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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

ÍNDICE DE TEXTOS

UNIDAD Nº 1

Texto Pág..

Nº 1. ARIÈS, PHILIPPE: “LA INFANCIA”. 4

Nº 2. Freud. “El interés por el psicoanálisis”. 6

N° 3. FREUD: “ESQUEMA DEL PSICOANÁLISIS”. 7

N° 4. LAPLANCHE: “NUEVOS FUNDAMENTOS PARA EL PSICOANÁLISIS.


LA SEDUCCIÓN ORIGINARIA”. 10

UNIDAD Nº 2

N° 5. CASTORINA Y OTROS: “PSICOLOGÍA GENÉTICA. ASPECTOS


METODOLÓGICOS E IMPLICACIONES PEDAGÓGICAS”. 12

N° 6. DUCROT Y TODOROV: “DICCIONARIO ENCICLOPÉDICO DE LAS


CIENCIAS DEL LENGUAJE”. 18

N° 7. FREUD: “CARTA ABIERTA AL DOCTOR M. FÜRST”. 20

N° 8. LAPLANCHE: “NUEVOS FUNDAMENTOS


PARA EL PSICOANÁLISIS. LA SEDUCCIÓN ORIGINARIA”. 21

UNIDAD Nº 3

N° 9. FREUD: “PROYECTO DE PSICOLOGÍA”. 24

N° 10. Freud: “Tres ensayos para una Teoría Sexual”.


Ensayo II: La sexualidad infantil. 26

N° 11. FREUD: “EL ESCLARECIMIENTO SEXUAL DEL NIÑO”. CARTA ABIERTA


AL DOCTOR M. FÜRST. (Se encuentra en la Unidad 2, pág. 18). 40

N° 12. FREUD: “SOBRE LAS TEORÍAS SEXUALES INFANTILES”. 40

N° 13. FREUD: “UN RECUERDO INFANTIL DE LEONARDO DA VINCI”. 45

N° 14. FREUD: “LA ORGANIZACIÓN GENITAL INFANTIL.” 48

N° 15. FREUD: EL YO Y EL SUPERYÓ (IDEAL DEL YO). El YO Y EL ELLO 49

N° 16. LAPLANCHE: “VIDA Y MUERTE EN PSICOANÁLISIS”. 52

UNIDAD Nº 4

N° 17. BARANGER: POSICIÓN Y OBJETO EN LA OBRA DE M. KLEIN. Cap. 1 57

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N° 18. M. KLEIN: “ENVIDIA Y GRATITUD”. ALGUNAS CONCLUSIONES


SOBRE LA VIDA EMOCIONAL DEL BEBÉ. 73

N° 19. SEGAL: “INTRODUCCIÓN A LA OBRA DE M. KLEIN”. 95

UNIDAD Nº 5

N° 20. WINNICOTT: “EL PROCESO DE MADURACIÓN EN EL NIÑO.” 105

N° 21. WINNICOTT: “REALIDAD Y JUEGO” 120

UNIDAD Nº 6

N° 22. AULAGNIER: LA VIOLENCIA DE LA INTERPRETACIÓN.


DEL PICTOGRAMA AL ENUNCIADO. 152

UNIDAD Nº 7

Nº 23. MAHLER: “EL NACIMIENTO PSICOLÓGICO DEL INFANTE HUMANO”. 179

Nº 24. SPITZ:“EL PRIMER AÑO DE VIDA DEL NIÑO”. CAPÍTULO 1. 211

Nº 27. Cratty: Desarrollo perceptual y motor en los niños. 229

Nº 28. Dolto: La imagen inconsciente del cuerpo. 234

Nº 29. Wallon: Los orígenes del carácter en el niño. Segunda parte. 245

Nº 30. WALLON. KINESTESIA E IAMGEN VISUAL DEL


PROPIO CUERPO EN EL NIÑO. 250

UNIDAD Nº 9

Nº 31. FRANCESCATO: EL LENGUAJE INFANTIL: ESTRUCTURACIÓN


Y APRENDIZAJE. 254

Nº 32. FREUD, S. APÉNDICE C. PALABRA Y COSA. 259

UNIDAD N º10

N° 33. ERIKSON, ERIK: “INFANCIA Y SOCIEDAD”. 264

Nº 34. FREUD: “EL CREADOR LITERARIO Y EL FANTASEO”. 272

N° 35. PIAGET E INHELDER: “PSICOLOGÍA DEL NIÑO”. 275

N° 36. WINNICOTT: “REALIDAD Y JUEGO”. 284

UNIDAD Nº 11

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N° 37. LOWENFELD Y BRITTAIN: “DESARROLLO DE LA CAPACIDAD CREADORA”. 290

UNIDAD Nº 12
Nº 39. CASTORIADIS: “HECHO Y POR HACER. PENSAR LA IMAGINACIÓN”. 310

Nº 40. FREUD: “EL INTERÉS POR EL PSICOANÁLISIS”. 311

Nº 41. FREUD: “EL MALESTAR EN LA CULTURA”. 314

Nº42. WINNICOTT: “REALIDAD Y JUEGO”. 322

Nº 43. Bleichmar: Clínica psicoanalítica y neo génesis. 326

Nº 44. Castoriadis: El inconsciente y la ciencia. 328

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I. PRIMERA PARTE: DELIMITACIÓN TEÓRICO METODOLÓGICA DE LA


PSICOLOGÍA DEL NIÑO.

UNIDAD Nº 1. Delimitación teórico epistemológica.

Aportes histórico-sociales a la noción de infancia. La mirada psicoanalítica a la


psicología del desarrollo. Hacia una especificidad de la delimitación disciplinar.

Texto Nº 1.

ARIÈS, PHILIPPE: “LA INFANCIA”.

La actitud de los adultos frente al niño ha cambiado mucho en el curso de la Historia


y, ciertamente, sigue cambiando hoy día ante nuestros ojos. Sin embargo, esos
cambios han sido tan lentos e imperceptibles que nuestros contemporáneos no se
han dado cuenta de ellos.

En la antigüedad romana, al niño recién nacido se lo posaba en el suelo.


Correspondía al padre reconocerlo elevándolo del suelo. Si el padre no elevaba al
niño este era abandonado. La vida le era dada dos veces: la primera cuando salía
del vientre de la madre y la segunda cuando el padre lo ―elevaba‖. Los lazos
sanguíneos contaban mucho menos que los vínculos electivos, y cuando un romano
se sentía movido a la función de padre prefería adoptar al hijo de otro antes que
ocuparse del hijo por él procreado. El abandono de los niños desempeñaba entre
los romanos la función que entre nosotros tiene el aborto.

Por otra parte, a la vista de cuanto se sabe sobre la historia de la familia, del niño y
de la anticoncepción, se puede advertir una correlación entre tres factores: la
elevación del niño en el momento del nacimiento; la práctica de la adopción y la
extensión del infanticidio. La sexualidad se encuentra separada de la procreación.
La elección de un heredero es voluntaria. Los subproductos del amor, sea conyugal
o no, quedan suprimidos.

Esta situación cambió luego de un tiempo y aparece un modelo distinto de la familia


y del niño. El matrimonio asume una dimensión psicológica y moral que no existía
en la Roma más antigua. La unión de los dos cuerpos se hace sagrada, al igual que
los hijos que son el fruto de ella. Los vínculos naturales carnales y sanguíneos son
más importantes que las decisiones de la voluntad. El matrimonio es más importante
que el concubinato, el nacimiento que la adopción.

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Se había superado una etapa notable. Pero el matrimonio que prevalecía era un
matrimonio monogámico en el que el marido conservaba el derecho de repudiar a la
mujer.

Para que se convierta en la familia occidental de hoy es necesaria la indisolubilidad,


que sí se impuso bajo el influjo de la Iglesia, pero también, probablemente, gracias
al consenso de la propia comunidad. La indisolubilidad consagra una evolución en el
sentido del reforzamiento de los lazos biológicos, naturales, en perjuicio de las
intervenciones de la voluntad consciente. Se sustraía la procreación a la elección y
se la dejaba a la naturaleza, a una naturaleza creada por Dios. En esas condiciones,
la procreación ya no estaba separada de la sexualidad.

Los lazos sanguíneos adquieren un valor importante. Hacen falta hijos porque hay
que constituir una reserva a la cual recurrir en el caso de incidentes y de mortalidad.
Esta actitud tendrá como consecuencia la revalorización de la fecundidad, así como
la indirecta y ambigua revalorización del niño.

La revalorización de la fecundidad: una familia poderosa era necesariamente una


familia numerosa para garantizar la seguridad y la mano de obra. A medida que se
revaloriza la fecundidad se recurre cada vez menos a la adopción.

La revalorización (ambigua) del niño: El infanticidio se convirtió en delito. Está


prohibido abandonar a los recién nacidos. Los infanticidios y los abortos están
severamente condenados y perseguidos judicialmente.

En realidad, el infanticidio ha existido mucho tiempo bajo formas vergonzosas en las


que se pueden constatar supervivencias de tiempos en los que se admitía el
abandono. El niño desaparecía víctima de una desgracia que no era posible evitar:
caía dentro de la chimenea encendida o dentro de una tinaja y nadie había podido
sacarlo a tiempo. Moría asfixiado en el lecho donde dormía con sus padres sin que
éstos se dieran cuenta. El uso de la cuna se instauró tarde y estaba limitado a las
clases superiores: se generalizó gracias a presiones que al principio tuvieron una
finalidad moral y, más tarde, higiénica.

Desde el momento en que en la costumbre y entre los grupos privilegiados, la vida


del niño se convierte en un valor, el propio niño se convierte en una forma
interesante y agradable, señal de la atención que se le presta.

La infancia ha permanecido en la sombra durante bastantes siglos. No es, pues,


sorprendente verla reaparecer en la época en la que la cultura escrita, y por
consiguiente la escuela, reconquista sus derechos y se difunde a partir del siglo XII.

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Las conclusiones demuestran que ha habido una evolución del sentimiento, un


descubrimiento de la infancia. Se llega al concepto de que la sensibilidad hacia la
infancia está ligada a una teoría de la educación y al desarrollo de las estructuras
educativas, el énfasis en la formación separada del niño, e incluso del adolescente.

El bautismo deja de ser colectivo y pasa a ser individual y debe ocurrir lo antes
posible tras el nacimiento. La insistencia de la Iglesia en este punto demostraba la
importancia que daba al niño.

Los signos distintivos de la infancia aparecen, por tanto, en la vestimenta de las


clases que están en condiciones de frecuentar la escuela, o que están parcialmente
instruidas (nobleza de toga y burguesía profesional y mercantil). Se trata de indicios
que vale la pena observar porque es sabido lo que eso significa y los cambios que
supone. Durante mucho tiempo no existió en ningún sector de la sociedad, alta o
baja, una vestimenta infantil.

Ya había niños malcriados en el siglo XVII, mientras que dos siglos antes no se
encontraba ni uno solo. Para malcriar había tener hacia él un sentimiento de ternura
extremadamente fuerte. Toda la historia de la infancia hasta nuestros días está
constituida por la dosificación de ternura y severidad.

Niños malcriados, niños golpeados, tanto unos como otros dominaron el siglo XIX y
los comienzos del siglo xx. Hemos visto, pues, cómo el niño salía del anonimato y
de la indiferencia de las épocas remotas y se convertía en la criatura más preciosa,
la más rica en promesas y en futuro.

La muerte infantil, que durante mucho tiempo fue provocada, y más tarde aceptada,
ha llegado a ser absolutamente intolerable. Quizá no nos damos cuenta hasta qué
punto es reciente esta actitud. Señala una fase definitiva de la sensibilidad, o al
menos por mucho tiempo, y no se puede concebir cómo podría retrocederse. El
hombre occidental ha experimentado en el siglo XVIII y en el XIX una revolución en
la afectividad que, ciertamente, no lo hace mejor, sino diferente. Sus sentimientos se
subdividen de otro modo, y, en particular, se concentran más en el hijo.

Texto N° 2.

FREUD: “EL INTERÉS POR EL PSICOANÁLISIS”.

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No cualquier análisis de fenómenos psicológicos merecerá el nombre de


―psicoanálisis‖. Este último implica algo más que desagregar unos fenómenos
compuestos en sus elementos simples; consiste en reconducir una formación
psíquica a otras que la precedieron en el tiempo y desde las cuales se ha
desarrollado.

El procedimiento psicoanalítico no podía eliminar el síntoma ni rastrear su génesis y


desarrollo: así el psicoanálisis, desde su mismo comienzo, se vio obligado a
perseguir procesos de desarrollo.

El psicoanálisis tuvo que derivar la vida anímica del adulto de la del niño, tomar en
serio el aforismo ―el niño es el padre del hombre‖. Ha rastreado la continuidad
entre la psique infantil y la del adulto, pero también notó las pseudo trasmudaciones
y los reordenamientos que sobrevienen en ese camino.

A medida que se profundiza en la vida anímica infantil se obtenían notables


hallazgos. Se corroboró lo que a menudo se había vislumbrado antes: la
extraordinaria significatividad que para toda la posterior orientación de un hombre
poseen las impresiones de su niñez, en particular las de su primera infancia.

Pero así se tropezaba con una paradoja psicológica que sólo para la concepción
psicoanalítica no es tal, a saber: que justamente esas impresiones, las más
significativas entre todas, no se conservaran en la memoria de los años posteriores.
El psicoanálisis ha podido comprobar con la máxima nitidez para la vida sexual este
carácter paradigmático e imborrable de las vivencias más tempranas. Los
numerosos enigmas de la vida amorosa de los adultos sólo se solucionan cuando se
ponen de relieve los factores infantiles en el amor.

Otro descubrimiento, nos dice que de las formaciones anímicas infantiles nada
sucumbe en el adulto a pesar de todo el desarrollo posterior. Todos los deseos,
mociones pulsionales, modos de reaccionar y actitudes del niño son pesquisables
todavía presentes en el hombre maduro, y bajo constelaciones apropiadas pueden
salir a la luz nuevamente. No están destruidos, sino situados bajo unas capas que
se les han superpuesto.

En la intensidad que los restos infantiles hayan conservado en la vida anímica


vemos la medida de la predisposición a enfermar. Lo que en el material psíquico
de un ser humano permaneció infantil, reprimido como inviable, constituye el núcleo
de su Icc., y creemos poder perseguir en la biografía de nuestros enfermos, cómo
eso Icc., sofrenado por las fuerzas represoras, está al acecho para pasar al

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quehacer práctico y aprovecha las oportunidades cuando las formaciones psíquicas


más tardías y elevadas no consiguen sobreponerse a las dificultades del mundo
real.

Los autores psicoanalíticos han reparado en que la tesis ―la ontogénesis es una
repetición de la filogénesis‖ tiene que ser también aplicable a la vida anímica, lo cual
dio nacimiento a una nueva ampliación del interés psicoanalítico.

Texto N° 3

FREUD: “ESQUEMA DEL PSICOANÁLISIS”.

Parte I – La psique y sus operaciones”.

III. El desarrollo de la función sexual.

Según la concepción corriente, la vida sexual humana consistiría en el afán de


poner en contacto los genitales propios con los de una persona del otro sexo.
Ese afán emergería con la pubertad (a la edad de la madurez genésica) al servicio
de la reproducción.

No obstante, siempre fueron notorios ciertos hechos que no calzaban en el marco


de esta concepción: En primer lugar, hay personas para quienes sólo individuos del
propio sexo y sus genitales poseen atracción; en segundo lugar, ciertas personas
prescinden por completo de las partes genésicas o de su empleo normal; a tales
seres humanos se los llama ―perversos‖; en tercer lugar, es llamativo que muchos
niños muestren tempranamente un interés por sus genitales y por los signos de
excitación de estos.

En cuanto a esto, los resultados del psicoanálisis son:

A) La vida sexual no comienza sólo con la pubertad, sino que se inicia enseguida
después del nacimiento.

B) Es necesario distinguir de manera tajante entre el concepto de ―sexual‖ y de


―genital‖. El primero es más extenso e incluye actividades que no tienen que ver con
los genitales.

C) La vida sexual incluye la función de la ganancia de placer a partir de zonas del


cuerpo, función que es puesta con posterioridad al servicio de la reproducción.

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El principal interés se dirige a la primera tesis, de todas la más inesperada. Se ha


demostrado que, a temprana edad, el niño da señales de actividad corporal de
índole sexual a la que se conectan fenómenos psíquicos que se hallan más tarde en
la vida amorosa adulta; por ejemplo, los celos. Además, se comprueba que estos
fenómenos que emergen en la primera infancia responden a un desarrollo que
tienen un acrecentamiento regular, alcanzando un punto culminante hacia el final del
quinto año de vida, a lo que sigue un período de reposo. Transcurrido este período,
llamado «de latencia», la vida sexual prosigue con la pubertad; podríamos decir:
vuelve a aflorar. Aquí vemos la acometida en dos tiempos de la vida sexual.

No es indiferente que los eventos de esta época temprana de la sexualidad sean


víctimas, salvo unos restos, de la amnesia infantil. Nuestras intuiciones sobre la
etiología de las neurosis y nuestra técnica de terapia analítica se anudan a estas
concepciones.

El primer órgano que aparece como zona erógena y propone una exigencia libidinal
es, a partir del nacimiento, la boca. Al comienzo, toda actividad anímica se acomoda
de manera de procurar satisfacción a la necesidad de esta zona. En esta fase la
zona erógena se apuntala en una de las funciones vitales para la vida como es el
comer y luego se independiza de ella. Muy temprano, en el chupeteo en que el niño
perseverar obstinadamente, se evidencia una necesidad de satisfacción que aspira
a una ganancia de placer independiente de la nutrición, y que por eso puede y debe
ser llamada sexual.

Ya durante esta fase «oral» entran en escena, con la aparición de los dientes, unos
impulsos sádicos aislados. Ello ocurre en medida mucho más vasta en la segunda
fase, que llamamos «sádico-anal».

En la segunda fase llamada sádico-anal, la satisfacción es buscada en la agresión


y en la función excretora.

En la tercera fase llamada fálica, no desempeñan un papel los genitales de ambos


sexos, sino sólo el masculino (falo). Los genitales femeninos permanecen por largo
tiempo ignorados.

Con la fase fálica, y en el transcurso de ella, la sexualidad de la primera infancia


alcanza su apogeo y se aproxima al sepultamiento. Desde entonces, niño y niña
tendrán destinos separados. Ambos empezaron por poner su actividad intelectual al
servicio de la investigación sexual, y ambos parten de la premisa de la presencia
universal del pene. Pero ahora los caminos de los sexos se divorcian:

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- El varoncito entra en la fase edípica, inicia el quehacer manual con el pene,


junto a unas fantasías simultáneas sobre algún quehacer sexual de este pene en
relación con la madre, hasta que el efecto de una amenaza de castración y la visión
de la falta de pene en la mujer le hacen experimentar el máximo trauma de su vida,
iniciador del período de latencia con todas sus consecuencias.

- La niña, tras el infructuoso intento de emparejarse con el varón, vivencia el


discernimiento de su falta de pene, con duraderas consecuencias para el desarrollo
de carácter.

Se caería en un malentendido si se creyera que estas tres fases se relevan unas a


otras de manera neta; una viene a agregarse a la otra, se superponen entre sí,
coexisten juntas. En las fases tempranas las diversas pulsiones parciales parten con
independencia a la consecución de placer. En la fase fálica se tienen los comienzos
de una organización que subordina las otras aspiraciones al primado de los
genitales. La organización plena sólo se alcanza en la pubertad y se subordinan
todas las pulsiones al primado de los genitales, en una cuarta fase, “genital”. Así
queda establecido un estado en que: se conservan muchas investiduras libidinales
tempranas; otras aspiraciones son excluidas de la organización y son por completo
sofocadas (reprimidas) o bien experimentan una aplicación diversa dentro del yo,
forman rasgos de carácter, padecen sublimaciones con desplazamiento de meta.

Este proceso no siempre se consuma de manera impecable. Las inhibiciones en su


desarrollo se presentan como las múltiples perturbaciones de la vida sexual. En
tales casos han preexistido fijaciones de la libido a estados de fases más
tempranas, cuya aspiración, independiente de la meta sexual normal, es designada
perversión.

Durante el estudio de las funciones sexuales se pueden obtener dos intelecciones.


La 1ra, que los fenómenos normales y anormales que se observan demandan ser
descritos desde el punto de vista de la dinámica y la economía; y la 2da, que la
etiología de las perturbaciones se halla en la historia de desarrollo, o sea, en la
primera infancia del individuo.

Texto N° 4

LAPLANCHE: “NUEVOS FUNDAMENTOS PARA EL PSICOANÁLISIS. LA


SEDUCCIÓN ORIGINARIA”.

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FUNDAMENTO Y ORIGINARIO HISTÓRICO: PSICOANÁLISIS Y PSICOLOGÍA.

Es claramente a partir de la situación analítica o a partir de los resultados


inmediatos de esta situación como Freud se ve llevado con frecuencia, sobre todo
en textos didácticos, a presentar el psicoanálisis.

La situación analítica es una apertura interpretativa, que se tiene que formular en los
términos de deseo icc., pero también, y esto resulta capital, por referencia al
pasado.

La cubeta (una situación que se funda a sí misma, que crea su propio campo y su
propia clausura) psicoanalítica está forzosamente abierta sobre la dimensión del
pasado. Decir que es un pasado mítico, decir que abordamos un niño mítico, está
muy a la moda. Nosotros mitificamos el pasado, pero a la búsqueda de más verdad
sobre el pasado.

En otros términos, adherimos a la idea de que un fundamento en psicoanálisis sólo


puede ser buscado en cierta historia, la historia de la aparición del sujeto
psicoanalítico, aparición que debe ser situada en relación a una historia más vasta,
no psicoanalítica, sino la historia infantil.

Intentemos definir un poco aquello que vamos a utilizar:

- Desarrollo implica que algo se desenrolla, que potencialidades ya presentes se


despliegan, y ello en un orden predeterminado: desarrollo significa sucesión de
etapas, de estadios. Un desarrollo no implica necesariamente continuidad, puede
ser dialéctico. Se puede tomar como sujeto del desarrollo, incluir en esta unidad,
subconjuntos: el tipo más frecuente para estas descripciones de un desarrollo será
aquel que incluya, en la unidad de partida, a la madre o al ambiente, si nos
referimos a un desarrollo de la relación hijo-madre. Es decir, que existe sin duda un
punto de vista del desarrollo y, legítimamente, una psicología del desarrollo. Se
trataría más bien de volver a darle su lugar que no es psicoanalítico. Porque el
fundamento para el psicoanálisis no puede ser encontrado en un desarrollo.

¿Psicología genética? Yo elegiré tomarla como sinónimo de psicología del


desarrollo, un dominio que no es directamente aquel del psicoanálisis incluso si el
psicoanálisis interviene allí. El psicoanálisis interviene en el desarrollo, el
inconsciente interviene en lo genético.

Historia: No rehúso decir que el psicoanálisis debe estar fundado en un punto de


vista histórico, o sea que sitúe lo que detecta por referencia a una sucesión

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temporal. El psicoanálisis, por su parte, en la medida en que adopta también un


punto de vista histórico, debe hacer suyos estos dos aspectos correlativos: lo
acontencial, el trauma, los acontecimientos de la infancia siguen siendo un polo
indispensable de nuestra referencia; pero intentamos también poner en evidencia
algo que se asemejaría a lo arqueológico: no sólo el marco en el cual se inscribe tal
o cual acontecimiento, no sólo el fondo sobre el cual los acontecimientos vienen a
recortarse, sino lo que permite a un acontecimiento existir, lo que le confiere su
especificidad psicoanalítica.

Para eso no acontencial que funda al acontecimiento, prefiero retomar el viejo


término freudiano con la salvedad de reinyectarle algún sentido personal: aquel de
lo originario. Lo originario es algo que trasciende el tiempo, pero que permanece al
mismo tiempo ligado al tiempo.

Afirmamos que el fundamento del psicoanálisis no puede evitar referirse a una


historia, que debe ser, en ese sentido, genético o histórico; pero esto en el sentido
de una génesis de lo originario y no en el sentido estrecho de la psicología genética.

El fundamento del psicoanálisis debe diferenciarse de una psicología del desarrollo,


lo que sólo se consigue si se marca la especificidad de su objeto, es decir, el Icc. y
la sexualidad.

Todo el movimiento del ser humano consiste en rehabitar, o si se quiere, reinvestir,


la vida psíquica en conjunto con motivaciones sexuales en gran parte icc. La
sexualidad viene a vicariar 1 una autoconservación parcialmente faltante en el
hombre.

1 Se denomina vicario a la persona que ejerce las funciones de otra, en todo o en parte por delegación y nunca con carácter propio; la sustituye
por tiempo indefinido o determinado.

El vicariato no se produce de un solo golpe, si no pedazo a pedazo de manera


progresiva: el desarrollo sexual del niño no pasa bruscamente y de una vez por
todas a relevar, a sostener todo su desarrollo psicológico. A cada momento, en cada
situación, las motivaciones sexuales Icc. vienen a infiltrar, a inyectar, a dar
coherencia a una autoconservación más o menos insuficiente.

Creer que el psicoanálisis tiene algo para decir acerca de todo, es pretender que él
es todo y actuar para que intente realizar esa pretensión. Desmontar esas
pretensiones necesita algún desarrollo, por ejemplo, querer extender los resultados
adquiridos por el método a una psicología general del adulto, una tendencia

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universal de movimiento freudiano. La escuela norteamericana post freudiana es un


ejemplo de esto.

A propósito del niño hay una ilusión científica fundamental. El descubrimiento


psicoanalítico, es el del inconsciente y la sexualidad, lo que puede describir son
estadios, cierta génesis. A partir de ahí la ilusión de los psicoanalistas consiste en
creer que pueden redescubrir esas situaciones no como estadios de la sexualidad
infantil, sino como evolución de la relación generalizada del niño con su mundo.

Estamos en plena confusión, confusión consentida por los psicoanalistas, por los
psicólogos que aceptan utilizar una perspectiva sobre el desarrollo de la sexualidad
como si se estuvieran refiriendo a la misma cosa que hablan cuando tratan de la
constitución del objeto. Esto es una confusión de conceptos y una superposición de
fases y evoluciones. Toda la evolución es colocada a la sombra de la descripción
freudiana.

UNIDAD Nº 2. LA PSICOLOGÍA EVOLUTIVA EN EL SIGLO XX: MARCOS DE


REFERENCIA TEÓRICOS. OBJETO Y MÉTODO DE ESTUDIO.

Revisión crítica del concepto evolutivo en Psicología. Psicología del


desarrollo y Psicoanálisis. Los aportes de la psicología genética. La noción de
“niño” en psicoanálisis. Los métodos de abordaje del niño. El método clínico
crítico. La observación psicoanalítica. La perspectiva diacrónica y sincrónica.

Texto N° 5.

CASTORINA Y OTROS: “PSICOLOGÍA GENÉTICA. ASPECTOS


METODOLÓGICOS E IMPLICACIONES PEDAGÓGICAS”.

Alcances del Método de exploración crítica en Psicología Genética.

La psicología genética como ciencia, no podría prescindir del método clínico crítico.
La indagación clínica es el procedimiento privilegiado para acceder a la
organización intelectual en la investigación, interviene como interrogación dirigida a
determinar el funcionamiento cognoscitivo en ciertos trastornos psicopatológicos;
incluso tiene un lugar en la creación de situaciones de aprendizaje que tienden a
suscitar la actividad constructiva por parte de los niños.

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La imagen más conocida de la práctica científica en psicología genética incluye la


elaboración de hipótesis y su verificación por medio del interrogatorio clínico de
niños, con una interacción permanente entre las preguntas y las respuestas del
niño.

La indagación clínica constituyó una innovación metodológica en el panorama de


una psicología del desarrollo dominada por la observación pura de los
comportamientos infantiles o por el experimentalismo de las técnicas psicométricas.
Las discrepancias plantean la cuestión de si el camino para buscar tales datos es
autónomo de las hipótesis que se quieren probar.

El método clínico en la exploración de creencias infantiles:

En su comienzo, el método clínico-crítico consistía en una conversación con los


niños mediante preguntas no preestablecidas, que se iban formulando teniendo en
cuenta las respuestas de aquellos y de acuerdo con las hipótesis que formulaba el
experimentador. El psiquiatra se plantea problemas, formula hipótesis, hace variar
las condiciones que entran en juego y finalmente comprueba cada una de sus
hipótesis al contacto de las reacciones provocadas por la conversación (con su
paciente).

Se da una dinámica de la conversación, el interrogador orienta la marcha del


interrogatorio, siendo dirigido por las respuestas del sujeto (las preguntas
formuladas a los niños dependen de ciertas ideas previas que el interrogador se
formula acerca del comportamiento infantil, es decir, el interrogador provoca las
respuestas de los niños). Estas respuestas, o bien dan lugar a nuevas preguntas a
los fines de completar la información que permita testear la hipótesis, o bien
promueven una verificación o una reformulación de la misma.

El interrogador debe contar con dos cualidades para que sea eficaz el
procedimiento:

● saber observar, es decir, dejar hablar al niño, no agotar nada, no desviar


nada y, al mismo tiempo,

● saber buscar algo preciso, tener en todo instante alguna hipótesis de


trabajo que comprobar.

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Se ejemplifica con un caso de carácter exploratorio, por guardar una cierta analogía
con las investigaciones de Piaget hacia 1926. Las características que se observan
se pueden encontrar en la fase exploratoria de cualquier investigación: descubrir la
originalidad del pensamiento respecto del tema a tratar y luego sistematizar
las preguntas y ponerlas a prueba.

(Ejemplo: se parte de la hipótesis de ¿Qué significación atribuye el niño al origen de


la vida? Y ¿Cómo asimila a su pensamiento las informaciones que le vienen de la
ciencia y de la religión? A un niño de 7 años que concurre a la escuela estatal y
hebrea).

El método en su forma exploratoria presenta la dificultad de no poder precisar el


centro del problema ―para el niño‖ y su ―forma de pensarlo‖.

De las creencias infantiles a las organizaciones sensorio-motrices.

Las hipótesis son más claras y precisas en este período que en el anterior, ya que
se intenta indagar la progresiva coordinación de las acciones del niño en forma de
sistemas.

Piaget, se propuso establecer por un camino experimental si el conjunto de


transformaciones que constituía al espacio sensorio-motriz es a priori o bien deriva
de una construcción progresiva del bebé. Las situaciones experimentales tenían
como propósito poner en evidencia una estructura básica: no es directamente
observable sino sólo inferible a partir de indicadores comportamentales, como es el
caso de la búsqueda sistemática del objeto desaparecido.

La actividad cognoscitiva del niño de este período es exclusivamente


sensorio-motriz, y por lo tanto pre-verbal. Desaparecerá entonces el diálogo
verbal y será sustituido por una gran variedad de observaciones, en algunos casos
puras (no interviene el observador) y en la mayoría de los casos incluyendo
situaciones experimentales. El experimentador participa activamente, observando y
experimentando, guiado por sus hipótesis y por las respuestas de los niños; aún en
el caso de las observaciones puras hay actividad del investigador dado que aquellas
son efectuadas para probar o refutar alguna hipótesis.

Como ejemplo se pueden considerar las observaciones que Piaget le realiza a


Jaqueline, a los 7 meses, y a propósito del objeto permanente (un objeto
independiente de la acción propia y situado en la trama de un espacio determinado,
conquista que ronda alrededor de los 9 meses, en donde los niños descubren que

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los objetos empiezan a ser permanentes, es decir, continúan existiendo a pesar de


que no los perciba la vista, pudiendo reencontrarlos).

Cuatro momento:

- Observación de una conducta espontánea. Se parte de la hipótesis


siguiente: los objetos percibidos están dotados para ella de permanencia
sólo en la medida en que dependen de su acción (PATO, SÁBANA).

- Se trata de provocar la conducta ocurrida en I. Introduce dos variables:


hacer desaparecer el objeto con toda evidencia delante de la niña y la
hace palpar el objeto a través de la sábana. Las respuestas siguen siendo
consistentes a su hipótesis.

- Hubo modificaciones en la conducta de la niña, por lo tanto, hay


estabilidad en la organización de su comportamiento. Ante la duda,
cambia el objeto.

- Plantea una nueva situación experimental: el objeto es una muñeca que


grita, la hace gritar debajo de la sábana, lo que involucra un nuevo
indicador sensorial y se la presenta rodeada de un pañuelo.

A través de estos cuatro momentos, el investigador corrobora su primera hipótesis,


ya que ningún indicador perceptual revela una modificación en la conducta: la niña
no emprende la búsqueda sistemática del objeto.

La indagación de las estructuras operativas.

Luego de las investigaciones sobre las primeras invariantes de conocimiento


infantil, las preocupaciones teóricas se orientan hacia invariantes conceptuales
referidas a cantidades físicas, invariantes geométricas y las cantidades lógico-
matemáticas. Se trataba de indagar los sistemas de acciones o transformaciones
subyacentes en los argumentos de conservación a que llegaban los niños.

La nueva problemática dio lugar a importantes cambios en las características del


método clínico.

En 1er lugar, la utilización de objetos cuya manipulación produzca transformaciones


que pudieran llegar a ser compuestas inferencialmente por los niños.

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En 2do lugar, se abandona el interrogatorio exclusivamente verbal sustituyéndolo


por un procedimiento mixto, donde la secuencia de preguntas, respuestas y
argumentos mantiene un vínculo estrecho con la acción del niño.

En lo dicho anteriormente tuvieron su origen, pero, en la medida en que se fueron


sistematizando, su dinámica adquirió un carácter más pautado. Por un lado, el
espectro de transformaciones a efectuar es conocido de antemano por el
experimentador; por el otro, una vez que se efectúa una transformación con el
material, se hacen tres tipos diferentes de preguntas:

-De exploración (¿Qué?): tiende a develar la noción cuya existencia y estructura se


busca.

-De justificación (¿Por qué?): obligan al niño a legitimar su punto de vista.

-De control: buscan la coherencia o contradicción de las respuestas a través de la


contraargumentación.

La contraargumentación tiene una significación especial para la indagación de


estructuras intelectuales: su utilización da lugar a la denominación de método-
crítico, por cuanto el interrogador plantea al niño una sistemática discusión con el
propósito de establecer si las adquisiciones son o no estables, es decir, cuál es el
grado de equilibrio de sus acciones ante los problemas. La resistencia a la
contraargumentación puede indicar la existencia de una norma lógica, en el sentido
de que el sujeto tiene conciencia de que sus inferencias llevan a un resultado y no
pueden llevar a otros: es reveladora de un alto grado de equilibrio en la
sistematización de sus acciones.

(Ejemplo de los caramelos, frente a una fuerte indagación se logra encasillar al niño
dentro de una etapa conocida como ―intermediario avanzado‖).

Las variaciones experimentales en el método y la precocidad de las nociones.

El método clínico en la investigación de nociones operatorias es inseparable de


una formulación precisa de hipótesis sobre los mecanismos intelectuales. Las
preguntas formuladas a los niños y la situación experimental que se ha diseñado
pretendían poner de relieve el modo en que ellos piensan las transformaciones del
material, cómo argumentan y sostienen la naciente sistematicidad de las
transformaciones. La utilización del procedimiento de indagación disociado de tales
hipótesis orientadoras, conduce a resultados que puede diferir de los obtenidos
cuando se indaga desde aquellas (conservaciones precoces).

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

Un ejemplo es el de Mc Garrigle y Donalson que utilizaron un muñeco que


deformara las filas, dando como resultado una precocidad, que justificaban por una
mejor comprensión de la situación experimental de los niños y en ello a razón de
que cuando la transformación es efectuada por los adultos, su autoridad es decisiva.
Pero, estos resultados implican una modificación del procedimiento de indagación:
por un lado, los autores sólo se interesan en las respuestas correctas o no, pero no
indagan sus justificaciones, ni mucho menos sus actitudes y elaboraciones ante las
contra argumentaciones; por el otro, no consideran el modo de constitución del
sistema de transformaciones, es decir, no tienen la intención de averiguar cómo los
niños reconstruyen en pensamiento las transformaciones.

Una respuesta por sí o por no, no garantiza la existencia de operaciones, ya que la


indagación se orienta hacia la argumentación o las razones de las respuestas,
porque éstas expresan más o menos nítidamente a las operaciones que subyacen a
las conservaciones: cuando estos aspectos no son tomados en cuenta, el método
de interrogación pierde su carácter clínico.

Si el interrogatorio no se dirige al mecanismo operacional, y por lo tanto no se


trabaja con las argumentaciones y con las transformaciones que se deben
compensar, es natural que sólo se busquen las respuestas. Lo que se pregunta a
los niños, cómo se le pregunta, en qué dirección y lo que se valora del interrogatorio
dependen de los problemas y las hipótesis que los orientan.

Hay casos de precocidad, pero respetando las condiciones del procedimiento. Pero
aquí se obtiene una precocidad verdadera, y no una pseudo-conservación como en
el caso del muñeco.

La instrumentación clínica de las pruebas operatorias.

Estas pruebas han sido utilizadas en la práctica psicopedagógica, ya que,


originalmente diseñadas para indagar la estructuración del pensamiento infantil,
se han convertido en instrumentos de diagnóstico. Si bien en un aspecto el objetivo
es el mismo, es decir, establecer el nivel de pensamiento, se le añadiría el segundo
aspecto, esto es tener en cuenta al sujeto clínico, con su modalidad de
pensamiento, ya que se trata de una tarea diagnóstica.

Hay dos cuestiones que dificultan esta aplicación.

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-En 1er lugar, trabajar con estas situaciones implica conocer teóricamente la
temática en cuestión, pues el origen de las transformaciones tiene que ver con una
interpretación infantil determinada, que el investigador está tratando de dilucidar.

-En 2do lugar, la hipótesis y su posterior verificación en acto deben estar siempre
presentes: la ausencia de hipótesis durante el interrogatorio lleva a indagar
ciegamente.

Lo que ha ocurrido es que la sistematicidad en el interrogatorio es lo único que se


ha conservado de la prueba, ya que, respetando el orden de las transformaciones,
con sus justificaciones, pareciera que pudiera lograrse determinar el nivel estructural
del sujeto. Se ha respetado la sistematicidad del interrogatorio como si fuera el
método mismo, han reducido el método a una caricatura del procedimiento.

La sistematización del interrogatorio, en vez de permitir al interrogador una


delimitación de los grados de libertad de la prueba y así poder seguir al niño
clínicamente, lo ha llevado a una esclerosis del mismo, bajo la forma de preguntas
estrictamente pautadas y respuestas de los niños canónicas. De esta manera,
desconocen el espíritu del método y lo convierten en un cuestionario,
desapareciendo las hipótesis del interrogador y el grado de libertad del sujeto en la
prueba. Una prueba emprendida con tal rigidez no permite evaluar el nivel del
sujeto.

Otras veces el interrogador, aferrado a sus hipótesis, no acepta las respuestas de


los niños, lo que puede provocar desconcierto o aun hostilidad en ellos. Es el caso
de quien formula una hipótesis fuerte sobre el nivel del niño en una prueba
operatoria y no escucha sus respuestas.

No es correcto reducir la aproximación clínica a las connotaciones más bien


epistemológicas de la investigación psicogenética. Por un lado, hay que considerar
el interrogatorio clínico como un instrumento de investigación apto para
establecer los conocimientos operatorios que son comunes a los niños que
comparten un mismo nivel estructural. El interrogatorio se dirige al sujeto epistémico
de la construcción de conocimientos. Pero por otro lado, y de acuerdo con los
objetivos del diagnóstico operatorio, las pruebas operatorias se orientan hacia un
“sujeto clínico”, es decir, un individuo determinado con su propia historia
cognoscitiva.

Al indagar a los individuos se buscan solamente los rasgos universales de su


conocimiento. Por el contrario, un diagnóstico debería apuntar al modo de

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

funcionamiento propio de ese individuo, lo que equivale a adoptar una actitud


estrictamente clínica y la conversión de una prueba en un test la vuelve ineficaz.

No es pertinente tomar las pruebas operatorias tal como están publicadas en los
textos de Piaget, ya que hay una diferencia de propósito entre una indagación de
orientación epistemológica y una indagación con pretensión clínica.

Texto N° 6.

DUCROT Y TODOROV:

“DICCIONARIO ENCICLOPÉDICO DE LAS CIENCIAS DEL LENGUAJE”.

SINCRONÍA Y DIACRONÍA.

Un fenómeno del lenguaje se considera sincrónico cuando todos los elementos y


factores que pone en juego pertenecen a un solo momento de una misma lengua (=
a un mismo estado). Es diacrónico cuando hace intervenir elementos y factores
que pertenecen a estados de desarrollo diferentes de una misma lengua. Como todo
fenómeno de lengua siempre está ligado a factores históricos, los adjetivos
"sincrónico" y "diacrónico" califican menos los fenómenos mismos que el punto de
vista adoptado por el lingüista. En rigor, no existe un hecho puramente sincrónico;
pero es posible hacer abstracción, cuando se describe o explica un hecho, de todo
lo que no pertenece a un estado de lengua determinado.

La reflexión lingüística tardó mucho en distinguir claramente los puntos de vista


sincrónico y diacrónico. Así, la investigación etimologista vacila constantemente
entre dos objetivos:

-en 1er lugar, relacionar una palabra con otra palabra que revele su significación
profunda y oculta y,

-en 2do lugar, relacionar una palabra con una palabra anterior de la cual ―proviene‖.

La falta de distinción neta, en los enfoques comparatistas, entre sincronía y


diacronía se muestra también en la manera en que tratan el problema de la
clasificación de las lenguas. Ésta puede ser histórica, genética (reagrupando las
lenguas del mismo origen) o tipológica (reagrupando las lenguas que tienen
características semejantes desde el punto de vista fónico, gramatical o semántico).

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

Los comparatistas, no obstante, admiten que una clasificación genética sería al


mismo tiempo una tipología. Esta creencia se explica por el hecho de que tal
tipología se basaba en un criterio único y porque el método comparatista implica que
las lenguas entre las cuales se establecen relaciones genéticas construyen las
palabras del mismo modo.

Saussure es el primero que reivindicó explícitamente la autonomía de la


investigación sincrónica. Para ello utiliza diferentes argumentos:

1- Es posible definir a las relaciones sincrónicas sin recurrir en modo alguno a la


historia. Por ejemplo, un saussuriano sólo admite una relación de derivación entre
dos términos cuando el paso del uno al otro se produce según un procedimiento
general en la lengua estudiada. Lo que establece la relación sincrónica es su
integración en la organización del conjunto, en el sistema de la lengua. Ahora bien,
para un saussuriano la lengua debe necesariamente presentarse, en cada momento
de su existencia, como un sistema.

2- Las relaciones sincrónicas no sólo pueden establecerse fuera de toda


consideración diacrónica, sino que, además, pueden entrar en conflicto con las
relaciones diacrónicas. Ante todo, algunas relaciones sincrónicas son
diacrónicamente injustificadas.

3- Aunque es cierto que los cambios fonéticos suelen modificar la expresión de las
relaciones gramaticales, sólo lo hacen de manera indirecta y accidental, sin
proponerse como objeto esa modificación.

El estudio de la evolución histórica confirma, pues, los argumentos extraídos de una


reflexión acerca de las relaciones sincrónicas. La conclusión es que el estado de
una lengua en un momento dado, y en la medida en que se considera su
organización sistemática, no puede aclararse mediante una referencia a su pasado.
La investigación sincrónica debe hacerse fuera de toda consideración diacrónica.

Texto N° 7

FREUD: “CARTA ABIERTA AL DOCTOR M. FÜRST”.

EL ESCLARECIMIENTO SEXUAL DEL NIÑO.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

Debo responderle a estas cuestiones: si en general es lícito proporcionar a los niños


esclarecimiento sobre los hechos de la vida genésica, a qué edad convendría
hacerlo y de qué manera.

Es sano mantener limpia la fantasía de los niños, pero esa pureza no se preserva
mediante la ignorancia. Antes bien, creo que mientras más se oculte algo al varón o
a la niña, tanto más maliciarán la verdad. Uno por curiosidad cae sobre el rastro de
cosas a las que poco o ningún interés habría concedido si le hubieran sido
comunicadas sin mucha ceremonia. El niño entra en contacto con otros niños, caen
en sus manos libros que lo inducen a meditar, y los mismos tapujos con que sus
padres tratan lo que empero él ha comprendido no hacen sino atizarle el ansia de
saber más.

Es posible que influya también algo de ignorancia teórica conjurable mediante el


esclarecimiento de los adultos mismos. En efecto, se cree que la pulsión sexual
falta en los niños, y sólo se instala en ellos en la pubertad, con la maduración
de los órganos genésicos. He ahí un grosero error. En realidad, el recién nacido
trae consigo una sexualidad, ciertas sensaciones sexuales acompañan su desarrollo
desde la lactancia hasta la niñez, y son los menos los niños que se sustraen, en la
época anterior a la pubertad, de quehaceres y sensaciones sexuales.

