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LA VIDA HOMICIDA

Reparto de Personajes
ABOGADO: Abogado de Martín.

AGUSTÍN: Amigo de Martín.


ANCIANO: Compañero de habitación de
Martín.

ENFERMERA:

FISCAL:

HIJA DEL ANCIANO:


JUEZ:

MARTA: Mujer de Agustín.

MARTÍN: Protagonista.

MÉDICO:
PAULA: Novia de Martín.

POLICÍA 1:

POLICÍA 2:
ACTO I

Escena 1

Aparece un estudio o habitación con una ventana


a un lado del escenario y una puerta de entrada
al otro lado. En la mitad hay una mesa con tres
sillas y, al fondo, una cama. Se abre el telón y
aparecen Martín y Paula en la cama.

PAULA
Te he notado esta noche más frío que nunca al hacer
el amor.
MARTÍN
No puedo estar siempre igual. Todos estamos cambiando
continuamente. En el aparente estatismo de todo hay
oculta una perversa intención de engaño. Vivir no es
sino ir dejando restos de nosotros mismos.
PAULA
Me suena a excusa. ¿Sabes? Das miedo cuando te pones
filosófico. Consigues ser la persona más negativa y
pesimista que conozco.
MARTÍN
¿Y por qué sigues conmigo?, ¿por pena? Nadie te
obliga.

PAULA
(Subiendo el tono por enfado.)
¡Por amor, si tu corazón duro como una piedra puede
entenderlo! Últimamente, no paras de filtrar los
sentimientos por tu fría y racional cabeza. Te quiero
a ti, no a otro. A ese poeta maravilloso de los
primeros tiempos que embelesaba hasta a los ángeles.
MARTÍN
(Meditabundo.)
Ese poeta sigue a tu lado, pero no es maravilloso,
sino uno más. No escribe nada especial, porque todo
ha sido ya escrito magistralmente desde la Antigüedad
hasta ahora por geniales personalidades. Como mucho,
aspiro a realizar anotaciones redundantes y más o
menos artísticas a sus titánicas creaciones: la
mayoría de las veces sin apercibirme de ello.
PAULA
(Va poniéndose progresivamente
cariñosa.)
Cariño, en la vida no conviene ser excesivamente
exigente. Vayámonos a vivir juntos. Yo te haré ver la
vida con otros ojos. Estaré al lado del placer y te
lo presentaré. Jamás habrás conocido sensación tan
agradable y su narcótica presencia te hará ver todo
como si fuera una voluble e insinuante ensoñación.
2.

MARTÍN
Paula, eres una mujer excepcional. Sabes que no es
posible lo que me propones. Soy un lobo estepario y
no te haría feliz. Tú lo mereces: busca tu bienestar.
No te comprometas en causas perdidas.

PAULA
(Se levanta bruscamente de la cama y
se viste rápidamente mientras habla de
forma exaltada.)
Odio cuando hablas así. ¿Te crees superior al resto?
¿Necesitas diferenciarte de la gente nadando contra
corriente? No eres un superhombre ni cualquier otra
mandanga que te creas. Estás hecho de la misma
materia sensible que todos. Eres un pellejo repleto
de humores, últimamente malos, con una parte
intangible y divina llamada alma. Sientes a través de
ella emociones y sentimientos al relacionarte con tus
semejantes. Y, si por alguna extraña razón te
aislaras, estarías suicidándote sin saberlo.

MARTÍN
Ya te he dicho que no quiero ser patrimonio de nadie.
Me gustaría estar abierto a conocer otras vidas con
las que enriquecer la mía propia.

PAULA
¡Serás egoísta! ¡¿Me estás diciendo que hasta ahora
me has utilizado como un pañuelo para evolucionar?!,
¡¿crees que puedes limpiarte tus mocos en mí para
desecharme fácilmente cuando quieras?!

MARTÍN
No me malinterpretes. Estoy diciendo que quiero vivir
la vida sin ataduras, al máximo rendimiento, burlando
su dictatorial imperativo biológico que marca en todo
momento qué tenemos que hacer.
PAULA
No entiendo bien lo que dices. Suena a cobardía
masculina y a falta de compromiso, pero dejaré que te
expliques.
MARTÍN
Vosotras, las mujeres...

PAULA
¡No generalices!
MARTÍN
Bueno, una parte de vosotras quiere buscar a un
hombre y formar una familia, como marca la ley
natural.
PAULA
¡¿Y qué hay de malo?! ¿No es normal? (Despechada, con
un aire de reproche.) ¿O acaso tú vienes con otro
propósito más elevado?
3.

MARTÍN
No es eso. Es que no quiero mancharme las manos de
sangre por colaborar con esta absurda y cruel
maquinaria giratoria llamada vida.

PAULA
¿¡Qué tonterías estás diciendo!? Pareces un
perturbado hablando en esos términos. La vida es
maravillosa, es un don de Dios y, por lo tanto, lo
más valioso que poseemos.

MARTÍN
Simplemente entiende que no quiera alimentar la rueda
de la vida con la sangre de mi sangre. Con la mía ya
basta.
PAULA
No te entiendo. Debes de ser un marciano. (Pasando de
un estado tranquilo a otro nervioso en un instante.)
¡¡¡¿No podrías ser un poquito normal?!!! (Llora.)
MARTÍN
(Se levanta, se pone unos pantalones y
se acerca a Paula para consolarla.)
Vamos, Paula, no me hagas sentir mal. Dame un abrazo.
PAULA
¡No me toques! ¡Déjame! ¡Te vas a quedar más solo que
la una! (Se va airada y sollozante dando un portazo.)

MARTÍN
(Mirando y hablándole a la puerta como
si Paula estuviera escuchándolo.)
¡Pero...! ¡No te vayas! ¡No quería...! Tienes razón.
Me estoy quedando solo. La gran tragedia humana es la
soledad. Casi todo lo hacemos por no caer en este
aciago estado: amigos, parejas, hijos, etc. Parece
una sentencia tácita: tú, por ser humano, quedas
condenado de por vida a la sociabilidad. Si no me
acatas, serás castigado duramente con la
despersonalización hasta convertirte en una criatura
inhumana. (Suspira.) En fin... ¿Qué hago con mi vida?
Si tan solo supiera qué hacer con ella... No
encuentro placer en disfrutarla, para mí es como
prolongar una agonía. ¿Acaso no es más piadosa la
pena de muerte que la cadena perpetua? ¿Qué es el ser
humano sin la engañosa esperanza? Todo esto ya no
tiene sentido para mí, me quitaré de en medio y todo
habrá acabado. Al fin y al cabo, un día, con otro
final quizás, sucederá. ¡Es tan lúgubre saber con
antelación cuál será nuestro triste final...!

Se dirige a la ventana, sube un pie al marco y


apoya el otro en el suelo con la intención de
impulsarse y lanzarse al vacío mientras
pronuncia en voz alta, nervioso, y con amargura,
el siguiente parlamento.
4.

MARTÍN
No me atrevo. No soy lo suficientemente valiente.
¿Cómo pueden decir que suicidarse es una salida fácil
cuando es el paso más difícil de dar? Ir contra
natura, contra la vida, contra lo único que tengo y
por cuya máxima duración tendría que ser capaz de
hacer casi cualquier cosa. ¡Vamos, asúmelo, Martín!
Antes o después, llegará el día en el que tengas que
pasar del luminoso ser al obscuro no ser, de
presentarte resplandeciente ante el mundo a
desaparecer en un breve instante como una sombra en
las tinieblas. ¿Dónde está el tiempo para asimilar
este brutal cambio? ¿Pensamos realmente en este
amarguísimo trance? Ciertamente no. Sólo el
planteamiento de la cuestión desborda al género
humano y lo sumerge en un abismo existencial cuya
angustia disipa la religión. ¡Ah, la religión! Esa
gran esperanza en que otras realidades expliquen y
justifiquen ésta. Pero yo no puedo creer porque soy
cuestionador. ¿Y si, después de todo, la existencia
fuese absurda...? Entonces la religión estaría
dándole sentido a un sinsentido, ¡qué locura...!
Porque, al fin y al cabo, ¿qué es la vida: una
extraña fuerza cósmica que lucha por disponer de un
orden atómico complejo; una fugaz y desproporcionada
rebelión del orden contra el caos, del cual proviene;
una experiencia única e inútil; un alocado proceso de
consumo y transformación de energía...? ¡¿O acaso es
una broma de muy mal gusto?! En ese caso, ¡¿quién ha
sido el responsable?! Sí, ¡¿quién ha sido el artífice
de tal despropósito?! ¡¿Era necesario hacerme salir
del infinito Universo para volver a disgregarme en
él?! ¡Maldita la gracia! ¡Manifiéstate! ¡Da la cara y
responde a la cuestión que ha torturado a la raza
humana desde el principio de los tiempos!
De repente, parece buscar con los ojos una
presencia fantasmal que siente pero no ve. Mueve
la cabeza, aferrado al marco de la ventana,
inquieta y aleatoriamente, en busca de esta
presencia. Recita con la exaltación nerviosa que
requiere la escena.
Pues, aunque no te veo, sé que me estás mirando,

¿o acaso siento que me estás minando?

A mí nada se me escapa: ¡te conozco del todo, Nada!,


y, sin embargo, no me sirve para nada.

Vuelvo la mirada a la vida,

pero no la siento por movida,


sino por levantarse en rebeldía:

perpetua, inútil y ostentosa nadería.


5.

Se queda cabizbajo y abatido. Al cabo de un


momento, continúa el monólogo.
Sin embargo, este estado de ánimo tan variable me
sobreviene porque amo tanto la vida, que no puedo
soportar la frivolidad con la que me trata. A fin de
cuentas, soy poeta, es decir, estoy condenado a
sentir y expresar la esencia de las cosas de forma
sutil y bella. Si me convierto en un puñado de
cenizas, ¿cómo disfrutaré de la olorosa fragancia
floral y de su universo cromático, del dulce contacto
de los labios de la amada, del flujo vital y sabio de
un trago de vino, de la belleza y embriaguez del
arte, de la explosión de sabores de un buen manjar,
de la cómplice presencia del amigo, del tierno afecto
familiar, de la inocente y amable sonrisa o de la
poderosa irrupción de una descarada, alegre y
catártica carcajada...? ¿De cuántas suavidades y
goces me privaré, desgraciado de mí?
De pronto, abandona la melancolía en la que ha
caído y se envalentona.
Aunque no es momento de debilidades. Ahora me toca
ser fuerte y enfrentarme a la cruda realidad.
Desaparecer, esfumarme, reconocer la derrota de mi
existencia y la inutilidad de todo lo vivido y
experimentado. Irme a formar parte del polvo cósmico
y dejar el paso libre a otros que pisen la materia
inerte en la que me habré convertido. No somos más
que lamentables sísifos acarreando la pesada carga de
la existencia monótona y repetitivamente hasta que lo
quiera el enigmático Universo. Pero, no lo pensaré
más, no me dejaré ejecutar como un cordero. Me
lanzaré y me haré polvo yo mismo...

Suena el timbre de la puerta justo cuando Martín


está a punto de tirarse. Éste, dubitativo, se
queda un momento sopesando qué hacer, pero
finalmente va a abrir.

AGUSTÍN
(Pletórico.)
¡¿Cómo estás, amigo?! ¡Cuánto tiempo! (Abraza a
Martín.) ¡He sido padre de una niña, tío! ¡Vamos a
celebrarlo!

MARTÍN
(Apático.)
Enhorabuena.
AGUSTÍN
He traído una criatura al mundo y no pareces
alegrarte. ¡Qué puede haber más grande! ¡Cambia esa
cara, vamos! Te invito a cenar y a unas copichuelas
esta noche tan especial y maravillosa. Tenemos que
aprovecharla como si fuera la última de nuestras
vidas.
6.

MARTÍN
(Angustiado.)
Verás, no me encuentro muy bien.

AGUSTÍN
Venga, necesitas salir y distraerte. Te conozco y
siempre estás dándole vueltas a la cabeza. Eso no
puede ser bueno. (Le guiña el ojo.) Hay otras partes
del cuerpo que también exigen meneo. No te tomes esta
vida tan en serio, coño.

MARTÍN
Pero no te olvides de que ella sí nos toma a nosotros
en serio.
AGUSTÍN
¿Y qué quieres hacer: mortificarte todo el tiempo o
disfrutar del momento? La diferencia entre nosotros
es que tú miras la vida básicamente como una
tragedia, mientras que yo la contemplo como una
comedia. La vida es corta, chaval, y no está hecha
para gastarla pensando, sino riendo. ¿No es ésta la
mejor actitud para disfrutarla?

MARTÍN
(Contrariado.)
Sí, tienes razón, pero también es cierto que no puedo
luchar contra mi naturaleza. Hace tiempo quise
encontrar en la risa una liberación a mis miedos, e
incluso la justificación de mi existencia, pero
siempre acababa notando una omnipresente tragedia
acechándome. Al final, entendí que no podía reír y
tranquilizarme si percibía que un horrible verdugo me
echaba el aliento detrás de la oreja. Desde entonces
sobrellevo la vida con melancolía y estoicismo para
no caer en depresión. (Cambiando de tono.) Bueno, no
pretendo amargarte la noche, sólo estaba expresando
mis sensaciones. ¿Habéis pensado ya en el nombre de
la niña?

AGUSTÍN
Sí, se llamará Esperanza. A Marta le gustaba y a mí
no me desagrada. Estoy tan contento con la idea de
ser padre...

MARTÍN
Hombre, piensa que es un acto cuyas consecuencias
influirán en muchas vidas, para bien o para mal.
AGUSTÍN
Pues la verdad es que no pienso en eso ahora mismo.
Quizás por eso actúo más que tú. (Le da una palmada
en la espalda a Martín y se ríe.) Es broma.
MARTÍN
No, en cierta manera tienes razón: se dice que la
duda paraliza. Sin embargo, ten en cuenta que, aunque
7.

MARTÍN
los hijos vienen a esta vida dependientes de sus
padres, llega un día en el que los progenitores son
desmitificados y, en consecuencia, juzgados como
adultos por adultos.
AGUSTÍN
Vamos, Martín, te pasas en analizar las cosas. La
vida es más simple de lo que crees, y me parece que
no la disfrutas, porque cada cosa que haces la pasas
por el coco y no la sientes con esto. (Se echa mano
al corazón.)
MARTÍN
Pues a mí me parece un juego sin sentido que, en el
mejor de los casos, aspira a convertirse en una obra
de arte efímera, como una falla.
AGUSTÍN
Curiosa metáfora, pero no se puede vivir siempre
pensando que la vida no tiene sentido...
MARTÍN
(Interrumpe.)
¿Y por qué te crees que existe la religión y posee
tal fuerza?

AGUSTÍN
(Responde con tono de hastío.)
Ya lo sé, pesao. Me lo has dicho mil veces: para
protegernos de nuestra insignificancia existencial.
Por cierto, Martín, hablando de la vida, ¿querrías
ser el padrino de Esperanza?
MARTÍN
(Sorprendido por la oferta.)
Pues, muchas gracias, pero yo...

AGUSTÍN
No se hable más. Te hace falta sentirte responsable
de una vida. Ya lo hemos hablado y será un placer
para Marta y para mí. Sabes que Marta te aprecia
mucho. Además, nuestra hija no podría estar en unas
manos tan cabales e inteligentes.

MARTÍN
Pues no sé si me has lanzado un cumplido o una
maldición; pero, siéntate, hombre, tomémonos algo
antes de salir. ¿Qué quieres?

AGUSTÍN
Lo que ya sabes.
MARTÍN
Una buena copa de zumo de uva.
8.

AGUSTÍN
Fermentado, por favor.
MARTÍN
(Le sirve una copa de vino a Agustín y
prepara otra para él. )
Tú eres una de las pocas personas que me anima.
Generas buen ambiente.
AGUSTÍN
Porque no tienes que aguantarme más que un rato.
(Ríe.)
MARTÍN
Puede ser. Paula y yo siempre empezamos bien y
acabamos discutiendo.

AGUSTÍN
La pareja: todo un reto. Yo de momento me las apaño
bien con Marta. Nos entendemos bien. Creo que ésa es
la clave: remar en el mismo sentido.

MARTÍN
¿Quién me iba a decir a mí que, después de salir
conmigo, acabaría casada contigo...? ¿Te acuerdas de
cuando te la presenté aquel día lluvioso?
AGUSTÍN
¿Cómo olvidarlo? En un instante cambió mi vida
completamente.
MARTÍN
Eso ya lo hemos hablado otras veces. Puedes estar
atrapado en una rutina asfixiante y, en un instante,
se puede desencadenar un huracán de emociones y
sensaciones nuevas que te hagan compadecerte de tu
vida anterior.
AGUSTÍN
Aunque, si estás lleno de miedo o indiferente ante lo
nuevo, poco va a cambiar tu vida.
MARTÍN
Estamos de acuerdo. Brindemos por una nueva vida. Por
una pequeña luz que se ha encendido en este
descomunal y misterioso Universo.

AGUSTÍN
Ya te estás poniendo demasiado profundo. ¡No seas tan
intenso, coño! ¡Relájate! ¡Brindemos simplemente por
mi Esperanza y por los buenos momentos venideros! Sin
más.

MARTÍN
Vale, por Esperanza y por nuestra amistad.
Brindan y beben.
9.

MARTÍN
Por cierto, ¿cómo va el trabajo?
AGUSTÍN
Ya sabes que estos últimos tiempos están siendo muy
duros. Han recortado plantilla en el banco, pero a mí
todavía me mantienen en ventanilla.
MARTÍN
La codiciosa banca junto con la complicidad de los
gobernantes han desencadenado esta crisis: ladrones
amparados por la ley.

AGUSTÍN
No generalices. Yo me considero un humilde y honrado
empleado de banca.
MARTÍN
Tú no dejas de ser una marioneta al servicio de sus
intereses, aunque lo hagas inconscientemente o por
pura subsistencia.

