar muy pronto.
―Gracias, Izzy. Eres la mejor amiga que nadie podría desear.
Sonrío de manera burlona.
―¿Me estás poniendo ojitos tiernos? Ya sabes que conmigo
ese truco no funciona.
Bufa y cabecea.
―A veces eres insoportable, niña. Entra en el coche de una
vez. ―Suelto una carcajada, y hago lo que me pide
acomodándome a su lado. En cuanto arranca el motor, me mira
de nuevo―. Te quiero, Izzy.
―Y yo a ti, idiota. Ahora pisa a fondo o no llegamos al
partido.

∞∞∞

Kai
Mientras las últimas personas abandonan el cementerio, soy
incapaz de apartar la mirada del nombre de mi madre que está
escrito en la lápida. Me siento triste, aunque en el fondo también
aliviado. Han sido unos años muy duros. He visto con mis
propios ojos cómo una mujer fuerte y luchadora se apagaba día
a día. Me consuela saber que ahora ya no sufre.
―¿Cómo estás? ―Izzy aprieta mi mano con fuerza y la
miro―. Ya sé que es una pregunta estúpida. Lo siento, no sé qué
decir para ayudarte.
―Lo estás haciendo ―susurro―. Solo quédate conmigo.
―Siempre ―contesta de inmediato con sus ojos verdes
enrojecidos. Sé que ella también quería mucho a mamá y la va a
echar de menos.
Nos quedamos en el mismo lugar durante un rato más sin
apenas movernos. Izzy sigue sujetando mi mano, me abraza
cuando cree que lo necesito y se comporta como la amiga que
siempre ha sido, la mejor de todas. No sé qué haría sin ella.
―Creo que ha llegado el momento de conocer mi destino
―musito sacando un sobre del bolsillo interior de mi chaqueta
con la mano que me queda libre―. Llegó esta mañana.
―¿Es de Corm? ―Asiento.
La universidad de Corm es una de las mejores reclutadoras de
la NBA. Siempre he querido estudiar allí. A principios de año
perdí la esperanza de poder lograrlo. Está en Houston, a más de
mil doscientos kilómetros de casa, y con mamá enferma no me
parecía justo marcharme. Ella me convenció para que solicitara
la beca. Esperaba que al menos aguantara lo suficiente para
conocer la respuesta. En fin… no lo hizo.
―Me da miedo abrirlo ―susurro dándole vueltas.
―¿Quieres que lo haga yo? ―Asiento y le tiendo el sobre. Le
suelto la mano para que pueda abrirlo y contengo la respiración.
Cuando una sonrisa tira de sus labios soy consciente de que mi
destino ya está sellado―. Te han aceptado, Kai. Vas a estudiar
en Corm.
―Vamos a estudiar en Corm. El próximo año estaremos allí
juntos.
―Eso si me aceptan. La carrera de Arquitectura es muy
exigente. Tal vez no logre la media necesaria para entrar.
―Lo harás. Tú no necesitas una beca. Solo tienes que
enfocarte en sacar las mejores notas.
―Te veo muy convencido, Ojitos tiernos.
―Lo estoy. No me queda otra, Listilla. Acabo de perder a una
de las personas que más quiero en el mundo. No puedo perderte
a ti también.
―Eso nunca pasará ―murmura sujetando mi rostro entre sus
manos―. Tú y yo vamos a ser amigos siempre, pase lo que
pase. Te prometo que haré todo lo posible por ir a Corm.
―Sí, cumpliremos nuestros sueños. Iremos a la misma
universidad, viviremos juntos y después yo me convertiré en el
base de los Grizzlies de Memphis y tú en una gran arquitecta.
Nada puede salir mal.
―Así será.
La Izzy aburrida se ha quedado en
Clarksville
Izzy
Mientras conduzco los pocos kilómetros que me quedan hasta
llegar a la universidad de Corm, no puedo dejar de pensar en mi
hermana Hannah y la conversación que tuvimos antes de que me
marchara. Ella no pudo disfrutar de sus años de universidad. Se
quedó embarazada y tuvo que volver a casa para cuidar del
pequeño Cris, ahora tiene un trabajo que no le gusta y sigue
viviendo en casa de nuestros padres. Su consejo fue que viviera
esta aventura al máximo, pero sin perder la cabeza.
Respiro hondo al aparcar frente al edificio que me indica el
GPS. Este será mi nuevo hogar durante los próximos cuatro
años. Kai se ha encargado de alquilar un pequeño apartamento
para ambos. El pasado curso se quedó en la residencia de
estudiantes, sin embargo, en cuanto supo que me habían
aceptado en Corm se volvió loco buscando un lugar en el que
vivir juntos, tal y como planeamos cuando éramos unos críos.
Lo echo mucho de menos, a pesar de que pasó el verano en casa
no fue suficiente. Desde los diez años hemos sido inseparables.
Solo espero que todo un curso separados no nos haya
distanciado. Necesito saber que sigue siendo mi mejor amigo.
Aún no he terminado de salir del coche cuando lo veo. Sonríe
con las manos metidas en los bolsillos de su pantalón deportivo.
Solo necesito una mirada suya para saber que todo está bien,
que seguimos siendo los mismos y nada ha cambiado entre
nosotros. Echo a correr y me lanzo a su cuello. Él me sujeta en
el aire y me abraza con fuerza contra su pecho.
―Te he echado de menos, Listilla ―susurra en mi oído.
Me aparto y beso su mejilla sin poder dejar de sonreír.
―Y yo a ti.
―¿Qué tal ha ido el viaje? No me puedo creer que hayas
conducido durante doce horas seguidas.
―Paré un par de veces a descansar. Aun así, me siento echa
una mierda. ―Estiro la espada y él sonríe negando con la
cabeza―. ¿Qué? Admite que nos va a venir genial tener el
coche aquí.
―No creo que lo necesitemos demasiado. El campus está a
solo cinco minutos a pie. De todos modos, me alegra que lo
hayas traído. ―Rodea mis hombros con su brazo y besa la parte
alta de mi cabeza. No le cuesta ningún trabajo ya que mide
bastante más que yo―. Vamos, te mostraré el apartamento y
después descargaremos el coche.
Nos adentramos en el edificio y subimos por las escaleras
hasta el segundo piso. El sitio no parece estar nada mal. No es
lujoso ni nada de eso, pero al menos está limpio.
―¿Te gusta? ―Da una vuelta sobre sí mismo con los brazos
extendidos y asiento mirando alrededor. El salón no es muy
grande, aunque está ordenado, y el sofá parece cómodo―. La
cocina está ahí. ―Una barra de desayuno separan las dos
estancias―. Vamos, te mostraré tu habitación.
―Espero que sea la más grande ―farfullo.
Lo sigo por un pasillo estrecho. Me indica dónde está el baño,
y justo enfrente a su habitación está la mía.
―¿Qué? ¿Te gusta?
Paso al interior y me muevo por el cuarto mirándolo todo. Me
lo imaginaba más pequeño. Me siento sobre la cama de dos
plazas, y con un movimiento rápido me dejo caer de espaldas y
alzo las piernas para colocarlas en la pared del cabecero. Golpeo
un par de veces con la palma abierta en sitio vacío a mi lado y
Kai no tarda en imitarme.
―Está genial ―susurro―. Me alegro de estar aquí contigo.
―Y yo también.
―¿Cómo estás?
―Bien. La temporada pasada jugué bastantes minutos para
ser un novato. Pude sumar unos cuantos puntos, y lo bueno es
que este año voy a ser el base titular de los Green Wolves.
―Kai, no te he preguntado por tu índice de anotaciones o tu
rendimiento deportivo. Quiero saber cómo estás tú, al margen
del baloncesto.
Suspira y se encoge de hombros.
―La echo mucho de menos. Es extraño pensar que estoy
cumpliendo mi sueño y ella no va a verlo.
―Lo sé. ―Sujeto su mano y entrelazamos nuestros dedos―.
Yo también la añoro.
―Siento no haber pasado mucho tiempo contigo durante las
vacaciones. Necesitaba estar con papá y Noah.
―Lo sé, no te preocupes por eso. Por cierto, Noah te envía
algo. ―Suelto su mano y le doy un puñetazo en el hombro.
―¡Auch! ¿A qué viene eso? ―inquiere frotándose la zona
que acabo de golpear.
―No mates al mensajero ―digo sonriendo.
―Ese crío es idiota ―farfulla―. Bien. ¿Qué te parece si
descargamos tus cosas y después nos vamos a comer algo?
Conozco una cafetería en el campus que preparan unas
hamburguesas de muerte.
―Sí, genial, aunque antes necesito pasar por la secretaría de
la universidad. El lunes empiezan las clases y tengo que firmar
unos últimos papeles y recoger el horario.
―Claro, vamos. ―Se levanta y me tiende su mano para
ayudarme.
Vamos a pie a la universidad. Kai se muestra muy
emocionado. No pierde la oportunidad de enseñarme todos los
sitios que conoce. Yo solo sonrío al verlo tan contento. Lo ha
pasado muy mal por la enfermedad y la muerte de su madre. Se
merece ser feliz.
Tal como dijo, llegamos en poco más de cinco minutos. El
campus es precioso. Un enorme jardín repleto de hierba verde
rodea el edificio de ladrillos donde se yergue la universidad de
Corm. Solicité mi plaza a distancia y traté todo el papeleo por
correo electrónico, de modo que hasta hoy no había tenido la
oportunidad de conocerlo. Me encanta. Kai me espera fuera,
sentado en uno de los muchos bancos de piedra que hay
esparcidos por el jardín, mientras yo entro. No me lleva mucho
tiempo encontrar la secretaria.
―Hola, soy Isabella Jensen. Me dijeron que tenía que recoger
mi horario aquí y firmar unos documentos.
―Sí, espere un minuto ―pide la chica que se sienta tras el
mostrador.
Asiento a lo que dice y me hago a un lado para dejar que un
par de chavales ruidosos ocupen mi lugar. Sin darme cuenta,
choco contra alguien y escucho el estruendo de algo caer al
suelo.
―Oh, lo siento ―susurro agachándome al lado de una chica
pelirroja para ayudarla a recoger los libros que he tirado.
―No te preocupes, me pasa mucho ―contesta sonriendo.
Enseguida me cae bien. Es muy guapa, con el pelo rojizo, los
ojos de un color gris claro casi plateado y un montón de pecas
en el rostro y los brazos.
―Estaba distraída y no te vi. Lo siento mucho, de verdad.
Nos levantamos y estira su mano en mi dirección.
―Tranquila. Soy Felicity. Tú te llamas Isabella, ¿verdad?
―Frunzo el ceño y ella señala a la chica que está tras el
mostrador. Seguro que me escuchó decir mi nombre hace un
momento.
―Sí. Bueno, todo el mundo me llama Izzy. ―Aprieto su
mano y ambas sonreímos.
―Isabella Jensen, ven por aquí.
Me despido alzando la mano y me dirijo al mostrador. Tras
firmar los documentos y recibir mi horario, salgo de la sala y me
detengo en el pasillo a ojear qué clases tengo cada día.
―¿Historia del Arte?
Me giro y compruebo que la chica pelirroja, Felicity, está
justo detrás de mí.
―Sí, empiezo este curso. Con el profesor…
―Wright. Sí, yo también lo tengo. ¿Es tu primer año?
―Asiento―. El mío también. Creo que estamos en la misma
clase. Eso es un problema porque, según he escuchado, Wright
es un hueso duro de roer.
―¿Dónde has escuchado eso?
―Por ahí. ―Bufa un mechón de su pelo y se peina hacia
atrás con los dedos―. Llevo una semana dando vueltas por el
campus. Estoy un poco nerviosa por todo eso de estar lejos de
casa y no conocer a nadie.
―Ya. Bueno, yo acabo de llegar ahora.
―Justo a tiempo, ¿no?
―Sí, así es. Aunque sí que conozco a alguien. Mi amigo Kai
estudió aquí el curso pasado.
―Oh, eso es genial. Creí que ibas a decirme que has venido
con tu novio del instituto o algo así.
―No, para nada. Kai es mi mejor amigo. Está en el equipo de
baloncesto.
―Oh, la élite entonces. Ya entiendo.
Ambas sonreímos de nuevo y decido que esta chica me cae
bien. Es raro. No suelo congeniar tan rápido con las demás
personas. Por eso se me da fatal hacer nuevos amigos.
―¿Eres de muy lejos? ―inquiero mientras empezamos a
caminar a la par hacia la salida del edificio.
―Alexandría, Luisiana. ¿Y tú?
―Clarksville, Tennesee ―contesto.
―¿En serio? ¿No tenías una universidad más cerca?
―Sí, pero Kai tiene una beca deportiva. Corm es una de las
mejores reclutadoras de la NBA del país.
―Vamos, que no es tu novio, pero vas a estudiar a otro
Estado solo para estar con él. Qué interesante.
―No es lo que piensas. Desde niños siempre hablamos de
venir a Corm, vivir juntos y pasarlo bien.
―¿También vivís juntos? ―Pongo los ojos en blanco y suelta
una carcajada―. Lo siento. A veces no soy capaz de cerrar la
boca.
Nos detenemos antes de bajar las escaleras de piedra que dan
acceso al edificio y la miro.
―Bueno, pues ha sido un placer conocerte. Supongo que nos
vemos en clase.
―Sí, claro. ―Hace una mueca y vuelve a soplar un mechón
de pelo―. Oye, puede que esto te parezca raro porque acabamos
de conocernos, pero… ¿Te apetece ir a una fiesta esta noche?
―¿Una fiesta?
―Sí, los de Beta, Kappa, Pita.
―¿Pita? Será Pi ―la corrijo sin poder evitar sonreír.
―Sí, eso. Siempre me lio con las letras griegas. El caso es
que una de las fraternidades da una fiesta esta noche para
celebrar el inicio del curso o el final de las vacaciones, no lo
tengo muy claro. Estaría genial ir, aunque no conozco a nadie y
eso me corta un poco.
―Ya, eh… ―Hago una mueca de disgusto con los labios―.
La verdad es que las fiestas no son lo mío.
―Oh, vale, lo entiendo. ―Saca un bolígrafo de su bolso, y
tras escribir algo en un papel me lo tiende―. Este es mi número
de teléfono. Si cambias de idea me mandas un mensaje y
quedamos, y si no, pues nos vemos el lunes en clase.
―Vale, genial ―respondo guardando el trozo de papel en el
bolsillo trasero de mis vaqueros.
―Bueno, pues nos vemos.
―Sí, claro.
Nos despedimos con un gesto de nuestras manos y veo como
se aleja. Aún sin poder dejar de sonreír, me acerco a Kai. Sigue
sentado en el mismo lugar que lo dejé.
―Has tardado ―señala levantándose.
―Sí, he conocido a una chica en la secretaría. Vamos a ir
juntas a una clase y me pareció muy simpática y amable.
―¿Está buena? ―inquiere alzando ambas cejas de manera
sugerente.
Le doy un puñetazo despacio en el brazo y él suelta una
carcajada antes de rodear mis hombros con su brazo y que
empecemos a caminar.
―Me ha invitado a una fiesta esta noche.
―¿Beta, Kappa, Pi? ―Lo miro extrañada y se encoge de
hombros―. Todo el equipo va a ir.
―¿Por qué no me dijiste nada?
―Porque yo no voy. He pensado que podríamos ver una peli
por Netflix o algo.
―¿Kai Flame va a quedarse en casa un viernes por la noche y
no asistir a una fiesta de fraternidad para ver una película?
―Pongo la mano en su frente frunciendo el ceño―. ¿Estás
enfermo o algo?
―No, idiota. ―Me aparta la mano y seguimos caminando a
la par―. Es tu primera noche aquí, y hace mucho que no
estamos juntos tú y yo solos. Sé que a ti no te gustan esas
fiestas, así que pensé que…
―Kai, no tienes por qué quedarte en casa por mí ―le
corto―. Si te apetece ir a esa fiesta, ve. Sal con tus amigos y
diviértete.
―No voy a dejarte sola en tu primera noche. Además, quiero
estar contigo. Te echo de menos, Listilla. ―Se inclina para
chocar su hombro contra el mío y sonríe.
Suspiro y saco el papel del bolsillo con el número de Felicity.
Las palabras de mi hermana resuenan en mi cabeza una y otra
vez. «Diviértete. Pásalo bien, Izzy. Esto solo vas a vivirlo una
vez en la vida. Aprovecha tus años en la universidad a tope,
porque cuando quieras darte cuenta se habrán terminado y te
arrepentirás de todo lo que no hiciste por miedo a arriesgarte».
―Voy contigo a esa fiesta ―suelto de sopetón.
Kai se me queda mirando como si acabaran de salirme tres
cabezas.
―¿Tú? ―Me señala con el dedo―. ¿Quieres ir a una fiesta?
―Sí. ¿Por qué no? Creo que ha llegado el momento de salir
al mundo y pasarlo bien. Tengo dieciocho años, estoy en la
universidad. No quiero que dentro de unos años mire atrás y me
dé cuenta de que he desperdiciado oportunidades maravillosas
por no salir de mi zona de confort.
―Isabella Jensen, no te reconozco ―dice sonriendo de oreja
a oreja.
―Pues ya puedes ir acostumbrándote. La Izzy aburrida se ha
quedado en Clarksville.
―Muy bien. Esto va a ser interesante.
Lo normal en una fiesta salvaje de
viernes por la noche
Kai
―¡Izzy, como no salgas ahora mismo me voy sin ti! ―grito
desde el salón.
Es increíble lo que llegan a tardar las mujeres en arreglarse.
―Vale, pesado, ya estoy. ―Me giro y me quedo alucinado.
Está… guapa. Lleva puesto unos vaqueros ajustados y una
camiseta blanca bajo su chaqueta de cuero negro. Le da un aire
de chica mala―. Vale, ¿con chaqueta o sin chaqueta? ―Se la
quita un momento y los tatuajes de su brazo derecho quedan al
descubierto.
Ambos nos tatuamos lo mismo poco después de que mi
madre falleciera, el rostro de una mujer con los ojos cubiertos de
flores, las mismas que adornaban su tumba el día del funeral.
Después de ese, yo he seguido acumulando dibujos en mi piel.
Tengo el brazo derecho tatuado desde el hombro a la muñeca y
en el antebrazo izquierdo la mascota del equipo de baloncesto
de mi antiguo instituto. Izzy tiene solo un par más, una rosa en
la parte alta del brazo y una estrella con el nombre de su sobrino
en el interior cubriendo su codo.
―Con chaqueta, y te quedarían bien unos tacones. ―Señalo
sus pies y se encoge de hombros.
―Ni en broma. Me gustan mis Converse, son cómodas.
―¿Algún día vas a vestirte como una chica normal?
―bromeo.
―¿Qué te hace pensar que pretendo ser normal? Tengo estilo
propio, y a quien no le guste que se joda. ¿Nos vamos ya?
Asiento cabeceando. Es imposible discutir con ella. Desde el
primer día que nos conocimos me di cuenta de que tenía algo
especial. Ella siempre es sincera y fiel a sí misma, es parte de su
encanto y la adoro por ello.
―Venga. ―Abro la puerta y rodeo sus hombros con mi
brazo―. Voy a presentarte a los chicos esta noche. Aún no me
creo que vayamos juntos a una fiesta. Lo pasaremos genial.
―Sí, aunque si me aburro mucho no tardaré en volver. Paso
de estar en un lugar en el que no me siento cómoda.
―Entendido.
Decidimos ir en coche. Izzy no suele beber. La única vez que
se tomó unas cuantas cervezas acabó vomitándole encima a su
padre mientras yo me partía de risa. Entonces tenía quince años,
sin embargo, ese hecho la marcó porque no ha vuelto a tomar
alcohol desde entonces.
Al llegar, no tardo en darme cuenta de que la fiesta hace ya
rato que ha comenzado. En el jardín delantero de la enorme casa
de fraternidad hay varios tipos tirados boca arriba durmiendo la
borrachera. La música está a un volumen tan alto que resulta
ensordecedor.
―Muy divertido todo esto ―señala Izzy en tono irónico.
Tiene que gritar para hacerse oír mientras esquiva a un par de
chicas que pasan a nuestro lado en ropa interior, gritando y
bailando.
Me encojo de hombros y seguimos avanzando. Estas fiestas
suelen ser bastante salvajes, y mi mejor amiga no está
acostumbrada. Aunque tampoco es una dulce damisela en
apuros. Sabe arreglárselas y adaptarse a todo tipo de situaciones.
―¡Vamos por allí! ―grito.
Señalo una puerta que lleva hacia el salón de juegos. Ya he
estado antes en esta casa. La fiesta de despedida antes de las
vacaciones de primavera del curso pasado fue una puta locura.
Ni siquiera recuerdo cómo llegué a mi habitación en la
residencia de estudiantes. En cuanto entramos en la sala y
cerramos la puerta, noto como los hombros de Izzy se relajan.
Aquí también hay música, pero a un volumen mucho más bajo.
Varios grupos de personas se reúnen en distintos lugares de la
estancia. Algunos juegan al billar, otros a videojuegos frente a la
enorme pantalla plana y sentados en los sofás, y rodeados de
chicas ligeras de ropa veo a mis amigos y compañeros de
equipo.
―¡Flame! ―grita uno de ello nada más verme. Se levanta y
me hace señas con las manos para que me acerque. Izzy me
mira y sonríe de medio lado.
―Vamos ―murmuro empujándola despacio.
―¡¿Qué pasa, tío?! Creí que no vendrías hoy. ―Recibo una
palmada en la espalda por parte de Conrad.
―Cambio de planes.
―¿No ibas a quedarte en casa pintándole las uñas a tu
amiguita del instituto? ―pregunta Finn sin apartar sus manos
del culo de la rubia que está sobre él. No sé cómo hace para
tirarse cada día a una chica más guapa que la anterior.
Pongo los ojos en blanco por su comentario e Izzy se mira las
uñas sonriendo.
―No las tengo pintadas. Te lo recordaré más tarde ―bromea.
―¿Tú eres la amiga del instituto? ―inquiere Conrad. Parece
sorprendido.
Él es el más tranquilo y centrado de nosotros. El chico es un
puto santo, no bebe, apenas folla y se mata a entrenar para
lograr un puesto como titular en el equipo. Lo tiene complicado
ya que el actual titular en su puesto es el mejor jodido jugador
del equipo.
Antes de que ella pueda contestar, Finn la mira abriendo
mucho los ojos.
―¿Tú eres Izzy? ―pregunta. Ella asiente y mi colega aparta
a la rubia de su regazo para poder levantarse―. He escuchado
hablar mucho de ti, aunque jamás me imaginé que la amiguita
de Flame fuese una chica tan guapa. ―Le lanza una de sus
miradas de conquistador y ella sonríe.
―Encantada. ¿Y tú eres?
―Aaron Finn. ―Se acerca más e inclina la cabeza para
mirarla a los ojos―. ¿Prefieres un apretón de manos o un par de
besos?
―Finn, no te pases ―le advierto.
Lo conozco, y sé que cuando pone sus ojos sobre una chica
que llama su atención no para hasta lograr tirársela, después
solo pasa por la siguiente sin más. Yo soy igual, pero no voy a
permitir que intente hacerlo con Izzy. Para mí ella es sagrada.
―¿Qué pasa, colega? Solo nos estamos conociendo mejor.
―Ni caso al capullo de Finn ―intercede Conrad
apartándolo―. Yo soy Mike Conrad, alero de los Green Wolves
de Corm. Bienvenida.
―¿Alero? ―Cooper se acerca a nosotros sonriendo de
manera burlona―. Tío, el alero soy yo. Tú solo chupas
banquillo. ―Pasa por nuestro lado y cabecea en dirección a Izzy
a modo de saludo antes de marcharse.
―Será cabrón ―sisea Finn lanzándole cuchillas con la
mirada―. Puto engreído y fanfarrón. Se merece que alguien le
dé una buena paliza.
―Tampoco es que haya mentido ―murmura Conrad en voz
baja.
―Tú ni caso, tío. Vamos a por unas cervezas. Esta temporada
vas a quitarle el puesto a ese cabronazo en sus putas narices.
Cabeceo al verlos marcharse y dirijo mi mirada hacia Izzy.
Parece muy ensimismada mirando hacia el fondo de la sala.
―Y esos son los chicos ―comento―. No le hagas caso a
Finn. Se comporta como un capullo la mayor parte del tiempo,
pero en el fondo es un buen tío. Hablaré con él para que no
vuelva a molestarte con sus coqueteos tan descarados. ―Me
doy cuenta de que no parece escucharme. ¿Qué le pasa?―. Izzy,
¿me oyes? ¿Hola? ―Sigue mirando hacia el mismo punto sin ni
siquiera pestañear―. Lo dicho, esta noche voy a follar con un
mono azul, después lo asesinaré y me lo meteré por el culo.
Acabaremos haciendo una orgía con los demás animales del
zoo. Ya sabes, lo normal en una fiesta salvaje de viernes por la
noche. ¡Izzy!
Izzy
Sigo mirando fijo la puerta por la que acaba de desaparecer el
chico más guapo y sexi que he visto en toda mi vida. ¿De dónde
ha salido? Parece un jodido modelo de revista: el pelo rubio,
ojos oscuros y esos brazos fuertes y musculosos que…
―¡Izzy! ―Kai grita mi nombre sacándome de mi fantasía
privada y lo miro―. ¿Dónde demonios estabas? Llevo
hablándote un buen rato y no me haces ni puñetero caso.
―Lo siento, yo… ―Miro de nuevo hacia la puerta. ¿Habrá
sido un espejismo? No creo. Parecía muy real. Carraspeo y
sacudo la cabeza para centrarme―. Estaba distraída. Tus amigos
parecen simpáticos.
De verdad lo creo. El de pelo negro y ojos claros, el tal Finn,
tiene toda la pinta de ser el típico chico malo, mujeriego y
fiestero. Alguien muy parecido a mi mejor amigo. El otro,
Conrad creo que dijo que se llamaba, ese es muy guapo
también, de piel canela y con la cabeza casi rapada. Se nota que
ambos son deportistas por la forma tan definida de sus cuerpos.
Aunque quien ha llamado mi atención es el que apareció
después, el dios griego. Tengo que averiguar cómo se llama.
―Te estaba diciendo que hablaré con Finn para que deje de
flirtear contigo.
―No pasa nada ―comento encogiéndome de hombros―. Se
nota que le sale de forma natural. ¿Quién es el otro chico?
―¿Qué otro?
―El que apareció después.
―Oh, Cooper. Es de tercer año. Solo se acercó para meterse
con Conrad.
―¿También está en el equipo?
―Sí, es el alero. Ocupa el puesto de titular y eso hace que
Conrad pase más tiempo en el banquillo de lo que a todos nos
gustaría. Es probable que se convierta en nuestro capitán al ser
el mayor.
―Qué interesante. Debe ser muy bueno.
―¿Tú crees? ―Sonríe de manera burlona―. ¿Desde cuándo
te interesa el baloncesto?
―Vamos, he ido a todos tus partidos del instituto. ¿Crees que
no he aprendido algunas cosas?
―¿En serio? Estoy seguro de que no te sabes ni las reglas
básicas.
―Sé que hay que meter el balón en las canastas ―replico
encogiéndome de hombros.
―Sí, ya veo que serás elegida como próxima entrenadora de
los Lakers debido a tu gran sabiduría.
Estoy a punto de contestarle cuando noto que mi móvil
empieza a vibrar en el interior de mi bolsillo. Lo saco y
compruebo que es un mensaje de Felicity, la chica que conocí
esta mañana en la secretaría. Le dije que al final iba a venir a la
fiesta y quedamos en encontrarnos aquí.
―Es Felicity ―anuncio―. Acaba de llegar.
―Vale. ¿Quieres que vayamos a buscarla? ―Asiento, y poco
después estamos atravesando de nuevo la casa bajo la estridente
música electrónica que amenaza con destrozarme los tímpanos.
Yo voy delante y Kai me sigue de cerca.
Veo a la pelirroja junto a la entrada y alzo el brazo para
llamar su atención.
―¡Felicity! ―Sonríe al verme y viene hacia nosotros.
―¡Hola! ―grita para hacerse oír por encima de la música―.
Esto está a tope. Menuda fiesta, ¿no?
―Sí, nosotros estábamos en una sala al fondo que es mucho
más tranquila. Volvamos allí si quieres. ―Asiente y mira sobre
mi hombro abriendo mucho los ojos―. Por cierto, este es Kai.
―Encantado. ―Mi amigo le sonríe y soy testigo del
momento en el que la pelirroja empapa por completo sus bragas.
Siempre pasa lo mismo.
Ruedo los ojos de manera teatral y veo como ella sujeta su
mano y le da un apretón sin siquiera pestañear. No dice nada.
No sé si porque sabe que tendría que gritar para que él la
escuchara o es que simplemente ha perdido la capacidad de
hablar. Eso también es algo muy común en las chicas que ven a
Kai por primera vez.
Mi amigo nos acompaña de vuelta a la sala de juegos. Ahora
está algo más vacía. Nos sentamos en los sofás que antes
ocupaban sus compañeros de equipo y después él se va a
buscarnos unas copas. En cuanto nos quedamos a solas, Felicity
se gira hacia mí muy alterada.
―¡Madre mía! No me dijiste que tu amigo es Kai Flame, el
base de los Green Wolves.
―Recuerdo haber comentado que jugaba en el equipo
―aclaro.
―¡Sí, pero es Flame! Joder, todas las chicas de la universidad
hacen cola para ser las elegidas con las que se liará este curso.
Es el más guapo del equipo.
¡Ni de puta coña! El más guapo es Cooper. Hasta su nombre
me gusta.
―¿Cómo te enteras de todo eso? Creí que no conocías a
nadie aquí.
―Y así es, pero he estado dando vueltas por ahí y escucho
cosas. ―Sonrío de medio lado y ella bufa―. Vale, tengo una
especie de talento natural para escuchar las conversaciones
ajenas, incluso sé leer los labios.
―Vamos, que eres una cotilla.
―Básicamente, sí.
Suelto una carcajada y ambas acabamos riendo. Cada vez me
gusta más esta chica. Parece muy natural y sincera. Espero no
espantarla cuando se dé cuenta de cómo soy: demasiado directa
y franca en todo momento.
Te ayudaré a asesinar a Cooper
Izzy
Tras pasar todo el fin de semana encerrados en nuestro
apartamento acomodando mis cosas y poniéndonos al día, al fin
llega el lunes. Primer día de clases. Kai y yo nos despedimos
antes de que yo entre al edificio. Él tiene entrenamiento a
primera hora, aunque llevan desde agosto con la pretemporada,
es el primero del curso, de modo que ambos estamos bastante
nerviosos.
A primera hora tengo clase de Urbanística. La verdad es que
no va nada mal. Me siento algo descolocada al principio, sin
embargo, la profesora es tan buena oradora que termino por
completo enganchada. Mi segunda clase es Historia del Arte.
Me asusta pensar que el tal profesor Wright sea tan duro como
Felicity insinuó. Al menos me queda la satisfacción de saber
que no voy a estar sola frente a la bestia.
Cuando entro en la sala tipo anfiteatro, no hay casi nadie aún.
Vale, puede que haya decidido venir un poco antes para
demostrarle al profe mi compromiso y responsabilidad con la
materia. Resumiendo: intento hacerle la pelota.
―¿Me deja pasar, señorita?
Me aparto de golpe al escuchar la voz de un hombre a mi
espalda. Pasa por mi lado sin ni siquiera mirarme y enseguida
me doy cuenta de que es el profesor. Lleva traje y corbata, ronda
los cuarenta y cinco y tiene el pelo rizado, corto y pelirrojo. Se
dirige a su mesa y abre el maletín que lleva en la mano, empieza
a sacar una serie de papeles de su interior y cuando termina de
dejarlos sobre el escritorio, me mira.
―Eh, hola ―saludo alzando mi mano.
―Hola. ¿Va a quedarse ahí o se sienta?
―Eh… Sí, me siento. ―Me doy prisa en tomar un lugar justo
en la primera fila y veo como algunos alumnos empiezan a
entrar en la sala.
El profesor no me quita la vista de encima. Frunce el ceño y
se acerca a mí.
―¿Cuál es su nombre? ―Se cruza de brazos mirándome
desde su posición y me encojo en mi asiento.
―Izz… Isabella. ―Carraspeo para aclarar mi voz y me
enderezo―. Me llamo Isabella Jensen.
―Muy bien, señorita Jensen. Haga el favor de sentarse al
fondo de la sala. No me gustan los lameculos y usted tiene todas
las papeletas para convertirse en una, llega antes de la hora, se
sienta en primera fila…
―Oh, vamos, no te pases con ella ―escucho la voz de
Felicity y abro los ojos como platos.
No sé qué es lo que me sorprende más, que el profesor acabe
de llamarme lameculos a la cara o que mi nueva amiga esté
mirándolo mal con los brazos cruzados sobre el pecho. Está
loca. ¿Por qué hace eso?
―Señorita Felicity, siéntese en su lugar, por favor.
Espera… ¿Sabe cómo se llama? ¿De qué se conocen? Felicity
dijo que solo llevaba una semana en Houston.
―¿En serio, papá?
¿Acaba de llamar papá al profesor?
―Felicity ―sisea entre dientes a modo de advertencia.
―Vale, nos vamos arriba. Izzy, recoge tus cosas. ―Ambos se
me quedan mirando durante unos segundos. Estoy paralizada.
¿El profesor Wright es su padre?―. ¡Vamos, chica!
―Oh, sí, claro. ―Me levanto de golpe y recojo mi libro de la
mesa, me cuelgo la mochila del hombro y la sigo escaleras
arriba. No llegamos al fondo. Encontramos un par de asientos
contiguos libres a la mitad y nos quedamos allí―. Podrías
haberme contado que el profesor hueso duro de roer es tu padre
―siseo en voz baja para que solo ella pueda escucharme.
Se encoge de hombros y suspira mientras los últimos alumnos
toman sus asientos.
―No quise que pensaras que soy una enchufada ―contesta.
Sopla un mechón de su pelo, y entonces me doy cuenta de lo
mucho que se parecen―. Tampoco es tan malo. Debí advertirte
sobre lo de llegar antes y sentarte delante. No creí que fueses de
las pelotas.
―No lo soy ―replico. Sonríe y bufo haciendo una mueca―.
Vale, puede que intentara caerle bien el primer día. Me asustaste
al decir que era un ogro, así que es culpa tuya. ¿Por qué me
dijiste que eres de Luisiana si no es cierto?
―Sí que lo es. Mis padres se divorciaron cuando yo tenía seis
años. Él se mudó a Houston y desde entonces es profesor aquí.
Hasta hace una semana yo vivía en casa con mamá.
―Oh, lo siento.
―Tranquila. Estoy acostumbrada a que estén separados. Ni
siquiera recuerdo cómo eran las cosas antes del divorcio. Y
puede que haya exagerado un poco respecto a él, tampoco es tan
malo. Exigente y serio en sus clases, pero al salir de aquí se
convierte en una persona distinta. Aunque no lo parezca, lo
adoro.
―Muy bien, ya basta de charla, señores ―dice el profesor
acallando todas las voces―. Ya sé que esta es vuestra primera
clase de la asignatura y se supone que tendría que ser una
introducción a lo que vamos a hacer durante todo el curso. Bien,
eso no significa que vaya admitir cuchicheos ni conversaciones
que no estén relacionadas con la materia. Siento informaros de
que el instituto se acabó. Estáis en la universidad, y a clase se
viene a aprender. Quien no quiera estar aquí es libre de irse
ahora mismo. ―Todos nos quedamos callados. Miro de reojo a
Felicity y la veo sonreír y cabecear como si la situación le
divirtiera―. Muy bien, empecemos entonces.

Kai
―¡Vamos, niñas! Este ejercicio se llama dieciséis sesenta por
un motivo, cada uno de vosotros tiene que tocar la línea lateral
de punta a punta dieciséis veces en sesenta segundos. Si alguno
no lo consigue, empezamos de nuevo.
El pitido del silbato del entrenador Graham resuena en toda la
cancha. Ya es la cuarta vez que repetimos el ejercicio. A los
novatos les cuesta seguir el ritmo. No los culpo, yo me sentí
igual el curso pasado. La universidad de Corm no es una de las
mejores reclutadoras del país por nada. Los Green Wolves han
sido campeones de la NCAA durante cinco años consecutivos y
debemos dar la talla.
Conrad jadea en busca de aire cuando vuelve a sonar el
silbato. Tendremos que repetirlo una vez más.
―Joder, casi no puedo respirar ―farfulla.
Todos estamos sudando y muy cansados. Llevamos
entrenando desde agosto. Es lo que tiene ser de equipo, que las
vacaciones se acaban antes de tiempo. El lunes tenemos suicides
por la mañana y entrenamientos individuales por las tardes; el
martes salimos a correr a las cinco de la madrugada y gimnasio
por la tarde; el miércoles lo mismo que el lunes; el jueves lo
mismo que el martes y el viernes entrenamientos en equipo.
Solo tenemos libres los fines de semana. Así todas las semanas
hasta noviembre, que dan comienzo los partidos amistosos. A
mediados ya jugamos partidos importantes que cuentan para el
récord de la temporada, aunque la liga solo empieza en
diciembre. A partir de ahí son cuatro meses de pura adrenalina,
cada partido cuenta, y más si queremos mantener nuestro récord
de imbatibilidad.
―¿Cansado, Conrad? ―Cooper se acerca con una botella de
agua en la mano y se la tiende. Mi amigo se endereza y niega
con la cabeza. Bien, no puede mostrar debilidad. Ahora mismo
su mayor rival es Thomas Cooper. Si quiere ganarse el puesto de
titular, va a tener que demostrar que es merecedor de él―. Muy
bien, tío. Sigue corriendo un poco más. Puede que el entrenador
esta temporada te dé un par de minutos en la cancha.
Finn masculla una maldición y me acerco para tranquilizarlo.
Mi amigo es muy temperamental y siempre intenta defender a
sus amigos. Lo admiro por ello, pero su carácter tan voluble
algún día acabará metiéndole en problemas.
―¿Algún problema? ―Uno de los asistentes del entrenador
se acerca a nosotros―. Nada de discusiones durante el
entrenamiento. Si queréis tiraros de los pelos, lo hacéis fuera del
gimnasio, ¿entendido? ―Todos asentimos y el entrenador
Graham hace sonar de nuevo su silbato.
―¡Vamos, Girls Scouts! Empecemos de nuevo.
Una hora después estamos entrando en el vestuario entre
quejidos de dolor y cansancio.
―Estoy destrozado ―comenta Finn quitándose el
equipamiento para meterse en la ducha.
―Aún queda el entrenamiento de esta tarde ―señalo.
―Odio el gimnasio ―se queja Finn.
―Pues yo lo prefiero. Al menos no tengo que verle la cara al
capullo de Cooper ―murmura Conrad.
―Chicos, démonos prisa o no llegamos a clase ―informo.
―¿Qué tienes ahora? ―pregunta Conrad.
―Estadística ―respondo con una mueca de disgusto.
Debo mantener mi media para conservar la beca deportiva.
Aunque lo que quiero de verdad es dedicarme a jugar al
baloncesto, pienso licenciarme en Ciencias del Deporte. Al
menos, si por algún motivo no puedo seguir jugando, tendré
futuro como entrenador o preparador físico.
Tras ducharnos y vestirnos, salimos del vestuario más
animados. Tenemos una pausa de una hora antes de nuestras
respectivas clases. Conrad viene conmigo, Finn debe ir al
edificio de letras. El muy cabrón estudia Literatura. Para él el
baloncesto solo es un medio para lograr sus metas. Aunque es
un jugador excelente, no vive con la presión constante de
mantener su puesto de titular, los ojeadores, el draft y todas esas
mierdas. Si no consigue un equipo en el que jugar después de la
universidad, al menos tendrá una carrera que le gusta. Conrad
no está becado, aunque para él es más difícil. Su padre fue un
gran jugador de la NBA, y se supone que debe dar la talla. Es
una putada porque el chaval se esfuerza, sin embargo, las
expectativas sobre él son demasiado altas.
Compramos unos cafés y algo de comer en la cafetería del
campus y nos sentamos en uno de los bancos de piedra que hay
frente al edificio principal. Este suele ser nuestro lugar de
reunión diario entre clases. Para no variar, la conversación acaba
derivando en un paseo por la vida sexual de Finn.
―En serio, no os hacéis una idea de lo bien que la chupa. Esa
tía casi me engulle hasta las pelotas ―comenta entusiasmado
refiriéndose a su conquista del viernes por la noche, la chica
rubia que estaba sobre él cuando Izzy y yo llegamos.
―Tío, no necesito tanta información ―farfulla Conrad.
―Eso es porque tú no follas, mamón ―se burla―. Cosa que
no entiendo porque te sobran candidatas.
―¿Crees que tengo cabeza para pensar en eso con toda la
mierda que tengo encima? Más me vale conseguir algunos
minutos más de juego antes de que empiece la temporada o mi
padre me matará.
―Venga, te ayudaré a asesinar a Cooper ―bromea Finn
abrazándolo por los hombros―. Flame y yo nos encargamos de
esconder el cadáver también.
―Puedo pedirle el coche prestado a Izzy ―sigo la broma
sonriendo de medio lado y Conrad acaba riendo de nuestras
payasadas.
―Hablando de tu amiguita… ―Le lanzo una mirada poco
amistosa a Finn y este levanta las manos a modo de rendición―.
Solo digo que podrías haber avisado de que es tan guapa. Por
como hablabas de ella me la imaginé gorda y fea, con gafas de
pasta en plan empollona o algo así.
―¿Qué importa eso? Te recuerdo que Izzy es terreno vedado
para ti. ―Lo señalo y después a Conrad―. Para ambos en
realidad.
―Actúas como un novio celoso ―señala este último―. No
digo que lo seas, solo te comportas como tal. ¿Vas a amenazar a
todos los tíos que se acerquen a ella? Porque con lo guapa que
es no creo que tarde demasiado en ocurrir.
Nunca lo había pensado. Hasta ahora Izzy siempre ha sido
una chica bastante solitaria. Yo tenía otros amigos en el
instituto, compañeros del equipo, chicas con las que salía. Ella
solo me tenía a mí. Por su capacidad de soltar todo lo que le
viene a la mente a cada momento la gente suele evitarla,
incluidos los chicos. Eso es algo que jamás entenderé. A mí me
encanta que sea siempre tan sincera y directa.
―El resto me dan igual. Izzy sabe arreglárselas sola. Sois
vosotros, par de capullos, los que me preocupáis.
―¡Oye, no metas a Conrad en el saco! ―se queja Finn―. El
chico es casi virgen.
―No soy virgen, imbécil. Que no me guste meterla en
cualquier agujero caliente como a ti no significa que no haya
follado nunca.
―Vale, como sea. ―Finn mira por encima de mi hombro y
sonríe de oreja a oreja―. ¿Estás seguro de que solo te molesta
que seamos nosotros quien nos metamos entre sus piernas?
―Finn ―siseo perdiendo la poca paciencia que me queda.
―No, tío. Mira detrás de ti. Creo que el cabronazo de Cooper
se nos ha adelantado.
Me giro rápido y frunzo el ceño al ver a Izzy y la chica
pelirroja que me presentó en la fiesta, Felicity, hablando con
Thomas Cooper en la entrada del edificio. Él les está diciendo
algo. Izzy sonríe agachando la mirada y asiente.
Izzy
Tras la clase de Historia del Arte, Felicity y yo acordamos ir
juntas a la cafetería a comprar un par de cafés. Tenemos un
descanso de una hora antes de tener que volver. Estamos
saliendo del edificio cuando veo a Cooper. Sujeto el brazo de mi
nueva amiga con fuerza y la obligo a detenerse.
―¿Qué pasa? ―inquiere en tono sorprendido.
Señalo con la cabeza el chico que cada vez está más cerca. Va
vestido con la chaqueta verde del equipo de baloncesto y unos
vaqueros negros con un roto en la rodilla, su pelo rubio está
húmedo y despeinado. Sin poder evitarlo se me escapa un
suspiro y Felicity sonríe de forma maliciosa.
―¿Qué? ―pregunto encogiéndome de hombros.
―Eso pregunto yo. ¿Por qué miras tanto a Thomas Cooper?
Ni siquiera me molesto en preguntarle cómo sabe su nombre
de pila. Esta chica se entera de todo.
―Lo conocí el viernes en la fiesta ―respondo―. ¿Solo a mí
me parece el chico más guapo del jodido universo? Míralo.
―Lo señalo con la cabeza de forma disimulada y mi amiga alza
ambas cejas.
―Hombre, un polvazo tiene, aunque yo me decanto más por
tu amigo Kai. ―Decido ignorar su comentario. No es la primera
vez que escucho algo así―. ¿Hablaste con él en la fiesta?
―Niego con la cabeza―. Muy bien, ¿y a qué esperas para
romper el hielo?
―Es probable que le vomite encima si intento hablar con él
―respondo siendo por completo sincera. Felicity se queda
callada unos segundos y después rompe a reír a carcajadas.
―Bien, comprobémoslo. ―Alza su mano justo cuando
Cooper pasa frente a nosotras y, aunque lo intento, no logro
detenerla―. ¡Oye, Cooper!
Él se gira y nos mira a una y después a la otra. Se acerca
sonriendo y cabecea de forma interrogante.
―¿Os conozco? ―inquiere.
Agacho la mirada sin poder evitar sonreír. ¡Madre mía!
¡Madre mía! Desde cerca es incluso más guapo.
―Eres Thomas Cooper, ¿verdad? ―le pregunta Felicity―.
Estás en el equipo.
―Sí, así es. ¿Tú eres?
―Felicity. ―Tira de mi brazo obligándome a dar un paso
adelante, y la fulmino con la mirada―. Ella es mi amiga Izzy.
Inspiro hondo y me atrevo a mirarlo a la cara. Dios, qué
sonrisa, qué dientes tan blancos y sus labios…
―Te vi en la fiesta del viernes. Estabas con Flame, ¿no?
―Asiento rápido y su sonrisa se expande―. ¿Estás en primero?
―Vuelvo a mover la cabeza afirmando―. Eh… Vale.
¿Necesitáis algo o…?
―Necesito que me…
―Solo queremos saber cómo llegar al pabellón de ciencias
―contesta Felicity tirando de mi brazo para hacerme callar. He
estado a punto de decir algo de lo que después iba a
arrepentirme. Siempre me pasa. No sé cómo lo ha adivinado,
pero se lo agradezco―. Somos nuevas en el campus y andamos
un poco perdidas.
―Sí, claro. Está al sur, justo al lado de la cafetería.
―Oh, genial. Muchas gracias.
―De nada. ―Tras lanzarnos una nueva sonrisa de dientes
blancos, se marcha y yo me quedo embobada mirándole el
trasero.
―Ya puedes dejar de babear ―se burla Felicity.
Respiro hondo y aparto la mirada.
―Gracias por cortarme. He estado a punto de meter mucho la
pata.
―Lo sé. Ya me he dado cuenta que lo de disimular y
mantener tus pensamientos en privado no se te da nada bien.
―Eso es el eufemismo del año. Soy incapaz de guardarme
nada, y menos cuando estoy nerviosa, y ese guaperas me pone
cardíaca.
―También lo he notado. Si quieres puedo intentar averiguar
algo sobre él. Con qué tipo de chicas sale, si es monógamo o un
putón… Ese tipo de cosas.
―¿Harías eso por mí? ―pregunto emocionada.
―Claro, para eso estamos las amigas, ¿no?
Sonrío de oreja a oreja. Esto de tener una amiga me está
encantando. Aparte de Kai nunca había tenido a nadie más. Sí,
la universidad no está nada mal. Y si consigo que Cooper se fije
en mí será aún mejor.
―¡Eh, chicas! ―escucho a Kai gritar y enseguida lo localizo
en uno de los bancos de piedra, rodeado por sus dos compañeros
de equipo.
―Vamos, te presentaré a los amigos de Kai.
―Si están tan buenos como él me los pido.
―¿A los dos? ―inquiero divertida.
―Por supuesto, y con Flame son tres. Imagina lo bien que lo
voy a pasar.
Suelto una carcajada y ambas empezamos a caminar en
dirección a los chicos.
Eres incapaz de ocultar nada
Izzy
Felicity es la puta ama en lo que se refiere a buscar
información. Antes del final de las clases ya había conseguido
averiguar todo lo que me interesa sobre Thomas Cooper, alias el
guaperas. Me decepcionó un poco lo que me dijo; no tiene novia
estable, solo picotea aquí y allá. Eso no es algo extraño, al fin y
al cabo, estamos hablando de un deportista, las chicas se le tiran
encima a todas horas. Por otra parte, según la información
recabada por mi nueva amiga, al guaperas no le gustan las
mojigatas ni las empollonas, prefiere a chicas más
experimentadas, por eso no suele salir con novatas. Eso no me
deja en muy buen lugar, básicamente porque yo soy de primero,
y aunque no me considero una mojigata, lo de empollona me
viene al dedo y… Bueno, aún soy virgen. Sí, ya lo sé, Felicity
también flipó cuando se lo dije. Tampoco es que me esté
guardando para el amor de mi vida o que no crea en el sexo
antes del matrimonio. Solo es una cuestión de oportunidades.
Aún no he tenido la mía. En el instituto a duras penas conseguí
salir con un par de chicos, y esas relaciones duraron solo unos
días, hasta que se dieron cuenta de que tengo una boca más
grande que las pelotas de King Kong. En fin… No sé qué hacer
para conseguir que se fije en mí.
―¿En qué piensas? ―pregunta Kai a mi lado.
Desde que llegó de su entrenamiento, ambos nos tumbamos
en el sofá con las piernas apoyadas en el respaldo y así nos
hemos quedado. Yo estaba pensando en Cooper y él… En
realidad, no tengo ni idea, aunque parece preocupado.
―¿En qué piensas tú? ¿Estás bien?
Me mira de reojo y sonríe.
―Es una de las pocas veces que contestas a mi pregunta con
otra. Estás rara.
―Es posible. Cuéntame qué te sucede y yo también lo haré.
Suelta una carcajada y niega con la cabeza.
―Vamos, Listilla. Ambos sabemos que me lo vas a contar de
todos modos. Eso es lo que más me gusta de ti, que eres incapaz
de ocultar nada.
Le doy un puñetazo despacio en el brazo y hace una mueca
sin parar de reír.
―Hablo en serio, Kai. ¿Qué te pasa? Pareces preocupado por
algo.
―Ya. ―Resopla hundiendo los dedos en su pelo rubio―. Es
por la presión de los entrenamientos, los ojeadores, el draft…
Quiero que esta temporada pase cuanto antes. Espero ser elegido
a final de curso y jugar la próxima temporada en la NBA.
Asiento. Sé que ese siempre fue su plan. Aunque intentará
terminar la carrera después, Kai siempre ha tenido claro que su
futuro está en una cancha de baloncesto. Si consigue ser elegido
en el draft por un buen equipo de la NBA, habrá logrado su
sueño.
―Sabes que pasará ―murmuro entrelazando mis dedos con
los suyos―. Solo es cuestión de tiempo que se den cuenta de lo
bueno que eres.
―Ya, bueno. No hablemos más de mí. Cuéntame qué es lo
que ronda tu cabecita de listilla sabelotodo. Es raro que pases
tanto tiempo callada. ¿Es por tu nueva amiga? Me alegra que al
fin hayas podido congeniar con alguien, aparte de mí, claro.
―No, no es por ella. Felicity es genial. Se ha dado cuenta de
lo bocazas que soy y le da igual. ¿Te lo puedes creer?
―inquiero emocionada.
―Claro que sí. Eres maravillosa, Izzy. Si esa chica es capaz
de darse cuenta de ello, te aseguro que solo por eso ya me cae
bien. ―Besa mi frente y sonrío de oreja a oreja.
―Por cierto, creo que le gustas. Aunque también la noté muy
entusiasmada cuando le presenté a Conrad y Finn.
Kai suelta una carcajada.
―Lo sé. A Finn se le caía la baba por la pelirroja. Ya viste
que no tardó ni un segundo en tirarle la caña. Me alegra porque
al menos parece haberse olvidado de flirtear contigo. Y
Conrad… Vamos, el chico casi se mea en los pantalones. La
estaba mirando embobado.
―¿A ti también te gusta? ―Siento curiosidad por saberlo.
Kai siempre es muy directo cuando una chica llama su
atención, y no lo he notado interesado en Felicity. En parte me
siento aliviada. Mi amigo no suele quedarse con la chica, es de
los que prueban y pasan a la siguiente de inmediato, y me
jodería mucho que le hiciese daño a mi nueva amiga.
―La verdad es que no mucho. A ver, la chica es guapa y
parece simpática, sin embargo, no es para nada mi tipo.
―¿Desde cuando tienes un tipo? ―bromeo―. Hasta donde
yo sé, te tiras a todo lo que se mueve.
Esta vez soy yo la que recibe un golpe en el brazo. Me quejo
y Kai me abraza por los hombros atrayéndome hacia su cuerpo.
Cruzo mi brazo por su cintura y apoyo la cabeza en su pecho
sonriendo.
―Aún no me has contestado. ¿Qué es lo que te preocupa?
¿Me parece a mí o estás evitando la pregunta?
Suspiro y decido contárselo de una vez. No sé cómo se lo va a
tomar, aunque tampoco debería importarme. Durante años le he
escuchado hablar de sus conquistas y jamás he opinado al
respecto. Espero que, para una vez que soy yo la que está
interesada en alguien, actúe del mismo modo.
―Me gusta tu compañero de equipo ―suelto de sopetón.

