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Moderadora
taywong

Traductoras
Bella
Corazon_de_Tinta
EstherC
Kariza
Leidy Vasco
Myr
Niika
Tessa
Walezuca
∞PURPLEGIRL∞

Corrección y Lectura Final


Clau V

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Diseño
Larissa
Staff Capítulo 21
Contenido Capítulo 22
Sinopsis Capítulo 23
Capítulo 1 Capítulo 24
Capítulo 2 Capítulo 25
Capítulo 3 Capítulo 26
Capítulo 4 Capítulo 27
Capítulo 5 Capítulo 28
Capítulo 6 Capítulo 29
Capítulo 7 Capítulo 30
Capítulo 8 Capítulo 31
Capítulo 9 Capítulo 32
Capítulo 10 Capítulo 33
Capítulo 11 Capítulo 34
Capítulo 12 Capítulo 35
Capítulo 13 Capítulo 36
Capítulo 14 Capítulo 37
Capítulo 15 Capítulo 38

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Capítulo 16 Capítulo 39
Capítulo 17 Capítulo 40
Capítulo 18 Capítulo 41
Capítulo 19 Capítulo 42
Capítulo 20 Sobre la Autora
Se suponía que iba a ser un viaje rápido a Manhattan.
Mi mejor amiga tenía el corazón roto. Ella necesitaba apoyo, y yo
necesitaba inspiración.
Esperaba amar la ciudad. Bulliciosa. Loca. Inspiradora Nueva York.
Pero terminé en el aeropuerto, yendo a casa en las mismas
condiciones en que llegué.
En una rutina.
A todo esto, hay que añadir la pérdida de mi vuelo y la pérdida de mi
laptop, la laptop, en el que la mejor historia de amor de mi vida estaba
guardada en mi disco duro.
Entra Noah Steele. Espeluznantemente familiar. Estrella de cine. Un
rompecorazones. Sofocante romeo con ojos seductores.
(Pero no vamos a ir allí.)
También perdió su vuelo.
Noah es tan ardiente, mordazmente sexy, que no se le toma
seriamente como actor, y está luchando por lanzar su carrera en Nueva
York.
Sólo ha tenido novias superficiales, así que tiene problemas para

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mostrar verdadera pasión en su actuación, el mismo reto que yo tengo con
este libro.
Cuando nos conocimos, no sabíamos que nuestra conexión nos
traería el cambio que estábamos deseando.
Que seríamos lo que el otro necesitaba y no conocía.
La musa del otro.
Becka
Nueva York puede ser una ciudad muy, muy cruel.
Para mí, de todos modos.
Vine a animar a mi mejor amiga, Bryn, que estaba pasando por una
mala ruptura.
Pero ahora ha vuelto con su hombre. Misión cumplida. ¡Sí!
También quería investigar y terminar mi novela romántica.
Simplemente no lo hice.
¿Por qué? Porque apesto. Realmente no hice mucho de nada. Salvo
que cuentes el preguntarme por qué mi musa no cooperaría.
Hice eso muchas veces.
Ahora vuelvo a casa, esperando que mi perra musa vuelva y se ponga
a jugar.
Sigue hablándome así y me voy para siempre, casi puedo oír a Perra
Musa decir.
Suspirando mientras vislumbro por última vez la ciudad que apenas
probé, veo a mi Uber parando y llevo mi maleta a la acera.
El conductor sale a buscar mi equipaje y lo mete en el maletero.

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Me subo en la parte de atrás, y estamos en camino al JFK. Bebo todo
lo que puedo de las calles atestadas que me masticaron y me escupieron
cuando salimos de la ciudad. Manhattan. La Gran Manzana. Maldito Nueva
York.
Realmente quería explorar. Ver los lugares de interés. Conseguir algo
de inspiración. Estoy en medio de mi libro —la mejor historia de amor de
todos los tiempos— y me quedé atascada cuando los personajes se
pelearon. Es el gran momento negro, y yo lo hice posible. Lo sé, estoy tan
orgullosa. Soy Dios en mi pequeño mundo, el cual amo.
Pero ahora no tengo ni idea de cómo arreglarlo, para sacarlos del
gran pozo negro de la desesperación. Ben, mi héroe, está actuando como
un idiota. Leia, mi heroína, es un dolor en el culo. Estaba segura de que salir
y absorber una ciudad como Nueva York me curaría de todo,
especialmente del bloqueo de escritor.
Pero Bryn estaba demasiado ocupada con el lanzamiento de su
empresa House of Sass. Su compañera de cuarto Sara se ha estado tirando
a un magnate rico y apenas ha vuelto a casa. Estaba segura de que una
chica grande como yo, independiente y con los pantalones bien atados, no
tendría problemas para salir por su cuenta a explorar Manhattan.
Bueno, lo hice. Me alquilé una habitación de hotel por dos semanas y
salí a explorar.
Y me perdí cuando fui a Chelsea, al Meatpacking District.
Me gritaron taxistas, transeúntes e incluso un estúpido camarero en un
café cuando no podía decidir qué quería comer en un segundo plato.
Resulta que las cosas se mueven muy rápido en esta ciudad. Me sentí
humillada, confundida, y al final, me pregunté si yo era la misma chica que
pensaba que tenía los pantalones bien puestos cuando se fue de Austin.
¿Esta ciudad? No parece pensar que tengo nada claro, desde mis
pantalones hasta mi cerebro.
La verdad es que no estoy segura de que me guste Nueva York. No
fue lo que esperaba, no me dio lo que necesitaba... y estoy bastante
convencida de que a Nueva York tampoco le agrado.
Revisando mi teléfono en busca de mensajes (no tengo ninguno),
supongo que será bueno volver a casa. Tal vez estar lejos de la rutina me
haga apreciarlo más.
Extraño a mi gato Tibby, y también extraño la tranquilidad. Hay mucho
ruido aquí, tanto que es difícil oírte pensar. También es más frío de lo que me
gusta, definitivamente más frío que Austin. Extraño mi café habitual de

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Starbucks donde el camarero me saluda con una sonrisa y siempre sabe lo
que quiero y lo tiene listo para cuando entro y me dirijo a mi rincón de
escritura. Excepto que mi rincón de escritura ha sido poco inspirador
últimamente, y mi bueno, sí, mi PERRA musa no ha aparecido desde que de
alguna manera inventé todo este dramático momento negro entre el
estúpido Ben y la estúpida Leia. Ugh.
De camino a casa, le mando un mensaje a mi hermana Lily.
Lily: ¿Cómo está el libro? ¿Todo listo?
Yo: ¡Ja! Más bien a punto de ser tirado en el basurero más apestoso y
cercano de Nueva York.
Lily: Ja, ja. Tú puedes hacerlo. Estabas tan emocionada con este viaje
Yo: Estaba es la palabra clave. La ciudad está loca y parece que soy
más incompetente de lo que me gustaría creer. Apenas podía salir por mi
cuenta sin que me pisotearan o casi me atropellaran. Es una jungla, te lo
digo yo.
Lily: Aww. Bueno, pronto estarás en casa. ¡El lugar del que tan
ansiosamente quisiste ESCAPAR! ¡Al que llamaste tu cárcel!
Yo: Lo que sea. Estaba siendo dramática. Eso es lo que hacen los
escritores cuando no pueden entender sus libros. Crean drama en sus
propias vidas de la nada. ¿Qué hay de ti?
Lily: Tomando la barra mañana. Bleh. ¡Oh! Vi a Trevor en Dirty 6th este
fin de semana

Agh. No quería escuchar la palabra con “T”.


Pienso en preguntarle a Lily cómo se veía. Con quién estaba. Si
preguntó por mí.
Pero ya sé las respuestas. A) guapo, B) un grupo de sus hermanos de
la fraternidad universitaria, C) no.
Suspiro. Él fue el chico que me hizo querer escupir poesía e hizo que
escribir la primera mitad de mi novela fuera una brisa. Salimos durante tres
semanas, y nunca me había sentido tan inspirada.
Luego me engañó. Estúpido Trevor.
Han pasado cuatro meses. Ya debería haber recuperado mi magia.
O al menos volver a la escena de las citas. Nop.

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Así que, termino con: Buena suerte, no es que la necesites. Lo vas a
matar.
Mi hermana pequeña no necesita la suerte. Es brillante, la mejor de su
clase de Derecho de la Universidad de Texas. Ella es a la que toda mi familia
miraba y decía: Esa chica. ¡Va a hacer algo de sí misma!
Y luego estoy yo. La otra.
Me dirijo a la puerta y tomo asiento, sacando mi laptop de mi equipaje
de mano y releyendo el último párrafo que había escrito. Capítulo
diecinueve, en el que he estado atascada durante... oh, cuatro meses.
Luego borro, borro, borro, borro.
Estúpido. Patético. Un puñado de monos que se quedaran en una
habitación con mi portátil probablemente podrían haberlo hecho mejor.
Tengo la sensación de que la gente se ríe de mí. Miro a mi alrededor y
luego miro la pantalla cerca de la puerta. St. Louis, saliendo a las ocho de la
tarde.
¿Qué? ¿Qué pasó con Dallas Fort Worth, la primera etapa de mi vuelo
de conexión a Austin?
Coloco mi laptop en la silla a mi lado y me dirijo al mostrador.
—Señora...
—Un momento. —Me detiene, escribiendo algo en su teclado.
Respiro y cuento hasta diez.
Ella levanta la mirada.
—¿Sí?
—La pantalla está mal. ¿No es este el vuelo a Dallas?
—¿Vuelo a Dallas? —Me mira como si me hubieran salido cuernos—.
Oh no. La puerta fue cambiada.
Mierda.
—¿Cambiada dónde?
Escribe algunas cosas y me da la nueva puerta.
—¿Y dónde es eso? —pregunto, casi hiperventilando.
—Ahora está embarcando, así que va a tener que correr mucho.
Tiene que llegar al pasillo C. Éste es el pasillo B.
Sólo estoy escuchando a medias mientras ella escupe las
instrucciones. No sé cómo lo hago, pero en dos segundos he vuelto
corriendo a mi lugar, he recogido todas mis cosas y he hecho una salida que

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me habría dado una medalla en alguna parte.
Me deslizo por la puerta como una corredora de base y veo mi avión
todavía afuera. Exhalo aliviada, pero luego noto que las puertas están
cerradas.
Como una tonta, trato de abrir la puerta, aunque no haya manija.
—Señorita... no puede entrar ahí. Llega demasiado tarde.
—No, yo…
La mujer del podio apunta hacia afuera. El avión ya está
retrocediendo.
—¡Oh, no, no! —gimo—. ¡Nadie me dijo que la puerta había
cambiado!
La chica detrás del podio me mira como: ¿Leíste la pantalla, tonta?
—La cambiamos hace una hora. Hicimos un anuncio.
Pisoteo y doy vueltas con enojo, sacudiendo la cabeza porque voy a
tener que esperar aquí por quién sabe cuántas horas, además, ¿voy a tener
que pagar por otro boleto? Ahora mismo no soy tan rica considerando que
tengo una inútil Mejor Historia de Amor en mi laptop. Voy y vengo, pensando
en mi cuenta de cheques vacía.
—Por favor, diles que se detengaaaaan —le ruego.
—No podemos. Lo siento.
Me doy la vuelta y miro mis objetos de mano mientras una voz grita:
—¡Detengan el avión!
Un tipo está corriendo hacia las puertas. No me doy cuenta de que
estoy en el camino del tipo hasta que tropezamos en el pasillo, como un
juego de Twister que salió mal.
»Lo siento. —Se disculpa, sacando su mano para agarrarme. Tiemblo
y no sé si es algo bueno o malo, y mi piel se siente extrañamente marcada
donde me tocó al subir al podio.
»¡Oye! ¿Detengan el avión? —dice como si fuera una pregunta,
como: “¿No me oíste la primera vez?”
—Lo siento... —La chica señala al avión en movimiento mientras se
aleja de la puerta.
—Que. Se. Joda. —El tipo retrocede, tan agitado como yo hace un
segundo y mete una mano en su cabello desordenado y arenoso. Sacude
la cabeza de lado a lado, su mandíbula trabajando sin piedad—. Que. Me.
Jodan.

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Que se joda. ¿Todo? Exactamente lo que pienso.
Suelta su bolso y lo patea, luego tira una chaqueta de cuero sobre él.
Arrastrando una mano por su mandíbula, se asoma a la ventana y observa.
Empuña su cabello con una mano, sus nudillos blancos, sacude la cabeza
de nuevo cuando regresa, agarra su equipaje de mano y su chaqueta y los
deja caer en una de las sillas vacías.
Se derrumba en la silla de al lado, cruza los brazos y suspira.
Siento un poco de lástima por él. Estoy tentada de ir y decirle que sé
cómo se siente, pero parece más enojado de lo normal, y decido que estoy
irritada por mi cuenta sin tener que lidiar con la ira de otra persona.
Pero tomo una página de su libro. Me siento, de espaldas a él, mientras
le mando un mensaje a mi hermana. ¡Perdí mi vuelo!
El tipo hace una llamada telefónica.
»Sé que no te gustará esto, pero... mañana por la mañana no se ve
bien. Sí. Perdí mi vuelo desde el JFK.
Suena profundamente molesto. Me pregunto con quién estará
hablando. Si es una novia, parece que la odia.
Tratando de no escuchar a escondidas, me asomo a mi bolso y ¿no
puse mi laptop allí? Me entra el pánico mientras barajo todas mis
pertenencias dentro.
No está ahí.
Mi portátil.
No.
Está.
Ahí.
Me levanto de un salto y me dirijo hacia donde estaba hace unos
momentos, volviendo sobre mis pasos en creciente aprensión. No está en
ninguna parte. ¿Dónde demonios está mi laptop?
Empiezo a hiperventilar y esto no es bueno. Tengo ansiedad, la cual
se sabe que es paralizante de vez en cuando. Supongo que es porque rara
vez salgo de casa. Escritora, negocio solitario, yada, yada, yada. Así que
cuando salgo y algo no va según lo planeado, mis pulmones comienzan a
fallar, mi corazón palpita, mis palmas sudan.
Como… ahora.
Siento la familiar sensación de asfixia de mi tráquea cerrarse, y mis ojos
comienzan a arder de frustración. Dios. ¡No, aquí no, ahora no, por favor!

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El tipo cuelga y me ve. Todos me ven, porque estoy respirando como
un animal en trabajo de parto, a unos cinco segundos de caer al suelo en
posición fetal, como un bicho de las pastillas.
Sus labios se mueven en cámara lenta. No puedo oír nada porque mi
latido es un tambor en mis oídos. Pero creo que es:
—¿Qué tienes en el trasero?
—Yo… —Lucho por las palabras—. Perdí mi laptop. ¿La viste?
Echo un vistazo a sus maletas, desesperada por cualquier señal de mi
laptop.
Mi laptop es mi vida.
Mi trabajo, mis historias, mi vida.
Cierro los ojos y eso ayuda. Me calmo. Mi ritmo cardíaco se ralentiza.
—Yo no robé tu laptop.
Abro los ojos y le frunzo el ceño.
—¡No te estoy acusando! —lloro, exasperado—. Sólo estoy
preguntando... —Me agarro el estómago. Oh Dios, puede que haya escrito
la historia en semanas, cuando estaba con Trevor, pero pasé cuatro meses
retocándola y ahora ya no está. Nunca he sido buena para hacer copias
de seguridad de mis cosas. Y en ese laptop están todos los comienzos de
otros libros, toda mi vida. Poof. Desapareció.
La musa perra dormida ha dejado el edificio.
Él tiene los brazos cruzados y se está acariciando la barbilla, como si
tratara de entenderme, pero estoy hablando en broma.
—Bueno, ¿qué estás tratando de decir?
—No lo entiendes —golpeo en el podio frenéticamente hasta que la
ocupada asistente levanta la vista—. Por favor, ¿puedes preguntar si dejé
una computadora portátil en la puerta 2? Me llevará años llegar allí y quiero
asegurarme de que nadie lo robe para cuando yo...
—¿Crees que quien lo haya encontrado te lo devolverá?
Me detengo ante la risa sardónica en la voz detrás de mí. Me doy
vuelta y la miro.
—Yo... sí.
—Guao. No eres de por aquí, ¿verdad?
Lo escaneo de pies a cabeza. A pesar de tener la intención de
aplastar mis esperanzas, el tipo es bastante hermoso. Un aspecto un poco
despeinado. Su cabello parado de un lado a otro. Su camiseta gris abrázalo
músculos que debilitarían las rodillas de cualquier mujer.

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Pero magnífico no es igual a que todo lo sabe. Hay muchos buenos
samaritanos en el mundo. Y lo demostraré, ahora mismo.
—No. No soy de aquí. Por lo tanto, el aeropuerto —chasqueé,
apartando mis ojos de sus hermosos músculos. Me concentro en la
asistente—. Por favor.
Ella levanta un dedo y toma un teléfono. Conversa brevemente con
alguien en el otro extremo, luego cuelga.
—Lo siento. No hay una computadora portátil en la puerta 2.
Se necesita toda mi moderación para evitar saltar sobre el podio y
agarrar sus solapas.
—Por favor. ¿Puedes hacer un anuncio o algo? Te ofreceré una
recompensa. ¡Necesito esa computadora de vuelta!
De repente, las palpitaciones se convierten en un apretón en mi
pecho. Jadeo cuando mi respiración se vuelve superficial y rápida. Mi
tráquea se contrae. Mi visión se dobla.
Oh no.
El suelo bajo mis pies se agita, llevándome de rodillas, y mis manos se
arrastran alrededor, agarrando un montón de nada. La náusea rueda sobre
mí, y cuando levanto la cabeza, las luces parpadean hacia mí, más borrosa
cuando la oscuridad comienza a aparecer.
Eso es. Estoy muriendo. Me estoy muriendo, y ahora Leia y Ben nunca
tendrán su final feliz. Supongo que les sirve por ser idiotas, pero, aun así.
Jadeo "ayuda" cuando siento la mano de una mujer en mis hombros y huelo
su perfume rosado.
—¿Estás bien? ¡Esta chica necesita ayuda!
—Ella está conmigo —dice una voz familiar. Alguien me da una bolsa
de papel, y la voz dice—: Respira.
Empiezo a respirar en la bolsa, y mi garganta comienza a abrirse de
nuevo. Mi pulso disminuye.
Intento ponerme de pie, con la mente alterada mientras me aferro a
la primera cosa que puedo agarrar. Es un brazo sólido y duro y una vez que
estoy segura de que estoy sola, lo dejo, pero me balanceo. La mano vuelve.
Jadeo de nuevo porque incluso en mi estado, el contacto hace que mi
cuerpo se contraiga de inmediato.
Levanto la vista hacia el tipo, el mismo tipo que perdió su vuelo, cuyos
labios ahora están curvados en una sonrisa diabólica.

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—¿Estás bien?
¿Cómo puede un extraño mejorarlo todo, hacerme sentir como si
estuviera a salvo?
Intento dar un paso atrás, pero él aprieta su agarre mientras asiento
nerviosamente.
—¿Estás segura?
Continúo asintiendo más rápido, sus ojos recorriendo mi rostro en
evaluación mientras arrastra su mano sobre mi espalda, como
asegurándose de que estoy bien. Definitivamente estoy bien, pero
afectada, afectada por este tipo en formas que me confunden.
—Puedes dejarme ir ahora.
Él levanta una ceja hacia mí.
—Tu cuerpo no quiere que lo haga. —Mira fijamente mis dedos,
clavándose en sus bíceps.
—Yo... ah... —Intento liberarlos, y cuando escucho una risa lenta,
sacudo mi cara de nuevo.
—¿Que es tan gracioso?
Levanto mi barbilla mientras el chico me estudia. Está ridículamente
cerca, y puedo olerlo. Huele delicioso y emocionante, reconfortante y como
peligro a la vez.
—No puedes evitarlo, ¿verdad? —pregunta, pasando una mano por
mi brazo, observando cómo mi carne se arruga.
Retiro mi brazo hacia atrás.
—Eres un imbécil.
—Un imbécil que te salvó de besar las baldosas del aeropuerto. —
Cuando lo miro, dice—: De nada.
Imbécil total, con una cereza encima.
Parpadeo y miro alrededor. Todavía sin computadora.
Esperaba que solo fuera una mala pesadilla.
El chico todavía me está mirando, con una sonrisa de diversión en su
rostro. Imbécil con cereza y crema batida.
Oh Dios, no necesito la imagen mental que se está creando en mi
cabeza. Como si este chico no fuera lo suficientemente lamible sin ello.
—Y, por cierto, no estoy contigo.
Se encoge de hombros.

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—Bien, de acuerdo.
Hago un movimiento hacia el podio, y él lo hace al mismo tiempo.
Terminamos enredándonos otra vez, mi hombro golpeando contra su amplio
pecho. Levanta las manos, saca las palmas y me deja ir primero.
¿Cómo diablos es que, en uno de los aeropuertos más grandes del
mundo, seguimos con la cabeza pegada?
Quiero decir, él tiene una cabeza muy agradable, pero aun así ...
La dama del podio se está poniendo bastante molesta conmigo
ahora. Lo noto por la expresión de su cara.
—Lo sé, lo sé. No portátil. Pero... ¿cuándo será el próximo vuelo a
Austin?
Ella escribe algunas cosas y sacude la cabeza.
—¿Directo? No hasta mañana por la noche.
¿Mañana por la noche? ALV.
—Pero...
—Y es un vuelo lleno, por lo que estaría en lista de espera. Las
tormentas en el sur cancelaron muchos vuelos. Puede tomar un vuelo de
conexión con una escala en Raleigh Durham o Dallas mañana por la
mañana. La llevarán a Austin un poco antes.
Gimo y le entrego mi identificación.
—Bien. Solo... ponme en el vuelo de conexión a través de Dallas.
—Hay una penalización de doscientos dólares por eso.
Por supuesto que la hay. Le entrego mi tarjeta de crédito sufrida,
usada en exceso.
Recibo mi nuevo boleto y me hago a un lado. Reviso mi teléfono por
el tiempo.
Sólo... dieciséis horas que matar. Fantástico.
Al principio, creo que esto podría ser bueno. Tal vez solo pueda
sentarme en un lugar tranquilo y obligarme a escribir.
Pero entonces me golpea.
Mi laptop aún está perdida.
Maldición, maldición, maldición. Abro un mensaje de texto que envié
a Lily y que aún no respondió a mi última queja: Y mi laptop desapareció.
Puede que muera aquí en el aeropuerto JFK.

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Miro a un hombre ardiente y molesto inclinándose sobre el mostrador,
mientras le habla a una mujer. Me parece familiar, pero no puedo recordar
de dónde. Cuando termina, dos ojos geniales gris ceniza se enfocan en mí.
Vuelvo a mirar mi teléfono, ignorándolo.
—Hola —dice él—. Estamos en el mismo vuelo. No lo arruinemos esta
vez, ¿sí?
Hago una expresión de ejem.
—No planeo hacerlo.
—¿Quieres salir y ver la ciudad?
Le frunzo el ceño.
—Es pretencioso de tu parte pensar que iré contigo a cualquier lugar
solo porque…
—¿Porque reaccionas a mi roce de una manera que enciende las
malditas luces de tu día? —pregunta él, sin sonreír, con mirada intensa—. En
realidad, pienso que deberíamos ir directamente a la cama y explorar un
poco más, ¿cierto?
Lucho para conseguir mi compostura. Pero este hombre exuda
arrogancia, una actitud diabólica, y un montón de seguridad.
—No iré a ninguna parte contigo.
Se ríe de mí como si eso fuera la opción más absurda que compartir
la cama con un extraño.
—¿Te quedarás aquí toda la noche? ¿Haciendo qué?
Tengo muchas cosas que hacer. Uno, encontrar mi laptop. Dos,
ENCONTRAR MI LAPTOP. Tres, malditamente asegurarme que mañana seré
la primera en la puerta de abordaje. No puedo darme el lujo de tener otro
ataque de pánico. Pero la última cosa que necesito es explicarle esto a
Arrogante McCokerson.
—Cosas.
Él me mira con una sonrisa torcida que simultáneamente hace que mi
corazón salte y eso me molesta.
—Misteriosa. Me gusta eso. ¿Cómo qué?
—Todo lo que sé es que no incluye dormir contigo —exhalo,
temblando, aún luego de mi ataque de pánico, o quizás por la manera en
que este hombre me perturba.
—Entonces, ¿qué es? ¿Realmente amas el aeropuerto JFK o
realmente odias Manhattan?
—Ninguna de esas cosas. Yo simplemente…

16
—Porque dormir en esas sillas no suena divertido. Una habitación de
hotel…
—No necesito una habitación. Tengo amigos en New York —resoplo,
mirando a mi alrededor buscando un lugar apartado y cómodo para
desplomarme y pasar las siguientes dieciséis horas.
—Bien por ti, ¿pero una cosa que tus amigos no tienen? A mí.
Espera. Antes pensé que él solo estaba bromeando, siendo un tarado
arrogante. ¿De verdad está insinuando que consiga una habitación con él?
¿En serio? Sus ojos brillan, y sí. Eso es exactamente lo que está diciendo.
Probablemente eso le funciona. Noto que él sigue recibiendo miradas de
todas las mujeres a su alrededor. Se pone una gorra de béisbol, y solo puedo
ver sus labios. Qué hermosos labios rosados para ser un hombre. Dios, quiero
esa boca sobre mí.
¿En qué estás pensando Becka? ¿El ataque de pánico se te metió en
la cabeza?
—Aclaremos una cosa —le digo—. Tú puedes ir donde sea que
quieras. Pero yo me quedaré aquí. No me iré sin mi laptop. Y definitivamente
no compartiré una habitación, o cama, o lo que sea, contigo.
Una mirada audaz me atrapa.
—¿Qué te tiene tan irritada?
—Mi laptop. Soy escritora. Toda mi vida está ahí adentro.
—No puede ser. Sí así fuera, no estarías sentada aquí, tan hermosa y
enojada a mi lado. Para mí te ves perfectamente bien.
Disparo contra él una mirada oscura.
—¿Esas frases realmente funcionan para ti?
—Vamos, o cuando lleguemos al hotel —él sonríe—. Puedes relajarte,
lo que sea que perdiste puede ser recuperado.
—No, no se puede. Todo está en mi disco duro.
—Entonces lo reemplazarás con algo mejor.
Con su pene erecto, estoy segura. Ciertamente se cree mucho. Y con
buena razón. Aprieto mis dientes. Me odio por tener esos pensamientos
sobre él porque claramente puede leer mi mente, tan fácilmente como
puede leer la manera en que me sonrojo de la cabeza a los pies, o la
manera en que su roce enciende mi interruptor.
—Como ¡¿Hola?! JAMÁS.
Se encoge de hombros, confiado, y dice:

17
—Lo deseas tanto como yo. —Mientras estira sus manos sobre la
cabeza, dejando al descubierto una línea delgada de un estomago tallado
y bronceado.
Dios santo. Este bufé de placer a los ojos no puede ser real. En mis
libros, Leia siempre tiene una respuesta lista. Pero me lleva un momento
recuperarme. Más que un momento. Prácticamente tengo que levantar mi
lengua del piso.
—Te engañas a ti mismo. Probablemente estás tan acostumbrado a
que las mujeres se arrojen sobre ti que nunca viste una que no lo hiciera.
—Y, sin embargo, acabo de hacer algo que te puso incómoda…y
jamás vi a alguien responderme de la manera en que lo hiciste.
Absorbo un suspiro y lo miro echando chispas.
—Lo admito, me hiciste perder la cabeza, pero eso no significa que no
pueda recuperarme, ¿ves? Todo está mejor. Ahora vete a tu habitación de
hotel y déjame en paz.
—Ah, Rebecca. Después que compartimos tan lindo momento juntos.
Lo miro fijo.
—¿Cómo supiste mi…?
—Puede que haya visto tu identificación cuando reservaste tu pasaje.
—Oh, bien. Espeluznante. ¿Así es como conquistas a las mujeres?
—Mayormente.
Para ser honesta, nadie me llama Rebecca. Suena tan serio e
importante, tan maduro. Pero no quiero que él me llame Becka. Quiero que
piense que soy madura, que me respete. Él está usando cada frase del
manual para intentar convencerme de ir a la cama. Así que, de nuevo…
¿por qué quiero que él me respete? Porque él es ardiente como el infierno y
le hace cosas a mi cuerpo que me hacen no respetarme.
—Gracias por ayudarme allí. Eso fue…sorprendente…
—Encontrarás que estoy lleno de sorpresas, Rebecca —asiente,
sonriendo mientras me mira íntimamente—. Tantas que espero que no
descubras todas.
Él se acerca, toca mis labios, yo jadeo y reaccionó físicamente a él
otra vez.
Santo cielo, este hombre me va a matar.

18
Noah
El que se pica, es porque ajos come.
Ha sido un largo día.
Un día de mierda.
Había querido comerme la Gran Manzana, dejar mi marca en
Broadway y mostrar mis dotes en la actuación.
En su lugar, siento que la Gran Manzana me pateó el trasero.
Eres demasiado apuesto y musculoso para ser nuestro Hamlet.
¿Qué mierda? ¿Demasiado apuesto? ¿El maquillaje no estaba para
eso? ¿Y musculoso? No era musculoso en ningún sentido de la palabra. Ella
tenía que estar pensando en mi cuerpo mejorado por la ICG1. Además, ¿su
Hamlet no estaría vestido?
Aparte de mi audición desastrosa, hice que mi agente, Anne, me
reservara el primer vuelo a casa para que pueda volver a L.A. a tiempo para
maquillarme para mi última publicidad en lanzamiento.
—Sé que es un dolor en el trasero —digo mientras espero en la fila de
Starbucks—. Pero tendremos que reprogramar.
No puedo decir que me siento mal por no pasar cuatro horas en la silla
mañana, poniéndome azul. Pero tendré que hacer que lo acepten

19
eventualmente.
Está en mi contrato.
Así como tres años más de esta mierda, al parecer.
No es que no aprecie a Megalith. Megalith es mi pan con mantequilla.
El motivo por el que puedo pagar el alquiler cada mes.
El gran chico azul podrá ser un superhéroe, pero también es un poco
idiota, dado que se ha apoderado de mi vida.

1 IGC: Imagen Generada por computadora


Anne suspira audiblemente.
—Acabo de consultar Expedia. Hay un vuelo directo que sale de JFK
esta noche. JetBlue. ¿Qué te parece?
—No. Sabes que no me gusta Blue.
—Haz. Una. Excepción. —Suena verdaderamente exasperada
conmigo. Pero soy su mina de oro, así que tiene que tolerarme—. Oh. Aquí
hay uno con Delta.
—Anne. No. Ya reservé el de la once y veinticinco de mañana con
American. Estaré allí antes de la medianoche.
—¿Por qué querrías hacer escala? Hay vuelos directos.
—Anne. —Mis ojos escanean a Rebecca, que está hablando con un
conserje. Explicándole su infortunio con la laptop perdida, obviamente, por
la forma en que gesticula como si el cielo se fuera a caer.
—De acuerdo. De acuerdo. ¿La audición fue tan mala?
Frunzo el ceño.
—Sí.
Hace diez años, después de actuar de un jugador de béisbol
adolescente adicto a las drogas en una película indie poco conocida,
Going Home, que estuvo nominada a un Oscar, fui el tema de conversación
en Hollywood. Seguí con dos roles con los que me gané muchos elogios. No
mucho dinero, pero sí muchos elogios. La revista People me posicionó en el
puesto número tres de su lista de películas que ver.
Y entonces mi agente dejó caer la franquicia Galaxy Titans en mi
escritorio.
Una serie de seis películas.
Querían que interpretara al álter ego del tímido y regordete Andrew
Steuben, un superhéroe llamado Megalith, que tiene abdominales para

20
morirse y puede hacer estallar montañas con solo pensarlo.
Por un millón de dólares por película.
Diablos, sí.
Requeriría un montón de maquillaje y estaría mejorado por la CGI, por
supuesto. Pero no me importaba. Necesitaba el dinero. Firmé en la línea
punteada.
La franquicia de Galaxy Titans ahora es una de las mejores franquicias
de todas.
Noah Steele prácticamente es un personaje famoso. Pero nunca me
reconocen en la calle. Nunca me piden que firme autógrafos a menos que
esté en una conferencia de prensa oficial.
Lo que le quita la diversión a todo esto de ser una estrella de cine.
¿Sabes con qué frecuencia en estos días soy reconocido por mis
trabajos anteriores? ¿El trabajo que más me enorgullece? Ninguno.
Además: nadie me lo advirtió nunca, cuando firmé para ser un
superhéroe. ¿Y esas partes jugosas? ¿Esas que podrían hacer que la gente
me tomara como un actor serio? ¿Un protagonista? Se han ido.
Ahora, todo lo que tengo que hacer es aparecer, volverme azul y
exhibir mis abdominales.
Así que eso es todo lo que soy. Un pedazo caliente de caramelo azul
con ojos. Y la mayor parte de eso se debe a la CGI.
Por lo que, en realidad, no soy nada.
Hace dos años, cuando vi que la serie de seis películas llegaba a su
fin, le pedí a mi agente que me buscara papeles más serios para regresar a
mis raíces. Comunicó que estaba disponible para nuevos papeles.
No conseguí nada. Ni una sola audición.
Ninguna.
Anne sugirió que debería tomarme un descanso de Hollywood.
Después de dos años de buscar, se difundió la voz de que estaba
desesperado. Me sugirió que probara con Broadway, dado que había
conseguido mi estrella en la secundaria y en la universidad haciendo teatro.
Entonces me dijo que la franquicia de Galaxy Titans quería que firmara
por otras tres películas.
Odio morder la mano que me da de comer. Pero… después de King
of the Galaxy, que sale en diciembre… he terminado.

21
No puedo ser encasillado como ese idiota azul.
No puedo. No lo haré.
—Oh —me dice Anne—. Solo es una audición. Habrá más. Oí que la
nueva producción de Rent está buscando un Roger.
Me paso la mano por el rostro cuando llego al frente de la fila. Articulo
mi pedido de dos cafés Venti.
—¿Cuándo?
—Las audiciones comienzan la próxima semana.
Interpreté a Roger en la universidad. Conozco el papel como la palma
de mi mano. Es un papel jugoso y emocional.
—Supongo. Sí. Seguro. Anótame.
—Lo haré. ¿Pero, Noah? —Silencio—. Vuelve aquí rápido. Sé que odias
estas películas y que tengo que torcerte el brazo para que empieces a
promocionarlas más. Pero, por favor.
—De acuerdo. —Finalizo la llamada, guardo el teléfono en el bolsillo y
me dirijo hacia Rebecca, que está desplomada en una silla—. Nadie ha visto
mi laptop—, gime.
Deposito el café en el posavasos a su lado.
—Aquí tienes.
Me mira. Nunca he conocido una mujer que sea sexy y dulce a la vez,
como ella. Es diminuta y parece un duende, su cabello está recogido en un
moño desordenado que la hace ver como si recién se hubiera despertado.
Todo sobre ella dice: ven a la cama. Lo único grande en ella son sus ojos
color esmeralda, ojos seductores, si es que alguna vez los he visto, y dos
labios rosados y carnosos.
Labios que he querido probar desde que se desmayó en mis brazos.
Después de eso, ingresar a Broadway dejó de ser una prioridad.
¿Conseguir una probada? Ese es mi objetivo.
Le quita la tapa al café y lo examina como si guardara los secretos del
universo.
—¿No te ibas a un hotel?
Me siento a su lado.
—Lo haría. Si vinieras conmigo. Ahora no hay caso. Ya me he
masturbado lo suficiente por hoy. Estaba buscando compañía.
—No. Ocurrirá.

22
Bebo mi café.
—Podría, sin embargo.
—De verdad. No.
Como dije, está protestando demasiado. La entiendo. En especial
después de la forma en que la excité. Cada poro con carne de gallina, los
pezones presionándose contra su fina camiseta, la forma en que sus ojos
verdes decían tómame.
Se levanta y toma su mochila.
—Iré a la oficina de la AST2. Allí están los objetos perdidos y
encontrados. Gracias por el café, pero debo…
Me pongo de pie, siguiéndola cuando acelera el paso y comienza a
apresurarse hacia la fachada de la terminal. Por Dios, es rápida.
Se detiene cuando la alcanzo.
—¿Olvidé algo más?
—No. Creí que necesitarías ayuda. Para encontrar tu laptop.
—¿Cómo?
—Ya sabes. Cuatro ojos ven más que dos.
Rueda los ojos.
—Supongo.
Sigue caminando y la sigo por detrás.
—Entonces, ¿eres escritora? ¿Qué clase de cosas escribes?
—Romance. Vine a Nueva York para investigar para mi libro y
terminarlo.
—¿Lo hiciste?
—No.
—¿Por qué no?
Exhala.
—Bloqueo de escritor, supongo.
—Entonces, estás diciéndome que viniste a investigar un romance. Te
ofrezco una noche de pasión desenfrenada. Y me rechazaste… ¿por qué?
Su boca se tuerce en una sonrisa.
—Quiero decir, es una oferta apetitosa. Pero Ben y Leia no hubieran

23
saltado a la cama así nomás.
—¿Ben y Leia?
—Mis personajes principales. Ese sería el primer capítulo. El suyo es un
amor que tarda en desarrollarse. Ni siquiera se besaron hasta el capítulo
doce.
—¿Estás jodiéndome? Suena aburrido. Con la química que tenemos
tú y yo, apuesto a que no resistiríamos hasta el capítulo tres.

2 Administración de Seguridad y Transporte


Arruga la nariz con disgusto, pero la traiciona la forma en que sus
pupilas se dilatan y su aliento se acelera.
—No eres mi Ben.
—¿Y eso por qué?
—Porque tiene cabello oscuro. Y usa traje. Es multimillonario, artista y
humanitario. Pero, así como es exitoso y talentoso, no es egocéntrico. Es un
caballero.
—¿Entonces es un estirado? —Se gira para enfrentarme, un ceño en
su rostro como si hubiera insultado a su novio real. Antes de que pueda
protestar, agrego—: ¿y tú eres Leia?
Su ceño se suaviza y sonríe. Es hermosa de una manera imperfecta, su
cabello saliendo de su banda como un halo, un diminuto espacio entre sus
dientes frontales. No lleva el plástico de L.A. ni la pretensión de Nueva York.
Es natural.
Tengo la necesidad urgente de desatarle el cabello y atraerla hacia
mí.
—Supongo. Ella es la persona que quiero ser. Amable. Amistosa.
Querida por todos los que la conocen. Pero realmente hermosa y sexy. Ben
no puede resistirse a ella.
—No sé si puedo hablar por los demás, pero en verdad eres sexy. Se
me está haciendo difícil resistirme.
Me mira dubitativa.
—No. Allí es donde Leia y yo somos definitivamente diferentes.
—Eso crees. Pero hablo enserio.
—No necesito comentarios ingeniosos. Lo que necesito es que mi
perra musa vuelva en sí y comience a darme frutos.
—¿Perra musa?

24
Asiente cuando llegamos a la puerta que dice TSA. Está vacío,
excepto por una mujer con un suéter azul detrás del escritorio que está
jugando con su teléfono móvil y luce como si no quisiera ser molestada.
—Disculpe —le dice Rebecca a la mujer—. ¿Alguien ha devuelto una
Mac Air con un estuche rosa brillante? Podría haber sido en la última hora.
La mujer frunce el ceño sin levantar la vista y le tiende un bloc de
notas.
—Lo siento. Completa este formulario y, si la devuelven, te notificaré.
—Gracias. —Suspirando, se encorva sobre el escritorio y comienza a
escribir. Me reclino a su lado, observando. Cuando termina y regresa el
formulario, suspira—. Perra musa. La voz dentro de mí que ha estado
extrañamente silenciosa durante los últimos… oh, ¿cuatro meses?
—¿Cuatro meses? —Repito—. Mierda. Eso es grave.
Me mira de una forma que dice: me lo dices a mí.
—¿A dónde vamos ahora?
Examina la ajetreada terminal, repleta de personas frenéticas con
lugares a donde ir. Por otro lado, nosotros dos tenemos quince horas para
matar el tiempo. Terminamos vagando hasta la tienda libre de impuestos
más cercana, que vende perfumes, licor y otras mierdas que no me
interesan.
Se estira y huele una colonia, luego arruga su tierna nariz de duende.
La tomo y olisqueo. Su evaluación fue correcta. Es horrible.
—¿Para tu novio? —pregunto.
Me ignora y huele otra.
Tomo una botella de la encimera y se la entrego.
—Prueba este. Es mío.
Entrecierra los ojos, pero lo huele. Me doy cuenta, por la forma en que
reacciona, que le gusta: sus ojos se agrandan un poco, sonríe otro poco.
Evasiva, dice:
—mmm.
—¿Para tu… esposo? —Me aventuro de nuevo y me da la espalda.
Se gira.
—Para nadie —suelta—. Estoy mirando, intentando matar el tiempo,
porque si tengo que sentarme y pensar en mi laptop por quince horas,

25
posiblemente me eche a llorar. O… tendré otro ataque de pánico, que es
lo último que necesito. ¿Qué hay con tu hotel?
Me había entretenido la idea de ir a un hotel, solo, por solo un minuto.
Pero eso fue antes de conocerla. Y me di cuenta que este viaje ya había
sido lo suficientemente desastroso sin que regresara a mi habitación, solo, y
vaciara el minibar.
Además… mucho podría pasar en quince horas.
Me apoyo contra una de las vitrinas y me cruzo de brazos.
—Ah, Rebecca, Rebecca, Rebecca. ¿Cómo podría dejarte sola
aquí? No sería muy caballeroso de mi parte. —Espero que contraataque,
pero sonríe. Levanta una botella de la encimera y dice—: este es mío.
Lo huelo. Maldita buena elección.
—¿Usas este? No hay dudas de por qué quiero lamerte de arriba
abajo. —Me acerco—. Déjame olerlo en ti.
Retrocede un paso, dándome una mirada cautelosa.
—¿Por qué?
—Porque huele diferente en cada persona.
Ladea la cabeza, exponiendo su cuello desnudo, como si estuviera
dándole la bienvenida al beso de un vampiro. Me inclino e inhalo.
Jodidamente. In-cre-í-ble.
Y que ella me permita estar tan cerca suyo, lo suficientemente cerca
para poder ver su perfecto cuello de cisne, sella el trato.
¿Todas esas protestas? Eran una farsa. Está metida en esto.
Coloco una mano en la parte baja de su espalda y la guío hacia el
vestíbulo principal.
—Si quieres investigar para tu libro, lo creas o no, hay lugares donde
podemos estar a solas. Incluso en este aeropuerto. El baño, por ejemplo.
Deja escapar una risa amarga.
—Oh. Eso sería tan romántico.
—No es el lugar, Rebecca —digo cuando alza la vista, lamiéndose
esos labios rosados pomposos y empapándolos. Está rogando por ser
besada—. Nunca es el lugar. Siempre es la persona.