AGUSTÍN
(Molesto.)
Eres injusto. Nuestra función es importante para la
sociedad, pues la economía depende de que los bancos
inyecten crédito...

MARTÍN
(Interrumpe un tanto alterado.)
Nuestra función, nosotros,... Hazte un favor: no te
incluyas en ellos. Los banqueros succionan más que
inyectan. En realidad son parásitos mentirosos: te
están chupando la sangre y, encima, tratan de
convencerte de que lo hacen por tu bien o por el
común.
AGUSTÍN
(Socarrón.)
Vale, vale, no te alteres, Martinete. ¿Qué
alternativa propones entonces: el trueque o guardar
el dinero debajo del colchón?

MARTÍN
Simplemente creo que la Política, al servicio de la
Comunidad, se tiene que erigir en árbitro de la
Economía para supeditar los intereses particulares al
general.

AGUSTÍN
Justas, pero utópicas palabras.

MARTÍN
No, si se forma a la sociedad para que vote y actúe
teniendo en cuenta la complejidad de la realidad, y,
respete, en consecuencia, lo que piensan los otros,
siempre que no sea disparatado. La democracia, en
verdad, es una actitud de la mayoría social...
10.

AGUSTÍN
La democracia está sobrevalorada, tío. En cierto
sentido es injusta, ya que el voto de un psicópata
vale como el de un hombre bueno, el de un tonto
equivale al de un inteligente, las decisiones
mayoritarias no son siempre las más prudentes, puede
ser manipulada y coventirse en demagogia...
MARTÍN
Pero aún no se ha encontrado otro sistema mejor para
proteger, si se instaura bien, a la mayoría social
frente a los abusos e intereses de la minoría
poderosa.

AGUSTÍN
Eres un utópico. Te creas un mundo ideal que no tiene
nada que ver con la realidad. Vives en las nubes y
eso es peligroso, pues tarde o temprano te
estrellarás.
MARTÍN
Es verdad que las palabras no son fiables si no
respaldamos su contenido con nuestros actos. Es más,
cuando no se corresponde su significado con la
realidad, son sumamente peligrosas, porque son
utilizadas como armas arrojadizas que se manipulan y
lanzan para que provoquen confusión y destruyan las
evidencias más apabullantes.

AGUSTÍN
¿Y qué es la política, el periodismo o la publicidad,
si no? Venga, dejémonos ya de teorías esta noche,
Martín.

MARTÍN
¿Qué hay de malo en razonar?

AGUSTÍN
Nada, pero esta noche es para ser frívolo y
superficial adrede. Si no, se rompe el encanto de la
diversión, chaval. La gente se desmadra para huir de
lo racional. La juerga es un canto al instinto. Aquí
juegan los sentidos y la obtención de placer a través
de ellos. El coco pasa a un segundo plano, se relaja,
se deja llevar, disfruta y ya no pretende controlarlo
todo. Si se le ocurre meterse, la caga.
MARTÍN
Pues vaya canto al hedonismo acabas de soltar para no
querer teorías...

AGUSTÍN
¿Quién dice sin querer? ¿Te crees que sólo piensas
tú? (Pausa.) ¿Sabes qué? Tras esta larga charla, se
me han despertado el apetito y la sed. Vamos a
celebrar la vida: la nuestra y la de Esperanza.
11.

MARTÍN
¿Cómo decirle no al torrente de energía vital que
eres?

AGUSTÍN
Vamos, tú tampoco te haces de rogar mucho, ¿eh?
También estás más enganchado a la vida de lo que
crees.
MARTÍN
Ya sabes, teniendo en cuenta que es la droga que crea
la adicción más dura... (Ríen los dos.)
Se apagan las luces del escenario y se prepara
el decorado de la escena 2.

Escena 2

Martín y Agustín aparecen en escena bebidos y


tambaleándose. Al fondo se encuentra la casa
consistorial y, a su lado, una sucursal
bancaria. Hay poca luz artificial, pero, en
cambio, lucen las estrellas y la luna llena
(cualquier sistema de representación astral es
válido teniendo en cuenta que posteriormente se
lanzará sobre el escenario y, opcionalmente,
sobre el público).

MARTÍN
¡Qué noche más rara!
AGUSTÍN
El que no quería salir. (Le rodea con el brazo el
cuello.) ¿Cuánto tiempo hacía que no íbamos de
juerga, eh Martinete?
MARTÍN
Ni me acuerdo.

AGUSTÍN
Ya estás más animado que antes, ¿no?
MARTÍN
Hombre, piensa que...

AGUSTÍN
¡No rompas el embrujo, tío! Prohibido pensar.
Recuerda: si se mete el coco, la caga. (Canta y salta
repetidamente.) ¡¡¡COCO, CACA!!! (Se ríe y se
detiene.) La verdad es que no puedo estar más
contento esta noche por mi paternidad, Martín.
(Señala a Martín y a la luna.) Tú y esta magnífica
luna llena sois los testigos de mi felicidad.
MARTÍN
¿A dos lunáticos pones por testigos? (Ríen ambos.)
12.

AGUSTÍN
¿Has visto cómo te miraba el pibón ese en la barra?
MARTÍN
Tú le entrarías hasta a un escocés por llevar faldas.

AGUSTÍN
En mis tiempos jóvenes no te digo que no, ahora ya
soy padre y marido: es otra cosa.
MARTÍN
Estoy un poco mareado. Parece que me he pasado con la
bebida: a partir de ahora sólo diré verdades.
AGUSTÍN
¿Por qué?

MARTÍN
¿No dicen que los niños, locos y borrachos dicen las
verdades como puños?
AGUSTÍN
Lo cierto es que tú ya estás un poco loco, y, ahora,
borracho.
MARTÍN
Y no olvides que todavía no he sepultado, ni lo
pretendo, al niño que llevo en mí. Vamos, el que
todos llevamos, más o menos reprimido.

AGUSTÍN
Entonces, tus verdades tienen triple fuerza, amigo.
(Ríen los dos.)

MARTÍN
¿Quieres que te muestre una como la copa de un pino?
AGUSTÍN
A ver.

MARTÍN
Allí la tienes. (Señala con el dedo hacia el
Ayuntamiento y la sucursal bancaria.)
AGUSTÍN
(Despistado.)
¿A qué te refieres?

MARTÍN
Al Poder y a la Usura juntos. ¡Qué casualidad! ¿No
hablábamos de estos ladrones antes?

AGUSTÍN
No, no y no... Te conozco y sé lo que estás pensando.
Cuando bebes no puedes reprimir tu instinto
justiciero. Además, esa sucursal bancaria es donde yo
trabajo.
13.

MARTÍN
(Desafiante.)
No, ¿qué? ¿No puedo desahogarme de la gran opresión a
la que estamos sometidos?

AGUSTÍN
No empieces a darte razones para justificar lo que
pretendes hacer.
MARTÍN
En este caso, amigo mío, el combate contra los
privilegios descarados de estos poderes corrompidos
está más que justificado; pues ante la sociedad se
presentan como beneficiosos para la comunidad, pero
en realidad sólo lo son para sus intereses bajo la
protección de la injusta legalidad.

AGUSTÍN
Y aquí está la parrafada. Ya no hay quien te pare...
MARTÍN
Quiero decir que es mucho más difícil luchar contra
un enemigo oculto o que pasa por bienintencionado,
que contra uno que declara abiertamente su
hostilidad.
Se agacha Martín y hace acopio de varios
adoquines sueltos.

AGUSTÍN
(Muy nervioso.)
Y yo quiero decir que vamos a meternos en un buen lío
en una noche tan especial. Estoy eufórico y todavía
me corre adrenalina por las venas, Martín, pero ahora
soy padre y no puedo hacer locuras. Mi vida ya no me
pertenece a mí únicamente, sino también a mi hija.
Además, no puedo lanzar piedras...

MARTÍN
(Interrumpe.)
¡Adoquines!
AGUSTÍN
(Muy nervioso.)
Bueno, adoquines, es igual. No los puedo lanzar
contra mi mismo tejado, el que me da de comer.
MARTÍN
Pues actuaré solo; pero, antes de tomarme la
ultrajada Justicia por mi mano, formularé la
conveniente imprecación: (Recita con vehemencia.)

¡Malditos farsantes,
castas parasitarias,

hacedores de parias,
14.

golfos, maleantes,

tratantes de dinero,

corruptos del Poder,


amigos de moler
al género humano!

¡Probad de primera mano,


el peso de mi ley!
El primer adoquín impacta contra la cristalera
de la sucursal y la resquebraja. Se siguen otros
lanzamientos que consiguen romperla. También se
parte el vidrio de alguna ventana del
Ayuntamiento. Suena una alarma. De pronto,
Martín mira al cielo y se dirige exasperado a
él.

MARTÍN
Y, tú, Universo, Multiverso, o lo que seas, ¡¿qué
pasa?! (Coge un adoquín y lo lanza al cielo.) ¡Deja
de mirarnos por encima con tus infinitos y arácnidos
ojos astrales, desvergonzado! ¡Ya que no te nos
revelas, respeta nuestra insignificancia y no seas
cómplice de mis justos pero ilegales actos! (Mira
bruscamente y señala en otra parte del cielo.) Y, tú,
carigorda luna, ¡¿qué alumbras, descarada?! ¡¿No me
oyes?! ¡¿Quieres ponerme en evidencia?! ¡Con razon
llaman lunáticos a los locos...! En definitiva, ¡¿por
qué todas vosotras, diabólicas luces celestiales,
volvéis cada noche a reíros de mí?!
AGUSTÍN
(Extrañado y preocupado.)
¿Estás bien, tío? Estás hablándole al cielo...
MARTÍN
(No hace caso de Agustín, como si
estuviera poseído por un delirio.)
¡Ah, ya sé! ¡Sois los infinitos ojos de un terrible
monstruo cósmico: el auténtico Argos! ¡Tienes alma
felina y, noche tras noche, sales a divertirte
observando las vanas esperanzas de supervivencia de
la raza humana! ¡Cuando devoras a la gente finalmente
y alojas sus restos en tus entrañas, tu indiferencia
es estremecedora...!

AGUSTÍN
Has bebido mucho, Martín. (Lo coge del brazo y
estira.) Anda, vámonos rápido, que va a venir la
policía.
15.

MARTÍN
(Se resiste.)
¡No, no estoy borracho, si acaso un poco bebido y
nada más! (Se dirige al cielo y lo señala
amenazante.) ¡Nunca he visto más clara tu naturaleza,
terrible Universo, que esta noche! ¡Te he calado!
Se empiezan a caer los astros (estrellas y luna)
sobre el escenario (opcionalmente sobre el
público). Los actores, horripilados, buscan
protegerse lanzándose al suelo y cubriendo sus
cabezas con las manos. Las luces se van y
vienen. En un momento oscuro de este caos,
Agustín sale del escenario sin ser visto.

MARTÍN
¡Aaaah! ¡¿Qué es esto?! ¡Se me viene el cielo encima!
¿¡Te vengas, Universo!? ¡Me castigas por sincero! (De
repente, se levanta con los brazos en cruz mirando al
cielo.) ¡Mátame a mí, pero deja a mi amigo! ¡Respeta
su paternidad! ¡Corre, ponte a salvo, Agustín! (Se
encara aún más enrabiado.) ¡Aaaah! ¡Cada cual tiene
su estrella! ¡Asumo la mía! ¡Venga! ¡¿Qué esperas?!
¡Acaba ya conmigo! (Cesan de caer los astros. Vuelve
una luz mucho más tenue, porque han desaparecido casi
todas las estrellas y la luna.) ¿Y ahora qué pasa?
¿Me dejas con vida? ¿Qué extraña perversión es ésta?
Un momento. ¡¿Dónde estás, Agustín?! (Lo busca por
los alrededores nerviosamente.) No puede ser que
hayas desaparecido. ¿Qué terrible pesadilla es ésta?
No es posible lo que ha pasado. Agustín, ¡¿dónde te
has metido?! ¡Si te has escondido, no tiene gracia!
(Sigue buscando.) ¿Estoy enloqueciendo? ¿Es esto una
paranoia o la realidad? ¡Que alguien me lo
explique...! (Se tambalea fruto de un mareo.) No
puedo más. Me sobrepasan los acontecimientos.
Necesito el eficaz alivio que encuentro en
situaciones límite: la poesía, dulce antídoto.
(Recita enfáticamente.)

Arrojado a la vida
en un materno esfuerzo,
atiendo impaciente al mundo,

sueño, imagino y me deslumbro.


Pero en este desigual juego

siempre acabo perdiendo

cuando ingenuo pregunto:


¿es o no es esto cierto?

y me responde el mundo:
16.

todo y nada es verdadero.

De pronto, aparecen dos siluetas humanas que se


acercan a Martín.

POLICÍA 1
¡Allí están! ¡Ésos son!
POLICÍA 2
¡Alto, policía!

MARTÍN
(Confuso y atormentado por lo sucedido
y por su búsqueda infructuosa.)
¿Habéis visto a Agustín por aquí?

POLICÍA 2
¿Eres tú el que has apedreado las lunas o ha sido tu
compañero?
MARTÍN
(Exaltado.)
¡Ha desaparecido mi amigo! ¿¡No lo podéis entender!?
¡¿Es que no tenéis amigos vosotros?!
POLICÍA 2
¡Cálmate! Tu amigo ha salido corriendo al vernos: ya
daremos con él. Ahora, dime: ¿Quién le ha lanzado
objetos a las lunas? (Señala al Ayuntamiento y a la
sucursal.)
MARTÍN
(Tremendamente nervioso.)
Al contrario, la luna se ha lanzado contra nosotros
con todas las estrellas. ¿No se os han lanzado a
vosotros? ¡Ahora mismo, hace nada! ¿A vosotros no se
os ha caído el cielo encima?, ¿a vosotros no...?
POLICÍA 1
Sí, sí, claro. (Mira al policía 2.) Un vacilón,
borracho o loco. Adivina.
MARTÍN
¡Un loco! ¡Sí! Y, ¡¿qué?! Me acabas de elogiar e,
ignorante de ti, crees que me has insultado. Sólo los
locos viven la vida, pues no se la toman en serio. Se
rebelan contra la tiranía de la cotidianidad, las
normas sociales y los artificios humanos. Trascienden
la pura biología de forma original y diferente: los
genios son grandes locos.

POLICÍA 1
(Mirando al policía 2, se señala
mientras va indignándose
progresivamente.)
¿Me ha llamado ignorante a mí?, ¿a mí...?
17.

POLICÍA 2
No entres al trapo. ¿No ves que está provocando desde
el principio?

MARTÍN
Y también sois autómatas como casi todo el mundo.
Vivís una vida normal, restauráis la normalidad...
Pero, ¿qué es lo normal? Decidme: ¿el orden
establecido...? ¿Habrá una palabra más anormal e
imprecisa que ésta? Todo el mundo la tiene
continuamente en la boca y nadie sabe bien a qué se
refiere.
POLICÍA 1
Lo normal es lo que hace la mayoría.

MARTÍN
Entonces, en su momento, el nazismo era normal porque
era mayoritario.
POLICÍA 2
(Se dirige, enfadado, al policía 1.)
¡Te he dicho que no entres!
MARTÍN
¡Vamos, sed valientes! ¡Rebelaos! ¡Os excluirán del
redil, sí! ¡¿Y qué pasa?! ¡¿Quién dijo que para vivir
plenamente no se necesita ser valiente?!

POLICÍA 2
(Se echa mano a la porra.)
Ya está bien de tonterías, vente con nosotros a
comisaría por las buenas o por las malas.

MARTÍN
¿De qué se me acusa?
POLICÍA 1
De acabar con mi paciencia.

El policía 1 hace amago de ir a por Martín pero


espera a que arranque primero el policía 2. Éste
se le aproxima para cogerlo por el brazo, pero
Martín da un tirón y se distancia.

MARTÍN
¡No me toquéis! Odio lo que representáis: el
acatamiento de la legalidad, a menudo injusta, al
servicio de los poderes político y económico.
Encarnáis la obediencia ciega por encima del
cuestionamiento inteligente. Sois los tristes matones
del Poder.
POLICÍA 1
¡Yo trabajo para dar de comer a mi familia!
18.

MARTÍN
¡Ah, sí! Todos somos esclavos de alguna manera. La
excusa de la familia no me vale porque tú has elegido
tenerla. Hay principios que deberían estar por encima
de nuestros intereses particulares: se llaman valores
generales, y no existe ningún motivo para
transgredirlos. Aunque no soy un iluso..., siempre
habrá quien justifique cualquier disparate si vive de
él.

POLICÍA 1
(Se dirige, enfadado, a Martín.)
¡¿Estás insinuando que nuestro trabajo es un
disparate...?!

POLICÍA 2
(Al policía 1.)
Y dale que te pego. ¡¿No te he dicho que nos está
provocando?! ¡Vamos a por él!
Los policías, porra en mano, se aproximan a
Martín decididamente y se produce un forcejeo
entre los tres. El policía 1 se lleva un codazo
en la barriga y se dobla, mientras que Martín
recibe un porrazo del policía 2 que le hace
perder el equilibrio, golpear la cabeza en el
suelo y perder el sentido.
19.

ACTO II

Escena 1
En una cama hospitalaria se halla paralizado
Martín. Sin embargo, puede escuchar y pensar. En
este acto, todas sus intervenciones serán sus
pensamientos en forma de voz en off hasta que se
despierte inesperadamente.
MARTÍN
¿Qué me pasa? No puedo mover ni una pestaña, pero
estoy pensando. ¿¡Estoy vivo!? (Entra una enfermera a
supervisar.) Hola, ¿qué me pasa, enfermera? (Pausa.)
¡Horror, no me oye! (Se va la enfermera.) ¡Tampoco me
puedo pellizcar! ¿Cómo puedo averiguar si esto es una
pesadilla? ¡Ojalá lo sea! (Pausa.) ¡¡¡Estoy
atrapado!!!

