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Lautaro, un chico de 18 años tiene en su casa una habitación, llamémosle biblioteca, llena de
libros. Entre estos, se encuentran grandes obras escritas por Aristófanes, Homero, Esquilo,
Eurípides, etc, etc, etc. Una noche comienza a escuchar mucho ruido proveniente de la
habitación mencionada. Lo que menos se imaginaba, estaba detrás de esa puerta.
PERSONAJES:
AQUILES. (enojado) ¿Cómo que quienes somos? Si nos conoces bastante bien a todos, de pies
a cabeza, hasta el último pelo, como si fuéramos la palma de…
AGAMENON. (lo interrumpe) ¡tu mano!
AQUILES. (a Agamenón) ¡No te basto con arrebatar a una de mis muchachas que hasta me
quieres arrebatar las palabras!
MENELAO. ¡Cuidado con lo que le dices a mi hermano Aquiles! Que tu ningún santo eres,
aunque, pensándolo bien, algo de parecido tenemos. A ambos nos quitaron a nuestras
mujeres. (gritando desesperado al cielo) ¡En donde estarás amada mía! ¡te extraño tanto mi
Helena! Voy por ese maldito de Paris, que te arrebato de mis manos, ¡lo he leído un par de
páginas atrás! Por los dioses, que has hecho Afrodita, o mejor que he hecho yo que se me
otorga este castigo. ¡Pobre de mí!
AGAMENON. No te preocupes mi querido Menelao, te la traeré sana y salva, y hasta daré lo
más preciado de mí, para que no sufras nunca más.
ULISES. ¡Callen por favor! Bastante tuve que combatir con los cantos de las sirenas para que
vengan ustedes a alardear con idioteces. Ay por los dioses, cuanto me faltara para llegar a mi
amada Ítaca.
LAUTARO. ¿No les parece que pueden ir volviendo a la guerra de Troya? Vos, Ulises, que estas
más avanzado y te crees tan inteligente después de hacer ese caballito de madera, luego de las
sirenas, ¡no sabes lo que te espera! Y ustedes, que se hacen los grosos si van a tardar como 10
años en combatir. Mejor no digo más nada, empecemos a solucionar. (Cierra el libro que
estaba en el suelo, era la Iliada. Va en busca de otro libro) Llego la hora de despedirnos Ulises…
(encuentra al libro de la Odisea en el suelo, con intenciones de cerrarlo, se tropieza y el libro
nuevamente se abre pero en otras páginas. Desaparece Ulises) ¡Y que hacen ustedes aca!
PENELOPE. ¿Has visto a mi marido? Lo estoy esperando hace años. Lo único que quiero es
volverlo a ver, para que se vayan todos estos barbaros que solo tratan de seducirme, pero
ninguno tiene el gran y hermoso corazón de mi querido Ulises ¡Oh mis queridos dioses!
¡Tráiganmelo a mis brazos!
LAUTARO. Uf, llego la más dramática de todas. No te puedo decir nada Penelope, porque si no
te spoileo, pero seguí esperándolo, yo sé que va a volver. (cierra el libro y lo coloca en una pila
de otros, pero esta se desmorona y se abre uno nuevo, Las Nubes, de Aristofanes). (Aparecen
dos nuevos personajes, Estrepsiades y Fidipides).
LAUTARO. Agarrate Catalina, a estos ni los conozco.
FIDIPIDES. Pero padre, hombre de dios, ¿qué te pasa? No estás en tus cabales, por Zeus
Olímpico.
ESTREPSIADES. Mira mira, «por Zeus Olímpico». ¡Qué estupidez, creer en Zeus a tu edad!
FIDIPIDES. Lo hice.
ESTREPSIADES. ¿Ves qué cosa tan buena es aprender? No existe Zeus, Fidípides.
LAUTARO. Que embole, a este ni lo leo (cierra el libro y desaparecen los personajes). (atrás del
sillón aparece, saliendo tímido, Julio Cesar).
JULIO CESAR. Acá ando, por ir al Capitolio, mi esposa Calpurnia no quería que salga, pero Decio
me convenció, en fin, por resolver asuntos políticos, algo de todos los días.
LAUTARO. Ufa, no llegue ni a leer las primeras tres páginas de la obra todavía, así que no
puedo aconsejarte nada, espero que estés tomando una buena decisión.
JULIO CESAR. Si, aunque… pensándolo bien me gusta mucho este lugar, y con mi libro en
manos, voy a prenderlo fuego para no volver nunca a esta tapa dura y con estas hojas
horrendas, ya casi rotas de tan viejas.
LAUTARO. Pero Julio, tenes que seguir con tu destino, este no es tu plano.
JULIO CESAR. Nadie me dijo nunca que hacer, menos lo va a hacer un joven como tú. Me voy a
quien sabe dónde, pero seguro estoy que no vuelvo jamás a esa basura. (se acerca a la puerta,
pero Lautaro lo agarra del brazo y le impide irse).
JULIO CESAR. ¡TORPE! Los jóvenes como tú no merecen más que miserias.
LAUTARO. ¿con todas las que tengo ya? Cállate ya y dame ese libro. (lo empuja y logra agarrar
la obra) Hasta la vista baby… (cierra el libro y va desapareciendo Julio).
LAUTARO. Bueno, taza taza, están todos en sus correspondientes lugares. (mira el reloj) ¿Y ya
son las 8 de la mañana? Que desgracia. Lo bueno es que ya está abierta la ferretería, tengo que
comprar varios candados porque no pienso vivir este calvario otro día mas… O, pensándolo
bien, debería comprar un tanque de nafta y unos fósforos. Bueno bueno, tampoco tanta
maldad, con los candados estará bien, o no…. (cierra la biblioteca y aparece un último
personaje detrás de una de las estanterías)