Los órganos reproductivos no son las únicas partes del cuerpo que procuran
sensaciones sexuales placenteras. Se designa como período del autoerotismo a
esta época de la vida en que, por la excitación de diversas partes de la piel
(zonas erógenas), por el quehacer de ciertas pulsiones biológicas y como
coexcitación sobrevenida a raíz de muchos estados afectivos, es producido
un cierto monto de placer indudablemente sexual. La pubertad no hace sino
procurar el primado a los genitales entre todas las zonas y fuentes dispensadoras
de placer, constriñendo así al erotismo a entrar al servicio de la función
reproductora. Por otra parte, antes de alcanzar la pubertad el niño es capaz de la
mayoría de las operaciones psíquicas de la vida amorosa (ternura, celos, la
entrega). Lo único que le falta al niño es la aptitud para la reproducción.

Así el interés sexual del niño por los enigmas de la vida genésica, su apetito de
saber sexual, se exterioriza en una época de la vida insospechadamente temprana.

El 2do gran problema que atarea el pensar de los niños es el del origen de los
hijos, anudado las más de las veces a la indeseada aparición de un hermanito/a.
Esta es la pregunta más antigua y más quemante de la humanidad infantil. Las
respuestas usuales en la crianza de los niños menoscaban su honesta pulsión de

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

investigar, y casi siempre tienen como efecto conmover por primera vez su
confianza en sus progenitores; a partir de ese momento, en la mayoría de los casos
empiezan a desconfiar de los adultos y a mantener secretos sus intereses más
íntimos. Pienso que no existe fundamento alguno para rehusar a los niños el
esclarecimiento que pide su apetito de saber.

Cuando los niños no reciben esclarecimientos en demanda de los cuales han


acudido a los mayores, se siguen martirizando en secreto con el problema y arriban
a soluciones en que lo correcto vislumbrado se mezcla con inexactitudes grotescas.

Pero lo corriente —escatimar a los niños todo conocimiento de lo sexual durante el


mayor tiempo posible, para luego ofrecerles con palabras ampulosas y solemnes
una revelación sólo a medias sincera, que por otra parte casi siempre llega muy
tarde— evidentemente no es en modo alguno, lo correcto.

La curiosidad del niño nunca alcanzará un alto grado si en cada estadio del
aprendizaje halla la satisfacción correspondiente.

El esclarecimiento sobre las relaciones específicamente humanas de la vida sexual


y la indicación de su significado social debería darse al finalizar la escuela
elemental, es decir, no después de los diez años. Un esclarecimiento así sobre la
vida sexual, que progrese por etapas y en verdad no se interrumpa nunca, y del cual
la escuela tome la iniciativa, paréceme el único que da razón del desarrollo del niño

Texto N° 8

LAPLANCHE:

“NUEVOS FUNDAMENTOS PARA EL PSICOANÁLISIS. LA SEDUCCIÓN


ORIGINARIA”.

HACER SU LUGAR A LA PSICOLOGÍA DEL NIÑO.

Una perspectiva sana sobre la especificidad del psicoanálisis, sobre la relación del
campo psicoanalítico con el campo psicológico y sobre el primer desarrollo del ser
humano padece por la omisión de distinguir el dominio de la sexualidad y el de las
adaptaciones psicofisiológicas primeras, lo que Freud llamaba autoconservación
antes de abandonarlo él mismo en su pensamiento.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

Frente a esta aporía que nos ha dejado Freud, la reacción más radical es sin duda
separar la línea psicoanalítica de toda psicología hasta, eventualmente, el repliegue
sobre ―el niño mítico‖ o ―el niño psicoanalítico‖.

¿Es el niño ―real‖ aquel que construye, o reconstruye, el psicoanálisis?


Responderemos sin equívocos: no. Pero será para afirmar, en cambio, que el rol del
psicoanálisis no es reconstruir el niño real; más bien el niño mítico, la infancia mítica
de un niño real, que, este sí, constituirá el objeto de la psicología del niño (vemos
que surge la oposición entre mito-psicoanálisis y realidad-psicología). Opondré
entonces el niño verdadero del psicoanálisis al niño real de la psicología. Por
encima de ambos, el niño de la verdad material no podría ser otro que aquel de la
conjunción del niño real de la psicología y el niño verdadero del psicoanálisis. Este
movimiento sitúa el campo del psicoanálisis a partir de una distinción frente a otro
campo, el de la psicología. Pero Green fracasa en la tarea de situar esta distinción.
Sólo atina a reducir a la fuerza la psicología a una pseudo ciencia destinada
exclusivamente a lo «real», sin ningún derecho a la hipótesis. Esta reducción de la
psicología a una realidad sin verdad, a una suerte de empirismo impensable, sería
en suma el precio a pagar para consolidar la autonomía del campo psicoanalítico.

Esta reducción también se ve en otro pasaje según criterios de método. En este


sentido, la distinción entre el procedimiento psicológico y el psicoanalítico se debería
situar en una triple oposición: del lado de la psicología, lo sensible, la objetivación y
la no inferencia; del lado del psicoanálisis, lo imaginable y lo deductible, las hipótesis
heurísticas de base y tomar por objeto la representación psíquica.

¿Qué psicólogo de niños, podríamos preguntarnos, renunciaría a la hipótesis,


a lo imaginario y a la deducción, y hasta al uso del término representación?

A pesar de la intención de distinguir dos dominios, el otro dominio, el de la


«psicología», queda reducido a una sombra, o a una pura empiria, lo que viene a
ser lo mismo. ¿No habrá aquí un retorno del panpsicoanalitismo? El psicoanálisis es
llamado conjetural por Green, pero el término plantea ambigüedades. Si se quiere
decir que su objeto es construido, supuesto, no asequible directamente, ¿no es lo
propio de toda ciencia? ¿Por qué rehusar la conjetura, en ese sentido, a la
psicología? Queda entonces por reconocer que el psicoanálisis, como todo saber,
procede por hipótesis, conjeturas o representaciones; pero que lo propio del
psicoanálisis es proponerse por objeto al sujeto humano en tanto es él mismo auto-
hipotético, auto-conjetural, auto-representante o auto-teorizante.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

Nuestro objeto, aquel que traza la génesis de la sexualidad sólo es posible sobre un
fondo mínimo. Las primeras aproximaciones de los psicoanalistas, ceden su lugar a
un conocimiento más preciso de esas primeras relaciones con el mundo, con el
ambiente animado o inanimado, parcial o total; en suma: con la evolución y el
perfeccionamiento de esos montajes sensitivo-motores o perceptivo-motores, de
este «equipamiento» del lactante, aún si se trata de un equipamiento muy lagunoso.
La psicología del lactante se desarrolla sin la hipótesis contradictoria del narcisismo
primario.

De esta descripción del pequeño ser humano, ya Lagache trazaba un programa:


«La noción de diferenciación primaria es preferible a la de indiferenciación, más
corrientemente adoptada. La indiferenciación [la del lactante por relación al
ambiente] es sólo relativa, por comparación con los estadios ulteriores. La
diferenciación primaria está demostrada por la existencia de aparatos que aseguran
al sujeto un mínimo de autonomía: aparatos de la percepción, de la motricidad, de la
memoria, umbrales de descarga de necesidades y afectos; estos aparatos sirven a
la gratificación de las pulsiones y son también las garantías primarias de ajuste al
ambiente; preexistentes al conflicto, pueden participar en él como factores
independientes. Se pretende que el recién nacido no tenga experiencias
conscientes, siendo que él alterna entre el dormir y la vigilia. Estas experiencias
conscientes son, sobre todo, experiencias de estados y de actos corporales, es
decir que reposan principalmente en recepciones interoceptivas y propioceptivas.
Pero el niño no está encerrado en su subjetividad. El sujeto funciona y se actualiza
sucesivamente en las necesidades que lo despiertan y motivan, en los actos de
orientación y, después, de consumación que lo apaciguan y adormecen; del mismo
modo, el pecho y la leche cumplen su función de objeto mucho antes de que haya
conciencia posicional del objeto».

Parecemos oscilar entre dos totalitarismos que aparecen ineluctables, excluyentes


el uno del otro: el del niño psicoanalítico, llamado mítico, y el del niño psicológico
observable, objeto de construcciones científicas. El problema, entre estas dos
pretensiones hegemónicas, es por supuesto que en realidad ambas se intrincan o
más bien se recubren, cómo precisamente lo hacen auto conservación y sexualidad.
De modo que uno y otro, el niño mítico del psicoanálisis y el niño de la psicología,
son en ese sentido abstracciones. Pero no se puede negar tampoco que el abordaje
del uno no coincide con el abordaje del otro. Es la situación experimental la que
alcanza al niño psicológico, situación cuyo artificio conocemos. El niño psicoanalítico
no es accesible más que en situación analítica, incluso si se trata de la situación del
análisis de niños. Pero, entre ambos, tenemos la observación.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

No busquemos la diferencia entre una observación psicoanalítica y una observación


psicológica en el hecho de que una sea indirecta, la psicoanalítica, y la otra, no.
Ambas son indirectas porque no hay observación que merezca ese nombre si se
priva de hipótesis, verificadas sólo de manera indirecta. Pero repetiremos que la
observación psicoanalítica es doblemente indirecta:

1) como toda tentativa de saber y de conocer

2) porque su objeto es él mismo «indirecto».

Para mostrarlo no se puede hacer nada mejor que introducir la noción de tiempo y
lo que constituye su especificidad en psicoanálisis: lo que llamamos el APRÉS-
COUP, que es un funcionamiento en dos tiempos, del cual ninguno es registrable
por sí mismo. La evolución, los retrocesos, las mutaciones de una evolución
perceptiva se pueden seguir paso a paso, inclusive si hay fenómenos de ruptura, de
cambio de función, de recaptura, etc. Pero si hacen falta siempre dos traumatismos
para constituir un traumatismo, dos tiempos distintos para constituir una represión,
la represión originaria, o bien el traumatismo, nunca pueden ser señalados con el
dedo en una observación, incluso analítica. La observación analítica está destinada
por el tipo mismo de este objeto en dos tiempos, a situarse siempre y por definición
o demasiado temprano o demasiado tarde.

Los tiempos míticos no son construcciones, son movimientos reales de


estructuración del sujeto psíquico que, aun cuando no podamos capturar en su
subjetividad, podemos cercar como se cerca un elemento en la tabla periódica. Tal
vez no podemos tocarlo, ni verlo, pero sí podemos conocer su peso específico, su
densidad, su efecto, su combinatoria.

SEGUNDA PARTE: ABORDAJES METAPSICOLÓGICOS.

UNIDAD Nº 3. La metapsicología freudiana. Pulsión y sexualidad infantil.

La noción freudiana de sexualidad. Pulsión. Sexualidad infantil. Autoerotismo, zona


erógena, apuntalamiento. Fases de la libido. Zonas erógenas privilegiadas: el
movimiento de la pulsión. La pulsión de saber. Investigación Sexual infantil. Doble
tiempo de la elección de objeto. Conflictiva Edípica. Período de latencia. Formación
Reactiva y Sublimación.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

Texto N° 9

FREUD: “PROYECTO DE PSICOLOGÍA”.

LA VIVENCIA DE SATISFACCIÓN.

El llenado de neuronas del núcleo tendrá por consecuencia un afán de descarga, un


esfuerzo que se aligera hacia un camino motor. De acuerdo con la experiencia, la
vía que a raíz de ellos primero se recorre es la que lleva a la alteración interior
(expresión de las emociones, inervación muscular). Ahora bien, ninguna de esas
descargas tiene como resultado un aligeramiento, pues la recepción del estímulo
endógeno continúa y se restablece la tensión. Una cancelación del estímulo sólo es
posible mediante una intervención que elimine por un tiempo en el interior del
cuerpo el desprendimiento, y eso exige una alteración en el mundo exterior
(provisión de alimento, acercamiento del objeto sexual) que, como acción
específica, sólo se puede producir por caminos definidos. El organismo humano es
al comienzo incapaz de llevar a cabo una acción específica capaz de cancelar un
estímulo. Esta sobreviene mediante auxilio ajeno. Si el individuo auxiliador ha
operado el trabajo de acción específica en el mundo exterior en lugar del individuo
desvalido, esto es capaz de consumar la cancelación del estímulo endógeno. El
todo constituye entonces una vivencia de satisfacción, que tiene consecuencias
para el desarrollo de las funciones del individuo.

Tres cosas acontecen dentro del sistema Ψ:

1. Es operada una descarga duradera, y así se pone en término al esfuerzo que


había producido displacer

2. Se genera en el manto la investidura de una neurona (o de varias), que


corresponden a la percepción de un objeto

3. A otros lugares del manto llegan las noticias de descarga del movimiento reflejo
desencadenado, inherente a la acción específica. Entre estas investiduras y las
neuronas del núcleo se forma una facilitación.

La facilitación se forma de una manera que permite una visión más profunda sobre
el desarrollo de Ψ. Las diversas neuronas Ψ estaban bloqueadas entre sí por
barreras-contacto con fuertes resistencias. Pues bien, existe una ley fundamental de
la asociación por simultaneidad, que se afirma en la actividad Ψ pura, el recordar
reproductor, y constituye la base de todas las conexiones entre las neuronas Ψ.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

Entonces, por una investidura simultánea α-β fue facilitada una barrera-contacto. De
aquí se sigue, en los términos de nuestra teoría que una Ǫ traspasa más fácilmente
de una neurona a una neurona investida, que a una no investida. La investidura de
la segunda neurona produce entonces el mismo efecto que la investidura más
intensa de la primera. Una vez más, investidura muestra ser equivalente a
facilitación.

Una Ǫ en la neurona α no irá solo en la dirección de la barrera mejor facilitada, sino


también en la dirección de la investida del lado contrario. Ambos factores pueden
apoyarse entre sí o, llegado el caso, producir efectos contrapuestos.

Por la vivencia de satisfacción se genera una facilitación entre dos imágenes-


recuerdo. Con el re-afloramiento del estado de esfuerzo o de deseo, la investidura
traspasa sobre los dos recuerdos y los anima. Tal vez sea la imagen-recuerdo del
objeto la alcanzada primero por la reanimación del deseo.

No dudo de que esta animación del deseo ha de producir inicialmente el mismo


efecto que la percepción, a saber, una alucinación. Si a raíz de ella se introduce la
acción reflectoria, es infaltable el desengaño.

Texto N° 10

Freud: “Tres ensayos para una Teoría Sexual”.

Ensayo II: La sexualidad infantil.

EL DESCUIDO DE LO INFANTIL.

Forma parte de la opinión popular acerca de la pulsión sexual la afirmación de que


ella falta en la infancia y sólo despierta en el período de la vida llamado pubertad.
Este error es el principal culpable de nuestra presente ignorancia acerca de las
bases de la vida sexual. Un estudio a fondo de las manifestaciones sexuales de la
infancia nos revelaría probablemente los rasgos esenciales de la pulsión sexual,
dejaría traslucir su desarrollo y mostraría que está compuesta por diversas fuentes.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

Que yo sepa, ningún autor ha reconocido con claridad que la existencia de una
pulsión sexual en la infancia posee el carácter de una ley. Y en los escritos, ya
numerosos, acerca del desarrollo del niño, casi siempre se omite tratar el desarrollo
sexual.

AMNESIA INFANTIL.

Freud alude a la peculiar amnesia que en la mayoría de los seres humanos cubre
los primeros años de su infancia, hasta el sexto o el octavo año de vida. En esos
años, de los que después no conservamos en la memoria sino unos jirones
incomprensibles, reaccionábamos con vivacidad frente a las impresiones, sabíamos
exteriorizar dolor y alegría de una manera humana, mostrábamos amor, celos y
otras pasiones que nos agitaban entonces con violencia, y aun pronunciábamos
frases que los adultos registraron como buenas pruebas de penetración y de una
incipiente capacidad de juicio. Y una vez adultos, nada de eso sabemos por
nosotros mismos. ¿Por qué nuestra memoria quedó tan retrasada respecto de
nuestras otras actividades anímicas? Principalmente cuando tenemos fundamento
para creer que en ningún otro período de la vida la capacidad de reproducción y de
recepción es mayor, justamente, que en los años de la infancia.

Esas mismas impresiones que hemos olvidado dejaron, no obstante, las más
profundas huellas en nuestra vida anímica y pasaron a ser determinantes para
todo nuestro desarrollo posterior. No puede tratarse de una desaparición real de
las impresionas infantiles, sino de una amnesia semejante a la que observamos en
los neuróticos respecto de vivencias posteriores y cuya esencia consiste en un mero
apartamiento de la conciencia (represión).

La existencia de la amnesia infantil proporciona otro punto de comparación entre el


estado anímico del niño y el del psiconeurótico. ¿Y si la amnesia infantil misma
debiera ponerse en relación con las mociones sexuales de la infancia?

En verdad, es algo más que un mero juego de ingenio enlazar la amnesia infantil
con la histérica. Sin amnesia infantil, podríamos decir, no habría amnesia histérica.
La amnesia infantil, que convierte la infancia de cada individuo en un tiempo
anterior, por así decir prehistórico, y le oculta los comienzos de su propia vida
sexual, es la culpable de que no se haya otorgado valor al periodo infantil en el
desarrollo de la vida sexual.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

1. EL PERIODO DE LATENCIA SEXUAL DE LA INFANCIA Y SUS RUPTURAS.

El cuadro de la conducta sexual durante la latencia es el siguiente: parece seguro


que el neonato trae consigo gérmenes de mociones sexuales que siguen
desarrollándose durante cierto lapso, pero después sufren una progresiva
sofocación; esta, a su vez, puede ser quebrada por oleadas regulares de avance del
desarrollo sexual o suspendida por peculiaridades individuales. Parece que casi
siempre hacia el tercer o cuarto año de vida del niño su sexualidad se expresa en
una forma accesible a la observación.

LAS INHIBICIONES SEXUALES.

Durante este periodo de latencia total o meramente parcial se edifican los poderes
anímicos que más tarde se presentarán como inhibiciones en el camino de la
pulsión sexual y angostan su curso a la manera de unos diques (el asco, el
sentimiento de vergüenza, los reclamos ideales en lo estético y lo moral). Este
desarrollo es de condicionamiento orgánico, fijado hereditariamente, y llegado el
caso puede producirse sin ninguna ayuda de la educación.

FORMACIÓN REACTIVA Y SUBLIMACIÓN.

¿Con qué medios se ejecutan estas construcciones tan importantes para la cultura
personal y la normalidad posteriores del individuo? Probablemente a expensas de
las mociones sexuales infantiles mismas, cuyo aflujo no ha cesado, pues ni siquiera
en este período de latencia, pero cuya energía es desviada del uso sexual y
aplicada a otros fines. Mediante esa desviación de las fuerzas pulsionales sexuales
de sus metas, y su orientación hacia metas nuevas (un proceso que merece el
nombre de sublimación), se adquieren poderosos componentes para todos los
logros culturales. Agregaríamos que un proceso igual tiene lugar en el desarrollo del
individuo, y situaríamos su comienzo en el período de latencia sexual de la infancia.

Puede arriesgarse una conjetura acerca del mecanismo de tal sublimación: Las
mociones sexuales de estos años infantiles serían, por una parte, inaplicables, pues
las funciones de la reproducción están diferidas, lo cual constituye el carácter
principal del período de latencia; por otra parte, serían en sí perversas, esto es,
partirían de zonas erógenas y se sustentarían en pulsiones que dada la dirección
del desarrollo del individuo sólo provocarían sensaciones de displacer. Por eso

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suscita fuerzas anímicas contrarias (mociones reactivas) que construyen para la


eficaz sofocación de ese displacer, los mencionados diques psíquicos: asco,
vergüenza, moral.

RUPTURA DEL PERIODO DE LATENCIA.

Ese empleo de la sexualidad infantil constituye un ideal pedagógico del cual el


desarrollo del individuo se aparta casi siempre en algunos puntos, y a menudo en
medida considerable. De tiempo en tiempo irrumpe un bloque de exteriorización
sexual que se ha sustraído a la sublimación, o cierta práctica sexual se conserva
durante todo el período de latencia hasta el estallido reforzado de la pulsión sexual
en la pubertad.

Freud tiene fundamentos para interesarse en estos fenómenos temidos por la


educación, pues espera que esclarezcan la conformación originaria de la pulsión
sexual.

2. LAS EXTERIORIZACIONES DE LA SEXUALIDAD INFANTIL.

EL CHUPETEO.

Freud toma como modelo de las exteriorizaciones sexuales infantiles el chupeteo (el
mamar con fruición).

El chupeteo, que aparece ya en el lactante y puede conservarse hasta la madurez o


persistir toda la vida, consiste en un contacto de succión con la boca (los labios),
repetido rítmicamente, que no tiene por fin la nutrición. Una parte de los propios
labios, la lengua, un lugar de la piel que esté al alcance (aun el dedo gordo del pie),
son tomados como objeto sobre el cual se ejecuta la acción de mamar. Una pulsión
de prensión que emerge al mismo tiempo suele manifestarse mediante un
simultáneo tironeo rítmico del lóbulo de la oreja. La acción de mamar con fruición
cautiva por entero la atención y lleva al adormecimiento o incluso a una reacción
motriz en una suerte de orgasmo. Por esta vía, muchos niños pasan del chupeteo a
la masturbación.

¿Cuál es el carácter universal de las exteriorizaciones sexuales del niño, que nos
permitirá reconocerlas? La concatenación de fenómenos que gracias a la

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

indagación psicoanalítica se pudo inteligir autoriza a considerar el chupeteo como


una exteriorización sexual, y a estudiar justamente en él rasgos esenciales de
la práctica sexual infantil.

AUTOEROTISMO.

Destaquemos, como el carácter más llamativo de esta práctica sexual, el hecho de


que la pulsión no está dirigida a otra persona; se satisface en el cuerpo propio, es
autoerótica.

La acción del niño chupeteador se rige por la búsqueda de un placer —ya


vivenciado, y ahora recordado—. Su primera actividad, la más importante para su
vida, el mamar del pecho materno no pudo menos que familiarizarse con ese placer.
Los labios del niño se comportaron como una zona erógena, y la estimulación por el
cálido aflujo de leche fue la causa de la sensación placentera. Al comienzo la
satisfacción de la zona erógena se asoció con la satisfacción de la necesidad de
alimentarse. El quehacer sexual se apuntala primero en una de las funciones
que sirven a la conservación de la vida, y sólo más tarde se independiza de
ella.

La necesidad de repetir la satisfacción sexual se divorcia entonces de la necesidad


de buscar alimento, inevitablemente cuando aparecen los dientes y la alimentación
ya no se cumple más exclusivamente mamando, sino también masticando. El niño
no se sirve de un objeto ajeno para mamar, prefiere una parte de su propia piel
porque le resulta más cómodo, porque así se independiza del mundo exterior al que
no puede aún dominar, y porque de esa manera se procura una segunda zona
erógena de menor valor. El menor valor de este segundo lugar lo llevará más tarde
a buscar en otra persona la parte correspondiente.

En el chupeteo o el mamar con fruición hemos observado ya los tres caracteres


esenciales de una exteriorización sexual infantil:

• Nace apuntalándose en una de las funciones corporales importantes


para la vida.

• Todavía no conoce un objeto sexual, pues es autoerótica.

• Su meta sexual se encuentra bajo el imperio de una zona erógena.

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3. LA META SEXUAL DE LA SEXUALIDAD INFANTIL.

CARACTERES DE LAS ZONAS ERÓGENAS.

Una zona erógena es un sector de piel o de mucosa en el que estimulaciones de


cierta clase provocan una sensación placentera de determinada cualidad. Los
estímulos productores de placer están ligados a particulares condiciones. Entre
ellas, el carácter rítmico no puede menos que desempeñar un papel: se impone la
analogía con las cosquillas.

La propiedad erógena puede adherirse prominentemente a ciertas partes del


cuerpo. Existen zonas erógenas predestinadas, como lo muestra el chupeteo; pero
este mismo ejemplo enseña también que cualquier otro sector de piel o de mucosa
puede prestar los servicios de una zona erógena. Por tanto, para la producción de
una sensación placentera, la cualidad del estímulo es más importante que la
complexión de las partes del cuerpo. El niño chupeteador busca por su cuerpo y
escoge algún sector para mamárselo con fruición; después, por acostumbramiento,
este pasa a ser el preferido. Cuando por casualidad tropieza con uno de los
sectores predestinados (pezones, genitales), desde luego será este el predilecto.

Cualquier otro sector del cuerpo puede ser dotado de la excitabilidad de los
genitales y elevarse a la condición de zona erógena. Las zonas erógenas e
histerógenas exhiben los mismos caracteres.

META SEXUAL INFANTIL.

La meta sexual de la pulsión infantil consiste en producir la satisfacción mediante la


estimulación apropiada de la zona erógena que se ha escogido. Para que se cree
una necesidad de repetirla, esta satisfacción tiene que haber vivenciado antes; y es
lícito pensar que la naturaleza habrá tomado medidas seguras para que esa
vivencia, no quede librada al azar.

La necesidad de repetir la satisfacción se trasluce por dos cosas:

1. un peculiar sentimiento de tensión, que posee más bien el carácter del


displacer.
2. una sensación de estímulo o de picazón condicionada centralmente y
proyectada a la zona erógena periférica.

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Por eso la meta sexual puede formularse también así: procurará sustituir la
sensación de estímulo proyectada sobre la zona erógena, por aquel estímulo
externo que la cancela al provocar la sensación de la satisfacción. Este estímulo
externo consistirá la mayoría de las veces en una manipulación análoga al mamar.

Pero sí es cierto que la necesidad puede suscitarse periféricamente, por una


alteración real en la zona erógena, ese hecho armoniza a la perfección con el saber
fisiológico. Sólo parece un poco sorprendente que, para cancelarse, un estímulo
requiera de un segundo estímulo aplicado al mismo lugar.

4. LAS EXTERIORIZACIONES SEXUALES MASTURBATORIAS.

ACTIVACIÓN DE LA ZONA ANAL.

La zona anal es apta por su posición para proporcionar un apuntalamiento de la


sexualidad en otras funciones corporales. Por el psicoanálisis nos enteramos de las
trasmudaciones que experimentan normalmente las excitaciones sexuales que
parten de él, y cuán a menudo conserva durante toda la vida una considerable
participación en la excitabilidad genital.

Los niños que sacan partido de la estimulabilidad erógena de la zona anal se


delatan por el hecho de que retienen heces hasta que la acumulación de estas
provoca fuertes contracciones musculares y, al pasar por el ano, pueden ejercer un
poderoso estímulo sobre la mucosa. De esa manera tienen que producirse
sensaciones voluptuosas junto a las dolorosas. Uno de los mejores signos
anticipatorios de rareza o nerviosidad posteriores es que un lactante se rehúsa
obstinadamente a vaciar el intestino cuando la persona encargada de su crianza lo
desea, reservándose esta función para cuando lo desea él mismo.

El contenido de los intestinos, que se comporta respecto de una mucosa


sexualmente sensible como el precursor de otro órgano destinado a entrar en acción
sólo después de la fase de la infancia, tiene para el lactante todavía otros
importantes significados. Lo trata como a una parte de su propio cuerpo; representa
el primer «regalo» por medio del cual el pequeño ser puede expresar su obediencia
hacia el medio vecino exteriorizando, y su desafío, rehusándolo. Este significado de
«regalo», más tarde cobra el de «hijo» según una de las teorías sexuales infantiles.

La retención de las heces, que al comienzo se practica deliberadamente para


aprovechar su estimulación masturbadora de la zona anal o para emplearla en la

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relación con las personas que cuidan al niño, es por otra parte una de las raíces del
estreñimiento tan frecuente en los neurópatas.

En niños mayores no es nada rara una genuina estimulación masturbatoria de la


zona anal con ayuda del dedo y provocada por una picazón de condicionamiento
central o sostenida periféricamente.

ACTIVACIÓN DE LAS ZONAS GENITALES.

Entre las zonas erógenas del cuerpo infantil se encuentra una que no desempeña,
por cierto, el papel principal ni puede ser la portadora de las mociones sexuales más
antiguas, pero que está destinada a grandes cosas en el futuro. Tanto en los
varones como en las niñas se relaciona con la micción (glande, clítoris). Las
activaciones sexuales de esta zona erógena, que corresponde a las partes sexuales
reales, son sin duda el comienzo de la posterior vida sexual «normal».

Por su situación anatómica, por el sobreaflujo de secreciones, por los lavados y


frotaciones del cuidado corporal y por ciertas excitaciones accidentales es inevitable
que la sensación placentera que estas partes del cuerpo son capaces de
proporcionar se haga notar al niño ya en su período de lactancia, despertándole una
necesidad de repetirla. Mediante el onanismo del lactante, al que casi ningún
individuo escapa, se establece el futuro primado de esta zona erógena para la
actividad sexual. La acción que elimina el estímulo y desencadena la satisfacción
consiste en un contacto de frotación con la mano o en una presión, sin duda
prefigurada como un reflejo, ejercida por la mano o apretando los muslos. En el
caso del varón, la preferencia por la mano señala ya la importante contribución que
la pulsión de apoderamiento está destinada a prestar a la actividad sexual
masculina.

Es preciso distinguir tres fases en la masturbación infantil.

1. La primera corresponde al período de lactancia.


2. La segunda al breve florecimiento de la práctica sexual hacia el cuarto
año de vida.
3. La tercera responde al onanismo de la pubertad, el único que suele
tenerse en cuenta.

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LA SEGUNDA FASE DE LA MASTURBACIÓN INFANTIL.

El onanismo del lactante parece desaparecer tras breve lapso. Después del período
de lactancia, en algún momento de la niñez, por lo común antes del cuarto año, la
pulsión sexual suele despertar de nuevo en esta zona genital y durar un lapso, hasta
que una nueva sofocación la detiene, o proseguir sin interrupción. Todos los detalles
de esta segunda activación sexual infantil dejan tras sí las más profundas
(inconscientes) huellas en la memoria de la persona, determinan el desarrollo de su
carácter si permanece sana, y la sintomatología de su neurosis si enferma después
de la pubertad. En este último caso este período sexual se ha olvidado, y se han
desplazado los recuerdos conscientes que lo atestiguan; la amnesia infantil normal
se puede vincular con esta activación sexual infantil.

RETORNO DE LA MASTURBACIÓN EN LA LACTANCIA.

La excitación sexual del período de lactancia retorna en los años de la niñez


indicados; puede hacerlo como un estímulo de picazón, condicionado centralmente,
que reclama una satisfacción onanista. La sintomatología de estas exteriorizaciones
sexuales es pobre; del aparato sexual todavía no desarrollado da testimonio casi
siempre el aparato urinario, que se presenta como su portavoz. La mayoría de las
llamadas afecciones vesicales de esta época son perturbaciones sexuales.

Causas internas y ocasiones externas son decisivas para la reaparición de la


actividad sexual. Las ocasiones externas contingentes cobran en esa época una
importancia grande y duradera. En primer término, se sitúa la influencia de la
seducción, que trata prematuramente al niño como objeto sexual y, en
circunstancias que no pueden menos que provocar fuerte impresión, le enseña a
conocer la satisfacción de las zonas genitales; secuela de ello es casi siempre la
compulsión a renovarla por vía onanista. Puede provenir de adultos o de otros
niños. No se requiere de la seducción para despertar la vida sexual del niño, y que
ese despertar puede producirse también en forma espontánea a partir de causas
internas.

DISPOSICIÓN PERVERSA POLIMORFA.

Bajo la influencia de la seducción el niño puede convertirse en un perverso


polimorfo, siendo descaminado a practicar todas las trasgresiones posibles. En su
disposición trae consigo la aptitud para ello; tales trasgresiones tropiezan con

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escasas resistencias porque no se han erigido todavía o están en formación los


diques anímicos contra los excesos sexuales: la vergüenza, el asco y la moral.

PULSIONES PARCIALES.

En lo demás, la influencia de la seducción no ayuda a descubrir la condición inicial


de la pulsión sexual, sino que confunde nuestra intelección de ella, en la medida en
que aporta prematuramente al niño el objeto sexual, del cual la pulsión sexual
infantil no muestra al comienzo necesidad alguna. De cualquier manera, tenemos
que admitir que también la vida sexual infantil, a pesar del imperio que ejercen las
zonas erógenas, muestra componentes que desde el comienzo envuelven a otras
personas en calidad de objetos sexuales. De esa índole son las pulsiones del placer
de VER y de EXHIBIR, y la de CRUELDAD. Aparecen con cierta independencia
respecto de las zonas erógenas, y sólo más tarde entran en estrechas relaciones
con la vida genital; pero ya se hacen notables en la niñez como unas aspiraciones
autónomas, separadas al principio de la actividad sexual erógena. Sobre todo, al
niño pequeño carece de vergüenza, y en ciertos años tempranos muestra una
inequívoca complacencia en desnudar su cuerpo poniendo particular énfasis en sus
genitales. El correspondiente de esta inclinación considerada perversa, la curiosidad
por ver los genitales de otras personas, se hace manifiesto más avanzada la niñez.
La pulsión de ver puede emerger en el niño como una exteriorización sexual
espontánea. Sobrevenida la represión de estas inclinaciones, la curiosidad de ver
genitales de otras personas (de su propio sexo o del otro) permanece como una
presión martirizante, que en muchos casos de neurosis presta después la más
potente fuerza impulsora a la formación de síntoma.

Con independencia aún mayor respecto de las otras prácticas sexuales ligadas a las
zonas erógenas, se desarrollan en el niño los componentes crueles de la pulsión
sexual, la crueldad es cosa enteramente natural en el carácter infantil. La moción
cruel proviene de la pulsión de apoderamiento y emerge en la vida sexual en una
época en que los genitales no han asumido aún el papel que desempeñarán
después. Por tanto, gobierna una fase de la vida sexual que más adelante
describiremos como organización pregenital. Niños que se distinguen por una
particular crueldad hacia los animales y los compañeros de juego despiertan la
sospecha, por lo común confirmada, de una práctica sexual prematura e intensa
proveniente de las zonas erógenas.

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5. LA INVESTIGACIÓN SEXUAL INFANTIL.

LA PULSIÓN DE SABER.

A la par que la vida sexual del niño alcanza su primer florecimiento, entre los tres y
los cinco años, se inicia en él también aquella actividad que se adscribe a la pulsión
de saber o de investigar. La pulsión de saber no puede computarse entre los
componentes pulsionales elementales ni subordinarse de manera exclusiva a la
sexualidad. Su acción corresponde a una manera sublimada del apoderamiento, y
trabaja con la energía de la pulsión de ver. Sus vínculos con la vida sexual tienen
particular importancia, la pulsión de saber de los niños recae sobre los problemas
sexuales, y aun quizás es despertada por estos.

EL ENIGMA DE LA ESFINGE.

Intereses prácticos ponen en marcha la actividad investigadora en el niño. La


amenaza que para sus condiciones de existencia significa la llegada de un nuevo
niño, y el miedo de que ese acontecimiento lo prive de cuidados y amor, lo vuelven
reflexivo y penetrante. El primer problema que lo ocupa es, en consonancia con esta
génesis del despertar de la pulsión de saber, no la cuestión de la diferencia entre los
sexos, sino el enigma: «¿De dónde vienen los niños?». En cuanto al hecho de los
dos sexos, al comienzo el niño no se revuelve contra él ni le opone reparo alguno.
Para el varoncito es cosa natural suponer que todas las personas poseen un genital
como el suyo, y le resulta imposible unir su falta a la representación que tiene de
ellas.

COMPLEJO DE CASTRACIÓN Y ENVIDIA DEL PENE.

El varoncito se aferra con energía a esta convicción, pero la realidad muy pronto le
opone una contradicción y la abandona sólo tras serias luchas interiores (complejo
de castración). En 1920 Freud agrega que tiene derecho a hablar de un complejo
de castración también en las mujeres. Tanto los varoncitos como las niñas forman la
teoría de que también la mujer tuvo originariamente un pene que perdió por
castración. La niñita, presa de la envidia del pene, culmina en el deseo de ser un
varón, deseo tan importante luego.

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El supuesto de que todos los seres humanos poseen idéntico genital


(masculino) es la primera de las asombrosas teorías sexuales infantiles.

TEORÍAS DEL NACIMIENTO.

¿De dónde vienen los niños? Los niños creen que vienen del pecho, son extraídos
del vientre o el ombligo se abre para dejarlos pasar. En cuanto a la investigación
correspondiente a los primeros años de la infancia, es muy raro que se la recuerde
fuera del análisis; ha caído, bajo la represión, pero sus resultados fueron uniformes:
los hijos se conciben por haber comido algo determinado y se le da a luz por el
intestino, como a la materia fecal.

CONCEPCIÓN SÁDICA DEL COMERCIO SEXUAL.

Si a esa tierna edad los niños son espectadores del comercio sexual entre adultos,
lo cual es favorecido por el convencimiento de los mayores de que el pequeño no
comprende nada de lo sexual, no puede menos que concebirse el acto sexual
como una especie de maltrato o sojuzgamiento en sentido sádico. Una
impresión de esa clase contribuye a la disposición para un ulterior desplazamiento
sádico de la meta sexual. En lo sucesivo los niños se ocupan mucho de este
problema.

EL TÍPICO FRACASO DE LA INVESTIGACIÓN SEXUAL INFANTIL.

Las teorías sexuales infantiles son reflejo de la propia constitución sexual del niño y,
pese a sus grotescos errores, dan pruebas de una gran comprensión sobre los
procesos sexuales. Los niños perciben también las alteraciones que el embarazo
provoca en la madre, escuchan con una desconfianza profunda cuando les es
contada la fábula de la cigüeña. Pero como la investigación sexual infantil ignora
dos elementos (el papel del semen fecundante y la existencia de la abertura sexual
femenina) los esfuerzos del pequeño investigador resultan por lo general
infructuosos y terminan en una renuncia que no rara vez deja como secuela un

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deterioro permanente de la pulsión de saber. La investigación sexual de la primera


infancia es siempre solitaria; implica un primer paso hacia la orientación autónoma
en el mundo y establece un fuerte extrañamiento del niño respecto de las personas
de su entorno, que antes habían gozado de su plena confianza.

6. FASES DE DESARROLLO DE LA ORGANIZACIÓN SEXUAL.

Caracteres de la vida sexual infantil:

- es esencialmente autoerótica (su objeto se encuentra en el cuerpo propio),


y

- sus pulsiones parciales singulares aspiran a conseguir placer cada


una por su cuenta, enteramente desconectadas entre sí.

El punto de llegada del desarrollo lo constituye la vida sexual del adulto llamada
normal; en ella, la consecución de placer se ha puesto al servicio de la función de
reproducción, y las pulsiones parciales, bajo el primado de una única zona erógena,
han formado una organización sólida para el logro de la meta sexual en un objeto
ajeno.

ORGANIZACIONES PREGENITALES.

Con el auxilio del psicoanálisis podemos estudiar las inhibiciones y perturbaciones


de este curso de desarrollo. Ello nos permite individualizar esbozos y etapas
previas de una organización de las pulsiones parciales que dan por resultado una
suerte de régimen sexual.

Freud llama pregenitales a las organizaciones de la vida sexual en las que las zonas
genitales todavía no han alcanzado su papel hegemónico.

1. Una primera organización sexual pregenital es la oral o canibálica. La


actividad sexual no se ha separado todavía de la nutrición, ni se han
diferenciado opuestos dentro de ella. El objeto de una actividad es también
el de la otra; la meta sexual consiste en la incorporación de objeto, el
paradigma de lo que más tarde, en calidad de identificación, desempeñará un
papel psíquico tan importante. El chupeteo puede verse como un resto de
esta fase hipotética; en ella la actividad sexual, separada de la actividad de la

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alimentación, ha resignado el objeto ajeno a cambio de uno situado en el


cuerpo propio.
2. Una segunda fase pregenital es la organización sádico-anal. Aquí ya se ha
desplegado la división en opuestos que atraviesa la vida sexual; no se los
puede llamar todavía masculino y femenino, sino activo y pasivo. La
actividad es producida por la pulsión de apoderamiento a través de la
musculatura del cuerpo, y como órgano de meta sexual pasiva se constituye
ante todo la mucosa erógena del intestino; los objetos de estas dos
aspiraciones no coinciden. Se practican otras pulsiones parciales de manera
autocrítica. En esta fase ya son pesquisables la polaridad sexual y el objeto
ajeno. Faltan todavía la organización y la subordinación a la función de la
reproducción.

AMBIVALENCIA.

Esta forma de organización sexual puede conservarse a lo largo de toda la vida y


atraer permanentemente hacia sí una buena parte de la práctica sexual. El
predominio del sadismo posee este otro carácter: los pares de opuestos
pulsionales están plasmados en un grado aproximadamente igual, estado de
cosas que se designa con el término de ambivalencia.

La hipótesis de las organizaciones pregenitales de la vida sexual descansa en el


análisis de las neurosis; difícilmente se la pueda apreciar si no es con relación al
conocimiento de estas. Para contemplar el cuadro de la vida sexual infantil, es
preciso agregar que a menudo, o regularmente, ya en la niñez se consuma una
elección de objeto como la que se supone característica de la fase de desarrollo
de la pubertad. El conjunto de los afanes sexuales se dirigen a una persona única, y
en ella quieren alcanzar su meta. He ahí, el máximo acercamiento posible en la
infancia a la conformación definitiva que la vida sexual presentará después de la
pubertad. La diferencia respecto de esta última reside sólo en el hecho de que la
unificación de las pulsiones parciales y su subordinación al primado de los genitales
no son establecidas en la infancia, o lo son de manera muy incompleta. Por tanto, la
instauración de ese primado al servicio de la reproducción es la última fase por la
que atraviesa la organización sexual.

En 1924 Freud intercala tras las dos organizaciones pregenitales una tercera fase,
ya llamada fase genital, que muestra un objeto sexual y cierto grado de
convergencia de las aspiraciones sexuales sobre este objeto, pero se diferencia de

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

la organización definitiva de la madurez genésica porque no conoce más que una


clase de genitales, los masculinos. Por eso llama a esta fase fálica.

LOS DOS TIEMPOS DE LA ELECCIÓN DE OBJETO.

El siguiente proceso puede reclamar el nombre de típico: la elección de objeto se


realiza en dos tiempos, en dos oleadas. La primera se inicia entre los dos y los cinco
años, y el período de latencia la detiene o la hace retroceder; se caracteriza por la
naturaleza infantil de sus metas sexuales. La segunda sobreviene con la pubertad y
determina la conformación definitiva de la vida sexual.

Los hechos relativos al doble tiempo de la elección de objeto, que en lo esencial se


reducen al efecto del período de latencia, cobran suma importancia en cuanto a la
perturbación de ese estado final. Los resultados de la elección infantil de objeto se
prolongan hasta una época tardía. Pero demuestran ser inaplicables, y ello a
consecuencia del desarrollo de la represión, que se sitúa entre ambas fases. Sus
metas sexuales han experimentado un atemperamiento, y figuran únicamente lo que
podemos llamar la corriente tierna de la vida sexual. La elección de objeto de la
época de la pubertad tiene que renunciar a los objetos infantiles y empezar de
nuevo como corriente sensual. La no confluencia de las dos corrientes tiene como
efecto hartas veces que no pueda alcanzarse uno de los ideales de la vida sexual, la
unificación de todos los anhelos de un objeto.

7. FUENTES DE LA SEXUALIDAD INFANTIL.

La excitación sexual nace:

- como calco de una satisfacción vivencia a raíz de otros procesos


orgánicos;

- por una apropiada estimulación periférica de las zonas erógenas;

- como expresión de algunas pulsiones cuyo origen no se comprende.

A raíz de la indagación de las zonas erógenas se descubrió que estos sectores de la


piel muestran meramente una particular intensificación de un tipo de excitabilidad
que, en cierto grado, es propio de toda la superficie de aquella. Por eso no nos
asombrará enterarnos de que a ciertos tipos de estimulación general de la piel

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

pueden adscribirse efectos erógenos muy nítidos. Entre estos, destacamos sobre
todo los estímulos térmicos.

En cuanto a las fuentes de la sexualidad infantil podemos observar:

EXCITACIONES MECÁNICAS.

La producción de una excitación sexual mediante sacudimientos mecánicos del


cuerpo, de carácter rítmico. Se puede distinguir en ellos tres clases de influencias de
estímulo: las que actúan sobre el aparato sensorial de los nervios vestibulares, las
que actúan sobre la piel y las que lo hacen sobre las partes profundas como los
músculos. Esto se puede ver en el gusto que sienten los niños en los juegos de
movimiento pasivo, como ser hamacados y arrojados por el aire.