26
Becka
No estoy segura de cómo sucedió.
En un momento nos encontrábamos en el aeropuerto, junto al puesto
de pretzel de la tía Annie. Estoy inocentemente comparándolo con Ben, mi
hombre ideal, a quien no se parece en nada.
Al momento siguiente, él me jala con sus fuertes manos hacia la
superficie plana de su cuerpo, y sus labios descienden. De repente lo estoy
probando. Puedo sentir su dureza presionando mi cuerpo mientras ambos
nos saboreamos el uno al otro.
Una vocecita en la parte posterior de mi cabeza me advierte que
retroceda, el tipo es un EXTRAÑO total. Pero lo estoy besando como si eso
no importara, ¿y siquiera importa? En este momento, lo único que importa
es la sensación de sus hombros cuadrados bajo mi agarre, la forma en que
su lengua empuja y se burla de la mía, la forma en que mis dedos de los pies
se encrespan en la forma que escribo en mi libro, pero no exactamente en
una forma en que lo hubiera sentido antes.
Su lengua sigue lamiendo la mía, el placer rebota en las paredes de
mi cuerpo.
Cuando nos liberamos, estoy jadeando, y el tipo gruñe y me jala hacia
él.

27
—Habitación de hotel. Ahora. Debo tenerte —exige con voz ronca.
Deseo a este tipo. ¿Cuánto tiempo desde que he tenido sexo? ¿Hace
cuatro meses? ¿Cuánto tiempo hace que me siento así? ¿Alguna vez lo he
hecho?
Lo miro, repentinamente molesta de que un tipo al azar me haga
perderme así. Hacerme jadear así.
—¿Quién te crees que eres?
—Soy el tipo cuyo nombre gritarás toda la noche.
Estoy teniendo problemas para seguir y decidir por qué dejo que este
tipo se desvíe y me bese, pero mi cuerpo está ardiendo de pies a cabeza.
—Ni siquiera sé tu nombre.
Esto está muy al revés. ¡Lo besé incluso antes de saber su nombre! No
estoy segura de sí me recuerda a alguien, una estrella de cine, pero no
puedo recordar la película. Lo que es raro, porque soy buena en películas.
Todo lo que sé es que Ben nunca se comportaría de esta manera.
Enamoró a Leia, dejando gradualmente que el calor y la pasión se
convirtieran en un punto crítico. Él no se lanzó allí y tomó lo que quería.
Pero, ¿la cosa es? Como que me gustó un poco.
No. Borra eso. Me encantó. Todavía estoy tambaleándome. Y quiero
esa habitación de hotel. ¿Por qué dije que no, otra vez?
—Noah —dice. Se acerca y toca un mechón de mi opaco cabello
beige que se desprende del moño. Lo envuelve alrededor de su dedo, sus
fríos ojos grises se mueven desde mi frente, a mi nariz, a mi barbilla—. Ahora
ya lo sabes. ¿Hotel?
Lo deseo. Dios, lo deseo. Apuesto a que puede hacer mucho más que
ayudar con mi investigación.
Pero tampoco puedo dejar mi portátil.
—Yo… no puedo.
Se aleja de mí, todavía girando un mechón de mi cabello, con una
sonrisa de malicia en su rostro.
—Te lo dije. Capítulo tres.
—Hmph —digo, mirando alrededor. Habíamos estado besándonos,
muy apasionados, justo frente al Quiosco de Hudson con una muestra de
banditas para mareos. Eso ni siquiera es bueno para una novela romántica.
Me sonrojo—. No soy mucho de demostraciones públicas de afecto.

28
—Guau. ¿Sin demostraciones públicas de afecto, y tu computadora
portátil significa más para ti que un buen y excitante orgasmo? Interesante.
En realidad… es un lanzamiento muy cercano. No tiene idea de lo
cerca que está. Mi cabeza es un lio y mi corazón se agita.
—Yo, por mi parte, estoy a favor de las demostraciones públicas de
afecto. De hecho, los aeropuertos solían ser mucho más románticos antes
del once de septiembre, cuando solían dejar ir a cualquiera hasta las
puertas. La gente besándose, saludándose y despidiéndose de beso. Si me
preguntas, a los aeropuertos les han arrebatado el romance. Y lo menos que
podemos hacer es intentar recuperar un poco de eso.
Cierto. Por favor. Si no tiene la Torre Eiffel o un viñedo italiano o un cielo
lleno de estrellas, no es romántico. Punto.
Me dirijo al puesto de la tía Annie y saco las servilletas del dispensador,
esperando poder eliminar fácilmente la presión de sus labios, la deliciosa
forma en que olía, la forma en que su cuerpo duro se sentía contra el mío…
—¿Estás tan mojada? —sopla sus uñas y las frota con la parte
delantera de su camiseta—. No conozco mi propia fuerza a veces.
Le frunzo el ceño y me siento en la silla más cercana. Encuentro un
bolígrafo en mi bolso y lo sostengo listo.
Se sienta a mi lado. Tan cerca, muslo a muslo. No puedo moverme
porque mi cuerpo claramente lo ama.
—¿Qué estás haciendo? —pregunta.
Lo ignoro. O al menos lo intento. Trato de concentrarme en la gente
que camina, pero en lo único que puedo pensar es en el hombre que está
a mi lado. Los contornos de sus músculos debajo de su camiseta. La forma
en que llena sus vaqueros. La forma en que su cabello cae sobre su frente
de una manera un tanto desordenada. Los ojos que son el gris más frío y que,
sin embargo, logran arder.
—Nada. Solo… —frunzo el ceño ante la servilleta vacía—. Tengo
tiempo para matar. Necesito trabajar. Tratar de crear un boceto para
alguno de mis personajes secundarios. Dicen que la observación de
personas ayuda.
Se cruza de brazos y mira a la gente que corre. Luego mira mi papel,
esperando a que escriba algo.
Solo que no puedo.
Pienso en la forma en que él huele.
La forma en que besa.

29
La forma como me toca.
No puedo pensar en una sola maldita cosa que no sea sobre él.
Se mueve en su asiento, y puedo decir que se está impacientando,
esperándome. Me estoy impacientando. Pero me niego a llamar a mi viaje
a Nueva York un fracaso total. No cuando tengo quince horas para matar.
—Esa mujer de allí es abuela por primera vez —dice, señalando a una
mujer mayor con el pelo gris y rizado que está agarrando su boleto y mirando
fijamente el tablero de salidas—. Ella nunca ha viajado sola antes porque su
esposo murió el mes pasado, pero quiere desesperadamente ver a su nuevo
nieto. Su nombre es Mavis, vive en Vermont y está viajando a Atlanta.
Inclino mi cabeza.
—Hmm. Me encantan sus zapatillas Converse.
Señala la servilleta en mi regazo, su mano descansando en mi muslo.
Al instante, piel de gallina. Maldita sea.
—Eso es un detalle para tu servilleta.
Tiene razón. Escribo eso.
Es bueno en esto. Extrañamente bueno en esto. La mayoría de la
gente no nota detalles como ese. Sólo los artistas.
—¿También eres un escritor?
—He escrito antes. Nada publicado. —Se rasca el costado de su rostro
y señala a través del pasillo, a una chica asiática que tiene su nariz enterrada
en su teléfono—. Ella tiene un vuelo a Seattle para reunirse con alguien que
conoció en internet.
Levanto una ceja.
—¿De verdad? ¿Qué te hace pensar eso?
—Porque primero, está sentada en la puerta de Seattle. En segundo
lugar, ha estado enviando mensajes de texto como loca desde que se
sentó, y mirando a su alrededor como si no estuviera haciendo nada bueno.
Apuesto a que está enviando mensajes sucios.
Miro a la chica. Se ve tan puritana.
—Por favor.
—Además, ella está demasiado vestida para un vuelo de seis horas.
Definitivamente está tramando algo malo.
Escribo algunos detalles sobre ella. ¿Falda corta, gafas oscuras, pelo
de cuervo brillante… saliendo con alguien que conoció en línea? Luego
saco una foto de ella con mi teléfono.

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Se está inclinando hacia mí, mirando mis notas. Dios, huele delicioso.
—Tienes que ir más profundo que eso. ¿Por qué no lo intentas? —
Señala a un hombre que está caminando por el pasillo a un ritmo furioso,
mirando constantemente por encima del hombro. Es un hombre de
mediana edad con barba y una chaqueta de lana, sujetando una bolsa de
cuero bajo el brazo.
—Él… luce como un criminal. O un asesino en serie.
Las esquinas de su boca se levantan.
—Algo real.
Levanto mis manos.
—¡Eso es real! ¡No lo sé! Parece culpable. Sospechoso. Eso es todo.
—Eres una persona muy sospechosa, ¿alguien te dijo eso alguna vez?
Señalo enfáticamente.
—Mí. ra. lo. Dime que estoy equivocada Ese tipo tiene máxima
seguridad escrita en todo su rostro.
Él acaricia el rastrojo en su barbilla.
—Se ve como un profesor que está nervioso por perder su vuelo. O un
escritor. —Asiente con seriedad hacia mí—. Los escritores son raros.
Paranoicos. Me encontré con uno una vez.
Le doy un codazo en las costillas.
—No lo sé. Siento que lo he visto antes… —suspiro—. O estoy cansada,
o me estoy volviendo loca.
—Probablemente un poco de ambos. ¿Por qué?
—Tengo déjà vu por todo el lugar. Primero tú, y ahora él. Realmente
siento que los he visto a los dos antes.
Se aclara la garganta.
—Bueno, recordaría si te hubiera visto antes.
Golpeo mi dedo contra mi boca mientras lo estudio. Su clase de
belleza debe ser prohibida. Debería saber dónde lo he visto antes.
—Luces familiar, pero no puedo ubicarlo.
Mira hacia otro lado, drena el resto de su café.
—Así que dime más sobre Ben y Leia. —Realmente parece interesado,
y tal vez es solo que quiere entrar en mis pantalones. Pero no me importa.
Tal vez hablar sobre mi dilema de la trama me ayude a descubrir el final—.
Bueno, Ben es un multimillonario, y Leia es una estudiante universitaria torpe.
Su dulce encuentro es en un Starbucks en la ciudad donde ella es barista, y

31
ellos…
—¿Dulce encuentro? ¿Qué es eso?
—Ya sabes. Cuando se encuentran y las chispas vuelan. Verás, ella le
hace un café con leche y él pidió un café solo, y…
—¿Un Starbucks? Eso suena aburrido. ¿Qué pasa con un aeropuerto?
—¿Aeropuerto? No.
—¿Por qué?
—Porque los aeropuertos suelen ser lugares de frustración y estrés. En
un Starbucks, todos están felices, bebiendo sus cafés, relajándose. Es un
lugar perfecto para un dulce encuentro.
—Creo que probamos que los aeropuertos pueden ser románticos.
Sacudo la cabeza.
—Starbucks. Es lindo porque ella hace la bebida equivocada, luego
pone su número en la taza de café antes de dársela, y luego él la llama, y…
es perfecto.
Sonrío, orgullosa de mi misma.
—Suena… interesante —dice “interesante” en un tono que suena
como la idea más aburrida que ha escuchado—. Déjame adivinar. ¿Su
primer beso es frente a la Torre Eiffel?
Arrugo la frente. ¿Cómo puedo simultáneamente odiar y querer tanto
a alguien?
—¿De verdad? ¿Estoy en lo cierto? —Incluso parece sorprendido.
Me pongo rígida. Sí, lo está, pero no hay forma de que le diga eso. De
repente, mi brillante idea parece tan banal. Tan… aburrida.
Levanta un dedo como si acabara de tener una lluvia de ideas.
—Espera. ¿Qué hay de dos personas que pierden el mismo vuelo?
Regresan a un hotel y tienen una noche de desenfrenada…
—Detenteee —murmuro—. Detente con el aeropuerto, ya. No está
sucediendo.
Levanta sus manos en señal de rendición. Luego saca su teléfono y
comienza a alejarse. Miro por encima de su hombro y lo veo meter cosas en
el bloc de notas de su teléfono.
No debería importarme. Pero lo hace.

32
—¿Qué estás haciendo?
Se encoge de hombros.
—Estoy escribiendo mi propio libro.
Ruedo mis ojos. Odio cómo todos hasta su madre piensan que pueden
escribir un libro. Como si no tuviera ningún tipo de talento. Pero también
estoy…intrigada.
—Acerca de…
Intento echar un vistazo, pero él lo protege de mi vista. Sus ojos se
posan en mí, desconcertándome totalmente.
—Creo que lo sabes.
Mi mandíbula cae. Arranco el teléfono de su mano y leo:
Su nombre era Rebecca. La conocí cuando ambos perdimos el vuelo
de las 5:15 pm del JFK. Me dirigía a L. A. Pero en el momento en que la toqué,
supe que nuestras vidas nunca serían las
Mi rostro se calienta
Podría estar sobre algo.
Maldito sea.
Tomo aire.
—¿Eres… de L.A.?
Asiente y me arrebata el teléfono.
—Manos fuera, mujer. Es mi idea ahora.
Cruzo mis brazos y enrollo la servilleta en mi puño. No sé por qué nunca
pensé en poner notas en mi teléfono. Cierto. Porque hasta ahora mi
computadora portátil estaba más apegada a mí que a mis propias
extremidades.
—Seré amable y te permitiré que me ayudes con mi investigación —
dice, colocando una mano en mi muslo.
La mueve en círculos lentos y… se siente bien. Al instante, me
encantaría ayudarlo a investigar cualquier cosa.
Y él lo sabe. Arrastra su mano más allá del dobladillo de mi falda, hasta
mi rodilla desnuda.
Y oh Dios mío ¿Qué diría Bryn si le dijera que realmente me entretuve
follando con un tipo que nunca volveré a ver? Probablemente haya pasado
demasiado tiempo desde Trevor, y necesito dejar de vivir en mi cabeza y
salir más.
¿A quién estoy engañando? Bryn probablemente rompería los

33
pompones.
Pero vamos Lo último que necesito es una aventura de una noche con
un chico que me hará sentir tan sola como lo he estado durante los últimos
cuatro meses. Texas es grande. No debería ser tan difícil encontrar a alguien
que realmente viva en mi estado. Alguien que no sea Trevor.
En ese momento, una chica adolescente pasa junto a nosotros con
una porción de pizza.
—Oye —le digo—. No he comido desde el desayuno. ¿Quieres comer
algo?
Noah
Estamos sentados en el bar, en un lugar llamado Bobby Van's
Steakhouse, un al lado del otro, examinando el mismo menú mientras
algunos juegos de hockey retumban en el área.
Sé lo que quiero, pero no está en el menú. Estoy cerca de ella porque
huele muy bien y su escote está justo ahí, lo suficientemente cerca como
para enterrar mi cara.
Nunca me ha gustado el hockey, pero los dos tipos a mi lado, que
obviamente están borrachos, siguen gritando a la pantalla.
Rebecca pone los ojos en blanco.
―Supongo que no eres fanática del hockey.
―En mi familia, si no se juega con un balón de fútbol, no es un deporte
―dice ella—. ¿Qué hay de ti?
Me encojo de hombros.
―No soy aficionado a los deportes, punto.
―Wow, ¿un chico al que no le gustan los deportes? ¿Qué te pasó?
¿Cuando eras bebé te dejaron caer de cabeza?
Sonrío y llamo al camarero.

34
—Corona —le digo y la miro.
―Um. Supongo que también tomaré una Corona. —Ella estudia el
menú y se frota el labio, metiendo un mechón de cabello rubio detrás de la
oreja—. Y... nachos de pollo.
Asiento al camarero.
―Nachos. Vamos a compartir. ―La miro—. ¿A menos que los quieras
para ti sola?
―Tal vez… te daré algo. ―Mueve las cejas misteriosamente—.
Entonces, ¿qué haces en Los Ángeles? ¿Estás en el negocio del cine?
Asiento.
―De hecho, lo estoy.
Levanta una ceja.
―¿Eres actor?
―Sí.
―¿De verdad? ¿Te he visto en algo? —Su mandíbula cae—. ¡Debo
haberlo hecho! ¡Por eso pareces tan familiar!
Me encojo de hombros.
―Posiblemente. ¿Ves muchas películas?
―Oh, Dios mío, soy adicta al cine. Seriamente. Comedias románticas,
dramas, thrillers, fantasías... todo eso. ―Se detiene bruscamente—. Oh.
Excepto películas de superhéroes. ¿Por qué salen tantas películas de
superhéroes en estos días? Prefiero ver cómo se seca la pintura. En serio.
Me detengo antes de que la risa se escape de mi garganta.
―Probablemente no me has visto en nada. Estuve en un par de
películas indie hace unos años de las que nadie ha oído hablar.
―¿En serio? ¿Cuáles?
―La primera se llamaba Going Home. Tenía veinte. Era un…
―No digas. —Su boca está abierta—. La vi cuando estaba en la
escuela secundaria y fue mi película favorita. Oh Dios mío. Eras tú. Eres Brock,
el jugador de béisbol adicto a las drogas.
Asiento.
―Culpable de los cargos.
Se cubre la cara con las manos.
―Oh Dios mío. Te amo. Eres brillante. Eres como, un talento real.
Me pregunto qué pensaría si supiera que me vendí para convertirme

35
en un hombre de piedra gigante con un taparrabos que no muestra ninguna
emoción en la pantalla y dice menos de tres palabras por película.
―Gracias.
―¡Yo... yo no puedo creerlo! ―Se acerca a la consola frente a nosotros
y saca una servilleta—. ¿Puedes firmar esto?
No he firmado un autógrafo desde la última conferencia de prensa
de The Galaxy Survives en Comic-Con, el verano pasado. Garabateo mi
nombre en la servilleta, justo encima del logo de Ben, y ella lo sostiene en su
corazón. De repente estoy celoso de esa servilleta.
Ella la lee.
―Noah Steele. Por supuesto. ¡Noah Steele!
Le doy una mirada seria.
―¿Estás reconsiderando lo del hotel, ahora que sabes que soy una
gran estrella de cine?
Pone los ojos en blanco.
―No. Pero wow. Tengo que enviarle un mensaje de texto a mi
hermana. ―Mete la servilleta en su bolso y toma su teléfono—. De hecho,
citamos la película a diario. ¿Sabes la parte en la que le dices a Cassie, tu
novia, “Incluso si no tienes tus bases llenas, volver a casa es muy dulce”?
¡Éxtasis! ¡Es como nuestra línea favorita!
―Sí. Conozco esa línea.
―¿O... o... cuando el entrenador te quiere fuera del equipo? ―Frunce
el ceño, baja la voz una octava, y murmura—: No te rindes cuando lo que
amas está en la balanza. Cavas más profundo. Tú me enseñaste eso,
entrenador'.
Me divierte la inflexión en su voz. Casi suena como yo. También puede
ser la única persona que he conocido que me ha citado.
―Sí. ―Profundo.
Comienza a escribir ese texto.
―Ella nunca va a creer esto.
―¿Quieres enviarle una selfie conmigo como prueba?
Su rostro se ilumina.
―¡Sí! ¿Te importaría?
Sacudo la cabeza. Me quito la gorra y me paso la mano por el
cabello. Enrosco mi brazo alrededor de su pequeña cintura, mi mano en su
cadera. Joder, ella huele a caramelo, y cuando presiono mi mejilla contra

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la suya para la pose, su piel es tan suave como pétalos de rosa. Incita un
alboroto dentro de mí, cada uno de mis sentidos exige más.
Pero toma la foto y rápidamente se aleja. Presiona enviar y sonríe ante
nuestra imagen.
―Oh Dios mío. Se volverá loca. Entonces, ¿qué estás haciendo
últimamente? ¿Por qué estabas en Nueva York?
―Audicionando para una producción de Broadway de Hamlet, en
realidad ―murmuro, mi espíritu se hunde—. Pérdida de tiempo.
―¿No les gustó tu audición?
Sacudo la cabeza.
―Eso es quedarse corto. —Aparentemente, Hamlet no es bonito ni
fuerte—. Pero tengo un montón de asuntos entre manos. Solo es cuestión de
estar en el lugar correcto en el momento adecuado.
―Aw. Entonces eres un artista hambriento como yo ¿eh? ―Se acerca
a mí, su cabello cae sobre mi hombro—. Quiero decir, no estoy exactamente
pasando hambre. Pero hasta que tenga mi gran oportunidad con mi libro,
es solo...trabajar duro, ¿sabes?
Sonrío, aunque no puedo decir que pienso en Megalith como mi
“arte”.
Nuestras cervezas vienen, y mojo la lima y tomo un trago.
—O hasta que te encuentres con ese multimillonario tuyo.
Parece confundida.
―¿Qué?
―El libro. Tú eres Leia. Y tu hombre ideal es Ben. Asquerosamente rico.
¿Cierto?
Empuja la lima en el cuello de su cerveza.
―Bien. No voy a mentir. El dinero es bueno. Pero no lo es todo.
Simplemente hace las cosas más románticas. Se fueron a París para su
primera cita e hicieron el amor en la cubierta de su pent-house privado, con
el horizonte de la ciudad de Nueva York debajo de ellos. No puedes hacer
eso cuando eres pobre.
―Sí. Pero puedes hacer cosas mejores.
Me da una mirada dudosa.
―¿Cómo qué?
―Baño familiar en el aeropuerto.
Ella mira hacia otro lado, pero capto la forma en que su pulso vibra en

37
su garganta.
―Sí. Hmm. Eso es un rival cercano a París. Quiero decir, sé lo que dijiste.
Nunca es el lugar, es la persona. Pero a veces, hay que admitir que el
entorno realmente ayuda.
―De acuerdo. Bien. ¿Sabes qué? Creo que tú eres la razón por la que
las mujeres tienen expectativas poco realistas cuando salen. De verdad.
¿Querrías que un hombre te lleve, a última hora, a París?
Ni siquiera se salta un instante.
―Oh sí. Es la fantasía de todas las mujeres.
―Así que te gustaría tomar un vuelo de ida y vuelta de catorce horas
para una cita que sería... ¿de qué? ¿Tres horas, máximo?
Ella frunce el ceño.
―Bueno, no, pero sigue siendo romántico. Mi mejor amiga…
―Nadie realmente escribe romances con un artista hambriento como
protagonista masculino, ¿cierto? No encajan en el molde.
―Yo… supongo que no. ―Mira fijamente su cerveza y sus ojos se abren
de par en par—. Oh, Dios mío. ¿Por qué sigo balbuceando sobre mi libro de
esta manera? Normalmente odio hablar de mis libros. Mi mejor amiga y mi
hermana son las únicas que saben que estoy escribiendo este.
―¿Sí? ¿Porque es eso?
―Porque cada vez que le digo a la gente que soy escritora, me
preguntan si han leído algo de lo que he escrito. Y siempre digo que no
porque aún no me han publicado, lo que es muy vergonzoso. —Se
congela—. Oh. Dios. Me acabo de dar cuenta de que eso es lo que te hice.
Te pregunté si había visto algo en lo que hayas estado. Probablemente te
pasa todo el tiempo.
Ella es mi perdición, la forma en que me mira con esa inocencia de
niña.
―Sí. Pero no me importa. Si no me gusta la persona que pregunta,
generalmente término listando títulos que suenan como posibles películas
porno. Por lo general, se callan.
Ella se ríe.
―Entonces, ¿debería decirles que escribí la novela de Debbie Does
Dallas? ―Se golpea la barbilla con cuidado—. Podría funcionar.
Su rostro se vuelve sombrío y me sonríe para hacerme querer
adentrarme en ella y desentrañar cada una de las historias que tiene en su
cabeza.

38
―Supongo que la verdad es que... después de esto, tú vas a Los
Ángeles y yo voy a Austin. Nunca nos volveremos a ver. Así que…
―¿Hotel? ―sugiero.
Ella toma un sorbo de su cerveza, realmente buena en ignorarme
ahora.
―Te dejaré leer mi primer capítulo, cuando recupere mi computadora
portátil.
Quiero eso. Quiero ver qué tipo de cosas calientes pasan por la mente
de esta dulce chica.
―Te tomo la palabra.
Se lleva la uña del pulgar a la boca y la roe.
―Sólo estoy pensando. Nunca hablo con nadie sobre mi proceso
creativo. Por eso te estoy hablando de lo mío.
Pongo un dedo en su antebrazo, y los pelos se erizan.
―O podría ser esa misma conexión irresistible que tiene tu piel
haciendo esto, cada vez que nos tocamos.
Ella me mira, su cabello cae en su cara, y se lame los labios.
Ella me desea. Y yo a ella.
Pero solo nos quedan doce horas.
El camarero desliza un enorme plato de nachos hacia nosotros, junto
con dos pequeños platos de aperitivo. Ella me da uno y toma una enorme
porción de ellos, goteando queso, en su plato.
Mientras mastica, hace una llamada. Dice:
―Hola, estoy llamando por el estado de una computadora portátil
que reporté como desaparecida... sí, gracias... bien... gracias de todos
modos. Cuelga y frunce el ceño.
Me meto una aceituna en la boca y frunzo el ceño.
―Eres persistente, ¿lo sabes?
―¿Crees que se ha ido?
Odio admitirlo, pero sí. Asiento.
Ella suspira.
―Probablemente tengas razón.
Puedo ver cuánto significa para ella. Se ve tan perdida como yo
cuando salí de la audición esta tarde. Y como dice Brock en Going Home,

39
no te rindes cuando la cosa que amas está en juego. Cavas más profundo.
―No significa que no debas buscarla. Podemos registrar el lugar. —
Giro mi silla hacia ella—. ¿Qué tal esto? Yo me ocupo de la Sala B, tú de la
C. ¿Luego nos reuniremos aquí dentro de una hora?
Sus ojos se iluminan.
―Eso sería genial. Gracias.
Becka
Una hora después de salir a buscar mi computadora portátil, estoy
sentada en el mismo bar donde me comí los nachos con mi tercera cerveza
y pensando en pedir algo más fuerte.
No hay portátil.
Eso es todo. Mi vida se acabó.
Levanto mi teléfono, desesperada por un mensaje de Lily. La chica
está tan concentrada que suele apagar el teléfono cuando estudia para un
gran examen. Supongo que ese molesto examen de abogacía califica.
En cambio, veo un texto de Bryn.
¿Llegaste bien a casa?
Yo: perdí mi vuelo. Todavía en JFK.
Bryn: !!! ¿Por qué no me enviaste un mensaje?
Eso es lo último que haría. Ella y Christos no sólo están juntos de nuevo,
sino que se acaban de comprometer. Que me queje de mi patética vida
no sería un buen regalo de compromiso.

Yo: Perdí mi computadora portátil en algún lugar del aeropuerto y no

40
me iré hasta que lo encuentre.
Bryn: ¡Dios mío! ¿En serio? ¿Estás bien?
Yo: Después de superar las palpitaciones del corazón.
Bryn: ¡Pobre bebé! ¿Estás segura de que no quieres que vaya a
buscarte?
Yo: estoy segura, amiguita. Puede que haya conocido a alguien.
Bryn: ¿historia real? ¿En el aeropuerto? ¡¡Por favor, cuéntame!!
Yo: No te emociones demasiado. En lo que respecta a las relaciones,
es extremadamente a corto plazo. Él vive en los Ángeles
Bryn: ¿¿¿actor sexy???
Yo: Bingo. Fue como en mi película favorita POR SIEMPRE.
Bryn: ¡Dios mío! ¿Cuál?
Yo: Interpretó a Brock en Going Home
Bryn: Nunca he oído hablar de ella. O espera. ¿No era esa una
película para niños? ¿Sobre las mascotas que pierden a sus dueños y tienen
que encontrarlos?
Yo: nooo
Bryn: Lo acabo de buscar en IMDB. ¿Noah Steele? ¡Santa mierda está
guapísimo, nena! ¡¡¡Esos ojos!!! ¡Salta sobre él!
Yo: Ese pensamiento solo se me ha ocurrido una vez por segundo
desde que lo conocí. Y él quería que yo consiguiera una habitación de hotel
con él.
Bryn: Eso es calienteeee. ¿Y qué si es una aventura de una noche?
¡Móntalo como vaquera! ¡Alimenta tu creatividad! ¡Necesito saber qué pasa
con Ben y Leia!
Yo: ¡No puedo pensar creativamente cuando mi computadora
portátil está en manos de otra persona!
Bryn: Muy bien, entonces obtén una buena O. ¡Una buena O hace
que todo sea mejor!
Yo: lo estoy pensando...
―Oye.
Me enderezo, tratando de evitar que mi corazón se salga de mi pecho
mientras él se desliza sobre el taburete a mi lado.
Brock. Pasé muchos días en la secundaria fantaseando con este
hombre. Ahora mismo, mi yo de quince años está haciendo volteretas. ¿Mi

41
yo de veinticinco años?
Está haciendo volteretas, internamente, pero también quiere
recuperar su maldita computadora portátil.
Bajo mis ojos a sus manos. Manos fuertes y varoniles que puedo
imaginar en las curvas de mi cuerpo. No hay ningún portátil de color rosa
fuerte.
Sin embargo, tiene un pequeño paquete de caramelos con forma de
salva vidas de mantequilla de ron, rodando sobre la barra hacia mí.
Eso, y su mirada de disculpa, son mis premios de consolación.
Él hace un gesto al camarero.
―Otra ronda.
―No ―le digo, demasiado fuerte—. Otra ronda, y un trago de Fireball.
―Que sean dos.
Le sonrío con tristeza. Estoy totalmente preparada para beber mi
trasero esta noche.
El cantinero pone los shots de líquido ámbar frente a nosotros. Él
levanta el suyo para hacer un brindis, pero yo bajo el mío antes de que
pueda decir una palabra. Cuando lo miro, tiene una mirada sorprendida en
su rostro.
―Soy de Texas. Beber es nuestro pasatiempo nacional ―le explico,
señalando al cantinero—. Otro.
Se mueve en su asiento para mirarme, recostado contra el respaldo
del taburete, con las piernas abiertas como si fuera el dueño del lugar,
poderoso y relajado.
―Bueno, eso es mejor que de donde yo vengo. En Hollywood, sólo
tomamos mucha cocaína.
Me rio miserablemente.
Nos enfrentamos, shot por shot, hasta que todo a mí alrededor se
vuelve borroso.
Es decir, todo, menos él.
No, el agradable zumbido dentro de mí me tiene hiper-centrada en
él, con su cabello revuelto y su rastrojo arenoso que oscurece su fuerte
mandíbula. Miro los músculos que se estiran y flexionan debajo su camiseta
mientras apoya los brazos en la barra. Sus bíceps y antebrazos, bronceados
y fuertes, me debilitan.
Vuelvo a mi cerveza. De alguna manera, terminamos dibujando a la
gente en el bar en servilletas. Borracha y completamente poco artística, mis

42
esfuerzos terminan siendo bastante desordenados. Es algo bueno que nadie
más los vea o probablemente me golpearían. Es un artista mucho mejor que
yo.
―Así que ―le pregunto mientras lo bosquejo—. ¿Querías estar en
Broadway?
―Sí, quiero decir. Yo estaba en Broadway. Comencé a actuar cuando
tenía doce años. Un comercial de mantequilla de maní.
Me río.
―¿En serio?
―Sí. Supuestamente tengo una cara que vende mierda. Después de
eso mis padres siguieron enviándome a Nueva York para las audiciones.
Partes pequeñas, en su mayoría. Estuve en Los Miserables en Broadway el
año antes de ir a la universidad. Uno de los revolucionarios. Luego, en la
universidad, desempeñé casi todos los protagonistas masculinos. Una noche
había un productor que buscaba a alguien que pudiera estar en su película
semi-autobiográfica sobre un jugador de béisbol que luchaba contra la
adicción a la heroína, y el resto es historia.
―Eso es genial ―digo, medio efusiva, tan cerca de babear que ni
siquiera es gracioso—. Supongo que se trata de estar en el lugar correcto en
el momento adecuado. Porque no puedo imaginar a nadie más
desempeñando a Brock. ¿Para qué obra estabas intentando entrar?
―Era una versión musical modernizada de Hamlet. Estaba bastante
emocionado al respecto. Pero aparentemente soy demasiado atractivo
para ser su Hamlet. —Se encoge de hombros con naturalidad. Tengo la
sensación de que está muy acostumbrado a que lo llamen guapo, porque
es un hecho innegable. Otra razón por la que no puedo creer que esté
perdiendo el tiempo conmigo—. Pero ese es el negocio. Hay una reposición
de Rent para el que podría estar en carrera.
―¿Rent?
―Sí. ¿Alguna vez lo has visto? La parte de Roger.
―Oh. ¿Quieres decir, el que canta One Song Glory? ―Cuando asiente,
siento un hundimiento en mi estómago—. ¿Así que… puedes cantar,
entonces?
Asiente.
―¿Eres bueno?
―Capaz.
—No sabía que Brock podía cantar. ¿Puedes... cantar para mí?

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Sus ojos me exploran depredadoramente, y una pequeña sonrisa riza
sus labios.
―¿Aquí mismo? ―Entrecierra los ojos hacia mí como si fuera una loca.
Que es lo que soy. Y ahora mismo me está poniendo nerviosa, por muy
atractivo que es. Creo que, si alguna vez una canción saliera de sus labios
perfectos, probablemente tendría un orgasmo ahí mismo.
Y apuesto a que probablemente él también puede bailar.
Mi voz puede reventar tímpanos. Y él odiaría ver mi culo gordo
descoordinado en la pista de baile.
Él es mucho mejor que yo en todo.
Apuesto a que es un amante increíble. Apuesto a que folla tan bien
como besa, caliente, duro y lleno de cruda pasión.
Cuanto más bebo, más me pregunto por qué lo rechacé.
Oh, claro... porque tengo un culo gordo descoordinado y si alguna
vez me meto en la cama con él, lo sabría.
Decidimos hacer retratos el uno del otro. Tengo que mirarlo de verdad.
Cabello arenoso que es más largo que el de Brock, cae sobre su piel
bronceada. Un hoyuelo en el centro de su barbilla que solo quiero lamer.
Rastrojo como polvo de estrellas. Ahora se ve mejor que en Going Home. En
ese entonces él era sólo un adolescente. Ahora, es más maduro.
Definitivamente más musculoso. Se ha convertido en sí mismo.
Él definitivamente puede inspirarme.
Se sienta a la mesa, cierra los ojos y presiona las sienes.
―¿También tienes dolor de cabeza? ―le pregunto.
―No. Solo esperando que mi perra musa entre en juego.
Luego aplaude, se inclina sobre su servilleta, con una mirada
contemplativa en sus ojos como la que Leo le dio a Kate durante esa escena
en Titanic, mientras se prepara para dibujarme.
Dios, estoy mojada. El lugar entre mis muslos está tan hormigueante,
está prácticamente zumbando.
Me siento relajada, riendo más fuerte, preguntándome por qué
diablos me importaba tanto mi portátil de todos modos.
―Y... uno, dos, tres... ¡ahora!
Ambos ponemos nuestros dibujos en la barra, la revelación final.
Terminé dibujando una imagen de él que lo hace ver como Popeye. Sólo
necesita la pipa. ¿Su dibujo de mí? Hermoso. Debería estar en un museo en
alguna parte. Utilizó tal vez doce trazos en total, y puedo ver un ligero

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parecido, aunque la chica del dibujo es demasiado sexy para ser yo.
Aparentemente, su musa no es tan perra, y lo ha bendecido
poderosamente.
―Lo siento ―le digo, cayendo sobre la barra—. Soy terrible.
―No lo sientas ―dice, estudiando seriamente el dibujo. Pone un dedo
debajo de mi barbilla, levantando mi cara, así que no tengo más remedio
que mirarlo, no a él, sino al feo retrato que dibujé—. Míralo. Me halaga que
pienses tanto de mí con esos músculos. Yo, por otra parte, no te hice justicia.
Apenas puedo hablar. Solo su dedo en mi barbilla es suficiente para
hacerme jadear. Y no, no tiene los músculos abultados de Popeye, ¿pero lo
qué tiene? Mucho mejor. Suficiente para que las comisuras de mi boca
brillen con baba.
Sin darse cuenta, levanta el culo del taburete, guarda la imagen en
la parte trasera de sus pantalones y revisa su teléfono.
―Once horas más.
Me giro en el taburete, lejos de la barra. Ya ha pasado la medianoche
y el tráfico del aeropuerto se ha calmado definitivamente de la frenética
locura de antes. Ahora, solo hay unas pocas personas, dando vueltas,
esperando con sus ojos rojos. Es casi sombrío ahora.
Silencioso. Y él es probablemente la cosa más caliente que estas
paredes del aeropuerto han visto. Brock. El. Real. Maldito. Brock. He estado
arrastrando mi trasero más cerca de él en el taburete durante las últimas dos
horas, queriendo tocarlo, queriendo que mi piel se ilumine de la forma en
que siempre parece que lo hace. La interacción social solo está
alimentando el deseo.
Quiero levantarme, pasar mis manos sobre esa apretada camiseta
gris, sentir los músculos por debajo. Quiero besarlo como lo hicimos antes,
pero no quiero detenerme allí.
―¿Qué quieres hacer ahora? ―le pregunto, apoyándome en la barra,
dándole mi puchero más sexy, tratando de parecerme lo más que pueda a
la chica que dibujó.
Él me da una mirada perezosa-sexy, esos ojos grises que penetran
hasta mi núcleo.
―Ya se nos ocurrirá algo.
Ahora está mirando mi boca, contemplándola, así que saco mi
lengua, mojando lentamente mi labio inferior. Preparándome para el beso,
por así decirlo.
De repente aplaude.

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―¿Qué tal una búsqueda del tesoro?
Um. Eso no era lo que estaba pensando.
―¿Eh?
Me apunta con un dedo.
―Dame tu teléfono.
―Uh...
Se lo entrego, reacia porque me preocupa que pueda ver la
conversación que tuve con Bryn, que puede haber incluido algo sobre saltar
y montarlo.
Pone su teléfono en mi regazo, sus dedos rozando mi muslo,
permaneciendo allí.
―Estas son las reglas. Escribe diez cosas que tengo que encontrar o
tomar una fotografía dentro de los límites de este terminal. Puede ser
cualquier cosa, pero tiene que ser algo que se pueda ubicar dentro de esta
terminal. Nada como un volcán, o un dinosaurio real, o lo que sea. ¿Lo
tienes?
Asiento.
―Bien. Supongo. ―En realidad no. Porque ahora mismo, quiero estar
cerca de él. No correteando por toda la creación de Dios buscando cosas—
. ¿Para qué estamos jugando?
―Bueno, quienquiera que obtenga sus artículos primero, gana. —Se
rasca la barbilla—. La otra persona tiene que concederle al ganador un
deseo.
Estrecho mis ojos hacia él.
―¿Un deseo?
Sus labios se curvan de una manera diabólica que hace latir mi
corazón.
―Cualquier cosa que quiera.
―¿Cualquier cosa?
―Entonces, si no quieres perder, es mejor que pongas algunas cosas
muy buenas en tu lista. —Me sonríe abiertamente, como un lobo, como si
fuera a comerme para cenar.
Y él me ha vencido. Ni siquiera puedo pensar en mi propio nombre
cuando me mira así.
Abro su teléfono y trato de concentrarme. Al principio estoy
totalmente en blanco, solo soy consciente de su total belleza, a mi lado.

46
Luego me pongo a trabajar y empiezo a producir algunas ideas decentes.
Sonrío cuando termino y le entrego su teléfono. Él me envía un
mensaje de texto, así que ahora podemos enviarnos mensajes de texto con
imágenes de las cosas que encontramos.
―¿Tenemos un límite de tiempo?
Le hace señas al camarero para que le dé la cuenta, luego saca su
billetera del bolsillo trasero y la coloca en el mostrador entre nosotros. ―Nah.
Quienquiera que los obtenga a todos primero.
―¿Y si nadie lo hace?
―Entonces nadie consigue su deseo.
Me deslizo fuera del taburete.
―Trato.
Me acerco y le doy la mano, e incluso entumecida como el infierno,
siento que mi piel se electrifica de una manera que nunca antes lo había
hecho.
La cuenta llega a través de la barra, y él la levanta, colocando una
tarjeta de crédito. El camarero se lo lleva.
―Pudiste haber dividido eso.
―Es lo menos que puedo hacer. Ya que te espera una derrota total.
—Se inclina. ¿Cómo demonios huele tan bien? Su aliento cálido en mi
oreja—. Apuesto a que puedes adivinar cuál es mi deseo.
Y guarda su tarjeta de crédito, gira y se va, revisando su teléfono
mientras se aleja con confianza.
Tal vez sea el Fireball.
Pero ahora mismo, yo soy una bola de fuego.
Probablemente sea una buena idea alejarse de él. Tal vez entonces,
pueda enfriar mi lamentable y sobrecalentado trasero.

47
Noah
Salgo del bar con solo una cosa en mi mente.
Ganar este juego.
Lo sé, la idea del hotel se ve más sombría por el momento. Es la una
de la mañana. Solo nos quedan unas diez horas.
Pero no me voy a rendir. Estoy cavando profundo.
Brock estaría orgulloso. Megalith, sin embargo, estaría dejando
escapar su gruñido infrahumano, flexionando sus músculos, preguntándose
por qué diablos quiero alejarme de él.
Por... Rebecca.
Cuanto más la conozco, más quiero huir de ese gran imbécil azul. Más
creo que hay algo más por lo que me pusieron en esta tierra, y que solo
necesito canalizar a mi musa, hacer que se comporte y dejar que me
muestre mi destino.
Me quedo mirando la pantalla de mi teléfono, la lista de cosas que
ella puso.
El primero: la pantalla de llegadas.
Me río de eso. ¿Lo dice en serio? ¿O es que tanto me desea?

