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Buenos Aires, 15 de julio de 2021.

Y vistos:

1. Viene apelada la resolución particular 334/2020 de la Inspección General de Justicia en la que el señor
Inspector a cargo de ese organismo concluyó que el acto por medio del cual la sociedad apelante había
restituido cierto inmueble al señor Lucio Niro debía considerarse inoponible, por lo que lo declaró irregular e
ineficaz a los efectos administrativos e intimó a la nombrada -constituida en la República Oriental del
Uruguay- a adecuarse a la ley argentina.

2. De los antecedentes de lo actuado resulta que, mientras corría el año 1998, ese inmueble fue
transferido por el mencionado señor Niro a “Boswil SA” y que, después, bajo los postulados de la Ley de
Sinceramiento Fiscal 27.260, “Boswil” volvió a transferirlo a su “anterior propietario”, ocasión en la que
reconoció que aquella primera transferencia había sido simulada y que el señor Niro había tenido la posesión
continua de ese bien desde agosto de 1993.

3. Estas actuaciones fueron iniciadas de oficio por el señor Inspector autor de la resolución impugnada,
quien expresó que así procedía pues “...había tomado conocimiento...” de la existencia de la escritura en la
que había sido instrumentado este segundo acto.

Tras afirmar que la adquisición de ese inmueble demostraba que “Boswil” había realizado actividad
habitual en el país, afirmó también que debía presumirse que ese había sido su principal activo y que ella no
lo había aplicado a ninguna gestión en el extranjero.

De ello derivó que la nombrada debía ser encuadrada en el art. 124 de la LGS, por lo que, dado que
había omitido ajustarse a la ley argentina, tanto su personalidad como esa actuación suya -esto es, la
transferencia inmobiliaria que había efectuado a favor del señor Niro- debían considerarse inoponibles.

Intimó también a la sociedad a adecuarse a las prescripciones de la legislación nacional que citó y a que
se inscribiera en el Registro Público a cargo de esa Inspección bajo apercibimiento de promover en su contra
las acciones legales que correspondieran.

4. Los apelantes sostienen que la resolución es nula porque carece de adecuada motivación.

Afirman que la compra de un inmueble no puede considerarse actividad habitual en los términos del art.
118 tercer párrafo de la LGS y que tampoco estamos ante una sociedad susceptible de ser encuadrada en el
citado art. 124, dado que ese inmueble ya fue transferido a su verdadero dueño y no es intención del ente
realizar ninguna actividad en el país.

Manifiestan, además, que la IGJ no tiene competencia para actuar del modo en que lo hizo, dado que el
acto cuestionado fue un acto de sinceramiento fiscal adoptado en el marco de la Ley 27.260 y sujeto a la
competencia de la Administración Federal de Ingresos Públicos, no de ese otro organismo administrativo.

5. La resolución ha de ser revocada.

No es dudoso que entre las modalidades o mecanismos de "sinceramiento" fiscal que fueron previstos en
la ley 27.260, se admitió el consistente en declarar como propios determinados bienes que aparecieran a
nombre de terceros (arts. 38 y 39 de la ley 27.260 y decretos 895/2017 y 1206/2017).

Tampoco lo es, a nuestro juicio, que ello no implicó modificar las normas de la ley 19.550 en términos
que permitieran licuar el patrimonio de una sociedad, atribuyendo por esa vía sus bienes a otros sujetos, sin
cumplir con las normas previstas en esa ley en protección de terceros.

No obstante, si esa premisa es en sí misma incuestionable, no menos lo es que la IGJ no tiene


competencia para juzgar inoponible la personalidad de ninguna sociedad ni, por ende, para hacer lo propio
con sus actos, ni mucho menos respecto de actos entre particulares.

A ello se agrega que, en tanto ejercida sin apego a ninguna regla adjetiva, sin forma de juicio, sin
requerimiento de ningún sujeto interesado, con información que no se sabe de dónde extrajo (en particular
por cuanto toda la documentación vinculada con el sinceramiento fiscal se encuentra sujeta al secreto fiscal
en los términos del art. 87 de la ley 27.260 y 101 de la ley 11.683, t.o. 1998)- y de modo irrazonable -en
tanto disociado de la necesidad de proteger el interés público que justifica el poder de fiscalización que asiste
al organismo-, esa actuación es incompatible con las reglas formales y sustanciales que deben regir el
desempeño de los órganos administrativos en un Estado de Derecho.

