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OPINIÓN

La guerra de la OTAN contra Rusia


Una guerra provocada, que además violaba normas internacionales, tal
como lo proclamaron casi todos en la ONU

Por: Enrique Daza Gamba | septiembre 27, 2022

El conflicto de Ucrania es la consecuencia de tres factores: el


incumplimiento de los acuerdos que dieron lugar a la desintegración de la
URSS, del conejo a los protocolos de Minsk y de la obsesión
estadounidense contra Rusia. Cada vez resulta más evidente que se trata
de una guerra de la OTAN contra Rusia librada en territorio ucraniano.
Una nueva guerra fría que amenaza volverse caliente y que tendría
incalculables consecuencias para toda la humanidad.

En 1990 desapareció la Unión Soviética y se disolvió el Pacto de Varsovia,


alianza militar del entonces llamado Bloque Socialista, enfrentado a la
OTAN durante la Guerra Fría. Al haber desaparecido esa guerra por
sustracción de materia, Occidente le prometió a Gorbachov que no se
expandiría la OTAN. Todo el mundo pensó que vendría una temporada de
estabilidad y paz.

Fue la garantía que se dio a la URSS de que la OTAN no se ampliaría lo


que determinó que la Guerra Fría terminara. En una reunión realizada el
9 de febrero de 1990 entre James Baker, secretario de Estado de Bush,
Eduard Shevardnadze, secretario de relaciones exteriores de la Unión
Soviética, y el presidente Mijaíl Gorbachov, Estados Unidos declaró que la
OTAN no se expandiría ni una pulgada hacia el Este si se permitía la
presencia de las tropas estadounidenses en la Alemania unificada.
Documentos desclasificados en 2017 revelaron que Robert Gates,
exdirector de la CIA, reconoció que en la década de 1990 sí se le había
dicho a la URSS que la OTAN no se expandiría. En efecto, durante la
cumbre de Malta, en diciembre de 1989, el presidente George Bush había
asegurado que no se aprovecharía de la caída del Muro de Berlín para
“dañar los intereses soviéticos”. Al año siguiente, el ministro de
Relaciones Exteriores de Alemania Occidental, Hans-Dietrich Genscher,
Baviera explicó en Tutzing, ante un nutrido auditorio, “que los cambios en
Europa del Este y el proceso de unificación alemán no deben conducir a
un ‘perjuicio de los intereses de seguridad soviéticos’. Por lo tanto, la
OTAN debería descartar una ‘expansión de su territorio hacia el este’.”
El tema fue objeto de múltiples discusiones entre los miembros de la
OTAN. El 6 de febrero de 1990, cuando el canciller alemán Genscher se
reunió con el ministro de Relaciones Exteriores británico, Douglas Hurd,
señaló: “Los rusos deben tener alguna seguridad de que si, por ejemplo,
el gobierno polaco abandona el Pacto de Varsovia algún día, no se uniría
a la OTAN”.
James Baker le dijo a Gorbachov el 18 de mayo de 1990, en Moscú, que
su política incluía la transformación de la OTAN, el fortalecimiento de las
estructuras europeas, mantener a Alemania sin armas nucleares y tener
en cuenta los intereses de seguridad soviéticos. Baker comenzó sus
comentarios: “Antes de decir algunas palabras sobre el tema alemán,
quería enfatizar que nuestras políticas no tienen como objetivo separar
Europa del Este de la Unión Soviética. Antes teníamos esa política. Pero
hoy estamos interesados en construir una Europa estable y hacerlo junto
con ustedes”.
En marzo de 1991, el primer ministro británico, John Major, aseguró
personalmente a Gorbachov: “No estamos hablando del fortalecimiento
de la OTAN”. Posteriormente, cuando el ministro de Defensa soviético, el
mariscal Dimitri Yazov, le preguntó a Major sobre el interés de los líderes
de Europa del Este en ser miembros de la OTAN, el líder británico
