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1

La pasión de dudar

Noé Zayas
Escritor de República Dominicana

Siempre me acusaron de ser un optimista que rayaba en lo enfermizo. Nunca acepté la


realidad así de tajo. Si despido ese mal olor que ni yo soporto y se me está poniendo la carne
blandita, (hecho del que me doy cuenta cuando tengo que rascarme, ya sea porque me pique
un insecto o si me come, porque me come, que se me quedan pedazos de carne en las
uñas), me digo que todo no es más que una ilusión. Lo que me asusta, lo confieso, es
cuando no puedo moverme, y casi llego a convencerme de que sí, de que estoy muerto, casi
muerto.

2
La herencia

León Tolstoi
Escritor ruso

Un hombre tenía dos hijos.


-Cuando muera, lo partiréis todo a medias -les dijo en una ocasión.
El padre se murió y los hijos comenzaron a discutir sobre la herencia.
Finalmente, le pidieron a un vecino que les aconsejara, y éste les preguntó:
-¿Cómo dijo vuestro padre que dividierais la herencia?
Los hermanos contestaron:
-Nos recomendó que la partiéramos a medias.
-Entonces -dijo el vecino-, cortad en dos los trajes, romped la vajilla por la mitad, y partid en
dos cada cabeza de ganado.
Los hermanos siguieron el consejo del vecino y se quedaron sin nada.

3
La caída del mundo

Giovanni Rodríguez
Escritor hondureño

Las calles como ríos. El viento contra los árboles, las paredes y los techos. Nuestro silencio,
aquí adentro, es la única respuesta. Así la naturaleza dispone sus horas matinales en este
pueblo fondeado entre montañas. Un pájaro y su breve tonadita desde alguna rama. Nada
más. Todos esperamos, en silencio, abrazados, como si el silencio fuera lo que nos mantiene
vivos. Pasa el tiempo y afuera, golpes de árboles sobre la tierra húmeda; nadie asiste,
curioso, a la caída del mundo. Nadie se mueve más allá de los abrazos.

Cuando todo acabe, cuando nos encuentren, habremos formado juntos el mismo cuerpo
estrecho, compacto. Aún habrá silencio en nuestras bocas frías.

4
Negro tulipán

Claudio Ferrufino-Coqueugniot
Escritor boliviano

Exhibo los tejidos, los vendo todos menos uno, el de metro y medio por tres cuartos, que es
pálido como el querubín a pesar de ser gordo. En el llano claro resalta una flor negra, un
tulipán de Holanda, de los Países Bajos que para mí se hundieron ya desde que no está.
Imagino que rema con los otros, hermanos y primos, y desembarcan en Grecia, en Bulgaria,
en Dalmacia y Nápoles. Vienen, suben, nortean. Aguardaré su llegada; sobre mi pecho,
cortado ya el tapiz queda solo la flor de sombra. Por ella me reconocerás, por ese color
airado que para todos implica muerte y besos, solo besos, para mí.

5
El zanate

Marvin Salvador Calero Molina


Escritor nicaragüense

Sobreviviente del tiempo y las calamidades, incapaz de abandonar su hogar que construyó
en las copas del árbol centenario de Laurel. Sus brillantes ojos negros tiene la profundidad
de la muerte, su plumaje le abrigó eficientemente en el último invierno copioso. Con
curiosidad observa al Jardinero mientras grazna de cólera, en idioma de pájaro. Es el quinto
día de guerra frontal, ambos probaron sus fuerzas de voluntad y constancia. La noche cae
ignorada en el centro de la metrópolis. El jardinero se marcha rumbo a los suburbios.

Mañana será el día en que abandones tu empeño.

6
Los otros seis

Augusto Monterroso
Escritor guatemalteco

Dice la tradición que en un lejano país existió hace algunos años un Búho que a fuerza de
meditar y quemarse las pestañas estudiando, pensando, traduciendo, dando conferencias,
escribiendo poemas, cuentos, biografías, crónicas de cine, discursos, ensayos literarios y
algunas cosas más, llegó a saberlo y a tratarlo prácticamente todo en cualquier género de
los cono-cimientos humanos, en forma tan notoria que sus entusiastas contemporáneos
pronto lo declararon uno de los Siete Sabios del País, sin que hasta la fecha se haya podido
averiguar quiénes eran los otros seis.

7
El zorro que se aprovechó del poderío del tigre

Antigua fábula china

El tigre buscaba todo tipo de animales para alimentarse. En una oportunidad atrapó a un
zorro.