6. Nótese que, sin siquiera haberle dado una audiencia previa, la IGJ “supuso” que “Boswil” había tenido
aquel bien como único activo y, sobre esa base, dictó un pronunciamiento que, por su contenido -
inoponibilidad de la personalidad de la apelante y de sus actos, entre otras cosas-, es jurisdiccional, aunque,
vale aclarar, tampoco hubiera podido ser dictado de ese modo oficioso por ningún juez ni tribunal.

Es decir: ningún organismo estatal, ni judicial ni administrativo, podría haber dictado ese acto sin cumplir
con la garantía constitucional del debido proceso, lo cual denota que la noción de “soberanía” está aquí
siendo malentendida, en tanto está siendo invocada para justificar el ejercicio de poderes que no se tienen ni
siquiera en las más altas esferas de la Administración a la que la IGJ pertenece.

7. La Sala ya se expidió sobre las facultades de fiscalización de la IGJ al pronunciarse in re “Inspección


General de Justicia c/ Arte Inmobiliario SAS s/ organismos externos”, del 18 de febrero de 2021 y en
“Inspección General de Justicia c/ Vereinigte Extilwerke Gmbh-Interprises Textiles Reunies Sarl - United
Textil Works s/ organismos externos” del 9 de marzo de 2021, fallos a los que, en lo pertinente, cabe
remitir.

En lo que aquí interesa, vale recordar que de lo dispuesto en el art. 3 de la ley 22.315, resulta que, como
no podría ser de otro modo dado el principio de legalidad que rige la competencia de los órganos
administrativos (art. 3º de la ley 19.549), esa Inspección tiene a su cargo las funciones que le son
“...atribuidas por la legislación pertinente...” (sic).

La cuestión debe ser dilucidada, por ende, a la luz de las normas de la ley 19.550 a las que remite esa
disposición, de la que resulta, como se señaló en los citados precedentes, que la base y la justificación de la
competencia fiscalizadora de la IGJ es el interés público; noción -la de interés público- que, porque no está
presente en todas las sociedades, ni lo está en todos los casos con la misma intensidad, tampoco habilita un
control siempre igual, sino que admite escalas y mutaciones.

Ese dato -esto es, la necesidad de que esté presente un interés público-no solo justifica el poder del
organismo, sino que también le marca sus límites, pues lo somete a la obligación de respetar las libertades
individuales en todo lo que exceda ese interés.

Para verificar, entonces, si la IGJ puso legítimamente en marcha sus facultades, debe constatarse cuál
fue el interés público en cuya protección actuó, pues, sin ese dato, la actuación se disocia del principio de
razonabilidad que, en lo que aquí interesa, exige al organismo circunscribirse a la finalidad que llevó al
legislador a reconocerle esa atribución.

8. Desde esa perspectiva, varios son los fundamentos que nos conducen a sostener que la IGJ se
extralimitó en este plano, pues ningún interés de esa especie exhibe esta cuestión.

Por lo pronto, la invocación de “potenciales” terceros -como en el caso la misma IGJ calificó a los sujetos
en función de los cuales decidió intervenir-, que no canalizan ningún interés actual concreto, no cubre
aquella exigencia, máxime cuando mal podría decirse que aquí está interesado el “orden público” -como
reiteradamente se expresó en la resolución recurrida- si, pese al tiempo transcurrido, no ha logrado
detectarse ni una sola deuda no cubierta por “Boswil”.

A ello se agrega que, más allá de si ser titular de un inmueble importa o no ejercer actividad habitual y
de si, en tal caso, la falta de inscripción de la sociedad la coloca o no en la hipótesis del art. 124, lo cierto es
que la IGJ ha presumido sin mayor explicación que esa fue la “única actividad” del ente, aceptando que él no
realiza ninguna otra en el país y que tampoco es su interés hacerlo en el futuro.

