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Pasión en la ratonera
Autor:
Carlos Cazila
carloscazila@gmail.com mensaje70@yahoo.com.ar
OBRA REGISTRADA
Personajes
COMIENZO:
En zona iluminada, Aníbal, Félix, César, Elpidio, se desplazan
rápida, nerviosamente, siguiendo el ritmo de una musicalización ágil,
topándose de tanto en tanto sus cuerpos, en situaciones confusas.
En zona penumbrosa se hallan Lucila y Martín. Éste le ha tomado
la mano. Entra Místico junto a Úrsula, decididamente, hacia la zona
central.
La actitud de ella sigue siendo muy recatada. Él oculta tras de sí, algo
que trae en su mano.
Martín: ¡Lucila!
Lucila: ¡Martín!
Martín: ¿Pensaste en mí, todos estos días?
Lucila: Sí, claro, vos fuiste el único que me dijo cosas tan bonitas... y
tus poemas son tan hermosos... ¿de dónde los copiaste?
Martín: Eso no importa... ¿Y de noche?
Lucila: ¿De noche, qué?
Martín: Mi pregunta va dirigida a si pensaste en mí, alguna de estas noches.
Lucila: ¡No, ya te dije que para eso no tengo edad!
Martín: ¡Ah, pero por lo menos sabés a qué me refiero! ¡Eso quiere
decir que no te falta mucho!
Lucila: Oh, me hacés poner colorada...
Martín: ¡¿Cuanto, cuánto, decime, cuánto?!
Lucila: ¡Bueno, sí, es cierto, me falta muy poco!
Martín: ¡Viva!
Lucila: No entiendo qué es lo que te alegra.
Martín: ¿Y no lo intuís, siquiera?
Lucila: ¡No, todavía no!
Martín: ¡Es que yo, de noche, sueño!
Lucila: Tratá de soñar de día... ¡¿Pero, qué escondés ahí?!
Martín: ¡Caramba! Me había olvidado de que traje un presente para vos
(Descubre un ramo)
Lucila: ¡Flores! ¡Flores para mí!
Martín: ¿Te gustan?
Lucila: ¡Claro que sí! ¡Gracias, gracias! (Comienza a comerlas) Son
muy ricas... ¡Oh, perdón, no te convidé!
Martín: ¡Oh, ni falta que hace!
Lucila: Por lo menos un poquito... (Pone un pétalo en la boca de él,
que a su vez lo saborea dichoso)... Verdaderamente muy ricas, muy ricas.
Martín: ¿Estás contenta, entonces?
Lucila: ¡Sí, de veras, muy contenta!
Martín: (Le acerca su rostro) ¿Y qué se hace en estos casos?
Lucila: ¡Ya te dije que no tengo edad!
Martín: ¡Bueno, un besito!...
Lucila: ¿Un besito? Bueno... (Le besa la mejilla. Él, feliz, hace otro tanto).
Martín: ¡Y traje algo más! (Le enseña un pequeño estuche, que abre).
Lucila: ¡Un anillo!
Martín: Es una alianza, en realidad son dos; las encontré en una cloaca.
Lucila: ¡Martín, todo esto me llena de emoción, pero yo no lo puedo
aceptar!
Martín: ¡Oh, amada, no debemos dejar pasar esta señal del Destino!
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una traición?!
Místico: Nada de eso. Se trata solamente de un deber piadoso.
Úrsula: ¡Pues si no me decís cuál es, ya estoy bien segura de tus planes!
Místico: Estoy enterado de que un marinero de esta tripulación ha
perdido un diente. Por lo tanto, debo dejarle un regalo debajo de la
almohada antes de que amanezca.
Úrsula: ¡¿Estás loco?! ¡Ese es sólo un privilegio de los niños!
Místico: ¡Esa es una deformación de nuestras creencias! ¡El Libro
Sagrado nunca dijo tal cosa!
Úrsula: ¡Místico, tus caprichos terminarán por perdernos a todos!
Místico: ¡Escuchá! (Lee de su libro, velozmente) “¡Todo ratón que se
precie de tal, debe cumplir con los deberes piadosos, pues de lo
contrario será condenado a morir en una trampera, y…!”
Úrsula: Está bien, ¡basta ya!