48
Voy a la pared del vestíbulo, a menos de veinte pasos de la entrada
del restaurante, y tomo una foto. Luego se la envío con las palabras:
"Vas a caer".
O podría caer sobre ella. Sí, me gustaría mucho.
De acuerdo. Cabeza en el juego. No te adelantes demasiado, Steele.
Número dos en la lista: paquetes de Splenda
Sonrío. Realmente pensé que un escritor sería más creativo que esto.
Claramente necesita ayuda para liberar sus inhibiciones creativas. Y otras
inhibiciones también. Podría ayudar con eso, si ella me lo permitiera.
Navego hasta el restaurante más cercano, que es el de Bobby Van,
el que acabo de dejar, mientras mi teléfono se ilumina con un mensaje de
ella. Dice, chica lista.
Bien. ¿No eres fanática de las películas de superhéroes, sino fanática
de Jurassic Park? Interesante.
Me dirijo a la anfitriona y le pregunto si tiene algún paquete de
Splenda. Ella asiente y regresa un momento después con un puñado de
ellos.
Tomo una foto y le digo que puede llevárselas, para su confusión y
molestia.
Cuando estoy a punto de enviarle un mensaje de texto a Rebecca,
levanto la vista y la veo.
Ella sigue sentada en el bar. Una cerveza llena delante de ella.
Hombros caídos.
No creo que haya captado el objetivo de esta cacería. O eso, o ella
está realmente devastada por ese portátil. No puedo evitar sentirme mal por
ella.
Le mando un mensaje de texto con la foto, luego me coloco detrás
de ella, inclinándome sobre su hombro. Dios, huele muy bien.
―Oye ―le digo—. ¿Ya perdiendo? Todo bien. Acepto tu rendición,
aunque tendrás que someterte a mis términos.
Ella toma un trago de su cerveza. Su rebelde cabello cae de su moño
en sus ojos llorosos. Puede estar borracha, o casi.
―No me someto a nada ―murmura—. Tengo esto.
Señalo su teléfono.
―Todavía estoy en la cima. Que es donde voy a estar cuando tú te
sometas.

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Ella me da una sonrisa hosca, inclinándose tan hacia adelante que
casi se cae del taburete.
―No esté tan seguro, Sr. Estrella de Cine Egocéntrica ―dice,
sonándose la nariz.
―Whoa. ―Ella está borracha. Mierda. De acuerdo. Empujo la cerveza
lejos de ella y le hago un gesto al camarero—. ¿Puede traernos un vaso de
agua?
Me frunce el ceño.
―Estoy bien.
―Bien. Lo sé.
Ella me empuja lejos.
―¡Lo estoy! Es solo que… ―Suspira—. No lo sé. Sé que no significa nada
para ti. Tienes un billón de talentos a los que puedes recurrir, Sr. Cantante-
barra-Bailarín-barra-Actor-barra-Artista. Pero lo único en lo que he sido tan
remotamente buena es en escribir.
Me siento a su lado cuando llega el agua. Busco en mi equipaje de
mano y saco un recipiente de Excedrin. Pongo dos en la servilleta al lado del
vaso.
―Estoy seguro de que eso no es cierto.
―Lo es. Lily siempre fue la inteligente. Bryn siempre fue la ambiciosa.
―¿Tus hermanas?
―Lily es mi hermana menor. Bryn es mi mejor amiga. Al crecer, éramos
como los Tres Mosqueteros. Siempre estaban tan enfocadas. Salieron y
consiguieron lo que querían. Pero ¿qué era yo? La soñadora —murmura ella
tristemente—. Lo más probable es que caiga en un agujero mientras camina
por la calle porque su cabeza no sólo está en las nubes, está en otro
universo.
Sus hombros se hunden más. Toma una pastilla, la traga y bebe un
sorbo de agua.
―Entonces, cuando digo que la computadora portátil es mi vida...
quiero decir, es mi vida. Mi autoestima está envuelta en ese estúpido
artilugio. Y yo solo fui y... la perdí. ¿Cómo he podido ser tan estúpida?
Esta es una perorata borracha si alguna vez escuché una.
―Oye. Mírame.
Lo hace. Hay lágrimas en sus ojos.
Planto mis manos sobre sus hombros. Son elegantes y delgados, y a

50
medida que presiono con las yemas de los dedos, masajeando los contornos
y los ángulos, no quiero detenerme allí.
―Eres de Texas, ¿verdad? Todo es más grande en Texas, ¿con es así?
Tu ego... tu voluntad...
―¿Mi culo?
―Tienes un culo perfecto. Confía en mí ―le digo—. Lo que estoy
diciendo es que las chicas de Texas no renuncian. No dejes que esto te
arrastre.
Me mira dudosa.
―¿Cómo sabes lo que hacen las chicas de Texas?
―Lo que hace que valga la pena no está en esa computadora. —
Toco un lado de su cabeza—. Está aquí dentro.
Ella solloza. Puedo decir que no me cree.
―¿Entendido Texas?
Su labio inferior tiembla, y lo succiona para detenerlo. Es la cosa más
seductora que he visto en mi vida.
La arrastro a un abrazo. Beso la parte superior de su cabeza.
―Oye. Todo está bien.
Se relaja contra mí. Dios, se siente perfecta en mis brazos.
Pero solo dura una fracción de segundo. Se endereza, toma una
servilleta de la barra y se suena la nariz.
―Sí. Estoy bien. ―Es como si alguien hubiera pulsado un interruptor.
Saca su teléfono de la barra y lo abre—. Búsqueda de tesoros. Estoy lista
para patear algunos traseros.
―Estás segura de que quieres...
―Diablos, sí.
Le doy una mirada dudosa. No estoy seguro de querer ganar ahora,
patearla mientras está en el suelo. Saco mi billetera y pongo un billete de
diez sobre la mesa por su cerveza, mientras ella comienza a recoger sus
cosas del bar.
―Porque hace solo un segundo, parecías...
―No. Hagámoslo. Voy a limpiar el piso con tu trasero.
Para alguien con toda su autoestima atada a un estúpido artilugio, es
muy hábil hablando basura. Le doy una sonrisa.

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―¿Estás seguro? Creo que estoy muy por delante.
―No por mucho tiempo. —Se desliza del asiento, toma un sorbo de su
agua, y cualquier estupor borracho en el que pensaba que estaba antes,
parece desaparecer—. ¿Crees que estaba aquí porque no me gustaba el
juego?
La miro fijamente.
Ella me guiña un ojo y se inclina, susurrando, tan confiadamente como
lo había hecho antes.
―Te estaba dando ventaja. Pensé que la necesitarías.
Entonces ella me saluda con la mano y salta corriendo.
¿Qué...?
Creo que me han engañado.
Salgo al vestíbulo, sonriendo y comprobando el siguiente elemento de
la lista. El logo I <3 NY.
Más fácil que tomar dulces de un bebé.
En ese momento, llega un mensaje de Rebecca. Es una foto. La abro
para ver una selfie de ella, mejilla a mejilla, con una mujer con un cabello
rojo impactante y varios piercings en los labios, nariz, ceja, mejilla y lengua.
En realidad, ambas tienen sus lenguas afuera, meneándose hacia mí.
Ella tiene mi número uno: alguien con un piercing inusual.
Así que se me está acercando.
Está claro que sacó su mejor juego.
No más sentir pena por ella.
Empieza el juego.
Me dirijo a la tienda de regalos más cercana en la explanada, que es
el Hudson News donde nos besamos por primera vez. Hay un despliegue de
camisetas, ositos de peluche, sombreros y otras cosas con el familiar
logotipo.
Cuando estoy tomando una foto, aparece otra foto.
La miro. Es el número dos de mi lista: un piloto con barba.
Mierda. Estamos empatados
Luego leo el mensaje que escribió debajo: # 2 y # 7. Chúpate esa.
¿Número siete? No puedo...
Me golpea justo en ese momento. El número siete era: alguien
llamado Sidney.

52
Miro hacia atrás a la imagen. Por supuesto, está apuntando a la
insignia del nombre en su solapa, que dice Sidney Loftin.
Hija de puta. De toda la suerte.
Ella está delante de mí.
Rápidamente le envío un mensaje de texto con mi foto para igualar
la puntuación.
Puede que la haya subestimado.
Se me ocurre entonces que ella está saltando por delante. Lo cual,
maldita sea, tiene sentido. Tomar las cosas una a la vez no estaba en las
reglas. Así que me desplazo por el resto de su lista.
Y jódeme.
Se pone más difícil.
Como si se estuviera deslizando por el surco. O quería engañarme con
una falsa sensación de seguridad.
Pero eso está bien. Voy a ganar esto. Tengo mi número diez. Ella nunca
podrá encontrar mi número diez.
Mi número cuatro es Mary Anne Evans.
Dejo escapar un suspiro y miro alrededor. Sí, supongo que una de estas
personas podría llamarse Mary Anne Evans, pero sería una maldita
posibilidad. Y no creo que tenga tanta suerte como ella con su Sidney.
Voy al primer puesto que puedo encontrar. La asistente mira hacia
arriba.
―Hola. Estoy viajando con alguien y creo que la he perdido. ¿Puedes
llamarla por mí?
Ella asiente y levanta su teléfono.
―¿Nombre?
―Mary Anne Evans.
Presiona un botón, y cuando empieza a hablar, las palabras suenan
en lo alto.
—Mary Anne Evans. Llamando a Mary Anne Evans. Por favor, reúnete
con tu grupo en la puerta 12.
―Gracias ―le digo, mientras mi teléfono vibra con otro mensaje de
texto.
Lo miro. Es una foto de ella posando con un guardia de seguridad y su
perro. Ella tiene mi número seis. Perro que huele drogas.
Mierda, mierda, mierda. Ella está delante de mí ahora. Sólo quedan

53
seis más. Lo hice demasiado fácil.
No. Todavía tengo mi número diez. Ella nunca obtendrá mi número
diez.
Al menos, creo.
Escaneo el aeropuerto, esperando a que llegue mi Mary Anne Evans
y me salve como Sidney la piloto salvó a Rebecca. Por supuesto, no está
sucediendo. Pero maldita sea, ella tiene razón. Estoy seguro de que muchas
personas llamadas Mary Anne Evans podrían haber caminado a través de
esta terminal.
Simplemente no está aquí ahora.
Jódeme.
Voy a perder esto.
En ese momento, Rebecca prácticamente salta de mi lado,
sosteniendo su teléfono y moviendo su equipaje de mano. Está con la chica
perforada de su primera fotografía, que, por su aspecto de dos guisantes en
una vaina, ahora debe ser su compañera en el crimen. Ella está haciendo
amigos, pateando culos, y tomando nombres.
―!Oye, Brock! ¿Qué, Mary Anne te dejó plantado?
Asiento con un rígido saludo a ella.
―Hola, Texas.
Se apresura, y todo lo que puedo hacer es mirarla fijamente.
Deseando ser absorbido por el abismo de la sensación que es su piel contra
la mía. Queriendo ver su cabello suelto extendido sobre la almohada
mientras empujo dentro de ella. Queriendo sentirla temblar debajo de mí
mientras nos movemos juntos.
Lo deseo tanto que puedo saborearlo.
A la mierda con eso. No voy a perder.
No. Soy Brock. Estoy cavando más profundo.
Son más de las tres de la madrugada, y nunca me he sentido tan
conectado. Algo está bombeando a través de mis venas. Supongo que
podrías llamarme competitivo, pero es más que eso.
La necesito.
Necesito estar con esta mujer, de una manera que nunca he
necesitado nada.
Pasando ambas manos por mi cabello, me dirijo a la asistente.
―Si Mary Anne Evans aparece, ¿puedes decirle que volveré en un

54
segundo?
Ella asiente.
Reviso el resto de la lista, pensando que el resto es factible:
5. Una persona con una almohada para el cuello con forma de animal.
6. Equipaje de cachemira
7. Una licencia de conducir de Texas.
8. Alguien famoso (¡no tú!)
9. Alguien realmente quemado por el sol durante las vacaciones
De acuerdo. No hay problema. Puedo hacer esto. Si consigo a esta
Mary Anne Evans, la haré.
Pero luego me desplazo hasta su número diez.
Ella lo incluyó con una carita sonriente y una pequeña nota que dice:
Si puedes encontrar esta, no te preocupes por las otras... ¡ganas!
Buena suerte
Jódeme.
10. MacAir en un estuche de viaje rosa fuerte.
Levanto la mirada y miro alrededor por ella. En algún lugar, en esta
terminal, ella debe estar riéndose de mí.
Bien jugado, Texas. Bien jugado.

55
Becka
Me pica la piel cuando casi abordo a la pareja de mediana edad
sentada frente a una puerta, esperando su vuelo a Orlando.
―Disculpe ―digo cortésmente—. Me doy cuenta de que está usando
esa corona con un velo, señora. ¿Son ustedes recién casados?
Ella sonríe y asiente, mirando a su marido.
―Nos casamos el sábado en Vermont. Rumbo a Disney para nuestra
luna de miel.
¡Sí!
Eso es justo lo que quería escuchar.
―¡Felicidades! ―les digo—. ¿Puedo pedirles un favor? ¿Puedo tomarles
una foto? Estoy haciendo una búsqueda del tesoro, y los recién casados son
el número ocho.
La mujer baja su libro de bolsillo y dice:
―Claro.
―¡Gracias! ―Ellos sonríen para mí. Tomo la foto y les sonrío—. Gracias
de nuevo. No tienen idea de lo que esto significa para mí.
Lo envío rápidamente a Noah y corro hacia donde Robin me estaba

56
esperando.
―¡Buena idea, encontrar una puerta a Orlando! ―le digo—. Disney es
el principal destino de luna de miel.
Robin es la chica con todos los piercings de mi primer objeto de
búsqueda del tesoro. Ella es bastante genial y está en una escala de un viaje
en solitario que realizó a España, esperando para tomar un vuelo a Omaha.
También está tan interesada en esta búsqueda del tesoro como yo.
―Así que. Déjame aclarar esto ―dice ella— señalando de nuevo el
pasillo, donde habíamos visto a Noah por última vez—. Si ganas la búsqueda
del tesoro, ese tipo tiene que hacer lo que le pidas. Pero si gana la búsqueda
del tesoro, ¿tienes que pasar la noche con él?
―Mmm hmm. —Ya estoy escaneando los elementos restantes en mi
lista. A mitad de camino. Y voy ganando por uno.
―¿De qué manera esta será una situación perdedora para ti?
Dejo escapar una risa incómoda.
―Lo sé, lo sé. Él es precios.
―Diablos chica. Las puestas de sol son preciosas. Ese hombre allí es la
perfección. —Roe su anillo en el labio—. Entonces, ¿qué le pedirías que
hiciera si ganas?
―Todavía estoy pensando.
De hecho, no he dejado de pensar.
—¿Y? ¿Qué estás pensando?
―Bien, bien. Es un actor con problemas, ya ves, buscando su próximo
gran papel. Así que, si gano, pensé en pedirle entradas para su estreno, si
alguna vez se convierte en estrella de una gran película de Hollywood, o si
alguna vez llega a Broadway, entradas para la presentación de apertura.
Asiento con seguridad mientras lo digo. Simplemente tiene mucho
sentido. Originalmente, había pensado en pedirle que nos volviéramos a ver.
O pagar por ese cuarto de hotel. Pero eso sonaba… no sé... como si
estuviera forzando algo que no tenía posibilidad de suceder. ¿Esto? No es
demasiado atrevido, ni desesperado, ni pervertido. Y Lily y yo siempre hemos
hablado de ir a Hollywood y caminar por la alfombra roja. Ella se volvería
loca.
Robin solo me mira como si hubiera perdido la parte superior de mi
cabeza.
―¿Hablas en serio?

57
Me encojo de hombros.
―¿Tienes una mejor idea?
―Sí. Lo que él quiera.
Le entrecierro los ojos.
―Bien. Pero si los dos queremos lo mismo, entonces ya no es un juego.
Deberíamos ir y hacerlo. Además, nunca volveré a verlo.
―¿Y?
Y... no lo sé. No quiero saltar a algo que lamentaré porque no es una
historia de amor perfecta con corazones y flores. Supongo que no parece
que a Ben y Leia les guste mucho, que me folle a un chico con el que sé que
no tengo ninguna posibilidad de volverme a ver.
No importa lo dulce que sea. No importa lo caliente que me ponga.
Ella está esperando una respuesta.
No tengo ninguna.
Excepto, y... probablemente soy una idiota que terminará perdiendo
esta oportunidad y lamentándome toda mi vida.
Así que supongo que todo se reduce a con qué tipo de
arrepentimiento puedo vivir.
Pero no puedo pensar en eso ahora.
Me desvío apuntando a mi teléfono.
―Este es difícil. ¿Dónde vamos a encontrar unos trillizos?
Ella me hace un gesto.
―Creo que vi a algunos niños rubios que parecían de edad similar en
mi puerta para Omaha. Podrían ser trillizos.
―Vamos.
Corremos hacia la puerta de Omaha, y mientras tanto estoy
pendiente de otro conjunto de trillizos, por si acaso. Mientras corremos, Robin
dice:
―¿Qué más necesitas conseguir?
―Um. Una vez que encontremos los trillizos, solo necesito cuatro más.
Alguien con uniforme militar completo, un agitador de café verde, un
hombre con un sombrero de vaquero y... el diente de tiburón.
Ella frena hasta detenerse antes de que lleguemos a la puerta.
―Espera. ¿Un diente de tiburón?

58
Asiento.
―Eso es lo que dice.
―¿Como... en Jaws ? ¿Ese tipo de tiburón?
―Um. ¿Qué otro tipo de tiburón hay?
―Qué demonios... Eso es aleatorio. ¿Cómo vas a encontrar eso?
Me encojo de hombros
―¿Tal vez en la tienda de regalos?
―¿Por qué? ¿Tal vez un colgante?
Me encojo de hombros.
―En realidad creo que debería desafiarlo. Porque dijo cosas que se
podían encontrar en el aeropuerto. Y no veo cómo se puede encontrar el
diente de un tiburón en ningún lugar cerca del aeropuerto JFK.
―¿Cierto? ¡Es injusto! ―Ella hace un gesto hacia la pareja con sus tres
hijos—. Iré a preguntarles si son trillizos. ¿Quieres echar un vistazo a esa tienda
de regalos por los dientes de tiburón?
―Gracias. Supongo.
Entro en el Hudson News más cercano y miro alrededor. Hay muchos
recuerdos de la ciudad de Nueva York, e incluso algunos de la costa de
Jersey. Pero ninguno de ellos tiene nada que se parezca al diente de un
tiburón. Sé que algunas personas los usan como joyas, así que incluso echo
un vistazo a las joyas con cuentas y cáñamo en el mostrador, pero no hay
nada. Le pregunto a la señora que está detrás del mostrador si sabe algo,
pero ella niega con la cabeza.
Completamente injusto, Brock.
Aunque, debo admitir, lo que hice tampoco fue muy justo.
Aun así, no me gusta perder.
Pero puede que lo haga.
O ambos perderemos.
De alguna manera, eso me hace sentir aún más abatida. Los dos
vamos por caminos separados como perdedores. Una especie de tristes
trompetas terminando esta historia.
No es que esto tenga los ingredientes de un verdadero romance. Ni
siquiera cerca.
¿Esto es incluso romance? Tal vez sea pura lujuria.
Me pregunto si debo enviarle un mensaje de texto y proponerle que
gane la persona que obtenga más.

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Al menos uno de nosotros será un ganador entonces. Yo, con suerte.
Sé que puedo conseguir nueve de diez.
Sí. Eso es lo que haré.

Yo: ¿Qué pasa si el ganador es la persona que más obtiene antes de


embarcar?
Él: No. Todo o nada.
¿Estás asustada?
Yo: No. ¿Realmente crees que vas a encontrar todas los tuyas?
Él: Maldita sea, claro que sí.

Ugh. Qué bastardo tan arrogante.


Salgo de la tienda de regalos, saco el rollo de Caramelos Life Savers
de mi bolso, lo abro y empiezo a chupar uno, mientras Robin corre hacia mí.
―Sí. Son trillizos.
Le ofrezco el rollo y ella toma uno y se lo mete en la boca.
―Genial.
―¿Cómo te fue?
Le doy un gran pulgar hacia abajo.
Robin suspira y comienza a golpear el anillo de su lengua contra el Life
Saver, pensando.
Empiezo a caminar hacia los trillizos para poder tomarles una foto
cuando mi teléfono vibra. El texto de Noah dice, lindo. Mary Anne Evans =
George Eliot.
La imagen es una fotografía de la contraportada de un libro que debe
haber estado en una de las librerías, Silas Marner.
Maldita sea. No pensé que lo conseguiría.
Yo: eres inteligente.
Él: Sobreestimas mis habilidades literarias. Un buen librero se apiadó de
mí.
Yo: Aw ¿Te rindes?
Él: Nunca. Estoy en ello para ganarlo.
Yo: No lo harás.
Él: Cada uno tenemos cinco.

60
Voy por los trillizos, les tomo una foto y se la envío.

Yo: No. Voy ganado.

Un segundo después, me envía una foto de un hombre rubio con una


horrible quemadura de sol.
Luego me envía una foto de una mujer sosteniendo una bolsa de
cachemira.
Luego un niño pequeño, vestido con una almohada de cuello que
parece una vaca.
Santo cielo.

Él: Ríndete. Haré que valga la pena


Yo: haré que valga la pena cuando encuentres el # 10
Él: Créeme, valdrá la pena cuando TÚ encuentres el # 10

Bien. Estoy segura de que el diente de un tiburón cambiará mi vida.


La única forma de que valga la pena es cuando gane y obtenga mi deseo
del estreno de la película. Fin. Estoy cansada, y todavía estoy zumbando, y
creo que incluso esas sillas de aeropuerto que antes parecían incómodas
están empezando a verse bien. Sofoco un bostezo y lo reemplazo con mi
cara de juego.

Yo: no me voy a rendir.


Él: Yo tampoco.

Robin me agarra del brazo, casi tirando de él mientras me gira en


dirección a un hombre alto y delgado en jeans y un sombrero de vaquero.
Le tomo la foto y se la envío a él.

Él: Sólo necesito tres más. Igual que tú.


¿Ya encontraste el diente de tiburón?

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Grrr. Bien. Tiene que haber un diente de tiburón por aquí. Simplemente
no estoy pensando bien en eso. Empiezo a escanear las paredes a mi
alrededor, la gente, como si simplemente saltara hacia mí si miro con
suficiente atención.

Yo: lo haré. Cuenta con eso.


Él: Si tú lo dices. ¿Y Rebecca?
Yo: ¿Sí?
Él: ¿Alguna vez has follado en el asiento trasero de un taxi? Porque no
creo que pueda esperar hasta que lleguemos al hotel.
Noah
Estoy tan cerca que casi puedo sentirla, retorciéndose debajo de mí.
El hombre en el asiento de al lado es un jugador de baloncesto
profesional. O lo era. Su nombre es Eduardo, y una vez, hace muchos años,
jugó para los Boston Celtics. Mide unos dos metros y tiene manos del doble
de grandes que las mías.
No veo deportes, pero cuando lo vi, tuve la sensación de que el
hombre era un atleta. Así que me senté frente a él y empecé a conversar.
Fingí que era un fan.
Pedí una selfie, a la que sólo accedió cuando le dije quién era y le
mostré fotos mías en el plató. Resulta que es un gran fan de las películas de
los Galaxy Titans.
Él y unos ochenta millones de personas más.
—¿Así que realmente eres Megalith? —dice, mirándome de pies a
cabeza.
—Sí. Soy un poco... más grande en la pantalla. Maquillaje y magia
cinematográfica.
Entrecierra los ojos, y hay un gesto de reconocimiento.
—Sí. Ahora lo veo.

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Él y nadie más.
Cuando termino de tomar la foto, me da la mano y me abraza con
un solo brazo.
—Oye. Noah Steele. Fue un placer conocerte. No puedo esperar a
verte en tu próxima película. Espero que finalmente le pongas fin a ese
cabrón de BuzzKill.
Miro a mi alrededor, me alegra que no haya nadie más que lo
escuche y me descubra. No es que nadie lo creería, de todos modos.
—Encantado de conocerte, también, hombre. Cuídate. Buen vuelo.
En el momento en que se pone de pie a su enorme altura y comienza
a alejarse, le mando un mensaje de texto con la foto a Rebecca.

Ella: ¿Quién coño es ese?


Yo: Búscalo en Google. Eduardo algo. Es un ex-Celta de Boston.
Ella: Nunca he oído hablar de él.
Yo: No dijiste qué tan famoso debía ser. Solo dijiste famoso.
Ella: Hmmm. Supongo que dejaré que cuente. ¿Ya encontraste mi
laptop?
Yo: Lo haré. ¿Encontraste mi diente de tiburón?

No responde. Sé que se ha estado retorciendo. Le he estado enviando


mensajes sucios diciéndole lo que le voy a hacer cuando finalmente gane.

Ella: Todavía estoy ganando.

Escaneo la lista. ¿Había olvidado algo? Oh. Cierto. La licencia de


conducir de Texas.
No creo que pueda contar con ella para que me ayude a ganar
dándole una paliza a la suya.
No hay problema.
Una vez que le envíe la foto de la licencia, estaremos cabeza a
cabeza, cada uno con una sola cosa por encontrar.
Una cosa imposible.
Aunque podía encontrar fácilmente lo último de su lista, si buscaba lo

63
suficiente.
No le voy a dar ninguna ayuda.
Por otro lado, es más que probable que el Mac haya abandonado el
edificio. ¿Por qué alguien robaría la maldita cosa y se quedaría esperando
a que lo atrapen?
Aun así. Me aferro a la esperanza. Cavando profundo.
Cualquier zumbido que tuve antes casi se ha ido, ahora. Hemos
estado en este juego durante tres horas. Tres horas que podríamos haber
estado juntos, probando, bromeando, follándonos. Sí, es un desperdicio,
pero también lo sería dejar este aeropuerto sin siquiera intentarlo. La deseo
tanto.
He estado muriendo por un café y estoy casi muerto de pie. Son poco
más de las cuatro y el aeropuerto está empezando a cobrar vida con la
gente que llega a sus puertas para los vuelos de la madrugada.
Maldita sea. Me gustaba cuando estaba tranquilo. Más íntimo.

Yo: No por mucho tiempo.

Me gusta jugar con ella. Incluso si sé que no puedo ganar esto. Puedo
decir que vomitar alrededor del ego la irrita. Y me encanta que se enfade.
Incluso si no hay forma de que pueda ganar esto.
Pero al menos puedo atar las cosas.
Me meto la mano en el bolsillo trasero de mis vaqueros para conseguir
mi billetera e igualar la puntuación.
Luego busco mi otro bolsillo. Me rasgo la chaqueta y busco en esos
bolsillos. Mi equipaje de mano. Todos los bolsillos que se me ocurren.
Encuentro mi pasaporte, auriculares, un paquete de chicles, mi bolsa de
plástico transparente con mis líquidos de menos de 3.4 onzas.
Pero jódeme fuerte.
Mi billetera no está.

64
Becka
A las seis de la mañana, me despido de Robin, cuyo vuelo sale a las
seis y media, de su puerta de embarque. Me abraza y me dice:
―¡Buena suerte, chica! ¡Envíame un mensaje de texto con el nombre
del ganador!
La saludo.
―Lo haré. Gracias por todo. Que tengas un buen vuelo.
Luego voy a los baños a lavarme. Me salpico agua fría en la cara, me
cepillo los dientes, rocío un poco de perfume, vuelvo a aplicar mi brillo de
labios y me cepillo el pelo.
Mejor. Pero no tan bien.
No tan bien como algunas personas. Como una estrella de cine en
particular que conozco.
Dios, veinticuatro horas despierta no me han hecho ningún favor.
Parezco un muerto viviente. Bostezo, solo mirando a mi cara de ojos de
mapache, de piel pálida y adormecida en el espejo.
¿Cómo le gusto a Noah Steele? No soy tan fea, pero definitivamente
soy... vainilla. ¿No está Hollywood lleno de caras bonitas? ¿Cómo puedo
compararme? Especialmente luciendo así.

65
Ahora hace más frío, así que meto la mano en mi equipaje de mano
y me pongo mi chaqueta de cachemira. Luego voy a un pequeño bar de
zumos y me compro un muffin y un café. Tengo una resaca bestial, que
siempre obtengo cuando mezclo licor fuerte y cerveza.
Me siento allí, recogiendo el panecillo y deseando tener una manta y
una almohada para acurrucarme. Incluso mi chaqueta de punto favorita y
esponjosa es suficiente. Mi cuerpo se estremece de agotamiento, llegando
a lo más profundo de mis huesos. Mis ojos siguen intentando cerrarse.
Los abro cuando alguien cae en la silla a mi lado.
Noah
Él tira su chaqueta de cuero sobre su equipaje de mano en la silla junto
a él y se frota la cara con una mano.
―Mierda, estoy cansado.
Sostengo mi café.
―Extra-grande. Por esa razón.
Lo mira con anhelo.
―Se ve bien.
Me meto la mano en el bolsillo y saco uno de cinco arrugado.
―Déjame comprarte uno. Es lo menos que puedo hacer después de
que pagaste mi cuenta anoche.
El palmea el dinero sin discusión, se pone de pie, y de repente sujeta
mi cabeza entre sus manos. Me besa en la frente.
―Bendita seas.
Solo puedo mirarlo fijamente, preguntándome qué demonios le ha
pasado. Mientras se aleja, parece un hombre mayor, como si estuviera
sufriendo más que yo.
Se ha ido ese bastardo engreído que una vez conocí. Tal vez su ego
está dormido.
Cuando regresa con su café, le digo:
―¿Estás bien?
Quita la tapa de la taza y traga un sorbo.
―Lo estaré.
Se sienta a mi lado y comienza a mirar mis muslos. O, no en mis muslos.
En el muffin de mis muslos.
―Um. ¿Quieres algo?

66
―Tú no…
Sacudo la cabeza.
―No tengo mucha hambre.
Corta un trozo y se lo mete en la boca.
―¿Mejor? ―pregunto.
Él asiente y me mira con una mirada derrotada.
―Perdí mi billetera.
Mi mandíbula cae.
―¿Qué?
Se encoge de hombros.
―La he buscado por todas partes.
Me recuesto, aturdida.
―Dios mío. Bien. ¿Cuándo fue la última vez que la tuviste?
―Contigo. En la cena. O... justo después de eso. Traté de volver sobre
mis pasos, pero he estado por toda la terminal y no tengo ni idea de dónde
podría estar ahora.
―¿Fuiste a la TSA?
Él asiente, moviendo su mandíbula.
―De ahí es de donde vengo.
―Oh Dios mío. Lo siento mucho. ―Aspiro un suspiro, y luego lo dejo
salir—. Es casi increíble. ¿No crees que es una extraña coincidencia?
¿Nosotros dos perdiendo cosas como esas?
―¿Qué? ¿Crees que es una conspiración?
Me encojo de hombros.
―Podría ser.
―Eres demasiado suspicaz, ¿lo sabías? ―Se las arregla para dibujar
una sonrisa en la esquina de su boca, que retuerce mi interior—. Todo lo que
sé es que estaba corriendo por todo este maldito lugar tratando de tomar
fotos de las cosas en tu lista. Debe haberse salido de mi bolsillo en alguna
parte.
Bien. Soy demasiado suspicaz. Probablemente tenga razón. Esa es mi
mente de escritor creando drama donde no lo hay.
Su boca se retuerce.

67
―Así que dime. ¿Qué haría Ben en esta situación?
¿Ben? ¿Quién es... oh, cierto.
―Bueno, él…
―Te diré. Él es un multimillonario. No le importaría una mierda. Además,
es perfecto, por lo que este tipo de mierda no le pasaría en primer lugar,
porque probablemente tiene personas que manejan a las personas que
manejan a las personas que manejan su billetera.
Estoy sacudiendo la cabeza.
―No... ― empiezo—. Él tiene defectos.
―Déjame adivinar. Está roto por una tragedia infantil que lo ha
empujado a tener éxito. Tiene problemas para abrirse y amar a Leia por eso.
Le frunzo el ceño.
Jodidamente lo odio.
Sacude la cabeza.
―Jesús. ¡Otra vez tengo razón?
No entiendo su tono. Como si estuviera decepcionado de mí. ¿Qué
diablos le hice?
―Oye. Solo porque perdiste tu billetera no es razón para desquitarte
conmigo. Puede que no sea la mejor escritora del mundo, pero no tienes
que burlarte de mis ideas.
―No lo hago. Solo digo que tal vez si tuvieras una idea original, llegarías
a alguna parte.
Abro la boca Él no acaba de decir eso.
―¿Qué?
Quita la gorra de béisbol de la bolsa, se la coloca sobre los ojos, se
hunde en su silla y se cruza de brazos.
―Ya me oíste.
Me arrastro hasta el borde del asiento y pongo las manos en las
caderas.
―Mira, señor experto en todo. Escribo las historias y personajes que me
hablan. A mí. Si a la gente no le gusta, no tiene que leerlo. No tiene nada
que ver contigo.
Él levanta el borde de su gorra de béisbol.
―Como el infierno no lo hace. Si no estuvieras tan malditamente
envuelta en el perfecto Ben, estaríamos despertándonos esta mañana

68
después de la mejor noche de sexo de nuestras vidas y alimentándonos uno
a otro con waffles. Y estaría lamiendo el jarabe de esos perfectos pechos
tuyos. Sería jodidamente fantástico. En cambio, ¿dónde diablos estamos
ahora? ¿En el infierno?
Lo miro, y lo único que me viene a la mente en este momento es... me
gustan los waffles.
Además, la imagen que pone en mi mente es lo suficientemente
deliciosa como para hacerme llorar. Poof. Desapareció.
Soy una idiota.
―Mierda. ―Él se pasa las manos sobre la cara—. Sí. Ya sabes. Lo siento.
Tienes razón. No tiene nada que ver conmigo.
―No. Tienes razón. —Me derrumbo en el asiento y me hundo,
miserablemente. Es un momento a-já. Todas las historias en esa
computadora portátil son exactamente como él dijo. Cliché. Aburridas. Mi
idea inventada del romance perfecto.
Un gran momento, bola de mierda, de momentos a-já.
Ahora está mirando por la ventana, hacia un avión que simplemente
está aterrizando, rodando en la pista, o tal vez más allá de eso, donde
puedo distinguir las cimas de los rascacielos de la ciudad.
―¿Alguna vez sientes que una ciudad te odia?
Lo miro fijamente. Recuerdo haber pensado eso, ayer mismo.
―Sí. Primero pierdo mi dignidad, luego pierdo mi billetera. Ahora voy a
perder a la chica.
―¿Yo? ―Me enderezo, me inclino hacia delante, le acaricio el brazo
con la punta de mis dedos—. Estoy aquí.
―Pero. —Levanta un dedo entre nosotros—. Tenemos menos de cinco
horas hasta que nos vayamos, Texas. Y podría ser un idiota, pero no soy tan
idiota como para que, incluso produciendo mágicamente tu portátil, o que
de alguna manera te apiadaras de mí y me dijeras que sí ahora mismo, me
gustaría que pagaras por el hotel.
Me froto los brazos de mi cárdigan peludo, sin palabras.
Y en ese momento, lo sé, como sé mi propio nombre.
Tomé la decisión equivocada, rechazándolo.
¿A quién mierda le importaba si esto era solo una noche?
Deseo a Noah. Con cada pequeño poro de mi cuerpo.

69
Y ahora es demasiado tarde. Es de mañana.
Él dice:
―No debería haber dicho lo que dije. Estaba frustrado. En realidad, no
sé nada de novelas románticas. Estoy seguro de que tus historias son
increíbles.
No. Él lo sabe todo. Tiene razón.
Abro la boca, lista para confesar, para decirle que ha tenido razón en
todo, y que cometí un error. Para decirle que presiona todos mis botones
como nadie lo ha hecho nunca y que lo deseo tanto como él me desea.
―Escucha…
Pero él está de pie, mirando hacia otro lado.
―Supongo que será mejor que busque la forma de cancelar mis
tarjetas de crédito. Hey. Cuida mis cosas, ¿quieres?
Observo con impotencia cómo se aleja, bebiendo su café, y empieza
a hablar con alguien en un podio cercano. Lo veo gesticular como lo había
hecho con mi portátil.
Frunzo el ceño.
Esto sería la peor novela romántica del mundo.
Pero no me importa.
Le mando un mensaje de texto.
¿Nos vemos en el baño familiar en 5?
Lo observo a través del aeropuerto. Debe tener el teléfono en
vibración porque se detiene repentinamente, mete la mano en el bolsillo y
lo saca.
Luego se gira y me mira, sus ojos bien abiertos, toda la sensación de
control desaparecida.
Y sé que no me arrepentiré ni por un segundo. Vale la pena, aunque
solo sea por esa mirada exquisitamente aturdida que ilumina
completamente su rostro.

70
Noah
Estoy terminando una conversación con un empleado del aeropuerto
especialmente poco servicial con acento de Brooklyn cuando recibo el
texto.
Lo leo.
Y de repente, nada importa. Ni la desastrosa audición, ni la búsqueda
del tesoro, ni mi billetera perdida.
A la mierda con todo.
La veo a ella, a esos grandes ojos verdes, pegados a mí.
Ella sonríe.
Demonios, sí. Eso no es exactamente lo que le respondí. Es más como:
Jodidamente. Sí. Con mis dedos temblando en el teclado como si fuera una
adolescente virgen.
Se pone de pie, alisa la falda y levanta el bolso. Señala mis cosas, para
recordarme que todavía están ahí, para que no pierda la cabeza y salga
corriendo sin ellas. Buen punto. No puedo permitirme perder nada más
durante este viaje.
Entonces sacude su moño desordenado y se aleja, lejos de mí, hacia
el conjunto de baños más cercano.

71
Santa. Mierda.
Miro de nuevo a mi teléfono, para asegurarme de que no aluciné el
mensaje debido a la falta de sueño.
Nop. Sigue ahí.
Me dirijo a mis cosas, cada nervio de mi cuerpo haciendo un baile de
la victoria. Tomo mi equipaje de mano y me dirijo al baño de hombres de
enfrente. Me quito la gorra, empujo mi cabello hacia atrás, me aseguro de
no oler a mierda, considerando que no me he duchado en más de treinta y
seis horas. Tirando de la cremallera de mi bolso, agarro mi cepillo de dientes,
me cepillo los dientes por segunda vez esta mañana. Me lavo la cara y me
pongo otra camiseta.
Debería tener más control sobre mí mismo.
Me siento como un niño en la noche del baile de graduación.
Podría ser la privación de sueño.
Pero de repente, esta ciudad es la mejor ciudad del mundo.
Empacando mis cosas, me pongo el equipaje de mano sobre el
hombro, engancho mi chaqueta sobre él y salgo del baño con toda la
energía de un niño que ha comido azúcar.
Prácticamente salto al baño familiar, mi pulso palpitando en mi cuello
mientras me detengo frente a la puerta del baño.
Aprieto los dientes, cuento hasta diez para calmar mi respiración.
Llamo a la puerta.
Espero. Miro alrededor.
No hay respuesta.
Luego vuelvo a tocar. Más fuerte.
Espero más. No hay respuesta.
Y estoy justo donde estaba antes de recibir el mensaje de Rebecca.
Odiando esta maldita ciudad.

72
Becka
Me presiono contra el pilar gigante de publicidad de tres lados en el
centro de la explanada, con un anuncio luminoso de una publicidad para
servicio de telefonía móvil. Desearía que me tragara.
Leo de nuevo la conversación por mensaje de texto que tuve con Lily
esta mañana, tratando de averiguar donde todo salió tan mal. Anoche, le
envié un mensaje de texto, tan feliz de que me encontré con Brock. EL Brock.
Eso fue todo.
Ese fue un momento tan alegre, un momento feliz.
¿Ahora?

Lily: ¡DIOS MÍO! ¿EN SERIO? Perdón, acabo de encender mi teléfono


luego de toda una noche de estudio.
Yo: No podrás creer lo que pasó desde entonces. Coqueteamos toda
la noche. Él es todavía más hermoso en persona. Y dulce. Y divertido…
Lily: ¿¿Y??
Yo: Él realmente me interesa. Creo que vamos a hacerlo. Ahora
mismo. Estoy parada en el baño, esperándolo.
Lily: ¡¡Adelante chica!!

73
Yo: ¡No puedo creerlo! ¡¿¿Brock y yo??!
Lily: ¿Tú y Brock? Al carajo con eso. ¡¡Tú y MEGALITH!!
Yo: Espera… ¿quién?

Entonces ella procede a enviarme un montón de artículos. Artículos


sobre Noah Steele. Su perfil de IMDB3. Un artículo sobre él comprando una
casa en Hollywood Hills por 6.5 millones de dólares. Fotos de Noah sentado

3 IMBD: Siglas para Internet Movie Database, base de datos en línea que almacena

información relacionada con películas, televisión y todo lo relacionado con ellas.


cómodamente al lado de estrellas top de Hollywood como Scarlett
Johansson, Jennifer Lawrence, y Gal Gadot en una conferencia en Comic-
Con.
¿Qué demonios?
Así que resulta ser… que mi Noah, el dulce, agradable pero
desesperadamente hermoso actor de una película a estrenarse, realmente
no es a estrenarse.
Él ya estrenó. A lo grande. Por toda mi cara.
Porque él no es simplemente un superhéroe… también es parte de la
franquicia de la película más exitosa de todos los tiempos. Algo llamado
Titanes de la Galaxia.
Aparentemente, él es Megalith, este tipo de roca gigante y azul que
desfila en nada más que un taparrabos, que puede aplastar montañas con
su mente, y que tiene abdominales donde puedes rayar queso.
Estos pequeños detalles deben habérsele escapado muy
convenientemente de su mente cuando estaba hablando conmigo. Luego
de leer estos artículos, mi estómago se hunde hasta mis pies.
Salgo huyendo del baño, el deseo abrumador en mi estómago le da
lugar a una mortificación abrumadora.
Siento como si fuera a vomitar.
Una cosa es tener una noche de sexo casual con un hombre que no
volvería a ver.
Pero él realmente es una estrella de cine top, totalmente
comprometido con eso.
Intento recuperar mi aliento. El aeropuerto gira a mi alrededor. Mi
corazón late tan fuerte que duele.

74
Yo: Oh Dios mío, oh Dios mío, oh Dios mío.
Lily: ¿Estás bien?
Yo: ¡Noooooooooooo! ¡No lo sabía! ¡No puedo hacer esto! ¡No con él!
Lily: ¿¿¿Por qué???
Yo: ¡Porque él es una estrella de cine!
Lily: ¿Y? Para ti estaba bien cuando era Brock, pero ¿ahora no está
bien cuando es Megalith? Estás loca.
Yo: En esa foto se ve terriblemente amistoso con Gal Gadot. ¿Qué
demonios quiere él conmigo?
Lily: ¡¡Ve al baño y averígualo!!
Yo: ¡Qué mierda de vida!
Lily: BECKA. TE ORDENO QUE VAYAS. AHORA. EL DESTINO DE LA
GALAXIA ESTÁ EN TUS MANOS. (Y vuelve a enviarme un mensaje de texto. Te
contestaré tan pronto como puedas. Ahora me estoy preparando para el
examen para entrar en Abogacía).

