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1

Pensamientos

Ildiko Valeria Nasrr


Escritor argentino

Los pensamientos estaban prohibidos para las mujeres entonces. Por eso cuando el hombre
se acercó y sospechó algo, ellas se callaron. Eran concubinas esperando a su caballero.
Llegó con la impuntualidad de los que mandan. Las mujeres aprovecharon el tiempo juntas,
para instalar una nueva forma de gobierno. Someterían a los hombres y les prohibirían
pensar.

2
Un viejo fantasma

Alexis Figueroa Aracena


Escritor chileno

El hombre levantó la vista al cielo, nublado. El andén, estaba desierto, gris bajo el manto
gris.
Caminó. Se detuvo en el borde. Miró a la derecha, Luego, a la izquierda, oteando los rieles
de pulido acero. Al fondo, una luz amarillenta avanzaba veloz sobre ellos. Levantó su mano,
miró su reloj. Pronto oscurecería. El expreso del norte pasaba puntual y sin detenerse en la
pequeña estación, como siempre. Esperó. Espero. Hasta que la gran mole de metal gris
estuvo casi a su lado. Entonces, saltó. Creyó sentir un golpe formidable, final. Pero nada pasó.
El tren lo atravesó sin tocarlo. Perdiéndose en la distancia. El anciano, intacto, se miró sus
pies. No recordaba quien era. Ni qué hacía aquí.

3
Historia de Cecilia

Marco Tulio Cicerón


Escritor y orador romano

He oído a Lucio Flaco, sumo sacerdote de Marte, referir la historia siguiente: Cecilia, hija de
Metelo, quería casar a la hija de su hermana y, según la antigua costumbre, fue a una capilla
para recibir un presagio. La doncella estaba de pie y Cecilia sentada y pasó un largo rato sin
que se oyera una sola palabra. La sobrina se cansó y le dijo a Cecilia:
- Déjame sentarme un momento.
- Claro que sí, querida -dijo Cecilia-; te dejo mi lugar.
Estas palabras eran el presagio, porque Cecilia murió en breve y la sobrina se casó con el
viudo.

4
La Tortuga y Aquiles

Augusto Monterroso
Escritor guatemalteco

Por fin, según el cable, la semana pasada la tortuga llegó a la meta. En rueda de prensa
declaró modestamente que siempre temió perder, pues su contrincante le pisó todo el tiempo
los talones.
En efecto, una diezmiltrillonésima de segundo después, como una flecha y maldiciendo a
Zenón de Elea, llegó Aquiles.

5
El pozo

Luis María Díez


Escritor español

Mi hermano Alberto cayó al pozo cuando tenía cinco años. Fue una de esas tragedias
familiares que sólo alivian el tiempo y la circunstancia de la familia numerosa. Veinte años
después mi hermano Eloy sacaba agua un día de aquel pozo al que nadie jamás había
vuelto a asomarse. En el caldero descubrió una pequeña botella con un papel en el interior.
"Este es un mundo como otro cualquiera", decía el mensaje.

6
La oveja negra

Augusto Monterroso
Escritor guatemalteco

En un lejano país existió hace muchos años una Oveja negra. Fue fusilada.
Un siglo después, el rebaño arrepentido le levantó una estatua ecuestre que quedó muy bien
en el parque.
Así, en lo sucesivo, cada vez que aparecían ovejas negras eran rápidamente pasadas por las
armas para que las futuras generaciones de ovejas comunes y corrientes pudieran
ejercitarse también en la escultura.

7
Tranvía

Andrea Bocconi
Escritor italiano

Por fin. La desconocida subía siempre en aquella parada. ―Amplia sonrisa, caderas
anchas...una madre excelente para mis hijos‖, pensó. La saludó; ella respondió y retomó su
lectura: culta, moderna.
Él se puso de mal humor: era muy conservador. ¿Por qué respondía a su saludo? Ni siquiera
le conocía.
Dudó. Ella bajó.
Se sintió divorciado: ‖¿Y los niños, con quién van a quedarse?‖

8
Equivocación

Karel Capek
Escritor checo

Nos embarcamos en el Mediterráneo. Es tan bellamente azul que uno no sabe cuál es el
cielo y cuál el mar, por lo que en todas partes de la costa y de los barcos hay letreros que
indican dónde es arriba y dónde abajo; de otro modo uno puede confundirse. Para no ir más
lejos, el otro día, nos contó el capitán, un barco se equivocó, y en lugar de seguir por el mar
la emprendió por el cielo; y como se sabe que el cielo es infinito no ha regresado aún y nadie
sabe dónde está.