Kai
La aparto con cuidado y ella alza la cabeza para mirarme a la
cara. Estoy alucinando ahora mismo.
―Dime que no estás hablando de Finn ―susurro.
―¡¿Qué?! No, para nada. Finn es guapo, pero no, ni por
asomo me va eso del flirteo descarado y las insinuaciones
sexuales.
Suelto el aire que ni sabía que estaba conteniendo y respiro
aliviado.
―Joder, ¿Conrad? Es un buen tío, la verdad, aunque…
―Tampoco se trata de Conrad.
Frunzo el ceño confuso. Ahora sí que estoy perdido.
―No conoces a nadie más del equipo. ―Izzy se muerde el
labio inferior con nerviosismo y una idea macabra empieza a
fraguarse en mi mente. No puede ser. Que no sea él, por
favor―. Si me dices que estamos hablando de Thomas Cooper
dejo de ser tu amigo ―siseo.
―¿Por qué? ―Bufo y me levanto de golpe. Esto no puede
estar pasando. ¡El puto Cooper!―. Kai, parece un buen chico.
―¡No lo es! ―replico en un tono más duro de lo que
pretendía―. Es un jodido cabronazo.
―¿Cómo lo sabes? ¿Lo conoces lo suficiente o solo te basas
en el hecho de que es el mejor jugador del equipo y no tú? ―Le
lanzo una mirada asesina y hace una mueca con los labios. Sé
que no puede evitar soltar ese tipo de cosas. Ella siempre es
sincera, y me encanta, aunque a veces se vuelva en mi contra―.
Lo siento. No debí decir eso.
―Pero lo piensas, ¿no? ―Asiente, y resoplo andando de un
lado a otro del salón. Thomas Cooper, el jodido Thomas Cooper.
La verdad es que no es de los que alardea de sus conquistas
como Finn. Él es más reservado en esos temas, pero sí sé que no
es hombre de una sola mujer. Suele acostarse con chicas más
experimentadas. Me extraña que se haya fijado en una de
primero―. ¿Te ha dicho algo? ¿Habéis quedado para salir o…?
―No. ―Chasquea la lengua y se incorpora sentándose en el
sofá―. Solo he hablado con él una vez. No creo ni que recuerde
mi nombre.
Sonrío por dentro. Esto no es tan malo. Al fin y al cabo, a
Cooper le gustan las chicas lanzadas y mi mejor amiga aún es
virgen. ¿Qué probabilidades hay de que se fije en ella? Me
siento a su lado y sujeto su mano entrelazando nuestros dedos.
―Cooper no acostumbra a salir con novatas.
―Lo sé. Felicity estuvo averiguando cosas sobre él. No le
gustan las mojigatas ni las empollonas. Yo no soy ninguna de las
dos cosas. Bueno, puede que un poco empollona sí.
―Eres virgen ―le recuerdo.
―¿Y qué? Tampoco es que esté esperando a casarme para
echar un polvo.
―Izzy, nunca te han importado los chicos. ¿Qué te ha dado
ahora?
Frunce el ceño y me lanza una de esas miradas que me hace
arrepentirme de mis palabras. La he cagado.
―¡¿A ti qué demonios te pasa?! ―exclama furiosa. Se
levanta y me mira cruzándose de brazos y con el ceño
fruncido―. ¡¿Es que no tengo derecho a tener pareja?!
―¿Pareja? ―Se me escapa una sonrisa y eso aún la cabrea
más―. Estamos hablando de Thomas Cooper, él no tiene
parejas, solo folla con las que se le ponen a tiro y después pasa a
la siguiente. ¿Quieres ser una de tantas?
―¿Y qué pasa si es eso lo que quiero?
Me levanto de golpe. Ahora el cabreado soy yo. No me puedo
creer que acabe de decir algo así.
―¡¿Estás de broma?! ¡Te mereces ser mucho más que un
puto polvo de una noche!
―Ya, bueno. Apuesto a que las chicas que desechas como si
fuesen condones usados también lo merecen.
―No compares. Tú eres…
―¿El qué? ¿Soy idiota? ¿Asexual? ¿Demasiado tonta como
para que alguien se fije en mí?
―¡No, joder! ―Bufo e intento tocarla, pero ella se aparta.
Respiro hondo para intentar tranquilizarme y me tumbo de
nuevo en el sofá con los pies en el respaldo―. Ven aquí ―pido
tocando el lugar vacío a mi lado. Niega con la cabeza e
insisto―. Vamos, Listilla, no quiero pelear. Ven aquí conmigo.
Resopla con fuerza y al fin parece ceder. Se tumba a mi lado
imitando mi postura y aprovecho su cercanía para atraerla hacia
mí. Beso la parte alta de su cabeza y la escucho suspirar.
―Eres un capullo ―farfulla.
Sonrío y asiento dándole la razón, aunque sé que no puede
verme.
―Cierto. Te aseguro que no pienso que seas idiota ni tonta.
Solo… ―Inspiro hondo buscando las palabras correctas en mi
cabeza―. Eres única. Sé que tienes todo el derecho del mundo
de sentirte atraída por chicos y de enamorarte de quien te dé la
gana. Supongo que tendré que acostumbrarme a ello. Hasta
ahora nunca he tenido que compartirte con nadie. Creo que me
siento algo celoso.
También me tranquiliza el hecho de que Cooper jamás se
fijará en ella, aunque eso prefiero guardármelo no vaya ser que
me gane un buen puñetazo.
―Ya sé que hasta ahora no me habían interesado los chicos,
pero estamos en la universidad. Deseo vivir al máximo mi
tiempo aquí. No quiero dentro de unos años caer en la cuenta de
que he desaprovechado la mejor época de mi vida por no tener
el valor de salir ahí fuera y arriesgarme. Tal vez Cooper no se
fije jamás en mí, o puede que mañana aparezca otro chico que
me guste más. Eso no lo sé. Lo que sí me gustaría es que mi
mejor amigo, una de las personas más importantes de mi vida,
me apoyara incondicionalmente y no me tratara como una niña
de parvulario. ¿Crees que podrías hacer eso?
Suspiro y asiento con la cabeza.
―Puedo intentarlo. Ya sabes que a veces me paso de
cabezota y me cuesta entender otros puntos de vista que no sean
el mío propio, sin embargo, por ti estoy dispuesto a hacer el
esfuerzo.
Recibo un puñetazo en el estómago y sonrío de oreja a oreja.
Todo va a estar bien. Estoy seguro de que acabará pasándosele
la tontería esa con el imbécil de Cooper, solo es cuestión de
tiempo.
Espero que estés a la altura
Kai
El ambiente en el vestuario es de pura euforia y nerviosismo.
Viernes por la noche, nuestro primer amistoso de pretemporada
contra los cojos de Rosembown. En realidad, se llaman los
Tigers de Rosembown, pero son tan malos que no podrían
ganarnos un partido ni aunque lo intentaran de verdad. En poco
más de diez minutos saltaremos a la cancha, el público
empezará a corear nuestro nombre y la vida cobrará todo el
sentido para mí.
―¡¿Te crees que tuvo los cojones de rechazarme?!
―exclama Finn sentado a mi lado.
El tema de conversación de los últimos días es Felicity. No sé
qué demonios les pasa a mis amigos con esa pelirroja, desde que
la conocieron hace ya un par de meses se han vuelto gilipollas.
Al menos Finn no se corta un pelo y le lanza la caña cada vez
que tiene oportunidad, aunque ella siempre le da calabazas. Por
otro lado, Conrad ni siquiera ha intentado un acercamiento.
―Puede que esté cansada de escucharte hablar sobre tu
propia polla ―replica Conrad.
Ruedo los ojos al ver como Finn se levanta y sonríe de
manera burlona.
―Al menos yo sé cómo usarla. ¿Quieres que te enseñe?
―Puede que te enseñe yo mi puño ―replica el otro
levantándose también.
Me coloco entre ambos y los aparto de un empujón.
―¿Qué mierda os pasa? Si el entrenador os pilla peleando en
el vestuario chuparéis banquillo el resto de la pretemporada. ¿Os
habéis vuelto locos? ¿Tanto os importa esa chica?
―¿Importar? ―Finn chasquea la lengua negando con la
cabeza―. Tío, solo quiero follármela, nada más. Se me está
resistiendo, y para mí eso es un reto.
Miro hacia Conrad y este se encoge de hombros.
―A mí no me interesa ―farfulla volviendo a sentarse.
Aunque no hay que ser muy listo para darse cuenta de que
miente―. Solo me parece una buena chica. Es amiga de Izzy y
no quiero que el capullo este le haga daño.
Resoplo hundiendo los dedos en mi pelo. Mis amigos han
estado bastante por casa estos últimos dos meses. Como ellos
viven en una residencia, aprovechan para montarse las juergas
en nuestro apartamento. Lo bueno es que se llevan genial con
Izzy y sé que ella también les ha cogido cariño. El flirteo de
Finn desapareció en cuanto Felicity se unió a la fiesta. A pesar
de mis advertencias y de las de Izzy, no deja de insistir. Los
cinco hemos salido juntos varias veces: al cine, a cenar, a alguna
que otra fiesta… Sí, somos algo así como una pandilla, aunque
me temo que el idiota de Finn no tardará en cargarse esa
camaradería por intentar meter la polla donde no le llaman.
―Oye, estoy siendo legal ―se excusa Finn―. No la he
engañado ni le he hecho promesas. Sabe que solo quiero echarle
un polvo. Le prometí a Izzy que no le haría daño y lo estoy
cumpliendo.
―Más te vale, colega ―siseo apretando su hombro con
fuerza a modo de advertencia―. Felicity es amiga de Izzy, y ella
es una de las personas más importantes de mi vida. Si le haces
daño, yo tendré que hacértelo a ti.
―Que sí, papá ―murmura en tono hastiado.
Nos sentamos de vuelta en nuestros lugares justo cuando el
entrenador entra en el vestuario seguido de sus asistentes.
―Muy bien, señoritas, ha llegado el momento de la verdad.
―Todos nos ponemos en pie para escuchar su discurso
motivacional prepartido―. Ya sé que los coj… Tigers…
―Reímos en voz baja y nos hace callar con una sola mirada―.
Los chicos no son muy buenos, pero no por ello vamos a
subestimarlos. Cualquier equipo malo puede tener un buen día,
y cualquier bueno puede tener un mal día. Quiero que salgáis
ahí fuera y lo deis todo. Hemos entrenado mucho y sé que estáis
preparados para mucho más que un partido amistoso. No nos
jugamos nada más allá del honor y el respeto. No sé para
vosotros, pero para mí eso es suficiente. ―Todos asentimos de
inmediato―. Muy bien. ―Estira su brazo y uno de los
asistentes le tiende una camiseta del equipo con el parche en el
pecho del capitán. Cooper da un paso al frente sonriendo de
forma arrogante―. Flame ―dice lanzándome la camiseta.
La cojo al vuelo abriendo los ojos como platos. ¿En serio me
acaba de nombrar capitán del equipo? No puede ser. Todos
estábamos convencidos de que Cooper asumiría el liderazgo. Le
doy la vuelta a la camiseta y compruebo que es mi apellido el
que está en la parte trasera. Esto es real. Cooper me mira
lanzando llamaradas por los ojos y aprieta los puños a ambos
lados de su cuerpo.
―¡Vamos! ―exclama Finn palmeando mi espalda.
―Señor Finn, deje de reírse y preocúpese por no perder
balones en defensa ―le regaña el entrenador.
―Sí, señor ―contesta sin perder la sonrisa.
―Bien, todos a la cancha. Quiero ver cómo convertís a esos
tigres en pequeños gatitos asustados, ¿entendido?
―¡Sí, señor! ―gritamos al unísono.
―Esto no es el ejército, panda de nenazas ―se burla.
Todos reímos y empezamos a salir del vestuario. Cuando
Cooper pasa por su lado, aún visiblemente cabreado, lo
intercepta colocando una mano sobre su hombro.
―Cooper, esta noche verás el partido desde el banquillo ―le
informa. Finn, Conrad y yo nos miramos entre sorprendidos y
alegres. Podemos ganar sin él. Además, si Cooper no juega, eso
significa que…―. Conrad, sales de titular.
―Entrenador Graham, yo… ―intenta decir Cooper, pero es
interrumpido por el entrenador.
―Faltaste al entrenamiento individual del lunes, ¿no?
―Sí, tuve que ir a…
―No me importa. Conoces las reglas. Quien falte a un
entrenamiento, chupa banquillo el siguiente partido. Aquí las
normas son iguales para todos, muchacho.
―Pero, señor…
―No voy a repetirlo. Si quieres seguir discutiendo puede que
te pierdas también el siguiente. ¿Es eso lo que deseas?
―Aprieta la mandíbula y niega con la cabeza bufando con
fuerza por la nariz―. Bien, entonces fuera.
Tras lanzar una mirada de odio en nuestra dirección, sale del
vestuario y poco después el entrenador también se va.
―¿Hoy es Navidad y no me he enterado? ―inquiere Finn
partiéndose de risa―. ¡Esto la puta hostia!
―Aprovecha esta oportunidad, colega ―le digo a Conrad.
―Por supuesto, capitán ―contesta sonriendo.
Le doy un puñetazo en broma y, tras cambiarme de camiseta,
los tres salimos en dirección a la cancha contentos y
entusiasmados por lo que estamos a punto de vivir.

Izzy
Desde las gradas, Felicity y yo animamos a los chicos
gritando y riendo sin parar. Vamos ganando por más de veinte
puntos y solo faltan tres minutos para el final. Kai está jugando
su primer partido como capitán de los Green Wolves, y solo hay
que mirarlo para ver lo feliz que es. Se mueve por la cancha con
soltura, sobrepasando a sus contrincantes con extrema facilidad.
No deja de encestar canastas desde la línea de tres puntos y el
público está volcado gritando su nombre. Finn y Conrad
también lo están haciendo genial, este último está jugando como
titular. No sé por qué han dejado a Cooper en el banquillo.
Desde donde nos encontramos puedo notar que está molesto.
Sin embargo, está claro que el tridente en ataque no lo necesita
en absoluto porque están vapuleando a los contrarios.
―¡Y otra canasta que suma tres puntos al marcador de los
Green Wolves por parte de su capitán! ―grita el speaker―. ¡El
partido está en llamas, señoras y señores! Flame está jugando de
forma sensacional.
Festejamos la canasta abrazándonos y mi amiga sonríe de
oreja a oreja.
―¡Qué subidón! ―exclama mi amiga―. Esto es casi mejor
que el sexo. Pero cómo vas a saber tú qué es eso ―bromea.
Le saco la lengua y ella suelta una carcajada.
―¿De verdad nunca habías visto un partido de baloncesto?
―pregunto. Aunque me lo dijo hace un par de días, aún no
acabo de creérmelo.
―No. Alguna vez por la tele, pero nunca en vivo. Mira, allá
van de nuevo.
―Flame intenta un tiro en suspensión, amaga, se la pasa a
Finn, este a Conrad bajo la red y… ¡Machaca con todo! Otros
dos puntos para los Green Wolves, que hoy están dando un
festival de técnica y clase jugando al baloncesto.
Los tres chocan los puños y nosotras volvemos a celebrar la
canasta dando saltitos como unas locas. Enseguida suena el final
del partido y el público empieza a vitorear al equipo. Los
jugadores se abrazan eufóricos y el gimnasio poco a poco
empieza a vaciarse.
Los chicos se van hacia los vestuarios y nosotras decidimos
esperarlos fuera. Esta noche hay una fiesta a la que vamos a
asistir. La idea era celebrar la victoria si ganaban o ahogar las
penas de la derrota si perdían. Sí, desde que llegué a la
universidad hace dos meses me he dado cuenta que cualquier
excusa es válida para organizar una fiesta.
Tras esperar más de tres cuartos de hora, los jugadores
empiezan a salir por la puerta trasera del gimnasio. Todos ríen,
el ambiente festivo se palpa en el aire. Echaba esto de menos.
Durante nuestros años de instituto no me perdí ni un solo
partido. Es genial cuando ganan. Kai, Finn y Conrad son casi los
últimos en salir. En cuanto me ve, mi mejor amigo sonríe de
manera petulante viniendo hacia nosotras.
―¡Enhorabuena! ―digo dándole un gran abrazo. Rodea mis
hombros con su brazo y me atrae a su costado―. Habéis hecho
un gran partido, chicos.
―Somos la puta hostia ―se jacta Finn. Se acerca a Felicity
con su sonrisa seductora en los labios y esta resopla―. Vamos,
¿no hay un abrazo y un besito para mí? ―Pone morritos
cerrando los ojos y mi amiga le da un bofetón en la mejilla.
Todos reímos y ella se cruza de brazos con aire altivo.
―¿Lo quieres así, mandril? Puedo dártelo con lengua si lo
prefieres.
Todos seguimos riendo mientras Finn se sujeta la mejilla,
completamente descolocado. Queda claro que no esperaba esa
reacción por parte de la pelirroja. Aún no entiendo qué se traen
esos dos. Vale, Finn flirtea con todas, solo que con Felicity es
demasiado insistente, y ella… Bueno, creo que le gusta ese
juego de tira y afloja que se traen, se hace la difícil, pero en el
fondo se siente atraída por él. Conrad aparta la mirada y le doy
un codazo despacio a Kai para llamar su atención. Señalo con la
cabeza a su amigo y él se encoge de hombros. Lo hemos
hablado en varias ocasiones y ambos llegamos a la conclusión
de que Conrad sí siente de verdad algo por Felicity. Se le nota
por la forma en la que la mira.

Kai
La fiesta está siendo una puta locura. Los fines de semana me
permito beber un par de cervezas porque no hay entrenamientos
y nuestro único partido lo hemos ganado. Eso es un gran motivo
de celebración, y más aún porque lo hemos logrado sin la ayuda
de Thomas Cooper. Cada día me cae peor ese imbécil.
Busco con la mirada a Izzy y la encuentro al fondo de la sala.
Está charlando y riendo junto a Felicity y Finn. Me encanta
verla así, tan relajada y feliz. En el instituto nunca quería venir
conmigo a ninguna fiesta, sin embargo, eso ha cambiado, ahora
es mucho más sociable. Me alegro. Todo el mundo debería
conocer la maravillosa persona que es Izzy Jensen, aunque en el
fondo sienta algo de celos por tener que compartirla.
―Flame, un gran partido ―susurra una chica en mi oído.
Me giro y sonrío al ver a una despampanante rubia en
minifalda mirándome con deseo. «Oh sí. Hoy la metes en
caliente, campeón», pienso para mí. La rubia no tarda ni cinco
segundos en meterme la lengua en la boca y, como no soy tonto,
me aprovecho de ello y acabo metiéndole mano en la primera
esquina que encuentro. Estoy tan ocupado que cuando alguien
me toca el hombro por detrás casi ni me doy cuenta.
―¡Tío, deja algo para después! ¡Esto es importante, joder!
Me giro de golpe y asesino a Finn con la mirada.
―¿Qué demonios quieres? ¿No ves que estoy liado con algo?
―siseo.
―Sí, ya te veo ―murmura alzando ambas cejas de manera
sugerente.
―¡Finn!, ¿qué pasa?
Resopla cambiando el semblante y señala hacia el fondo de la
sala.
―Creí que te gustaría saber que el jodido imbécil de Cooper
lleva más de diez minutos comiéndole la oreja a Izzy.
―¡¿Qué?! ―Me muevo para verlo por mí mismo y frunzo el
ceño. Dice la verdad. El maldito Thomas Cooper está
desplegando todos sus jodidos encantos e Izzy le ríe las gracias
como una quinceañera―. ¡¿Qué coño hace?! ―farfullo.
―Esto no me huele nada bien, colega. Ya es raro de cojones
que Cooper haya venido a la fiesta después de la forma en la
que lo humilló el entrenador antes del partido ―comenta Finn.
Sin perder tiempo, y olvidándome por completo de la rubia,
me dirijo hacia ellos con la rabia y la furia bullendo en mi
interior. Como ese cabronazo se atreva a tocarle un pelo, me
importa una mierda si me penalizan, voy a darle una jodida
paliza. Cuando Izzy me ve acercarme, se endereza y frunce el
ceño.
―¿Interrumpo algo? ―inquiero poniendo la mejor sonrisa
falsa que puedo.
―Pues sí, Flame ―contesta el capullo―. Piérdete un rato,
¿quieres? Estamos hablando.
¡Me cago en la…! Voy a cargarme a este hijo de puta. Izzy se
da cuenta de lo que estoy pensando y me lanza una mirada de
advertencia.
―Enseguida estoy contigo, Kai ―sisea lanzándome cuchillos
con la mirada―. Estamos hablando.
―Ya. Bueno, he pensado que tal vez querrías ir ya a casa
―mascullo.
―En un rato. Ahora no ―sisea de nuevo.
―¿No la has escuchado, Flame? Ha dicho que te vayas.
―Tú, maldito hijo de…
―¡Kai! ―me advierte Izzy dando un paso al frente―.
¿Mejor por qué no vas tú yendo? Felicity me llevará a casa más
tarde.
¿Qué? ¿Va a quedarse con este…? Ni de coña voy a permitir
que se quede sola con él. Tampoco puedo llevármela a la fuerza,
y si sigo comportándome como un maldito novio celoso solo
conseguiré que se cabree aún más conmigo. No, esa no es la
manera.
―Te esperaré ―mascullo antes de darme la vuelta y volver
con la rubia.
Voy a tener que buscar la manera de mantener al capullo de
Cooper alejado de Izzy. Si piensa que puede llegar a mí a través
de ella está muy equivocado. Antes me lo cargo que permitir
que le haga daño.
Eso es lo que hacen los amigos
Izzy
Tengo un plan. Admito que es un poco loco y arriesgado, pero
no pienso quedarme a esperar que las cosas ocurran por sí solas.
Si quiero algo debo ir a por ello, y eso es justo lo que pretendo
hacer.
Me desperezo boca arriba sobre la cama y agudizo el oído al
escuchar susurros. Poco después, la puerta principal cerrándose.
Menos mal. He pasado toda la maldita noche en vela por culpa
de Kai y la chica con la que volvió anoche a casa. Después de
nuestro altercado por culpa de Cooper y su jodida costumbre de
meter las narices en mis asuntos, me di cuenta de que estaba
enrollándose con una chica rubia muy guapa. Lo de enrollarse
es una forma sutil de definirlo. En algún momento llegué a
pensar que acabarían follando frente a todo el mundo. Después
le pedí a Finn que le dijera que me marchaba a casa con Felicity,
y solo volví a saber de él al escuchar los gritos y gemidos desde
su habitación en mitad de la madrugada.
Bostezo sin poder evitarlo. Estoy agotada por la falta de
sueño, sin embargo, nada de eso va a cambiar mi buen humor.
Anoche el guaperas vino a buscarme y estuvimos charlando casi
media hora. Me preguntó por la carrera que quiero estudiar, por
el lugar donde crecí… Supongo que lo normal en dos personas
que se están conociendo. Antes de irse, creí que me invitaría a
salir o algo así, pero no lo hizo. Solo se despidió con un «Hasta
pronto» y no lo volví a ver.
Durante el trayecto en coche hacia casa, Felicity no dejó de
insistir en que me estoy haciendo demasiadas ilusiones. Cooper
es mayor que yo y no sale con chicas inexpertas. Entonces fue
cuando se me ocurrió mi plan magistral. Voy a librarme de mi
virginidad. Así, sin más, pienso quitármela de encima cuanto
antes.
La puerta de mi habitación se abre y Kai entra vestido solo
con un pantalón de algodón. No dice nada mientras rodea la
cama y se tumba a mi lado.
―Espero que te hayas duchado antes de meterte entre mis
sábanas ―farfullo.
―¿Me hablas? ―Me mira sobre su hombro y resopla―. Creí
que estarías cabreada conmigo por como me comporté anoche.
―Ya estoy acostumbrada a que hagas el capullo, Kai. No es
eso lo que me preocupa.
―¿Y qué es?
―Que hayas asesinado a esa pobre chica. Por la forma en la
que gritaba creí que estarías apuñalándola o algo así.
Sonríe y niega con la cabeza.
―No era exactamente un puñal lo que le estaba clavando
―comenta en tono jocoso.
―Vale, no necesito detalles. ―Hago una mueca de asco y
suspiro.
Tras un rato en silencio, siento su mano sobre la mía y tira de
mí abrazándome contra su pecho.
―Siento mucho lo que pasó ayer. Yo solo… ―Bufa con
fuerza y besa la parte alta de mi cabeza―. No me gusta Cooper.
Y sabes tan bien como yo que te estás haciendo ilusiones en
vano. No quiero que sufras, Izzy.
―Ya lo sé, pero no es tu decisión. Dame al menos la
oportunidad de equivocarme y aprender de mis errores.
Entiendo que Cooper no te caiga bien, ¿y qué? La mayoría de
las chicas con las que sales son repelentes y no las aguanto. No
por eso me entrometo en tus relaciones ni intento boicotearlas.
―Yo no salgo con nadie. Solo me las follo. Ahí no hay
sentimientos, así que no puedo salir lastimado. Me jode mucho
que andes tras ese capullo porque sé que no eres para nada su
tipo. ―Alzo la cabeza y lo miro frunciendo el ceño―. Vamos,
no te enfades. Sabes que no lo digo por ti. Eres una chica
preciosa, Izzy. Es por él.
―Y porque soy virgen ―mascullo apartando la mirada.
―Sí, eso también. ―Vuelve a sujetar mi mano y me mira a
los ojos―. No tienes nada que hacer ahí, Listilla. Déjalo ya,
antes de que acabes mal.
―¿Y si no lo fuera? ―suelto de sopetón. Kai se queda algo
descolocado antes de fruncir el ceño―. Si tuviese más
experiencia, tal vez…
―¿De qué demonios estás hablando? ¿Qué vas a hacer,
acostarte con cualquiera que se te cruce por delante? ―Sonríe y
me encojo de hombros.
―No con cualquiera. He pensado en hablar con Finn. Estoy
segura de que no me dirá que no.
Su sonrisa desaparece en milésimas de segundos y sacude la
cabeza de un lado a otro.
―Es broma, ¿verdad? ―Se levanta de golpe y empieza a
caminar de un lado a otro de la habitación, bufando y
maldiciendo en voz baja―. Tiene que ser una jodida broma.
―No lo es ―afirmo sentándome sobre la cama―. Quiero
quitármelo de encima.
―Eso es… ―Resopla de nuevo hundiendo los dedos en su
pelo―. ¡¿Te has vuelto loca?! ¡¿Vas a hacer esto por el jodido
Cooper?!
―¡No! Voy a hacerlo por mí. ―Me levanto sintiendo cómo
empiezo a cabrearme. No es justo que él me juzgue por mis
decisiones. Yo jamás lo he hecho―. ¡Solo es un jodido himen,
Kai!
―¡No lo es! Eres tú haciendo una maldita locura para intentar
que un imbécil se fije en ti. ¡Maldita sea, ni siquiera te
reconozco! ¡¿Dónde has dejado tu sensatez?!
―¡¿Y a ti qué te importa?! ¡Es mi decisión! ―grito.
―No vas a hacerlo. No permitiré que cometas semejante
estupidez.
―¿Y cómo piensas impedirlo? ¿Vas a comprarme un cinturón
de castidad? ¡Deja ya de comportarte como un maldito novio
celoso!
―¿Novio celoso? ¡Solo intento protegerte, joder! ―me grita
a la cara.
Doy un paso en su dirección y casi tengo que ponerme de
puntillas para enfrentarlo.
―¡No te lo he pedido y tampoco lo quiero! Es mi vida, mi
cuerpo y si quiero tirarme a todos los chicos del equipo de
baloncesto, de fútbol, del club de ajedrez o del jodido campus lo
haré. Espero que te quede muy claro porque no pienso volver a
repetirlo. ―Me aparto bajo su mirada perpleja y vuelvo a
meterme en la cama―. Y la que no te reconoce soy yo. Creí que
siempre me apoyarías igual que yo lo hago contigo incluso
cuando metes la pata. Eso es lo que hacen los amigos, Kai, no te
juzgan ni intentan controlar tu vida.
―Esto es una puta locura ―sisea antes de dar media vuelta y
salir de la habitación cerrando de un portazo.
Me acurruco entre las sábanas y cierro los ojos con fuerza.
Tal vez no debí contarle nada. Aunque, por otra parte, no tengo
por qué esconderme. ¿A quién quiero engañar? Por mucho que
lo intentara no sería capaz de ocultárselo. Es la jodida maldición
que llevo dentro.

Kai
Golpeo con fuerza la puerta. Estoy furioso. Tras mi discusión
con Izzy, me vestí y salí de casa como un jodido huracán. Esta
chica se ha vuelto loca. ¿Acostarse con Finn para impresionar a
Cooper? ¡¿En qué demonios está pensando?! La puerta se abre,
y la persona a la que va dirigida toda la rabia que llevo dentro
me saluda sonriendo de oreja a oreja.
―Flame, ¿qué pasa, tío? ―Finn estira su puño para que lo
choque con el mío, pero no me muevo ni un centímetro. Su
sonrisa se esfuma y frunce el ceño―. ¿Sucede algo, colega?
―Sí, pasan muchas cosas. ―Entro en la habitación sin que
me invite y compruebo que Conrad también está aquí. Ambos
son compañeros de cuarto en esta residencia―. Quiero dejarte
una cosa clara, Finn.
―Oye, tío, ¿qué te pasa? ―inquiere con su habitual sonrisa
burlona―. ¿Me he tirado a tu hermana o algo así?
Su comentario aún me enfurece más. Aprieto los puños con
fuerza y Conrad y él se miran confusos.
―Flame, ¿qué está pasando? ―pregunta el otro, aunque mi
mirada no se aparta de Finn.
―Quiero que te alejes de Izzy, ¿entendido? No vas a volver a
acercarte a ella en tu puta vida ―siseo apuntándole con el dedo.
―¡Woow! Para, colega. ―Alza las manos en son de paz
perdiendo la sonrisa de inmediato―. ¿De qué demonios estás
hablando? Yo no le he hecho nada a Izzy.
―Ni lo vas a hacer. Te quiero a más de cincuenta metros de
ella en todo momento. Si te llama la ignoras, si te busca huyes,
pero mantente lejos.
Conrad se acerca a mí e intenta tranquilizarme colocando su
mano en mi hombro.
―Tío, ¿qué te pasa? Ya sabes cómo es Finn, flirtea con todas.
Eso no significa que vaya en serio, y menos con Izzy.
Miro a Finn y este asiente reafirmando las palabras de su
compañero de cuarto. Resoplo tirando de mi pelo en todas
direcciones y tomo una gran bocanada de aire. No sé qué mierda
estoy haciendo aquí. Ellos no tienen la culpa de que mi mejor
amiga haya perdido la puta cabeza.
―Lo siento, hermano ―farfullo dejándome caer en el
pequeño y desgastado sofá―. Esta chica me está volviendo
loco.
Conrad se sienta a mi lado y Finn se queda de pie frente a
nosotros.
―Explícanos qué es lo que ha pasado.
Bufo y empiezo a contarles todo. El encaprichamiento de Izzy
por el cabronazo de Cooper, nuestra discusión y su sórdida idea
de acostarse con Finn para dejar de ser virgen.
―Es todo un honor ser el escogido para tan noble propósito
―se mofa Finn. Le lanzo una mirada nada amigable y se calla
de inmediato―. Lo siento, tío. Es que no entiendo tu
preocupación.
―No vas a acostarte con ella ―afirmo.
―Claro que no lo hará ―dice Conrad.
―Oye, que si ella quiere… ―Me levanto de golpe del sofá y
Conrad me sujeta antes de que pueda abalanzarme sobre el
imbécil de nuestro amigo―. ¡Es broma, tío!
Respiro hondo para tranquilizarme un poco y me doy cuenta
de que mis amigos me están mirando de forma extraña.
―¿Qué pasa?
―Nada, es solo que… ―Conrad le lanza una mirada de reojo
a Finn y este sonríe―. No sé, colega, pareces un poco… celoso.
¿Estás seguro de que no sientes nada por Izzy aparte de
amistad?
―¿Qué estupidez dices? Izzy es mi mejor amiga, la conozco
desde que éramos unos mocosos. Claro que solo la veo como
una amiga.
―Pues no lo parece, hermano ―murmura Finn―. Estás
actuando como un novio celoso y, si lo piensas bien, vosotros ya
vivís como una pareja. Salís juntos a todos lados, a veces dormís
juntos, discutís… Solo os falta el sexo. La parte buena de eso
sería que podrías desflorarla tú mismo. ―Se empieza a reír y
me entran ganas de abrirle la cabeza en dos como un puto
melón.
―Estás a punto de ganarte la jodida paliza de tu vida ―siseo.
―Vale, ya está bien. ―Conrad se pone entre nosotros
actuando como mediador―. Deja de provocar, imbécil. Y tú…
―Me señala y frunce el ceño―. ¿De verdad crees que puedes
evitar que Izzy se acueste con quién le dé la gana? Si no es Finn
será cualquier otro. ¿Pretendes amenazar a todos los tíos de la
ciudad?
―No lo sé ―farfullo apartando la mirada.
―Hermano, puedo ayudarte con eso si es lo que quieres
―sugiere Finn―. Aunque deberías escuchar aquí al colega. Si
ella quiere acostarse conmigo, con Cooper y con todo el campus
es su decisión, y tú no podrás hacer nada para evitarlo.
―¿Y qué otra cosa puedo hacer? Está cometiendo un error.
―Es su error, Flame. ―Conrad vuelve a sujetar mi hombro
de manera reconfortante―. No te metas en eso. Apóyala,
aunque no estés de acuerdo. Si no lo haces lo que vas a
conseguir es que se aleje de ti, y de todas formas hará lo que le
dé la gana.
Miro hacia Finn y este asiente dándole la razón.
―Tú prométeme que no vas a acostarte con ella ―exijo
señalándole con el dedo.
―Vamos, tío…
―¡Promételo, Finn!
―Que sí, lo prometo, joder.
Bufo y me siento de nuevo en el sofá. Tengo que
tranquilizarme antes de volver a casa. Necesito un plan, algo
para quitarle esa idea estúpida de la cabeza a mi mejor amiga.
Sea lo que sea tengo que hacerlo ya. Conociéndola, sé que no
tardará en mover ficha.
Ha dicho que sí
Izzy
―¡¿De verdad te lo prohibió?! ―exclama Felicity. Está tan
alucinada como lo estuve yo en su momento―. Espera, ¿usó
exactamente esas palabras?
―Así es. Mi querido amigo se cree con derecho a decirme
con quién puedo o no acostarme.
Bufo contrariada echando la cabeza hacia atrás en el sofá.
Sigo cabreada por la discusión de esta mañana. No entiendo a
Kai. ¿Por qué se comporta así? Ni que fuese mi novio. No he
vuelto a saber nada de él desde que se marchó. Cuando llamé a
Felicity para contarle lo que había pasado, se presentó en el
apartamento con una botella de tequila que ni hemos abierto. Lo
mío no es el alcohol. Desde entonces hemos estado poniendo a
parir a los chicos. Mi amiga también está teniendo problemas
con los otros dos. Ella sabe lo que siente Conrad y que no se
atreve a decírselo; por otra parte, Finn no deja de flirtear y eso le
gusta, aunque no va a ceder. Aunque parezca una chica lanzada,
en realidad es una romántica, y Finn… Bueno, él solo busca un
agujero caliente donde meterla.
―Aún no me lo creo. Actúa como un novio celoso
―comenta.
―Lo mismo le dije yo, y se cabreó aún más. Según él, solo
intenta protegerme.
―Chica, yo tampoco estoy demasiado de acuerdo con lo que
quieres hacer. Creo que deberías esperar y no acostarte con un
tío solo para estrenarte en el sexo.
―Ya, pero tú no me juzgas por ello. Una cosa es dar un
consejo y otra muy distinta intentar controlar mi vida.
Felicity se encoge de hombros y escuchamos cómo la puerta
principal se abre. Enseguida miramos hacia la tele como si fuese
la cosa más interesante del mundo.
―Hola, preciosas ―saluda Finn.
Nos giramos y veo que Kai no ha llegado solo. Sus amigos
están con él. Finn se me queda mirando y alza las cejas de
manera sugerente. «¡Genial! El muy bocazas se lo ha contado a
sus amigotes». Bueno, no puedo culparlo, yo también he
hablado con mi amiga.
―Hola ―dice Kai acercándose a nosotras tras dejar sus
llaves sobre el mueble de la entrada. Conrad permanece callado,
como siempre, pendiente de la pelirroja―. ¿Qué estáis viendo?
Felicity y yo nos miramos sin saber qué contestar. Echo un
vistazo a la tele y contengo una sonrisa al comprobar que están
echando un documental sobre la vida de los suricatos.
―¿En serio estás viendo esa mierda? ―inquiere Finn. Me
arrebata control remoto de la mano y cambia de canal―. Va a
empezar el partido. No os importa, ¿verdad? ―Se sienta entre
nosotras y estira sus brazos abrazándonos a ambas por los
hombros―. Podemos pedir una pizza para cenar y nos la
comemos mientras vemos el partido.
Felicity y yo hacemos una mueca a la vez y apartamos sus
brazos.
―¿Te parece bien, Izzy? ―me pregunta Kai.
Me encojo de hombros sin mirarle.
―Si tú lo dices, sí. Parece que no tengo capacidad para
decidir sobre nada, ¿no?
Lo escucho resoplar y se sienta en el suelo apoyando la
espalda contra el borde del sofá. Felicity me da un codazo de
forma disimulada y me vuelvo a encoger de hombros. Esto es lo
que hay. No pienso dejar que mi mejor amigo dirija mi vida a su
antojo.
Al final terminamos aceptando la sugerencia de Finn y
pedimos pizza para cenar. Los chicos gritan y jalean mientras
devoran la comida y ven el partido, aunque noto a Kai más
callado de lo habitual. Lo pillo observándome en varias
ocasiones con esa mirada de perro abandonado tan suya. El
ojitos tiernos regresa con fuerza. Decido ignorarlo e intentar
pasarlo bien. Finn no pierde oportunidad de lanzarle la caña a la
pelirroja. Ella le contesta comentarios cortantes divirtiéndonos a
los demás. Para sorpresa de todos, Conrad empieza una
conversación muy animada sobre baloncesto con Felicity.
Empieza a explicarle las reglas básicas y distintos tipos de
jugadas. A Finn no parece hacerle demasiada gracia ese
acercamiento, se le nota en la cara.
Cuando termina el partido, todos se marchan dejándonos a
Kai y a mí solos en el apartamento. No nos hemos dirigido la
palabra en toda la noche y, conociéndolo, sé que querrá aclarar
este asunto cuanto antes. Así es Kai Flame, puede que le pierda
la boca discutiendo y diga muchas tonterías, sin embargo, en
cuanto se le pasa el enfado siente la necesidad de disculparse y
arreglar sus meteduras de pata.
―¿Podemos hablar? ―pregunta entrando en la cocina
cuando estoy terminado de tirar los restos de comida en la
basura.
Me giro y lo veo con la botella de tequila en la mano. Frunce
el ceño y me mira buscando una explicación.
―Felicity ―digo encogiéndome de hombros.
Sacude la cabeza y la deja sobre la encimera antes de respirar
hondo.
―Supongo que te debo una disculpa ―susurra.
―¿Supones? Esto ya se está convirtiendo en una costumbre,
Kai. Me ofendes y después pides perdón.
―Ya, bueno… ―Se rasca la nuca haciendo una mueca con
los labios―. Sabes que no quise decir todas esas cosas. Solo
intento protegerte.
―Esa excusa no te va servir siempre, amigo. En algún
momento tendrás que darte cuenta de que soy muy capaz de
arreglármelas sola.
―Lo sé, lo sé. Soy un imbécil y no tengo ningún derecho a
decirte cómo debes vivir tu vida. Es que… ―Bufa hundiendo
los dedos en su pelo―. No lo entiendo, Izzy.
―No tienes que entenderlo. Ni siquiera pretendo que estés de
acuerdo con ello. Lo único que te pido es que no intercedas.
Deja que sea yo quien dirija mi propia vida, y si me equivoco
mantente firme a mi lado. ¿Es demasiado pedir?
Niega con la cabeza apartando la mirada.
―Supongo que tengo que darte algo de espacio ―murmura.
―Supones bien.
Me mira e inspira hondo por la nariz.
―Ven aquí, Listilla ―pide abriendo los brazos. Mis
comisuras se elevan de forma involuntaria y recorro los pocos
pasos que me separan para abrazarlo. Hundo mi nariz en su
camiseta y siento como besa la parte alta de mi cabeza―. No
quiero que sigamos peleándonos.
―Entonces deja de crear conflictos entre nosotros. Es mi
vida, Kai, y aunque eres mi mejor amigo y te quiero con locura,
no voy a permitir que intentes manejarme a tu antojo. Sé que
estás acostumbrado a dar órdenes en la cancha, pero esto…
―Muevo mi dedo índice entre el poco espacio que queda entre
nuestros cuerpos―. Esto no es un juego.
―Lo sé, perdón. ―Vuelve a abrazarme y suspiro contra su
pecho―. Vamos a estar bien, ¿verdad? No sé qué haría sin ti,
Listilla.
Me aparto y sonrío mirándolo a los ojos.
―Estamos bien, idiota. Deja de mirarme con esos ojitos
tiernos y lava los vasos. ―Se ríe, y antes de salir de la cocina
beso su mejilla―. Me voy a la cama. Hasta mañana.

Kai
Hace ya una semana que Izzy y yo resolvimos nuestros
problemas. Ella no ha vuelto a sacar el tema y yo tampoco he
querido preguntar. Mantengo la esperanza de que se haya
olvidado de esa idea absurda de manera definitiva. Salgo de la
ducha rodeando mi cintura con una toalla y veo a Conrad en
mitad del vestuario, sonríe de oreja a oreja mirando la pantalla
de su teléfono.
―¿Qué te pasa, tío? ¿Han ganado los Lakers y no me he
enterado?
Mi amigo es de Nueva York, su padre jugó en los New York
Lakers y espera poder entrar en el equipo algún día. Alza la
mirada y niega con la cabeza. Tiene los ojos brillantes y parece
muy contento.
―Ha dicho que sí ―susurra como si ni él mismo se estuviese
creyendo lo que dice.
―¿Quién ha dicho que sí a qué? ―inquiero.
―Felicity. Hemos estado en contacto por WhatsApp desde el
fin de semana pasado, cuando estuvimos en tu apartamento
viendo el partido. Ayer me atreví a pedirle una cita y ha dicho
que sí.
―¡Eso es genial, tío! ―exclamo palmeando su espalda―.
Aunque creí que no te interesaba la chica.
―Ya, bueno… ―Se rasca la nuca con nerviosismo sin perder
la sonrisa―. No quise hacerme ilusiones. Ya sabes que Finn
siempre está flirteando con ella, y alguna vez me ha parecido
que le gusta eso. Yo no soy así.
―Ya, te entiendo. Por cierto, ¿lo sabe ya Finn? ―Niega con
la cabeza―. ¿Dónde está?
―El entrenador le ha pedido que se quede un rato más
levantando pesas.
―Deberías contárselo cuanto antes, hermano. Puede que solo
le guste flirtear y que no sienta nada por la pelirroja, pero es
nuestro compañero y amigo. No me gustaría que hubiese malos
rollos entre nosotros tres por culpa de una chica.
―Sí, se lo diré esta noche.
―¿Cuándo habéis quedado?
―Mañana por la noche. Vamos a ir a cenar y después al cine.
El sábado hay partido fuera de casa y no quiero acostarme tarde.
―Sí, a ver cómo nos va. Te advierto que es probable que el
entrenador ponga a Cooper de titular en Austin. Lo escuché
hablar con uno de los asistentes.
―Ya me lo esperaba. No conseguiré ese puesto hasta que el
mamonazo de Cooper se vaya. Por mucho que me joda, es
mejor que yo.
Me encojo de hombros sin saber qué contestar. No quiero
mentirle. Thomas Cooper puede ser un imbécil redomado, pero
también es un gran jugador. El año pasado fue elegido en el
draft de la NBA. Rechazó la oferta porque no era un club
puntero. Sin embargo, todos somos conscientes de que este año
volverá a salir su nombre. Solo entonces Conrad tendrá su
oportunidad de destacar. Aunque también cabe la posibilidad de
llamar la atención de algún ojeador en sus minutos de juego
como suplente. Eso nunca se sabe.

Izzy
Veo a Kai y a Conrad salir por la puerta trasera del gimnasio
y me escondo para que no me vean. Es patético, lo sé. No quiero
crear un nuevo conflicto entre mi mejor amigo y yo. Esta
semana hemos estado genial, ocupados, él con los
entrenamientos y yo estudiando para los exámenes. No hemos
vuelto a hablar sobre el tema, aunque no he cambiado de idea en
absoluto. Espero a que se marchen y solo entonces salgo de mi
escondite. Me apoyo contra la pared de hormigón cruzando los
tobillos. Pasa más de media hora hasta que veo salir a Finn.
Tiene el pelo húmedo y lleva la bolsa de deporte al hombro. En
cuanto me ve, sonríe viniendo hacia mí.
―Hola, preciosa. Si buscas a Flame siento decirte que ya se
ha ido. Yo me he entretenido un rato más en el gimnasio.
―Levanta el brazo sacando musculo y sonríe socarrón―. Este
cuerpo no se esculpe solo, bonita.
Sacudo la cabeza dándolo por imposible. Es un fanfarrón,
aunque en el fondo un gran tipo también. Desde que lo conozco,
le he cogido mucho cariño. Por eso lo he elegido a él, bueno, y
porque sé que sería incapaz de decir que no a un ofrecimiento
directo de tener sexo.
―En realidad, te estaba buscando a ti. ―Me acerco bajo su
mirada sorprendida y respiro hondo―. Quiero proponerte algo.
Ya sé que Kai te lo ha contado, así que ni siquiera voy a
molestarme en explicarte la situación. Solo quiero saber si estás
dispuesto a acostarte conmigo, esta noche.
Sus ojos se abren hasta el nacimiento del pelo y suelta una
risita nerviosa. Frunzo el ceño cruzándome de brazos y
enseguida cambia su expresión.
―Lo siento, no me río de ti. Es que no me lo esperaba. Flame
me dijo lo que quieres… Eh… Bueno, lo tuyo.
―¿Y? ―inquiero arqueando una ceja.
Bufa y se rasca la nuca apartando la mirada.
―Izzy, jamás imaginé que diría esto, pero… No puedo
hacerlo. Eres una chica preciosa. Créeme, si Flame no fuese mi
mejor amigo estaría encantando de ayudarte con tu… problema.
Para mí, al igual que para el resto de hombres de este planeta,
no supondría ningún esfuerzo tener sexo contigo.
―¿Tu respuesta es no, entonces?
Bufa de nuevo y hace una mueca asintiendo con la cabeza.
―Debo de estar loco para rechazar a una preciosidad como
tú, sin embargo, la amistad de Flame es muy importante para mí
y no quiero cagarla.
―Está bien, lo entiendo ―respondo tras inspirar hondo por la
nariz.
―Vamos, ¿te apetece tomar algo? Estoy sediento.
Estoy a punto de decirle que no cuando mi teléfono empieza a
sonar. Me disculpo con Finn y atiendo la llamada, es Felicity.
―Voy a salir con Conrad ―dice sin ni siquiera saludar.
―Espera, ¿qué?
Sé que han estado hablando a través de mensajes, aunque no
tenía ni idea de nada de esto.
―Lo que has escuchado. Ayer me pidió una cita. Lo estuve
pensado y hace un rato le he dicho que sí. Hemos quedado
mañana por la noche. Iremos a cenar y después al cine.
―Me alegro por ti. ―Sonrío y me giro. Finn me mira con el
ceño fruncido―. Oye, ¿te importa si te llamo al llegar a casa?
Estoy en medio de algo.
―Sí, claro. Espero tu llamada. ―Suelta un gritito agudo de
emoción y sonrío―. Necesito tu ayuda para elegir qué ponerme.
―Está bien. Te llamo en un rato. Adiós.
Cuelgo la llamada, y sin perder la sonrisa me guardo el móvil
de nuevo en el bolsillo.
―¿Qué le pasa a la pelirroja? ―inquiere Finn.
―Oh, está emocionada porque mañana tiene una cita.
¿Conrad no te lo ha dicho? Van a salir a cenar y al cine.
―¿Conrad? ―pregunta sorprendido.
Me encojo de hombros y asiento. Durante unos segundos
parece estar perdido en sus propios pensamientos, así que
decido marcharme.
―Gracias por la invitación. Mejor me voy a casa. Tengo que
estudiar para los exámenes. Espero que lo que te he dicho no
cambie nada entre nosotros, ¿vale? Me caes bien y…
―¿Aún sigue en pie tu propuesta? ―suelta sorprendiéndome.
―¿Cómo?
―Lo del sexo entre tú y yo. ¿Sigue en pie?
―Creí que no querías… por Kai.
―Kai es mayorcito. Tendrá que asumir que su mejor amiga
sabe tomar sus propias decisiones. Si aún quieres, pasaré a
buscarte mañana por la noche. Creo que voy a tener la
habitación para mí solo, ¿no?
―Eh… ―Respiro hondo y asiento―. Sí, claro. Está bien.
Mañana.
―Bien. Tengo que irme. ¿Paso a buscarte o vienes por tu
cuenta?
―Ya voy yo ―murmuro alucinada por su cambio de actitud.
―Perfecto. Nos vemos mañana, preciosa. ―Tras despedirse
con un gesto de su mano, se marcha dejándome bastante
descolocada.
¿Acabo de concretar una cita en donde voy a tener sexo por
primera vez? ¡Oh Dios! Esto es… ¿En qué lio me estoy
metiendo?
A cabezota no me gana nadie
Kai
El entrenador se ha pasado. Se supone que hoy, al ser viernes,
solo entrenaríamos un par de horas por la mañana, sin embargo,
nos hizo volver por la tarde y repetirlo todo porque no estaba
satisfecho con nuestro rendimiento.
―Yo ya tengo que irme ―comenta Finn colgándose la bolsa
de deporte en el hombro.
Está muy raro. Parece cabreado y casi no ha hablado en todo
el día. Le pregunté a Conrad si sabía algo, pero no me contestó.
No sé si no lo sabe o no quiere contármelo.
―¿Por qué con tanta prisa? ―inquiero cruzándome en su
camino cuando está a punto de salir.
―He quedado ―farfulla moviéndose hacia un lado para
pasar.
Vuelvo a ponerme delante y le sonrío.
―¿No puedes cancelarlo? ¿Por qué no te vienes a casa y
jugamos unas partidas a la videoconsola?
―Hoy no puedo, tío ―responde sin mirarme.
―Finn, dile la verdad de una vez ―dice Conrad. Finn le
lanza una mirada fulminante y el otro se encoge de hombros―.
Va a enterarse tarde o temprano.
―¿No puedes callarte durante un puto segundo? ―sisea.
―¿Qué está pasando aquí? ―inquiero frunciendo el ceño―.
¿Qué es lo que tienes que decirme?
―Da igual, tío. Nos vemos mañana, ¿vale?
Intenta volver a pasar, y esta vez lo empujo por el hombro y
busco su mirada.
―Dime de una puta vez qué está pasando ―exijo.
Resopla y se rasca la nuca cambiando el peso de una pierna a
la otra.
―Oye, sé que no estás de acuerdo con esto, y al principio me
negué, pero…
―Ha quedado con Izzy esta noche ―suelta Conrad.
―¡¿Qué?! ―Abro los ojos como platos y miro a Finn
buscando una explicación.
―Hermano, si no soy yo encontrará a otro. Va a hacerlo de
todos modos. Te prometo que seré cuidadoso y… ―Antes de
que pueda terminar la frase ya lo he tumbado de un puñetazo.
Conrad corre a sujetarme e intenta mantenerme alejado del
cabronazo que hasta hace solo un par de segundos creí que era
mi amigo.
―¡Me lo prometiste! ―bramo señalándole con el dedo―.
¡Me miraste a los ojos y me prometiste que no te acostarías con
ella!
Finn escupe la sangre que inunda su boca y resopla.
―¡¿A ti qué demonios te pasa?! ¡No es tu novia, joder!
―¡Es mucho más que eso, hijo de puta! ―Intento alcanzarlo.
Conrad me sujeta con más fuerza impidiéndomelo―. ¡No vas a
verla! ¡¿Me escuchas?! ¡Ni se te ocurra acercarte a ella!
―Eso lo tendrá que decidir Izzy. ¡Deja de comportarte como
un imbécil de una maldita vez! Si quiere acostarse conmigo o
con todo el puto estado de Texas, ¡es su jodido problema! No
eres su hermano, ni su padre y mucho menos su novio. ¡Maldita
sea, Flame! La chica tiene derecho a tomar sus propias
decisiones, y si no te gustan, pues te jodes.
―Voy a matarte, mamón ―siseo.
―¡¿Qué demonios está pasando aquí?! ―inquiere el
entrenador entrando en el vestuario.
Conrad me susurra al oído que me tranquilice de inmediato.
Mierda. Va a penalizarme por esto. Y todo por culpa del cabrón
de Finn.
―No pasa nada, entrenador ―responde Conrad tomando el
mando.
El entrenador se acerca a Finn y le sujeta la barbilla para
inspeccionar la herida de su labio.
―Finn, ¿eso te lo ha hecho Flame?
Me mira, y por un segundo pienso que va a delatarme, sin
embargo, lo veo negar con la cabeza.
―No, señor. Me resbalé en la ducha y me di un golpe
―responde.
―¿Estás seguro, muchacho? ―Vuelve a asentir, y aunque sé
que el entrenador no es imbécil, y es probable que no se lo haya
tragado, decide pasarlo por alto.
―Bien, marchaos a casa. Mañana el autobús sale después de
comer. Son dos horas y media de viaje por carretera hasta
Austin y os quiero frescos como rosas en el partido, ¿entendido?
―Todos asentimos y dirige su mirada en mi dirección―. Señor
Flame, asegúrese de que su compañero no vuelva a resbalar en
la ducha. Si sucede de nuevo, tendré que obligarle a sujetarlo
mientras se baña después de cada maldito entrenamiento. ¿He
sido claro?
―Cristalino ―farfullo agachando la mirada.
―Bien. A descansar, señores. Nos vemos mañana. ―Sale del
vestuario y Conrad suelta una maldición.
―Eso ha estado cerca. ¿Os habéis vuelto locos? Pueden
sancionaros o echaros del equipo por esto. ¿Estáis dispuestos a
perder vuestras becas por una chica?
―Izzy es más que solo una chica ―rebato.
―Ya lo sé, Flame. ―Resopla y nos mira a ambos de hito en
hito―. Vamos, chicos, sois buenos amigos. Resolved esto por
las buenas.
―No necesito que me defiendas ―escupe Finn. Vuelve a
colgarse la bolsa de lona en el hombro y se endereza―. Me voy
a casa. Si ves a Izzy, dile que estaré esperándola.
―Hijo de puta ―siseo. Me dan ganas de volver a golpearlo.
Me contengo. Si el entrenador me pilla no me dará una segunda
oportunidad―. Espera lo que quieras. No irá.
―Por mí bien ―responde encogiéndose de hombros. Pasa
por mi lado y sonríe de manera burlona―. Supongo que, en ese
caso, tú mismo tendrás que ocuparte del asunto, ¿no?
Frunzo el ceño confundido y, antes de que pueda preguntarle
a qué demonios se refiere, se marcha del vestuario.