respondió: “Nada de eso sucederá”.
El secretario general de la OTAN, Manfred Woerner, en julio de 1991,
explicó a una delegación rusa que “el Consejo de la OTAN y él están en
contra de la expansión de la OTAN”.
Los hechos sucedieron al revés de lo ofrecido, porque la OTAN continuó
su vertiginosa expansión hacia el Este durante las siguientes décadas. En
1999 se vincularon Hungría, Polonia y la República Checa. Entre 2002 y
2004,Bulgaria, Estonia, Letonia, Lituania, Rumania, Eslovaquia y Esloven
ia, en 2009 lo hicieron Albania y Croacia. En 2017 Bosnia y
Herzegovina, Georgia y Macedonia. En 2022 Suecia y Finlandia
manifestaron su deseo de incorporarse a dicha organización.
La ofensiva obedece a la estrategia de seguridad nacional formulada por
el gobierno estadounidense, cabeza de la OTAN, según la cual, China y
Rusia representan una amenaza existencial para Estados Unidos.
La intromisión de la OTAN y particularmente de Estados Unidos en Ucrania
forma parte del intento de alinear a este país con la estrategia occidental.
Fue muy evidente en los hechos que desembocaron en un golpe de Estado
en 2014 contra Víctor Yanukovich, quien se había negado a avanzar en la
firma de un tratado de libre comercio con la Unión Europea. Tomó el poder
Piotr Poroshenko, partidario de Occidente y que promovía no solo la
continuidad de la asociación económica con la Unión Europea, sino
también el acercamiento a la OTAN. Las regiones de Donestk, Lugansk y
Crimea se opusieron al nuevo presidente, lo que desencadenó un
conflicto. Crimea realizó un referéndum y adhirió a Rusia y los
enfrentamientos con las regiones rebeldes se resolvieron aparentemente
con los Acuerdos de Minsk, que establecían una ruta de solución
negociada para la demanda de autonomía de las regiones de población de
origen ruso y un proceso de distensión militar. Recientemente, el propio
Poroshenko reconoció que su gobierno nunca tuvo interés en cumplirlos y
que los usó para ganar tiempo. El objetivo oculto, derrotar a las provincias
rebeldes, a las cuales se continuó bombardeando después del 2014, con
más de 16.000 muertos hasta 2022, la mayoría civiles. El apoyo
occidental a esta represión y el anuncio de una ofensiva decisiva contra
ellas implicaban una escalada en los planes de la OTAN. Y en efecto,
Ucrania anunció que se proponía adherir a ella.
Moscú exigió de inmediato garantías de seguridad, pues con la vinculación
de Ucrania, la OTAN ponía en peligro la seguridad de Rusia. La principal
garantía, la neutralidad de Ucrania.
En 2014, Henry Kissinger había señalado que invitar a Ucrania a sumarse
a la OTAN provocaría ipso facto un conflicto directo con Rusia y que
Estados Unidos debería evitar tratar a Rusia como un paria al cual se le
tienen que enseñar las reglas de conducta establecidas por Washington.
Advirtió además, en mayo de 2022, en el Foro Económico Mundial, que
de proceder con la guerra sin iniciar una negociación, ya no se trataría de
la libertad de Ucrania, sino de una nueva guerra contra la propia Rusia.
George Keenan, arquitecto de la estrategia de contención del bloque
soviético y presente en la creación de la OTAN, había advertido desde
1998 que cualquier intento de ampliar la OTAN sería “el error más fatídico
de la política estadunidense (…) en la era posguerra
fría”. Que Clinton hubiera violado el acuerdo con Gorbachov, añadió, daría
inicio a “una nueva guerra fría (…) un error trágico. No hay ninguna razón
para esto, nadie estaba amenazando a nadie”.
En suma, una guerra provocada, que además violaba normas
internacionales, tal como lo proclamaron casi todos en la ONU.

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