9
Un árbol

Dennis Ávila
Escritora hondureña

La gente se pregunta qué carga Jadav Payeng en su mochila. Si se acercan bien, verán que
de la cremallera abierta se asoma un árbol y su pequeño capullo de tierra. Él conoce la
inmensidad de una semilla: su idioma de madera creciendo por dentro como anillos en un
sistema solar. Durante cuatro décadas ha sembrado un oasis en el desierto. Sembrar ha sido
su guerra paciente y anónima. Él no es un ciervo ni un rinoceronte, ni mucho menos un
elefante, pero los tres son animales que viven en el paraíso gracias a este hombre y su
voluntad. En él habita un sueño: poner en la nada la belleza del todo. Y así, cada día, Jadav
Payeng carga un arbolito en su mochila. Camina hacia el futuro. Allí lo espera un bosque.

10
Origami

Homero Carvalho Oliva


Escritor boliviano

Tomiashe Arakaki tardó una vida en descubrir todas las formas secretas que encierra el
papel.
Cuando, por fin, creyó que había dado forma al último de los animales de la Creación, supo
por un sueño que aún le faltaba un mamífero bípedo. Con la experiencia ganada en setenta
años, dobló y plegó, hábilmente, la hoja y, en segundos, fueron apareciendo las
extremidades, el tronco y la cabeza del hombre. Satisfecho con su obra lo dejó sobre la
inmensa mesa en la que, a lo largo de siete décadas, había ido acumulando sus seres de
papel y se fue a descansar. Al día siguiente, descubrió asombrado y abatido que varios de
sus más hermosos animalitos habían sido cazados y destrozados.

11
Siempre hay escusa para salir a beber

Jesús Alonso
Escritor español

Me compré una barra de bar porque quería dejar de salir a beber por ahí. Nada más
montarla, me puse a un lado de la barra y pedí una cerveza. Fui al otro lado y pregunté: "Con
alcohol o sin alcohol?" Me cambié otra vez de sitio y contesté: "Con alcohol, imbécil!" "Imbécil
será usted!", me respondí. "A mí nadie me trata así", contesté, "me voy a otro bar". Al salir di
un portazo. Allí quedó el otro con su mierda de negocio.

12
Longevidad

Luis Chitarroni y Raúl Brasca


Escritores argentinos

No son las parcas quienes cortan el hilo ni es la enfermedad ni la bala lo que mata. Morimos
cuando, por puro azar, cumplimos el acto preciso que nos marcó la vida al nacer:
derramamos tres lágrimas de nuestro ojo izquierdo mientras del derecho brotan cinco, todo
en exactamente cuarenta segundos; o tomamos con el peine justo cien cabellos; o vemos
brillar la hoja de acero dos segundos antes de que se hunda en nuestra carne. Pocos son los
signados con posibilidades muy remotas. Matusalén murió después de parpadear ocho
veces en perfecta sincronía con tres de sus nietos.

13
Telequinesia

Raúl Brasca
Escritor argentino

-Habrá que creer o reventar- le dijo el hombre que salía de la habitación cuando él entraba.
El terminó de entrar. La mujer esperó que se sentara, cerró los ojos y, con voz cavernosa,
llamó a la mesa provenzal que estaba en el primer piso. Moviendo ágilmente las patas, como
un perfecto cuadrúpedo amaestrado, la mesa bajó por la escalera. -Esto es increíble-
exclamó él. Y, antes de que pudiera explicarse mejor, reventó.

14
Siempre hay escusa para salir a beber

Jesús Alonso
Escritor español

Me compré una barra de bar porque quería dejar de salir a beber por ahí. Nada más
montarla, me puse a un lado de la barra y pedí una cerveza. Fui al otro lado y pregunté: "Con
alcohol o sin alcohol?" Me cambié otra vez de sitio y contesté: "Con alcohol, imbécil!" "Imbécil
será usted!", me respondí. "A mí nadie me trata así", contesté, "me voy a otro bar". Al salir di
un portazo. Allí quedó el otro con su mierda de negocio.

15
La más absoluta certeza

Ana María Shua


Escritora argentina

Pocas certezas es posible atesorar en este mundo. Por ejemplo, Marco Denevi duda con
ingenio de la existencia de los chinos. Y sin embargo yo sé que en este momento usted, una
persona a la que no puedo ver, a la que no conozco ni imagino, una persona cuya realidad
(fuera de este pequeño acto que nos compete) me es completamente indiferente, cuya
existencia habré olvidado apenas termine de escribir estas líneas, usted, ahora, con la más
absoluta certeza, está leyendo.