Se produce un silencio.
Me temo que no estoy soñando, así que aquí me tienes,
Destino, postrado e inmóvil. ¡¿Estás ya satisfecho?!
¡¿No podrías haber ideado una manera menos cruel de
torturarme?! Me obligas a estar conmigo mismo todo el
tiempo sin poder evadirme. ¡¿No sabes que la mente es
soportable sólo si se la entretiene con la vida?!
¡¿No te parece ésta una prueba evidente de que hemos
sobrevalorado la racionalidad?! (Pausa.) El verdadero
goce del hombre recae en su libertad de movimiento y
en el imperio de los sentidos. Está claro: lo natural
es el instinto; y, lo artificial, el pensamiento. En
este estado, realmente valoro lo importante, y sólo
el sueño me puede suponer una liberación pasajera.
Sí, Muerte, tu hermano menor se ha convertido en mi
mejor calmante. (Pausa.) A pesar de todo, continúo
luchando contra el caos interno y el externo, que
pactan tácitamente por destruirme: dos brutales
abusos. ¡¿Ni siquiera la Naturaleza, que me procuró
la vida, se apiada de mí?! ¡Peculiar madre, como te
llaman, que abandona caprichosamente a sus criaturas!
¡Qué inconsistencia! (Silencio.) Es igual. Nadie me
oye. Es como hablar en el desierto. Pienso, pero no
lo puedo expresar, ¿puede haber una sensación más
frustrante?
Vuelve a entrar la enfermera y lo manipula
metódicamente para extraerle sangre.

MARTÍN
¡No, no, no me des la vuelta! ¡Ahora no me pinches!
¡Ah! ¡Deja de tratarme como un pellejo lleno de
huesos, carne y fluidos! ¡Qué indignidad para el ego!
(La enfermera se va después de haber conseguido su
propósito.) ¡Por fin te has ido! ¡Qué gran impotencia
siento! ¡Cómo nos iguala la tragedia a todos!
Llega presurosa Paula y se dirige hacia la cama
de Martín.
20.

PAULA
He venido en cuanto me he enterado. ¿Qué te han
hecho, mi amor? (Solloza.)

MARTÍN
No llores, Paula. ¡Maldita sea! No puede ser que esté
emocionado y no vierta ni una lágrima. Alma, ¡¿no ves
que sin el cuerpo no eres nada?! ¡Te ordeno que
vuelvas a tu morada material y dejes de vagar por el
etéreo mundo de las ideas, que quiero atenuar con mi
cuerpo la pena de Paula!
PAULA
(Afectada.)
Te quiero. (Lo besa.) No es verdad lo que te dije el
otro día. Estaba muy enfadada. Las palabras que no se
sienten no tienen sentido. Yo nunca te dejaría
solo... Vuelve en ti.
MARTÍN
Eso pretendo.

Entra el médico en ese momento.


PAULA
Doctor, ¿cómo está Martín?

MÉDICO
¿Quién es usted?
PAULA
Perdone que no me haya presentado. Soy Paula, su
novia.

MÉDICO
Pues el paciente está estable dentro de la gravedad.
Mire, le voy a ser sincero. Este hombre es fortísimo
y tiene unas ganas de vivir tremendas. A pocos he
visto, con traumatismos similares, tan aferrados a la
vida.

PAULA
Entonces, ¿conseguirá salir de ésta?

MÉDICO
Espero que sí...
MARTÍN
Yo también.
MÉDICO
Aunque un médico siempre ha de aliarse con la
prudencia. En realidad, nuestra intervención en la
curación es menor de lo que se cree. Su novio se ha
llevado un fuerte golpe en una zona que todavía no
conocemos en profundidad. Como consecuencia del
traumatismo, ha entrado en coma. Y en esta situación,
21.

MÉDICO
dar un pronóstico es un atrevimiento, por no decir
una temeridad.
PAULA
Pero, si recupera la consciencia, ¿le quedará alguna
secuela?

MÉDICO
Nunca se sabe. Siempre existe la posibilidad de que,
si sale del coma, sufra un daño cerebral adquirido
que le provoque alguna alteración física o psíquica.

MARTÍN
(Mientras el médico se despide de
Paula y sale de la escena, Martín
reflexiona.)
¡¿Qué consuelo es ése para mí, doctor?! Entonces, si
no saliera de este estado o si saliera malparado, ¿mi
única salvadora sería la Muerte? Es curioso: mi
enemiga implacable pasaría a ser una aliada, un mal
menor, la solución a un problema irresoluble, una
mano negra amiga... En fin, ¡qué mala es la
desesperación! (Pausa.) Sin embargo, ¿cómo podría
expresar el deseo de no continuar vivo llegado el
caso? Antes pude quitarme la vida y no lo hice; ahora
es posible que quiera y no pueda. ¿A qué estás
jugando conmigo, cruel Destino?
Llegan Agustín y Marta con Esperanza en un
carricoche.

AGUSTÍN
Hola, Paula. ¿Cómo está?

MARTÍN
Descansando sin paz.
PAULA
Mal. No se sabe ni cuándo ni cómo saldrá del coma,
aunque el médico dice que es muy fuerte.
(Dirigiéndose a Esperanza y acariciándole la cara.)
Esta preciosa criatura es vuestra hija, ¿verdad?
¿Hola, cosita?

MARTA
Sí, se llama Esperanza.

MARTÍN
Si eres de verdad Esperanza, acércate y sácame de
este lamentable estado de postración. Así, podría
inclinarme ante ti como tú quieres.
MARTA
Ese alma de quijote tan suya le tenía que acabar
pasando factura en algún lance... (Mira a Martín y se
le saltan las lágrimas. Agustín la abraza y ella
apoya la cabeza sobre su hombro sollozando.)
22.

MARTÍN
La dignidad consiste en plantar cara ante la
injusticia aunque te la partan, querida Marta.

PAULA
Agustín, tú que estuviste con Martín hasta el fatal
desenlace, ¿puedes decirme qué pasó exactamente?
MARTÍN
Que me encaré y ataqué al monstruo bicéfalo del poder
y del dinero, curiosamente unido a un mismo cuerpo,
el social, al que parasita.
AGUSTÍN
La verdad es que salimos a celebrar el nacimiento de
Esperanza y bebimos más de la cuenta. De repente,
Martín empezó a insultar al Ayuntamiento y a la
sucursal bancaria que está al lado, donde yo trabajo,
porque representaban para él la opresión o no sé qué
decía...

PAULA
¿Y tú qué hiciste?
AGUSTÍN
Intenté contenerlo, pero estaba desatado. En fin,
llegado el momento, comenzó a lanzarles unos
adoquines al banco y al Ayuntamiento, con tan mala
suerte, que, una de las veces, tropezó, cayó al suelo
y se dio un golpe en la cabeza.
MARTÍN
¡Eso no fue así!

AGUSTÍN
A partir de entonces empezó a delirar diciendo que el
cielo se le caía encima y que me pusiera a salvo.
MARTÍN
¡No entiendo nada! ¡¿Por qué mientes?!
AGUSTÍN
Finalmente, vino la policía y se lo llevó al
hospital. De camino, me llamaba continuamente, como
si no me viera, pese a que yo lo acompañaba. Ya en el
hospital, entró en coma.
MARTÍN
¡Venga ya! ¡Fue la paliza de la policía la que me
llevó al hospital! ¡Qué impotencia siento! ¡No puedo
ni replicar! ¡No aguanto más estar desparramado en
una cama sin la posibilidad de interaccionar con el
mundo!
AGUSTÍN
Bueno, voy a por un café. Ahora vuelvo.
23.

MARTÍN
Ojalá pudiera hacer yo lo mismo. ¡Cómo se valora
hasta lo más insignificante cuando no se tiene!

Agustín sale del escenario.


MARTA
Da cosa verlo ahí tumbado.
PAULA
Esperemos que se ponga bien, si Dios quiere.
MARTÍN
Sí, me aferro a cada respiración como lo haría un
gato a una rama. ¿A quién le puede agradar caer en el
abismo? Sin embargo, cuando estaba sano, la vida me
hacía daño: cuanto más la amaba, más me torturaba su
desdén. Sólo era uno más para ella al que no
recordaría cuando desapareciera. En poco tiempo, he
pasado de un extremo al otro.
MARTA
¿Sabes? Agustín y yo queríamos que fuese el padrino
de Esperanza.
PAULA
¿Él lo sabía?

MARTA
Sí.
PAULA
¿Y se oponía?

MARTA
No.
PAULA
Pues ya es bastante. Ambas lo conocemos, tú antes que
yo, y sabemos de su carácter tendente a no
comprometerse. Precisamente, en la última discusión
que mantuvimos, rechazó que viviéramos juntos.
MARTA
¿Por qué? Si no es indiscreción...

PAULA
No, mujer. Ya sabes la complicidad que existe entre
nosotras. Tenemos en común que hemos compartido
nuestra vida con la suya aunque él haya ido a su aire
siempre.

MARTÍN
Y os amo a mi manera.
24.

MARTA
(Nostálgica.)
De eso ya hace mucho tiempo.
PAULA
Pues decía que quería conocer a otras mujeres: vidas
decía el muy... (Se contiene y adopta un tono de
reproche.) No fuera el caso que perdiera su preciada
libertad estando conmigo...
MARTA
Hombres... Siempre queriendo ir de flor en flor, con
miedo a comprometerse.

MARTÍN
No me malinterpretéis ni generalicéis. Es injusto.

PAULA
Eso mismo le reproché yo. Después, empezó a hablarme
de no querer alimentar con sangre de su sangre a la
rueda de la vida...
MARTA
Sí, suena raro, aunque estas cosas te las puedes
esperar de Martín.

MARTÍN
Hay que afrontar la realidad, por dura que sea.

PAULA
Chica, menos mal que tú me comprendes. A veces me
hacía creer que yo era la rara por pensar lo que
piensa la mayoría. En fin, con este tema acabamos la
conversación de manera brusca hasta hoy. Hay momentos
en que me siento culpable de lo que le ha pasado.

MARTA
No seas tonta, mujer. ¿Qué tiene que ver una cosa con
la otra? (Abraza a Paula.) Lo siento. Te mereces
tanto ser feliz... (Recoge sus pertenencias.) Ya va
siendo hora de irme. Esperanza es muy pequeña para
aguantar tanto ajetreo. Adiós, Martín. (Le besa la
mejilla.)
MARTÍN
Adiós. Esperanza, vete con Marta. En verdad estarás
en mejores manos que en las mías.

MARTA
¿Dónde se habrá metido este hombre? Siempre
desaparece cuando más falta hace. (Lo llama por el
móvil. Agustín no responde y Marta se enfada.) ¡No lo
coge!

PAULA
Se habrá entretenido. ¿Quieres que me quede con
Esperanza mientras vas a buscarlo?
25.

MARTA
(Enfadada.)
Sí, te lo agradecería.

Marta sale de la habitación en busca de Agustín.


El escenario queda obscuro y solo dos luces
iluminan a Martín y al carricoche en donde está
Esperanza. Paula se queda sentada al lado del
carricoche en silencio.

MARTÍN
¿Debería acaso alegrarme de tu nacimiento? Se supone
que sí, pero, en cambio, estoy triste. La gente suele
actuar al contrario de lo que se esperaría después de
un análisis racional y complejo de las
circunstancias. Es impulsiva e irreflexiva. Quizás
como mecanismo de defensa, no lo niego.
(Tono siniestro.)
Pero voy a aprovechar para contarte un cuento,
criatura, ya que es lo que se hace con los niños,
aunque éste será muy muy real, crudamente auténtico.
Se titula, El cuento de nunca acabar, y, sea quien
sea el protagonista, su final ya está escrito y será
el mismo siempre.
Te cuento. La existencia es insoportable por absurda
cuando eres consciente de ella, que viene a ser al
despuntar el EGO. Tardarás muchos años en
desarrollarlo y, cuando aparezca, ya estarás perdida.
Éste querrá vivir fuera de tu mortal cuerpo, pero se
extinguirá irremediablemente con el tiempo asfixiado
y aprisionado en tus entrañas. Él lo sabe por
adelantado y su agonía, acaso sería mejor hablar de
egonía, ante su indefinida pero segura ejecución, te
la contagiará a ti. Entonces, estarás empezando a
protagonizar la película de terror más espeluznante
que jamás hayas imaginado. Sí, ser indefenso, vienes
a contemplar la más lastimosa tragedia que nunca
hayas podido concebir si, antes de ser consciente de
la mísma, no mueres. Se tratará de tu decadencia y
asesinato cruel a manos de la Muerte, con el
sufrimiento añadido de ver a tus próximos padecer o
perecer antes que tú.

Piensa que nos movemos en una inestable cuchilla


temporal: el pasado es como un cuento chino que te
contaron ayer o un sueño reciente que ingenuamente
has interiorizado como realidad, pero es
imprescindible para entender y dotar de sentido al
presente, mientras que éste está obsesionado con
proyectarse y mirarse en el espejo del futuro. ¿Cómo
podrán decirte entonces que vivas el presente, si es
incapaz de reconocerse ni de valorarse a sí mismo,
pues arrastra una carga inexistente como el pasado al
mismo tiempo que camina fantaseando hacia el futuro?
¡Inseguro y cambiante presente, eres débil de
carácter! Así pues, sé consciente de que tu
26.

MARTÍN
naturaleza, la humana, es vaporosa, como la de las
nubes, y que te manifestarás como un todo en un
momento determinado, para después desaparecer
disgregada en innumerables partículas.
Pero, ya que estás en este escenario sin que nadie te
haya preguntado si querías subir a él, explora los
secretos del mundo externo e interno que se te acaban
de abrir con una insaciable curiosidad e inquietud,
dejando los prejuicios de lado y diferenciando entre
el valor y el precio de las cosas. Alimenta tu
existencia con los gozos y placeres que ofrece la
vida, y, enriquécela con los recursos que se han
aportado durante siglos y que forman parte de la
Cultura. Marcada por el sentido estético, tu
existencia gozará de ética, pues lo bueno es bello; y
lo malo, feo. Cuando lleguen las desgracias, tómalas
con resignación, pero con fortaleza, para salir de
ellas con las mínimas cicatrices. Si éstas te abocan
a la muerte inexcusablemente, actúa con la serenidad
de que tu composición vital ha sido acabada. Acepta
que tu desaparición entra en las absurdas reglas de
este juego, e implica que has de ceder el paso a
otros. Sí, Esperanza, nos pasamos la vida
construyendo un ego para que desaparezca en un
instante...

Considera que todos tenemos un momento vital de


máximo esplendor a partir del cual nos vamos
apagando. Aprovéchalo porque es irrecuperable como
flor de un día. Aun en el apogeo de tu vida, no
olvides que somos prescindibles, pero no nos gusta
admitirlo y preferimos, por arrogancia o estupidez,
creer que somos el centro del mundo en una afirmación
estrambótica de individualismo. Se puede decir que la
esencia de la vida siempre es la mísma, adaptada a
los tiempos, mientras que los egos van cambiando
dentro de una variabilidad definida. Es decir,
Esperanza, la función es eterna y única, pero los
personajes van subiendo al escenario, actuando en
diferentes decorados y bajando para siempre de él.
Así de simple y de ridículo. De esta manera, tú
podrás ir configurando tu máscara, o mejor dicho, tus
máscaras: ¿acaso serás cruel, compasiva, generosa,
estúpida, valiente, cobarde, inteligente, cínica,
crítica, sensual, fea, libertina, casta,
maltratadora, tacaña, maltratada, fiel, violada,
déspota, iracunda, agradable, gruñona, risueña,
egoísta, altruista, pesimista, vegetariana,
optimista, bella, amada, respetada, insultada,
despreciada, rica, asesinada, estimada, madre,
drogadicta, abuela, prostituta, soltera, casada,
promiscua, brillante, virgen, repudiada, ninguneada,
pobre, cotilla, alegre, amante, triste, jovial,
amargada, graciosa, pesada, taciturna, lacónica,
tonta, lista, torpe, hábil, competente, buena,
27.

MARTÍN
depresiva, mala, asesina, perezosa, nerviosa,
enfermiza, locuaz, intrigante, interesante, sucia,
limpia, desordenada, elegante, sutil, hiperactiva,
pusilánime, conservadora, avariciosa, progresista,
fanática, prudente, soberbia, cuerda, loca, genio,
apasionada...?
Por otra parte, estamos hechos para relacionarnos
entre nosotros, pero lleva cuidado: el ser humano
puede llegar a ser en su extremo más abyecto, como
individuo o en conjunto, delirante, salvaje, cruel,
un terrorífico monstruo. Así pues, desconfía de los
grupos, ya que poseen la fuerza de la cantidad, están
sesgados por intereses, y por lo tanto, son
mínimamente críticos y fácilmente manipulables,
capaces de cualquier cosa si caen bajo un liderazgo
deleznable.
Sin embargo, rodéate de personas que se hagan
valedoras de tu afecto, pues la amistad y el amor son
un bálsamo placentero y necesario para la vida. No
conviene tener excesivos dogmas o ideas
preconcebidas. La flexibilidad en tu forma de pensar
será importante, siempre que seas firme y no te
sometas por cobardía o interés. Para ello, te será
necesario ser valiente si quieres vivir con libertad
y honestidad. Cuando poseas ya tu personalidad, te
verás atraída o repelida por otras. Intenta esquivar
siempre aquéllas incompatibles con la tuya, aunque a
veces el choque entre egos será inevitable. En estos
casos extremos, utiliza los mecanismos amortiguadores
de los que nos hemos dotado las sociedades modernas
para no acabar destruyéndonos. Éstos son: la
justicia, en el ámbito privado de convivencia; y la
democracia, en el público. Si estos dos recursos
llegaran a estar pervertidos, sólo te quedaría la
valiente rebeldía para actuar decentemente.
Llegarás a la última escena de tu vida e,
irremediablemente, como te he avanzado antes,
protagonizarás el último episodio, en el que te
asesinarán. ¿Quién lo hará?, ¿cuándo y cómo será? Yo
te lo diré. Te asesinará la Muerte y lo hará cuando
se canse de ti donde ella quiera. Se deshará de tu
cuerpo de mala manera desfigurándolo, pudriéndolo y
deshaciéndolo con absoluta indignidad. Tu final
dependerá de su capricho de tal manera, que no
contemplo más suerte en nuestro género que la manera
más o menos cruel en la que morimos. ¡El ser humano
me provoca lástima! Una tremenda, punzante y amarga
lástima. (Silencio.) Entonces, ¿somos crueles
trayendo vida a este mundo; egoístas, por querer
llenar nuestras vacías vidas con otras ajenas; robots
biológicos, obedeciendo las instrucciones genéticas
con las que estamos programados, o, insensatos que no
valoramos el posible sufrimiento al que podemos
28.