ACTIVIDAD MUSCULAR.

Una intensa actividad muscular constituye para el niño una necesidad de cuya
satisfacción extrae un placer extraordinario.

Muchas personas informan haber vivenciado los primeros signos de la excitación en


sus genitales en el curso de juegos violentos o de riñas con sus compañeros de
juego, situación en la cual, además de todo el esfuerzo muscular, operaba un
estrecho contacto con la piel del oponente. En la promoción de la excitación sexual
por medio de la actividad muscular habría que reconocer una de las raíces de la
pulsión sádica.

PROCESOS AFECTIVOS.

Estos desbordan sobre la sexualidad. El efecto de excitación sexual de muchos


afectos en sí displacenteros, como el angustiarse, se conserva en gran número de
seres humanos durante su vida adulta, y explica que muchas personas acechen la
oportunidad de recibir tales sensaciones, sujeta sólo a ciertas circunstancias
relacionadas que mengüen la seriedad de la sensación de displacer.

TRABAJO INTELECTUAL.

La concentración de la atención en una tarea intelectual, y, el esfuerzo mental, tiene


por consecuencia en muchas personas, una excitación sexual concomitante.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

DIVERSAS CONSTITUCIONES SEXUALES.

Las fuentes indirectas de la excitación sexual brindan su aporte en todos los


individuos, pero no tienen la misma intensidad en todos ellos; cabe admitir,
entonces, que la plasmación privilegiada de cada una de las fuentes de la excitación
sexual contribuye también a diferenciar las diversas constituciones sexuales.

LAS VÍAS DE LA INFLUENCIA RECÍPROCA.

Si dejamos de hablar de ―fuentes‖ de la excitación sexual, podemos afirmar que las


vías de conexión que llegan hasta la sexualidad desde otras funciones tienen que
poderse transitar también en la dirección inversa. Por ejemplo, si la concentración
de la atención es capaz de producir excitación sexual, ello nos induce a suponer que
actuando por la misma vía, en dirección inversa, el estado de excitación sexual
influye sobre la disponibilidad de atención orientable.

Texto N° 11

FREUD: “EL ESCLARECIMIENTO SEXUAL DEL NIÑO”. CARTA ABIERTA AL


DOCTOR M. FÜRST. (Se encuentra en la Unidad 2, pág. 16).

Texto N° 12

FREUD: “SOBRE LAS TEORÍAS SEXUALES INFANTILES”.

El material en que se basa este resumen proviene de varias fuentes:

- En 1er lugar, de la observación directa de las exteriorizaciones y del


pulsionar de los niños. El hecho de que esta primera fuente no haya
brindado por sí sola todo lo digno de saberse tiene su fundamento en la
conducta de los adultos hacia la vida sexual infantil. Si uno no atribuye a
los niños actividad sexual alguna, tampoco se tomará el trabajo de
observarla, y por otra parte sofocará de ella las exteriorizaciones que
resultaren llamativas.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

- En 2do, de las comunicaciones de neuróticos adultos que en el curso de


un tratamiento psicoanalítico refieren lo que recuerdan conscientemente
sobre su infancia. Está expuesta en grado sumo a la objeción de que
pudieron falsificarse en la visión retrospectiva, y por añadidura se los
apreciará bajo el punto de vista de que los testigos se volvieron neuróticos
después.

- En 3ro, de las inferencias, construcciones y recuerdos inconscientes


traducidos a lo consciente que son fruto de los psicoanálisis con
neuróticos. El material de este tercer origen es alcanzado por todas las
objeciones que suelen plantearse a la confiabilidad del psicoanálisis y a la
seguridad de las conclusiones de él extraídas.

Un difícil problema consiste en decidir hasta dónde es lícito presuponer para cada
niño individual, lo que aquí se informará sobre ellos en general. La presión
pedagógica y la diversa intensidad de la pulsión sexual posibilitará sin duda grandes
variaciones individuales en la conducta sexual del niño, sobre todo en cuanto al
momento en que emerge el interés sexual infantil. Estoy convencido de que ningún
niño puede dejar de ocuparse de los problemas sexuales en los años anteriores a la
pubertad.

Los neuróticos son seres humanos como los demás, no siempre es fácil distinguirlos
en su infancia de quienes luego serán sanos. Sus neurosis no tienen un contenido
psíquico particular, propio y exclusivo de ellos, sino que enferman a raíz de los
mismos complejos con que luchamos nosotros, los sanos. La diferencia sólo reside
en que los sanos saben dominar esos complejos sin sufrir perjuicios grandes,
registrables en la práctica, mientras que los neuróticos consiguen sofocarlos, pero al
precio de unas costosas formaciones sustitutivas.

Como los que después serán neuróticos traen hartas veces en su constitución una
pulsión sexual particularmente intensa y una inclinación a su madurez temprana, a
su prematura exteriorización, nos posibilitará discernir muchas cosas en el quehacer
sexual infantil de una manera más flagrante y nítida que lo que nuestra capacidad
de observación nos permitiría ver en otros niños.

Las comunicaciones que siguen se refieren predominantemente al desarrollo sexual


de uno de los sexos, a saber, el masculino. Las teorías sexuales de los niños
resultan indispensables para la concepción de las neurosis mismas, en las cuales
estas teorías infantiles conservan vigencia y cobran un influjo que llega a comandar
la configuración de los síntomas.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

El esfuerzo de saber en los niños no despierta de forma espontánea, sino que lo


impulsan las pulsiones egoístas que lo gobiernan, por ejemplo, cuando los afecta la
llegada de un hermanito (o porque llegó en otro hogar que pudiese observar). El
retiro de asistencia por los padres, experimentado o temido con razón, la vislumbre
de que se estará obligado a compartir para siempre todo bien con el recién llegado,
tienen por efecto despertar la vida de sentimientos del niño y aguzar su capacidad
de pensar. El niño mayor exterioriza una sincera hostilidad hacia los competidores; y
en ocasiones hasta les hace cometer pequeños atentados en perjuicio del que yace
inerme en la cuna. Por regla general, una mayor diferencia de edad debilita la
expresión de esa hostilidad primaria; en años mis tardíos, y si faltan hermanitos,
puede prevalecer el deseo de tener un compañerito de juegos, tal como el niño ha
podido observar en otros hogares.

Estas inquietudes hacen que el niño se ocupe del primer grandioso problema de la
vida y se pregunte: ¿de dónde vienen los hijos? Este pensar prosigue su trabajo
como una pulsión autónoma de investigar. Por esto, tarde o temprano demandará
una respuesta a sus padres o a las personas encargadas de su crianza, que para él
significan la fuente del saber. Pero ese camino fracasa. Recibe una respuesta
evasiva, o una reprimenda por su apetito de saber, o lo despachan con alguna
información de cuño mitológico: ―los trae la cigüeña‖. Los niños descontentos con
esta solución, y que le oponen enérgica duda, son muchos más de los que
sospechan sus padres, sólo que no siempre lo confesarán con franqueza. Los niños
rehúsan creencia a la teoría de la cigüeña; a partir de este primer engaño y rechazo
los niños alimentan desconfianza hacia los adultos y creen que hay algo prohibido
que los ―grandes‖ desean mantenerles en reserva y por eso rodean de secreto sus
siguientes investigaciones.

Así han vivenciado la primera ocasión de un “conflicto psíquico”, pues unas


opiniones por las que sienten una predilección pulsional, pero no son ―correctas‖
para los grandes, entran en oposición con otras sustentadas por la autoridad de los
grandes pero que a ellos mismos no les resultan gratas. Desde este conflicto
psíquico puede desenvolverse pronto una ―escisión psíquica‖: una de las opiniones,
la que conlleva el ser ―bueno‖, pero también la suspensión del reflexionar, deviene la
dominante, consciente; la otra, para la cual el trabajo de investigación ha aportado
entretanto nuevas pruebas que no deben tener vigencia, deviene sofocada,
inconsciente. Queda así constituido el complejo nuclear de la neurosis.

La ―fábula de la cigüeña‖ no se cuenta entre las teorías sexuales infantiles; es, al


contrario, la observación de los animales, tan poco escondedores de su vida sexual
y de quienes el niño se siente tan afín, la que refuerza su incredulidad.

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Estas falsas teorías sexuales que elucidaré poseen, todas, un curiosísimo carácter.
Aunque grotescamente falsas, cada una de ellas contiene un fragmento de la
verdad. Tales supuestos han nacido de las objetivas necesidades de la constitución
psicosexual; por eso podemos hablar de teorías sexuales típicas en los niños, y por
eso hallamos las mismas opiniones erróneas en todos los niños cuya vida sexual
nos resulta accesible.

1. LA PRIMERA DE ESTAS TEORÍAS se anuda al descuido de las diferencias


entre los sexos. Ella consiste en atribuir a todos los seres humanos, aun a las
mujeres, un pene, como el que el varoncito conoce en su propio cuerpo. En aquella
constitución sexual que nos vemos precisados a reconocer como «normal», el pene
es ya en la infancia la zona erógena rectora, el principal objeto sexual autoerótica, y
es lógico que la alta estima de que goza se refleje en la incapacidad para
representarse sin este esencial ingrediente a una personalidad parecida al yo. Si el
varoncito llega a ver los genitales de una hermanita regularmente dice, a modo de
consuelo y conciliación: ―Ella tiene... pero todavía es chiquito; claro es que cuando
ella sea más grande le crecerá‖.

El niño gobernado en lo principal por la excitación del pene ha sabido procurarse


placer estimulándolo con la mano; sus padres o las personas encargadas de su
guarda lo han pillado, y lo aterrorizaron con la amenaza de que le sería cortado el
miembro. El efecto de esta ―amenaza de castración‖ es, en su típico nexo con la
estima que se tiene por esta parte del cuerpo, superlativa y extraordinariamente
profundo y duradero. Los genitales de la mujer, percibidos luego y concebidos como
mutilados, recuerdan aquella amenaza y por eso despiertan en el homosexual
horror en vez de placer.

En la niña pequeña se puede observar fácilmente que comparte por entero aquella
estimación de su hermano. Desarrolla un gran interés por esa parte del cuerpo en el
varón, interés que pronto pasa a estar comandado por la envidia.

A partir de la excitación del pene se retoma el enigma del niño que crece en el
vientre de la madre ¿Cómo llega ahí adentro? Es probable que el padre tenga algo
que ver; en efecto, él mismo declara que el niño es su hijo también. El pene ha
tenido sin ninguna duda su participación en estos procesos que no se alcanzan a
colegir, pues lo atestigua con su coexcitación a raíz de todo ese trabajo de
pensamiento. Pero cuando el niño parece estar en el mejor camino para postular la
existencia de la vagina y atribuirle al pene del padre esa penetración en la madre
como aquel acto por el cual se engendra el hijo en el vientre materno, la
investigación se interrumpe, desconcertada, pues la obstaculiza la teoría de que la

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madre posee pene como un varón, y la cavidad que acoge al pene permanece
ignorada para el niño. El primer fracaso ejercerá por siempre un efecto paralizante.

2. Su ignorancia de la vagina posibilita al niño convencerse también de LA


SEGUNDA DE SUS TEORÍAS SEXUALES. Si el hijo crece en el vientre de la
madre y es sacado de ahí, es preciso que el hijo sea evacuado como un
excremento, una deposición. Los mismos niños han olvidado por completo que en
años anteriores creyeron en otra teoría del nacimiento, que ahora tropieza con el
obstáculo de la represión, sobrevenida entre tanto, de los componentes sexuales
anales. En aquella época, la deposición de las heces era algo que no provocaba
horror, no era ninguna degradación haber venido al mundo como un montón de
caca, aún no execrado por el asco. La teoría de la cloaca era la más natural y la
única que podía imponérsele al niño como probable. Entonces, si los hijos
nacían por el ano, el varón podía parir igual que la mujer. Así, el muchacho podía
fantasear que él mismo concebía hijos, sin que por eso pudieran imputársele
inclinaciones femeninas. Si en años posteriores de la infancia la teoría de la cloaca
se conserva en la conciencia creerán que uno come algo determinado y entonces
concibe un hijo.

3. LA TERCERA DE LAS TEORÍAS SEXUALES se ofrece a los niños cuando


son testigos de partes incompletas del comercio sexual entre sus padres. Por esto
llegan a lo que podríamos llamar la concepción sádica del coito: ven en él algo
que la parte más fuerte le hace a la más débil con violencia, y la comparan,
sobretodo los varoncitos, con una riña como las que conocen del trato entre niños, y
que por cierto no dejan de ir contaminadas por una excitación sexual.

La teoría sádica del coito, que aislada despista donde podría haber aportado una
corroboración, es también ella la expresión de uno de los componentes sexuales
innatos. Y como confirmatorias de su concepción ve el niño unas huellas de sangre
que eventualmente descubre en la cama o la ropa interior de la madre, como
pruebas de la embestida del padre sobre la madre.

En conexión más laxa con el problema de saber de dónde vienen los hijos, el niño
se ocupa en averiguar la esencia y el contenido de lo que llaman «estar casado».
Parece que estar casado es una satisfacción placentera y la remoción de la
vergüenza. La concepción más frecuente reza: «orinar cada uno en presencia del
otro»; una variante «el marido orina en la bacinilla de la esposa».

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Las opiniones infantiles sobre la naturaleza del matrimonio, no rara vez conservadas
por el recuerdo consciente, poseen un gran valor significativo para la sintomatología
de una neurosis luego contraída.

Serían estas las más importantes entre las teorías sexuales típicas producidas
espontáneamente en los primeros años de la infancia, sólo bajo el influjo de los
componentes pulsionales sexuales.

Hacia el décimo o undécimo año sobreviene la comunicación de las cosas sexuales


a los niños. Lo que los niños averiguan de ese modo es casi siempre lo correcto,
estos esclarecimientos que ellos se proporcionan unos a otros no rara vez van
mezclados con falsedades, inficionados por relatos de las teorías sexuales infantiles
más antiguas. A estas comunicaciones sobrevenidas en los años de la pubertad
sigue un nuevo ímpetu subvirtiente de la investigación sexual infantil; pero las
teorías que los niños crean entonces ya no presentan el sello típico y originario que
era característico de las teorías primarias de la infancia temprana, en un tiempo en
que los componentes sexuales infantiles podían imponer, de una manera
desinhibida y sin mudanza su expresión en teorías. Su diversidad depende en
primera línea de la naturaleza del esclarecimiento recibido.

Tiene su valor, asimismo, la manera en que los niños se conducen hacia las
comunicaciones que les llegan. En muchos casos, la represión de lo sexual se ha
propagado hasta el punto de que no quieren escuchar nada, y estos consiguen
también permanecer ignorantes hasta edad tardía.

Por diverso que sea el comportamiento de los niños hacia la satisfacción del apetito
de saber sexual en su primera infancia, se puede suponer una conducta uniforme y
que en ese tiempo se centrará en averiguar qué hacían juntos los padres y por
donde salen los hijos.

Texto N° 13

FREUD: “UN RECUERDO INFANTIL DE LEONARDO DA VINCI”.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

Leonardo da Vinci (1452-1519) fue uno de los hombres más importantes del
Renacimiento italiano que siempre pareció enigmático. Si bien nos ha legado obras
maestras de la pintura, sus descubrimientos científicos permanecieron inéditos y sin
explicación.

El giro de sus intereses desde su arte hacia la ciencia, fue acentuándose con los
años. Su actividad pictórica se vio descuidada. Para su actividad pictórica, la
consecuencia fue que tomara el pincel a desgano, pintara cada vez menos y más
raramente, dejará inacabado las más de las veces lo que había comenzado y se
cuidara poco del ulterior destino de sus obras.

Era proverbial la lentitud con que trabaja Leonardo. A menudo trepaba a los
andamios por la mañana temprano y ya no soltaba el pincel hasta que anocheciera,
sin acordarse de comer y beber. Luego transcurrían días enteros sin que posara las
manos en su obra; en ocasiones se pasaba horas ante la pintura y se conformaba
con examinarla interiormente. Mostraba su sobre-exigencia. Su carácter como
hombre mostraba todavía muchos otros rasgos insólitos y aparentes
contradicciones. Con frecuencia parecía indiferente hacia el bien y el mal.

La lentitud en su modo de trabajar demuestra ser un síntoma de inhibición, el


prenuncio del extrañamiento respecto de la pintura que le sobrevino luego. Se
defiende de las críticas diciendo: esa manera de obrar es la que permite tomar
conocimiento del artesano de tantas cosas maravillosas, y es este el camino por el
que se llega a amar a un inventor tan grande. Pues en verdad un gran amor brota
de un gran conocimiento del objeto amado, y si conocer poco a este, poco o aun
nada podrás amarlo.

Leonardo empieza a investigar al servicio de su arte. Por la necesidad pictórica se


ve pulsionado a explorar. Y por fin esa pulsión devenida hipertrófica lo arrastra hasta
desgarrar el nexo que mantenía con los requerimientos de su arte, y adquiere
múltiples conocimientos, pues extendió sus investigaciones a casi todos los campos
de la ciencia natural. Su esfuerzo de saber permaneció circunscrito al mundo
exterior, algo lo mantenía alejado de la exploración de la vida anímica de los seres
humanos.

Cuando luego intentó regresar desde la investigación al ejercicio del arte,


experimentó la perturbación que significaba la nueva postura de sus intereses y la
cambiada naturaleza de su trabajo psíquico.

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Es poco lo que se sabe de Leonardo sobre su quehacer sexual. Era la fría


desautorización de lo sexual que no esperaríamos en el artista y figurador de la
belleza femenina.

Existe la sospecha de que Leonardo era homosexual, por haber sido acusado de
prácticas homosexuales prohibidas siendo aprendiz, de lo cual salió absuelto, y ya
una vez maestro, se rodeó de bellos muchachos y adolescentes, a quienes tomó
como discípulos; incluso uno de ellos lo acompañó hasta su muerte y fue declarado
heredero. En síntesis, no cabe atribuirle un alto grado de actividad sexual.

En Leonardo, sus afectos eran domeñados, sometidos a la pulsión de investigar; no


amaba u odiaba, sino que se preguntaba por qué debía amar u odiar, y que
significaba ello; de ese modo, tuvo que parecer a primera vista indiferente hacia el
bien y el mal, hacia lo bello y lo feo.

Leonardo no era desapasionado; no estaba desprovisto de la chispa divina. No


había hecho sino mudar la pasión en esfuerzo de saber; se consagraba a la
investigación con la tenacidad, la constancia, el ahondamiento que derivan de la
pasión, y en la cima del trabajo intelectual, tras haber ganado el conocimiento,
dejaba que estallara el afecto largamente retenido, que fluyera con libertad como un
brazo desviado del río después que él culminaba la obra.

Su esfuerzo de saber permaneció circunscripto al mundo exterior; algo lo


mantenía alejado de la exploración de la vida anímica de los seres humanos.

Cuando luego intentó regresar desde la investigación al ejercicio del arte,


experimentó la perturbación que significaba la nueva postura de sus intereses y la
cambiada naturaleza de su trabajo psíquico.

Cuando en el cuadro del carácter de una persona hallamos plasmada de manera


hiperintensa una pulsión única, como en Leonardo el apetito de saber, invocamos
para explicarlo una disposición particular acerca de cuyo probable condicionamiento
orgánico las más de las veces no sabemos todavía nada al respecto. Ahora bien,
por nuestros estudios psicoanalíticos de neuróticos, nos inclinamos a sustentar dos
expectativas. Tenemos por probable que esa pulsión hiperintensa se haya
manifestado ya en la primera infancia de esa persona, y consolidará su soberanía
por obra de unas impresiones de la vida infantil; y además suponemos que
originariamente se atajó como refuerzo unas fuerzas pulsionales sexuales, de suerte
que más tarde pudo subrogar un fragmento de la vida sexual. Por ejemplo, un

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

hombre así investigará con la misma devoción apasionada que otro dota a su amor:
podría investigar en lugar de amar.

La observación de la vida cotidiana de los seres humanos nos muestra que la


mayoría consigue guiar hacia su actividad profesional porciones muy considerables
de sus fuerzas pulsionales sexuales. Y la pulsión sexual es particularmente idónea
para prestar esas contribuciones, pues está dotada de la aptitud para la
sublimación; o sea que es capaz de permutar su meta inmediata por otras, que
pueden ser más estimadas y no sexuales. Consideramos demostrado este proceso
cuando la historia infantil de una persona muestra que en su niñez esa pulsión
hiperpotente estuvo al servicio de intereses sexuales. Hallamos otra confirmación
cuando en la vida sexual de la madurez se evidencia un llamativo agotamiento,
como si ahora un fragmento del quehacer sexual estuviera sustituido por el
quehacer de la pulsión hiperpotente.

Del apetito de saber de los niños pequeños es testimonio su infatigable placer de


preguntar. Cuando el niño crece y comprende más, suele interrumpir de pronto esa
exteriorización del apetito de saber. Muchos niños atraviesan hacia su tercer año de
vida un período que puede designarse como el de la investigación sexual infantil de
lo que devienen las teorías sexuales infantiles. Por lo que sabemos, el apetito de
saber no brota de manera espontánea en los niños de esa edad, sino que es
despertado por la impresión de una importante vivencia (el nacimiento de un
hermanito) en que el niño ve una amenaza para sus intereses egoístas. La
investigación se dirige a averiguar de dónde vienen los niños. Pero como su propia
constitución sexual no está a la altura de la tarea de engendrar hijo, también tiene
que resultar estéril su investigación acerca de dónde vienen los niños, y
abandonarse por no consumable.

Si el período de la investigación sexual infantil es clausurado por una oleada de


energética represión sexual, al ulterior destino de la pulsión de investigar se le abren
tres diversas posibilidades derivadas de su temprano enlace con intereses sexuales.

1. La investigación puede compartir el destino de la sexualidad; el apetito de


saber permanece desde entonces inhibido, y limitado el libre quehacer de la
inteligencia. Este es el tipo de inhibición neurótica.
2. Si el desarrollo intelectual es bastante vigoroso puede resistir la sacudida que
recibe de la represión sexual. Luego del sepultamiento de la investigación
sexual infantil, cuando la inteligencia se ha fortalecido, la antigua conexión le
ofrece memoriosamente su auxilio para sortear la represión sexual y la
investigación sexual sofocada regresa de lo inconsciente como compulsión a

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pensar, desfigurada y no libre, pero lo bastante potente para sexualizar el


pensamiento y teñir las operaciones intelectuales con el placer y la angustia
de los procesos sexuales propiamente dichos volviéndolo quehacer sexual, el
único muchas veces.
3. Este tipo es más raro y perfecto, en virtud de una particular disposición
escapa tanto a la inhibición del pensar como a la compulsión neurótica del
pensamiento. Aquí la libido escapa al destino de la represión sublimándose
desde el comienzo mismo en un apetito de saber y sumándose como
refuerzo a la vigorosa pulsión de investigar. También aquí el investigar
deviene en cierta medida compulsión y sustituto del quehacer sexual, pero le
falta el carácter de la neurosis por ser enteramente diversos los procesos
psíquicos que están en su base (sublimación en lugar de irrupción desde lo
inconsciente); la pulsión puede desplegar libremente su quehacer al servicio
del interés intelectual.

Si nos atrevemos a relacionar la hiperpotente pulsión de investigar de Leonardo con


la mutilación de su vida sexual, nos inclinaremos a tomarlo como el paradigma del
TERCER TIPO: SUBLIMACIÓN. Entonces, el núcleo y el secreto de su ser sería
que, tras un quehacer infantil del apetito del saber al servicio de intereses sexuales,
consiguió sublimar la mayor parte de su libido como esfuerzo de investigar.

Texto N° 14

FREUD: “LA ORGANIZACIÓN GENITAL INFANTIL.”

UNA INTERPOLACIÓN EN LA TEORÍA DE LA SEXUALIDAD.

Freud plantea que ya no se declararía satisfecho con su tesis de que el primado de


los genitales no se consuma en la primera infancia, o lo hace sólo de manera
incompleta. LA aproximación de la vida sexual infantil a la del adulto llega mucho
más allá, y no se circunscribe a la emergencia de una elección de objeto. Si bien no
se alcanza una verdadera unificación de las pulsiones parciales bajo el primado de
los genitales, en el apogeo del proceso de desarrollo de la sexualidad infantil el
interés por los genitales y el quehacer genital cobran una significatividad dominante.

El carácter principal de esta ―organización genital infantil‖ es, al mismo tiempo, su


diferencia respecto de la organización genital definitiva del adulto. Reside en que,

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para ambos sexos, sólo desempeña un papel un genital, el masculino. Por tanto, no
hay un primado genital, sino un primado del falo.

Por desdicha, sólo podemos describir estas constelaciones respecto del varoncito;
carecemos de una intelección de los procesos correspondientes en la niña pequeña.
El varoncito percibe la diferencia entre varones y mujeres, pero al comienzo no tiene
ocasión de relacionarla con una diversidad de sus genitales. Para él es natural
presuponer en todos los otros seres vivos un genital parecido al que él mismo
posee; más aún, sabemos que incluso en las cosas inanimadas busca una forma
análoga a su miembro.

Esta parte del cuerpo, que se excita con facilidad, tan rica en sensaciones, ocupa en
alto grado el interés del niño y de continuo plantea nuevas y nuevas tareas a su
pulsión de investigación. Querría verlo también en otras personas para compararlo
con el suyo.

En el curso de las indagaciones el niño llega a descubrir que el pene no es


patrimonio común de todos los seres semejantes a él. Es notoria su reacción frente
a las primeras impresiones sobre la falta del pene. Desconocen esa falta; creen ver
un miembro a pesar de todo; creen que aún es pequeño y ya va a crecer, y
después, poco a poco, llegan a la conclusión, de que sin duda estuvo presente y
luego fue removido. La falta de pene es entendida como resultado de una
castración, y ahora se le planta al niño la tarea de habérselas con la referencia de la
castración a su propia persona. Sólo puede apreciarse rectamente la significatividad
del complejo de castración si a la vez se toma en cuenta su génesis en la fase del
primado del falo.

Es notorio, también, que el menosprecio por la mujer deriva del convencimiento final
acerca de la falta de pene en ella.

Sin embargo, no se debe creer que el niño generaliza tan rápido su observación
de que muchas personas del sexo femenino no poseen pene; ya es un obstáculo
para ello el supuesto de que la falta de pene es consecuencia de la castración a
modo de castigo. El niño cree, al contrario, que sólo personas despreciables de
sexo femenino habrían perdido el genital. Pero las personas respetables, como su
madre, siguen conservando el pene.

Para el niño, ser mujer no coincide todavía con la falta del pene. Sólo más tarde,
cuando aborda los problemas de la génesis y el nacimiento de los niños, entiende
que sólo las mujeres pueden parir hijos, también la madre perderá el pene y, se

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edificarán teorías destinadas a explicar el trueque del pene a cambio de un


hijo.

Una primera oposición se introduce con la elección de objeto, que sin duda
presupone sujeto y objeto. En el estadio de la organización pregenital sádico-anal
no cabe hablar de masculino y femenino; la oposición dominante es entre activo y
pasivo. En el siguiente estadio de la organización genital infantil hay algo
masculino, pero no algo femenino; la oposición sería genital masculino, o castrado.

Sólo con la culminación del desarrollo en la época de la pubertad, la polaridad


sexual coincide con masculino y femenino. Lo masculino reúne el sujeto, la actividad
y la posesión del pene; lo femenino, el objeto y la pasividad. La vagina es apreciada
ahora como albergue del pene, recibe la herencia del vientre materno.

Texto N° 15

FREUD: EL YO Y EL SUPERYÓ (IDEAL DEL YO).

Si el yo fuera sólo la parte del ello modificada por el influjo del sistema percepción,
estaríamos ante un estado de cosas simple. Pero se agrega algo más.

Ciertos motivos nos movieron a suponer que existe un grado en el interior del yo,
una diferenciación dentro de él, que ha de llamarse ideal-yo o superyó.

Al comienzo de todo, en la fase primitiva oral del individuo, no se puede distinguir


investidura de objeto de la identificación. Más tarde puede suponerse que las
investiduras de objeto parten del ello, que siente las aspiraciones eróticas como
necesidades. El yo, todavía endeble al principio, recibe noticia de las investiduras de
objeto y les presta su aprobación o se defiende de ellas mediante el proceso de la
represión.

Si un tal objeto sexual es resignado, porque parece que debe serlo o porque no hay
otro remedio, no es raro que a cambio sobrevenga la alteración del yo que es
preciso describir como elección del objeto en el yo.

Este proceso es muy frecuente, sobre todo en las fases tempranas del desarrollo.
Se llega a la siguiente concepción: el carácter del yo es una sedimentación de
las investiduras de objeto resignadas pues contiene la historia de estas
elecciones de objeto.

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La transposición de elección erótica de objeto en una alteración del Yo es un camino


que permite al yo dominar al Ello y profundizar sus vínculos con el Ello. Cuando el
yo cobra los rasgos del objeto, se impone él mismo al ello como objeto de amor
tratando de reparar su pérdida diciéndole ―mira, puedes amarme también a mí, soy
tan parecido al objeto‖.

La trasposición así cumplida de libido de objeto a libido narcisista conlleva una


resignación de las metas sexuales, una desexualización y por tanto, una suerte de
sublimación.

Ahora bien, los efectos de las primeras identificaciones con los progenitores, las
producidas a la edad más temprana, serán universales y duraderas. Esto nos
reconduce a la génesis del ideal del yo, pues tras éste se esconde la identificación
primera, y de mayor valencia, del individuo: la identificación con el padre de la
prehistoria personal. A primera vista es una identificación inmediata y directa, más
temprana que cualquier investidura de objeto. Las elecciones de objeto que
corresponden a los primeros períodos sexuales y atañen a padre y madre, parecen
tener su desenlace, si el ciclo es normal, en una identificación de esa clase,
reforzando de ese modo la identificación primaria.

En el caso del niño varón, en época tempranísima desarrolla una investidura de


objeto hacia la madre, que tiene su punto de arranque en el pecho materno y
muestra el ejemplo arquetípico de una elección de objeto según el tipo del
apuntalamiento; del padre, el varoncito se apodera por identificación. Ambos
vínculos marchan un tiempo uno junto al otro, hasta que por el refuerzo de los
deseos sexuales hacia la madre, y por la percepción de que el padre es un
obstáculo para estos deseos, nace el Complejo de Edipo.

La identificación-padre cobra ahora una tonalidad hostil. A partir de ahí, la relación


con el padre es ambivalente. La actitud ambivalente hacia el padre, y la aspiración
de objeto exclusivamente tierna hacia la madre, caracterizan, para el varoncito, el
contenido del Complejo de Edipo simple, positivo.

Con la demolición del Complejo de Edipo tiene que ser resignada la investidura
de objeto de la madre. Puede tener dos diversos reemplazos: o bien una
identificación con la madre, o un refuerzo de la identificación-padre. Solemos
considerar este último desenlace como el más normal.

Como resultado más universal de la fase sexual gobernada por el Complejo de


Edipo y de su sepultamiento, se puede suponer una sedimentación en el yo, que

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consiste en el establecimiento de las dos identificaciones, unificadas de alguna


manera entre sí. Esta alteración del yo recibe su posición especial: se enfrenta al
otro contenido del Yo como Superyó o ideal del yo.

El superyó no es simplemente un residuo de las primeras elecciones de objeto del


ello, sino que tiene también la significatividad (valor direccional) de una enérgica
formación reactiva frente a ellas. Su vínculo con el Yo no se agota en la advertencia
(“Así como el padre debes ser”) sino que comprende también una prohibición
(“así, como el padre, no te es lícito ser, no puedes hacer todo lo que él hace).
Esta doble faz del ideal del yo deriva del hecho de que estuvo empeñado en la
represión del Complejo de Edipo.

El superyó conservará el carácter del padre, y cuanto más intenso fue el complejo
de Edipo y cuanto más rápido se produjo su represión, tanto más riguroso y sádico
devendrá después el imperio del superyó como conciencia moral, quizá también
como sentimiento inconsciente de culpa, sobre el yo.

La génesis del superyó es el resultado de dos factores biológicos de suma


importancia:

- el desvalimiento y la dependencia del ser humano durante su prolongada


infancia,

- y el hecho de su Complejo de Edipo, que hemos reconducido a la interrupción del


desarrollo libidinal por el período de latencia y, por tanto, a la acometida en dos
tiempos de la vida sexual.

El Superyó es la herencia del Complejo de Edipo y, así, expresión de las más


potentes mociones y los más importantes destinos libidinales del Ello. Mediante su
institución el Yo se apodera del complejo de Edipo y simultáneamente se somete, él
mismo, al Ello. Mientras que el Yo es esencialmente representante del mundo
exterior, de la realidad, el Superyó se le enfrenta como abogado del mundo interior,
del ello. Conflictos entre el yo y el ideal reflejarán la oposición entre lo real y lo
psíquico, el mundo exterior y el mundo interior.

El ideal del yo satisface todas las exigencias que se plantean a la esencia superior
del hombre. En el posterior cortocircuito del desarrollo, maestros y autoridades
fueron retomando el papel del padre; sus mandatos y prohibiciones han
permanecido vigentes en el ideal del yo y ahora ejercen, como conciencia moral, la
censura moral. La tensión entre las exigencias de la conciencia moral y las
operaciones del yo es sentida como sentimiento de culpa.

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La historia genética del superyó permite comprender que conflictos anteriores del yo
con las investiduras de objeto del ello puedan continuar en conflictos con su
heredero, el superyó. Si el yo no logró dominar bien el complejo de Edipo, la
investidura energética de este, proveniente del ello, retomará su acción eficaz en la
formación reactiva del ideal del yo. La amplia comunicación de este ideal con esas
mociones pulsionales Icc resolverá el enigma de que el ideal mismo pueda
permanecer en gran parte Icc, inaccesible al yo.

Texto N° 16

LAPLANCHE: “VIDA Y MUERTE EN PSICOANÁLISIS”.

EL ORDEN VITAL Y LA GÉNESIS DE LA SEXUALIDAD HUMANA.

Para hablar de la sexualidad en psicoanálisis, nuestro punto de referencia será el


texto fundamental de Freud, ―una teoría sexual‖.

Los ―Tres ensayos de una teoría sexual‖ no presentan una teoría abstracta de las
pulsiones en general, sino que describen esa pulsión por excelencia que es la
pulsión sexual. Es la sexualidad la que representa el modelo de toda pulsión y
probablemente la única pulsión en el verdadero sentido del término.

Después de 1920, Freud propone y sostiene una teoría que engloba dos tipos de
pulsiones y es en ese punto donde nuestra tesis parecerá entrar en abierta
contradicción con el pensamiento freudiano, pero también donde habrán de surgir,
precisamente, las dificultades dentro de la obra misma de Freud.

En nuestra primera etapa nos limitaremos a la sexualidad tal como constituye el


objeto de ―una teoría sexual‖.

El hilo conductor de nuestro estudio será el concepto de pulsión (trieb en francés)


y el par que este vocablo forma con otro término: instinto.

En Freud y en la lengua alemana, encontramos dos términos, dos significantes, para


emplear una terminología más moderna, que se puede decir que en el lenguaje
popular tienen casi el mismo sentido y que sus etimologías son paralelas: TRIEB,
impulsar, empujar; INSTINKT (latino) aguijonear, incitar. Pero se puede deslizar en
ella una diferencia de sentido, TRIEB (pulsión) e INSTINKT (instinto): dos términos
empleados por Freud. El INSTINKT en el lenguaje de Freud, es un comportamiento

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preformado, cuyo esquema es hereditario y que se repite de acuerdo con


modalidades relativamente adaptadas a un determinado tipo de objeto.

El análisis de la pulsión, tal como nos lo presenta Freud en sus elementos, es


igualmente válido en su generalidad, para el instinto. En el texto ―las pulsiones y sus
destinos‖, la pulsión se halla desglosada según cuatro dimensiones o, como lo
expresa Freud, según los cuatro términos empleados en relación con el concepto de
pulsión:

1. la presión: es el factor motor de la pulsión, el monto de fuerza o la


medida de exigencia de trabajo que representa. Este carácter de presión
es una cualidad general de las pulsiones e incluso constituye la esencia de
las mismas. El punto de vista que en psicoanálisis se denomina económico
es precisamente el de una ―exigencia de trabajo‖. Quisiéramos proponer la
hipótesis de que es sólo este elemento abstracto, a saber, el factor
económico, el que habrá de permanecer constante en la derivación que nos
hará pasar del instinto a la pulsión.

2. el fin: es el acto hacia el cual tiende la pulsión. Esta realización es siempre la


misma y en definitiva bastante monótona; es siempre la satisfacción,
definida como el apaciguamiento de una tensión provocada precisamente por
la presión. El fin de la pulsión remite a los factores de objeto y fuente.

3. el objeto: El objeto no es necesariamente un objeto inanimado o una cosa,


no se opone, en su esencia, al ser subjetivo. No se designa con él una
―objetivación‖ de la relación amorosa. La definición del objeto hace que este
aparezca en un principio como aquello en lo cual y por medio de lo cual se
alcanza el fin. Así, llegamos a un problema que se resume con el término de
contingencia del objeto. En la medida en que el objeto es aquello ―en lo
cual‖ el fin logra realizarse, poco importa después de todo la especificidad, la
individualidad del objeto; basta con que posea ciertos rasgos capaces de
permitir que la acción satisfactoria pueda realizarse; en sí mismo,
permanece relativamente indiferente, contingente. El objeto de la pulsión
puede ser un objeto fantaseado y que tal vez con carácter prioritario.

El objeto no es necesariamente una persona total, puede ser un objeto parcial


como el pecho, el pene y muchas otras partes del cuerpo, elementos
relacionados con lo vivido corporal que tiene en común el rasgo fundamental de
ser, real o fantaseadamente separados o separables.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

4. la fuente: Es un proceso somático desconocido pero cognoscible de


derecho, una especie de X biológica cuya traducción psíquica sería
precisamente la pulsión. Por fuente de la pulsión se entiende aquel
proceso somático que se localiza en un órgano o una parte del cuerpo y
cuya excitación está presentada en la vida psíquica por la pulsión. Una
excitación local, biológica, encuentra su delegación, su representación en la
vida psíquica, como pulsión.

Pondremos de relieve el carácter general de las definiciones de presión, objeto, fin y


fuente, generalidad que permite aplicar esas definiciones tanto al instinto como a la
pulsión. En ―Pulsiones y sus destinos‖ Freud intenta ocuparse de la pulsión en
general, no sólo de la pulsión sexual sino de todos los ―grupos de pulsiones‖,
abarcando por lo tanto esas ―pulsiones del yo‖ o ―pulsiones de autoconservación‖.
Hablar de pulsiones en general equivale a biologizar la pulsión, es hacer de ella un
análisis válido también para los comportamientos llamados instintivos. Finalmente,
las investigaciones modernas de la psicología animal, si bien no siempre hacen
referencia a Freud, utilizan de un modo extensivo conceptos análogos a los suyos:
el concepto de ―presión‖ recurre al modelo hidráulico. La noción de objeto al
concepto desencadenante capaz de poner en actividad un determinado mecanismo.
La idea de fin bajo la forma de un comportamiento fijo.

Es, al mismo tiempo, una concepción biologizante en la que la sexualidad, la


pulsión sexual, se concibe siguiendo el modelo del instinto. Dicha necesidad,
en el caso de la sexualidad, aparecía sobre la base de un proceso de maduración,
un proceso de origen esencialmente interno dentro del cual el momento fisiológico
de la pubertad adquiere un carácter decisivo; se trataría pues de un comportamiento
estrechamente determinado por su ―fuente‖ con un ―objeto‖ fijo y bien definido, ya
que la sexualidad tendría pura y simplemente al otro sexo; también su ―fin‖ sería
dado. La concepción popular que Freud resume para enseguida someterla a una
dura crítica, coincide con una imagen que puede parecer científica, en el sentido de
la ciencia de la vida, perfectamente válida, en otros dominios que no sean los de la
sexualidad humana. Si volvemos al plan de “Una teoría sexual” se va
configurando en torno al objeto mismo de la obra: todo el plan resulta
comprensible en función de cierta “destrucción” (una aufhebung hegeliana) de
esta imagen “popular”, pero también biologizante, de la sexualidad.

El primero de los ensayos nos presenta un desfile polémico, casi apologético, de las
aberraciones sexuales. Se trata de destruir, a través de una descripción de las
perversiones, las nociones comunes de fin y objeto específicos. Lo esencial es,
para Freud, mostrar cuán vasto es este campo, casi universal y como su existencia

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

destruye toda la idea de un fin y un objeto determinados para la sexualidad humana.


La sexualidad, puede decirse como consecuencia de este primer capítulo, tiene en
el adulto la apariencia de un instinto, pero no es más que el resultado precario
de una evolución histórica que en cada nueva etapa puede bifurcarse por otros
caminos para dar nacimiento a las aberraciones más extrañas.

El segundo ensayo redefine la sexualidad en función de sus orígenes infantiles: el


chupeteo, tomado como modelo de la sexualidad oral, nos permitió observar los tres
caracteres de la sexualidad infantil:

✔ esta nace apuntalándose en algunas de las funciones corporales de mayor


importancia vital. El término apuntalamiento es fundamental del aparato
conceptual freudiano. Significa justamente tomar apoyo, apoyarse en otra
cosa, en el objeto encargado de cumplir las funciones de
autoconservación. De este modo, el término apuntalamiento se entiende
como un apoyo sobre el objeto y, en último término, un apoyo en la madre.
No se refiere para nada al apoyo del sujeto en el objeto (del niño a la madre).
Lo que Freud describe es un fenómeno de apoyo de la pulsión, el hecho
de que la sexualidad incipiente se apuntale en otro proceso a la vez similar y
profundamente divergente: la pulsión sexual se apuntala sobre una función
no sexual vital, sobre una función corporal esencial para la vida. Lo que se
describe como apuntalamiento es en su origen un apoyo de la sexualidad
infantil en el instinto, si por instinto se entiende esa función corporal
esencial para la vida.

En la oralidad se nos muestra que es posible distinguir dos tiempos: el de la


succión del pecho y luego el chupeteo; en el primer tiempo nos encontramos en
presencia de la función o del comportamiento instintivo completo (comportamiento
nutricio) en el cual la presión es la acumulación de tensión, la fuente donde se
siente el hambre y el objeto específico es el alimento, armando un proceso bien
montado con miras al fin. Lo decisivo es que simultáneamente con la satisfacción
de esta función nutricia comienza a aparecer un proceso sexual al excitarse
los labios y la lengua por el pezón y el fluir de la cálida leche. En un tiempo
inmediatamente ulterior, se asiste a una separación de una y otra, ya que la
sexualidad, al principio totalmente apoyada en la función, participa a la vez
íntegramente del movimiento que la disocia de la función vital. En lo sucesivo, el
objeto es abandonado, el fin y la fuente adquieren su autonomía respecto de la
alimentación y del aparato digestivo. El segundo carácter constituye a la vez un

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momento estrechamente vinculado al apuntalamiento que lo precede: el


autoerotismo.

✔ Es autoerótica porque no conoce aún ningún objeto sexual. Se trata de una


actividad sexual que no se orienta hacia otra persona. Cuando el objeto
sexual del apuntalamiento desaparece, quizás precisamente en la época en
que el niño pudo construir la representación total de la persona a la cual
pertenecía el órgano productor de satisfacción, la pulsión sexual se hace en
ese momento autoerótica (por lo tanto, el autoerotismo no es el tiempo
primordial) hasta que, superado el período de latencia, vuelve a formarse la
relación original. Hablamos de pérdida del objeto parcial, puesto se trata de
la pérdida del pecho; tal vez se pierde en el preciso momento en que
empieza a perfilarse el objeto total, la madre como persona. Significa que
por una parte existe desde el principio un objeto pero que por la otra la
sexualidad no tiene inmediatamente un objeto real. Es decir, el objeto real
(leche) era objeto de la función pre-ordenada hacia el mundo de la
satisfacción. Este es el objeto real que se pierde, pero el objeto que se
vincula con lo autoerótico, el pecho transformado en pecho fantaseado, es el
objeto de la pulsión sexual. No son objetos idénticos.

✔ Su fin está determinado por la actividad de una zona erógena. La capacidad


de constituir el punto de partida de una excitación sexual no es de ninguna
manera privilegio de aquellas zonas sucesivamente descritas como lugares
de la sexualidad oral, anal, uretral o genital; toda la región cutánea es
susceptible de ser el punto de partida de una excitación sexual. La zona
erógena se define más bien como un punto particular expuesto a una serie de
procesos internos.

Estos tres caracteres volverán a encontrarse en la mayor parte de las


manifestaciones eróticas de la infancia y que trascenderán incluso ampliamente la
sexualidad de la edad infantil, dejando un sello indeleble en toda la sexualidad
humana. En virtud del juego combinado de estos factores intenta Freud explicar la
génesis misma de la sexualidad.