Izzy
Me quito el vestido azul por segunda vez y decido probarme
unos vaqueros ajustados. Me pongo una camiseta larga que deja
uno de mis hombros al descubierto y me coloco la cazadora de
cuero por encima.
―No está mal ―murmuro mirándome al espejo. Dejo mi
pelo suelto y no me maquillo. Me gusta ir al natural―. Tal vez
el vestido sea mejor opción ―sopeso en voz baja―. Es de fácil
acceso y… ―Me callo de golpe al darme cuenta de lo que estoy
diciendo―. Madre mía, Izzy, ¿qué demonios estás haciendo?
―Tomo asiento en el borde de la cama y cubro mi rostro con las
manos. Esto es una locura. ¿De verdad lo voy a hacer? Inspiro
hondo por la nariz y suelto el aire por la boca poniéndome en
pie―. Sí, lo vas a hacer. Eres una mujer adulta que toma sus
propias decisiones. Solo vas a acostarte con él, no a casarte,
estúpida.
Escucho como la puerta principal se cierra con un estruendo y
me sobresalto. Mierda. Creí que me daría tiempo de irme antes
de que Kai llegara. En fin… Tarde o temprano tenía que
enterarse, y si esto es un problema para él supongo que no me
quedará otra que volver a ponerle las cosas claras. Me jode
porque no me gusta que discutamos.
―¡¿Izzy?! ¡Izzy!
―¡Estoy aquí! ―grito terminando de abrochar mis Converse
azules. Kai entra en mi habitación sin llamar a la puerta y me
mira frunciendo el ceño―. ¿Qué pasa?
―Ya puedes cambiarte de ropa otra vez. Tu cita con el hijo de
puta de Finn se ha cancelado ―sisea mirándome con rabia.
Me quedo estupefacta durante unos segundos antes de poder
reaccionar.
―¿Qué has dicho? ―susurro.
―Me has escuchado, Listilla. ¿De verdad creíste que podrías
ocultármelo? No me esperaba esto de ti. ¿Desde cuándo tienes
secretos conmigo?
―Supongo que desde que has pasado de ser mi mejor amigo
a mi carcelero ―respondo cruzándome de brazos―. En serio,
Kai. Tienes que hacer algo con ese complejo paternalista que te
ha entrado últimamente. Ya me estoy cansando de tus
gilipolleces.
Paso a su lado y salgo de la habitación con la rabia bullendo
en mi interior. ¡¿Quién demonios se cree que es?!
―¿Dónde vas? ¿No me has entendido? Tu cita se ha
cancelado.
―¡Yo decido si se cancela o no! ―grito furiosa buscando las
llaves que dejé sobre el mueble de la entrada. Me doy por
vencida y decido irme sin ellas. Tiro de la manilla, pero la
puerta no se abre. Vuelvo a intentarlo con todas mis fuerzas y
nada. Está cerrada―. ¿Has cerrado con llave? ―pregunto
girándome sobre mí misma para mirarlo. Se encoge de hombros
y sacudo la cabeza de un lado a otro de manera incrédula―.
¿Ahora vas a secuestrarme?
―Si esa es la única forma de que entres en razón, sí. ¡No
puedes acostarte con Finn, joder!
―¡No me digas qué es lo que puedo o no hacer, imbécil!
¡¿Quién mierda te crees que eres?!
―¡Soy tu amigo! Intento…
―¡¿Protegerme?! ―le interrumpo―. Esa canción ya ha
pasado de moda, Kai. No vas a encerrarme en casa como a una
jodida cría de cinco años. ¡Dame las llaves!
Estiro el brazo con la palma de la mano hacia arriba y niega
con la cabeza.
―Lo siento, Izzy. No puedo. Vas a cometer el mayor error de
tu vida. Te aseguro que, cuando entres en razón y vuelvas a ser
la chica prudente y juiciosa que conozco, me lo agradecerás.
―¡¿Es que aún no lo entiendes?! ¡No quiero ser esa chica!
¡Llevo siendo así toda mi maldita vida! ¡¿Qué he conseguido
con eso?!
―Me tienes a mí.
―¿A ti? ―Asiente―. ¿Y a quién tienes tú? ―Va a contestar,
pero se lo impido―. Yo te lo diré, tienes a tus compañeros de
equipo, amigos del instituto, una chica distinta cada maldito fin
de semana y un montón de gente que besa el jodido suelo por
donde pisas. ¡Eso es lo que tienes tú!
―¡¿Desde cuándo te importan esas cosas?! ―Respira hondo,
y lo conozco lo suficiente para saber que intenta
tranquilizarse―. Izzy, eres una chica increíble. Entiendo que
quieras salir y divertirte. Hazlo, sal por ahí y disfruta de los años
de universidad.
―No puedo porque has cerrado la maldita puerta con llave
―siseo.
―Lo que pretendes hacer no es divertirte. ¿Sabes cómo se
comporta Finn con las mujeres? ¡¿De verdad pretendes que tu
primera vez sea con un tío que ni siquiera se acuerda del nombre
de la tía con la que está follando?!
―Ni que tú fueses distinto ―replico.
―Eso no viene al caso. Yo soy un capullo, sí, eso es cierto.
Pero piénsalo bien, eres tú la que está dispuesta a tirarse a
cualquiera para llamar la atención de un tío que no te da ni la
hora.
―¿Ahora insinúas que soy una cualquiera?
―¡¿Qué?! ¡No, joder! Yo no he… ―Bufa frotándose el
rostro con las manos―. Mira, da igual. Si no quieres entenderlo,
no lo hagas. Ódiame si es eso lo que deseas. La puerta seguirá
cerrada.
Sonrío de manera cínica y me cruzo de brazos.
―¿Crees que una puerta cerrada va a impedir que haga lo que
me dé la gana, Kai? ―Chasqueo la lengua y niego con la
cabeza―. Me conoces lo suficiente para saber que a cabezota
no me gana nadie.
―Yo sí ―responde imitando mi postura.
―Muy bien. ―Me quito la chaqueta y la cuelgo en el
perchero sin dejar de sonreír―. ¿Quieres jugar? Juguemos
entonces.
Paso a su lado y me dirijo a la cocina bajo su atenta mirada.
Cojo la botella de tequila que Felicity trajo el otro día, un vaso y
me instalo en el salón.
―¿Qué vas a hacer con eso? ―inquiere frunciendo el ceño.
―Lo que me dé la real gana ―contesto sirviéndome una
copa llena hasta arriba.
―¿Piensas emborracharte? ―pregunta sonriendo de manera
burlona.
―¿Algún problema? ¿También me lo vas a prohibir?
Alza las manos y niega con la cabeza.
―Por mí como si te la tomas entera. Solo recuerda que vas a
limpiar tú lo que vomites.
Le saco el dedo medio y me bebo un trago largo. El licor me
quema a su paso por la garganta, hago una mueca de asco y
escucho sus carcajadas. Enseguida lo tengo a mi lado, se sienta
en el sofá y, tras rellenar mi vaso, bebe directamente desde la
botella.
―Eso es mío ―farfullo. Intento quitársela y la aparta de mi
alcance.
―Vamos a tener que compartirla, Listilla. Si tú te
emborrachas, yo, como buen amigo, debo hacerlo también.
Bebo de nuevo y vacío el contenido del vaso de un tirón.
«Madre mía. Esto es asqueroso». No sé qué quiero demostrar
con lo que estoy haciendo. El caso es que solo me he bebido un
puñetero vaso y ya me siento mareada.
―Hace mucho que dejaste de ser un buen amigo ―murmuro,
extendiendo la mano para que me devuelva la botella.
Kai me mira a los ojos muy serio y puedo ver el daño que mis
palabras le causan en su mirada.
―No hablas en serio ―susurra. Me encojo de hombros y
asiente. Llena mi vaso hasta arriba de nuevo y vuelve a beber de
la botella. En esta ocasión durante más tiempo.
Pasamos un buen rato bebiendo en silencio. Sé que me he
pasado con mi último comentario. Estoy tan cabreada… ¿Por
qué me hace esto? Solo quiero ser una chica normal de
diecinueve años. ¿Es tanto pedir? Respiro hondo sintiendo como
todo el alcohol que acabo de tomar recorre cada parte de mi
cuerpo. Creí que no me gustaría, pero, en realidad, esto es…
agradable. Mis comisuras se elevan de forma involuntaria, y Kai
me sonríe negando con la cabeza.
―¿Qué? ―Intento ponerme seria y no soy capaz.
―Ya estás borracha, ¿verdad? ―Me encojo de hombros y,
tras darle un nuevo trago a la botella, suelta un sonoro eructo.
Nos miramos abriendo mucho los ojos y de pronto
empezamos a reír a carcajadas.
―Lo siento ―balbucea entre risas. Se le traba la lengua y sus
ojos están brillantes y empañados.
―¿Tú también estás borracho?
Me mira y vuelve a reír.
―Como una puta cuba. ―Hace una mueca y se lleva la mano
a la frente―. Mierda, el entrenador va a matarme. Tenemos
partido mañana.
―Te jodes ―murmuro sonriendo de oreja a oreja.
Kai resopla y me mira antes de respirar hondo.
―Lo siento, Listilla.
―Ah, no. No me vengas ahora con esas. No puedes cagarla y
pedir perdón a los cinco minutos, Kai. ¿Qué demonios te está
pasando?
―No lo sé ―contesta en un susurro―. Es solo… ―Resopla
y sacude la cabeza de un lado a otro―. No puedo dejar que lo
hagas. De verdad que no.
―Pues va a pasar. Puede que no sea hoy o mañana, tal vez
con Finn o con otro cualquiera, el caso es que sucederá porque
yo quiero que sea así. ―Suspiro y lo miro a los ojos―. Es mi
decisión, Kai.
Cierra los ojos con fuerza y respira hondo por la nariz.
―¿Tan importante es para ti no ser virgen? ―Abre los ojos
justo a tiempo para verme asentir―. Muy bien. Esperaba no
tener que llegar a esto.
―¿De qué hablas? ―inquiero confusa.
―Si lo que quieres es acostarte con alguien para no ser
virgen, yo lo haré.
―¿Qué? ―Suelto una carcajada. No estoy segura de haber
escuchado bien. Tal vez el alcohol me esté nublando los
sentidos―. ¿Acabas de…? No puede ser. ―Sigo riendo, y
cuando miro a Kai compruebo que está serio, observándome sin
decir ni una sola palabra.
―Es solo un polvo, ¿no? ―Se encoge de hombros y vuelve a
respirar profundo―. ¿Qué importa quién sea? El caso es, como
tú dijiste…, sacártelo de encima de una vez.
―¿Te has vuelto loco? Tú eres… Y yo soy… ―titubeo
negando con la cabeza.
―Soy tu mejor amigo, alguien que te quiere y que se
preocupa por ti. ¿Quién mejor que yo para ayudarte con… eso?
―¿Estás hablando en serio? ―Asiente. Inspiro hondo por la
nariz, y cuando vuelvo a mirarlo me doy cuenta de que se está
acercando a mí muy despacio. Me mira directo a los ojos, y
centímetro a centímetro sigue avanzando hasta que noto el
contacto de sus labios en los míos. Los abro para soltar el aire
que estaba conteniendo y siento como su lengua acaricia mi
labio inferior―. Kai, esto no… ―No consigo acabar la frase
antes de que su boca abarque por completo la mía.
Tendría que ser un sacrificio
Kai
Las últimas palabras que me dijo Finn en el vestuario resuenan
en mi cabeza como una jodida campana: «Supongo que, en ese
caso, tú mismo tendrás que ocuparte del asunto, ¿no?». Eso es
justo lo que hago, ocuparme del asunto. No he planeado esto, ni
siquiera lo había pensado. Solo me di cuenta de que tenía que
hacerlo en el mismo segundo en el que comprendí que no puedo
evitar que Izzy se acueste con quien le dé la gana.
Izzy se aparta unos centímetros y me mira a los ojos. La
conozco y sé que está confusa, y nerviosa también.
―Esto no está bien ―susurra.
Asiento. Lo sé. Lo más probable es que acabe
arrepintiéndome. «¡Dios santo, Kai! ¡Es Izzy, tu mejor amiga!
¡¿Qué mierda estás haciendo?!».
―Tienes razón, esto es una locura, yo… ―Estoy a punto de
apartarme cuando ella se abalanza sobre mí. Su boca se estrella
contra la mía y saboreo su lengua. No sé si es el alcohol, el olor
dulce de su perfume o que me he vuelto loco, pero mi polla se
tensa y se endurece al instante. No recuerdo haber estado jamás
tan excitado―. Izzy ―murmuro antes de profundizar aún más
el beso.
La empujo con suavidad hasta que queda tumbada de
espaldas en el sofá y me coloco sobre ella. Deslizo mis manos
por sus costados y todo su cuerpo se estremece. Ella también
está excitada, y eso es justo lo que necesito para que esto
funcione. Aparto de mi cabeza todos los pensamientos
negativos, todos mis miedos y prejuicios. Es mi mejor amiga y
me la voy a tirar. ¡Mierda, iré al infierno, eso seguro! Abarco
sus pechos con ambas manos deslizando mi boca por su barbilla
hasta llegar al cuello. Beso, lamo y mordisqueo cada porción de
piel que queda al descubierto. Sigo descendiendo por su
hombro, y entonces la escucho gemir en alto. Un nuevo tirón en
mi entrepierna me obliga a ralentizar el ritmo. ¡Santo Cristo! Si
sigo así no creo que aguante ni cinco segundos. Esto es
demasiado bueno. Sus caderas empiezan a mecerse, se aferra
con las manos a mi cintura e intenta buscar algo de fricción en
su centro. Sonrío de medio lado alzando la cabeza para mirarla a
la cara. Su pecho sube y baja con violencia. Bajo de nuevo la
cabeza y muerdo uno de sus pechos por encima de la ropa.
―¡Dios, Kai! ―exclama clavando sus uñas en mis costados.
Sonrío de nuevo. Seguro que me he vuelto loco porque lo
estoy disfrutando como nunca. Su olor dulce me envuelve. Le
doy un nuevo beso en la boca, esta vez, al apartarme, ella
arrastra los dientes por mi labio inferior y solo con eso consigue
llevarme al borde de la locura. Si no la conociera pensaría que
está mintiendo en lo de ser virgen. He estado con muchas
mujeres que supuestamente eran experimentadas, y ni por
asomo me han puesto tan cachondo como lo está haciendo ahora
mi mejor amiga. Sus caderas siguen moviéndose, alza la pelvis
y aprovecho para encajar mi rodilla en su centro. Ella se
restriega y vuelve a gemir.
―¿Es esto lo que quieres? ―susurro antes de morder
despacio su cuello. Su cabeza se mueve afirmando y decido ir
más allá. Deslizo mi mano por su vientre hasta llegar a la
cinturilla de su pantalón, lo desabrocho y mis dedos no tardan
en sumergirse en un lugar cálido y húmedo―. ¡Santa mierda!
―siseo. Alzo la cabeza de golpe y la miro a los ojos intentando
contenerme para no arrancarle la ropa a bocados y follármela de
todas las formas posibles―. Estás empapada. ―La miro de
nuevo y veo como su lengua se mueve despacio, humedeciendo
esos labios que están hinchados y enrojecidos por mis besos.
Muevo los dedos en círculos y no tardo en localizar ese punto
exacto que provoca que su espalda se arquee y exhale un jadeo
cerrando los ojos con fuerza. Me quedo paralizado, mirándola.
Nunca en mi vida he visto algo tan bello.
―Kai ―murmura abriendo los ojos. Trago saliva con
dificultad y saco mi mano del interior de sus pantalones. Su
expresión cambia en una milésima de segundo y frunce el
ceño―. ¿Qué pasa? Creí que…
―Quiero que estés segura de esto ―farfullo con un nudo en
la garganta. No sé qué demonios me pasa―. Si no quieres que
siga, me detendré. Es tu decisión, Izzy.
Resopla y chasquea la lengua poniendo los ojos en blanco.
―Ahora resulta que me dejas decidir, ¿no?
―En esto sí. No quiero que pienses que te estoy presionando
o…
―Se supone que me estás haciendo un favor. ¿Por qué iba a
sentirme presionada?
―¿Eso significa que quieres continuar?
―¿Y tú? ―inquiere mordiéndose el labio inferior.
¡Mierda, quiero ser yo quien lo muerda! Aprieto la mandíbula
para intentar contenerme y respiro hondo por la nariz.
―Aquí no importa lo que yo quiera. Esto es para ti, Izzy.
¿Sigo o paro? ―Inspira hondo y rodea mi cuello con sus brazos
pegando su boca a la mía. Saco mi lengua al encuentro de la
suya y mis manos regresan a sus pechos―. Me tomaré eso
como una respuesta ―susurro tras apartarme de golpe.
Me levanto de un salto. Izzy frunce el ceño de nuevo y se
sienta en el sofá.
―Creí que…
―Vamos a necesitar un condón y los tengo en mi habitación.
―Oh, ya. Eh… Ni siquiera lo pensé.
―La seguridad es lo primero. Además, creo que estaremos
más cómodos en una cama.
Repito en mi cabeza las palabras que acabo de pronunciar y
no me lo creo. Estoy hablando con Izzy de follar en una cama o
en el sofá. ¡Es de locos! Extiendo la mano y no tarda en cogerla.
Tiro de ella y la guío hacia el interior del apartamento. En
cuanto llegamos a mi cuarto, me quito la camiseta por la cabeza
y bajo mis pantalones deportivos de un tirón bajo su atenta
mirada. Sus ojos se abren hasta el nacimiento del pelo al fijarse
en mi endurecida entrepierna.
―Estás… ―Señala mi miembro y noto como sus mejillas se
enrojecen.
―Cachondo. Sí, lo estoy.
―Quieres que yo… ―Vuelve a señalar, mordiéndose el labio
inferior, y me obligo a mí mismo a mantener la calma al
imaginar su mano tocándome, mejor aún, su boca en…
«¡Dios, para ya! Tú no importas, Kai. Esto es para ella, así
que controla tu maldita mente de pervertido».
―No, eso no será necesario ―contesto con voz ronca.
―Oye, soy nueva en esto, pero conozco la teoría, ¿vale? Sé
que sin la debida… eh… estimulación, los tíos no podéis…
―Créeme, no lo necesito. ―Tiro de su mano para acercarla a
la cama. Pego mi cuerpo al suyo y empiezo a besar su cuello.
―A mí no me importa hacerlo. ―Bufo con fuerza y la miro a
los ojos.
―Izzy, no quiero que me toques. Ahora mismo estoy tan
cachondo que si llegas a rozarme me correré en los putos
calzoncillos como un quinceañero ―confieso.
―Oh ―susurra sorprendida.
―Sí, oh. ―Vuelvo a besar su cuello mientras introduzco las
manos en el interior de su camiseta para acariciar la piel de su
cintura―. Lo que dije antes sigue en pie. Si te arrepientes y
quieres pare, solo dilo y lo haré, ¿entendido?
Recibo un cabeceo por su parte y la empujo despacio para
que caiga sobre la cama. Me uno a ella y tiro de su camiseta
hacia arriba, después desabrocho el sujetador y me quedo
embobado mirando sus pechos. Son… perfectos, ni muy
grandes ni muy pequeños, con los pezones rosados y en punta.
Sin poder evitarlo, lamo uno de ellos y su espalda vuelve a
arquearse.
―Dios, Kai, eso es… ―gime de nuevo cuando succiono con
fuerza, y me doy cuenta de que si no hago algo pronto es muy
probable que acabe haciendo justo lo que acabo de decirle:
correrme en los calzoncillos.
Voy bajando por su cuerpo, lamiendo y besando su vientre y
después su cintura. Me arrodillo y le quito las Converse,
después tiro de los vaqueros y los deslizo por sus piernas junto
con la ropa interior. La miro desnuda sobre la cama, con una
perspectiva perfecta de su palpitante y húmedo sexo. Antes de
que pueda darle la orden a mi cerebro, mi cuerpo se mueve por
su cuenta y solo soy consciente de lo que estoy haciendo cuando
noto su sabor en mi lengua. Coloco sus piernas sobre mis
hombros y me dedico a lamerla. Izzy gime en alto aferrándose a
las sábanas con las manos cerradas en forma de puño. Su
espalda se arquea una vez más cuando introduzco un dedo en su
interior. Está tan mojada que entra con extrema facilidad,
aunque siento cómo me aprieta. Es muy estrecha, y yo no la
tengo pequeña precisamente. Si quiero que esto no sea
demasiado doloroso voy a tener que lograr que esté aún más
lubricada.
Bloqueo mis sentidos e intento moverme lo menos posible a
excepción de mi boca y mi dedo, que entra y sale de su cavidad.
Mi miembro está tan duro e hinchado que resulta incluso
doloroso. Sigo devorando su sexo, sus gemidos van subiendo de
tono y entonces lo noto, su interior se estrecha aún más
aprisionando mis dedos y su centro palpita contra mi lengua
mientras llega al orgasmo. En cuanto las sacudidas de su cuerpo
cesan, me incorporo y me coloco sobre su cuerpo, estiro la
mano y cojo un preservativo de mi mesita de noche.
―¿Sigues queriendo esto? ―pregunto. Sus ojos se abren de
golpe y asiente aún con la respiración acelerada―. Bien.
―Rasgo el envoltorio plateado con los dientes y, tras quitarme
el bóxer, lo deslizo por mi miembro apretando la mandíbula con
fuerza. Coloco la punta en la entrada de su cuerpo y la miro a
los ojos―. No quiero hacerte daño. Si te duele, me lo dices y
paramos, ¿entendido? ―Asiente de nuevo y, tras respirar hondo,
empiezo a adentrarme poco a poco en su interior.
Sus ojos se cierran y aprieta los labios con fuerza. Sé que le
está doliendo, pero no dice nada. Cuando llego a la barrera de su
virginidad, me detengo e inspiro hondo por la nariz. Izzy abre
los ojos y cabecea de manera afirmativa.
―Hazlo de una vez ―susurra.
Me sujeto a su cintura y la beso mientras entro del todo en su
interior con un golpe de caderas. Sus uñas se clavan en mi
espalda y gime en mi boca. Contengo todos mis impulsos que
gritan que me mueva y la folle como un jodido animal salvaje.
No puedo. Tiene que acostumbrarse antes de que pueda
continuar.
―¿Estás bien? ―inquiero con un hilo de voz. Sus ojos se
abren de golpe y suelta una gran bocanada de aire que impacta
en mi rostro. Respira profundo y asiente una vez más―. Ya está
hecho, Listilla. Ahora tú decides si quieres que siga o lo
dejamos por aquí.
Sus manos recorriendo toda la extensión de mi espalda no me
ayudan en absoluto a mantener cierto autocontrol. Estoy
demasiado excitado, aunque si ella me dice que quiere parar lo
haré de inmediato.
―Muévete ―pide rodeando mi cintura con sus piernas.
Suelto todo el aire que ni sabía que estaba conteniendo y
empiezo a moverme con lentitud, saliendo y volviendo a entrar
de forma pausada. Aprieto los dientes al ver como cierra los
ojos y gime mi nombre en voz baja. Un sentimiento extraño se
instala en mi pecho. No soy capaz de reconocerlo. Es
contradictorio. Creo que en parte me siento culpable por estar
disfrutando de esto. Tendría que ser un sacrificio para mí, sin
embargo, solo deseo prolongarlo al máximo. Izzy busca mi boca
con la suya y soy incapaz de negársela, hundo mi lengua en su
boca y recorro cada recoveco de la misma acelerando la
cadencia de mis embestidas.
―Izzy, yo… ¡Joder! ―Cierro los ojos y aprieto las sábanas
entre mis dedos cuando un pinchazo de placer recorre mi
columna vertebral. Estoy tan cerca que casi puedo saborear el
orgasmo―. Esto va a ser muy rápido. No puedo…
Vuelve a besarme y nuestras lenguas se entrelazan en un baile
sensual. Izzy clava sus uñas en mis glúteos, obligándome a
moverme más rápido y llegar más profundo. De pronto, como
un jodido disparador, algo estalla en mi cerebro y solo soy
consciente del maldito placer que me produce sentir su sexo
caliente alrededor de mi polla. Me incorporo quedando de
rodillas entre sus piernas, sujeto sus caderas y me hundo en su
interior con fuerza una y otra vez, gimiendo y jadeando en busca
de aire.
―¡Dios, Kai!
Su grito viene seguido de un estremecimiento, y desencadena
el mayor y más placentero orgasmo que he sentido nunca. Aún
sigo corriéndome cuando noto como su interior se estrecha
todavía más y ella también llega a la cúspide del placer.

∞∞∞
Nada más abrir los ojos, me siento desorientado. Intento
incorporarme, pero no puedo, alguien se aferra a mi cuerpo con
piernas y brazos. Frunzo el ceño aguantando el terrible dolor de
cabeza que aparece de pronto, y solo entonces empiezo a
recordar lo que pasó anoche. Izzy, tequila, sexo… ¡Mierda!
Farfullo una maldición en voz baja y noto como su
respiración cambia. «No te despiertes. No te despiertes, por
favor». Me quedo inmóvil hasta que la escucho suspirar y
vuelve a quedarse dormida. Respiro aliviado, y entonces me doy
cuenta de que su cuerpo desnudo está en contacto con el mío.
En solo una milésima de segundo mi miembro se endurece de
golpe. «No, no, no. Ya has metido demasiado la pata, Kai».
Tardo más de diez minutos en conseguir salir de la cama. A cada
movimiento que hago, me da la impresión de que voy a terminar
de despertarla y no creo que ahora mismo sea capaz de
enfrentarme a ella. Estoy demasiado confuso y… Raro. Sí, raro.
Anoche me acosté con mi mejor amiga, y lo peor es que lo
disfruté como nunca antes he disfrutado del sexo.
La culpa y la ansiedad se apoderan de mí al ver el
preservativo manchado de semen y sangre en el suelo, junto a la
cama. «¿Qué demonios he hecho?». Bufo y empiezo a moverme
por la habitación con cuidado de no hacer ruido. Cojo mi ropa y
la bolsa de deporte con mi equipamiento y me marcho. No tardo
ni cinco minutos en ducharme y vestirme, poco después salgo a
la calle a toda prisa. Me dirijo al campus y paso las siguientes
horas dando vueltas como un idiota sin saber qué hacer o a
dónde ir. Sin darme cuenta termino parado frente al edificio de
la residencia de Finn y Conrad. Subo las escaleras a la carrera y
respiro hondo antes de tocar a la puerta. Finn la abre y hace una
mueca al verme.
―Si vienes a darme otro puñetazo, debes saber que no me
acosté con Izzy. Anoche no apareció.
―Lo sé ―farfullo hundiendo los dedos en mi pelo―. Yo no
puedo decir lo mismo.
Finn pone cara de no entender de lo que hablo, hasta que de
pronto abre muchos los ojos y sonríe de oreja a oreja.
―Oh, hermano, ¿lo has hecho? ―Asiento con la mandíbula
apretada y él suelta una carcajada.
―¿Qué pasa? ―Conrad aparece y me mira frunciendo el
ceño por encima del hombro de su compañero de cuarto.
―Nada, solo que aquí nuestro colega siguió mi consejo y se
ha follado a Izzy.
―¡¿Que has hecho qué?! ―exclama sorprendido.
Vuelvo a resoplar, y Finn abre la puerta del todo y me indica
con la cabeza que entre.
―Vamos, pasa. Te perdono por el golpe a cambio de que me
cuentes todos los detalles.
Esto es muy malo
Kai
―A ver, que no me queda claro, ¿fue un polvo rápido o con
preliminares, los mimos de después y toda esa mierda?
―inquiere Finn en tono burlón.
Le lanzo una mirada nada amigable y se encoge de hombros
sin dejar de reír.
―Tío, no sé qué es peor, que te hayas emborrachado justo la
noche antes del partido o… ¿De verdad te acostaste con Izzy?
―pregunta Conrad por tercera vez desde que llegué.
Ya les he contado lo que pasó anoche. Sin entrar en detalles,
claro, solo lo de la discusión, que la encerré en casa, nos
emborrachamos y entonces tuve la jodida idea de acostarme con
ella.
―¿No lo has escuchado? ―vuelve a burlarse Finn―. Ha
dicho que se la ha metido hasta por las orejas.
―No te pases ―siseo. Bufo y me llevo las manos a la
cabeza―. No sé qué demonios pasó. Los dos nos
emborrachamos y… ―Resoplo de nuevo negando con la
cabeza―. Solo quería que dejara de intentar acostarse con este
mamón para dejar de ser virgen. Fue una mala idea.
―¿Por qué? ―pregunta Conrad―. Ya sé que Izzy y tú sois
los mejores amigos, pero creo que fue algo consensuado, ¿no?
―Asiento de inmediato―. Los dos estuvisteis de acuerdo y fue
solo una especie de arreglo, como un favor por tu parte. Si
anoche tomaste esa decisión, no entiendo por qué ahora te
sientes tan mal por ello.
―Porque el cabrón disfrutó como una perra en celo
―contesta Finn partiéndose de risa.
―¡Estoy a punto de romperte la cara de nuevo! ―exclamo.
―¿Por qué? Sabes que tengo razón. No estás jodido porque
te hayas acostado con Izzy, lo que te retuerce las tripas es
haberlo disfrutado tanto, ¿verdad? ―Bufo con fuerza y mis
amigos se me quedan mirando con fijeza―. Vamos, tío,
admítelo de una vez.
―¡Vale, sí, joder! ¡Me gustó demasiado! Se supone que le
estaba haciendo un favor, debería haber supuesto un esfuerzo
por mi parte, una especie de sacrificio, sin embargo, me puse
más cachondo que nunca en mi vida. Casi me corro encima y ni
siquiera me tocó.
Ambos se miran y Finn sigue sonriendo de manera burlona.
Conrad carraspea y respira hondo antes de hablarme.
―Hermano, no te fustigues por eso. Eres un tío, y por muy
amiga tuya que sea, Izzy es una chica preciosa. Es normal que te
haya puesto cachondo.
Bufo negando con la cabeza y me tapo la cara con las manos.
Ellos no lo entienden. No tendría que haber sucedido así. No es
normal en absoluto.
―¿Ella qué ha dicho esta mañana? ―pregunta Finn. Hago
una mueca con los labios y frunce el ceño―. Tío, hablaste con
ella, ¿verdad?
Suelto un gemido y niego con la cabeza.
―Me fui antes de que se despertara. No sabía cómo
enfrentarla. ¿Qué podía decirle?
―Por primera vez estoy de acuerdo con este zoquete
―señala Conrad―. Debiste hablar con ella al menos. Si tú estás
confuso, imagina cómo se sentirá ella, fue su primera vez,
hermano.
Respiro hondo dándome un guantazo mental por haber sido
tan estúpido. Conrad tiene razón. He sido un puto cobarde de
mierda.
―Tengo que ir a casa ―digo levantándome de golpe.
―Imposible. En media hora sale el autobús ―me recuerda
Finn―. Ya tendríamos que estar yendo hacia el gimnasio.
―Mierda ―mascullo.
Conrad se acerca y palmea mi hombro de manera cariñosa.
―Tranquilo. Hablarás con ella esta noche cuando llegues a
casa. Ya verás como todo se resuelve. Puede que te estés
haciendo una paja mental por tonterías.
―Me he acostado con mi mejor amiga, no son tonterías
―afirmo.
―Ya, bueno. Quién sabe, puede que incluso surja algo más
entre vosotros.
Le miro entre sorprendido y escandalizado. Casi me echo a
reír en su cara.
―¿Te has fumado algo? Es Izzy. No la veo y jamás la veré de
ese modo. Para mí es como una hermana.
―Pues qué modernos sois en tu familia ―se burla Finn.
―Ya vale, chicos. ―Una vez más, Conrad actúa de mediador
al notar como me tenso por el comentario del capullo de nuestro
amigo.
Aunque en el fondo ya no estoy cabreado con él. Al fin y al
cabo, he hecho justo lo mismo que le prohibí que hiciera. Soy
un puto imbécil.
―Vámonos ya o llegaremos tarde y el entrenador nos cortará
las pelotas ―digo tras soltar una gran bocanada de aire―. Por
cierto, ¿qué tal tu cita de anoche, Conrad?
Mi amigo sonríe de oreja a oreja y enseguida noto como la
expresión de Finn cambia por completo. Está claro que, aunque
no lo admita, la pelirroja le gusta, y eso es un problema porque a
Conrad también.
―Fue genial ―contesta entusiasmado―. Fuimos a cenar y
después al cine.
―Al menos tú follaste, hermano ―comenta Finn. Intenta
hacerse el gracioso, como siempre, sin embargo, no acaba de
sonar natural―. Aquí el negrito no pasó de la primera base.
―A algunos nos gusta conocer a la chica antes de meter la
polla en ella ―rebate Conrad.
Finn está a punto de contestarle, de modo que esta vez me
toca a mí hacer de mediador.
―Ya vale, muchachos. Mejor vámonos de una vez. Tenemos
un partido que ganar.

Izzy
Llevo todo el día encerrada en el apartamento. Al despertar y
darme cuenta de que Kai no estaba en la cama, empecé a
autoflagelarme por lo que ocurrió anoche. Si no me hubiese
despertado desnuda en su cama aún pensaría que ha sido solo un
sueño raro. Sin embargo, estoy segura de que no lo fue por dos
razones: la primera es el preservativo usado que yo misma
recogí del suelo nada más levantarme, y la segunda que aún me
siento dolorida y tengo varias marcas de succión en los pechos.
Cierro el libro del que llevo todo el jodido día intentando
estudiar y resoplo. Lo de anoche fue extraño y… bueno. No
bueno en el sentido de que estuvo bien, que también. Me refiero
a bueno de agradable y placentero. Siempre imaginé que mi
primera vez sería muy dolora e incómoda, y en cierto momento
lo fue. Sin embargo, Kai se encargó de que solo durara un
instante, fue paciente, cariñoso y apasionado también. Si cierro
los ojos aún puedo sentir su boca en mi cuello, su lengua
recorriendo mi clavícula y la forma en la que mordió mis
pezones antes de… Suspiro apretando los muslos al notar un
cosquilleo en mi bajo vientre. «¡Dios, Izzy, tienes que parar con
esto! ¡Es Kai!».
Escucho el timbre y me levanto de un salto a abrir la puerta.
Sé que no es él. Hoy el equipo juega fuera de casa y no volverán
hasta bien entrada la madrugada.
―¡Hola, chica! ―saluda muy alegre Felicity entrando en el
apartamento. Cierro y la sigo hasta el sofá. Toma asiento y me
acomodo en el mismo lugar donde estaba antes―. ¿Qué tal?
Imaginé que estarías sola y aburrida, así que decidí pasarme.
―Estaba estudiando para la asignatura de tu padre. Me tiene
frita ―me quejo.
―Ya, es bastante exigente. ¿Cómo lo llevas?
―No muy bien. Me cuesta concentrarme. ¿Tú qué tal?
¿Cómo te fue anoche con Conrad?
―Eh… Bien, supongo. Fuimos a cenar, al cine y después me
llevó a mi residencia y se comportó como todo un caballero
dándome un beso en los labios antes de irse. ―Arqueo una ceja
y ella hace una mueca―. Vale, tal vez tenía otras expectativas.
Ya sabes, sexo desenfrenado y todo eso. Y ya que surge el tema.
Tú y Finn, ¿cómo fue?
Aparto la mirada y busco en mi mente una buena excusa que
contarle, aunque sé que no voy a ser capaz de mentir. Mierda, a
veces odio ser como soy.
―Anoche no me acosté con Finn. ―Respiro hondo y
empiezo a hablar sin parar―. Kai llego a casa cabreado, se
enteró de lo que pretendía hacer con Finn y discutimos. El muy
capullo me encerró en casa con llave. Yo me puse en plan
tocapelotas y me bebí media botella de tequila, él también
empezó a beber, y cuando quise darme cuenta estábamos
follando. ―Felicity abre mucho los ojos y yo resoplo antes de
seguir con mi vómito de palabras―. Esta mañana al despertar
ya no estaba, y llevo todo el jodido día dándole vueltas a la
cabeza. Por un lado, me arrepiento porque temo que nuestra
amistad se resienta después de esto, sin embargo, una parte de
mí se alegra de que haya ocurrido. ―Me detengo un segundo
para coger aire y la miro―. Fue increíble. Jamás imaginé que el
sexo podría ser algo tan placentero. A ver, yo me he
proporcionado a mí misma unos cuantos orgasmos, pero lo de
anoche fue mil veces mejor, y me siento culpable por pensar así
porque Kai es mi mejor amigo y…
―Vale, Izzy, para un segundo, chica ―me corta mi amiga―.
Madre mía, te va a dar algo.
Tomo una gran bocanada de aire y cubro mi rostro con las
manos.
―Esto es una mierda ―susurro.
―Eh, no, tranquila. ―Aparta mis manos y me mira directo a
los ojos―. Todo va a estar bien. No es necesario ser demasiado
listo para darse cuenta de que entre Kai y tú hay un vínculo muy
fuerte, llámalo amistad o como quieras, pero la química entre
vosotros es brutal.
―Esto es muy malo. ―Suelto un gemido lastimero y mi
amiga sujeta mi mano para reconfortarme.
―Tampoco es para tanto. Lo importante es que lograste tu
objetivo. Ya no eres virgen. Eso es lo que querías, ¿no?
―Sí, pero no a expensas de perder a mi mejor amigo
―musito.
―Eso no va a suceder. Kai te adora, y pase lo que pase
podréis superarlo juntos. ¿Te ha llamado? ―Niego con la
cabeza―. ¿No has sabido nada de él en todo el día? ¿Has
probado a llamarlo tú?
―No creo que sea buena idea. Si quisiera hablar conmigo lo
habría hecho esta mañana. ―Felicity sonríe y niega con la
cabeza―. ¿Qué?
―Nada, es solo que por muy amigos que seáis, está claro que
el sexo es sexo igual. Vuestra forma de actuar es la de dos
desconocidos que acaban de acostarse por primera vez, ninguno
sabe qué hacer o decir para no cagarla.
―Espero que no estés insinuando que Kai y yo…
―¿Por qué no? ―me corta―. Tú misma has dicho que el
sexo fue increíble.
―Sí, y también que temo perder a mi mejor amigo. ―Bufo y
me froto el rostro con las manos―. No lo veo de esa forma,
¿vale? Es como mi hermano.
―Pues yo quiero tener un hermano que me dé esos meneos,
chica ―suelta entre carcajadas.
Pongo los ojos en blanco y sacudo la cabeza dándola por
imposible. Ella no lo entiende. Entre Kai y yo jamás podría
haber más que una buena amistad. Es imposible.

Kai
Salgo de mi habitación intentando no hacer ruido. Por suerte,
anoche llegué de madrugada e Izzy ya estaba durmiendo. Ahora
espero poder irme antes de que se levante. He quedado con los
chicos para no tener que pasar el día en casa y enfrentarme a
ella. Cruzo el salón de puntillas y respiro aliviado.
―Buenos días. ―Doy un respingo y me giro. Izzy me mira
apoyada en el marco de la puerta de la cocina con una taza de
café entre las manos―. Anoche no te escuché llegar.
―Eh… Sí. Era muy tarde ―contesto rascándome y mirando
a todos lados menos a su cara.
―¿Te vas?
―Sí, he quedado con Finn y Conrad. Vamos a ver la
reposición de unos partidos.
―¿Qué tal os fue ayer en Austin?
Me encojo de hombros. No sé cuál es su reacción porque soy
incapaz de levantar la mirada.
―Ganamos por más de veinte puntos.
―Me alegro. ¿Tienes prisa? He preparado café.
―Eh… Yo no… ―Inspiro hondo y niego con la cabeza―.
He quedado y ya voy tarde, pero gracias de todos modos.
―Kai, ¿por qué no me miras? ―inquiere sorprendiéndome.
―Yo… Eh… Me tengo que ir. ―Me cuelgo la mochila del
hombro, estoy a punto de abrir la puerta cuando la escucho de
nuevo.
―¿Puedes decirme al menos dónde están mis llaves?
―¿Qué? ―Me giro y por puro instinto la miro a los ojos.
Parece sorprendida. Sonríe y se encoge de hombros.
―Mis llaves. Las escondiste, ¿recuerdas?
Bebe un trago de su taza y no puedo evitar mirar con fijeza
hacia su boca. Saca la lengua para atrapar una gota de café de su
labio inferior y enseguida noto como mi polla se endurece. En
mi cabeza empiezan a reproducirse imágenes, recuerdos de su
sabor, la forma en la que nos besamos, lo bien que se siente
moverse en su interior. ¡Mierda! Tengo que parar esto.
―En el… ―Aparto la mirada y carraspeo para aclarar mi
voz―. Están en el congelador. Tengo que irme. Adiós. ―Salgo
a toda prisa, y solo cuando cierro la puerta a mi espalda suelto
todo el aire que estaba conteniendo.
Miro hacia mi entrepierna alucinado. ¿Qué demonios me
pasa? ¿Por qué no puedo dejar de fantasear con lo que sucedió
la otra noche? Estoy malo, muy, muy malo.
El pasado no se puede cambiar
Izzy
Kai no me habla. Ha pasado casi una semana desde la noche
uve, así es como la he apodado. La noche en la que perdí mi
virginidad y es muy probable que también a mi mejor amigo. He
intentado coincidir con él para que hablemos sobre ello, pero me
rehúye. Sale de casa antes de que me despierte y vuelve cuando
ya estoy acostada. Tampoco he querido presionarlo, y con los
exámenes a la vuelta de la esquina tampoco es que me haya
sobrado el tiempo para maquinar alguna especie de plan de
acercamiento.
Esta noche los Green Wolves juegan en casa su primer
partido oficial de no conferencia, es decir, que el resultado del
partido cuenta para el récord de la temporada, solo que no es
contra un rival de su misma liga. Espero que podamos hablar
antes de que se marche al gimnasio, por eso he decidido venir
antes a casa para que no pueda esquivarme. Esta situación ya
está yendo demasiado lejos. Somos amigos desde que éramos
unos jodidos críos, se supone que siempre estaríamos juntos,
apoyándonos el uno al otro. No voy a permitir que el error de
una noche acabe con nuestra relación. Si no quiere hablarme, lo
obligaré. Estoy dispuesta a usar sus mismas herramientas y
encerrarlo en el apartamento con llave hasta que aclaremos esta
situación. En realidad, ya lo he hecho. Solo estoy esperando a
que salga de su habitación para enfrentarlo.
Respiro hondo al escuchar sus pisadas en dirección al salón.
Me levanto del sofá y me quedo de pie esperando a que llegue.
Nada más verme, desvía la mirada ajustándose la tira de la bolsa
de deporte sobre el hombro.
―Hola, desconocido ―saludo en tono irónico.
―Eh… Hola. Tengo prisa ―farfulla yendo hacia la puerta sin
siquiera mirarme.
Sonrío y me cruzo de brazos. Esto es lo habitual en los
últimos días. Cada vez que nos encontramos sale corriendo. Veo
como intenta abrir la puerta, y al darse cuenta de que está
cerrada se pone a buscar sus llaves en el mueble de la entrada.
―¿Buscas esto? ―canturreo agitando el juego de llaves en el
aire.
Lo escucho resoplar aún de espaldas, y cuando se gira intenta
no mirarme a la cara.
―¿Qué haces? Voy a llegar tarde al partido.
―Aún hay tiempo. Ahora vas a sentarte aquí conmigo y
tendremos la maldita conversación que llevas evitando toda la
semana.
―Izzy, he quedado con…
―Me importa una mierda ―le corto. Por primera vez sus
ojos hacen contacto con los míos y frunce el ceño―. Siéntate,
Kai ―ordeno señalando el sofá.
Tras bufar con fuerza, se acerca arrastrando los pies como un
niño pequeño en pleno berrinche, toma asiento donde le indico y
yo lo hago a su lado.
―¿Qué pasa? ―farfulla.
―Eso mismo es lo que estaba a punto de preguntar. ¿Qué
demonios te ocurre?
―Nada ―contesta encogiéndose de hombros.
Inspiro hondo y coloco mi mano sobre su muslo. No tarda ni
medio segundo en apartarse con violencia.
―¿En serio? ¿Ahora no puedo ni tocarte? Sigue diciendo que
no pasa nada, Malachai Flame.
―Odio que me llames así ―sisea haciendo una mueca de
disgusto con los labios.
―Y yo odio que mi mejor amigo no sea capaz ni de mirarme
a los ojos. ―Agacha la cabeza y resoplo―. ¿Puedes al menos
decirme qué he hecho para que estés cabreado conmigo?
―Yo no… ―Alza la mirada y niega con la cabeza―. No
estoy cabreado contigo, Izzy.
―Entonces, ¿qué es lo que sucede?
―¿De verdad lo preguntas? Lo que pasó… ―Chasquea la
lengua hundiendo los dedos entre su pelo―. Deberías estar
enfadada tú conmigo.
―¿Por qué? Kai, no ocurrió nada con lo que yo no estuviese
de acuerdo.
―Estabas borracha.
―Y tú también.
―Ya, pero yo… Tendría que haberme detenido. Ahora ya no
hay vuelta atrás y… ―Se queda callado mirando sus propias
manos sobre el regazo.
Inspiro hondo por la nariz y alzo la barbilla.
―Entonces, ¿esto es todo? ¿Vamos a permitir que una jodida
noche de borrachera acabe con nuestra amistad? ¿Es eso lo que
quieres?
Alza la cabeza como un resorte y me mira a los ojos negando
con la cabeza.
―¡Dios, claro que no! ¿Cómo puedes siquiera llegar a pensar
algo así? Eres mi mejor amiga. Solo no encuentro la forma de
cambiar lo que hicimos.
―No la hay ―replico―. El pasado no se puede cambiar.
―¿Y dónde nos deja eso?
Arrugo los labios encogiéndome de hombros.
―Te propongo que olvidemos lo que ocurrió esa noche.
Hagamos como si nunca hubiese pasado.
―¿Así de fácil? ―inquiere.
―Sí, así de fácil. Ambos estamos de acuerdo en que
cometimos un gran error, ¿verdad? ―Asiente de inmediato―.
Bien, ahora depende de nosotros, podemos seguir evitándonos o
dejarlo atrás. Ni siquiera tenemos que volver a mencionar esa
noche nunca más. Yo tengo muy claro lo que deseo, ¿y tú?
Sacude la cabeza de un lado a otro y sus ojos se empañan de
lágrimas.
―No puedo perderte, Listilla ―susurra con un hilo de voz―.
Eres demasiado importante para mí.
Vuelvo a poner mi mano sobre su muslo, y esta vez no se
aparta. Sonrío un poco y respiro hondo.
―Y tú para mí. No dejemos que esto nos separe, por favor.
Te echo mucho de menos.
―Ven aquí. ―Antes de que pueda reaccionar, me veo
encerrada en un abrazo.
Cierro los ojos y rodeo su cuerpo con mis brazos. Es como si
al fin todo hubiese vuelto a la normalidad, aunque en realidad
este abrazo es distinto. Inspiro hondo y el olor a su perfume
invade mi nariz invocando las imágenes de esa noche que se
supone que debería olvidar para siempre. Siento el calor que
desprenden sus manos ancladas en la parte baja de mi espalda y
su aliento golpeando mi cuello. De pronto soy consciente de
cómo mi cuerpo sube de temperatura, mis pezones se tensan y
un agradable cosquilleo se apodera de mi bajo vientre. Nos
apartamos a la vez. Kai me mira directo a los ojos y después a
mis labios.
Recuerdo su sabor, casi puedo notarlo en mi boca. Su cara se
acerca a la mía despacio. Me tiemblan las manos. ¿Va a
besarme? ¿Quiero que me bese? ¡Dios santo! ¡¿Qué demonios
me ocurre?! Se detiene y exhala una gran bocanada de aire que
impacta contra mi rostro, besa mi frente de manera fugaz y se
levanta.
―Tus llaves ―susurro casi sin voz extendiendo mi mano
para dárselas.
Las coge con cuidado de no tocarme demasiado y respira
hondo.
―Yo… Tengo que irme ya. ¿Vas a ir al partido?
Carraspeo para aclarar mi voz y asiento.
―Claro, como siempre.
―Bien, entonces nos vemos allí. ¿Está todo bien entre
nosotros?
Fuerzo una sonrisa y vuelvo a asentir.
―Todo genial. Mucha suerte en el partido.
―Gracias. ―Se gira y camina hacia la puerta. Tras abrirla,
vuelve a darse la vuelta―. Te quiero, Listilla ―susurra.
―Y yo a ti ―contesto―. Nos vemos en un rato.
Aparto la mirada, y poco después escucho como la puerta se
cierra. Solo entonces soy capaz de respirar con normalidad.
Tengo que parar ya con esto. ¡Es solo Kai!