: “¡U v ! p vó p
fuese el rey de todas las bestias. Si usted me come hoy, ¡violará el mandato del emperador
del cielo! Si usted no me cree, yo caminaré adelante y usted me sigue detrás. Las bestias al
v ¿ v ?”.

De acuerdo a esto el tigre avanzó con el zorro. Las bestias al verlo escapaban. El tigre no
sabía que las bestias le temían y huían. Creía que le temían al zorro.

8
Una muchacha que cae
Dino Buzzati
Escritor italiano

Con despecho se dio cuenta que una treintena de metros más abajo otra muchacha
estaba cayendo. Era decididamente más bella que ella y portaba un vestido de media tarde
con mucha clase. Quién sabe por qué, la otra descendía a una velocidad muy superior a
la suya, hasta el punto que en pocos instantes la distanció y desapareció allá abajo, a
pesar de los llamados de Marta. Sin duda iba a llegar a la fiesta antes que ella; tal vez era
un plan calculado de antemano para suplantarla.

Luego Marta se dio cuenta que ellas dos no eran las únicas que caían. A todo el largo de los
flancos del rascacielos, otras mujeres jóvenes se deslizaban en el vacío, las caras tensas por
la excitación del vuelo, agitando festivamente las manos como para decir: aquí estamos, aquí
venimos, es nuestra hora, festéjennos, ¿no es verdad que el mundo es nuestro?

9
Amor a la literatura

Luis Hervás Rodrigo


Escritor español

Desde pequeño siempre había tenido esa obsesión por los libros, una obsesión a la que sus
padres contribuyeron de un modo decisivo, mostrándolo los beneficios que la literatura le
podía proporcionar. Devoraba cualquier volumen que cayera en sus dominios, sin importar
tema ó autor: geografía, Historia, ciencias, Poesía...todo lo asimilaba de una manera
compulsiva, y entraba, sin remisión, a formar parte de su ser. Buscaba por las estanterías de
la amplia biblioteca los ejemplares más voluminosos, con los cuales se entretenía por un
periodo de tiempo relativamente largo, y cuando los terminaba, volvía, ansioso, a por otro.
Desgraciadamente, la adquisición de un nuevo spray antipolillas acabó cierto día con su
ilustrada vida, cuando aún no había acabado de engullir completamente, una interesante
descripción del motor de combustión en la Enciclopedia Británica.

10
Todo tiempo futuro fue peor

Clara Obligado
Escritora argentina

Anoche se sobrepuso a las balas que lo acribillaron y huyó de la policía entre la multitud. Se
escondió en la copa un árbol, se le rompió la rama y terminó ensartado en una verja de
hierro. Se desprendió del hierro, se durmió en un basural y lo aprisionó una pala mecánica.
La pala lo liberó, cayó sobre una cinta transportadora y lo aplastaron toneladas de basura. La
cinta lo enfrentó a un horno, él no quiso entrar y empezó a retroceder. Dejó la cinta y pasó a
la pala, dejó la pala y fue al basural, dejó el basural y se ensartó en la verja, dejó la verja y se
escondió en el árbol, dejó el árbol y buscó a la policía. Anoche puso el pecho a las balas que
lo acribillaron y se derrumbó como cualquiera cuando lo llenan de plomo: completamente
muerto.

11
Revolución

Iván Humanes
Escritor español

María Antonieta comenzó la retahíla con su boquita francesa: que lo de menos era
no poder moverla adelante o atrás, ni hacia los lados, porque para decir sí o no ya
se bastaba con el habla, que, gracias a Dios, no le había sido cercenada por el tajo,
y que lo peor era no poder pasear con la cabeza bien alta a sus perritos, que era lo
que más adoraba, más que su marido y el chocolate incluso. Aquí se detuvo, pues
perdió de vista al doctor. Y no gritó. Cerró los ojos. La revolución, susurró. Y se
rindió a esas manos extrañas que examinaban su cuerpo unos metros más atrás.

12
La uña

Max Aub
Escritor hispano-mexicano

Pedro Pérez se vengó de Miguel y Lucía.


El cementerio está cerca. La uña del meñique derecho de Pedro Pérez, enterrado ayer,
empezó a crecer tan rápido como le colocaron la losa. Como el féretro era de mala calidad
(pidieron el ataúd más barato) la garfa no tuvo dificultad para despuntar deslizándose hacia
la pared de la casa. Allí serpenteó hasta la ventana del dormitorio, se metió entre el montante
y la peana, resbaló por el suelo escondiéndose tras la cómoda hasta el recodo de la pared
para seguir tras la mesilla de noche y subir por la orilla del cabecero de la cama. Casi de un
salto atravesó la garganta de Lucía que ni ¡ay! dijo, para tirarse hacia la de Miguel
traspasándola. Fue lo menos que pudo hacer el difunto: también es cuerno la uña.

