Está en la página 1de 27

1

Pasión en la ratonera
Autor:
Carlos Cazila

Tel. +54911-4172-8732 (móvil) +5411-1374-2841 (fijo)

carloscazila@gmail.com mensaje70@yahoo.com.ar

Buenos Aires, Argentina

OBRA REGISTRADA

SINOPSIS: Esta obra escrita en 1985 y en la que se parodia el estilo shakespeariano, el


pueblo está representado por una tribu de ratas comandados por la viuda de su antiguo
líder, la cual solo piensa en conducir a su pueblo al exterminio. No requiere
escenografía

Personajes

Úrsula: Rata madre.


Martín: Joven hijo de Úrsula.
Místico: Hermano de Ursula.
Lucila: Joven rata blanca.
Aníbal: Ratón guardia.
Félix: Ratón guardia. Hermano del anterior.
César: Ratón guardia.
Elpidio: Ratón guardia. Hermano del anterior.

COMIENZO:
En zona iluminada, Aníbal, Félix, César, Elpidio, se desplazan
rápida, nerviosamente, siguiendo el ritmo de una musicalización ágil,
topándose de tanto en tanto sus cuerpos, en situaciones confusas.
En zona penumbrosa se hallan Lucila y Martín. Éste le ha tomado
la mano. Entra Místico junto a Úrsula, decididamente, hacia la zona
central.

Místico: ¡Atención, ratones, atención!... ¡Un poco de orden, que daremos


comienzo al acto! ¡El pliego! ¿Quién tiene el pliego?
Úrsula: Yo, yo lo tengo (Le alcanza el texto del discurso).
Místico: (Lee) ¡Bien! ¡Amada comunidad! Es en esta fecha tan emotiva
como dolorosamente aleccionadora, en que nos reunimos un
año más, para repudiar el acto más canallesco que nuestra historia
jamás haya registrado: ¡La infame traición del Flautista de Hamelin!
¡Y para poder gritar que el cruel genocidio sufrido nunca será
2

olvidado y que toda nuestra vida consagraremos a luchar contra los


verdugos!
Ratones: Flautista de Hamelin, ¡nuestra maldición pesa sobre tu sombra!
Místico: Nunca serán suficientes las palabras para maldecir el criminal
exterminio de Hamelin y nunca suficientes nuestros sentidos, como para
saber escuchar los acordes que debemos, y desdeñar los engañosos.
¡Flautista de Hamelin, tu memoria mancha nuestra memoria!
Ratones: ¡Flautista de Hamelin, los ratones tenemos memoria!
Místico: ¡Flautista de Hamelin, por los siglos de los siglos odiaremos tus
traidoras notas musicales!
Ratones: ¡Flautista de Hamelin! ¡Por los siglos de los siglos odiaremos
tu flauta!
Místico: Y así como quien dice: “De este agua no he de beber”, deberemos
todos decir: “Esta música no habré de escuchar”.
Ratones: (Repiten) “Esta música no habré de escuchar”.
Místico: Mas, ¿qué actitud habríamos de tomar ante alguna melodía
desconocida que nos atraiga? ¿Basta acaso la reflexión, cuando los sentidos
se hallan turbados?
Ratones: (sin tener en claro qué contestan) Sí. Basta la reflexión cuando
los sentidos se hallan turbados.
Místico: No. No basta la reflexión. Entonces, ¿hay alguna
cosa que podría afirmar el camino y evitar que nuestros sentidos
lleguen a anularse y nuestros pasos perderse como en el triste caso
de nuestros ancestros?
Ratones: (nuevamente en su ignorancia) ¡No. No hay ninguna cosa!
Místico: Sí, la hay, sí. ¿Puede acaso, alguno de ustedes, ratones presentes,
contestarme qué es?
Ratones: Sí, podemos.
Místico: No. La verdad es que no pueden, porque falta algo fundamental
que va más allá del fervor por conservar nuestra raza. ¿Alcanza acaso el
fervor?
Ratones: Sí, alcanza.
Místico: ¡No! No alcanza. ¡El fervor de nada sirve si no va acompañado
por la fe!
Úrsula: ¡Un momento, Místico! ¡Sabés muy bien que no debemos mezclar
las cuestiones del espíritu con la conducción de nuestro ejército!
Místico: ¡Decís mal! ¡Nuestro ejército se fortalece en nuestro espíritu!
Aníbal: (a Místico) Ella dice muy bien. Tu discurso no nos imparte más
que cosas oscuras que nos dejan indecisos y que finalmente logran que
terminemos por no saber qué hacer.
Místico: (comienza a retirarse) ¡Lo único que saben ustedes es fornicar!
Úrsula: ¡Regresá, Místico! ¡Estás ante tu pueblo!
Místico: ¡Ya vendrán a mí cuando me necesiten! (Termina de salir. Los
3

otros permanecen confusos, especialmente César y Elpidio).


Félix: (a Úrsula) Ya habíamos convenido contigo sobre ciertas reglas en
cuanto a la tradición, y a las armas se refiere.
Úrsula: Y yo transmití a Místico esas inquietudes y la decisión de
ustedes, como hermana que soy de él, pero comprendan que yo no
tengo otro poder más que este lazo de parentesco y que es él, quien
legalmente ostenta el Mando.
Aníbal: Considerando que sin duda te creemos mucho más capaz que
Místico, pensamos que deberías ser vos quien nos condujera.
Félix: ¡Sí, Úrsula, sí! ¡El tiene razón!
Úrsula: ¡Oh! ¡Esa confianza me emociona, pero yo no soy más que una
mujer! ¿Cómo podría acaso imaginar en pasar por encima de él?
¡Nunca una mujer ha comandado la comunidad ratona!
Aníbal: ¡¿Olvidás acaso en tu humildad que hace tiempo que necesitamos
que asumas el poder ya mismo?
Úrsula: ¡No sean arrebatados!
Félix: (empujando a Elpidio hacia Ella) ¡Te lo estamos rogando en este
mismo acto, pensá, Úrsula que todos nosotros igualmente seguiremos
apreciando a Místico!
Aníbal: (hace lo mismo con César) ¡Cierto! Todos los presentes pensamos
que él puede conservar la jefatura espiritual y en cambio vos, asumir el
mando supremo. Para ello te creemos más capaz. ¿No es cierto que
todos están de acuerdo? (Aníbal y Félix vuelven a empujar a César
y a Elpidio).
César y Elpidio: Sí...
Úrsula: ¡Oh, gracias, pueblo, gracias de todo corazón! Me enternece y
me emociona enormemente escuchar tanto fervor hacia mi persona,
mas yo no puedo pensar siquiera en un acto de desplazamiento. (se
enfervoriza) ¡¡Debemos partir todos juntos!!... (ahora se contiene)
¡Nunca he ambicionado más que lo que tengo, y por lo tanto, les ruego…
que me sigan para convencerlo!... (Anibal y Félix se predisponen
favorablemente)... ¿Verdad que me van a seguir para convencerlo
de que... lo amamos? (Los otros se desconciertan) ¡¡¿No me van a
seguir acaso?!!
Aníbal: Sí, sí, te seguiremos! (Junto con Félix, empuja a Los otros hacia
afuera, tras de ella. La iluminación se concentra ahora en Lucila y
Martín).
Martín: Fue una suerte que nos hayamos encontrado por casualidad
de exprofeso, esta noche.
Lucila: ¡Cierto, pero soltame la mano, que me hacés ruborizar!
Martín: ¿Me privás de acariciar tu piel, oh, diosa inmadura?
Lucila: (Esquiva) ¿Por qué no participaste del acto?
Martín: ¿No te has dado cuenta de que sólo estoy pendiente de vos?
4

Lucila: Yo soy todavía muy jovencita para esos encuentros.


