Está en la página 1de 3

Cragnolini, M: Las humanidades en la época del poshumanismo (resumen)

¿Qué significan las humanidades cuando el humanismo está en crisis? Y, ¿Que implica
estudiar “humanidades” cuando el concepto mismo se está deconstruyendo mostrando sus
grietas y fisuras?
El estudio de las humanidades –que surge en oposición a los estudios teológicos-, es
propio del siglo XIV y se halla en estrecha relación con el movimiento del humanismo.
Salutati decía que el estudio de las humanidades comprendía: gramática, retorica, política,
historia y filosofía. A partir de este nuevo paradigma, el hombre se convertirá en el nuevo
eje de medida del todo.
Del mismo modo que las Humanidades se ofrecieran de relevo del dispositivo
teológico, a fines del siglo XIX, las Cs. Naturales harían a un lado el predominio de las
Humanidades. Con el avance tecnocientífico y el uso de los métodos explicativos (a partir
de causas y efectos) las Cs. Naturales se presentarían como “comprensivas”, mientras que
las Cs. Sociales sería “interpretativas”.
Cragnolini señala que “Tal vez, lo que esté en juego en el prestigio de las Ciencias
en diversos momentos de la historia tenga que ver con una pretensión del hombre de todos
los tiempos: la posibilidad de dominar la realidad (…) Hoy en día ese poder ya no lo tienen
los saberes humanísticos, sino la tecnociencia, de allí el continuo desprestigio y
devaluación a que están sometidas las humanidades hoy en día.”
Al comienzo del texto, se había preguntado sobre el objeto de estudio de las
humanidades en deconstrucción. Para responder a esta pregunta, la profesora sostiene que
hay dos ámbitos en debate que parecieran, por su carácter interdisciplinario, corresponder
con esta coyuntura de las humanidades.
El primer ámbito en poner en cuestión el sentido tradicional de las humanidades,
serán los “Animal studies” (impulsados en los 70as a partir de los movimientos de
liberación animal). Estos, remiten a un entramado de diversas disciplinas (biología,
etología, derecho etc.) que tiene por propósito estudiar a los vivientes no-humanos en su
modo de ser en el mundo, sus derechos etc.
Estos estudios llegaran para poner en jaque el lugar privilegiado que el hombre se
ha narrado. Este temblor de la figura humana se dará a partir de la puesta en cuestión de las
supuestas “propiedades” (razón, lenguaje, sueño etc.)
Como ejemplo de lo anterior, bien vale recordar que a inicios del siglo de XX, los
estudios de etiología pusieron en crisis esa pretendida superioridad: más allá de la idea de
“comunicación” animal, las investigaciones de Allen y Beatrice Gardner, que enseñaron
lenguaje de signos a una chimpancé, el trabajo de David Premack, que utilizó fichas para
esa enseñanza, y el uso de otras técnicas como el teclado electrónico, quebraron la idea de
que solo el hombre podría crear lenguaje, ya que estos simios, a partir de la combinación de
lo aprendido, también podrían “crear” nuevos términos y expresiones.
Si el límite entre lo humano y lo animal durante mucho tiempo se estableció en
términos del lenguaje y la racionalidad, la posibilidad de diferentes animales de “resolver
problemas” también hizo entrar en crisis los supuestos límites. Tal vez, lo que hay que tener
en cuenta de los límites que se han erosionado a partir de determinados estudios etológico,
es que desde esos límites se ha justificado siempre la superioridad del hombre y, por ende,
la posibilidad del ejercicio de la crueldad hacia el animal (considerado como inferior y, por
lo tanto, utilizable, consumible y desechable). Si la supuesta primacía del viviente humano
es cuestionada, se abre para las humanidades un terreno de trabajo diferente. Porque las
transformaciones en la concepción de lo humano modifican también las prácticas sociales:
una cuota de “humildad” a la soberbia del hombre autoerigido como ente superior por
encima de todo lo real significa, también, otro modo de encarar los estudios de las
humanidades.
En segundo lugar, encontramos en la biopolítica, el espacio en donde se plantea una
desestabilización de la figura de lo humano. En este campo se pone en crisis el limite entre
el hombre y la máquina. Por su parte, las biotecnologías, abren un horizonte de nuevas
posibilidades para el hombre. En este punto es que hablamos de trans-humanismo. Es decir
un movimiento que plantea, a partir de la modificación biológica por medio de las nuevas
tecnologías, el mejoramiento de las condición humana. En otras palabras, se trata de
rediseñar la condición humana incluyendo parámetros tales como lo inevitable del
envejecimiento, las limitaciones de los intelectos humanos y artificiales.
El ciborg es el paradigma del transhumanismo. Es decir, un sujeto que, a partir del
acoplamiento de la máquina y lo orgánico, se presenta como el umbral entre ambas
regiones. Donna Haraway, quien patentiza el análisis del cyborg, señala las dificultades
que se siguen del sostenimiento de pensamientos dualistas (mente/cuerpo,
organismo/maquina, idealismo/materialismo etc) ya que esas categorías se hallan en crisis
en virtud de las transformaciones actuales a nivel de las ciencias y las prácticas sociales.
Estos aspectos señalados, visibilizan la necesidad de una reflexión en torno a las nuevas
tecnologías y también invitan a una reconsideración de lo “humano”.
Las humanidades se vincularon en su nacimiento con la idea de que había algo
propio del hombre que debía ser cultivado, preservado, estudiado. Si ser hombre ha
significado ser dueño, señor y propietario de todo lo demás (lo no-humano, pero también
otros humanos) tal vez sea el tiempo en que, por la deconstrucción del concepto de ser-en-
el-mundo.
El proceso de deconstrucción del concepto de hombre tal vez permita vislumbrar,
como esperanza sin espera, que los vínculos con la comunidad de lo viviente, una vez
depuesta la actitud mayestática, soberana y arrogante del hombre, sean también diferentes.

También podría gustarte