Místico: Lo has oído. Está escrito.
Úrsula: ¿Y aunque así fuera, estás dispuesto a dilapidar lo poco que nos
queda, en pos de estúpidas manías?
Místico: El ejercicio de la caridad hará por sí mismo que como recompensa
obtengamos mucho más que lo que necesitamos.
Úrsula: ¡Escuchá vos, idiota, no se te puede permitir que vayas por ahí,
bajo el riesgo de dejarnos caer en las garras del opresor!
Místico: La fe que me acompaña hará que jamás ocurra algo semejante.
Úrsula: ¿Y qué harías si te atraparan?
Místico: Si así fuera, me encomiendo a mi fe.
Úrsula: ¿Te olvidás acaso de que podrían llegar a extraerte la información
de nuestro paradero y las actividades que tenemos planeadas?
Místico: Nunca rebelaría tales cosas.
Úrsula: ¡Imbécil, bajo el peso de la tortura confesarías todo!
Místico: ¡No habrá torturas que me hagan confesar!
Úrsula: ¡Así dijeron otros y sin embargo hablaron!
Místico: No obstante, ya lo ves, estamos aquí, a salvo.
Úrsula: ¡¿Y no sabés acaso, que si pudimos sobrevivir fue tan sólo
porque alguien nos puso en aviso?!
Místico: ¡Esas son habladurías!
Úrsula: Es la verdad. ¡Hubo información que se filtró!
Místico: Yo no estoy a favor del espionaje.
Úrsula: ¡Místico! ¡Tenés que escucharme! ¡Yo pude haberte dejado fuera
de la tripulación!
Místico: ¡No sigas! ¡Que no tenés tanta influencia contra mí! ¡De ser
así, ya me hubieras hecho a un lado sin más miramientos!
Úrsula: ¡Místico! ¡Tenés que comprender que ahora soy aquí la única
sensata y que te estoy exigiendo cordura!
Místico: Como quieras, pero es sólo un dientecito…
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Úrsula: ¡Oh, mil veces imbécil, seguís con tu infame capricho! ¡Querés
perdernos a todos!
Místico: ¡No, no se trata de eso! ¡Se trata solamente de un dientecito!
Úrsula: Pues bien, llamaré a los guardias.
Místico: Ni siquiera lo intentes. Pensá que si hasta ahora mi voz calló,
eso no significa que haya de ser para siempre. ¡Yo también puedo
invocar a mis guardias!
Úrsula: ¿Qué estás diciendo?
Místico: ¡No finjas más, usurpadora! ¡¿No te alcanza con ser una déspota
que me ha robado el gobierno mediante una banda de piratas?!
Úrsula: ¡¿Qué decís?! ¡Es el pueblo, el que decidió!
Místico: Entonces, quedate con esa mentira de tu pueblo y no me obligues
a alzar la voz, porque la mayor parte de la población no está de tu
lado, y ahora mismo te lo demostraría, de no ser que debo partir ya
mismo, por lo tanto, ahorrate el disgusto de llamar a esos guardias.
A mi regreso habrá una votación democrática ¡Volveré a ocupar el
poder, y basta de hambre!... ¡Y ya me voy. Se me hace muy tarde
para seguir discutiendo con un tirana!
Úrsula: Bueno, hermano, si se trata de un dientecito,
nada más, puedo decirte que podría cambiar de parecer, pero,
con todo respeto, te suplico que me escuches y tengas en cuenta que
toda nuestra seguridad ahora depende de tu suerte, querido Místico,
por eso te ruego que tengas a bien aceptar un consejo...
Místico: Pues bien, ¿cuál?
Úrsula: Ya que con sagacidad deberás recorrer el camino y mantenerte
alerta, no puedo menos que ofrecerte esto…
Místico: ¿Qué es?
Úrsula: (Extrae una pastilla) Es algo que siempre conservo. Es sumamente
costosa y sólo yo la tengo. Te brindará increíble lucidez y energía. Deberás
ingerirla ni bien te dispongas a partir.
Místico: (La acepta) Está bien, te haré caso (Intenta salir)
Úrsula: Esperá, tomá esta otra como refuerzo. Es importante para todos
nosotros. Haceme caso, y no te olvides.