13
Triángulo criminal

Raúl Brasca
Escritor argentino

Vayamos por partes, comisario: de los tres que estábamos en el boliche, usted, yo y el
"occiso", como gusta llamarlo -todos muy borrachos, para qué lo vamos a negar- yo no soy el
que escapó con el cuchillo chorreando sangre. Mi puñal está limpito como puede apreciar; y
además estoy aquí sin que nadie haya tenido que traerme, ya que nunca me fui. El que huyó
fue el "occiso" que, por la forma como corría, de muerto tiene bien poco. Y como él está vivo,
queda claro que yo no lo maté. Al revés, si me atengo al ardor que siento aquí abajo, fue él
quien me mató. Ahora bien, puesto que usted me está interrogando y yo, muerto como estoy,
puedo responderle, tendrá que reconocer que el "occiso" no sólo me mató a mí, también lo
mató a usted.

14
Pecados de juventud

Ana María Shua


Escritora argentina

-Era muy joven. Hoy no podría repetir tantos logros, ni los errores. Hoy me llevaría mucho
más de seis días, tendría que descansar seguido, durante más tiempo. Qué raras que serían
las semanas. Miren como me tiemblan las manos. Las criaturas-¿no son bellísimas?-ya no
serían tan perfectas. Les habría insuflado un aliento menos vital quizás, pero también menos
feroz. Así habla, como siempre, y los muchachos, que lo conocen y, a su manera, lo quieren,
le pagan otro vino para seguir escuchándolo. -Se habla de los treinta y seis hombres rectos
que justifican el mundo y evitan la aniquilación, qué poca imaginación tiene la gente, nadie
piensa en ustedes, ¿quién tiene ganas de mandarles un diluvio, una lluvia de azufre a los
amigos? Los muchachos sonríen, le palmean la espalda, le piden al mozo otra vuelta de anís
Ocho Hermanos, son casi tan viejos como Él, o quizás como él, el narrador no tiene opinión
propia en este caso.

15
El profesional del suicidio

Miguel Garrido Pérez


Escritor español

El joven Ernesto, empuñando una pistola, se presentó en casa del hombre que le había
arruinado: "No voy a matarle, don Braulio", dijo, "sino a suicidarme ante usted. Caiga mi
sangre sobre su conciencia y lo que es peor, sobre su magnífica alfombra persa". Don
Braulio le disuadió: buenos consejos y una sugerencia: "Si desea quitarse la vida, ¿por qué
no lo hace en casa del odioso Cortés?". Y le convenció con un cheque generoso. "Aunque no
le conozca, la prensa buscará razones y arruinaremos su carrera". Pero el odioso Cortés le
contrató para suicidarse en casa del pérfido Suárez, este le pagó para hacerlo en la de su
enemigo Ramírez, y así sucesivamente. Ernesto se retiró veinte suicidios después. "La
bondad de los hombres me ha salvado", solía decir.

16
Vivir para siempre

James George Frazer


Escritor escocés

Otro relato, recogido cerca de Oldenburg, en el Ducado de Holstein, trata de una dama que
comía y bebía alegremente y tenía cuanto puede anhelar el corazón, y que deseó vivir para
siempre. En los primeros cien años todo fue bien, pero después empezó a encogerse y
arrugarse, hasta que no pudo andar, ni estar de pie, ni comer ni beber. Pero tampoco podía
morir. Al principio la alimentaban como si fuera una niñita, pero llegó a ser tan diminuta que
la metieron en una botella de vidrio y la colgaron en la iglesia. Todavía está ahí, en la iglesia
de Santa María, en Lübeck. Es del tamaño de una rata, y una vez al año se mueve.

17
Longevidad

Luis Chitarroni y Raúl Brasca


Escritores argentinos

No son las parcas quienes cortan el hilo ni es la enfermedad ni la bala lo que mata. Morimos
cuando, por puro azar, cumplimos el acto preciso que nos marcó la vida al nacer:
derramamos tres lágrimas de nuestro ojo izquierdo mientras del derecho brotan cinco, todo
en exactamente cuarenta segundos; o tomamos con el peine justo cien cabellos; o vemos
brillar la hoja de acero dos segundos antes de que se hunda en nuestra carne. Pocos son los
signados con posibilidades muy remotas. Matusalén murió después de parpadear ocho
veces en perfecta sincronía con tres de sus nietos.