Kai
Estamos en el descanso del último cuarto y ahora mismo mis
compañeros me odian. Sí, vamos ganando, sin embargo, este es
el peor partido que he jugado en mucho tiempo. No acabo de
centrarme y eso está afectando a mi juego y al de todo el equipo.
―Tío, ¿qué demonios te pasa? ―inquiere Conrad sentándose
a mi lado―. Tienes que espabilar de una vez o el entrenador te
sentará en el banquillo.
―Ya lo sé ―farfullo.
―¿Quieres contármelo? ―Niego con la cabeza, aunque no sé
ni por qué lo hago ya que él sigue insistiendo―. Es por Izzy,
¿verdad? Hermano, tienes que hablar con ella.
―Ya lo hice, antes del partido. Hablamos y decidimos que
jamás volveríamos a hablar de lo que pasó entre nosotros.
―Bien. Eso era lo que querías, ¿no?
―Sí, supongo.
―No te noto demasiado convencido.
―Es que… ―Chasqueo la lengua y bufo hundiendo los
dedos en mi pelo húmedo por el sudor―. No sé si seré capaz de
actuar como si nada hubiese pasado. Después de hablar nos
abrazamos, no fue distinto a lo que hacemos siempre, sin
embargo, algo ha cambiado. No podía dejar de pensar en lo de
esa noche y… ―Miro a mi alrededor para comprobar que nadie
nos escucha y me acerco un poco más a él―. Estuve a punto de
besarla.
―¿Besarla en la boca? ―Asiento y mi amigo abre mucho los
ojos―. Hermano, ¿qué te está pasando?
―Eso me gustaría saber a mí.
―A ver, ¿sientes algo por Izzy?
―Sí, claro que sí, la quiero con locura. Es una de las
personas más importantes de mi vida.
―Me refiero a sentimientos más profundos ―aclara.
―¿Como qué? ¿Crees que puede gustarme en plan
romántico? ¡Dios, no! Es solo atracción, creo. En realidad, no
entiendo de dónde vienen esos impulsos, es como si desde que
nos acostamos no fuera capaz de mirarla de la misma forma. Ha
pasado de ser Izzy, mi hermana pequeña, a la chica con la que
tuve el mejor sexo de mi jodida existencia. ¿Eso tiene algún
sentido?
―¿Lo tiene para ti? ―Niego con la cabeza―. Entonces vas a
tener que averiguarlo. Mi consejo es que esperes. Tal vez solo
necesitáis algo de tiempo para volver a la normalidad.
―Yo te aconsejo que te folles a otra cuanto antes ―añade
Finn.
Me giro y compruebo que está justo detrás de mí.
―¿Cuánto tiempo llevas ahí? ―inquiero frunciendo el ceño.
―El suficiente para saber que no dejas de pensar en el
chochito de tu mejor amiga.
―A veces fantaseo con estrangularte con mis propias manos
―siseo.
―Ya, supongo que no serás el único ―replica sonriendo de
manera burlona―. Hazme caso, colega, busca a una chica
dispuesta a pasar un buen rato, fóllala como si no hubiese un
mañana y se te pasará la tontería con Izzy.
―Sí, claro, tú hazle caso al imbécil este y te irá bien
―comenta Conrad en tono irónico.
―Mejor que a ti, seguro. Ni siquiera pudiste metérsela a la
pelirroja. ―Conrad aprieta los puños con fuerza y me veo
obligado a sujetarlo por los hombros para que no le parta la cara
al bocazas de nuestro compañero.
En realidad, fue Conrad quien no volvió a llamar a Felicity.
Una vez más, mi amigo antepone los deseos de su padre a los
suyos propios. Según él, no puede perder el tiempo con una
chica. Lo importante es el baloncesto, y eso es en lo único que
puede pensar en estos momentos. Yo creo que solo está
acojonado. La pelirroja le gusta de verdad.
―¡Chicos, se acabó el tiempo de descanso! ―informa el
entrenador.
Todos nos levantamos y empezamos a salir del vestuario en
fila. Al llegar a la puerta, me encuentro con Cooper. Sonríe de
medio lado mirándome y niega con la cabeza.
―Intenta dar algún pase bueno, Flame. No puedo encestar si
pierdes todos los malditos balones.
Estoy a punto de contestarle, sin embargo, me lo pienso mejor
y sigo caminando como si nada. Odio a este capullo. Se cree un
jodido dios. En algún momento alguien tendrá que ponerle los
pies sobre la tierra. Rezo por ser esa persona.
Una mala noche
Kai
Hemos ganado por cuatro puntos. Aún no me lo puedo creer.
En cierto momento creí que terminaríamos perdiendo. Los
chicos salen del vestuario emocionados, aunque también algo
preocupados. No tendríamos que haber tenido tantos problemas
en este partido, se supone que sería fácil. Lo peor es saber que
soy el culpable. Mis problemas personales están afectando a mi
juego y no puedo permitir que siga ocurriendo.
―Tío, ¿vamos a la fiesta de los Delta? ―pregunta Finn antes
de irse.
―Eh… Sí, supongo que me vendrá bien distraerme un rato
―contesto terminando de abrocharme las deportivas.
―Bien. ¿Izzy viene? ―Resoplo y me encojo de hombros.
―No lo sé. Supongo que estará fuera esperándome, puedes
preguntarle tú mismo.
―Entonces vendrá. No hay mujer capaz de decirme que no
―fanfarronea.
Frunzo el ceño y le señalo con el dedo.
―No te pases de listo con ella, Finn. Sigue siendo terreno
vedado para ti.
―Ya, y por lo visto para cualquiera que no seas tú, ¿no? ―Se
parte de risa de su propio chiste, y antes de que pueda darle una
buena réplica ya se ha marchado.
Termino de recoger mis cosas y salgo también del vestuario.
Nada más atravesar la puerta, un hombre vestido de forma muy
elegante se me acerca sonriendo. Tendrá cerca de cuarenta años
y una cicatriz recorre su mejilla izquierda de lado a lado. No sé
quién es, pero me da mala espina.
―Hola ―saluda parándose frente a mí.
―Eh… Hola. Si está buscando al entrenador, se ha
equivocado de sitio. Estará en su despacho.
―No, en realidad te buscaba a ti. Eres Kai Flame.
Frunzo el ceño y me cruzo de brazos a la defensiva.
―¿En qué puedo ayudarle? ¿Le conozco?
―No, solo soy… ―Su sonrisa torcida me produce
escalofríos―. Soy un fan.
―Ya, bueno, no puede estar aquí, señor.
―Me llamo Martin Ferguson. ―Estira su mano y respiro
hondo por la nariz antes de apretarla por pura educación―. Esta
noche no has tenido tu mejor partido, ¿verdad, muchacho?
―Una noche mala la tiene cualquiera ―replico.
―Sí, claro, puede pasar. Lo verdaderamente increíble es
darse cuenta de cómo el rendimiento de un solo jugador puede
afectar a todo el equipo.
―Soy el base y capitán de los Green Wolves. Mi trabajo es
organizar el juego y liderar a mi equipo. Por supuesto que mi
rendimiento afecta al conjunto.
―Lo sé, lo sé.
Se me queda mirando sin dejar de sonreír de esa forma tan
macabra y resoplo.
―Oiga, tengo que irme. Este lugar es de acceso exclusivo
para el equipo, así que le aconsejo que no vuelva a entrar sin
permiso.
―Claro, no volverá ocurrir. Estás estudiando en Corm con
una beca deportiva, ¿cierto?
―Sí, así es.
―Ya, supongo que entre el alojamiento y todas esas cosas
irás un poco justo de pasta.
Sacudo la cabeza al no entender a dónde quiere llegar este
tipo con tanta pregunta.
―Me las apaño.
―Podrías apañártelas mucho mejor con mi ayuda. Verás,
después de lo que he visto hoy, creo que tú y yo podríamos
ayudarnos el uno al otro.
―Señor, no entiendo a qué viene todo esto.
―Aposté mucha pasta por vosotros, y como tú tuviste una
mala noche la he perdido.
Retrocedo un paso y me pongo de inmediato a la defensiva.
―Es corredor de apuestas ―murmuro.
―Sí, algo por el estilo. Si tú quisieras…
―No me interesa ―le corto.
―Aún no has escuchado lo que puedo ofrecerte, chaval.
―Me da igual. No estoy interesado. Es más, ni siquiera
debería estar aquí hablando con usted. Solo por esto podrían
quitarme la beca, echarme del equipo y arruinar mi carrera
deportiva.
―Nadie tiene por qué enterarse. Sé que eres un campeón, y
jamás te pediría que perdieras un partido. Solo tienes que fallar
unos cuantos pases, asistencias, perder unos balones y ajustar
los resultados. Puedes ganar más dinero del que estoy seguro
que habrás visto junto en tu vida.
―La respuesta es no ―contesto rotundo.
Jamás me metería en algo así. He escuchado historias de
grandes jugadores universitarios que amañaron partidos para
ganar dinero, los pillaron y ahora son los repudiados del mundo
del baloncesto. No, eso no me ocurrirá a mí.
―Vale. ―Saca una tarjeta de su bolsillo y me la tiende―.
Ahí tienes mi número de teléfono, si en algún momento cambias
de opinión…
―¡Kai! ―escucho la voz de Izzy y me giro de golpe. Viene
hacia nosotros.
―Tengo que irme ―susurro.
Echo a andar y, al pasar a su lado, el tal Martin se cruza en mi
camino, coloca la tarjeta en la palma de mi mano y vuelve a
sonreír.
―Guárdala, solo por si acaso.
Aprieto la mandíbula y cierro el puño sujetándola entre mis
dedos antes de reemprender la marcha. No voy a llamarlo.
Pienso tirar la maldita tarjeta a la primera papelera que
encuentre.

Izzy
Llevo más de media hora esperando a Kai afuera del
gimnasio. Cornad y Finn ya salieron hace un rato, este último
insistió en que Felicity y yo tenemos que ir a no sé qué fiesta. Al
final he terminado aceptando para que se callara de una vez.
Entro en túnel del vestuario y veo a Kai a lo lejos hablando
con un hombre. Lo llamo por su nombre y se gira hacia mí
enseguida. Entonces parece que va a venir en mi dirección, pero
el desconocido lo intercepta y tarda unos segundos más en irse.
Me doy cuenta de que algo ha pasado. Kai llega a mi lado con la
mandíbula y los puños apretados y cara de pocos amigos.
―¿Pasa algo? ―inquiero echando un vistazo sobre su
hombro para ver al tipo ese con más claridad. Me sonríe y la
cicatriz que tiene en su mejilla se estira creando una mueca
macabra en su rostro―. ¿Quién es ese? Me da escalofríos.
―Preguntaba por el entrenador ―contesta entre dientes. Me
sujeta del codo y tira de mí obligándome a seguirlo.
Vamos todos en mi coche hasta una casa de fraternidad.
Felicity y Conrad al principio se muestran algo incómodos, sin
embargo, Finn con sus bromas y chistes acaba relajando la
tensión. Kai permanece callado durante todo el trayecto. Está
raro. Creí que ya habíamos resuelto nuestros problemas. Por lo
visto me equivocaba.
Nada más llegar, nos dispersamos. Los chicos se van por un
lado y nosotras por otro. Nos reímos y divertimos, e incluso
llegamos a bailar un poco. Esto era a lo que me refería con lo de
pasarlo bien en la universidad. Tal vez debería estar en casa
estudiando para los exámenes, la Izzy empollona ni se lo
plantearía. Esta nueva yo más relajada me hace sentir bien. Al
menos hasta que veo como mi mejor amigo se está enrollando
con una chica pelirroja que no conozco.
Me detengo de golpe y me quedo mirándolos un rato. Él la
tiene sujeta por la cintura, pegada a la pared mientras la
manosea a su antojo y la besa. Es extraño pensar que hace
menos de una semana esas mismas manos acariciaron todo mi
cuerpo y su boca estuvo pegada a la mía. Un nudo de angustia
se instala en mi garganta y contengo las ganas de llorar. La
verdad es que no sé por qué me siento así. No es la primera vez
que veo a Kai con una chica. En el instituto era algo habitual, e
incluso aquí ha llevado a nuestro apartamento a mujeres un
montón de veces.
―Cielo, ¿estás bien? ―me pregunta Felicity.
Aparto la mirada y trago saliva con fuerza para librarme de
esa sensación tan extraña. Me pican los ojos. Mierda, tengo
ganas de llorar y no sé la razón.
―Sí, yo solo… ―Carraspeo y niego con la cabeza―. Creo
que me voy ya a casa. Mañana voy a pasarme el día estudiando,
y si no me acuesto pronto lo pasaré fatal.
―Vale. Deja que recoja mi chaqueta y me voy contigo.
¿Avisamos a los chicos?
―Eh… Sí, claro. Avísales ―farfullo.
―Vale. Yo busco a Conrad y Finn y tú a Kai, ¿vale?
Antes de que pueda negarme, se va a toda prisa y no me
queda más remedio que acercarme a mi mejor amigo. Camino
hacia ellos arrastrando los pies y con la cabeza gacha. A cada
paso que doy es como si el nudo de mi garganta se fuese
deslizando poco a poco hacia abajo hasta quedarse atascado en
el centro de mi pecho. Cuando llego a su lado, inspiro hondo,
alzo la mirada y me doy cuenta de que ahora es Kai quien está
pegado a la pared y sujeta a la chica por el trasero restregándose
contra ella. Sus ojos se abren de golpe y me mira sin dejar de
besarla. Es como si intentara decirme algo con la mirada, dejar
un punto claro.
Trago el malestar y la rabia que empieza a aflorar en mi
interior al ver como esa chica pasa sus manos por su pecho y
carraspeo para llamar su atención. La chica se aparta y Kai me
mira frunciendo el ceño.
―¿Qué pasa? ―pregunta de malas formas.
―Felicity y yo nos vamos. Solo quería avisarte de…
―No necesito una jodida niñera, Izzy. Si quieres irte, vete.
Me quedo de piedra ante su actitud. ¿Desde cuándo Kai se
comporta como un patán? Antes de que pueda replicar, la chica
ya ha vuelto a comerle la boca y ambos siguen a lo suyo sin
importarles quien pueda estar a su lado.
Doy media vuelta y decido ir a buscar a Felicity y largarme
de este maldito lugar. Tengo ganas de llorar, de gritar y romper
cosas. ¿Qué demonios nos está pasando? Me dirijo a la única
habitación que hay en la planta baja, es donde Felicity dejó su
chaqueta cuando llegamos. Tiro de la manilla, y nada más abrir
la puerta me doy cuenta de que ha sido una mala idea.
Encuentro a mi amiga, pero no está sola. Finn y ella se están
besando de manera muy apasionada. Sin hacer ruido, cierro la
puerta y decido irme ya. Le enviaré un mensaje después. Ahora
no creo que quiera marcharse a casa. Está demasiado ocupada
por lo visto.
Estoy a punto de meterme en el coche cuando escucho a
alguien llamarme. Me giro y me doy de frente con Cooper.
―Hola, estaba gritando tu nombre y no me escuchabas
―dice sin aliento. Ha llegado corriendo hasta mí.
―Lo siento, estaba distraída.
―Ya, me di cuenta. ―Respira hondo y sonríe dejando a la
vista sus dientes blancos y alineados a la perfección―. ¿Ya te
vas?
―Eh… Sí. Están a punto de empezar los exámenes y tengo
mucho que estudiar.
―Sí, te entiendo. Entre los entrenamientos y los exámenes no
me queda tiempo ni para rascarme.
Sonríe de nuevo, y esta vez le correspondo. Me sigue
pareciendo un chico guapísimo.
―Bueno, tengo que irme ya.
―Sí, claro. No te entretengo más. ―Me despido con la mano
y entro en el vehículo. Cooper me sorprende al cerrar mi puerta
con suavidad y quedarse esperando a que arranque. Es muy
dulce por su parte hacer algo así. Bajo la ventanilla para decirle
adiós, y antes de que pueda hacerlo es él quien habla―. Izzy, ¿te
gustaría salir conmigo algún día? ―suelta de sopetón.
Me quedo callada durante un rato. Me ha tomado
desprevenida.
―Eh… Yo. ¿Salir? Quieres decir…
―Sí, a cenar, al cine. Conozco un club cercano donde ponen
buena música. Podríamos tomarnos unas copas y…
―Soy menor de veintiuno ―le recuerdo.
Se rasca la nuca y sonríe de nuevo.
―Cierto. Es que aparentas ser tan madura y responsable que
a veces olvido que estás en primero.
―¿Eso es un problema para ti? ―inquiero arqueando una
ceja.
―Sí, lo es. En realidad, no suelo salir con novatas. Sin
embargo, contigo estoy deseando hacer una excepción. Si tú
quieres, claro.
―Eh… Vale. ―Respiro hondo y asiento―. Sí, claro. Me
encantaría.
―Bien. ¿Te parece si quedamos después de los exámenes?
Así vamos más relajados y eso.
―Sí, me parece perfecto. ―Me tiende su teléfono y marco
mi número en él. Enseguida noto como el mío vibra en el
interior de mi bolsillo―. Ya tengo el tuyo ―le informo.
―Genial. Entonces nos vamos hablando.
―Sí, nos vamos hablando.
―Adiós.
Me despido con la mano una vez más y acelero el coche
incorporándome a la carretera. ¿Esto de verdad acaba de
suceder? Voy a tener una cita con Thomas Cooper, el chico más
guapo que he conocido nunca. ¡Es genial!
El puto cuento de siempre
Kai
Lo estoy intentando, de verdad que sí. Tengo a una chica
preciosa arrodillada a mis pies, comiéndome la polla como si
fuese un jodido helado de chocolate en un día de calor, y aunque
le pongo todo mi empeño y esfuerzo no sucede nada. Mierda.
Bufo sujetando a la chica por los hombros para levantarla.
¿Amber? ¿Amanda? Dios, ni siquiera sé cómo se llama.
Tampoco es que me importe. Nunca antes la había visto por el
campus y, después de esta noche, dudo que vuelva a hacerlo.
―Creo que esto no está funcionando ―susurra limpiándose
la comisura de los labios.
Se tambalea un instante, y me doy cuenta de que es más que
probable que esté borracha. Cuando me acerqué a ella en la
fiesta estaba bebiendo chupitos a pares. Sin embargo, daba la
impresión de estar sobria, solo por eso la traje a mi casa para…
Bueno, ya da igual, como ella mismo ha dicho, no está
funcionando.
―Lo siento ―farfullo abrochándome los pantalones.
Estoy muy confuso. Jamás me había ocurrido algo así. Tengo
veintiún años, se supone que mi libido debería activarse con
solo un jodido roce de cualquier chica guapa, y hasta ahora
siempre ha sido así.
―Tranquilo. De todos modos, debería marcharme. ―Se
acomoda el vestido corto de color rojo intenso y se sienta en el
borde de mi cama. Tras rebuscar en su bolso, veo como saca una
pequeña bolsa enrollada, la abre y esparce un poco de polvo
blanco sobre un espejo de mano―. ¿Quieres? ―pregunta
mientras con una tarjeta dibuja una pequeña línea con el polvo.
Niego con la cabeza. Las drogas no son lo mío, y si hubiese
sabido que esta tía iba de ese rollo nunca la habría traído a casa.
―Soy deportista ―señalo frunciendo el ceño.
―Ya, haces bien. ―Con un billete enrollado aspira a línea y
cierra los ojos haciendo una mueca con los labios―. Se supone
que esta mierda acaba contigo.
―¿Por qué te la metes entonces? ―pregunto sin pensar.
La chica pelirroja sonríe de medio lado y se encoge de
hombros.
―¿Por qué estoy yo aquí y no la chica a la que trataste mal en
la fiesta? Está más que claro que es a ella a quien quieres
follarte y no a mí.
―¿Qué?
Se levanta y camina en mi dirección meneando las caderas
como una jodida estríper. ¿Por qué no me excita? Esta chica es
preciosa.
―Cielo, solo se te puso dura de verdad cuando la viste
―contesta sin dejar de sonreír.
Es cierto. Me dio tanta rabia que eso pasara que terminé
pagándola con Izzy. Me siento culpable. Nunca antes le había
hablado de esa manera. Resoplo cruzándome de brazos.
―¿Qué te importa a ti? Ni siquiera me conoces, y hasta esta
noche no te había visto por el campus.
―Eso es porque no estudio aquí. Solo estoy de paso. Mi
novio tiene negocios en la ciudad y decidimos salir a divertirnos
un rato.
―¿Y dónde está tu novio ahora?
Se encoge de hombros y coge su bolso.
―Ni idea. Él se ha buscado la diversión por su cuenta al igual
que yo. Aunque la mía no ha resultado tan bien como esperaba.
―Ya, bueno… Yo… ―Me rasco la nuca y la pelirroja vuelve
a sonreír. Se acerca a mí y acaricia mi mejilla con suavidad.
―Si te gusta de verdad esa chica, deja de intentar tirarte a
otras, ¿quieres?
―No me gusta ―replico de inmediato.
―¿En serio? A mí me parece justo lo contrario. Hazme caso,
yo he tomado muchas malas decisiones en mi vida. No
desperdicies el tiempo buscando algo que puedes tener justo
delante de tus narices. ―Se acerca más y deposita un beso sobre
mis labios―. Conozco el camino de salida. Adiós, deportista.
Ni siquiera contesto. Estoy demasiado ocupado pensando en
lo que acaba de decir. ¿Gustarme? Izzy no me gusta, no de ese
modo. Ella solo es mi mejor amiga.

Izzy
Estoy cabreada, y triste también, aunque no sé por qué
motivo. Escuché a Kai llegar a casa hacer un rato y enseguida
me di cuenta de que no volvía solo. Seguro que se ha traído a la
pelirroja de la fiesta para… Bufo antes de darle un nuevo trago a
mi taza de chocolate caliente. No podía quedarme en la cama
sabiendo que esos dos estaban justo enfrente follando como
mandriles, así que decidí venir a la cocina para mantenerme un
poco alejada de todo eso.
Estoy tan ensimismada en mis propios pensamientos que solo
soy consciente de que no me encuentro sola cuando veo a la
pelirroja mirándome desde la puerta. Frunzo el ceño y ella
sonríe de oreja a oreja. «¡Zorra! No me extraña que esté
contenta después de tirarse a mí… Mejor amigo. Eso, mi mejor
amigo. Nada más».
―¿Puedo ayudarte en algo? ―inquiero con una ceja
arqueada.
―No. En realidad, creo que ya te he ayudado yo a ti. Adiós,
chica. ―Así sin más vuelve a sonreír y se marcha del
apartamento, dejándome aún más confusa. ¿Qué demonios
habrá querido decir con eso?
Sigo bebiendo de mi taza hasta que escucho pasos. Respiro
hondo y me preparo para intentar manejar toda la rabia que sé
que sentiré en cuanto lo vea. Kai entra en la cocina y abre
mucho los ojos al verme. Parece sorprendido.
―¿Qué haces aquí? ―pregunta confuso.
―Vivo aquí, ¿recuerdas? ―farfullo apartando la mirada.
«Respira hondo, Izzy. Vale, te ha tratado como un trozo de
mierda, pero sigue siendo tu amigo y lo quieres».
―¿Aún queda chocolate para mí? ―Señalo con el pulgar
sobre mi hombro y, tras suspirar, Kai pasa por mi lado para
servirse una taza. No dice nada y yo tampoco, solo bebemos en
silencio durante un rato hasta que él parece cansarse de la
situación―. Siento mucho como te hablé en la fiesta. No era mi
intención.
Aprieto los dientes e intento seguir callada y no soltar todas
las palabras que pugnan por salir de mi boca. Como es obvio, no
logro controlarme durante más de un par de segundos.
―Eres un perro ―suelto de sopetón. Frunce el ceño y bufo
con fuerza―. No, eso sería un insulto para los perros, eres una
puta rata asquerosa, sucia, con sarna y apestosa.
Sus comisuras se elevan unos centímetros y arquea una ceja
en mi dirección.
―¿Algo más?
―Sí, muchas cosas más, pero prefiero guardármelas para mí
―contesto. Estoy temblando de rabia y sé que, si no me marcho
ahora mismo, acabaré haciendo y diciendo algo de lo que es
probable que me arrepienta―. Es que no sé ni por qué me
molesto ―farfullo levantándome de golpe.
―Eh, espera, Izzy. ―Antes de que pueda marcharme, me
sujeta por el brazo.
Me giro y, tras zafarme de su agarre de un tirón, clavo mi
mirada en la suya.
―¡¿Quién demonios eres tú?! ―exploto a gritos, y se me
queda mirando estupefacto―. Mi mejor amigo jamás me
hubiese hablado así, y mucho menos habría priorizado un
maldito polvo con una muñequita pelirroja a cualquier cosa que
tuviese que ver conmigo. No sé qué es lo que me duele más, si
saber que te estoy perdiendo y no poder hacer nada para evitarlo
o darme cuenta de que en realidad no eres la persona que
siempre creí que eras.
―¿No crees que te estás pasando un poco? ―Frunce el ceño
y deja su taza sobre la encimera con un golpe seco―. Sí, vale, te
hablé de malos modos, pero tampoco es que te haya insultado u
ofendido de alguna forma. Tu reacción es desproporcionada.
―¿Tú crees? ¿Qué hubieses pensado si fuese yo la que pasara
de ti para poder echar un polvo?
Aparta la mirada y gruñe. Sí, literalmente gruñe, antes de
resoplar y mirarme de nuevo.
―Yo no pasé de ti.
―¡Sí lo hiciste! ―grito perdiendo por completo la paciencia.
―¡Vale, sí! ¡Puede que pasara de ti! ¡¿Y qué?! ¡Maldita sea,
Izzy, te estás comportando como una maldita novia celosa!
―Retrocedo un par de pasos como si acabara de darme una
jodida bofetada en la cara. Creo que lo hubiese preferido antes
de lo que acaba de decir, porque en el fondo, muy en el fondo,
sé que tiene razón―. Joder, no quise decir eso.
―Pues lo has dicho. ¿Eso es lo que crees? Te recuerdo que
eres tú quien me encerró en casa para que no me viera con Finn,
y el que ni siquiera soporta la idea de que pueda sentir algo por
Cooper. ¿Quién es el novio celoso, Kai?
―Es distinto. Ya pensaba así antes de que tú y yo…
―¿De que nos acostáramos? ―Aprieta la mandíbula y
asiente―. Creí que no volveríamos a mencionarlo.
―Lo siento. Es solo que… ―Bufa hundiendo los dedos en su
pelo―. Me está costando que volvamos a ser los de siempre. Yo
quiero que todo sea como antes.
―¿Como antes? ―Asiente de nuevo―. ¿Te refieres a cuando
tú salías de fiesta y te tirabas a una chica distinta cada noche y
yo me quedaba en mi casa estudiando y esperando a que tal vez
te acordaras de mandarme un mensaje o llamarme?
―No estás siendo justa. Nunca te dejé de lado por nada ni
nadie.
―Ya, pero ahora te jode que quiera tener una vida propia,
¿no? Intento salir más, verme con chicos, divertirme, tengo
otros amigos… Eso es lo que de verdad te molesta, ¿cierto?
―No, claro que no. Yo quiero que seas feliz, Izzy. Si lo que
deseas es salir con chicos y divertirte, pues… ―Inspira hondo y
aparta la mirada―. Hazlo. Es tu vida, así que haz lo que te dé la
gana.
―Oh, gracias por darme permiso ―murmuro en tono irónico
cruzándome de brazos―. Eso es justo lo que pretendo hacer.
Por lo pronto, voy a salir con Thomas Cooper.
Levanta la mirada de golpe frunciendo el ceño.
―No hablas en serio ―sisea.
―Yo nunca miento, Kai, eso ya lo sabes. Me pidió una cita al
salir de la fiesta y acepté.
―Mierda, Izzy, Thomas Cooper es un maldito capullo. ¿No
te das cuenta de que solo te está utilizando para molestarme?
―¡¿Perdón?! ―exclamo abriendo los ojos hasta el
nacimiento del pelo―. ¿Es que no puedo gustarle? Todo tiene
siempre que ver contigo, ¿no?
―No he dicho eso. ―Respira profundo y cierra los ojos.
Intenta tranquilizarse, pero ahora mismo no estoy para eso. Me
siento furiosa y con ganas de pelea―. Tú eres una chica
preciosa y…
―¡Deja el puto cuento de siempre, Flame! ―grito
señalándole con el dedo.
―¡Es la verdad, maldita sea! ¡Ese cabronazo solo está
tonteando contigo porque sabe que eres importante para mí!
Quiere hacerme daño y tú se lo estás poniendo en bandeja como
una niña tonta e ingenua.
―¡Qué te jodan! ¿Sabes qué? La niña tonta e ingenua se está
cansando de tus gilipolleces. Me voy a la cama.
―¡Bien!
Salgo de la cocina como un jodido vendaval, y tras volver a
mi habitación cierro la puerta con un golpe que resuena en todo
el apartamento. Estoy furiosa. ¿Cómo se atreve a
menospreciarme de esa manera? Me dejo caer de espaldas sobre
el colchón y ahogo un grito en la almohada antes de lanzarla con
fuerza contra la pared.
―Maldito estúpido, arrogante y… ¡Dios!
Exhalo una gran bocanada de aire e intento tranquilizarme.
Sin poder evitarlo, las lágrimas empiezan a rodar por mis
mejillas y sollozo acurrucándome sobre la cama. Odio todo esto.
Solo quiero que estas discusiones desaparezcan y recuperar a mi
amigo. Me siento sola y perdida sin él.

Kai
Aparco justo frente a la casa de la fraternidad Delta. He
cogido el coche de Izzy para llegar antes. Solo espero que el
maldito Cooper aún siga aquí. Entro en la casa esquivando los
vasos y botellas vacías que cubren el suelo. Casi ha amanecido y
la mayoría se han marchado. Un par de compañeros del equipo
me saludan, los ignoro y sigo recorriendo cada estancia de la
casa en busca del hijo de puta. Estoy rabioso. Ya era suficiente
con tener que soportarlo en los partidos y entrenamientos. Puedo
pasar por alto sus pullas y comentarios malintencionados, pero
meterse con Izzy… No, ha ido demasiado lejos. Antes de que le
toque un pelo acabaré con él.
Entro en la única habitación de la planta baja y encuentro a
Finn y a Felicity. Me quedo quieto mirándolos. Ella está
despeinada y su ropa está arrugada. Además, juraría que mi
amigo se estaba abrochando los pantalones cuando llegué.
Entonces me doy cuenta de que sobre la mesita de noche hay un
envoltorio de preservativo abierto.
―Flame, colega, ¿qué pasa? ―pregunta Finn acercándose a
mí. Felicity mantiene la cabeza gacha.
―¿Has visto a Cooper? ―siseo con los puños apretados.
―Eh… No. Ni siquiera sabía que estaba aquí. Llevo toda la
noche… Eh… ―Se rasca la nuca y mira a la pelirroja de reojo
antes de seguir―. He estado ocupado.
―Ya. Si por casualidad te lo encuentras, avísame. Ese hijo de
puta tiene que darme unas cuantas explicaciones.
―Eh, hermano. ¿Qué está pasando? ―pregunta en tono
preocupado.
―Nada. Solo avísame si lo ves.
Salgo de allí a toda prisa y no tardo en escuchar a mi amigo
llamarme a voces. Decido ignorarlo y seguir buscando por el
resto de la casa. Estoy a punto de darme por vencido cuando lo
veo salir de uno de los baños con la chica pelirroja con la que
me fui a casa.
―Flame, ¿vienes a recoger mis restos? ―se burla
agarrándose la entrepierna.
Sin decir ni una palabra, llego a su lado y le lanzo un
puñetazo directo a la mandíbula. Tarda un segundo en
reaccionar, y cuando intenta abalanzarse sobre mí Finn aparece
de la nada y lo sujeta.
―Eres tú quién se aprovecha de los míos, capullo. ―Le
lanzo una mirada poco amistosa a la pelirroja y ella sonríe antes
de marcharse tambaleándose.
Finn sigue sujetándolo, aunque se le hace difícil.
―¡Voy a darte una paliza! ―me amenaza forcejeando.
―¡No, lo que vas a hacer es alejarte de Izzy! Esto ha sido una
maldita advertencia, como vuelva a verte cerca de ella juro que
no tendrás que dedicarte a otra cosa porque pienso romperte las
jodidas piernas, ¿entendido?
El cabronazo sigue peleando, y al final acaba soltándose. Se
abalanza sobre mí, pero antes de que llegue a tocarme, vuelvo a
darle otro puñetazo que lo tira al suelo.
―Tío, no te levantes ―le dice Finn cuando intenta
incorporarse.
Abro y cierro la mano sintiendo un pinchazo de dolor que
recorre la mitad de mi brazo. Espero no haberme roto nada o
será el fin de la temporada para mí. ¡Hijo de perra, todo es por
su culpa!
―Kai, ya está bien. ―Felicity tira de mí y me empuja hacia
la salida―. Vete a casa antes de que alguien te vea.
Mierda, estaba tan ciego por la rabia que no lo había pensado.
Si el entrenador se entera de esto estoy acabado. Espero que
Cooper no abra la maldita boca.
¿Por qué ella?
Izzy
Podría haberme despertado a las doce del mediodía, o tal vez
quedarme todo el día en la cama remoloneando. Sin embargo, la
chica responsable y juiciosa que aún vive en mí está hincando
los codos desde las ocho de la mañana. Decir que he dormido
más de cinco minutos sería mentira. Después de empezar a
llorar como una idiota, escuché como Kai salía de casa y no
pude pegar ojo hasta que volvió. Solo después de eso me sentí
algo más tranquila, aunque no duró demasiado, ya que la culpa
por lo que pasó anoche me obligó a mantenerme despierta hasta
que me di por vencida y decidí irme al salón a estudiar. Fui
bastante dura con él, y me arrepiento. Solo espero que podamos
hablar con tranquilidad y resolver esta situación de una vez por
todas.
Mientras intento memorizar el texto, echo pequeños vistazos
en dirección al pasillo. Kai no se ha levantado aún. Ni siquiera
se le escucha, así que es probable que aún siga dormido. Bufo
intentando concentrarme y escucho como mi teléfono vibra
sobre la mesa. Es Felicity.
―Hola, guarra ―saludo nada más descolgar―. En serio,
admiro tu facilidad para pasar de un amigo a otro como quien se
cambia de asiento en el tren.
―No me lo recuerdes ―susurra tras soltar un quejido
lastimero.
―Dime al menos que el fanfarrón de Finn besa bien y no es
todo fachada.
―Hace mucho más que besar bien ―contesta en voz baja.
―¡Serás zorra! ¿Te has acostado con él?
―Ajá.
―¿Y? ¿Qué tal?
―Bueno, no es todo fachada. ―Suelto una carcajada y la
escucho resoplar al otro lado de la línea―. No fue algo
planeado. Iba a buscar mi chaqueta y él me siguió a la
habitación. Cuando quise darme cuenta nos estábamos besando
y… Espera, ¿cómo sabes tú que nos besamos? Solo me acordé
de ti cuando vi tu mensaje diciéndome que te habías marchado.
―Ya, estabas demasiado ocupada en otras cosas para pensar
en mí.
―¿Te lo dijo Kai?
―No, fui a buscarte y os vi morreándoos. ―Bufo y apoyo los
codos sobre la mesa cerrando los ojos― Y ni siquiera me
menciones a Kai. Anoche, cuando volvió, tuvimos una tremenda
bronca.
―Sí, lo imaginé cuando lo vi al final de la fiesta. Estaba
hecho una furia. ¿Cómo tiene la mano? A Cooper le dejó la cara
hecha mierda.
Abro los ojos y me enderezo frunciendo el ceño.
―Espera, ¿de qué hablas? ¿Kai estuvo en la fiesta hasta el
final?
―Eh… Sí. Bueno, no sé desde cuándo, pero yo me marché
casi al amanecer y fue cuando lo vi.
―¿Has dicho que le pegó a Cooper?
―Sí. Creí que por eso habíais discutido.
Bufo negando con la cabeza, aunque sé que no puede verme.
―No, discutimos porque Cooper me pidió una cita y yo
acepté.
―¡¿En serio?! ¡Eso es genial! ¿O no?
―No lo sé, ahora mismo estoy demasiado cabreada al pensar
que el capullo de mi mejor amigo ha vuelto a meterse en mi
vida. Volvió allí después de nuestra pelea para buscar a Cooper.
¿En qué demonios estaba pensando?
―Ni idea. Yo solo sé lo que vi. Le dio un par de puñetazos a
Cooper, le advirtió que no se acercara a ti y se fue.
―Maldito… ―Escucho como la puerta de la habitación de
Kai se abre y respiro hondo―. Felicity, tengo que dejarte. Estoy
a punto de asesinar a mi mejor amigo. Te llamo después, ¿vale?
―Sí, buena suerte, cariño.
―Adiós.
Cuelgo la llamada y veo como Kai entra en el salón vestido
solo con un pantalón de algodón ancho que cae de sus caderas.
Me mira durante un segundo y toma una respiración profunda.
―¿Podemos hablar? ―susurra.
―Por supuesto, estoy deseando que me expliques por qué le
has pegado a Cooper ―contesto alzando una ceja en su
dirección.
Resopla frotándose el rostro con las manos y camina despacio
hacia mí, se sienta en la silla vacía que hay a mi lado y me mira
de frente.
―Fue un error y lo siento. Estaba muy cabreado por todo lo
que nos dijimos y necesitaba desahogarme de alguna manera.
―¿Te pareció que usar los puños era la forma correcta? ―Se
encoge de hombros y resoplo―. Kai, tienes que parar con esto.
―Lo sé ―farfulla cubriéndose la cara con las manos.
Me fijo en su mano derecha y ahogo un jadeo al ver lo
hinchada que está.
―Mierda, tu mano. ―La cojo y él hace una mueca cuando
toco sus nudillos―. Dime que no está rota.
―No lo sé ―susurra abriendo y cerrando el puño
despacio―. Creo que no. Solo está dolorida. Con un poco de
suerte me recuperaré para el entrenamiento del lunes. Eso si el
maldito Cooper no le cuenta al entrenador lo que hice.
―Pueden echarte del equipo por esto, ¿verdad? ―Inspira
hondo y asiente―. Eres un imbécil y un inconsciente.
―Apunta también mal amigo y capullo en tu lista ―replica
sonriendo de medio lado.
―No te rías, payaso. Esto es demasiado serio y, aunque no lo
parezca, sigo furiosa contigo.
―¿Quién ha dicho que no lo parece?
Suelto su mano y hace una mueca de dolor. Me levanto, y tras
ir a la cocina a por una bolsa de hielo se la dejo en el regazo.
―Ponte esto para que te baje la hinchazón e intenta no
moverla demasiado.
―Entendido. ¿Ahora podemos hablar ya de todas las
estupideces que he hecho y dicho en los últimos días? De
verdad que me gustaría disculparme contigo.
―¿Para qué? Cada vez que pides perdón vuelves a cagarla a
los cinco minutos. ¿Qué sentido tiene? ―Me mira fijo de esa
forma tan suya, como si estuviese a punto de echarse a llorar, y
resoplo―. Déjate de ojitos tiernos. Yo también lo siento, ¿vale?
Anoche me pasé mucho contigo.
―Dijiste lo que piensas.
―Sí, pero eso no significa que me guste pensarlo. Odio todo
esto, la forma en la que nos estamos tratando. Me da la
impresión de que estoy perdiendo poco a poco una parte
importante de mí, y no quiero que eso suceda. ―Suelto una
gran bocanada de aire y lo miro―. ¿Podemos dejarlo ya? Solo
te pido que me dejes vivir mi vida y vivas la tuya.
―Espera, ¿qué? Hablas como si estuvieses rompiendo
conmigo.
―Deja de decir tonterías. Lo único que digo es que nos
respetemos mutuamente como hemos hecho hasta ahora.
―Yo te respeto, Izzy.
―Me respetas a mí, no las decisiones que tomo.
―Izzy, no quiero seguir discutiendo ―susurra colocando la
bolsa de hielo sobre la mano―. ¿Podemos solo olvidarlo y
pasar página?
―Eso está más que claro que no funciona ―murmuro para
mí volviendo a mis libros.
―¿Qué has dicho?
Respiro hondo y lo miro de nuevo.
―Digo que no creo que eso vaya a funcionar. Tienes que
dejar de meterte en mis asuntos.
―¿Como te metiste tú ayer en los míos? ―Voy a replicar,
pero me hace callar alzando su mano buena―. Da igual. Solo
quiero que dejemos de pelearnos.
―Bien. Solo para que quede claro, voy a salir con Cooper de
todos modos. Te guste o no.
Frunce el ceño y resopla como un toro.
―Ese cabronazo te hará daño, lo sé. ¿Por qué no me crees?
―Tal vez estés equivocado. Kai. Entiendo que para ti no fue
fácil lo que hiciste, lo de… Ya sabes. Sé que jamás lo habrías
elegido y que fue una especie de sacrificio, sin embargo, esa es
solo una prueba más de lo que estoy intentando explicarte.
Puede ser que ni siquiera te des cuenta, pero haciendo esas cosas
solo intentas controlarme.
―¿Qué? No quiero controlarte. Hablas como si fuese una
especie de acosador obsesivo o maltratador. Lo que pasó… Yo
no… No fue ningún sacrificio, ¿vale? Estábamos borrachos, se
nos fue la cabeza y… Bueno, tú…
―¿Yo qué?
―Me pusiste muy cachondo ―suelta con una exhalación.
Abro mucho los ojos y me echo hacia atrás en la silla―. No me
mires así. Solo digo que lo disfruté, ¿vale? Por eso me comporté
como un imbécil los días siguientes.
―Yo… No sé qué decir ―murmuro con un hilo de voz.
―Lo de siempre, Listilla. Solo di lo que piensas.
―A mí también me gustó. No tengo con qué compararlo,
claro. Supongo que en tu caso será distinto, pero se sintió…
Bien.
Sus comisuras se elevan y nos miramos a los ojos con fijeza.
Una vez más siento esa extraña sensación en mi bajo vientre y
mi respiración se acelera.
Kai
Deslizo la mirada por su rostro hasta llegar a sus labios.
Joder, qué ganas tengo de besarla. ¿Por qué me pasa esto a mí?
Creí que después de lo que me sucedió anoche con la pelirroja
estaba tocado o algo. Sin embargo, no tardo en darme cuenta
que lo mismo que ayer no funcionaba ahora mismo lo hace muy
bien, solo necesito los dos segundos que tardo en imaginar esos
labios alrededor de mi polla para que esta se ponga firme y dura.
Esto no puede ser bueno. Mi entrepierna solo obedece a Izzy.
¿Por qué tiene que ser justo ella?
Sin ni siquiera darme cuenta voy acercándome poco a poco,
hasta que solo unos centímetros separan nuestras bocas.
―¿Qué haces? ―susurra respirando con fuerza por la nariz.
―No tengo ni idea ―contesto antes de abalanzarme sobre
ella.
Hundo mi lengua en su boca y la atraigo hacia mí tirando de
su cuerpo. Me echo hacia atrás en la silla y la coloco a
horcajadas sobre mi regazo. Ahogo un gemido cuando su centro
se posa sobre mi endurecido miembro y sigo besándola como un
jodido poseso. Izzy mueve las caderas despacio restregándose
contra mi miembro, y me veo obligado a apartarme para jadear
en alto. Nuestras frentes se unen y la sujeto por la cintura,
ayudándola a moverse con más ímpetu. Mierda, esto es
fantástico. Sus ojos se abren de pronto y me doy cuenta de que
ella también está muy confusa por lo que está ocurriendo.
―Ahora no estamos borrachos ―susurra sin aliento y sin
dejar de moverse.
Empujo hacia arriba con las caderas y se muerde el labio
inferior volviendo a cerrar los ojos.
―No, no lo estamos ―confirmo―. Izzy… ¡Joder! Esto no es
ningún sacrificio, te lo aseguro. ―Bajo las manos para abarcar
su trasero y lo estrujo sin dejar de acompasar sus
movimientos―. Quiero follarte aquí mismo, sobre la mesa.
Sus ojos se abren de golpe y gime en alto mientras todo su
cuerpo se estremece. Me quedo embobado mirando como echa
la cabeza hacia atrás mientras se corre. Es una jodida belleza.
Cuando se detiene, yo me sigo moviendo. Estoy a punto de
llegar, casi puedo notar como mis pelotas se encogen antes de
que ocurra. Entonces Izzy se aparta y se levanta de mi regazo.
―Esto no… ―Se lleva las manos a la cabeza. Su pecho sube
y baja con violencia y casi no puede hablar―. ¿Qué demonios
estamos haciendo, Kai?
Inspiro hondo y suelto el aire por la boca cerrando los ojos
para tranquilizarme. Miro hacia mi entrepierna, donde un
enorme bulto sobresale de mi pantalón. ¿Sacrificio? ¡Es el puto
paraíso, joder!
―Tranquilízate ―pido mirándola de nuevo.
―¡No! No puedo tranquilizarme. Yo no puedo… ―Mira a su
alrededor descolocada y echa a correr hacia la puerta―. Tengo
que salir de aquí ―farfulla saliendo del apartamento.
―¡Espera! ¡Izzy! ¡Izzy! ―Corro tras ella y no logro
alcanzarla.
Estoy a punto de seguirla, sin embargo, no creo que pueda ir
por la calle descalzo, sin camiseta y empalmado como un jodido
caballo, así que cierro la puerta y vuelvo al salón. Compruebo
que su teléfono sigue sobre la mesa. Me dejo caer en el sofá y
cubro mi rostro con las manos. ¿Qué he hecho ahora? Esto solo
lo empeorará todo.
Tal vez vaya a buscar a Felicity. Esperaré un rato y después la
llamo. Si no la encuentro, saldré a buscarla por toda la ciudad si
es necesario. Decido ir a darme una ducha y cambiarme de ropa
para estar preparado.
Bajo el chorro de agua caliente no puedo dejar de darle
vueltas a lo que ha ocurrido. ¿De verdad la he besado y…?
Joder, le dije que quería follarla sobre la mesa. Así lo sentí en
ese momento. Miro hacia abajo y compruebo que aún sigo igual
de duro. Está claro que lo sigo sintiendo.
―Ahora decides funcionar ―murmuro apretando mi
miembro en un puño. Lo muevo despacio y gimo al recordar
como Izzy se movía sobre mí, el aspecto de su rostro cuando se
estaba corriendo. Jadeo y sigo moviendo la mano, aún más
rápido. Quería follarla, todavía quiero hacerlo―. Dios, Izzy
―susurro entre dientes justo antes de correrme con fuerza
contra los azulejos de la ducha.
Me apoyo en la pared con los ojos cerrados e intento
recuperar el aliento. ¿Por qué ella? Esa pregunta me atormenta.
Creo que ha llegado el momento de admitir que la deseo. Desde
que la tuve la primera vez, desde que probé sus labios no he
podido dejar de pensar en ello, y creo que necesito más.
No quiero perder su amistad
Izzy
―Os enrollasteis. ―Asiento y mi amiga deja salir un suspiro
echándose hacia atrás en su cama―. ¿Por qué?
―No lo sé ―contesto tapándome la cara con las manos―.
Desde la noche en la que nos acostamos todo está muy raro
entre nosotros, y no dejo de pensar en ello, es como si…
Mierda, no sé cómo explicarlo.
―¿Te gusta? ¿Crees que puedes estar enamorada de él?
Niego rápido con la cabeza.
―No, eso es imposible. Supongo que es más atracción que
otra cosa. Fue mi primera vez y estuvo bien. Más que bien,
estuvo genial. Tal vez solo deseo volver a sentirme así.
―Entonces, ¿crees que es solo por el sexo? Te sientes atraída
por él, lo deseas y nada más, ¿no?
Me muerdo el labio inferior sopesando su pregunta y asiento.
―Sí, me parece que es justo eso. Fue tan bueno que quiero
repetirlo.
―Entonces hazlo. ―La miro frunciendo el ceño y ella sopla
un mechón de su pelo antes de enderezar la espalda y mirarme
de frente―. Siempre dices que quieres vivir a tope estos años de
universidad, salir con chicos, ir a fiestas… Bien, aquí tienes tu
oportunidad. Sal con Kai, acuéstate con él cuando te dé la gana.
¿Quién mejor que el capitán del equipo de baloncesto para
mostrarte la diversión que esconden las noches universitarias?
―Estás loca. Te recuerdo que es mi mejor amigo. No puedo
acostarme con él como si nada.
―Cielo, ya lo has hecho ―me recuerda sonriendo de medio
lado.
―Eso fue distinto. Estábamos borrachos y…
―Excusas ―señala. Resopla en alto y sujeta mis manos entre
las suyas―. Voy a decirte algo que llevo pensando desde el
primer día que te conocí. No quiero que te parezca mal y mucho
menos que te enfades conmigo. ¿Crees que puedes aguantar un
poco de sinceridad?
―Felicity, sigues siendo mi amiga a pesar de la bocaza que
tengo. Siempre estoy dando opiniones que nadie me pide. Claro
que aguantaré tu sinceridad, es más, te agradezco que lo seas.
―Bien, pues ahí te va. ―Respira hondo y exhala una gran
bocanada de aire―. En mi opinión, Kai y tú estáis
completamente enamorados el uno del otro. Lo disfrazáis de
amistad, y hasta ahora os ha servido, sin embargo, empezáis a
daros cuenta de vuestros verdaderos sentimientos y eso es lo que
os tiene tan asustados.
Me quedo inmóvil y en silencio durante unos cuantos
segundos, intentando asimilar su declaración. Me esfuerzo en
contenerla, de verdad que sí, pero no soy capaz y acabo soltando
una enorme carcajada.
―Lo siento ―balbuceo entre risas―. ¿Lo dices en serio?
Felicity me mira frunciendo el ceño con los brazos cruzados
sobre el pecho.
―Ríete todo lo que quieras, bonita. Un día no muy lejano te
aseguro que volverás a entrar por la puerta de mi habitación y
me darás la razón.
―Chica, tienes que cambiar de camello ―me burlo sin poder
parar de reír.
―Adelante, que quien ríe último ríe mejor y con más fuerza.
Esta me la voy a guardar ―dice señalándome con el dedo
índice.
Intento tranquilizarme y respiro hondo conteniendo las ganas
de seguir partiéndome de risa.
―Vale, lo siento. ―Carraspeo y sacudo la cabeza de un lado
a otro. Esta chica está como una regadera. ¿Kai y yo?
¿Enamorados? Necesita ayuda psiquiátrica urgente―. Acepto tu
opinión, aunque creo que es una idea loca y descabellada.
Podría darte un millón de razones por las que eso jamás sería
posible, aunque, conociéndote, sé que no te haría cambiar de
parecer. Eres demasiado cabezota y obstinada.
―No necesito un millón de razones. Dame solo una.
―Arquea una ceja y sonríe de medio lado a modo de reto.
―Kai es mi mejor amigo, ha estado a mi lado siempre, en los
buenos momentos y también en los malos. Ni siquiera podría
pensar en él de otra forma que no fuese esa. ¿Te sirve?
―Izzy, ya estás pensando en él de una forma distinta. Tú
misma has admitido que te atrae y lo deseas sexualmente.
―Eso es porque… ―Bufo al no saber qué contestar―. Es mi
amigo, nada más. Y de verdad que esta conversación me está
pareciendo bastante ridícula e innecesaria.
Me levanto de la cama y empiezo a caminar por la habitación.
Me molesta que Felicity o cualquier otra persona pueda pensar
que Kai y yo… ¡No! Eso es inadmisible. Somos amigos, nada
más.
―Al final va a ser que no aguantas la sinceridad tan bien
como pensabas ―farfulla mi amiga ganándose una mirada poco
amistosa por mi parte―. Vale, ya me callo ―dice alzando las
manos en son de paz.
―Lo siento, Felicity. Estoy muy confusa. En mi vida siempre
he tenido claras dos cosas: La primera es que acabaría
estudiando arquitectura porque es lo que de verdad me apasiona,
y la otra que Kai y yo seríamos los mejores amigos el resto de
nuestras vidas. ―Resoplo peinándome hacia atrás con los
dedos―. Ahora mismo ya no tengo tan claro lo de Kai. Las
cosas están cambiando entre nosotros y cada vez nos alejamos
más el uno del otro.
―Chica, según me has contado, creo que es todo lo contrario.
Estuvisteis muy unidos esta mañana ―comenta.
―Te equivocas. Eso es algo físico, sin embargo, nuestra
amistad se está resintiendo con toda esta mierda. Ya no
hablamos como antes, intentamos tocarnos lo menos posible y
siempre estamos discutiendo y echándonos porquería a la cara.
―Ya, puede que en eso tengas razón.
―La tengo, Felicity. Y ese es otro motivo más por el cuál
puedo garantizarte que entre Kai y yo jamás puede haber nada
romántico o sentimental. No quiero perder su amistad.
Nos quedamos calladas un rato hasta que su teléfono empieza
a sonar. Sonrío al ver como se abalanza sobre él enseguida. No
me ha pasado desapercibido que desde que llegué ha estado
echándole vistazos de reojo cada pocos segundos. Alguien
parece estar esperando una llamada importante.
―Oh, es Kai ―murmura, creo que con decepción. Me mira y
niego con la cabeza. Felicity inspira hondo y descuelga la
llamada―. Hola, Kai. Sí. ―Me mira de nuevo y sus comisuras
se elevan―. ¿Izzy? ―Vuelvo a cabecear y su sonrisa se
amplía―. No, no la he visto. ¿Has probado a llamarla?
―Agudizo el oído para intentar escuchar lo que él le dice, pero
no lo logro―. Sí, está bien. Dile que me llame cuando vuelva
para que me quede más tranquila. Adiós.
Cuelga la llamada y me mira con expresión divertida.
―¿Qué? ―inquiero encogiéndome de hombros.
―Os estáis comportando como dos críos de primaria. Está
preocupado por ti, cielo. Te dejaste el teléfono en casa.
―Salí a toda prisa y ni siquiera me di cuenta.
―Ya, pues el pobre se está volviendo loco. Como no des
señales de vida pronto, estoy segura de que empezará a llamar a
todos los hospitales. Que no te extrañe si te encuentras por la
calle carteles con tu foto.
―No seas exagerada.
―Yo solo digo que no es justo que desaparezcas así. Él
también estará muy confuso por lo que está ocurriendo entre
vosotros. Solo vuelve a casa y sentaos el uno frente al otro a
hablar.
―Ya, el problema es si acabamos el uno sobre el otro
―farfullo haciendo una mueca con los labios.
―En ese caso, disfrútalo. No podéis seguir huyendo de esto.
Afrontadlo de frente, juntos, y que sea lo que tenga que ser.
Arqueo una ceja y sonrío señalando su teléfono móvil.
―Das muchos consejos, pero no te veo siguiendo ninguno de
ellos. ¿Por qué no llamas a Finn de una vez y dejas de esperar
como una niña ansiosa antes de la mañana de Navidad?
Bufa y se encoge de hombros.
―Eso es distinto. Se supone que él debería llamarme.
Anoche lo pasamos genial, sin embargo, no estoy segura de qué
significó.
―¿Crees que para Finn solo fue un polvo de tantos?
Se encoge de hombros otra vez, y puedo ver en su mirada que
pensar en ello la entristece. Me parece que mi amiga se está
pillando por el bocazas de Aaron Finn.
―No sería tan raro, ¿no? Se acuesta con una chica distinta
cada noche, ¿por qué conmigo va a ser distinto?
―Porque a ti te gusta de verdad.
―¿Qué? No, no me gusta. ―La miro con cara de a mí no me
engañas y resopla―. Vale, sí que me gusta. Aunque salta a
simple vista que es un bocazas y un fanfarrón, hay que admitir
que está buenísimo. Creo que es esa personalidad tan divertida y
pasota la que me atrae de él.
―¿Y Conrad? ―inquiero.
―Conrad…. ―Sopla un mechón de su pelo y suspira―. No
lo sé. Es un chico genial, respetuoso, amable, sincero,
cariñoso…
―Nada de lo que a ti te atrae ―deduzco.
―¡Sí! Justo eso. No sé por qué me complico tanto la vida.
―Supongo que no podemos elegir quién nos gusta o quién
no.
―¿En serio? Pues hace solo un momento he intentado
explicarte eso mismo y te has negado a aceptarlo.
―Es distinto ―rebato.
―Ya, lo que tú digas. Voy a preparar algo de comer. ¿Te
apetece quedarte?
―No tengo mucha hambre. Creo que voy a salir a dar un
paseo por el campus para despejarme.
―Vale. ¿Necesitas algo?
―Eh… Sí. ¿Tienes papel y lápiz?