Martín: No hay edad para concurrir a un acto cívico.
Lucila: No... Yo me refiero a lo otro.
Martín: ¡Ah, querés decir, al otro acto!
Lucila: Precisamente. ¡No puedo comprender porqué lo hacen!
Martín: Debe ser por eso de que aun sos jovencita.
Lucila: Igualmente. Creo que nunca voy a comprenderlo.
Martín: Ya comprenderás. Yo sé porqué te lo digo.
Lucila: ¿Eso quiere decir que vos…?
Martín: Sí, hace un tiempito que lo vengo comprendiendo... Pero no te
asustes, no pienso sobrepasarme.
Lucila: ¿Y si lo comprendés, porqué no estuviste junto a ellos, digo, en
los momentos en que parecen comprenderse mucho?
Martín: En realidad, todavía no lo hice nunca.
Lucila: ¿Qué cosa?
Martín: ¡El acto! ¡¿De qué estamos hablando, acaso?!
Lucila: (Evasiva) ¿El acto cívico?
Martín: No, ¡el otro acto!
Lucila: (Se aparta) ¿No te atrae, es verdad?
Martín: No. No es eso. ¡Más bien, todo lo contrario!
Lucila: ¿Todo lo contrario? Entonces no entiendo. ¡No entiendo nada!
Martín: ¡Es que yo espero hacerlo con aquella que amo!
Lucila: ¿Pero qué tiene que ver el amor con todo eso?
Martín: Ya lo sabrás. ¿Nunca estuviste enamorada?
Lucila: ¿Eh?... Sí. Cuando vivíamos en Tierra Firme... De ese galán de
la televisión.
Martín: ¡El topo Pepino! ¡Maldito sea!
Lucila: ¿Oh, qué te pasa?
Martín: Nada, nada. Afortunadamente no tenemos televisor a bordo...
Y... Ya... ¡Ya puedo confesarte que estoy perdidamente enamorado de vos!
Lucila: Eso lo supe siempre. Lo del topo fue una mentira.
Martín: ¿Entonces, puedo pedirte un beso?
Lucila: ¡No!
Martín: ¡Sí!
Lucila: ¡No, no, eso no! (Huye. Él la sigue y Ambos salen)
Úrsula: (Entra por otro extremo sin haberlos visto) ¡Hijo! ¡Martín!
¡Martín!... (Se acercan dos ratones enmascarados que intentan
abusar de ella)...¡Fuera!... ¡Ya no estoy en edad! (Logra quitarlos
de encima, por sus propios medios, derribándolos)
Ratón enmascarado : (caído) ¡Mirá que te tenemos ganas, vieja!
Úrsula: ¡Vayan a fornicar a su abuela!
Martín: (Llega. Los otros permanecen todavía en el suelo) Déjenla. ¡Ya
oyeron a mi madre!
5

Úrsula: ¡Déjenme, ya oyeron a mi hijo!


Ratón enmascarado : (Mientras se incorporan) Dejémosla, si no, oiremos
a toda la familia! (Salen rápidamente).
Úrsula: ¡Oh, Martín, mi Martín!
Martín: ¿Me buscabas, madre?
Úrsula: Sí, querido, afortunadamente llegaste a tiempo. ¡No sé qué
hubiera sido de mí sin tu ayuda!
Martín: Seguramente se han tentado con tu cuerpo porque eres la única
hembra madura en esta tripulación.
Úrsula: Tendrán que aprender a respetarme todos. ¡Y nada de “hembra
madura”, aquí seré la Gran Rata Madre! No lo olvides.
Martín: Sí, Madre.
Úrsula: ¡Sí, Gran Rata Madre!
Martín: ¡Sí Grata Madre! Oh, perdón. ¡Permíteme inclinarme a tus pies!
(Lo hace).
Úrsula: Ya está bien, podés levantarte. ¡Levantate, vamos! (Lo toma
ella misma)... ¡¡Pero!!
Martín: ¿Qué ocurre, Gran Rata Madre?
Úrsula: ¡¿Y me lo preguntás?! ¡Te encuentro demasiado flaco desde
que has entrado en la pubertad! ¡¿No comiste acaso todo lo que te
ayudé a robar?!
Martín: Sí, Gran Rata Madre. ¡No tenés por qué dudar!
Úrsula: ¡Entonces, dejá de toquetearte, o caerás enfermo!
Martín: ¡Pero, Gran Rata Madre!...
Úrsula: ¡Nada de Gran Rata Madre! ¡En este momento hablo como una
madre común!
Martín: ¡Pero, Gran Madre Común, yo no tengo esa costumbre!
Úrsula: ¿Estás diciendo la verdad?
Martín: ¡Si, sí, tenés que creerme!
Úrsula: Nunca te he visto copular...
Martín: ¿Eso qué importancia tiene? Mi intimidad...
Úrsula: Callate y vení, acércate... (Él lo hace) ¡Más cerca!
Martín: ¿Para qué?
Úrsula: ¡Vení, hacelo conmigo!
Martín: ¡Habías dicho que eras madura!
Úrsula: Para los otros. ¡No para mi hijo! (Se aferra a él).
Martín: ¡No, Gran Madre Común, no!
Úrsula: ¡En este momento soy una Vulgar Hembra Ardiente!
Martín: No, Vulgar Madre Ardiente, ¡no!
Úrsula: ¿Pero qué te pasa? ¿Acaso mis carnes no te atraen?
Martín: No es eso, Vulgar Madre... ¡Me atraen demasiado!
Úrsula: ¡¿Entonces, qué te detiene?!
Martín: ¡Madre, por favor, yo!...
6

Úrsula: ¡Hablá de una vez!


Martín: ¡No, no!
Úrsula: (Lo castiga) ¡Hablá!
Martín: Es que yo... Me reservo.
Úrsula: ¡¿Te reservás, decís?! ¡¿Para quién?!
Martín: Para... Para...
Úrsula: ¿Para mí?
Martín: (Temeroso) Ssí.
Úrsula: (Vuelve a castigarlo) ¡Mentiroso, asqueroso! ¿Para quién?
Martín: Para… ¡Para Lucila!
Úrsula: ¡¡Ay Esa inmunda rata blanca!! ¡Maldigo la hora en que subió
a bordo!
Martín: ¡¿Por qué hablás así, Gran Madre Vulgar?!
Úrsula: ¡Hablo como la Gran Rata Madre!
Martín: ¡Hables como hables, hablá, por favor!
Úrsula: ¡La odio por rastrera!
Martín: ¡¿Qué decís?! ¡Ella aún es virginal!
Úrsula: ¡Esa es la farsa de todas las ratas blancas! ¡Sabrás que subió a
bordo porque en Tierra, ya ninguno se interesaba en ella!
Martín: ¡No es cierto! ¡Yo me intereso demasiado!
Úrsula: ¡Entonces tendrás que oír todo su pasado!
Martín: (Se cubre las orejas y huye) ¡No, no quiero oír nada!
Úrsula: No huyas! ¡Tendrás que saber con qué clase de puta estás
caliente! (Sale detrás de él).
Entra un ratón enmascarado, sigilosamente, portando un cubo de comida
al cual se aferra. Observa si hay alguien cerca, y se dispone a
mordisquearlo. Por detrás de éste llega otro enmascarado que intenta
arrebatárselo. Luchan. Él primero logra huir con su alimento,
y el otro lo sigue hasta salir. Entran luego Aníbal y Félix.
Félix: ¿Tenés un cigarro?
Aníbal: No... Ya no me quedan...
Félix: Cuánta miseria...
Aníbal: ¿Por qué te quejás? Sabés que no es permitido.
Félix: Temo que dentro de poco no tengamos para comer. La tripulación
ya empieza a sentir hambre.
Aníbal: La culpa la tienen los que roban y acopian.
Felix: Alguna razón tendrán...
Aníbal: ¡¿Qué estás diciendo?! ¿¡Es que acaso vos también has andado
robando?!
Félix: ¡No! ¡Líbreme Dios de pensar en tal cosa!... ¿Estás seguro de que
no tenés cigarros?
Aníbal: Ya sabés que soy de una sola palabra.
Félix: ¿Y ni un miserable trocito de comida?
7

Aníbal: Menos, todavía.


Félix: ¿Comprendés ahora por qué interpreto los temores que andan
circulando?
Aníbal: ¡Callate! Me avergüenzo de oír esas palabras en boca de mi
hermano! ¡Si fueras un ajeno ya te habría denunciado!
Félix: Pero hermano… ¿Ni un simple cigarrito?
Aníbal: No hay peros. Y no estés muy seguro de que me contenga de
golpearte, si insistís con tus palabras desestabilizadoras.
Félix: Yo también soy fiel a la causa, como sabés. ¡Lo único que hago
es escuchar lo que algunos dicen por ahí! ¡Hasta han llegado a propagar
que no deberíamos ser conducidos por viejos!
Aníbal: ¡¿Cómo se te ocurre cuestionar la cordura de los viejos?! ¡Es de
la boca de los viejos de donde salen las verdades!
Félix: Y de los locos.
Aníbal: ¡¿Qué decís?!
Félix: Que terminan por volvernos locos a todos.
Aníbal: ¡¿Pero qué tengo que oír esta noche?! (Lo amenaza con su arma)
¿Es que debo matarte para no seguir escuchando a un traidor?
Félix: ¡No, por Dios, hermano! ¡¿Cómo pensás que yo podría ser un
traidor?!
Aníbal: ¡¡Tus propias palabras lo delatan!!
Félix: ¡Detenete hermano, reflexioná! ¡Soy tu hermano!
Aníbal: ¡Maldito lazo de parentesco que no me permite hacer justicia!
(Guarda el arma)... ¡Pero no estés tan seguro de tu pellejo si seguís
conjurando!
Félix: No, no lo voy a hacer, perdoname, recordá que siempre he sido fiel
... ¿Cómo pensás que habría de insubordinarme delante tuyo?
Aníbal: Está bien. Esas son palabras gratificantes. Tomá un atado de
cigarrillos (Se lo entrega).
Félix: ¡Gracias, gracias! ¡Esto cambia todo!
Aníbal: Si cambia todo, tomá otro más.
Félix: ¡Oh!
Aníbal: ¡Pero como sigas blasfemando, tu suerte será otra!
Fálix: ¡Te obedeceré en todo, hermanito!
Aníbal: ¡Así, bien dicho!... Pediré que se te suministre una ración doble.
¿Tenés algo más que decir?
Félix: En realidad, sí.
Aníbal: ¡¿Sí?!
Félix: Quería decirte, que...
Aníbal: ¡¿Qué?!
Félix: Que ya es la hora de la ronda.
Aníbal: De acuerdo, andando (Salen).
Entran Lucila y Martín separados y furtivamente, hasta encontrarse.
8