16
Receta casera

Juan José Arreola


Escritor mexicano

Haga correr dos rumores. El de que está perdiendo la vista y el de que tiene un espejo
mágico en su casa. Las mujeres caerán como las moscas en la miel.
Espérelas detrás de la puerta y dígale a cada una que ella es la niña de sus ojos, cuidado de
que no lo oigan las demás, hasta que les llegue su turno.
El espejo mágico puede improvisarse fácilmente profundizando en la tina de baño. Como
todas son unas narcisas, se inclinarán irresistiblemente hacía el abismo doméstico.
Usted puede entonces ahogarlas a placer o salpimentarlas al gusto.

17
Temor de Cólera

Ah'Med el Qalyubi
País desconocido

En una de sus guerras, Alí derribó a un hombre y se arrodilló sobre su pecho para
decapitarlo. El hombre le escupió en la cara. Alí se incorporó y lo dejó. Cuando le
preguntaron por qué había hecho eso, respondió:
-Me escupió en la cara y temí matarlo estando yo enojado. Sólo quiero matar a mis enemigos
estando puro ante Dios.

18
El negador de milagros

Anónimo

Chu Fu Tze, negador de milagros, había muerto; lo velaba su yerno. Al amanecer, el ataúd
se elevó y quedó suspendido en el aire, a dos cuartas del suelo. El piadoso yerno se
horrorizó. "Oh, venerado suegro", suplicó "no destruyas mi fe de que son imposibles los
milagros". El ataúd, entonces, descendió lentamente, y el yerno recuperó la fe.

19
Un creyente

George Loring Frost


Escritor inglés

Al caer la tarde, dos desconocidos se encuentran en los oscuros corredores de una galería
de cuadros. Con un ligero escalofrío, uno de ellos dijo:
-Este es un lugar siniestro. ¿Usted cree en fantasmas?
-Yo no –respondió el otro- ¿Y usted?
-Yo sí- dijo el primero y desapareció.

20
El pozo

Luis María Díez


Escritor español

Mi hermano Alberto cayó al pozo cuando tenía cinco años. Fue una de esas tragedias
familiares que sólo alivian el tiempo y la circunstancia de la familia numerosa. Veinte años
después mi hermano Eloy sacaba agua un día de aquel pozo al que nadie jamás había
vuelto a asomarse. En el caldero descubrió una pequeña botella con un papel en el interior.
"Este es un mundo como otro cualquiera", decía el mensaje.

21
La ciudad soñada

Ana María Shua


Escritora argentina

Usted llega, por fin, a la ciudad soñada, pero la ciudad ya no está allí. En su lugar se eleva
una cadena montañosa de indudables atractivos turísticos. Pero usted no trajo su equipo de
andinista, no tiene grampas, ni cables, ni vituallas, usted trajo una guía de restaurantes y un
buen traje, y entradas para el teatro. La ciudad, por el momento, está del otro lado, y el guía
le ofrece atravesar la cordillera a lomo de mula. Y mientras avanza lentamente sintiendo que
su columna vertebral, que sus riñones ya no están para esos trotes, usted percibe en la
reverberación del aire que la ciudad está volviendo a formarse a sus espaldas, temblorosos y
transparentes todavía los rascacielos, como medusas del aire.

22
Padre e Hijo

Ambrose Bierce
Escritor estadounidense

—Hijo mío —dijo un anciano Padre a su fogoso y desobediente Hijo—, el mal carácter es
tierra fértil para el remordimiento. Prométeme que la próxima vez que te enfurezcas contarás
hasta cien antes de actuar o hablar.
Apenas el Hijo hubo terminado de hacer la promesa, recibió del bastón paterno un doloroso
golpe, y cuando llevaba contado hasta setenta y cinco tuvo la desdicha de ver cómo el viejo
subía a un coche que había allí esperando y se alejaba a toda velocidad.

23
Huellas en la barranca

Ricardo Alberto Bugarín


Escritor argentino

En la barranca han quedado las huellas. Esas huellas son de una estentórea evidencia. Da
vergüenza el sólo verlas. Ellas también lo saben y van como retorciéndose, como
queriéndose ocultar, como intentando decir aquí no ha pasado nada. En su ignorancia, las
huellas, no saben que la barranca es muda. Yo tampoco diré nada. Que los demás opinen lo
que quieran. Ya sabemos cómo son los pueblos, siempre se está en la búsqueda de que
algo suceda.