∞∞∞
Cuando cae la tarde sigo sentada en uno de los bancos de
piedra del jardín que hay frente al edificio principal de la
universidad. Tengo frente a mí una docena de dibujos
terminados, en ellos predominan los colores verde y negro del
uniforme de los Green Wolves. Y sí, también Kai con el balón
en la mano a punto de lanzar a canasta, tumbado sobre la cama
con los pies contra el cabecero, sonriendo con esa expresión de
perrito abandonado…
Hacía mucho tiempo que no pasaba una tarde así, solo
dibujando y pintando lo que se me pasa por la cabeza. Creo que
desde que llegué a la universidad. Me he empeñado tanto en ser
una nueva persona que casi había olvidado cómo soy en
realidad. Eso es algo que tampoco quiero perder de mí misma.
Termino de colorear un balón con su típico color naranja y
muevo la muñeca en círculos para desentumecerla.
―¿Izzy? ―Alzo la mirada al reconocer la voz de Cooper y
ahogo un jadeo al comprobar por mí misma el estado de su cara.
Tiene un ojo casi cerrado en color negro y su labio inferior está
hinchado y con un corte bastante feo―. ¿Tan mal estoy?
―inquiere intentando sonreír. Acaba haciendo una mueca de
dolor y niego con la cabeza.
―No es eso. Yo… ―Bufo dejando los lápices de colores que
me ha prestado Felicity sobre la mesa―. Siento que esto haya
ocurrido. Me disculpo en nombre de Kai.
―No lo hagas ―replica tomando asiento a mi lado―. Es
mayorcito para asumir las consecuencias de sus propios actos.
Aún no sé por qué demonios se puso así. Estaba desquiciado.
―Es muy protector conmigo ―murmuro.
―No lo justifiques, Izzy. Creí que vosotros solo erais amigos.
―Y lo somos ―me apresuro a aclarar―. Kai y yo… Bueno,
somos muy amigos. Él siente que debe protegerme y tú no le
caes demasiado bien.
―Esa no es razón lo bastante válida como para actuar como
lo hizo. Él tampoco me cae bien, pero jamás me comportaría de
ese modo. Ha cruzado la línea y debe pagar por ello.
La preocupación empieza a hacerse notar en mí. Por una
parte, sé que Cooper tiene razón, Kai no actuó nada bien, sin
embargo, sé que las consecuencias de sus actos pueden afectar
al resto de su vida, y eso no puedo permitirlo.
―¿Vas a contárselo al entrenador? ―inquiero mirándolo
directo a los ojos.
―Sí. Hablaré con él el lunes, antes del entrenamiento.
―Sabes que lo echarán del equipo, ¿verdad? Va a perder la
beca y su carrera deportiva se irá a la mierda.
―Él se lo ha ganado, Izzy. Tendrá que pensarse mejor las
cosas antes de actuar como un animal salvaje.
Inspiro hondo por la nariz y asiento haciendo una mueca.
―¿Hay alguna forma en la que pueda hacerte cambiar de
idea? ―pregunto con un hilo de voz.
Cooper resopla y cabecea haciendo una mueca con los labios.
―Lo que me estás pidiendo es algo muy importante.
Sinceramente, no sé cómo puedes ser tan amiga de Flame y
defenderlo así. No se lo merece.
―Tú no lo conoces ―replico. Me duele que esté hablando
así de él. Puede que haya cometido un error, pero sigue siendo
mi amigo y le quiero―. Sé que Kai puede parecer un capullo a
veces, sin embargo, te aseguro que es una persona fantástica con
un corazón tan grande que lo raro es que le entre en el pecho.
No se merece perder todo por lo que tanto ha luchado a causa de
un error fruto de un calentón momentáneo.
―¿Y qué debo hacer yo? ¿Lo dejo pasar sin más?
―Eso demostraría que, en el fondo, tú también eres una gran
persona, Cooper. Ya sé que no nos conocemos demasiado, y tal
vez te parezca ridículo que esté pidiéndote algo así. Kai es mi
mejor amigo, crecimos juntos, y si él lo pierde todo yo también
me vería afectada.
―No es ridículo ―farfulla. Sonríe mirándome con su ojo
bueno y asiente―. Con esto que estás haciendo aún me entran
más ganas de seguir conociéndote, Izzy. Estoy deseando que
tengamos esa cita.
Trago saliva con dificultad e intento sonreír. Si algo tengo
claro es que no habrá cita si Cooper delata a Kai. Por muy
guapo que sea, mi sentido de lealtad hacia mi mejor amigo
jamás me permitiría traicionarlo de esa forma.
―¿Vas a denunciarlo?
Bufa e intenta frotarse el rostro con las manos. Hace una
nueva mueca de dolor, y al fin niega con la cabeza.
―No diré nada. ―Sonrío de oreja a oreja y me señala con el
dedo―. Que conste que lo hago por ti y no por el idiota de
Flame. Y más le vale mantener los puños alejados de mi cara.
No pienso pasarle otra, ¿entendido?
―Sí, claro. Te prometo que lo mantendré a raya. Gracias por
hacer esto, Cooper. Significa mucho para mí.
―Lo sé. ―Mira sobre mi hombro y señala los dibujos con el
dedo índice―. Son muy buenos. Ese es Flame, ¿verdad?
―¿Qué te hace pensar eso? Es rubio y lleva el equipamiento
de los Green Wolves, puedes ser tú.
―Mi número de camiseta es el cuatro, no el veintitrés
―contesta arqueando una ceja.
Río y asiento.
―Vale, me has pillado. Es Kai. No estamos pasando un buen
momento, y dibujar lo que me preocupa siempre me ayuda a ver
las cosas desde una mejor perspectiva.
―¿Y has llegado a alguna conclusión?
―En realidad, no. Sigo estando en las mismas.
―¿Qué te parece si te invito a tomar un café a ver si eso te
distrae un poco?
Frunzo el ceño golpeando mi labio inferior con el dedo
índice.
―Cambia el café por un bocadillo y soy toda tuya ―contesto
divertida―. No he comido nada en todo el día y tengo un
hambre voraz.
―Eso está hecho. ―Se levanta y me tiende su mano para
ayudarme. Recojo rápido los dibujos y la cojo sin dejar de
sonreír―. Que conste que, aunque vamos a comer algo juntos,
eso no significa que sea una cita.
―Vale ―murmuro confusa.
Cooper se acerca más a mí y deposita un beso en mi mejilla.
―Nuestra cita está reservada para después de los exámenes y
va a ser mucho más interesante que ir a una cafetería cutre a
comer un bocadillo ―susurra cerca de mi oído.
Me aparto con los ojos muy abiertos y siento como mis
mejillas se calientan. Su comentario ha sonado a insinuación
sexual. Me hace sentir extraña. Lo miro de arriba abajo, y una
vez más me doy cuenta de lo guapo que es. Sin embargo, hay
algo en él que me cohíbe. No es como con K… ¡Mierda! Tengo
que dejar esa tontería a un lado y disfrutar de lo que tengo
delante, que resulta ser un chico que cualquier mujer definiría
como la perfección personificada. Carraspeo y sujeto los dibujos
bajo mi brazo.
―Muy bien. Vámonos cuando quieras.
Yo no miento
Kai
Cuelgo la llamada y lanzo el teléfono sobre la mesa de
cualquier manera. Ya ha anochecido e Izzy aún no ha llegado.
No es propio de ella hacer algo así. Entiendo que esté cabreada
conmigo por lo que pasó, sin embargo, eso no significa que no
me preocupe pensar que algo malo le haya podido suceder. He
llamado a todas las personas que podrían saber algo de ella. Mi
principal sospechosa es Felicity, he contactado con ella más de
una docena de veces, incluso supliqué que me dijera si estaba
con Izzy o la había visto. Lo negó, aunque algo dentro de mí me
dice que estaba mintiendo. También salí a buscarla por el
campus y nada. Parece como si se la hubiese tragado la tierra.
Miro de reojo hacia la mesa y resoplo con fuerza. Lo que
menos me apetece es llamar al imbécil de Cooper, además, no
creo que ella acudiera a él, o al menos eso espero.
―A la mierda ―murmuro para mí cogiendo de nuevo el
móvil. Busco su número entre mis contactos y, tras respirar
hondo, espero a que suene el tono de llamada y conteste.
―Flame, espero que me estés llamando para suplicar que no
te denuncie por lo que me hiciste anoche ―dice nada más
descolgar, en un tono de burla que me obliga a apretar los puños
con fuerza para no mandarlo a la mierda.
―¿Has visto a Izzy? ―pregunto ignorando su comentario.
No voy a entrar ahí.
―¿Por qué debería contestarte? Lo que yo haga es problema
mío.
―Cooper, está claro que no me caes bien y yo a ti tampoco.
Sé que estás jugando con Izzy para joderme porque en tu
retorcida mente crees que soy el culpable de que el entrenador
no te haya dado el mando del equipo. Acepto eso, ¿vale?
Ódiame si quieres, me da igual. Aunque en el fondo quiero
pensar que no eres tan hijo de perra como aparentas. Estoy
preocupado por Izzy. No sé nada de ella desde esta mañana, y si
la has visto o…
―Está perfectamente ―dice interrumpiéndome.
Trago saliva con fuerza y cierro los ojos. Siento una extraña
sensación mezcla de alivio y tristeza. Está bien y eso es lo
importante, sin embargo, no puedo pasar por alto que mientras
yo me moría de preocupación buscándola por todos lados ella
estaba con el maldito Thomas Cooper haciendo Dios sabrá qué.
―¿Cuándo la has visto? ―siseo.
―Acabo de dejarla ahora mismo frente a su edificio
―contesta en tono burlón―. Hemos pasado una tarde muy
agradable. No sé si me entiendes.
Aprieto la mandíbula con tanta fuerza que puedo escuchar
como mis dientes rechinan. Estoy a punto de empezar a gritar al
jodido Cooper que se guarde sus insinuaciones de mierda donde
le quepan cuando oigo que la puerta principal se abre. Cuelgo la
llamada de inmediato y vuelvo a lanzar el teléfono sobre la
mesa.
Izzy entra en el apartamento con la cabeza gacha. Trae unos
papeles bajo el brazo. En cuanto alza la mirada y me ve, se
detiene de golpe y suspira.
―Hola ―susurra.
―Hola. ―Nos quedamos mirándonos en silencio durante un
rato. Quiero reclamarle lo que ha hecho, el haber desaparecido
sin más y que estuviese con Cooper, aunque sé que con eso solo
empeoraría las cosas. Respiro hondo para tranquilizarme y doy
un paso en su dirección―. Estaba preocupado por ti.
―Ya, bueno… Necesitaba, eh… Pensar y estar sola.
Frunzo el ceño e intento contenerme. No lo logro.
―¿Sola? ¿Has estado sola?
―Sí, la mayor parte del tiempo. ¿A qué viene esa pregunta?
―¿Desde cuándo dices mentiras?
La escucho resoplar y, tras acercarse para dejar los papeles
sobre la mesa, se cruza de brazos arqueando una ceja.
―Yo no miento, Kai. Estuve con Felicity, después me pasé la
tarde sola en el jardín del campus. ―Señala los papeles que
acaba de dejar sobre la mesa y me doy cuenta de que son
dibujos, me ha dibujado a mí.
―¿No estuviste con Cooper?
―Sí, acaba de dejarme frente a la puerta del edificio. ¿Hay
algo más que quieras saber o puedo irme ya?
Bufo con fuerza y ella pasa por mi lado de mala leche. Estoy
a punto de detenerla, sin embargo, decido darle un poco de
espacio. No creo que ahora mismo pueda contener mi mal
carácter y sé que acabaremos discutiendo de nuevo. Escucho
como la puerta de su habitación se cierra de un golpe y me
siento frente a la mesa. Repaso uno a uno todos los dibujos y
poco a poco el cabreo que siento se va esfumando. Los
recuerdos acuden a mí reconfortándome de algún modo,
recuerdos de hace solo un par de años, cuando Izzy y yo
pasamos las tardes en el patio trasero de la casa de mis padres.
Mientras yo lanzaba canastas ella se sentaba a dibujar. La
mayoría de las veces a mí.
Me levanto y camino hacia mi habitación. Entro y abro uno
de los cajones de la cómoda. En el fondo guardo una carpeta
con todos los dibujos que Izzy ha hecho de mí a lo largo de los
años, desde garabatos de líneas irregulares cuando tenía trece o
catorce años hasta estos últimos, de gran calidad y dignos de ser
expuestos en cualquier galería de arte. Izzy no es consciente del
gran talento que posee. Sé que a ella le encanta la arquitectura.
Su pasión es dibujar edificios e interiores, sin embargo,
haciendo retratos y paisajes también podría ganarse la vida.
Guardo los bocetos en la carpeta y decido ir de una vez a
resolver esta situación. No podemos seguir así. Está claro que
las cosas han cambiado entre nosotros desde la noche en que
nos acostamos. Estoy listo para admitir que la deseo y me atrae.
No sé el motivo, y por muchas vueltas que le doy no logro
entenderlo. Sin embargo, ahí está y no va a desaparecer. Esto es
algo que tenemos que hablar y arreglar juntos. No voy a permitir
que nuestra amistad se derrumbe. No, Izzy es demasiado
importante para mí como para darme por vencido.
Respiro hondo y alzo la mano para tocar a su puerta.
Chasqueo la lengua al darme cuenta de que para que las cosas
vuelvan a ser como antes tenemos que actuar como lo hacíamos
antes, de modo que tiro de la manilla y abro la puerta sin llamar.
Entro en la habitación y encuentro a Izzy tumbada sobre la cama
con las piernas apoyadas en el cabecero. Una sonrisa tira de mis
labios al verla en esa postura. Ella me mira del revés y no dice
nada. Decido acercarme y, bajo su mirada expectante, me
acuesto a su lado y entrelazo mis piernas con las suyas.
―Ya sé que últimamente no paro de disculparme ―susurro.
Giro la cabeza para mirarla y tengo que contener todos mis
impulsos que me gritan que recorra los pocos centímetros que
separan nuestras bocas y la bese―. Lo siento, Izzy.
―Yo también. ¿Qué nos está pasando, Kai? ―Sus ojos se
empañan y arruga los labios―. Solo quiero que volvamos a ser
los mismos de antes.
Inspiro hondo por la nariz e intercepto una lágrima solitaria
que se desliza por su mejilla.
―No creo que eso sea posible, Listilla. Yo también lo deseo,
de verdad, pero… ―Exhalo y repaso su labio inferior con la
yema de mi dedo índice―. Algo ha cambiado y tendremos que
adaptarnos. Ahora solo podemos intentar ser sinceros el uno con
el otro y ver a dónde nos lleva todo esto.
―¿Qué quieres decir? ―pregunta sorbiendo por la nariz.
Sigo repasando sus labios y me acerco aún más hasta que mi
nariz y la suya quedan pegadas.
―Me muero por besarte ―susurro contra su boca―. No
puedo dejar de pensar en ello. Sé que no está bien. Soy
consciente de que no debería sentirme de este modo. No puedo
evitar desearte, Izzy. He intentado por todos los medios que no
ocurra, te he evitado, me he escondido, te he tratado mal para
alejarte e incluso tuve la pésima idea de intentar acostarme con
la pelirroja de la fiesta para de algún modo apaciguar mis
jodidas hormonas. No funcionó.
―¿A qué te refieres? ―susurra.
―Literalmente no funcionó. Tenía a una mujer preciosa
dispuesta a hacerme pasar una gran noche y fui incapaz de
acostarme con ella. Solo podía pensar en ti.
―¿Tú no…? ―Se aparta un poco y me mira a los ojos.
Parece confusa y también asustada. La entiendo. Esos extraños
sentimientos que se agolpan en mi interior también me tienen
descolocado por completo. Es muy raro―. No entiendo qué
quieres decir con que no funcionó.
―No se me puso dura ―musito haciendo una mueca.
―Oh… ―Carraspea y puedo ver como intenta luchar para
contener la risa.
―No te atrevas a burlarte de mí. Estoy siendo sincero contigo
y contándote esto porque creo que es importante para que
podamos arreglar lo nuestro.
―Ya, vale. Lo siento. ―Aprieta los labios con fuerza y
resoplo―. No te cabrees. Es que no esperaba que dijeras eso.
Deberías ir al médico o algo. No es normal que a tu edad sufras
disfunción eréctil. ―Suelta una carcajada y me giro de golpe
colocándome sobre ella.
Su risa se corta de inmediato y se queda muy quieta.
―¿Te parece que debo ir al médico? ―siseo clavando mi
endurecido miembro en su muslo. Sus ojos se abren hasta el
nacimiento del pelo y esta vez soy yo el que sonríe―. No
necesito un médico. Tú eres mi jodido problema. Te deseo tanto
que el resto de mujeres carecen de interés para mí.
―Kai, estamos jugando con fuego ―susurra sin dejar de
mirarme a los ojos.
―Lo sé. No quiero perderte, pero al mismo tiempo no sé qué
demonios más hacer para dejar de sentir lo que siento.
―¿Qué es lo que sientes?
―Te deseo a todas horas. ―Muevo las caderas rozándome
contra su muslo y cierro los ojos ahogando un gemido―. Cada
vez que te acercas solo tengo ganas de comerte a besos y follarte
como un maldito poseso, y… me masturbo pensando en ti.
―Joder ―susurra con la respiración agitada. Noto como abre
sus piernas y doblo la rodilla para pegarla a su centro―.
Mierda, creí que solo me pasaba a mí.
―Espera…. ¿Te has tocado pensando en mí? ―Con los ojos
cerrados, muerde su labio inferior y suspira asintiendo con la
cabeza. Siento un latigazo en mi polla con la simple imagen que
crea mi mente de Izzy tocándose en su habitación mientras yo
estaba al otro lado del pasillo, tal vez haciendo lo mismo―.
Santo Cristo, Listilla. Vas a hacer que me corra en los
pantalones.
Sus preciosos ojos verdes se abren y una sonrisa alza sus
comisuras. Estira los brazos para rodear mi cuello con ellos y
entrelaza los dedos en mi nuca acariciando mi pelo. Me muevo
para quedar encajado entre sus piernas abiertas y cuando
nuestros sexos se tocan por encima de la ropa, ambos gemimos
a la vez.
―¿Qué estamos haciendo, Kai? ―pregunta con un hilo de
voz.
―No lo sé. ―Sacudo la cabeza negando y vuelvo a moverme
para restregar mi endurecida entrepierna en su centro. Siseo una
maldición y repito lo mismo al escuchar como gime de
placer―. Puedo parar si eso es lo que quieres.
Respira hondo y niega con la cabeza.
―No quiero, aunque temo que solo empeoremos la situación.
―Yo también. Piénsalo de este modo, es posible que solo
necesitemos repetirlo. Tal vez no sea tan bueno como la primera
vez y podamos pasar página y volver a la normalidad.
Nos miramos a los ojos y sé que ella está pensando lo mismo
que yo, que lo que acabo de decir es una jodida estupidez. Si
solo con un pequeño roce ya estamos cachondos perdidos. Sus
piernas se enredan alrededor de mi cintura y deslizo las manos
por sus costados hasta llegar al borde de su camiseta, la levanto
un poco y acaricio su abdomen con las puntas de los dedos.
Todo su cuerpo se estremece bajo mi tacto y eso me pone aún
más duro si es posible. Me encanta como toda ella reacciona a
mis caricias.
―Siento que vamos a cagarla aún más si seguimos por este
camino, sin embargo, no creo ser capaz de detenerme ―susurra
con los ojos cerrados.
Una vez más, Izzy demuestra que es incapaz de guardarse un
pensamiento, y eso me hace sonreír porque de alguna manera
siento que estoy recuperando a mi mejor amiga. Estamos
hablando y siendo sinceros como antes, aunque mientras lo
hacemos tenga mi polla encajada entre la unión de sus muslos.
―Quiero follarte ―confieso.
Sus ojos se abren de golpe y traga saliva con fuerza.
―Y yo quiero que lo hagas.

Izzy
No sé cuándo nos hemos desnudado. Estaba demasiado
ocupada intentando asimilar todo el placer que Kai me
proporciona con sus caricias y sus besos. Cada centímetro de mi
piel arde, tengo los labios doloridos, y aun así no soy capaz de
dejar de besarlo. Es jodidamente adictivo. Su miembro roza mi
sexo proporcionándome pequeños latigazos de placer que me
hacen gemir en alto mientras él sigue devorando mis pechos. La
punta de su miembro se introduce unos centímetros en mí y todo
mi cuerpo tiembla de anticipación.
―Mierda ―farfulla Kai apartándose rápido―. Joder,
necesito un condón.
Nos quedamos quietos y me encojo de hombros con la
respiración agitada.
―A mí no me mires, hasta hace unos días aún era virgen.
―Tengo que ir a mi habitación. Dame… Solo tardaré un
segundo. ―Me besa en los labios y sale corriendo desnudo.
Alzo la cabeza y, aunque por poco tiempo, admiro como ese
culo duro se mueve de un lado a otro. Tal como prometió no
tarda nada en volver, y la imagen que se presenta ante mí
cuando entra en la habitación es aún mejor. Trago saliva con
fuerza al ver su miembro apuntando hacia arriba. Es grande.
¿De verdad he tenido eso dentro de mí? Mis mejillas se
calientan al pensar que en un momento volverá a ocurrir. Kai se
acerca y tira de mi tobillo moviéndome hacia el centro de la
cama.
―¡Ehhh! ―Suelto un pequeño grito y enseguida se coloca
sobre mí.
―Te has sonrojado. ¿En qué estabas pensando? ―inquiere.
«¡Oh, vamos! ¿De verdad tenías que preguntarlo?». Resoplo e
intento contener las palabras en mi boca, y bueno… no
funciona.
―Estaba pensando en que no me puedo creer que haya tenido
eso dentro de mí ―suelto de golpe.
Kai ríe, y tras rasgar el envoltorio con los dientes se lo coloca
y empieza a hundirse en mí con lentitud.
―Vuelve a estar en tu interior ―sisea sin dejar de presionar
para hacerse espacio.
―Eso también lo pensé ―gimo.
―Bien. ¿Sabes lo mejor? ―Niego con la cabeza respirando
de forma agitada―. Ya no es tu primera vez, de modo que no
tendré que contenerme. Espero que estés lista para esto.
―¿Para q…? ―Antes de poder terminar de formular la
pregunta, lo siento clavándose en mi interior de una sola
embestida.
Ahogo un grito de placer y Kai se detiene de inmediato.
―¿Demasiado brusco? ―pregunta con la mandíbula
apretada. Niego con la cabeza y exhala una gran bocanada de
aire―. Esperaba que dijeras eso.
Vuelve a arremeter con las caderas y esta vez no me
contengo.
―¡Joder, sí! ―Me aferro a sus hombros y aguanto sus
embestidas notando como mi cuerpo lo acepta y se hace uno con
el suyo. Sus dedos se clavan en mis muslos y acelera el ritmo
buscando mi boca con la suya. Cuando se aparta, veo como el
sudor de su frente se desliza por las sienes, rodeo sus caderas
con mis piernas y clavo mis uñas en su trasero―. No pares
ahora, Kai ―suplico apretando los muslos con fuerza.
―Mierda, vuelve a hacer eso. Joder, sí, apriétame de nuevo.
―Hago lo que me pide y Kai jadea en alto―. Dios, no voy a
aguantar. ―Antes de poder asimilar a qué se refiere sale de mí,
y con un movimiento brusco me gira sobre mí misma. Aún
estoy algo descolocada cuando tira de mi cadera y se clava de
nuevo en mi interior desde atrás―. Es demasiado bueno, Listilla
―susurra en mi oído mientras deja un reguero de besos y
pequeños mordiscos en mi cuello.
La nueva postura hace que lo sienta aún más adentro de mí.
Con las manos y las rodillas sobre el colchón, aguanto sus
embestidas aferrándome a las sábanas para no salir disparada
hacia adelante. Entonces Kai me sujeta por los hombros y tira de
mí, obligándome a incorporarme. Siento su pecho duro y
caliente pegado a mi espalda y se aferra a mis pechos con ambas
manos mientras sus muslos golpean mi trasero siguiendo un
ritmo rápido y constante. Una de sus manos baja por mi vientre
hasta llegar a la unión de mis muslos y solo necesito un pequeño
roce en el sitio correcto para que todo mi cuerpo empiece a
temblar mientras una oleada de placer recorre cada poro de mi
piel. Kai sigue arremetiendo en mi interior unos segundos más
hasta que, con un jadeo, se queda quieto y cae sobre mi espalda
boqueando en busca de aire.
No intentes fingir que eso no te
encanta
Kai
Me despierto con el peso del cuerpo de Izzy sobre el mío. No
sé cuándo tomamos la decisión de dormir siempre en su cama.
Creo que no fue una decisión, solo seguimos con la dinámica de
esa noche, de hace ya casi dos semanas, cuando confesamos que
algo había cambiado entre nosotros. Desde entonces, no hemos
vuelto a hablar del tema. Llegué a pensar que después de
acostarnos tal vez podríamos volver a la normalidad, y lo
hicimos, pero con el añadido de que aparte de seguir siendo los
mejores amigos, también disfrutamos del sexo. Lo sé, es una
locura. ¿Cómo es posible que consigamos entendernos así? Pues
sí, lo hacemos. Hemos estado muy liados con los exámenes y yo
con el baloncesto también, sin embargo, no hay ni una sola
noche en la que no follemos. Se ha convertido en una excitante
y maravillosa costumbre.
Izzy se mueve sobre mí e irremediablemente me pongo duro.
Aunque lo intento, no soy capaz de contenerme. Es como si mi
polla estuviese hechizada y solo respondiera ante mi mejor
amiga. Deslizo mi mano por su costado y beso su frente. Sus
ojos se abren y hace una mueca con los labios.
―Dime que no es hora de levantarse ya ―farfulla con voz
somnolienta.
―Lo siento, Listilla. Si no nos damos prisa perderemos el
vuelo.
―Dios, no ―gime volviendo a cerrar los ojos―. ¿Por qué
reservaste los billetes para una hora tan temprana? Necesito
dormir un poco más.
―Vamos, remolona. ―Pinzo su costado, y ella da un
respingo y me lanza una mirada de advertencia―. No me mires
así. Fuiste tú la que dijo que quería pasar más tiempo en casa.
Resopla y rueda sobre la cama quedando boca arriba. No se
molesta en cubrir su cuerpo con la ropa de cama, y eso me
encanta. Se ha convertido en algo natural que pasemos el rato
desnudos, a veces incluso andamos así por casa o nos tumbamos
en el sofá a ver la tele en pelotas. Es cómodo, y lo mejor es que
no perdemos tiempo en quitárnosla cuando nos entra el
calentón.
―Nunca hagas caso a lo que digo. ¿Cuánto he dormido, dos
horas?
―Tres ―respondo sin poder evitar sonreír. Puede que haya
sido culpa mía.
A las cuatro de la madrugada Izzy ya se había quedado
dormida y la desperté para follar otra vez. Sí, ya lo sé, soy un
puto obseso sexual, ¿y qué? Creo que eso a ella le gusta.
―Necesito un par de horas más de sueño. ¿No hay forma de
cambiar los billetes?
―No sin dejarnos una fortuna en ello. Me he gastado la
reserva de mis fondos de la beca para ir a casa por Acción de
Gracias, y no creo que a tus padres le haga mucho chiste tener
que enviarte más dinero para el viaje porque no has querido
levantarte de la cama.
―No es justo ―farfulla volviendo a resoplar como una niña
pequeña.
Me inclino sobre ella y dejo un beso en su cuello. Enseguida
noto como sus manos van a parar a mi nuca y mueve la cabeza
hacia un lado para darme mejor acceso.
―Podrás dormir un poco en el avión ―susurro antes de
mordisquear el lóbulo de su oreja.
―Mmmm ―gime en voz baja, y antes de que pueda
reaccionar me empuja para quedar a horcajadas sobre mí.
La chica inexperta ha desaparecido por completo. Tampoco es
de extrañar, en estas dos semanas hemos tenido tanto sexo y de
tantas formas distintas que lo raro sería que no hubiese
aprendido algo.
―Izzy, aunque me encantan los polvos matutinos, vamos a
tener que marcharnos.
Me besa hundiendo su lengua en mi boca, y como el adicto
que soy a sus jodidos besos solo puedo aceptarlo y apretarla más
contra mi cuerpo. Cuando se aparta, luce una sonrisa ladina en
su rostro que casi consigue que me corra al mirarla.
―¿Cuánto tiempo tenemos?
Miro el reloj de la mesita de noche y suspiro.
―Dos horas para que salga el vuelo. Como mucho, cuarenta
minutos para salir de casa.
―Si nos duchamos juntos podremos ahorrar unos… ¿Diez
minutos? ―Se mueve sobre mí y siseo de puro placer al notar el
calor y la humedad que desprende su centro.
―La última vez que nos duchamos juntos, tú llegaste tarde a
clase y a mí me cayó una bronca del entrenador por no llegar a
tiempo al entrenamiento.
―Podemos ducharnos juntos sin tocarnos ―murmura sin
dejar de moverse.
Sujeto su cintura con ambas manos y la ayudo con el
movimiento, estiro el cuello y cierro mis labios alrededor de uno
de sus pezones.
―Tenemos que ser muy rápidos ―susurro contra su pecho.
Izzy me empuja por los hombros y me dejo caer sobre el
colchón. Una vez más, sonríe de esa forma que hace que mi
corazón se acelere hasta el punto de querer salirse por mi boca.
Acaricia mi pecho y va descendiendo por mi abdomen, se aparta
un poco y agarra mi miembro entre su puño dándole un pequeño
apretón.
―Creo que puedo acelerar un poco el proceso ―comenta
justo antes de morderse el labio inferior.
Gimo de nuevo y asiento con la cabeza.
―Que se jodan los billetes, el avión y nuestras familias. Si
quieres chuparme la polla no voy a impedírtelo.
Suelta una carcajada y yo sonrío también. En momentos
como este me doy cuenta de que todos nuestros miedos eran
infundados. No solo no hemos arruinado nuestra amistad, es
como si hubiese evolucionado para convertirse en algo mucho
mejor, más profundo.
―Eres un guarro ―señala entre risas.
―Cierto. ―Coloco mi mano sobre su cabeza y la empujo
hacia abajo―. Ahora usa esa boquita de sabelotodo para algo
más que decir tonterías.
Me lanza una mirada entre divertida y ofendida y hace lo que
le pido. Sabe que estoy bromeando. Jamás la trataría de esa
forma en serio. Izzy sigue siendo una persona muy importante
para mí, tal vez la más importante.

Izzy
Me despierto desorientada y confusa. Escucho un zumbido y
me doy cuenta de que Kai me está mirando.
―¿Qué? ―pregunto enderezándome. Me duele el cuello por
haberme quedado dormida con la cabeza sobre su hombro―.
¿Ya hemos aterrizado?
―Sí, y has roncado todo el viaje.
Le lanzo un puñetazo en el brazo y él suelta una carcajada.
―Yo no ronco, imbécil ―farfullo peinándome como puedo
con los dedos.
―¿Que no? ―Señala su camisa. Tiene una mancha mojada
sobre el omóplato―. Has babeado sobre mí.
Me encojo de hombros y me desperezo estirándome todo lo
que el estrecho asiento me permite.
―Antes de salir de casa no te preocupaba que babeara sobre
ti ―replico.
Lo escucho farfullar una maldición y se recoloca la
entrepierna frunciendo el ceño. Sonrío de oreja a oreja y me
acerco para depositar un beso húmedo en su cuello.
―Disfrutas viéndome empalmado en sitios en los que no
puedo estarlo, ¿verdad? ―sisea mirándome de reojo.
Me encojo de hombros una vez más y me acomodo en mi
asiento justo cuando la luz que indica que nos abrochemos los
cinturones se enciende.
―¿Ya vamos a aterrizar?
―Sí. ¿Estás lista para volver a casa?
―Echo de menos a mis padres, a Hannah y, sobre todo, al
pequeño Cris.
―¿Pero? Tienes cara de estar a punto de soltar un gran pero.
―No sé, es como si mi hogar ahora estuviese en Corm.
Parece ridículo, lo sé.
―No lo es ―murmura entrelazando sus dedos con los
míos―. Yo también me siento así. Además, va a ser raro no
vivir juntos, aunque sean solo unos pocos días. Creo que voy a
echar de menos tenerte en mi cama. ―Nos miramos a los ojos y,
como siempre me ocurre últimamente, mi corazón se acelera.
Kai y yo hemos llegado a esta especie de acuerdo no verbal
en el que seguimos siendo los mejores amigos y también nos
acostamos juntos. Felicity dice que somos la mejor definición
posible de follamigos, que si buscamos el significado de esa
palabra en Google aparece una foto nuestra. La pobre no lo ha
pasado muy bien estas últimas semanas. El capullo de Finn, fiel
a sí mismo, ha conseguido desilusionar por completo a mi
amiga. Después de la noche que pasaron juntos no volvió a
llamarla ni a mencionar nada al respecto, tampoco tardó en
buscarse a otra y liarse con ella justo frente a las narices de la
pelirroja. Es un imbécil, pero eso ya lo sabíamos. Las veces que
Kai y yo hemos hablado sobre ello ha intentado explicarme que
Finn no es de los tíos que buscan una relación estable. Disfruta
picoteando aquí y allá sin ningún tipo de lazos o ataduras. A él
solo le importa seguir jugando al baloncesto para mantener su
beca deportiva y terminar la carrera. En eso se parecen. Mi
mejor amigo tampoco es de los que se quedan a desayunar con
la chica al amanecer. Bueno, excepto conmigo.
Durante estas dos semanas hemos pasado todo nuestro tiempo
libre juntos. Sé que no se ha visto con nadie más, aunque en el
fondo también soy consciente de que no durará demasiado.
Ahora que los exámenes han terminado vamos a tener más
tiempo libre, y eso para Kai significa salir a fiestas, divertirse
con sus amigos y… Sí, también tirarse a una chica distinta cada
fin de semana. Sé que no puedo reclamarle nada. Tampoco es
que seamos pareja o algo por el estilo. Bueno, en realidad no
tengo ni idea de lo que somos. No hablamos de ello en absoluto.
Supongo que tendremos que cruzar ese puente cuando
lleguemos. Por ahora seguiré disfrutando de tener a mi mejor
amigo de vuelta con el añadido de un sexo fantástico.

Kai
Cogemos un taxi que nos lleva directos a casa. Primero
pasamos por la de Izzy. La ayudo con la maleta y decido
acompañarla hasta su puerta. Solo vamos a quedarnos unos días
para pasar Acción de Gracias. Después volveremos a Houston
hasta las vacaciones de invierno. Izzy toca al timbre, y antes de
que abran cojo su mano y le doy un pequeño apretón.
―¿Qué pasa? ―pregunta frunciendo el ceño.
―Te voy a echar de menos, Listilla ―contesto en un susurro.
―Kai, vives justo al lado. Apuesto a que vas a pasar más
tiempo en mi casa que en la tuya. Además, cenaremos todos
juntos por Acción de Gracias como cada año.
―Lo sé, pero va a ser distinto. ¿Qué posibilidades crees que
hay de que podamos encerrarnos en tu habitación a solas?
―Sonrío de manera pilla y ella suelta una carcajada.
―Olvídalo, si mi padre nos pilla no te dejará ni un solo hueso
entero en el cuerpo, y lo sabes.
Hago una mueca con los labios y asiento. Aunque los Jensen
siempre me han tratado como uno más de la familia, al padre de
Izzy nunca le ha hecho demasiada gracia nuestra amistad tan
estrecha. Estoy seguro de que si llega a enterarse de lo nuestro
intentará darme una paliza. Además, tampoco es que pueda ser
sincero y hablarle de mis intenciones con su hija. Al fin y al
cabo, solo nos acostamos juntos, o algo así. Aún no lo tengo
demasiado claro.
La puerta se abre y Hannah, la hermana de Izzy, nos mira
sonriendo de oreja a oreja con el pequeño Cris en brazos.
―¡Bienvenidos! ―exclama abrazando a su hermana.
Izzy le quita el niño de los brazos y empieza a darle besos por
toda la cara.
―Madre mía, qué grande está. ¿Cómo es posible que haya
crecido tanto en solo unos meses?
Hannah se encoge de hombros y se acerca a mí para darme un
abrazo.
―¿Cómo estás, estrella del baloncesto? ―me pregunta.
―Intentando llegar a serlo ―contesto animado. Hannah
siempre me ha caído bien. Es una pena lo que le hizo ese
capullo. Tanto para ella como para su familia fue un gran palo
cuando se quedó embarazada y el tío no quiso saber nada del
asunto―. ¿Tú cómo vas?
―Aquí, como siempre. En Clarksville nunca ocurre nada
interesante. ―Rueda los ojos de manera teatral. Izzy y yo
sonreímos―. Pasa, a mis padres les alegrará verte, y tenéis que
contarme cómo os ha ido en la universidad.
―Yo tengo que irme ―informo―. Aún no he ido a casa y
tengo que dejar la maleta y eso.
―¿Te pasas después? ―pregunta Izzy.
―Sí, claro. Esta noche podemos ir a dar una vuelta si te
apetece.
―Bien, genial. ―Estoy a punto de acercarme para besarla,
sin embargo, en el último segundo me doy cuenta de que no
puedo hacerlo porque su hermana nos está mirando―. Hasta
luego, entonces ―dice Izzy con una risilla nerviosa al notar
cuáles eran mis intenciones.
―Sí, nos vemos después. ―Alzo la mano a modo de
despedida y, tras colgarme la mochila del hombro, cruzo el
sendero que separa la casa de los Jensen de la nuestra, mucho
más pequeña y modesta.
Abro la puerta con mi propia llave y, nada más entrar, alguien
salta frente a mí dándome un susto de muerte.
―¡Booo! ―Pego un brinco y el imbécil de mi hermano
pequeño empieza a partirse de risa―. Tenías que verte la cara.
Qué pardillo.
Bufo enganchándolo por el cogote y lo atraigo hacia mí.
―¿Qué tienes, cuatro años? ―inquiero mientras él forcejea
para librarse de mi agarre.
―Doce. Suéltame, capullo.
Lo hago y sonrío de manera socarrona.
―Ya casi tienes pelos en los huevos. Deja de comportarte
como un crío.
―Los tengo. ¿Quieres verlos? Apuesto a que la tengo más
grande que tú, imbécil.
Le doy un nuevo golpe en el cogote y niego con la cabeza. No
es que me lleve mal con Noah. Al contrario, lo adoro. Estas son
las típicas pullas entre hermanos que echo de menos cuando no
estoy en casa.
―¿Dónde está papá? ―pregunto adentrándome en la casa
seguido del enano molesto.
―En el trabajo. Me dijo que lo esperáramos para comer.
―Vale. Voy a mi habitación a dejar la mochila.
Subo las escaleras de dos en dos, y nada más llegar a mi
cuarto me asomo a la ventana. Puedo ver a Izzy en su habitación
con claridad, se quita la chaqueta y empieza a moverse por la
estancia. Sonriendo, saco mi teléfono y decido enviarle un
mensaje.
Sigue desnudándote, por favor.
Miro hacia su ventana y la veo coger el móvil y cabecear.
Alza la mirada, y al verme sonríe de oreja a oreja. Enseguida se
pone a teclear y me llega la respuesta.
Eres un puto pervertido, Flame.
Me apresuro a contestarle sin perder la sonrisa.
No intentes fingir que eso no te encanta. Vamos, quítate la
camiseta.
Sacude la cabeza de nuevo sonriendo y tira de su camiseta
hacia arriba quedándose en sujetador. Me mira con una ceja en
alto y poso la mano sobre mi entrepierna. No la escucho, sin
embargo, por la forma en la que se mueve, sé que acaba de
soltar una carcajada. Desvía la mirada hacia su teléfono y el mío
no tarda en vibrar.
Dime que no te la vas a menear frente a la ventana. Lo más
probable es que termines en comisaría si te ven los vecinos.
Contesto enseguida.
¿Por qué no vienes aquí y te haces cargo de lo que acabas de
provocar? Estoy duro como una jodida piedra por tu culpa. Mi
padre no está. Te abro la puerta trasera y nadie tiene por qué
enterarse. Tú y yo solos en mi cama. Prometo hacerte ver las
estrellas, Listilla.
Me doy cuenta de que está escribiendo, así que espero
ansioso.
Yo no he provocado nada. Tú has sido quien ha empezado
este jueguecito.
Tecleo a toda prisa sin siquiera levantar la mirada de la
pantalla.
Asumo mi culpa. Yo he empezado. Ven aquí y deja que lo
termine.
Su contestación no tarda en llegar.
Suena tentador, pero no va a poder ser. Acabo de llegar a
casa y mamá quiere que comamos todos juntos. ¿Te apuntas?
Suspiro decepcionado y tecleo una respuesta de inmediato.
Supuse que dirías eso. No puedo. Mi padre va a llegar pronto
y también quiere que comamos los tres juntos.
Supongo que eso nos deja en el punto de partida. Nada de
sexo a escondidas ☹
Acompaña su mensaje con un emoticono de una carita triste y
niego con la cabeza.
Van a ser unos días muy largos, Listilla. Pásalo bien con tu
familia. Nos vemos esta noche. Ya te echo de menos.
Envío el mensaje y miro a través de la ventana para medir su
reacción a lo último que escribí. Tal vez me haya pasado.
Tampoco es que seamos pareja como para enviarnos mensajes
de este tipo, aunque, pensándolo bien, no tiene nada de malo
decir que la echo de menos. Es la verdad, y antes de que
empezáramos esta relación física ya se lo decía a menudo. Izzy
alza la mirada y sonríe guiñándome un ojo justo cuando mi
teléfono vibra en mi mano.
Y yo a ti. Te quiero, idiota.
Sonrío sacudiendo la cabeza. Estaba preocupado porque
malinterpretara mis palabras, y ella suelta que me quiere sin
ningún tipo de recelo. Claro que me quiere, y yo a ella también.
Somos los mejores amigos, o algo así.
No puedes gritar
Kai
Entro en la casa de los Jensen acompañado por mi padre y mi
hermano Noah. Ya llevamos varios días en Clarksville y casi no
he podido estar con Izzy. Su familia la tiene muy ocupada yendo
de un lado a otro todo el tiempo. La echo demasiado de menos.
Por las noches me despierto buscándola en la cama y un
sentimiento de tristeza y decepción se apodera de mí al no
encontrarla. Por suerte, pasado mañana volvemos a Corm. Estoy
deseando tenerla para mí solo de nuevo.
―Buenas noches, señor Jensen ―saludo enderezando la
espalda.
Para la cena de Acción de Gracias todos nos vestimos de
forma elegante. Incluso cuando mamá aún estaba con nosotros
teníamos la costumbre de hacerlo en casa de la familia de Izzy.
Después de cenar siempre nos escondíamos ella y yo solos en su
habitación y nos pasábamos el resto de la noche viendo
reposiciones de pelis de los noventa. Espero que hoy podamos
continuar con esa tradición, aunque, sinceramente, no creo que
veamos demasiado la tele. Estoy deseando ponerle las manos
encima. Cada noche pasamos una o dos horas intercambiando
mensajes, la mayoría de ellos no aptos para menores de edad, e
incluso hemos llegado a llamarnos para tener sexo telefónico.
La veo bajar las escaleras con un vestido azul bastante
ajustado puesto y casi se me cae la bandeja que llevo en las
manos.
―¡Cuidado, muchacho! ―exclama su padre sujetándola.
―Uy, perdón. ―Carraspeo y aparto la mirada de su hija justo
a tiempo de ver como una sonrisa pilla se dibuja en sus labios.
―¿Qué es esto?
―Eh… Pastel de carne, señor. La receta de mamá.
Mi padre da un leve apretón en mi hombro desde atrás y
respiro hondo por la nariz. Estas fechas siempre son muy
dolorosas para todos. La echamos de menos.
―Estoy deseando probarlo ―dice la madre de Izzy
apareciendo de pronto. Me quita la bandeja de las manos y me
abraza de forma cariñosa―. ¿Cómo estás, cielo? Te veo más
delgado. No sé qué hacéis mi hija y tú en la universidad. ¿Es
que no coméis suficiente?
Echo un vistazo en dirección a Izzy y la veo arquear una ceja
sin dejar sonreír. No puedo explicarle a su madre que todo lo
que comemos lo quemamos en la cama. Eso sería bastante
descortés. Además, me gusta que la señora Jensen me trate así.
Siempre ha sido muy cariñosa conmigo, sin embargo, desde que
mi madre falleció ella decidió asumir en parte ese rol maternal,
y lo hace genial.
―Comemos bien, señora Jensen ―contesto sonriendo de
medio lado.
Vuelvo a mirar a Izzy, esta vez soy yo el que alza una ceja.
«Ahora mismo estoy deseando comerme a su hija».
―Verónica, deja de molestar a los chicos. Comen bien, solo
están creciendo ―comenta su marido tras chasquear la lengua.
«Oh, sí. Hay algo dentro de mi pantalón que crece cada vez
que veo a su hija, señor Jensen». Alzo una de mis comisuras sin
dejar de mirar a Izzy y ella cabecea como si adivinara
exactamente lo que estoy pensando.
Al fin pasamos al interior de la casa y no tardamos en
sentarnos alrededor de la mesa. Cenamos charlando y no dejan
de hacernos preguntas respecto a nuestra vida en Houston, los
estudios y también el baloncesto. Quien más curiosidad parece
tener es Hannah. Ella solo pudo disfrutar de su primer año de
universidad antes de tener que volver a casa cuando se quedó
embarazada, y se nota que envidia a su hermana pequeña por lo
que está viviendo, aunque también se alegra por ella.
A mi lado, Izzy responde a todas las preguntas con su
habitual desparpajo y sinceridad. Cuando Hannah menciona que
aún no le ha dicho nada sobre los chicos que estudian en Corm y
si le interesa alguno, noto como se tensa. Eso puede ser
peligroso. Izzy es incapaz de mentir, y si se le escapa que ella y
yo… Coloco la mano sobre su muslo y le doy un pequeño
apretón, ella me mira pidiéndome ayuda sin palabras y termino
haciéndome cargo de la situación.
―Isabella, no has contestado a tu hermana ―señala su
padre―. ¿Hay algún chico que te ronda?
―Tranquilo, señor Jensen ―contesto sonriendo de manera
chulesca―. Antes de llegar a ella tienen que pasar por mí. Le
aseguro que la estoy cuidando bien.
Parece que va a decir algo, sin embargo, solo asiente y sigue
comiendo como si nada. Izzy me da una patada bajo la mesa y
me encojo de hombros sin sentirme ni un poquito culpable. En
realidad, no he mentido. El único chico que ha llamado la
atención de Izzy es el capullo de Cooper, y me he encargado de
mantenerlo alejado. Sé que no se han vuelto a ver desde que ella
y yo empezamos a acostarnos de forma asidua. Todo su tiempo
libre lo pasa conmigo, de modo que es imposible que hayan
quedado. Además, Izzy no es de las chicas que juega a dos
bandas. Aunque lo nuestro no sea algo… Ni siquiera sé cómo
definirlo. En fin… Ella no se vería con él mientras se acuesta
conmigo.

Izzy
Durante la cena, la verdad es que lo paso muy bien. Echaba
de menos estos ratos en familia. Noah, el hermano de Kai, no
deja de soltar chistes malos que todos reímos. Su padre, como
siempre, se mantiene en segundo plano. Es un hombre bastante
reservado y de pocas palabras. Yo le tengo mucho cariño. Sé
que la muerte de su esposa le afectó mucho, pero supo sacar
adelante a su familia él solo, aunque mis padres lo ayudaron
bastante, y aún lo siguen haciendo siempre que lo necesita.
Somos como una gran familia. Desde que tengo memoria
siempre ha sido así. Solo espero que con este jueguecito que nos
traemos Kai y yo no terminemos arruinándolo todo. Lo he
pensado alguna que otra vez. ¿Qué pasaría si nuestros padres
llegaran a enterarse de lo que hacemos? Estoy segura de que
papá no lo vería con buenos ojos. A pesar de su pose seria y esa
voz autoritaria sé que quiere mucho a Kai, y le decepcionaría lo
que está ocurriendo entre nosotros, más aún que lo
mantengamos en secreto como algo sucio y prohibido. Todo
sería distinto si entre nosotros hubiese alguna especie de
relación seria o compromiso. Entonces sé que terminaría
aceptándolo, aunque no le haga demasiada gracia que vivamos
juntos en Houston. Ese no es el caso. Solo somos amigos con
derechos, y eso no lo aprobaría jamás.
Terminamos de comer el postre y Hannah anuncia que va a
subir a acostar a Cris. Yo estoy a punto de retirarme también a
mi habitación con Kai. Tenemos una especie de tradición en
Acción de Gracias. Después de la cena, nos acostamos sobre mi
cama a ver películas de los noventa hasta el amanecer.
―Espera un momento ―le pide papá―. Quiero hablar un
momento a solas contigo y con Isabella.
―Charles, puedes dejarlo para mañana ―comenta mamá.
―No, prefiero hacerlo hoy. ―Hannah y yo nos miramos con
confusión―. Vamos al despacho, chicas. Será solo un momento.
―Nosotros nos vamos ya ―dice Harry, el padre de Kai,
levantándose.
Miro a Kai y se encoge de hombros. Mierda, no quiero que se
vaya.
―Kai, ¿me esperas en mi habitación? Yo subiré enseguida.
―Hija, no creo que sea apropiado ―señala papá frunciendo
el ceño.
―¿Por qué? Lo hacemos todos los años ―replico.
―Papá, viven en el mismo apartamento ―intercede mi
hermana―. ¿Crees que si quisieran hacer algo indebido no lo
habrían hecho ya? Solo van a ver películas y pasar el rato.
Mi padre bufa y al final asiente.
―Está bien, pero deja la puerta abierta. ―Mira hacia Kai
frunciendo el ceño―. Y tú, muchacho… ―Le señala con el
dedo y Kai se endereza de golpe―. Como no te portes bien vas
a tener que lanzar los balones a la red con los muñones,
¿entendido?
―Sí, señor ―contesta muy serio.
―Bien. Vamos, chicas.
Le lanzo una sonrisita engreída a Kai y él cabecea dándome
por imposible. Hannah y yo seguimos a papá hasta el despacho
y nos sentamos al otro lado de su mesa mientras él lo hace en la
cabecera.
―¿Qué pasa, papá? ―inquiere Hannah―. ¿Hay algún
problema?
―No, ninguno. Quiero hablar con vosotras sobre el
testamento de vuestra abuela.
Mi hermana y yo nos miramos sin entender nada. Nuestra
abuela, la madre de papá, falleció cuando yo era un bebé. No
recuerdo ni haberla conocido. Nuestro padre saca una carpeta
repleta de documentos de un cajón y los tiende sobre mesa.
―¿Qué es esto? ―pregunto.
―El testamento. Vuestra abuela os dejó una buena cantidad
de dinero que os he administrado hasta ahora.
―¿Dinero? ¿Por qué nunca supimos nada de esto?
―pregunta Hannah frunciendo el ceño.
―Porque el testamento estipula que solo debía entregaros
vuestra parte de la herencia cuando creyese que estabais
preparadas para recibirlo. Pensé hacerlo cuando Isabella
cumplió la mayoría de edad, sin embargo, para ese entonces tu
vida, Hannah, era un desastre.
Mi hermana asiente dándole la razón. Tras nacer Cris pasó
una mala racha. Depresión posparto, se encerró en sí misma por
el daño que el capullo del padre de su hijo le hizo. Nuestros
padres la ayudaron a salir adelante.
―El dinero me hubiese venido bien ―farfulla.
―Lo sé. Sin embargo, en tu estado decidí no dártelo porque
sabía que si lo tenías te irías de casa y no creí que estuvieses en
condiciones de pasar por todo eso tú sola. Tal vez tomé una
decisión equivocada y…
―No lo fue ―le corta. Resopla y se encoge de hombros―.
Era un desastre, tú lo has dicho, papá.
―Pero ahora ya no lo eres. Ha sabido reconducir tu vida y te
has convertido en una gran madre. Estoy muy orgulloso de ti,
hija. ―Sujeto la mano de mi hermana al darme cuenta de que
está a punto de echarse a llorar―. De ti también, Isabella.
―Papá me mira y sonríe de oreja a oreja―. Estás luchando por
alcanzar todos tus objetivos. Sacas buenas notas y eres una
chica ejemplar.
―A pesar de su bocaza ―se burla Hannah.
Papá suelta una carcajada y asiente.
―Sí, eso también. Siempre eres sincera y vas con la verdad
por delante. Puede que a muchas personas les incomode eso e
incluso les cause rechazo tu forma de ser. Yo creo que eres
maravillosa y muy valiente por ser fiel a ti misma bajo cualquier
circunstancia.
Trago saliva con fuerza e intento mantener a raya las
lágrimas. Me duele estar mintiendo a mi familia respecto a Kai.
Nunca antes lo había hecho, y no es agradable en absoluto.
―¿Y qué? ¿Cuánto dinero nos dejó la abuela? ―pregunta
Hannah soltando mi mano y estirando el cuello para poder leer
los documentos. Abre mucho los ojos y silba con sorpresa―.
Madre mía, eso es una pequeña fortuna.
―Lo es. ―Papá extiende un documento frente a cada una
junto a una chequera y una tarjeta de bancaria―. Me he tomado
la libertad de abriros una cuenta e ingresar vuestra parte. Solo
tenéis que firmar el documento y podréis hacer uso de ese
dinero a vuestro antojo. ―Me mira a mí―. Isabella, sobra decir
que mamá y yo nos seguiremos encargando de pagar las cuotas
de la universidad y enviarte dinero para tus gastos. Esto es un
regalo de vuestra abuela. Mi consejo es que lo gastéis con
sentido común y responsabilidad.
―Podría comprarme un apartamento para Cris y para mí
―susurra Hannah.
―Sí, puedes hacerlo. Hija, esta es tu casa y siempre lo será.
Aquí mi nieto y tú siempre tendréis vuestro hogar. Sin embargo,
aunque me entristece pensar que no voy a teneros bajo mi techo,
entiendo que quieras independizarte y vivir tu propia vida.
Seguirás teniendo un puesto de trabajo en cualquiera de los
negocios de la familia sea cual sea tu decisión.
―Gracias, papá ―susurra sorbiendo por la nariz.
―No hay de qué. ―Extiende sus brazos en cruz sonriendo de
oreja a oreja―. Venid aquí. ―Ambas nos levantamos y
corremos a abrazarlo―. Me siento muy orgulloso de las mujeres
fuertes y luchadoras en las que os habéis convertido.
―Te quiero, papá ―susurro con la cara pegada a su pecho.
―Y yo ―añade Hannah.