Esta es la parte donde se supone le envío un mensaje de texto


deseándole suerte. Pero no puedo. Estoy demasiado mortificada.
Inclinándome a mi derecha, miro alrededor del pilar, hacia la parte de los
baños, como si estuviera siendo perseguida por el asesino del hacha.
Lo veo: Noah Steele, la famosa estrella de cine, parado allí, fuera de
los baños, con una expresión confusa en su rostro mientras observa el
aeropuerto.
Oh, por supuesto él es una estrella de cine. Es tan letalmente hermoso
para ser un ser humano, como yo.
Suspiro a su hermosura, a todos esos rasgos cincelados que son
demasiado perfectos y masculinos para ser reales, a sus ojos grises
pedregosos que se desvían de mi camino.
Dejando escapar un chirrido profundo en mi garganta, inclino mi
cabeza hacia atrás, presionándome fuerte contra el otro lado del pilar.
Espero que, por todos los demonios, no me haya visto.
Porque no solamente haría más obvio que tan lejos estoy de su liga,
también me haría ver como una maldita lunática.
Mientras estoy parada aquí, rígida, temblando, pensando que otro
ataque de pánico es definitivamente posible, un hombre mayor con un traje
de tres piezas se me acerca.
—Señorita, ¿se encuentra bien? —me pregunta.

75
Es ahí cuando me doy cuenta que hay cerca de diez personas
mirándome de este lado del pilar, probablemente pensando que perdí mi
compostura.
No he estado en Nueva York lo suficiente, pero una cosa que aprendí
es que la gente de aquí ha visto mucha locura de mierda. Solo estuve aquí
por unas semanas, apenas si salí, pero aun así vi un hombre completamente
desnudo tocando el saxo en Times Square, Elmo follando a una mujer en la
calle, y un hombre paseando como a un leopardo como mascota. Nadie a
mi alrededor siquiera movió una pestaña. Para preocupar a las personas,
debes parecer mucho más loco que tu loco normal y habitual. Creo que
califico para eso.
—Oh… eh… sí. Bien, gracias —incluso logro sonreír débilmente.
Él asiente y se dirige hacia su puerta, dejándome sola.
Finjo estar leyendo algo interesante en mi teléfono, y uno por uno, el
resto de la audiencia pierde interés. Una vez que lo hacen, giro mi cuello a
la derecha, tan lentamente, alrededor del pilar para ver si él aún está ahí.
Y no está.
Por supuesto que no está. Es una gran estrella de cine, con cosas
importantes que hacer.
Yo, por el otro lado, soy una cosa pequeña. Un punto luminoso.
Enderezándome, dejo salir un suspiro de alivio y reviso mi teléfono. Solo
cuatro horas y puedo llevar mi trasero a casa y dormir un poco, olvidando
que esto alguna vez ocurrió.
Ahí es cuando siento una presencia flotando a mi izquierda que antes
no estaba ahí. Lentamente giro mi cabeza.
Él está apoyado con su antebrazo contra el pilar, mirándome.
—¿Te perdiste? —dice él, con una sonrisa de fin del mundo.

76
Noah
Esta mujer será mi muerte.
Ahora mi pene está malditamente erecto por ella, y aún todavía ni
siquiera me tocó. Su cara se vuelve más rosada mientras me mira, y es todo
lo que puedo hacer para no apretarla contra mi cuerpo.
—Que broma me jugaste —digo, con mi voz baja y controlada—:
¿Estás feliz contigo misma?
Ella mira por la ventana, hacia la pista.
—Debo haberte confundido con la búsqueda del tesoro —le digo,
inclinándome cerca—. Pero no juego con niñas pequeñas.
Sus ojos se encontraron con los míos.
—¿No juegas? Entonces, ¿qué es esto?
Ella sostiene su teléfono delante de mí. Pero de repente lo agita tan
fuerte que no puedo leerlo. La sostengo de la muñeca para mantenerla
firme, y la primera cosa que veo es una foto digital mejorada del cuerpo
abultado de Megalith llenando toda la pantalla.
Maldición. Ese tarado, otra vez.
Enderezo mis dedos, clavándolos en su muñeca.

77
—¿Qué? Soy yo. ¿Y qué?
—¿Y qué? —repite, ahora más fuerte—. No me dijiste que eras esta
estrella de cine tan importante.
Miro a mi alrededor, nadie parece escuchar a hurtadillas.
—¿Qué importa eso?
—¡Importa! —dice bruscamente, soltando su muñeca de mi mano y
manteniendo sus manos en alto—. ¡Sí que importa!
—¿Y por qué? Dame una buena razón de por qué tiene que importar.
Ella presiona sus labios cerrándolos.
—No importa que lo seas. Importa que sentiste la necesidad de
ocultármelo.
Meto las manos en mis bolsillos y contraigo mi hombro.
—No te lo oculté. Simplemente no te lo dije. La gente actúa de
manera distinta conmigo cuando lo sabe.
Eleva sus manos.
—¡Yo no lo hubiera hecho! ¡No me importa a qué te dedicas!
—Sí, Lo habrías hecho. Ahora estás actuando de esa manera. —Se lo
marco, arrastrando una mano por mi rostro.
—¡Porque tú me mentiste! Yo que pensaba que tú y yo teníamos tanto
en común con nuestras carreras. Pero eres… —Cierra sus ojos y deja salir un
largo suspiro—. Este exitoso pez gordo que probablemente se la pasa en
todos sus vuelos persuadiendo a las mujeres a que lo acompañen a su
habitación en los hoteles.
Eso fue todo. Me alejo de ella, para luego acercarme a su rostro.
—Yo no persuado a las mujeres en ningún lado —repito sus palabras—
. No soy así.
—Pero no puedes negar que eres exitoso.
Dejo escapar una risa.
—¿Estás bromeando? ¿Quieres que sea un perdedor? ¿Es eso?
Asiente.
—Sí, eso creo. Quiero que seas un perdedor, como yo.
—Tú no eres una perdedora. Maldición, ¿por qué dirías algo así? —
Intento agarrarla de la mano, pero se aleja.
—Sentí que habíamos conectado. Pero ahora, no lo sé. Tú eres… las
personas como tú no se enamoran de las personas como yo. Eso

78
simplemente no ocurre.
La miro fijo, pero lo dice con naturalidad, como si no supiera lo
hermosa que es, y cómo se me metió bajo la piel.
—¿Qué? ¿Lo dices en serio? ¿Cómo es una persona como tú? Dímelo.
—Alguien que ha estado fingiendo en su carrera durante toda su vida,
y quien durmió con dos hombres… contándolos… uno… dos… —está
contando con sus dedos, sus pómulos tan rojos como dos guindas—. ¡En
toda su patética vida! ¡Y los dos fueron unos completos tarados!
—Tienes que estar bromeando. Te miro y pienso que eres
malditamente increíble. Tienes tu arte y lo persigues, y no permites que nadie
te diga cómo cambiarlo. Escribirás este libro y será increíble. Porque tú no te
rindes, y te niegas a cambiar para complacer a alguien.
Me mira con duda.
—Detente. Aún ni siquiera lo leíste.
—No tengo que hacerlo. Veo pasión dentro de ti. Amas lo que haces.
Está en tus ojos. Yo también solía tener eso.
Pestañea, sorprendida.
—¿Solías?
—Megalith es una maldita prisión para mí, ¿lo entiendes? No te conté
sobre él porque lo odio a morir. Yo solía ser un actor de verdad.
Ella abre su boca, pero la cierra, de repente sin palabras. Puedo ver
que lo que sea que iba a decir, lo está repensando.
—Pero lo eres —protesta, y ahora suaviza su voz—. Yo vi Going Home.
Miles de personas la vieron. Casi fuiste nominado a un Oscar. Eres único.
—Quizás lo fui, alguna vez. Ya no. Solía conseguir papeles jugosos. Pero
me vendí para interpretar a ese tarado de superhéroe y ahora no puedo
obtener un papel serio para salvar mi vida. Lo único que los productores
quieren que haga es mostrar mis hoyuelos y mis abdominales. Dicen que
carezco de profundidad emocional para interpretar un rol principal. Así que
perdón si le digo a Megalith que se vaya al carajo alguna que otra vez, y
simplemente trato de estar de pie por mi cuenta. Además, te haré saber que
hay cerca de doce vuelos directos que podría haber tomado entre la tarde
de ayer y las once y veinticinco de esta mañana que me habrían hecho
llegar al aeropuerto de Los Ángeles endemoniadamente más pronto. Pero
hice la reserva en tu vuelo por un motivo. Porque quería conocerte. Tenía el
sentimiento de que, aunque tuviera una audición que no valiera la pena, tú
podrías hacer que este viaje de mierda sí valiera la pena.
—Yo… —¿Hay lágrimas en sus ojos?— No sé qué decir.

79
Me encojo de hombros.
—Ya lo dijiste. Cuando me reconociste como Brock. Cuando me dijiste
que te encantó lo que hice. ¿Cuándo me citaste en mi frase? Dios… eso fue
malditamente increíble. No sabes cuánto necesitaba escuchar eso, después
del día que tuve.
Ella me mira, y la culpa en su rostro casi desgarra en pedazos mi
corazón.
—Así que gracias por eso. Pero lo entiendo, te dejaré en paz.
Retrocedo. Pero antes de poder girar e irme, ella me alcanza,
sosteniendo mi camiseta en su mano y presionando su boca contra la mía
Becka
Una vez más, no sé cómo ocurrió. Debe ser un poder de superhéroe.
Un momento, estoy furiosa con él. Sería feliz si nunca más lo volviera a
ver. Noah. Brock. Megalith. A todos ellos.
En otro momento, lo hubiera tironeado hasta mi nivel, besándolo con
todo lo que valgo, mis manos agarrando enormes puñados de su camisa,
sintiendo por debajo sus músculos sólidos como roca.
No simplemente besarlo, asaltándolo con mi lengua.
Él no espera eso, pero un segundo después comienza a responder.
Toma el control. Y todo lo demás desaparece. Él me besa y mi cuerpo se
estremece, cobrando vida.
Cuando rompe el beso, dice mi nombre sin aliento, Rebecca,
simplemente así, como una canción, tan llena de cruda necesidad. Mejor
que Ben, el jodido billonario flojo jamás haya podido.
Levanta un dedo y acaricia un costado de mi rostro. Su sonrisa es
mitad asombro, mitad lujuria, mientras sus ojos se desplazan sobre cada uno
de mis rasgos. Entonces su mano se desliza por mi cabello, hasta mi nuca, y
me tira hacia él, atrapando mi boca en otro beso.
El hormigueo a través de mi cuerpo se intensifica. Mis rodillas se

80
debilitan.
Odio las muestras de cariño en público, pero todo el resto de las
personas a nuestro alrededor ya se fueron. También Megalith, y Ben y Leia,
y el resto de todos los tarados. Todo lo que puedo pensar, ver y sentir es en
él.
Después de un momento de mordisquear sus labios, se aleja
lentamente.
—¿Qué quieres? —me pregunta.
Solo debo mirar hacia el baño para hacerle saber mis pensamientos.
Toma mi mano y me guía hasta allí. Gracias a Dios el baño está vacío. No
creo que podría vivir si tuviera que esperar un minuto más. Él abre la puerta
empujándola, y nos deslizamos dentro, arrojando nuestros bolsos en el suelo
sin ninguna ceremonia.
Me empuja contra la pared. Jadeo cuando de inmediato sus labios
están de vuelta en los míos. Esta vez toda la amabilidad se ha ido y en su
lugar está la pasión cruda. Mis brazos se mueven a su alrededor y mis manos
se cierran en su cuello. Sus manos agarran mi cintura y me acercan. Me
estremezco al sentir que nuestros cuerpos se tocan. Incluso a través de la
ropa, es demasiado bueno.
Su beso se vuelve profundo y siento su lengua abriéndose paso entre
mis labios. Mientras nuestras lenguas bailan juntas, sus manos se mueven
hacia mi trasero acercándome aún más. Ya puedo sentir su erección a
través de sus jeans, y muevo mis caderas suavemente, frotándome contra
él. Gime dentro de mi boca y siento sus dedos buscando el dobladillo de mi
falda, buscando qué hay debajo.
Nos alejamos por un momento, jadeando por respirar, con los ojos fijos
el uno en el otro.
Sus manos se deslizan hacia arriba, presionando las nalgas de mi
trasero. El toque de sus manos grandes y cálidas por mi piel desnuda me
hace temblar. Nuestros labios se unen nuevamente, y sus manos se mueven
hacia mi delantera, por debajo de mi blusa, a mi estómago. Mientras se
mueve hacia arriba, sostengo mi respiración y espero, desesperada porque
me toque más, por estar más cerca. Sus dedos se arrastran por mis costados,
rozando los bordes de mis senos, suavemente provocando a mi piel. Un
dedo se desliza por debajo del borde de mi sostén, coqueteando con la
tela, tocándome, pero no tocándome. Él pasa un dedo por mi escote,
retrocediendo y alejándose otra vez. Enloqueciéndome. Haciéndome
desesperar.
—Oh Dios, por favor —murmuro, alejando mi boca de su beso—. No
me provoques.

81
—¿Quién está provocando? —me sonríe y se inclina para morder mi
labio inferior, tirando suavemente de él con sus dientes.
—Bastardo —murmuro—. Estás castigándome, ¿cierto? ¿Por no ir a tu
encuentro hace unos minutos?
—No —dice él—. Te estoy castigando porque podría haber sido en un
lindo hotel cinco estrellas. Invitada por mí.
Sin aviso, agarra el dobladillo de mi blusa y tira de ella por encima de
mi cabeza. Se detiene, dejando toda la tela retorcida alrededor de mis
brazos, sosteniéndola por encima de mi cabeza para que yo quede
estirada. Me estremezco ligeramente con mi pecho agitado mientras el aire
frío golpea mi piel. Su mirada se mueve ansiosamente por mi cuerpo, su
aliento le da calor a mi piel. Sus ojos miran mis senos con voracidad,
envueltos en un sujetador de seda negra.
Aun sosteniendo mis manos sobre la cabeza, lame el lóbulo de mi
oreja. Su boca, ardiente y abierta, baja por el costado de mi cuello. Inclino
mi cabeza hacia el techo y mis ojos ruedan hacia atrás, las chispas se
encienden a cada lado de mi visión.
Mierda, no necesito un hotel. Solo necesito su lengua talentosa.
Dejo salir otro jadeo mientras su lengua baja por mi clavícula,
lamiendo el camino alrededor de mi pezón a través del encaje. Lo toma
entre sus dientes y tira ligeramente, moviéndolo con su lengua.
SANTA.
Esa es la única palabra que conozco ahora. Es una experiencia santa.
Arqueo mi espalda para alejarla de los fríos azulejos, ofreciéndole mis senos
para más. Su mano rodea mis manos por encima de mí, sujetándome allí
mientras desliza su otra mano por mi brazo desnudo. Con su dedo, derriba
la copa derecha, liberando el pezón. Rodea mi seno con su mano,
moldeándolo, para luego succionarlo en su boca.
Mi vagina se contrae. El calor es casi demasiado, desde mis senos a lo
profundo de mis entrañas.
—Ahora —le digo—. Solo fóllame. Fóllame ahora.
No debería haberlo dicho, porque ahora pienso que me torturará
incluso mucho más. Sus movimientos se vuelven aún más lentos y lánguidos,
como si tuviéramos todo el tiempo del mundo. Sus dientes se trepan por la
tira de la copa izquierda, y también la derriba.
—Qué tetas tan perfectas.
Agacha su cabeza y chupa la izquierda. La muerde. La mueve con su
lengua. La moja con su boca y sopla suavemente. Es claro que cree que son

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algo especial, con toda la atención que les presta a mis senos.
Y todo mi cuerpo adora eso. Porque voy a correrme.
Ni siquiera hizo más que besar mis senos, y ya me estoy acercando.
—De acuerdo —gimo, intentando liberar mis muñecas del agarre de
su mano—. Solo…
—Aún no —su voz es baja. Reprendiéndome.
Me besa subiendo por mi cuello hasta mi oreja, tirando suavemente
del lóbulo mientras su mano libre rueda por mi costado, deslizándose por
debajo de mi falda, entregando toques ligeros a mi muslo.
Su aliento caliente en mi oreja.
—¿Qué quieres?
Sus dedos se hunden entre mis piernas, acariciando ligeramente la piel
sensible.
—Ya te lo dije.
—Aún no —dice—. Esto llevó trabajo. Voy a disfrutarte. Y me dejarás
hacerlo.
Maldito, me hará que ruegue por esto.
Levanta sus dedos entre mis muslos y los desliza por sobre la tela de
seda de mis bragas. Su dedo se mueve en círculos suaves y lentos sobre mi
monte de Venus. Extiendo mis piernas, dejándolo saber que estoy
totalmente abierta para este asunto.
Como si no fuera completamente obvio por lo mojada que estoy. Pero
su dedo simplemente continúa moviéndose en esos círculos tortuosos,
provocándome a través de la tela de mis bragas. Se limita a mi vagina,
frotándola, y me estremezco y retuerzo contra él, esperando que sea más
rápido. Más duro. Más.
Él sabe lo que deseo. Por supuesto que lo sabe. Esta es nuestra única,
nuestra única vez. Y no solo hará que sea inolvidable. Está camino a hacer
que sea malditamente épica.
Aprieta con fuerza su boca contra la mía, metiendo y sacando su
lengua, follando mi boca en la manera que desearía que estuviera follando
mi cuerpo. Devuelvo el beso febrilmente, y lucho para liberar mis brazos así
puedo tomar el control y jugar con su pene, pero él se niega a liberarme.
Dejo salir un gruñido frustrado mientras me presiona con fuerza contra la
pared.
—Fóllame —le ordeno mientras sus dedos finalmente se deslizan por
debajo del elástico de mis bragas.

83
Provoca a los labios de mi vagina, bailando sobre los finos vellos allí, y
requiere de toda mi fuerza no gritar.
—Por favor, Noah.
—A su tiempo —dice, su voz es un gruñido bajo.
¿Siquiera lo estoy afectando? Sé que es un buen actor, uno grandioso,
pero vamos. Está completamente imperturbable, completamente
inafectado. Ayudaría si pudiera liberar mis manos y provocarlo de la manera
en que él me provoca. Pero maldición, es tan fuerte.
Desliza su dedo entre mis labios, suavemente haciendo contacto con
mi clítoris. Y ni siquiera puedo recordar por qué estaba tan frustrada. Mi
cuerpo se estremece y gimo. Él reanuda esos círculos suaves y constantes
en mi clítoris, entonces mete su rodilla entre mis piernas, separándolas aún
más. Manteniendo una presión constante de uno de sus nudillos en mi clítoris,
inserta un dedo curvo en mi vagina. Grito.
—¿Así de bueno? —respira en mi oreja. Y sabe que lo es—. Si esto fuera
en el hotel, habría sentado tu dulce pequeño trasero Texano en mi cara, y
te follaría con mi lengua. Pero tendrás que conformarte con esto.
No es conformarse. Oh, mierda, ni siquiera cerca. No creo que alguna
vez me sintiera mejor. Su dedo se desliza hacia afuera, para volver a
empujarlo dentro, estableciendo un ritmo, mientras mantiene una presión
constante con su nudillo en mi clítoris. Adentro. Afuera. Adentro.
Cuando agrega otro dedo, las paredes de mi vagina se aprietan a su
alrededor, me doy cuenta que estoy gimiendo sin parar. Balanceándome
en su mano y gimiendo tan fuerte, la gente fuera debe estar escuchando.
Él no me dice que me calle. Por el aspecto superior de su rostro, creo
que quiere que la gente sepa lo que me hace aquí. Que le pertenezco. ¿Es
este mi castigo por no encontrarme con él inicialmente? O es mi
recompensa por estar aquí, ahora mismo, tan lista para…
Grito, más fuerte de lo que alguna vez lo hice, presionando contra su
mano mientras el orgasmo me desgarra. Pierdo el control mientras sus dedos
se mueven en un tornado de calor dentro de mí.
Noah suelta mis muñecas, colocándolas en mi cintura, me sostiene de
pie mientras me corro, y me corro, y me corro mi cuerpo devastado con
convulsiones. Me besa en la boca con fuerza mientras el estremecimiento
disminuye, sus dedos aún dentro de mí, aun frotando mi clítoris.
Finalmente, cuando puedo moverme, me quito la blusa, la arrojo
dentro de mi bolso, y me quito el sostén. Él se agacha y lame mis senos otra
vez.
—Deja de provocar, Brock. Házmelo ahora —en parte le gruño, en

84
parte le gimo, agarrando su pene a través de sus jeans. Ya está erecto—.
Por favor.
Esta vez, me mira con asombro mientras me permite el acceso a los
botones de sus jeans. Rápidamente los rasgo, presionando el botón,
bajando el cierre. Agarro su pene con mi mano. Dios, es ardiente, y mientras
lo libero de sus jeans, me doy cuenta que es… gigante.
Dicen que todo es más grande en Texas, pero juro que jamás vi un
pene tan grande. Acaricio su longitud, desde la cabeza hasta la base.
A la mierda. Siento que me estoy mojando otra vez, lamiendo mis
labios mientras miro a sus ojos intensos grises ceniza.
—Necesito esto dentro de mí ahora.
—No creas que no quiero eso tanto como tú —gruñe, y veo la rotura
de lujuria en sus ojos. Como si quizás, solo quizás, esto también lo esté
afectando—. Pero, maldición, Rebecca… ¿aquí?
Hago correr mis dedos por su increíble, perfecto, hermoso pene.
—Es lo único que alguna vez tendremos.
Noah aprieta su mandíbula y se acomoda entre mis piernas, y sujeta
mi trasero, engancha mi pierna alrededor de su cadera, así puedo sentir la
punta de su pene chocando contra mis bragas. Siento un temblor
sacudiéndome. Bajo sus jeans hasta sus muslos, y él agarra su pene con la
mano, apartando a un lado mis bragas y deslizándose hacia arriba contra
mi vagina.
Oh Dios, por favor.
Estoy tan mojada, y Noah está haciéndolo otra vez, provocándome,
frotando la punta de su pene arriba y abajo por mi sexo. Y justo cuando
comienza a agarrar mis caderas para hacer todo claramente, él hace una
pausa.
—Mierda —dice de repente.
—¿Qué?
—Tengo un condón. En mi billetera.
Mierda.
—¿Estás sano? Yo estoy tomando pastillas anticonceptivas.
Asiente, y percibiendo lo que diré, desliza la punta de su polla en mi
abertura. Mis labios se separan, como si todo mi cuerpo se abre para él.
Maldice en voz baja y se zambulle hacia abajo para aplastar mi boca
debajo de la suya, y mientras me besa con lengua, se impulsa con un
empujón fuerte y rápido, haciendo que toda su gran longitud entre en mí.

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Mi espalda se arquea contra los azulejos fríos, y dejo salir un grito
agudo.
Él se mantiene quieto dentro de mí por un segundo. Nada se mueve,
excepto nuestros corazones latiendo con locura contra la piel del otro. Su
aliento caliente junto al mío. Su boca y la mía comienzan a moverse,
saborear, besarse. Las paredes de mi vagina lo sostienen firmemente. Besa
mi boca más profundamente, agarrándose de mis piernas, empujando todo
el poder de su cuerpo imposiblemente cerca de mí, enterrándose él mismo
completamente dentro. Desliza su pene afuera, deteniéndose cuando solo
la punta aún está dentro. Vuelve a empujar dentro, forzando fuera todo el
aire de mis pulmones. Dios, esta vez es aún más profundo.
Sus manos se aprietan en mis caderas. Sus zapatos patinan en el piso
de baldosas resbaladizas cuando bajo mi mirada para espiar entre nosotros,
a su dura polla deslizándose en mi interior. Me excita aún más, ver trabajar
su cuerpo, verlo finalmente comenzar a desarmarse.
Comienzo a empujar mis caderas hacia abajo para encontrar sus
embestidas. Él acelera su ritmo y comienza a golpear contra mi cuerpo,
agarrando mis caderas y jalándome hacia él. Mi cabeza cae hacia atrás
contra la pared. Mis manos llegan hasta debajo de su camisa para arañar
con mis uñas su espalda esculpida.
La presión de su pelvis sobre mi clítoris es demasiado, y de repente
estoy al borde de perder la conciencia otra vez. Él empuja mientras me
estremezco. Aprieta mis caderas aún más y empuja dentro, tan fuerte como
puede. El calor y líquidos me llenan mientras él deja salir un gemido animal,
tensionándose contra mí. Lo agarro dentro de mí, envolviendo mis brazos y
piernas fuertemente a su alrededor, sosteniendo su cuerpo duro como una
roca mientras acaba.
Cuando aún estoy empalada en su polla, transpirada, sonrojada…
comienzo a darme cuenta. Estoy medio desnuda en el baño del aeropuerto.
Empalada en la súper polla de Brock… Megalith… Noah Steele. Pero estoy
feliz. Dios, tan feliz.
—Así que es verdad —le digo mientras se desploma sobre mí y apoya
su frente contra la mía—. Megalith puede derribar montañas.
No dice una palabra. Me baja de él y me coloca en el piso. Me
alcanza un montón de toallas de papel para que me limpie.
—¿No vas a decir nada? —le pregunto mientras paso los papeles
entre mis piernas, sintiendo crecer un sentimiento de culpa. Me pongo a la
defensiva—. ¿O serás un tarado sobre todo esto?
Antes de acomodarse, se mueve rápidamente contra mí,
presionando su cuerpo duro contra el mío y besándome tontamente.

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Besándome en respuesta. Un beso que se siente… feliz.
Y no lo sé. ¿Este baño asqueroso con azulejos rotos, una iluminación
horrible, el cubo de basura lleno, y olor rancio? En realidad, para mí es
romántico.
Noah
Estoy sentado en la puerta catorce, la puerta para el vuelo a Dallas-
Fort Worth, con la cabeza de Rebecca presionada contra mi brazo, con una
sonrisa de comemierda en mi rostro. Ambos estamos usando el mismo
enchufe para cargar nuestros teléfonos.
Ella está durmiendo, sus párpados se agitan. No me moveré
demasiado para no despertarla, porque me gusta pensar que esa agitación
significa que su perra musa finalmente la hizo actuar y está haciendo lo suyo.
—Ustedes hacen una dulce pareja —me dice una anciana
encorvada con un bastón mientras pasa, con el diario New York Times
metido bajo el brazo.
Asiento en respuesta, no tan molesto por la intrusión como lo estoy por
saber que en dos horas esta “pareja” se desvinculará.
Ella deja salir un pequeño sonido y sus ojos parpadean abriéndose, las
pupilas se posan en mí antes de que nuevamente se cierren lentamente. Su
voz es como cantada con somnolencia.
—¿No quieres dormir?
¿Y perderme este momento, la primera vez en semanas dónde
finalmente me siento satisfecho conmigo mismo? Demonios, no. Sacudo mi
cabeza.

87
Ella bosteza.
—Oye, ¿qué asiento tienes en el vuelo?
—Uh —reviso mi teléfono—. 12B.
—Um, ¿en serio? Yo estoy en el 34E.
Me retuerzo.
—Ese es probablemente el peor asiento en el avión.
Sus ojos parpadean completamente abiertos. La hice preocuparse.
—¿En serio? ¿Por qué? ¿Es más probable que muera si el avión se cae?
—No, si el avión cae, probablemente todos estemos muertos —cuento
con mi mano—. Uno. Asiento del medio. Dos. La parte de atrás del avión.
Tres. No cerca de mí. Eso es lo más importante.
—Oh, ¿quizás el avión no esté lleno? ¿O alguien intercambie asiento
con alguno de nosotros?
—No lo creo.
Ella estira su columna, frotando sus ojos.
—¿En qué estás pensando? —Me mira de cerca, golpeteando mi
frente—. Espera. Puedo leer tu mente. ¿En serio? Entonces… ¿quieres
intercambiar asientos conmigo? ¡Qué amable de tu parte! Acepto.
Sacudo mi cabeza lentamente.
—Eso no resolverá el número tres. Y detente. No podrías pagarme para
intercambiar contigo.
—Está bien. No puedo pagarte, pero quizás… —guiña un ojo.
—Ahora te estás aprovechando de lo que estoy pensando —digo,
mirando las caras de las personas a nuestro alrededor—. Pero también creo
que ellos sospechan de nosotros. El baño está probablemente fuera de los
límites.
Más de algunas cabezas giran cuando salimos del baño juntos, tan
enrojecidos que era obvio en qué andábamos. Surgen muchos murmullos y
codazos, las personas aún nos despliegan miradas curiosas. Es como que
esperaran que volvamos a lo nuestro justo delante de ellos.
Mi brazo está alrededor de ella, y está contemplando y lentamente
acariciando los vellos de mi antebrazo.
—Estoy segura que hay otros baños. O… ¿qué te parece el club de las
alturas?
—Meternos en el club de las alturas es casi imposible. No creo que sea

88
tan divertido como suena. Apenas puedo meter mi trasero en esos baños.
—Es verdad —suspira ella, asintiendo lentamente.
—Eso no significa que no esté dispuesto a intentarlo.
Deja salir una risa.
—Ya somos dos.
Agacho mi cabeza para besarla, larga y lentamente, y acaricio su
muslo con mi mano.
—Mmm. No sé si pueda esperar hasta entonces.
—Oh, ¿sí?
—De verdad. ¿Qué puedo decir? Tú me inspiras.
—Guau. Megalith inspirado. Eso es como mover montañas.
Le frunzo el ceño, sólo parcialmente bromeando. Nada puede
amargar el sabor de ella en mi lengua, pero eso se acerca.
—¿Tenías que mencionarlo?
Hace un puchero.
—Lo siento. Lo siento. Realmente lo odias, ¿cierto?
Asiento, y reviso la hora en mi teléfono.
—Sí. Lo sabes. Todo es con efectos de computadora, así que cualquier
idiota podría interpretarlo.
—Sinceramente dudo eso.
—Nunca viste Titanes de la Galaxia. ¿Cómo lo sabes?
—¿Y? —se encoge de hombros—. Creo que he visto pequeñas partes.
Hombres con mallas ajustadas y capas, y cuerpos duros, corriendo por ahí,
flexionando sus músculos… muchas explosiones, ¿cierto?
—Sí. Precisamente.
—Estoy segura que eres grandioso en eso. Igual que tú estás seguro
que escribo historias grandiosas, aunque jamás las hayas leído.
Dejo salir una risa amarga, tomo mi teléfono y busco un video de
YouTube de una de mis escenas más emotiva, el momento decisivo en el
arco de mi personaje, donde mi mejor amigo muere en un choque de tren
y yo decido en mi mente vengarme del villano BuzzKill.
Ella se sienta derecha, bostezando y estirándose, mirando. Cuando el
video termina dice;
—Eso es… bueno. Pero ahora me siento mal. Tú puedes mostrarme tu
trabajo, pero yo no puedo mostrarte el mío. No tengo mi laptop.

89
—Pero, ¿te irás sin ella? ¿Puedes escribir algo nuevo?
Asiente.
—Sí. Quizás. Eso creo. Sé que ninguno de los dos encontró todos los
artículos en la búsqueda del tesoro. Pero siento que gané, de todas
maneras.
—¿Tú ganaste? —sacudo mi cabeza—. Yo pateé tu trasero.
—Por favor —lo considera por un momento—. ¿Empate?
Concuerdo. Nos damos la mano.
Retira su teléfono del cargador y frunce el ceño.
—Demonios. Mi teléfono no está cargando. Sólo tengo el seis por
ciento de batería. ¿Qué hora es?
—Las diez —tenemos poco menos de una hora antes que comience
el abordaje.
Ella agita el cargador, gime y arroja el teléfono en su bolso.
—Entonces, ¿en qué parte de Los Ángeles vives? —Se aventura—.
¿Tienes vecinos famosos?
—De hecho, comparto una verja con Sofía Vergara.
Ella aplaude excitada.
—Eso es genial. ¿Tienes piscina?
—Sí. De agua salada. En la cima de una montaña, con vista a la
ciudad —levanto mi teléfono y comienzo a desplazarme por las fotos para
mostrárselo.
—¿Ves? Esa sería una primera cita romántica para mi libro.
—No el lugar. Siempre la…
—Persona —termina—. Sí, sí, sí, lo sé.
La presentación de diapositivas comienza con fotos de mi casa
angular y moderna en las montañas, luego pasa por algunas apariciones
del último tour del Comic-Con con Bradley Cooper, Robert Downey Jr. y Chris
Pratt. Ella es la típica fanática cuando se trata de las personas famosas.
Comienzo a darme cuenta de eso, diciendo cada nombre y quitándome el
teléfono de mi mano para comerlos con los ojos. Lo cual hace aún más
increíble que no sepa quién soy.
Por supuesto, todos esos chicos tienen trabajos recientes aparte de las
películas de superhéroes para acreditarse.
—No puedo creer —dice bruscamente, sosteniendo el teléfono tan
cerca de su cara que su nariz casi choca la pantalla—. Que eres amigo de

90
estos chicos.
—Amigos no. Ellos conocen mi nombre. Eso es todo. Soy secundario,
comparado con ellos.
Ella mete su labio inferior dentro de su boca en esa manera sexy que
malditamente casi me mata.
—Pareces muy amistoso.
—Somos actores, ¿recuerdas? —se lo recuerdo—. Mentir es nuestro
negocio. Nos especializamos en hacer que la gente crea cosas que no son
reales.
Mi teléfono comienza a sonar. Reviso la pantalla. Es Anne.
Le levanto un dedo y le digo:
—Es mi agente. Debo contestar esta llamada. —Contesto—. Hola,
Anne.
Puedo decir que Anne no está de buen humor por su tono. Además,
son las siete y media aquí, y es probable que ella todavía no haya tomado
su dosis diaria de expreso. Dice
—De acuerdo. Las fotos de prensa fueron reprogramadas. Necesitas
tener tu trasero en la silla mañana en la mañana.
Dejo salir un suspiro.
—Sí, estaré allí.
—Y me recordaron que aún esperan tu respuesta por las películas de
la siete a la nueve. ¿Ya firmaste los contratos?
Tengo los contratos en el centro de la isla de mi cocina. Están en un
sobre sin abrir con el logo oficial de Producciones TriMast, los productores de
Titanes de la Galaxia, en el remitente. Anne pasó las últimas semanas
perfeccionando el lenguaje junto a ellos, y me consiguió un trato fantástico,
cinco millones por cada película más una pequeña tajada de las
ganancias. Si estoy de acuerdo, sólo necesito firmar por triplicado esos
bebés en la línea punteada y dejarlos volver volando a su casa.
Lo estuve postergando.
—Aún no. Los revisaré cuando vuelva a casa.
Ella deja escapar un gemido.
—¿Por qué arrastras tus pies, Steel? ¿Entiendes que es un contrato de
ocho dígitos? ¿Cuándo verás alguna vez esa cantidad de dinero?
—Entiendo, pero…

91
—Mira, Noah. Entiendo que lo que estás tratando de hacer es por tu
propia salud mental. Quieres demostrar que tienes las habilidades, y que no
eres simplemente otra cara bonita. Pero a la mierda, niño. Estás hablando
de quince millones, incluso antes de las ganancias. Abulta primero tu
billetera, luego preocúpate porque te tomen en serio.
Presiono mis labios. Quizás debería hacerlo. Quizás me importaría más
si aún estuviera luchando por el dinero. Pero maldición, firmar en la línea
punteada se siente como tragar hojas de afeitar.
—¿Me conseguiste la audición para la semana que viene?
Hace un chasquido con la lengua. Está más que decepcionada
conmigo. Me está ofreciendo un filete mignon y yo estoy pidiendo una
hamburguesa de McDonald’s. Sé que se preocupa por mí como una mamá,
pero ella también dirige un negocio. Su tajada insignificante comparada
con su tajada de quince millones probablemente será suficiente para que
me desherede.
—En realidad, Noah, quería hablarte al respecto.
Eso no suena prometedor. Agarro el teléfono y me alejo de Rebecca,
quien está manipulando su teléfono y el cargador roto, o no está
escuchando o finge no hacerlo.
Cuando Anne se me acercó para ser mi agente, siguió hablando y
hablando sobre como es mi carrera y como me aconsejaría, pero no quería
tomar las decisiones por mí. Me agradó, porque de todas las personas de
Hollywood, no estaba envuelta en dinero y la mierda de estatus. Ella era una
de las pocas humanas verdaderas que quedan en Los Ángeles. Ahora suena
como que me está moviendo en una dirección definitiva.
—Escucha, Anne. Es mi carrera. Yo…
—Lo sé. Intenté conseguirte la audición. Pero me dijeron gracias, pero
no gracias.
Me congelo.
—¿Qué? ¿Quieres decir que ya tienen a alguien en mente?
—No. Todos los puestos ya fueron tomados.
Me pongo rígido, intentando comprender. En las audiciones de
Broadway, los puestos no significan nada. Si un nombre lo suficientemente
importante quiere ser visto, ellos hacen el tiempo para verlo. Traducción:
realmente no están interesados.
—Bien, pero…
—Y Noah… —ella se resiste a decir la siguiente parte, así que me
preparo—. Además, dijeron que no pensaban que fueras lo que ellos están
buscando, para hacer de Roger.

92
Qué. Demonios. Roger es, esencialmente, yo. El chico que es
intensamente consciente de su propia mortalidad y quiere hacer una marca
significativa en el mundo antes de partir.
—No lo entiendo, ¿qué quisieron decir con eso?
—El productor estaba familiarizado con tu trabajo y dijo que
buscaban a otra persona un poquito más… expresiva. Más pasional.
Arrastro una mano sobre mi rostro.
—Bueno, puedo entender eso sobre mi trabajo con Megalith. Quiero
decir, los chicos de piedra no son pasionales. ¿Pero qué hay con Going
Home? Y tú sabes que ya interpreté a Roger antes.
Lo interpreté en la universidad, con comentarios favorables, se
derrama por mi boca. Mientras estoy aquí, ¿por qué no simplemente hablo
pesadamente sobre el comercial de mantequilla de maní que hice cuando
tenía 12 años?
Por un momento fugaz, salgo de mi cuerpo y me miro a mí mismo,
sentado en el aeropuerto, con los dedos apretando el teléfono. Y percibo
la manera en que debo verme ante el maldito negocio del entretenimiento.
Desesperado. Lavado. Una broma.
—Noah, por supuesto que le conté sobre Going Home. Él estaba
familiarizado con eso. Dijo que no creía que fueras el correcto para la clase
de Roger que estaban buscando. Eso es todo. —Hace una pausa—. Por otro
lado, Bruce y los otros chicos de TriMast están ansiosos por trabajar de nuevo
contigo.
Cierro mis ojos, apretándolos, hasta ver fuegos artificiales.
—Sí, lo sé.
Maldición. Benedict Cumberbatch puede ser el Doctor Extraño y Alan
Turing. Jennifer Lawrence puede ser Raven, y ganar un Oscar por La Gran
Estafa Americana. Mark Ruffalo puede ser Bruce Banner y seguir
produciendo una serie saludable de interpretaciones profundas indies.
Yo debería malditamente ser capaz de hacer eso.
—Está bien —digo—. Sólo mantenme informado si algo más llega a tu
escritorio.
—Lo haré, amor —dice ella—. Mañana a las seis de la mañana en
punto estará el auto para recogerte. Mantenme informada. Hazme saber
cuando aterrices.

93
Corto la llamada sin responder. Rechino mis dientes. Requiere toda mi
energía no arrojar el teléfono a través del aeropuerto.
—Hola —dice Rebecca a mi lado—. ¿Estuvo… todo está bien?
Miro fijo al frente. Deseando mantenerme calmado.
—No, no lo está.
Me pongo de pie y la miro. Sus ojos están abiertos.
—¿Por qué? ¿Qué está pasando?
—Es más qué no está pasando —murmuro, agarrando mi bolso y mi
chaqueta de cuero—. Debo irme.
—¿A dónde? Pero… comenzarán a abordar en menos de una hora.
¿No vas a…?
—No, no lo haré —digo. Y me marcho hacia la salida del aeropuerto.
Debo salir de aquí, antes de explotar.

94
Becka
Lo juro, no quise escuchar a escondidas.
Pero eso es lo que hacemos los escritores. Somos personas curiosas.
Observamos. Además, a veces metemos las narices. Está en nuestra sangre.
Así que no pude evitarlo. Él estaba justo a mi lado, también lo estaba
su teléfono. Y prácticamente escuche todo lo que le dijo su agente, claro
como el día.
Él tiene un contrato entre manos que vale quince millones de dólares,
y estoy asumiendo que es para continuar interpretando a Megalith. Pero eso
ni siquiera es el giro inesperado.
El giro inesperado es: que ni siquiera lo quiere.
Él quiere hacer algo real. Algo significativo. Algo que demuestre sus
habilidades, y no su físico.
Estoy intentado pensar cómo actuaría yo en una situación similar. Si yo
fuera un gran éxito de ventas de novelas eróticas románticas y, sin embargo,
siempre hubiera querido escribir literatura, pero nadie me diera una
oportunidad. ¿Rehuiría de las novelas eróticas románticas? ¿Diría a los
editores que se fueran al infierno si me ofrecen un contrato importante?
Umm… no. Porque simplemente estaría feliz de que mis cosas se

95
leyeran.
Pero no tengo personas juzgando mi valor por mi apariencia. Para mí,
todo se trata de lo que está dentro de mi cabeza. Y estoy muy por debajo
de él, en lo relativo a la carrera. No puedo entender por lo que está
pasando. Para mí, sería bueno no tener que pasar la mitad del mes
comiendo fideos Ramen cada vez que mi presupuesto para comida se
hace ajustado.
Algo me dice que él ni siquiera tiene ese problema, viviendo en su
mansión en Hollywood Hills.
Pienso en correr detrás de él, pero me freno. Me dejó aquí porque
quiere estar solo. Miro mi teléfono y veo un mensaje de texto de Bryn.
¿Conseguiste tu Orgasmo?
Suspiro. Tengo un cinco por ciento de carga. Justo lo que necesito,
que mi teléfono se cague ahora. Pero necesito hablar con Bryn.

Yo: Misión cumplida.