MARTÍN
abocar a un nuevo ser? (Pausa.) En realidad, a la
Vida sólo le interesa la vida en sí, no los
individuos; es decir, perpetuarse y proliferar si
puede. Por lo tanto, ¿debería desear por tu bien que
dejaras de respirar ahora que todavía eres un
proyecto de ego y no lo has desarrollado? ¿Te
atreverías tú mísma a ir contra natura, es decir,
contra la locura de la vida, exhalando tu último
aliento?

En ese momento Esperanza empieza a llorar de


forma descontrolada, aunque Paula intente
calmarla con denuedo.
¡Me escuchas! ¡Tú eres la única que reaccionas a mis
pensamientos! ¡Pero..., un momento!, ¡¿qué locura me
está poseyendo?! ¡No me reconozco ni a mí mismo!
¿Cómo podría oponerme a la vida si respeto en exceso
cualquiera de sus múltiples formas por ser para mí
realidades extrañamente mágicas? Además, si ni
siquiera soy dueño de la mía, ¿cómo puedo estar
pensando en otras ajenas? No me hagas caso. En
realidad, me espanto de mis horribles pensamientos,
aunque sean de vital importancia, pequeña. De todas
maneras, la gente no podría entender esta forma de
compasión que siento por ti...

Esperanza se calma y deja de llorar.


El caso es que te acabo de percibir recién nacida y
ya me has provocado un aluvión de pensamientos y
sensaciones atormentadoras. Me subleva que una
criatura tan indefensa sea atacada por todos lados
antes de ser ni siquiera consciente. De una parte te
amenazan organismos microscópica y macroscópicamente;
de la otra, tienes acechándote elementos humanos y
naturales. Por si esto fuera poco, el Tiempo también
deteriora tu orden interno y ha dictado una pena de
muerte contra ti por el delito que has cometido.
¿Sabes cuál es, pequeña?, ¿no? Simplemente haber
nacido.
Entra Marta furiosa. Se vuelve a iluminar el
escenario como estaba antes del monólogo de
Martín.

MARTA
Nada, que no lo encuentro. Además, no coge el móvil.
Cuando venga, le dices que me he ido a casa. Llamaré
un taxi.

PAULA
¿Cómo es posible?, ¿le habrá pasado algo? No es
normal. Si quieres, yo te acerco a casa.
MARTA
¿No te importaría?
29.

PAULA
¡Qué va! ¡Anda, vamos!

Salen del escenario Marta con el carricoche y


Paula tras despedirse de Martín.

Escena 2

Un celador mete en la habitación donde está


Martín a un anciano encamado. Lo siguen su hija
y el médico.
HIJA DEL ANCIANO
¿Cómo ha salido todo, doctor?

MÉDICO
Apartémonos de su padre, que está despertando de la
anestesia. No vaya a ser el caso que nos oiga...
HIJA DEL ANCIANO
Está bien.

El médico y la hija se apartan de la cama del


anciano y se acercan a la de Martín. Mientras
tanto, éste piensa.
MARTÍN
Escucharé esas verdades incómodas que ocultáis, pues
yo no estoy sedado, aunque lo parezca.
MÉDICO
(Bajando el tono de voz.)
Pues, a decir verdad, su enfermedad no tiene cura. No
podemos más que proporcionarle cuidados paliativos
para mitigarle el dolor, pero se me hace muy difícil
explicarle la realidad porque muestra muchas ganas de
vivir. Cuando ingresó, constantemente estaba hablando
de volver a casa y cultivar su huerto tan pronto como
recuperara la fuerza en las piernas.

HIJA DEL ANCIANO


Sí, es un hombre muy trabajador y apegado a la
tierra. ¡Qué pena! (Solloza ligeramente mientras se
le salta alguna lágrima.) No le diga nada entonces.

El médico reconforta a la hija poniéndole la


mano en el hombro y observando su dolor en
silencio. Mientras tanto, Martín cavila.

MARTÍN
¿Qué es más cruel: procurarle a un ser humano una
falsa esperanza o exponerlo a la crudeza de la vida?
Pues, si adoptara la primera actitud, lo podrían
acusar de mentiroso, aunque piadoso; mientras que, si
adoptara la segunda, lo podrían tomar por un
insensible, aunque sincero. ¿Qué le queda entonces?
La empatía necesaria para comunicar terribles
30.

MARTÍN
noticias con una suavidad y tacto especial. ¿La posee
acaso?

MÉDICO
(Después de acompañar en el dolor a la
hija, el médico se dirige al anciano,
que empieza a recobrar la
consciencia.)
Despierte ya, Emilio, que tengo que hacerle unas
pruebas. ¿Cómo está?

ANCIANO
(Hablando aturdido por la anestesia.)
Tengo que podar los naranjos... ¿Dónde estoy?
¡Llevadme a mi casa!

MÉDICO
Está en el hospital, no en el huerto. Soy Jaime, su
médico.

HIJA DEL ANCIANO


Tranquilo, papá. Estás en buenas manos.

MÉDICO
Veamos. Contésteme a unas preguntas y pronto podrá
irse a su casa. ¿Cómo se encuentra?
ANCIANO
Yo, muy bien, si no fuera porque tengo flojera en las
piernas. Cuando coja fuerzas, me podré ir ya a mi
casa, ¿verdad?

El médico lo ausculta y le mira las pupilas al


anciano mientras Martín hace la siguiente
apreciación.

MARTÍN
Alguien tendría que decirle la verdad a este pobre
hombre, que se irá a su casa, sí, pero con los pies
por delante.
MÉDICO
Bueno, tranquilícese y preocúpese de reponer fuerzas
primero y, luego, ya hablaremos...

MARTÍN
A este hombre le están ocultando que se está
muriendo.

MÉDICO
¿Le duele algo?
ANCIANO
No, lo único es que no siento las piernas.
31.

MARTÍN
Y le están dejando albergar una falsa esperanza.

ANCIANO
Es que estaba podando unos naranjos en el huerto y,
de repente, cogí flojera en las piernas y me caí.
¿Qué dijo que me pasaba?
MÉDICO
La edad, Emilio, que no pasa en balde.

ANCIANO
No, si yo, a pesar de mis ochenta y ocho años, me
encuentro muy bien. Lo único es que he cogido flojera
en las piernas.

MÉDICO
(Con forzada comprensión.)
Ya, Emilio. Me lo ha dicho muchas veces. Estamos
intentando solucionar el problema. Cálmese.

MARTÍN
¿Cómo se puede solucionar un problema irresoluble?
ANCIANO
(Señalando a Martín.)
¿Y a ese de ahí qué le ha pasao?

MÉDICO
Pues que sufrió un traumatismo craneal que le provocó
el coma.

ANCIANO
¿Se recuperará?
MÉDICO
Esperemos que sí, aunque el cerebro todavía esconde
muchos enigmas que desconocemos los médicos.

MARTÍN
Éste es mi enigma: el sutil vínculo que une el cuerpo
con el alma se ha roto. Me he separado de la materia
y mi vida es un suplicio. ¡¡¡Quiero ser material!!!
ANCIANO
Pobre, no me puedo quejar: todavía hay gente peor que
uno, ¿verdad?
MÉDICO
(Hace un gesto evasivo.)
Bueno, Emilio, tengo que seguir con las consultas.
Mañana vendré a ver cómo está. (Se va.)
MARTÍN
¡Qué triste es consolarse comparándose con el que
está peor...! Esta mente nuestra no para de hacernos
trampas para sobrellevar su pesada andadura por este
32.

MARTÍN
mundo. Pero no te lo reprocho, Emilio; porque estamos
tan afectados, cuando no traumatizados, por nuestra
frágil y quebradiza existencia... Ahora, eso sí, no
tolero las mentiras, ni siquiera las piadosas. ¡¿No
ves que te están engañando?! ¡¡Te están engañando!!
De pronto, Martín, muy nervioso, consigue
balbucear: ¡Te es-tán en-ga-ñan-do!, aunque se
entiende con más claridad ’ga-ñan’, y se mueve
ligeramente en la cama. Las constantes vitales
se alteran y pita algún aparato. El médico, que
acababa de abandonar la habitación, acude a
controlar la situación mientras grita:
¡Enfermera, traiga un calmante, rápido! ¡Ha
despertado Martín! La enfermera entra nerviosa y
le inyecta un calmante. Se apagan las luces como
transición para la siguiente escena.

Escena 3

Se despierta Martín. Puede moverse levemente y


hablar inteligiblemente aunque con cierta
dificultad de pronunciación. Inclina la cabeza y
ve que no tiene a su lado al anciano. Se pone
nervioso y empieza a gritar.

MARTÍN
¡Enfermera! ¡Enfermera!
ENFERMERA
(Entra alarmada.)
¡¿Qué pasa?!

MARTÍN
¡Ha desaparecido mi compañero!

ENFERMERA
¿Qué dices? ¡¿Otra vez estás delirando?!

MARTÍN
No, no, yo sé lo que digo. ¿Dónde está? ¿Ha muerto?

ENFERMERA
No, ha entrado al quirófano por una complicación.

MARTÍN
¿Y cómo no me he enterado?
ENFERMERA
Tuvimos que sedarte porque ayer saliste del coma muy
nervioso balbuceando algo así como ’gañán’.
(Curiosa.) ¿A quién te referías?
MARTÍN
Ya no importa. ¿Cuándo lo traerán?
33.

ENFERMERA
No lo sé.

Se va la enfermera y al poco entra la hija del


anciano, triste y afectada, a la habitación. Se
dirige a Martín.
HIJA DEL ANCIANO
Me alegro tanto de que te hayas recuperado... Me lo
acaba de comunicar la enfermera. Lamentablemente mi
padre, el que ha sido tu compañero de habitación
mientras estabas en coma, ya no puede...
MARTÍN
(Alterado.)
¡No me diga que ha muerto!

HIJA DEL ANCIANO


Desgraciadamente sí. Hace un año me quedé sin madre,
y, ahora, me he quedado sin padre. Es horrible. Estoy
huérfana en el mundo...

MARTÍN
¿Se llegó a enterar de que podía morir?
HIJA DEL ANCIANO
Creo que no. Incluso cuando lo metieron de urgencia
en el quirófano, tenía esperanzas de volver a su vida
cotidiana. En fin, una parada cardiaca se lo ha
llevado por delante: un hombre tan fuerte...
MARTÍN
No le niego la buena intención, pero, ¿no habría sido
mejor enfrentarse a la realidad?
HIJA DEL ANCIANO
¿Y qué se ganaría con ello en este caso? Ha muerto
con esperanza. ¿O es mejor vivir sin ella?

MARTÍN
Esta es una cuestión delicada. De ésas que, cuando te
pronuncias, siempre te dejan un poso de incomodidad o
duda. Es como si te movieras en arenas movedizas,
aunque yo, personalmente, se lo habría dicho.

HIJA DEL ANCIANO


Cada cual tiene sus razones, pero ya todo lo que
hablemos carece de sentido.

MARTÍN
Sí, la muerte de alguien querido nos deja un
semblante mezcla de incomprensión e incredulidad...
HIJA DEL ANCIANO
Ahora tengo que sobrellevar el dolor de este vacío.
Eso es lo más difícil.
34.

MARTÍN
Esa sensación la conozco. A medida que vas perdiendo
seres queridos, se te van abriendo heridas de muy
difícil cicatrización. Al final de una vida larga,
uno tiene por fuerza más agujeros emocionales que un
Gruyer.
HIJA DEL ANCIANO
Yo ya llevo algunos y créeme: no los he podido
rellenar. Pero, bueno, me alegro por ti. Has salido
de una buena. ¿Te ha quedado alguna secuela?
MARTÍN
Todavía me están haciendo pruebas para ver si todo
anda bien. Hasta ahora sólo me ha quedado una ligera
cojera que podré superar con rehabilitación. Pronto
dicen que me darán de alta.
HIJA DEL ANCIANO
Perfecto. Te deseo mucha felicidad en tu nueva vida.
Se puede decir que acabas de nacer.

MARTÍN
Eso me dice todo el mundo.
HIJA DEL ANCIANO
Cuídate.

MARTÍN
Usted también.
Se va la hija del anciano y se corre el telón
para preparar el tercer acto.
35.

ACTO III

Escena 1

Martín está en su apartamento. Se encuentra


durmiendo cuando suena el teléfono. Con pereza,
por el adormilamiento, lo coge.
MARTÍN
¿Quién es? (Breve pausa.) ¿Eres tú, Marta? ¿Qué te
pasa? ¿Por qué lloras? (Tenso.) ¡Cálmate!
¡Tranquilízate, mujer! ¡¿Qué ha ocurrido?! (Pausa.)
¡No! ¡No puede ser! ¡Agustín, no! ¡¿Que un maldito
borracho al volante lo ha matado...?! ¡Mierda! ¡Voy
para allá volando! (Cuelga bruscamente, se levanta
nervioso y empieza a dar vueltas por la habitación
hablando en voz alta.) ¡No, no me hagas esto! ¡Esto
no! (Le da una patada a una silla con rabia.)¡¿Qué
monstruo cruel eres, Muerte, que privas a un padre de
ver crecer a su mayor tesoro?! ¡¿Y a una esposa de la
íntima compañía de su pareja?! ¡¿Y a un alma
sufridora como la mía del mejor consuelo amistoso?!
¡¿Por qué no me fulminas a mí?! ¡Yo no tengo nada que
perder salvo la vida! ¡Aquí me tienes! ¡Actúa de una
vez por todas y acaba con mi egonía! ¡¿Pero, qué
absurdidad es todo esto?! Siempre te estoy
interpelando con nulo resultado. Este monólogo
tendría que ser un diálogo, pero siempre me quedo con
las preguntas y las imprecaciones en la boca, lleno
de impotencia y rabia, pues no hay nada más enojante
que el desdén. ¡Tú nunca me miras cara a cara, ni
siquiera me hablas! ¡Me ignoras, maldita seas!
¡¡¡Aaaah!!! (Coge una silla y la lanza contra el
suelo.) ¡¡¡¿Ahora estoy expresándome como quieres?!!!
¡¡¡¿Entiendes sólo el lenguaje de la violencia?!!!
(Se echa a llorar derrumbado.) ¡¿Por qué me torturas
así?! (De pronto, iracundo, le habla a su brazo.) ¡Y
todo por tu culpa, ridículo átomo de carbono! ¡Sí tú,
minúscula estructura! (Se araña en el brazo.) ¡Ah!
¿Te hago daño, eh? ¡Y a la vez me lo hago a mí!
(Carcajea.) Tu suerte es la mía y al contrario.
Contra ti despotrico, es decir, contra mí, y contra
toda tu química orgánica, contra tus valencias y tu
multiplicidad de enlaces covalentes. (Coge una silla
y le habla con furia.) Tú estás hecha de madera,
materia orgánica en su momento. Ahora no eres más que
un triste despojo de lo que eras. ¿Crees que
resistirás mucho a la devastación del Tiempo? ¡¿Por
qué, carbono insatisfecho, tuviste que rebelarte
contra el estado de cosas y generaste la vida con la
estrecha colaboración de la molécula de agua?!,
¿porque querías abandonar la tan aburrida y
predecible materia inerte para vivir una loca
aventura con unos cuantos átomos más que te
siguieron...? ¡¿Por qué rompiste lo ordenado, lo
monótono y tomaste tus propias decisiones, riesgos y
36.

MARTÍN
combinaciones?!, ¿porque querías libertad de
movimientos, nuevas experiencias y un mundo
propio...? Pobre infeliz. ¿Qué has conseguido? Yo te
lo diré. Esta loca rebeldía te obliga a huir siempre
hacia delante y a luchar constantemente contra los
elementos que intentan destruir tu nuevo orden
autónomo, este universo endeble que te ha costado
tanto construir. Al final, siempre acaba destruido y
reintegrado a lo inerte, de donde salió, y tu destino
es el nuestro, el de los seres vivos. Somos tus
víctimas colaterales, un rastro de juguetes rotos
utilizados caprichosamente para lograr tu
perduración, y, lo peor de todo, es que ya no puedes,
podemos, parar; ni siquiera saber cuál es el objetivo
de tan absurdo viaje, si alguna vez lo hubo. Pero,
para ti, lo único que importa es el viaje por el
viaje, continuarlo a toda costa fabricando nuevas
arquitecturas efímeras esclavas de la obtención de
energía y sujetas al deterioro continuo del
implacable Tiempo. ¡¿A dónde pretendías llegar,
loco?! ¡¿No ves que has llevado las cosas demasiado
lejos...?!, ¡¿que se te ha escapado de las manos tu
travesura...?! ¡Fuera de mi vista! (Estampa la silla
contra el suelo.)

En ese preciso instante se escucha una explosión


inmensa. A consecuencia de ello, se van todas
las luces del escenario y, cuando se vuelve a
iluminar tenuemente, aparece Martín, magullado,
ensangrentado, tumbado, pero apoyado sobre sus
brazos, y desplazado del lugar en el que estaba
por la fuerza explosiva. Apenas se mueve,
aturdido por la situación, mientras pronuncia su
último parlamento antes de perder la
consciencia.