Kai
En cuanto veo como Izzy cruza el umbral de la puerta de su
habitación, tiro de su brazo y cierro la puerta con una patada.
Me abalanzo sobre ella sorprendiéndola, y antes de que pueda
gritar del susto me encargo de taparle la boca con la mía.
―Dios, llevo días queriendo hacer esto ―susurro contra su
boca abarcando su trasero con ambas manos.
―Kai, no podemos hacer esto aquí. ―Me empuja por los
hombros, aunque me resisto a apartarme y deslizo mi boca por
su cuello, besando y mordisqueando cada porción de piel que
encuentro a mi paso―. Nos van a pillar.
Me aparto un poco para mirarla a la cara y niego con la
cabeza.
―Será rápido y no puedes gritar.
―Yo no grito ―replica frunciendo el ceño.
Sus brazos rodean mi cuello y sonrío de manera arrogante.
―Por supuesto que lo haces. Gritas mi nombre cuando te
corres y eso me encanta, pero esta vez vas a tener que estar
calladita o tendré que amordazarte.
―No vas a amordazarme ―sisea.
―También puedo mantener tu boca tapada de otra forma
―murmuro antes de besarla de nuevo.
En esta ocasión no me rechaza. Tiro de ella hacia arriba y
rodea mis caderas con las piernas. Busco algún lugar donde
apoyarme. Estoy tan duro que resulta doloroso. Necesito
hundirme en ella cuanto antes. Encuentro una pared y decido
que es tan buen sitio como cualquier otro. Izzy también parece
ansiosa, ya que no tarda ni cinco segundos en meter los brazos
entre nuestros cuerpos, y sin separar su boca de la mía,
desabrocha mi pantalón e introduce la mano en mi ropa interior.
Cuando rodea mi miembro con su puño tengo que respirar
profundo para contener un gemido. Es increíble todo lo que
puede hacerme sentir con solo un toque de su mano. Dejo su
boca y jadeo en busca de aliento antes de atacar su cuello con
mis dientes. Izzy sigue deslizando su mano con movimientos
rítmicos, y entonces…
―¡Oh, mierda!
Nos apartamos de golpe y giro la cabeza hacia la puerta al
darme cuenta de que esa exclamación no ha salido de la boca de
Izzy. Hannah nos mira boquiabierta y con los ojos como platos.
―¡Dios! Esto no… ―Izzy saca su mano de mi bragueta y me
empuja por los brazos para que la suelte.
―Lo siento. Debí llamar a la puerta y… Por Dios, no
imaginé… Mierda. ―Hannah sale de la habitación balbuceando
palabras ininteligibles, dejo a Izzy sobre sus pies y sale
corriendo tras ella.
Me abrocho el pantalón y decido esperar. Mierda, esto no
tendría que haber ocurrido. Me acerco a la puerta entreabierta y
las escucho hablar en voz baja, son solo susurros, pero puedo oír
lo que dicen con claridad.
―Hannah, no es lo que parece.
―Hermanita, no creo que haya más de una forma de
interpretar lo que acabo de ver. ¿Kai y tú? Aún estoy
alucinando. ¿Desde cuándo está pasando esto? Ya en el
instituto…
―No, nada de eso. ―Izzy resopla―. Es algo reciente, ¿vale?
Sucedieron cosas cuando me mudé a Houston, y de alguna
manera hemos terminado así.
―Jamás lo hubiese imaginado. Creí que Kai y tú siempre
seríais amigos. Es más, envidio esos lazos de amistad tan fuertes
que hay entre vosotros.
―Seguimos siendo los mejores amigos ―aclara Izzy.
Me siento mal por estar escuchando esto. Es una
conversación privada entre hermanas. Sin embargo, sé que
hablan de mí y la curiosidad es más fuerte que yo, así que me
quedo muy quieto y sigo atento a lo que dicen.
―Por lo que acabo de ver, sois mucho más que amigos.
―No. Bueno… No sé. Solo lo pasamos bien juntos.
―¿De qué hablas? ¿No tenéis una relación? ―Izzy no dice
nada, solo que por el siguiente comentario de Hannah deduzco
que lo niega―. Cielo, esas cosas nunca funcionan, y menos si
existe una amistad previa antes del sexo.
―Funciona. Solo… Vale, puede que sea algo confuso, pero
estamos bien.
―Izzy, sois amigos desde primaria, siempre os habéis tratado
como hermanos, ahora vivís juntos a más de mil doscientos
kilómetros de casa. ¿Qué te hace pensar que en cuanto se os
pase esa fase de sexo desenfrenado a todas horas podréis
retomar vuestra relación anterior como si nada?
―Eh… No lo sé. Yo solo…
―El sexo sin compromiso no funciona, enana. Tarde o
temprano alguno de los dos acabará enamorándose o, peor aún,
aparecerá una tercera persona y todo se irá a la mierda. Solo es
cuestión de tiempo. Con lo lista que eres, no entiendo cómo
puedes autoengañarte de esa forma.
Las palabras de Hannah caen sobre mí como una jodida jarra
de agua fría, y en parte también como una bofetada de realidad.
No puedo quitarle la razón y, hasta ahora, si Izzy y yo no hemos
querido ni siquiera pensar en ello es porque sabemos que es
verdad.
―Él nunca me haría daño ―dice Izzy. Puedo notar la duda
en su tono de voz. No está convencida de ello.
―Sé que no. Kai te adora y tú a él. La pregunta es… ¿Existe
algún sentimiento más entre vosotros que una amistad por muy
fuerte que sea?
Me paro a pensarlo un segundo, solo necesito eso, un maldito
segundo para tener una respuesta clara en mi cabeza.
―Mierda ―susurro tragando saliva con fuerza.
Entonces, antes de que pueda siquiera asimilarlo, la respuesta
de Izzy me deja sin aliento.
―No. Lo nuestro no funciona así. Solo somos amigos, nada
más.
Me he cansado
Kai
Entro en casa con un torbellino de emociones y sentimientos
bullendo en mi interior. Izzy ha dicho que no siente nada por mí
más que una amistad, y yo… Bueno, yo tengo claro que siento
mucho más que eso. Esto es una mierda. Hannah tenía razón, las
relaciones basadas en el sexo nunca salen bien, y ahora no sé
qué hacer porque está claro que ella no siente lo mismo.
Me dirijo a la cocina y cojo una cerveza de la nevera. Tras
darle un par de tragos en soledad, resoplo y dejo la botella sobre
la encimera. ¿Cómo he llegado a esta situación? Se supone que
ahora mismo tendría que estar con Izzy, en su habitación, viendo
películas malas y riéndonos como los buenos amigos que
siempre hemos sido. En cuanto volvió, después de hablar con
Hannah, me inventé una excusa y salí a toda prisa de allí. No
podía quedarme después de lo que escuché y de darme cuenta
de que voy a ser quien tenga que tomar la decisión de acabar
con esto.
Mi teléfono empieza a vibrar, y tras bufar una vez más, lo
cojo y veo que es un mensaje de Izzy.
¿Estás bien? Te marchaste tan rápido que no me dejaste ni
preguntarte qué piensas de todo esto. Puedes quedarte
tranquilo, Hannah no dirá nada.
Hundo los dedos en mi pelo y cierro los ojos con fuerza.
Estoy a punto de contestarle, pero cambio de idea y dejo el
móvil sobre la encimera. Necesito tiempo para pensar en todo
esto. Tal vez si le digo lo que siento… No, eso no va a
funcionar. Izzy acaba de iniciarse en el sexo. Es lógico que no
quiera atarse a nadie, y menos a mí. ¿Estaría yo dispuesto a
tener una relación monógama con mi mejor amiga? Sí, creo que
sí. Al fin y al cabo, ¿no es eso lo que hemos estado haciendo las
últimas semanas? Mi móvil vuelve a vibrar y, aunque intento
contenerme, el masoquista que vive en mí no tarda en leer el
mensaje.
¿Por qué no me contestas? Sé que lo has leído. ¿Qué ocurre,
Kai?
Me quedo quieto, mirando la pantalla durante un tiempo que
se me hace eterno, hasta que recibo otro mensaje.
¿Me estás ignorando a propósito? No entiendo qué demonios
te ocurre. Abre la puerta trasera, voy para allá.
Niego con la cabeza intentando retener las lágrimas que
luchan por salir de mis ojos. No puedo verla ahora, no en este
estado. Si la tengo delante es probable que acabe confesando
que me he enamorado de ella como un jodido imbécil. No, Izzy
no se merece eso. No puedo ponerla en esa situación. Respiro
hondo por la nariz y empiezo a teclear a toda prisa.
No vengas. Ya estaba medio dormido. Nos vemos mañana.
Lo envío y una notificación ilumina la pantalla. Me estoy
quedando sin batería. Veo como en el estado de Izzy aparece
como Escribiendo, así que me apresuro en buscar un cargador
por los cajones de la cocina. Encuentro uno y conecto el aparato
a la red eléctrica justo cuando recibo un nuevo mensaje.
¿Seguro que estás bien? Siento mucho lo de mi hermana. Si
quieres puedo estar ahí en un minuto y terminar lo que
empezamos.
Inspiro hondo por la nariz y niego con la cabeza. «No,
Listilla. Eso no va a ocurrir».
Mejor no. Tengo sueño. Ya hablaremos. Adiós.
Cierro la aplicación de mensajería instantánea y me llevo las
manos a la cabeza. Esto es todo. Se acabó. Cuando vuelvo a
abrir los ojos, estoy a punto de cerrar el cajón cuando un papel
con letras rojas llama mi atención. Frunciendo el ceño, lo cojo y,
tras echarle un vistazo, empiezo a negar con la cabeza.
―Esto no puede ser ―murmuro para mí.
Es una carta del banco. Van a hacer efectivo el embargo de la
casa, nuestra casa, debido al impago de una hipoteca que mi
padre solicitó. Solo tiene plazo de un mes para regularizar la
situación antes de que se queden con la propiedad. Releo la
carta una y otra vez. ¿Cómo es posible? Yo tengo una beca, no
le pido ni un solo centavo. Papá trabaja en uno de los
restaurantes del señor Jensen desde hace años, y con lo que gana
es perfectamente capaz de hacerse cargo de todos los gastos de
Noah y la casa. ¿Para qué demonios ha solicitado una hipoteca?
Sin perder más tiempo, salgo disparado hacia la planta
superior. Entro en su habitación sin llamar a la puerta y me
sorprende ver que no hay nadie. Su cama está hecha y no parece
haber pasado por aquí. ¿Dónde se habrá metido? Se supone que
yo iba a quedarme en casa de Izzy. Ha dejado solo a Noah. Eso
no es propio de él. Bufo de nuevo perdiendo la paciencia, y
entonces hago algo que jamás imaginé que llegaría a hacer:
empiezo a rebuscar entre sus cosas. Abro y cierro cajones,
remuevo la ropa, desordeno su armario, todo para encontrar al
menos una pista o señal que me ayude a entender lo que está
ocurriendo. Dejo para el final su mesita de noche, y allí
encuentro justo lo que estaba buscando. Extiendo sobre la cama
los más de cincuenta boletos de apuestas que he encontrado y
me llevo las manos en la cabeza. ¿Apuestas? Aquí hay de todo:
Caballos, perros, apuestas deportivas, incluso boletos de lotería.
―Malachai, ¿qué estás haciendo?
Escucho su voz a mi espalda y me giro con lágrimas en los
ojos. Le muestro el documento de embargo que aún sigo
sosteniendo, y un sollozo sale de mi garganta sin que pueda
evitarlo.
―Justo eso iba a preguntarte yo, papá. ¿Qué demonios estás
haciendo?
―Hijo, eso no es…
―¡¿Apuestas?! ¿Has hipotecado nuestra casa para jugarte el
dinero?
Se lleva las manos a la cabeza, y por primera vez en mi vida
veo a mi padre derrumbarse y empezar a llorar como un niño
pequeño. Recuerdo que cuando mamá murió nunca lloró frente
a nosotros, se mantuvo firme como una maldita roca, siendo
nuestro apoyo y pilar más fuerte. El hombre que veo ahora
frente a mí no se parece en absoluto al padre que conozco.
―Lo siento ―solloza sentándose al borde de la cama.
Bufo y tomo asiento a su lado.
―¿Cómo ha sucedido esto, viejo? Llevo fuera menos de un
año y medio. Pasé aquí parte del verano y entonces ya habías
solicitado la hipoteca. ¿Por qué no me dijiste nada?
―Sentía vergüenza ―murmura sin levantar la mirada―. Aún
la siento, Dios. Te juro que no pretendía que todo esto pasara.
―¿Desde cuándo apuestas? A ti nunca te ha gustado el juego.
Se encoge de hombros y lo escucho sorber por la nariz.
―No lo sé. Hace un par de años, en el cumpleaños de uno de
mis compañeros de trabajo, fuimos al casino. Quise probar
suerte por pura curiosidad y gané más de tres mil dólares. El
siguiente fin de semana volví y gané de nuevo. Entonces
empecé a hacerlo de manera habitual. Algunas veces perdía y
otras ganaba. Los fines de semana se convirtieron en días entre
semana también, después pasé a las apuestas deportivas,
caballos… ―Bufa y cubre su rostro con las manos―. No sé
cómo, terminé pidiendo dinero a gente muy peligrosa. Cuanto
más jugaba más perdía, y me estaban presionando. ―Alza la
cabeza y me mira a los ojos con las mejillas empapadas―. Me
amenazaron con hacerle daño a tu hermano. No podía
permitirlo, así que pedí la hipoteca sobre la casa. Creí que
podría hacer frente a los pagos, pero…
―Pero te lo fundiste todo apostando, ¿verdad? ―Asiente y
vuelve a cubrirse la cara con las manos llorando con fuerza―.
Dios, viejo. ―Suspiro y aprieto su hombro como él hace
conmigo siempre que algo me aflige―. Debiste contármelo.
Podría haberte ayudado a salir de esta.
―Lo siento, hijo. Sé que ahora mismo te sentirás muy
decepcionado y herido. Esta es la casa que vuestra madre
escogió para que viviéramos todos juntos. Aquí están los
recuerdos de una vida. ―Sorbe por la nariz y me mira negando
con la cabeza―. No voy a perderla, te lo prometo. Ya he
solicitado un préstamo. Tendré el dinero antes de que venza el
plazo.
―¿Cómo vas a hacer frente a todos los pagos? El préstamo,
la hipoteca…
―Buscaré otro empleo. Trabajaré todas las horas que hagan
falta.
Me levanto y empiezo a caminar de un lado a otro de la
habitación. Jamás imaginé que algo así podría ocurrir en mi
familia. Papá siempre ha sido un ejemplo a seguir, un hombre,
esposo y padre ejemplar.
―Antes de nada, debes buscar ayuda. No puedes seguir
apostando todo el dinero que cae en tus manos, viejo.
―Lo sé. Soy consciente de que tengo un problema. Estoy
acudiendo a un grupo de ayuda a… ―Inspira hondo y cierra los
ojos con fuerza―. A ludópatas. Voy a salir de esta, hijo. Quiero
que todo vuelva a ser como antes.
―¿Dónde estuviste esta noche? Te largaste sin avisar y Noah
se quedó solo. ¿Haces eso a menudo?
―Él se queda solo cuando salgo tarde de trabajar y…
―Hoy no saliste tarde de trabajar, y podría jurar que no es la
primera vez que sucede. ¿Te das cuenta de que dejas a tu hijo de
doce años durmiendo solo en casa para irte a apostar? Eso es
muy grave, papá. No puedes hacerlo.
―Lo sé. Te prometo que no volverá a ocurrir. ―Se levanta y
viene hacia mí, me sujeta por los hombros y clava sus
enrojecidos ojos en los míos―. Se acabaron las apuestas. Voy a
resolver este problema de raíz y te juro que todo va a cambiar.
Solo necesito que confíes en mí.
―No puedo hacer eso. Tienes un problema ―farfullo.
―Lo sé, y voy a ponerle remedio. ―Mira hacia la cama y
respira profundo―. Llévate todo eso. Algunos boletos aún están
vigentes, pero me da igual. Cualquier dinero que pueda sacar de
ahí acabaré gastándolo en más apuestas.
Asiento y lo recojo todo, lo rompo en trozos y lo tiro a la
papelera bajo su atenta mirada.
―Papá, estoy confiando en ti. No me falles, porque si lo
haces me veré obligado a dejar de lado mi sueño de jugar en la
NBA para hacerme cargo de esta familia, y sé que eso es lo que
menos deseas.
―No lo harás porque yo voy a hacer las cosas bien.
―Eso espero ―murmuro saliendo de su habitación.

Izzy
Kai está raro. Desde la noche en la que mi hermana nos pilló
en mi habitación ha vuelto a huir de mí y esquivarme en todo
momento. Al día siguiente no supe nada de él. Lo llamé, le
envié mensajes y solo me ignoró. Por la noche recibí un mensaje
escueto diciéndome que nos veríamos en el aeropuerto a la hora
acordada. Seguí insistiendo, preguntándole qué le ocurre, y
nada. Ninguna respuesta, solo silencio. Incluso durante el vuelo
permaneció en silencio y no contestó a ninguna de mis
preguntas. Cuando me cansé de que me ignorara, se hizo a un
lado y fingió dormir el resto del viaje.
Entramos en el apartamento. Kai va delante y yo le sigo. Tras
cerrar la puerta, decido hacer un nuevo intento. Necesito saber
qué demonios le pasa conmigo. ¿Es que hice algo malo? No lo
entiendo.
―Kai, ni se te ocurra meterte en tu habitación ―le advierto.
―Estoy cansado ―murmura sin detenerse. Se adentra por el
pasillo y escucho el sonido de su puerta cerrándose.
Dejo mi maleta al lado de la puerta y resoplo con fuerza.
¿Qué debo hacer ahora? No puedo obligarle a que me cuente
qué le sucede. Aunque seguir así tampoco es una opción.
Camino hasta su habitación pisando con fuerza y abro la puerta
sin llamar. Kai me mira frunciendo el ceño y pone los ojos en
blanco.
―Me da igual que no quieras hablar conmigo. Tengo derecho
a recibir una explicación. No, ¡exijo recibirla! ―Me cruzo de
brazos con la respiración alterada y él continúa sacando la ropa
de su mochila como si nada.
―¿Qué parte de estoy cansado no has entendido, Izzy? No
quiero hablar ahora.
―¿Por qué? ¡¿Qué es lo que te pasa?! ¡Habla conmigo,
maldita sea!
―¡Izzy, deja de tocarme las pelotas! ―grita lanzando una
sudadera con fuerza sobre la cama. Me mira con rabia y
retrocedo al no reconocer en el chico que tengo delante a mi
mejor amigo―. ¡No eres mi novia, así que deja de actuar como
si lo fueras! ¡Lo que me pase o no es asunto mío, ¿entendido?!
―¿Te has vuelto loco? ―susurro.
―¡No! ¡Solo estoy harto de esto! ―Bufa con fuerza y se deja
caer en el borde de la cama. Tras unos segundos en silencio, me
mira de reojo―. Lo siento, no pretendía hablarte así.
Estoy cabreada con él, me siento herida por la forma en la
que me está tratando, sin embargo, también soy consciente de
que Kai no es así. Algo grave tiene que estar sucediendo. Me
acerco y me agacho frente a él colocando mis manos sobre sus
rodillas.
―¿Qué es lo que te pasa? Solo quiero ayudarte. ―Estiro mi
mano para acariciar su mejilla, pero se aparta y niega con la
cabeza.
―Escuché lo que te dijo tu hermana y tiene razón.
―¿De qué hablas?
―Tú y yo, Izzy. Esto no tiene sentido. Tenemos que parar ya,
antes de que destrocemos nuestra amistad.
―¿Qué? ¿Por qué? Hasta hace unos días estábamos bien.
Esto está funcionando y…
―No funciona ―suelta con una exhalación. Se levanta y yo
me incorporo también. No entiendo nada―. Hannah estaba en
lo cierto. Estas relaciones basadas solo en sexo nunca van a
ninguna parte. Tarde o temprano alguno de los dos se cansará o
se… enamorará.
―¿Qué intentas decirme? ―inquiero.
¿Es posible que se haya enamorado de mí? Mi corazón
empieza a latir con mucha fuerza y me muerdo el labio inferior
para contener una sonrisa. Dios, ¿se ha enamorado? Eso es…
Aún no lo sé bien, pero no me desagrada.
―Me he cansado ―contesta borrando de un plumazo todas
mis ilusiones.
Trago saliva con dificultad y asiento intentando contener las
enormes ganas que tengo de llorar.
―Entiendo ―musito con la voz entrecortada.
―Acabamos de volver a la universidad. Ya no tenemos
exámenes, el próximo fin de semana hay partido y empiezan las
fiestas, así que… ―Bufa hundiendo los dedos en su pelo―. No
quiero hacer algo que te ofenda o que creas que es desleal, por
eso prefiero dejar ya las cosas claras.
―Quieres acostarte con otras chicas ―deduzco.
―Sí, eso es. Además, estoy convencido de que es lo mejor
para nuestra amistad. Puede que ahora se nos haga un poco raro,
sin embargo, con el tiempo volveremos a ser los de antes. Tú
también deberías salir con otras personas. Diviértete, Listilla.
―¿Me estás pidiendo que me folle a otros tíos? ―siseo
frunciendo el ceño.
Se encoge de hombros con la mandíbula apretada.
―Si eso es lo que quieres, adelante. Es tu decisión.
―¿Ahora permites que tome mis propias decisiones? Qué
amable por tu parte.
Bufa y camina en mi dirección. De pronto se detiene, y
parece pensarlo mejor porque no sigue avanzando.
―Izzy, tienes diecinueve años, estás en la universidad… Sal
ahí fuera y cómete el jodido mundo.
―Por lo visto no es lo único que quieres que me coma, ¿no?
―inquiero en tono sarcástico. Va a decir algo y le detengo―.
No, da igual. Has dejado muy clara tu postura y la respeto.
Tranquilo, no tengo madera de acosadora, y lo de ir por las
esquinas lloriqueando y causando lástima tampoco es lo mío. Si
lo que quieres es que esto se termine, por mí bien.
―Genial ―susurra apartando la mirada.
―Bien. ―Salgo de su habitación intentando con todas mis
fuerzas no derrumbarme. Lo logro, al menos hasta que me
encierro en mi propio cuarto, donde no puedo evitar que las
lágrimas caigan por mis mejillas a modo de cascada. Me dejo
caer en el suelo junto a la cama y aprieto las rodillas contra mi
pecho para mitigar el dolor interno que no me deja ni respirar.
¿Es esto de lo que todos hablan? ¿Esto es lo que se siente
cuando te rompen el corazón? No es para nada divertido. Al
contrario, duele, es un dolor físico e intenso en el centro de mi
pecho que amenaza con destruirme―. Te has enamorado de él,
idiota ―murmuro para mí entre sollozos.
Va a salir con Thomas Cooper
Izzy
―¿Estás segura de lo que estás haciendo? ―Mi amiga
asiente―. Primero sales con Conrad, después te acuestas con
Finn y ahora estás flirteando con Conrad otra vez. Eso es, como
mínimo, raro.
―No lo es. En Acción de Gracias todos os marchasteis a
casa. Solo quedamos él y yo, así que salimos por ahí y lo
pasamos bien. Es un chico genial, Izzy.
―Ya, eso ya lo sabíamos, pero creí que quien te gustaba era
Finn. ¿Conrad sabe lo que pasó entre vosotros?
Suspira y se encoge de hombros.
―Finn pasa de mí, y no, creo que no sabe nada. Tampoco es
que tenga que darle explicaciones. Él y yo no somos nada. Solo
salimos un par de veces.
―Ya, sin embargo, los que sí son algo son ellos dos, amigos,
Felicity. La amistad a veces es más importante que cualquier
relación amorosa, y según tengo entendido, Finn y Conrad son
muy amigos.
―También lo erais Kai y tú y mira cómo habéis terminado
―comenta. Hago una mueca y se disculpa enseguida―. No
quise decir eso, ¿vale?
―No, está bien. Tienes razón.
―¿Cómo lo lleváis? ―inquiere.
Inspiro hondo y me encojo de hombros.
―Igual que la última semana. Desde que llegamos a Corm
casi no nos hablamos. Duele verle todos los días y darme cuenta
de que nuestra amistad jamás volverá a ser la misma.
―Y aún es peor porque te has enamorado de él. ―Cabeceo,
y una vez más solo puedo darle la razón―. ¿Por qué no se lo
dices? Tal vez te sorprenda.
―No, lo dejó muy claro. Quiere estar con otras chicas,
incluso me sugirió que hiciera lo mismo.
―¿Lo vas a hacer? ―Respondo con un nuevo encogimiento
de hombros y mi amiga asiente―. ¿Él ha llevado a alguna chica
a casa?
―Por ahora no. Acaban de empezar las clases y ha estado
liado con los entrenamientos.
―Esta noche hay una fiesta después del partido. ¿Crees que
volverá al apartamento acompañado?
―Es posible, y si eso sucede… ―Resoplo frotándome los
ojos―. Puede que tenga que mudarme. No creo ser capaz de
soportar ver cómo se acuesta con una mujer distinta cada
semana, escucharlos y… ―Niego con la cabeza y trago saliva
con fuerza para deshacerme del nudo de angustia de mi
garganta.
―Es una putada. ―Felicity sujeta mi mano dándome todo su
apoyo y tardo unos minutos en recuperarme.
Nunca he sido una llorona, sin embargo, desde que volvimos
a Corm no hay noche en la que no me quede dormida entre
sollozos. Lo echo de menos, no solo a mi mejor amigo, también
al chico que dormía junto a mí y me despertaba en mitad de la
madrugada porque era incapaz de mantener sus manos alejadas
de mi cuerpo. Ahora todo eso se ha esfumado y nos hemos
convertido en dos auténticos desconocidos.
Mi móvil empieza a sonar y frunzo el ceño al comprobar que
es un mensaje de Cooper.
Se acabaron los exámenes, preciosa. Espero que estés lista
para nuestra cita. Te veo después del partido y nos ponemos de
acuerdo. Un beso.
Giro la pantalla para que Felicity pueda leerlo y sus ojos se
abren hasta el nacimiento del pelo.
―Mierda ―susurro.
―¿Vas a salir con él?
―No lo sé. Con todo lo de Kai no volví a pensar en ello.
―Ni en Cooper ―deduce. Asiento y vuelve a apretar mi
mano―. Tú decides, Izzy. Sinceramente, yo antes de tomar
ninguna decisión hablaría con Kai. Ya estáis jodidos, ¿qué daño
puede haceros la sinceridad? Dile lo que sientes, y si él no siente
lo mismo pues te mudas y empiezas de cero. Ya sé que es
doloroso. Lo entiendo, de verdad. Aunque tú misma has dicho
que acabarás haciéndolo de todos modos.

∞∞∞
El primer partido de conferencia es todo un acontecimiento
en la Universidad de Corm. El gimnasio está a tope, todos gritan
y jalean el nombre de sus jugadores favoritos, en especial el de
Finn. Kai no está haciendo su mejor partido. Ha fallado
bastantes tiros libres, apenas encesta y pierde muchos balones.
―¿Qué le pasa? ―murmuro para mí―. Creo que ni a
propósito lo he visto jugar nunca así de mal.
―Estará pasando una mala racha ―contesta Felicity, que por
lo visto ha escuchado mi comentario―. Ya no folla todos los
días y tampoco se habla con su mejor amiga. Eso puede estar
afectándole.
Inspiro hondo y niego con la cabeza. Es posible. Solo espero
que su rendimiento mejore en los próximos partidos. El sueño
de Kai siempre ha sido ser elegido en el draft en su segundo año
de universidad. Para eso aún faltan algunos meses, sin embargo,
se sabe que los ojeadores de los equipos de la NBA van a los
partidos de conferencia para tener controlados a los mejores
jugadores de las ligas universitarias.
La bocina del final del partido suena y los Green Wolves
ganan por nueve puntos. Respiramos aliviadas, aunque solo
necesito echar un vistazo a la cancha para darme cuenta de que
Kai no está para nada satisfecho consigo mismo. Felicity me
convence para que la acompañe a la salida del vestuario a
esperar a Conrad, y no me queda más remedio que hacerlo. No
me apetece ser azotada una vez más por la indiferencia de Kai,
sin embargo, admito que me apetece verlo en un ambiente más
distendido que no sea el del apartamento, donde se puede palpar
la tensión cada vez que coincidimos.
Pasa casi una hora hasta que los jugadores empiezan a salir.
Ataviadas con nuestros abrigos para refugiarnos del frío de
principios de diciembre, esperamos a que todos salgan hasta que
por último vemos aparecer a Conrad, Finn y Kai. Un hombre
pasa al lado de este último y enseguida lo reconozco como el
mismo tipo de la otra vez, el de la cicatriz que me dio mala
espina. Kai y él se miran durante un segundo y puedo ver como
mi ex mejor amigo asiente de manera casi imperceptible antes
de que el otro tipo se marche a toda prisa. «Eso ha sido… raro».
―Eh, hola, ¿qué tal? ―Conrad se acerca sonriendo y besa a
Felicity en la mejilla antes de mirarme a mí―. Izzy, hace tiempo
que no te veía. ¿Cómo te va?
―Ya la ves, tan hermosa como siempre ―dice Finn
colocándose a mi lado y rodeando mis hombros con su brazo―.
¿Qué tal, cosa bonita? Oye, ahora que Flame y tú ya no…
―¡Finn! ―sisea Kai con la mandíbula apretada.
Lo miro de frente y enseguida tengo claro que sus amigos
saben lo que hubo entre nosotros. Apuesto que conocen cada
pequeño detalle. Tampoco me molesta, yo también se lo he
contado a Felicity.
―Vale, estoy más guapo calladito, ¿no? ―Finn aparta su
brazo y palmea un par de veces―. ¿Quién tiene ganas de fiesta?
No ha sido nuestro mejor partido, pero de todos modos hay que
celebrarlo.
Felicity me mira y niego con la cabeza. No quiero ir a
ninguna fiesta donde es más que probable que tenga que
presenciar como Kai se enrolla con una o varias chicas. No. Si
puedo evitar ese mal trago, lo haré.
―Yo me voy ya a casa ―anuncio.
―Oh, vamos. ―Finn vuelve a pegarse a mí―. La diversión
acaba de empezar, belleza. Eres una chica libre, disponible para
cualquier tipo con suerte que tenga las suficientes pelotas como
para lograr llamar tu atención. Yo me presento candidato.
―Mira a lo lejos y sonríe de manera burlona―. Y por lo visto
no soy el único.
Se aparta y frunzo el ceño confusa, entonces me doy cuenta
de que Cooper está viniendo hacia nosotros. Kai aprieta los
puños con fuerza cuando se detiene frente a mí y alza su mano a
modo de saludo.
―Hola, ¿leíste mi mensaje? ―Fuerzo una sonrisa y
asiento―. Como no contestaste creí que no lo habías recibido.
―Sí, eh… ―Evito mirar hacia Kai. Me da igual lo que
piense―. Lo siento. Estuve liada todo el día.
―¿Y mañana por la noche también lo estarás?
―¿Mañana?
―Sí, ya sabes, nuestra cita. A no ser que hayas cambiado de
idea y ya no quieras salir conmigo.
Inspiro con fuerza por la nariz y me atrevo a mirarlo de reojo.
Kai nos observa sin cortarse un pelo, con los puños y la
mandíbula apretados y todo su cuerpo en tensión. Durante un
segundo pienso en negarme y cancelarlo todo, sin embargo, sus
palabras acuden a mi recuerdo: «Tú también deberías salir con
otras personas, Listilla. Diviértete». Respiro hondo y asiento.
―Mañana me va perfecto. ¿Qué tienes en mente?
―Eso es una sorpresa. Pasaré a recogerte sobre las cinco. ¿Te
parece bien?
―Genial.
―Bien. Hasta mañana, entonces.
―Sí, hasta mañana. ―Se despide de mí con la mano e ignora
a los demás, yéndose a toda prisa.
Todos se me quedan mirando con distintas expresiones.
Felicity parece preocupada, Finn divertido, Conrad confuso y
Kai… Bueno, él parece estar muy cabreado. No le gusta Cooper,
eso es algo que me ha dejado muy claro. Bueno, es su maldito
problema. Como bien dijo, es mi decisión.

Kai
Mañana Izzy va a salir con el jodido Thomas Cooper. Esa
frase se repite en mi cabeza una y otra vez mientras bebo un
chupito detrás de otro. Sé que no debería estar haciendo esto. Ya
han comenzado los partidos de conferencia y, aunque hasta el
lunes no tengo que volver a entrenar, una borrachera no es lo
más indicado para mejorar mi rendimiento. Joder, hoy he jugado
de pena. Perder nunca fue una opción, solo teníamos que ganar
por menos de diez puntos. Ese fue el trato que hice con el
corredor de apuestas. Sí, lo sé, me estoy jugando mi carrera
deportiva con esta mierda, pero es la mejor forma de ganar
dinero rápido, una cantidad de dinero que mi padre no va a
lograr juntar en tan poco tiempo. Ayer me llamó para contarme
que le han denegado el préstamo. Si no regularizamos los pagos
de la hipoteca antes de final de año se acabó, el banco se
quedará con nuestra casa, y eso no voy a permitirlo. Solo serán
unos pocos partidos, y le he dejado claro al tal Martin Ferguson
que no perderé. Una cosa es fallar unos puntos y otra muy
distinta traicionar a mi equipo. Bebo otro par de chupitos más y
no tardo en notar la mano de Finn sobre mi hombro. Lleva
rondándome toda la jodida noche.
―¿Cómo lo llevas, hermano? ―pregunta sentándose a mi
lado.
―Tan bien como hace diez minutos, cuando me lo
preguntaste por última vez ―respondo. Noto como se me traba
la lengua y empiezo a ver doble. Nunca he aguantado
demasiado bien el alcohol.
―Déjalo ya. ―Me quita la botella de la mano y la coloca
lejos de mi alcance―. No vas a ganar nada con sentarte aquí a
emborracharte como un jodido perdedor.
―¿Qué más puedo hacer?
―¿Ves a esa chica? ―Señala con el dedo y entrecierro los
ojos para poder distinguir la silueta de la persona que me está
indicando―. No deja de mirarte. Apuesto a que solo está
esperando un gesto por tu parte para venir y hacerte pasar un
buen rato. Eso es mejor que ahogarte en alcohol y acabar
vomitando por las esquinas.
Me fijo bien en la chica, y ella me sonríe de manera coqueta.
Está buena. Su pelo es castaño, casi del mismo tono que el de
Izzy y… Mierda. Ella otra vez. Por un momento había olvidado
que mañana va a salir con el jodido Thomas Cooper.
―Paso, devuélveme la botella ―farfullo.
―No te la voy a dar. ―Sujeta mi cabeza y me mira a los
ojos―. Tienes dos opciones, pasas un buen rato con esa monada
o dejas de hacer el imbécil de una vez y te marchas a casa con tu
chica.
―No es mi chica ―balbuceo―. Ahora ya ni siquiera somos
amigos. ¿No la escuchaste? Va a salir con el jodido Thomas
Cooper.
―Ya lo sé, llevas repitiendo esa mierda toda la noche.
¿En serio? Creí que solo lo estaba pensando.
―Va a salir con el jodido Thomas Cooper.
―¡Lo sé! ¡Si no quieres que ocurra, ve a casa e impídelo!
―¡¿Cómo?! Va a salir con el…
―¡Si vuelves a repetirlo, juro que te doy un puñetazo! ―me
amenaza. Resopla y vuelve a sujetarme la cara―. No seas
estúpido, Flame. Vete a casa, dile a Izzy lo que sientes por ella y
arregla esto.
―¿Me estás dando consejos tú a mí sobre mujeres?
―Empiezo a partirme de risa y todo me da vueltas―. Vale,
espera a que se pare la sala. ―Intento centrar la vista y Finn
vuelve a mirarme a los ojos―. Sí, ya estoy mejor. Tú me das
consejos y resulta que has permitido que tu mejor amigo te
levante la chica que te gusta.
―Eso es un golpe bajo ―sisea.
―No, es una bofetada de realidad. ¿Por qué no le dices lo que
sientes? ¿Eh? ¿Eh? ¿Eh?
―Porque Felicity es demasiado buena para un tío como yo.
No tengo nada que ofrecerle. Tú sabes de dónde vengo. Para
cambiar la mierda de vida que me tocó vivir necesito centrarme
en el baloncesto y en los estudios. Una cosa es tirarse a unas
cuantas chicas y pasarlo bien y otra enredarme en una relación
seria. No puedo distraerme con eso.
―Eres un idiota ―farfullo―. Al menos le gustas. A mí Izzy
solo me ve como su mejor amigo. Yo la quiero, hermano. No
soporto pensar que el jodido Thomas Cooper le vaya a poner un
dedo encima. Me está matando.
―Pues ve a casa y díselo a ella. No seas tan imbécil como yo.
―Va a salir con el jodido Thomas Cooper.
―Vale, se acabó. Yo mismo te llevaré a casa. ―Noto como
tira de mí, y en cuanto estoy de pie todo vuelve a girar como si
estuviese dentro de una lavadora.

Izzy
Escucho como la puerta principal se abre y a continuación se
cierra de golpe. Cierro los ojos con fuerza y pido a Dios, al
destino, al karma o a quien sea que pueda escuchar mis súplicas
que Kai no venga acompañado. Si escucho una voz femenina,
un gemido o cualquier otra señal me marcharé ahora mismo. Un
sonido de algo de cristal rompiéndose resuena en todo el
apartamento y me siento sobre el colchón con el ceño fruncido.
«No lo hagas, Izzy. Quédate en la cama». Lucho conmigo
misma, y al final termina ganando mi jodida parte masoquista.
Me levanto y salgo de la habitación conteniendo el aliento. Solo
voy a echar un vistazo, si está con alguien volveré corriendo a
mi cuarto y cuando esté el camino despejado saldré de casa.
Camino de puntillas hasta llegar al salón y asomo la cabeza para
ver qué ocurre. Suelto el aire que estaba conteniendo de una sola
bocanada al comprobar que no hay nadie más aparte de Kai. Lo
observo mientras da vueltas sobre sí mismo, tropieza y casi se
cae.
―¡Shhh! ―dice poniendo el dedo índice frente a sus labios
como si hablara con alguien, pero está solo―. No despiertes a
Izzzzzyyyy.
Oh, mierda. ¿Está borracho? Doy un par de pasos al interior
del salón y lo veo tambalearse de nuevo. Intenta quitarse la
sudadera y termina cayendo sobre el sofá, rueda y se golpea con
la mesa baja antes de aterrizar de cara en el suelo.
―¡Kai! ―Corro hacia él y se levanta de golpe.
Me mira achinando los ojos y señala el espacio vacío a mi
lado.
―Hola, Izzzyyyy. ―Frunce el ceño y sonríe sacudiendo la
cabeza―. ¿Hay dosss Izzzyyysss?
―¿Estás bien? Acabas de darte un buen golpe.
―Estoy ferpecto. Espera, no era así… Precfeto. Eso.
―Asiente satisfecho de sí mismo y no puedo evitar que se me
escape una sonrisa.
Nunca he visto a Kai en este estado. Él no suele beber
demasiado. Algunas cervezas, o como la primera noche que…
Bueno, en esa ocasión ambos bebimos demasiado, aunque no
hasta este punto.
―¿Te has bebido todas las existencias de la fiesta? Mira
cómo estás.
―Estoy prec… Mierda, ya no me sale otra vez. ―Intenta
caminar, tropieza y consigo sujetarlo justo antes de que se dé
otro trompazo.
Lo agarro por la cintura y él rodea mis hombros con su brazo,
obligándome a cargar con todo su peso.
―Dios, apestas ―susurro arrugando la nariz.
―Tú no. ―Hunde la nariz en mi pelo e inspira con fuerza―.
Echo de menos tu olor, Listilla. ―Besa mi cuello y yo intento
apartarme.
Sus palabras me dejan paralizada. ¿Por qué hace esto? ¿Qué
es lo que pretende? Me dejó claro que quería estar con otras
mujeres. ¿No habrá encontrado a ninguna dispuesta y ahora
pretende que sea su plan B? Eso no funciona para mí.
―Vamos, necesitas una ducha para que se te pase ese pedo
que tienes encima.
Camino a trompicones, arrastrándolo hasta el baño. Cuando al
fin logramos llegar, lo dejo sentado en el retrete y abro el grifo,
empiezo regulando la temperatura, sin embargo, decido dejar
solo el agua fría. Eso lo espabilará un poco.
―Vas a salirrr con el jodido Comas Tooper ―farfulla
negando con la cabeza.
―¿Qué dices? ―Me acerco a él y tiro de su sudadera para
quitársela por la cabeza, después la camiseta, me agacho para
deshacerme de las zapatillas e intento desabrocharle los
vaqueros―. Kai, necesito que me ayudes un poco o no podré
desvestirte.
―Yo también quiero ―balbucea tirando de mi camiseta.
Le sujeto las manos y lo miro de mala leche.
―Estate quieto, o juro que te dejaré aquí solo y me iré a la
cama.
―Quiero ir a la cama contigo. ―Me abraza por la cintura y
pega la frente a mi abdomen―. Te echo de menos, Listilla.
Inspiro hondo por la nariz y me aguanto las ganas de
abrazarlo. No puede hacerme esto. Intento pasar página y él solo
lo está empeorando todo.
―Necesitas una ducha y dormir unas horas. Cuando
despiertes, lo verás todo distinto. ―Lo aparto de mí y tiro de él
con todas mis fuerzas para ponerlo en pie. Lo arrastro hasta la
ducha y, antes de que pueda decir nada, lo empujo al interior
con los vaqueros puestos.
―¡Ahhh! ¡Está fría! ―grita.
Intento contener una sonrisa y me cruzo de brazos de manera
chulesca.
―Te jodes. Ahora iré a buscarte ropa limpia.
―Oh, no. Ven aquí. ―Antes de que pueda reaccionar, tira de
mí metiéndome en la ducha y tengo que sujetarme a la pared
para que no caigamos ambos al suelo.
El contraste de temperatura es brutal. Joder, está helada.
―¡Maldita sea, Kai!
Me apresuro a abrir el agua caliente e intento salir de la
ducha, sin embargo, soy incapaz de dar un solo paso porque se
aferra a mi cuerpo como un koala.
―No te vayas ―susurra en mi oído. El agua que cae sobre
nosotros nos calienta a ambos, y creo que al menos ha servido
para despejarlo un poco―. Vas a salir con el jodido Thomas
Cooper.
Consigo apartarlo un poco, lo justo para poder mirarlo a la
cara.
―¿Y qué? Eso no es asunto tuyo ―replico.
―Es el jodido Thomas Cooper ―repite.
―Kai, me importa una mierda lo que pienses. Suéltame de
una vez. Estoy empapada.
―Lo prefieres a él antes que a mí, ¿verdad?
Lo miro sin poder dar crédito a sus palabras. ¿A qué viene
esto? ¿Es su ego herido? Sé que no le gusta Cooper, pero esto ya
es pasarse.
―Ni siquiera voy a contestar a eso. Es más, no voy a tener en
absoluto esta conversación contigo, ni ahora ni nunca. Estás
borracho, y eso es lo único que te salva de escuchar toda la
mierda que tengo ahora mismo en la punta de la lengua. ―Lo
aparto con fuerza y me mira con su habitual carita de perro
abandonado.
―No te vayas con él. Por favor, quédate conmigo.
Bufo apartando el exceso de humedad de mi cara y cierro el
grifo de golpe. Ahora ha conseguido cabrearme de verdad.
―¿Qué mierda te pasa? ¿Crees que puedes usarme,
descartarme cuando te cansas y después volver a por más si te
apetece? ¡No soy una jodida muñeca hinchable en la que puedes
meter la polla sin más y dejar guardada en un cajón hasta la
próxima vez que no encuentres a quien follarte!
―No me grites, por favor.
―No, te mereces mucho más que eso. ¿Sabes qué? Paso de
esta mierda. Voy a hacer lo que me dé la gana, igual que haces
tú. Y si me apetece tirarme a Cooper, lo haré sin sentir el más
mínimo remordimiento.
―No lo harás. No puedes. ―Niega con la cabeza y, para mi
sorpresa, empieza a llorar.
―¿Por qué? ¿Por qué no puedo hacerlo?
―Porque te quiero.
Respiro hondo y sacudo la cabeza negando de manera
rotunda.
―Yo también te quiero, pero eso no significa que vaya a
permitir que me destroces la vida.
―No. No me estás entendiendo. ―Sujeta mi rostro entre sus
manos y me mira directo a los ojos―. Yo te quiero. Te quiero de
verdad. Me he enamorado de ti, Izzy. No sé qué hacer para que
tú también me quieras, y eso me está matando.
Jugamos con fuego y nos quemamos
Kai
Soy un imbécil. Ruedo sobre la cama intentando ignorar el
terrible dolor de cabeza que casi no me deja ni mantener los ojos
abiertos. Anoche le confesé a Izzy mis sentimientos, le dije que
estoy enamorado de ella y… Bueno, después de eso le vomité
encima. No estuve demasiado fino ahí, lo admito. Recuerdo que,
tras limpiar todo el destrozo que causé, me llevó a mi cama,
terminó de desvestirme y se fue. No tardé en quedarme
dormido.
Hace ya más de media hora que estoy despierto. Tengo la
boca seca y estoy deseando tomarme un analgésico, para ello
debo salir de la habitación y es probable que ella esté ahí. No sé
cómo voy a mirarla a la cara después de todo lo que hice y dije
anoche.
―Vamos, Kai, no seas cobarde ―susurro con voz afónica
dándome ánimos a mí mismo.
Me levanto de golpe de la cama y me veo obligado a
sentarme al notar como la habitación da vueltas a mi alrededor.
¿Cuánto alcohol bebí anoche? Nunca antes me he sentido así.
Bufo incorporándome con lentitud y, cuando estoy seguro de
poder caminar, salgo de la habitación arrastrando los pies. Me
asomo al salón y entrecierro los ojos por el cambio de
iluminación. La luz del mediodía entra por el ventanal
cegándome por completo. Respiro hondo y, aún con la mano
frente a mis ojos, sigo avanzando hasta llegar a la cocina.
Encuentro a Izzy sentada frente a la barra de desayuno con una
taza de café entre las manos y un libro abierto delante.
Alza la mirada y trago saliva con fuerza. Me rasca la
garganta. Necesito beber algo. Sin decir ni una palabra, señala
un vaso repleto de agua que está sobre la superficie de granito y
me doy cuenta de que lo ha dejado ahí para mí. Recorro los dos
pasos que me separan de la barra y tomo asiento en uno de los
taburetes, frente a ella, bebo el contenido del vaso en un par de
tragos largos y suspiro dejándolo de nuevo en su lugar inicial.
―Gracias ―musito. Mi voz ya no suena tan grave y el agua
ha conseguido calmar un poco la irritación de garganta. Izzy ni
siquiera levanta la mirada del libro y sigue bebiendo pequeños
sorbos de su taza en silencio―. ¿Estás muy cabreada conmigo?
Suspira y levanta la cabeza, cerrando el libro con un golpe
seco. Supongo que esa es la respuesta a mi pregunta. Está
furiosa.
―No quiero discutir, Kai. Voy a levantarme y te dejaré
tranquilo hasta que se te pase la resaca. Cuando te encuentres
mejor, si quieres, podemos hablar, ya no como los buenos
amigos que fuimos, me conformo con que consigamos
entendernos sin gritos ni reproches.
Está a punto de marcharse cuando la sujeto por el brazo para
retenerla.
―Lo siento mucho ―susurro.
Resopla y se aparta cruzándose de brazos.
―Ya no me sirven tus disculpas. Ayer fuiste demasiado lejos.
Puedo entender que no te guste Cooper, e incluso que pienses
que lo mejor para mí es mantenerme alejada de él, pero decir lo
que dijiste solo para que no salga con él… ―Cabecea de lado a
lado―. Ahí te pasaste.
¿Cree que lo que confesé es mentira? Mierda, ¿qué hago
ahora? «Deja de ser un maldito cobarde y dile la verdad». ¿Y si
ella no siente lo mismo? Puede que aún la cague más. Sin el
valor que me ofrece alcohol no creo ser capaz de… Joder.
Agacho la cabeza y aprieto los puños. Es mejor así.
―Lo siento ―repito.
―Eso ya lo has dicho. ―La escucho inspirar hondo y
caminar hacia mí, sujeta mi barbilla y tira de ella hacia arriba
para que la mire a la cara―. Esto se acabó, Kai. Jugamos con
fuego y nos quemamos. Ahora solo quiero mantenerme alejada
de ti para intentar pasar página. ―Suelta el aire y sus preciosos
ojos verdes se empañan de lágrimas―. Puede que para ti sea
una broma. Yo no pienso igual, ya que en mi caso es real.
―Frunzo el ceño confuso―. Yo sí me he enamorado de ti.
Contengo el aliento y busco en su mirada cualquier señal de
que lo que está diciendo se trate de una broma o confusión. ¿Lo
dice en serio? Ella… ¿De verdad?
―Izzy… ―Coloca la mano sobre mi boca haciéndome callar.
―No digas nada, ¿vale? Ya sé que es solo cosa mía. Y por
eso… ―Respira hondo apartándose unos centímetros―. He
decidido mudarme.
¡¿Qué?! ¡No! ¡No puede irse!
―¿Qué estás diciendo? ¿Te vas? ―pregunto con voz
entrecortada.
―Sí. Me quedaré con Felicity hasta que encuentre algún
lugar para mí. No puedo quedarme aquí viendo como tú sigues
adelante con tu vida, sales con otras chicas, te acuestas con ellas
al otro lado del pasillo y actúas como si nada hubiese pasado
entre nosotros. Es mi problema, no el tuyo.
―No quiero que te vayas, Listilla.
Me pican los ojos. Quiero abrazarla y suplicarle que se quede
conmigo. Las palabras se atascan en mi garganta y trago con
fuerza sacudiendo la cabeza de un lado a otro.
―Yo tampoco quiero irme, pero es lo mejor para ambos. Ya
no podemos seguir siendo amigos, Kai, al menos no como antes.
Quién sabe, puede que con el tiempo todo esto acabe pasando y
volvamos a ser los que éramos. Ahora mismo no puedo estar
cerca de ti. Espero que lo entiendas. ―Sigo negando con la
cabeza mientras las lágrimas corren libres por mis mejillas―.
Pues es una pena ―susurra con una sonrisa triste―. Iré a
preparar mi maleta.
―¿Por qué le dijiste a tu hermana que no sientes por mí nada
más que una simple amistad? Tú no mientes, Izzy. Te escuché y
parecías muy segura de ello.
Bufa encogiéndose de hombros.
―Lo estaba. Puede que mentir no sea lo mío, sin embargo, he
descubierto en las últimas semanas que negar mis sentimientos,
incluso a mí misma, es algo que se me da genial. Solo tengo que
creérmelo y se convierte en una verdad.
Antes de que pueda decir nada más, da media vuelta y se
marcha dejándome solo y confuso. ¿Qué se supone que debo
hacer ahora? «No permitas que se marche. ¡Deja de ser un puto
cobarde y detenla, maldita sea! ¡Ahora!».
Me levanto de golpe y cruzo el salón como un jodido
vendaval. En un par de pasos me planto frente a la puerta de su
habitación y abro de un tirón sin llamar.
―¡No vas a irte! ―grito acercándome a ella. Me mira
sorprendida y la sujeto por la cintura―. No voy a dejar que te
marches, ¿entendido?
Antes de que pueda decir nada, pego mi boca a la suya y la
beso. Saboreo sus labios y hundo la lengua en su boca
estrechándola contra mi cuerpo. Aunque al principio parece
receptiva, no tarda en empujarme por los hombros. Me mira con
el ceño fruncido y niega con la cabeza.
―¿Qué demonios crees que estás haciendo? No necesito tu
jodida lástima. Si intentas que me quede haciéndome creer que
sientes algo por mí…
―¡Escúchame, Izzy! ―Sujeto su rostro entre mis manos y
busco su mirada―. Cada palabra que dije anoche es real. Te
quiero. Te quiero de verdad.
―No juegues conmigo ―pide con la voz tomada por el
llanto―. Si me estás mintiendo, jamás te lo perdonaré.
―No lo hago. ―Respiro hondo e intento sonreír, sin
embargo, solo consigo que una de mis comisuras se eleve―. El
día que nos conocimos hicimos un trato, yo te enseñaba a jugar
al baloncesto y tú a mí a no decir mentiras.
―No cumpliste tu parte. Sigo sin saber cómo meter el
dichoso balón en el aro.
―Ya, no sé hacer milagros, pero tú sí que conseguiste
cumplir tu parte. Soy quien soy gracias a ti. No sé si estos
sentimientos siempre estuvieron en mí o surgieron en el mismo
instante en el que te besé por primera vez. El caso es que ahora
no puedo pensar en otra cosa que no seas tú. Te deseo en todo
momento. Te extraño cuando no estás conmigo. Esta semana ha
sido una puta tortura saber que estabas al otro lado del pasillo y
no poder acercarme.
―¿Esto no es solo por Cooper?
―No. Vale, ese capullo me cae peor que una patada en el
hígado y sé que solo se acerca a ti para fastidiarme, pero no es
solo eso. Me vuelve loco pensar que puede llegar a tocarte,
aunque sea un jodido pelo. Me muero de celos, Izzy. Esa es la
verdad.
―Entonces… No entiendo… ―Se lleva las manos a la
cabeza y resopla entre lágrimas―. ¿Por qué me dijiste toda esa
mierda de que estabas cansado de mí y querías acostarte con
otras? Me apartaste de ti.
―Porque creí que era eso lo que querías. Escuché lo que le
dijiste a Hannah y… ―También resoplo llevándome las manos
a la cabeza―. Pensé que no sentías lo mismo que yo, que para ti
siempre sería solo tu mejor amigo, y lo del sexo… Hasta hace
poco eras virgen. Tal vez solo querías probar cosas nuevas,
experimentar o algo así.
Tras secar sus mejillas de un manotazo, cruza los brazos
sobre su pecho y me mira frunciendo el ceño.
―Tú eres imbécil ―afirma.
Suelto una carcajada involuntaria y asiento. Tiene razón. Si
existiese un concurso al tipo más imbécil del universo, tendría el
primer puesto asegurado.
―Lo sé ―contesto encogiéndome de hombros―. Tú siempre
has sido la lista de los dos.
Izzy inspira hondo cerrando los ojos, y aprovecho para volver
a sujetarla por la cintura y tirar de ella en mi dirección. Sus ojos
se abren y le sonrío.
―¿Cuándo decidimos complicar tanto las cosas?
―No fue una decisión, Listilla. Creo que, en el fondo,
estábamos destinados a ello. Aunque si tengo que nombrar un
momento, supongo que me di cuenta de que no había vuelta
atrás justo después de hundirme en ti por primera vez. Lo que
siento contigo nunca antes lo he sentido con ninguna otra.
―Somos buenos, ¿verdad? ―inquiere con una sonrisa pilla
en los labios.
―Oh, sí. Somos los mejores. ―La atraigo más hacia mí, y
pego mi ya endurecida entrepierna a su bajo vientre―. ¿Puedo
besarte ya? Llevo conteniéndome un buen rato y… ―Antes de
poder terminar la frase sus labios se pegan a los míos.

