Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Introducción
4“Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del
Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí. 5 Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis
bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días.
8Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en
Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hechos 1:4-5, 8).
La iglesia comenzó con doce apóstoles; luego en el día de Pentecostés ciento veinte fueron llenos
del Espíritu Santo; en ese mismo día tres mil almas más fueron salvas; un poco más tarde cinco mil
hombres se convirtieron, no solo en Jerusalén, sino también en Galacia, Macedonia, Acaya y Asia,
multitudes eran salvas.
El secreto fue el Espíritu Santo.
Sí, el Espíritu Santo obrando a través de vasos limpios, humildes, rendidos y obedientes.
Los predicadores eran verdaderamente ungidos por el Espíritu Santo.
(Ungir es apartar a una persona, para uso divino. Ser ungido es ser apartado, empoderado o
protegido, capacitado por el Espíritu Santo)
Por tanto, lo primero que necesitamos para evangelizar es abandonarnos confiadamente en brazos de Dios,
quien, a través del Espíritu Santo, guiará nuestros pasos y suscitará los recursos necesarios.
Evangelizar es ponerse a disposición del Espíritu Santo, auténtico autor de todo testimonio y
único protagonista y motor de toda evangelización.
No hay nadie, en ninguna parte, que pueda ser cristiano sin el Espíritu Santo.
No hay una persona que pueda seguir a Cristo sin la ayuda del Espíritu Santo.
El Espíritu Santo ve todo lo que pasa.
Él sabe lo que pasa en nuestros corazones.
Él sabe lo que pasa en nuestras mentes.
Nada está oculto para Él