La actitud de ella sigue siendo muy recatada. Él oculta tras de sí, algo
que trae en su mano.
Martín: ¡Lucila!
Lucila: ¡Martín!
Martín: ¿Pensaste en mí, todos estos días?
Lucila: Sí, claro, vos fuiste el único que me dijo cosas tan bonitas... y
tus poemas son tan hermosos... ¿de dónde los copiaste?
Martín: Eso no importa... ¿Y de noche?
Lucila: ¿De noche, qué?
Martín: Mi pregunta va dirigida a si pensaste en mí, alguna de estas noches.
Lucila: ¡No, ya te dije que para eso no tengo edad!
Martín: ¡Ah, pero por lo menos sabés a qué me refiero! ¡Eso quiere
decir que no te falta mucho!
Lucila: Oh, me hacés poner colorada...
Martín: ¡¿Cuanto, cuánto, decime, cuánto?!
Lucila: ¡Bueno, sí, es cierto, me falta muy poco!
Martín: ¡Viva!
Lucila: No entiendo qué es lo que te alegra.
Martín: ¿Y no lo intuís, siquiera?
Lucila: ¡No, todavía no!
Martín: ¡Es que yo, de noche, sueño!
Lucila: Tratá de soñar de día... ¡¿Pero, qué escondés ahí?!
Martín: ¡Caramba! Me había olvidado de que traje un presente para vos
(Descubre un ramo)
Lucila: ¡Flores! ¡Flores para mí!
Martín: ¿Te gustan?
Lucila: ¡Claro que sí! ¡Gracias, gracias! (Comienza a comerlas) Son
muy ricas... ¡Oh, perdón, no te convidé!
Martín: ¡Oh, ni falta que hace!
Lucila: Por lo menos un poquito... (Pone un pétalo en la boca de él,
que a su vez lo saborea dichoso)... Verdaderamente muy ricas, muy ricas.
Martín: ¿Estás contenta, entonces?
Lucila: ¡Sí, de veras, muy contenta!
Martín: (Le acerca su rostro) ¿Y qué se hace en estos casos?
Lucila: ¡Ya te dije que no tengo edad!
Martín: ¡Bueno, un besito!...
Lucila: ¿Un besito? Bueno... (Le besa la mejilla. Él, feliz, hace otro tanto).
Martín: ¡Y traje algo más! (Le enseña un pequeño estuche, que abre).
Lucila: ¡Un anillo!
Martín: Es una alianza, en realidad son dos; las encontré en una cloaca.
Lucila: ¡Martín, todo esto me llena de emoción, pero yo no lo puedo
aceptar!
Martín: ¡Oh, amada, no debemos dejar pasar esta señal del Destino!
9

Lucila: (Recapacita) ¡No, no!


Martín: No, no, ¿es verdad?
Lucila: ¡Es verdad, no, no! ¡No estoy en edad!
Martín: ¿Eso qué importa? ¡Mirá! ¡Acá se acerca Místico!... ¡Eh, Místico!...
Místico: (Llega con un candelabro de pie y un bolso) ¿Qué se te ofrece,
jovencito?
Lucila: (Habla rápida, mecánicamente, y sin malicia). ¡Oh, noble y bien
amado Místico! El sabe muy bien que yo todavía no estoy en edad
para pensar cosas, ni mucho menos para realizarlas, pero lo que él
quiere solicitarte con toda humildad de su parte es que tuvieses a
bien desposarnos a ambos, pues él considera que si bien no estoy
todavía en edad para comprender, como yo ya lo he manifestado
en reiteradas ocasiones, no es aconsejable dejar pasar esta oportunidad,
pensando en que quizás no vuelva a repetirse y por lo tanto, él
piensa que nuestra boda debe realizarse en secreto, y que luego podríamos
aguardar el instante en que yo me encontrase ya en edad, para pasar a la
parte práctica de nuestra unión definitiva y así concretarla plenamente, y
de acuerdo a todo esto, también ha pensado que el más adecuado celebrar
rituales sos vos, por lo mucho que te queremos y porque no
hay otro a bordo, siempre y cuando no exista algún obstáculo que
lo impida y te halles presto a desarrollar un rito que tenga todas las
características de una ceremonia nupcial, y…
Martín: (Emocionado, a Místico) ¿Sería posible?
Místico: Vaya, muchacho, me apabullás con tanto palabrerío.
Martín: Perdoname entonces y tomate todo el tiempo necesario para
pensarlo.
Lucila: Lo que dijo entiéndase como que es mejor que no te tomes
demasiado tiempo.
Martín estornuda.
Místico: Calma, jovencito, calma… Creí escuchar algo así como que
piensan desposarse, ¿no es cierto?
Martín: Sí.
Lucila: Sí, sí, así es.
Místico: (A Martín) ¿Y qué dice tu madre acerca de esto?
Martín: ¿Es importante su opinión?
Místico: Para mí es fundamental conocer su decisión. Antes, debo
interrogarla.
Martín: No, no lo hagas. Ella se opone furiosamente a nuestra unión.
Místico: Siendo así, ni una palabra más. ¡Procederé a casarlos ya mismo!
(A Lucila) ¡¿Pero cómo habré de hacerlo si no te has vestido de blanco?!
Lucila: ¡Soy una rata blanca!
Místico: Oh, es cierto... Entonces, comencemos (Abre su libro) ¡Atención!
Ceremonia ratal número cuatrocientos quince mil millones,
10

del mes sexto del siglo... Martín, de la tribu Primigenia Roedora


Mayor, ¿aceptas por esposa adolescente a Lucila, de la tribu Ambigua
Blanca Ingenua?
Martín: Sí.
Místico: No. Tienes que decir: “Sí, quiero”.
Lucila: Sí, quiero.
Martín: Sí.
Místico: Ahora tú, Lucila, “Aceptas…
Lucila: Sí, quiero.
Místico: ¿Eh?
Martín: Dijo: Sí, quiero.
Místico: (A Martín) ¡Ya lo dijiste!... ¿Eh…?, ¿en
qué estábamos?
Lucila: En que sí, quiere.
Martín: Y ella también.
Místico: ¿Sí? ¿Es posible? Entonces os declaro mujer y marido. Ya
pueden intercambiar vuestras alianzas (Martín las busca) Si no tienen
puedo hacer la vista gorda…
Martín: Sí, queremos, digo, sí, tenemos (Lo hacen rápida y torpemente).
Místico: Pues bien, ahora la bendición (Él toma las manos de Ambos,
uniéndolas y brindándoles un ceremonioso mordisco en los dedos).
Ambos: ¡¡Ay!!
Místico: Bueno, Martín, ya puedes besar a tu mujer (Martín lo hace)
Muy bien muchachos, los felicito, ¡y ahora, para coronar esta ceremonia,
quisiera que bailen! ¡Bailen! (Extrae un violín. Comienza a
sonar un lento vals argentino) ¡bailen, bailen el vals nupcial!
(Ellos lo hacen, emocionados)… ¡Eh!¡Muchachos, creo que alguien se
acerca!
Lucila: ¡Oh! ¡Adiós, Martín!
Martín: ¡Adiós, Lucila!
Lucila: ¡Adiós y gracias, Místico! (Sale rápidamente)
Místico: ¡Adiós y felicidades!
Úrsula: (Entra. A Místico) ¡¿Qué estás haciendo aquí?!
Místico: ¿Es que no sabes que es la hora de mi oración?
Úrsula: ¡¿Acaso pretendés olvidarte que he congregado a mi pueblo
en este lugar y en este instante?!
Místico: ¡¿Oh, has sido capaz de eso?!
Úrsula: ¡Claro que sí! ¡Ellos necesitan discursos!
Místico: Y yo me refiero a mi oración. También la necesitan (Los Ratones
van llegando) ¡Y ya se acercan!
Úrsula: ¡Si querés que tengan algún respeto por vos, fingí estar a la
altura de los acontecimientos!
Místico: ¡Pero primero dejame leer mi oración!
11

Martín: Eso, eso, primero dejalo que la lea!