Izzy
Después de lo que el propio Kai ha catalogado como el jodido
mejor polvo del universo, nos quedamos en silencio y
abrazados, desnudos, con las espaldas pegadas al colchón y las
piernas entrelazadas en el aire contra el cabecero. Acaricio su
brazo derecho repasando las líneas de sus tatuajes mientras él
respira contra mi cuello y lo besa cada pocos segundos.
―¿Qué piensas? ―pregunta rompiendo el momento de
calma entre nosotros.
―En cómo hemos llegado hasta aquí y qué pasará a partir de
ahora ―respondo.
―Bueno, tú me besaste, yo te besé, nos quitamos la ropa y…
―Pellizco su costado, y suelta una carcajada antes de besar mi
sien y abrazarme con más fuerza―. ¿Qué quieres que diga? Yo
tampoco sé qué pasó.
―¿Te arrepientes de algo? Tal vez si esa noche no
hubiésemos bebido demasiado, nada de esto habría pasado.
Respira hondo y vuelve a besar mi sien.
―No. Me gusta esto. Si tengo que poner en una balanza los
momentos buenos y los malos, por muy dolorosos que hayan
sido, te aseguro que la parte buena siempre ganará. ¿Y tú?
―Pienso lo mismo. ¿Dónde nos deja todo esto? Se supone
que solo nos acostábamos y seguíamos siendo amigos, ahora es
distinto, hay otro tipo de sentimientos en la ecuación, y eso me
asusta un poco.
―Ya. Entiendo lo que dices. Está claro que nuestra relación
ha cambiado, o evolucionado tal vez. Ya no podemos ser solo
amigos.
Me incorporo apoyándome en su pecho y busco su mirada.
―Hagamos un trato. Pase lo que pase entre nosotros, así
duremos juntos una semana, un mes o toda la vida, prométeme
que vamos a luchar con todas nuestras fuerzas para seguir
siendo amigos. No quiero perder eso, Kai.
Sonríe y asiente de inmediato.
―Te lo prometo, Listilla ―susurra antes de depositar un beso
en la punta de mi nariz.
Sonrío de oreja a oreja y vuelvo a tumbarme sobre él.
Pasamos horas en la cama, solo hablando y recuperando poco a
poco nuestra relación. Se siente bien a estar así de nuevo con mi
mejor amigo. Es como si hubiese vuelto a la vida una parte de
mí misma que ya creía perdida.
Nos olvidamos de comer e incluso dormitamos un poco,
volvemos a hacer el amor y cuando estamos vistiéndonos para
preparar algo de cenar, el timbre suena. Kai me mira frunciendo
el ceño.
―¿Quién puede ser? ―susurro para mí.
―¿Esperas a alguien? ―Niego con la cabeza, y de pronto,
como un jodido flash iluminando mi cerebro, abro mucho los
ojos y me llevo la mano a la boca―. ¿Qué pasa?
―Mierda, no cancelé mi cita con Cooper ―musito en voz
baja.
―¿Me estás jodiendo? ―sisea entre dientes. Hago una
mueca con los labios y niego con la cabeza―. ¿Quieres decir
que quien toca a la puerta es el jodido Thomas Cooper para
llevarte a una cita?
―Sí. ―Kai resopla hundiendo los dedos en su pelo y el
timbre vuelve a sonar―. No lo pensé. Estuve demasiado
ocupada contigo y se me fue la cabeza. Mierda. ¿Qué voy a
decirle?
―Oh, no te preocupes por eso. Yo mismo lo echaré a patadas
―farfulla yendo hacia la puerta.
Me apresuro a alcanzarlo y me cruzo en su camino
interceptando su avance.
―Quieto ―ordeno sujetándolo por el pecho―. Yo me
encargo de esto, ¿entendido?
―No, yo lo haré. Tengo ganas de ver la cara de ese
cabronazo cuando…
―Kai, hablo en serio ―le corto. El timbre suena con más
insistencia y bufo con fuerza―. Esto es asunto mío. Deja que
me encargue de mis problemas.
Masculla una maldición y asiente dándose por vencido. Antes
de que pueda marcharme, tira de mí por la cintura y me besa de
manera apasionada, también algo posesiva.
―Como te toque… No, rectifico, si tan siquiera te mira de
alguna forma inapropiada juro que le partiré su perfecta y
escultural carita de niño pijo y arrogante. ¿Entendido?
―Entendido ―contesto sonriendo de medio lado―. Quédate
aquí. No tardaré.
Sin darle tiempo a replicar, le doy un beso rápido en los
labios y salgo disparada de la habitación. Llego a la entrada
justo cuando el timbre está sonando de nuevo. Respiro hondo y
tiro de la manilla intentando sonreír con naturalidad.
―Creí que me había equivocado de piso ―dice Cooper en
tono divertido.
―¡Eh! ¡Hola! ―exclamo alzando mi mano a modo de
saludo.
«Vale, eso ha sido demasiado entusiasta. Baja un cambio,
Izzy. Mierda, en momentos como este me encantaría saber
mentir como una persona normal». Carraspeo e inspiro
profundo por la nariz. Cooper me repasa con la mirada de pies a
cabeza. Parece confuso, y no me extraña que lo esté. Llevo
puesta solo una sudadera larga de Kai con el logo de la
Universidad de Corm, estoy descalza y apuesto que mi pelo está
alborotado y revuelto. Podría jurar que ni en broma se esperaba
algo así para una primera cita.
―No sé si llego demasiado pronto o…
―No, para nada. Es solo que… ―Me muerdo el labio
inferior intentado encontrar las palabras correctas.
―Si necesitas más tiempo puedo esperar.
―No, yo no…
―Thomas Cooper ―escucho la voz de Kai a mi espalda y
siseo una maldición cerrando los ojos―. ¿Qué tal, compañero?
―Suena demasiado… Agradable. «Mierda, está tramando
algo».
―Flame. ―Cabecea Cooper frunciendo el ceño.
Inspiro hondo y abro los ojos. Intento fingir una sonrisa que
se queda a medio camino cuando siento las manos de Kai
rodeando mi cintura. Me abraza por la espalda y apoya su
barbilla sobre mi hombro.
―¿Podemos ayudarte en algo? ―Besa mi cuello y puedo
notar como la expresión de Cooper cambia de inmediato. Me
mira a mí, y solo consigo encogerme de hombros a modo de
disculpa―. Tío, si no tienes nada que decir, te agradecería que
nos dejaras solos. Mi chica y yo tenemos un asunto entre manos.
―Clava los dientes en mi cuello, y aunque intento darle un
codazo no se detiene.
―Cooper, lo sien… ―Soy incapaz de terminar la frase ya
que Kai estira el brazo y cierra la puerta de golpe en las narices
de su compañero de equipo. Me giro con los ojos abiertos como
platos―. ¿Qué demonios haces? Eso era del todo innecesario.
―Ibas a disculparte con él ―señala―. ¿Por qué?
―No sé. Tal vez porque el pobre chico vino a buscarme
pensando que iríamos a cenar y resulta que no solo le he dado
plantón, también le has restregado en la cara que estamos juntos.
Eso no es propio de ti, Kai. ¿Desde cuándo eres tan capullo?
Bufa hundiendo los dedos en su pelo y se encoge de hombros.
―No soporto a ese cabrón. A riesgo de quedar como el malo
de la película, admito que he disfrutado cada jodido segundo al
ver la cara de pardillo que se le ha quedado.
―No, si la que ha quedado como una idiota soy yo. Cooper
siempre se ha portado muy bien conmigo y no se merece que lo
trate así.
―¿Por qué lo defiendes? ¿Cómo puedo hacerte ver que solo
busca joderme? Nunca sale con chicas de primero, pero contigo
sí. ¿No te parece ni un poquito raro?
―Tal vez le guste de verdad ―siseo cruzándome de brazos.
―Izzy, eres un jodido sueño hecho realidad, guapa, amable,
simpática…, y juro que me pones más cachondo que ninguna
otra mujer, no obstante, te aseguro que lo que busca Thomas
Cooper es meterse entre tus piernas para restregarme en la cara
que se ha follado a mi mejor amiga. Te está usando para
hacerme daño.
Chasqueo la lengua y ruedo los ojos de manera teatral.
―Tu ego no conoce límites, muchacho. De verdad piensas
que el mundo gira alrededor de tu ombligo, ¿verdad?
Sonríe y niega con la cabeza tirando de mí para abrazarme.
Hunde su boca en mi cuello y suspiro dándome por vencida y
colocando mis brazos sobre sus hombros.
―El mundo gira alrededor de mi polla, Listilla. ¿No lo
sabías? ―Suelto una carcajada y sacudo la cabeza de un lado a
otro dándolo por imposible―. Ahora deja de pensar en ese
capullo y comamos algo. Estoy hambriento, y si no encuentro
otra cosa que llevarme a la boca empezaré a darte bocados a ti.
―Clava los dientes en mi cuello y suelto un pequeño grito que
le hace reír.
¿Así de listo?
Kai
Hace ya dos días que llegamos a Brownsville. Me encanta este
lugar. Aún recuerdo la primera vez que los Jensen nos invitaron
a pasar las fiestas navideñas con ellos en una gran casa de
madera rústica en mitad de la montaña. Desde entonces se ha
convertido en una especie de tradición. El único que no ha
llegado aún es papá. Tiene que trabajar y se reunirá con nosotros
antes de Nochebuena. Mientras tanto, los demás vamos a seguir
disfrutando de esta maravilla de lugar rodeado de naturaleza
junto al rio Hatchie. Inspiro hondo para llenar mis pulmones de
aire puro y una bocanada de vapor sale de mi boca en forma de
nube.
―¿Disfrutando de las vistas? ―Sonrío al sentir los brazos de
Izzy rodeando mi cintura.
Miro a un lado y a otro para comprobar que nadie nos esté
mirando. Estamos en un lugar bastante escondido de la terraza
superior, sin embargo, desde que llegamos me he dado cuenta de
que toda precaución es poca. Es una mierda tener que
ocultarnos. Ya hace más de dos semanas que somos pareja de
manera oficial, aunque nuestras familias aún no lo saben.
Tenemos que decírselo, solo que temo que a su padre no le
agrade mucho y crear un conflicto.
―¿Crees que nevará antes de que tengamos que volver a
Houston? ―inquiero entrelazando mis dedos con los suyos en
mi abdomen.
Izzy me rodea y, tras acomodarse a mi costado, la abrazo por
los hombros.
―Es poco probable. Hasta enero no empiezan las nevadas.
Beso su sien y suspiro, volviendo a mirar hacia el hermoso
paisaje. Algún día me gustaría tener una casa como esta, sin
vecinos alrededor, un lugar donde poder encerrarme a solas con
Izzy durante días seguidos, solo disfrutando de su compañía.
Eso sería genial.
Miro de reojo y compruebo que me está observando con los
ojos entrecerrados.
―¿Qué pasa?
―Eso mismo te iba a preguntar yo. ¿En qué estabas
pensando? Tenías una sonrisita tonta en los labios y te brillaban
los ojos. ―Me encojo de hombros y vuelvo a sonreír. Izzy
pellizca mi costado―. Ni se te ocurra dejarme con la duda.
¿Qué pensabas?
Suspiro y vuelvo a besar su sien.
―Estaba imaginando que algún día tendríamos una casa así
para nosotros dos.
―¿Una casa nuestra? ―Asiento―. ¿Tuya y mía?
―Sí, ¿por qué te extraña tanto?
―No lo sé. Es la primera vez que mencionas un futuro juntos
y… ―Inspira hondo y sacude la cabeza de un lado a otro―. Me
asusta un poco eso.
―Izzy, no te estoy pidiendo matrimonio, ¿vale? ―Sonrío de
medio lado y ella vuelve a pellizcarme, arrancándome una
carcajada―. Solo digo que me gustaría que algún día
pudiésemos disfrutar de un sitio como este tú y yo a solas. Odio
tener que esconderme y mirar por encima del hombro cada vez
que quiero besarte, y te echo de menos por las noches.
―Uy, mi Ojitos tiernos se está poniendo mimoso ―se burla
sujetando mi mejilla entre sus dedos pulgar e índice.
―Idiota ―farfullo sonriendo.
Izzy ríe y rodea mi cintura con sus brazos hundiendo la cara
en el hueco de mi cuello.
―Yo también te echo de menos. Sabes que tarde o temprano
tendremos que contarlo, ¿verdad? ―Asiento, aunque no puede
verme, y resoplo. Izzy se aparta un poco para mirarme a la
cara―. No es para tanto. Papá acabará aceptándolo.
―También puede darme una paliza y prohibirme que me
acerque a ti ―señalo.
―No digas tonterías. Además, creo que puedes con él, eres
más joven y fuerte ―bromea.
― Nunca me atrevería ni siquiera a levantarle la voz y lo
sabes. Lo respeto demasiado, aunque a veces pienso que me
odia.
Izzy rueda los ojos de manera teatral y chasquea la lengua
contrariada.
―Eso son estupideces. Solo intenta intimidarte para que no te
pases de listo conmigo. Te conoce desde que eras un crío y te
quiere. Su instinto de padre protector le obliga a mantenerse
firme contigo por miedo a que lastimes a su hija pequeña.
―¿Así de listo? ―murmuro amasando su trasero con una
sonrisa pícara.
―¡Hey! ¿Qué estáis haciendo? ―Nos apartamos rápido y
ambos respiramos aliviados al comprobar que es Noah quien
nos ha pillado.
―Nada ―farfulla Izzy intentando sonreír, pero solo consigue
que le salga una mueca tenebrosa que, lejos de disimular la
situación, aún consigue que mi hermano pequeño la mire con
desconfianza―. Estábamos… Eh…
―¿Qué haces tú aquí? ―inquiero echándole una mano.
Noah nos mira a uno y a otro frunciendo el ceño, y al fin
parece dejar pasar lo que acaba de ver. O tal vez no haya visto
nada y solo le parece extraño la actitud de Izzy. En serio, lo de
mentir no es lo suyo. Aún no sé cómo ha conseguido mantener
en secreto lo nuestro desde que llegamos aquí.
―La señora Jensen me manda a buscaros. Ya vamos a
desayunar.
―Bajamos enseguida. ―Vuelve a mirarnos frunciendo el
ceño y chasqueo la lengua―. ¿Algo más?
―¿Le estabas tocando el culo a Izzy? ―inquiere.
―¡No! Él solo… Tenía algo en el pantalón y…
Pongo los ojos en blanco. Dios santo, esta chica va a
delatarnos ella sola.
―No es asunto tuyo ―intercedo―. Largo de aquí, enano.
Mi hermano se encoge de hombros y se marcha enseguida.
En cuanto nos quedamos a solas, Izzy resopla cubriendo su cara
con las manos.
―Madre mía, esto se me da fatal ―murmura con un quejido
lastimero.
Suelto una carcajada y sujeto su rostro entre mis manos para
mirarla a los ojos.
―Ni que lo jures. ―La beso en los labios y apoyo mi frente
contra la suya―. Vamos a tener que hablar con tu padre cuanto
antes. En cualquier momento se te va a escapar, y entonces sí
que tendremos un gran problema por ocultárselo.
―Lo sé. Eso es lo que he intentado explicarte desde que
llegamos. Hay que hablar con él.
―Yo lo haré.
―No. ―Sujeta mi mano y respira hondo―. Lo haremos
juntos. Ahora vamos a desayunar antes de que alguien más
venga a buscarnos.
Asiento, y estamos a punto de entrar en la casa cuando mi
móvil empieza a vibrar.
―Ve tú, enseguida te alcanzo ―murmuro.
―No tardes. No sé qué podría soltar por la boca si tu
hermano llega a hacerme preguntas frente a todos.
Asiento, e Izzy se marcha y descuelgo la llamada, llevando el
teléfono a la oreja. Es Finn.
―¿Qué pasa, tío?
―¡Eh! Hola, Flame. ¿Cómo te va, hermano? ¿Tienes a Izzy
al lado? Espero que le estés dando lo suyo, si no tendré que
cumplir yo con tus obligaciones, nenaza.
Sonrío poniendo los ojos en blanco, aunque sé que no puede
verme. Desde que Izzy y yo empezamos a salir de manera
oficial, el cansino de mi amigo no deja de hacer bromas guarras
y burlarse de nosotros. Estamos acostumbrados a ello, además,
se lo pasamos por alto porque en el fondo sé que solo busca una
distracción. Aunque jamás lo admita en voz alta, lo pasa mal al
ver a Conrad y Felicity juntos. Aún no lo han hecho público,
pero salta a simple vista que su relación es cada vez más seria.
―Deja de preocuparte tanto por mi chica, mamón. ¿Qué
pasa? ¿No estás en casa?
―Sí. ―Resopla y me doy cuenta enseguida de que su estado
de ánimo ha cambiado―. Esto es una mierda. Tengo ganas de
salir corriendo. He pensado que, como estás cerca, podríamos
quedar esta tarde. Ayúdame, colega, necesito salir de esta casa
de locos.
―Eh… ―Me rasco la nuca frunciendo el ceño. Finn vive en
Memphis. Estamos a solo una hora de distancia en coche. No
me parece mala idea―. Hermano, deja que lo hable con Izzy y
te digo algo, ¿vale?
―Genial. Dile a la morena que venga a verme, la echo de
menos. Seguro que ya se está arrepintiendo de no haberse
estrenado conmigo. ―Se parte de risa por su propio chiste y
aprieto la mandíbula. Será capullo.
―Finn, si vuelves a hacer un comentario de ese tipo juro que
te parto los dientes ―siseo.
―¡Oh, vamos, colega! Sabes que estoy bromeando. Tu chica
es sagrada para mí. ―Escucho que alguien grita al otro lado de
la línea como si estuviese discutiendo, y Finn resopla―. Oye,
tengo que dejarte. Me avisas con lo que decidas.
―Entendido. Adiós.
La llamada se corta y suspiro guardando el móvil en el
bolsillo. Sé que Finn ha tenido una infancia bastante dura y odia
estar en casa. Para él, Corm es su verdadero hogar. Hablaré con
Izzy. y si está de acuerdo iremos a Memphis a hacerle una visita.
Aunque antes… Mierda, antes me va a tocar hablar con el señor
Jensen, y eso sí que no será nada agradable.

Izzy
El desayuno transcurre entre silencios incómodos que solo
son interrumpidos por las tonterías que suelta Noah de vez en
cuando. Hannah está comiendo con Cris en brazos. El pequeño
no deja de moverse y quejarse por todo, volviendo loca a su
madre.
―¿Quieres que lo coja yo? ―pregunto en cuanto termino con
mi plato.
―No, da igual. Ya se tranquilizará ―responde tras resoplar
con fuerza.
Me encojo de hombros y me doy cuenta de que Kai casi no ha
probado bocado. No deja de mirar a mi padre de reojo y
cabecear como si estuviese librando una batalla consigo mismo.
Papá parece percatarse de ello también ya que, tras dejar los
cubiertos sobre el plato, se limpia la boca y apoya los codos
sobre la mesa entrelazando los dedos de sus manos.
―Muchacho, ¿hay algo que quieras decirme? ―inquiere
frunciendo el ceño.
Kai se endereza y me mira a mí. ¿Va a hacerlo? Oh, mierda.
No sé cómo va a salir esto.
―Eh… Eh… ―Carraspea y noto como papá empieza a
impacientarse―. Señor Jensen, yo… Hay algo que quiero
comentarle.
―Tú dirás. ―Se echa hacia atrás en la silla brindándole toda
su atención.
Por debajo de la mesa, busco la mano de Kai y le doy un leve
apretón.
―Hannah, ¿por qué no llevas a Cris al jardín un rato para que
se calme? ―sugiere mamá, ajena a lo que está a punto de
ocurrir.
―¿Y perderme este momento? De eso nada ―bromea mi
hermana.
Le lanzo una mirada poco amistosa y se encoge de hombros
sin dejar de sonreír.
―Hijo, sigo esperando ―murmura papá.
―Sí, claro. Verá, señor… Antes de nada, quiero dejar claro
que respeto mucho a su hija y… Tal vez esto no sea lo que usted
quería para ella, sin embargo…
―Dime que no la has preñado ―sisea papá frunciendo el
ceño.
―¡Papá! ―exclamo.
Ni siquiera me mira, sigue con la vista fija en Kai. Este niega
con la cabeza y mi padre suelta una gran bocanada de aire.
Parece aliviado.
―Espera… ¿Vosotros…? ―Mamá nos mira a uno y a otro
con sorpresa.
Asiento mordiéndome el labio inferior con nerviosismo y
suelta un jadeo ahogado.
―Verónica, es lo que llevo advirtiendo que pasaría desde
hace años ―farfulla papá. Respira hondo y clava su mirada en
Kai―. No me gusta esto.
―Papá… ―Levanta la mano haciéndome callar.
―No me interrumpas, Isabella. Estoy hablando con Kai,
después llegará tu turno. ―Suspiro y decido guardar silencio
para no empeorar la situación―. Como acabo de decir, no me
gusta esto. Me imaginé que acabaría sucediendo. Desde niños
pasabais tanto tiempo juntos que lo raro sería que no acabarais
así. En algún momento llegue a dudarlo, me convencisteis de
que entre vosotros solo existía una amistad.
―Y así era ―dice Kai.
Tras una mirada dura por parte de mi padre, hace una mueca
y se disculpa con un gesto de su mano.
―No voy a decir que esté contento con esta situación.
Vosotros vivís juntos y no quiero ni imaginar… ―Chasquea la
lengua negando con la cabeza―. Da igual. Supongo que no es
asunto mío. Izzy es mayor de edad y lo bastante madura como
para tomar sus propias decisiones. Solo voy a advertirte una
cosa, muchacho, si mi hija derrama una sola lágrima por tu
culpa, te aseguro que no volverás a jugar al baloncesto el resto
de tu vida porque pienso romper cada hueso que tienes en el
cuerpo. ¿Me hago entender?
―Sí, señor ―responde tras carraspear.
―Y otra cosa, en mi casa quiero respeto. ―Respira hondo y
suaviza su expresión―. Kai, te conozco desde que eras un niño.
Sé que eres un buen chico y que adoras a mi hija. Sin embargo,
no dudaré en echarte de mi casa a patadas si os llego a encontrar
encerrados en alguna habitación.
―Papá, tampoco te pases ―murmuro.
Dirige su mirada hacia mí y me señala con el dedo.
―Y tú, muchachita, más te vale que tengas cuidado. Tienes
una vida por delante y miles de planes. No cometas los mismos
errores que tu hermana. ―La señala y Hannah asiente dándole
la razón―. Sois jóvenes, tenéis mucho tiempo para estar juntos
si eso es lo que queréis. Por ahora, intenta no hacerme abuelo de
nuevo, por favor.
Chasqueo la lengua y, tras mirar la cara de horror de Kai, no
puedo evitar soltar una carcajada.
―Entendido ―respondo sonriendo―. ¿Ha terminado ya el
discurso?
Nos señala a ambos y asiente.
―Con cabeza, chicos. Tenéis planes de futuro
independientes. No sabéis qué es lo que va a ocurrir dentro de
un año, o cinco. Solo quiero que no os apresuréis y cometáis
errores que después podáis lamentar.
―Señor Jensen, yo… ―Kai resopla y mi padre lo mira
expectante―. Solo quiero que sepa que quiero a su hija. No
pretendo hacerle daño. Daría mi vida por ella. Eso es algo que
tengo seguro desde mucho antes de que nuestra relación
cambiara.
Papá sonríe y cabecea.
―Eso ya lo sé, hijo. No me preocupa que destroces su vida.
Lo que de verdad me aflige es que os precipitéis. Entiendo que
estéis enamorados y que ahora mismo queráis vivir juntos todas
esas emociones que la vida os depara. Solo quiero que actuéis
con buen juicio. No hay necesidad de ataros el uno al otro por el
resto de vuestras vidas. Además, soy demasiado joven para ser
abuelo por segunda vez.
―¡Papá, déjalo ya! ―exclamo provocando la risa de mi
hermana. Incluso mamá se tapa la boca para no soltar una
carcajada.
―Está bien. ―Alza ambas manos a modo de rendición y
suspira―. Espero que tengáis cuidado.
―Usad condón ―farfulla Hannah.
―Oh, Dios. Eso no necesito saberlo ―se queja papá.
Hannah vuelve a partirse de risa y Noah mira a su hermano
con una ceja en alto y expresión pilla.
―Entonces, sí que le estabas tocando el culo a Izzy en la
terraza ―comenta.
―Espera… ¡¿Qué has dicho?! ―Papá le lanza una mirada
furiosa a Kai.
Me levanto de golpe y tiro de su mano para que me siga.
―Mejor nos vamos ya ―murmuro―. Vamos a… Da igual.
Nos vamos.
Papá nos sigue con la mirada. Veo como Kai le da un golpe
en la nuca a su hermano con la mano abierta y salimos del
comedor a toda prisa.
―Voy a cargarme a ese enano ―farfulla Kai cabeceando.
Sonrío y me encojo de hombros. Supongo que esto no ha
salido tan mal. En realidad, podría haber sido mucho peor.
Suena a amenaza
Izzy
Me siento agotada. Disfruto pasando tiempo con mi familia,
sin embargo, todo el tema de las fiestas, los regalos, la
Navidad… Buff, me deja sin energías. Además, he echado de
menos dormir con Kai todas las noches. Tras enterarse de lo
nuestro, papá nos estuvo vigilando con ojo de halcón y solo
podíamos aprovechar los momentos que salíamos de casa, en
especial cuando viajábamos a Memphis para visitar a Finn. Él
ha regresado con nosotros a Corm. También lo invitamos a
cenar en Nochebuena. Después de ese primer día en el que vi
por mí misma el tipo de vida que tiene Finn en su casa, entendí
un poco más su actitud respecto a las mujeres y todo lo que
conlleva un vínculo duradero. Kai me comentó que su infancia
había sido dura, aunque jamás imaginé algo así. Cuando
llegamos al barrio en el que vive, nos encontramos con una
caravana vieja en mitad de un barrizal. Allí es donde Finn creció
junto a una madre alcohólica y un padrastro que lo maltrataba.
No me extraña que el chico esté deseando largarse.
Me tumbo boca arriba en el sofá. No sé qué hacer. Kai se fue
al entrenamiento nada más llegar. Solo se cambió de ropa y salió
a toda prisa sin ni siquiera deshacer la maleta. El equipo tiene
un partido importante, de modo que tuvimos que volver antes de
que empiecen las clases. Lo noto algo raro y ausente. No como
la última vez que estuvimos en casa. En esa ocasión ni siquiera
me dirigía la palabra, sin embargo, puedo sentir que algo le
ocurre. Creo que tiene que ver con su padre porque empezó a
actuar de esa forma tan extraña cuando él llegó a Brownsville.
Le he preguntado varias veces qué ocurre, pero solo he recibido
negativas y alguna que otra mala excusa. Espero que no sea
nada grave y termine contándome la verdad.
El timbre suena y, con un suspiro, me levanto para ir a abrir la
puerta. No me extraña ver a Felicity al otro lado. Entra en casa y
nos acomodamos en el sofá para ponernos al día de lo que ha
pasado durante las vacaciones.
―Entonces, ¿es oficial? ―Asiente―. ¿Oficial de verdad?
¿Habéis…?
―Sí, lo hemos hecho ―responde alzando ambas cejas.
―¿Y? ¿Qué tal?
―Muy bien. Tal como imaginaba, Mike es un chico muy
dulce y cariñoso en todos los ámbitos.
―¿Mike? ¿Ya ha dejado de ser Conrad? ―Sonrío de manera
pilla y mi amiga me lanza un cojín a la cara.
―Deja de burlarte, zorra. ―Suelto una carcajada y ella niega
con la cabeza―. Ahora somos pareja. Se me hace raro llamarlo
por su apellido.
―Pues a mí me gusta más Conrad que Mike. No le pega.
Sería igual si llamara a Finn por su nombre, Aaron. Es muy
raro. Por cierto, ¿ya sabe que Conrad y tú estáis juntos ahora?
―Sí, acaba de enterarse. Nos pilló en la cama esta mañana
―musita apartando la mirada.
―Espera… ¡¿Qué?! Explícame eso. ¿Os pilló…?
―¡No! ―Bufa un mechón de su pelo―. Solo estábamos
durmiendo en la habitación que comparten. No tenía ni idea de
que volvía hoy.
―Lo siento. Podría haberte avisado. Regresó con nosotros.
―¿Y eso? Creí que estaba con su familia en Memphis.
Mierda. ¿Qué le digo ahora? Kai me pidió que no le contara
nada a Felicity sobre Finn y sus problemas familiares. ¿Por qué
acabo siempre metida en estos líos?
―Eh… Sí. Estábamos cerca, de modo que… Eh…
―Chasqueo la lengua―. Eso da igual. Cuéntame qué es lo que
dijo Finn cuando os vio juntos.
―Nada. Se disculpó y se fue. ―Se encoge de hombros y
cabecea haciendo una mueca―. No me mires así, Izzy.
Tampoco es que le deba alguna explicación.
―¿Le has contado a Conrad lo que pasó entre vosotros en
aquella fiesta?
―No. Lo que hice antes de estar con él no le incumbe.
―Bueno, te acostaste con su mejor amigo. Creo que eso…
―Izzy, si alguien tiene que dar explicaciones es Finn. Yo
prefiero mantenerme al margen de esa historia.
―Vale, si lo tienes tan claro…
―Lo tengo. Es más, no voy a gastar ni un segundo de mi
tiempo pensando en ello.
―Entonces, ¿estás segura? Conrad es el elegido, ¿no?
Mi amiga resopla y asiente.
―Nunca fue una elección. Si alguna vez llegué a pensar que
entre Finn y yo podría haber algo más, él me lo dejó muy claro
al pasar de mí después de que nos acostamos. Se comportó
como un verdadero capullo.
Asiento. En eso tiene toda la razón. Entiendo los motivos de
Finn. No quiere comprometerse con nada ni con nadie por
miedo a que lo distraigan de su objetivo, acabar la carrera y
labrarse un buen futuro para no tener que volver con su familia
de mierda a ese estercolero, sin embargo, no actuó bien con
Felicity y le hizo daño. Solo espero que mi amiga no esté
cometiendo un error al enfrascarse en una relación con Conrad
por despecho. Eso puede salir muy mal.

Kai
La euforia y la alegría invade el vestuario. Hemos ganado por
casi treinta puntos y seguimos imbatidos. Ahora que he cubierto
la deuda de mi padre, ya no necesito amañar los resultados y
vuelvo a ser yo mismo. Echaba de menos eso, poder jugar sin
contenerme. Los anteriores partidos fueron muy duros porque
en el fondo sabía que estaba fallando al equipo. Hace unos días,
cuando llegamos de Brownsville, hablé con Martin Ferguson, el
corredor de apuestas, y le dije que no contara más conmigo.
Después de hablar con mi padre y descubrir que sigue
apostando, tuvimos una fuerte discusión y yo mismo me
encargué de ingresar el dinero para cubrir los pagos atrasados de
la hipoteca. Me preocupa que papá no siga pagándolos y se
gaste todo lo que gana en jugar. Me prometió que no lo haría,
sin embargo, empiezo a dudar de que sea capaz de contenerse.
He decidido estar más al pendiente de todo eso. Hablaré con el
banco cada mes para saber si cumple su acuerdo y no correr de
nuevo el riesgo de perder la casa.
―¿Lo has visto? ―pregunta Finn tirando de mí. Lo miro sin
saber a qué se refiere―. En serio, colega, no te enteras de nada.
Había un ojeador de los Grizzlies entre el público.
―¿En serio? ¿Dónde?
―Estabas demasiado ocupado babeando por Izzy ―señala
sonriendo. Le lanzo un puñetazo al estómago en broma y él
ríe―. Justo detrás del banquillo.
―¿Cómo sabes que es un ojeador y de los Grizzlies?
―Porque no es la primera vez que lo veo. El entrenador lo
comentó hace unos meses. ¿Dónde has estado metido? Se
supone que ese tipo es tu oportunidad para que se fijen en ti y te
elijan en el draft.
Me encojo de hombros. Este curso ha sido una locura. Con
todo lo de Izzy, mi padre, el corredor de apuestas… Ni siquiera
había vuelto a pensar en el draft.
―Bueno, pues me alegro de haber hecho un buen partido
―señalo sonriendo.
―Sí, te has lucido, hermano. ―Palmea mi hombro, aunque
su alegría no dura demasiado, en cuanto Conrad se acerca no
tarda en cambiar su expresión―. Me voy a la ducha. Nos vemos
después.
Asiento, y mi otro amigo lo ve alejarse y frunce el ceño.
―Me gustaría saber qué demonios le pasa a ese imbécil.
Desde que volvió de las vacaciones casi no me habla y
desaparece en cuanto me ve llegar ―comenta sin perderlo de
vista.
Me encojo de hombros. No seré yo quien le diga que Finn
tiene sentimientos hacia su chica y no soporta que estén juntos.
Aunque no diga nada, lo sé, puedo notarlo por la forma en la
que mira a la pelirroja y como su mirada se entristece cuando
Conrad y ella están juntos.
―Has hecho un gran partido ―digo para cambiar de tema.
―Querrás decir un final de partido. Solo he podido jugar
unos minutos, y porque Cooper hoy no tuvo su mejor noche.
Ambos dirigimos la mirada hacia él. Thomas Cooper nos
mira frunciendo el ceño y sigue desvistiéndose como si nada.
Desde la noche en la que le cerré la puerta en las narices, casi no
me ha dirigido la palabra y tampoco se ha acercado a Izzy.
Espero que al fin se haya dado por vencido, aunque espero
cualquier cosa viniendo de él. Puede que solo esté esperando el
momento adecuado para joderme.
Tras ducharnos y cambiarnos de ropa, quedamos en vernos
fuera. Me quedo solo en el vestuario terminando de recoger mis
cosas, y cuando estoy a punto de marcharme me sorprende ver a
Martin en la puerta.
―Kai Flame, has hecho un gran partido esta noche ―señala
sonriendo. La cicatriz de su mejilla se estira creando una mueca
tenebrosa―. Por suerte, aposté por vosotros. Me imaginé que,
después de haberte contenido durante los últimos partidos para
ajustar los resultados, tendrías ganas de montar un buen
espectáculo.
―¿Qué haces aquí? ―siseo con la mandíbula apretada―. Te
dije que no quería volver a verte. Esto se acabó.
―Muchacho, no te equivoques. Te permití que hoy jugaras
libremente para no levantar sospechas. Además, había un
ojeador importante entre el público y no quiero que arruines tu
carrera. Quién sabe, puede que cuando llegues a la NBA
podamos seguir haciendo negocios juntos.
―Eso no va a ocurrir. Lo he dejado, ¿entendido? Me da igual
lo que pienses o creas. No voy a volver a amañar partidos.
―Eso lo decido yo ―afirma lanzándome una mirada poco
amistosa.
―¿Me estás amenazando, Ferguson?
―No, en absoluto. ―Se acerca y palmea mi mejilla en un
gesto que podría ser tomado como amistoso, sin embargo, no lo
siento así. Aprieto los puños con fuerza y enderezo la espalda
poniéndome a la defensiva―. Sería una pena que tu entrenador
o el mismísimo rector se enterara de nuestros negocios,
¿verdad?
―Eso suena a amenaza ―farfullo.
―No, una amenaza sería decirte que tu chica… Isabella,
¿cierto? Si a ella le pasara algo… Un accidente fortuito tal
vez… ―Antes de que pueda terminar la frase ya lo tengo
agarrado por el cuello.
Lo empujo con fuerza y su espalda impacta contra la pared.
―Escúchame bien, maldito hijo de perra ―siseo contra su
cara―. Si te acercas a Izzy, te mato. ¿Crees que me importa que
se enteren? Puede que a mí me jodas la vida, pero me aseguraré
de que te encierren en una maldita celda. Yo puedo dedicarme a
cualquier otra cosa, ¿y tú? ¿Estás dispuesto a pasar una
temporada siendo la putita del pabellón de una cárcel estatal?
―¿Algún problema? ―Suelto rápido al hijo de puta y me
giro intentando contener mi cabreo. Cooper me mira con una
ceja en alto y después a Ferguson―. ¿Qué está pasando aquí?
―Nada ―contesto―. Este señor se ha perdido. Solo le
indicaba el camino correcto hacia la salida.
―Sí, soy un despistado ―dice el otro sonriendo―. Habéis
hecho un gran partido esta noche. ¡Arriba lo Green Wolves! Es
una pena que tenga que marcharme de la ciudad. No podré ver
cómo ganáis el campeonato. ―Tras echarle una mirada
divertida a Cooper, se marcha del vestuario
En cuanto nos quedamos a solas, suelto una gran bocanada de
aire y miro a Cooper frunciendo el ceño.
―¿Qué? ¿Has perdido algo o es que quieres ligar conmigo?
Deja de mirarme fijamente.
―Tranquilo, Flame. ―Sonríe de medio lado y, tras sacar algo
de su taquilla, se dirige de nuevo a la salida―. Que te vaya bien,
e intenta no tropezarte de nuevo con los despistados que se
cuelan en el vestuario, ¿quieres? Adiós.
Bufo viendo cómo se marcha y me dejo caer en un asiento
cercano hundiendo los dedos en mi pelo. Espero que a ese hijo
de perra le haya quedado claro que no puede amenazarme ni
extorsionarme. Ha dicho que se marchaba de la ciudad. Bien,
con un poco de suerte no lo volveré a ver nunca más y podré
olvidar toda esta mierda. Prefiero pensar que jamás ha ocurrido.

Izzy
―Hoy vi al tipo ese de la cicatriz salir de los vestuarios
―comento mientras acaricio su brazo de manera relajada. Kai
inspira hondo y noto como su cuerpo se tensa. Me apoyo en su
pecho incorporándome para mirarlo a la cara.
Nos pasamos un rato por la fiesta post partido, sin embargo,
no tardamos en volver a casa para poder estar solos. Ni siquiera
había terminado de cerrar la puerta cuando Kai se abalanzó
sobre mí. Terminamos haciéndolo en el suelo de la entrada, y
después nos trasladamos a su habitación. Desde entonces hemos
estado tumbados, abrazados, con nuestros pies sobre el cabecero
y absortos en un silencio para nada incómodo.
―¿Qué? Ya te dije que es un conocido del entrenador. Habrá
ido a verle o algo.
―¿Por qué tengo la sensación de que no me estás contando la
verdad?
―¿Porque eres una paranoica? ―bromea.
Pellizco su costado y ríe, atrayéndome de nuevo hacia su
cuerpo para abrazarme. Siento sus labios en lo alto de mi cabeza
y rodeo su cintura con mis brazos.
―¿Tampoco vas a decirme qué es lo que pasó en Brownsville
con tu padre? Te pusiste muy raro en cuanto llegó.
―Izzy, deja de pensar tonterías ―farfulla en tono hastiado―.
Todo está bien. Estoy aquí, contigo, y la verdad es que me
encantaría poder disfrutar de un momento de paz.
―¿Insinúas que te estoy molestando? ―Me incorporo y lo
miro con una ceja arqueada―. Si quieres me marcho a mi
habitación. No quiero ser la causante de tu desasosiego.
Voy a levantarme, y no tardo ni dos segundos en estar
tumbada boca arriba con él sobre mí.
―No te hagas la listilla conmigo ―masculla justo antes de
clavar los dientes en mi cuello.
Suelto un grito y pataleo riendo mientras él sigue
mordiéndome. Cuando al fin consigo que se aparte, soy yo la
que lo empuja y se sube a horcajadas sobre él. Coloco las manos
sobre su pecho y sonrío.
―Me estás ocultando cosas, Malachai, y eso nunca es bueno
―murmuro.
Sus manos van a parar a mis caderas y ejerce presión para
colocarme justo sobre su entrepierna. No tardo en notar como su
miembro se endurece buscando la entrada a mi cuerpo. Eso es lo
bueno de estar desnudos, nada de restricciones.
―Sigue moviéndote así, Listilla ―sisea cuando me restriego
provocándolo. Busco la posición correcta y lo siento entrando
en mí con lentitud―. Eso es. Joder, qué bueno. Espera… Es
demasiado bueno.
Nos miramos con los ojos muy abiertos, y con un pequeño
empujón por su parte acaba por completo incrustado en mi
interior.
―¡Mierda, Kai!
―Ya lo sé. ―Cierra los ojos y respira hondo por la nariz―.
Espera un segundo. Solo un poco más. ―Me muevo sobre él y
gimo en alto echando la cabeza hacia atrás.
―Tenemos que parar ―susurro.
―Sí, ahora. Solo un segundo. Espera…
A disgusto, me aparto de golpe y me mira frunciendo el ceño.
―Sabes que es lo mejor. Ahora coge un maldito preservativo
antes de que acabemos haciendo una locura.
Bufa y se inclina para rebuscar en el cajón de la mesita de
noche, saca un paquetito plateado y no tarda en rasgarlo y
colocarse el preservativo.
―Que conste que eres una cortarrollos ―masculla
girándonos para quedar sobre mí.
―Una cortarrollos con sentido común ―replico.
―Odio cuando tienes razón y yo no. ―Vuelve a colarse en
mi interior y ambos gemimos a la vez―. Ahora quiero volver a
hacerlo sin la goma.
―Esto también es agradable ―susurro. Se detiene y me mira
frunciendo el ceño―. ¿Qué pasa?
―Cállate ―pide.
―¿Qué?
―Calladita. Si quiero superar lo agradable, tengo que
concentrarme.
Suelto una carcajada y lo beso.

Kai
Mientras recojo la ropa para hacer la colada, Izzy se encarga
de preparar el almuerzo. Esto es lo que solemos hacer los
sábados. Nos repartimos las tareas. Bueno, en realidad ella
reparte las tareas, yo solo hago lo que me ordena. Sí, lo sé, soy
un puto desastre para esto y a ella se le da bien organizar el
trabajo, así que me dejo mangonear a gusto. Aprovecho para
guardar alguna ropa limpia en la cómoda y un objeto en el fondo
de uno de los cajones llama mi atención, lo saco y le doy vueltas
entre las manos. Ni siquiera recordaba haberlo puesto aquí.
Suspiro y cargo mis brazos con ropa sucia antes de salir de la
habitación. Recorro el apartamento y el olor que llega desde la
cocina, aroma a tomate y orégano, me hace salivar.
―Eso huele genial ―comento entrando en la cocina.
―Estoy preparando un poco de pasta. ¿Tienes hambre?
―Bastante. ―Me paso por el diminuto cuarto de la colada y
cargo la lavadora antes de volver con ella. Me acerco con sigilo
y sonrío abrazándola por la espalda―. Tengo algo para ti
―susurro en su oído.
Izzy se echa hacia atrás restregando su trasero contra mi
entrepierna.
―¿Podemos comer antes o apago el fuego?
Río en alto y niego con la cabeza.
―Listilla, no me refería a eso, pero me gusta como piensas.
Me aparto un poco y, tras rodear su cuello con la cadena,
abrocho el colgante en su nuca.
―Pero… ¿Qué…? ―Se gira mirando hacia el colgante con
el número veintitrés que reposa en el centro de su pecho y niega
con la cabeza―. No puedo aceptarlo. Te lo regaló tu madre,
Kai.
―Lo sé, y seguro que a ella le encantaría que lo llevaras tú.
―Sujeto su cintura con ambas manos y beso su frente―. Yo
hace mucho que no lo uso.
―Sé que es muy importante para ti. ¿Por qué me lo das?
―Porque tú eres aún más importante. Ese colgante es el
recordatorio de uno de los mejores días de mi vida.
―Lo sé, te lo compró tras tu primer partido de baloncesto en
vivo, ¿verdad?
―Sí, los Bulls jugaban su primer partido en Memphis y mis
padres me llevaron a verlo. Para entonces ya disfrutaba jugando
al baloncesto, era algo que me gustaba hacer. Solo tenía cinco
años. ―Acerco la mano al colgante y lo acaricio con
suavidad―. Fue increíble. Cuando vi a Jordan jugar… Jamás
olvidaré esa sensación. Volaba sobre la cancha. Estoy
convencido de que, incluso jugando solo, le habría dado una
paliza a los Grizzlies. ―Hago una mueca con los labios y ella
sonríe. Soy un Grizzlie, siempre lo he sido, y espero algún día
poder jugar en Memphis vestido de azul, sin embargo, ese día
marcó un antes y un después en mi vida―. En cuanto el partido
terminó, le dije a mi madre que de mayor sería jugador de
baloncesto y que tendría el número veintitrés.
―Como Michael Jordan ―susurra acariciando mi mejilla de
manera cariñosa.
―Sí. Entonces paramos en uno de los puestos de regalos y
me compró este colgante. Por eso quiero que te lo quedes. Así
tendré a las dos cosas más importantes de mi vida en un solo
paquete.
―Dios santo, Kai, cuando dices cosas así me vuelves loca
―murmura abalanzándose sobre mí. Me abraza con fuerza por
el cuello y sonrío sujetándola.
―Es lo que siento, Listilla. ―Se aparta y le doy un beso
rápido en los labios―. Ahora termina con eso que me muero de
hambre, y pienso cobrarme el ofrecimiento de sexo de antes.
―Contaba con ello ―murmura. Tras guiñarme un ojo, se gira
y cabeceo dándola por imposible.
Este es el final
Izzy
¡Los Green Wolves están en la final! Nunca antes había visto a
Kai tan feliz. En cuanto sonó el pitido final, me buscó con la
mirada desde la cancha con una sonrisa de oreja a oreja y me
hizo partícipe de su alegría. Esto es increíble. Si ganan la final
serán campeones, y las posibilidades de que Kai sea elegido en
el draft en junio son muy altas. A mi lado, Felicity también da
saltos de alegría. En cuartos de final Cooper se lesionó y a su
chico le ha tocado jugar este partido completo en su lugar. Lo ha
clavado. Finn, Kai y Conrad juntos en ataque son imparables, y
el resultado del partido es prueba de ello.
Mientras los demás jugadores saltan haciendo una piña en
mitad de la cancha, Kai viene corriendo hacia nosotras. La gente
del público no pierde la oportunidad de felicitarlo con abrazos y
palmadas en la espalda hasta que consigue llegar a mí; sin
previo aviso, me abraza y me besa alzándome en el aire.
―¡Enhorabuena! ―exclamo, aún colgando de sus caderas.
―¿Lo has visto, Listilla? Este ha sido uno de los mejores
partidos de la temporada. ¡Estamos en la final! ―Vuelve a
abrazarme y sonrío contagiada de su euforia―. Ven, quiero que
lo celebres con nosotros en el vestuario.
―Kai, no sé si…
―¡Vamos! ―Me deja en el suelo, y entonces parece darse
cuenta de la presencia de Felicity a mi lado―. Tú también
―dice tirando de su mano.
Nos arrastra hasta la cancha y allí nos reunimos con el
equipo. El público no se mueve de sus asientos y siguen
aplaudiendo y gritando mensajes de ánimo y felicitaciones.
Abrazo a Finn y también a Conrad, y tras unos minutos nos
trasladamos al vestuario, donde continúan las celebraciones
durante un buen rato más. Kai no se aparta de mí en ningún
momento, y cuando los chicos empiezan a desvestirse, les
advierte que se detengan y esperen un rato.
Felicity me mira con una sonrisa pilla. Vale, puede que yo
también haya pensado que no estaría nada mal ver a un montón
de deportistas atléticos y fornidos en pelotas. No es que esa sea
la ilusión de mi vida, pero a nadie le amarga un dulce, ¿no? Los
festejos, abrazos y bromas entre los jugadores continúan durante
un rato más, hasta que el entrenador entra en el vestuario y
llama al orden. Nos mira a Felicity y a mí frunciendo el ceño y
niega con la cabeza.
―Juraría que este es un vestuario masculino ―señala―. ¿Se
puede saber qué hacen aquí dos señoritas?
Conrad abraza a Felicity por la espalda sin perder la sonrisa.
―Entrenador, estamos de celebración. Solo será un momento.
Chasquea la lengua y niega con la cabeza.
―En cinco minutos las quiero fuera. Lo último que me
apetece es enfrentarme a una demanda por acoso o algo así.
―Entendido ―responde Kai rodeando mis hombros con el
brazo para pegarme a su costado.
―Señor Flame, ¿puede salir un momento? Hay alguien que
quiere hablar con usted.
Noto como su cuerpo se tensa y la sonrisa que lucía
desaparece en cuestión de segundos. Asiente y, tras besar mi
frente, se marcha del vestuario tras el entrenador.

Kai
Esto no me gusta nada. Mientras sigo al entrenador a su
despacho, no puedo dejar de pensar que este es el final. ¿Es
posible que el maldito Ferguson haya abierto la boca? Si es así,
estoy acabado. No quiero ni imaginar el escándalo, las
consecuencias y… Mierda, ningún equipo se interesará por mí,
y es probable que no me permitan jugar al baloncesto de manera
profesional.
Entramos en el despacho y el entrenador se dirige a su
asiento. A un lado de la pequeña estancia nos espera un hombre
vestido de forma muy elegante. ¿Un representante del comité
deportivo de la NCAA tal vez? Si es así, estoy muy jodido.
―Señor Flame, es un placer conocerlo ―saluda extendiendo
su mano. Lo miro con reticencia y, tras inspirar hondo, decido
apretarla―. Esta noche ha jugado un gran partido.
―Eh… Gracias. Aunque, no sé… ―Miro al entrenador
confuso y este me señala al tipo trajeado―. ¿Quién es usted?
―Oh, sí, perdón, no me he presentado. ―Saca una tarjeta de
su bolsillo y me la tiende―. Mi nombre es Paul Corbin, soy el
representante deportivo de los Memphis Grizzlies. Supongo que
sabe de lo que estoy hablando. ―Sonríe de medio lado y
compruebo que lo que acaba de decir es lo mismo que está
escrito en la tarjeta. Representante deportivo, de los Grizzlies.
No es de la NCAA―. Siento no haberle dejado disfrutar de la
celebración de su victoria con el resto del equipo. Le prometo
que no le robaré mucho tiempo.
―Eh… Sí, claro. No pasa nada ―balbuceo.
―Bien, ¿puedo tutearlo? ―Asiento―. Genial, Flame. Solo
faltan tres meses para el draft, y a estas alturas la mayoría de
equipos de la NBA están pendientes de los resultados de las
ligas universitarias y el rendimiento de sus jugadores. Nosotros
llevamos toda la temporada vigilándote, y admito que en las
fases preliminares de la liga nos decepcionaste un poco.
Empezaste muy fuerte, y después como que te desinflaste. Ya
casi estábamos barajando la opción de poner la mirada en otro
jugador, sin embargo, nos sorprendiste al recuperarte de forma
magnifica en los últimos dos meses.
―Gracias, señor ―murmuro con nerviosismo.
―No me lo agradezcas, solo digo la verdad. Como ya te
habrás imaginado, estamos interesados en elegirte a ti en el draft
de jugadores de junio. Esta es tu segunda temporada
universitaria, estás en muy buena forma y jugando de manera
magistral. Antes de que eso ocurra, queremos saber tu opinión al
respecto. ¿Qué me dices, Flame? ¿Te ves como el nuevo base de
los Memphis Grizzlies?
Suelto todo el aire que ni sabía que estaba conteniendo y
sonrío de oreja a oreja asintiendo.
―Por supuesto, señor. Ese siempre ha sido mi objetivo. Me
encantaría jugar con los Grizzlies.
―¡Genial! Esas son buenas noticias. Por ahora no podemos
hacer nada oficial ni hablar de un contrato firme hasta que
termine la temporada universitaria. Esta conversación solo es
una charla amistosa sin ningún tipo de validez legal. ¿Lo
entiendes?
―Sí, claro.
―Bien. No te entretengo más. Estarás deseando volver con
tus compañeros para celebrar la victoria de esta noche. ―Me
tiende su mano de nuevo y esta vez no dudo en apretársela con
entusiasmo―. Espero que volvamos a vernos pronto, Flame.
Tendrás noticias nuestras en junio. Atento a la televisión, y
cuando nuestro representante diga tu nombre espera la llamada.
―Por supuesto. Llevo esperando esa llamada toda mi vida.
―Pues muy pronto se hará realidad. ―Vuelve a sonreír y se
gira para mirar al entrenador―. Muchas gracias por hacer
posible esta reunión, Graham.
―Gracias a ti, Paul ―contesta levantándose para despedirse
con un apretón de manos―. Te llevas a uno de los mejores
jugadores que he entrenado nunca. ―Aprieta mi hombro de
manera cariñosa, igual que lo hace mi padre, y sonríe―. Aparte
de visión de juego en conjunto y un tiro en suspensión increíble,
Flame posee una capacidad de liderazgo que cualquier estrella
de la NBA envidiaría. Será un gran fichaje para los Grizzlies.
―Sí, yo también lo creo. ―Sonríe de nuevo y se dirige a la
puerta―. Nos vemos pronto, Flame. Aunque no puedo decir
esto de forma oficial, te doy la bienvenida a los Grizzlies.
―Gracias, señor. Le prometo que no se arrepentirá.
Asiente y, tras alzar una mano a modo de despedida, se
marcha de del despacho.
―Enhorabuena, chico. ―El entrenador palmea mi espalda
con entusiasmo―. Vas a convertirte en uno de los grandes,
estoy seguro.
Lo miro y asiento. Creo que he perdido la capacidad para
pronunciar palabras. Estoy alucinando. ¡Los Grizzlies! Esto es
lo que siempre he querido, mi sueño desde que era un niño.
¡Dios! Izzy va a flipar. Estoy deseando ir a contárselo.
Tras despedirme del entrenador, salgo corriendo de vuelta al
vestuario. Nada más entrar, veo a Izzy al fondo, ríe de algo que
le está diciendo Finn, y su mirada se dirige hacia mí. Sin poder
contener mi alegría, me acerco en un par de zancadas y la cojo
al vuelo. La escucho gritar por la sorpresa y se aferra a mi cuello
con ambos brazos.
―¿Qué pasa? ―inquiere mientras sigo dando vueltas sobre
mí mismo.
La dejo sobre sus pies y respiro hondo. El corazón me late tan
fuerte que parece como si estuviese a punto de atravesar mi
pecho.
―Los Grizzlies ―susurro para que solo ella pueda
escucharme―. Acabo de hablar con su representante deportivo.
Van a elegirme a mí en el draft.
Se lleva las manos a la boca para contener un jadeo ahogado
y sus ojos brillan de felicidad.
―¡Eso es genial! ―Vuelve a abrazarme y cierro los ojos
estrechándola contra mi cuerpo.
―¡¿En serio?! ―Finn tira de hombro y me aparto de Izzy
para mirarlo. Creo que me ha escuchado―. ¡¿Los Grizzlies?!
―Asiento y mi amigo empieza a gritar de felicidad―.
¡Atención, mamonazos! ―Intento hacerle callar, pero no me
hace caso. Todos nuestros compañeros se callan de golpe y nos
miran―. ¡Felicitad al nuevo base de los Memphis Grizzlies!
Le lanzo una mirada de reproche y él se encoge de hombros.
Aún no es algo oficial, y no sé si podía contarlo o no, aunque
tampoco es algo que me preocupe. Los equipos hacen esto todo
el tiempo, es su manera de asegurarse de que los otros sepan que
están interesados en un jugador y no interfieran en el fichaje.
En cuestión de segundos me veo rodeado por el resto de mis
compañeros. Todos me felicitan y celebran conmigo esta gran
noticia. Todos menos Thomas Cooper, a él no parece agradarle
en absoluto. Se mantiene alejado mirándome con rabia, como si
yo fuese el culpable de todas sus desgracias.