Bryn: ¿En serio? ¡Eres una bestia! ¿Así que te conseguiste una
habitación con él?
Yo: No. El baño.
Bryn: ¡Ay, chica! ¿Fue ardiente?
Yo: Más que eso. Pero ya se fue. Me dejó. La historia de mi vida.
Bryn: ¿Qué? ¿A dónde se fue?
Yo: No tengo idea. Recibió malas noticias de parte de su agente y se
fue.
Bryn: ¡NO! Ve tras él.
Yo: ¿Por qué? Desde inicio yo sabía que esto era algo de corto tiempo.
Bryn: Es por esto que los móviles fueron inventados. Las relaciones a
larga distancia no son ideales, pero ocurren.
Yo: Yo sólo… creo que ambos sabíamos que meternos en esto no iba
a durar. Y ahora él tiene otras cosas en mente. Tengo la sensación de que
cree que su carrera se está desmoronando.
Bryn: Bueno, eso es exagerado. Pero creo que… él es un actor, así que,
tiene sentido… ¡Ve tras él!
Yo: ¡No puedo! ¡El vuelo se aborda en cuarenta minutos!
Bryn: VE. TRAS. ÉL.

96
Leo el mensaje de texto de ella una y otra vez.
Y entonces mi teléfono se queda en blanco. Mierda. La carga. Se fue.
Muevo el cable de mi cargador y dejo salir una maldición en voz baja.
Luego escaneo la terminal de arriba abajo. No veo a Noah por ningún lado.
Y ahora ni siquiera puedo enviarle un mensaje de texto para hacer
que su trasero regrese aquí.
Arrancando mi cargador de la pared, levanto mi equipaje de mano
poniéndolo en el hombro, y me dirijo por donde lo vi salir.
Quizás estábamos destinados para esas pocas horas de tiempo. O
podría ser como dijo él. Es un actor. Su negocio es mentir. Se especializa en
hacer que las personas crean cosas que no son reales. Quizás lo que
sentimos allí no era real.
Pero si estaba actuando, es el mejor actor del mundo, y se merece
TODOS LOS PERSONAJES. Él ni siquiera debería tomar una audición.
Simplemente deberían arrojarle papeles en su camino.
Decido qué si puedo localizarlo, le diré esto. Si le importo, entonces lo
que yo diga importará. Si no, entonces… creo que lo que tuvimos estaba
destinado a quedar entre estas paredes. Ahora mismo, estoy muy cansada.
Estoy llena de adrenalina y ni siquiera puedo pensar correctamente.
Me detengo cuando llego al área de punto de control de
seguridad. Él está sentado en uno de los bancos allí, donde usualmente las
personas vuelven a colocarse los zapatos, con los codos sobre sus rodillas, y
la barbilla sostenida en sus puños. Mirando fijamente la pantalla de arribos.
Camino hasta él y me siento a su lado.
—Estoy atascado —murmura.
Sacudo mi cabeza.
—No, Noah, ¿no lo ves? No lo estás. Puede que seas Megalith, pero
eso no es todo lo que eres. Tú eres un gran actor. Me hiciste una creyente. Y
lo harás de nuevo. Solo debes seguir intentándolo. Jamás te rindas.
Me mira, y por un momento pienso que me dirá que me vaya al
infierno. Luego sonríe y dice,
—No, literalmente estoy atascado. Sin mi billetera, no puedo ir a
ningún lado, a no ser que quiera que me follen.
Dejo salir una carcajada.
—Oh, bien. ¿A dónde ibas?

97
—Simplemente afuera. Para tomar un poco de aire fresco. Despejar
mi cabeza.
—Oh, la fila de seguridad es larga. Si la hicieras, podrías perder el
vuelo.
Se encoge de hombros.
—¿Sabes? A este punto, no sé si eso es algo tan malo. —Se mira las
rodillas—. En menos de veinte horas, se espera que me siente en la silla de
maquillaje por cuatro horas, preparándome para una sesión de fotos, donde
debo posar y verme amenazante, y… mierda.
Se pasa las manos por el cabello y levanta su rostro hacia el techo,
exhalando.
—No sé si puedo hacerlo. Odio eso. No sé si ya pueda seguir jugando
este juego.
Lo miro fijo.
—Oh, vamos. ¡Por supuesto que puedes! ¿Me estás tomando el pelo?
¿Sabes cuántos actores allí afuera sacrificarían una extremidad para ser
Megalith? —Comparto mi opinión de manera apasionada—. ¿Y sabes
cuántas personas en realidad aman lo que hacen para ganarse la vida?
Como, nadie. Bien, quizás como cinco personas en la faz de la tierra. Pero
la mayor parte del tiempo, es simplemente trabajar duro en la mierda.
Quiero decir, yo amo escribir, pero la mayor parte del tiempo cuando estoy
escribiendo, es una agonía espantosa. El trabajo no se supone que sea
divertido, es por eso que se llama trabajo.
Él me está mirando, con ojos pensativos y oscuros. Comienzo a
caminar de un lado a otro.
—Y al menos a ti te están pagando bien. También está el problema
conmigo de no ganar suficiente dinero y pensar todos los días que debería
ir a conseguir un empleo en el Dairy Queen de mi zona, porque no puedo
llegar a fin de mes —levanto mi mano al cielo—. Así que sí, mientras hay algo
por decir a las estrellas fugaces y hacer lo que amamos y no dejar que nadie
nos diga que hacer, eso no significa volar al espacio sin un traje espacial.
Nos enseñan a mirar lo que no tenemos, cuando deberíamos ser
agradecidos por lo que tenemos.
Él se inclina en la silla, extendiendo los brazos por encima de las sillas a
su lado. Su voz es monótona.
—De verdad.
Lo dice en una manera que me hace pensar que lo que dije está mal.
Me detengo.

98
—Bueno, sí.
Se pone de pie, y se acerca tanto a mí que me quita la respiración. Se
acerca, enreda su mano en mi rodete, jalándome hacia él.
—¿Es eso lo qué crees que hago? ¿Volar sin un traje espacial?
Sí. Quiero decir, no. No lo sé. De nuevo, ¿quién soy? No puedo respirar.
Él estudia mis rasgos, tan cerca, como si quisiera devorarlos pedazo por
pedazo.
—¿Alguna vez alguien te dijo que tienes un lindo trasero, pero dudó
que pudieras escribir? ¿Aun cuando les demostraste que podías?
—No, pero…
—¿Una y otra vez? ¿Hasta que no quedara absolutamente ningún
editor y quedaras completamente fuera de la industria?
—No, pero…
—Entonces no tienes idea de lo que me está pasando.
Suelta mi cabello y me empuja lejos de él, luego tiene el descaro de
darme la espalda.
Eso me enciende. Antes estaba moleta con él. Ahora estoy
absolutamente iracunda.
—¡Eh! ¿Alguna vez pensaste que quizás seas un pretencioso? ¿Qué
estás tan preocupado porque las personas te juzguen por tus abdominales
que te esfuerzas demasiado? No lo sé… cuando intento complacer a las
personas con mi escritura, fallo, porque no escribo como yo. Quizás todos los
comentarios sobre que eres rígido y no lo suficientemente apasionado…
deberías escucharlos en lugar de culpar a tus abdominales, hijo de puta.
Él gira hacia mí, con una mirada de incredulidad en su rostro.
—¿Qué estás diciendo? ¿Estás diciendo que no son ellos… soy yo?
Su mirada bordea con la rabia. Pero no retrocederé en esto. Empujo
mi barbilla hacia afuera.
—Sí. Quizás es eso.
Él resopla un largo suspiro de aire, sus ojos se iluminan de rabia.
—Qué ridículo—. Responde mordiendo.
Nos miramos fijamente. Por la expresión de su rostro, claramente
terminó conmigo. Y yo también. Bueno, por ahora. Si él extendiera una mano
y me agarrara, dejaría que me llevara a donde sea.
Rompo su mirada primero.

99
—Debo volver a la puerta. Estaremos abordando pronto.
No hace ni un movimiento. Continúa mirándome con esa mirada
dura, los labios fruncidos en un gruñido, como si estuviera preparado para
pelear.
Doy un paso hacia la puerta, y ahí me doy cuenta.
Esta podría ser la última vez que lo vea. Y es por eso que me giro.
—¿Vienes o no?
Se mantiene en silencio por un largo momento. Y luego sacude su
cabeza.
No. Quiero agarrarlo. Quiero arrastrarlo conmigo. En lugar de eso,
exhalo y asiento.
—Espero que puedas encontrar lo que sea que estés buscando. —
Murmuro, más a mi pecho que a él.
Mientras giro para irme, sé que este es el final, y que esta historia
romántica no puede tener un final feliz. Es la vida real. Es mi vida real. Y
debería haberlo sabido mejor.

100
Noah
Todos los... ¡mierda!
Después de que Rebecca se aleja de mí, cualquier enojo que tuviera
hacia ella se convierte en decepción conmigo mismo.
Porque lo sé incluso antes de que desaparezca de la vista, por el
pasillo lleno de gente.
Ella tiene razón.
He estado yendo a las audiciones con pretensiones. Al principio, tenía
esperanzas. Pensé que era buscado y que tenía el mundo a mis pies. Pero a
medida que las oportunidades de audición dejaron de presentarse y me
desesperé más y más, me cerré. Me puse a la defensiva. Y ahora se nota en
mis lecturas.
Nadie quiere un protagonista que sea un imbécil.
Y, sobre todo, fui un imbécil con ella.
Me arrepiento de eso.
Porque si hay algo que pueda hacer que la mierda que está pasando
en mi vida mejore, es ella. La forma en que se sintió contra mí, la forma en
que se arrastró bajo mi piel y se agarró... después de que salimos del baño,

101
tomados de la mano, casi me sentí normal de nuevo. Casi me sentí como el
viejo Noah Steele.
Pero este no es el momento adecuado. No puedo concentrarme en
ella cuando mi carrera está en caída libre.
¿O sí lo es? Tiene razón sobre Megalith. No es realmente un beso de la
muerte. Tal vez sea mi actitud la que me ha metido en este aprieto. Tal vez
eso es lo que necesita el cambio de imagen.
No lo sé. A la mierda.
Meto mis brazos en la chaqueta y, al hacerlo, veo un rostro familiar,
cerca de la tienda libre de impuestos.
Es el hombre de la chaqueta de tweed, que hace unos mil años, según
Rebecca, era un potencial asesino en serie.
Lo observo, merodeando por ahí, mirando en un cubo de basura
antes de entrar en la tienda libre de impuestos. ¿Cómo diablos sigue aquí?
¿También perdió su vuelo? Me encuentro riendo amargamente.
Maldita sea. Ella también tiene razón en eso. Parece que no está
tramando nada bueno.
Debería decírselo.
Infierno. Todas esas cosas que quiero decirle.
Y, sin embargo, mis pies están arraigados en el lugar.
Tratando de olvidarme de la idea, tomo mi teléfono y lo compruebo.
El vuelo está probablemente en pre embarque ahora. Debería estar en
camino.
Debería hacer de tripas corazón, ser un adulto y abordar el vuelo de
regreso a la ciudad que me odia a menos que esté pintado de azul de pies
a cabeza. Porque esta ciudad tampoco me tiene mucho cariño. Y sí, el
trabajo es trabajo.
Rebecca también tiene razón en eso.
Mierda. ¿Por qué no puedo sacarla de mi cabeza?
Mientras pienso si debo moverme, veo al hombre barbudo de la
chaqueta de tweed agarrar el mismo perfume que Rebecca dijo que
usaba.
¿Y no lo sabrías?
Se lo mete en el bolsillo.
Me inclino hacia adelante, mirándolo. Se acaricia la barba mientras
estudia una exposición de revistas a la salida de la tienda, y luego se aleja

102
fácilmente de las puertas. Los cajeros no se dan cuenta. Nadie se da cuenta.
Es tan profesional. Es obvio que ha hecho esto antes.
Recuerdo lo que dijo Rebecca. Debería tener Máxima Seguridad
estampado en su frente.
Busco en la explanada a alguien con uniforme de seguridad, pero
nunca hay nadie así cerca cuando lo necesitas.
Levantando mi bolsa sobre mi hombro, lo sigo mientras camina por la
terminal, hacia las puertas, llevando un bolso de cuero golpeando por un
asa desgastada. Examino el blazer de tweed, el bulto en el bolsillo que es el
objeto robado ofensivo.
Igualo su paso, justo detrás de él, y ahí es cuando llama mi atención.
Algo en el pequeño espacio bajo la solapa de su maleta. Parece la
esquina de una laptop.
Un laptop de color rosa.

103
Becka
Lo odio.
¿Cómo pude ser tan estúpida?
¿Porque soy una escritora de libros de romance cuando claramente
nunca puedo tener esa parte de mi vida bien? Bueno, tal vez es como lo
que le estaba diciendo a él todo el tiempo. La vida real no hace buenos
romances. ¿Paris y hacer el amor en lujosos pent-house, bajo las estrellas?
Eso es lo que la gente quiere leer.
Por lo menos…
Parpadeo el recuerdo de su boca, caliente en mi piel, bajando como
una tormenta, un peso dentro de mi tan pesado como una piedra.
Estoy por dejar mucho atrás. Y por una vez, no estoy pensando en la
laptop. Esas historias de Ben y Leia suenan tan clichés justo ahora. Mis dedos
han estado picando por escribir porque hora, ellos piensan que pueden
hacerlo mejor.
No. Lo que estoy dejando atrás es a él. Fueron solo quince horas, pero
en esas horas, algo pasó.
Se siente como si la perra musa no solo estuviera despertando, si no
estando en llamas.

104
Así que tal vez fue un error, desearlo, él tenía razón. No es el lugar, es
la persona.
Y no es solo mi musa la que lo desea. Con todo y lo cretino que es, aun
así, lo quiero.
Cuando llego a la puerta 14, ya están abordando. El asistente del
mostrador de registro llama al grupo prioritario tres mientras llego. Reviso mi
pase de abordar. Estoy en el grupo nueve.
Escaneo el lugar, esperando verlo. Pero no está ahí.
Es al menos quince minutos antes de que la puerta cierre.
Aun puede lograrlo.
Tiene que hacerlo.
Porque no sé qué voy a hacer si dejamos las cosas del modo en que
lo hicimos. Mi perra musa nunca perdonaría mi trasero, eso es seguro. Puedo
verme a mí misma con el bloqueo de escritor hasta que muera, una vieja, y
gris anciana.
El asistente llama al grupo cuatro. Más personas comienzan a reunirse
en la puerta, y los asientos alrededor de la puerta comienzan a vaciarse.
Deambulo alrededor de las noticias de Hudson para mantenerme
ocupada. Necesito algo para el vuelo, así que escojo la última edición de
la revista People. Nunca leo cosas como esa, porque usualmente estoy muy
ocupada escribiendo. O tratando de escribir.
Estoy parada en la línea de salida, vislumbro la cubierta. ¡Hay una
burbuja en la esquina que dice, ¡Súper Sexy Héroes Previa! Con una
pequeña fotografía de un montón de superhéroes, uno de ellos ligeramente
abultado y azulado.
Oh, infernos no.
La última cosa que necesito hacer en este vuelo es ser recibida por un
completo de abdominales de Megalith, abdominales a las que estuve tan
cerca, pero nunca de hecho pude mirar en su completa gloria, porque tuve
que conformarme con un baño familiar en vez de un hotel.
Pongo de nuevo la revista de vuelta en el mostrador y tomo una
agradable, y segura copia de Glamour en su lugar.
Cuando meto en la bolsa la barra de caramelo y la revista, encuentro
el área alrededor de la puerta aun vacía. El asistente está con el grupo seis.
Giro mi cuello alrededor de la multitud que espera, esperando verlo, pero
no lo hago.
Mierda. El realmente no va a llegar a este vuelo.

105
Y Perra Musa está diciendo, te lo buscaste.
Noah
—¡Oye! —llamo al hombre de la chaqueta de lana—. ¡Para!
Sin mirar detrás de él, empieza a acelerar su ritmo.
Corro y él también, esquivando a los viajeros y tropezando con el
equipaje mientras se dirige hacia el vestíbulo. Le piso los talones, agarro la
bolsa por la correa y lo detengo.
»¿Qué demonios crees que estás haciendo? —exijo.
—Suéltame —dice, empujando sus gafas sobre el puente de su nariz y
viéndome con indignación.
—Diablos, no. Eres el bastardo que se llevó su laptop.
Una mujer corpulenta con largas trenzas se nos acerca. Bajo la mirada
y leo la insignia de seguridad del aeropuerto JFK en su chaqueta.
—¿Cuál parece ser el problema? —pregunta, mirándonos a ambos
con cautela.
Antes de que pueda hablar, el hombre dice:
—Este hombre me abordó.
—A la mierda con eso. Tienes un laptop que no te pertenece.

106
La mujer cruza sus brazos y me pregunta:
—¿Te pertenece a ti?
—No. No, no lo hace. Pero te apuesto a que tiene mi billetera; que
también desapareció.
La guardia no parece sorprendida, como si este tipo de cosas pasara
todo el tiempo. Envuelve su mano alrededor de mi brazo y hace lo mismo
con el hombre.
—Muy bien. ¿Por qué no vienen conmigo?
Planto mis pies.
—¿Por qué? Mire en su bolso. Y su chaqueta. Tomó un frasco de
perfume del...
—Señor —dice en voz alta, interrumpiéndome—. Venga. Conmigo.
El hombre de la chaqueta de lana asiente y dice:
—Por supuesto. Por mi parte, espero poder limpiar mi nombre de estas
acusaciones.
Y una mierda.
Señalo con mi dedo hacia la puerta, opuesto a la forma en que ella
trata de arrastrarme.
—Mire. La mujer a la que pertenece el laptop está a punto de subir al
vuelo. Ella lo necesita. Debería hacer que esto...
Me detengo y maldigo en voz baja. Ella no está escuchando. Está
llamando por radio a otra persona a través de una radio en su solapa.
—Tenemos una situación aquí frente a la puerta 2 —murmura,
apretando con más fuerza su mano contra mi brazo—. Y ustedes vienen
conmigo.
¿Qué diablos...? ¿Cómo diablos salí como criminal en esta situación?
La sigo hasta la oficina de seguridad, recibiendo miradas de todos los
demás viajeros mientras nos acompañan otros dos guardias de seguridad.
Nos llevan a un cuarto trasero detrás de la oficina donde habíamos
archivado los informes sobre nuestras cosas perdidas y el joven oficial con
granos nos dice que nos sentemos.
Entonces nos deja en paz.
Reviso mi teléfono. El vuelo está programado para salir en quince
minutos. Las puertas probablemente se cerrarán pronto.
Y no quiero que se vaya. No puedo dejar que se vaya sin decirle que

107
tiene razón sobre mí. Sobre todo.
Tengo que llegar allí.
Empiezo a caminar. El hombre se sienta cómodamente en la silla, con
las piernas cruzadas, las manos dobladas sobre su rodilla, tan tranquilo como
puede estar, como si no tuviera dónde estar. Con el ceño fruncido, levanto
las manos y toco la parte superior de la puerta, colgando de ella,
preguntándome cuánto tiempo más va a durar esto. Los guardias de
seguridad están reunidos alrededor del celular de alguien. Creo que están
viendo un video de un gato.
Maldito infierno.
—Oigan. —Los saludo—. ¿Nos recuerdan?
Intercambian miradas, luego la mujer y el chico me siguen a la
habitación.
—Está bien, está bien —dice la mujer, apoyándose en la jamba
mientras yo me siento—. ¿Cuál es el problema aquí?
El hombre dice:
—No tengo ningún problema. No tengo mala voluntad hacia nadie.
Estoy en una larga escala desde mi viaje a China. Simplemente estaba
caminando por la terminal, metiéndome en mis propios asuntos. Y este joven
debe haberme confundido con otra persona, porque de repente agarró mi
bolso y empezó a lanzar acusaciones.
—Viajaba con una mujer —explico—. Ella perdió su laptop. La reportó
ayer. Tenía una caja rosa. Y cuando pasó, la vi en su bolso.
El chico se mete en un archivo y saca el informe.
—Sí. Aquí está. Una laptop reportada desaparecida anoche,
perteneciente a una tal Rebecca Stone.
Lanza una mirada entre nosotros.
—¿Ahora eso es así? —Hace un gesto a la bolsa del hombre—. ¿Te
importa?
Sacude la cabeza, levanta la bolsa del suelo y se la da a ella,
ofreciéndose voluntariamente para buscarla. ¿Cómo demonios va a
explicar esto?
Abre la tapa e inspecciona el contenido y luego me mira levantando
una ceja.
—¿Dijiste una laptop rosada?
—Sí, un MacAir. —Se me ocurre por la forma en que ella mira hacia
adentro, moviendo las cosas, que no está ahí. Antes era demasiado obvio.

108
Me levanto de un salto, miro hacia adentro, y seguro que sí... maldito
infierno.
No. Yo lo vi. Definitivamente había algo rosado en su bolso. Y ahora se
ha ido.
Me giro hacia él.
—¿Qué demonios...?
Me detengo. Miro mi propio bolso, justo cuando la guardia femenina
tiene la misma idea y camina alrededor de la mesa para alcanzarla.
Parece un poco más.... sobrecargado de lo normal.
¿Cómo demonios...?
De repente se me ocurre. Imbécil e impaciente como estaba, le había
dado la espalda a él y a mi bolso el tiempo suficiente para preguntar a los
guardias de seguridad por qué estaban tardando tanto.
Abre la cremallera de mi bolso y frunce el ceño mientras levanta la
mirada para verme.
—Bueno, bueno, bueno. ¿Podrías mirar eso?
Mete la mano en mi bolso, saca la laptop y el perfume y los pone sobre
la mesa, para burlarse de mí.
Para retorcer más fuerte el cuchillo, el hombre a mi lado jadea con
sorpresa.
Y creía que yo era el actor.
¿He mencionado lo mucho que odio esta ciudad?

109
Becka
Tomo mi teléfono, esperando que le quede alguna carga para poder
enviarle un mensaje a Noah y decirle que traiga su trasero a la puerta.
Cuando intento encenderlo, no responde.
El asistente hace un llamado al grupo prioritario ocho.
Infierno. Ahora es demasiado tarde para que vaya tras él.
Está realmente de acuerdo con terminar así.
Supongo que yo también debería estarlo.
Pero no lo estoy.
Subo al podio donde dos asistentes están de pie, uno escaneando los
boletos mientras la gente baja por la plataforma hacia el avión.
—Disculpe —le pregunto al otro—. Se suponía que alguien iba a
abordar. Creo que está en la terminal, pero no lo veo aquí. ¿Noah Steele?
Levanta el teléfono.
—¿Quieres que lo llame?
Asiento.
Habla monótonamente por teléfono, con su voz resonando sobre

110
nosotras.
»Noah Steele, por favor, diríjase a la puerta 14. Su vuelo está
embarcando. Noah Steele, por favor, diríjase a la puerta 14.
Cuelga y me ve todavía de pie allí, agarrando el podio por mi querida
vida.
»¿Hay algo más en lo que pueda ayudarte?
—No... bueno, sí, en realidad. ¿Cuánto falta para que se cierren las
puertas?
Revisa la línea.
—Oh, yo diría que no más de cinco o diez minutos.
—¿Y si las personas no aparecen?
—Una vez que hayamos llamado a todos los grupos prioritarios, si
alguien no se ha presentado, empezaremos a asignar esos asientos a
nuestra lista de espera. Es un vuelo completo. Tenemos a unas cuantas
personas en espera.
Frunzo el ceño y me alejo del podio.
—Gracias.
Escaneo de nuevo la terminal. Luego me meto la mano en mi bolsa y
agarro el rollo Life Savers de mantequilla de ron. Chupo uno en mi boca,
esperando que me calme.
No funciona.
Maldito seas, testarudo hijo de puta. Sube a este avión.
—Grupo prioritario nueve —llama el asistente que está detrás de mí.
Mierda.

111
Noah
—Maldita sea, él me plantó eso —murmuro mientras los tres guardias
me miran de arriba a abajo como si fuera un pedazo de basura—. ¿No lo
ves?
Claramente, no lo hacen. El tipo está sentado a mi lado, acariciando
silenciosamente su barbilla y leyendo una copia de Proust. Probablemente
sólo parece sospechoso para gente como Rebecca.
Si tuviera a Rebecca aquí, ella los arreglaría.
El chico le dice:
—Lo siento, señor. Esto será sólo un momento y lo tendremos en
camino. Necesitamos su declaración para el informe.
—Ningún problema —dice el hombre, sin levantar la mirada de su
libro.
Dejo salir un gemido incrédulo. Qué chupa pollas.
—¿Qué va a pasar?
—Presentaremos nuestro informe y te entregaremos a la policía de
Nueva York.
—La policía de Nueva York... —repito, apenas puedo creer lo que

112
estoy oyendo—. Tienes que estar bromeando. Yo no hice esto. Él lo hizo. —
Lo señalo—. Ni siquiera tengo antecedentes.
—Está bien, está bien —murmura el chico, agarra una silla y se sienta
frente a mí con una computadora portátil—. ¿Tienes licencia de conducir?
—No —murmuro, metiendo las manos en los bolsillos de mi chaqueta
y cayendo lejos en la silla.
—¿No?
Miro al profesor allí, con la nariz enterrada en un libro.
—Pregúntale a él. Probablemente se llevó mi billetera.
El profesor levanta la mirada.
—Me faltan las palabras. De verdad.
El chico me frunce el ceño.
—Ya sabes. No ayuda mucho a tu caso tener una actitud. ¿Cómo te
llamas?
—Pero esto es ridículo. No he robado...
—Guárdalo para la corte. ¿Nombre?
Frunzo el ceño. De repente hace calor aquí. Me quito la chaqueta y
la tiro sobre el respaldo de la silla.
—Noah. Noah... —bajo la voz—. Stipplethorpe.
Y lo deletreo, ya que nadie en el mundo libre sabe cómo deletrear ese
apellido.
Las manos del chico corren sobre el teclado.
—¿Dirección?
—7689 Mulholland Drive, Hollywood Hills, California —murmuro.
—Elegante. ¿Qué haces robando laptops? —dice, sin mirarme.
—No lo hice. Como si hubiera estado intentando...
—¿Teléfono?
Respondo a esa pregunta, así como a las docenas que la siguen, con
respecto a mi historial médico, mi estado de VIH, si creo que me haré daño
a mí mismo, mientras me doy cuenta de que no sólo voy a perder mi vuelo,
no sólo voy a perder a la chica... Voy a pasar el día siguiente en la cárcel.
A mi madre le va a dar un infarto cuando se entere.
Froto mi cara con una mano y de repente escucho el lejano anuncio
por el intercomunicador.

113
—Noah Steele, por favor, diríjase a la puerta 14.
—No es que te importe. Pero me están llamando —digo, señalando al
parlante—. Mi vuelo está saliendo.
Deja de escribir para escuchar el resto del anuncio. Luego se encoge
de hombros.
—Sí. No me importa. —Escribe un poco más y luego se detiene—.
Espera... ¿Steele? Dijiste que tu apellido era.... Stipplethorpe.
—Ese es mi nombre legal. Steele es mi nombre artístico.
—Te tengo. —Sigue escribiendo—. Así que, profesión... ¿actor?
Entrecierro mis ojos.
—O cerebro criminal. Elige lo que quieras.
—Actor. —Escribe un poco más. Luego termina y comienza a leer el
informe para sí mismo, sus labios moviéndose ligeramente. Hace una
corrección y frunce el ceño—. Así que ibas a tomar un vuelo de vuelta a
LAX, ¿eh?
—Sí.
Se aleja de la computadora.
—De acuerdo. Espera aquí mismo.
Se va. La mujer con trenzas regresa y dice:
—Se lo notifiqué a la policía. —Me frunce el ceño y le sonríe al
profesor—. Siento las molestias. ¿Podemos traerle un poco de café?
Por el amor de Dios.
Sacude la cabeza.
—Me gustaría hacer mi declaración y marcharme. Mi vuelo sale
pronto.
Ella asiente.
—Enseguida, señor. Por favor, venga conmigo.
Comienza a ponerse de pie, asintiéndome bruscamente con la
cabeza. Cabrón.
Al hacerlo, el chico con cara de acné aparece en la puerta, como si
acabara de ver un fantasma.
—Espera... ¿Noah Steele?
—¿Sí?
Una mirada de deleite aparece en su cara, como la de un niño en
Navidad.

114
—Mierda. Tú eres él. Eres Megalith.
Becka
Me acerco lentamente a las puertas, así que realmente soy la última
persona que va a abordar el avión.
Siempre me molestaba cuando la gente atrasaba vuelos. Pero aquí
estoy, arrastrando los pies.
Agarro mi teléfono con la mano sudorosa, tratando de activar la
pantalla, y luego me doy cuenta.
—Oh. Cielos. Mi tarjeta de embarque está en mi teléfono. Y mi
teléfono acaba de morir —digo, mordiéndome el labio.
—No hay problema —dice la mujer—. ¿Identificación?
Saco mi licencia de conducir y se la entrego, pensando que es una
manera brillante de ganar tiempo.
Pero sólo me da un par de segundos. Imprime una nueva, la escanea
y me la da.
—Disfrute de su vuelo.
Vacilo allí, mi pulso empieza a golpear en mi garganta. Echa un último
vistazo por el vestíbulo, buscando su deliciosa cabeza arenosa.
—Um...

115
—¿Sí?
Y es entonces cuando empieza a suceder. Mi visión comienza a
nublarse y mis manos comienzan a temblar. Oh no.
La última vez que tuve un ataque de pánico, Noah me atrapó. Ahora,
me siento tan sola. Parpadeo con furia, tratando de calmarme. Pero mi
corazón tiembla en mi pecho.
Oh, Dios. Oh, Dios.
—¿Señorita? ¿Está bien?
—Agua. Necesito un poco de agua... —digo con la voz ronca.
Escucho a la mujer llamando a alguien mientras todo se oscurece a
mi alrededor. Me siento hundiéndome en un agujero mientras alguien lleva
una taza de agua a mis labios. Tomo un sorbo.
Abro mis ojos. La luz fluorescente me ataca.
—Señorita. ¿Está bien para subir a bordo?
Levanto la mirada y veo a la asistente, así como a un grupo de otros
empleados, apiñados a mi alrededor.
—¿Tiene gente esperando para este vuelo?
Asiente.
—Si quisiera tomar el próximo vuelo... a Austin... ¿cuándo sería eso?
Escribe en el teclado.
—Oh. Desafortunadamente, no hasta mañana por la tarde.
Muerdo mi labio.
—¿Habría cargos?
—Señorita. Ya he tomado su billete. Ya se ha registrado... ¿podrá
abordar este vuelo o no?
Contengo el aliento mientras dos hombres me ayudan a ponerme de
pie ante una audiencia de espectadores, algunos preocupados, otros
simplemente curiosos. La habitación está borrosa, pero a medida que
parpadeo, todo se aclara. Lentamente suelto los brazos de los hombres y
me paro por mi cuenta.
Esto es una estupidez. ¿Por qué lo estoy esperando? Es una gran
estrella de cine con un gran ego y abdominales, toda la población femenina
babea por él y la última vez que me miró fue como si no quisiera volver a
verme. Si estuviéramos destinados a suceder, estaría abordando este vuelo
conmigo.

116
Me encantaría alejarme lo más posible de él.
Extática.
La asistente me está esperando, con la mano extendida, bajándome
por el andén hasta el avión.
Asiento y me trago el pánico que hay dentro de mí.
—Gracias.
Y me dirijo a través de la puerta y bajo por la pasarela.
Noah
—Santa Mierda. Amo esa parte. Donde arrancas la cabeza de ese
tipo y dices, “Supongo que estoy a la cabeza ahora”. Clásico.
Sonrió mientras firmo otro autógrafo, mi mano se está entumeciendo.
—Gracias, hombre.
Resulta, que los tres guardias de seguridad son enormes fans de Titanes
de la Galaxia. El chico con acné, cuyo nombre es Brandon, es el más grande
fan de todos, recitando al azar cada una de mis doce líneas en las pasadas
seis películas, mientras se arrodilla enfrente de mí en adoración.
Una vez que descubrieron quien era, la marea cambió. Ellos casi
derriban al profesor al suelo y lo aventaron a otra habitación. No lo he visto
desde entonces.
Así que, ser un súper héroe tiene sus privilegios. Resulta que pude haber
asesinado a un montón de gente y ellos aun pensarían que yo era genial.
Ahora, estoy rodeado de un pequeño mar de admiradores, todos
queriendo selfies y autógrafos. Los guardias de seguridad me dijeron que en
la administración de seguridad les dijeron a otras personas, y ahora es como
un enjambre de langostas. Ellos están a mi alrededor, sonriendo,
abrazándome, tan genial como es, todo lo que puedo pensar es… el vuelo.

117
Estoy perdiendo el vuelo.
—Oye, hombre —me dice Brandon mientras se toma la doceava foto
conmigo—. ¿Puedes hacer esa cara? La cara de Grr, ¿sabes? Posar como
él. Tú sabes, ¿flexionar tus músculos?
Asiento, asumo la pose e indudablemente voy tener que hacerlo por
tres horas durante la publicidad de las fotos, con mis bíceps en pantalla, y él
toma otra foto.
—Esa es para mí foto de perfil de Facebook.
—Sí, um…escucha. ¿Mi vuelo? Realmente me gustaría devolver esta
laptop a su dueño correcto.
—Correcto, correcto —dice, dándome la laptop—. Lamento que no
pudimos encontrar tu billetera. De todos modos, te llevare ahí, así no tendrás
ningún problema.
Reviso mi teléfono.
—Puedes decirle por radio a alguien para que detengan el vuelo o
algo? Se ira en pocos minutos, sabes.
—No podemos, pero… no hay problema, hombre. Tengo esto —me
dice. Dándome una palmada en el hombro. Aclara su garganta y llama—.
Está bien chicos. La fiesta se acabó. Despejen el área. Megalith tiene que
llegar a su vuelo.
Lentamente, el mar de personas se va, hago mi camino por el
estrecho pasillo, sacudiéndome las manos y tomando selfies. Cuando
salimos de la oficina de seguridad, las personas están agitando sus manos
hacia mí. Me apresuro a ponerme la gorra de baseball en mi cabeza de
nuevo, pero no todos en el aeropuerto obtienen un escolta de seguridad.
Todos me están mirando como, ¿Cual persona importante es él?
El chico avanza demasiado lento para mi gusto. Miro a mi teléfono de
nuevo.
—Mira, mi vuelo se va en dos minutos.
Me meto en una carrera, atravesando el mar de personas, Brandon
en mis talones. Es una carrera loca, pero ahora escucho a la gente susurrar
mi nombre. Susurrar Megalith. La noticia sobre mí se propago como un
incendio, increíble. La puerta catorce está a la vista, y esquivo a las personas
que están de pie y obstaculizan con su equipaje rodante, patinando hasta
detenerme en la puerta.
Respirando pesado, me pongo de cuclillas, sacudiendo mi cabeza,
apretando los puños en mi cabello.
Detrás de mí, Brandon se detiene abruptamente sobre la baldosa,

118
entonces deja salir un sin aliento.
—Oww Mierda.
Las puertas están cerradas.
Por la ventana, observo el avión que se aleja de la puerta, sin mí.
Becka
—Lo siento mucho —le digo a la encargada de registro mientras me
acompaña por la pasarela—. Verás, me decidí… soy escritora. Y esta historia
está solo escrita por la mitad. Aún no puedo irme. No hasta saber con
seguridad como resultan las cosas, ¿cierto?
Ella rueda sus ojos como diciendo no quiero escuchar esto, mujer
escritora loca. Empuja abriendo la puerta de la terminal del aeropuerto y
dejo salir la primera respiración relajada que tengo en horas.
No sé por qué. Estoy de regreso en el infierno. En ninguna parte cerca
de casa. Pero algo me dice que este es el lugar correcto donde debería
estar.
—Veamos si podemos ponerte en otro vuelo —murmura, dirigiéndome
al podio—. ¿Mañana por la tarde?
—Sí. Gracias —digo temblando, balbuceando—. Dejé algo muy
importante aquí, y no puedo irme hasta asegurarme de que…
—¿Rebecca?
Mi corazón se apodera de mi pecho. Giro.
Noah.

119
Está allí de pie, con una gorra de béisbol sobre sus ojos, sin aliento,
viéndose como un maldito sueño. Brock jamás se vio tan bien.
Él regresó.
Regresó, por mí.
—Creo que perdí el vuelo.
Me llevo la mano a la boca porque creo que podría sollozar. Aunque
no haré eso, me niego a hacer eso.
—Yo también.
Entonces mis ojos bajan hacia algo metido bajo su brazo.
Mi laptop rosa.
No, no voy a llorar. No lo haré, no lo haré, no lo haré.
Pero mi rostro debe arrugarse un poco, porque dice:
—Hola. Todo bien, ¿cierto? La cosa muy importante que dejaste está
aquí.
Sacudo la cabeza.
—La cosa muy importante que dejé fuiste tú.
Toma mi rostro en sus manos, inclinando mi barbilla hacia su boca, y
me besa. Solo me besa y me besa y todo desaparece.
Cuando rompo el beso, pregunto
—¿Dónde la encontraste?
Él se ríe, bajo y sexy.
—Una larga historia.
—Bueno, ¿adivina qué? Tengo hasta mañana a la tarde para
escucharla.
Presiona su frente contra la mía.
—Si crees que voy a pasar el siguiente día en este infierno, estás
completamente loca.
—No es el lugar, es la persona —murmuro.
Se ríe, sexy y bajo, así que vibra profundamente dentro de mí.
—Está bien, lo admitiré. A veces es el lugar.
—¿Hotel? —pregunto.
Asiente.
—Pero… tú no puedes dejar el aérea segura. Si te vas, puede que
estés atascado en New York por días. No tienes tu billetera.

120
—Me importa una mierda. —Me besa otra vez. Hambrientamente—.
Te deseo. Hay un hotel en NoMad que tiene habitaciones para TriMast.
Conseguiremos una habitación allí. Y resolveré lo de la billetera perdida
después.
Mis rodillas tambalean mientras lo miro fijo a los ojos.
—Está bien. Hagámoslo.
Entonces me separo de él, sosteniendo su mano fuertemente en la
mía, y veo a un guardia de seguridad y a la encargada de registro
mirándonos, viéndose vagamente avergonzados de haber sido testigos de
nuestra demostración de afecto en público.
Pero no puedo decir que lo lamento. Demonios, no. Es lo opuesto a
lamentarlo.
Todo después de eso ocurre en un acto borroso caliente. Los dos,
cambiando nuestros pasajes para el siguiente día (otra vez). Nos apuramos,
de la mano, pasando la seguridad, hacia la línea de cabina, finalmente
tomando nuestras primeras bocanadas de aire fresco al aire libre en un día.
Su mano sólida en la parte baja de mi espalda, guiándome hacia un taxi,
ladrando “NoMad” antes de cerrar su boca en la mía.
Nos besuqueamos como niños, como si estuviéramos hambrientos el
uno por el otro, manoseando y sintiendo y lamiendo y tocando, y oh Dios
mío, su lengua es ardiente y dulce. No necesito aire porque me estoy
alimentando de él. Sus manos están en todos lados, jalándome hacia él
como si nunca quisiera dejarme ir de nuevo.
Puede que haya o no tráfico, pero parece que paramos frente al hotel
en solo dos segundos. Le entrego mi tarjeta de crédito para pagar, sabiendo
que estoy enrojecida completamente.
Él me guía dentro de este hotel gigantesco y de aspecto lujoso,
viéndome mucho más cómoda aquí de lo que nunca lo haré.
Probablemente debería decirle qué a pesar de mi fanfarronería sobre el sexy
Ben, el lugar más rico en el que alguna vez me hospedé es un hotel Holiday
Inn Express en la interestatal durante unas vacaciones familiares. Puede que
él no esté usando un traje, pero claramente pertenece aquí. Habla con el
hombre de la recepción, quien le da una cálida bienvenida, y un momento
después, regresa a mí, sosteniendo la llave.
Y su mano va directo a la parte baja de mi espalda otra vez. Esta vez,
acariciándome, haciendo que mi interior burbujee con necesidad.
Llegamos a la parte de los elevadores; presiona el botón ARRIBA varias
veces, como si eso hiciera que el elevador llegue más rápido.

121
—¿Nerviosa? —susurra en mi oído.
Probablemente debería estarlo. Después de todo, él es Megalith. El
hombre de los abdominales de roca. El hombre con el rostro hermoso que
me hizo desmayar las cincuenta y siete veces que vi Going Home en Netflix.
—No —le digo. Y lo digo en serio. Simplemente increíblemente
excitada. Mis bragas se sienten empapadas entre mis muslos.
Luego de un pequeño sonido, las puertas doradas se abren hacia un
elevador vacío. Él me guía dentro, presionando el botón del piso.
Cuando las puertas se deslizan cerrándose, ame arrincona contra las
paredes de espejo brillantes, encerrándome allí. Con nuestras frentes
presionadas juntas, me mira fijamente a los ojos.
—Dios, te deseo tanto.
—Estoy justo aquí —susurro—. Sólo tómame.
—¿Aquí? —Eleva una ceja—. Lo último que escuché, es que no te
gustaban las demostraciones de afecto en público.
—Puede que haya cambiado de parecer.
Él baja su boca sobre la mía y me besa. Los besos simplemente se
vuelven mejor y mejor. Chupa mi lengua y en las paredes espejadas veo de
reojo mis manos extendidas sobre su fuerte espalda. Siento que mis pezones
se endurecen y si bien nunca antes me habían gustado las demostraciones
de afecto en público, en este momento no creo que me molestaría si me
tomara en el medio de Times Square.
Finalmente se abre el elevador, y me guía hasta la habitación,
moviendo la tarjeta delante del panel de la puerta. Él abre empujando y se
para a un costado para dejarme entrar primero. Enciendo las luces, jadeo.
Es enorme.
—¿Me estás jodie…?
Y luego jadeo otra vez porque la puerta se cierra y él me acorrala
contra la pared, sujetando mis muñecas por encima de mi cabeza, mientras
pone su boca abierta y caliente en mi cuello.
Santo cielo.
Pasa sus dedos por mi cabello, arrancando el lazo, dejando que mi
cabello caiga sobre mis hombros, cubriéndome la cara. Luego rompe su
asalto en mi cuello para contemplar su creación.
—Mierda, tienes el cabello más sexy. Justo así. Cayendo sobre tu rostro
así. Mierda, eres una diosa.
Lo necesito dentro de mí otra vez. Todo lo que él hace y dice sólo hace
que la obsesión sea más fuerte.