Úrsula: ¿Sí, eh?¡Ya verás! (Desenrolla un pliego, comenzando
a leer) “¡Escuchen, pueblo presente, integrantes de
esta comunidad ratona! En esta circunstancia no puedo dejar pasar
el recordar que nos une una causa justiciera y que por planear
nuestra libertad en contra de los felinos, vivimos en la clandestinidad
y hasta sufrimos de hambre, pero todos ustedes saben muy
bien que juntos, hemos de llegar a la gloria. Y digo juntos, porque no seré
yo sola, seremos todos! Para ello tengo a mi lado a nuestro noble y
amado Místico y muy dentro mío, los ideales que me iluminan,
indicándome el camino de la verdad...
Aníbal y Félix: ¡Viva la causa!
César, Elpidio y Martín: (Sin convicción) Viva...
Místico: (Intenta decir algo) Yo...
Úrsula: ¡Por todo eso, quiero decirles que la victoria se encuentra
tan sólo a un paso nuestro y que esta victoria será la definitiva!
Todos: ¡Viva!
Místico: Yo...
Úrsula: ¡Pero no debemos detenernos ni engolosinarnos en triunfalismos
fáciles! Aquí mismo, en este preciso lugar, necesito decirles que
si bien el tan anhelado triunfo ya se aprecia al alcance de nuestras manos,
para conseguirlo definitivamente, aún tendremos que transitar caminos
de mayor austeridad.
César y Elpidio: ¡Más todavía!
Úrsula: ¡No es necesario que se alarmen! No les pido sacrificios indebidos,
sino la adecuada colaboración, justa y equitativa, de cada uno de ustedes;
para ello, he dictado algunos decretos aumentando el número de ayunos
y la cantidad de horas que podrán trabajar para mí, para nuestra
causa. ¡Para lograr la victoria que todos anhelamos! ¡He aquí los
decretos! (Los arroja. Los presentes los leen. Se alarman todos,
menos Aníbal y Félix).
Aníbal y Félix: (Sin leer nada) ¡Viva Úrsula!
César y Elpidio: (Con los papeles en mano) ¡Esto es demasiado; esto
es un abuso!
Aníbal: (A Félix) ¡Ayudame a hacerlos callar! (Amordazan con sus manos
a César y a Elpidio).
Místico: ¡Yo!...
Úrsula: ¡¿Pues a ver?! ¡¿Quiénes, quiénes se quejan?!... ¡Y pensar que
los que hoy se permiten dudar son los que ayer se regocijaron
cuando fue derrotado un felino!
César: (Se zafa del otro) ¡Pero muerto el Felino, viva el Felino!
Úrsula: ¡¿Quién dice eso?! ¡No seremos nosotros quienes habremos de
vivarlo! ¡En nuestro destino está implícito acabar con la totalidad
12

del enemigo! ¡Que toda la faz de la Tierra se cubra con la victoria


de Ursula, la iluminada! Y los que no quieran seguirme... ¡¡Que se
larguen!!
Elpidio: (Se zafa del otro) ¡Sabés muy bien que estamos en medio del
mar! ¿Cómo es posible que nos eches en estas circunstancias?
Úrsula: ¿Decís que yo te echo? ¡Deberías comprender que el amor que
siento por todos vosotros hace que no pudiese acaso tomar otra medida
que no sea la que brota de mis más tiernos sentimientos!
Aníbal y Félix: ¡Viva Úrsula!
Úrsula: (A Elpidio): ¡Has de saber que te quiero a vos, tanto como a
muchos otros, o más, porque aún eres torpe de entendimiento!
Aníbal: ¿A él más que a nosotros?
Místico: Yo...
Úrsula: Pues bien, si se permiten dudar, hoy mismo redactaré un
manifiesto, diciendo que los amo a todos por igual. Con eso quedará
demostrado que no hay favoritismos. Y a partir de mañana el favoritismo
irá creciendo en función de los méritos que hagan por mí, por nuestra
causa. ¡¡No más felinos y libertad para todos y para siempre!!
Aníbal y Félix: ¡viva Úrsula!
Úrsula: Y ahora pueden partir con la plena satisfacción de haber
comprendido que juntos sabremos llevar bien alto el honor de la raza
ratona. Nada más.
Ratones: ¡Bravo! ¡Bravo! ¡Bravo!
Místico: Yo...
Úrsula: Gracias, gracias, amado pueblo, ahora tengan a bien
desconcentrarse pacíficamente.
Aníbal y Félix: (Salen, empujando a los demás) ¿No la oyeron? ¡Fuera!
¡Fuera!
(Quedan solamente Úrsula y Místico).
Místico: Yo...
Úrsula: ¡Pues bien! (Adopta actitud de devoción) ¡Leé de una vez esa
oración!
Místico: ¡Yo, yo, quería anunciar que ya se me ha pasado la hora!
Úrsula: ¿Entonces es eso lo que tenías que decir?
Místico: Yo... bueno, hay algo más... Yo considero necesario convocar a
toda la comunidad para que también me oigan.
Úrsula: ¡¿Qué es lo que pensás decir?!
Místico: En realidad, ahora se me hace tarde. Tengo otra tarea que cumplir.
Úrsula: ¿¡Tarea que cumplir?! ¡No mientas con pretextos imbéciles!
Místico: ¡¿Por qué habría de mentirte?! ¡Digo la verdad!
Úrsula: ¡¿Y bien, cuál es esa tarea?!
Místico: Mis oficios piadosos me conciernen sólo a mí.
Úrsula: ¡Vamos! ¡¿por qué no te animás a confesar que estás maquinando
13

una traición?!
Místico: Nada de eso. Se trata solamente de un deber piadoso.
Úrsula: ¡Pues si no me decís cuál es, ya estoy bien segura de tus planes!
Místico: Estoy enterado de que un marinero de esta tripulación ha
perdido un diente. Por lo tanto, debo dejarle un regalo debajo de la
almohada antes de que amanezca.
Úrsula: ¡¿Estás loco?! ¡Ese es sólo un privilegio de los niños!
Místico: ¡Esa es una deformación de nuestras creencias! ¡El Libro
Sagrado nunca dijo tal cosa!
Úrsula: ¡Místico, tus caprichos terminarán por perdernos a todos!
Místico: ¡Escuchá! (Lee de su libro, velozmente) “¡Todo ratón que se
precie de tal, debe cumplir con los deberes piadosos, pues de lo
contrario será condenado a morir en una trampera, y…!”
Úrsula: Está bien, ¡basta ya!
Místico: Lo has oído. Está escrito.
Úrsula: ¿Y aunque así fuera, estás dispuesto a dilapidar lo poco que nos
queda, en pos de estúpidas manías?
Místico: El ejercicio de la caridad hará por sí mismo que como recompensa
obtengamos mucho más que lo que necesitamos.
Úrsula: ¡Escuchá vos, idiota, no se te puede permitir que vayas por ahí,
bajo el riesgo de dejarnos caer en las garras del opresor!
Místico: La fe que me acompaña hará que jamás ocurra algo semejante.
Úrsula: ¿Y qué harías si te atraparan?
Místico: Si así fuera, me encomiendo a mi fe.
Úrsula: ¿Te olvidás acaso de que podrían llegar a extraerte la información
de nuestro paradero y las actividades que tenemos planeadas?
Místico: Nunca rebelaría tales cosas.
Úrsula: ¡Imbécil, bajo el peso de la tortura confesarías todo!
Místico: ¡No habrá torturas que me hagan confesar!
Úrsula: ¡Así dijeron otros y sin embargo hablaron!
Místico: No obstante, ya lo ves, estamos aquí, a salvo.
Úrsula: ¡¿Y no sabés acaso, que si pudimos sobrevivir fue tan sólo
porque alguien nos puso en aviso?!
Místico: ¡Esas son habladurías!
Úrsula: Es la verdad. ¡Hubo información que se filtró!
Místico: Yo no estoy a favor del espionaje.
Úrsula: ¡Místico! ¡Tenés que escucharme! ¡Yo pude haberte dejado fuera
de la tripulación!
Místico: ¡No sigas! ¡Que no tenés tanta influencia contra mí! ¡De ser
así, ya me hubieras hecho a un lado sin más miramientos!
Úrsula: ¡Místico! ¡Tenés que comprender que ahora soy aquí la única
sensata y que te estoy exigiendo cordura!
Místico: Como quieras, pero es sólo un dientecito…
14