El 3er capítulo de ―Una teoría sexual‖ es referible como el momento del instinto
reencontrado, pero como en todo reencuentro, distinto de cómo era en el comienzo,
pues es el reencuentro de otra cosa. Es evidente el tiempo del Edipo. La noción de
perversión se define comúnmente como desviación del instinto, lo cual
implica apartarse de una vía y fin específicos por un camino desviante.

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Lo que está pervertido en el niño pequeño es siempre el instinto, pero es como


función vital que es pervertido por la sexualidad. La pulsión, en su sentido propio, es
la sexualidad. Ahora bien, la sexualidad interviene íntegramente en el pequeño ser
humano en un movimiento que desvía el instinto, que metaforiza su fin, que
desplaza e interioriza su objeto, que concentra en suma su fuente en una zona
eventualmente mínima, la zona erógena. Estas zonas nuclean las fantasías
parentales y, ante todo, las fantasías maternas, de manera que podría decirse, en
un sentido apenas metafórico, que constituyen los puntos por los que se introduce
en el niño ese cuerpo extraño interno que es, en realidad, la excitación sexual.

UNIDAD Nº 4. EL APORTE DE MELANIE KLEIN. IMPORTANCIA DE LA


FORMULACIÓN DEL APARATO PSÍQUICO TEMPRANO.

La noción de objeto. Mecanismos de Defensas y Ansiedades. Concepto de posición.


Posición esquizo-paranoide. Posición maníaco depresiva. El lugar de la fantasía
inconsciente. Nociones de identificación – proyección- La identificación proyectiva.
El objeto total. Duelo. Reparación. Sublimación.

Texto N° 17

BARANGER: POSICIÓN Y OBJETO EN LA OBRA DE M. KLEIN. Cap. 1

EL CONCEPTO DE “POSICIÓN” EN LA OBRA DE MELANIE KLEIN.

Si bien el concepto de posición ocupa, dentro del pensamiento de Klein un lugar


preponderante, su elucidación se hizo muy lentamente con ajustes progresivos en
correlación con el esclarecimiento de otros conceptos. Aparece en M. Klein primero,
entre 1928 y 1934 el concepto de psicogénesis de los estados maníaco-
depresivos, y luego descubre y define, el concepto de posición depresiva a la
cual atribuye un rol determinante en toda la evolución psíquica. Cuando introduce el
concepto de ―posición esquizo-paranoide‖, puede delimitar el de ―posición
depresiva‖ (1946) enfatizando sus características contrapuestas que permiten
ajustarla con más precisión a experiencia clínica.

APARICIÓN DEL CONCEPTO.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

El término de ―posición‖ aparece (1928) dentro del contexto de una descripción de


las actitudes masculina y femenina tanto en la niña como en el varón. A veces lo
utiliza preferentemente al de ―fase‖ en el sentido de las fases evolutivas de la libido.
―Posiciones‖ y no ―fases‖ o ―estadios‖ Posición implica ya algo más que un
momento de la evolución instintiva.

Posición se refiere a una ubicación determinada del sujeto dentro de una situación
dentro de una ubicación objetal completa. En este contexto, ―posición‖ implica una
serie de vínculos ordenados alrededor de un rol central, de sentimientos distribuidos
entre el padre y la madre, de identificaciones y elecciones de objetos alternantes o
superpuestas. Sobre todo, la posición se refiere a un ordenamiento situacional que
se instala como respuesta a un tipo específico de angustia. Klein llega a concebir la
posición, más allá de la referencia libidinal, como una situación involucrando la
totalidad de la vida psíquica.

La angustia promueve la adopción de una posición determinada, no es la culpa


(ansiedad) sino la angustia de castración u otras. El concepto de situación
ansiógena, se ubica como uno de los conceptos fundamentales y su importancia
decrece en la medida que se vaya estableciendo el de posición.

El desenlace del desarrollo sexual del niño es el resultado de laboriosas


oscilaciones entre diversas transacciones, interdependientes del Yo con el Superyó
y el Ello, y que son obra del Yo, expresando su lucha contra la angustia.

“DESCUBRIMIENTO DE LA POSICIÓN DEPRESIVA Y MULTIPLICACIÓN DE


POSICIONES”.

Klein hace la introducción oficial del concepto de posición a propósito de la


consecuencia genérica entre estados paranoides (esquizo-paranoide 3-4 primeros
meses. Objeto parcial: Pecho Bueno-Pecho Malo) y depresivos (depresiva a partir
del 1er año. Objeto Total: Madre) considera el estado depresivo como una mezcla
de angustia paranoide y de estos contenidos angustiosos, sentimientos de
desesperanza, defensas que se relacionan con la pérdida total del objeto amado.

Es evidente que la angustia paranoide estaría de más en la definición de la posición


depresiva y el acento no se ubicaría sobre la amenaza de pérdida de objeto sino
sobre los sentimientos de culpa hacia él. Klein utiliza el término “posición” para
referirse a las angustias y defensas psicóticas propias del primer desarrollo del niño.
Se le hace más fácil relacionar con este término, en vez de las palabras

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―mecanismos‖ o ―bases‖, las diferencias entre las angustias psicóticas del desarrollo
del niño y psicosis del adulto.

En el momento de su evolución, el bebé llega a percibir a su madre como persona


total (corporalmente concreta) y su relación con ella se unifica. Se constituye así
una relación de objeto total (unificación del amor y del odio) con una persona
completa y distinta. Así sentimientos de naturaleza destructiva y amorosa son
vividos en relación con un objeto único y esto produce conflictos profundos y
perturbadores en la mente del niño.

En el curso normal, el Yo se enfrenta en este punto de su desarrollo, a los 4-5


meses de edad, con la necesidad de darse cuenta tanto de la realidad psíquica
como de la realidad externa. Tiene que admitir que el objeto amado es al mismo
tiempo el objeto odiado, los objetos reales y las figuras imaginarias, externas o
internas, están relacionados entre sí.

En el niño muy pequeño existen, al lado de sus relaciones de objeto reales, pero
como si fuera en un plano distinto, relaciones con imagos reales, vividas como
figuras excesivamente buenas o excesivamente malas. Estas dos clases de
relaciones de objeto se entremezclan y se colorean una a la otra en un grado
siempre mayor en el curso del desarrollo. Los primeros pasos importantes en esta
dirección se producen cuando el niño llega a reconocer a su madre como persona
completa e identifica con ella una persona concreta, real y amada, es entonces que
la posición depresiva llega a primer plano.

La unificación de la madre como persona completa y total hace aparecer ―nuevos


contenidos angustiosos‖ y cambios en los mecanismos de defensa, también el
desarrollo de la libido es influenciado. Efectivamente, recién cuando el objeto es
amado como una totalidad, puede su pérdida ser vivida como pérdida total. El
contenido básico de la angustia y la posición depresiva es el miedo a la pérdida del
objeto, está perdida será consecuencia de la agresión y culpa

En 1934, Klein explicita la existencia de sentimientos de culpa en los bebés


cuando progresa de la introyección de objetos parciales a la introyección de
objetos totales, el bebé siente algunos de los sentimientos de culpa y
remordimientos, lo que aproxima sus vivencias, en grado menor, a los sufrimientos y
sentimientos de un adulto melancólico.

Resumiendo, esta primera descripción de la posición depresiva, se produce como


consecuencia de la percepción de la madre como persona total, el niño unifica el

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amor y el odio que habían sido mantenidos aparte en la relación anterior con objetos
parciales; el advenimiento de esta posición es correlativo de la angustia depresiva,
que se manifiesta por el miedo de perder el objeto bueno por los ataques de los
objetos malos y del Ello, al mismo tiempo que aparecen sentimientos de culpa, los
sujetos externos e internos se vuelven moribundos o mueren; el incipiente Superyó
inflexible y el sadismo está en su apogeo (concepto que será modificado después se
ubica entre los 4-5 meses) constituye una posición central en el desarrollo psíquico;
se establece mediante procesos destinados a separar el objeto.

Por otro lado, M. Klein (1934) tiende a generalizar el concepto de posición que, en
aquel entonces llama ―paranoide‖, como antinómica de la posición “depresiva‖,
introduce otras posiciones que no reconocerá como tales. Sólo la posición
paranoide permanecerá, enriqueciendo el concepto, como ―posición esquizo-
paranoide‖. Aunque la posición paranoide sea descrita en términos menos claros
que la depresiva, la autora llega a formular algunos rasgos esenciales, su búsqueda
específica (angustia del aniquilamiento del yo), el tipo de objetos que se ponen en
juego (perseguidores, idealizadores), ciertos mecanismos utilizados en ella.

Sabiendo ya que las reacciones maníacas se presentaban como un conjunto más o


menos organizado, y que sus relaciones con los estados paranoides y depresivos
eran conocidos, era tentador postular la existencia de una tercera posición: la
posición maníaca. Esta se centraliza alrededor del control omnipotente de los
objetos y de la negación de la realidad psíquica. Sin embargo, un factor hará
desaparecer a la posición maníaca de la lista de posiciones: la ausencia de una
angustia específica. En la manía, el Yo busca un refugio no sólo contra la
melancolía sino también con el estado paranoico que no es capaz de denominar.

En el trabajo de M. Klein “El duelo y su relación con los estados maníaco


depresivos” revela un intento de mayor discriminación entre las posiciones
fundamentales, sin que se llegue a deslindar por completo. La dificultad contra la
cual tropieza es la mezcla observable clínicamente de defensas y reacciones de tipo
paranoide y depresivo.

Considera que hay dos conjuntos de temores, sentimientos y defensas que son
característicos de ambas posiciones, que por más íntimamente ligados entre sí que
estén, pueden, ser aislados uno del otro.

-El 1er conjunto de sentimientos y fantasías es el persecutorio, caracterizado por


temores de destrucción del yo por perseguidores internos. Las defensas contra

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estos temores consisten en la destrucción de los perseguidores con métodos


violentos, secretos y traicioneros.

-El 2do conjunto de sentimientos que vienen a constituir la posición depresiva, son
los sentimientos de tristeza y preocupación por los objetos amados, los temores a
perderlo y el ansia de recuperarlo. La persecución y las defensas características en
contra de ella, por una parte; y el pensar por el objeto amado, por la otra,
constituyen la posición depresiva.

Al final, une a los términos bajo el rótulo de posición depresiva. Esto puede resultar
muy instructivo, dado que ambas posiciones se dan rara vez en forma pura y
pertenecen a un nivel de abstracción mayor que la interpretación inmediata del
acontecer clínico.

Podemos entender las posiciones como polos ideales, que se manifiestan rara vez
en su pureza, pero permiten ordenar las experiencias y orientar las interpretaciones,
aunque se presenten en la clínica, la mayoría de las veces, en forma mezclada.

INTRODUCCIÓN DE LA POSICIÓN ESQUIZO-PARANOIDE.

Ya en 1946 “Notas sobre algunos mecanismos esquizoides”, M. Klein describe en


una forma madura, lo que recién después en 1952 llamará la posición esquizo-
paranoide.

A partir de las lecturas de Fairbarn, puede combinar términos acuñados por ambos y
con ello, puede distinguir claramente tanto la posición esquizo-paranoide como la
depresiva. Este 1er periodo, que al principio la autora describió como fase
persecutoria, lo nombró posición paranoide y sostuvo que antecede a la posición
depresiva. Si los temores persecutorios son muy frecuentes, y si por esta razón el
bebé no puede elaborar la posición esquizo-paranoide, la elaboración de la posición
depresiva se ve a su vez impedida. Este fracaso puede llevar a un incremento
regresivo de los temores de persecución y puede reforzar los puntos de fijación de
psicosis graves. La posición depresiva tiene un rol central en el desarrollo temprano
del niño; con la introyección del objeto como total, las relaciones de objeto del bebé
cambian fundamentalmente. La síntesis entre los aspectos amados y odiados del
objeto completo, despiertan sentimientos de duelo y culpa que implican progresos
en la vida emocional e intelectual del bebé. Este punto es crucial para la elección
de psicosis o neurosis.

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Si bien la adecuada elaboración de la posición esquizo-paranoide constituye un


factor favorable para el advenimiento y la superación de la posición depresiva, no
constituye una garantía; no sólo por factores externos (cambios en la relación con la
madre, o en la situación familiar), sino por factores puramente endógenos
(equipamiento congénito del Yo, características de los impulsos, etc.)

Ambas posiciones son entidades abstraídas de la realidad clínica que, a veces, se


observan en forma clara y otras veces se presentan en fenómenos mixtos y
confusos. Algunas fluctuaciones entre las posiciones esquizo-paranoide y depresiva
se producen siempre y forman parte del desarrollo normal. No se puede, por lo
tanto, establecer una división clara entre los dos estadios del desarrollo; más aún, la
modificación de un proceso gradual, y los fenómenos de las dos posiciones
permanecen por algún tiempo entremezclado e interactuantes. En el desarrollo
anormal, esta interacción influye sobre el cuadro clínico tanto de algunas formas de
esquizofrenia como de los trastornos maníaco-depresivos.

LA SÍNTESIS ACABADA: “ALGUNAS CONCLUSIONES TEÓRICAS SOBRE LA


VIDA EMOCIONAL DEL LACTANTE”.

M. Klein, después de Freud, es quien más ha contribuido al desarrollo del


psicoanálisis.

Ella primero intenta elucidar sólo algunos aspectos de la vida emocional del bebé
durante su primer año de vida, y recalca particularmente las angustias, luego las
defensas contra ellas y recién después las relaciones objetales. Sin embargo, la
angustia siempre fue el centro de su elaboración teórica. Desde luego, la angustia
no es nunca angustia frente a nada. Angustia implica un peligro frente a los objetos,
sean amenazadores, acusadores, dañados por el propio sujeto, sean reparados por
él con los múltiples matices que esto involucre.

El orden de la descripción de la posición esquizo-paranoide empieza por la


angustia y su primera manifestación visible: la experiencia del nacimiento. Recién
después se describe el establecimiento de la primera relación con un objeto
parcial, el pecho, y los mecanismos de defensa involucrados en esta relación:
clivaje de la experiencia gratificadora y frustradora; placentera y dolorosa;
proyección e introyección, idealización del objeto, identificación proyectiva,
inhibición de los deseos, negación, etc.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

Es interesante hacer notar la disparidad entre la unificación de los aspectos buenos


y malos del objeto, que dan lugar a la ambivalencia y su percepción como totalidad
por el sujeto.

La síntesis, si bien no modifica esencialmente el concepto de posición ni la teoría


de las dos posiciones (esquizo-paranoide, depresiva) marca un enriquecimiento en
la descripción de cada uno de sus aspectos esenciales.

M. Klein tiene cuidado en deslindar el concepto de posición y el concepto de fases


del desarrollo libidinal, tal como lo habían formulado Freud y Abraham; eligiendo el
término posición para las fases paranoide y depresiva, porque estos agrupamientos
de angustias y defensas, aunque se produzcan por primera vez durante los primeros
estadios, no se limitan a ellos sino vuelven y se reproducen durante los primeros
años de la infancia, y bajo ciertas circunstancias de la vida ulterior. En otras
palabras: la teoría de las posiciones se puede considerar como independiente, no
sólo de las teorías de las fases clásicas del desarrollo libidinal sino también de toda
perspectiva genética.

La posición esquizo-paranoide comienza con la ―primera fuente de angustia‖, el


trauma del nacimiento. Esto perturba el equilibrio que podemos suponer al estado
prenatal. La posición como tal se constituye inmediatamente con la reacción de un
Yo rudimentario cuya función inicial es tratar de dominar la irrupción de angustia
causada por el trauma de nacimiento. Si el recién nacido siente angustia es que
alguien, si se quiere un Yo rudimentario, está sufriendo. Esta primera angustia es
vivida como un ataque de parte de fuerzas hostiles, como angustia de persecución.
La primera defensa salvadora, es la de constituir dos campos o regiones de
experiencia: es el clivaje (división) de todo lo doloroso, frustrador, angustiante y por
otro lado de todo lo clarificador, placentero, reasegurador, del otro. Este ―splitting‖ se
focaliza sobre la relación inicial del lactante con otra persona (madre o sustituto) y
sobre el objeto parcial que proporciona la mayor gratificación o frustración (pecho o
sustituto). Se constituye así un mundo externo (procesos de maduración y
constitución del esquema corporal y del espacio vivido) y otro interno. Se
constituyen de este modo los dos objetos prototípicos:

• el centro de la gratificación o pecho bueno, y

• el centro del sufrimiento o pecho malo.

Todos los objetos cobran características fantasmáticas (idealizadas o


persecutorias).

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Según las situaciones de gratificación o sufrimiento el lactante usa procesos de


proyección e introyección, que, con el clivaje, constituyen la trilogía básica de las
defensas primarias. Hablar de proyección e introyección presupone un interior y uno
exterior, es decir, por lo menos un espacio rudimentario diferenciado con un yo y un
no-yo esencialmente distintos. Esto no se da en los primeros días de vida.

El Yo rudimentario utiliza la introyección y la proyección para atraer dentro de sí un


objeto bueno o idealizado, o bien un perseguidor para englobarlo y controlarlo, sea
para ubicar fuera de sí un objeto malo o perseguidor y alejar el peligro o un objeto
bueno o idealizado con fines de neutralizar un peligro exterior o proteger a estos
objetos de peligros interiores.

La angustia provocada inicialmente por el trauma del nacimiento, es básicamente


paranoide y referida al propio sujeto como amenazado por sus perseguidores o
también a sus objetos buenos, necesitados y amenazados. Como los impulsos
predominantes ahora son orales, el sentimiento de voracidad está estrechamente
relacionado con la angustia. La posición esquizo-paranoide se vuelve
indudablemente el período evolutivo y la situación donde, tanto en adultos como en
niños, predominan más ampliamente los sentimientos destructivos.

En esta nueva concepción, más débil es el Yo, menos integrada se encuentra la


personalidad, más primitivo y fantasmagórico es el mundo interno, menos
dominantes se encuentran los impulsos tanáticos.

La trilogía básica de procesos destinados a combatir la angustia (clivaje, proyección


e introyección) debe ser complementada por otros mecanismos defensivos: la
identificación proyectiva, mediante la cual la persona ubica en el objeto
determinados aspectos suyos, privándose así de ellos; la idealización, que agranda
las cualidades positivas del objeto, para neutralizar la omnipotencia de los
perseguidores; la negación misma, el ahogo de las emociones, la propia
desintegración defensiva ligada a la identificación proyectiva, la identificación
introyectiva complementada por la asimilación, permite el crecimiento y el
fortalecimiento progresivo del Yo.

En este mundo interno-externo fantasmagórico de la posición esquizo-paranoide,


ciertos objetos idealizados y otros perseguidores vienen a constituir el prototipo de
lo que, en un grado ulterior de la evolución, será el Superyó.

Surge una pregunta acerca del concepto Kleiniano de transición de una posición a la
tarea sea una perspectiva evolutiva o en la experiencia analítica: ¿Cuál es el factor

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

determinante de la transición? Se pueden recalcar factores evolutivos que tienen


lugar entre los 2/4 meses del primer año; o acentuar las modificaciones que se
producen en los impulsos; o bien recalcar el cambio fundamental que tiene en la
constitución misma del mundo objetal del niño: con la aparición de un objeto
percibido como persona completa se produce la confluencia de los impulsos de
amor y odio hacia la misma persona, es decir, la ambivalencia; o recalcar el cambio
de tipo de angustia dominante: la angustia de aniquilamiento se ve sustituida por el
objeto amado y odiado a la vez, y en consecuencia por la culpa del objeto que teme
dañar o destruir al objeto. Todos estos factores se mencionan sin darle prioridad a
uno. Sin embargo, es la causalidad de la angustia predominante la que abre el paso
a la posición con la cual nos encontramos.

La posición depresiva se define por los sentimientos de culpa real y de


preocupación por el otro. El objeto se puede perder de múltiples maneras: puede
cambiar y volverse malo, puede desaparecer o morir y transformarse en
perseguidor. En este caso, se da una tristeza y una culpa de características
particulares, una tristeza que deja lugar a la esperanza y una culpa que admite una
reparación eficaz y no un aplacamiento mágico.

La aparición de la angustia depresiva es correlativa de profundas modificaciones


estructurales que afectan tanto la constitución y función de los objetos introyectados
y de los objetos exteriores (ya más discriminados unos de los otros), la estructura
del Yo y del Superyó y sus relaciones recíprocas, un vasto cambio en la cualidad del
mundo interno, un cambio en la cualidad misma de los procesos defensivos, la
aparición de impulsos y conductas de tipo reparatorio, la posibilitación del Complejo
de Edipo temprano, un cambio profundo en el contenido de la neurosis infantil y en
las formas de superarla.

Estos cambios, a partir del 2/4 meses del primer año de vida, giran alrededor de la
constitución del objeto total. Este objeto total es introyectado, pero fantaseado
como víctima de los tipos agresivos del sujeto -aunque estos sean menos violentos
que en la posición esquizo-paranoide-, siguen siendo vividos como un peligro
extremo para el objeto, lo que desencadena los sentimientos de culpa y el miedo a
perder el objeto. La aparición de estas angustias nuevas, no impide, si son
insuperables, el progreso de la integración. La ampliación de las relaciones afectivas
del lactante con varias personas de su ambiente tiende también a permitirle una
mayor posibilidad de distribuir la angustia.

En el período correspondiente a la posición depresiva, el Yo sufre profundas


modificaciones: mayor coherencia interna, progreso de la capacidad sintética,

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

creciente capacidad de discriminar. En los procesos de clivaje y de identificación


proyectiva, el Yo tendía a desintegrarse a medida que recurre a estos tipos de
defensa. Cuando cambia la naturaleza de la angustia y disminuyen los peligros, es
menos necesario recurrir a esas defensas y por ende a la desintegración o
fragmentación del Yo, que son su consecuencia.

Además de la síntesis inherente al proceso de maduración, el Yo se vuelve por lo


tanto más capaz de reducir sus procesos de autofragmentación, de recuperar sus
partes proyectadas, de discriminar la magnitud de sus peligros.

La alteración cualitativa de los objetos hace que sus características contrastantes se


vuelvan menos incompatibles, lo que permite la unificación de un objeto idealizado
con un objeto perseguidor y la constitución del Superyó propiamente dicho. Si bien
los primeros objetos introyectados en la posición esquizo-paranoide constituyen los
primeros fundamentos de lo que será el Superyó, recién cuando se pueden unificar
con el advenimiento de la posición depresiva consiguen la estructura definida y el
funcionamiento relativamente unitario que permite caracterizar a un Superyó por
temprano que sea. El perseguidor de la posición esquizo-paranoide infunde tan sólo
terror. El objeto unificado de la posición depresiva que definimos como Superyó
engendra culpa no quiere aniquilar, quiere castigar.

Ciertas formulaciones de M. Klein en otras obras, parecen contradecir la idea de una


constitución del Superyó en la posición depresiva. En todo caso, se crea un nuevo
tipo de relación entre el Yo y el Superyó; la diferencia entre ellos disminuye y se
puede ver una progresiva asimilación de su Superyó por el Yo.

Todos sus cambios estructurales se manifiestan en un cambio de naturaleza o de


cualidad en los procesos defensivos, así como en la aparición de defensas nuevas.
Las defensas omnipotentes de la posición esquizo-paranoide, que se usaban
para contrarrestar la angustia de persecución (negación, idealización, clivaje, control
omnipotente del objeto) se siguen usando ahora en contra de la angustia depresiva
―y constituyen la defensa maníaca‖. El papel del clivaje en la posición depresiva es
mucho menor, el daño sufrido por el Yo que este ocasiona disminuye de la primera
a la segunda posición. Lo mismo, introyección y proyección se vuelven más
procesos de crecimiento de modos de sobrevivir. La negación, el control
omnipotente, la idealización particular que sirve para contrarrestar la angustia
depresiva, ahora predominan.

La culpa inherente a la posición depresiva trae a primer plano la necesidad de


reparar al objeto dañado. Esta defensa se va adecuando a medida que el niño crece

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

y adquiere más habilidades y posibilidades de gratificar a sus padres,


encontrándose en la base de todas las sublimaciones. El buen desarrollo de las
tendencias reparatorias es lo que permite al lactante no estancarse en la tristeza y
en la relación con los objetos dañados y progresar.

La posición depresiva, como paso capital en la síntesis, es también lo que permite


la constitución correlativa del Complejo de Edipo temprano. El establecimiento de la
madre como objeto completo y distinto del niño implica también la relación de
ella con terceros, y con uno de particular importancia, el padre. Esto ocasiona
angustias de una nueva cualidad, y la activación de fantasías todavía muy arcaicas
donde siguen predominando elementos orales.

De este modo la posición depresiva es considerada como un eje de todo el


desarrollo. Si la posición esquizo-paranoide no ha podido ser superada, o si las
angustias depresivas son excesivas, puede producirse una regresión a la posición
anterior, o un estancamiento en la posición depresiva o una salida lateral – regresiva
hacia estados maníacos-depresivos. Ha podido constituirse y progresa mediante la
síntesis, la discriminación y la reparación, se encamina a través de las vicisitudes
normales de la neurosis infantil.

CONCEPTO POSICIÓN EN “ENVIDIA Y GRATITUD”.

La introducción del concepto de envidia primaria del pecho, ligada a la


identificación proyectiva, provoca algo como un cambio de focalización de todo el
sistema teórico.

El papel de los impulsos, muy importante en los textos anteriores, se ve reforzado


todavía en éste. M. Klein afirma que su enfoque sigue siendo el punto central de su
técnica; sosteniendo que la función primordial del Yo es dominar la angustia desde
el nacimiento, y que esta angustia proviene de la acción del instinto de muerte
dentro del organismo. Pero la introducción de la envidia primaria agrega un eslabón
de primera magnitud en el sistema. La función básica del Yo es ¿Qué hacer con la
envidia?

73
Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

Otro motivo de este cambio es el orden técnico: lo más difícil de analizar y modificar
es la envidia primaria y sus consecuencias.

Otro más, es el descubrimiento de la importancia de los estados confusionales en


todas las personas. Esto está ligado al concepto de identificación proyectiva,
inextricablemente vinculado a la envidia primaria.

El papel anteriormente atribuido por M. Klein al excesivo clivaje lo es ahora a la


excesiva envidia e identificación proyectiva. El clivaje que era una medida última
para sobrevivir se vuelve factor necesario y positivo del progreso, expresión de las
tendencias vitales e integradoras.

En la posición esquizoide la identificación proyectiva pasa al primer plano; las


relaciones de la proyección con la organización anal, son bien conocidas y la
primacía oral de la concepción anterior se ve reducida, y se incrementa la
importancia de las fantasías anal-proyectivas (llenar al objeto de sustancias malas o
materia fecal, etc.)

Envidia y confusión se producen normalmente por lo tanto no solo durante el


periodo clásicamente admitido por M. Klein para el establecimiento y el apoyo de la
posición depresiva, sino durante todo el proceso ulterior hasta el comienzo del
segundo año, y en verdad, aunque menos conspicuamente, en el resto de la vida.
Entonces, no solo existe una confusión específica de la posición depresiva
(confusión de lo vivo y lo muerto) sino que existe un cierto tipo de envidia propio de
la posición depresiva.

Otro sentimiento ligado a la elaboración de la posición depresiva es el de la


esperanza. Cuando el niño se da cuenta que la maldad del objeto se debe en parte,
a su propia agresividad, esto le produce pena y culpa, pero esto trae también
sentimientos de alivio y esperanza, que hacen menos dificultoso el reunir los dos
aspectos del objeto y de la persona y el de elaborar la posición depresiva. Esta
esperanza se fundamenta en el conocimiento inconsciente y creciente, de que el
objeto interno y externo no es tan malo como parece serlo en sus aspectos clivados.

Envidia, identificación proyectiva, confusión, existen en ambas posiciones y matizan


su oposición.

Capítulo 6: Objetología fantástica. (sin revisar)

El objeto es parte de una constelación siempre en movimiento, siempre existente


para un sujeto en correlación con otros objetos como parte de vínculos internos o

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

externos, en función de los conflictos que orientan la constelación y de las angustias


que surgen de estos conflictos. Sería muy artificial intentar aislar los objetos de las
posiciones en las cuales se presentan, y de las modalidades dinámicas que
configuran cada posición en cada momento. Por ello trataremos de describir
siempre los objetos dentro de su vínculo específico con un Yo en determinada
situación. Los objetos tampoco son creaciones imaginarias o meros fantasmas
dependientes de un Yo. Los objetos reales externos intervienen poderosamente en
la constitución del mundo interno, más todavía en la medida que el sujeto es capaz
de percibir el mundo externo con sus características reales y de actuar según estas.
Los objetos internos o proyectados presentan a veces una solidez férrea (correlativa
con la del Yo) y son resistentes a la labor analítica.

El pensamiento de Klein es que los objetos no son productos del Yo más que
este producto de aquellos. Existe un mundo externo no bien diferenciado del
mundo subjetivo al principio, pero que lo va plasmando en el curso del desarrollo. El
Yo no reina omnipotentemente sobre sus objetos, sino que tiene que tenerlos en
cuenta (a los externos y a los internos) el Yo y los objetos se definen en su relación
recíproca.

LOS CUATRO OBJETOS DEL YO PRIMITIVO Y LA “PRESENCIA DE LA


MADRE”.

El mundo de la posición esquizo-paranoide primaria aparece como poblado por


cuatro tipos de distintos objetos. No se trata de diferencias tajantes y absolutas y un
objeto puede evolucionar de una forma a otra. Más bien, tratamos de diferenciar
estados objetales típicos entre los cuales existe una infinidad de matices
cambiantes.

Teóricamente, los primeros procesos de clivaje, producidos por la angustia de


aniquilamiento que suscita el trauma de nacimiento, por actuación masiva del
instinto de muerte, llevan al Yo rudimentario, que se encuentra ya presente en el
nacimiento, a separar radicalmente su campo de experiencia en dos regiones. Con
la experiencia del amamantamiento estas dos regiones se organizan alrededor de 2
objetos:

● El PECHO IDEALIZADO que centraliza todas las experiencias de bienestar,


satisfacción de placer en el contacto con la madre

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

● El PECHO PERSEGUIDOR que se vuelve el representante de todo peligro,


todo dolor, toda frustración, toda amenaza interna.

Cuanto más se incrementa el dolor y el peligro por razones internas o externas, más
necesidad hay de llevar al extremo las cualidades del objeto idealizado y más
omnipotente tiene que ser. Pero no todas las experiencias del lactante son tan
extremas.

Mucho antes de que el lactante pueda percibir y concebir a su madre como persona
total, completa y separada, reconoce a esta reacción frente a ella en forma distinta
de lo que hace con otras personas, manifiesta una necesidad muy particular de ella,
y no de cualquier persona, y le otorga un lugar privilegiado en su mundo incipiente
de percepciones. Ya no es del todo el objeto parcial que caracteriza la posición
esquizo-paranoide, sino el prototipo de lo que será, después, un objeto total y
completo.

Es dudoso si se puede atribuir a esta presencia corporal de la madre el carácter de


un objeto en el mismo sentido en que hablamos de objeto perseguidor o idealizado.
Sin embargo, aunque la madre como objeto corporal esté más próxima a la realidad
que los demás objetos, se puede perfectamente borrar en ciertos momentos este
carácter de realidad, y la madre como presencia se vuelve perseguidora. Fantasía y
realidad se mezclan todavía ampliamente.

El objeto primario (el pecho de la madre) constituye el núcleo del Yo y contribuye en


la formación vital a su crecimiento. También ya hay en la mente del lactante alguna
conexión indefinida entre el pecho y otras partes y aspectos de la madre. El pecho
no es para él un simple objeto físico. La totalidad de sus deseos instintivos y de
sus fantasías inconscientes dotan el pecho de cualidades que van mucho más allá
del alimento real que proporciona. La conexión indefinida que une el pecho con
otras partes y aspectos de la madre, parece justificar el que hagamos de esta, aún
no percibido como objeto total, un objeto distinto del pecho de sus distintas
variedades y funciones.

Durante los primeros 3-4 meses de vida, el objeto bueno y el malo no son
completamente distintos uno del otro en la mente del bebé. El pecho de la madre, a
la vez en sus aspectos buenos y en los malos, parece también estar sumergido para
él en la presencia corporal de ella; y así la relación con ella como persona se
constituye progresivamente desde el estadio más temprano en adelante.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

Ya no existen solamente en la posición esquizo-paranoide objetos idealizados y


perseguidores contrastantes en forma radical, sino estados de indiferencia mucho
mayor entre los objetos y entre estos y la madre como ―presencia corporal‖. La
existencia de la ―presencia corporal‖ de la madre percibida en su olor, contacto
físico, voz, etc. como prototipo de los objetos más reales, deja entender que el
objeto total y completo de la posición depresiva no se constituye solamente por
aproximación gradual de los objetos perseguidores e idealizados, sino también de
esta otra realidad (ella también muy lábil y susceptible de clivajes múltiples).

La idealización es el corolario de la angustia de persecución (una defensa contra


esta) y el pecho ideal es la contraparte del pecho devorador. La idealización
provocada por la envidia puede llevar a otra situación: la introyección voraz del
objeto; en la mente del bebé el pecho se vuelve de su total posesión por lo que lo
controla, entonces todo lo bueno que le atribuye al objeto es ahora de su posesión.

La persecución ejercida por los objetos idealizados es una persecución moral y una
exigencia de perfección impuesta al Yo, que este no puede cumplir, mientras que la
persecución de los objetos perseguidores es una voluntad ciega de torturar y
aniquilar al sujeto sin carácter de castigo moral en su forma más pura. La diferencia
se vuelve difícil de detectar cuando los objetos idealizados y perseguidores se han
unificado en una estructura más unitaria, el superyó.

Los procesos extremos de idealización llevan a una paralización del intercambio


introyectivo - proyectivo con el mundo exterior, y a una paralización en el
crecimiento del Yo, vinculado con estos procesos. Así mismo llevan a una
imposibilidad de asimilación del objeto por el Yo, porque este, clivándose para
mantener la idealización, se empobrece a favor del objeto y ubica en él todo lo
valioso propio aumentando así la valla que los separa. Solo un objeto ―bueno‖ (es
decir, poco idealizado) puede constituir un apoyo realmente sólido para el Yo.

El objeto bueno y el objeto idealizado se deben diferenciar, aunque no se pueda


hacerlo de forma tan tajante. Un clivaje profundo entre los dos aspectos del objeto
indica que no son el objeto bueno y el malo quienes son mantenidos separados,
sino un objeto idealizado y un objeto extremadamente malo.

El objeto bueno infunde seguridad; no es perfecto, se admiten sus fallas. El objeto


malo se origina igual que el objeto bueno: proviene de una misma duplicación, el
pecho bueno se transforma en malo, como consecuencia de los ataques
fantaseados que el niño realiza contra el primero porque este no le da suficiente
satisfacción. Pero la oposición entre ambas figuras del pecho o de la madre no es

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

irreversible, ya que ambos se sintetizan en la posición depresiva. Este interjuego da


lugar a la formación de objetos idealizados y perseguidores, y paraliza la evolución
del Yo.

El perseguidor se diferencia del objeto malo como el objeto idealizado se diferencia


del objeto bueno. La constitución del perseguidor y del idealizado suponen una
cualidad especial de clivaje que involucra a su vez clivajes múltiples y profundos
dentro del Yo.

Aunque Klein recalque la correspondencia entre la formación del objeto idealizado y


del objeto perseguidor, no concibe ambos procesos como paralelos. El objeto
idealizado es un objeto parcial, pero unitario. El objeto perseguidor es también
parcial, pero más parcializado por un proceso de fragmentación que no sucede en la
constitución del objeto idealizado.

El resumen de este 1er mundo objetal del Yo primitivo queda así:

1. EL OBJETO IDEALIZADO: es muy fantástico. Se constituye para neutralizar


la angustia frente a los perseguidores. En esta constitución, el Yo pierde (por
identificación proyectiva y clivaje) sus partes más valiosas. Es rígido,
inasimilable y paralizante.

2. EL OBJETO BUENO: su función básica es la de proporcionar al Yo una


seguridad interna frente a la frustración o al ataque. No depende para su
constitución de la angustia persecutorio. Es asimilable por el Yo lábil,
susceptible de intercambios con los objetos externos.

3. EL OBJETO MALO: es el correlativo muy exacto del precedente, con el cual


se puede intercambiar con relativa facilidad sin adquirir por ello
características delirantes. Es susceptible de unirse con el objeto bueno, como
ocurre en la constitución de la posición depresiva.

4. EL OBJETO PERSEGUIDOR: correlativo del objeto idealizado.


Representante de los impulsos y fantasías de destrucción del propio sujeto,
en el plano oral y anal. Ansiógeno por excelencia. Fragmentado en múltiples
pedazos susceptibles cada uno de un crecimiento gigante. Rígido,
inasimilable, paralizante.

5. LA PRESENCIA DE LA MADRE: esta tiene un lugar muy especial, aunque


no esté constituida estructuralmente como un objeto al principio. Es la
―presencia‖ percibida de la madre, adquiriendo después más y más

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

coherencia en la medida en que el mundo percibido se va unificando. Muy


relacionado a la vez con el objeto bueno, con el malo y con la madre real.
Embrión del objeto total y completo a constituirse en la posición depresiva.

El par OBJETO IDEALIZADO/OBJETO PERSEGUIDOR representa un extremo


rígido; el par OBJETO BUENO/OBJETO MALO representa el extremo evolutivo. La
PRESENCIA DE LA MADRE se va a sintetizar en la evolución normal, con el objeto
bueno y malo.

DEL PECHO AL PENE: EL YO HUYE Y DISTRIBUYE.

La búsqueda de nuevas fuentes de satisfacción es inherente al movimiento


progresivo de la libido. Así se produce el pasaje del pecho de la madre al pene
del padre. Este paso se produce por la correspondiente distribución de la angustia
por el proceso del crecimiento. También influye la frustración ocasionada
necesariamente por el pecho materno, siempre insuficiente para llenar el anhelo de
gratificación ilimitada del lactante, o por una angustia excesiva frente al pecho. Se
estimula el deseo de una satisfacción oral a través del pene del padre. El pecho y el
pene son los objetos primarios de los deseos orales del niño. El proceso de clivaje
que sucedió en el pecho (duplicación en los cuatro objetos) también se traslada al
pene del padre con su duplicación correspondiente.

Las dos actitudes contrastantes hacia el pecho de la madre son trasladadas hacia la
nueva relación con el pene del padre. La frustración sufrida en la relación anterior
incrementa las exigencias y las esperanzas hacia la nueva fuente, y estimulan el
amor hacia el nuevo objeto. La decepción inevitable en esta nueva relación refuerza
el regreso hacia el primer objeto, y esto contribuye a la labilidad y a la fluidez de las
actitudes emocionales y de los estadios de organización libidinal.

La relación del niño con sus padres se concentra alrededor de los objetos
parciales primarios. La presencia corporal de la persona, es aún más importante
en esta primera ampliación de la gama de objetos centralizada alrededor del pene
del padre.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

El paso del pecho al pene es esencialmente un mecanismo de huida y, por lo


tanto, no lleva a relaciones estables con el segundo objeto. Las consecuencias de
este proceso de huida pueden ser múltiples: entre ellas, homosexualidad y
paranoia.

Huida y distribución son las dos grandes formas de pasar del objeto primitivo al
que le sigue de inmediato (el pene del padre) y después a otros objetos.

EL OBJETO PARCIALIZADO REGRESIVAMENTE DEL YO NUEVAMENTE


CLIVADO.

La posición depresiva es la posición esencial de todo el desarrollo infantil, el


punto donde se decidirán el progreso hacia la elaboración, el estancamiento o la
regresión a estados anteriores. La incapacidad de elaborar la posición depresiva
debe llevar a la constitución de tipos especiales de vínculo objetal caracterizados
por una parcialización del objeto en relación con un Yo obligado a clivarse a sí
mismo. Los procesos que aparecen ulteriormente como pérdida de objeto amado
son determinados por el sentimiento de fracaso del sujeto. Un motivo de este
fracaso es que el Yo ha sido incapaz de superar su terror paranoide a los
perseguidores internos. Vuelven al primer plano las angustias y los tipos de objeto
propios de la posición esquizo-paranoide. Pero el camino de la regresión puede ser
otro, dando lugar a la constitución de otros tipos de objetos y de otros vínculos del
Yo con ellos.

La confusión basada en la identificación proyectiva se hace general: confusión


de lo bueno, lo malo, del interior, exterior, lo real, imaginario, de la persona y de su
objeto, además de la confusión de roles y niveles de fantasía. La categoría del
objeto confuso se amplía, un objeto parcial puede resultar confuso (el pene
paterno, cuando huye hacia él desde el pecho de la madre, llega a confundirse con
este). Todas las situaciones infunden en el Yo un tipo especial de angustia: la
confusional.

La base de la confusión es la incapacidad de mantener aparte el amor y el odio, es


decir, el objeto bueno y el malo. Como esto ocurre a la par con la excesiva
identificación proyectiva, la persona no puede diferenciarse claramente del objeto.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

VARIEDADES DEL OBJETO COMPLETO Y TOTAL DEL YO MÁS INTEGRADO


DE LA POSICIÓN DEPRESIVA.

Las características de ―completo y total‖ mediante las cuales definimos a estos


objetos, deben ser tomadas en un sentido relativo. Estas características implican
aquí solamente a una persona percibida como tal, entera, y hacia la cual se
sienten sentimientos de amor y odio sin perjuicio acerca de la adecuación entre
lo que el sujeto percibe y experimenta hacia esta persona, y lo que ella es en su
realidad fuera del sujeto. Esta adecuación constituye al paso final de una evolución
compleja, implicando una superación gradual de la posición depresiva.

En la posición depresiva, aparece una nueva forma de clivar el objeto respondiendo


a la necesidad de lidiar con la angustia depresiva. El Yo, aunque métodos anteriores
de clivaje persistan en cierta medida, divide ahora el objeto total entre un objeto
vivo y no dañado, y otro dañado y amenazado (quizás moribundo o muerto); el
clivaje se vuelve así ampliamente una defensa contra la angustia depresiva.

Este objeto hipervivo es idealizado y sirve de muleta a un Yo culpable y


empobrecido. El objeto moribundo o muerto vivo tiene características invertidas; se
convierte en un interminable motivo de sentimientos de culpa para el sujeto.

VARIABLES MÁS COMPLEJAS DE LA RELACIÓN SUJETO-OBJETO.

Todas las variedades de existencia objetal que hemos examinado son relativamente
sencillas y arcaicas. El proceso de distribución de la angustia y el juego de las
medidas defensivas llegan a la constitución de tipos más complejos de la relación
sujeto-objeto.

La característica común de todas las relaciones objetales es que se constituyen


a partir del objeto total ambivalente de la posición depresiva. La angustia que
preside a su constitución no es nunca de tipo único (paranoide, depresiva o
confusional), sino mixta. Así, el vínculo sujeto-objeto se ubica siempre en distintos
niveles, simultánea o alternativamente. Asimismo, tanto el Yo y el Superyó del
sujeto como el objeto han sufrido clivajes parciales, lo que da por resultado que el
vínculo sujeto-objeto designe una red de vínculos y significados múltiples.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

El objeto real de un sujeto maduro es en gran medida independiente de sus objetos


internos. Es percibido, entendido y querido según sus conductas objetivas para el
sujeto. Esto implica una discriminación entre sujeto y objeto que no puede ser
conseguido sino después de un largo proceso evolutivo a partir de la simbiosis
inicial. El objeto es reconocido como persona distinta e independiente, y no como
mera prolongación de las necesidades del sujeto.

Texto N° 18

M. KLEIN: “ENVIDIA Y GRATITUD”. ALGUNAS CONCLUSIONES SOBRE LA


VIDA EMOCIONAL DEL BEBÉ.

CAPÍTULO VI

M. Klein trata de dilucidar algunos aspectos de la vida emocional del bebé


durante su 1er año, seleccionando los más estrechamente ligados a las
ansiedades, las defensas y relaciones de objeto.

LOS PRIMEROS TRES O CUATRO MESES DE VIDA. La posición esquizo-


paranoide:

APARTADO I

Al principio de la vida postnatal, el bebé experimenta ansiedad proveniente de


fuentes internas y externas. La acción interna del instinto de muerte produce el
temor al aniquilamiento, y esto es la causa primaria de la ansiedad
persecutoria. La primera causa externa de ansiedad puede hallarse en la
experiencia del nacimiento. Parecería como que el dolor e incomodidad sufridos
por él, así como la pérdida del estado intrauterino, fueran sentidos como un ataque
de fuerzas hostiles, es decir, como persecución. La ansiedad persecutoria entra
desde el principio en la relación del bebé con los objetos, en la medida en que está
expuesto a privaciones.