En ese marco, sostener recién ahora -esto es, precisamente cuando la sociedad ya ha dejado de “ejercer
esa actividad”-, que ella debe volver a adquirir el inmueble para liquidarse conforme a la ley argentina o
reducir su capital, importa adoptar un temperamento dispendioso e innecesario cuando, como en el caso,
está ausente aquel interés que lo hubiera justificado.
Es, además, un temperamento que no tiene sentido a la luz de las circunstancias del caso, que
demuestran la desaparición de los presupuestos de hecho invocados por la IGJ como idóneos para encuadrar
al ente en el citado art. 124, que aparecería aplicado así de manera casi “retroactiva”.

Si la única “actividad” que realizó la sociedad fue la de tener en propiedad ese inmueble, la posibilidad de
que existan a su cargo deudas desvinculadas de ese bien es cuanto menos poco creible; y, si existieran esas
u otras deudas, sus titulares estarían de todos modos protegidos, dado que, admitido que la transferencia
fue simulada, el verdadero dueño tanto del bien como de la sociedad, no podría desentenderse.

9. Sin perjuicio de lo expuesto, la solución adoptada es equivocada desde otras ópticas.

Que la IGJ tenga el control permanente de una sociedad, no apareja que tenga competencia para
declarar “irregulares e ineficaces a los efectos administrativos” cualquiera de sus actos.

Esa declaración no es sino una herramienta al alcance del organismo para ejercer su función, por lo que,
como cualquier otra herramienta, se encuentra sometida a los condicionamientos propios de esa función a la
cual sirve.

De esto se deriva aquel primer límite que ya hemos señalado, cual es que, al igual que esa función,
también dicha atribución está subordinada a la presencia de un interés público, lo cual descarta que la IGJ
pueda emitir tal pronunciamiento respecto de actos entre particulares que solo conciernen a intereses
privados.

A ese límite se agregan los que resultan de la Constitución Nacional, que descartan que un organismo
administrativo pueda, mediante una declaración de esa índole, privar de efectos a los actos cuestionados.

Eso no fue lo legislado, ni podría haber sido, pues, de sostenerse lo contrario, se estarían equiparando los
efectos de esa decisión administrativa a los que tendría una declaración de nulidad, que, por su esencia, es
materia claramente jurisdiccional.

Es esencialmente jurisdiccional porque, para resolver una nulidad, hay que aplicar el derecho común, que
es atribución propia y exclusiva del Poder Judicial (art. 116 CN) y, por ende, vedada a cualquier organismo
administrativo, incluso con competencia jurisdiccional, que no tiene la IGJ (ver doctrina CSJN “Fernandez
Arias” y “ Angel Estrada”, Fallos: 247:646; y 328: 651).

No la tiene, porque no concurren a su respecto los recaudos exigidos por la Corte Nacional para que esa
competencia de un organismo administrativo pueda considerarse constitucional (ver Fernández, Leonardo F.,
Declaración de la I.G.J. de "irregularidad e ineficiencias a los efectos administrativos" de actos societarios,
LA LEY 2014-F, 38).

En lo que aquí interesa, el ordenamiento societario niega -implícita pero inequívocamente- tal
competencia a la IGJ, como se infiere de que solo le reconoce legitimación para pedir la suspensión de los
actos respectivos ante el juez competente (art. 252 y 303 LGS; ver Fernández, Leonardo F., op. cit).

Por más contrario a la ley, al estatuto o al reglamento que sea un acto, entonces, la IGJ solo puede
solicitar su suspensión "al juez del domicilio de la sociedad” (art. 303), de lo cual resulta que, en el esquema
de la ley general de sociedades, solo los jueces pueden suspender la eficacia de lo actuado, lo cual de suyo
implica que esos actos tienen eficacia, salvo que una decisión judicial diga lo contrario.

Si la IGJ no tiene competencia jurisdiccional en los términos de la ley societaria, tampoco podría tenerla
en los de la ley N° 22.315, que no se la otorga de modo expreso, ni podría haberlo hecho de modo implícito
a través de su art. 6, pues es una ley local, que no podría haber exorbitado esa ley de fondo ni, por ende,
servir de fuente para otorgar a la IGJ esa función jurisdiccional en los términos exigidos por la Corte en la
jurisprudencia referida en el trabajo recién citado.