Místico: Gracias, y hasta más ver.
Úrsula: ¡Las mejor de las suertes, hermano! (Sale. Entran Aníbal y Félix,
a ocupar su puesto de guardias).
Félix: ¿Hermano, vos creés que esto puede durar mucho?
Aníbal: ¿Te atrevés a dudarlo?
Félix: ¿No viste la disconformidad en las caras de las gentes y en sus
comentarios? ¿No escuchaste lo que dicen?
Aníbal: ¿Querés una ración extra?
Rélix: ¡Oh, sí! (El otro le arroja un cubo de comida que éste mordisquea).
Aníbal: ¿Qué decían ésos?
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Félix: ¡Oh, Gran Líder, así lo haremos y no sabés cómo lamentamos tan
amarga tarea!
Úrsula: Bueno, no se consternen, la ley es la ley.
Aníbal: Así lo entenderemos.
Úrsula: Y esta noche, cuando la infame rata blanca tenga su primer
celo, se verá sin la presencia de su cómplice. ¡Encierren a Martín
cuanto antes y que ella viva su celo en libertad!
Aníbal: ¡Oh, pregonera de la libertad, tus órdenes para nosotros son
sagradas!
Félix: ¡Si, sí!
Úrsula: Confío entonces en sus manos. Hasta luego, mis guardias.
Aníbal: Hasta luego, soberana (Ella sale).
Félix: ¿Vos qué pensás?
Aníbal: ¿Acerca de qué?
Félix: De que hay algo sospechoso en el proceder de ella.
Aníbal: ¡¿Por qué lo decís?!
Félix: Por eso de que quiere arrestar a su propio hijo… ¿No te parece
algo extraño?
Aníbal: Jamás ninguna decisión de nuestra conductora me parecerá
extraña.
Félix: ¡Habla de robo! ¡¿Más de lo que hemos robado nosotros?!
Aníbal: ¿Qué decís? ¡Nosotros no hemos robado nada!
Félix: Perdón hermano, perdón por desbordarme, pero lo que yo quiero
decir es que todo, todo, me resulta extremadamente extraño.
Aníbal: ¡¿Es que acaso querés una ración doble?!
Félix: ¡Sí, sí, eso es lo que quiero!
Aníbal: (Lo golpea) ¡Entonces tomá, tomá!
Martín: (En ese instante llega e intenta separarlos). ¡¿Oh, buena gente,
qué sucede, qué sucede?!, (Ambos se arrojan sobre él, sujetándolo)
¡¡Ay!! ¡¿Qué sucede, qué sucede?!
Aníbal: ¡Silencio! ¡Hay orden de llevarte detenido!
Martín: ¡¿Quién lo ha ordenado?!
Félix: Tu madre.
Martín: ¡Por Dios! ¡¿Qué razones puede invocar ella para cometer un
acto así?!
Aníbal: Ya se te explicarán. ¡Andando!
Martín: ¡¡No, no!!
Félix y Aníbal: ¡Andando! (Lo llevan por la fuerza).
Escena siguiente: Entra Lucila, quien se arrodilla decididamente en
el centro del escenario. Monologa en medio de un intenso fervor.
Lucila: Esta noche la Luna brilla, el luminoso Sol ya se ha ocultado.
Esta noche brillan las estrellas; los cometas en general suman su
esplendor al aire astral que también destella... (Transición)... Todo eso allá
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Úrsula: ¡Guardias!
Félix: ¿Llamabas, Gran Jefa?
Úrsula: Te encomiendo que sigas de cerca los pasos de mi hijo y
luego enviame a los otros.
Félix: A tus órdenes (Sale velozmente).
Úrsula: Bueno, a continuar con lo mío (Toma lo que había guardado y se
dispone a comer nuevamente. Llegan César y Elpidio. Apenas si
ella vuelve a tener tiempo para esconder otra vez).
César: ¡Oh, soberana! ¿Nos mandaste llamar?
Úrsula: Así es. Quiero que comprendan que con mi conmiseración se
ha restablecido mi confianza hacia ustedes, y por eso debo decirles
que está llegando el momento en que podré darles las directivas finales
para nuestro asalto. (A Elpidio).Tomá el plano del camino a seguir. Te
encomiendo guardarlo con esmero. Partiremos mañana mismo.