Izzy
Han pasado ya tres días desde que Kai recibió la noticia de
que será el próximo base de los Grizzlies. Esa misma noche
salimos a celebrarlo a una fiesta que terminó después del
amanecer. Desde entonces hemos estado encerrados en el
apartamento festejando a nuestra manera la buena noticia. Kai
informó a su padre el sábado, y en menos de diez minutos
recibió llamadas de mi familia, amigos del instituto y un montón
de gente más que se alegra por su triunfo. Yo también me siento
feliz por él, este ha sido siempre su sueño, su objetivo era llegar
a los Grizzlies y ahora está a punto de lograrlo, aunque también
significa que el próximo curso no estaremos juntos. Va a ser
duro. Lo hemos hablado y ambos pensamos lo mismo, nos
echaremos mucho de menos. Esto no tiene por qué ser el final
para nosotros. Kai se va a Memphis y yo me quedo en Houston.
Son casi diez horas de carretera lo que nos separará, y cuando
jueguen fuera de casa puede que incluso mucho más, sin
embargo, estamos seguros de poder superar el tiempo y la
distancia. En cuanto termine la carrera me mudaré con él a
Memphis. Mientras tanto podemos vernos en vacaciones y
algún que otro fin de semana largo. Además, existen los
teléfonos y las videollamadas. Solo son tres años y después
tendremos el resto de nuestras vidas para pasarla juntos.
Podemos lograrlo.
―¿Has terminado? ―Asiento y Kai retira mi plato del
desayuno y lo mete en el lavaplatos―. ¿A qué hora tienes clase?
―En un rato. Tengo que irme ya si no quiero llegar tarde.
―Lo beso en los labios y me aparto―. ¿Tienes entrenamiento
esta tarde?
―Sí, no creo que llegue tarde. ¿Cenamos juntos? ―Asiento
sonriendo―. ¿Pizza?
―Perfecto. ―Vuelvo a besarle, y cuando intento apartarme
me sujeta por la cintura hundiendo la lengua en mi boca―. Kai,
tengo que irme ―murmuro tras empujarlo.
―Lo sé. Solo quiero aprovechar estos tres meses al máximo.
Aún no me puedo creer que vayamos a pasar tres años
separados.
―Lo lograremos. ―Acaricio su mejilla con suavidad
mirándole a los ojos―. Solo intenta no liarte con alguna modelo
famosa y olvidarte de mí, ¿vale?
―Eso nunca. ―Vuelve a besarme y suspira dejándome
libre―. Nos vemos esta noche. Te quiero.
―Y yo. ―Me cuelgo la mochila del hombro, y estoy a punto
de girarme cuando su teléfono empieza a sonar. Kai descuelga y
algo en mi interior me impide moverme al ver la expresión de su
rostro―. ¿Qué pasa? ―susurro.
Me indica con un gesto de su mano que espere y se gira de
golpe.
―Sí, señor, lo entiendo. ―Resopla con fuerza hundiendo los
dedos en su pelo y sacude la cabeza de un lado a otro―. Claro,
ahí estaré. Por supuesto que se trata de un error. Sí, adiós.
Cuelga la llamada y, tras lanzar el móvil sobre la encimera, se
lleva las manos a la cabeza.
―¡Kai, ¿qué ocurre?! ―Se gira para mirarme y compruebo
que sus ojos están bañados en lágrimas.
―Era el rector. Van a abrir una investigación por un presunto
caso de conducta antideportiva.
―¿Qué? ―Dejo que la mochila caiga al suelo y lo miro
frunciendo el ceño―. No entiendo. ¿Qué tiene que ver eso
contigo?
Inspira hondo y se rasca la nuca en un gesto de nerviosismo.
―Me acusan de amañar los resultados de algunos partidos.
―¡Eso es ridículo! Tú jamás harías algo así. Que investiguen
lo que les dé la gana, se darán cuenta de su equivocación.
―No, no lo harán. ―Aparta la mirada y vuelve a resoplar―.
Soy culpable, Izzy. Van a descubrir que fallaba canastas y pases
a propósito para ajustar los resultados de los partidos.
―¡¿Qué?! ―exclamo. No puede ser. ¿Por qué? Nada de esto
tiene sentido. Kai no es un tramposo―. Vas a explicarme
exactamente qué mierda está pasando, Kai.
Suspira y asiente.
―Está bien, te lo contaré todo.
Es una despedida
Kai
Izzy permanece en silencio durante el tiempo que tardo en
contarle todo sobre los amaños de los partidos, mi trato con
Ferguson, el problema de mi padre con el juego, lo de la
hipoteca… Soy completamente sincero. Tendría que haberlo
hecho hace mucho tiempo, solo me doy cuenta de ello al ver
como su expresión va cambiando poco a poco a medida que se
entera de cada una de mis metidas de pata. Al terminar, solo
puedo descifrar un sentimiento en su mirada: decepción.
Cierra los ojos un momento y sacude la cabeza negando.
―Di algo ―pido con un hilo de voz.
Sus ojos se abren de golpe y exhala una gran bocanada de
aire.
―Eres imbécil ―farfulla.
―¿Qué?
―Ya me has escuchado. Eres un completo y jodido idiota.
¡¿Cómo te has metido en esta mierda?! ―Camina de un lado a
otro del salón bufando como un toro―. ¡¿Y por qué me
mentiste?! ¡Te pregunté mil veces por el tipo ese de la cicatriz y
siempre te negaste a contestarme! ¡No lo entiendo, Kai!
―Tuve vergüenza ―susurro con la cabeza gacha―. Que mi
propio padre se haya fundido todo el dinero apostando hasta el
punto de casi perder nuestra casa no es algo fácil de asimilar, y
mucho menos de contarle a alguien.
―¿A alguien? ¡Soy yo, maldita sea! Siempre he estado a tu
lado, en las buenas y en las malas. Sabes perfectamente que te
ayudaría en todo. ¡Tengo la herencia de mi abuela! Podría
haberte dado el dinero y todo esto no estaría pasando.
―Yo no quiero tu dinero ―siseo levantándome de golpe―.
Necesito hacerme cargo de mis propios asuntos.
―¿Mintiendo? ¿Engañando? ¿Haciendo trampas? ¡Ya ves a
dónde te ha llevado todo eso! ―Respira hondo y se peina hacia
atrás con los dedos―. Son los asuntos de tu padre, Kai, no los
tuyos. Te has jugado tu futuro y has perdido.
―No podía permitir que el banco se quedara con nuestra
casa. ¡¿Es que cuesta tanto entenderlo?! ―grito perdiendo la
paciencia―. ¡Esa casa la escogió mi madre, mi hermano y yo
crecimos allí! ¡¿Qué otra cosa podía hacer?!
―¡Hablar conmigo, joder! Te hubiese dado el dinero, incluso
mi padre no habría permitido que os quitaran la casa.
―¡Los Jensen y su jodido dinero! ―bramo golpeando el
respaldo del sofá con el puño―. ¡Nunca vas a entenderlo!
¡¿Cómo?! ¡Eres una niña de papá que jamás ha tenido que
esforzarse por conseguir nada! ¿Crees que me gusta que me
restrieguen por la cara lo que no tengo?
―¿De qué demonios estás hablando, Kai?
―¡De ti y de tu jodida familia! Durante toda mi vida siempre
he tenido claro que los Jensen son superiores a nosotros. Tu
padre es el jefe del mío, vivimos justo al lado, pero vuestra casa
es el doble de grande y bonita, compartes tu coche conmigo,
cada vez que salimos a algún lado eres tú quien paga. ¿Crees
que eso me hace sentir bien? ¡Es una puta mierda, Izzy! ¡¿De
verdad esperabas que te pidiera dinero a ti o a tu familia?!
―¿Eso es lo que piensas de verdad? ―susurra con lágrimas
en los ojos. Me quedo callado, con la respiración agitada y la
sensación de haber cometido uno de los peores errores de mi
vida. Tal vez sí que lo sienta, sin embargo, soy consciente de
que Izzy no tiene la culpa de nada de esto―. ¡Contesta! ¿Es eso
lo que piensas?
Suelto una gran bocanada de aire y asiento.
―Sí, me he sentido así muchas veces, y esta es una de ellas.
Una lluvia de lágrimas se precipita por su rostro y me doy
cuenta enseguida de lo mal que estoy actuando. No soy así.
Estoy cabreado, maldita sea, pero no con ella, sino conmigo
mismo.
―Me hubiese encantado saber todo esto antes de
enamorarme de ti, Kai ―susurra sorbiendo por la nariz.
―Izzy, yo no…
―Está bien ―me corta. Se seca las mejillas de un manotazo
y frunce el ceño―. No puedo hacer nada para cambiar lo que
sientes y, sinceramente, creo que tampoco quiero hacerlo. Llevo
toda la vida a tu lado, apoyándote en tus momentos difíciles y…
―Y por lo visto también echándomelo en cara ―siseo.
―¿Crees que esto es un reproche? No, en absoluto. Solo es
una despedida.
―¿Qué? Izzy, no digas tonterías… Ambos estamos alterados
y…
―Yo no estoy alterada, al contrario, ahora mismo acabo de
abrir los ojos, y por primera vez en mi vida lo veo todo con una
claridad impresionante. Pensé que te conocía mejor que nadie,
que sabía cómo eras. Me equivoqué. No eres la persona que
creía.
―Listilla, claro que me conoces. ―Intento acercarme, pero
me detiene con un gesto de su mano y retrocede de espaldas
hacia la puerta―. ¿Dónde vas? ―inquiero―. Tenemos que
hablar de esto.
―No hay nada que hablar. Todo está muy claro. Voy a hacer
una última cosa por ti antes de dejarte ir para siempre.
―¿De qué hablas? ―Antes de que pueda seguir
preguntándole, coge su mochila del suelo, da media vuelta, abre
la puerta y se va―. ¡Izzy! ¡Izzy! ―La veo bajar las escaleras
corriendo y maldigo a voces antes de cerrar la puerta con un
golpe que resuena en todo el edificio.
La he cagado mucho. ¿Por qué he soltado toda esa mierda?
Joder, solo espero que me deje explicarme y pedirle perdón. No
puede ser que hace solo unos minutos lo tuviese todo, mi sueño
a punto de realizarse y a la chica que quiero más que a mi propia
vida, y así, sin más, con solo una puta llamada de teléfono ya no
tenga nada.

Izzy
―Señorita, ya le he dicho que el rector no puede atenderla sin
cita.
―Solo será un minuto, por favor. Necesito hablar con él de
algo muy importante.
―Lo siento, no puedo ayudarla. Si quiere, yo misma
agendaré una cita y… ―Antes de que pueda terminar la frase,
echo a correr hacia la enorme puerta de madera que me separa
del despacho del rector―. ¡Oiga! ¡No puede hacer eso!
Tiro de la manilla y entro sin llamar. El hombre, de unos
cincuenta años, sentado tras la mesa me mira por encima de
unas gruesas gafas de pasta, no parece demasiado contento por
mi intrusión.
―Señor, siento mucho todo esto ―se disculpa la chica de
secretaría―. No he podido detenerla.
―No pasa nada. ―Me mira frunciendo el ceño―. ¿En qué
puedo ayudarla, señorita…?
―Jensen. ―Inspiro hondo y camino hacia el centro de la
sala―. Me llamo Isabella Jensen. Necesito tratar un tema muy
importante con usted, rector.
―Señorita Jensen, ¿es usted alumna de Corm?
―Sí, de primer año.
―Entiendo. Si tiene algún problema con sus notas o desea
presentar una queja en contra de un profesor, le informo que
existen ciertos protocolos…
―Vengo a hablar de Kai Flame ―suelto de golpe.
Tras quitarse las gafas y dejarlas sobre la mesa, se me queda
mirando con atención.
―¿Qué tiene que decir sobre el señor Flame?
—Conozco la… ―miro hacia la chica―, situación que está
viviendo, y me gustaría hablarla con usted. Si es tan amable de
escucharme… Le prometo que no le robaré mucho tiempo.
Asiente y, con un gesto de su brazo, la chica se va cerrando la
puerta a su espalda.
―Muy bien, es el segundo alumno que viene hoy a verme
para hablar sobre el señor Flame ―comenta indicándome por
señas que tome asiento.
Dejo la mochila en el suelo a mi lado y me siento en una de
las dos sillas, al otro lado de la mesa.
―El otro alumno fue el que acusó a Kai de hacer trampas,
supongo ―deduzco arqueando una ceja en su dirección.
De camino a la universidad no dejaba de pensar en ello. Si
esa información llegó a oídos del rector es porque alguien se lo
dijo. Kai, durante su confesión, comentó que el corredor de
apuestas, el tal Ferguson, amenazó con delatarlo, pero eso no
tiene ningún sentido. ¿Qué gana haciendo algo así? La otra
opción es que alguien más se haya enterado. El rector, con su
comentario, me ha dejado claro que esa segunda posibilidad es
la acertada.
―Eso no puedo comentarlo con usted, señorita. Es más, si no
tiene nada que aportar a la investigación ni siquiera debería estar
aquí. Este tema es muy serio, el buen nombre de esta entidad
está en juego.
―Lo sé, y por eso me he atrevido a venir a hablar con usted.
Respiro hondo y repito las mismas palabras en mi cabeza una
y otra vez. «Tú puedes, Izzy. Es solo una mentira. El futuro de
Kai depende de ello».
―Soy todo oídos.
Suelto con lentitud el aire por la boca y asiento. Allá voy.
Este es el momento en el que debo dejar a un lado mi forma de
ser y mentir como nunca antes he logrado hacerlo.
―Kai es inocente de todo lo que le acusan ―afirmo, para mi
sorpresa, de manera bastante convincente.
―Eso no seré yo quien lo juzgue ni tampoco usted. Las
sospechas de una conducta antideportiva son muy graves, se
abrirá una investigación, y si el señor Flame resulta inocente
será exculpado.
―Rector, sabe tan bien como yo que la simple sospecha de
algo así echará por tierra todos sus esfuerzos. Los Memphis
Grizzlies han hecho pública su intención de elegirlo en el draft.
Si ahora hay algún tipo de duda respecto a su conducta, fuera o
dentro de la cancha, se echarán atrás.
―Eso es posible, sin embargo…
―Déjeme terminar, por favor. ―El rector me lanza una
mirada de advertencia, aunque acaba accediendo―. A nadie le
conviene que esto salga a la luz, sea verdad o mentira. ¿Tienen
pruebas de que Kai haya podido amañar algún partido?
―Tenemos la acusación de un miembro del equipo de
baloncesto que asegura haber escuchado al señor Flame hablar
sobre el amaño de resultados y apuestas fraudulentas, eso junto
a su bajo rendimiento en ciertos partidos decisivos son unas
bases más que sólidas para que el comité deportivo abra una
investigación.
―¿Una acusación? ―Asiente―. ¿Puedo saber el nombre de
ese jugador?
―Lo siento, señorita. Solo puedo decirle que no tengo ningún
motivo para pensar que ese jugador pueda estar mintiendo.
―Tal vez, si me da su nombre, pueda convencerlo de lo
contrario.
Resopla y, tras unos segundos en los que parece estar
pensando en ello, asiente.
―Thomas Cooper.
―Hijo de… ―Finjo una sonrisa y niego con la cabeza―.
¿Quiere motivos? Yo voy a dárselos, el señor Cooper contaba
con ser el capitán de los Green Wolves esta temporada, sin
embargo, el entrenador Graham le dio ese puesto a Kai. Envidia
y rencor, ahí tiene dos motivos. Por otro lado, a principios de
curso el señor Cooper me invitó a salir…
―¿Salir? ―inquiere frunciendo el ceño.
―Sí, ya sabe, una cita.
―Entiendo.
―Esa cita nunca se llevó a cabo porque Kai y yo empezamos
una relación amorosa. Ahí van dos motivos más, celos y
despecho. ¿De verdad va a poner en entredicho la integridad de
uno de los mejores jugadores de baloncesto que ha pisado esta
universidad para satisfacer el berrinche de un niño mimado que
lo único que busca es venganza?
―Señorita, comprendo su frustración, sin embargo, debe
entender que no puedo dejar pasar esta situación sin más. Mi
obligación es informar al comité deportivo de que existe una
posible irregularidad.
Bufo al darme cuenta de que así no voy a conseguir nada.
―Está bien, mírelo de esta forma. ¿Cuáles son las
consecuencias si esto llega a oídos del comité deportivo? Sabe
tan bien como yo que no solo Kai se verá afectado por el
escándalo. Su carrera deportiva habrá terminado incluso antes
de comenzar, pero la universidad también sufrirá las
consecuencias. Fraude, conducta antideportiva, jugadores de
baloncesto amañando partidos, corredores de apuestas… El
honor y la integridad de Corm jamás se recuperará de algo así.
Inspira hondo por la nariz y asiente.
―Soy consciente de ello, pero como ya le he dicho, no es
algo que pueda dejar pasar. Si el señor Cooper lleva su
acusación directamente a la comisión deportiva…
―No lo hará ―aseguro―. Me encargaré de que mantenga su
bocaza cerrada. Usted solo tiene que olvidar que todo esto ha
ocurrido. La universidad de Corm seguirá siendo un referente en
el mundo del baloncesto universitario y Kai se irá a final de
curso a la NBA. Todos ganamos.
Resopla y niega con la cabeza.
―Lo siento. Eso no va a ser posible.
Me levanto de golpe y empiezo a caminar por el despacho,
frustrada y también cabreada. Tiene que haber alguna forma. No
puedo permitir que esa investigación se lleve a cabo. Sin dejar
de mirar al rector, me acerco a la puerta y deslizo el cierre de
seguridad bajo su atenta mirada.
―Muy bien, rector. Ya que no hemos podido llegar a un trato,
le ofrezco la posibilidad de negociar un acuerdo. ―Alza una
ceja y sonrío―. Dígame qué es lo que quiere para mantener
toda la mierda bajo la alfombra y lo tendrá.

∞∞∞
Camino por el campus satisfecha, aunque al mismo tiempo
me avergüenzo de mí misma por lo que acabo de hacer. Mis
padres no me criaron así, y sé que si se enteran de esto los
decepcionaré. Sin embargo, he logrado mi objetivo y no voy a
malgastar ni un solo segundo en lamentarme por ello. Ahora
toca cumplir con mi parte del trato y asegurarme de que Cooper
no abra la boca.
Llego a la puerta de su habitación y respiro hondo antes de
tocar con los nudillos. Solo hoy he mentido más que en toda mi
vida. Debo recordarme a mí misma que esto lo hago por Kai,
aunque él piense toda esa mierda sobre mí y mi familia. «No
pienses en ello ahora, Izzy. Haz lo que has venido a hacer y
después resolverás el resto». Asiento para darme ánimos y la
puerta se abre.
―Izzy, ¿¡qué haces aquí? ―pregunta Cooper sorprendido.
―Eres un hijo de perra ―siseo.
―Oh, ya veo que te has enterado. Aunque es posible que ya
lo supieras, ¿no? ―Se encoge de hombros y sonríe de manera
burlona―. Lo siento, preciosa. Tu querido Flame es un
tramposo.
―Kai tenía razón. Desde el principio solo quisiste joderle,
por eso me invitaste a salir, ¿verdad?
―Sí, por eso y también porque estás muy buena. El polvazo
que pensaba echarte iba a ser un buen daño colateral.
Aprieto los puños con fuerza intentando contener toda la
rabia que bulle en mi interior.
―Acabo de hablar con el rector. No va a informar al comité
deportivo, así que tu jugada te ha salido muy mal.
Su expresión cambia de inmediato.
―Eso no puede ser. ―Resopla y niega con la cabeza―. Vale,
me da igual. Yo mismo presentaré una denuncia formal ante la
NCAA. Flame no va a salir impune de esta.
―Lo hará, y tú no vas a decir una mierda, ¿sabes por qué?
―Ilumíname ―dice sonriendo de manera arrogante.
―Porque a este juego podemos jugar los dos. Si abres tu
maldita bocaza, puedo presentar una queja en tu contra por
acoso, o mejor aún, ¿qué te parece un intento de violación?
―Eso es ridículo. No tienes pruebas.
―Tú tampoco, pero, al igual que con tu denuncia, el consejo
estudiantil abrirá una investigación en tu contra. ¿Cómo crees
que afectará eso a tu incipiente carrera deportiva?
―Serás zorra… ―sisea―. No puedes hacer eso.
―Claro que puedo, y lo haré si no dejas en paz a Kai de una
jodida vez. Vive tu vida y olvida todo esto, o te juro que jamás
pisarás una cancha de baloncesto profesional.
Sin esperar respuesta por su parte, doy media vuelta y me
marcho de allí con la cabeza bien alta y pisando con
contundencia. Ya está hecho. Estoy segura de que el jodido
Thomas Cooper no dirá ni una sola palabra. Lo vi en su mirada.
No le compensa arriesgarse a perder todo por lo que ha luchado
solo para fastidiar a Kai. Ahora ha llegado el momento de ir a
casa y poner las cartas sobre la mesa. Como dije antes de irme,
es una despedida.
Juegas con fuego
Kai
Estoy alucinando mucho ahora mismo. Acabo de recibir una
llamada del rector diciéndome que al final no abrirán ninguna
investigación en mi contra. Ni siquiera el comité deportivo de la
NCAA está al corriente de la situación y así seguirán. Es
increíble. Cuando creía que todo estaba perdido, resulta que el
destino, Dios o lo que sea me han dado una segunda
oportunidad.
―Muchas gracias, rector ―digo con una exhalación.
―No me las dé a mí, señor Flame. Su amiga, la señorita
Jensen, se fue hace un momento de mi despacho. Fue muy
convincente en sus afirmaciones respecto a su inocencia.
―¿Izzy? ―susurro incrédulo―. Ella… ―Cojo aire negando
con la cabeza―. ¿Ella fue a hablar con usted?
―Así es. Lo defendió y me hizo ver el error que estaba
cometiendo al dudar de su intachable integridad. Si tiene que
darle las gracias a alguien es a ella, señor Flame.
Suspiro hundiendo los dedos en mi pelo. Espero que Izzy me
permita hacerlo. La he cagado tanto con ella. ¡Soy un puto
idiota, joder!
―Lo haré, rector. Gracias por su llamada. Adiós.
Aún no he terminado de colgar cuando escucho como la
puerta se abre. Contengo la respiración al ver a Izzy entrando en
el apartamento. Me mira durante un instante, antes de dejar su
mochila en el suelo y peinarse hacia atrás con los dedos.
―Hola ―susurra.
―Hola. Acaba de llamarme el rector.
―Qué rápido ―murmura, creo que para sí misma. Respira
hondo y se encoge de hombros―. Si vas a acusarme de
meterme en tus asuntos, que te hago sentir inferior o cualquier
otra mierda que se te ocurra, puedes guardártelo. No tengo
ganas de discutir.
Frunzo el ceño y niego con la cabeza.
―No pensaba hacerlo.
―Bien. Voy a recoger mis cosas. Llamaré a Felicity de
camino a su habitación.
―Espera… ¿Qué? ―Me quedo paralizado al verla pasar por
mi lado en dirección a su cuarto. ¿Se va? ¡No! Sacudo la cabeza
y la sigo. La puerta está abierta. La encuentro con la maleta
abierta sobre la cama. Esto es como un maldito deja vù, tengo la
sensación de haber vivido esta escena antes. En aquella ocasión
le confesé que estaba enamorado de ella y le supliqué que no me
abandonara. Ahora no sé qué hacer―. ¿Ni siquiera vamos a
hablar?
―No hay mucho que decir, Kai. Está claro que ambos nos
equivocamos.
―Vamos, Izzy. Sabes que no dije nada de eso en serio. Estaba
cabreado.
Me mira con una ceja en alto y se cruza de brazos.
―Sientes todas esas cosas. Me miraste a los ojos y lo
confirmaste. ¿Por qué te echas atrás ahora?
―No me echo atrás. Solo… ―Bufo frotando mi rostro con
las manos―. Estaba furioso conmigo mismo. Pagué mi
frustración contigo y lo siento mucho. Tú siempre has estado a
mi lado y no mereces escuchar toda esa mierda.
―Eso no significa que no lo pienses. ¿Crees que mi familia y
yo os vemos como inferiores por tener más dinero? Eso no tiene
sentido, Kai. ¿Qué importa si mi padre es el jefe del tuyo?
Durante años han sido amigos. Cenamos juntos en Acción de
Gracias y en Nochebuena, en cada cumpleaños intentamos
reunirnos y pasarlo bien como iguales. ¡Maldita sea, Kai, somos
familia! ―Sus ojos se empañan y me siento como el mayor
cabrón del universo por haber provocado todo esto―. Yo
adoraba a tu madre. Lloré en su funeral. ¡Me tatué esto por ella!
―Señala su brazo y no puedo hacer otra cosa más que
asentir―. ¿Crees que la veía como alguien inferior? ¿Y a ti?
―Cabecea de lado a lado con las mejillas cubiertas de
lágrimas―. Si de verdad piensas eso es que no me conoces en
absoluto, y entonces esta relación no tiene ningún sentido.
―No digas eso, Listilla. ―Bufo de nuevo frustrado―. Claro
que no lo pienso. Bueno, tal vez alguna vez me he sentido así
debido a las circunstancias, pero eso tiene más que ver con mis
propias inseguridades que contigo. ¡No todos somos como tú! A
veces las personas mienten o dicen cosas que no sienten cuando
están enfadadas. ―Me acerco con lentitud y sujeto su rostro
entre mis manos―. Perdóname. Me comporté como un idiota.
Te prometo que no volverá a ocurrir.
―¿Por qué nunca me hablaste de eso? Creí que no teníamos
secretos el uno con el otro, y ahora me entero no solo de tus
chanchullos con un corredor de apuestas, también que me has
mentido a la cara y que ocultas todo ese rencor en contra de mi
familia. Es que por más vueltas que le doy no logro entenderlo.
―Dios, cariño, no siento rencor hacia tu familia, y mucho
menos hacia ti. ―Uno mi frente a la suya y disfruto de un
momento de paz solo respirando su aliento. No puedo perderla.
No voy a perderla. Haré lo que sea necesario para que no se
vaya―. Soy un bocazas. De pronto mi vida se vino abajo y no
supe cómo reaccionar. Empezaste a gritarme y perdí la cabeza.
Por favor, te lo suplico, olvida toda esa mierda y quédate
conmigo.
Se aparta y respira hondo.
―¿Qué pretendes? ¿Quieres que hagamos como si todo esto
no hubiese ocurrido? Eso nunca funciona, Kai. Tarde o
temprano la mierda que escondemos vuelve a nuestra vida para
recordarnos que está ahí, oculta, pero no desaparecida.
―Lo resolveremos juntos. Solo te pido que te quedes y me
dejes demostrarte que soy el chico que viste por primera vez en
el patio trasero de mi casa. A pesar de todas las malas
decisiones que he tomado en los últimos meses, sigo siendo yo,
Listilla.
Se lleva las manos a la cabeza y noto como su resistencia
comienza a flaquear. Aprovecho la oportunidad y me acerco de
nuevo, coloco las manos en su cintura y busco su mirada.
―No me pongas ojitos tiernos, eso no te va a funcionar
―masculla, aunque su expresión dice todo lo contrario.
―Siempre funciona ―murmuro sonriendo de medio lado―.
Dame otra oportunidad. Sabes que lo nuestro no puede terminar
así. No solo estamos enamorados, somos los mejores amigos.
Una amistad como la nuestra no se rompe de la noche a la
mañana.
Inspira hondo por la nariz y frunce el ceño.
―No vas a volver a mentirme ―afirma señalándome con el
dedo índice. Sonrío de oreja a oreja y asiento de inmediato―.
Hablo en serio, Kai. Ni una puta mentira más, y vas a soltar toda
esa mierda que llevas dentro. ¿Te sientes inseguro? Bien,
dímelo. Si no quieres que pague yo cuando salgamos por ahí,
pues nos quedamos en casa, pero jamás vas a volver a
reprocharme nada ni insinuar que te veo como alguien inferior.
Eres una de las personas más importantes de mi vida, quiero a tu
padre, adoro a tu hermano y te aseguro que no puedo imaginar
una vida en la que no estés a mi lado. ¿Cómo te atreves a pensar
lo contrario? ―Sus palabras, entre sollozos, despiertan miles de
sentimientos en mí.
Dios santo, soy una mierda de persona y no me merezco a
esta maravillosa chica. Juré no lastimarla nunca más, y aquí
estoy, viendo como se deshace frente a mis ojos.

Izzy
―Lo prometo ―susurra abrazándome con fuerza―. Nunca
más volveré a ocultarte nada. ―Besa mi pelo y noto como su
cuerpo se mueve con leves espasmos. Él también está
llorando―. Perdóname. Te quiero.
Nos quedamos abrazados durante un buen rato, y cuando al
fin consigo tranquilizarme me aparto un poco y yo misma seco
sus mejillas con la mano. Después él repite el mismo proceso
conmigo.
―No quiero volver a pasar por esto, Kai. Y tampoco mentiré
nunca más por ti, así que si piensas volver a meterte en otro lio,
me lo dices antes y salto del puto barco.
―Prometido. ¿Qué fue lo que le dijiste al rector para que
cambiara de idea? ¿Por qué fuiste a verlo?
―Porque te quiero, pedazo de imbécil ―siseo golpeándole
en el pecho―. No podía permitir que te quitaran todo por lo que
has luchado durante tantos años. Aunque la verdad es que te lo
mereces por idiota.
Sonríe y asiente con la cabeza.
―Estoy completamente de acuerdo contigo. ¿Le mentiste al
rector?
Inspiro hondo por la nariz y, tras expulsar el aire por la boca,
asiento de manera afirmativa.
―Conseguí convencerlo de que sacar todo eso a la luz no
solo te perjudicaría a ti, y más si resultaba que eras inocente
después de todo.
―Pero no lo soy, Izzy.
―Yo lo sé y tú también, él no. No hay pruebas. Solo la
palabra de Cooper.
―¿Cooper? ―Masculla una maldición y resopla con
fuerza―. ¿Fue ese maldito hijo de perra quien me denunció?
―Cabeceo de nuevo afirmando―. ¿Qué te hace pensar que no
lo hará de nuevo con la NCAA? Si sabe lo que hice no se
quedará quieto.
―Lo hará porque antes de venir para aquí me pasé por su
habitación y le dejé claro lo que ocurrirá si llega a abrir la boca.
―¿De qué hablas? ―inquiere frunciendo el ceño.
―Puede que lo amenazara con denunciarlo por acoso si
vuelve a meterse contigo.
―¿Acoso? ¿Él…?
―No. Solo mentí, Kai. Claro que no me ha acosado. Es mi
palabra contra la suya, igual que en el tema de las apuestas. Si
llego a denunciarle, su reputación quedará arruinada. Jamás
jugará en ningún equipo decente de la NBA.
―¿Y te creyó? ―Me encojo de hombros y su sonrisa se
amplía.
―Hoy he descubierto que, aunque soy capaz de mentir, no
me gusta nada. No me siento orgullosa, y desearía no tener que
volver a hacerlo.
―Gracias. ―Posa su frente sobre la mía y me estrecha con
fuerza contra su cuerpo―. Me has salvado.
«He hecho mucho más que eso. Aunque es mejor que no te
enteres de todos los detalles». Me siento como una hipócrita
pidiéndole sinceridad cuando le estoy ocultando algo muy
importante, sin embargo, sé que es mejor así. Tal vez algún día
llegue a enterarse, o no, eso solo el tiempo lo dirá.
Mi teléfono empieza a sonar y suspiro apartándome de él para
cogerlo.
―Es mi padre ―susurro tras mirar la pantalla.
―Te dejaré para que hables con él. ―Sujeta mi rostro entre
sus manos y me mira a los ojos―. ¿Estamos bien, Listilla?
Dime que me has perdonado.
Inspiro hondo y asiento.
―Estaremos bien. Ahora dame un beso y lárgate. Tienes que
asistir al entrenamiento o el entrenador te dejará en el banquillo
en la final.
―¿Estás segura? Puedo llamarlo y ponerle alguna excusa.
―Vete, Kai. Estaré aquí cuando vuelvas y hablaremos con
más tranquilidad.
―Vale. ―Me besa despacio y yo disfruto de cada roce de sus
labios contra los míos. Cuando se aparta, no puedo evitar que
mis comisuras se eleven. A pesar de todos los problemas, sé a
ciencia cierta que él lo es todo para mí, mi pasado, presente y
futuro―. Te quiero más que a nada en el mundo. Lo sabes,
¿verdad?
―Lo sé, y yo a ti. ―Esta vez soy yo quien lo besa antes de
que mi teléfono vuelva a sonar―. Vete, nos vemos esta noche.
Tras despedirse, se marcha dejándome sola en la habitación y
respiro hondo antes de descolgar la llamada.
―Izzy, me tenías preocupado ―dice papá―. ¿Estás bien?
―Sí, perfecta. ¿Por qué lo preguntas?
―Bueno… Es que… ―Bufa y frunzo el ceño al notar su
preocupación―. Me han notificado desde el banco que alguien
ha hecho efectivo un cheque a tu nombre con una gran suma de
dinero.
―Papá, ¿tienes vigilada mi cuenta? Creí que confiabas en mí.
―Y lo hago. Conozco al gerente del banco y le pareció
extraña esa transacción, por eso me llamó. ¿Tú estás bien? ¿Ha
ocurrido algo?
Suspiro y me siento en el borde de la cama. No quiero mentir
por tercera vez hoy, y menos a mi padre. Decido no dar
demasiadas explicaciones.
―Estoy bien, papá. Necesité el dinero para resolver un
problema de Kai.
―¿Él está bien?
―Sí, ahora sí.
―Bien. ¿Necesitas algo más? Si me cuentas lo que pasa, tal
vez pueda ayudaros.
―Te lo agradezco, pero como acabo de decir, ya está
solucionado. Es algo que prefiero mantener en privado, papá.
―Está bien, cielo. Solo recuerda que estoy aquí, ¿vale? Para
lo que necesites, y Kai también. Puede que no me guste que tú y
él… Da igual. El caso es que quiero a ese muchacho como si
fuese mi propio hijo, y si necesita ayuda siempre estaré
dispuesto a echarle una mano.
―Lo sé, papá ―contesto sonriendo.
―Bien. Te dejo entonces. Tengo trabajo pendiente. Te quiero,
pequeña.
―Y yo.
―Llama a tu madre, por favor. Siempre se queja de lo poco
que habla contigo.
Sonrío de nuevo y asiento, aunque sé que no puede verme.
―Lo haré, no te preocupes. Adiós.
―Hasta pronto.
Cuelgo y me dejo caer de espaldas sobre la cama. Tarde o
temprano todo vuelve a su lugar. Kai y yo tenemos mucho de lo
que hablar y nuestra separación no será fácil, sin embargo, estoy
segura de que lograremos superarlo todo. Al fin y al cabo, todo
en esta vida consiste en arriesgarse. Unas veces juegas y ganas,
y otras, como en nuestro caso, juegas con fuego y, aunque sabes
que acabarás quemándote, son las cicatrices de esas quemaduras
las que te hacen lo bastante fuerte como para alcanzar la
felicidad.
Fin
Epílogo
Izzy
Sigo mirando los cuatro palitos que he colocado sobre el
lavamanos. Esto no puede estar pasando. Vuelvo a
comprobarlos uno por uno, dos rayitas, no una ni tres, dos.
¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda! Me llevo las manos a la cabeza e
intento mantener la calma. Tal vez debería hacerme otra
prueba. Un par de golpes en la puerta del baño me sobresaltan.
Miro a un lado y a otro buscando una salida. Ahora mismo no
puedo hablar con Kai. ¿Qué demonios le voy a decir?
―¡¿Izzy?! ―Respiro aliviada al darme cuenta de que se
trata de Felicity―. ¿Qué haces encerrada ahí dentro? Están a
punto de anunciar el nombre de tu chico en televisión
nacional. Vas a perdértelo. ―Abro la puerta de golpe, y con un
movimiento rápido tiro de ella hacia el interior y la vuelvo a
cerrar―. ¿Qué demonios…? ―Me mira entre sorprendida y
asustada―. ¿Te has vuelto loca?
―Estoy llegando a ese punto ―farfullo.
Señalo el lavamanos, y mi amiga abre mucho los ojos y se
lleva la mano a la boca para ahogar un grito de sorpresa.
―¿Eso es…? ―Asiento intentando contener las
lágrimas―. ¿Estás…? ―Vuelvo a asentir―. ¡Mierda! ¿Kai lo
sabe?
―¿Crees que estaría encerrada en el baño de mi propio
apartamento si lo supiese? ―Resoplo―. No sé qué demonios
hacer. ¿Por qué me pasa esto a mí?
―¿Tengo que explicarte cómo se hacen los bebés, Izzy?
―Le lanzo una mirada de advertencia y alza las manos a
modo de disculpa―. Ya, no es un buen momento para bromas,
lo sé. ―Coge uno de los palitos y lo observa de cerca―. ¿No
puede ser un error? Tal vez estén defectuosos.
―¿Los cuatro? ―Hace una mueca con los labios y vuelvo a
sujetarme la cabeza con las manos―. Esto es muy malo. ¿Por
qué ahora? No es justo. Al fin, después de todos los problemas
que tuvimos, estamos consiguiendo salir adelante y más
fuertes que nunca.
―No lo entiendo. Creí que habías empezado a tomar la
píldora.
―Sí, el mes pasado, y creo que justo ese fue el maldito
problema. Algo hice mal y estas son las consecuencias. ¿Qué
voy a hacer ahora, Felicity? ¿Cómo se lo cuento a Kai? Los
Grizzlies están a punto de anunciar en el draft que será su
nuevo base. No puedo joderle así la vida.
―Eh, no digas eso. Tú no has hecho a ese bebé sola. Habla
con él. Kai es un tío legal y te adora. Ya verás que podréis
superar esto también.
―Mierda, a mi padre le dará un infarto ―mascullo.
―No adelantes acontecimientos. Antes de nada debes
hablar con Kai y juntos tomar una decisión. Sabes que no
tienes por qué tenerlo, ¿verdad? Sois muy jóvenes, ambos
tenéis planes de futuro, si decidís no seguir adelante con el
embarazo nadie os juzgará.
―No lo sé ―susurro con un quejido lastimero.
―Tampoco tienes que decidirlo ya mismo. Lo que sí
tenemos que hacer es salir ahí fuera. Nunca te perdonarás no
estar presente en uno de los momentos más importantes en la
vida de tu chico, y eso, amiga mía, está a punto de ocurrir.
―Tienes razón. ―Respiro hondo, y tras coger los cuatro
palitos y echarles un nuevo vistazo, por si por arte de magia o
algún milagro no reflejaran el mismo resultado, decido tirarlos
a la papelera.
Felicity y yo llegamos al salón justo cuando en la televisión
están a punto de anunciar el primer elegido en el draft de
jugadores para la NBA.
Esta temporada los Grizzlies de Memphis han apostado
fuerte por un base de la NCAA.
Me siento al lado de Kai en el sofá, Finn, Cornad y Felicity
están de pie sin perder de vista la pantalla. Mi chico me lanza
una mirada pletórica de felicidad. Esto es lo que siempre ha
deseado, su sueño, la razón de su lucha está a punto de hacerse
realidad.
Una vez más los Green Wolves de Corm se alzaron con el
trofeo de la liga universitaria, y de ese gran equipo han salido
varios nombres a relucir, el más sonado, sin duda, el del base
y líder de los Wolves, Malachai Flame.
Kai aprieta mi mano sonriendo de oreja a oreja. En la
televisión, el otro comentarista de la gala sigue hablando.
Cierto, no podemos olvidar que en los últimos años la
universidad de Corm se ha convertido en una gran cantera de
jugadores para la NBA. La prueba de ello es que el primer
elegido de esta temporada por los Memphis Grizzlies sea justo
un jugador de esa universidad, ni más ni menos que el ya
mencionado base de los Green Wolves. Malachai Flame, de
veintiún años recién cumplidos, destaca por su capacidad
para ser competitivo en varias posiciones y decisivo desde el
triple, entrando a canasta o asistiendo.
Finn empieza a silbar y todos ríen alegres. Ya es oficial. Kai
se levanta para recibir los abrazos y felicitaciones de sus
compañeros. Está pletórico. Cuando llega mi turno, me alza en
brazos hundiendo el rostro en mi cuello y lo abrazo con fuerza.
Me duele saber que voy a ser yo quien va a terminar con su
sueño. No quiero hacerlo. ¡Maldita sea, no se lo merece! Kai
se aparta un poco y me mira a la cara sin dejar de sonreír de
oreja a oreja.
―Lo he conseguido, Listilla ―susurra antes de besarme.
Aunque estoy contenta por él, no logro más que alzar un poco
las comisuras―. ¿Qué pasa? ―Su expresión cambia
enseguida y busca mi mirada―. ¿Por qué no estás contenta?
―Lo estoy, yo… Eh… ―Respiro hondo y lucho contra mí
misma. Esperaré a esta noche. Cuando estemos solos se lo diré
y… Mierda―. Estoy embarazada ―suelto de sopetón sin
poder contenerme.
Las voces desaparecen, todos me miran. Kai sacude la
cabeza como si de esa forma intentara ordenar sus propios
pensamientos.
―¿Qué has dicho? Si es una broma no tiene gracia
―susurra.
Una vez más, tomo una gran bocanada de aire y niego con
la cabeza.
―No es una broma. Pensaba decírtelo más tarde. Yo… Sé
que esto es muy repentino y…
―¿Repentino? ―Se lleva las manos a la cabeza y empieza
a negar―. ¡Me acaban de elegir para jugar con los Grizzlies!
¡Sabes todo lo que he luchado para llegar hasta aquí! Ahora
que casi podía tocar mi sueño con las puntas de los dedos…
¡Dios! ―Bufa y empieza a caminar de un lado a otro del salón
como un león enjaulado.
―Nosotros mejor nos vamos ya ―comenta Felicity tirando
de Conrad hacia la puerta. Finn se queda mirando con fijeza
mi vientre, como si en cualquier momento fuese a salir un
alien de ahí o algo así, y mi amiga tira de su brazo para llamar
su atención―. Nos vamos todos.
―Eh… Sí, claro. ―Vuelve a echar un vistazo en mi
dirección y, tras cabecear con incredulidad, los tres se marchan
del apartamento.
Me siento en el sofá y espero a que Kai se tranquilice un
poco. Maldita sea mi bocaza. Está claro que el tacto no es lo
mío.
―¿Podemos hablar, por favor? ―murmuro. Recibo un
resoplido y un par de maldiciones en voz baja―. Entiendo que
estés molesto, pero tu actitud de mierda me está poniendo de
los nervios.
―¡¿Actitud de mierda?! ―Camina hacia mí con la
respiración alterada―. ¡¿Qué esperabas?! ¡Mi vida se ha
terminado, joder! ―grita.
―¡Oye, esto no es solo culpa mía!
―¡Lo sé!
―¡Pues deja de gritarme! ―Respira hondo y soy consciente
de que está haciendo verdaderos esfuerzos para
tranquilizarse―. ¿Crees que a mí me gusta esto? Acabo de
cumplir veinte años y quiero hacer miles de cosas antes de
siquiera pensar en ser madre. Yo no lo elegí.
―Entonces, ¿qué pasó? Dejé de usar preservativo porque
me dijiste que estabas tomando la píldora.
―Sí, y también te dije que la primera semana no era del
todo efectiva y a ti te dio igual.
―¿Estás diciendo que esto es culpa mía?
―¡No! ―Inspiro hondo y me siento en el sofá―. No, es
culpa de ambos. Y la verdad es que ahora mismo eso es lo que
menos importa. El daño ya está hecho y tenemos que tomar la
mejor decisión.
Kai sigue bufando y maldiciendo un rato más hasta que al
fin parece relajarse un poco y toma asiento a mi lado.
―Lo siento, no quería gritarte ―susurra. Coge una de mis
manos y me mira a los ojos―. No esperaba esto. No quiero
esto. Hasta hace un momento todo era perfecto y ahora… Creo
que voy a batir el récord del jugador que ha pasado menos
tiempo en la NBA. Ni siquiera he llegado a firmar el contrato.
―Eso no tiene por qué pasar ―musito. Busco su mirada y
enderezo la espalda―. Podemos no tenerlo.
―¿Hablas de abortar? ―Me encojo de hombros y él vuelve
a resoplar―. ¿Es eso lo que quieres, Listilla?
―No lo sé ―mi voz se quiebra y las lágrimas que estaba
conteniendo empiezan a deslizarse por mis mejillas―. Estoy
asustada. Yo no pedí nada de esto, y la verdad es que no tengo
ni idea de qué es lo que debemos hacer.
―Está bien, mírame. ―Sujeta mi rostro entre sus manos y
seca mis mejillas―. Sabes que estaré a tu lado siempre,
¿verdad? Si decidimos no tenerlo, te acompañaré en todo
momento, y si por el contrario queremos que ese bebé nazca,
haré lo que sea. La NBA es mi sueño, pero tú eres lo más
importante para mí.
Me abraza y lloro contra su camiseta durante un buen rato.
Cuando al fin consigo dejar de sollozar, siento como su mano
se desliza por mi costado hasta llegar a mi vientre. Me aparto y
ambos nos miramos a los ojos. Mierda, creo que ya hemos
tomado una decisión.

Kai
―Tranquilo, tú solo respira hondo. No es un monstruo, Kai.
Lo entenderá.
Parados frente a la puerta de la casa de sus padres soy
incapaz de entrar. Sacudo la cabeza negando con
contundencia.
―No lo hará. Me advirtió que no te dejara preñada y es
justo lo que he hecho.
―¿Preñada? ¿Qué soy, una vaca? ―inquiere frunciendo el
ceño.
―En unos minutos serás una vaca viuda porque tu padre va
a arrancarme las pelotas.
Pone los ojos en blanco y sonríe de medio lado.
―Échale huevos, Flame ―bromea―. Hablaremos con él.
Hemos ensayado esto. Solo tenemos que hacerle entender que
nada va a cambiar. Tú te mudarás a Memphis y yo seguiré en
Houston tal como habíamos planeado, vendrás a vernos en
vacaciones y fines de semana largos, y en cuanto termine la
carrera, el bebé y yo nos mudaremos contigo.
―Pensará lo mismo que yo, Listilla. No es justo que yo me
marche a vivir la buena vida mientras tú te haces cargo de
todo. ¿Cómo vas a estudiar y cuidar de un bebé al mismo
tiempo?
―No estoy sola. Tengo a Felicity y también a tus amigos, al
menos hasta que dejen la universidad. Ya sabes que me adoran
―bromea.
―Es por las tetas ―digo sonriendo.
―¿Qué?
Señalo sus pechos con una sonrisa pilla.
―Si yo tuviese un par de esas también me querrían.
Recibo un golpe en el hombro y suelto una carcajada.
―¿Estás listo?
Dejo de reír y niego con la cabeza.
―¿Tú estás lista para asistir a mi funeral? Espero que al
menos sueltes un par de lágrimas. Incluso podrías vestirte de
negro en plan viuda desolada.
―Deja de hacerte el gracioso. Además, para ser viuda
tendría que estar casada, y ese no es el caso. Ahora vamos a
llamar a la puerta de una vez.
Acerca su mano al timbre y la detengo. Vale, voy a hacerlo.
De perdidos al río, ¿no?
―Hablando de matrimonios… ―Saco una pequeña caja
negra del interior de mi bolsillo y la miro haciendo una mueca
con los labios―. He pensado que tal vez tu padre sea un poco
más indulgente si llevas un anillo puesto.
―¿Qué? ―Su cara de sorpresa me hace reír―. ¿Qué
haces?
―Bueno… ―Me rasco la nuca con nerviosismo y me
encojo de hombros―. Ayer, tras firmar el contrato publicitario
con la marca de ropa, pasé por una joyería y compré esto.
―Abro la caja e Izzy se echa hacia atrás sorprendida―.
¿Quieres casarte conmigo?
―¡¿Te has vuelto loco?! ―exclama.
―Eh… Vale, no esperaba en absoluto esa reacción. ¿Eso es
que no?
―Kai, no puedes hacer esto. ¿Te das cuenta del
compromiso que requiere un matrimonio? No se trata de
firmar un papel para contentar a mi padre. Es algo para toda la
vida.
―Bueno, en realidad hace ya mucho tiempo que no es así.
Existen los divorcios y eso… ―Frunce el ceño y suspiro―.
Izzy, no te estoy pidiendo que te cases conmigo para contentar
a tu padre, ni siquiera porque vayamos a tener un hijo. Quiero
que seas mi esposa porque eres la persona en la que más
confío, la única que quiero a mi lado cada día del resto de mi
vida y, sobre todo, porque te amo más que a nada ni a nadie en
el mundo. Si no quieres, me parece bien. Guardaré esta caja y
volveré a pedírtelo dentro de algún tiempo. Va a pasar tarde o
temprano, solo creí que podríamos empezar ya esa vida en
común que sé que vamos a disfrutar.
―Tú no… ―Respira hondo y sus comisuras se elevan unos
centímetros―. ¿Cómo eres capaz de convencerme así de fácil
para que haga todo lo que tú quieres?
―Es por la mirada ―contesto socarrón―. Ya sabes, mis
ojitos tiernos son infalibles. ―Ríe negando con la cabeza―.
Entonces, ¿guardo el anillo o…?
―Trae. ―Tiende su mano izquierda y sonrío de oreja a
oreja―. Tú lo has dicho, solo que cuestión de tiempo que
ocurra. ¿Por qué no ahora?
Coloco el anillo en su dedo anular y la atraigo hacia mí para
besarla.
―No has dicho que sí ―susurro contra sus labios.
―Como si tuviese alternativa. ―Me besa despacio y yo
solo puedo disfrutar de cada una de las sensaciones que invade
mi cuerpo al tenerla entre mis brazos―. Te quiero, Ojitos
tiernos.
―Y yo a ti, Listilla. ―Tras besarla de nuevo, nos
apartamos y respiro profundo―. Venga, vamos allá. Toca al
timbre y que sea lo que tenga que ser.
―¿Estás seguro?
―No, pero sé que pase lo que pase todo estará bien.
―Entrelazo mis dedos con los suyos sonriendo―. Estamos
juntos y eso es lo único que importa.
―Cierto. Ahora te aconsejo que te tapes los oídos. Papá nos
va a dejar sordos a gritos.
―Cuento con ello ―susurro guiñándole un ojo.
Agradecimientos
Parece que fue ayer cuando publiqué mi primer libro y ya
van unos cuantos desde entonces. Jamás podré agradeceros
bastante todo el apoyo y el cariño que me brindáis. En esta
ocasión no voy a enrollarme demasiado. Solo quiero daros las
gracias a tod@s l@s que seguís mi trabajo y me ayudáis a
seguir creando historias como la de Kai e Izzy. Por cierto, esto
no se ha acabado aún. Esta pareja aún tiene mucho que vivir.

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