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“Y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con
demostración del Espíritu y de poder.” (1 Corintios 2:4)
Jesús prometió a sus discípulos y seguidores que iban a recibir poder (dunamis) después del descenso del Espíritu
Santo en el día de Pentecostés. Cristo les mandó: “que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa
del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí”. No fueron enviados a predicar, enseñar u organizar denominaciones, sino a
ESPERAR el derramamiento del Espíritu Santo y poder. Cada miembro del cuerpo de Cristo debe esperar y ANHELAR
esta INVESTIDURA de PODER de lo alto. En el bautismo del Espíritu Santo, hay una investidura de poder, y el que lo
recibe queda preparado para el servicio de Dios.
“Pero RECIBIRÉIS PODER, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis
testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.” (Hechos 1:8)
DEMOSTRACIÓN Y PODER
En el texto anteriormente citado, San Pablo declara que su predicación no era con palabras persuasivas de
sabiduría humana, sino con DEMOSTRACIÓN del Espíritu Santo y PODER.
Aunque era un hombre erudito e intelectual, no quiso que sus oyentes quedasen impresionados por su
inteligencia o su don de palabra, sino que su fe se basase en el poder de Dios.
Pablo habla aquí de dos tipos de FE y de dos formas de predicar.
o Una con palabras persuasivas y sabiduría humana y
o otra con demostración del Espíritu Santo y poder.
o Según el énfasis del predicador, así será la fe de la congregación. Cuando la predicación es con
demostración del Espíritu y poder, la fe del pueblo estará fundada en el Señor, quien confirma Su palabra
con señales y prodigios con el repartimiento de los dones del Espíritu Santo. La debilidad en él que
predica, se verá reflejada en sus oyentes. La apatía, la indiferencia y la falta de reverencia en la casa de
Dios, es resultado en gran parte, por la falta de la manifestación del Espíritu.
Escucho mucho a personas que dicen que no hace falta la unción, que simplemente con declarar la Palabra ya habrá
resultados. Un predicador de renombre ha dicho que siente orgullo por no tener intercesores, pues no hace falta orar ni
interceder sino solamente declarar la Palabra. Otro predicador me dijo: “no necesito la unción, sino solamente
declarar la Palabra”. Lo triste es que la Palabra sin el poder del Espíritu Santo es infértil. Como un huevo sin la
fertilización del gallo no trae vida, la Palabra sin el Espíritu está adormecida.
Aun una semilla de grano, si no recibe humedad y calor no brota. La Biblia, no produce resultados hasta que se proclama
en la boca de alguien lleno del Espíritu Santo y fe. En la parábola del sembrador la semilla fue sembrada por alguien, no
se quedó en un saco.
Esteban, uno de los siete diáconos, era un hombre lleno de fe y poder y su mensaje era con demostración del Espíritu
Santo.
“Y Esteban, lleno de gracia y de poder, hacía grandes prodigios y señales entre el
pueblo.” (Hechos 6:8)
¿En qué consiste un evangelio completo? San Pablo describe su ministerio con estas palabras:
“Porque no me atreveré a hablar de nada sino de lo que Cristo ha hecho por medio de mí para la
obediencia de los gentiles, en palabra y en obra,
Con el poder de señales y prodigios, en el poder del Espíritu de Dios; de manera que desde
Jerusalén y por los alrededores hasta el Ilírico he predicado en toda su plenitud el evangelio de
Cristo.” (Romanos 15:18-19)
Los gentiles fueron convencidos y convertidos porque la predicación de Pablo era con hechos palpables.