Es necesario tener presente, a estos efectos, que el Congreso Nacional no sólo dicta leyes “nacionales” -
v. gr. los códigos de fondo (art. 75 inc. 12 de la Constitución Nacional)- y leyes federales (v. gr. navegación,
marcas y patentes, etc.), sino también normas locales.
Estas últimas conciernen a los poderes no delegados por las Provincias en el Gobierno Federal, por lo
que, cuando el Congreso las dicta, no puede avanzar sobre las materias que sí hayan sido delegadas, pues,
si lo hiciera, estaría generando entre las Provincias y los territorios destinatarios de esa regulación local, una
diferencia inadmisible.

Aplicados estos conceptos al caso, es claro que, cuando Congreso de la Nación dictó la ley 22.315, actuó
como legislador “local”, como se infiere, no sólo de la materia regulada, sino también del propio ámbito
territorial de aplicación de esa ley, de lo cual se deriva que ella no tuvo eficacia para alterar el ordenamiento
societario que rige en todo el territorio argentino.

Ella dejó indefinidos cuáles eran los efectos de la ineficacia declarada a los "efectos administrativos", pero
algo es claro: el vacío debe ser cubierto con un contenido compatible con la Constitución que nos rige.

Debe aceptarse, entonces, que los efectos de esa declaración no son iguales a los de la invalidez del acto,
por las razones ya vistas.

Y debe aceptarse también que, si la LGS no concedió a la IGJ facultades jurisdiccionales, sus decisiones
tampoco pueden tener las características de coercitividad propias de un pronunciamiento judicial, que, como
vimos, debería ser requerido por ella, tras haber declarado aquella ineficacia administrativa destinada a
resistir la legalidad del acto y explicar su vinculación con el interés público tutelado (ver Fernández,
Leonardo F., op. cit.).

Una última aclaración sobre este punto: si esa declaración autoriza o no a la IGJ a rechazar la inscripción
de dicho acto, es asunto que aquí no interesa, dado que la transferencia inmobiliaria que fue objeto de la
decisión cuestionada no era susceptible de inscripción en esa sede.

10. Sin perjuicio de lo hasta aquí expuesto, y dadas las opiniones doctrinarias encontradas que existen en
torno a los asuntos tratados, vale que la Sala ingrese en ciertos aspectos vinculados con el fondo de la
cuestión.

A nuestro juicio, y contrariamente a lo que fue sostenido en la decisión apelada, el art. 124 de la LGS no
autoriza a declarar la inoponibilidad de la personalidad societaria.

Más allá de los debates habidos en torno a cuáles son las consecuencias que se siguen para la sociedad
de lo dispuesto en esa norma -irregularidad total, irregularidad territorial, inoponibilidad relativa,
inoponibilidad absoluta, responsabilidad de los administradores, entre otras tesis-, la Sala no encuentra
razones para apartarse del propio texto de la disposición, que es, como diría la Corte, el primer índice a
seguir para verificar la correcta inteligencia de aquello que debe ser interpretado.

Ese art. 124 dispone:

“...La sociedad constituida en el extranjero que tenga su sede en la República o su principal objeto esté
destinado a cumplirse en la misma, será considerada como sociedad local...” a los efectos allí previstos.

Al así disponer, la norma se ocupa expresamente de regular cuáles son las aludidas consecuencias: la
sociedad infractora debe ser tratada como si fuera local a esos efectos.

El legislador mediante la norma imperativa explicitada, desplaza la norma de conflicto prevista por el art.
118 de la LS, operando una “auto-elección” del propio derecho que busca armonizar los valores en pugna sin
que ello importe necesariamente la existencia de fraude a la ley.

Al expresar que ella -la sociedad- será tratada como local, va de suyo que la reconoce: no le quita el
carácter de sujeto de derecho, ni la vuelve inoponible.