MARTÍN
¡Ah! ¡Por fin has respondido a mis provocaciones con
tu brutal retórica, Muerte! (Carcajea tenuemente con
tos o/y jadeo intercalados.) Pero esta vez, al volar
por los aires, en un abrir y cerrar de ojos, me ha
parecido vislumbrar tu verdadero rostro. Ya sé quién
eres. (Carcajea tenuemenete con tos o/y jadeo
intercalados.) Tú, Muerte, no eres más que la Vida
cometiendo homicidio. (Carcajea tenuemente con tos
o/y jadeo intercalados.) ¡Ya entiendo! ¡Todo encaja!
Te alías con tu cómplice, el Tiempo, sin el que tu
cruel pasatiempo no duraría nada, para obligarnos a
pasear con él entretenidos mientras tú te diviertes
hiriéndonos hasta la muerte. Para esperanzar
engañosamente a la gente, le ofreces algunos momentos
de placer por los que se dice que vale la pena vivir,
incluido el sexual reproductivo, con el que te
aseguras siempre que habrá una nueva matanza. Al
final, te presentas enmascarada de Muerte y así nadie
te asocia a tu verdadera naturaleza; pero esta vez,
37.

MARTÍN
(Carcajea tenuemente con tos o/y jadeo intercalados.)
yo gano, aunque pague con mi sangre. Aquí empieza la
última escena de la trágica vida en la que acabo de
forma inesperada. Ahora aprecio con claridad que el
único universo importante era el mío. (Tose.) ¿Qué
más me da que explote la Tierra, se funda el Sol, se
libere la Luna de su órbita, revienten los astros o
desaparezca el Universo tras mi muerte...? Que los
versos sean mi último consuelo, ya que no pueden
serlo los besos:
Uno se cree importante,
y, en un pérfido instante,

muere en accidental lance.


En el alma, espanto,

en el cuerpo, sangre;

somos criaturas errantes


cuyos pasos vacilantes

dan en un abismo insaciable.

¡Ah! (Gesto de dolor.) Me mareo con tanta sangre.


¡Qué escandalosa! (Queda tumbado totalmente en el
suelo, pero aún guarda un respiro de vida.) Adiós a
todo. Ahora ya siento que nada me importa. Se escapa
mi rojo líquido y mi corazón cada vez retumba más en
mi pecho. Pobre insensato, ¿para qué? Adiós, vida. Te
he amado tanto..., aunque no te haya comprendido.
Ciego amor, pasión sin razón.

Suena una sirena aproximándose mientras Martín,


con voz muy débil, aún saca fuerzas para recitar
unos versos.
Pero, un momento, Alma,
aún no te vayas, calma,

oigo una señal de alarma:

si es de una ambulancia,
aquí encontrará mi suerte.

Tendido en sangre e inerte,

espero, como un despojo,


que se me retire pronto.

Pero, si es de la policía,
38.

apartaos de mi agonía,

dejadme morir en libertad,

pues odio lo que representáis:


la fuerza del Poder,
que abusa sin piedad...

Pierde el conocimiento justo en el momento que


llegan los policías y tocan a la puerta.
POLICÍA 2
¡Policía! ¡¿Hay alguien dentro?!

POLICÍA 1
¡Abran!
Golpean a la puerta con insistencia. Finalmente,
entran tras derribarla a patadas.

POLICÍA 1
¡Allí hay un hombre tendido!

POLICÍA 2
¡Llama a la ambulancia rápidamente!

POLICÍA 1
(Habla por el dispositivo de
comunicación mientras se acercan al
cuerpo.)
¡Atención! ¡Atención! ¡Aquí patrulla zeta uno de la
policía! ¡Parece que ha habido explosión de gas!
¡Manden ambulancia a la calle desengaño! ¡Número uno!
(Fijándose mejor en el rostro por la cercanía.) ¿Éste
no es el tipo al que ya llevamos al hospital?
POLICÍA 2
Me parece que sí.
POLICÍA 1
Ya es casualidad que nos pille nuevamente de
servicio. Si la otra vez decía que se le caía el
cielo, ahora lo que se le ha caído de verdad ha sido
el techo. (El policía 2 se agacha para tomarle el
pulso.)

POLICÍA 2
Venga, déjate de tonterías y ayúdame a bajarlo, que
tiene pulso débil y aún huele a gas.

Lo cogen entre los dos y se disponen a sacarlo


de la habitación.
39.

POLICÍA 1
Este hombre tiene más vidas que un gato. ¡Qué suerte
tiene el jodío!

POLICÍA 2
Pues yo no querría su suerte para mí. (Sonido de
sirena lejano.) Anda, que ya se oye la ambulancia.
Salen los tres del escenario. Se apagan las
luces para preparar la siguiente escena mientras
se oye otra explosión de fondo.

Escena 2

Martín se encuentra de nuevo en su apartamento


con un vendaje convaleciendo de las heridas
sufridas en la explosión de gas. De pronto,
tocan a la puerta y, al abrirla, aparece Marta.
MARTÍN
Hola, Marta. ¡Qué sorpresa!

MARTA
¿Cómo estás?
MARTÍN
Bien. (Se besan.) Pero... Pasa y siéntate. (Se
sientan en torno a la mesa.)

MARTA
Martín, he venido tan pronto como he podido. Perdona
por no tener fuerzas para visitarte en el hospital
esta vez.

MARTÍN
Mujer, no tienes que disculparte por eso.

MARTA
No me he repuesto aún de la desaparición de Agustín,
y, me das otro susto de muerte... ¿Qué está
sucediendo últimamente?
MARTÍN
Pues que debe de haber alguna conspiración
interplanetaria para fulminarme... En serio, esta vez
no ha sido nada. Sólo me desmayé por la pérdida de
sangre tras una explosión de gas de un vecino al que
no veía hace tiempo y al que no veré más. Un descuido
que ha costado su vida y casi la mía. (Sonríe de
impotencia.)

MARTA
Hablas de cosas tremendas con una naturalidad que
hiela la sangre...
40.

MARTÍN
¿Y qué quieres que haga?, ¿apenarme y darle un
gustazo a mi verdugo secreto? No es mi estilo, Marta.
Ya me conoces. A partir de ahora pienso reírme de lo
absurdo de todo. Cuanto más me lo parezca, con más
motivo y fuerza me reiré. (Carcajea.)
MARTA
Por dios, Martín, ¿qué disparates dices?

MARTÍN
(Indignado.)
¿Disparates...? He salido en poco tiempo de dos
gordas. Resisto hasta las explosiones de gas...
(Carcajea.) ¿Cómo quieres que no me ría? (Cambiando
la expresión a una más grave.) Lo hago en verdad por
no llorar. De momento la Muerte, que no es más que la
Vida enmascarada, me tortura pero no me ejecuta. Lo
peor de su juego macabro es que, encima, tengo que
estarle agradecido por no rematarme.

MARTA
(Triste.)
Conmigo, últimamente, también se ceba con saña, de
manera que, a veces, me hace desearla, con máscara o
sin ella.

MARTÍN
No digas eso. A este siniestro enemigo, ni agua. Te
lo dice quien lo conoce íntimamente.
MARTA
(Comienza a sollozar y Martín le coge
la mano.)
Aquí me tienes, protagonista forzosa de mi propio
drama: la muerte de mi marido. ¿Por qué me ha tenido
que pasar a mí? ¿Qué he hecho yo para merecer esto?
(Llora desconsoladamente.) Ya no podrá estar Agustín
junto a su Esperanza. Tanto que la deseó..., y apenas
ha podido abrazarla. Al menos, tú serás su nuevo
padre, como él querría. (De repente, grita de rabia.)
¡Maldita sea! ¡He sido madre y no puedo ni siquiera
alegrarme de esta experiencia maravillosa: el destino
es demasiado cruel conmigo!

MARTÍN
Tienes que sacar fuerza de donde sea, aunque sólo sea
por tu hija. Ahora eres responsable de otra vida, no
únicamente de la tuya.

MARTA
(Con voz afectada, se confiesa.)
La verdad es que, desde la muerte de Agustín, no
levanto cabeza. Tengo a Esperanza, sí, fruto de
nuestro gran proyecto vital, pero no es ni siquiera
un consuelo. Agustín me llenaba tanto... Tener a una
persona amada al lado hace que nos ubiquemos en el
41.

MARTA
mundo, que nos sintamos protagonistas de una bella
historia; sin embargo, cuando nos quedamos solos, y
más de esta manera brutal e inesperada, parece que
nos apeáramos del mundo mientras él siguiera girando
al margen de nosotros con gélida indiferencia. ¡Qué
bonito es compartir con las personas a las que amas!

MARTÍN
Bellas y profundas palabras que te honran. No te
tortures: la vida decide por nosotros más de lo que
creemos, aunque nos la pasemos buscando explicaciones
y justificaciones en vano. ¡Cuánto tiempo perdido! Ya
los filósofos estoicos, con una intención noble, para
intentar librarnos de las pesadas cargas de la
existencia, nos sugirieron una única y digna pose
frente a todos los sucesos: fueran buenos o malos.
Lógicamente su filosofía fracasó, pues hay pocos que
puedan llegar a estar preparados para adoptar esta
actitud indolente ante las adversidades de la vida:
se necesita ser un superhumano para mantenerse
impasible cuando el barco zozobra o se hunde.
MARTA
Quizás lo más destructivo que siento es la
impotencia. No estoy preparada para digerir la
desgracia.

MARTÍN
¿Y quién lo está? Desahógate, Marta. Hablar hace
mucho bien en estos casos de congoja del alma. De
hecho, no hay medicina más poderosa que la
comunicación cómplice entre humanos.

MARTA
¿Me das un poco de agua?
MARTÍN
Claro. (Le sirve el agua y Marta bebe unos sorbos.)
Ahora que estamos en confianza, te voy a contar unos
hechos increíbles que me han sucedido y que no tienen
aparente explicación.
MARTA
(Atenta y curiosa.)
Me conoces y sabes que tienes discreción y
comprensión en mí.

MARTÍN
Cuando Agustín y yo salimos del pub la noche en la
que celebrábamos el nacimiento de Esperanza, se me
ocurrió lanzar unos adoquines sueltos al Ayuntamiento
y a la sucursal bancaria anexa, por motivos que no
vienen al caso.
42.

MARTA
¿También lo hizo Agustín?

MARTÍN
No, él intentó contenerme sin éxito.
MARTA
¿Y qué hay de increíble en lo que me estás contando?

MARTÍN
Ya verás. Estábamos en ésas, cuando, de repente, me
dirigí a las estrellas y les reproché que me
estuvieran incomodando siendo testigos indiscretos de
mi acción.

MARTA
¿Habías bebido mucho?
MARTÍN
Bueno, un poco más de la cuenta, pero eso no tiene
nada que ver con el devenir de los hechos. Entonces,
llegó un momento en el que las estrellas empezaron a
venírsenos encima literalmente, como vengadores
meteoritos en cruel respuesta a mis imprecaciones.

MARTA
(Extrañada.)
¿Estás seguro de que no fue una alucinación?
MARTÍN
(Molesto.)
Ya sabía que no me creerías.

MARTA
No, no; si, sí. ¿Y qué hicisteis?
MARTÍN
Yo me puse a cubierto como pude tirándome al suelo y
tapándome la cabeza mientras le gritaba a Agustín que
se pusiera a salvo. Cuando todo pasó, me encontré con
la doble desagradable sorpresa de que Agustín había
desaparecido y de que unos malditos policías se
acercaban a detenerme con el resultado final que ya
conoces.

MARTA
No es eso lo que me contó Agustín.

MARTÍN
(Extrañado.)
¿Y qué te contó?

MARTA
Que fue un accidente, que te tropezaste y te
golpeaste la cabeza al caer al suelo. Y después,
empezaste a delirar.
43.

MARTÍN
(Incrédulo y pensativo.)
¿Por qué pudo decir eso? (Pausa dubitativa.) Sólo se
me ocurre que lo hiciera por protegerme de la
maledicencia de la gente, que nunca lo podría
entender...
MARTA
(Interrumpe.)
A decir verdad, Martín, yo también veo más creíble su
versión de los hechos que la tuya. Eso de que se te
cayera el cielo suena a fantasía o a delirio.
MARTÍN
(Angustiado.)
Ya no sé qué creer. A veces, dudo hasta de mi propia
mente. Pienso que me está haciendo trampa, pero
luego...
MARTA
(Ansiosa.)
¿Qué?

MARTÍN
Compruebo que mi percepción de la realidad es válida
porque encaja perfectamente con los hechos que
posteriormente suceden.

MARTA
(Confusa.)
No te sigo. ¿Qué quieres decir?

MARTÍN
(Serio.)
Creo que puedo detectar la muerte con antelación.
Cuando se me desaparece en extrañas circunstancias
una persona, al poco muere.

MARTA
(Escandalizada.)
¿En qué te basas para afirmar semejante cosa?
MARTÍN
La desaparición de Agustín bajo la lluvia de
estrellas me estaba avisando de que moriría en breve.

MARTA
¡Qué disparate, Martín! ¿No te das cuenta de que
podría ser una simple coincidencia?
MARTÍN
Ya sabes que yo siempre he sido muy escéptico en
estas cosas, pero no he tenido sólo este aviso. Me
pasó también con mi compañero en el hospital.
44.

MARTA
(Intrigada.)
¿Qué pasó?

MARTÍN
Acababa de salir del coma muy alterado y, mientras me
sedaban, pude verlo. Cuando me desperté nuevamente,
observé que ya no estaba. Llamé alarmado a la
enfermera. Ésta vino corriendo y, cuando le pregunté
qué le había pasado a mi compañero, me tranquilizó
diciéndome que se lo habían llevado al quirófano por
una serie de complicaciones. Y allí se quedó.
MARTA
Mira, Martín. Me parece que estás viendo fantasmas
donde no los hay. Esas conexiones que haces entre
unos sucesos y otros no son racionales. Lo siento, me
cuesta creerte. Todo es tan...
MARTÍN
(Molesto, interrumpe.)
¿Demente?

MARTA
(Dubitativa.)
No sé. No me malinterpretes. Es posible que el golpe
te haya aturdido. Últimamente has estado al borde de
la muerte en dos ocasiones. Es normal que tengas un
trauma psíquico fuerte.
MARTÍN
¡En estos momentos no necesito tu opinión!

MARTA
No te enfades, Martín. No te conviene sobresaltarte.
MARTÍN
¡Para de decir lo que me conviene o no! ¡Pareces mi
madre!

MARTA
(Nostálgica.)
En otro tiempo fui tu pareja y no funcionó. Ya sabes,
en parte por ese carácter tuyo que te hace estar
peleado con el mundo.

MARTÍN
(Se serena.)
Perdona. No quería...

MARTA
No, perdóname a mí. Los reproches a estas alturas son
absurdos. Bueno, me tengo que ir, que he dejado a
Esperanza con mi madre. Cuídate mucho. (Lo besa.) Nos
veremos en el juicio. (Se va.)
45.

Escena 3

Tocan al timbre. Va a abrir Martín.

MARTÍN
(Extrañado.)
¡No puede ser! Pero..., ¿qué ven mis ojos? ¿Tú no te
habías ido...?
AGUSTÍN
¿A dónde?, ¿al otro barrio...?
MARTÍN
(Incómodo.)
No quería decir eso.

AGUSTÍN
Venga, dame un abrazo. (Se abrazan.) Así que alguien
va publicando mi esquela por ahí a viva voz... Vamos,
dispara, ¿quién te lo ha dicho?
MARTÍN
Tu propia mujer.
AGUSTÍN
Tantas cosas dice... Ya sabes, a las mujeres les
encanta hablar.

MARTÍN
Pasa, amigo, que vamos a brindar.
AGUSTÍN
¿Por qué?

MARTÍN
Por que estás aquí.
AGUSTÍN
Estás un poco raro, tío.

Suena el timbre nuevamente.


MARTÍN
(Extrañado.)
Pero, bueno, ¿qué pasa hoy? (Abre la puerta.)

ANCIANO
Hola, compañero de fatigas.
MARTÍN
(Totalmente perplejo.)
Hombre, ¿qué haces tú aquí? Si dijeron que ibas a...
ANCIANO
¿A no andar, eh? Pues ya he cogido algo de fuerza en
los remos y aquí me ves hecho y derecho. (Intenta dar
unos pasos de claqué, pero se tropieza y Martín lo
46.

ANCIANO
coge para que no se caiga.) Todavía tengo que
recorrer un largo camino hasta mi recuperación.

AGUSTÍN
Todo se andará. Pasa y siéntate con nosotros, Emilio,
ahora que eres un hombre que se viste por los pies.
ANCIANO
(Amenazante.)
Menos guasa, que te conozco, y acabaremos mal. ¡Con
mis remos no te metas!
MARTÍN
Señores, no quiero malos rollos bajo mi techo.
(Extrañado.) Pero, ¿cómo os conocéis vosotros?
AGUSTÍN
Durante tu ingreso coincidimos en el hospital unas
cuantas veces y tuvimos oportunidad de hablar. ¡Qué
largo se hace el tiempo en un hospital!, ¿verdad,
Emilio?

ANCIANO
Y más cuando no puedes moverte de la cama.

MARTÍN
Pero si yo no me acuerdo de haberos oído hablar
nunca...
ANCIANO
(Sonríe.)
Claro que no, hombre, si estabas en coma... ¡Y quién
lo diría viéndote ahora mismo...!
AGUSTÍN
¡Qué cosas tienes, Martinete!

MARTÍN
(Prepara tres copas de vino y las
distribuye.)
Bien, ya que estamos sanos y salvos, brindemos por
los buenos momentos. ¡Salud! (Repiten los otros dos,
¡Salud!, y consuman el brindis.) Por cierto, Agustín,
¿cómo se porta Esperanza?

AGUSTÍN
Pues duerme mal, es decir, dormimos mal todos.

ANCIANO
Es que tener hijos es un sacrificio.

MARTÍN
Si lo piensas mucho, no los tienes.
47.