18
Todo tiempo futuro fue peor

Clara Obligado
Escritora argentina

Anoche se sobrepuso a las balas que lo acribillaron y huyó de la policía entre la multitud. Se
escondió en la copa un árbol, se le rompió la rama y terminó ensartado en una verja de
hierro. Se desprendió del hierro, se durmió en un basural y lo aprisionó una pala mecánica.
La pala lo liberó, cayó sobre una cinta transportadora y lo aplastaron toneladas de basura. La
cinta lo enfrentó a un horno, él no quiso entrar y empezó a retroceder. Dejó la cinta y pasó a
la pala, dejó la pala y fue al basural, dejó el basural y se ensartó en la verja, dejó la verja y se
escondió en el árbol, dejó el árbol y buscó a la policía. Anoche puso el pecho a las balas que
lo acribillaron y se derrumbó como cualquiera cuando lo llenan de plomo: completamente
muerto.
Clara Obligado, Por favor sea breve, antología, Editorial Páginas de Espuma, Madrid, 2001.

19
Telequinesia

Raúl Brasca
Escritor argentino

-Habrá que creer o reventar- le dijo el hombre que salía de la habitación cuando él entraba.
El terminó de entrar. La mujer esperó que se sentara, cerró los ojos y, con voz cavernosa,
llamó a la mesa provenzal que estaba en el primer piso. Moviendo ágilmente las patas, como
un perfecto cuadrúpedo amaestrado, la mesa bajó por la escalera. -Esto es increíble-
exclamó él. Y, antes de que pudiera explicarse mejor, reventó.

20
La uña

Max Aub
Escritor hispano-mexicano

Pedro Pérez se vengó de Miguel y Lucía.


El cementerio está cerca. La uña del meñique derecho de Pedro Pérez, enterrado ayer,
empezó a crecer tan rápido como le colocaron la losa. Como el féretro era de mala calidad
(pidieron el ataúd más barato) la garfa no tuvo dificultad para despuntar deslizándose hacia
la pared de la casa. Allí serpenteó hasta la ventana del dormitorio, se metió entre el montante
y la peana, resbaló por el suelo escondiéndose tras la cómoda hasta el recodo de la pared
para seguir tras la mesilla de noche y subir por la orilla del cabecero de la cama. Casi de un
salto atravesó la garganta de Lucía que ni ¡ay! dijo, para tirarse hacia la de Miguel
traspasándola. Fue lo menos que pudo hacer el difunto: también es cuerno la uña.

21
Receta casera

Juan José Arreola


Escritor mexicano

Haga correr dos rumores. El de que está perdiendo la vista y el de que tiene un espejo
mágico en su casa. Las mujeres caerán como las moscas en la miel.
Espérelas detrás de la puerta y dígale a cada una que ella es la niña de sus ojos, cuidado de
que no lo oigan las demás, hasta que les llegue su turno.
El espejo mágico puede improvisarse fácilmente profundizando en la tina de baño. Como
todas son unas narcisas, se inclinarán irresistiblemente hacía el abismo doméstico.
Usted puede entonces ahogarlas a placer o salpimentarlas al gusto.

22
Temor de Cólera

Ah'Med el Qalyubi
País desconocido

En una de sus guerras, Alí derribó a un hombre y se arrodilló sobre su pecho para
decapitarlo. El hombre le escupió en la cara. Alí se incorporó y lo dejó. Cuando le
preguntaron por qué había hecho eso, respondió:
-Me escupió en la cara y temí matarlo estando yo enojado. Sólo quiero matar a mis enemigos
estando puro ante Dios.

23
Triángulo criminal

Raúl Brasca
Escritor argentino

Vayamos por partes, comisario: de los tres que estábamos en el boliche, usted, yo y el
"occiso", como gusta llamarlo -todos muy borrachos, para qué lo vamos a negar- yo no soy el
que escapó con el cuchillo chorreando sangre. Mi puñal está limpito como puede apreciar; y
además estoy aquí sin que nadie haya tenido que traerme, ya que nunca me fui. El que huyó
fue el "occiso" que, por la forma como corría, de muerto tiene bien poco. Y como él está vivo,
queda claro que yo no lo maté. Al revés, si me atengo al ardor que siento aquí abajo, fue él
quien me mató. Ahora bien, puesto que usted me está interrogando y yo, muerto como estoy,
puedo responderle, tendrá que reconocer que el "occiso" no sólo me mató a mí, también lo
mató a usted.