Aníbal: (Entra, seguido por Félix) ¡Úrsula, ratones presentes!
Úrsula: ¡¿Qué sucede?!
Aníbal: ¡Ha ocurrido algo atroz!
Úrsula: ¡Hablá ya!
Félix: ¡Tu hijo…!
Úrsula: ¡¿Qué?!
Aníbal: Tu hijo, luego de encontrar a Lucila en medio de su múltiple
alumbramiento, huyó desesperado sin que pudiésemos alcanzarlo,
y a consecuencia de eso fue a caer en las garras del
innombrable (Conmoción en los presentes. César y Elpidio salen
rápidamente).
Úrsula: ¡Oh! ¡No es posible!! ¡¡No es posible!! ¡¿Cómo es que no lograron
sujetarlo?!
Aníbal: ¡Es que hay algo peor! ¡Él se arrojó voluntariamente!
Úrsula: ¡¿Voluntariamente decís?! ¡¿Voluntariamente?! ¡¡Ay!! ¡¡Maldito
sea por haber manchado así mi linaje!!
Félix: ¡¿No te entristece, oh, soberana, el destino de tu hijo?!
Úrsula: ¡¡Oh, infamia!! ¡¿Cómo habría de entristecerme su vil cobardía al
no saber sobreponerse a la traición de esa inmunda rata y entregarse
nada menos que al tan maldecido enemigo que ya habrá cebado bien
sus dientes?!
Aníbal: (Se postra ante ella) ¡Por Dios, serenidad, Úrsula, seguramente
es el dolor, el que te hace hablar así!
Úrsula: ¡Apártense, imbéciles! Esta noche también habrá
funeral. ¡Pero esta vez será de agravio!
Félix: ¡Oh! ¡Ahí traen sus restos! (Entran César y Elpidio con una
litera. Úrsula toma lo único que se encuentra sobre ella, las orejas
de Martín. Sin que ésta lo note, se acerca Lucila con paso apesadumbrado,
arrastrando una bolsa llena).
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exprofeso, y cómo todos saben, las ratas son las primeras en arrojarse al
mar. Ellos, los enemigos, partirán en otra nave, y de allí nuevamente a
tierra firme juntamente con la jefa, mientras que a todos ustedes no les
cabrá otro destino que el de ahogarse. ¡Es por eso que les aconsejo que
dejen de confiar en ella y se pongan a salvo cuanto antes!
César: ¡Oh! ¡Místico, rogamos a tu excelsa bondad que nos indique de
qué manera podremos salvarnos!
Místico: Nunca deberán arrojarse al Mar...Les puedo decir que en este
momento, el enemigo en su totalidad se ha dormido profundamente.
Conviene que se apoderen cuanto antes de sus botes y que nuestra
población vaya hacia tierra firme. Cuiden además que esa maldita no llegue
a dar la alarma.
Aníbal: ¡Oh, Místico! ¡¿Tendremos suerte en tan arriesgada empresa?!
Místico: Se trata solamente de que tengan valor. ¡Yo, ya de lejos,
trataré de iluminarlos!
Félix: ¡Gracias, gracias, Místico!
Elpidio: ¡Oh, Místico, no sabes cuánto te amamos!
Místico: Solamente es un deber que estoy cumpliendo. Ahora ya
debo decirles adiós. Los guiaré desde allá arriba.
Félix: ¿Desde el mástil?
Aníbal: ¡Callate, idiota!
Místico: ¡Adiós, adiós!
Aníbal: ¡Adiós, Místico y gracias por existir, por no existir y después
volver a existir!
Místico: ¡Adiós, adiós, valientes muchachos! (Desaparece).
Aníbal: (A Félix) ¡Ahora a Úrsula! (Salen rápidamente; detrás de éstos,
César y Elpidio).
Escena siguiente: Entra Úrsula con el vientre sumamente hinchado,
y ya arrastrándose.
Úrsula: ¡Ah, oh, ah! ¿Por qué habré comido tantas inmundas crías?
(Entran Aníbal y Félix).
Félix: ¿Hablabas de comer?
Úrsula: ¡Oh, oh! ¡Es mi mal, que me hace delirar!