ANCIANO
No, no, hay que ponerse. (Sonrisa pícara.) Lo más
divertido es hacerlos, aunque a mi edad...

MARTÍN
El placer de unos minutos puede tener consecuencias
fatales durante muchos años para muchas personas.
AGUSTÍN
(Guasón.)
Venga, Emilio, no te pongas tristón... Ya sabes que
en cada fase de la vida hay que aprovechar lo que se
ofrece.
ANCIANO
Poco más que achaques y dolores me se ofrecen ya a
estas alturas.
MARTÍN
Pero tienes la experiencia y la sabiduría que
proporciona la vida.

ANCIANO
(Despreciativo.)
Bla, bla, bla,... ¿De qué me sirve ya la teoría, si
no puedo ponerla en práctica por falta de salud o de
futuro?

AGUSTÍN
Vamos, Emilio, precisamente los viejos os aferráis
más a la vida que los jóvenes...

ANCIANO
Porque estamos a punto de palmarla. Tenemos demasiado
pasado y poco futuro, al contrario que los jóvenes.
MARTÍN
Por eso decía Eurípides que un viejo es algo así como
una sombra con voz.

ANCIANO
Hijo, yo no tengo mucha cultura, aunque es verdad que
la gente te oye pero no se fija en ti. Te conviertes
en un estorbo, una incomodidad para todos, así que, a
las primeras de cambio, tu familia te aparca en una
residencia a la espera de que estires la pata cuanto
antes para que ellos puedan disfrutar de tu
patrimonio.

AGUSTÍN
No será para tanto, exagerao. Por lo menos, no tenéis
ni que trabajar ni que preocuparos de sacar adelante
a la familia.
ANCIANO
Hombre, algún consuelo tenía que haber. Ya es duro
ser una pasa pasá... Lo peor que llevo es que ya no
48.

ANCIANO
me se acercan las mujeres más que para meterme agujas
en las venas. (Ríen los tres.) Antes era yo el que
les pinchaba a ellas...

MARTÍN
(Interrumpiendo el tono soez que ha
adquirido la conversación.)
No sigas, que te entendemos. (Ríen el anciano y
Agustín.) Dime, Emilio, ¿cuánto tiempo estuviste
ingresado?

ANCIANO
Unas dos semanas, que se me hicieron como dos años.
MARTÍN
Y antes de salir, ¿no te operaron de urgencia?
ANCIANO
¿Por qué? Si estaba bien de todo... Sólo había
cogido...

AGUSTÍN
Flojera en las piernas. (Ríe.)

ANCIANO
Siempre cachondeándote de la gente. Si no fuera
porque aún tengo las piernas débiles, te ibas a
enterar de quién es el tío Emilio.

MARTÍN
Tengamos la fiesta en paz. Estoy muy contento de que
estéis aquí. Brindemos otra vez. ¡Por la salud y la
amistad!

Levantan los tres las copas.


AGUSTÍN
¡Y por que Emilio siga teniendo los pies en la
tierra!

ANCIANO
¡Maldito Agustín! ¡Te voy a dar una patada en los
mismísimos...!
El anciano deja la copa en la mesa y se levanta
bruscamente, pero cae al suelo con estrépito
debido a la debilidad de piernas. En ese
momento, suena un timbre repetidamente y se
queda el escenario a oscuras. Cuando se vuelve a
iluminar, Martín está tumbado en la cama.
Finalmente, consigue despertarse. Somnoliento,
se levanta y va a abrir.

MARTÍN
¡Ya voy! ¡Ya voy! (Abre la puerta.) Paula, ¿qué haces
tú también por aquí?
49.

PAULA
(Molesta.)
Encima que vengo a verte... Si quieres, me voy.

MARTÍN
No me hagas caso. Anda, dame un beso. (Se besan en
los labios.)
PAULA
(Reprochadora.)
¡Qué brusco eres algunas veces!
MARTÍN
Es que acabo de despertarme de un sueño muy raro
ahora mismo... Por cierto, ¿qué hora es?

PAULA
Las siete.
MARTÍN
¡Madre mía! Me he pasado de siesta. Entra.

PAULA
(Entra y se sienta.)
¿Y de qué iba ese sueño, si se puede saber?

MARTÍN
El caso es que habían venido a visitarme Agustín y
Emilio.
PAULA
¿Quién es Emilio?

MARTÍN
(Extrañado.)
¿Cómo que quién es Emilio? Mi compañero del hospital
cuando estuve recuperándome del coma.
PAULA
¿Aquel anciano que murió poco después de salir del
coma tú...?
MARTÍN
Exacto.

PAULA
(Pensativa.)
Pero creo que no se llamaba Emilio...

MARTÍN
Te digo yo que sí.
PAULA
Bueno, bueno, si tú lo dices... No vamos a discutir
por un nombre.
50.

MARTÍN
En realidad, yo diría que tenían algo pendiente entre
ellos que a mí se me escapa.

PAULA
¿Por qué lo crees?
MARTÍN
Porque han acabado discutiendo acaloradamente y casi
llegan a las manos por las piernas de Emilio. Menos
mal que has llegado... Ya era muy desagradable la
escena.
PAULA
Olvídate, cariño. No le hagas caso a una pesadilla
sin más. ¿Tú cómo estás?

MARTÍN
La verdad, Paula, que mal. Últimamente vengo
padeciendo una serie de desgracias encadenadas que me
están dejando tocado. A veces parece que un ente
superior, dios o como quieras llamarlo, se cebara y
sintiera placer en torturar a las personas.
PAULA
No digas eso. Simplemente es una mala racha con la
que Dios prueba nuestra fortaleza...

MARTÍN
Es cruel tu dios entonces. ¿Cómo puede complacerse
con el sufrimiento humano?

PAULA
El Dios que yo concibo no puede ser cruel, sino lo
contrario, compasivo. Sólo intenta seleccionar a los
que se merecerán la vida eterna poniendo su fe a
prueba.
MARTÍN
Ojalá tuviera tu fe. ¡Qué fácil sería todo...! Pero
no la tengo. En su lugar albergo la razón de
Occidente. Su fuerza provoca mi debilidad pues no
está el ser humano preparado para soportar su peso ni
sus consecuencias.

PAULA
Sencillamente cree y llenarás los huecos a donde la
razón no puede llegar.

MARTÍN
No me es tan fácil ponerme una venda ante lo que no
puedo comprender, Paula. Al principio, en mi
ingenuidad, me parecían todas las religiones un
cuento existencial, infantil y bienintencionado.
Pensaba: dichoso el que tenga fe, cuántas amarguras
se ahorrará. Pero, a estas alturas de mi vida, la
experiencia me ha enseñado que muchas han manipulado
51.

MARTÍN
la buena fe de sus feligreses para vivir del cuento
y, de paso, medrar en sus intereses terrenales
aprovechándose de la debilidad existencial del ser
humano, es decir, por cuestiones espurias, han
hurgado en su herida más profunda y sangrante, el
sentido de la vida, metiendo el dedo macabro de la
Muerte en ella.

PAULA
(Espantada.)
¿Qué quieres decir?
MARTÍN
Que me parece cruel e intolerable que una religión
que, en principio, tiene que dar un sentido a la
existencia y un consuelo a las personas; en cambio,
las atemorice y atormente con la muerte, de manera
que las haga despreciar esta vida, que es lo único
que tenemos, prometiendo otras existencias ilusorias,
hipotéticamente mejores.

PAULA
(A la defensiva.)
¿No te estarás refiriendo a la religión católica...?

MARTÍN
Hablo en general, pero precisamente la religión
católica, que es la que conozco mejor, invita más a
despreciar la vida terrenal que a amarla, alegando su
imperfección y brevedad. Ya conoces el vanidad de
vanidades, todo es vanidad.

PAULA
¿Cómo dices esas barbaridades?
MARTÍN
¿Por qué la llama valle de lágrimas entonces?
Entiéndeme bien, Paula. Una religión debe celebrar el
misterio de la vida, aparte de aportar un sentido de
trascendencia: mucha gente la necesita. Sin embargo,
un templo católico, a alguien que lo viera por
primera vez, le parecería un museo a la tortura en el
sentido de que preside el altar una gran imagen de un
crucificado agonizante, con corona de espinas y una
herida en el costado. ¿Puede haber más morbo de
sangre? Pues sí, para rematar la tétrica escena, si
hay santos, a menudo aparecen cruelmente torturados,
como si fueran las guindas del fúnebre y macabro
pastel.

PAULA
No me gusta que hables así de la religión que
profeso. ¿Tan difícil es respetar las creencias de
los otros?
52.

MARTÍN
No me malinterpretes. Insisto. No tengo nada en
contra de ninguna religión: allá cada cual cómo se
cure sus heridas existenciales. Lo que no tolero es
cuando éstas se erigen en moralizadoras e intentan
controlar el ámbitor público y el íntimo a través de
múltiples manipulaciones, o, ganan injustos
privilegios conchabándose con el Poder, o, utilizan
la compasión interesada, que no es más que ayudar al
necesitado con la intención última de ganarse su
simpatía o voluntad. (Indignado.) ¡Por favor! ¡La
verdadera compasión no pide nada a cambio, como
cualquier sentimiento verdadero! Lo siento, pero no
puedo respetar si no me respetan.
PAULA
Sin embargo, yo te quiero como eres, con tu ateísmo.

MARTÍN
Agnosticismo.
PAULA
Pues eso, que amo la diversidad. A menudo la gente se
enfada porque otros no piensan como ella. La variedad
es lo que nos hace ricos e interesantes. Si todos
fuéramos iguales y estuviéramos de acuerdo en todo,
la vida sería aburrida.
MARTÍN
Ahí estamos de acuerdo, aunque yo diría que
insoportable. Al fin y al cabo, los seres humanos
estamos hechos para relacionarnos entre nosotros,
para bien y para mal.

PAULA
Por eso te amo a ti, porque eres un bicho raro. (Lo
besa en la boca cariñosamente.)
MARTÍN
Aquí tengo preparada una botella de un líquido
divino.

PAULA
Como en los viejos tiempos: luz de vela y copa de
vino.

Agustín prepara dos copas de vino, le sirve una


a Paula, enciende una vela en el centro de la
mesa y se sienta.
MARTÍN
Por nosotros.

PAULA
Por nuestro amor.
Brindan y beben.
53.

MARTÍN
Te voy a confesar una cosa que no se la he dicho a
nadie.

PAULA
Dime.
MARTÍN
Cuando estaba en coma, aunque aparentemente no
respondía a ningún estímulo; en realidad, podía oír y
pensar perfectamente.
PAULA
(Extrañada.)
Entonces, ¿estabas al corriente de todo?

MARTÍN
Sí, recuerdo una vez que estuvisteis Marta, Agustín,
su niña y tú.
PAULA
Coincidimos en varias ocasiones.

MARTÍN
Pues, esa vez, Agustín se fue y tú tuviste que llevar
a casa a Marta y a la niña.

PAULA
(Pensativa.)
No lo recuerdo. ¿Estás seguro?
MARTÍN
Me acuerdo perfectamente. Y lo más sorprendente: creo
que conecté mentalmente con Esperanza.
PAULA
¿Qué quieres decir?
MARTÍN
Que estuve explicándole telepáticamente cómo era la
vida a la que acababa de llegar. Hubo un momento,
mientras le estaba relatando la parte más dura, en el
que empezó a llorar desconsoladamente.

PAULA
¡Por Dios, Martín! ¡¿Qué estás diciendo?!
MARTÍN
Tú la intentabas calmar en vano, pero sólo se calló
cuando la tranquilicé desde mi pensamiento.

PAULA
(Dubitativa.)
No puede ser... Sigo sin recordar... Además, el
médico me dijo que estabas en coma profundo...
54.

MARTÍN
(Ligeramente irritado.)
¿Son infalibles los médicos? ¿Es la Ciencia una
religión en la que hay que creer a pies juntillas?
Justo lo contrario. La Ciencia se ha fortalecido por
su continuo cuestionamiento de todo, incluso el de
sus propios pilares.
PAULA
No, si tienes razón, pero...

MARTÍN
¿Pero, qué...? Déjate ya de peros y créeme.
PAULA
(Sin convicción.)
Tú eres quien lo vivió. Si tu lo dices, te creo. El
médico siempre insistía en que estabas muy agarrado a
la vida...
MARTÍN
Pues, poco antes, ironías del destino, estuve a punto
de quitármela.
PAULA
(Intrigada y preocupada.)
¿Qué quieres decir?

MARTÍN
Que estuve a punto de suicidarme tirándome por la
ventana la última vez que discutimos.
PAULA
(Espantada.)
¿Cómo se te pasó eso por la cabeza? Cariño, nadie ni
nada vale tu vida. Suicidarse es un error. Es no
querer afrontar los problemas. Una salida fácil.

MARTÍN
Al contrario, los suicidas son pobres víctimas para
los que la vida ha superado el umbral de lo absurdo y
se ha hecho insoportable por distintas razones. La
última y más drástica de las soluciones.
PAULA
Pero la vida es de Dios y sólo él decide cuándo
quitarla.
MARTÍN
Volvemos al tema recurrente. Escucha, Paula. Nadie te
pregunta para traerte a la vida, ¿cómo puede nadie
impedirte prescindir de ella?
PAULA
No pensamos igual. Está claro que no llegaremos a un
acuerdo.
55.

MARTÍN
Porque la principal diferencia entre tu forma de
entender la vida y la mía estriba en que, para ti, es
producto de un ser superior cuyo misterio ha sido
revelado; mientras que, para mí, es todo un misterio
que podría inspirar el guión de la película de
ciencia ficción más extraordinaria jamás concebida.
Por eso, tus intermediarios son sacerdotes; y, los
míos, científicos.

PAULA
Lo dices como si tu opinión estuviera por encima de
la mía. No me gusta esa soberbia que a veces gastas.
Cambiemos de tema, ¿cómo está la pobre Marta?

MARTÍN
Mal. No es capaz de asumir el giro brutal de vida que
le ha deparado el destino. Ni siquiera encuentra
esperanza en su Esperanza.
PAULA
Rezo a Dios para que se reponga.
MARTÍN
¿Es que no te das cuenta?
PAULA
(Desconcertada.)
¿De qué?
MARTÍN
De que ahora estamos aquí y mañana quizás no.

PAULA
Cariño, esta vida terrenal es sólo un tránsito
necesario para alcanzar la eterna al lado de Dios.
MARTÍN
(Evocador.)
Pues esta es mi visión de cómo nos la deberíamos
tomar: amémonos como lucha en contra de nuestra
triste soledad e indefensión. Despojémonos por un
momento de la terrible espada que pende sobre
nosotros: del ahora somos y mañana quisiéramos ser.
Confabulémonos contra lo prescrito implacablemente.
Encendamos una ilusión descabellada y miremos al
futuro con el semblante tranquilo. Rocemos nuestras
carnes y fusionémoslas en señal de franca rebeldía
contra el dolor para lanzar el mensaje de que somos
aliados del placer: será inútil en lo pragmático, sí,
pero liberador en la aspiración. Recorramos todo el
mapa corporal el uno del otro como si fuera nuestro
propio territorio en el que no habrá fronteras,
posesiones ni explotaciones. Instauremos un gobierno
sin tiranía en donde sólo se luche por la existencia,
y la única derrota sea no presentar batalla. En este
estado de gracia, no pensaremos demasiado; más bien
56.

MARTÍN
sentiremos, pues los sentidos serán nuestros mejores
aliados. Ellos nos trazarán el auténtico paisaje de
la realidad y, las emociones, por fin, coronadas de
guirnaldas triunfantes, regirán nuestras acciones.
Pero no dejaremos que esclavicen a nadie, que
regímenes despóticos nunca fueron buenos, simplemente
nos guiarán y mostrarán el camino a medida que
andemos. ¿Habremos encontrado, entonces, la
felicidad?

PAULA
(Embelesada.)
No sabes cómo me gusta oírte estas bellas y amorosas
palabras. Éste es el Martín que amo: el poeta.

MARTÍN
Bésame, Paula, antes de entregar contra mi voluntad
este palpitante y caliente cuerpo al frío e infinito
Universo convertido en un puñado de polvo
interestelar. El único consuelo que hallo en este
mundo implacable es el calor humano y la poesía. Por
este orden.
PAULA
Por fin te has dado cuenta. Cuidado, Martín, te estás
enterneciendo.

Acaban retozando y besándose apasionadamente en


la cama mientras se corre el telón.
57.

ACTO IV

Escena 1

En una sala de juicio se encuentran, en el mismo


plano, encarando al juez, que está en primer
plano de espaldas al público: Martín, su abogado
y el fiscal. Entre ellos, se ubica la tribuna de
testigos. Detrás de Martín y del abogado
aparecen, en otro plano, el policía 1 y el
policía 2. Al fondo del escenario, en último
lugar, se halla una bancada con gente, entre la
que se encuentran Marta y Paula.

JUEZ
Se abre la sesión para juzgar la comisión de un
delito contra el patrimonio y contra el orden
socioeconómico, producido por el lanzamiento de
elementos arrojadizos contra las fachadas de la
sucursal bancaria y del edificio municipal, que
provocaron daños en ambas propiedades. ¿Cómo se
declara el acusado ante los hechos que se le imputan?

MARTÍN
Reconozco los hechos, pero me declaro inocente.
ABOGADO
(Improvisa sorprendido.)
Mi cliente quiere decir que sería un inocente si
reconoce estos hechos sin alegar que en ese momento
no era consciente de sus actos por presentar una
ingesta alcohólica apreciable...

MARTÍN
(Dirigiéndose a su abogado.)
No me trate como un irresponsable, abogado. Soy muy
consciente de mis actos.
Se escuchan murmullos en la bancada.

JUEZ
¡Ruego silencio en la sala! (El juez espera a que se
calme el público.) ¿Qué tiene que decir la fiscalía
al respecto?