122
Pone su dedo en mi mejilla y corre un sendero sinuoso hacia abajo,
hasta mi mandíbula, y luego mi garganta, sus ojos siguen ese mismo sendero,
lentamente, constantemente. El acto de respirar se me escapa.
Aun sosteniendo mis muñecas, me hace retroceder, hacia la enorme
cama. Se sienta al borde de la cama, así está más bajo que yo.
Luego agarra mi barbilla en sus manos, arrastrándome hacia su nivel.
Abriendo mis labios de par en par y metiendo su lengua dentro, él reclama
mi boca, poseyéndola como así también cada parte de mi ser.
Mientras mueve su lengua dentro de mi boca, tira de mi playera.
Pasándola sobre mi cabeza, entierra su cabeza entre mis senos, tironeando
la tela hacia abajo, besando la hinchazón de mis senos.
Luego pone sus manos sobre mis hombros, mirándome
completamente. Mira mis senos con un hambre crudo antes de bajar mi
sostén sobre mis pezones ya duros.
Él agarra uno con su mano, frotando la yema de su pulgar sobre un
pezón hinchado. La otra mano se desliza por detrás de mi espalda, y
fácilmente desabrocha el sostén. Afloja las tiras que caen en mis brazos, y
yo me quito el sostén.
Moldea mis senos juntos, y deja salir un sonido gutural que me dice
que los aprueba. Lame el pezón, suavemente al principio, y luego aprieta su
boca contra él, chupando, haciendo un movimiento circular con su lengua.
Gruño.
Rodea mi cintura con sus brazos fuertes, cubriéndome con sus
músculos perfectos y cálidos. Mientras tanto, continúa atacando mis senos,
lamiendo, chupando, volviéndome loca.
Luego retrocede hasta la cama, sentándose, y me tironea
sentándome en su regazo, montada sobre sus jeans. Su erección, dura e
insistente, presiona a través de la tela rígida, a la parte en V de mis bragas…
un disparo directo en mi centro. Me agito encima de su dureza, sintiéndolo
yendo más profundo, y él gime.
—¿Tienes alguna idea de lo que me estás haciendo, Rebecca? —
dice con tono áspero.
Rebecca. Nadie me llama así. Y jamás ningún hombre me ha llamado
así durante el sexo.
Él me besa de nuevo. Más fuerte. Más profundo. Más profundo de lo
que alguna vez pensé que fuera posible. La barba incipiente en su
mandíbula de algunos días de no haberse afeitado es un dolor de
bienvenida, frotando en mi barbilla. Me monto a horcajadas, con los muslos
extendidos abiertos sobre él, sus manos atascadas bajo mi trasero,

123
acariciándolo, con el pulgar frotando suavemente su camino hacia mi
abertura.
Sus pupilas están dilatadas, sus parpados le pesan, él lame
torturantemente mis labios y estrella su erección hacia mí.
—Maldición, Rebecca, eres tan hermosa. Te siento perfecta.
Choca su boca en la mía, y en un abrir y cerrar de ojos, me levanta y
me empuja hacia la cama, besando mi oído con un aliento ardiente. Me
levanta por los brazos, descansando suavemente mi cabeza hacia abajo
así la apoyo en un almohadón. Su boca se hunde en la piel de mi cuello,
mordiendo y saboreando mientras entrega besos mordisqueando el hueco
de mi garganta. Mientras tanto, sus manos se deslizan hasta mis senos, por
mi torso, sobre mi estómago. Me arqueo ante su toque, empujando mi
centro hacia él, queriendo que sus manos vayan más abajo, entre mis
piernas.
Pero no va allí. Abro mis piernas, deseándolo desesperadamente,
pero él me está provocando otra vez.
—No me provoques. —Exhalo—. No ahora.
—¿No se me permite eso? —murmura, lamiendo su camino hasta mi
garganta—. Gané la búsqueda del tesoro.
Al principio pienso, ¿qué búsqueda del tesoro? Y entonces recuerdo.
La laptop. ¿Y a quién le importa si pierdo? Todo está bien con el mundo.
Recuperé mi laptop y estoy siendo venerada por un hombre hermoso. Pero
entonces algo se me ocurre.
—Tú no ganaste. No conseguiste la licencia de Texas.
—Ah, tienes razón —dice con tono áspero, besando la punta de mi
barbilla. Sus ojos son pesados y oscuros, casi negros a la silueta del día
desnudo de las cortinas oscuras—. Pon mi mano donde tú quieras.
Agarro su mano y la guío, sobre mi estómago, entre mis piernas. Sus
dedos coquetean con la tela que apenas existe. Finalmente, él levanta la
tira delgada de mi tanga, y se adentra en mi interior, tocando mi sexo, sus
dedos enredándose en los vellos finos y enrulados allí. Me acaricia
suavemente, no de forma invasiva, apenas, como si pidiera con cautela una
invitación para proceder.
No puedo evitarlo. Puedo sentirme a mí misma volviéndome
desquiciada, perdiendo el control. Abro mis piernas ligeramente, dándole
una aprobación silenciosa.
Presiona sus dedos más profundamente entre mis piernas, acariciando
mi montículo de Venus mientras me besa. Recorro con mis manos su pecho
duro como roca, bajando hacia sus abdominales, sintiendo su rugosidad allí.

124
Oh Dios mío. Él es como un muro sólido y extenso.
No sé si estoy lista para ver esto.
Debo haber temblado, o mis ojos deben haberse ensanchado. Algo
me delata. Porque él deja salir una risa.
—No te preocupes. Te lo aseguro. Soy mortal.
Se gira sobre su codo, levantando su playera por encima de su
cabeza con una mano, y quitándosela.
Y santa mierda. Nada de efectos especiales. Nunca antes había visto
un pecho humano tan perfecto, ni siquiera en las portadas de las revistas. Lo
miro, preguntándome a qué demonio le sacrificó su alma para lograrlo.
Eso no lo desalienta en lo más mínimo. Se arrastra a mi lado,
separando mis piernas, empujando mi tanga a un lado, mientras todo el
tiempo mira fijo mi rostro. Sin dudarlo, mueve sus dedos por mis pliegues
húmedos y pasa un nudillo sobre mi clítoris, provocándome un gemido. Tan
pronto como hace eso, inserta un dedo dentro de mí.
Gimo todo el aire fuera de mis pulmones.
Él se deleita con mis pezones otra vez, lamiéndolos más, mientras me
arqueo y tiemblo contra su boca. Retira un dedo de mi interior, solo para
presionarlo de regreso un momento después. Besándome,
mordisqueándome, lamiéndome, y follándome con sus dedos. Me muevo a
ritmo con él, jadeando.
De repente, se sienta. Mi clítoris pierde la atención al instante, pero
antes de que pueda desmoronarme por completo, él sube la apuesta.
—Ven aquí —gruñe desde el extremo de la cama, sus manos
entrelazadas alrededor de mis nalgas, apretándolas. Agarra mi trasero con
fuerza y fácilmente me desliza hacia el borde de la cama. Respiro
bruscamente mientras se arrodilla entre mis muslos, separándolos.
Lucho sobre mis codos, mientras él se inclina frente a mí, sus ojos
apuntados en mi clítoris. El pensamiento de su lengua sobre mí hace que
cada nervio de mi cuerpo chisporrotee con electricidad.
—Necesito saborearte, Rebecca. Estuve pensando en eso desde el
momento en que nos conocimos —murmura.
Inclina su cabeza y lame su camino hasta mi muslo. Hace una pausa
para mover a un lado mi tanga, su respiración sobre mí es suficiente para
elevarme hacia el olvido. Cuando su lengua suavemente toca la
protuberancia sensible, me arqueo y dejo salir un grito.
—Oh Dios mío —gimo mientras su lengua hace círculos en mi clítoris,
haciéndome retorcer en la cama. Me doblo a tiempo en su vuelta,

125
separando mis piernas. Más y más ampliamente, descaradamente. Mi
dignidad hace rato que dejó de importar.
Y luego, justo cuando estoy segura que no puede ponerse mejor, sí lo
hace. Él inserta un dedo curvo dentro de mi vagina, bombeando
lentamente adentro y afuera, una vez, dos veces…
Y me pierdo por completo. Me arrojo a mí misma por el borde,
golpeando y gritando, mordiendo mi puño con fuerza.
—Dios —gimo, destrozada en pedazos, repleta con un líquido caliente
y electricidad, tan caliente que apenas puedo respirar. Grito mientras me
estrello a mí misma descaradamente contra su boca.
—Sabes tan deliciosa como pensé que lo harías —dice, levantándose
de la cama, con un rastro mojado alrededor de su boca de mis jugos. Aún
estoy temblando, mi cuerpo sintiéndose deshuesado, como una montaña
de gelatina. Creo que puedo morir ahora y ser feliz.
Él se queda allí mientras yo desciendo, sonriéndome satisfecho,
sabiendo qué increíble obra de arte es él. Estoy intentado descubrir cómo
llegamos a esto, yo, aquí, con Brock. Megalith. No puedo parar de beber su
cuerpo con mis ojos. Dios, él no está construido como una montaña de roca,
que es donde probablemente entran los efectos especiales… pero está
cincelado. Absurdamente cincelado y bronceado y…
Mis ojos se dirigen hacia su garganta, y ahí es cuando lo veo.
Atada una correa de cuero, alrededor de su cuello.
Con una cosa blanca pequeña, con un gancho de plata.
Un diente de tiburón.
Un maldito diente de tiburón.
Mi mandíbula cae. Se lo señalo.
Él asiente. Se desabrocha el pantalón, los desliza hasta sus caderas,
hace una pausa, y se los quita, entonces se arrastra en la cama hasta mi
lado, completamente desnudo.
Y realmente creo que podría morir.
Oh, Dios. Él es la perfección, de pies a cabeza.
—De acuerdo —murmura él, bajando la cabeza para besar mi pezón
una vez más—. Tú ganas. ¿Qué desearías de mi parte, Rebecca?
Si no estuviera ya casi desnuda en la cama junto a él, retorciéndome
por su roce, podría haber huido. Pero ahora ya estoy muy comprometida.
Eso, y malditamente excitada también.

126
Tuve deseos. Muchos, muchos deseos. Los había estado dando
vueltas por mi cabeza. Pero ahora mismo, solo un deseo me viene a la
mente. Escapa por mi boca antes de que realmente pudiera pensar.
—Te quiero dentro de mí.
Corre de golpe su cabello arenoso a un lado de su frente, luego se
agacha y muy lentamente arrastra un dedo por mi cadera, tirando del
elástico de mi tanga y bajándola. La desliza sobre mis caderas, hacia mis
muslos, y lentamente me levanta una pierna, luego la otra, quitándola por
completo y tirándola a un lado.
Él se recuesta sobre su espalda y engancha un dedo en mí.
—Te quiero arriba de mí, así puedo verte.
Con gusto. Me siento, deslizándome la mitad del camino, dejando
caer una rodilla al otro lado de su cadera. Él pasa una mano alrededor de
mi cintura, y me arrastra hasta su cintura. Allí arriba, encima de él, siento su
pene presionando con urgencia en mi sexo.
Él pasa sus ojos por mi rostro, hasta mis senos. Coloca una mano a
cada lado de mis caderas.
—¿Lista?
Asiento.
Con sus manos extendidas en mi cintura, aplica presión en mis caderas
mientras me deslizo dentro de él. Su punta toca mis pliegues, y ajusto mi
parte baja encima de él, encontrando el lugar correcto para hundirme. Dejo
salir un gemido mientras comienzo a deslizarme alrededor de él.
Mis ojos sostienen los suyos, ensanchándome mientras lo tomo dentro
de mí, sintiendo que me estiro aún más. Él es largo, duro, y tan vivo dentro
de mí. Con sus ojos fijos en los míos, levanta sus manos por mis costados,
hasta mis senos, frotando mis pezones con la yema de sus pulgares.
Gimo suavemente mientras tomo dentro de mí lo último de él.
—¿Esto es todo lo que deseabas? —pregunta, y ahora una de sus
manos está en mi rostro, retorciendo un mechón de mi cabello.
Asiento, acomodándome sobre él, sintiéndolo tan profundo dentro de
mí, con mis muslos extendidos sobre sus caderas.
—Más.
Él desliza sus manos por debajo de mi trasero y me eleva. Luego gime
y se sienta, retorciéndome el cabello en la nuca y sujetándolo con dos puños
viciosos mientras se balancea dentro de mí. Yo estoy encima, pero él está
controlando esta cabalgata, empujando dentro de mí, estableciendo el
ritmo. Se lo permito. Lo que sea que está haciendo, lo está haciendo

127
malditamente bien, tocando un acorde en mí que nunca antes había sido
tocado. Lo siento con cada empuje. Más profundo. Más profundo. Lo único
que debo hacer es envolver con fuerza mis brazos alrededor de su espalda,
acomodarme al ritmo, y dejar que él me lleve allí.
Y maldición. Me lleva allí en una velocidad récord. La fricción contra
mi clítoris se extiende hasta mis extremidades, convirtiendo todo mi cuerpo
en un manojo de nervios. Cada vez que balancea su cadera hacia mí,
simplemente va más profundo.
Arrastra sus manos hacia abajo para atravesar mi cintura mientras me
taladra, mirando mis senos como se balancean al ritmo. La expresión en su
rostro es deliciosamente cruda e intensa, un brillo de sudor en la frente, los
tendones en su cuello se tensan. Él me guía hacia arriba y abajo, una y otra
vez, más rápido, más rápido, hasta que la cama está temblando y la
cabecera golpea contra la pared.
Corro mi mano por su pecho liso que es una obra de arte. Solo tiene
poco vello en sus pectorales, y ahora, está húmedo y oscuro por el sudor.
Dejo vagar a mi boca, caliente y húmeda, sobre su piel, chupando y
lamiendo y golpeando sobre él mientras nos movemos más y más
erráticamente. Mis uñas rasguñan su espalda y mis dientes se clavan en su
hombro, saboreando su perfecta dulzura salada.
En un momento estamos follando, y mordiendo, y moviéndonos, y
gruñendo, y al siguiente momento, él se estremece dentro de mí, su pene
eyaculando dentro de mí, nuestros cuerpos mojados se fusionan con el
sudor. Mientras él acaba, me siento a mí misma volando sobre el borde,
elevándome y liberando toda la tensión dentro de mí en olas infinitamente
ondulantes.
Estoy acabando. Estoy acabando otra vez. Más fuerte que la última
vez, mil veces más fuerte.
Mierda.
Deja salir un gemido, tensándose mientras me abraza, agarrándome
con sus manos resbaladizas, con su cabeza cayendo sobre mi hombro. Yo
acabo, acabo, y acabo, cada poro de mi cuerpo grita una liberación tan
intensa que no puedo evitar que tiemble mi cuerpo. Mientras él acaba, me
gira, murmurando palabras que prácticamente no puedo entender
mientras se mete dentro de mí, aún más profundamente.
Luego se retira de mí, rodando sobre su espalda, y mirando fijo al
techo.
—A eso llamo yo un intercambio amoroso.
Me río de él, mientras gira sobre su codo y eleva una ceja hacia mí,
con los ojos brillantes.

128
Pasa un dedo por mi esternón, hacia mi estómago, haciéndome
temblar y reír antes de que el inicio del deseo interceda. Su sonrisa se
desvanece, y sé que él también lo está pensando.
Los dos estamos muertos de cansancio. Pero por la mirada en sus ojos,
no creo que vayamos a dormir mucho.
Y no lo haría de otra manera.
Noah
Doy una cabezada por unos tres minutos y cuando me despierto,
Rebecca está tumbada boca abajo junto a mí, su portátil rosa abierto,
tecleando.
—¿La perra musa se ha puesto en marchas? —pregunto, pasando
una mano por la parte trasera de su muslo, hasta donde se encuentra con
su trasero.
—Creo que sí —murmura, golpeando su barbilla pensativamente—. Le
doy muchas vueltas a esto, tengo que borrar.
—¿Por qué?
—No es tan bueno como pensé.
—Diablos, no. Déjame leer algo de eso.
Me mira, su cabello cayendo en sus ojos y es tan sexy que mi polla se
contrae de inmediato por ella.
—¿Estás seguro?
—Sí. Sin embargo, dame una parte jugosa. La suite del pent-house,
bajo las estrellas.
—Mmmm... está bien —dice a regañadientes, desplazándose

129
mientras tomo mis lentes de lectura de mi equipaje de mano y me deslizo
junto a ella, sobre mi estómago. Se detiene y me mira—. No sabía que
usabas lentes.
Me los pongo.
—Solo a veces. He desgastado la mierda de mis lentes de contacto.
—Te hacen ver sexy. Como Clark Kent.
—¿Tenías que mencionar a los superhéroes? —Dándole una mirada
dudosa, tiro el portátil hacia mí y leo: Mi cuerpo está temblando de pies a
cabeza cuando el ascensor se detiene en el piso superior y las puertas se
abren a su suite del pent-house. Sé que pase lo que pase, no voy a dejar
aquí una virgen. Ben está enamorado de mí. Posiblemente no puedo
resistirme a este hombre por más tiempo...
Rebecca es claramente talentosa. Puedo ver eso desde la primera
línea. Leia es amable y pensativa y no piensa lo suficiente en sí misma, así
que puedo ver en qué se parece a Rebecca. Deja que Ben se haga cargo.
Y Ben... es una especie de imbécil.
O simplemente podría ser que odio la idea de otro hombre estando
con Rebecca.
—Entonces, ¿ella es virgen?
—Bueno… sí.
—¿Qué edad tiene?
—Veinticuatro, ¿creo? —Cuando le doy una mirada, se pone a la
defensiva—. ¿Qué?
—Nada. ¡Vaya! —murmuro mientras leo—. Esta parte es buena. Él tira
de una pequeña cuerda en su vestido y ella está completamente desnuda.
Me gusta eso. Deberías vestirte así.
La miro y se está mordiendo nerviosamente el labio inferior.
—Bueno, él le dijo que no usara ropa interior. Así que como que ha
estado... jugando con ella, debajo de la mesa. Durante toda la cena.
—Ah. Eso es caliente. —Leo más. De repente se me ocurre—. Cena...
¿en París?
Asiente.
—¿Y luego un vuelo de siete horas de regreso a su casa en Nueva
York? Eso es mucho... preámbulo.
—No. En realidad, él también tiene un pent-house en París.
—Oh. Por supuesto. —Entonces, Leia está parada frente a él, en una

130
tanga y tacones altos. Está temblando, mirándolo después de una suntuosa
cena en París y le dice que quiere que le hagan el amor, en el patio, bajo
las estrellas. La levanta y deja su cuerpo en el diván afuera—. Tacones altos.
Me atrapa todo el tiempo —exhalo. Luego leo más... y me pierdo. Porque
esta chica, Leia, está haciendo cosas que ninguna virgen en la historia ha
hecho jamás.
Es bueno... es sucio. Y me está poniendo la polla dura. No por las
palabras, sino porque sé que esta mierda pasó por la mente de la dulce
chica a mi lado.
Rebecca claramente tiene una imaginación muy vívida. O...
—¿Algo de esto es por experiencia?
Sacude la cabeza. Sus mejillas están rosadas.
—¿Es terrible?
—No, es... el maldito infierno. —Leo más. Demonios, no puedo dejar
de leer—. Debemos recrear esta parte. Para fines investigativos. Solo para
que te asegures de que lo entiendes exactamente bien.
Sonríe y estudia la pantalla.
—¿Qué parte?
—Esta. En el diván. Quiero hacer esto.
Lo lee por encima.
—Todavía es de día. No hay estrellas.
—A la mierda. Te quiero otra vez. De cualquier forma que pueda
tenerte. —Levanto la computadora y la coloco en el suelo, luego la levanto
a ella por la cintura y la enrollo sobre mí. La aprieto con fuerza y presiono sus
tetas contra mi pecho mientras la beso.
—Quiero tomar una ducha primero —dice, retorciéndose fuera de mi
agarre. Me extiendo por ella, pero se escapa—. Me siento asquerosa.
Ruedo sobre mi codo, derrotado.
—Sí. Eso era justo lo que iba a decir. Te sientes asquerosa.
Agarra una almohada y me la tira.
—¿A menos que quieras tomar una conmigo?
No tiene que preguntar dos veces. En una fracción de segundo, estoy
en el baño. Abro la puerta de vidrio y abro el agua en la ducha de cabina,
extra caliente.
Entra y mira a su alrededor con asombro.
—Esta ducha es más grande que algunos países pequeños.

131
Rasgo el papel en una barra de jabón de viaje.
—Entra. Considéralo investigación.
Vapor fluye a nuestro alrededor, lanzando todo en un estado
nebuloso y onírico. Entra y el agua inmediatamente empapa su cabello,
oscureciéndolo de color marrón. El agua gotea sobre sus curvas y sus
pezones se endurecen como rocas.
Mi polla se contrae de nuevo por ella. Se ve increíble, el agua brillando
en todas sus partes desnudas.
—Date la vuelta. Estás realmente asquerosa. Eso significa que
necesitas una limpieza a fondo.
Entro a su lado y ruedo el jabón en mis palmas, debajo del agua.
Empiezo a enjabonar su piel. Lavo la espalda a fondo, teniendo cuidado de
no perder un solo punto. Sobre sus frágiles omóplatos, por la parte baja de
su espalda, subiendo y bajando cada muslo, deslizando mis dedos entre la
grieta de su culo, haciéndola gemir.
Incluso cuando está limpia, no puedo detenerme.
Se retuerce por mí, mientras paso mis manos enjabonadas arriba y
abajo de su pecho y claramente lo está disfrutando por los gemidos que
deja escapar. Sus pezones están tan duros y sus ojos están cerrados y más
de una vez tiene que apoyarse contra la pared de azulejos. Tira su cabello
mojado sobre su hombro y me da un sexy mohín mientras presiono mis dedos
entre sus piernas y beso su cuello.
—¿Ya estoy limpia?
—Aún no. Llegando ahí.
Hace un gesto por el jabón.
—Entrégalo, amigo.
Se lo entrego. Comienza a enjabonarme, sus manos se mueven
suavemente sobre mi cuerpo. Maldita sea, sus dedos son mágicos. Cuando
alcanza mi polla, ya está dura como roca de nuevo.
Sus manos se están moviendo más fuerte, más rápido en mí. Inclino mi
cabeza hacia atrás, saboreando la sensación de ella corriendo sus manos
mojadas sobre mi cuerpo.
—También estoy muy asqueroso.
Hace espuma con más jabón y me sonríe.
—Oh. Asqueroso.
Levanto mis manos.

132
—Siéntete libre de pasar todo el tiempo que necesites. Entiendo la
importancia de una buena investigación.
Y lo hace. Me enjabona muy bien, no le falta una mancha de piel, de
modo que cuando termina y me inspecciona, mi polla tiene un hambre feroz
por ella. La atraigo hacia mí tan rápido que el jabón se le resbala de las
manos.
Golpeo mi boca con la de ella, besándola con fuerza mientras el
agua nos llueve. Su piel está resbaladiza, pero la mantengo inmóvil,
presionando sus tetas contra mi pecho.
Luego la hago girar de espalda hacia mí, de modo que está frente a
la pared de la ducha. Pongo mi rodilla entre sus muslos, forzándola a separar
las piernas.
Doblando mi cuerpo sobre ella, extiendo besos sobre su espalda,
arrojando su cabello mojado sobre su hombro, mis manos curvadas
alrededor de su parte delantera, amasando sus pechos, encontrando esos
pezones duros. Se inclina, levantando su culo hacia mí, guiando mi polla
hacia su entrada.
En respuesta, empujo dentro de ella sin dudarlo mientras presiona las
palmas contra la pared de la ducha. El vapor de la ducha se arremolina
alrededor de nosotros mientras la follo desde atrás, lento, firme, su cuerpo
balanceándose hacia adelante y hacia atrás para encontrarse conmigo.
—Dios, Noah —gime y no creo que haya escuchado mi nombre sonar
más dulce que cuando salió de su boca, cuando estaba perdida en medio
de la pasión—. Por favor, no te detengas.
No lo hago. Empujo dentro de ella, apretando mis manos en sus
caderas y acercándola más a mí, aplastándola contra mi polla. Grita su
liberación y lo encuentro de nuevo solo un segundo después, cuando
nuestros cuerpos se encuentran continuamente en una explosión de calor y
deseo. Mi cuerpo entero palpita y gruño mientras me libero dentro de ella,
respirando con dificultad.
Pensé que una noche en un hotel con ella, follándola sin sentido, me
curaría de desearla.
Pero ahora sé que ese no es el caso.
Sólo la deseo más.

133
Becka
Después de salir de la ducha, me pongo una de las camisetas de
Noah, luego abro las persianas de la sala de estar, me siento en la mesa del
comedor y empiezo a escribir.
Y escribo. Y escribo.
Y Dios santo, es una de mis mejores cosas.
Ya no puedo llamar a mi musa una perra.
Algún tiempo después, Noah sale, recién afeitado, con el cabello
húmedo peinado hacia atrás, con una toalla suelta sobre sus caderas.
Se está cepillando los dientes inocentemente, pero el hombre está
hecho de sexo. Podría escribir páginas tal y como él luce, con su figura
ancha llenando la puerta. El vello húmedo de sus pectorales señala el
camino hacia abajo...
—Hola. Chica autora. ¿Tienes hambre?
Eso me saca de mi trance sexualmente cargado. ¿Chica autora?
Siempre me he considerado una escritora, pero autora parecía demasiado
pretencioso para una chica a la que nunca le habían publicado una
mierda.

134
Sonrío.
—Sedienta, en su mayoría.
Nos bebimos las dos botellas de Evian que pusieron en el mostrador.
Noah revisa la mini-nevera.
—No más agua. ¿Coca Cola?
Sacudo la cabeza.
Recoge el menú del servicio de habitaciones de la mesa y me lo
entrega.
»Consigue lo que quieras. Se lo facturarán a la habitación y TriMast se
encargará de ello.
No quiero molestar a los trabajadores del hotel sólo por una estúpida
botella de agua. Busco mi equipaje de mano.
—Creo que vi una máquina expendedora con agua al final del pasillo.
Agarro mi equipaje de mano y empiezo a ordenar todo lo que hay ahí
dentro, buscando las monedas de 25 centavos que siempre caen
inevitablemente al fondo de la bolsa. Consigo setenta y cinco centavos
cuando mi mano envuelve algo rectangular y suave y... no tengo ni idea de
lo que puede ser.
Me meto la mano y saco una billetera.
Pero no mi billetera.
»Oh, Dios mío.
Los ojos de Noah se posan en ella y brillan con luz propia. Se ríe.
—Mierda. ¿Robaste mi billetera?
—¡No! —Me relajo cuando me doy cuenta de que sólo está
bromeando—. ¿Cómo llegó aquí?
Me la quita, la abre, se asegura de que todo siga ahí.
—No lo sé.
—Debo haberla agarrado de la barra y ponerla con mis cosas sin
darme cuenta. —Me tapo la boca con la mano—. Lo siento mucho. Soy una
completa idiota. Mi cabeza siempre está en las nubes.
—Oye. No te preocupes por eso. —Toma mi mano y me pone de pie.
Me estrecha entre sus brazos—. Me alegro de que la encontraras.
Todavía estoy totalmente avergonzada.
Mete la mano en la cartera y saca algo, luego lo tira sobre la mesa a
mi lado.

135
»Así que supongo que tendrás que perder tu victoria en la cacería. Ya
que me escondiste el objeto ganador.
Mis ojos se desvían hacia la mesa. Es una licencia. Una licencia de
Texas. Con su nombre en ella.
—Espera... —Levanto la mirada—. Vives en Hollywood.
Sonríe con suficiencia.
—Odio Hollywood. Crecí en San Antonio. Toda mi familia está allí.
Nunca cambié mi licencia porque siempre pensé que volvería. Puedes sacar
al tipo de Texas, pero no puedes sacar a Texas del tipo.
Le doy un golpe.
—¿Por qué no me lo dijiste?
—Porque dijiste que tenías que venir hasta Nueva York para inspirarte.
Pensé que cualquier chica que no pudiera inspirarse en su ciudad natal
tendría que haber odiado todo lo que había en ella. No quería que me
odiaras más de lo que ya lo hacías.
—Yo... eso no es verdad. Y no te odiaba cuando te conocí. Yo sólo...
De acuerdo, sí, lo hice. Y sí, todo lo que le dije a Lily, una vez que Trevor
me dejó, fue cómo si Austin me estuviera asfixiando. Todo el gran estado de
Texas me estaba asfixiando, con sus estúpidos hombres como Trevor que
hablaban dulcemente un día y luego saltaban a la cama con alguien más
al día siguiente. Necesitaba escapar, así que cuando Bryn tuvo su crisis, salté.
Pero no es el lugar. Es la persona.
Me pone un dedo debajo de la barbilla, elevando mi cara hasta la
suya.
—Dijiste que no tuviste la oportunidad de investigar la ciudad. ¿Y si te
ayudo?
No lo sé. En este momento, me pregunto por qué puse el libro en
Nueva York para empezar. Antes pensaba que era muy inteligente de mi
parte, ponerlo en un lugar donde las cosas suceden, donde los
multimillonarios crecen en los árboles. Ahora... ¿a quién le importa?
Bueno, supongo que es demasiado tarde para cambiar la
configuración ahora.
Dudo.
—¿Conoces Nueva York?
—Demonios, sí. Bueno, no muy bien. Pero viví aquí durante un año
entre la secundaria y la universidad. Conozco el camino. —Toma la
cartera—. Y ahora tengo los fondos necesarios.

136
Asiento.
—Sí. Oh, Dios mío. Sí. Eso sería increíble.
—Bien. Viste tu trasero. Vamos a salir a la ciudad.
Así que lo hago. Me pongo un simple vestido rojo, la única cosa
remotamente sexy que traje conmigo y nunca tuve la oportunidad de usar
y apilar mi cabello mojado sobre mi cabeza.
Me mira.
»Maldito infierno. Eres preciosa.
Él no se ve tan mal. Sólo lleva vaqueros, una camiseta y su chaqueta
de cuero, pero.... delicioso. Me abre la puerta y al pasar, le susurro:
—Todavía gané. También me escondiste el diente de tiburón.
Me estudia, una mirada superior en su rostro.
—¿Es cierto eso?
Asiento.
—Pero de todos modos; te dejaré pedir un deseo.

137
Noah
Tomamos el ascensor hasta el vestíbulo. No puedo dejar de mirar a la
mujer fenomenal a mi lado, con el pequeño vestido rojo. Han pasado diez
años desde que viví en Manhattan, así que no puedo confiar plenamente
en mí mismo para no perdernos por completo, especialmente con sus largas
y desnudas piernas que me distraen.
Pero a la mierda, voy a intentarlo.
—Bueno. Entonces, ¿qué quieres saber sobre Nueva York?
Se encoge de hombros.
—Todo.
—¿Qué has visto hasta ahora? —le pregunto, repasando una lista
mental de cosas que podría querer ver. Es una lista larga. Incluso con unas
pocas semanas, nos perderíamos mucho—. No tenemos mucho tiempo, y
como tu guía oficial, quiero asegurarme de que saques el máximo provecho
de esto.
—Um. Bueno. Veamos. ¿Qué he visto ya? —Ella piensa en esto, y luego
comienza a enumerarlos en su mano—. El interior del apartamento de mi
amiga. El almacén House of Sass en el centro. También vi a Elmo follar a una
mujer. Ah, y me perdí en el Chelsea. Entonces... ¿cualquier cosa menos eso?

138
—¿Te perdiste en el Chelsea?
Asiente.
—Eso es sobre donde solía vivir. —Pasamos por las puertas giratorias y
me rasco la barbilla—. Eso es una tarea difícil. Has visto tanto. Espero poder
superar el... ¿qué dijiste? ¿Almacén? Y maldita sea. Lo de Elmo follando era
lo primero en mi lista.
Se encoge de hombros.
—Lo sé. No es de extrañar que mi musa se haya tomado unas
vacaciones.
El portero me pregunta si necesitamos un taxi y sacudo la cabeza.
Todavía estoy pensando a dónde ir.
—Está bien. Lo que necesitas saber sobre la ciudad de Nueva York.
Bien. Es una ciudad maravillosa. El Bronx está arriba. —Lo señalo—. Y el
bateador...
—Para. —Pone los ojos en blanco hacia mí—. A menos que lo vayas a
cantar.
Me meto las manos en los bolsillos y cierro la boca.
—¿Qué? —Hace un puchero—. Realmente quiero escucharte cantar.
—Lo siento. Ya has usado tu deseo, —le digo, mirando las señales de
la calle, ignorando su puchero—. Entonces. Necesitas verlo todo. Menos a
Elmo. Vamos a reducir eso un poco. ¿Qué te ayudará a escribir este libro?
—Bueno, me encantaría encontrar los lugares que Ben frecuentaría,
como dónde viviría y comería y cosas así.
Me froto la mandíbula, pensando.
—¿Es un billonario?
Asiente.
—Eso es duro. Cuando vivía en The Village, vivía en un estudio con
otros cinco chicos —le digo—. Creo que tu Ben probablemente se volvería
loco si alguna vez fuera a mi vecindario.
—Bueno... eso sigue siendo útil, supongo. Leia es una recién graduada
de la universidad que trata de decidir qué hacer con su vida. Pero
principalmente la basé en mí y en Bryn, así que... tengo su personaje
bastante claro. Tenía la esperanza de poder aprender más sobre los lugares
donde el la llevaría para cortejarla.
—De acuerdo, de acuerdo. Bien. El romanticismo no tiene que ser

139
caro. ¿Tal vez tu Ben es menos pretencioso? ¿A pesar de llevársela en su
avión privado a París en un momento?
Ella levanta una ceja hacia mí. No, nunca la dejaré pasar de esto.
—Está bien. ¿Pero conoces los lugares más románticos de la ciudad?
Asiento.
—Por casualidad conozco algunos.
Levantó otra ceja. Envuelvo mi brazo alrededor de su cintura y la paso
hacia la acera, evitando por poco a un ciclista mientras paro un taxi.
Cuando se acerca al bordillo, subimos dentro.
—Grand Banks —le digo al conductor.
Su vestido se levanta sobre sus muslos mientras se sienta. Evito ver
hacia sus piernas para no correr el riesgo de interrumpir este viaje y llevarla
de regreso al hotel. Esto. Es. Importante, me recuerdo a mí mismo, aunque
mi polla tiene otras ideas en cuanto a lo que son prioridades en la lista de
necesidades.
Ella mete la mano en su bolso y saca una servilleta arrugada y un
bolígrafo. La servilleta tiene escritura por todas partes. Frunce el ceño
cuando el taxi se desliza hacia una pared de tráfico en 7th Ave.
Inhala.
—¿Que es ese olor? Estoy tratando de poner la esencia de la ciudad
en palabras. Las vistas, los gustos, los olores...
—Para mí, Nueva York huele a café, chocolate, hierba, algún perfume
de anciana y basura. Todos mezclados juntos.
Olfatea un poco más, se encoge de hombros, escribe. Se ve
jodidamente adorable allí, escribiendo todo lo que digo como un castor
ansioso. La linda Rebecca, con esa pluma en la mano. Rebecca sexy, con
ese vestido fenomenal. Toda Rebecca, todo a la vez. Ella no tiene ni idea
de lo que me está haciendo.
Mientras nos asomamos por The Villaje, señalo la calle Leroy.
—Solía vivir en un lugar allí. Por encima de un restaurante indio.
Siempre olíamos a curry.
Ella escribe algo más en su servilleta.
Se tarda unos veinte minutos más para llegar al centro desde el
muelle. Cuando salimos a la acera, se protege los ojos del sol poniente y
dice:
—¿Qué vecindario es este?
—Tribeca —le digo. Ella todavía está escribiendo cosas en su servilleta,

140
así que la sostengo del codo. Probablemente se tropezará con sus propios
pies, esta tan perdida en sus propios pensamientos.
—Es tan bonito —murmura, todavía garabateando. Se está
quedando sin servilleta.
—Bueno. Míralo. El muelle está llegando a su fin. —Le guiño un ojo y la
guío por el pasillo hasta el barco que domina el puerto—. No te mareas
fácilmente, ¿verdad?
Niega con la cabeza, luego se da vuelta para ver el horizonte, el
Hudson, brillando con el sol poniente, el horizonte de Jersey City en la
distancia.
—Oh Dios mío. Ahí está la torre de la Libertad. ¡Oh! ¡Y ahí está la Estatua
de la Libertad!
Asiento.
—Pensé que es posible que desees comer afuera. Sé que está un
poco frío, pero...
Mueve la cabeza con entusiasmo mientras caminamos hacia el bar.
—Esto es perfecto.
—La comida está bien. Pero pensé que sacarías el máximo provecho
de la vista. Especialmente al atardecer.
Nos sentamos en una mesa en la proa del viejo barco de madera, y
le doy la vista hacia el sol poniente para que pueda grabarlo todo. Es
naranja y rosa y las nubes parecen algodón de azúcar, no podríamos haber
pedido una puesta de sol más perfecta. Le doy mi chaqueta para que la
use porque hace un poco de frío. Pedimos champán, caviar y rollos de
langosta, ya que ella nunca ha comido nada de eso y parece estar
convencida de que Ben lo haría.
Sigo dándole servilletas para escribir. Llena al menos cinco de ellas,
metiéndolas en su bolso. La brisa es fuerte y el bote un poco rocoso, así que
vigilo para asegurarme de que no se olvida de sí misma y deja que una
servilleta salga volando hacia el Hudson.
—Gracias —me dice mientras suspira al ver la puesta de sol—. Esto va
a ser un gran lugar para su primera cita.
—Pensé que su primer beso fue en frente de la Torre Eiffel —le digo.
Ella deja escapar un suspiro de ensueño y su cabeza cae sobre mi
hombro.
—Podría cambiarlo.

141
Tomo una servilleta de ella y la meto de manera segura en su bolso,
luego me agacho para que mis labios estén cerca de su oreja. Beso su lóbulo
y sonrío.
—No ha terminado. Todavía tienes muchas páginas que llenar,
Rebecca.
Becka
Esto es increíble.
Después de observar el amanecer, hacemos nuestro camino en algo
llamado el Rio Hudson Greenway hacia Freedom Tower, donde tomamos
elevadores súper rápidos hacia al observatorio número uno del mundo y
Noah me muestra letreros desde la distancia mientras sornemos —¿que si
no?— Manhattans. Después caminamos al Memorial del 11 de septiembre,
y nos detenemos en un bar de vinos para tomar una copa de pinot grigio.
La botella de champaña en la cena me puso un poco mareada, pero el
Manhattan y la copa de vino me pusieron en peligro de no recordar nada
de esta noche.
Gracias a dios por mis servilletas. Aunque no estoy segura de que
podré leer algo de ello cuando llegue a casa. Realmente necesito un mejor
sistema para mis notas.
Un poco después de las diez, nos sentamos en el bar de vinos, y estoy
tratando de copiar mis notas más legiblemente en otra servilleta. Él me está
observando cuidadosamente transcribir cada palabra.
—Desearía que pudiéramos ver más —dice.
—No. Esto es inolvidable. Vi mucho más en cuatro horas que lo que vi

142
en una semana completa que estuve aquí. En serio.
—¿Esa es la razón de que tuvieras que anotar todo?
Ignoro el chiste, leo mis notas y frunzo el ceño.
—Solo sigo sin saber que hacer después del momento negro.
Él toma un trago de su vino y arruga las cejas.
—Momento negro. Eso suena contagioso.
Le sonrió. Tan atractivo como es, a veces puede ser adorable sin
remedio.
—El momento negro en el libro es cuando todo parece destinado al
fracaso. Así que Ben está dispuesto a tomar la posición de su padre como
CEO de la gran compañía en Nueva York, y Leia está siguiendo su sueño de
convertirse en bióloga marina y justo le fue ofrecido un trabajo en Florida.
Ninguno está dispuesto a ceder debido a sus carreras. Y no deberían tener
que hacerlo ¿sabes? Así que, fatalidad y tristeza.
—Sí, lo entiendo.
—¿Ahora qué? Ahora, todo funciona y viene el felices por siempre. O
debería. Pero simplemente no lo hace. —Arrugo las cejas a mi vaso—. Es solo
que no tiene sentido. Creé todo este drama sobre ellos no estando juntos.
Pero se supone que están súper enamorados. Me refiero, no es creíble que
de alguna manera no lo hagan funcionar.
—¿Porque no? Me refiero, quiero un rol serio, pero no es fácil
obtenerlo. Tú quieres terminar tu libro, pero aún estás batallando para
descubrir cómo. —Se encoge de hombros—. En la vida real no funciona en
un parpadeo. Las personas pasan la mayoría de sus vidas en flujo. Sabiendo
que podría hacerlos felices, pero diciendo “Algún día” en vez de “Justo
ahora” debido a sus obligaciones o la geografía o de sus propios miedos
manteniéndolos lejos de lo que realmente quieren.
—Supongo. Pero no puedo terminar con ellos diciendo, “Algún día”.
Ben ha sacrificado mucho para estar con ella, y ella también.
—O se comprometen —sugiere.
—Pero ¿cómo?
Piensa.
—Tú eres la que está a cargo. Cualquier cosa podría pasar.
—¿Como qué?
Presiona sus labios juntos, concentrándose duro, así que para el
momento que sus ojos se iluminan con una idea, creo que debe ser la
respuesta a todos mis problemas.