La hipótesis es que las primeras experiencias del lactante con el alimento y la


presencia de la madre inician una relación de objeto con ella. Esta relación es
una relación con un objeto parcial, porque las pulsiones oral-libidinales y oral-
destructivas están dirigidas desde el principio de la vida hacia el pecho de la madre
en particular. En períodos libres de hambre y tensión, existe un equilibrio óptimo
entre las pulsiones libidinales y agresivas. Este equilibrio se altera cada vez que,

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

debido a privaciones de origen interno o externo, las pulsiones agresivas son


reforzadas. Esta alteración del equilibrio entre libido y agresión es causa de la
emoción que llamamos voracidad, la cual es primeramente y sobre todo de
naturaleza oral. Cualquier aumento de la voracidad fortalece los sentimientos de
frustración y el componente agresivo innato es fuerte, la ansiedad persecutoria, la
frustración y la voracidad se despiertan fácilmente y esto contribuye a las
dificultades del niño para controlar la privación y manejar la ansiedad. Por lo tanto,
la fuerza de las pulsiones destructivas en su interacción con las pulsiones
libidinales suministrará la base constitucional de la intensidad de la voracidad.
Sin embargo, mientras en algunos casos la ansiedad persecutoria puede aumentar
la voracidad, en otros puede transformarse en causa de las primeras inhibiciones de
la alimentación.

Las vivencias recurrentes de gratificación y frustración son estímulos poderosos


de las pulsiones libidinales y destructivas, del amor y del odio. En
consecuencia, en la medida en que gratifica, el pecho es amado y sentido como
''bueno"; y en la medida en que es fuente de frustración, es odiado y sentido como
"malo". Ésta marcada antítesis entre el pecho bueno y el pecho malo se debe en
gran parte a la falta de integración del yo, así como a los procesos de escisión
dentro del Yo y en relación con el objeto. Existen por lo tanto razones para suponer
que aún durante los tres o cuatro primeros meses de vida, el objeto bueno y el
objeto malo no son totalmente distintos el uno del otro en la mente del lactante. El
pecho de la madre, en sus aspectos bueno y malo, también parece estar unido
para él a su presencia corpórea, y su relación con ella como persona se construye
así gradualmente a partir de este primer estadio.

Además de las experiencias de gratificación y frustración provenientes de factores


externos, una serie de procesos endopsíquicos (introyección y proyección)
contribuyen a la doble relación con el objeto primitivo. El lactante proyecta sus
pulsiones de amor y las atribuye al pecho gratificador bueno, así como proyecta sus
pulsiones destructivas al exterior y las atribuye al pecho frustrador malo.
Simultáneamente, por introyección, un pecho bueno y un pecho malo se instalan en
el interior. En esta forma la imagen del objeto, externa e internalizada, se distorsiona
en la mente del lactante por sus fantasías, ligadas a la proyección de sus
pulsiones sobre el objeto. El pecho bueno, externo e interno, llega a ser el
prototipo de todos los objetos protectores y gratificadores, el pecho malo, el
prototipo de todos los objetos perseguidores externos e internos. Los diversos
factores que intervienen en la sensación del lactante de ser gratificado (liberación de
privaciones y la experiencia de ser amado) son todos atribuidos al pecho bueno. A

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

la inversa, cualquier frustración e incomodidad es atribuida al pecho malo


(perseguidor).

Las ramificaciones de la relación del lactante con el pecho malo son las siguientes:
el pecho odiado adquirió las cualidades oral-destructivas de las propias pulsiones
del lactante cuando éste atraviesa estados de frustración y de odio. En sus
fantasías destructivas muerde y desgarra el pecho, lo devora, lo aniquila; y siente
que el pecho lo atacará en la misma forma. A medida que las pulsiones sádico-
uretrales y sádico-anales se fortalecen, el lactante en su imaginación, ataca al
pecho con orina envenenada y heces explosivas, y por lo tanto supone que el pecho
lo envenenará o hará explotar. Los detalles de sus fantasías sádicas determinan
el contenido de su temor a los perseguidores internos y externos y, en primer
lugar el pecho malo.

Como los ataques fantaseados dirigidos contra el objeto son influidos por la
voracidad, el temor a la voracidad del objeto, debido a la proyección constituye un
elemento esencial de la ansiedad persecutoria: el pecho malo devorará al bebé con
la misma voracidad con que él desea devorarlo.

Pero la ansiedad persecutoria es en cierta medida contrarrestada por la relación


del lactante con el pecho bueno. Aunque sus sentimientos se centran en la relación
alimentaria con la madre, representada por el pecho, otros aspectos de la madre
intervienen ya en la primera relación con ella (sonrisa, mano, voz, el hecho de que lo
alce en brazos). La gratificación y el amor que el bebé experimenta en esas
situaciones le ayudan a contrarrestar la ansiedad persecutoria y aun los
sentimientos de pérdida y persecución despertados por la experiencia del
nacimiento: su proximidad física a la madre durante la alimentación ayuda a
superar la añoranza de un estado anterior perdido, alivia la ansiedad persecutoria
y fortalece la confianza en el objeto bueno.

Apartado II

Es característico de las emociones del niño muy pequeño ser extremas y


poderosas. El objeto frustrador malo es sentido como un perseguidor terrible; el
pecho bueno tiende a transformarse en el pecho “ideal” que saciará el deseo
voraz de gratificación ilimitada, inmediata e incesante. Así se origina la sensación de
que hay un pecho perfecto, inagotable, siempre disponible y siempre
gratificador. Otro factor que interviene en la idealización del pecho bueno es la

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

fuerza del temor a la persecución en el lactante; esto crea la necesidad de ser


protegido contra perseguidores y por lo tanto, viene a incrementar el poder de un
objeto totalmente gratificador. El pecho idealizado constituye el corolario del pecho
perseguidor, y en la medida en que la idealización deriva de la necesidad de
protección contra los objetos perseguidores, es un medio de defensa contra la
ansiedad. El ejemplo de la gratificación alucinatoria puede ayudarnos a comprender
cómo se realiza el proceso de idealización. En este estado, la frustración y la
ansiedad de diversos orígenes, quedan suprimidas, se recupera el pecho perdido y
se reactiva la sensación de tener el pecho ideal. Como el pecho alucinado es
inagotable, la voracidad queda momentáneamente satisfecha.

En la alucinación de realización de deseos, varios mecanismos y defensas


fundamentales entran en juego. Uno de ellos es el control omnipotente del objeto
interno y externo, porque el Yo asume la posesión total de ambos pechos, externo
e interno. Además, en la alucinación, el pecho perseguidor es mantenido bien
separado del pecho ideal, y la experiencia de ser frustrado de la de ser gratificado.
Parece ser que este clivaje que lleva hasta la escisión del objeto y de los
sentimientos hacia él, está ligado al proceso de negación. La negación en su
forma extrema, lleva hasta el aniquilamiento de cualquier objeto y situación
frustradora y está ligada al sentimiento de omnipotencia. La situación de ser
frustrado, el objeto que causa la frustración, es sentido como existente, aniquilado y
en esta forma se concibe la gratificación y el alivio de la ansiedad persecutoria.

El aniquilamiento del objeto perseguidor y de la situación de persecución está


ligado al control omnipotente del objeto en su forma más extrema. Estos
procesos también intervienen, en cierta medida, en la idealización.

Pareciera que el Yo primitivo también emplea un mecanismo de aniquilamiento de


un aspecto escindido y apartado del objeto y de la situación en otros estados.
Pareciera que el grado en que mantiene separados los dos aspectos varía en
diferentes estados y que de éstos depende el aspecto negado, sea sentido o no
como si hubiera desaparecido por completo.

Puede suponerse que cuando la ansiedad persecutoria es menos intensa, la


escisión es de menor alcance y por lo tanto el Yo es capaz de integrarse y sintetizar
en cierta medida los sentimientos hacia el objeto. La autora supone que la tendencia
del Yo a integrarse, puede considerarse como una expresión del instinto de vida.

La síntesis entre sentimientos de amor y pulsiones destructivas hacia un mismo


objeto (el pecho) origina ansiedad depresiva, culpa y necesidad de reparar el

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

objeto bueno dañado, el pecho bueno. En este estadio, la capacidad de integración


del Yo es naturalmente muy limitada aún y a ello contribuye la fuerza de la ansiedad
persecutoria y de los procesos de escisión que se hallan en su apogeo. Parecería
que, paralelamente al crecimiento, las experiencias de síntesis, y, por lo tanto, de
ansiedad depresiva, se hacen más frecuentes y duraderas; todo esto forma parte
del progreso en la integración. La libido llega a aminorar las pulsiones
destructivas. Esto conduce a una disminución efectiva de la ansiedad, lo cual
constituye una condición fundamental del desarrollo normal.

Según sugiere M. Klein, existen grandes variaciones en la fuerza, frecuencia y


duración de los procesos de escisión (no solamente en individuos distintos sino
también en un mismo niño en distintos momentos). La rápida alternancia o incluso la
simultaneidad de una multitud de procesos, es parte de la complejidad de la vida
emocional temprana.

Los tempranos métodos de escisión influyen fundamentalmente en la forma en


que se lleva a cabo la represión, en un estadio ulterior; y esto a su vez determina el
grado de interacción entre lo consciente y lo inconsciente. Los factores externos
desempeñan un papel vital; todo estímulo del temor a la persecución refuerza
los mecanismos esquizoides, es decir, la tendencia del Yo a escindirse a sí
mismo y al objeto, mientras que toda experiencia positiva fortalece la confianza en el
objeto bueno y contribuye a la integración del Yo y a la síntesis del objeto.

APARTADO III

Algunas de las conclusiones de Freud implican que el Yo se desarrolla mediante la


introyección de objetos. En lo que concierne a la fase más temprana, el pecho
bueno, introyectado en situaciones de gratificación y felicidad, llega a ser parte vital
del Yo y fortalece su capacidad de integración. En efecto, este pecho interno
bueno también forma el aspecto auxiliador y benigno del Superyó temprano, es una
fuente esencial de reaseguramiento contra la ansiedad, llega a ser el representante
interior del instinto de vida. Pero el objeto bueno llena estas funciones solamente
si es sentido como no dañado, lo cual implica que haya sido internalizado con
sentimientos predominantes de gratificación y amor. Estos sentimientos presuponen
que la gratificación al mamar ha estado exenta de perturbación proveniente de
factores externos o internos. La fuente principal de disturbios internos se halla en las
pulsiones agresivas. En otros términos, cuando en la fusión de los dos instintos: el
instinto de vida predomina sobre el instinto de muerte —y por lo tanto la libido sobre

86
Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

la agresión— el pecho bueno puede instalarse en forma más firme en la mente del
lactante.

Sin embargo, los deseos sádico-orales del lactante fácilmente despertados por la
frustración de origen externo e interno, le producen inevitablemente una y otra vez la
sensación de que el pecho se halla destruido y despedazado en su interior, como
consecuencia de sus voraces ataques devoradores.

El hecho de que predominen sentimientos de frustración o de gratificación en la


relación del lactante con el pecho, está sin duda muy influido por las circunstancias
externas; pero deben tenerse en cuenta los factores constitucionales, que desde un
principio contribuyen a fortalecer al Yo. Esta mayor capacidad innata para tolerar la
ansiedad parece en última instancia depender del predominio de la libido sobre
las pulsiones agresivas, del papel desempeñado por el instinto de vida desde un
principio en la fusión de los dos instintos.

La hipótesis de la autora, respecto de que la libido oral expresada en la función de


mamar capacita al lactante para introyectar al pecho (y pezón) como objeto
relativamente no destruidos, no contradice la suposición de que las pulsiones
agresivas son más potentes en los estadios primitivos. Los factores que influyen en
la fusión y defusión de los dos instintos son aún oscuros, pero no hay razón para
dudar de que en relación con el primer objeto -el pecho- el Yo es a veces capaz,
mediante la decisión, de separar la libido de la agresión.

La forma en que las pulsiones sádico-orales de devorar y vaciar el pecho materno


son elaboradas en fantasías de devorar y vaciar el cuerpo de la madre. Ataques
derivados de todas las demás fuentes de sadismo, quedan pronto ligados a esos
ataques orales y así se desarrollan dos principales líneas de fantasías sádicas.
Una forma de ataque fantaseado- principalmente sádico-oral y ligado a la voracidad-
consiste en vaciar el cuerpo de la madre de todo lo bueno y deseable. La otra-
predominantemente anal- consiste en llenar el cuerpo materno con sustancias
malas y partes del Yo que fueron escindidas y proyectadas en el interior de la
madre. Estas sustancias y partes malas son principalmente representadas por los
excrementos, que se transforman en instrumentos para dañar, destruir o controlar
al objeto atacado. O bien todo el Yo- sentido como ―malo‖- entra en el cuerpo
materno y lo controla. En estas distintas fantasías, el Yo se posesiona por
proyección de un objeto externo- en primer lugar de la madre- y lo transforma en
una extensión del Yo. El objeto se transforma, hasta cierto punto, en representante
del Yo, y estos procesos constituyen la base de la identificación por proyección o
“identificación proyectiva”. La identificación por introyección y la identificación por

87
Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

proyección parecen ser procesos complementarios. Los procesos que subyacen a la


identificación proyectiva operarían ya en la primitiva relación con el pecho. El mamar
como acto de “vampirismo”, el vaciar el pecho, se desarrollan en la fantasía del
bebé como un abrirse camino dentro del pecho y luego dentro del cuerpo materno.
Por lo tanto, la identificación proyectiva empezaría simultáneamente con la voraz
introyección sádico-oral del pecho. Esta hipótesis expresa que la introyección y la
proyección interactúan desde el principio de la vida. La introyección de un objeto
perseguidor está en cierta medida determinada por la proyección de una pulsión
destructiva en el objeto. La tendencia a proyectar (expulsar) lo malo es
incrementada por el temor a los perseguidores internos. Cuando la proyección está
dominada por el temor a la persecución, el objeto en que ha sido proyectado lo malo
(el Yo malo) se transforma en el perseguidor por excelencia porque se le ha dotado
de todas las malas cualidades del sujeto. La reintroyección de este objeto refuerza
agudamente el temor a los perseguidores internos y externos.

La proyección de los sentimientos de amor -que subyacen al proceso de inversión


de la libido en el objeto- es la condición preliminar del hallazgo de un objeto bueno.
La introyección de un objeto bueno estimula la proyección de sentimientos buenos
hacia el exterior y esto, a su vez, por reintroyección, fortalece el sentimiento de
poseer un objeto interno bueno. A la proyección del Yo malo en el objeto y en el
mundo externo, corresponde la proyección de partes buenas del Yo, o de todo el Yo
bueno. La reintroyección del objeto bueno reduce la ansiedad persecutoria. Así
pues, la relación con ambos mundos, interno y externo, mejora simultáneamente, y
el Yo adquiere mayor fuerza e integración.

El progreso de la integración que depende de la predominancia temporaria de las


pulsiones de amor, sobre las pulsiones destructivas, conduce a estados transitorios
en los que el Yo sintetiza sentimientos de amor y pulsiones destructivas hacia
un objeto (en primer lugar, el pecho materno). Este proceso de síntesis inicia
ulteriores pasos de importancia en el desarrollo (que pueden producirse
simultáneamente) surgen las penosas emociones de la ansiedad depresiva y culpa;
la agresión es mitigada por la libido; en consecuencia, disminuye la ansiedad
persecutoria; la ansiedad relativa al destino del objeto externo e interno en peligro
conduce a una identificación más fuerte con él; por lo tanto, el Yo lucha por reparar
y también inhibe las pulsiones agresivas sentidas como peligrosas para el objeto
amado.

Con la creciente integración del Yo, las experiencias de ansiedad depresiva


aumentan en frecuencia y duración. Simultáneamente, a medida que aumenta el
alcance de la percepción, el concepto de madre como persona única y total se

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

desarrolla en la mente del lactante a partir de una relación con partes de su cuerpo y
varios aspectos de su personalidad (como su olor, tacto, voz, sonrisa, el ruido de
sus pasos, etc.) La angustia depresiva y la culpa se centran gradualmente en la
madre como persona y aumentan en intensidad; la posición depresiva aparece en
primer plano.

APARTADO IV

En la descripción de este estadio, algunos rasgos se destacan como característicos.


Predomina la posición esquizo-paranoide. La interacción entre los procesos de
introyección y proyección -reintroyección y reproyección- determina el desarrollo del
Yo. La relación con el pecho amado y odiado —bueno y malo— constituye la
primera relación de objeto del lactante. Las pulsiones destructivas y la ansiedad
persecutoria se hallan en su apogeo. El deseo de ilimitada gratificación tanto como
la ansiedad persecutoria, contribuyen a que el lactante sienta que existen a la vez
un pecho ideal y un pecho peligroso devorador, que se hallan cuidadosamente
separados uno de otro en su mente. Estos dos aspectos del pecho materno son
introyectados y constituyen el núcleo del Superyó. La escisión, la omnipotencia,
la idealización, la negación y el control de los objetos internos y externos
predominan en este estadio. Estos primeros métodos de defensa son de
naturaleza extrema, de acuerdo con la intensidad de las emociones tempranas y la
limitada capacidad del Yo para tolerar la ansiedad aguda. Al mismo tiempo que
estas defensas obstruyen el camino de la integración, son esenciales para el total
desarrollo del Yo, porque alivian una y otra vez las ansiedades del bebé. El objeto
bueno ofrece protección contra el objeto perseguidor porque el lactante siente que lo
ha reemplazado (como lo muestra el ejemplo de la alucinación como realización de
deseo). En este estadio primitivo, la capacidad del Yo para manejar la ansiedad
mediante la unión de las emociones contrastantes hacia la madre y por lo tanto de
los dos aspectos de ésta, es aún muy limitada. Esto implica que la atenuación del
temor al objeto malo por medio de la confianza en el objeto bueno y la ansiedad
depresiva sólo surge durante fugaces vivencias. A partir de los procesos alternados
de desintegración e integración se desarrolla gradualmente un Yo más integrado,
con mayor capacidad para el manejo de la ansiedad persecutoria. La relación del
bebé con partes del cuerpo de la madre, centrada en su pecho, se transforma
gradualmente en una relación con ella como persona.

Estos procesos presentes en la más temprana infancia, pueden ser considerados


bajo los siguientes aspectos:

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

A- Un Yo que posee ciertos rudimentos de integración y cohesión y progresa


constantemente en esa dirección. También realiza desde los comienzos de la vida
postnatal, algunas funciones fundamentales; por ejemplo usa los procesos de
escisión y la inhibición de deseos instintivos como algunas de sus defensas contra
la ansiedad persecutoria, vivenciada por el Yo a partir del nacimiento.

B- Relaciones de objeto, moldeadas por la libido y la agresión, por el amor y


el odio, y penetradas por una parte por la ansiedad persecutoria y por la otra, por el
corolario de esta: el reaseguramiento omnipotente que deriva de la idealización del
objeto.

C- Introyección y proyección, ligadas a la vida de fantasía del lactante y a


todas sus emociones, y por lo tanto de objetos internalizados de la naturaleza
buena o mala, que inician el desarrollo de Superyó

A medida que el Yo adquiere mayor capacidad para tolerar la ansiedad, los métodos
de defensa se modifican paralelamente. A ello contribuye el creciente sentido de
realidad y la mayor variedad de gratificación, intereses y relaciones de objeto.
Disminuye la fuerza de las pulsiones destructivas y de la ansiedad persecutoria; se
fortalece la ansiedad depresiva y llega a su clímax durante el período que se
describe en la parte siguiente.

LA POSICIÓN DEPRESIVA INFANTIL.

APARTADO I

Durante el segundo trimestre del primer año (6 meses), hay cambios en el


desarrollo intelectual y emocional del bebé. Su relación con el mundo externo, con
las personas, así como con las cosas, se vuelve más diferenciada. La gama de
sus gratificaciones e intereses se amplía y aumenta su capacidad de expresar sus
emociones y de comunicarse con la gente. Estos cambios, evidencian el desarrollo
gradual del Yo. La integración, la conciencia, las capacidades intelectuales, la
relación con el mundo externo y otras funciones del Yo se desarrollan
constantemente. Al mismo tiempo progresa la organización sexual del bebé; las
tendencias uretrales, anales y genitales adquieren fuerza, aunque los impulsos y
deseos orales predominan aún. Así, existe una confluencia de distintas fuentes de
libido y agresión, que matiza la vida emocional del bebé y hace aparecer en primer
plano varias situaciones nuevas de ansiedad; se amplía la gama de fantasías y

90
Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

éstas se vuelven más elaboradas y diferenciadas. Paralelamente ocurren


importantes cambios en la naturaleza de las defensas.

Todos estos progresos se reflejan en la relación del bebé con su madre (y, en cierta
medida, con su padre y otras personas). La relación con la madre como persona,
que se ha ido desarrollando gradualmente, mientras el pecho figuraba aún como
principal objeto, se establece más firmemente y la identificación con ella se fortalece
cuando el bebé llega a percibir o introyectar a su madre como persona (o, en otras
palabras como "objeto total").

Mientras que en cierto grado de integración es condición previa para que el Yo


pueda introyectar a la madre y al padre como personas totales, el desarrollo ulterior
en la dirección de la integración y síntesis se inicia al colocarse en primer plano la
posición depresiva. Los diversos aspectos —amado y odiado, bueno y malo— de
los objetos se unen y esos objetos son ahora personas totales. Comprenden los
aspectos contrastantes de los objetos internalizados (el Superyó primitivo) por una
parte, y de los objetos externos por la otra; pero el Yo se ve llevado también a
disminuir la discrepancia entre el mundo externo e interno, o más bien la
discrepancia entre las imágenes externas e internas. Al mismo tiempo se producen
ulteriores progresos en la integración del Yo que conducen a una mayor coherencia
entre las partes escindidas del Yo. Todos estos procesos de integración y síntesis
hacen que el conflicto entre el amor y el odio aparezcan a plena luz. La ansiedad
depresiva y los sentimientos de culpa resultantes se modifican no sólo en cantidad
sino en calidad. La ambivalencia es ahora vivenciada predominantemente hacia un
objeto total. Se produce un acercamiento del amor y del odio del pecho bueno y del
pecho malo; la madre buena y la madre mala ya no pueden ser mantenidas tan
separadas como en el estadio primitivo. Cuando el poder de las pulsiones
destructivas disminuye, estas pulsiones son sentidas como un gran peligro para el
objeto amado, percibido ahora como persona. La voracidad y las defensas contra
ésta desempeñan un importante papel en este estadio. El Yo por lo tanto inhibe más
y más los deseos instintivos y esto puede conducir a serias dificultades del bebé
para gustar o aceptar el alimento, y ulteriormente a serias inhibiciones en el
establecimiento de relaciones tanto de afecto como eróticas.

La ansiedad con respecto a la madre internalizada, a la que se siente dañada,


sufriendo, en peligro de ser aniquilada, o ya aniquilada y perdida para siempre,
conduce a una mayor identificación con el objeto dañado. Esta identificación
fortalece a la vez el impulso a reparar y las tentativas del Yo de inhibir las pulsiones
agresivas. Una y otra vez el Yo utiliza la defensa maníaca. La negación, la
idealización, la escisión y el control de los objetos internos y externos son utilizados

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

por el Yo con el fin de neutralizar la ansiedad persecutoria. Estos, métodos


omnipotentes se conservan en cierta medida, cuando surge la posición depresiva,
pero ahora se los utiliza predominantemente para neutralizar la ansiedad depresiva.
Se hacen menos extremos y se adaptan más a la creciente capacidad del Yo para
afrontar la realidad psíquica. Esos métodos tempranos constituyen ahora la defensa
maníaca.

Enfrentando situaciones de ansiedad, el Yo tiende a negarlas y cuando la ansiedad


es máxima, el Yo llega hasta negar que pueda amar al objeto. El resultado puede
ser una supresión permanente del amor y un incremento de la ansiedad
persecutoria, o sea, una regresión a la posición esquizo-paranoide.

Las tentativas del Yo de controlar los objetos externos e internos —método que en
la posición esquizo-paranoide está principalmente dirigido contra la ansiedad
persecutoria— también sufren cambios. Cuando predomina la ansiedad depresiva,
el control de objetos e impulsos es principalmente utilizado por el Yo con el fin de
prevenir la frustración, impedir la agresión y el consiguiente peligro para los objetos
amados, es decir, mantener a raya la ansiedad depresiva.

El Yo, a pesar de que los primitivos métodos de escisión en cierta medida se


mantienen, divide ahora el objeto total en un objeto ileso vivo y un objeto dañado y
en peligro (quizá moribundo, o muerto); de este modo la escisión llega a ser
principalmente una defensa contra la ansiedad depresiva.

Al mismo tiempo ocurren importantes progresos en el desarrollo del Yo, los que no
sólo capacitan al Yo para establecer defensas más adecuadas contra la ansiedad,
sino que logran eventualmente una disminución efectiva de la misma. La repetida
experiencia de enfrentar la realidad psíquica, implicada en la elaboración de la
posición depresiva, aumenta la comprensión del bebé del mundo externo.
Paralelamente, la imagen de los padres se aproxima gradualmente a la realidad.

Cuando el bebé introyecta una realidad externa más tranquilizadora, mejora su


mundo interno; y esto a su vez por proyección mejora la imagen del mundo externo.
Por lo tanto, gradualmente, a medida que el bebé re-introyecta una y otra vez un
mundo externo más realista y tranquilizador y también, en cierta medida, establece
dentro de sí objetos totales e indemnes, se producen progresos esenciales en la
organización del Superyó. A medida que se unen los objetos internos buenos y
malos, se altera la relación entre Superyó y el Yo, es decir, se produce una
asimilación progresiva del Superyó por el Yo.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

En este estadio, el deseo de reparar al objeto dañado entra en juego de lleno. Al


sentir el bebé que sus pulsiones y fantasías de destrucción están dirigidas contra la
persona total de su objeto amado, surge la culpa en toda su fuerza y, junto con ella,
la necesidad dominante de reparar, preservar o revivir el objeto amado dañado.
Estas emociones conducen a estados de duelo; y las defensas movilizadas, a
tentativas por parte del Yo de superar el duelo.

También la tendencia a reparar, utilizada en un principio en forma omnipotente, es


transformada en defensa. La omnipotencia decrece a medida que el bebé adquiere
gradualmente mayor confianza a la vez en sus objetos y en sus capacidades de
reparación.

De este modo, se establecen las bases del desarrollo normal: se desarrollan las
relaciones con los demás, disminuye la ansiedad persecutoria referida a los objetos
internos y externos, se establecen más firmemente los objetos internos buenos, lo
que trae aparejado un sentimiento de mayor seguridad; todo lo cual fortalece y
enriquece al Yo. El Yo más fuerte y coherente, aunque haga mayor uso de la
defensa maníaca, une repetidamente y sintetiza los aspectos escindidos del objeto y
del Yo. Gradualmente, los procesos de escisión y de síntesis se aplican a aspectos
ahora menos distanciados unos de otros; aumenta la percepción de la realidad y los
objetos aparecen bajo una luz más realista. Todos estos progresos conducen a una
creciente adaptación a la realidad externa e interna, se produce un cambio paralelo
en la actitud del bebé hacia la frustración. En el estadio más temprano el aspecto
malo perseguidor de la madre (su pecho) representaba en la mente del lactante,
todo lo malo y frustrado, tanto interno como externo. Cuando aumenta el sentido de
la realidad en relación con los objetos y la confianza en ellos, el bebé se vuelve más
capaz de distinguir entre la frustración impuesta desde el exterior, y los peligros
internos fantaseados. El odio y la agresión se relacionan más estrechamente con la
frustración o daño reales derivados de factores externos. Esto constituye un paso
hacia un método más realista y objetivo de manejo de su propia agresión, que
despierta menos culpa y, en último término, capacita al niño tanto para vivenciar
como para sublimar su agresión en una forma egosintónica.

Además, esta actitud más realista frente a la frustración –que implica la disminución
de la ansiedad persecutoria relacionada con los objetos internos y externos-
conduce a una mayor capacidad del bebé para restablecer una buena relación con
la madre y otras personas cuando la vivencia de frustración no actúa ya. En otras
palabras, la creciente adaptación a la realidad –ligada a cambios del
funcionamiento de la introyección y proyección- tiene por resultado una relación
más segura con el mundo externo e interno. Esto conduce a una disminución de

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

la ambivalencia y la agresión, lo que permite que el deseo de reparación entre a


jugar de lleno. En estas diversas formas el proceso de duelo que surge de la
posición depresiva es gradualmente elaborado.

Cuando él bebe alcanza el estadio crucial comprendido entre los 3 y 6 meses de


edad, y se enfrenta con los conflictos, culpa y pena inherente a la posición
depresiva, su capacidad de manejo de la ansiedad se halla en cierto grado
determinada por su desarrollo ulterior; es decir por la medida en que durante los 3 o
4 meses de vida fue capaz de incorporar y establecer dentro de si el objeto bueno
que forma el núcleo de su yo. Si este proceso fue exitoso -lo cual implica que la
ansiedad persecutoria y los procesos de escisión no son excesivos y que cierto
grado de integración a sido alcanzado- gradualmente pierden fuerza la ansiedad
persecutoria y los mecanismos esquizoides, el yo puede introyectar y establecer
el objeto total y atravesar la posición depresiva. Pero si el Yo es incapaz de
manejar las numerosas situaciones de ansiedad que surgen en ese estadio -
fracasos determinados por fundamentales factores internos como experiencias
externas- puede hacer una marca de regresión desde la posición depresiva a la
anterior posición esquizo- paranoide. Esto impediría también los procesos de
introyección total y afectaría intensamente el desarrollo durante el primer año de
vida y toda la niñez.

APARTADO II

La hipótesis de la autora en relación a la posición depresiva infantil descansa en


conceptos psicoanalíticos básicos; es decir la introyección primaria y la
preponderancia de la líbico oral y pulsiones canibálicas de los niños. Estos
descubrimientos de Abraham contribuyeron a la comprensión de la etiología de las
enfermedades mentales. Desarrollando estos conceptos y relacionándolos con la
comprensión del bebe que surgió del análisis de niños pequeños, llegó a entender la
complejidad del proceso y vivencias primarias en la vida emocional del bebé; esto a
la vez permitió esclarecer la etiología de las perturbaciones mentales. Una de las
conclusiones a las que arriba, ha sido que existe un lazo estrecho entre la
posición depresiva infantil y los fenómenos de duelo y la melancolía.

En el duelo normal, el individuo llega a establecer la persona amada y perdida


dentro de su yo, mientras que la melancolía y el duelo anormal este proceso
fracasa. En el duelo normal el sujeto también se ve llevado a reinstalar la persona
amada y perdida en su yo, pero en este caso el proceso es exitoso.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

La experiencia de M. Klein, la ha llevado a concluir que el rasgo normal del duelo es


el establecimiento por parte del individuo del objeto amado y perdido dentro
de sí, no está haciéndolo por primera vez, sino que, a través del trabajo de duelo,
está reinstalando ese objeto así como todos sus objetos internos amados que siente
haber perdido. Cada vez que surge la pena, ésta mina el sentimiento de segura
posición de los objetos internos amados, porque reactiva las ansiedades
tempranas por los objetos dañados. Sentimientos de culpa y de ansiedades
persecutorias se reactivan en toda su fuerza. Una reinstalación exitosa del objeto
amado externo por el que se hace el duelo y cuya introyección se intensifica por el
proceso de duelo. Por lo tanto, la vuelta a la realidad característica del proceso de
duelo constituye no solamente el medio de renovar los lazos con el mundo externo,
sino también con el mundo interno destruido. El duelo involucra en esta forma, una
repetición de la situación emocional vivenciada por el bebé en la posición
depresiva. Porque presionado por el temor a perder la madre amada, el bebé lucha
con la tarea de establecer e integrar su mundo interno y construir sólidamente los
objetos buenos dentro de sí.

Uno de los factores fundamentales que determinan si la pérdida del objeto amado
(por muerte u otras causas) conducirá a la enfermedad maníaco-depresiva o será
normalmente superada consiste, de acuerdo con la experiencia de M. Klein en el
grado de éxito de la elaboración de la posición depresiva durante el primer
año de vida y en la firme introyección de los objetos buenos en el interior.

La posición depresiva está ligada a cambios fundamentales de la organización


libidinal del bebé, pues durante este período (alrededor de la mitad del primer año)
el bebé entra en los estadios tempranos del Complejo de Edipo positivo y negativo.
Estos estadios se caracterizan por el importante papel que siguen desempeñando
los objetos parciales en la mente del bebé mientras se establece la relación con los
objetos totales. Además, a pesar de que los deseos genitales se acercan
marcadamente al primer plano, predomina aún la libido oral. Poderosos deseos
orales, incrementados por la frustración vivenciada en relación con la madre, se
transfieren del pecho materno al pene del padre. Los deseos genitales en los
bebés de ambos sexos se unen a los deseos orales; lo que trae aparejada una
relación oral, así como genital, con el pene del padre. Los deseos genitales se
dirigen también hacia la madre. Los deseos del pene paterno están ligados a los
celos de la madre, porque el bebé siente que ésta recibe el objeto codiciado. Estas
múltiples emociones y deseos en ambos sexos subyacen tanto al complejo de Edipo
directo como al invertido.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

Otro aspecto de los estadios edípicos tempranos está ligado al papel esencial
desempeñado en la mente del bebé por el "interior" de la madre y el suyo propio.
Durante la posición esquizo-paranoide, la necesidad del bebé de penetrar en el
cuerpo materno y posesionarse de su contenido es de naturaleza
predominantemente oral y anal. Esta necesidad es activa aún en el estadio siguiente
(posición depresiva), pero al aumentar los deseos genitales, se dirige mayormente
hacia el pene paterno (igualado con bebés y materia fecal) el que, según cree el
bebé, debe estar contenido dentro del cuerpo de la madre. Simultáneamente los
deseos orales del pene paterno conducen a su internalización y así el pene
internalizado (a la vez objeto bueno y objeto malo) pasa a desempeñar un papel
importante en el mundo objetal interno del bebé.

Los estadios temprano del desarrollo edípico son muy complejos: convergen deseos
de distintos orígenes; estos deseos se dirigen a objetos parciales así como a objetos
totales; el pene del padre, codiciado y odiado, existe no sólo como parte del cuerpo
del padre, sino que el bebé siente que está simultáneamente en su propio interior y
dentro del cuerpo de la madre.

La envidia parece ser inherente a la voracidad oral. Y ésta se dirige primeramente


hacia el pecho nutricio. A esta envidia primitiva se agregan los celos cuando surge
la situación edípica. Los sentimientos del bebé en relación con ambos padres
parecen organizarse en la forma siguiente: cuando es frustrado, el padre o la madre
gozan del objeto apetecido del que es privado —el pecho materno o el pene del
padre— y gozan de él de manera continua. Es característico de las emociones y
voracidad intensas del bebé, el atribuir a los padres un estado constante de
gratificación mutua de naturaleza oral, anal y genital.

Estas teorías sexuales forman la base de figuras parentales combinadas tales


como: la madre que contiene el pene paterno o el padre en su totalidad; el padre
que contiene el pecho materno o la madre en su totalidad; los padres fusionados
inseparablemente en la relación sexual. Fantasías de esta naturaleza también
contribuyen a la idea de la ―mujer con pene‖. Debido a la internalización, el bebé
establece dentro de sí esas figuras parentales combinadas y esto resulta esencial
en diversas situaciones de ansiedad de naturaleza psicótica.

A medida que se desarrolla una relación más realista con los padres, el bebé llega a
considerarlos como individuos separados, es decir, que la primitiva figura parental
combinada pierde su fuerza.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

Estos progresos están ligados a la posición depresiva. En ambos sexos, el temor de


perder a la madre, objeto amado primario —es decir, la ansiedad depresiva—
contribuye a crear la necesidad de sustitutos; respondiendo a ella, el bebé se vuelve
primeramente hacia el padre, quien en ese estadio también es introyectado como
persona total.

En esta forma, la libido y la ansiedad depresiva son desviadas de la madre en


cierta medida, y este proceso de distribución estimula las relaciones de objeto y
disminuye la intensidad de los sentimientos depresivos.

Así pues, los estadios tempranos del complejo de Edipo positivo y negativo alivian
las ansiedades del niño y lo ayudan a superar la posición depresiva. Sin embargo,
surgen nuevos conflictos y ansiedades, puesto que los deseos edípicos hacia los
padres implican que la envidia, la rivalidad y los celos son ahora vivenciados
hacía dos personas, a las que se odia y ama a la vez. La elaboración de estos
conflictos que surgen por primera vez en los estadios tempranos del complejo de
Edipo, forma parte del proceso de modificación de la ansiedad que se extiende más
allá de la primera infancia hasta los primeros años de la niñez.

Para resumir: la posición depresiva desempeña un papel vital en el desarrollo


temprano del niño y normalmente, al llegar a su término, la neurosis infantil,
alrededor de los cinco años, la ansiedad persecutoria y la ansiedad depresiva, se
han modificado.

Los pasos fundamentales de la elaboración de la posición depresiva se hacen


cuando el bebé está estableciendo el objeto total —segunda mitad del primer año—
y si estos procesos son exitosos, se habrá llenado una de las condiciones previas
del desarrollo normal. La ansiedad persecutoria y depresiva se activan una y otra
vez, como por ejemplo en las experiencias de dentición y destete. Esta interacción
entre la ansiedad y los factores físicos es uno de los aspectos de los complejos
procesos del desarrollo durante el primer año (procesos que involucran todas las
emociones y fantasías del bebé); en verdad esto se aplica, hasta cierto punto, a
todo el resto de la vida.

El hecho de que la posición depresiva se desarrolle gradualmente explica por que


generalmente, sus efectos en el bebé no aparecen en forma súbita. También
debemos recordar que mientras son vivenciados los sentimientos depresivos,
simultáneamente el Yo desarrolla medios para contrarrestarlos. Esto constituye una
de las diferencias fundamentales entre el bebé que está vivenciando ansiedades de
naturaleza psicótica y el adulto psicótico; pues al tiempo que el bebé está

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

elaborando estas ansiedades, ya se hallan en acción los procesos que conducen a


su modificación.

DESARROLLO ULTERIOR Y MODIFICACIÓN DE LA ANSIEDAD

APARTADO I

La neurosis infantil puede ser considerada como una combinación de procesos


mediante los cuales las ansiedades de naturaleza psicótica son ligadas, elaboradas
y modificadas. La neurosis infantil empieza en el primer año de vida y termina —al
iniciarse el período de latencia— cuando se logra la modificación de las ansiedades
tempranas.

Todos los aspectos del desarrollo contribuyen al proceso de modificación de la


ansiedad, y, por lo tanto, las vicisitudes de la ansiedad sólo pueden comprenderse
en su interacción con los demás factores del desarrollo.

Los primeros objetos perseguidores externos e internos son el pecho malo de la


madre y el pene malo del padre; e interactúan los temores de persecución referidos
a los objetos internos y los referidos a los objetos externos. Estas ansiedades,
focalizadas primeramente en los padres, hallan expresión en las fobias tempranas y
afectan profundamente la relación del niño con sus padres. Las ansiedades
persecutorias y depresivas contribuyen fundamentalmente a crear los conflictos que
surgen en la situación edípica e influyen en el desarrollo libidinal.

Los deseos genitales hacia ambos progenitores, que inician los estadios
tempranos del complejo de Edipo (hacia la mitad del primer año), están al principio
entretejidos con deseos y fantasías orales, anales y uretrales, de naturaleza a la vez
libidinal y agresiva. Las ansiedades de carácter psicótica originadas por pulsiones
destructivas provenientes de todas estas fuentes, tienden a reforzar estas pulsiones,
y, en caso de ser excesivas, crean fuertes fijaciones en los estadios pregenitales.

Así pues, la ansiedad influye en cada etapa del desarrollo libidinal, ya que conduce
a la fijación de estados pregenitales y una y otra vez, a la regresión a estos. Por otra
parte, la ansiedad y culpa y la consiguiente tendencia a la reparación, agrega
ímpetu a los deseos libidinales y estimulan la dirección progresiva de la libido, pues
dar y recibir gratificación libidinal alivia la ansiedad y satisface también la necesidad
de reparar. Por lo tanto, la ansiedad y la culpa a veces frenan y otras veces
favorecen el desarrollo libidinal.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

Esto varía no solamente de un individuo a otro, sino que puede variar en un mismo
individuo, según la intrincada interacción de los factores internos y externos en
determinado momento.

En las fluctuantes posiciones del Complejo de Edipo positivo y negativo son


vivenciadas todas las ansiedades tempranas, pues los celos, la rivalidad y el odio
de estas posiciones, despiertan renovadamente las ansiedades persecutorias y
depresivas. En las ansiedades focalizadas en los padres como objetos internos, se
elaboran sin embargo y disminuyen gradualmente a medida que el bebé extrae de la
relación con los padres externos un creciente sentimiento de seguridad.

En el interjuego de progresión y regresión, fuertemente influido por la ansiedad,


gradualmente llegan a dominar las tendencias genitales. A consecuencia de ello,
aumenta la capacidad para reparar, se amplían sus alcances y las
sublimaciones adquieren fuerza y estabilidad, pues en el nivel genital están
ligadas a la necesidad más creativa del ser humano. Las sublimaciones genitales de
la posición femenina están ligadas a la fertilidad –el poder de dar vida- y por ende,
también a la recreación de objetos perdidos o dañados. En la posición masculina, el
elemento de creación de la vida se halla reforzado por las fantasías de fertilizar la
madre dañada o destruida y así, restaurarla o revivirla. El órgano genital, no
representa pues el órgano de procreación, sino también un instrumento de
reparación y de nueva creación.

La predominancia de las tendencias genitales implica un gran progreso en la


integración del Yo, ya que ellas se hacen cargo de los deseos libidinales y
reparatorios de carácter pregenital, produciéndose en esta forma la síntesis de las
tendencias reparatorias pregenitales y genitales. Por ejemplo, la capacidad para
recibir ―bondad‖, en primer lugar el aliento y el amor de la madre tan deseados, y la
necesidad de alimentarla como recompensa, y restaurarla en esta forma -base de
las sublimaciones orales- son condiciones previas de un desarrollo genital exitoso.

La creciente fuerza de la libido genital, que incluye el progreso de la capacidad


para reparar, corre paralela a la disminución gradual de la ansiedad y de la culpa
despertadas por las tendencias destructivas, aunque los deseos genitales sean
causas de conflictos y culpa en la situación edípica. Se desprende de ello que la
primacía genital implica una disminución de las tendencias y ansiedades orales,
uretrales y anales. A través del proceso de elaboración de los conflictos edípicos y
el logro de la primacía genital; el niño se hace capaz de establecer firmemente los
objetos buenos en su mundo interior y de desarrollar una relación estable con sus

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

padres. Todo esto significa que está elaborando y modificando las ansiedades
persecutorias y depresivas.

Existen razones para suponer que tan pronto como el bebé desplaza su interés
hacia otros objetos distintos del pecho materno –como ser partes del cuerpo
materno, los objetos que lo rodean, partes de su propio cuerpo, etc.-, empieza un
proceso fundamental para el incremento de las sublimaciones y relaciones de
objeto. El amor, los deseos (agresivos así como libidinales) y las ansiedades, son
transferidos del primero y único objeto, la madre, a otros objetos; y se desarrollan
otros intereses que sustituyen la relación con el objeto primario. Este objeto primario
es, sin embargo, no sólo el pecho externo sino el pecho bueno internalizado; y la
desviación de los sentimientos y emociones relacionados ahora con el mundo
externo está ligada a la proyección. La función de formación de símbolos y la
actividad de las fantasías tienen gran importancia en todos los procesos descritos.
Con el surgimiento de la ansiedad depresiva y particularmente con el comienzo de
la posición depresiva, el Yo se ve llevado a proyectar, desviar y distribuir los deseos
y emociones así como la culpa y la necesidad de reparar, en nuevos objetos e
intereses. Estos procesos constituyen la fuente principal de las sublimaciones a lo
largo de la vida. Es, sin embargo, condición previa del desarrollo exitoso de las
sublimaciones (como también de las relaciones de objeto y de la organización
libidinal) que el amor por los primitivos objetos pueda mantenerse, mientras los
deseos y ansiedades son desviados y distribuidos, pues el predominio de la queja y
el odio hacia los objetos primarios tiende a hacer peligrar las sublimaciones y
relaciones con objetos sustitutivos.

Surge otra perturbación de la capacidad para reparar y por lo tanto para sublimar,
cuando, debido al fracaso de la superación depresiva está obstruida o dicho de otra
forma, si existe desesperanza por la destrucción ocasionada a los objetos amados.