FISCAL
El hecho es grave, pues supone un ataque a una
propiedad privada y a otra pública, nada más y nada
menos que al Ayuntamiento, la casa de todos. Por
ello, la fiscalía pide la máxima pena que se
establece en el Título XIII, capítulo IX, artículo
263 del Código Penal de tres años de prisión y una
multa de veinticuatro meses por concurrir el supuesto
cuarto como agravante, el cual penaliza especialmente
los daños que afecten a bienes de dominio o uso
público o comunal.
58.

MARTÍN
(Exaltado.)
¡¿Eso es todo lo que tiene que decir y dice la
fiscalía?! ¡No me conoce de nada, no tiene ni idea de
qué me impulsó a actuar e, insolentemente, se atreve
a acusarme! ¡¿De dónde diablos le viene esa seguridad
fingida?!
JUEZ
¡Serénese el acusado! ¡No permitiré roces subidos de
tono entre las partes!
Se escuchan murmullos en la bancada.

ABOGADO
(Nervioso.)
Pido perdón en nombre de mi cliente, señoría. Es un
hombre vehemente y no puede...
MARTÍN
(Interrumpiendo.)
Pero, señoría, ¿cómo puedo tomarme en serio a una
persona que, aprovechándose de que no podemos volver
al pasado, intentará reconstruir interesadamente una
realidad sobre unos hechos acontecidos a través de la
manipulación?

FISCAL
Protesto, señoría. La observación es improcedente. Lo
mismo podría decir yo del abogado de la defensa.
JUEZ
(Severo.)
Aceptada. Son las reglas de la Justicia, Sr. Martín:
acusación, defensa y juez que, como decía Ulpiano,
intente dar a cada uno lo suyo.

ABOGADO
Señoría, mi cliente reconoce las reglas de juego...

MARTÍN
(Interrumpe. El abogado lo mira con
rabia, pero se contiene.)
De sobra conozco el funcionamiento de la justicia,
señoría, pues en otro tiempo trabajé en ella. Lo que
quería decir era que la fiscalía intentará hacer un
simplismo tendencioso, injusto como la
generalización, de las circunstancias que provocaron
los hechos.

JUEZ
Sr. Martín, esta reflexión excede del propósito de
este tribunal. Lo exhorto a que se limite a tratar
las circunstancias de la causa que lo ha traído hasta
aquí.
59.

ABOGADO
Así lo hará mi cliente, señoría. (Por lo bajo a
Martín.) Cierra el pico y déjame a mí si no quieres
buscarte una ruina.

MARTÍN
(Desobediente y retador.)
De acuerdo, yo le diré lo justo; y la fiscalía, lo
legal.

JUEZ
Ahórrese los juicios de valor. Que intervenga el
abogado de la defensa.
ABOGADO
Mi cliente...

MARTÍN
(Interrumpe. El abogado se desespera,
pero logra contenerse.)
Por favor, déjeme a mí, abogado. Señoría, antes de la
intervención de mi letrado, ¿puedo hablar yo en mi
propia defensa?
JUEZ
Todo acusado tiene derecho. Adelante.

MARTÍN
El ser humano es bastante desgraciado. Sabiendo que
desaparecerá tarde o temprano, se agarra a lo
material patéticamente, como si no quisiera que lo
separaran de esta realidad. Por ello, acumula
ridículas fortunas que le aseguran la compra de
bienes y servicios, y hasta llega a decir que posee
tierras; cuando, en todo caso, éstas lo poseerán a
él, pues se desintegrará bajo ellas...
JUEZ
(Interrumpiendo.)
¿A dónde quiere llegar?
ABOGADO
(Nervioso.)
Mi cliente intenta hacer una reflexión general para
que se entiendan bien los atenuantes de su conducta.
Lo que en realidad quiere decir...

MARTÍN
(Interrumpe.)
Perdone, abogado. Sólo yo sé lo que quiero decir. (El
abogado reprime de nuevo su rabia.) Cuando se
acumulan riquezas, hay una tendencia asquerosa al
abuso para conseguir más y más. Se trata de la
avaricia: un absurdo muy peligroso porque implica la
idea de desmesura en un entorno limitado.
60.

FISCAL
Protesto. ¿Qué tienen que ver estas elucubraciones
con el contenido de la causa que se juzga?
JUEZ
Se acepta. Señor Martín, o trata el asunto que nos
reúne aquí o le retiro la palabra.
MARTÍN
¿¡Que qué tiene que ver..., fiscal de negra estampa!?
FISCAL
Protesto, señoría. El acusado se dirige a mí de forma
inapropiada.
JUEZ
(Dirigiéndose a Martín.)
Le advierto de que no consentiré que se utilicen
términos descalificatorios.
ABOGADO
Señoría, mi cliente, en realidad, se estaba
refiriendo a la toga, que, como es negra, nos da esa
figura a todos los letrados...

MARTÍN
(Mirando amenazantemente al abogado.)
No he acabado aún.
(Se dirige al juez.)
¿Puedo proseguir?

El abogado, cada vez más nervioso, y el juez


responden al mismo tiempo.
ABOGADO
No.
JUEZ
Sí, pero vaya al fondo del asunto.
MARTÍN
Y lo haré, pero deben dejarme que haga la oportuna
introducción pues es fundamental para argumentar mi
defensa. Prosigo. Nuestra especie no está por encima
de la Naturaleza, aunque se pase toda la vida dándole
la espalda o maltratándola mediante el abuso,
explotación o contaminación en pro de intereses
particulares de acumulación absurda de capital. Somos
una parte de ella, pues. Parece una obviedad, pero
conviene recordarlo porque la verdad es que la
vejamos continuamente, muchas veces sin ni siquiera
ser conscientes. En realidad, la perspectiva que
nunca deberíamos perder de vista es la conservación
del equilibrio heredado que nos ha hecho posible
existir a nosotros y a los demás seres vivos por
encima de cualquier otro interés. ¿De acuerdo o no,
señor fiscal?
61.

FISCAL
Sin objeción.

MARTÍN
Pues, en justicia, se debería poner un límite a las
ansias capitalistas irrefrenables que destruyen la
comunidad y su entorno. No puede primar el afán
desmedido de unas cuantas personas que gozan de
privilegios por la perversa asociación del Dinero con
el Poder. Estos individuos no dejan de ser una
agresión al conjunto y una manera latente, a veces
patente, de violencia. (Pausa. Adopta un tono
circunspecto.) Señores, la violencia adopta muchas
formas y se camufla como no se pueden ni imaginar, de
tal modo que se podría decir que la mayoría de los
seres humanos están violentados de alguna forma.

FISCAL
¡Qué disparate! ¡Ya sé por dónde quiere llevarnos!
¡Protesto, señoría! El acusado quiere culpabilizar al
sistema político económico de alguna manera para
atenuar su responsabilidad en los hechos o, incluso,
para justificar su comportamiento.
JUEZ
Denegada. Continúe el acusado.

MARTÍN
Pues bien, esta acumulación inmoral de capital nos
está llevando: 1) A colapsar y contaminar la Tierra
para conseguir los recursos naturales y energéticos
crecientes que demandamos. 2) A convertirnos en
depredadores de todo ser vivo, incluso de nosotros
mismos, con tal de asegurarnos nuestro propio
derroche egoístamente. En consecuencia, me atrevo a
decir que aquéllos que amasan capitales nauseabundos
a costa de la vida en el planeta son unos asesinos.
FISCAL
Protesto. El acusado utiliza un lenguaje agresivo
culpabilizando a los componentes del sector
productivo sin aportar pruebas.

JUEZ
Aceptada. No puede utilizar el término asesinos
genéricamente. En todo caso, debe personalizar y
aportar pruebas.
MARTÍN
¿Acaso la contaminación del agua por petrolíferas o
del aire por químicas no es un cuchillo silencioso y
homicida que desgarra a mucha gente por dentro?
(Burlón e irónico, se dirige al fiscal.) Pero no se
puede probar, ¿verdad, ilustrísimo togado?
62.

FISCAL
Protesto, señoría. El acusado vuelve a referirse a mi
persona mediante un término incorrecto.

JUEZ
Aceptada la protesta. Diríjase al fiscal usando este
término o el de letrado.
MARTÍN
Muy bien. Diré lo mismo de otra manera menos ofensiva
y agresiva para ustedes. Cuando se pregunta cuánto
dinero tiene una persona, se debería realmente decir
cuánto poder de destrucción de la Naturaleza posee,
pues ambas cuestiones son equivalentes si se
sobrepasan los límites de lo razonable para poder
vivir con dignidad en nuestro basuriento primer
mundo.
FISCAL
Protesto. Los términos que utiliza el acusado para
referirse a nuestra sociedad son injustos. (Se dirige
a Martín.) Y no lo digo yo, sino usted mismo así lo
ha expresado antes, cuando ha manifestado que toda
generalización es injusta.
JUEZ
Aceptada.

MARTÍN
En cambio, para ser justos, hay que decir que las
alternativas han sido calamitosas. El comunismo, si
bien en la teoría es bastante razonable, en la
práctica, se ha instaurado sobre una estructura de
poder totalitaria y corrupta. Además, se ha visto
lastrado por la relajación improductiva de algunos
trabajadores al no estar sometidos a estímulos de
recompensa en función de la producción. El ser humano
es así: casi todos quieren sacar lo máximo poniendo
lo mínimo. Es decir, el egoísmo está por encima del
altruismo.
FISCAL
¡Protesto! ¿A qué viene ahora esta reflexión
política?

JUEZ
Denegada.
MARTÍN
Entiendo que el señor fiscal esté nervioso; pues,
cuando ponga los puntos sobre las íes, a lo mejor los
buenos no son tan buenos ni los malos tan malos, y
probablemente, la acusación saldrá malparada si
existe la justicia con mayúsculas.
63.

JUEZ
Existe. Ahora mismo la estamos representando.
Limítese a continuar sin provocar.

MARTÍN
Pues decía que todavía no hemos encontrado un sistema
de gobierno respetuoso con nuestras sociedades, las
venideras y, por extensión, con todos los seres vivos
que formamos parte del planeta. (Pausa.) Verán... El
crecimiento económico continuo es incompatible con la
ética más elemental porque se convierte en
destrucción y explotación si no existen ciertos
límites: éste es el trasfondo moral que subyace en
toda esta reflexión. En consecuencia, un gobierno
responsable tendría que velar por el bienestar
general y la conservación del entorno natural para
los futuros pobladores por encima de los efímeros y
destructivos personalismos del momento.
FISCAL
Bonitas palabras que no son más que la excusa
perfecta para instaurar, en el fondo, una dictadura y
decirle a la gente de forma paternalista qué puede
hacer y qué no. Reclamo mi derecho a la libertad sin
interpretaciones interesadas de los términos.
MARTÍN
Ya veo que de sobra sabe el fiscal que la lengua es
utilizada para enmascarar la realidad en tantísimas
ocasiones... En cuanto a la libertad a la que usted
se refiere, no resulta ser sino un concepto que
confunde o tergiversa, todo depende de si actúa por
ignorancia o por interés. Usted, en realidad, se está
refiriendo al libertinaje, que consiste en hacer lo
que le venga en gana a uno con el único límite del
código penal. La libertad es otra cosa muy diferente.
Está fundamentada en la conciencia y el respeto.
Conciencia de que nuestros actos tienen
consecuencias, y, respeto, porque sin él, no hay
relación alguna de convivencia entre los humanos o
entre los humanos y la misma Naturaleza.
JUEZ
(Con actitud cansada.)
Sr. Martín, hasta ahora no he querido interrumpirlo
porque me parece interesante su discurso, pero creo
que no aporta ninguna luz sobre la materia que nos ha
traído a todos aquí. ¿Me quiere decir realmente a
dónde quiere llegar?

ABOGADO
Yo se lo digo, señoría. Mi cliente ha dejado claro
que es una víctima del sistema capitalista. Por su
culpa, sufrió una enajenación mental transitoria que
debe establecerse como eximente de responsabilidad en
los hechos...
64.

A partir de aquí se produce un enfrentamiento


entre Martín y su abogado que concluye con la
renuncia de éste.

MARTÍN
(Interrumpe.)
¡Te he dicho antes que no me presentes como un pobre
inconsciente!
ABOGADO
¡Cállate y déjame a mí, que estás estropeando mi
estrategia!
MARTÍN
¡¿Qué estropeo, abogado: tu actuación en el teatro
humano, tu protagonismo en mi propio juicio, tu papel
en la escena más puñetera de mi vida...?! ¡Sigue con
tu túnica disfrazado como un payaso enlutado
defendiendo tus bolsillos, que yo ya no temo a nada
ni a nadie, porque todo se ha vuelto absurdo para mí!

JUEZ
¡Cálmense el acusado y el abogado de la defensa o los
expulsaré de la sala!
ABOGADO
¡Ya estoy harto de humillaciones! ¡Renuncio a la
defensa de mi cliente por su carácter egocéntrico,
despótico y colérico! ¡Es inútil defender a quien ya
se defiende solo! ¡Mando las puñetas a hacer puñetas!
(Se quita la toga y la tira al suelo.) ¡Eso es, valga
el juego de palabras! ¡Y de paso a la profesión la
mando al quinto pino! ¡Hacía tiempo que quería
hacerlo! ¡Así, de una vez por todas, mi conciencia ya
se quedará tranquila! (Sale, furioso, pero liberado,
de la sala.)
Se produce un revuelo y excitación en la sala.

JUEZ
¡Orden en la sala! ¡Orden he dicho! (No se sosiega el
ambiente.) ¡Agentes, desalojen la sala! (Empiezan el
policía 1 y el policía 2 a desalojar la sala.) ¡Se
suspende provisionalmente la vista hasta que
concurran las condiciones para su reanudación!

Se apagan las luces del escenario para preparar


la siguiente y última escena.

Escena 2

Se reanuda el juicio. La disposición del


escenario es la mísma que en la escena 1 con la
salvedad de que ya no aparece el abogado de
Martín, y éste aparece vestido con la toga.
65.

JUEZ
Se reanuda el juicio oral interrumpido por la
renuncia del abogado defensor a representar a su
cliente. Usted, Martín, pasa a representarse a sí
mismo, pues es letrado colegiado. ¿No es así?
MARTÍN
Sí, y, aunque no hace mucho que dejé la profesión por
una serie de motivos que no vienen al caso, haré un
esfuerzo y excepción por tratarse de mí.

JUEZ
Ha reconocido los hechos de apedreamiento de los
edificios, ¿correcto?
MARTÍN
Así es, pero he explicado ya qué me llevó a hacerlo.
JUEZ
(Se dirige al fiscal.)
En otro orden de cosas, ¿quiere la fiscalía hacer
alguna pregunta al acusado?

FISCAL
Sí, señoría. (Se dirige a Martín, que se quita la
toga para responder como acusado.) ¿Estaba alguien
con usted la noche de los hechos?

MARTÍN
Puede ser.
FISCAL
Protesto, señoría. El acusado responde sin la
concreción requerida en la pregunta.
JUEZ
Protesta aceptada. Sr. Martín, remítase a contestar a
la fiscalía.

MARTÍN
Pues... Estaba y no estaba solo. Y, aunque se lo
explicara, no lo entenderían.
FISCAL
Si no quiere hablar claro, lo hará el testigo número
uno presentado por la fiscalía en la lista.
MARTÍN
No hará falta. Estaba con mi amigo Agustín antes de
que desapareciera al venírsenos el cielo encima.
Después, la policía me agredió y quedé en coma.

FISCAL
¿Continúa burlándose de este tribunal o acaso habían
tomado alguna sustancia psicotrópica?
66.

MARTÍN
Nos habíamos bebido la droga más peligrosa y
socialmente aceptada.

FISCAL
¿Podría decirnos cómo se llama esta droga?
MARTÍN
Se trata de la vida, como siempre digo, que es la
droga más dura y extendida que existe, porque casi
nadie se puede desenganchar, a pesar de que al final
acabe matándote.
JUEZ
(Molesto.)
Sr. Martín, le vuelvo a llamar la atención. Responda
a lo que le pregunta la fiscalía sin andarse por las
ramas.
MARTÍN
Ya advertí de que no me entenderían: soy un
incomprendido, como un parásito. Por cierto, señor
fiscal, ¿consideraría usted que nuestra especie es
parásita o no?
FISCAL
(Picado.)
No sé, dígamelo usted, que tiene respuestas para
todo.
MARTÍN
Sólo los necios o los contertulios tienen respuestas
para todo.

JUEZ
(Irritado.)
Señores, mi paciencia ha llegado al límite. A partir
de ahora, quien no se ciña al contenido de la causa
será expulsado de la sala y se continuará sin él.

FISCAL
Con la venia, señoría. Este hombre está mintiendo
deliberadamente. Se acaba de inventar una agresión
que no ocurrió. Para probarlo, solicito la
comparecencia del testigo número uno presentado por
fiscalía, subinspector de la policía nacional. Se
trata de la persona que socorrió al acusado cuando
accidentalmente se lesionó.
JUEZ
De acuerdo. Comparezca el Sr. Miguel Ángel Sánchez
Guerrero. (Se acerca de cara al juez y se sitúa en la
tribuna de testigos, entre el fiscal y Martín.) Sabe
usted que tiene obligación de decir la verdad pues,
en caso contrario, cometería un delito de falso
testimonio.
67.

POLICÍA 2
Sí, señoría.

FISCAL
¿Qué pasó cuando patrullaba usted y su compañero la
noche de los hechos?
POLICÍA 2
Recibimos un aviso por radio de que urgentemente nos
dirigiéramos a la plaza mayor, donde parecía que
había un atraco en la sucursal bancaria, pues habían
saltado las alarmas. Acudimos a toda prisa y, cuando
llegamos, nos encontramos a un hombre tendido en el
suelo y a otro que gritaba intentando pedir ayuda.

MARTÍN
(Exaltado, se pone de pie.)
¡Mentira! ¡Mentira! ¡Me pegasteis tú y tu compañero,
y me dejasteis tirado medio muerto! ¡Servidores de la
opresión! ¡Fuera de mi vista, pájaros de mal agüero!
¡Siempre os aparecéis cuando me acecha la Muerte!

