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Memoria
Memoria
Mi memoria empieza con la lectura del poema, debo admitir que no participe de la
lectura en voz alta ni baja, estaba concentrada en escuchar de otras voces, me
pareció muy estético como la voz del micrófono contrastaba con las voces que
acompañaban.
Luego comenzamos a caminar, reconocí algunos rostros, muchos sin saber de dónde.
Mientras caminaba me preguntaba desde qué lugar era convocada cada persona,
pregunta que no pedía respuesta, sólo me pareció curiosa como pregunta. Aún así,
pistas al respecto empezaron a surgir cuando interviene la primera pregunta. Todos
los pies frenaron, casi como creando un silencio de movimiento, un vacío que da un
espacio. Recuerdo bien la primer pregunta: ¿De qué color te parece que es la
memoria?, automáticamente pensé violeta. Rojo, rojo fue la respuesta. Por alguna
razón me sorprendió mucho su respuesta, suponía que no todos veían la memoria de
un mismo color pero jamás me imagine rojo. La explicación la entendí como rojo de
furia, de furia viva. Le encontré un sentido. Y mientras marchábamos otra vez, me
preguntaba si mi respuesta violeta tenía algún sentido, pensé en un moretón violeta,
aquel que marca y duele, denuncia. Pero honestamente no sé si yo en la silla habría
dicho eso. Y así solté el pensamiento, y me esforcé por dejar el espacio libre en mi
mente.
Hubieron muchas preguntas que me impactaron, pero una que me dejó realmente
descolocada fue la del chico que preguntó sobre que le dirías a todas esas personas
que han sido a violentadas en su integridad y dignidad, a su amiga que le dieron un
tiro por reclamar por sus derechos. Muda, tenía la mente completamente muda; sentía
un montón de sensaciones abrumadoras, pero ninguna capaz de explicitarse.
Recordé los rostros impresos de los desaparecidos que andan pegados en la facultad,
que siempre me los quedo mirando, por más que ya los vi miles de veces. Nunca sé
que pensar de ellos, pero me generan tanta sensación que no puedo sacar la vista.
Entiendo que proviene del dolor pero no se siente como otras angustias, es un dolor
aturdido, impotenciador.
“No sé” balbuceaba el que le tocaba contestar, “No hay palabras”, balbuceo que
sonaba como eco en mi mente. El chico de la pregunta se levantó dejando ambas
sillas vacías. Quizás no sabía bien la dinámica o quizás se olvidó o estaba muy
absortó en lo que su pregunta y la respuesta produjo; pero ese momento para mí fue
el silencio más contundente y necesario.
Luego la dinámica continuo, y podría mencionar muchísimas imágenes más, pero con
esa, es con la que más me quedé.