Lo que hace, en cambio, es crear el mecanismo para cubrir el bien jurídico tutelado, que es el tráfico
mercantil y los intereses de terceros involucrados en el asunto, para lo cual manda aplicar la ley local que
permitirá a esos terceros conocer la organización de esa sociedad y superar las dificultades implícitas en la
omitida publicidad registral.
Se establece, entonces, el derecho aplicable, pero no más allá de lo que interesa a ese bien jurídico,
según la referida norma de policía que otorgará a la IGJ -como ella misma lo sostiene- el mismo poder de
control que hubiera tenido sobre la sociedad si hubiera sido local, con las mismas atribuciones, que en
ningún caso -ni siquiera en las versiones de control más intenso- incluye la de obligar a una sociedad a
reconstituirse.

11. A ello se agrega que, de todos modos, la inoponibilidad que aquí se declaró tampoco sería viable
respecto de una sociedad local; no, al menos, en el marco de las circunstancias que rodearon este caso.

Estamos ante un instituto -esa inoponibilidad- que es de naturaleza puramente instrumental, esto es,
asociado siempre a relaciones principales -cualquiera que sea su índole- que son las que el legislador
protege.

En ese marco, sin una relación susceptible de fundar esa acción principal, tampoco existe la posibilidad
de declarar la aludida inoponibilidad, que perdería todo su sentido, pues no lo tiene en sí misma, sino por la
función que cumple, cual es la de servir de mecanismo para imputar esa relación a otros sujetos, distintos a
aquellos que han exteriorizado su vinculación.

Así resulta de lo dispuesto en el art. 54 de la LGS, que dice:

“...La actuación de la sociedad...se imputará a los socios o controlantes que la hicieron posible...”.

La norma viabiliza, así, como se dijo, una imputación diversa a la ostensible y a ello se acota,
demostrando que la inoponibilidad -que es la acción principal, aunque no la única que ese art. 54 contempla-
no implica declarar la inexistencia de la sociedad cuya personalidad haya sido desviada, ni hacer caer lo
actuado, ni quitarle validez, ni nada que se le parezca.

Su efecto es, en cambio, permitir que una actuación -de la que haya resultado un derecho, una
obligación, un contrato o similar- se atribuya a otra persona, alterando la imputabilidad inicial de esa
actuación a fin de que ella exhiba la imputabilidad que le sea adecuada, sea que tal actuación se circunscriba
a un solo acto, o que abarque toda la actuación societaria que haya sido llevada a cabo, como típicamente
ocurre en la insolvencia (art. 161 inc. 1 LCQ; ver MANÓVIL, Rafael, "Grupos de Sociedades en el derecho
comparado", Ed. Abeledo Perrot, Buenos Aires, 1998, pág. 1025 y ss).

Desde esa perspectiva, es claro que eso de declarar inoponible la personalidad de una sociedad o de
alguno de sus actos en abstracto, esto es, sin la presencia de una relación subyacente en cuya tutela se
justifique alterar la imputabilidad de lo actuado, es tanto como confundir lo accesorio con lo principal, o el
instrumento con su finalidad.

Como se dijo más arriba, eso fue lo que aquí hizo la IGJ: sin tener ningún interesado en la cuestión e
invocando “potenciales” terceros -que, dada la mecánica de los hechos, se hubieran hallado de todos modos
protegidos-, hizo aplicación de una medida que, así utilizada, queda vacía de contenido.

12. Por lo expuesto, se resuelve: hacer lugar al recurso y, en consecuencia, revocar la decisión apelada.
Costas por su orden, en atención a que las razones que fundan este pronunciamiento remiten a cuestiones
que son objeto de arduas discusiones doctrinarias.

Notifíquese por secretaría a las partes y a la Señora Fiscal General.

Cúmplase con la comunicación ordenada por el art. 4° de la Acordada de la Excma. Corte Suprema de
Justicia de la Nación 15/13, del 21.5.2013.

Firman los suscriptos por encontrarse vacante la vocalía n° 8 (conf. art. 109 RJN).

JULIA VILLANUEVA

EDUARDO R. MACHIN
RAFAEL F. BRUNO

SECRETARIO DE CÁMARA

En la misma fecha se registró la presente en el protocolo de sentencias del sistema informático Lex 100.
Conste.

RAFAEL F. BRUNO

SECRETARIO DE CÁMARA

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