JUEZ
¡Silencio! ¡Orden en la sala!
POLICÍA 2
(Indignado.)
Lo único que hicimos fue salvarle la vida a este
hombre en dos ocasiones, y así nos lo agradece. No se
puede ser más desagradecido. (Se dirige a Martín.)
¡Estás aquí gracias a nosotros! ¡Nos debes más
respeto que a tus padres! ¡Ellos te han dado la vida
una vez; nosotros, dos!

MARTÍN
¡No puede ser! ¡Otra vez no!
JUEZ
¿Qué le sucede ahora?

MARTÍN
(Atormentado, se tambalea y, al final,
tiene que sentarse.)
¡La realidad vuelve a superarme, señoría! ¡Se deforma
ante mí horrendamente hasta provocarme angustia y
mareo! ¡No puedo hacer nada por escaparme de ella!
¡Me atrapa dándome un protagonismo cruel y forzoso!
¡Se me hace tan grotesca, que no la asimilo!
JUEZ
Cálmese. Está demasiado alterado. ¿Necesita
asistencia médica?
MARTÍN
No, ya me repongo yo solo. No es la primera vez que
me pasa.
68.

JUEZ
Prosiga la fiscalía. Vaya concretando y concluyendo.
FISCAL
(Dirigiéndose al testigo.)
Está bien. ¿Podría decirnos quiénes eran las dos
personas que se encontró?
POLICÍA 2
Sí, el que estaba en el suelo era el acusado y el que
lo intentaba ayudar era un tal Agustín.

FISCAL
¿Cómo lo sabe?
POLICÍA 2
Procedimos a su identificación una vez que se puso a
salvo la vida de Martín.

JUEZ
¿Por qué no se ha llamado como testigo al señor
Agustín?

FISCAL
Ya lo consideré en su momento, pero,
desgraciadamente, había muerto poco antes en un
accidente de tráfico. ¿Puedo proseguir interrogando
al testigo, señoría?
JUEZ
Adelante.
FISCAL
¿No es verdad que la fatídica noche le contó Agustín
lo sucedido mientras Martín era trasladado al
hospital?
POLICÍA 2
Sí.
MARTÍN
Protesto. Este testimonio es totalmente falaz.

JUEZ
Denegada. Le recuerdo que el testimonio de los
agentes de la Autoridad tiene presunción de
veracidad.

FISCAL
¿Y qué le contó exactamente?
POLICÍA 2
Pues que estaban un poco bebidos y el acusado la
emprendió a pedradas con el edificio municipal y la
sucursal bancaria. En un movimiento falso, resbaló,
se cayó al suelo y se golpeó la cabeza. Acto seguido,
comenzó a delirar.
69.

MARTÍN
(Alterado.)
¡Mentira! ¡Todo es un complot del Sistema para
eliminarme por salirme del rebaño! (Señala al policía
1 y al policía 2.) ¡Ante todos los presentes denuncio
que este hombre y su compañero me persiguen! ¡Son
agentes secretos del Poder! ¡Con ésta son tres
ocasiones ya que me los he encontrado! ¡No puede ser
coincidencia, ni casualidad!

JUEZ
(Nervioso.)
¡No le vuelvo a repetir que se serene! (Se dirige al
fiscal.) ¿Ha terminado la fiscalía con el testigo?
FISCAL
Sí, señoría.
JUEZ
¿Alguna pregunta de la defensa?
MARTÍN
¡No! ¡Quiten de mi vista a esta persona cuanto antes!
JUEZ
Ya puede retirarse. (Vuelve el policía 2 a la
posición que ocupaba junto a su compañero.) ¿Llama la
fiscalía o la defensa a algún testigo más?
FISCAL
No. Por mi parte es suficiente.
MARTÍN
Me gustaría llamar a mi único testigo.

JUEZ
¿A quién llama?

MARTÍN
A la persona que me atendió en la UCI, Dr. Jaime
Girón de la Vega.

JUEZ
Comparezca el Sr. Jaime Girón de la Vega. (Entra y se
sitúa en la tribuna de los testigos.) Le recuerdo que
tiene obligación de decir la verdad; pues, en caso
contrario, cometería un delito de falso testimonio.
MÉDICO
Lo sé, señoría. Prometo decir la verdad.

JUEZ
Proceda la defensa.
MARTÍN
¿No es verdad que usted me atendió de un fuerte
traumatismo en la cabeza que me había provocado una
pérdida de consciencia?
70.

MÉDICO
Así es.

MARTÍN
¿Cuál era el pronóstico del paciente?
MÉDICO
La verdad es que era incierto. No sabíamos si saldría
del coma o en qué condiciones quedaría.
Afortunadamente se ha recuperado sin ninguna secuela
grave.
MARTÍN
¿Aparte del traumatismo craneal, encontró usted algún
otro signo de violencia en su cuerpo?

MÉDICO
Encontré una contusión en el brazo derecho y otra en
la espalda.

MARTÍN
Si tuviera que decidir si las lesiones fueron
provocadas por una paliza o por una caída, ¿qué
diría?
FISCAL
Protesto. La pregunta es capciosa.

JUEZ
Denegada. Responda.
MÉDICO
Es más probable que fueran originadas por una
agresión directa que por una caída, pero no puedo
asegurarlo.
MARTÍN
Gracias por salvarme la vida, doctor, aunque yo no se
lo pidiera. He acabado.

MÉDICO
De nada. Cumplí con mi deber.

JUEZ
¿La fiscalía quiere hacer alguna pregunta?

FISCAL
Un par, señoría. (Se dirige al testigo.) ¿Podría
usted asegurar que las contusiones y el traumatismo
fueron causados por un puño o por una porra?

MÉDICO
No lo podría hacer categóricamente.
FISCAL
¿Podría usted descartar que esos golpes se produjeran
como consecuencia de una aparatosa caída o que
71.

FISCAL
algunos de ellos ya existieran con anterioridad al
traumatismo craneal?

MÉDICO
Como he dicho antes, es poco probable, aunque no
imposible, que se produjeran las lesiones en una
caída. En cuanto a su aparición, sólo puedo afirmar
que, en el caso de que no fueran simultáneas, no se
distanciarían en el tiempo unas de otras más de
veinticuatro horas.

FISCAL
Por mi parte es todo.

JUEZ
Puede retirarse el testigo. (Sale el médico de la
escena.) Finalizada la fase testifical, procedan las
partes con su alegato de conclusión. Primero, la
fiscalía, y posteriormente, la defensa.

FISCAL
(Se levanta.)
En fin, la fiscalía se ratifica en la pena pedida y
considera que ha sido probada la participación del
acusado en los hechos delictivos que se le imputan.
Los dos testigos que han declarado así lo atestiguan
plenamente: el presentado por esta fiscalía ha
descrito perfectamente el escenario que se encontró y
cómo el acusado yacía en el suelo sin consciencia,
mientras que el presentado por la defensa no ha
podido descartar que las heridas fueran fruto de
dicha caída o previas a ella. En su defensa, el
acusado, que ha reconocido el lanzamiento de objetos
contundentes contra los edificios, ha intentado
presentarse como una víctima del Sistema; pero,
señoría, ¿qué es el Sistema sino una excusa pueril?
Si reconociéramos un inductor invisible de nuestros
actos, ¿acaso no estaríamos respaldando a aquellos
delincuentes que alegaran cualquier causa peregrina
en la comisión de su delito? (Tremendista.)¡Sería el
fin de la paz social y de la Justicia, ya que ésta se
fundamenta en hechos probados y no en supuestos
motivos inductores! Por lo tanto, dada la evidencia
culpable del acusado y la debilidad de su defensa,
considero que la petición de pena inicial es ajustada
a Derecho.
Se sienta el fiscal y se levanta Martín.

MARTÍN
Yo, señoría, unas veces intento ser valiente como el
almendro, que expone sus partes más delicadas ante el
crudo invierno; y, otras, prudente como la ardilla,
que se protege de los rigores del mísmo haciendo
acopio de alimentos, porque soy consciente de que del
equilibrio de estas dos virtudes nace la justa
72.

MARTÍN
rebeldía. La finalidad de esta actitud es librarme
del abuso impuesto por la raza humana, que, comparada
con cualquier otra, es la plaga más nociva para la
vida sobre la Tierra. El crecimiento exponencial de
su población, asociado al consumo de bienes y
energía, es totalmente insostenible. Ya he explicado
que la injusticia de que unos pocos acumulen
capitales enormes a costa de cualquier respeto básico
al ser humano y a su entorno natural exigiría
establecer, por encima de los Derechos del Hombre,
los Derechos de la Naturaleza, que es tanto como
decir que no somos nada sin su sustento.
FISCAL
(Despectivo.)
¡Qué disparate! ¡Derechos de un ente! ¡El Derecho,
por definición, es humano!
MARTÍN
¡El Derecho, no por definición sino por
antropocentrismo, es humano! ¡Y si el ser humano es
una parte de la Naturaleza, sus derechos tendrían que
estar supeditados a los de ésta!
FISCAL
(Iracundo.)
¡Tanto conservacionismo ridículo e ir de puntillas
por la Tierra, para que después le caiga un meteorito
y se cargue casi toda la vida que se ha originado
durante millones de años...! ¡¿Qué les pasó, si no, a
los dinosaurios?!
MARTÍN
¿A qué viene ahora sacar a los dinosaurios? Déjeme
seguir mi alegato y no desvíe la atención, Sr.
fiscal. Decía que el disparate es poner los intereses
propios por encima del común e intentar justificar lo
injustificable cínicamente: ser un idiota, en el
sentido etimológico del término griego.
FISCAL
¡Protesto, señoría!

JUEZ
Protesta aceptada. No se consienten términos
descalificatorios en esta sala, ni siquiera en
alusión etimológica. Vaya concluyendo su alegato.

MARTÍN
En resumidas cuentas, no pude soportar la violencia
implícita que representaban los dos locales juntos,
el político y el económico. Se me figuraron altares
aztecas de sacrificios humanos cuyo tufo nauseabundo
me provocó una reacción visceral de odio que no pude
controlar. En mi descargo, alego la desproporción de
medios en el enfrentamiento, pues la capacidad
73.

MARTÍN
destructiva de estas entidades comparada con la mía
en ese momento, puede ser gráficamente representada
por la que habría entre una bomba nuclear y una
escopeta de perdigones. Quiero decir que es mucho más
peligroso un tipo trajeado con un portátil o maletín
a miles de kilómetros de distancia, que un ratero con
una navaja al lado.
FISCAL
(Incómodo.)
Protesto, señoría. Las comparaciones son
innecesarias.
JUEZ
Aceptada.

MARTÍN
Está bien, para acabar ya con este penoso asunto, no
sólo pido la absolución para mí mismo por haber
respondido, en legítima defensa, a una provocación en
desiguales condiciones, sino que exijo una
indemnización por daños y perjuicios correspondiente
a los gastos de mi hospitalización y rehabilitación
por las lesiones que me produjeron los brazos armados
de la Ley. Los agentes que hoy me escoltan se
ensañaron conmigo y me produjeron diferentes
contusiones, registradas por el médico que me
atendió. No fue un accidente como ellos apuntan...

MARTA
(Interrumpiendo.)
¡Perdone, señoría! ¡Yo puedo aportar una prueba de
que lo que dice el acusado es cierto!

Se arma un revuelo en la sala.


JUEZ
¡Orden! ¡Orden en la sala o la desalojo! (Cuando se
calma el público.) ¿Quién es usted y qué prueba
aportaría?
MARTA
Soy Marta, la viuda de Agustín. (Enseña el móvil.)
Aquí tengo su móvil con la grabación de unas
conversaciones determinantes. Lo hizo para guardarse
las espaldas.

FISCAL
(Nervioso.)
Protesto. Las pruebas testimoniales ya han sido
realizadas.

MARTÍN
(Angustiado.)
¿Qué está pasando ahora? No entiendo nada. ¡Otra vez
me supera la realidad!
74.

JUEZ
Denegada. (Se dirige a Marta.) ¿Por qué no lo
presentó antes?

MARTA
(Dirigiéndose a Martín, que ni la ve
ni la oye.)
¡Lo siento, Martín! ¡Agustín tuvo que abandonarte en
pleno delirio cuando vio a la policía! ¡Después, tuvo
que ceder ante grandes presiones! ¡Entiéndelo: tenía
una familia a la que mantener! ¡Por eso mentimos, sí,
pero ya no puedo más! (Se echa a llorar.)
Martín, nervioso, dirige la mirada hacia la
bancada del público. Ve a Paula, pero a su lado
no ve a Marta. Mueve infructuosamente la cabeza
para intentar localizarla. Finalmente reacciona
espantado.
MARTÍN
¡¿Con quién está hablando su señoría?! ¡¿A qué
viene...?! (Se queda pensativo un instante como si
entendiera.) ¡¡¡No es posible!!!
JUEZ
¡Cálmese el acusado o será desalojado!

MARTÍN
(Desoyendo al juez.)
Paula, ¡¿no estaba Marta contigo?! ¡¿Qué le ha
pasado?! ¡¿Por qué ha tenido que marcharse?!

PAULA
(Extrañada.)
Pero, si está aquí a mi lado. ¿No la ves, no la oyes?
MARTÍN
(A punto del ataque de nervios.)
¡¡¡No puede ser!!! ¡¡¡Tú, no, Marta!!! ¡¡¡Tú también,
no...!!!
MARTA
(Extrañada.)
¡¿Qué pasa?!

JUEZ
¡Orden! ¡Orden en la sala he dicho! ¡¿Se puede saber
qué está pasando aquí?!

MARTÍN
(Dirigiéndose al hueco que ocupa
Marta.)
¡No te veo, ni te oigo! ¡¿Sabes lo que significa
eso?!
75.

MARTA
(Grita espantosamente.)
¡¡¡Aaaah!!! ¡No sigas! ¡Voy a morir! ¡Voy a morir! ¡Y
no podré disfrutar de Esperanza! ¡¿Qué hemos hecho
Agustín y yo para merecer esto?!

Empieza a llorar desgarrada y desconsoladamente.


A partir de este momento, estará sollozante
hasta el final.
JUEZ
¡¿Qué locura es ésta?! ¡Agentes, expulsen de la sala
a la viuda de Agustín y al acusado!

Se acercan los policías a prenderlos. Martín


señala a todos los que tiene delante, incluyendo
al público indirectamente, y habla como si
estuviera delirando. A partir de este momento su
discurso es vehemente y su voz potente.

MARTÍN
¡Sois todos unos fantasmas! ¡¿Por qué los buscáis
fuera de vosotros con tanta insistencia en inhóspitos
lugares o en cementerios, que no están hechos más que
para los vivos?!

FISCAL
¡Este hombre está perturbado! ¿Qué dice ahora de
fantasmas y cementerios para los vivos?

MARTÍN
(En este parlamento, Marta intensifica
el llanto.)
¡Sí, el cementerio está hecho para los vivos, no para
los muertos!, ¡como un recordatorio de nuestra
verdadera naturaleza: la espectral! Un día aparecemos
de repente y otro desaparecemos para siempre como ya
lo hicieron nuestros ancestros. Así pues, cada ser
humano es el mismo fantasma con distintos rasgos. Y
sus fotos, grabaciones y recuerdo sólo son crueles
momificaciones, tristes despojos de la existencia que
han quedado congelados en el tiempo o en el cerebro.
JUEZ
¡Llévense a estas personas al hospital psiquiátrico!
El policía 2 se dirige a Martín y el policía 1 a
Marta. Los prenden.

MARTA
(Se revuelve y se niega a salir de la
sala. El policía 1 la suelta y se
queda como a la espera de una nueva
orden.)
¡Suéltame! ¡No se debe tocar a una muerta! ¡¿No ves
que ya soy un fantasma?! (Intenta asustar a los
presentes, desbordada completamente por la histeria.)
¡Uuuuh! ¡Uuuuh!
76.

MARTÍN
¡Un momento! ¡Déjame que acabe! (Da un estirón y
libera su brazo de la mano del policía 2. Éste se
queda sin saber cómo reaccionar.) Diré la verdad
aunque no guste. Llega un día en el que desaparece el
primer allegado y con su desaparición se desdibujan
los recuerdos comunes. Todo parece fruto de una
alucinación malévola. ¿Realmente existió esa persona
o no? Los recuerdos comunes, ¿fueron producto de un
sueño prolongado en el tiempo o de una fantasía
esquizofrénica? ¿Viví esas experiencias de verdad...?
Y entonces, con el transcurso del tiempo, a cierta
altura de la vida, te quedas solo con el mundo y un
puñado de recuerdos de personas que no sabes si
existieron realmente o las inventó engañosamente tu
mente...

JUEZ
(Interrumpe.)
¡Agentes! ¡¿No me han oído?! ¡Llévense de una vez por
todas a esas personas he dicho! Sin duda, han perdido
el juicio...
MARTÍN
(Mientras que el policía 2 se lo lleva
a trompicones con mucha dificultad.)
¡Sí, he perdido el juicio que usted fallará!
(Carcajea.) Y, ¡¿a quién dará entonces cuenta de su
fallo?!, ¡¿a la Justicia...?! (Carcajea.) ¡¿Qué puedo
temer?!, ¡¿ser más prisionero aún en esta vida?!
(Carcajea.)
MARTA
(Mientras que el policía 1 se la lleva
llorando desconsoladamente.)
¡Cuida de mi Esperanza! ¡Cuida de mi Esperanza!
MARTÍN
(Fuera ya de la escena se oyen estas
últimas palabras gritadas.)
Tranquila, Marta. Yo te la cuidaré. Esta vida
homicida quiere que se quede huérfana. No le faltará
de nada, salvo lo más importante: sus padres. Ahora
me toca luchar por una vida que no es la mía. El
sentido del deber y de la amistad se imponen ante
todo. ¡A partir de ahora, yo seré su esperanza; y
ella, la mía!
FIN

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