Úrsula: ¡Oh, mil veces imbécil, seguís con tu infame capricho! ¡Querés
perdernos a todos!
Místico: ¡No, no se trata de eso! ¡Se trata solamente de un dientecito!
Úrsula: Pues bien, llamaré a los guardias.
Místico: Ni siquiera lo intentes. Pensá que si hasta ahora mi voz calló,
eso no significa que haya de ser para siempre. ¡Yo también puedo
invocar a mis guardias!
Úrsula: ¿Qué estás diciendo?
Místico: ¡No finjas más, usurpadora! ¡¿No te alcanza con ser una déspota
que me ha robado el gobierno mediante una banda de piratas?!
Úrsula: ¡¿Qué decís?! ¡Es el pueblo, el que decidió!
Místico: Entonces, quedate con esa mentira de tu pueblo y no me obligues
a alzar la voz, porque la mayor parte de la población no está de tu
lado, y ahora mismo te lo demostraría, de no ser que debo partir ya
mismo, por lo tanto, ahorrate el disgusto de llamar a esos guardias.
A mi regreso habrá una votación democrática ¡Volveré a ocupar el
poder, y basta de hambre!... ¡Y ya me voy. Se me hace muy tarde
para seguir discutiendo con un tirana!
Úrsula: Bueno, hermano, si se trata de un dientecito,
nada más, puedo decirte que podría cambiar de parecer, pero,
con todo respeto, te suplico que me escuches y tengas en cuenta que
toda nuestra seguridad ahora depende de tu suerte, querido Místico,
por eso te ruego que tengas a bien aceptar un consejo...
Místico: Pues bien, ¿cuál?
Úrsula: Ya que con sagacidad deberás recorrer el camino y mantenerte
alerta, no puedo menos que ofrecerte esto…
Místico: ¿Qué es?
Úrsula: (Extrae una pastilla) Es algo que siempre conservo. Es sumamente
costosa y sólo yo la tengo. Te brindará increíble lucidez y energía. Deberás
ingerirla ni bien te dispongas a partir.
Místico: (La acepta) Está bien, te haré caso (Intenta salir)
Úrsula: Esperá, tomá esta otra como refuerzo. Es importante para todos
nosotros. Haceme caso, y no te olvides.
Místico: Gracias, y hasta más ver.
Úrsula: ¡Las mejor de las suertes, hermano! (Sale. Entran Aníbal y Félix,
a ocupar su puesto de guardias).
Félix: ¿Hermano, vos creés que esto puede durar mucho?
Aníbal: ¿Te atrevés a dudarlo?
Félix: ¿No viste la disconformidad en las caras de las gentes y en sus
comentarios? ¿No escuchaste lo que dicen?
Aníbal: ¿Querés una ración extra?
Rélix: ¡Oh, sí! (El otro le arroja un cubo de comida que éste mordisquea).
Aníbal: ¿Qué decían ésos?
15

Félix: ¡Viva Úrsula! (Entran en ese instante César y Elpidio).


Elpidio: ¡Mirá! ¡Ese está comiendo y nos hablan de planes de ayuno!
Aníbal: ¡¿A vos qué te importa, traidor?!
César: ¡Ya verás! (Comienzan a luchar. En ese instante entra Úrsula).
Úrsula: ¡¿Pero qué es esto?! ¡¿Peleándose entre hermanos?! (A César
y Elpidio) ¡Ustedes quietos, quietos de una vez! Agradezcan a mi
infinita piedad de que no los mande encarcelar y sepan que en este
momento han dejado de ser mis soldados. ¡Depongan las armas!
Elpidio: Pero...
Úrsula: ¿No me oyeron? ¡Depongan ya sus armas! (Los dos se muestran
consternados .)
Los otros: ¡Obedezcan ya! (Arrebatan las armas; Úrsula también toma
una).
Úrsula: (Los amenaza) ¡Y ahora fuera! ¡Fuera de mi presencia! (Salen
velozmente) … No creo que a éstos les queden más ganas de sublevarse;
y a vos, ¿cómo se te ocurre comer públicamente?
Félix: Oh, perdón, perdón por mi descuido, amada líder (Se arroja de
rodillas a ella).
Úrsula: ¡Está bien! No puedo perder tiempo. Los necesito con urgencia.
Aníbal: ¡A tus órdenes, soberana!
Úrsula: Se trata de que hay algo que me inquieta, y no me refiero a
Místico. Es otra cosa. Como habrán observado, mi hijo anda detrás
de esa maldita rata blanca. ¿Saben acaso qué ha hecho, en su afán
por agradarle?
Ambos: ¡¿Oh, no, qué?!
Úrsula: ¡Pues ha llegado a cometer el delito de robar provisiones con el
fin de entregárselas!
Ambos: ¡¿Oh, es posible?!
Úrsula: Sí, esa es la pavorosa realidad, y tendrán ustedes que comprobar
que en este caso mi dolor de madre no impedirá que se administre
la debida justicia para así demostrar a todos que no incurro en favoritismos.
Félix: ¡Oh, no! ¿A quién se le ocurriría pensar en tal cosa?
Úrsula: A quien fuese, y por tratarse de la primera vez, he decidido que
podría castigarlo solamente con unos cuantos meses de prisión. De
esta manera soy fiel a los decretos de ley que algún día redactaré.
Aníbal: ¡Si, sí! ¡Es un proceder justo!
Úrsula: Debido a esto necesito que gente de mi confianza lo arreste y
que todo quede en el mayor secreto. Por eso he pensado en ustedes,
¿de acuerdo?
Ambos: ¡Oh, sí, sí!
Úrsula: ¡Ah!, y ruego que todo sea lejos de mi presencia. El amor maternal
que me habita podría hacer que me arrepintiera y no quiero mostrar mi
debilidad ante mis subordinados.
16

Félix: ¡Oh, Gran Líder, así lo haremos y no sabés cómo lamentamos tan
amarga tarea!
Úrsula: Bueno, no se consternen, la ley es la ley.
Aníbal: Así lo entenderemos.
Úrsula: Y esta noche, cuando la infame rata blanca tenga su primer
celo, se verá sin la presencia de su cómplice. ¡Encierren a Martín
cuanto antes y que ella viva su celo en libertad!
Aníbal: ¡Oh, pregonera de la libertad, tus órdenes para nosotros son
sagradas!
Félix: ¡Si, sí!
Úrsula: Confío entonces en sus manos. Hasta luego, mis guardias.
Aníbal: Hasta luego, soberana (Ella sale).
Félix: ¿Vos qué pensás?
Aníbal: ¿Acerca de qué?
Félix: De que hay algo sospechoso en el proceder de ella.
Aníbal: ¡¿Por qué lo decís?!
Félix: Por eso de que quiere arrestar a su propio hijo… ¿No te parece
algo extraño?
Aníbal: Jamás ninguna decisión de nuestra conductora me parecerá
extraña.
Félix: ¡Habla de robo! ¡¿Más de lo que hemos robado nosotros?!
Aníbal: ¿Qué decís? ¡Nosotros no hemos robado nada!
Félix: Perdón hermano, perdón por desbordarme, pero lo que yo quiero
decir es que todo, todo, me resulta extremadamente extraño.
Aníbal: ¡¿Es que acaso querés una ración doble?!
Félix: ¡Sí, sí, eso es lo que quiero!
Aníbal: (Lo golpea) ¡Entonces tomá, tomá!
Martín: (En ese instante llega e intenta separarlos). ¡¿Oh, buena gente,
qué sucede, qué sucede?!, (Ambos se arrojan sobre él, sujetándolo)
¡¡Ay!! ¡¿Qué sucede, qué sucede?!
Aníbal: ¡Silencio! ¡Hay orden de llevarte detenido!
Martín: ¡¿Quién lo ha ordenado?!
Félix: Tu madre.
Martín: ¡Por Dios! ¡¿Qué razones puede invocar ella para cometer un
acto así?!
Aníbal: Ya se te explicarán. ¡Andando!
Martín: ¡¡No, no!!
Félix y Aníbal: ¡Andando! (Lo llevan por la fuerza).
Escena siguiente: Entra Lucila, quien se arrodilla decididamente en
el centro del escenario. Monologa en medio de un intenso fervor.
Lucila: Esta noche la Luna brilla, el luminoso Sol ya se ha ocultado.
Esta noche brillan las estrellas; los cometas en general suman su
esplendor al aire astral que también destella... (Transición)... Todo eso allá
17

arriba; aquí abajo es mi cuerpo una brasa ardiente... El deseo llega


cual torbellino y parte como anticiclón arrasante; aúllan los árboles,
claman los peces, rugen los mares, la primavera toda se ruboriza, el
verano hace nido en mis senos exaltados, los trabajadores acaso se
sientan turbados, el ciclón se expande, cruza montañas, glaciares y
mares... ¿Se salvará acaso la miserable hierba, el más insignificante
insecto que acaso transite en ella? ¡Mi pelvis brama! ¡Ratones llaman a
mis zonas erógenas! ¡Ratones! ¡Sólo quiero ratones!... ¡Que crucen
los ríos, los volcanes, los continentes todos! ¡Mi cuerpo no puede
contener esta llama y mi mente sólo tiene ratones! ¡¡Ratones
quiero, ratones tengo, ratones y más ratones!! (Aparecen los personajes
masculinos, que se arrojan a ella) ¡ratones! ¡ratones! ¡Ah! ¡¡Ahora
comprendo!! (Apagón).
Escena siguiente: Entra César.
César: ¡Hermano, hermano!
Elpidio: (Aparece) Aquí estoy. ¿Encontraste alimento?
César: Tan sólo un trocito de descarte. (Lo parte por la mitad y convida
al otro).
Elpidio: Gracias, algo es algo. Yo no tengo novedades.
César: ¡En cambio,yo… no sabés lo que he visto!
Elpidio: ¡¿Qué?!
César: Andaba yo camino del basural mayor, cuando me pareció reconocer
a Místico en ese lugar…
Elpidio: ¡¿Místico por ahí?!
César: ¡Exactamente! También a mí me sorprendió que se hubiese
aventurado hasta esos sitios.
Elpidio: ¡Cerca de las ratas prostibularias!
César: ¡Cierto! Y fue así, que tratando de contarle sobre tu situación y
la mía, quise acercarme.
Elpidio: ¿Y te escuchó?
César: ¡Pues verás!... Indescriptible fue mi sorpresa cuando lo encontré
tambaleándose, tratando de decir cosas incomprensibles, y ya casi dormido.
Elpidio: ¡¿Es posible?!
César: Sí, es posible, hermano, he contemplado a Místico en estado de
embriaguez avanzada. ¡Y allí nomás se quedó tendido!
Elpidio: ¡Místico! ¡Y pensar que anteriormente…!
César: Pues ahora sabemos por qué lugares pernocta... El único remedio
será tratar de que Úrsula nos perdone, o de lo contrario moriremos de
hambre...
Elpidio: ¡Oh! ¡¡Aquí se acerca un cortejo fúnebre!!
Aníbal y Félix traen el cuerpo de Místico en una litera. Detrás de
ellos marcha Úrsula de luto, quien se detiene en medio del escenario.
Úrsula: ¡Ah, querido hermano! ¡Qué terrible calamidad es tener que
18