24
Felinos

Raúl Brasca
Escritor argentino

Algo sucede entre el gato y yo. Estaba mirándolo desde mi sillón cuando se puso tenso,
irguió las orejas y clavó la vista en un punto muy preciso del ligustro. Yo me concentré en él
tanto como él en lo que miraba. De pronto sentí su instinto, un torbellino que me arrasó.
Saltamos los dos a la vez. Ahora ha vuelto al mismo lugar de antes, se ha relajado y me echa
una mirada lenta como para controlar que todo está bien. Ovillado en mi sillón, aguardo
expectante su veredicto. Tengo la boca llena de plumas.

25
Cazador de horizontes

Marvin Salvador Calero Molina


Escritor nicaragüense

Era el octavo día de ir al viejo muelle deshabitado de San Ubaldo, el horizonte se mostraba
como una diminuta secuencias de puntos. —Pensó para sí, que si el horizonte era una línea,
y las líneas en matemáticas son secuencias finitas de puntos, podría ir al horizonte nadando,
descomponerlo en puntos y llenarse los bolsillos de lejanía. Días después, pescadores del
lago Cocibolca lo encontraron flotando a cinco kilómetros del muelle, como una coma en
aquella secuencia de puntos, que encontraba límite para el ojo humano.

26
Instrucciones para deponer un imperio

Ariel Magnus
Escritor argentino

Retiraron las tropas estacionadas en el mundo y devolvieron la soberanía a los países


invadidos, desarticularon sus redes de espionaje y clausuraron sus prisiones clandestinas,
condonaron las deudas a los países pobres y cerraron los organismos de crédito. Así fue
como su moneda perdió valor y sus políticas perdieron trascendencia, limitándose a los
asuntos internos. Largamente se especuló sobre por qué habían renunciado a su liderazgo
sin mediar una guerra. Algunos aseguran que fue por filantropía. Los más creen que fue por
agotamiento, como un Dios que tras haber deshecho todo, se retira a descansar.

27
Blancanieves se despide de los siete enanitos

Leopoldo María Panero


Escritor español

Prometo escribiros, pañuelos que se pierden en el horizonte, risas que palidecen, rostros que
caen sin peso sobre la hierba húmeda, donde las arañas tejen ahora sus azules telas. En la
casa del bosque crujen, de noche, las viejas maderas, el viento agita raídos cortinajes, entra
sólo la luna a través de las grietas. Los espejos silenciosos, ahora, qué grotescos,
envenenados peines, manzanas, maleficios, qué olor a cerrado, ahora, qué grotescos. Os
echaré de menos, nunca os olvidaré. Pañuelos que se pierden en el horizonte. A lo lejos se
oyen golpes secos, uno tras otro los árboles se derrumban. Está en venta el jardín de los
cerezos.

28
El disfraz

Ana María Shua


Escritora argentina

El disfraz En el circo, disfrazado de payaso, su torpeza pasa desapercibida. El maquillaje


blanco encubre su blancura. Sus compañeros de trabajo se quejan a veces de que huele
mal, pero el director de circo lo defiende, porque hace reír como ninguno, se contenta con
poco, y casi nadie se da cuenta de que está muerto.

29
El espejo de Lacan

Rosemary Caballero Vega


Escritora boliviana

El espejo se rompió. Cuando descubrió que no podía seguir siendo padre, roto el espejo,
corrió a refugiarse en los brazos de su madre. La anciana lo cobijó como cuando era niño. Le
sirvió el desayuno, preparó el almuerzo, la cena, lo bañó y recostó en la cama para visitas.
Había cumplido cincuenta y dos años y sido despedido del trabajo. Desde el otro lado del
espejo, su mujer lo llamaba, sus hijos lo llamaban. Meses después comprendieron que les
llegó la hora y comenzaron a ser libres.
El hombre volvió a ser niño y a vivir, solo comer, y soñar, acaso, junto a su madre.

30
El cosmonauta

Paul Archer
Escritor panameño

Lo primero que vio Nikita cuando abrió los ojos fue un bosque lleno de niebla. ¿El milagro
sería la prueba inescrutable de la misericordia divina? Pequeñas porciones de luz fueron
regresándolo a la realidad, mientras iba acostumbrando la vista. Despojado del casco
hermético, miró la cápsula: el alto grado de carbonización que presentaba su cadáver era la
evidencia de que el suceso no era un sueño.

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