143
—Como, ¿tal vez los extraterrestres ataquen y destruyen Nueva York?
Y ellos tienen que pelear por...
—Detente —me quejo—, es romance.
— ¿Y quién dice que no puedes tener sexo durante el apocalipsis?
Le frunzo el ceño.
—Estas oficialmente fuera de darme ideas.
—Está bien, está bien. Pero del modo que lo veo, lo que necesitas es
una razón para hacer su “Algún día” un “justo ahora”. Eso es todo.
Eso tiene sentido. Me siento ahí, con mi vino y pensando mientras él
paga la cuenta. ¿Que podría hacer que ambos o uno de ellos deje todo
aquello por lo que ha trabajado solo para estar juntos? Si alguno de ellos
sacrifica su carrera, ¿no terminaran arrepintiéndose al final?
Ugh. Esto es doloroso.
Él paga la cuenta, y recojo mi pequeña pila de servilletas. Dejamos el
café. Y en el segundo que caminamos fuera, un chico choca conmigo.
—Oye, ten cuidado. —La mano de Noah me jala a su lado
rápidamente, y le de da al chico una mirada antes de que se escabulla—.
Eso es Nueva York para ti. —Me sonríe, y por un minuto lo único que puedo
mirar es a esa sonrisa y me pregunto si la siguiente vez que la veré, será a
través de una película.
Ese pensamiento me deprime mucho, así que al instante aparto la
mirada.
—Entonces… —Junta sus manos y las frota—. De vuelta al negocio.
Ben. Ese jodido idiota que no merece a tu chica Leia. Pero eso es aparte del
punto porque él es lo que ella quiere.
—¡Ben no es un idiota! —Bueno. No tanto, de todos modos—. Él es alfa.
Es lo que la mujer quiere.
—Un chico que te trata como mierda, después lo hace todo mejor
follando, ¿es lo que todas las mujeres quieren?
—¡No! Él…—frunzo el ceño—. Es una fantasía. Obtienes la experiencia
de un chico que es duro por fuera, pero cambia sus hábitos por su profundo
amor por una chica.
—Correcto. Él fue herido emocionalmente de niño. —Frunce el ceño
pensando—. ¿Qué tan profundo puede cambiar? ¿Por cuánto tiempo?
—¡Por siempre! —gruño—. El amor de la mujer lo transforma. No lo
entiendes. Me refiero, ¿cómo podrías? ¿Has estado en una relación?
—No.—Me mira—. Las relaciones no son exactamente el lado fuerte

144
de Hollywood. ¿Tú?
—Yo... —pienso en Trevor—. Estaba saliendo con este chico. Después
me engañó y eso fue el fin de ello.
—¿Te engañó? Bastardo. ¿Era algo a largo plazo?
Dejo salir un respiro de aire.
—No. Esa es la parte vergonzosa. Solo salimos por tres semanas. Que
fue, de hecho, la relación más larga que he tenido.
—Ah.
—Lo cual es por lo que probablemente invento romances en vez de
vivirlos. El romance en la vida real es demasiado complicado. —Y ahora me
estoy sonrojando. He dicho mucho—. Pero realmente no quiero hablar sobre
eso.
Parece genuinamente asustada y perturbada por lo que acabo de
decir, así que corro mi pulgar a lo largo de sus labios. Su caliente y malvada
boca.
—Yo nunca te engañaría. —Su voz es baja y gruesa, como si estuviera
haciendo una confesión. Y suena honesto, mi corazón se para por un
segundo.
Me dejo a mí misma preguntarme como seria salir con él. Estar con él,
como pareja. ¿Se mudaría a Austin? ¿Me mudaría a Hollywood? Suena tan
imposible que mi estómago se hace nudos por la mera realización de que
Noah no puede ser mi para siempre. No importa qué tan delicioso folle.
Cuanto… se ha metido bajo mi piel. ¿Bajo mi piel? Está en mis venas, el muy
maldito.
Es ya una preocupación imaginar qué tan difícil seria tenerlo fuera de
aquí. Me refiero, maldición, Trevor fue tres semanas de nada, y cuando me
traicionó, me envió en picada. No quiero que Noah sea el nuevo Trevor. Si
lo es, sería un millón de veces peor. Podría nunca recuperarme.
—¿Cómo sabes que no engañarías? Acabas de decir que nunca has
estado en una relación.
Pone sus manos profundamente en sus bolsillos y mueve un hombro,
haciendo que el cabello arenoso caiga sobre su frente.
—Solo no lo haría. He tenido aventuras, Rebecca. Lo sabría cuando
tuviera algo especial y lo sostendría cerca y nunca lo dejaría ir.
Lo miro, sintiéndome débil de las rodillas.
Quiero preguntarle que pasará mañana, cuando tengamos que ir por
caminos separados.

145
Pero no quiero.
Caminando mano a mano con él, en esta ciudad que una vez odié,
justo ahora… es perfecto.
Y no quiero arruinarlo con charlas sobre despedidas.
Noah
Después del café, tomamos un taxi al distrito del teatro, donde
revisamos las diferentes obras. Le mostré donde mi fue mi espantosa
audición de Hamlet, y el teatro Broadhurst, donde pasé ese año en Les Mis,
antes de que finalmente cerraran.
Ella está emocionada por todo, absolutamente deslumbrada.
—Creo —dice mientras la dirijo a la pequeña tienda—, que podría
haber sido demasiado apresurado criticar esas películas de superhéroes. Tal
vez debería darles otra oportunidad. A todos les gustan mucho.
Sacudo mi cabeza.
—Tu impresión inicial es correcta en lo del dinero. Créeme. Pero sí. La
membresía de superhéroe tiene ciertos beneficios. Casi me arrestan por
robar tu laptop. Megalith me saco de eso.
La tienda está llena. Caminamos a través de los estantes de pequeños
objetos con la leyenda Yo <3 Nueva York, tarjetas, camisas, pegatinas,
magnetos, y gafas de sol. Ella levanta un par y luego lo baja, levantando
una ceja hacia mí.
—¿En serio?
Asiento.

146
—Resulta que los guardias de seguridad eran grandes fans. También…
tu impresión inicial sobre el profesor acosador era correcta en cuanto al
dinero.
Ella toma una tarjeta postal del arco de Washington Square de una
vitrina, lee la inscripción, y después la pone de vuelta en su lugar.
—Espera. ¿A qué te refieres? ¿Te refieres al tipo con mirada
espeluznante y la chaqueta de tweed?
Asiento.
—Me refiero a que él fue quien robo tu laptop.
Algo se asoma en su rostro, intenta iluminarse mientras pone un vasito
de vuelta y falla. Se cae, pero ella lo atrapa a tiempo.
—Oh por Dios. Por eso lucia tan familiar. Él estaba sentado en mi
puerta de abordaje originalmente. Había estado escribiendo en mi libro,
obviamente como siempre. ¡Por supuesto! ¿Cómo lo atrapaste?
Bostezo. Se siente como hace una vida.
—La vi en su bolso y lo atrapé y él trató de culparme. Fue una situación
jodida. Eventualmente lo resolví. Pero si no fuera por Megalith,
probablemente estaría en prisión ahora. Los guardias de seguridad aman
Titanes de la Galaxia.
Pone una mano en su boca.
—Ves. Eres un héroe. Mi héroe, al menos. ¿Y sabes qué? Tal vez odies
ser Megalith, pero tú haces a mucha gente feliz igual que él. Apuesto a que
muchos niños te admiran.
Me mira con una mirada esperanzada. Cepillo el cabello fuera de su
cara, me inclino y roso mis labios con los suyos, probando la dulzura del vino
en sus labios. Al instante quiero más. Si alguien puede hacer de Broadway la
calle de mis sueños de nuevo, es ella. Ser Megalith no apesta tanto cuando
estoy con ella.
Oh, Mierda.
Megalith.
Lo olvidé. Se supone que debo estar en la silla de maquillaje mañana
a las 6 am.
Le digo que necesito un momento para una llamada, después busco
por un lugar un poco solo, pero la tienda está llena. La pierdo entre los
recuerdos y cuando la encuentro de nuevo, ella está sosteniendo una
pequeña pila de cosas. Una camisa, un bolígrafo, algunas tarjetas postales.

147
—Antes no quería recordar Nueva York —confiesa, sus mejillas rosas—
. Pero ahora, como que sí quiero hacerlo.
Los tomo de ella.
—Permíteme.
—Oh, no puedo dejarte…
Sostengo una mano en alto hacia ella.
—El placer es mío.
Encuentro algunas otras cosas, entonces caminamos a la registradora,
marcando el número de Anne mientras lo hago. Cuando contesta, digo
—¡Oye!
Una pausa.
—No estás en un avión. Y eso me preocupa.
—Sí, escucha —empujo los recuerdos de Rebecca en el mostrador y
la cajera comienza a marcarlos—. Sé que ya moviste las tomas para King of
Galaxy por mí, pero, ¿podemos posiblemente moverlo más tiempo? Lo
prometo. Esta será la última vez que te lo pida.
Su tono es duro.
—¿Por qué? ¿Qué paso?
Empujo mi tarjeta de crédito al cajero.
—Habla con la seguridad del aeropuerto JFK. Me retuvieron por
sospecha de robo, lo suficiente para que cuando llegué a la puerta de
abordaje, el avión se estaba yendo. Mi única salvación fue Megalith.
Es la verdad. Incluso aunque no estaba seguro de haber alcanzado el
vuelo de todas maneras.
Anne suspira.
—Oh. Así que por eso estas por todo Twitter. Parece que mucha gente
tiene fotos contigo.
—Te digo, es la verdad. —Digo mientras el cajero, un Joven
Afroamericano, desliza mi tarjeta y me mira.
—Por cierto, deberías de estar twitteando más —me dice—. Es todo…
—Lo sé, lo sé —murmuro. Es una guerra entre Anne y yo. Por extraño
que parezca, tengo cientos de miles de seguidores a los que parece no
importarles que he twitteado como 10 veces en toda mi vida. Es solo que no
puedo entrar en la mierda de las redes sociales.
—Espera… ¿King of Galaxy? —exclama el cajero—. ¿Eres… Megalith?

148
¿Tú eres Megalith? Santa mierda.
Comienza a escanear la tienda por alguien, quien sea para decirle.
Asiento al hombre, quien hace moción a otro empleado. Ahora
ambos están mirándome boquiabiertos.
—Sí, Está bien. Estaré allí mañana por la noche. Me tengo que ir.
—Está bien. Les llamaré ahora mismo para explicarles. Pero tengo la
sensación de que podrías estar fuera de los car…
Ah, que se jodan los carteles de la película. Cuelgo mientras una
empleada se aproxima a mí y saca su teléfono.
—¿Puedo tener una selfie contigo?
Asiento y me inclino sobre el mostrador para que pueda tomarla.
Las personas en Nueva York, como en Hollywood, son bastante
tranquilos cuando se refiere a conocer actores. Ellos los ven todo el tiempo,
así que no es la gran cosa. Desafortunadamente, estoy en una tienda de
regalos, donde la gran mayoría de los clientes son turistas.
La frase “Moscas en la mierda” viene a mi mente.
Ahora cada persona en la ocupada tienda está comenzando a darse
cuenta. Está a punto de ponerse feo. Nunca he estado abrumado antes,
pero he visto lo que les pasa a otros actores. Puede causar un pandemonio.
Un poco más de esto y tal vez no sea capaz de escapar.
El cajero salta sobre el mostrador con mi bolsa, cámara lista. Toma una
fotografía de los dos y después me da mi bolsa.
—Realmente genial conocerte, Steele. Espero que hayas acabado
con Buzzkill en la siguiente película. Jodidamente apesta lo que le hizo a tu
mejor amigo.
La chica asiente.
—Lloré por ti. Eres tan fuerte,
Me mata cuando la gente piensa que realmente soy Megalith. Ellos
creen que el tipo azul que parte montañas es una persona real, y a pesar de
no verme nada como él, sigo siendo él. Eso me pasa seguido en el Comic-
con, donde las personas pueden ser un poco fanáticas sobre mí. Ellos saben
cosas sobre el personaje de Megalith que ni siquiera yo sé.
—Gracias. Gusto en conocerlos. —Me comienzo a mover hacia la
salida, mientras se aproximan tres adolescentes y su madre. También quieren
una fotografía.
Miro sobre el mar de cabezas, ahora apretadamente reuniéndose a
mi alrededor, sin dejarme escapar. Rebecca está parada en una esquina,

149
observando, una mirada asombrada en su cara, mientras más gente
comenzaba a entrar. No puedo decir si está preocupada o no, hasta que
encuentra mi mirada y sonríe con una mirada de, ¿Esto pasa seguido?
Media hora más tarde, finalmente salgo libre de la multitud y voy por
Rebecca. Sostengo su bolsa por ella.
—Lamento el retraso. Gajes de ser una estrella. —Hago las manos de
Jazz para demostrarle que uso la palabra en forma relajada.
—No, está bien —se ríe—. Solo me siento estúpida porque me tomo
mucho saber quién eras. La gente te ama.
—La mayoría de la gente no me reconoce a menos que me maquille
o alguien me señale… —Pongo mis manos en los bolsillos de mis pantalones
mientras caminamos en la calle oscura de la ciudad. Se siente tan bien tener
aire en mis pulmones de nuevo.
—¿No te importa?
—Si. Pero estoy aquí, en esta ciudad, por una sola razón. Y no es por el
idiota de color azul. Es por ti. Ni siquiera por las vistas. La única vista que
quiero ver justo ahora eres tú. Preferiblemente desnuda. Encima de mí.
Ella se detiene y me mira, lamiendo sus labios.
—¿Que tan lejos estamos del hotel?
Mis ojos no dejan los suyos.
—Cinco minutos, en taxi.
Una lenta sonrisa se esparce por su cara.
—Entonces hagamos eso.
No tiene que decirlo dos veces. Estoy en la acera, consiguiendo un
taxi, tan pronto como las palabras dejan su boca. Entonces tomo su mano,
apretada, en la mía, y me deslizo a su lado.

150
Becka
El viaje de regreso al hotel puede ser de solo seis minutos, pero él los
aprovecha al máximo. En el segundo que entramos al auto, lleva su mano
a mi mandíbula. Baja su boca y me besa, sus ojos oscureciéndose.
—Buen plan —murmura—. Lo apruebo.
—La ciudad es agradable, pero te diré la verdad —susurro mientras su
mano se mueve hacia abajo, moldeando mi pecho, haciendo que mi
pezón se endurezca—. No he visto nada mejor que lo que vi en esa
habitación de hotel.
Sus dedos rozan el borde de la blusa, cerca de mi clavícula, mientras
sus ojos me miran. Mis pezones están duros, prácticamente rogando por él.
Las luces de la calle parpadean a través de su cara, iluminando la
hambrienta mirada en sus ojos.
—¿Sabe Ben cuan afortunado es?
Arrastra su lengua por mi cuello, y su mano alcanza el dobladillo de mi
falda, gradualmente haciendo su camino entre mis muslos. Cuando llega el
sensible lugar donde se encuentran, sus dedos ligeramente rozan mi clítoris,
y dejo salir un gemido desde lo más profundo.
Sus ojos se abren cuando se da cuenta que no llevo ropa interior.
—Investigación, —suspiro mientras su pulgar encuentra el sensible

151
punto. Arqueo la espalda.
Él toma mi lóbulo de la oreja en su boca. Su otra mano coquetea con
el lazo de mi vestido en mi cuello. Su voz es irregular.
—Entonces, si jalo esta cuerda, ¿qué pasaría?
—Puedes averiguarlo —provoco.
—Interesante. —Sin embargo, no lo jala. Lo está guardando, mientras
sus dedos juegan ligeramente con la piel de mi nuca a la vez que su
respiración es caliente contra mi piel. Su mano se mueve sobre mi montículo,
duro ahora—. ¿Qué haría Ben ahora?
Cierro los ojos. Ben siempre haría lo correcto. Pero Noah claramente
no necesita ninguna ayuda sabiendo que es.
—El haría eso —dejo salir.
Abro mis piernas, y él lentamente inserta su dedo dentro de mí. Gimo.
—No puedo esperar para esta aquí. En ti. He estado pensando en esto
desde que nos fuimos.
Llegamos al hotel y todo es borroso, tomando el elevador hacia arriba
al gigante pent-house.
Cuando entramos, dejo caer mi bolsa y él deja el paquete en la
entrada, jalándome al ras contra él.
—Así que, —dice, su dedo paseando tranquilamente por mis labios
mientras sus ojos caen en mí—. Estoy interesado en entender a tus
personajes. Dime más.
Sonrío, alejo la falda lejos de él, tomando su mano y llevándolo más
cerca de la cama.
—¿Cómo?
Me giro hacia él y el aliento y pensamiento sano escapa de mí. Él
cierra la distancia en un paso seguro y mi cuerpo ondula con anticipación.
Pongo mis dos manos en su duro pecho. Siento el salvaje latido de su
corazón bajo la delgada tela de la camisa, un ritmo de tartamudeo que
coincide con el l mío.
—Como… —Se aleja, y lentamente hace círculos en mi pezón a través
de la tela con su pulgar, haciendo que se ponga rígido, después pasa su
dedo hasta la cuerda en mi cuello—. ¿Ben la follaría despacio?
La intensidad en sus ojos me nivela. Mis rodillas se tambalean.
—Si.

152
Finalmente jala la cuerda y la tela se cae, cayendo sobre mis pechos.
Con un rápido movimiento, enreda sus brazos sobre mi trasero y me impulsa
arriba a sus brazos. Mis muslos se sostienen en sus caderas, mientras jala mi
falda sobre mi cintura.
—¿Será gentil, Rebecca? —pregunta, presionando su erección en mi
centro, todo excepto gentil.
—Si…bueno… —dudo, perdida en la sensación. Ben sería gentil, pero
eso no significa que eso es lo que quiero justo ahora—. Ah, si —digo
entonces.
Devora mis labios, llevándonos a la ventana. Quita una mano de mi
espalda y rompe la cortina opaca. Me golpea contra la ventana,
ordenándome completamente con su boca, cuerpo y manos.
—No, no, Texas. Él la follaría rápido y duro porque la desea demasiado.
Sí, sí. A la mierda Ben. Eso es lo que quiero.
Noah se detiene por un momento y escucho el movimiento de
muebles detrás de nosotros. Me aferro ansiosamente a él, mi cuerpo vencido
por el hambre, queriendo todo excepto esperar. Entonces el desliza abierta
una puerta y siento la brisa golpear mi espalda. Él me lleva dentro de la
oscuridad y me pone en un sofá acolchado… un salón. Levanto la vista, y
puedo ver las estrellas por encima de nosotros.
Jadeo, llegando a tomar su camisa.
—Quiero verte
—¿Esa es Leia hablando?
—No, esa soy yo —gruño posesivamente, jalando su camisa sobre su
cabeza así mis manos pueden recorrer sus músculos, los planos lisos de su
cuerpo perfecto. Corro mis uñas por su espalda y bajo la cintura de sus
pantalones, agarrando su duro culo—. Fóllame rápido. Duro.
Abre sus pantalones, empujándolos bajo sus caderas, y se pone entre
mis temblorosos muslos. Y después se empuja dentro de mí, duro, poseyendo
mi cuerpo. Deja escapar un gemido atormentado, cubriéndome con su
cuerpo y nos enredamos en una locura de besos calientes y codiciosos.
Me muevo con sus movimientos, perdida en olas de sensación
pulsando a través de mí. El me levanta del sofá, perforándome, follándome
más duro que nunca. Gruño.
—Oh Dios, ¡Noah!
—¿Te gusta rápido? ¿Duro? —sonríe mientras lo siento comenzar a

153
desintegrarse. Hace un ángulo más agudo, más profundo, y grito, cada
embestida enviándome cada vez más cerca del borde. Él está jadeando y
gruñendo tan jodidamente salvaje, su cuerpo golpeando contra el mío, y
todo lo que puedo pensar es que lento y tierno y bajo las estrellas está tan
sobrevalorado, y Ben es un total idiota.
Porque no, Dios, no. No está ni cerca de lo que mi héroe haría.
Es mucho mejor que lo que cualquier escritor podría poner en
palabras.
Noah
No quiero quedarme dormido. Si lo hago, cuando nos despertemos,
tendremos poco tiempo antes de que tengamos que volver al mundo real.
Y no estoy seguro de quererme ir todavía.
Así que no dormimos. Es después de la una, puede que incluso sean
las dos, pero no quiero revisar mi teléfono para ver.
No quiero saberlo.
Le ayudo a ordenar sus servilletas, y ella les da vuelta, las lee,
entrecierra los ojos, trata de hacerlas frente o cola para transcribirlas en su
computadora portátil. Cuando niega con la cabeza desesperadamente, le
tiro la bolsa de la tienda de regalos.
Me mira de forma confusa.
—¿Has visto dentro? —pregunto.
Abre bien la bolsa y lo saca. Es un lujoso diario encuadernado en
cuero, atado con una correa, con las palabras en relieve en la parte
delantera: Escribe algo que valga la pena leer o haz algo que valga la pena
escribir —Ben Franklin

154
Me mira.
—¿Obtuviste esto para mí? ¿Cuándo?
—Cuando me estaba yendo. Me pareció apropiado. No podemos
tener tus servilletas soplando por toda la ciudad.
Junta las manos, luego se inclina y me besa.
—Oh, Dios. Es perfecto. Muchísimas gracias.
Comienza a transcribir las servilletas en su nuevo diario. Encuentro
Revenge of The Galaxy, Galaxy Titans Volumen Dos, en TBS, y lo vemos,
aunque ella no tiene ni idea de lo que está pasando. Trato de explicar las
cosas lo mejor que puedo, pero está claramente perdida. Aun así, se
emociona cada vez que estoy en la pantalla.
—No es Going Home, pero eres muy buena —dice, acurrucada junto
a mí en la cama, con su cuerpo desnudo y caliente apretado contra mi
costado—. Y creo que te equivocas. Realmente no creo que nadie más
pueda interpretarlo. Le prestas cierta humanidad.
Estudio la pantalla. En la escena, estoy aplastando el puente Golden
Gate para evitar que BuzzKill bombardee San Francisco.
—¿Tú crees?
—Sí. Lo sé. No es fácil amar a un hombre de piedra. Pero toda esa
gente en la tienda de regalos hoy... te quieren. No sólo a Megalith. A ti como
Megalith. —Sonríe—. Y te amarán en otros papeles, también. Sólo tienes que
encontrar los correctos. Ten suerte.
Sí. Necesito actuar diferente. Adoptar una nueva actitud. Suena fácil.
¿Pero mi cabeza se interpondrá en el camino? Supongo que no lo sabré a
menos que lo intente.
Y estoy listo para intentarlo.
—Te mostraré que tienes suerte —digo, tomando sus muñecas y
rodando encima de ella—. Por cierto, mañana te traeré un Cronut para
desayunar.
Arruga la nariz.
—¿Un cruce entre un croissant y una dona?
Asiento.
—¿No eres fan? Fueron inventados en un lugar en el centro de la
ciudad. Tienes que tener un Cronut original. Una vez esperé en la fila seis
horas por uno. Es mi nueva misión para ti.

155
—Si insistes.
—Sí, quiero. —La beso ligeramente, rozando sus labios—. Entonces
podrías considerar tu primer viaje a Nueva York un éxito.
Me empuja el pecho.
—Ya lo hago. Me siento... no lo sé. Inspirada.
Tiene razón. Ya me pasó suficiente mierda durante este viaje, ¿pero lo
volvería a hacer? Demonios, sí.
Mañana, se acabó. Hoy, en realidad. Siempre supimos que esto
terminaría. Tomaremos el avión y la dejaré en su puerta para considerar esto
como un buen recuerdo, nada más. Eso es lo que tiene que pasar. Es la
manera natural de hacer las cosas. Esto fue sólo una pausa en nuestras vidas
normales. Unas vacaciones. Pronto, volveremos a los negocios.
Lo he estado posponiendo lo suficiente. Tengo que volver a Megalith.
Más que nunca, sé que es lo que necesito hacer.
¿Entonces por qué es tan difícil?

156
Becka
Nos levantamos temprano. Cuando el sol se abre paso por el
horizonte, mostrando rayos anaranjados y las sombras de los edificios a
través de las ventanas, siento que se agita a mi lado, una mano que se
mueve posesivamente sobre mí para arrastrarme hacia él. Siento su
erección, su cuerpo duro, presionando contra el mío mientras presiona un
beso en mi sien.
Me volteo sobre mi codo y lo miro. Tiene los ojos abiertos, como si
llevara horas despierto.
Nos quedamos callados. Durante una hora, sólo en silencio, el único
sonido que se oye ocasionalmente es el del agua de las habitaciones de
hotel cercanas.
Nos estamos preparando para irnos. Mentalmente, eso es. Porque
físicamente, aún estamos en la cama. Estoy de lado, frente a él. Está de
lado, frente a mí. Su mano sube y baja por mi brazo, poniendo la piel de
gallina por todas partes. Pero sus ojos no se mueven de los míos.
Mi mente debe estar en lo que necesito empacar para no olvidar o
perder algo. Asegurándonos de que nos registramos y conseguimos un taxi
con tiempo suficiente para pasar la seguridad. Pero no. Mis pensamientos
están atrapados al dejar esta cama. Mi piel se separa de la suya. Su mirada

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se afloja sobre la mía, sin volver a mirarme nunca más con tanta intensidad.
¿Qué pasa si nunca me siento así, por el resto de mi vida?
Cuando habla, su voz es suave.
—Entonces. ¿Lista para volver a casa?
No, quiero responder. Ni siquiera puedo forzar un sí porque me mira
fijamente. Me las arreglo para sonreír.
—Supongo. ¿Tú?
Bosteza.
—Listo como nunca lo estaré. No estoy deseando volver a
enfrentarme a ese agujero infernal.
Aquí es donde deberíamos salir, mover el trasero. Meterse en la ducha.
Comenzar esa temida rutina matutina que nunca se ha sentido tan terrible
hasta este mismo momento.
Un rabillo de su boca se levanta.
»¿Uno más para el camino?
Todo mi cuerpo se calienta ante la perspectiva. Los ojos gris ceniza de
Noah nunca antes habían estado tan oscuros.
»A menos que —agrega en voz baja—, insistas en eso del Club de las
Alturas, pero tendré que insistir en que una cama es mucho, mucho mejor.
Extiendo la mano y agarro la parte posterior de su cabello,
acercándome más para poner mi boca en la suya. Gime suavemente y se
mueve para poder cubrir mi boca con la suya, y hacer correr una de sus
manos hacia arriba y abajo de mi lado.
Nos besamos despacio, despacio, pero tan profundo, que mis dedos
de los pies se curvan justo donde se enredan con las sábanas. Noah las echa
completamente de nosotros y se desplaza por encima de mí. Su erección se
clava en mi barriga. Me gusta. Me encanta. Me encanta la forma en que su
mano sigue moviéndose por mi costado, sólo para estar quieta en mi
cabello, y sostenerme quieta para su arremetida.
Me encanta cómo no decimos nada más mientras separo mis piernas
un poco más, para que sus caderas puedan hundirse entre mis muslos. Y su
polla late en mi lugar más húmedo y caliente. Me encanta que gemimos
juntos al mismo tiempo que se conduce en mí. Me encanta cómo me pone
las manos sobre la cabeza de repente. Sostiene mi mirada como si no
pudiera apartar sus ojos de los míos. Me encanta la forma en que su diente
de tiburón baila en el rincón del fondo de su gruesa garganta mientras se

158
mueve. La forma en que su pecho sube y baja más rápido, un poco más
desigual. La forma en que huele es la misma que la mía, como el champú,
el acondicionador y el jabón con los que nos lavamos, pero al mismo tiempo
huele diferente. Como él.
Me encanta cómo la luz del sol que sale por la ventana parece
saludar a nuestros cuerpos entrelazados con mil y un besos. Me encanta que
Nueva York sea de repente el mejor lugar del mundo. Me encanta estar viva
en este momento, en esta ciudad, con este tipo, en esta misma habitación,
y de repente me encanta que todas las coincidencias y eventos que
ocurrieron en mi vida me traigan hasta aquí.
Me encanta...
Brock.
Y Megalith.
Y más que nada amo a Noah Steele.
Y cuando me doy cuenta de esa impactante, aplastante y
desgarradora realidad, me golpea la insoportable y deliciosa sensación de
explotar en mil pedazos para él. Y aunque sé que puedo recuperarme de
esta explosión en unos minutos, sé que cuando nos despidamos, habrá
trozos de mí que él tomará que nunca recuperaré.
Cuanto más pretenda que esto puede llevar a alguna parte, menos
posibilidades tendré de terminar la historia de Ben y Leia. Menos oportunidad
tendré de poder escribir algo bueno, nunca más.
Tengo que protegerme. Salir de esto mientras pueda, antes de que
cause daños irreversibles y nunca pueda salir de este agujero.
Cuando me corro, meto mi cabeza en su hombro para que no vea las
lágrimas.

159
Noah
Salir de la habitación esa mañana con nuestras maletas se siente
como el infierno.
Es como el primer pequeño desgarro en un agujero que va a crecer
más y más ancho a medida que avanza el día. Al final, en Dallas, estaremos
separados para siempre.
Esto no debería importarme. He vivido en Hollywood el tiempo
suficiente como para pensar que tenía el estilo de vida de Hollywood. Amas.
Te vas. Juegas a soltarlo. El fin. He tenido muchas aventuras de una noche
que podrían haber sido más, pero que no valen la pena.
Pero Hollywood es plástico. Falso. Y ella es lo más real que he
conocido. No puedo evitar pensar que todavía tengo mucho más Texas
dentro de mí. Que esto es algo a lo que tengo que aferrarme.
Tomamos el ascensor hasta el vestíbulo, y ella está mirando los
números, una mirada de concentración en su cara. Parece más cerrada de
repente, desde que empezamos a prepararnos para irnos, como si se
estuviera preparando para lo inevitable.
Extiendo mi dedo y trato de suavizar el pliegue de preocupación entre
sus ojos. Está tranquila. Podría estar pensando en irse. Que no quiere hacerlo.

160
El abismo de cosas no dichas entre nosotros se ensancha aún más.
Pronto será demasiado tarde para decir nada de eso.
Pero aún nos quedan un par de horas para explorar la ciudad. No voy
a arruinar este momento haciendo eso.
Subimos a un taxi y le tomo la mano. Le pido al conductor que nos
lleve a algunos lugares que no hemos visto. Rockefeller Center. El edificio
Empire State. El Arco en el Parque Washington Square. Luego vamos a la
panadería de Dominique Ansel en el SoHo, donde esperamos en una fila de
unos diez minutos antes de que nos digan que se han agotado.
—Bueno, mierda —digo mientras la multitud se disipa a nuestro
alrededor—. Debería haber venido aquí primero.
Encoge un hombro.
—Está bien. Realmente no me gustan las donas. O croissants para el
caso.
—Sí, pero, ¿cuántas veces has estado en Nueva York?
—Nunca. Bryn ya no me necesita, y no es como si tuviera el dinero en
mi cuenta bancaria para hacer jet-set en todas partes —suspira—. Sospecho
que este es un viaje único en la vida.
—Correcto. Así que me siento mal. No has probado lo suficiente la
Gran Manzana. Eso es un problema. Creo que significa que debemos volver
a vernos para poder mostrarte el resto. Yo invito.
Espero a que se oponga. Pero no lo hace.
»Bueno, lo mejor que puedo conseguirte es un pretzel —digo,
señalando el carrito de pretzels más cercano.
—Me gustan los pretzels —dice.
Consigo uno para compartir y le doy la parte más grande.
Deambulamos por las calles, hablando y comiendo, yendo hacia el norte,
hacia Broadway, porque de alguna manera mi mente siempre está
entrenada en esa parte de la ciudad.
—¿Dónde vives en Austin? —le pregunto.
—Al sur de la ciudad —dice—. Junto a la pista.
—¿Sí? Mi tía vive allá arriba. ¿En Elroy? Solía tener una guardería allí.
—¿Cuál?
—Creo que Safe & Sound.
Rebecca se mete un trozo de pretzel en la boca y sus ojos se abren
de par en par.

161
—¿Tu tía se llama Lydia?
Asiento.
»Dios... ella era mi niñera. Prácticamente me crio mientras mis padres
trabajaban.
—Demonios. Que pequeño es el mundo —digo, terminando el pretzel
y tirando el papel de cera a la basura.
—¿Pequeño? ¡Esto es casi espeluznante! ¿No crees?
No es espeluznante. Es el destino. Como si toda esta mierda apuntara
en una dirección definida, y sólo necesito dejar de quejarme de lo que la
vida no me ha dado y dejar que el destino tome el volante por una vez.
Eso me asegura que no podemos terminar las cosas. Ahora no. No con
todo lo que el destino ha hecho tratando de unir nuestros culos.
Abro la boca para decirle eso.
Pero al hacerlo, me doy cuenta de que está frunciendo el ceño, su
mente más en lo espeluznante de esa coincidencia que en el hecho de que
es una señal de que necesitamos continuar de alguna manera con esto.
Cuando empiezo a preguntarle qué le pasa, se detiene brevemente, con
los ojos fijos en algo del otro lado de la calle.
—Oh, Dios mío. La conozco —dice, empujándome al ver a una chica
alta y ágil con un bollo y una bolsa de lona caminando por la acera—. Esa
es Sara. La compañera de piso de mi mejor amiga.
—¿Sí? —Algo dentro de mí se constriñe. Ya deben ser más de las diez.
Tenemos que llamar a ese taxi. Y todas mis oportunidades de sacar esto a la
luz desaparecerán.
No necesito esta maldita interferencia. Ahora no.
Ya está cruzando la calle lateral hacia ella, saludando, pero me
quedo atrás.
—Vamos —dice, haciéndome señas para que la siga—. También está
haciendo una audición para Broadway. Apuesto a que por eso está aquí
tan temprano. apuesto a que tendrían mucho de qué hablar.
Lo último que necesito es conocer a sus amigas. Ni siquiera puedo
fingir ser encantador ahora mismo. Sacudo la cabeza y meto las manos en
los bolsillos de los vaqueros.
—Adelante.
La veo acercarse a Sara y empezar a hablar animadamente. Mientras
tanto, me apoyo en un poste de luz, contando los segundos que pasan. Mil
Uno, mil dos. En medio de la conversación, su amiga se da la vuelta y

162
comienza a hablar con un tipo de traje, con un perro y pierdo la cuenta de
los segundos. Algo caliente y peligroso corre por mis venas.
Porque ese es Ben.
El Ben de Rebecca.
Pero ella apenas lo mira a los ojos. Ahí está él, su hombre ideal y ella ni
siquiera mira dos veces. Y él no la está mirando. Está claro que no hay
ninguna conexión amorosa y sólo le interesa Sara. Cuando Sara lo llama, le
da la mano dura y formalmente.
Vuelvo a contar los segundos. Un momento después se despide y se
dirige hacia mí, sonriendo, sin aliento.
—¡Todas estas extrañas coincidencias! Me quedé en su apartamento
mientras estaba aquí. ¿En Nolita? —Se detiene cuando me alcanza,
preocupada—. ¿Todo bien?
Sostengo mi teléfono.
—Será mejor que vayamos al aeropuerto.
Frunce los labios.
—Está bien.
¿Lo está? Porque mientras tomo un taxi y nos metemos dentro, nada
de esto parece estar bien.
Así que me tomo un respiro. Y salto.
—¿Y si nos volvemos a ver? —Me aventuro mientras amontona su
equipaje de mano en su regazo y suspira.
Se gira para mirarme, con los ojos bien abiertos.
—¿Qué?
—Lo sé, lo sé. Dijimos que no lo haríamos.
Sacude la cabeza.
—Me quedan unos dos meses para terminar este libro antes de que
mis padres dejen de ayudarme con el alquiler de mi apartamento. Y tú tienes
que volver a Hollywood. No podemos.
—Lo sé. Ambos tenemos que poner nuestras carreras en línea ahora
mismo. Eso es algo grande. Pero, ¿y si nos encontramos... —Rasco mi
barbilla—. En seis meses. En realidad, el 12 de abril. Para el estreno de King
of the Galaxy. Habrías llegado a eso, ¿verdad?
Pero ella sólo está mirando sus rodillas.
Pensé que el ceño fruncido desaparecería. No lo hace. Se profundiza

163
más.
Algo dentro de mí se aprieta. Así que eso no era lo que ella estaba
pensando.
Finalmente, me rindo.
»¿Así que eso es un no?
Inhala profundamente.
—Estoy pensando en las películas. Como An Affair to Remember,
Serendipity y Before Sunrise. ¿Has visto alguna de esas?
No es lo que esperaba.
—Sí. Supongo.
—Bueno, en todas, hay un chico y una chica. Y cuando se separan...
acuerdan reunirse en un cierto lugar, en un cierto momento, en el futuro. —
Muerde su labio.
—Espera. ¿An Affair to Remember? Ese es el que tiene el Empire State,
¿verdad? Y Before Sunrise... ¿tenía secuelas?
Asiente. Pero eso no explica por qué parece tan preocupada.
»¿Y?
Se desploma en su asiento.
—Y no funciona. La vida se interpone en el camino, y todos terminan
perdiendo su conexión.
—Está bien... ¿y qué?
—Así que no hagamos eso, ¿de acuerdo? No nos engañemos y
digamos que nos encontraremos en algún lugar más tarde. Porque tú y yo
sabemos que no sucederá —suspira—. No quiero ilusionarme.
—Podría suceder —señalo.
Sacude la cabeza.
—No —murmura—. No tengo tanta suerte. Y una vez en la vida no
ocurre dos veces.

164
Becka
Estamos en su mayoría en silencio mientras atravesamos la línea de
seguridad.
Creo que está molesto conmigo. Y supongo que yo también lo estaría.
Hizo la obertura para verme otra vez, y lo rechacé.
Debo estar loca.
Pero tiene sentido. No puedo y no pasaré los próximos seis meses
esperando, soñando y con la esperanza de volver a verlo, cuando sabemos
que ambos tenemos vidas totalmente diferentes. Él está en Hollywood, por
el amor de Dios, tierra de lo hermoso. Las mujeres probablemente se tiran a
él una vez al día allí. Y en seis meses, eso será... ¿qué? ¿Ciento ochenta
mujeres? ¿Ciento ochenta oportunidades para olvidarse de mí?
No.
Este es un final feliz por sí mismo. Nos lo pasamos muy bien. Pero
algunas cosas son mejores cuando terminan. No necesitamos una secuela,
porque las secuelas nunca están a la altura del original.
Llené mi cuaderno con ideas. Ahora necesito llegar a casa y
concentrarme en encontrar un final para mi libro antes de que mis padres
me corten el presupuesto para siempre.

165
Conseguimos nuestras maletas del hotel y llegamos temprano a la
puerta. Noah se va a Hudson News por algo. Él no dice mucho, pero creo
que es porque está decepcionado conmigo. Pero lo superará. Nunca ha
estado en una relación real, probablemente porque no es capaz de
hacerlo. Es la gran estrella de cine de Hollywood, y realmente no hacen
relaciones sanas.
No soy nadie. Y si Trevor es una indicación, me enamoro demasiado
duro. Necesito endurecerme.
Mientras espero, miro mi teléfono. Pude cargarlo completamente en
el hotel. La noche anterior, había encontrado media docena de mensajes
de Lily, cada uno más preocupante que el anterior:
Lily: De vuelta del bar. ¿Cómo está tu trozo de piedra?
Lily: hola
Lily: Espero que Megalith no te haya secuestrado y te haya llevado a
su guarida.
Lily:
Lily: ¿POR QUÉ NO ME RESPONDES?
El último fue enviado hace apenas una hora:
Lily: Becka. Esto es serio. ¿Dónde demonios estás?
Yo: estoy aquí. Lo siento. Todavía en JFK. Perdí el vuelo de nuevo.
Lily: ¿Megalith tuvo algo que ver con eso?
Yo: Tuvo TODO que ver con eso... pero se acabó. Regreso a casa
ahora.
Lily: ¿Estás bromeando? ¿Tienes su número de teléfono? Puedes
llamarlo, ¿verdad? No puedes simplemente TERMINARLO. ¿o sí?
Yo: Puedo. Lo haré.
Frunzo el ceño a mi teléfono. Puedo. Puedo. Puedo. Puedo.
Y sí, tengo su número. Pero no por mucho.
Abro mi lista de contactos, encuentro su número, mi dedo se cierne
sobre el botón Eliminar contacto.
Entonces lo hago. Ido. Tan fácilmente como se irá de mi vida.
El agujero negro en mi estómago comienza a abrirse a la vez. Se está
royendo, creciendo, devorando mis entrañas.
Me muevo en mi asiento, segura de que solo será peor dentro de seis
meses. O dentro de un mes, cuando abra el sitio web de TMZ para ver

166
chismes sobre con qué estrella de Hollywood se está divirtiendo. Él puede
borrarme fácilmente de su memoria. Para mí... va a ser imposible.
Bueno. Me alegro de haber borrado su número. No creo que esté por
encima de enviarle mensajes de texto a las tres de la mañana, borracha.
Esa sensación de satisfacción conmigo solo dura hasta que él regresa,
con dos botellas de Aquafina en sus manos. Me da una y se desploma en el
asiento a mi lado.
—¿Estás bien? —pregunta.
Asiento. Sin embargo, esa sensación de roer es cualquier cosa menos
bien.
Sólo tenemos veinte minutos antes de embarcar. Saco mi
computadora portátil e intento trabajar, agregando detalles de
configuración a mi novela. Pero no puedo. O bien mi Perra Musa no está
cooperando de nuevo, o ella tiene la intención de que no desperdicie estos
últimos momentos con Noah.
Sé que los estoy desperdiciando. Pronto estaremos en el avión y
estaremos separados uno del otro. Este es terrible. Triste y terrible, y sé que
no estoy destinado para aventuras de una noche. O aventuras de dos
noches. O lo que sea que tuviéramos.
No puedo. Estoy congelada. Temo agregar más cosas a la lista de
cosas que me gustan de Noah Steele, una lista que se está preparando para
derrumbarme sobre mí.
Un momento después, me dice:
—Oye. ¿Qué asiento tienes?
Tomo mi teléfono y levanto mi boleto. Me estremezco Los dioses del
aeropuerto claramente me odian.
—Ugh. 34E. ¿Otra vez?
Él sonríe.
—El mejor asiento en el avión.
—Creí que habías dicho... —comienzo a callarme cuando él sostiene
su teléfono con su móvil y me lo pasa.
34F. Él está sentado justo a mi lado.
Así que tendremos otras tres horas juntos.
Prolongando nuestro inevitable adiós. Aun así, mi corazón salta antes
de que mi cabeza lo procese por completo.
¿Pero es inevitable? Podría arriesgarme. Quiero decir, todo en el amor

167
es arriesgarse. Por imposible que sea, incluso si existe una posibilidad entre
un millón, esto podría funcionar... tal vez valga la pena.
Lo miro, y sus ojos están encapuchados y cautelosos.
Lily lo aprobaría. Bryn sería mi animadora. Ellas aprobarían de todo
corazón que vaya por esto.
Así que debería. Debería derramarlo, dejar que las cosas sucedan y
dar ese salto.
—Um... —empiezo.
—Lo entiendo —dice, mirando hacia otro lado. Como si tuviera miedo
de decidirse demasiado porque sabe que no voy a durar—. Intercambiaré
asientos contigo, si quieres.
Casi me arranca un gemido de la garganta. No, eso no fue todo.
Pero asiento, apago mi computadora y me trago todas las palabras
no dichas dentro de mí. Cierro la tapa de mi computadora portátil, la meto
en mi bolsa y saco mi copia no leída de Glamour.
—Gracias. Es muy amable por tu parte.

168
Noah
Algo ha cambiado de nuevo para cuando abordamos el vuelo.
Como sospechaba, estamos en la última fila del avión. Cuando entra, se
deja caer en su asiento y me siento a su lado, mete su equipaje de mano
debajo del asiento y coloca su revista en el bolsillo delantero, luego sumerge
la cabeza para asomarse por la ventana ovalada. Tiene la cara sonrojada.
Hace mucho calor aquí, así que tuerzo la ventilación para que entre
el aire.
—¿Mejor?
Se desliza el cinturón de seguridad sobre su regazo y sus nudillos están
blancos en los reposabrazos.
»No te gusta volar, ¿verdad?
Traga.
—No lo sé.
Me inclino hacia atrás, le quito los dedos del apoyabrazos de plástico
entre nosotros y luego envuelvo mis dedos con los suyos.
—Sólo un presentimiento. ¿Cómo llegaste hasta aquí?
—Era mejor antes de ti. No sé qué me pasa.