soportar tu partida!¡La partida de un ser tan amado por todos nosotros,


y único guía espiritual! Sólo espero que desde el Más Allá escuches la
voz, el llanto de tu hermana, y también el de esta multitud de fieles, para
que sepas que nunca habremos de olvidarte y lamentar que ya no
puedas acompañarnos en nuestra causa... (Observa a César y Elpidio)
¡Oh, indigentes presentes! Han de saber que agradezco con
toda el alma el hecho de que se hallan llegado hasta aquí para alcanzarme
vuestro consuelo a tan incomprensible muerte!
Elpidio: ¿Incomprensible, dice?
Úrsula: ¿Es que acaso saben algo?
César: No, no. No son más que suposiciones.
Elpidio: ¡Sí, sabe! ¡Anoche vio a Místico totalmente borracho y no pudo
entender qué es lo que quería decirle!
Úrsula: ¡Oh, amados míos!... Nunca hubiera querido yo que se descubriera
que nuestro adorado Místico era afecto a los alcoholes, y a tal punto, que
llegaran a provocarle esta crisis fatal, pero ya que han sido testigos, los
bendigo por el aliviarme de este cruel secreto y puedo decirles también que
han de saber que en este momento mi piedad es tanta que volveré a
incorporarlos a mis filas.
Aníbal y Félix: (Se quejan) ¡Eh! ¡Pero!...
Úrsula: ¡Sí, sí! ¡Así lo ordeno!
César y Elpidio: ¡Gracias, gracias y a tus órdenes, Soberana!
Úrsula: Y yo, una vez más, agradezco a todos ustedes presentes!... Y
dicho ya todo esto... Pueden ir a tirarlo por ahí. (Salen Aníbal y Félix con la
litera. Quedan César y Elpidio junto a Úrsula).
César: ¡Oh, Ursula! Una vez más glorificamos tu compasión hacia
nosotros.
Úrsula: Está bien, está bien, ahora pido que me dejen a solas con
mi dolor (Ellos se retiran luego de una reverencia Úrsula se dirige
a un escondite de donde extrae un trozo de comida que se dispone
a mordisquear apresuradamente. En ese instante oye que alguien
se acerca, y trata de disimular).
Martín: (Entra) ¡Madre! ¡Oh! ¡Madre!
Úrsula: (Arrojándose a sus pies) ¡Hijo, hijo mío! ¡No sabés cuánto
te extrañé!
Martín: ¡¿Oh, madre, dices eso cuando me arrojaste a aquel oscuro
calabozo?! ¡Mi alma abochornada aún no puede comprenderlo!
Úrsula: ¡Querido hijo de mis entrañas! ¡Tenés que entenderlo y
perdonarme! Tomé tan aciaga decisión porque el pueblo me obligó
a ello ante el riesgo de sufrir horrendas humillaciones. Toda la culpa
fue de Místico...
Martín: ¡¿Místico?!
Úrsula: ¡Oh, sí! Antes de morir dejó un documento firmado por él, donde
19

te involucraba en el robo de alimentos. Consultado el almacenamiento,


el robo pudo constatarse y ya no encontré argumentos para defenderte. ¡Me
acusaron de parcialidad por tratarse de mi propio hijo! ¡¿Comprendés
ahora?!
Martín: ¡¿Pero Místico, qué razones podría tener para proceder así?!
Úrsula: ¡Oh! ¡¿No sabés acaso que en realidad, detrás de él se ocultaba
un intrigante, y vos, mi pequeño, debiste pagar por esa infamia?! Ruego a
tu tierno corazón que perdone el haberme visto obligada a castigarte tan
injustamente...¡Todo este tiempo ha sido de dolor y llanto también para mí!
Martín: ¿Decís eso y creés que con lamentos podrás librarte de tus culpas?
Úrsula: ¡¿Oh, hijo mío, a qué te refieres?!
Martín: ¡¿Y me lo preguntás?! El hecho de que ni vos ni nadie se haya
acercado a esa siniestra celda durante todo este largo tiempo, ¿no te dice
nada?
Úrsula: ¡Oh! ¡El dolor me impedía verte en esas condiciones! ¡Tenés
que comprenderlo, mi querubín! En cuanto a los demás, ellos tampoco
han querido que vos, al saberte observado, te sintieses aún más
avergonzado. Podés creer que te aman de verdad.
Martín: ¡Hablás así, cuando lo que más necesitaba era esa presencia y tus
señales de afecto!
Úrsula: ¡¿Oh, no interpretás acaso mis palabras?!
Martín: Verdaderamente, madre, oscuras son las razones que invocás ante
todo ese proceder, pero lo que más me extraña es que no se haya
acercado...
Úrsula: ¿Quién?
Martín: Ahora puedo decirlo. Hablo de Lucila, mi mujer.
Úrsula: ¡¿Lucila, tu mujer?!
Martín: Sí, nos casamos en secreto. ¡¿Es que ella no se cansó de preguntar
por mí?!
Úrsula: ¿Qué?¡Esa jamás hubiese tenido el coraje de mostrarse!
Martín: ¡Oh, Lucila! Tengo que encontrarla. ¡Temo que le haya sucedido
algo!
Úrsula: (Socarrona) ¿Vos creés? (En ese instante comienzan a volar
bultos, de un extremo hacia otro. Esto se repite en Ambos sentidos
una y otra vez).
Martín: ¡Por Dios! ¡¿Qué es esto?!
Úrsula: ¡Precisamente, eso tiene que ver con ella!
Martín: ¡No comprendo!
Úrsula: ¡Oh, sí! En este momento se encuentra dando a luz. ¡Esto que ves
son las crías que irrumpen de propio su vientre!
Martín: ¡¿De su vientre?! ¡¿Pero qué estás diciendo?!
Úrsula: ¿Es que no entendés?
Martín: ¡Oh, no! ¡No puede ser! (Sale velozmente).
20

Úrsula: ¡Guardias!
Félix: ¿Llamabas, Gran Jefa?
Úrsula: Te encomiendo que sigas de cerca los pasos de mi hijo y
luego enviame a los otros.
Félix: A tus órdenes (Sale velozmente).
Úrsula: Bueno, a continuar con lo mío (Toma lo que había guardado y se
dispone a comer nuevamente. Llegan César y Elpidio. Apenas si
ella vuelve a tener tiempo para esconder otra vez).
César: ¡Oh, soberana! ¿Nos mandaste llamar?
Úrsula: Así es. Quiero que comprendan que con mi conmiseración se
ha restablecido mi confianza hacia ustedes, y por eso debo decirles
que está llegando el momento en que podré darles las directivas finales
para nuestro asalto. (A Elpidio).Tomá el plano del camino a seguir. Te
encomiendo guardarlo con esmero. Partiremos mañana mismo.
Aníbal: (Entra, seguido por Félix) ¡Úrsula, ratones presentes!
Úrsula: ¡¿Qué sucede?!
Aníbal: ¡Ha ocurrido algo atroz!
Úrsula: ¡Hablá ya!
Félix: ¡Tu hijo…!
Úrsula: ¡¿Qué?!
Aníbal: Tu hijo, luego de encontrar a Lucila en medio de su múltiple
alumbramiento, huyó desesperado sin que pudiésemos alcanzarlo,
y a consecuencia de eso fue a caer en las garras del
innombrable (Conmoción en los presentes. César y Elpidio salen
rápidamente).
Úrsula: ¡Oh! ¡No es posible!! ¡¡No es posible!! ¡¿Cómo es que no lograron
sujetarlo?!
Aníbal: ¡Es que hay algo peor! ¡Él se arrojó voluntariamente!
Úrsula: ¡¿Voluntariamente decís?! ¡¿Voluntariamente?! ¡¡Ay!! ¡¡Maldito
sea por haber manchado así mi linaje!!
Félix: ¡¿No te entristece, oh, soberana, el destino de tu hijo?!
Úrsula: ¡¡Oh, infamia!! ¡¿Cómo habría de entristecerme su vil cobardía al
no saber sobreponerse a la traición de esa inmunda rata y entregarse
nada menos que al tan maldecido enemigo que ya habrá cebado bien
sus dientes?!
Aníbal: (Se postra ante ella) ¡Por Dios, serenidad, Úrsula, seguramente
es el dolor, el que te hace hablar así!
Úrsula: ¡Apártense, imbéciles! Esta noche también habrá
funeral. ¡Pero esta vez será de agravio!
Félix: ¡Oh! ¡Ahí traen sus restos! (Entran César y Elpidio con una
litera. Úrsula toma lo único que se encuentra sobre ella, las orejas
de Martín. Sin que ésta lo note, se acerca Lucila con paso apesadumbrado,
arrastrando una bolsa llena).
21