Aníbal: ¿No creés que tu mal debiera estar bajo control?
Úrsula: No hay ningún médico en la tripulación (Entran César y Elpidio).
César: ¡Por eso mismo te controlaremos con cadenas! (Comienzan a
atarla).
Úrsula: ¡Oh! ¡Suéltenme! ¡Suéltenme! ¡¿Qué tratamiento es éste?!
Elpidio: ¡Callate de una vez! ¡Ya sabemos que la principal asesina sos vos!
Úrsula: ¡Pero por Dios! ¡¿Qué les pasa?!
Félix: No finjas más. El espectro de Místico nos contó todo.
Úrsula: ¿Y ustedes creen en fantasmas?
Aníbal: ¡Basta! ¡Atenla lo mejor posible!
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cantimplora!
César: (Toma el objeto pedido) ¡Dice que es una cantimplora y es un
transmisor! (Lo desarticula y lo arroja) (A Úrsula) ¿Qué podés
intentar ahora?
Úrsula: ¿Y bien, qué pensaban? ¡¿Creían en las causas justas?! ¡Las
causas justas no existen!
Aníbal: ¡Existirán mientras no se mezclen traidores!
Úrsula: ¡Imbécil! ¡No hay causas justas ni traidores! ¡Solamente hay
posibles o imposibles!
César: (Continúan encadenándola) ¡Para nosotros será posible!
Úrsula: ¡Pobre iluso! ¿No sabés acaso que esta guerra es una mentira?
¡De nada sirve que peleen ratones con felinos, cuando el verdadero
enemigo otro, y contra él nunca podrán alcanzar las armas!
Aníbal: (La castiga) ¡¡Callate, harpía!! ¡Tu misión era entregarnos al
fondo del mar!
César: (También la castiga) ¡Una nueva flautista! ¿Esa era nuestra jefa?
Úrsula: ¡El enemigo es otro! ¡No importa quien gane o quien pierda!
¡Ni siquiera yo he tenido mi vida asegurada!
Félix: ¡Pero habías pensado terminar con la nuestra!
Úrsula: ¡¡El enemigo es otro!!
César: ¡Atentos!... ¡¡Ya tengo el presentimiento de que la nave se hunde!!
Los otros: ¡Y yo!
Aníbal: ¡Vamos! (Salen)
Úrsula: (Sola) ¡Eh! ¡desátenme, por el amor de Dios! ¡Desátenme, canallas!
¡Si pudiera alcanzar! ¡El transmisor! ¡¿Qué maldición
tan atroz ha caído sobre mí?! ¡¿Por qué habré comido tanto?! ¡¡Oh,
socorro!!... (Se arrastra todo lo que puede hacia el transmisor) ¡Oh,
Gran Rata Global, si puedes oírme, sálvame, no puedes dejar
sola a tu agente! ¡Iba a llevar a mí pueblo al exterminio! ¡Gran Rata
Suprema, escúchame, ayúdame, porque sí no me ayudas esta vez,
ya no vas a encontrar quien apoye tu causa! ¡Agua!...
¡Tengo sed y el agua ya me acecha!... ¡Me queda solo el orgullo!
¡El orgullo de haber sido una traidora! ¡He luchado para que el
enemigo siga matando, y mi muerte es heroica! ¡Úrsula, la gran
Úrsula, inmoló su vida en pos de un ideal! ¡De un ideal de exterminio!
¡Si pudiera por lo menos recibir los Sacramentos!... ¡Los Sacramentos!
¡¡Místico, vuelve y adminístramelos!!...No... ¡No vuelves! ¿Cómo cumpliré
con mi fe? ¡No importa! ¡En esta circunstancia, yo,
Úrsula, determino que mi alma es noble y pura! ¡Noble y pura a la
traición! ¡¿Por qué habré comido tanto?! ¡Voy a reventar antes de
ahogarme y esto es más ruin!¡Voy a morir como una rata!! ¡¡Socorro!!
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FINAL
(1985)
AUTOR: Carlos Cazila
+54911-4172-8732 (móvil) +54911-4374-2841 (fijo)
carloscazila@gmail.com
mensaje70@yahoo.com.ar
ORIGEN: Argentina