169
Sus ojos flotan sobre nuestras manos entrelazadas. Su frente está
reluciente de sudor y tiene una mirada indefensa en su rostro. Como si fuera
a salir corriendo del avión.
Pienso en la primera vez que la conocí. Cuando estaba doblado en
la primera puerta, se veía muy parecido. Debato si debo tomar la bolsa de
papel del respaldo del asiento.
—¿Tienes ataques de pánico?
Asiente.
»Te tengo —digo con voz tranquilizadora—. No te preocupes.
Me acerco y cierro la persiana de la ventana para que estemos los
dos solos. Nadie se sienta a nuestro lado cuando la azafata anuncia que
todos los pasajeros han embarcado y que las puertas están siendo cerradas.
Respira con dificultad, como si lo hubiera hecho la primera vez que la viera,
y sus ojos están nublados. Esto no es bueno.
»¿Quieres que te dé espacio? —pregunto, todavía sosteniendo su
mano—. Puedo moverme...
—¡No! —dice—. Me gustas justo ahí.
Le ofrezco un chicle, pero lo aleja. Le abro la parte superior del agua
y se la doy.
—¿Bebe esto?
Sacude la cabeza y me empuja cuando el avión comienza a alejarse
de la terminal.
—Estoy bien. Estaré bien cuando el avión despegue.
—De acuerdo.
La observo atentamente, con los ojos cerrados y el pecho agitado,
mientras el avión se dirige a la pista, deteniéndose y comenzando en los
siguientes minutos. Ese pliegue de preocupación entre sus ojos no
desaparece. Cuando salimos a la pista y el avión empieza a acelerar, me
aprieta la mano.
Y nos vamos.
Espero mientras nos elevamos más y más alto en el cielo. Para que ella
afloje el agarre. Para dejarla ir. Para que me diga que está lista. Pero no lo
hace. Su respiración es más rápida.
—Noah —dice, abriendo los ojos—. No puedo hacer esto.
—Sí, puedes —le dije.

170
Mira a su alrededor, con ojos salvajes. Ahora su voz es más fuerte.
—No.
Se tambalea hacia adelante, tratando de ponerse de pie. El cinturón
de seguridad le sujeta la espalda. Suelta mi mano y se esfuerza por
conseguirlo.
—¿Qué estás...? Rebecca —digo con calma—. No puedes.
La gente en los asientos a nuestro alrededor se está dando cuenta
ahora. La azafata pasa y se fija en ella.
—Cinturones de seguridad puestos, por favor. ¿Está todo bien?
Asiento.
—Ataque de pánico. —Busco en el respaldo del asiento la bolsa de
papel, la abro y la pongo frente a la cara de Rebecca—. Sopla en esto.
La aleja con un golpe. Entonces dice, miserablemente, entre alientos
ahogados:
—¿Qué pasa si es demasiado tarde?
La miro fijamente.
—¿Y si es demasiado tarde para hacer qué?
Sus ojos se desvían hacia abajo y se encuentran con los míos. Su voz
es un aliento.
—¿Para olvidarte?
Mis ojos caen sobre su linda nariz, sus largas pestañas, cubiertas de
lágrimas, sus ojos llorosos y sus labios que mataría por besar de nuevo.
—¿Por qué tienes que olvidarte de mí?
—Pero esto no puede... no es real. Eventualmente... eventualmente
tendré que hacerlo. ¿Verdad?
—No —digo enseguida. Luego más alto—: No. Demonios, no.
Podemos seguir con esto. Lo bueno de esto es que escribimos esta historia.
Estoy seguro de que no quiero que termine y no tiene por qué terminar. Ni
siquiera a tres mil kilómetros de distancia.
Su pecho tiembla mientras inhala.
—¿No quieres que lo haga?
—Claro que no. Te dije que no —digo, llevando mi mano a su mejilla—
. Te dije que sabía que, si tenía algo especial, no lo dejaría pasar. Quiero que
vengas al estreno de mi próxima película. Realmente lo quiero.
Todavía parece dudosa. Cepillo mis labios en los suyos, besándola
suavemente.

171
»¿Vendrás?
Asiente.
—Sí.
Tomo su mano, la aprieto con fuerza.
—¿Y sabes lo de An Affair to Remember, Serendipity y Before Sunrise?
—le susurro—. Podrían haberlo arruinado todo, seguro. Pero olvidaste algo.
Todos terminan donde pertenecen al final. Juntos.
La mirada dura y afligida de sus ojos se ablanda.
—Tienes razón. Lo hacen.
—Así que relájate, ¿de acuerdo? Piensa en el estreno en abril. Nos
vestiremos elegantemente para ver cómo explotan las cosas. Será genial.
Una sonrisa tira la comisura de sus labios.
Pone su cabeza sobre mi hombro y su respiración se calma. En unos
momentos, sus pestañas empiezan a revolotear y aunque sólo he conocido
a esta mujer un poco menos de dos días, sé ciertas cosas. Cómo se ve
cuando finalmente se duerme, como un ángel absoluto. Cómo incluso el
toque de su mano envía chispas a través de mi torrente sanguíneo. Cómo
no voy a dejar de mirarla ni por un segundo durante este vuelo de tres horas.
Y, sobre todo, cómo estoy atado a algo que no me dejará ir a Dallas.
De ninguna jodida manera.

172
Becka
Me despierto justo cuando el avión está aterrizando, mi cabeza en el
hombro de Noah, mi mano en la suya.
Me besa el costado de la cabeza y me dice:
—Te dormiste como un tronco.
Levanta la ventana y veo el gran estado de Texas debajo de nosotros,
como una mancha difusa mientras el avión desciende cada vez más bajo.
Lo miro. Me mira. En media hora, saldremos de estas puertas,
entraremos en la terminal, encontraremos nuestros vuelos de conexión... y
¿quién sabe si nos volveremos a ver?
Lo haremos. Sí. Está sucediendo.
Dentro de seis meses.
Yo creo.
El avión aterriza sin ningún drama. El único drama dentro de mí es este
pánico abrumador de que, por el resto de mi vida, la única vez que lo veré
será como una figura bidimensional en una pantalla de cine. Que nunca
podré abrazar, tocar, y estar con él en carne y hueso.
El avión se dirige a la puerta y la luz del cinturón de seguridad se

173
apaga. Tomo mi teléfono y digo:
—Sé que estás ocupado. Así que no me llames. No me envíes
mensajes de texto. Sólo... borra mi número, ¿de acuerdo?
Levanta el teléfono.
—¿Por qué?
—Porque será raro. Hablar contigo, con toda esa distancia entre
nosotros. No quiero escuchar tu voz y sentirme frustrada porque no puedo
verte, y no quiero que peleemos porque estamos frustrados. La larga
distancia nunca funciona. Simplemente nunca lo hace. Así que no lo
hagamos.
—¿Pero nos volveremos a ver? ¿En el estreno?
Agarro mi bolso, saco el cuaderno. Arranco una página en blanco y
escribo mi dirección. Se la doy a él.
—Si todavía quieres que vaya, envía el boleto aquí.
—¿Si? —Sacude la cabeza. Me quita el bolígrafo y arranca una
esquina de la página—. Esta es mi dirección. Si quieres que lea tu libro
cuando lo termines, envíamelo.
Miro la dirección. Hollywood Hills. Suena demasiado glamuroso para
mí. Pero mantengo la fe. Es mejor esperar y desear por seis meses y ser
decepcionado al final que perderlo todo ahora mismo.
Me guardo la dirección en mi bolso.
—Está bien.
Puedo vernos dentro de cinco meses. Yo, sentada allí con una copia
de mi libro, con miedo de enviarlo porque el Sr. Alto y Poderoso
probablemente diga Rebecca ¿Qué? Él, pasando el rato en su jacuzzi en las
colinas de Hollywood, entregando entradas para el estreno a su último sabor
de la semana, que resulta que tiene un culo mucho más bonito que el mío.
Aplasto el pánico dentro de mí mientras nos ponemos de pie.
Todo saldrá bien. Porque incluso si el desaparece, tuvimos esto. Este,
el momento perfecto en el tiempo, en el que oficialmente, estábamos al
cien por ciento locos el uno por el otro.
Somos los últimos en bajar del avión. Nos tomamos nuestro tiempo,
revisando tranquilamente una y otra vez para asegurarnos de que no
dejamos nada atrás.
Cuando empezamos a caminar por el pasillo, él me deja ir primero,
con su mano sólida en la parte baja de mi espalda, como si yo le
perteneciera. Nunca me he sentido tan protegida. Tan querida. Tan amada.

174
Nos despedimos de las azafatas, de los pilotos.
Nos bajamos del avión.
Se pone a mi lado cuando subimos por la pasarela, hasta la terminal.
—¿Dónde es tu vuelo de conexión? —pregunta mientras aterrizamos
en la Terminal A.
Reviso mi boleto.
—Esta terminal. Tengo un par de horas. ¿Qué hay de la tuya?
—Terminal B. Saliendo en… cuarenta minutos.
—Oh. Supongo que tienes que...
Su mano está alrededor de la mía, ni cerca de soltarla.
—Déjame verte a salvo en tu puerta, primero.
Le sonrío. Mi puerta está justo ahí, en la distancia, en la dirección
opuesta al Skylink, que él necesita tomar hasta la otra terminal. Pero lo dejo.
Haré lo que sea para tener unos minutos más.
Caminamos lo más despacio posible. Arrastrando los pies como dos
ancianos. Los viajeros se desvían a nuestro alrededor, ansiosos por llegar a
donde sea que necesiten ir, pero los ignoramos.
Cuando llegamos, mira su teléfono. Dice:
—Supongo que esto es todo.
Asiento.
—De acuerdo. Nada de llamadas telefónicas. Sólo... entradas para el
estreno. Te veré en abril.
—Sí. Y te enviaré mi libro, tan pronto como lo termine.
—Bien.
Me mira como un paquete que no puede esperar a desenvolver. Él
aspira y yo respiro anticipándome a este último beso. Sé que voy a querer
tomar una instantánea de ello para que pueda tratar de hacer justicia en
mis libros. Sé que terminará demasiado rápido. Sé que querré más en cuanto
termine.
Su mano se enreda en mi pelo, tirando de mí hacia él. Y luego me
besa, y todo a nuestro alrededor se disuelve. Me besa tan fuerte que me
quita el aliento, pero me llena de algo mejor. Sus manos están en mi pelo,
en mi espalda y en todas partes y simplemente no es suficiente.
Cuando pruebo la sal me doy cuenta de que estoy llorando. Me alejo
de él y me toco los ojos.

175
—Oye —dice—. Oye.
Y no puedo ver, las lágrimas están difuminando mucho todo esto. Mi
garganta está cerrada, así que asiento para hacerle saber que estoy bien.
O....estaré bien.
Sólo que ahora no lo estoy.
Toma mi cara con ambas manos. Presiona su frente contra la mía.
—Escúchame. —Y luego lo hace. Me hace la voz de Brock y dice—:
Incluso si no tienes tus bases llenas, volver a casa sigue siendo muy dulce.
¿Verdad?
Oh, Dios, voy a ponerme a llorar feo. Asiento y cierro los ojos. Luego
susurra:
—Sólo vete. No vuelvas a perder tu vuelo —le doy la espalda, antes
de convertirme en un lío de mocosos.
Se da la vuelta. Empieza a alejarse.
Sé que estoy desatando las Cataratas del Niágara, pero no puedo
evitarlo. Lo miro y él retrocede, me mira, me saluda con la mano, en un reto
de quién se dará la vuelta primero.
Lo sé, es difícil para ambos. Poco a poco, la gente empieza a
desviarse entre nosotros, hasta que se lo traga la multitud. Levanto la cabeza
para verlo, pero sólo capto un destello de cabello rubio, un atisbo de su
chaqueta, nunca completamente a él, antes de que desaparezca.
Encuentro una silla en mi puerta y me sumerjo en ella, observando
como mi avión llega a la puerta. El avión que me llevará en la dirección
equivocada.
Saco mi teléfono, echándole un vistazo, por el momento. Todavía me
queda una hora antes de embarcar. Abro mi Facebook, pero no me
interesa. Alcanzo mi laptop, pero no creo que pueda concentrarme ahora
mismo. No cuando cada minuto que pasa significa que Noah se aleja cada
vez más de mí.
¿De verdad creí que podría escribir este libro, sin él? ¿Sin mi musa?
Todo a mi alrededor es muy aburrido. Y… constrictivo. Las paredes se
están inclinando, amenazando con caer sobre mí y aplastarme hasta la
muerte.
Estoy empezando a recordar por qué odiaba los aeropuertos.

176
Noah
Camino hacia atrás, agitando la mano, hasta que me tropiezo con el
pie de alguien. Hago una pausa para pedir disculpas y en el momento en
que levanto la vista de nuevo, ella se ha ido, perdida entre una multitud de
gente.
Me doy la vuelta. Seis meses. Menos que eso. Ella puede terminar ese
libro, y yo puedo tener mi carrera bajo control. Esto va a ser bueno.
Camino por la explanada, hacia el Skylink, mi cabeza nunca se aleja
de la sensación de su piel contra la mía. Mi polla, enterrada dentro de ella.
Los dulces y suaves ruidos que hacía al llegar. La singular manera linda y sexy
en que ella hace casi todo, desde caminar, lavarse los dientes hasta…follar.
Todo.
Real. Cierto. No hay mujer en la tierra que pueda conmoverme así.
Voy al Hudson News, pensando que necesito algo —un montón de
cualquier cosa para quitármela de la cabeza. Lo único que me llama la
atención, la cosa que tomo y considero comprar, a pesar de que la leí en
octavo grado y está más allá de la agonía, es el jodido Silas Marner.
¿Qué diablos me pasa?
Necesito concentrarme en mis audiciones. Ese es mi principal objetivo,

177
ahora. No hay duda de que algo en mí ha cambiado. Algo que creo que
definitivamente puedo usar para dar lo mejor en mi próxima audición.
Pero mi piel se eriza, pica de una necesidad que no puedo definir. Un
deseo de avanzar, de buscar algo. Alguien.
Llego a la entrada del Skylink y comienzo a caminar, ya que no puedo
quedarme quieto. Mis músculos están tensos, mi estómago apretado.
Me obligo a plantar mis pies y a ver a una pareja que debe estar de
vacaciones, esperando tomados de las manos. Ella se pone de puntillas y lo
besa, mirándolo fijamente a los ojos.
Y todo lo que puedo pensar es que una vez tuve eso.
Una vez.
Y como siempre, Rebecca tiene razón.
Una vez en la vida no pasa dos veces.

178
Becka
Sólo toma unos cinco minutos.
Comienza en el momento en que desaparece de la vista. Suspiro y
trato de limpiar las lágrimas y me digo a mí misma que está bien. Que lo veré
de nuevo. Esa ausencia hará que el corazón se encariñe más. Todas esas
cosas buenas.
Me recuerdo a mí misma que tengo un libro que escribir, y ahora tengo
las herramientas y la motivación para escribirlo. Me digo a mí misma que
estaré tan ocupada que esos seis meses pasarán como un rayo.
Pienso en lo increíble que será el estreno. Me compraré ese vestido
que nivelará la mandíbula de piedra de Megalith hasta el suelo. Me codearé
con personas como JLaw. Caminaré por la alfombra roja y haré que todos
se pregunten si soy alguien. Me reencontraré con Noah por primera vez en
ciento sesenta y tres días y haré la reunión sexual más increíble que hasta
Afrodita llorará.
Entonces empiezo a pensar en esos seis meses. Ciento sesenta y tres
noches. Sin él.
Hago las cuentas en mi calculadora. Se fue hace cinco minutos. Sólo
me quedan cuarenta y seis mil novecientos cuarenta y cuatro de ellas.

179
Santo Dios.
Al pensarlo, mi garganta comienza a estrecharse. Mi pulso palpita en
la sien y me duele la cabeza. Agarro la botella de agua que me compró, la
alzo y desenrosco la tapa.
Trato de forzar un sorbo en mi garganta, pero mi visión empieza a dar
vueltas.
Oh, no.
Cinco minutos. Y ya sé que tomé la decisión equivocada al dejarlo. Ya
sé que, dentro de cincuenta años, cuando mire hacia atrás para ver lo que
hice mal, veré esto como el momento en que mi vida se desvió. ¿Qué fue
esa mierda de no enviar mensajes de texto o llamar? Al menos sería algo.
Tuve algo increíble. Y lo tiré, lo tiré al aire y dije: ‘Vuelve más tarde’.
¿Quién hace eso?
Mi respiración es rápida y superficial. Me inclino, enterrando mi cabeza
entre mis rodillas. Los bordes de mi visión se oscurecen.
—¿Está bien, señorita? —me pregunta alguien con un marcado
acento sureño.
—Yo... Yo no...
La gente se mueve a mi alrededor, pero no puedo concentrarme en
ellos. Mis ojos están en mis pies, pero hay fuegos artificiales explotando en mi
visión. Oigo voces, levantadas en confusión.
—Todos. Retrocedan. Hemos llamado a un paramédico. Parece que
se va a desmayar.

180
Noah
A la mierda con esto.

181
Becka
Alguien me da una bolsa de papel. Solo la llevo a mis labios cuando
escucho una voz familiar.
―Está bien. Ella está conmigo.
Giro mi cabeza tan rápido que lo golpeo justo en la mandíbula. Él
retrocede, envuelve su brazo a mi alrededor y me empuja contra su cuerpo.
―Oye. ¿Estás bien?
―¿Noah? ―Sollozo, apenas creyendo que esto sea verdad—. ¿Qué
estás haciendo aquí? ¿Perdiste tu vuelo?
―No. ―Sus manos están sobre mí, estabilizándome—. Bueno, sí, pero
esta vez quería hacerlo.
―¿Lo hiciste?
―Sí. A la mierda el Algún Día. Hagámoslo Ahora Mismo.
Lo miro fijamente.
―Estás…
―No digas que no podemos. Puede que haya olvidado contarte un
poco sobre Hollywood. Claro, es prácticamente el lugar más loco que jamás

182
verás. Pero la cosa es, los tipos creativos viven allí porque es muy inspirador.
Quiero decir, toma mi casa. Es enorme. Tiene mucho feng-shui en ella para
estimular los sentidos, conseguir que la sangre fluya. Confía en mí en esto.
Tengo la sensación de que, si empiezas a escribir allí, nunca te detendrás.
Lo miro desde las lágrimas en mis ojos.
―¿De verdad?
―Totalmente. Por eso creo que necesitas venir conmigo. Durante unos
pocos días. O una semana. O hasta que termines el libro. O para siempre. Lo
que quieras. Cuando se trata de inspiración, a la mierda Manhattan.
Hollywood es donde está todo.
Está balbuceando tan adorablemente, sin aliento, que de repente
todo tiene sentido. De repente no puedo imaginar que alguna vez haya otra
opción.
―Sí.
—Y te daré tu propia oficina, si quieres. Así puedes estar sola. O
conmigo. O lo que sea. Solo di que... —Se detiene—. Espera. ¿Dijiste que sí?
Asiento. Mi respuesta fue sí, en el segundo que se alejó de mí, supe
que estaba cometiendo el mayor error de mi vida.
―Pero, ¿por qué? ¿Por qué volviste?
―Porque sí. ―Sonríe y me toca la cara. Y son las palabras de Brock,
pero es su voz, esta vez, es todo Noah—. No te rindes cuando lo que amas
está en juego. Cavas más profundo. Tú me enseñaste eso, Rebecca.
―Tú... ¿me amas? ―le pregunto.
Me levanta y me besa.
—Resulta que no puedo abordar un vuelo sin ti. Así que diría... joder, sí.
―Me sonríe, lleva un dedo a mis labios, acariciando mi barbilla con tanta
suavidad, los ojos revoloteando sobre mis rasgos como si no pudiera creer
que sea real—. ¿Y adivina qué?
Mi voz sale sin aliento, en tres sílabas.
―¿Q… u… e?
―Este fue nuestro momento oscuro. Creo que vamos por el buen
camino.
Dejo escapar un jadeo que es en parte una risa. Él tiene razón. Y creo
que sería una gran escena en un libro.
Porque todo el mundo reunido a nuestro alrededor, antes
preocupado por mi estado de salud, suspira colectivamente. Y mientras

183
baja sus labios sobre los míos, lentamente esta vez, y no tengo intención de
dejarlo ir... todos estallaron en una ronda de aplausos.
―Haz tu reverencia ―murmuro en su piel.
Pero no lo hace. Me tiene en sus brazos, su boca sobre mí en este beso
loco y sexy que no parece tener un final.
Tendremos que cambiar nuestros boletos. Una vez más.
Probablemente nos prohibirán volver a tomar otro vuelo americano. Lily
tendrá que seguir cuidando a Tibby y guardando mi correo y... lo que sea.
Pero tengo las palabras en mí. Ahora lo sé... Tengo el coraje, la pasión
y la inspiración, aquí mismo. Ahora, solo puedo dejarlas salir.
Noah
El nuevo vuelo sale a las 7:20 p. M. y llega a las 9:40 p. M.
Tiempo de sobra para llegar a casa y para mi limusina de las seis de la
mañana.
Este es un vuelo en el que definitivamente planeo estar.
Con la cabeza de Rebecca en mi hombro, siento que puedo
conquistar el mundo. Megalith. Hamlet. Cualquier otra cosa podría venir en
mi camino.
Le doy un beso en su cabello. Ella está perezosamente hojeando la
revista de moda, pero de vez en cuando me mira para sonreír.
—Hola ―le digo.
―Hola, otra vez.
Respondo al último mensaje de Anne, donde organizó las fotos
publicitarias una vez más, con: Voy en camino. En Dallas ahora. El vuelo
debería llegar a las 10.
Ella responde un momento después con: ¡Aleluya! Mándame un
mensaje de texto cuando llegues. Te buscan para una audición con un
pequeño proyecto independiente que acaba de llegar a mi escritorio. Creo

184
que estarás contento. Que tengas un buen vuelo.
Será un buen día. Uno muy bueno. Para empezar, Rebecca y yo
pudimos conseguir asientos juntos.
Así que estaré sentado en el mejor asiento del avión.
Y no puedo esperar. No puedo esperar para mostrarle Hollywood.
Para llevarla a casa, a mi cama. Para ver su lindo culito de escritora, sentado
en mi casa, escribiendo en su portátil rosa.
Todavía odiaré ser convertido en el gran imbécil azul. Pero no es tan
malo.
De hecho, la vida es muy dulce.
Me inclino y la beso de nuevo, porque no puedo tener suficiente de
su boca. Su perfecta y dulce boca. Y todo el resto de ella.
He oído que no puedes encontrar el cielo en el infierno.
Mentira. La prueba viviente de eso es Rebecca. Mi cielo. Y planeo
mantenerlo lo más cerca posible de mí, por el tiempo que pueda.

185
Becka
Es muy tarde para cuando el Uber nos deja frente a la casa de Noah
en Hollywood Hills. Extensa, moderna, hermosa, la mansión de un solo piso,
de valor arquitectónico, es oscura cuando Noah me toma de la mano y me
lleva a las puertas delanteras.
―¿Lista?
Asiento, mordiéndome los labios por los nervios y la excitación.
Voy a vivir aquí. Con Noah Steele.
Le envié un mensaje a Lily de camino aquí.

Yo: Lily, cambio de planes. Me estoy... mudando.


Lily: Becka… ¿estás borracha?
Yo: No, ¡¡¡¡¡PERO ESTOY DROGADA!!!!! ¡CON ÉL! ¡CON ESTO! ¡¡CON LA
VIDA!!

Mi teléfono siguió zumbando desde entonces, y le prometí a Lily que


la llamaría a ella y a mi inquilina mañana. Sé que tengo que contarle todo

186
a mis padres. Bryn. Todo el mundo.
Pero en este momento, ni a Noah, ni a mí nos preocupa el resto del
mundo.
No podemos dejar de sonreír, no podemos dejar de acercarnos y
tocarnos. No podemos detener el sentimiento de que estamos exactamente
donde queremos estar, y con quién queremos estar.
Cuando Noah ahora abre las gruesas puertas de caoba con un clic,
me indica que entremos.
―Después de ti.
Entro y me saluda la vista más hermosa de la ciudad de Los Ángeles
desde la ventana de la sala. Escucho a Noah encender el interruptor de luz
y me recibe una moderna casa de soltero bellamente decorada.
Hay una barra de granito al final, elegantes sofás de cuero con
almohadones de cuero oscuro y una alfombra tejida de cuero negro sobre
elegantes pisos de madera.
―Es hermoso. ―No puedo dejar de beber cada rincón de su casa.
Porque es de él. Puedo ver fotos de su infancia. Revistas que lee: Hollywood
Reporter, National Geographic y Time.
Hay vallas publicitarias de películas antiguas en la pared, enmarcadas
en elegantes y modernos marcos negros que combinan con la decoración.
―Podemos eliminar a este tipo. —Hace seña a los carteles.
―¿Estás bromeando? ¡Lo amo! ―Lloro, moviendo la cabeza en señal
de advertencia—. Te mataré si lo sacas de nuestras paredes.
―Porque lo amas. Acabas de decirlo. Literalmente.
Levanta las cejas, y me muerdo los labios y admito.
―Lo amo. El actor. No solo el papel.
Los ojos color gris ceniza de Noah de repente se vuelven un intenso
gris acerado. Me acerca a él y deja caer un beso en mis labios, metiendo
sigilosamente su lengua.
―¿Cómo tuve tanta suerte, Rebecca? ¿Eh? ―Me mira, ambos sin
aliento por nuestro beso.
―Cuando lo descubras, házmelo saber. Estoy tratando de averiguar lo
mismo.
Los dos estamos sonriendo como tontos hasta que Noah parece
recordar que aún tiene el resto de la casa para mostrarme. Me muestra la

187
cocina de chef, tres veces la que tengo en Austin, y el comedor, la sala de
cine y los cuartos de servicio.
―No, no tengo mayordomo. Pero si alguna vez necesitamos ayuda
después de organizar una gran fiesta o lo que sea. —Se encoge de hombros,
como si eso no importara. A continuación, me lleva de regreso a la sala de
estar, y a una gran sala con estanterías con una pared de ventanas y la
misma vista impresionante de la ciudad.
―Esta es tu oficina. Es mía, pero no me sirve de nada. Tiene una vista.
Noah abre la ventana a la terraza y la piscina infinita a la que también
se puede acceder fácilmente desde la sala de estar.
Salimos unos minutos.
La brisa recorre mi cabello, y lo estoy bebiendo todo con un
aturdimiento que me hace seguir preguntándome: ¿Es esta realmente mi
vida? ¿Realmente me está pasando esto?
Aguanto la respiración mientras la vista de Hollywood se extiende ante
mí. Mi garganta trabaja mientras lucho por decir algo, pero no me salen
palabras.
Noah está detrás mío, sus manos en mis hombros, su voz en mi oído.
―¿Tienes miedo?
Finalmente saco algunas palabras.
―Más miedo de dejar ir lo mejor que me ha pasado en mi vida.
―Ven aquí. ―Toma mi mano entre las suyas y me lleva de vuelta al
interior, pasando por la sala de estar, por un espacioso pasillo, hasta las
puertas dobles al final. Abre una de ellas, guiándome hacia adentro, hacia
la enorme cama con un cabecero de cuero—. Y esta... esta es nuestra
cama.
Me guía a la cama.
Es hermosa. Suave y lujosa, como el cielo esperándome.
―No quiero que te preguntes quién ha estado aquí conmigo. Porque
nadie lo ha hecho. Este es mi espacio, y así es como siempre lo he
mantenido. Me mantiene cuerdo.
Le creo, asiento. Pasa mis manos sobre su pecho, debajo de su
camiseta.
Hay un largo silencio cuando toco su piel, mientras Noah me mira
intensamente en su cama.
―No puedo tener suficiente de ti, Rebecca.
―Yo de ti.

188
―Dios, no puedo creer que estés aquí conmigo. —Me acaricia el
estómago.
Me río, y él se ríe suavemente y se aleja. Se quita la camiseta. Se quita
los vaqueros.
Oh, sí, por favor.
Todo Noah Steele para mí.
Duro por mí.
Lo bebo como una niña hambrienta. Sentada en la cama para
despojarme frenéticamente de todo lo que pueda. Cuando él se arrastra
sobre mí, todavía estoy en mi ropa interior y algo atrapada con las correas
de mi sostén.
―Permíteme. ―Sonríe mientras se acerca y desengancha mi sostén
para que pueda quitarlo más fácilmente.
―Gracias. —Vacilo, desesperada por tocar, sin saber por dónde
empezar. Me relajo y tomo su mandíbula, poniendo un beso en sus labios—
. Noah.
Toma mi mano y la gira, y me besa la palma de la mano. Enrosco mis
dedos a su alrededor como si quisiera mantenerlo ahí, siempre.
―Me alegro de que estés aquí. No sé en qué momento me enamoré
de ti ni cuándo lo supe, pero nunca te dejaré ir.
―Yo tampoco.
―Ahora quiero comerte, Rebecca. Un festín de ti, Texas. Justo aquí en
nuestra cama.
Oh Dios.
Nuestra cama.
NUESTRA. CAMA.
Porque esto es lo que estamos haciendo. Vamos a vivir juntos. Porque
él me quiere a mí, y yo lo quiero a él. El me ama. Y lo amo.
Estoy temblando cuando se acerca para enganchar su pulgar a la
cuerda de mi ropa interior, bajándola por mis piernas.
―Ahora sé que eres una escritora y que hay reglas para un buen
romance, y el hecho de que estuvieras dispuesta a venir conmigo... No
quiero que pienses que eres la única que está haciendo un esfuerzo aquí.
Así que quiero darte una bienvenida explosiva a casa. Así que sabes cuánto
aprecio que sientas lo mismo que yo por nosotros. Prometo que haré todo lo

189
posible para no pertenecer a tu lista de imbéciles, nunca. Darte lo que te
mereces. Amarte como te mereces.
Estoy asintiendo rápido, temblando mientras él separa mis muslos.
Noah mantiene contacto visual todo el tiempo mientras baja la cabeza y
pone sus labios en los labios de mi sexo.
Me sacudo por el contacto.
Aterciopelado. Mojado. Caliente. Perfecto.
―Sí, Dios, Noah. —Agarro un puñado de sábanas. Se sienten satinadas,
y tan bien... pero no tan bien como su lengua mientras lame arriba y abajo
de mis pliegues... luego entre ellos. Un gemido me abandona, mis dedos se
aprietan sobre las sábanas mientras desliza una mano por el interior de mi
muslo, poniendo su pulgar en la diversión. Dejando que su pulgar gire mi
clítoris mientras me lame... y luego cambiando... dejando que su pulgar se
hunda dentro de mí mientras su lengua frota mi clítoris en círculos lentos,
lánguidos y extremadamente deliciosos.
Me estoy muriendo y es la mejor sensación que he tenido. Oral era
algo que realmente nunca había deseado hasta él. Pensé que me sentiría
vulnerable, y simplemente... demasiado indefensa. Me siento vulnerable e
indefensa, pero también me siento amada y apreciada con cada golpe.
No hay manera de que lo detenga.
Incluso mientras estoy pensando en un estado de aturdimiento, mis
caderas están empezando a empujar hacia arriba. A su gloriosa, malvada
boca. Está cerrando los ojos, como si estuviera demasiado deshecho por mi
gusto para mantener el contacto visual por más tiempo. Mis ojos se cierran,
las sensaciones me dominan cuando de repente me toma el orgasmo.
Jadeo, viniéndome fuerte y rápido para él, las olas rompiendo a través
mío.
Noah sigue lamiendo incluso mientras me sacudo debajo de él,
disminuyendo sus golpes mientras desciendo.
―Sabes bien, Texas. ―Levanta su cabeza, su boca brilla con mis jugos.
―Como qué... ―jadeo.
Noah arrastra sus ojos a lo largo de mis pechos, a lo largo de mi cara,
mientras él curva mis piernas alrededor de sus caderas y luego se inclina
para dejar caer un camino de besos por mi torso desnudo, por mi cuello,
hasta mis labios.
―Cómo volver a casa después de un largo y agotador viaje donde
todo salió mal, excepto una cosa ―murmura, aplastando mi boca debajo
de la suya mientras conduce a casa dentro de mí—. Tú.

190
Becka
Seis meses después

Me gustaría decir que mi tiempo de espera interminable en un


aeropuerto llegó a su fin, después de eso.
Pero eso no es cierto.
Seis meses después de que decidí seguir a Noah a Hollywood, estamos
en LAX una vez más. El sol se está poniendo, y nos estamos acercando a la
hora en que la Ruta 5 será una fila de autos. Esta vez, estamos revisando los
tableros de llegadas. Una vez más, parados, mientras el mundo entero corre
a nuestro alrededor.
―¿Se retrasó otra vez? ―Noah me pregunta cuando regreso a donde
está sentado junto a un carrusel de reclamo de equipaje, leyendo un nuevo
guión, este para una película spin off de Megalith. Tiene las piernas
extendidas, cruzadas por el tobillo, y está dando vuelta las páginas con
tranquilidad, usando sus anteojos de superhéroe Clark Kent.
Tengo que suspirar cada vez que lo miro, se ve muy bien.
―No lo sé ―le contesto—. Creo que debería haber aterrizado hace

191
cinco minutos.
Se quita las gafas y se las mete en el bolsillo. Ambos miramos con gran
anticipación hacia la terminal, donde los pasajeros descienden por una
escalera mecánica para reclamar su equipaje.
No Lily.
Ahora, estoy bastante segura de que, si la veo, mi primera reacción
será pellizcarla para asegurarme de que es real.
Hemos estado aquí por seis, pasando las siete horas. Se suponía que
llegaría por la mañana, y me olvidé de comprobar que su vuelo llegara a
tiempo. Primero, hubo tormentas. Luego, hubo un problema con el avión.
Hace tres horas, Lily me envió un mensaje diciendo que estaba atascada en
la pista y que había estado allí una hora.
Estoy muriendo.
Sonreí y luego escribí: hay cosas peores que estar varado en un
aeropuerto.
A lo que ella había respondido rápidamente: No hay actores calientes
aquí. Mis compañeros de asiento son una madre desesperada y su niño
pequeño. BIEN POR MÍ.
Pienso en ella y suspiro. Pobre Lily. Ha estado babeando por este viaje,
sus primeras vacaciones desde que comenzó a trabajar como asistente
legal en una firma donde le pagan una miseria y esperan que trabaje
catorce horas al día. Quiero que todo sea perfecto para ella. Ella ya ama a
Noah, ya que lo lleve conmigo hace unos meses. Pero quiero que ame este
lugar tanto como yo.
Es muy bueno que el estreno de King of the Galaxy no sea hasta
mañana por la noche. Lily va a estar cansada. Tendrá que refrescarse, y
puedo mostrarle todas las vistas que Noah me mostró cuando era nueva en
la ciudad.
Me arrodillo frente a él mientras él pone a un lado su manuscrito y
levanta su teléfono. Lo estudia y dice:
―Esto dice que el avión todavía está en el aire.
Gimo.
Se estira, luego empuja contra el carrusel y se levanta, el movimiento
muestra los músculos abdominales bronceados y tensos que siento que
todas las mujeres a su alrededor lo miran con deseo. Es algo a lo que me he
acostumbrado. Pero su mirada nunca deja la mía.
―¿Quieres comer algo?

192
Sacudo la cabeza y levanto mis rodillas hacia mi pecho, justo cuando
un niño pequeño que no puede tener más de siete años se le acerca.
―¿Eres Noah Steele? ―pregunta tímidamente.
Noah asiente y le choca los cinco.
―Hola, amigo. ―Le sonrío a su madre que le pide que tome una foto.
Noah hace una mueca feroz de Megalith y le dice al niño que haga lo
mismo. El resultado es digno de un cuadro y hace que mis ovarios exploten
un poco. Le digo a la mamá que entre y tomo una foto de los tres.
―¡Gracias! ―dice el niño, todo sonrisas, y la madre toma la mano de
su hijo mientras se aleja.
Mi teléfono vibra con un texto. Espero que sea Lily. Pero es Bryn. Lo
terminé en un día. ¡Oh Dios mío mujer, eres increíble!
Me encuentro sonriendo tontamente. Sé que todas mis críticas no
serán tan asombrosas como esta, pero se siente bien tener este trabajo
hecho. Saber que le di vida a estos personajes y que la gente se interesó en
su historia, aunque solo fuera por un momento.
Noah levanta una ceja.
―¿Lily?
Sacudo la cabeza.
―Bryn. Acaba de terminar el libro.
―Y supongo que lo odió tanto como yo ―dice con una sonrisa
sarcástica. Ha sido mi mayor defensor desde el primer día, cuando me
instaló en su oficina y la llamó mía, abrió las puertas de vidrio, con una vista
perfecta de las montañas y la ciudad abajo, así como una bebida helada
con un pequeño paraguas en ella.
Tomé un sorbo y bebí en el paisaje, inspirado por el amor. E hice algo
valiente otra vez. Tan valiente como seguir a Noah a Hollywood. Descarté
todo lo que tenía de Ben y Leia, y me di cuenta de que no era su historia la
que necesitaba contar. Era la nuestra. La de Noah y la mía. Y nos lo di, nos
lo dimos: nuestros felices para siempre y todo. Comencé la historia como
toda historia comienza, con el Capítulo Uno y una frase.

Nueva York puede ser cruel, una ciudad cruel...

El resto fue escrito 'en las estrellas' como Noah y yo bromeamos. Al


final, fuimos por ello. Nos lanzamos a lo desconocido, sabiendo que solo nos
queríamos el uno al otro. Y ninguno de nosotros ha tenido ningún

193
arrepentimiento.
Bryn. Le dije que me mudé con Noah. No he podido verla en persona,
pero le prometí que conocería cada pequeño detalle tan pronto como
escribiera mi libro.
No quería relatar todo porque los sentimientos eran crudos y vivos,
como un fuego en la boca de mi estómago, y quería soltarlo, palabra por
palabra. Ahora ella lo sabe todo.
Las revisiones y la búsqueda del título perfecto tomaron algo de
tiempo, pero ahora, Muse está listo para que todo el mundo lo vea. Estoy
nerviosa, pero sobre todo emocionada.
Tan, tan emocionada.
Sobre el libro, el estreno de mi primera película y todo lo demás.
Y todo en mi vida toca a Noah. He estado en casa en Austin desde
ese día, pero siempre vuelvo con él. De hecho, no hemos estado separados
más de un par de días.
No estoy segura de cómo voy a sobrellevarlo cuando se vaya a
Londres, la próxima semana, para comenzar a filmar la versión de la película
We Will Rock You, que es un musical que contiene canciones de Queen. Él
puede cantar.
El chico tiene voz. Tan buena que apenas puedo soportar verlo. Cada
vez que me canta, me convierte en una de esas groupies de los Beatles que
se desmaya o tiene que cubrirse la cara con una almohada para evitar morir
por pura excitación.
Noah se pasa las manos por el cabello y se aleja un poco. Luego
regresa, levantando sus brazos y cruzándolos sobre su cabeza.
―Creo que podría volverme loco aquí.
Me pongo de pie.
―Los aeropuertos no son lugares tan malos ―le digo—. ¿Recuerdas?
Sonríe.
―¿Cómo podría olvidarlo?
Pongo mis brazos alrededor de su cuello, luego me pongo de puntillas
para mordisquear ese delicioso lugar donde su mandíbula se encuentra con
el lóbulo de su oreja. Él huele a crema de afeitar y sabe ligeramente salado,
y cuando me presiono contra él siento que mi cuerpo responde, mis pezones
se endurecen debajo de mi camiseta.
Él desliza sus palmas por mi espalda para aplastar mi cuerpo contra el
suyo. Sus manos se deslizan sobre mi culo, y aprieta. Yo me retuerzo Ahora
no me importan los Celulares, pero sé a qué conducirá esto. Es insaciable. Y

194
si seguimos por este camino enloquecedor, la policía y los cargos de
exposición indecente podrían estar en nuestro futuro. Megalith puede tener
fans en las altas esferas, pero también tiene un montón de tabloides a los
que les encantaría atrapar su culo de piedra infraganti. Diablos, ya nos
pillaron una vez en el autoservicio de Jack in the Box. Gran historia. Sí, es
verdad, ¡el hombre de piedra come comida rápida!
Aprieta sus manos a mí alrededor, y desliza una mano debajo del
borde de mi camiseta, acariciando con sus dedos a lo largo de la piel
desnuda en la parte baja de mi espalda.
―Hay lugares donde podemos estar solos aquí.
Miro a mi alrededor y veo un letrero en la esquina de la habitación,
cerca de los mostradores de alquiler de autos. El baño familiar.
Lily probablemente todavía esté en el aire. Además, si no, ella lo
entenderá totalmente. Estamos hablando de Megalith aquí. Hombre de
piedra. Deberías ver lo que le hizo al puente Golden Gate. Lo que quiere,
generalmente lo consigue.
Tomo su mano, guiando el camino, y fácilmente escapamos de la
habitación, sin ser notados.
Enciende la luz.
―Esto me trae recuerdos.
Luego presiona la puerta para cerrarla, y gira la cerradura.
Estoy sobre él antes de que se vuelva, besándolo para que se caiga
contra la puerta, alcanzando el dobladillo de su camiseta para poder poner
mis manos sobre esos deliciosos músculos.
Sus manos se hunden debajo de mi falda y suben sobre mis muslos,
amasando los músculos de mi trasero. Sus dedos dejan un rastro ardiente en
mi piel, dondequiera que toquen.
Él baja su cabeza para lamer mi boca, y sus manos me rodean,
enmarcando mi cara. Sus ojos me miran como si fuera la cosa más preciosa
y hermosa que jamás haya visto.
―Tú eres una cosa hermosa ―murmura—. Me llevas a lugares,
Rebecca.
Lo beso, lo abrazo fuerte y me relajo en su boca sexy y perversa,
dejándome devorar por él. He estado en los lugares más sorprendentes de
este país con él, y tiene razón... nunca ha sido el lugar.
Y él es la persona.

195
FIN
La autora más vendida del New York Times, USA Today y Wall Street
Journal, Katy Evans, es la autora de las series Manwhore, Real y White House.
Vive con su esposo, dos hijos y sus amados perros. Para obtener más
información sobre ella o sus libros, visita sus páginas. A ella le encantaría
saber de ti.

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¡Visítanos y entérate de nuestros proyectos!

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