APARTADO II

Todos los aspectos del desarrollo están ligados a la neurosis infantil. Un rasgo
característico de la neurosis infantil lo constituyen las fobias tempranas que surgen
durante el primer año de vida y, cambiando de forma y contenido, aparecen y
desaparecen a lo largo de los años de infancia. Tanto la ansiedad persecutoria
como la depresiva subyacen a las fobias tempranas, que incluyen dificultades en la
alimentación, pavor nocturnus, ansiedad en ausencia de la madre, miedo a los
extraños, perturbaciones de las relaciones con los padres y relaciones de objeto en
general. La necesidad de externalizar los objetos perseguidores es un elemento
intrínseco del mecanismo de las fobias. Esta necesidad deriva tanto de la

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

ansiedad persecutoria (referida al yo) como de la ansiedad depresiva (centrada en


los peligros que amenazan a los objetos internos buenos por parte de los
perseguidores internos). Los temores a la persecución interna, igualmente
encuentran expresión en las ansiedades hipocondríacas. También contribuyen a
una variedad de enfermedades físicas, como ser los frecuentes resfríos de los niños
pequeños.

Las ansiedades orales, uretrales y anales (que intervienen tanto en la adquisición


como en la inhibición de hábitos de limpieza) constituyen rasgos básicos de la
sintomatología de la neurosis infantil. Igualmente constituye un rasgo
característico de la neurosis infantil que ocurran distintas formas de recaída en los
primeros años de vida. En caso de reforzarse la ansiedad de naturaleza
persecutoria y depresiva, tiene lugar una regresión a estadios anteriores y a sus
correspondientes situaciones de ansiedad. Esta regresión se manifiesta, por
ejemplo, en el abandono de los hábitos de limpieza ya adquiridos o bien en la
reaparición bajo formas ligeramente distintas, de fobias en apariencia superadas.

Durante el segundo año, las tendencias obsesivas se colocan en primer plano; a la


vez que expresan y ligan ansiedades orales, uretrales y anales. Se pueden observar
rasgos obsesivos en rituales al acostarse, rituales relacionados con la limpieza, la
alimentación, etc., y en una necesidad general de repetir (por ejemplo, el deseo de
escuchar incansablemente el mismo cuento, a veces contado con la misma
expresión, o de repetir los mismos juegos). Estos fenómenos, aunque forman parte
del desarrollo normal del niño, pueden ser descritos como síntomas neuróticos. La
disminución o superación de estos síntomas, conduce a la modificación de las
ansiedades orales, uretrales y anales; esto a su vez implica una modificación de la
ansiedad persecutoria y depresiva.

La capacidad del Yo para desarrollar paso a paso defensas que le permitan en


cierta medida elaborar las ansiedades, es parte esencial del proceso de
modificación de la ansiedad. En el estadio más primitivo (esquizo-paranoide) la
ansiedad es contrarrestada por defensas extremas y poderosas, tales como
escisión, omnipotencia y negación. En el estadio siguiente (posición depresiva) las
defensas sufren, según hemos visto, importantes cambios caracterizados por la
mayor capacidad del Yo para tolerar la ansiedad. En el segundo año, con el
progreso en el desarrollo del Yo, el niño utiliza su creciente adaptación a la realidad
externa y su creciente control de las funciones corporales para poner a prueba los
peligros internos por medio de la realidad externa.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

Todos estos cambios son característicos de los mecanismos obsesivos, los que
también pueden ser considerados como una defensa muy importante. Por ejemplo,
al adquirir hábitos de limpieza, las ansiedades del bebé referentes a sus heces
peligrosas (es decir, referentes a su propia destructividad), a sus objetos malos
internalizados y a su caos interno, disminuyen temporalmente una y otra vez. El
control de esfínteres le prueba que puede controlar los peligros internos y los
objetos internos. Los excrementos reales sirven como prueba en contra de sus
temores fantásticos de destructividad. Pueden ahora ser expulsados conforme al
pedido de la madre o niñera, quienes al aprobar las situaciones en que expulsa
excrementos parecen también aprobar la naturaleza de los mismos, y esto los
vuelve, "buenos". De ello resulta que el niño llega a sentir que el daño hecho por sus
excrementos en sus fantasías agresivas a sus objetos internos y externos, puede
ser anulado. La adquisición de hábitos de limpieza disminuye por lo tanto su
culpa y satisface su deseo de reparar.

Los mecanismos obsesivos constituyen una parte importante del desarrollo del Yo.
Capacitan a éste para mantener temporalmente a raya la ansiedad. Esto a su vez,
ayuda al Yo en el logro de mayor integración y fuerza; en esta forma es posible la
gradual elaboración, disminución y modificación de la ansiedad. No obstante, los
mecanismos obsesivos constituyen en este estadio tan sólo una de las defensas. Si
son excesivos y llegan a ser la defensa principal, esto puede considerarse como una
indicación de que el Yo no puede manejar eficazmente la ansiedad de naturaleza
psicótica y de que se está desarrollando en el niño una grave neurosis obsesiva.

Otro cambio fundamental de las defensas caracteriza al estadio en que se fortalece


la libido genital. Cuando esto sucede, el Yo se halla más integrado; la adaptación a
la realidad externa ha progresado; se ha desarrollado la función de la conciencia;
también el Superyó está más integrado; se ha producido una síntesis más completa
de los procesos inconscientes, es decir entre las partes inconscientes del Yo y del
Superyó; es más nítida la demarcación entre lo inconsciente y lo consciente. Estos
progresos permiten a la represión desempeñar el papel dominante entre las
defensas. Un factor esencial de la represión es el aspecto censurador y
prohibidor del Superyó, aspecto éste que se fortalece como consecuencia del
progreso en la organización del Superyó. Las exigencias del Superyó de mantener
fuera de la conciencia determinadas pulsiones y fantasías de carácter agresivo y
libidinal, las cumple el Yo más fácilmente porque ha progresado en su integración y
en la asimilación del Superyó.

Durante los primeros meses de vida, el Yo inhibe los deseos instintivos


primeramente bajo la presión de la ansiedad persecutoria y, algo más tarde de la

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

ansiedad depresiva. Se da otro paso adelante en el desarrollo de las inhibiciones


instintivas, cuando el Yo puede hacer uso de la represión.

Hemos visto las formas en que el Yo utiliza la escisión durante la fase esquizo-
paranoide. El mecanismo de escisión subyace a la represión (lo que está implícito
en el concepto de Freud); pero en contraste con las primitivas formas de escisión
que conducían a estados de desintegración, la represión no tiene normalmente
por resultado la desintegración del Yo. Ya que en este estadio existe mayor
integración, tanto dentro de las partes conscientes como inconscientes del
psiquismo y ya que en la represión, la escisión efectúa predominantemente una
división entre lo consciente y lo inconsciente, ninguna de las partes del Yo está
expuesta al grado de desintegración que podía surgir de estadios anteriores. Sin
embargo, el grado en que se recurre a los procesos de escisión en los primeros
meses de vida influye vitalmente en el empleo de la represión en un período ulterior.
Porque en caso de no ser suficientemente superados los mecanismos esquizoides
tempranos puede resultar que, en lugar de un límite fluido entre lo consciente y lo
inconsciente, surja entre ellos una rígida barrera; esto indica que la represión es
excesiva y que, por lo tanto, el desarrollo está perturbado. Por otra parte,
mediante una represión moderada, el inconsciente y la conciencia tienen mayores
probabilidades de permanecer "porosos" uno con respecto al otro y por lo tanto las
pulsiones y sus derivados son, en cierta medida, autorizados a emerger una y otra
vez del inconsciente y son sujetos por parte del Yo a procedimientos de selección y
rechazo. La elección de las pulsiones, fantasías y pensamientos que deben ser
reprimidos, depende de la creciente capacidad del Yo para aceptar las normas de
los objetos externos. Esta capacidad está ligada a la mayor síntesis dentro del
Superyó y a la creciente asimilación del Superyó por el Yo.

Los cambios en la estructura del Superyó, que se efectúan gradualmente y están


siempre ligados al desarrollo edípico, contribuyen a la declinación del Complejo
de Edipo al iniciarse el período de latencia. En otras palabras, el progreso en la
organización libidinal y en los distintos ajustes de los que llega a ser capaz el Yo en
este estadio, está ligado a la modificación de las ansiedades persecutorias y
depresivas referidas a los padres internalizados, lo que implica mayor seguridad en
el mundo interno.

Vistos a la luz de las vicisitudes de la angustia, los cambios característicos de la


iniciación del período de latencia son: la relación con los padres es más segura; los
padres introyectados se aproximan más a la imagen de los padres reales; sus
normas, advertencias y prohibiciones son aceptadas e internalizadas y por lo tanto
la represión de los deseos edípicos es más eficaz. Todo esto representa el clímax

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del desarrollo del Superyó, resultado de un proceso que se extiende sobre los
primeros años de vida.

CONCLUSIONES.

La autora examina detalladamente las primeras etapas de la superación de la


posición depresiva que caracterizan la segunda mitad del primer año de vida. Se ha
visto que en los estadios tempranos, en los que predomina la ansiedad
persecutoria, los objetos del bebé, son de naturaleza primitiva y persecutoria:
devoran, desgarran, envenenan, inundan, etc., es decir, que los múltiples deseos y
fantasías orales, uretrales y anales son proyectados tanto en los objetos externos
como en los objetos internalizados. La imagen de estos objetos se altera poco a
poco en el psiquismo del bebé a medida que progresa la organización libidinal y se
modifica la ansiedad.

Sus relaciones con el mundo interno y externo progresan simultáneamente; la


interdependencia entre esas relaciones implica cambios en los procesos de
introyección y de proyección que son un factor esencial para la disminución de las
ansiedades persecutorias y depresivas. Todo esto tiene por resultado una mayor
capacidad del Yo para asimilar al Superyó, aumentando en esta forma, su propia
fuerza.

Cuando se logra la estabilización, algunos factores fundamentales han sufrido


alteraciones. M. Klein no se ocupa del progreso del Yo, ligado en cada etapa
(según trató de mostrarlo) al desarrollo emocional y a la modificación de la
ansiedad, sino que desea subrayar los cambios en los procesos inconscientes.
Estos cambios resultan más comprensibles si se vinculan al origen de la ansiedad.
Se refiere aquí nuevamente a la afirmación de que las pulsiones destructivas
(instinto de muerte) constituyen el factor primario causante de ansiedad. La
voracidad es incrementada por las quejas y el odio, es decir, por manifestaciones
del instinto destructivo; pero estas manifestaciones son a su vez reforzadas por la
ansiedad persecutoria. Cuando en el transcurso del desarrollo de la ansiedad, es a
la vez reducida y mantenida a raya más firmemente, disminuyen las quejas y el odio
así como la voracidad, y esto en última instancia conduce al debilitamiento de la
ambivalencia. Expresando esto en función de los instintos: cuando la neurosis
infantil pudo seguir su curso, es decir, cuando la ansiedad persecutoria y la
ansiedad depresiva han sido reducidas y modificadas, el equilibrio en la fusión de
los instintos de vida y de muerte (y también entre la libido y la agresión), ha sido

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alterado en alguna forma. Esto implica cambios importantes en los procesos


inconscientes, es decir, en la estructura del Superyó y en la estructura y dominio de
las partes inconscientes (tanto como conscientes) del Yo.

Se ha visto que las fluctuaciones entre las posiciones libidinales y entre la


progresión y la regresión, caracterizan los primeros años de la infancia, están
inextricablemente ligadas a las vicisitudes de las ansiedades persecutorias y
depresivas que surgen durante la primera infancia. Así pues estas ansiedades son
no sólo un factor esencial de fijación y regresión, sino que su influencia es constante
en el curso del desarrollo.

El desarrollo normal exige como condición previa el mantenimiento a través de la


alternancia de la regresión y progresión, de aspectos fundamentales del progreso ya
logrado. En otras palabras, exige que el proceso de integración y, en el curso de la
neurosis infantil quedarán establecidas las bases para la estabilidad mental.

CONCEPTO DE IDENTIFICACIÓN PROYECTIVA (NO ES PARTE DEL TEXTO


ANTERIOR) IDENTIFICACIÓN PROYECTIVA-DICCIONARIO LAPLANCHE

Término introducido por Melanie Klein para designar un mecanismo que se traduce
por fantasías en las que el sujeto introduce su propia persona (his self), en su
totalidad o en parte, en el interior del objeto para dañarlo, poseerlo y controlarlo. El
término «identificación proyectiva» ha sido utilizado por Melanie Klein en un sentido
muy especial, distinto del que sugiere a primera vista la asociación de las dos
palabras, es decir, una atribución a otro de ciertos rasgos de sí mismo o de una
semejanza global consigo mismo.

Melanie Klein describió, en El psicoanálisis de los niños), fantasías de ataque contra


el interior del cuerpo materno y de intrusión sádica dentro de éste.

Pero sólo más tarde (1946) introdujo este término para designar «una forma
particular de identificación que establece el prototipo de una relación de objeto
agresiva».

Este mecanismo, que guarda estrecha relación con la posición esquizo-paranoide,


consiste en una proyección fantaseada al interior del cuerpo materno de partes
escindidas de la propia persona del sujeto, o incluso de éste en su totalidad (y no
solamente de objetos parciales malos) con el fin de dañar y controlar a la madre
desde su interior. Esta fantasía es fuente de angustias tales como la de hallarse
aprisionado y perseguido en el interior del cuerpo materno; o también la
identificación proyectiva puede acarrear, a cambio, que la introyección sea sentida

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

«como una penetración forzada desde el exterior al interior en castigo por una
proyección violenta».

Otro peligro es que el yo se encuentre debilitado y empobrecido en la medida en


que puede perder, en la identificación proyectiva, partes «buenas» de sí mismo; de
este modo, una instancia como el ideal del yo podría entonces convertirse en
exterior al sujeto.

M. Klein y Joan Riviere afirman que las fantasías de identificación proyectiva actúan
en diversos estados patológicos, como la despersonalización y la claustrofobia.

La identificación proyectiva aparece, pues, como una modalidad de la proyección. Si


M. Klein habla aquí de identificación, lo hace en cuanto es proyectada la propia
persona. La utilización kleiniana del término concuerda con el sentido estricto que
tiende a reservarse en psicoanálisis al término «proyección»: expulsión al exterior
de lo que el sujeto rechaza en sí, proyección de lo malo.

Tal acepción deja sin resolver el problema de saber si es posible distinguir en la


identificación ciertas modalidades en las que es el sujeto quien se asimila al otro, y
algunas modalidades en las que es el otro el que es asimilado al sujeto. El agrupar
estas últimas bajo el título de identificación proyectiva supone una atenuación del
concepto psicoanalítico de proyección. En consecuencia, puede considerarse
preferible una distinción como la de identificación centrípeta e identificación
centrífuga.

Texto N° 19

SEGAL: “INTRODUCCIÓN A LA OBRA DE M. KLEIN”.

La posición esquizo-paranoide y la depresiva son fases del desarrollo. Subdivisiones


de la etapa oral, ocupando los tres o cuatro primeros meses y siendo seguido por la
última en la segunda mitad del año. La posición esquizo-paranoide se caracteriza
por el hecho de que el bebé no reconoce personas, sino que se relaciona con
objetos parciales y por el predominio de la ansiedad paranoide y de procesos de
escisión. El reconocimiento de la madre como objeto total marca el comienzo de la
posición depresiva, que se caracteriza por la relación con objetos totales y por el
predominio de la integración, ambivalencia y ansiedad depresiva y culpa. Posición
porque implica una configuración específica de relaciones objetales, ansiedades,
defensas y persistente a lo largo de toda la vida. La integración lograda nunca es

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

total y las defensas contra el conflicto depresivo producen regresión a fenómenos


esquizo-paranoides, de modo que el individuo puede oscilar siempre entre
ambas posiciones. La forma de integración de las relaciones objetales durante la
posición depresiva queda como base de la estructura de la personalidad.

La neurosis infantil es una defensa contra ansiedades paranoides y depresivas y


una forma de ligarlas y elaborarlas. A medida que continúan los procesos
integradores iniciados durante la posición depresiva, disminuye la ansiedad y la
reparación, la sublimación y la creatividad reemplazan a los mecanismos de
defensa.

CAPÍTULO I: FANTASÍA.

El superyó se debe a una introyección, en la fantasía, de una figura paternal,


distorsionada por las proyecciones mismas del niño. Lo que determina el estado
psíquico del sujeto es la naturaleza de estas fantasías inconscientes y su relación
con la realidad externa.

La fantasía inconsciente es la expresión mental de los instintos y existe desde el


comienzo de la vida, los instintos son buscadores de objetos. En el aparato mental
se experiencia al instinto vinculado con la fantasía de un objeto adecuado a él.
Para cada impulso instintivo hay una fantasía correspondiente, al deseo de comer le
corresponde la fantasía de algo comestible, que satisfaría ese deseo: el pecho.
Crear fantasías es una función del yo, la concepción de la fantasía como
expresión mental de los instintos por mediación del yo supone mayor grado de
organización yoica, desde el nacimiento es capaz de establecer relaciones objetales
primitivas en las fantasías y en la realidad. Desde el momento del nacimiento el
bebé se tiene que enfrentar con el impacto de la realidad. La fantasía no es tan solo
una fuga de la realidad, es una constante de las experiencias reales, en constante
interacción con ellas. Fantasía es también una defensa contra la realidad interna.

Tempranas relaciones objetales proyectivas e introyectivas han revelado fantasías


de objetos introyectados en el yo desde la más temprana infancia, comenzando por
la introyección de los pechos ideal y persecutorio. Primero se introyectan objetos
parciales: el pecho y luego el pene. Después se introyectan objetos totales: la
madre, el padre, la pareja parental. Cuanto más temprana es la introyección, más
fantásticos son los objetos introyectados y más distorsionados están. A medida que
prosigue el desarrollo los objetos internos se aproximan más a las personas reales
del mundo exterior.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

El yo se identifica con algunos de estos objetos: identificación proyectiva.


Estos objetos son asimilados por el yo y contribuyen a su desarrollo y
características. Otros permanecen como objetos internos separados y el yo
mantiene relación con ellos. La estructura de la personalidad está determinada
por las fantasías más permanentes del yo sobre sí mismo y los objetos que
contiene.

CAPÍTULO II: LA POSICIÓN ESQUIZO-PARANOIDE.

Al nacer, hay suficiente Yo como para sentir ansiedad, utilizar mecanismos de


defensa y establecer primitivas relaciones objetales en la fantasía y la realidad. El
yo inmaduro del bebé está expuesto desde el nacimiento a la ansiedad
provocada por la innata polaridad de los instintos, está también expuesto al impacto
de la realidad externa, que le produce situaciones de ansiedad.

El yo se escinde y proyecta fuera su parte que contiene el instinto de muerte,


poniéndola en el objeto externo original: el pecho. El pecho llega a experimentarse
como malo y amenazador para el yo, dando origen a un sentimiento de persecución.
El miedo original al instinto de muerte se transforma en miedo a un perseguidor.
Parte del instinto de muerte que queda en el yo se convierte en agresión y se dirige
contra los perseguidores.

Se establece una relación con el objeto ideal. Así como se proyecta fuera el
instinto de muerte, para evitar la ansiedad que surge de contenerlo, así también se
proyecta la libido, a fin de crear un objeto que satisfaga el impulso instintivo del Yo a
conservar la vida. El yo proyecta parte de ella afuera, y la restante la utiliza para
establecer una relación libidinal con ese objeto ideal. El yo tiene relación con dos
objetos: el objeto primario, el pecho, está en esta etapa disociado en dos partes, el
pecho ideal y el persecutorio. La fantasía del objeto ideal se fusiona con
experiencias gratificadoras de ser amado y amamantado por la madre externa real,
que a su vez confirman dicha fantasía.

El objetivo del bebé es tratar de adquirir y guardar dentro de sí al objeto ideal, e


identificarse con este, que es para él quien le da vida y lo protege, y mantener fuera
el objeto malo y las partes del yo que contienen el instinto de muerte. La ansiedad
predominante de la posición esquizo-paranoide es que el objeto persecutorio se
introducirá en el yo y aniquilara tanto al objeto ideal como al yo. El estado del
yo y de sus objetos se caracteriza por la escisión.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

Contra la ansiedad de ser aniquilado el yo desarrolla una serie de mecanismos de


defensa, siendo el uso defensivo de la introyección y la proyección de lo malo.

En la identificación proyectiva se escinden y apartan partes del yo y objetos internos


y se los proyecta en el objeto externo, que queda entonces controlado por las partes
proyectadas e identificado con ellas. La identificación proyectiva tiene múltiples
propósitos: se la puede dirigir hacia el objeto ideal para evitar la separación o hacia
el objeto malo para obtener control de la fuente de peligro.

La identificación proyectiva comienza en cuanto se instala la posición esquizo-


paranoide en relación con el pecho, pero persiste y se intensifica cuando se percibe
a la madre como objeto total y la identificación proyectiva penetra en todo su cuerpo.

Todos los bebés tienen períodos de ansiedad, y las ansiedades y defensas que
constituyen el núcleo de la posición esquizo-paranoide son parte normal del
desarrollo humano. Una de las conductas de esta posición es la escisión, es lo que
permite al yo emerger del caos y ordenar las experiencias, ordenar el universo de
las impresiones emocionales y sensoriales del niño y es una condición previa para
la integración posterior.

El yo se identifica con el objeto ideal, adquiriendo mayor fuerza y capacidad para


enfrentarse con ansiedades sin recurrir a violentos mecanismos de defensa,
disminuye el miedo a los perseguidores y la escisión entre objetos persecutorios e
ideales.

CAPÍTULO III: ENVIDIA.

La privación externa impide la gratificación, pero, aunque el ambiente le proporcione


experiencias gratificadoras los factores internos pueden alterarlas.

La envidia temprana actúa desde el nacimiento y afecta las primeras experiencias


del bebé. La envidia es la más temprana y muestra que es una de las emociones
más primitivas fundamentales; se debe diferenciar de los celos y la voracidad.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

Los celos son necesariamente una relación de objeto total se basan en el amor y
su objetivo es poseer al objeto amado y excluir al rival; corresponden a una relación
triangular y a una época de la vida en que se reconoce y diferencia a los objetos.
La envidia es una relación de dos partes en que el sujeto envidia al objeto por
alguna posesión o cualidad. La envidia se experiencia en función de objetos
parciales.

El objetivo de la voracidad es poseer todo lo bueno que pueda extraerse del objeto,
sin considerar consecuencias. En la envidia, el objetivo es ser uno mismo tan bueno
como el objeto, pero cuando esto se siente imposible, el objetivo se convierte en
arruinar lo bueno que posee el objeto para suprimir la fuente de envidia. Es este
aspecto dañino de la envidia lo que la hace tan destructiva para el desarrollo, pues
convierte en mala a la fuente misma de todo lo bueno, de la que depende el bebé y
por ende impide la realización de buenas introyecciones.

La envidia, aunque surge del amor y la admiración primitivos, tiene un componente


libidinal menos intenso que la voracidad, y está impregnada de instinto de muerte.
Como ataca a la fuente de vida, se la puede considerar la primera
externalización directa del instinto de muerte, surge envidia en cuanto el bebé
reconoce en el pecho la fuente de vida y experiencias buenas.

La experiencia de satisfacción que este objeto puede proporcionar aumenta su amor


a él y su deseo de poseerlo, preservarlo y protegerlo, pero la misma experiencia le
provoca también el deseo de ser el mismo la fuente de semejante perfección,
experiencia dolorosa, sentimientos de envidia que le provocan el deseo de arruinar
las cualidades del objeto que le produce sentimientos tan penosos.

La envidia actúa utilizando la proyección y es este su mecanismo principal. Cuando


el bebé se siente lleno de ansiedad y de maldad y siente que el pecho es la fuente
de todo lo bueno, quiere por envidia estropear el pecho proyectándole partes malas
y dañinas de sí mismo, en su fantasía, lo ataca escupiéndole, defecándole. A
medida que prosigue el desarrollo continúan estos ataques, dirigidos ahora al
cuerpo de la madre y a sus bebés, y a la relación entre los padres. Los objetos
destruidos son fuente de persecución y de culpa, surge así un círculo vicioso, en
que la envidia impide una buena introyección y esto a su vez incrementa la envidia.

La gratificación que produce el pecho estimula admiración, amor y a la vez


envidia. Estos sentimientos entran en conflicto en cuanto el yo comienza a
integrarse y si la envidia no es abrumadora, la gratitud supera y atempera la envidia.
A medida que aumenta la gratificación, disminuye la envidia. La envidia del

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pecho de la madre se desplaza al pene del padre, incrementando la rivalidad con el


padre.

CAPÍTULO IV: LA POSICIÓN DEPRESIVA.

El manejo de las ansiedades de los primeros meses del desarrollo del bebé lleva a
organizar gradualmente su universo. A medida que los procesos de escisión,
proyección e introyección le ayudan a ordenar sus percepciones y emociones, y a
separar lo bueno de lo malo, el bebé se encuentra ante dos objetos: un objeto ideal
y un objeto malo. Ama al objeto ideal, trata de adueñarse de él, de conservarlo y
de identificarse con él. En el objeto malo ha proyectado sus impulsos agresivos y lo
siente como una amenaza para sí mismo y para su objeto ideal. Si el desarrollo se
efectúa en condiciones favorables, el bebé siente cada vez más que su objeto ideal
y sus propios impulsos libidinales son más fuertes que el objeto malo. Al disminuir la
proyección de los impulsos malos disminuye también el poder atribuido al objeto
malo.

Desde el principio hay una tendencia hacia la integración y a la escisión, a lo largo


de todo el desarrollo el bebé pasa por momentos de integración más o menos
completa. Cuando los procesos integradores se hacen más estables surge una
nueva fase del desarrollo: la posición depresiva.

Posición depresiva como la fase del desarrollo en que el bebé reconoce un objeto
total y se relaciona con dicho objeto. Este es un momento crucial del desarrollo
infantil. Cuando el bebé reconoce a su madre esto significa que ya la percibe como
objeto total. La madre como persona total, que puede ser buena y a veces mala,
estar presente o ausente y a la que puede amar y odiar al mismo tiempo, sus
experiencias proceden de la misma madre que es a la vez fuente de lo bueno y de
lo malo. Reconocer a la madre como persona total significa reconocerla como
individuo con una vida propia y con sus propias relaciones con otras
personas. El bebé descubre cuán desamparado esta, como depende totalmente de
ella y cuantos celos le provocan los demás.

Este cambio en la percepción del objeto es acompañado por un cambio en el yo,


pues a medida que la madre se convierte en objeto total, el yo del bebé se convierte
en un yo total, escindiéndose cada vez menos en sus componentes buenos y malos.
La integración del yo y del objeto prosiguen simultáneamente.

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Al percibir a la madre como objeto total el bebé puede recordarla, puede recordar
gratificaciones anteriores en momentos en que la madre parece frustrarlo y
anteriores experiencias de frustración mientras ella lo está gratificando. El bebé
reconoce que es una misma persona, él mismo, quien ama y odia a una misma
persona, su madre. Se enfrenta con conflictos vinculados con su propia
ambivalencia. Este cambio en el estado de la integración yoica y objetal trae
consigo un cambio en las ansiedades del bebé.

En la posición esquizo-paranoide el motivo principal de la ansiedad es que el


objeto malo llegue a destruir al yo. En la posición depresiva, las ansiedades brotan
de la ambivalencia y el motivo principal de la ansiedad del bebé es que sus propios
impulsos destructivos hayan destruido al objeto amado de quien depende. En la
posición depresiva se intensifican los procesos de introyección, esto se debe a la
disminución de los mecanismos proyectivos y en parte a que el bebé descubre
cuánto depende de su objeto, a quien ve ahora como una persona independiente
que puede alejarse de él. Esto aumenta su necesidad de poseer este objeto, de
guardarlo dentro de sí, de protegerlo de su propia destructividad.

La posición depresiva comienza en la fase oral del desarrollo, en que el amor y la


necesidad provocan el deseo de devorar.

El bebé bien integrado que puede evocar y conservar su amor por el objeto bueno,
incluso mientras lo odia, está expuesto a nuevos sentimientos: el duelo y la
nostalgia por el objeto bueno al que se siente perdido y destruido, y la culpa, una
experiencia depresiva típica provocada por el sentimiento de que perdió a su objeto
bueno por su propia destructividad.

La experiencia de depresión moviliza en el bebé el deseo de reparar a su


objeto destruido. Anhela compensar los daños que les ocasionó a sus fantasías
omnipotentes, restaurar y recuperar sus objetos de amor perdidos, y devolverles la
vida y la integridad. Como cree que la destrucción de su objeto se debe a sus
propios ataques destructivos, cree también que su propio amor y cuidados podrán
deshacer los efectos de su agresión. El conflicto depresivo es una lucha constante
entre la destructividad del bebé y sus impulsos amorosos y reparatorios. El fracaso
en la reparación conduce a la desesperación, el éxito a renovadas esperanzas. El
bebé resuelve gradualmente las ansiedades depresivas y recupera sus objetos
buenos al reparar a sus objetos en la realidad y en sus fantasías omnipotentes.

La posición depresiva marca un progreso crucial en el desarrollo y durante su


elaboración el bebé cambia radicalmente su concepción de la realidad. Al integrarse

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más su yo, al disminuir sus procesos de proyección y al empezar a percibir su


dependencia de un solo objeto externo y la ambivalencia de sus propios instintos y
fines, el bebé descubre su propia realidad psíquica. Advierte su propia existencia y
la de sus objetos como seres distintos y separados de él. Advierte sus impulsos y
fantasías, comienza a distinguir entre fantasía y realidad externa. El desarrollo del
sentido de la realidad psíquica está ligado al creciente sentido de la realidad
externa, y el bebé comienza a diferenciar ambas realidades. A lo largo del
desarrollo y elaboración de la posición depresiva el yo sé fortifica, gracias al
crecimiento y a la asimilación de objetos buenos, introyectados en el yo y en el
superyó. Una vez alcanzado este momento del desarrollo el bebé ha establecido su
relación con la realidad.

Cambia la relación con los objetos, el bebé adquiere la capacidad de amar y


respetar a las personas como seres separados. Puede reconocer como propios sus
impulsos, responsabilizarse con ellos y tolerar la culpa.

Cambia el carácter del superyó, los objetos ideales y persecutorios introyectados


durante la posición esquizo-paranoide forman las primeras raíces del superyó. El
objeto persecutorio es vivenciado como autor de castigos crueles. El objeto ideal,
con quien el yo anhela identificarse, se convierte en la parte del superyó,
correspondiente al ideal del yo, que también resulta persecutorio por sus elevadas
exigencias de perfección. Pero a medida que se afirma la relación de objeto
total, el superyó pierde algunos de sus aspectos monstruosos y se aproxima
más a una imagen de padres buenos y amados.

El dolor del duelo vivenciado durante la posición depresiva y los impulsos


reparatorios que se desarrollan para restaurar los objetos internos y externos
amados constituyen las bases de la creatividad y la sublimación. Estas actividades
reparatorias se dirigen tanto al objeto como al yo, se utilizan por preocupación y
culpa por el objeto, con el deseo de restaurarlo, interés de autoconservación. La
preocupación por el objeto cambia los fines instintivos y produce una inhibición de
los impulsos instintivos.

Génesis de la formación de símbolos, para proteger el objeto el bebé inhibe


sus instintos y los desplaza sobre sustitutos. Los procesos de sublimación y de
formación de símbolos están vinculados con conflictos y ansiedades de la posición
depresiva y son una consecuencia de estos. Cambia el clima de pensamiento, se
desarrolla la capacidad de establecer vinculaciones y de la abstraer, base del tipo
de pensamientos que esperamos del yo maduro.

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Cualquier pérdida de la vida posterior reaviva la ansiedad de perder el objeto interno


bueno y con ella todas las ansiedades sentidas durante la posición depresiva. Si el
bebé ha podido establecer un objeto interno bueno afianzado, las situaciones
anteriores de ansiedad depresiva no conducen a las enfermedades, sino a una
elaboración con enriquecimiento y creatividad.

CAPÍTULO V: DEFENSAS MANÍACAS.

Las experiencias de depresión que acometen al bebé cuando siente que ha


arruinado a la madre y su pecho se le hacen intolerables el yo utiliza todas las
defensas disponibles para evitarlas. Estas defensas pertenecen a dos categorías:
defensas maníacas y reparación. Cuando se pueden manejar las ansiedades
depresivas mediante la movilización de deseos reparatorios, dichas ansiedades
conducen a un mayor desarrollo del yo.

Las defensas maníacas desempeñan un papel esencial en el desarrollo,


protegen al yo de una desesperación total, cuando el dolor y la amenaza
disminuyen las defensas maníacas pueden ceder gradualmente su lugar a la
reparación (proceso más lento). La organización de estas defensas incluye
mecanismos de negación, escisión, idealización, identificación proyectiva.
Ahora están más organizadas, de acuerdo con una mayor integración del yo y
dirigidas a impedir la vivencia de ansiedad depresiva y la culpa. Esta vivencia se
debe que el yo ha adquirido una nueva relación con la realidad, el bebé descubre su
dependencia de la madre y el valor que ella tiene para él, junto con esta
dependencia, descubre su ambivalencia y en su relación con su objeto experiencia
sentimientos intensos, miedo a la pérdida, duelo, nostalgia y culpa. La organización
de las defensas maníacas tiene por objeto impedir que se experimente todo esto, se
dirigirán contra todo sentimiento de dependencia, que se evitará, negará o invertirá,
el bebé se defenderá de la ambivalencia renovando la escisión del objeto y de su
yo. Impiden que se experiencie la realidad psíquica.

La relación maníaca con los objetos se caracteriza por una tríada de sentimientos:
control, triunfo y desprecio. Estos sentimientos se corresponden con sentimientos
depresivos de valorar al objeto y depender de él, con el miedo a la pérdida y a la
culpa, y sirven de defensa contra ellos.

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Controlar al objeto es una manera de negar la propia dependencia de él, pero


es una manera de obligarlo a satisfacer una necesidad de dependencia, ya que un
objeto totalmente controlado es un objeto con el que se puede contar. El triunfo es
la negación de sentimientos depresivos ligados a la valoración e importancia
afectiva otorgada al objeto, se vincula con la omnipotencia, se relaciona con el
ataque infligido al objeto durante la posición depresiva y el triunfo experimentando al
derrotarlo, en especial cuando el ataque está determinado por la envidia.
Despreciar al objeto es también negar directamente cuanto se lo valora y
actúa como defensa contra la experiencia de pérdida y culpa. Un objeto
despreciable no se merece que uno sienta culpa por él y el desprecio hacia
semejante objeto se convierte en justificación para seguir atacándolo.

CAPÍTULO VI: REPARACIÓN.

Cuando el bebé entra en posición depresiva y siente que ha destruido a su madre,


su culpa y desesperación por haberla perdido le despiertan el deseo de restaurarla y
recrearla para recuperarla. Surgen los mismos deseos reparatorios en relación con
otros objetos amados, los impulsos reparatorios hacen progresar la integración. El
conflicto entre amor y odio se agudiza, el amor se ocupa de controlar la
destructividad como de reparar y restaurar el daño realizado. En el deseo y la
capacidad de restaurar al objeto bueno se basa la capacidad del yo para conservar
el amor y la relación a través de conflictos.

Las fantasías y actividades reparatorias resuelven las ansiedades de la


posición depresiva, reducen la ansiedad. Al crecer él mismo y restaurar a sus
objetos se acrecienta su confianza en su propio amor, en su propia capacidad de
restaurar su objeto interno y de conservarlo como objeto bueno incluso mientras los
objetos externos le exponen experiencias de privación.

Lo capacita para soportar la privación sin que lo abrume el odio, su propio odio lo
aterra menos al aumentar su confianza en que su amor puede restaurar lo que su
odio ha destruido. En la medida en que el yo ha restaurado y creado internamente el
objeto, este le pertenece cada vez más, el yo puede asimilarlo y el objeto contribuye
a su desarrollo, de ahí el enriquecimiento del yo a través del proceso de duelo.

Se utiliza también la prueba de la realidad: el bebé observa con preocupación y


ansiedad que efecto tienen sus fantasías sobre los objetos externos, y una parte

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

importante de su reparación consiste en aprender a renunciar al control omnipotente


de su objeto y aceptarlo tal cual es.

La reparación maníaca es una defensa en la medida en que su fin es reparar al


objeto sin que aparezcan sentimientos de culpa o de perdida, un rasgo esencial es
que se debe realizar sin reconocer la culpa. No se dirige nunca a los objetos
originales o a los internos, sino siempre objetos remotos, es necesario no sentir que
uno mismo daño al objeto destinatario de reparación y se siente al objeto inferior,
dependiente y despreciable. No puede haber verdadero amor ni valorización del
objeto que se repara porque esto amenazaría el retorno de sentimientos depresivos.
No proporciona una satisfacción duradera.

CAPÍTULO VII: LOS ESTADIOS TEMPRANOS DEL COMPLEJO DE EDIPO.

El Complejo de Edipo comienza a desarrollarse en la fase depresiva. Cuando el


bebé percibe a la madre como objeto total, cambia no sólo su relación con ella, sino
también su percepción del mundo. Advierte el importante vínculo que existe entre su
padre y su madre, esto prepara el terreno para el complejo de Edipo.

El bebé proyecta en los padres sus propios deseos libidinales y agresivos. Cuando
le dominan sus propios impulsos fantasea que sus padres están en coito continuo,
percibe a sus padres en función de sus propias proyecciones, le origina frustración
y envidia ya que percibe a los padres dándose sin cesar aquellas gratificaciones
que él desea para sí. Reacciona a esta situación con más fantasías, ataca a sus
padres y los percibe destruidos, pareja paternal interna destruida de la situación
edípica temprana. En su fantasía el pene o el padre son parte de la madre, su
idealización de ella le hace verla conteniendo todo lo deseable.

Este estadío temprano se caracteriza por la intensidad de la ambivalencia, el


predominio de tendencias orales y la elección de objeto sexual. Ambos progenitores
resultan deseables y a ambos se los odia, y el ataque principal se dirige a la relación
mutua. Los fines libidinales evolutivos del temprano fin oral que es la incorporación
oral del pecho o pene, a través de deseos uretrales y anales, al pleno deseo genital.

Tanto en el varón como en la niña, el primer objeto de deseo es el pecho de la


madre y al padre se lo percibe primero como rival. Pero ante las ansiedades
persecutorias y depresivas experimentadas en relación con la madre y su pecho, el
pene del padre se convierte en un objeto alternativo de deseo oral hacia el que la

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

criatura se puede dirigir apartándose del pecho. Evoluciona hacia una situación
genital, hacia el deseo de tener relaciones sexuales con él y de recibir bebes de él.

Surgen también sentimientos genitales hacia la madre, el anhelo de recuperar la


temprana relación con el pecho se transforma en el deseo de unión genital, y los
sentimientos depresivos relacionados con el daño que el niño siente que ha infligido
al cuerpo de la madre y a su pecho estimulan el desarrollo de las tendencias
genitales y el deseo de restaurar el cuerpo de la madre mediante un buen coito que
restituya al pene y los bebés, y llene sus pechos de leche.

A medida que avanza el desarrollo predomina el fin genital, fluctúa cada vez menos
la elección entre ambos padres. Se hace una elección más definida del progenitor
del sexo opuesto como objeto de deseos libidinales, a la vez que aumenta la
rivalidad y la identificación con el progenitor del mismo sexo. El sentido de la
realidad que trae consigo la percepción del propio sexo ayuda al niño a renunciar
parcialmente a sus deseos homosexuales y a aceptar el propio sexo. De este modo
se prepara gradualmente al escenario para el complejo de Edipo clásico en términos
genitales.

UNIDAD Nº 5. EL PENSAMIENTO DE DONALD WINNICOTT. LA ZONA


INTERMEDIA DE EXPERIENCIA.

El objeto transicional y los fenómenos transicionales. El espacio transicional. La


relación de objeto y el uso del objeto. Ilusión-Desilusión. De la dependencia hacia la
independencia. Función materna. Noción de sostén (holding). El medio circundante
facilitador. Madre Suficientemente Buena. La experiencia cultural.

Texto N° 20

WINNICOTT: “EL PROCESO DE MADURACIÓN EN EL NIÑO.”

CAPÍTULO 3: LA TEORÍA DE LA RELACIÓN PATERNO-FILIAL.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

El tema principal del presente ensayo se verá con mayor claridad mediante la
comparación del estudio de la infancia con el estudio de la transferencia
psicoanalítica. Esta exposición se refiere a la infancia.

En nuestro concepto de psicoanálisis no hay ningún trauma que quede fuera de


la omnipotencia del individuo. Queda relacionado con los procesos secundarios.
En el transcurso de un análisis se producen cambios cuando los factores
traumáticos penetran en el material psicoanalítico a la manera y dentro de la
omnipotencia del paciente. Las interpretaciones alternativas son las que pueden
hacerse en términos de proyección.

Durante la infancia al individuo le suceden cosas buenas y cosas malas que están
fuera de su alcance. De hecho la infancia es el periodo en el que se halla, en
proceso de formación, la capacidad del individuo para captar factores
externos y aplicarlos a su omnipotencia. El apoyo del ego proporcionado por los
cuidados maternos permite al niño vivir y desarrollarse pese a que todavía no sea
capaz de controlar lo bueno y lo malo del medio ambiente, ni sentirse responsable
de ello.

Volviendo al psicoanálisis, he dicho que el analista está dispuesto a esperar hasta


que el paciente pueda representar los factores ambientales, en términos que
permitan su interpretación en calidad de proyecciones. En un caso bien
escogido ello es el resultado de la capacidad de confianza del paciente, capacidad
que es redescubierta gracias a la seriedad profesional del psicoanalista. A veces,
este tiene que esperar mucho tiempo, es probable que el sentimiento de confianza
que inspire el analista sea el factor más importante debido a que el paciente no
experimentase dicho sentimiento como resultado de los cuidados maternos
recibidos durante la infancia; para que el paciente aproveche este sentimiento de
confianza será necesario que lo encuentre por primera vez en el comportamiento
del analista. Diríase que esta es la base para investigar el problema de lo que el
psicoanalista es capaz de hacer en el tratamiento de la esquizofrenia y otras
psicosis.

La paradoja estriba en que lo bueno y lo malo del medio ambiente infantil no


constituyen de hecho una proyección, aunque no por ello deja de ser necesario,
para el desarrollo normal del niño, que todo ello le parezca una proyección. Aquí
vemos en acción la omnipotencia y el principio de placer, pues sin dudas ambos
actúan en la más temprana infancia; el reconocimiento de un verdadero ―yo no‖ es
cosa del intelecto e inicio de un desarrollo sumamente avanzado de la madurez del
individuo.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

La mayor parte de las formulaciones referentes a la infancia que se encuentran en


los escritos de Freud son fruto del estudio analítico de adultos. En cierto modo, cabe
decir que Freud prestó poca o ninguna atención a la infancia como estado.

Las palabras, siempre y cuando incluyamos en él el cuidado recibido de la


madre revisten gran importancia. El niño pequeño y el cuidado materno forman
conjuntamente una unidad. Si se pretende estudiar la teoría de la relación paterno-
filial, será, por supuesto, necesario tomar una decisión sobre estas cuestiones, que
se refieren al verdadero significado de la palabra ―dependencia‖. No basta con que
se reconozca la importancia del medio ambiente. En todo debate sobre la teoría de
la relación paterno-filial se produce una escisión en dos campos antagónicos si
algunos de los participantes niegan que, en las primeras fases, el niño pequeño y
el cuidado materno se pertenecen mutuamente y son inseparables. Ambas
cosas, el niño pequeño y el cuidado materno, se separan y disocian cuando el
desarrollo sigue los cauces de la normalidad. La separación del cuidado materno
efectuada por algo que entonces denominamos ―criatura‖ o ―comienzos de un niño
en crecimiento‖. Esta idea queda expresada en las palabras con que Freud terminó
su nota: ―el predominio del principio de placer sólo finaliza cuando el niño haya
alcanzado una completa independencia psíquica de sus padres”.

LA PALABRA “CRIATURA”.

La palabra criatura se emplea para denominar al niño de muy corta edad. En los
escritos de Freud a veces parece que esta palabra sirve también para denominar al
niño hasta que alcanza la edad en que supera el complejo de Edipo.

En realidad, la palabra ―criatura‖ se refiere al niño que todavía no habla (infans);


asimismo, nos será de utilidad considerar que la infancia es la fase anterior a la
imagen mental de las palabras y al empleo de símbolos verbales. Así, pues, se
refiere a una fase en la que la criatura depende del cuidado materno, cuidado
que se basa más en la identificación emocional por parte de la madre que en la
comprensión de lo que se expresa o podría expresarse verbalmente.