Úrsula: ¡Oh, ciudadanos presentes! Aquí tienen los restos de un cobarde


y traidor a su patria! ¡Martín, mi propio hijo, se ha entregado,
anotando nuevos lauros a los dientes del monstruo! ¡Repudiemos ya
mismo su memoria con todas nuestras fuerzas para recordar que
nunca se debe morir indignamente!
Lucila: ¡Un momento, por favor! ¡¿Decís que son los restos de
Martín, a quien tanto he adorado?! (Se aferra a las orejas) ¡Oh, mi
Martín!...
Úrsula: ¡Pérfida! ¡Si en algo lo hubieras amado, no lo hubieses arrastrado
a la bajeza en donde lo hundiste!
Lucila: ¡Nada sabía de él! ¡¿Dónde se hallaba acaso?!
Úrsula: ¡¿Es que fingís desconocer que por tu culpa estuvo pasando sus
últimos días en un podrido calabozo?!
Lucila: ¡Oh!, ¿Por mi culpa, dices?
Úrsula: ¡Sí! ¡Él fue sorprendido en el instante en que robaba de nuestro
escaso alimento para dártelo a vos!
Lucila: ¡Oh, mi buen amado! ¡¿Él llegó a robar por mí?!
Úrsula: ¡Y ya ves con qué le has pagado! ¡Nos has infestado con tus
pestilentes criaturas!
Lucila: ¡Mis criaturas! En este momento las tengo en mis manos. ¡Y
junto con ellas me arrojaré al mar!
Úrsula: ¡¿Qué decís, infeliz?!
Lucila: Si tanto nos amamos y por ese amor ha debido morir, yo
también habré de expiar, junto al testimonio de mi oprobio. ¡Sólo espero
que su alma perdone a la mía! (Intenta partir).
Úrsula: ¡Un momento! ¡Sujétenla! ¡No la dejen! (Los ratones le obedecen)
¡Arrebátenle esa bolsa! Nos servirá de alimento…
¡Ahora suéltenla! (Lucila sale de escena profiriendo un grito. Los
demás la siguen con la mirada. Ella emite un alarido final)... Así,
muy bien, fue a terminar sus días en un cazagañotes (A Aníbal y Félix)
¡Arrojen su cuerpo a la caldera! ¡Esos, ni en el Más Allá se van
a encontrar! (Sale de escena precedida por Aníbal y Félix. Quedan
solamente César y Elpidio).
César: Ella nunca dejó entrever que íbamos a terminar en el canibalismo.
Elpidio: Pero es una rata de agallas, ya viste cómo nadie osa oponerse
a sus decisiones.
César: Cierto. La confusión es general. Antes era Místico quien se ocupaba
de decir qué era lo que estaba bien y lo que estaba mal... Bueno,
mejor olvidarlo... ¿A qué hora está planeado el copamiento?
Elpidio: Será mañana a la medianoche. Nosotros encabezaremos el
comando. Y quiero decirte algo... Tengo miedo, pienso que seremos
carne de cañón.
César: Sí, hay algo en todo esto, que me intriga... Dame el mapa (Elpidio
22

se lo entrega. César lo observa)


Elpidio: ¿En qué estás pensando?
César: ¿Me jurás guardar un secreto?
Elpidio: ¡Por supuesto!
César: Pues bien, esta misma noche pienso recorrer este camino.
Elpidio: ¿Pensás anticiparte? ¿Para qué?
César: ¿Te olvidás acaso que mis inquietudes de explorador me han
llevado por senderos muy lejanos?
Elpidio: ¿Y bien?
César: Pues que mi memoria no alcanza a registrar ciertos lugares
aquí indicados, o lo que es lo mismo, temo que el camino esté equivocado.
Elpidio: Mejor hablemos de otra cosa…
César: Como quieras, pero esta noche saldré a inspeccionar.
Elpidio: ¡Pensá en los peligros que podés correr!
César: ¿Eso quiere decir que no vas a acompañarme?
Elpidio: ¿Yo? ¡No entiendo para qué!
César: ¿Es que no comprendés mi temor de que iremos mal orientados?
Elpidio: ¡Por ley está prohibido escuchar quejas sobre ineficiencias! ¡Eso
es traición a la patria!
César: No me escuches si no querés, pero el recuerdo de tu cobardía me
servirá para armarme de mayor valor.
Elpidio: ¡Pero hermano, reflexioná, hermano! (El otro sale decidido
con el plano).
Entran Félix y Aníbal
Félix: Elpidio, Úrsula solicita el plano de la expedición.
Elpidio: ¿El plano? ¿Decís el plano de la expedición…el plano…?
Aníbal: Sí, vamos, dámelo.
Elpidio: ¿Pero... están seguros de que lo guardé yo?
Aníbal: No pretendas hacerte el idiota. Se te confió a vos.
Elpidio: (Finge buscar en sus bolsillos) ¡Pues, la verdad, no lo tengo!
Félix: ¡Dice que no lo tiene! ¡Traición! ¡Esto es traición!
Elpidio: ¡No. no!
Aníbal: (Desenfundando armas) ¡Llevémoslo ante la jefa!
Elpidio: ¡No, no, déjenme que les explique!
Félix: ¡Vamos! ¡Vamos! (lo llevan).
Úrsula: (Entra con la panza muy crecida. Se encuentra muy mal)
¡¡Ah, oh, mi estómago ha soportado mucho más de lo que podía!!
¡¿Por qué tanto?! ¡¿Por qué soportar tanto?! (Llegan Los otros).
Aníbal: ¡Úrsula!... ¡¿Qué sucede?!
Úrsula: ¡Mi estómago hambriento ha comenzado a inflamarse!
Félix: ¡Podrías haber recurrido a las provisiones secretas!
Úrsula: ¡No! ¡Ya saben que jamás lo haría!… ¿Para qué me buscan?
Aníbal: (Por Elpidio) ¡Este dice haber perdido el plano!
23

Úrsula: ¡¿El plano del copamiento?! ¡Ayyy! ¡¡Traición!! ¡¡Traición!!


¡¡Conspiración!! ¡Enciérrenlo y que sea condenado ya !!
Elpidio: (Es sujetado y llevado por Aníbal) ¡¡No, no!!
Félix: (A Úursula, quien continúa con la mano en su vientre, expresando
su malestar) ¡Cumpliremos con tu orden, Gran Jefa y te rogamos
que no te olvides de comer! (Sale).
Úrsula: (Se siente aún más afectada, saliendo por rumbo diferente)
¡¡Ohh!!
Escena siguiente: entra César sigilosamente, acompañado por
Elpidio, que todavía conserva alguna cadena.
Elpidio: ¡Hermano, tengo mucho miedo!
César: No temas. La alegría de que yo les haya devuelto el plano los
mantendrá distraídos.
Elpidio: ¡Pensar que por tu culpa me veo en una situación así!
César: A mí también me buscarán cuando encuentren al guardián
amordazado.
Elpidio: ¿Pero para qué, para qué todo esto?
César: ¡Te diré lo que he descubierto!
Elpidio: ¿Algo que pueda salvarnos?
César: ¡Pues verás! Como presentía, el mapa que Úrsula dice que es
verdadero, el que yo seguí, en realidad es absolutamente falso.
Elpidio: ¿Y nosotros, qué podemos hacer?
César: ¡Dejar de escondernos! Debemos informar ya mismo a toda la
comunidad.
Elpidio: ¡No, hermano, es peligroso!
César: ¡Es que no podemos callar! ¡Hay que llamarlos! (Lo intenta)
¡Ratones, eh, ratones, aquí, ratones! (Se acercan Aníbal y
Félix).
Aníbal: ¡Los prófugos! (Despliega su arma) ¡Quietos!
César: ¡No! ¡No opondremos resistencia! ¡Tenemos que comunicarles
algo gravísimo!
Félix: ¡Lo harán frente a nuestra jefa!
César: ¡Un momento! ¡Es a ustedes a quien va dirigido, y esto es de
vida o muerte!
Félix: ¡¿Qué estás diciendo?!
Elpidio: ¡Tienen que creerle! ¡Dice la verdad!
Félix: ¿Pero qué dice?
Aníbal: ¡Que hable de una vez!
César: ¡Escuchen, amigos! ¡Esta noche y con honda desazón he
comprobado que el plano que deberíamos seguir mañana es totalmente
falso y por lo tanto nos llevará a una muerte segura!
Félix: ¡¿Cómo te atrevés?!
César: ¡Deben creerme, hermanos, yo no arriesgaría así mi pellejo, si
24

no fuera por la seguridad de todos!