24
Pecados de juventud

Ana María Shua


Escritora argentina

-Era muy joven. Hoy no podría repetir tantos logros, ni los errores. Hoy me llevaría mucho
más de seis días, tendría que descansar seguido, durante más tiempo. Qué raras que serían
las semanas. Miren como me tiemblan las manos. Las criaturas-¿no son bellísimas?-ya no
serían tan perfectas. Les habría insuflado un aliento menos vital quizás, pero también menos
feroz. Así habla, como siempre, y los muchachos, que lo conocen y, a su manera, lo quieren,
le pagan otro vino para seguir escuchándolo. -Se habla de los treinta y seis hombres rectos
que justifican el mundo y evitan la aniquilación, qué poca imaginación tiene la gente, nadie
piensa en ustedes, ¿quién tiene ganas de mandarles un diluvio, una lluvia de azufre a los
amigos? Los muchachos sonríen, le palmean la espalda, le piden al mozo otra vuelta de anís
Ocho Hermanos, son casi tan viejos como Él, o quizás como él, el narrador no tiene opinión
propia en este caso.

25
El profesional del suicidio

Miguel Garrido Pérez


Escritor español

El joven Ernesto, empuñando una pistola, se presentó en casa del hombre que le había
arruinado: "No voy a matarle, don Braulio", dijo, "sino a suicidarme ante usted. Caiga mi
sangre sobre su conciencia y lo que es peor, sobre su magnífica alfombra persa". Don
Braulio le disuadió: buenos consejos y una sugerencia: "Si desea quitarse la vida, ¿por qué
no lo hace en casa del odioso Cortés?". Y le convenció con un cheque generoso. "Aunque no
le conozca, la prensa buscará razones y arruinaremos su carrera". Pero el odioso Cortés le
contrató para suicidarse en casa del pérfido Suárez, este le pagó para hacerlo en la de su
enemigo Ramírez, y así sucesivamente. Ernesto se retiró veinte suicidios después. "La
bondad de los hombres me ha salvado", solía decir.

26
Monólogo del mal

Augusto Monterroso
Escritor guatemalteco

Un día el Mal se encontró frente a frente con el Bien y estuvo a punto de tragárselo para
acabar de una buena vez con aquella disputa ridícula; pero al verlo tan chico el Mal pensó:
“ p ;p y B v
tan débil, la gente va a pensar que hice mal, y yo me encogeré tanto de vergüenza que el
Bien no desperdiciará la oportunidad y me tragará a mí, con la diferencia de que entonces la
gente pensará que él sí hizo bien, pues es difícil sacar-la de sus moldes mentales
consistentes en que lo que hace el Mal está mal y lo que hace B .”
Y así el Bien se salvó una vez más.

27
Vivir para siempre

James George Frazer


Escritor escocés

Otro relato, recogido cerca de Oldenburg, en el Ducado de Holstein, trata de una dama que
comía y bebía alegremente y tenía cuanto puede anhelar el corazón, y que deseó vivir para
siempre. En los primeros cien años todo fue bien, pero después empezó a encogerse y
arrugarse, hasta que no pudo andar, ni estar de pie, ni comer ni beber. Pero tampoco podía
morir. Al principio la alimentaban como si fuera una niñita, pero llegó a ser tan diminuta que
la metieron en una botella de vidrio y la colgaron en la iglesia. Todavía está ahí, en la iglesia
de Santa María, en Lübeck. Es del tamaño de una rata, y una vez al año se mueve.

28
El negador de milagros

Anónimo

Chu Fu Tze, negador de milagros, había muerto; lo velaba su yerno. Al amanecer, el ataúd
se elevó y quedó suspendido en el aire, a dos cuartas del suelo. El piadoso yerno se
horrorizó. "Oh, venerado suegro", suplicó "no destruyas mi fe de que son imposibles los
milagros". El ataúd, entonces, descendió lentamente, y el yerno recuperó la fe.

29
Un creyente

George Loring Frost


Escritor inglés

Al caer la tarde, dos desconocidos se encuentran en los oscuros corredores de una galería
de cuadros. Con un ligero escalofrío, uno de ellos dijo:
-Este es un lugar siniestro. ¿Usted cree en fantasmas?
-Yo no –respondió el otro- ¿Y usted?
-Yo sí- dijo el primero y desapareció.

30
El pozo

Luis María Díez


Escritor español

Mi hermano Alberto cayó al pozo cuando tenía cinco años. Fue una de esas tragedias
familiares que sólo alivian el tiempo y la circunstancia de la familia numerosa. Veinte años
después mi hermano Eloy sacaba agua un día de aquel pozo al que nadie jamás había
vuelto a asomarse. En el caldero descubrió una pequeña botella con un papel en el interior.
"Este es un mundo como otro cualquiera", decía el mensaje.

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