Se trata en esencia de un período de desarrollo del ego (yo), desarrollo cuyo


principal rasgo es su integración. Las fuerzas del id (ello) claman en busca de
atención. Al principio son externas a la criatura. Lo normal es que el id se ponga al
servicio del ego, quien lo domina de modo que las satisfacciones del id se
conviertan en refuerzos del ego. Esto constituye un logro propio del desarrollo

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normal y, en la infancia existen muchas variaciones que dependen del relativo


fracaso de este logro. Es una infancia anormal, semejantes logros son mínimos o se
pierden tras conseguirlos.

Estoy definiendo así la teoría según la cual la principal razón de que durante el
desarrollo infantil la criatura, por lo general, aprenda a dominar el id (y el ego logre
incorporarlo) estriba en el cuidado materno, en que el ego materno complemente el
ego infantil y le de fuerza y estabilidad. Será necesario ver cómo ocurre esto y
también de que forma el ego infantil acaba liberándose del apoyo del ego materno,
de tal forma que la criatura alcanza una independencia mental con respecto a la
madre, es decir, una diferenciación que le otorga una personalidad propia.

Para estudiar la relación paterno-filial primero hace falta intentar un breve resumen
de la teoría del desarrollo emocional infantil.

DATOS HISTÓRICOS.

La primera hipótesis formulada en este sentido dentro de la teoría psicoanalítica


hacía referencia al id y a los mecanismos de defensa del ego. Se daba a
entender que el id aparecía en escena muy pronto, siendo rasgos principales de la
psicología clínica el descubrimiento y descripción, por parte de Freud, de la
sexualidad pregenital basándose en su observación de los elementos regresivos
hallados en las fantasías genitales, en el juego y en los sueños.

Poco a poco fueron formulándose los mecanismos de defensa del ego. Se dio por
sentado que estos mecanismos estaban organizados en relación con la ansiedad
producida o bien por la tensión instintiva o por la pérdida de objeto. En esta
primera fase la angustia no está relacionada con la castración o la separación, sino
que se refiere a cosas muy distintas; de hecho, se trata de una angustia relativa a
la posibilidad de aniquilamiento.

En la teoría psicoanalítica los mecanismos de defensa del ego corresponden en


gran parte a la idea de un niño poseedor de independencia, de una organización de
defensa verdaderamente personal. Dentro de estos límites, las investigaciones de
Klein amplían la teoría freudiana al clarificar la interrelación existente entre las
angustias primitivas y los mecanismos de defensa. Llama la atención sobre la
importancia de los impulsos agresivos y destructivos. Asimismo, Klein efectúa una
disección de las primeras defensas contra las angustias primitivas, angustias

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que pertenecen a las primeras fases de la organización mental (escisión,


proyección, introyección).

Lo que se describe en el trabajo de Klein corresponde a las primeras fases de la


vida de la criatura y al período de dependencia, que es objeto del presente
estudio. Melanie Klein dejó bien claro que reconocía la importancia del medio
ambiente en este período y en todas las demás fases. No hay nada en la obra de
Klein que contradiga la idea de dependencia absoluta, pero me parece que tampoco
hay en ella ninguna referencia específica a una fase en la que la criatura exista
solamente en virtud del cuidado materno, junto con el cual forma una unidad.

El estudio de las defensas del ego hace que el investigador se remonte a las
manifestaciones pregenitales del id, mientras que el estudio de la psicología del ego
lo hacen retroceder hasta la dependencia, hasta la unidad cuidado materno-criatura.

Una de las dos mitades de la teoría de la relación paterno-filial se refiere a la


criatura: aquella según la cual la criatura efectúa el recorrido desde la dependencia
absoluta, pasa por la dependencia relativa; y, paralelamente, su recorrido desde el
principio de placer hasta el principio de realidad, y desde el autoerotismo hasta las
relaciones objetales. La otra mitad se refiere al cuidado materno, es decir, a las
cualidades y cambios que se producen en la madre con el fin de satisfacer las
necesidades específicas que van desarrollándose en la criatura hacia la que ella
está orientada.

I.LA CRIATURA:

La palabra clave en esta parte del estudio es dependencia. Las criaturas


humanas no pueden empezar a ser, salvo en ciertas condiciones. Las criaturas
humanas empiezan a ser de distintas maneras, según las condiciones sean
favorables o desfavorables. Las condiciones al mismo tiempo no determinan el
potencial de la criatura, sino que ésta lo hereda. Este potencial heredado por el
individuo puede estudiarse como tema aparte a condición de que en todo momento
se acepte que el potencial heredado por la criatura no puede llegar a ser una
criatura a menos que vaya ligado al cuidado materno.

El potencial heredado incluye la tendencia al crecimiento y al desarrollo. Es probable


que en cada niño las fases de desarrollo tengan su propia fecha. Sin embargo, estas
fechas no sólo varían de niño en niño, sino que, además aún conociéndolas de
antemano en el caso de un determinado niño, no podríamos utilizarlas como medio

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

de predecir el desarrollo real del niño debido al otro factor: el cuidado materno (no
nos referimos a un cuidado materno adecuado sólo en sentido físico; el significado
de la adecuación y de la inadecuación en este contexto se comenta más adelante).

POTENCIAL HEREDADO Y SU SUERTE:

Potencial heredado: para que su desarrollo culmine en una criatura y de allí en un


niño que se encamine hacia una existencia independiente. El resumen debe
hacerse dando por existente un cuidado materno satisfactorio; entendiéndose por
―cuidado materno‖ el recibido tanto de la madre como del padre. Este cuidado puede
clasificarse en tres fases:

a) Sostenimiento;

b) convivencia de la madre y la criatura. En esta fase la función del padre (ocuparse


del medio ambiente en beneficio de la madre) es desconocida por la criatura;

c) convivencia de los tres: madre, padre, criatura.

Sostenimiento se refiere al conjunto de condiciones ambientales que antecede al


concepto de convivencia. Una relación tridimensional o espacial a la que
gradualmente se le va sumando el factor tiempo. Esta relación coincide en parte con
las experiencias instintivas que con el tiempo determinarían las relaciones objetales.
Incluye el uso de experiencias inherentes a la existencia, tales como la terminación
de procesos que corresponden al psiquismo de la criatura.

El término convivencia entraña relaciones objetales y la salida de la criatura de


su estado de fusión con la madre o su percepción de los objetos como externos a él
mismo.

DESARROLLO DE LA CRIATURA DURANTE LA FASE DE SOSTENIMIENTO:

Algunas características del desarrollo de la criatura durante esta fase. Es justamente


esta fase donde lo siguiente constituye una realidad viva;

- el proceso primario;

- la identificación primaria;

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- el autoerotismo;

- el narcisismo primario.

En esta fase el ego pasa de un estado no integrado a una integración


estructurada, de manera que la criatura adquiere la capacidad de experimentar la
angustia asociada con la desintegración. La palabra «desintegración» empieza a
tener sentido, lo cual no sucedía antes de que la integración del ego se hiciese
realidad. El resultado de la marcha normal del desarrollo de la criatura durante esta
fase consiste en la consecución de lo que podríamos denominar su «status o
condición de unidad». La criatura se convierte en persona, en individuo por
derecho propio.

Esta consecución lleva asociada la existencia psicosomática de la criatura, que


empieza a adoptar una pauta personal; es decir, la psique habita en el soma. La
base para ello la constituyen las experiencias motoras, sensoriales y funcionales de
la criatura enlazadas con su nueva condición de persona. Un nuevo paso en el
desarrollo se produce al aparecer lo que podríamos llamar una «membrana
restrictiva» que, dentro de la normalidad, cabe equiparar en cierto modo a la
superficie de la piel y se encuentra situada entre el «yo» y el «no yo» de la criatura.
De este modo, la criatura entra en posesión de un interior y de un exterior, y de un
esquema corporal. Y también de este modo adquiere sentido la función de recibir y
dar.

Durante la fase de sostenimiento se inician otros procesos, de los cuales el más


importante es el despertar de inteligencia y el comienzo de una mente
claramente diferenciada de la psique.

En la criatura empiezan a sumarse dos raíces del comportamiento impulsivo. El


término «fusión» indica el proceso positivo por medio del cual los elementos difusos
pertenecientes al movimiento y al erotismo muscular se funden (en los casos
normales) con el funcionamiento orgiástico de las zonas erógenas.

Una nueva etapa evolutiva la representa la capacidad para las relaciones


objetales. En ella la criatura pasa de una relación con un objeto concebido
subjetivamente a una relación con un objeto percibido objetivamente. Este cambio
se encuentra íntimamente ligado con el paso, por parte de la criatura, de un estado
de fusión con la madre a otro de separación o de relación con ella como unidad
independiente. Esta evolución no está relacionada de manera específica con el
sostenimiento, sino que lo está con la fase de convivencia.

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DEPENDENCIA.

En la fase de sostenimiento la criatura se encuentra en una fase de máxima


dependencia. Sería posible clasificar la dependencia de este modo:

a) Dependencia absoluta: en este estado la criatura no dispone de ningún medio


de saberse receptora del cuidado materno, que consiste en una cuestión de
profilaxis. La criatura no puede asumir el control de lo que está bien hecho y de lo
que está mal hecho; su posición se limita a beneficiarse de lo primero o salir
perjudicado por lo segundo.

b) Dependencia relativa: Aquí la criatura puede ser consciente de la necesidad de


detalles del cuidado materno y, en creciente medida, es capaz de relacionarlos con
un impulso personal y más tarde, en un tratamiento psicoanalítico, puede
reproducirlos en la transferencia.

c) Hacia la independencia: La criatura crea medios que le permitan prescindir de


un cuidado ajeno real. La consigue mediante la acumulación de recuerdos del
cuidado recibido, la proyección y la introyección de detalles del cuidado, con el
desarrollo de confianza en el medio ambiente.

AISLAMIENTO DEL INDIVIDUO.

Otro fenómeno que es necesario estudiar en esta fase es la ocultación del núcleo
de la personalidad. La personalidad central, es el potencial heredado en fase de
experimentación de una continuidad existencial y de adquisición, a su modo y ritmo,
de una realidad psíquica personal y de un esquema corporal propio. El concepto de
aislamiento de esta personalidad central es característica de normalidad. En esta
fase primeriza, cualquier amenaza que se cierna sobre este aislamiento de la
personalidad verdadera constituye una considerable fuente de angustia. Las
defensas propias de la primera infancia aparecen en relación con la incapacidad
materna (o del cuidado materno) para evitar los peligros que amenazan con
trastornar este aislamiento.

Puede que la organización del ego se enfrente a estos peligros y los ponga al
servicio de la omnipotencia de la criatura, haciendo que sean percibidos como
proyecciones. Puede suceder, por el contrario, que estos peligros atraviesen las

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

defensas a pesar del apoyo prestado al ego por el cuidado materno. Entonces el
núcleo central del ego se ve afectado, lo cual constituye la verdadera naturaleza
de la angustia psicótica.

La mejor defensa consiste en la organización de una personalidad falsa. Ejemplo:


un bebé está siendo amamantado lo cual le produce satisfacción. El hecho en sí no
nos indica si el bebé está viviendo una experiencia del Id. de carácter ego-sintónico
o si, por el contrario, está sufriendo un trauma de seducción una amenaza para la
continuidad de su ego personal, amenaza representada por una experiencia del id
que no es ego-sintónica y que el ego es incapaz de combatir.

ANIQUILAMIENTO.

En estas primeras fases de la relación paterno-filial la angustia está relacionada


con la amenaza de aniquilamiento.

En este lugar, que se caracteriza por la existencia esencial de un medio ambiente


que sostiene, el «potencial heredado» se está convirtiendo en una «continuidad
de la existencia». La alternativa a ser o existir es reaccionar, y el reaccionar
interrumpe el ser o existir y, por tanto, aniquila. La existencia y el aniquilamiento
son las dos alternativas. Así, pues, el medio ambiente sostenedor tiene por
función principal la reducción al mínimo de los peligros. En condiciones favorables,
la criatura inicia una continuidad de existencia y luego empieza a crear los
mecanismos más complejos que posibilitarán la colocación de los peligros al
servicio de la omnipotencia. En esta etapa, la muerte no significa nada hasta la
aparición del odio y del concepto de «persona humana total». Cuando es posible
odiar a una persona humana total, entonces la muerte tiene un significado. A todo
esto, sigue de cerca lo que podríamos llamar «el deseo de herir»: la persona
odiada y amada es mantenida en vida castrándola o bien hiriéndola en vez de
matándola.

2. LA MISIÓN DEL CUIDADO MATERNO.

En el presente estudio el concepto de sostenimiento reviste importancia y será


necesario desarrollarlo más. En este contexto, la palabra sostenimiento se utiliza
para hacer referencia al estado de la relación criatura-madre al principio cuando la
criatura todavía no ha extraído una personalidad propia del cuidado materno del que
depende por completo.

En esta fase la criatura necesita unas condiciones ambientales que poseen ciertas
características:

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

- Que satisfagan sus necesidades fisiológicas, y

- que sean estables, dignas de confianza, si bien las condiciones


ambientales no son estables desde el punto de vista mecánico. Lo son de
un modo que entraña la identificación emocional de la madre.

El sostenimiento:

- protege contra la afrenta fisiológica;

- toma en cuenta la sensibilidad epidérmica de la criatura (temperatura,


tacto, sensibilidad auditiva, visual, a las caídas), así como el hecho de que
la criatura desconoce la existencia de todo lo que no sea ella misma;

- incluye toda la rutina de cuidados a lo largo del día y de la noche que no es


nunca la misma en dos criaturas y distintas ya que forma parte de ellas y
no hay dos criaturas iguales;

- sigue los cambios tanto físicos como psicológicos imperceptibles que día a
día van teniendo lugar en el crecimiento y desarrollo de la criatura.

El sostenimiento comprende en especial el hecho físico de sostener la criatura en


brazos y que constituye una forma de amar. Esto conduce a la instauración de las
primeras relaciones objetales de la criatura y a sus primeras experiencias de
satisfacción instintiva.

La base de la satisfacción instintiva y de las relaciones objetales consiste en la


manipulación y cuidados prestados a la criatura y que cuando todo va bien, se
dan por sentados con demasiada facilidad.

La salud mental del individuo, es decir, el hecho de que esté libre de psicosis o
propensión a ella (esquizofrenia), se apoya en este cuidado materno, en el que
apenas se repara cuando no hay complicaciones y que es continuación de la
provisión fisiológica que caracteriza al estado prenatal. Los mecanismos de defensa
por escisión, las proyecciones, las introyecciones y demás, son un intento de
enunciar los efectos de la falta de provisión ambiental en términos del individuo.
Este estudio sobre los mecanismos primitivos nos da solamente una visión parcial.

EXAMEN DE UN DETALLE DEL CUIDADO MATERNO:

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

La criatura se halla fusionada con la madre, y mientras así sea, cuanto más se
aproxime ésta a la comprensión exacta de las necesidades de la criatura mejor será.
Sin embargo, se produce un cambio al llegar el final de esta fusión, final que no
tiene por qué ser gradual. Tan pronto la madre y la criatura se encuentren
separadas, desde el punto de vista de la segunda, se observará que la madre tiende
a un cambio de actitud. Parece que la madre sepa que la criatura posee una nueva
capacidad: la de emitir una señal que indique la necesidad que la madre debe
atender. Al finalizar la fusión, cuando la criatura se ha separado del medio
ambiente, uno de los rasgos importantes de la nueva situación es que la criatura
tiene que dar una señal. Esta sutileza la vemos claramente en la transferencia
durante nuestro trabajo analítico.

Las madres que han tenido varios niños empiezan a dominar tanto la técnica de ser
madre, que hacen todo lo que deben hacer en el momento adecuado, y entonces la
criatura que ha empezado a separarse de la madre no dispone de medio alguno
para asumir el control de todo lo bueno que tiene lugar a su alrededor. El gesto
creador, el llanto, la protesta, todos los signos pequeños que deberían producir la
acción de la madre, todas estas cosas faltan, y no aparecen porque la madre ya ha
satisfecho la necesidad, igual que si la criatura siguiera fusionada con ella y ella con
la criatura. Así, la madre, al ser en apariencia tan buena madre, hace algo peor que
castrar a la criatura: dejarla ante dos alternativas; la de hallarse en un estado
permanente de regresión y de fusión con la madre o, por el contrario, llevar a cabo
un rechazo total de la misma, incluso de aquella que en apariencia es una buena
madre.

Los niños, en un momento dado estarán fusionados con la madre y necesitarán de


su identificación emocional, y en cuestión de segundos se hallarán separados de
ella, y entonces, si la madre conoce de antemano sus necesidades, se convertirá en
un peligro, en una especie de bruja. Resulta muy extraño que las madres apenas
instruidas se adapten satisfactoriamente a semejantes cambios, y que lo hagan sin
tener ningún conocimiento de la teoría.

DESCONOCIMIENTO DEL CUIDADO MATERNO SATISFACTORIO.

Cuando las cosas van mal el niño cobra conciencia, no del fallo del cuidado
materno, sino de los resultados de dicho fallo, sean cuales fueren; es decir, la
criatura se da cuenta de la reacción ante algún hecho conflictivo. El resultado
de un buen cuidado materno consiste en que la criatura lleva en sí una continuidad

127
Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

existencial que constituye la base de la fuerza del ego; mientras que el fallo de dicho
cuidado produce la interrupción de esa continuidad a causa de las reacciones
provocadas por las consecuencias del fallo en cuestión, con el consiguiente
debilitamiento del ego.

3. LOS CAMBIOS EN LA MADRE.

Es importante en este contexto examinar los cambios que tienen lugar en las
mujeres que están a punto de tener un hijo o que acaban de tenerlo. Estos
cambios empiezan con el hecho físico de llevar la criatura en el vientre. Dentro
de la normalidad, las mujeres experimentan cambios en su orientación hacia sí
mismas y hacia el mundo; pero, por muy arraigados en la fisiología que estén dichos
cambios, son susceptibles de sufrir deformaciones a causa de mala salud mental en
la mujer.

Los cambios fisiológicos sensibilizan a la mujer para los cambios psicológicos. La


madre desvía parte de su sentimiento propio hacia el bebé que crece dentro de ella.

Existe una psicopatología de estos cambios de orientación, siendo los casos de


anormalidad extrema objeto de estudio de quienes se ocupan de la psicología de la
locura puerperal.

Por regla general, las madres se identifican, de una y otra forma, con el bebé que
crece en sus entrañas, lo cual les permite emplear una potente capacidad para intuir
las necesidades del bebé. Se trata de una identificación proyectiva. Esta
identificación con el bebé dura cierto tiempo después del alumbramiento y luego,
poco a poco, pierde importancia.

La madre que no adolece de ninguna deformación en este sentido se muestra


dispuesta a aflojar su identificación con la criatura a medida que esta se va
separando necesariamente de ella. Es posible proveer un buen cuidado inicial pero
no lograr completar el proceso debido a la incapacidad para permitir que llegue a su
fin natural, con lo que la madre tiende a permanecer fusionada a la criatura y a
demorar la separación.

La madre, por medio de su identificación con la criatura, sabe cómo se siente esta y,
por tanto, es capaz de darle casi exactamente todo cuanto necesita en forma de
sostenimiento y de provisión de un medio ambiente general. Sin tal identificación la
madre no aportará lo que la criatura necesita al principio: una adaptación viva a

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

sus necesidades. Lo principal es el sostenimiento físico, base de todos los demás


aspectos, más complejos, del sostenimiento de la provisión ambiental en general.

Habrá veces en que la apreciación materna de las necesidades del bebé no se


ajustará a la realidad. Sin embargo, lo corriente es que las madres no
deformadas por la mala salud y por la tensión ambiental cotidiana tiendan, en
conjunto, a saber, con suficiente exactitud cuáles son las necesidades de sus
hijos y, además, gusten de satisfacerlas. He aquí la esencia del cuidado materno.

Con «el cuidado que recibe de su madre» toda criatura es capaz de tener una
existencia personal, y así empieza la evolución de lo que podría denominarse una
continuidad existencial. Partiendo de esta continuidad, el potencial heredado va
desarrollándose hasta convertirse en una criatura individual. Si el cuidado materno
no es lo bastante bueno, entonces la criatura no llega realmente a tener una
existencia, ya que no hay ninguna continuidad existencial; en su lugar, su
personalidad se edifica sobre una serie de reacciones provocadas por los conflictos
ambientales.

RESUMEN:

1. Se lleva a cabo un examen de la infancia; ello no equivale a un examen


de los mecanismos mentales primitivos.
2. El principal rasgo de la infancia es la dependencia, de la que se habla en
términos de ambiente sostenedor.
3. Todo estudio de la infancia debe dividirse en 2 partes: a) el desarrollo de
la criatura facilitado por un cuidado materno satisfactorio. b) el
desarrollo de la criatura deformado por un cuidado materno que no es lo
bastante satisfactorio.
4. Es posible afirmar que el ego de la criatura es débil, pero es fuerte
gracias al apoyo del cuidado materno.
5. Una serie de procesos en la madre (y el padre) ocasionan un estado
especial en el que el padre o la madre están orientados hacia la criatura
y por ellos, se hallan en una situación de satisfacer su dependencia.
6. Se llama la atención sobre diversas formas en que estas condiciones
inherentes a lo que se denomina ambiente sostenedor pueden o no
aparecer en la transferencia si la criatura es sometida al análisis.

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CAPÍTULO 5: DE LA DEPENDENCIA A LA INDEPENDENCIA EN EL


DESARROLLO DEL INDIVIDUO.

LA SOCIALIZACIÓN.

La madurez del ser humano es un término que entraña no sólo el crecimiento


personal del individuo sino también su socialización. Digamos que, en la salud, o en
la normalidad (términos que son casi sinónimos de madurez), el adulto es capaz de
identificarse con la sociedad sin tener que sacrificar excesivamente su
espontaneidad personal. Se nos deja insertos en determinadas condiciones sociales
que constituyen un legado que tenemos que aceptar y, si hace falta, alterar; es esto
lo que entregamos a quienes vienen detrás de nosotros.

La independencia jamás es absoluta. El individuo sano no queda aislado, sino que


se relaciona con el medio ambiente de tal forma que el individuo y el medio podrían
calificarse de interdependientes.

EL RECORRIDO

El paso de la dependencia a la independencia es equiparable a un viaje. Cada ser


humano debe emprenderlo; muchos llegan hasta un punto no muy alejado de su
destino, y alcanzan la independencia llevando en sí mismos un sentido social. Eso
es un crecimiento sano o normal.

Al hablar de la salud en este contexto, se refiere tanto a la salud del individuo como
a la sociedad ya que la madurez plena, del individuo no es posible dentro de un
marco social inmaduro o enfermo.

TRES CATEGORÍAS.

Necesito tres categorías en lugar de dos, no basta con dependencia e


independencia.

1- Dependencia absoluta.

2- Dependencia relativa.

3- Hacia la independencia.

DEPENDENCIA ABSOLUTA.

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En primer lugar, llamaré su atención sobre las primeras fases del desarrollo
emocional de toda criatura. Al principio la criatura depende por completo de la
provisión física aportada por la madre, ya sea en su vientre o por medio de los
cuidados que presta al hijo una vez nacido. No obstante, en términos de la
psicología el niño es a la vez dependiente e independiente. Esta paradoja se debe
investigar. Por un lado, está todo lo que la criatura hereda incluyendo los procesos
de maduración y tal vez también ciertas tendencias patológicas; todo ello tiene una
realidad propia y nadie puede alterarlo. Al mismo tiempo la evolución de los
procesos de maduración dependen la provisión ambiental. Cabe decir que el medio
ambiente posibilita la marcha ininterrumpida de los procesos de maduración. Pero el
medio ambiente no hace al niño; en el mejor de los casos, lo que hace es permitirle
realizar su potencial.

El término «procesos de maduración» se refiere a la evolución del ego y de la


personalidad, e incluye toda la teoría del id, de los instintos y sus vicisitudes, así
como las defensas en el ego en relación con el instinto.

Lo que será esa criatura en un futuro escapa al control de los demás. Los padres
dependen de las tendencias heredadas por la criatura. ¿Qué es lo que pueden
hacer los padres si no pueden hacer a su propio hijo? La respuesta es que pueden
hacer mucho. Pueden proveer lo necesario para que el niño esté sano, en el sentido
de que alcance la madurez propia de cada etapa de su vida. Si el éxito los
acompaña en esta tarea, entonces los procesos de maduración de la criatura
reciben satisfacción y, por tanto, pasan a formar parte del niño.

Sucede que esta adaptación a los procesos de maduración de la criatura es algo


sumamente complejo y exige muchísimo de los padres. Al principio es la misma
madre quien constituye el medio ambiente posibilitador, para lo cual necesita apoyo.
Quien mejor apoyo puede prestarle es el padre de la criatura, la abuela materna, la
familia y el medio ambiente social más inmediato.

La madre se encuentra en un estado especial que Winnicott llamó «preocupación


maternal primaria», aunque eso no significa que la denominación sea
forzosamente acertada; pero lo cierto es que durante las decadencias del embarazo
y primeras semanas después del parto, la madre se entrega la tarea del cuidado del
niño; la madre se halla muy identificada con el bebé y sabe muy bien cómo se
siente. La misma madre se halla en estado de dependencia y de vulnerabilidad. Es
para describir esta fase que utilizó las palabras “dependencia absoluta” al
referirse al estado del bebé.

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Así es como la naturaleza dispone lo que el niño necesita: un elevado grado de


adaptación.

En los primeros tiempos del psicoanálisis la palabra «adaptación» sólo podía tener
un significado: la satisfacción de las necesidades instintivas de la criatura. Así,
existe el desarrollo total del ego infantil, con sus propias necesidades. A este
respecto diremos que ―la madre no abandona a su hijo‖, si bien puede y debe
frustrarlo en el sentido de satisfacer las necesidades instintivas. Resulta asombroso
lo bien que las madres satisfacen las necesidades del ego de sus hijos.

Siempre hay unas cuantas que son incapaces de la entrega total necesaria en esta
primera fase.

Dada su variedad, será mejor describir las necesidades del ego. El mejor ejemplo lo
constituye posiblemente la cuestión del sostenimiento. Nadie es capaz de sostener
un bebé en brazos a menos que sepa identificarse con él. También podría
recordarles lo de la temperatura del baño, que la madre comprueba con la mano o
con el codo; la criatura se limita a tomar por sentado que estará a la temperatura del
cuerpo. Todo se reduce a una cuestión de que la existencia de la criatura se vea o
no amenazada.

Todos los procesos de una criatura viva constituyen una continuidad existencial,
una especie de programa o plan detallado para la existencia. La madre que sabe
entregarse durante un breve período a esta su misión natural, sabe igualmente
proteger la continuidad existencial de su hijo. Todas las amenazas, conflictos o
fallos de adaptación suscitan en la criatura una reacción que corta la citada
continuidad. Si tales reacciones marcan la pauta en la vida de una criatura, se
producirá una grave interferencia en la tendencia natural a convertirse en una
unidad integrada, capacitada para conservar una personalidad dotada de pasado,
presente y futuro. Con la ausencia relativa de reacciones ante amenazas,
etcétera, las funciones corporales de la criatura proporcionan una buena base
sobre la que edificar un ego corporal.

La adaptación sensible a las necesidades del ego de la criatura dura únicamente un


breve período. La criatura no tarda en encontrarle gusto a obtener algo positivo de
las rabietas causadas por lo que podríamos denominar “pequeños fallos de
adaptación”. Pero para entonces la madre ya empieza a reemprender su propia
vida, se independiza relativamente de las necesidades de su criatura. Una madre
que no sepa ir fallando poco a poco en lo que hace a la adaptación sensible sí
fallará en otro sentido: fallará en dar a la criatura motivos de enfado. La criatura que

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no tenga ningún motivo de enfado se encuentra con grandes dificultades al tratar de


unir la agresión con el amor.

Durante la fase de dependencia absoluta la criatura no dispone de medio alguno


que le permita ser consciente de la provisión materna.

DEPENDENCIA RELATIVA.

Podemos distinguir entre la dependencia que se halla completamente fuera del


alcance del niño (dependencia absoluta) y la dependencia de la que el niño puede
conocer algo, (dependencia relativa).

La fase de la dependencia relativa, consiste en una fase de la adaptación en la que


esta va disminuyendo poco a poco. La gran mayoría de las madres están
capacitadas para aportar una desaparición gradual que esté perfectamente
acoplada a la rapidez con que el niño vaya haciendo progresos. Así, por ejemplo,
nos encontramos con el comienzo de la capacidad de comprensión intelectual.
Imaginen una criatura en espera de que la alimenten: llegará un tiempo sabrá
esperar unos minutos, porque los ruidos que llegan de la cocina anuncian la pronta
aparición de la comida. En lugar de excitarse a causa de estos ruidos, la criatura los
aplica a su capacidad de espera.

No todas las criaturas empiezan a utilizar su comprensión intelectual a la misma


edad. La totalidad del procedimiento del cuidado infantil debe caracterizarse
principalmente, por el modo firme y estable de presentarle el mundo a la criatura.
Debe ir a cargo de un ser humano que se muestre siempre como él o, mejor dicho,
ella misma. Lo que necesita la criatura es, sencillamente lo que suele obtener: el
cuidado y la atención de alguien que sigue siendo “ella misma” (esto es igualmente
aplicable al padre).

Conviene hacer hincapié en este ser ―ella misma‖. Hay que hacer una distinción
entre la persona y el hombre, la madre o la niñera, que interprete el papel de forma
muy convincente.

El premio que se recibe en la primera fase (dependencia absoluta) reside en que el


proceso de desarrollo de la criatura no sufre ninguna deformación. En esta
segunda fase (dependencia relativa) la recompensa consiste en que, de algún
modo, la criatura empieza a ser consciente de su dependencia. Cuando la madre
permanece alejada durante un período superior a la capacidad de la criatura para

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

creer en la supervivencia de la madre, se angustia, lo cual es el primer indicio de


que la criatura es consciente.

La fase que sigue a esa en la que la criatura tiene cierta conciencia de que necesita
a la madre, se caracteriza por el hecho de que la criatura empieza a comprender
que la madre es necesaria.

Esta fase de especial necesidad dura aproximadamente entre seis meses y dos
años.

Cuando la criatura alcanza los dos años de edad, se han producido ya algunos
acontecimientos que la preparan para enfrentarse con la pérdida. Al lado de estos
acontecimientos existen ciertos factores ambientales que deben tenerse en cuenta.
Por ejemplo, cabe la existencia de un equipo formado por la madre y una niñera,
equipo que es digno de estudio por derecho propio. Probablemente habrá también
una serie de personas adecuadas (tías, abuelos, amigos íntimos de los padres) que
por su presencia constante se hacen acreedoras al título de ―madres sustitutivas‖.

Todos estos pormenores varían considerablemente y afectan notablemente los


procesos de crecimiento de la criatura.

HACIA LA INDEPENDENCIA.

El niño se va viendo, poco a poco, capacitado para enfrentarse con el mundo y


todas sus complejidades, ya que cada vez ve más y más cosas de las que ya se
hallan presentes en su propia personalidad. El niño se identifica con la sociedad, ya
que la sociedad local, es una muestra del mundo personal del ser, además de ser
muestra de unos fenómenos verdaderamente externos.

Así es como se desarrolla una verdadera independencia, en la que él se halla en


situación de vivir una existencia personal satisfactoria al mismo tiempo que se ve
envuelto en los asuntos de la sociedad. Abundan las posibilidades de que se
produzca un retroceso en este desarrollo de la socialización.

Los padres resultan muy necesarios para el gobierno de sus hijos adolescentes
mientras éstos van explorando un círculo social tras otro; y lo son porque ellos
pueden ver mejor que sus hijos en qué casos es demasiado rápido el paso desde un
círculo social limitado a otro círculo social ilimitado.

Las palabras «hacia la independencia» describen los esfuerzos del niño pequeño y
del niño que se encuentra en la pubertad. Durante el período de latencia los niños

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suelen contentarse con cuanta dependencia tengan la suerte de experimentar. El


período de latencia es aquel en que la escuela desempeña el papel de sustituta del
hogar.

El proceso de crecimiento debe seguir en la edad adulta, ya que raras veces llegan
los adultos a alcanzar la madurez plena.

Texto N° 21

WINNICOTT: “REALIDAD Y JUEGO”

CAPÍTULO 1: OBJETOS TRANSICIONALES Y FENÓMENOS TRANSICIONALES.

MI PRIMERA HIPÓTESIS.

Es bien sabido que los recién nacidos tienden a usar el puño, los dedos, los
pulgares, para estimular la zona erógena oral, para satisfacer los instintos de esa
zona y, además, para una tranquila unión. También se sabe que al cabo de unos
meses los bebés encuentran placer en jugar con muñecas, y que la mayoría de las
madres les ofrecen algún objeto especial y esperan, que se aficionen a ellos.

LA PRIMERA POSESIÓN.

Los bebés exhiben riquísimas pautas en su uso de su primera posesión ―no-yo‖. Se


advierte una amplia variación en la secuencia de hechos que empieza con las
primeras actividades de introducción del puño en la boca por el recién nacido, y que
a la larga lleva al apego a un osito, o juguete, blando o duro. Resulta claro que aquí
hay algo importante, aparte de la excitación y satisfacción oral, aunque estas
puedan ser la base de todo lo demás.

Se pueden estudiar muchas cosas de importancia, entre ellas:

1. la naturaleza del objeto;


2. la capacidad del niño para reconocer el objeto como un ―no-yo‖;
3. la ubicación del objeto: afuera, adentro, en el límite;
4. la capacidad del niño para crear, idear, imaginar, producir, originar un objeto;
5. la iniciación de un tipo afectuoso de relación de objeto.

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Winnicott se refiere a los términos “objetos transicionales” y “fenómenos


transicionales” para designar la zona intermedia de experiencia, entre el pulgar y
el osito, entre el erotismo oral y la verdadera relación de objeto, entre la actividad
creadora primaria y la proyección de lo que ya se ha introyectado, entre el
desconocimiento primario de la deuda y el reconocimiento de esta.

Mediante esta definición, el parloteo del bebé y la manera en que un niño mayor
repite un repertorio de canciones y melodías mientras se prepara para dormir, se
ubican en la zona intermedia, como fenómenos transicionales, junto con el uso que
se hace de objetos que no forman parte del cuerpo del niño aunque todavía no se
los reconozca del todo como pertenecientes a la realidad exterior.

LO INADECUADO DE LA FORMULACIÓN HABITUAL DE LA NATURALEZA


HUMANA.

En general se reconoce que una exposición de la naturaleza humana en términos


de relaciones interpersonales no resulta suficiente. Hay otra manera de describir a
las personas. De cada individuo que ha llegado a ser una unidad, con una
membrana limitante, y un exterior y un interior, puede decirse que posee una
realidad interna, un mundo interior que puede ser rico o pobre, encontrarse en paz o
en estado de guerra.

Así como es necesario una doble exposición, también es necesaria una triple: la
tercera parte de la vida de un ser humano, es una zona intermedia de experiencia
a la cual contribuyen la realidad interior y la vida exterior. Se trata de una zona
que no es objeto de desafío alguno, porque no se le presentan exigencias, salvo la
de que exista como lugar de descanso para un individuo dedicado a la perpetua
tarea humana de mantener separadas y a la vez interrelacionadas la realidad
interna y la exterior.

Winnicott afirma que existe un estado intermedio entre la incapacidad del bebé para
reconocer y aceptar la realidad, y su creciente capacidad para ello. Estudia la
sustancia de la ilusión, lo que permite al niño y lo que en la vida adulta es inherente
del arte y la religión, pero que se convierte en el sello de la locura cuando un adulto
exige demasiado a la credulidad de los demás cuando los obliga a aceptar una
ilusión que no les es propia.

No se refiere exactamente al osito del niño pequeño, ni al uso del puño por el bebé.
Su enfoque tiene que ver con la primera posesión, y con la zona intermedia entre lo
subjetivo y lo que se percibe en forma objetiva.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

DESARROLLO DE UNA PAUTA PERSONAL.

En el desarrollo de un niño pequeño aparece, tarde o temprano, una tendencia a


entretejer en la trama personal objetos-distintos-que-yo. En cierta medida, estos
objetos representan el pecho materno.

En el caso de algunos bebés, el pulgar se introduce en la boca mientras que los


demás dedos acarician el rostro.

En la experiencia corriente se puede dar alguno de estos casos, que complican la


experiencia autoerótica como la succión del pulgar:

1. con la otra mano el bebé toma un objeto exterior, digamos una parte de la
sábana o frazada, y lo introduce en la boca junto con los dedos; o
2. el trozo de tela se aferra y succiona de alguna manera o bien no se lo
succiona; o
3. se producen movimientos de masticación, acompañados por sonidos,
balbuceos, ruidos anales, etc.

Se puede suponer que estas experiencias funcionales van acompañadas por la


formación de pensamientos o de fantasías.

A todas estas cosas las denomina fenómenos transicionales. Por lo demás, de


todo ello puede surgir algo, algún fenómeno, que llega a adquirir una importancia
vital para el bebé en el momento de disponerse a dormir, y que es una defensa
contra la ansiedad, en especial contra la de tipo depresivo. Puede que el niño haya
encontrado algún objeto blando, y lo use, y entonces se convierte en lo que
Winnicott llama objeto transicional.

Sugiere que la pauta de los fenómenos transicionales empieza a aparecer desde


los cuatro a seis meses hasta los ocho a doce. Deja espacio, adrede, para
amplias variaciones.

Las pautas establecidas en la infancia pueden persistir en la niñez, de modo que el


primer objeto blando sigue siendo una necesidad absoluta a la hora de acostarse, o
en momentos de soledad, o cuando existe el peligro de un estado de ánimo
deprimido.

No existe diferencia apreciable entre varones y niñas, en su uso de la primera


posesión no-yo, denominada objeto transicional.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

Cuando el bebé empieza a usar sonidos organizados puede aparecer una palabra
para nombrar al objeto transicional. Es frecuente que el nombre que da a esos
primeros objetos tenga importancia, y por lo general contiene en parte una palabra
empleada por los adultos.

A veces no existe un objeto transicional aparte de la madre misma.

Resumen de cualidades especiales de la relación.

1. El bebé adquiere derechos sobre el objeto, y nosotros los aceptamos. Pero


desde el comienzo existe como característica cierta anulación de la
omnipotencia.
2. El objeto es acunado con afecto, y al mismo tiempo amado y mutilado con
excitación.
3. Nunca debe cambiar, a menos de que lo cambie el propio bebé.
4. Tiene que sobrevivir al amor instintivo, así como al odio, y si se trata de una
característica, a la agresión pura.
5. Pero al bebé debe parecerle que irradia calor, o que se mueve, o que posee
cierta textura, o que hace algo que parece demostrar que posee una vitalidad
o una realidad propias.
6. Proviene de afuera desde nuestro punto de vista, pero no para el bebé.
Tampoco viene de adentro: no es una alucinación.
7. Se permite que su destino sufra una descarga gradual, de modo que a lo
largo de los años queda, no tanto olvidado como relegado al limbo. No se lo
olvida ni se lo llora, pierde significación.

RELACIÓN DEL OBJETO TRANSICIONAL CON EL SIMBOLISMO.

Es cierto que un trozo de frazada simboliza un objeto parcial, como el pecho


materno. Pero lo que importa no es tanto su valor simbólico como su realidad. El
que no sea el pecho (o la madre) tiene tanta importancia como las circunstancias de
representar al pecho (o a la madre).

El término de objeto transicional deja lugar para el proceso de adquisición de la


capacidad para aceptar diferencias y semejanzas. Winnicott cree que se puede usar
una expresión que designe la raíz del simbolismo en el tiempo, que describa el viaje
del niño desde lo subjetivo puro hasta la objetividad; y considera que el objeto
transicional es lo que se ve de ese viaje de progreso hacia la experiencia.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

ESTUDIO TEÓRICO.

A continuación, ofrezco algunos comentarios basados en la teoría psicoanalítica


aceptada:

1. El objeto transicional representa el pecho materno, o el objeto de la primera


relación.
2. Es anterior a la prueba de la realidad establecida.
3. En relación con el objeto transicional, el bebé pasa del dominio omnipotente
(mágico) al dominio por manipulación (que implica el erotismo muscular y el
placer de la coordinación).
4. A la larga el objeto transicional puede convertirse en objeto fetiche y por lo
tanto persistir como una característica de la vida sexual adulta.
5. A consecuencia de la organización erótica anal, el objeto transicional puede
representar las heces.

RELACIÓN CON EL OBJETO INTERNO (KLEIN).

Resulta interesante comparar el concepto de objeto transicional con el de Melanie


Klein sobre el objeto interno. El objeto transicional no es un objeto interno (el cual
constituye un concepto mental); es una posesión. Pero para el bebé tampoco es un
objeto exterior.

El bebé puede emplear un objeto transicional cuando el objeto interno está vivo, es
real y lo bastante bueno (no demasiado persecutorio). Pero ese objeto interno
depende, en lo referente de sus cualidades, de la existencia, vivacidad y conducta
del objeto exterior. El fracaso de este último en el cumplimiento de alguna función
esencial lleva en forma indirecta al carácter inerte o a una cualidad persecutoria del
objeto interno. Cuando subsiste la característica de insuficiencia del objeto exterior,
el interno deja de tener significado para el bebé y entonces, sólo entonces, el objeto
transicional se vuelve también carente de sentido. Este último puede representar el
―pecho externo‖ en forma indirecta, debido a que representa un ―pecho interno‖.

Nunca se encuentra bajo el dominio mágico, como el interno, ni está fuera de ese
dominio como ocurre con la madre verdadera.

ILUSIÓN / DESILUSIÓN.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

Un niño no tiene posibilidad de pasar del principio de placer al de realidad, o a la


identificación primaria y más allá de ella, si no existe una madre lo suficientemente
buena. La “madre” lo bastante buena (que no tiene porqué ser la del niño) es la
que lleva a cabo la adaptación activa a las necesidades de este y que la disminuye
poco a poco, según la creciente capacidad del niño para hacer frente al fracaso en
materia de adaptación y para tolerar resultados de su frustración. Dicha adaptación
activa exige una preocupación tranquila y tolerada respecto del bebé.

La madre bastante buena comienza con una adaptación casi total a las necesidades
de su hijo, y a medida que pasa el tiempo se adapta poco a poco, en forma cada
vez menos completa, en consonancia con la creciente capacidad de su hijo para
encarar ese retroceso.

Entre los medios con que cuenta el bebé para enfrentar ese retiro materno se
cuentan los siguientes:

1. su experiencia, en el sentido de que la frustración tiene un límite de tiempo.


2. Una creciente percepción del proceso.
3. El comienzo de la actividad mental.
4. La utilización de satisfacciones autoeróticas.
5. El recuerdo, el revivir experiencias, las fantasías, los sueños; la integración
de pasado, presente y futuro.

LA ILUSIÓN Y SU VALOR.

Al comienzo, gracias a una adaptación de casi el 100 por ciento, la madre ofrece al
bebé la oportunidad de crearse la ilusión de que su pecho es parte de él. Por así
decirlo, parece encontrarse bajo su dominio mágico. Lo mismo puede decirse del
cuidado en general del niño. La omnipotencia es casi un hecho de la experiencia. La
tarea posterior de la madre consiste en desilusionar al bebé en forma gradual,
pero no lo logrará si al principio no le ofreció suficientes oportunidades de ilusión.

En otras palabras, el bebé crea el pecho una y otra vez a partir de su capacidad de
amor, o de su necesidad. Se desarrolla en él un fenómeno subjetivo, que se llama
pecho materno. La madre coloca el pecho en el lugar en que el bebé está pronto
para crear.

Por consiguiente, al ser humano le preocupa desde su nacimiento el problema de la


relación entre lo que se percibe en forma objetiva y lo que se concibe de modo
subjetivo, y en la solución de este problema no hay salud para el ser humano que no

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

fue iniciado lo bastante bien por la madre. La zona inmediata a que se refiere
Winnicott es la que se ofrece al bebé entre la creatividad primaria y la percepción
objetiva basada en la prueba de la realidad. Los fenómenos transicionales
representan las primeras etapas del uso de la ilusión, sin las cuales no tiene sentido
para el ser humano la idea de una relación con un objeto que otros perciben como
exterior a ese ser.

La función principal del objeto y los fenómenos transicionales: uno y otro inicial
al ser humano en lo que siempre será importante para él, a saber, una zona neutral
de experiencia que no será atacada. Acerca del objeto transicional puede decirse
que se trata de un convenio entre nosotros y el bebé.