Elpidio: ¡Es cierto, es cierto!
Aníbal: ¡Ni una sola palabra más! Tendrás que saber, ingenuo, infeliz,
que nuestra conductora puso adrede el mapa falso en las manos de
ustedes porque quiso probar sus lealtades, y hemos podido comprobar
que no se ha equivocado. ¡Han desobedecido! ¡Han blasfemado
y conspirado!
César: ¡Oh, no!
Elpidio. ¡Viste, hermano, por tu culpa!...
Aníbal: ¡Pues andando! Los llevaremos ante ella. ¡Tendrá mucho gusto
en roerles los ojos!
César: ¡Falso! ¡Todo falso!
Félix: ¡Silencio ya!
Elpidio: ¡Socorro! ¡Ayuda!
Aníbal: ¡¿Delirás, imbécil?! Ya nadie podrá ayudarte (En ese instante
se hace presente el espectro de Místico).
Místico: ¡Sí! ¡yo puedo hacerlo! (Todos se alarman en sobremanera).
Félix: ¡¿Qué es esto?!
Místico: No se asombren, queridos hijos. ¡Vuelvo desde el Más Allá para
aclarar esta confusa situación que los enfrenta entre hermanos!
César: ¡Oh! ¡¿Vos podrías salvarnos?!
Místico: Así es, pero te aclaro que jamás he bebido alcohol.
Aníbal: ¿Has regresado para decirnos eso?
Místico: ¡Oh, no habría de tomarme semejante trabajo por una simple
cuestión etílica!
Elpidio: ¡Ya lo decía yo!
Félix: ¡Y yo!
César: ¡Hablá cuanto antes, necesitamos que nos digas…!
Aníbal: (A César) ¡Callate y dejalo hablar!
Místico: ¡Calma, calma, jóvenes, guarden calma como para conocer mi
ventura! ¡Ruego que me escuchéis con atención!
Ratones: Somos todos orejas.
Místico: Pues bien. ¡Habrán de saber que andando yo en camino, ingerí
un veneno que Úrsula me suministró y eso fue lo que causó mi
muerte!
Aníbal: ¡¿Qué decís?!
Elpidio: ¡¡Esto es demasiado!!
Místico: ¡Moderen ansiedades! Les ruego que guarden silencio.
César: ¡Sí, que prosiga!
Místico: Desde el Más Allá y pese a la distancia física, jamás estuve lejos,
y más aún, me mantuve siempre atento a los vaivenes de la nave. Es así que
puedo decir que dentro de pocas horas este barco será hundido de
25

exprofeso, y cómo todos saben, las ratas son las primeras en arrojarse al
mar. Ellos, los enemigos, partirán en otra nave, y de allí nuevamente a
tierra firme juntamente con la jefa, mientras que a todos ustedes no les
cabrá otro destino que el de ahogarse. ¡Es por eso que les aconsejo que
dejen de confiar en ella y se pongan a salvo cuanto antes!
César: ¡Oh! ¡Místico, rogamos a tu excelsa bondad que nos indique de
qué manera podremos salvarnos!
Místico: Nunca deberán arrojarse al Mar...Les puedo decir que en este
momento, el enemigo en su totalidad se ha dormido profundamente.
Conviene que se apoderen cuanto antes de sus botes y que nuestra
población vaya hacia tierra firme. Cuiden además que esa maldita no llegue
a dar la alarma.
Aníbal: ¡Oh, Místico! ¡¿Tendremos suerte en tan arriesgada empresa?!
Místico: Se trata solamente de que tengan valor. ¡Yo, ya de lejos,
trataré de iluminarlos!
Félix: ¡Gracias, gracias, Místico!
Elpidio: ¡Oh, Místico, no sabes cuánto te amamos!
Místico: Solamente es un deber que estoy cumpliendo. Ahora ya
debo decirles adiós. Los guiaré desde allá arriba.
Félix: ¿Desde el mástil?
Aníbal: ¡Callate, idiota!
Místico: ¡Adiós, adiós!
Aníbal: ¡Adiós, Místico y gracias por existir, por no existir y después
volver a existir!
Místico: ¡Adiós, adiós, valientes muchachos! (Desaparece).
Aníbal: (A Félix) ¡Ahora a Úrsula! (Salen rápidamente; detrás de éstos,
César y Elpidio).
Escena siguiente: Entra Úrsula con el vientre sumamente hinchado,
y ya arrastrándose.
Úrsula: ¡Ah, oh, ah! ¿Por qué habré comido tantas inmundas crías?
(Entran Aníbal y Félix).
Félix: ¿Hablabas de comer?
Úrsula: ¡Oh, oh! ¡Es mi mal, que me hace delirar!
Aníbal: ¿No creés que tu mal debiera estar bajo control?
Úrsula: No hay ningún médico en la tripulación (Entran César y Elpidio).
César: ¡Por eso mismo te controlaremos con cadenas! (Comienzan a
atarla).
Úrsula: ¡Oh! ¡Suéltenme! ¡Suéltenme! ¡¿Qué tratamiento es éste?!
Elpidio: ¡Callate de una vez! ¡Ya sabemos que la principal asesina sos vos!
Úrsula: ¡Pero por Dios! ¡¿Qué les pasa?!
Félix: No finjas más. El espectro de Místico nos contó todo.
Úrsula: ¿Y ustedes creen en fantasmas?
Aníbal: ¡Basta! ¡Atenla lo mejor posible!
26

Úrsula: ¡Un momento, por piedad! ¡Me muero de sed! ¡Alcáncenme mi

cantimplora!
César: (Toma el objeto pedido) ¡Dice que es una cantimplora y es un
transmisor! (Lo desarticula y lo arroja) (A Úrsula) ¿Qué podés
intentar ahora?
Úrsula: ¿Y bien, qué pensaban? ¡¿Creían en las causas justas?! ¡Las
causas justas no existen!
Aníbal: ¡Existirán mientras no se mezclen traidores!
Úrsula: ¡Imbécil! ¡No hay causas justas ni traidores! ¡Solamente hay
posibles o imposibles!
César: (Continúan encadenándola) ¡Para nosotros será posible!
Úrsula: ¡Pobre iluso! ¿No sabés acaso que esta guerra es una mentira?
¡De nada sirve que peleen ratones con felinos, cuando el verdadero
enemigo otro, y contra él nunca podrán alcanzar las armas!
Aníbal: (La castiga) ¡¡Callate, harpía!! ¡Tu misión era entregarnos al
fondo del mar!
César: (También la castiga) ¡Una nueva flautista! ¿Esa era nuestra jefa?
Úrsula: ¡El enemigo es otro! ¡No importa quien gane o quien pierda!
¡Ni siquiera yo he tenido mi vida asegurada!
Félix: ¡Pero habías pensado terminar con la nuestra!
Úrsula: ¡¡El enemigo es otro!!
César: ¡Atentos!... ¡¡Ya tengo el presentimiento de que la nave se hunde!!
Los otros: ¡Y yo!
Aníbal: ¡Vamos! (Salen)
Úrsula: (Sola) ¡Eh! ¡desátenme, por el amor de Dios! ¡Desátenme, canallas!
¡Si pudiera alcanzar! ¡El transmisor! ¡¿Qué maldición
tan atroz ha caído sobre mí?! ¡¿Por qué habré comido tanto?! ¡¡Oh,
socorro!!... (Se arrastra todo lo que puede hacia el transmisor) ¡Oh,
Gran Rata Global, si puedes oírme, sálvame, no puedes dejar
sola a tu agente! ¡Iba a llevar a mí pueblo al exterminio! ¡Gran Rata
Suprema, escúchame, ayúdame, porque sí no me ayudas esta vez,
ya no vas a encontrar quien apoye tu causa! ¡Agua!...
¡Tengo sed y el agua ya me acecha!... ¡Me queda solo el orgullo!
¡El orgullo de haber sido una traidora! ¡He luchado para que el
enemigo siga matando, y mi muerte es heroica! ¡Úrsula, la gran
Úrsula, inmoló su vida en pos de un ideal! ¡De un ideal de exterminio!
¡Si pudiera por lo menos recibir los Sacramentos!... ¡Los Sacramentos!
¡¡Místico, vuelve y adminístramelos!!...No... ¡No vuelves! ¿Cómo cumpliré
con mi fe? ¡No importa! ¡En esta circunstancia, yo,
Úrsula, determino que mi alma es noble y pura! ¡Noble y pura a la
traición! ¡¿Por qué habré comido tanto?! ¡Voy a reventar antes de
ahogarme y esto es más ruin!¡Voy a morir como una rata!! ¡¡Socorro!!
27

(Muere. La iluminación se concentra ahora sobre el espectro de Místico)


Místico: Si la gota derramada hizo estallar el vaso, grande fue el daño
acaso, mas, con certeza sentencio, que el resto jamás será silencio.

FINAL
(1985)
AUTOR: Carlos Cazila
+54911-4172-8732 (móvil) +54911-4374-2841 (fijo)
carloscazila@gmail.com
mensaje70@yahoo.com.ar

ORIGEN: Argentina

También podría gustarte