La tarea principal de la madre (aparte de ofrecer la oportunidad para la ilusión)


consiste en desilusionarlo. Si las cosas salen bien en ese proceso de desilusión
gradual, queda preparado el escenario para las frustraciones que reunimos bajo la
denominación de destete. Si la ilusión-desilusión toma un camino equivocado, el
bebé no puede recibir algo tan normal como el destete. La simple terminación de la
alimentación a pecho no es un destete.

DESARROLLO DE LA TEORÍA DE LA ILUSIÓN-DESILUSIÓN.

Aquí se da por supuesto que la tarea de aceptación de la realidad nunca queda


terminada, que ser humano alguno se encuentra libre de la tensión de vincular la
realidad interna con la exterior, y que el alivio de esta tensión lo proporciona una
zona intermedia de experiencia. Dicha zona es una continuación directa de la
zona de juego del niño que ―se pierde‖ en sus juegos.

En la infancia, la zona intermedia es necesaria para la iniciación de una relación


entre el niño y el mundo, y la posibilita una crianza lo bastante buena en la primera
fase crítica. Para todo ello es esencial la continuidad del ambiente emocional
exterior y de determinados elementos del medio físico, como el o los objetos
transicionales.

RESUMEN.

Llamamos la atención hacia el rico campo de observación que proporcionan las


primeras experiencias del niño sano, tales como se expresan ante todo en la
relación con la primera posesión. Esta tiene vinculaciones con el objeto exterior (el

141
Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

pecho materno) y con los objetos internos (el pecho mágicamente proyectado), pero
es distinta de ellos.

Los fenómenos y objetos transicionales pertenecen al reino de la ilusión que


constituye la base de iniciación de la experiencia. Esa primera etapa del desarrollo
es posibilitada por la capacidad especial de la madre para adaptarse a las
necesidades de su hijo, con lo cual le permite forjarse la ilusión de que lo que él cree
existe en la realidad.

La zona intermedia de experiencia, no discutida respecto de su pertenencia a la


realidad interna o exterior, es compartida, constituye la mayor parte de experiencia
del bebé y se conserva a lo largo de la vida en las intensas experiencias que
corresponde a las artes y religión, a la vida imaginativa y a la labor científica
creadora.

Por lo general el objeto transicional del bebé se descarga poco a poco, en especial
a medida que se desarrollan los intereses culturales.

II. UNA APLICACIÓN DE LA TEORÍA.

Lo transicional no es el objeto, este representa la transición del bebé de un estado


en que se encuentra fusionado a la madre a uno de relación con ella como algo
exterior y separado. La función de los objetos es que son simbólicos, consisten en
pasar de la comunicación al rechazo de la separación (con la madre).

CAPÍTULO 5: LA CREATIVIDAD Y SUS ORÍGENES.

LA IDEA DE CREATIVIDAD.

Espero que el lector acepte una referencia general a la creatividad, que no permita
que la palabra se pierda en la creación exitosa o aclamada, sino que la mantenga
unida al significado correspondiente a una coloración de toda la actitud hacia la
realidad exterior.

Lo que hace que el individuo sienta que la vida vale la pena de vivirse es, más que
ninguna otra cosa, la apercepción creadora. Frente a esto existe una relación con la
realidad exterior que es relación de acatamiento; se reconoce el mundo y sus
detalles pero solo como algo en que es preciso encajar o que exige adaptación. El
acatamiento implica un sentimiento de inutilidad en el individuo, y se vincula con la

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

idea de que nada importa y que la vida no es digna de ser vivida. En forma
atormentadora, muchos individuos han experimentado una proporción suficiente de
vida creadora como para reconocer que la mayor parte del tiempo viven de manera
no creadora como atrapados en la creatividad de algún otro, o de una máquina.

Esta segunda manera de vivir en el mundo se reconoce en términos psiquiátricos


como una enfermedad. De uno u otro modo, nuestra teoría incluye la creencia de
que vivir en forma creadora es un estado saludable, y que el acatamiento es una
base enfermiza para la vida. No cabe duda de que la actitud general de nuestra
sociedad y el ambiente filosófico de la época contribuyen a este punto de vista, que
sostenemos aquí y ahora.

Estas dos alternativas de vivir o no en forma creadora pueden ofrecer un contraste


muy agudo. Mi teoría podría ser mucho más sencilla de lo que es si se pudiera
abrigar la esperanza de encontrar uno u otro extremo en cualquier caso o situación.
El problema resulta oscurecido porque el grado de objetividad con que contamos
cuando hablamos de la realidad exterior en términos de un individuo es variable. En
cierta medida, objetividad es un vocablo relativo, pues, por definición, lo que se
percibe de modo objetivo es concebido, en cierta proporción, en forma subjetiva.

En el caso extremo, el individuo tiene alucinaciones en ciertos momentos


específicos, o quizás en forma generalizada. Hay todo tipo de expresiones para este
estado ("aturdido", "volando por las nubes", "irreal", "desenfocado"), y en psiquiatría
llamamos esquizoides a esas personas. Sabemos que pueden tener valor como
personas en la comunidad, y ser felices, pero advertimos que existen ciertas
desventajas para ellas, y en especial para quienes viven con ellas. En ocasiones
ven el mundo en forma subjetiva y se engañan con facilidad, o bien, aunque posean
bases firmes en la mayoría de las zonas, aceptan un sistema ilusorio en otras; o
carecen de una estructuración firme respecto de la asociación psicosomática, por lo
cual se dice que tienen una mala coordinación.

Tiene suma importancia para nosotros que en el plano clínico no encontremos una
clara línea de separación entre la salud y el estado esquizoide, o aun entre aquella y
la esquizofrenia plena. Si bien reconocemos el factor hereditario en esta última y
nos mostramos dispuestos a admitir que las perturbaciones físicas aportan su
contribución en determinados casos, miramos con suspicacia cualquier teoría que
separe al sujeto de los problemas de la vida corriente y de los universales del
desarrollo individual en determinado ambiente. Advertimos la importancia del
medio, en especial al comienzo mismo de la vida infantil del individuo, por lo cual
realizamos un estudio específico del ambiente facilitador, en términos humanos, y

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

en términos de crecimiento humano en la medida en que la dependencia tiene


significado (cf. Winnicott, 1963b, 1965).

Las personas pueden vivir una vida satisfactoria, y aún realizar tareas de
excepcional valor, y sin embargo ser esquizoides o esquizofrénicas. Pueden estar
enfermas en un sentido psiquiátrico, a consecuencia de un escaso sentido de la
realidad. Para equilibrar esto sería preciso afirmar que existen otros arraigados con
tanta firmeza en la realidad percibida de manera objetiva, que son enfermos en el
sentido contrario, es decir, en el de no tener contacto con el mundo subjetivo y con
el enfoque creador de la realidad.

En cierta medida, en estos problemas tan difíciles resulta útil recordar que las
alucinaciones son fenómenos oníricos que se han introducido en la vida de
vigilia, y que el alucinar es, en sí mismo, tan poco enfermizo como el hecho
correspondiente de que los sucesos del día y los recuerdos de acontecimientos
reales pueden pasar al otro lado de la barrera e internarse en el dormir y en la
formación de los sueños. En rigor, si examinamos nuestra descripción de las
personas esquizoides, vemos que usamos las palabras que empleamos para
describir a los niños pequeños y a los bebés, y que en rigor esperamos encontrar
allí los fenómenos que caracterizan a nuestros pacientes esquizoides y
esquizofrénicos.

Los problemas desarrollados en este capítulo se examinan en el libro en su punto


de origen, es decir, en las primeras etapas del crecimiento y desarrollo del individuo.
En verdad me interesa el punto exacto en que un bebé es "esquizoide", solo que
este término no se emplea dada la inmadurez del bebé y de su estado especial en lo
que respecta al desarrollo de la personalidad y al papel del medio.

Los esquizoides son personas tan poco satisfechas consigo mismas como los
extrovertidos que no logran ponerse en contacto con el soñar. Estos dos grupos de
personas acuden a nosotros en busca de psicoterapia porque en un caso no quieren
vivir con una irrevocable carencia de contacto con los hechos de la vida, y en el otro
se sienten alienados en lo referente a los sueños. Tienen la sensación de que algo
anda mal y que en su personalidad existe una disociación, y les gustaría que se los
ayudase a lograr una situación de unidad (Winnicott, 1960b) o un estado de
integración tiempo-espacio en el cual hubiese un persona que lo contuviese todo, en
lugar de elementos disociados que existen en compartimientos, o que se encuentran
dispersos y sembrados por todas partes.

144
Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

Con el fin de estudiar la teoría que usan los analistas en su trabajo, para ver dónde
tiene un lugar la creatividad, es preciso separar, como ya lo señalé, la idea de la
creación, por un lado y las obras de arte por el otro. Lo cierto es que una creación
puede ser un cuadro, una casa, un jardín, un traje, un peinado una sinfonía, una
escultura; cualquier cosa, a partir de una comida preparada en casa. Quizá sería
mejor decir que estas cosas podrían ser creaciones. La creatividad que me ocupa
aquí es un universal. Corresponde a la condición de estar vivo. Es de suponer que
tiene que ver con la característica de vivacidad de algunos animales así como de los
seres humanos, pero sin duda resulta notablemente menos significativa en unos u
otros, cuando tienen una escasa capacidad intelectual, que en el caso de los seres
humanos que poseen una capacidad intelectual casi cercana al promedio, media o
elevada. La creatividad que estudiamos se refiere al enfoque de la realidad exterior
por el individuo. Si se da por supuesta una capacidad cerebral razonable una
inteligencia suficiente para permitir al individuo convertirse en una persona que vive
y participa en la vida de la comunidad, todo lo que se produce es creativo, salvo en
la medida en que el individuo está enfermo o se encuentra frenado por factores
ambientales en desarrollo que ahogan sus procesos creadores.

En relación con la segunda de estas dos alternativas, quizá sea un error pensar en
la creatividad como algo que puede ser destruido por completo. Pero cuando se oye
hablar de individuos dominados en su hogar, o que se pasan la vida en campos de
concentración, o perseguidos durante toda su existencia por un cruel régimen
político, antes que nada se siente que solo unas pocas de las víctimas conservan su
espíritu creador Por supuesto, estas son las que sufren (véase Winnicott, 1968b). Al
principio parece que todos los demás que existen (no viven) en esas comunidades
patológicas han abandonado ya, hasta tal punto, sus esperanzas, que no sufren, y
han perdido las características que los hacen humanos, de modo que ya ven el
mundo con mirada creadora. Estas circunstancias se refieren a lo negativo de la
civilización. Es como contemplar la destrucción de la creatividad en los individuos
por factores ambientales que actúan en un periodo avanzado del creci- miento
personal (cf. Bettelheim, 1960).

Aquí intentamos encontrar una forma de estudiar la pérdida por los individuos, de su
ingreso creador en la vida, o del enfoque creador inicial de los fenómenos
exteriores. Me interesa la etiología. En el caso externo existe, ab initio, un fracaso
relativo en lo que respecta al establecimiento de una capacidad personal para el
vivir creador.

Como ya indiqué, es preciso sobreentender la posibilidad de que no se produzca


una destrucción total de la capacidad de un individuo humano para ese vivir creador,

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

y de que, aun en la circunstancia más extrema de acatamiento y de establecimiento


de una falsa personalidad, halla, oculta en alguna parte, una vida secreta que
resulte satisfactoria porque es creadora u original para ese ser humano. Su carácter
insatisfactorio para medirse en términos de su ocultamiento, de su falta de
enriquecimiento por medio de la experiencia viva (Winnicott, 1968b).

Digamos que en ese caso extremo todo lo real, todo lo que importa, todo lo
personal, original, creador, se encuentra oculto y no da señales de su existencia. En
esas condiciones, al individuo no le importa si está vivo o muerto. El suicidio tiene
escasa importancia cuando ese estado de cosas se encuentra poderosamente
organizado en el individuo, y este no tiene conciencia de lo que habría podido ser, o
de lo que se ha perdido o falta (Winnicott, 1960a).

Por lo tanto, el impulso creador es algo que se puede entender como una cosa en sí
misma, que, por supuesto, es necesaria si el artista quiere producir una obra de
arte, pero también como lo que se encuentra presente cuando cualquiera —bebé,
niño, adolescente, adulto, anciano o mujer— contempla algo en forma saludable o
hace una cosa de manera deliberada, como ensuciarse con sus propias heces o
prolongar el acto de llorar para gozar con un sonido musical. Se halla presente tanto
en el vivir de momento en momento de un niño retardado que goza con su
respiración, como en la inspiración de un arquitecto que de pronto sabe qué desea
construir, y que piensa en términos de los materiales que puede usar para que su
impulso creador adquiera formas y el mundo pueda verlas.

Cuando el psicoanálisis trató de encarar el tema de la creatividad perdió de vista en


gran medida el aspecto principal. El escritor analítico tomó quizás una personalidad
destacada en las artes creadoras y trató de efectuar observaciones secundarias y
terciarias, pero hizo caso omiso de todo lo que se pudiera llamar terciario. Es
posible tomar a Leonardo da Vinci y hacer comentarios muy importantes e
interesantes sobre la relación entre su obra y ciertos sucesos que se desarrollaron
en su infancia. Se puede hacer mucho en materia de entrelazamiento de su obra
con sus tendencias homosexuales. Pero estas y otras circunstancias del estudio de
grandes hombres y mujeres soslayaron el tema que se encuentra en el centro de la
idea de la creatividad. Resulta inevitable que tales estudios de los grandes hombres
tienden a irritar a los artistas y a las personalidades creadoras en general. Es
posible que esas investigaciones, que nos sentimos tentados a efectuar, resulten
irritantes porque dan la impresión de que están llegando a alguna parte, de que
pronto podrán explicar por qué ese hombre fue grande y esa mujer hizo tanto, pero
la dirección de la investigación es errónea. Se deja a un lado el tema principal, el del

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

impulso creador mismo. La creación se interpone entre el observador y la


creatividad del artista.

No es inevitable que nadie logre explicar alguna vez el impulso creador, y es


improbable que alguien quiera hacerlo; pero resulta posible establecer el vínculo —y
establecerlo en forma Útil— entre el vivir creador y el vivir mismo, y se pueden
estudiar las razones por las cuales existe la posibilidad de perder el primero y que
desaparezca el sentimiento del individuo, de que la vida es real o significativa.

Supuestamente, antes de cierta era, digamos hace mil años, solo unas pocas
personas vivían de manera creadora (cf. Foucault, 1966). Para explicar esto habría
que decir que antes de cierta fecha era muy excepcionalmente posible que un
hombre o una mujer llegasen a un estado de unidad en su desarrollo personal.
Antes de esa fecha los millones de seres humanos del mundo nunca habrían
encontrado, o habrían perdido, al final de la infancia o la niñez, su sentimiento de
ser individuos. Este tema se desarrolla en cierta medida en Moisés y el monoteísmo
(1939), de Freud, y a él se remite en una nota al pie que considero un
importantísimo detalle en los escritos de Freud: "Breasted lo llama 'el primer
individuo de la historia humana'." No es fácil que nos identifiquemos con hombres y
mujeres de tiempos antiguos, quienes a su vez se identificaron de tal manera con la
comunidad, la naturaleza y fenómenos inexplicados tales como la salida y la puesta
del sol, los rayos y los terremotos. Hacía falta una ciencia organizada antes de que
los hombres y las mujeres pudiesen convertirse en unidades integradas en términos
de tiempo y espacio, vivir en forma creadora y existir como individuos. El tema del
monoteísmo corresponde a la aparición de esta etapa en el funcionamiento mental
humano.

Melanie Klein ofreció (1957) otra contribución al tema de la creatividad, Proviene de


su reconocimiento de los impulsos agresivos y de la fantasía destructiva, que datan
de los primeros momentos de la vida del recién nacido. Klein toma esta idea de la
agresividad del bebé y le otorga su correspondiente importancia, a la vez que
elabora un tema nuevo y vital con la idea de la fusión de los impulsos eróticos y
destructivos como señal de salud. Pero en mi opinión la importante obra de Klein no
toca el tema de la creatividad, por lo cual es muy fácil que produzca el efecto de
oscurecer aún más el problema principal. Sea como fuere, necesitamos sus trabajos
sobre la ubicación central del sentimiento de culpa. Detrás de ellos está el concepto
freudiano básico de la ambivalencia como aspecto de la madurez individual.

Se puede ver la salud en términos de fusión (impulsos eróticos y destructivos), y ello


hace más urgente que nunca el examen del origen de la agresión y de la fantasía

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

destructora. Durante muchos años la agresión pareció explicarse en la


metapsicología psicoanalítica sobre la base de la ira.

Yo formulé la idea de que tanto Freud como Klein se saltearon en ese punto un
obstáculo y se refugiaron en la herencia. Se podría describir el concepto de instinto
de muerte como una reafirmación del principio del pecado original. He tratado de
desarrollar el tema de que lo que tanto Freud como Klein eludían de ese modo era
el de las consecuencias de la dependencia, y por lo tanto del factor ambiental
(Winnicott, 1960b). Si en verdad la dependencia significa eso, dependencia, la
historia de un bebé no se puede escribir en términos de él solamente. Hay que
escribirla además en términos del ofrecimiento de un ambiente que satisface las
necesidades de dependencia o no logra satisfacerlas (Winnicott, 1945, 1948, 1952).

Es de esperar que los psicoanalistas puedan usar la teoría de los fenómenos


transicionales para describir la manera en que la formación de un ambiente lo
bastante bueno en las primeras etapas permite que el individuo haga frente al
inmenso golpe de la pérdida de la omnipotencia. Lo que denominé "objeto subjetivo"
(Winnicott, 1962) se relaciona poco a poco con objetos que se perciben de manera
objetiva, pero ello sólo ocurre cuando la formación de un ambiente lo bastante
bueno, o "ambiente promedio exigible" (Hartmann, 1939), permite que el bebé se
enfurezca en la forma particular que se acepta en los bebés. Esa furia solo se
convierte en verdadera locura si aparece en un momento posterior de la vida. En la
etapa de la infancia es el mismo tema al que me referí cuando hablé de la
aceptación de la paradoja, como cuando un bebé crea un objeto pero este no habría
sido creado como tal si no hubiese existido ya.

Advertimos, o bien que los individuos viven en forma creadora y sienten que la
vida es digna de ser vivida, o que no pueden hacerlo y dudan del valor de vivir. Esta
variable de los seres humanos tiene vinculación directa con la calidad y cantidad de
la formación de un ambiente al comienzo o en las primeras etapas de la experiencia
vital de cada bebé.

Así como los analistas hacen todos los esfuerzos posibles para describir la
psicología del individuo y los procesos dinámicos del desarrollo y de la organización
de defensa, y para incluir los impulsos en términos del individuo, así, en este punto
en que nace o deja de nacer la creatividad (o se pierde), el teórico debe tener en
cuenta el ambiente, y exposición alguna que tome al individuo aislado puede llegar a
ese problema central de la fuente de la creatividad.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

Parece importante mencionar aquí una complicación especial que surge del hecho
de que si bien los hombres y las mujeres tienen tanto en común, sean, sin embargo,
diferentes. Resulta evidente que la creatividad es uno de los denominadores
comunes, una de las cosas que comparten todos los hombres y mujeres, cuando no
comparten la congoja ante la pérdida o falta del vivir creador. Ahora me propongo
examinar este tema desde otro ángulo.

LOS ELEMENTOS MASCULINOS Y FEMENINOS SEPARADOS QUE SE


ENCUENTRAN EN HOMBRES Y MUJERES.

Nada hay de nuevo, dentro o fuera del psicoanálisis, en la idea de que los hombres
y las mujeres tienen "predisposición a la bisexualidad".

Aquí trato de utilizar lo que aprendí sobre la bisexualidad en análisis que avanzaron,
paso a paso, hasta cierto punto y se concentraron en un detalle. No se hará intento
alguno de seguir los pasos gracias a los cuales un análisis obtiene ese tipo de
materiales. Se puede decir que en general hace falta mucho trabajo antes de que
ese tipo de material adquiera significación y exija prioridad. Resulta difícil ver cómo
se podría evitar esa labor preliminar. La lentitud del proceso analítico es una
manifestación de una defensa que el analista debe respetar, como respetamos
todas las defensas. Si bien el paciente es quien constantemente enseña al analista,
este debería conocer en teoría los aspectos referentes a los rasgos más profundos
o centrales de la personalidad, pues de lo contrario no podrá reconocer las nuevas
exigencias impuestas a su comprensión y técnica —y hacerles frente— cuando a la
larga el paciente logra llevar temas profundamente enterrados al contenido de la
transferencia, con lo cual ofrece oportunidad para una interpretación variable. Al
interpretar, el analista muestra cuánto y cuán poco puede recibir de la comunicación
del paciente.

Como base para la idea que deseo ofrecer en este capítulo, sugiero que la
creatividad es uno de los denominadores comunes de hombres y mujeres. Pero en
otro lenguaje es la prerrogativa de las mujeres, y en otro más es una característica
masculina. En los párrafos que siguen me ocuparé de este último.

DATOS CLÍNICOS. CASO ILUSTRATIVO.

Me propongo empezar por un ejemplo clínico. Se refiere al tratamiento de un


hombre de mediana edad, casado, padre de familia, con buena posición en una de
las profesiones. El análisis se desarrolló según los lineamientos clásicos. El hombre

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

ha sido objeto de un prolongado análisis, y yo no soy en modo alguno su primer


psicoterapeuta. El y cada uno de nosotros, analistas y terapeutas, trabajamos
mucho, y se introdujeron muchos cambios en su personalidad. Pero sigue habiendo
algo que según afirma le hace imposible detenerse. Sabe que no ha llegado a lo que
buscaba. Si interrumpe sus pérdidas el sacrificio será demasiado grande.

En la fase actual se ha llegado a algo que es nuevo para mi. Tiene que ver con la
forma en que enfoco el elemento no masculino de su personalidad.

Un viernes el paciente llegó e informó más o menos lo acostumbrado. Lo que me


llamó la atención ese día fue que habló sobre la envidia del pene. Uso la expresión
adrede, y debo solicitar que se acepte el hecho de que era adecuada en ese caso,
en vista del material y de su presentación. Es evidente que la expresión envidia del
pene no se aplica por lo común a la descripción de un hombre.

El cambio correspondiente a esta fase en especial aparece en la forma en que la


manejé. En esa ocasión le dije: "Estoy escuchando a una mujer. Sé muy bien que
usted es un hombre, pero yo escucho a una mujer, y hablo con ella. Y le digo: 'Usted
está hablando sobre la envidia del pene.' "

Deseo destacar que esto nada tiene que ver con la homosexualidad.

(Se me ha señalado la posibilidad de pensar que mi interpretación, en cada una de


sus dos partes, podría vincularse con el juego, y encontrarse tan alejada como es
posible de la interpretación autoritaria, que es lo más próximo al adoctrinamiento).

El profundo efecto de esta interpretación me hizo ver con claridad que en cierta
forma mi observación era oportuna, y en verdad no estaría relatando ese incidente
en este contexto si no fuese porque el trabajo que comenzó ese viernes quebraba
un círculo vicioso. Me había acostumbrado a una rutina de buen trabajo, buenas
interpretaciones, buenos resultados inmediatos, y a la destrucción y desilusión que
aparecían en cada ocasión debido al reconocimiento gradual, por el paciente, de
que algo fundamental había quedado intacto: el factor desconocido que hacía que
ese hombre se dedicara a analizarse desde hacía un cuarto de siglo. ¿Su trabajo
conmigo sufriría el mismo destino que el realizado con otros analistas?.

En esa oportunidad se produjo un efecto inmediato en forma de aceptación


intelectual, y de alivio, y luego hubo efectos más remotos. Al cabo de una pausa el
paciente dijo: "Si le hablase a alguien sobre esa mujer, me dirán que estoy loco".

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

Las cosas habrían podido quedar así, pero en vista de los sucesos posteriores me
alegro de haber ido más lejos. Mi observación siguiente me sorprendió, y remachó
el argumento. "No se trata de que usted —continué— le haya dicho eso a nadie; soy
yo quien ve a la mujer y oye hablar a una mujer, cuando lo cierto es que en mi sofá
hay un hombre. El loco soy yo mismo".

No tuve que seguir desarrollando este punto, porque dio en la tecla. El paciente dijo
en- tonces que en ese momento se sentía cuerdo en un ambiente demente. En
otras palabras, se sentía liberado de un dilema. Más tarde dijo él mismo. "Nunca
pude decir (sabiendo que soy un hombre): 'Soy una mujer.' Mi locura no es esa.
Pero usted lo dijo, y habló a mis dos partes."

Esa locura mía le permitía verse desde mi posición como a una mujer. Sabe que es
un hombre, y no lo duda.

¿Resulta evidente lo que ocurría ahí? Por mi parte, he tenido que pasar por una
profunda experiencia personal para llegar a la comprensión que estoy seguro de
haber alcanzado.

Este complejo estado de cosas posee una realidad especial para este hombre
porque él y yo llegamos a la conclusión (aunque no podamos demostrar) de que mi
madre (que ya no vive) vio a una niñita cuando lo vio a él, recién nacido, antes de
poder pensar que era un niño. En otras palabras, el hombre tuvo que adaptarse a la
idea de su madre, de que su hijo era y sería una niña. (Era el segundo hijo, siendo
el primero un varón.) Tenemos muy buenas pruebas, por la parte interna del
análisis, de que en la primera etapa de su crianza la madre lo sostenía y lo
manejaba en todo tipo de formas físicas como si no viese que era un varón. Sobre la
base de esa pauta, él ordenó más tarde sus defensas, pero la "locura" de la madre
era la que veía a una niña donde había un varón, y eso fue traído al presente
cuando dije "Soy yo quien está loco." Aquel viernes se fue profundamente
conmovido, con el sentimiento de que ese era el primer cambio significativo que se
presentaba en el análisis desde hacía mucho tiempo (si bien, como dije, siempre
hubo continuos progresos, en el sentido de que se realizaba un buen trabajo).

Querría dar más detalles en relación con ese incidente del viernes. Cuando volvió, el
lunes siguiente, me dijo que estaba enfermo. Me resultó muy claro que tenía una
infección, y le recordé que su esposa la tendría al día siguiente, cosa que sucedió.
Ello no obstante, estaba invitándome a que interpretase la enfermedad, que había
comenzado el sábado, como si fuese psicosomática. Trataba de decirme que el
viernes por la noche había tenido relaciones sexuales satisfactorias con su esposa,

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de modo que el sábado habría debido sentirse mejor, a pesar de lo cual enfermó y
se sintió enfermo Yo conseguí dejar a un lado la dolencia física y hablar de la
incongruencia de que se sintiera mal después de las rela- ciones sexuales que
según sentía habrían debido ser una experiencia curativa. (En verdad habría podido
decir: "Tengo influenza, pero a pesar de eso me siento mejor en mí mismo.").

Mi interpretación continuó según los lineamientos establecidos el viernes. "Le


parece — dije— que debería sentirse complacido de que una interpretación mía
haya liberado una conducta masculina.

Pero la mujer a la que hablé no quiere que el hombre se libere, y en verdad ese
hombre no le interesa. Desea que la reconozcan en toda su plenitud, a ella y a sus
derechos sobre el cuerpo de usted. Su envidia del pene incluye en especial la
envidia que le tiene a usted como hombre. —Y seguí diciendo:— El sentirse mal es
una protesta contra la persona femenina, contra esa mujer, porque esta siempre
esperó que el análisis descubriese que ese hombre, usted, era y en realidad
siempre había sido una mujer (y 'estar enfermo', es un embarazo pregenital). La
única terminación del análisis que esta mujer puede esperar es el descubrimiento de
que usted es en verdad una mujer." A partir de esto se podía empezar a entender la
convicción de él, de que el análisis jamás podría terminar.

En las semanas posteriores surgieron muchos materiales que confirmaban la


validez de mi interpretación y mi actitud, y el paciente sintió que ya podía entender
que su análisis había dejado de ser inevitablemente interminable.

Más tarde pude ver que la resistencia del paciente se había convertido en una
negación de la importancia que pudiese tener mi frase: "Soy yo quien está loco."
Trató de dar por entendido que era mi forma de decir algo, una figura de lenguaje
que resultaba posible olvidar. Pero descubrí que era uno de esos ejemplos de
transferencia engañosa, que desconciertan a pacientes y analistas por igual, y la
médula del problema del manejo se encuentra aquí, en esta interpretación, que, lo
confieso, estuve a punto de no permitirme hacer.

DISOCIACIÓN.

Lo primero que advertí fue que hasta entonces nunca había aceptado del todo la
disociación total entre el hombre (o la mujer) y el aspecto de la personalidad que
tiene el sexo opuesto. En el caso de ese paciente masculino la disociación era casi
completa.

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Me encontraba, pues, ante un nuevo filo de un arma antigua, y me pregunté hasta


qué punto eso podría afectar o afectaría el trabajo que realizaba con otros
pacientes, hombres y mujeres o muchachos y chicas. Resolví, por consiguiente,
estudiar ese tipo de escisión, dejando a un lado, pero sin olvidarlos, todos los otros
tipos.

LOS ELEMENTOS MASCULINOS Y FEMENINOS EN LOS HOMBRES Y LAS


MUJERES.

En este caso existía una disociación que se encontraba a punto de derrumbarse. La


defensa de esta dejaba paso a una aceptación de la bisexualidad como cualidad de
la unidad o de la persona total. Me di cuenta de que me encontraba ante lo que se
podría denominar un elemento femenino puro. Al principio me sorprendió que solo
pudiese llegar a él mediante la observación del material presentado por un paciente.

Los ejemplos clínicos ofrecidos en este momento me harían correr el riesgo de


distraer la atención del lector de mi tema principal. Por lo demás, si mis ideas son
ciertas y universales, cada uno de los lectores conocerá casos personales que
ejemplifican el papel de la disociación más bien que el de la represión, respecto de
los elementos masculinos y femeninos presentes en mujeres y hombres.

A este caso le corresponde otra observación clínica. Parte del alivio que siguió a
nuestra llegada a la nueva plataforma para nuestro trabajo juntos provenía del
hecho de que ahora podíamos explicar por qué mis interpretaciones, basadas en un
buen terreno, respecto del uso de objetos, de las satisfacciones eróticas orales en la
transferencia, de las ideas sádicas en relación con el interés del paciente por el
analista como objeto parcial o como persona con pechos o pene; por qué mis
interpretaciones, repito, jamás eran mudables. Al llegar a la nueva situación, el
paciente experimentó un muy vívido sentimiento de relación conmigo. Tenía que ver
con la identidad. El elemento femenino separado, puro, encontraba una unidad
primaria conmigo como analista, y ello otorgaba al hombre el sentimiento de que
empezaba a vivir. Este detalle me ha afectado, como se verá en mi aplicación de lo
que descubrí en este caso a la teoría.

AGREGADO A LA SECCIÓN CLÍNICA.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

Resulta compensatorio revisar los materiales clínicos actuales teniendo en cuenta


este ejemplo de disociación, el elemento femenino escindido en un paciente
masculino. El tema puede volverse muy pronto enorme y complejo, de manera que
es preciso elegir unas pocas observaciones para su mención especial.

a) Se puede descubrir, con sorpresa, que se está tratando con la parte


separada e intentando analizarla, en tanto que lo principal de la persona en
funcionamiento aparece solo en forma proyectada. Ello se parece al tratamiento de
un chico en el momento en que se descubre que se está tratando a uno u otro de
los padres por delegación. Por el camino pueden cruzarse todas las variaciones
posibles de este tema.

b) Cabe que el elemento del otro sexo esté separado por completo, de forma,
por ejem- plo, que un hombre no pueda establecer vinculación alguna con la parte
separada. Ello rige en especial cuando la personalidad, en otros sentidos, es sana y
está integrada. Cuando la personalidad que funciona ya está organizada en
múltiples divisiones, se carga menos el acento en el "yo estoy sano" y por lo tanto se
presenta menos resistencia contra la idea de "yo soy una mujer" (en el caso del
hombre) o "yo soy un hombre" (en el caso de una mujer).

c) En el plano clínico es posible encontrar una disociación casi total del otro
sexo, organi- zada desde muy temprano en relación con factores exteriores, y unida
a disociaciones posteriores organizadas como una defensa basada, en mayor o
menor medida, en identifi- caciones cruzadas. La realidad de esta última defensa
organizada puede oponerse a que el paciente reviva, en el análisis, la división
reactiva anterior.

(En ese sentido existe un axioma, a saber: que el paciente siempre se aferrará a la
explotación de los factores personales e internos, que le ofrecen cierta proporción
de control omnipotente, antes que permitir que se forme la idea de una tosca
reacción frente a un factor ambiental, ya sea de deformación o de fracaso. La
influencia ambiental, mala o incluso buena, entra en nuestro trabajo como una idea
traumática, intolerable porque no funciona en la zona de la omnipotencia del
paciente. Compárese con la afirmación del melancólico, de que es responsable de
todos los males.)

d) La parte separada del otro sexo tiende a mantenerse en una edad o a crecer
con lentitud. En comparación con ello, las figuras realmente imaginativas de la
realidad psíquica interna de la persona maduran, se interrelacionan envejecen y
mueren. Por ejemplo, un hombre que depende de mujeres más jóvenes para

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

mantener viva su persona femenina separada puede llegar a ser capaz, poco a
poco, de utilizar para ese fin especial a jóvenes en edad de casarse. Pero si vive
hasta los noventa años es improbable que las muchachas así empleadas puedan
vivir hasta los treinta. Pero en un paciente masculino la joven (que oculta el
elemento femenino puro de formación anterior) podría tener características
femeninas, sentir orgullo de su pecho, experimentar envidia del pene, quedar
embarazada, no contar con genitales externos masculinos e incluso poseer órganos
sexuales femeninos y gozar de experiencias sexuales femeninas.

e) Un problema importante en este terreno es la valoración de todo esto en


términos de salud psiquiátrica. El hombre que inicia a muchachas en las
experiencias sexuales puede muy bien estar más identificado con la joven que
consigo mismo. Ello le proporciona la ca- pacidad para esforzarse por despertar el
sexo de la joven y satisfacerla. Debe pagar por ello con la obtención de muy poca
satisfacción masculina, y también en términos de su necesidad de buscar siempre
una nueva joven, siendo esto lo contrario de la constancia del objeto.

En el otro extremo se encuentra la enfermedad de la impotencia. Entre las dos está


toda la gama de potencia relativa, mezclada con la dependencia de distintos tipos y
grados. Lo normal depende de la expectativa social de un grupo social en un
momento dado. ¿No podría decirse que en el extremo patriarcal de la sociedad la
relación sexual es la viola- ción y que en el matriarcal es muy buscado el hombre
con el elemento femenino disociado, que debe satisfacer a muchas mujeres, aunque
al hacerlo se aniquile?.

Entre los extremos está la bisexualidad y una expectativa de experiencia sexual


menos que óptima. Ello va acompañado por la idea de que la salud social es un
tanto depresiva, salvo durante las vacaciones.

Resulta interesante el hecho de que la existencia de ese elemento femenino


separado impida en la práctica la experiencia homosexual. En el caso de mi
paciente, en el momento crítico siempre huía de las proposiciones homosexuales,
porque (como fue a verme y a decírmelo la práctica de la homosexualidad habría
establecido su masculinidad, que (desde la persona del elemento femenino
disociado) nunca quiso conocer con certeza.

(En el normal, donde la bisexualidad es un hecho, las ideas homosexuales no


chocan de esa manera, en gran parte porque el factor anal (que es un aspecto
secundario) no ha lo- grado supremacía sobre la felación, y en la fantasía de una
unión de felación no tiene im- portancia el aspecto del sexo biológico de la persona).

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

f. Parece que en la evolución del mito griego los primeros homosexuales eran
hombres que imitaban a las mujeres de modo de llegar a una relación lo más
próxima posible con la diosa suprema. Ello correspondía a una era matriarcal a
partir de la cual apareció un sistema de dioses patriarcales con Zeus a la cabeza.
Este (símbolo del sistema patriarcal) inició la idea del joven amado sexualmente por
el hombre, cosa acompañada por la relegación de las mujeres a una posición social
inferior. Si esta es una exposición veraz de la historia del desarrollo de las ideas,
proporciona el eslabón que necesito para unir mis observaciones clínicas sobre el
elemento femenino escindido, en el caso de pacientes masculinos, con la teoría de
la relación de objeto. (En las pacientes, el elemento masculino separado tiene igual
importancia para nuestro trabajo, pero lo que debo decir acerca de la relación de
objeto se puede decir en términos de uno solo de los dos ejemplos posibles de
disociación).

RESUMEN DE OBSERVACIONES PRELIMINARES.

En nuestra teoría debemos dar por supuesto un elemento masculino y uno


femenino, tanto en los jóvenes y en los hombres como en las muchachas y las
mujeres. Pueden encontrarse separados uno del otro en muy alto grado. Esta idea
nos impone un estudio de los efectos clínicos de tal tipo de disociación y un examen
de los propios elementos masculino y femenino destilados.

Ya presenté algunas observaciones sobre lo primero, los efectos clínicos; ahora


deseo examinar lo que denomino efectos masculino y femenino deseados (no
personas masculina y femenina).

ELEMENTOS MASCULINOS PUROS Y FEMENINOS PUROS.

Especulación sobre el contraste entre tipos de relación de objeto Comparemos y


confrontemos los elementos masculino y femenino sin mezclas, en el contexto de la
relación de objeto.

Debo decir que el elemento que llamo "masculino" establece contactos en términos
de relacionarse en forma activa o de estar relacionado de manera pasiva,
respaldadas ambas por el instinto. En el desarrollo de esta idea hablamos del
impulso del instinto en el bebé, en relación con el pecho y la alimentación, y luego
respecto de todas las experiencias vinculadas con las principales zonas erógenas, y
con los impulsos y satisfacciones subsidiarias. Sugiero que, en cambio, el elemento
femenino puro se relaciona con el pecho (o con la madre) en el sentido de que el

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bebé se convierte en el pecho (o en la madre), dado que el objeto es el sujeto. Y en


esto no puedo ver impulso instintivo alguno.

(También es necesario recordar la acepción de la palabra instinto que proviene de la


etología. Pero dudo mucho de que la impresión sea algo que afecte al recién nacido
humano. Aquí y ahora afirmo mi creencia de que todo el tema de la impresión es
ajeno al estudio de la primera relación de objeto de los niños. Por cierto que nada
tiene que ver con el trauma de la separación a los dos años, momento en que se ha
dado por supuesta su fundamental importancia).

El término objeto subjetivo se empleó para describir el primer objeto, el objeto aún
no repudiado como un fenómeno no-yo. En esta relación del elemento femenino
puro con el "pecho" hay una aplicación práctica de la idea de objeto subjetivo, y esa
experiencia allana el camino para llegar al sujeto objetivo, es decir, la Idea de una
persona y el sentimiento de realidad que nace de la sensación de poseer una
identidad.

Por compleja que resulte a la larga la psicología del sentimiento de la persona y del
establecimiento de una identidad a medida que un bebé crece aquel sentimiento no
surge, salvo sobre la base de esa relación en el sentido de Ser. Ese sentimiento de
ser es anterior a la idea de ser-uno-con. porque hasta entonces no había otra cosa
que identidad. Dos personas separadas pueden sentir que son una, pero aquí, en el
lugar que examinó, el bebé y el objeto son uno. Es posible que el término de
identificación primaria se haya usado precisamente para esto que describo, y yo
pretendo demostrar cuánta importancia vital tiene esta primera experiencia para la
iniciación de todas las posteriores experiencias de identificación.

Las identificaciones proyectivas y las introyectivas surgen de este lugar en que cada
una es igual que la otra.

En el crecimiento del niño, a medida que el yo comienza a organizarse, eso que


llamo relación de objeto del elemento femenino puro establece la que quizá sea la
más simple de las experiencias, la de ser. Aquí hay una verdadera continuidad de
generaciones, el ser que se transmite de una generación a otra por la vía del
elemento femenino de hombres y mujeres. y de niños varones y mujeres. Creo que
esto ya se dijo, pero siempre en términos de mujeres y chicas, cosa que embrolla el
problema. Se trata de los elementos femeninos. tanto en las mujeres como en los
hombres.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

Por el contrario, la relación objetal del elemento masculino con el objeto presupone
separación. En cuanto se dispone de la organización del yo, el bebé asigna a este la
cualidad de ser no-yo o separado, y experimenta satisfacciones del ello que incluyen
la ira relativa a la frustración. La satisfacción de los impulsos acentúa la separación
del objeto respecto del bebé y lleva a la objetivización del objeto. A partir de ahí, del
lado del elemento masculino la identificación necesita basarse en complejos
mecanismos mentales, a los que es preciso dar tiempo para que aparezcan, se
desarrollen y se establezcan como parte del equipamiento del nuevo bebé. Pero del
lado del elemento femenino la identidad exige tan poca estructura mental que esa
identidad primaria puede ser una característica desde muy temprano, y los
cimientos para el simple ser pueden quedar establecidos (digamos) desde el
momento del nacimiento o antes. o poco después, o desde el instante en que la
mente se libera de las trabas para su funcionamiento debidas a la inmadurez y a las
lesiones cerebrales vinculadas con el proceso del nacimiento.

Es posible que los psicoanalistas hayan prestado una atención especial a este
elemento masculino o aspecto impulsivo de la relación de objeto, pero pasaron por
alto la identidad sujeto objeto a la que yo llamo la atención aquí, y que se encuentra
en la base de la capacidad de ser. El elemento masculino hace, en tanto que el
femenino (en los hombres y mujeres) es. Aquí entrarían los varones del mito griego
que trataron de ser una sola cosa con la diosa suprema Y también aparece la
manera de formular la envidia profundamente arraigada que las personas
masculinas sienten respecto de las mujeres cuyo elemento fe- menino los hombres
dan por sentado, a veces en forma errónea.

Según parece, la frustración corresponde a la búsqueda de satisfacción. A la


experiencia de ser corresponde algo distinto; no la frustración sino la mutilación.
Deseo estudiar este detalle en especial.

IDENTIDAD: NIÑO Y PECHO.

No es posible formular lo que aquí llamo relación del elemento femenino con el
pecho sin el concepto de la madre bastante buena y no lo bastante buena.

(Tal Observación es más cierta aún en esta zona que en el terreno comparable que
abarcan los términos de objetos y fenómenos transicionales. El objeto transicional
representa la capacidad de la madre para presentar el mundo de tal modo, que el
niño no tenga que saber al comienzo que dicho objeto es creado por él. En nuestro

158
Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

contexto inmediato podemos asignar una importancia total al significado de


adaptación, pues la madre ofrece al niño la oportunidad de sentir que el pecho es él,
o bien no la ofrece. En este caso el pecho es un símbolo, no de hacer sino de ser.)

Esto de ser una proporcionadora lo bastante buena del elemento femenino es


cuestión de sutilísimos detalles de manejo, y cuando se consideran estos aspectos
cabe recurrir a los escritos de Margaret Mead y Erik Erikson, quienes describen las
formas en que los cuidados maternos en distintos tipos de culturas determinan, a
una edad muy temprana, las pautas de las defensas del individuo, así como
proporcionan los planos para la sublimación posterior. Se trata de asuntos muy
sutiles, que estudiamos en relación con esta madre y este niño.

LA NATURALEZA DEL FACTOR AMBIENTAL.

Vuelvo ahora a la consideración de la primerísima etapa en que se establece la


pauta por medio de las sutiles formas en que la madre maneja a su hijo. Debo
referirme en detalle a este ejemplo tan especial de factor ambiental. 0 bien la madre
tiene un pecho que es, de modo que el bebé también puede ser cuando él y ella no
se encuentran aún separados en la mente rudimentaria del niño; o bien la madre es
incapaz de efectuar esa contribución, en cuyo caso el bebé tiene que desarrollarse
sin la capacidad de ser, o con una capacidad mutilada.

(En el terreno clínico hay que encarar el caso del bebé que debe arreglárselas con
una identidad referida a un pecho que es activo, un pecho de elemento masculino,
pero que no resulta satisfactorio para la identidad inicial, que necesita un pecho que
es no uno que hace. En lugar de "ser como" ese bebé tendrá que "hacer como", o
se le hará a él, lo cual equivale a lo mismo, desde nuestro punto de vista).

La madre capaz de hacer esa cosa tan sutil a que me refiero no produce un niño
cuya persona "femenina pura" tenga envidia del pecho, pues para él este es la
persona y la persona el pecho. Envidia es un término que se podría aplicar en la
experiencia de un fracaso atormentador del pecho como algo que ES.

CONFRONTACIÓN DE LOS ELEMENTOS MASCULINO Y FEMENINO

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

Estas consideraciones me han embarcado en una curiosa exposición sobre los


aspectos masculino puro y femenino puro del niño o niña. He llegado a una
situación en que debo decir que la relación de objeto en términos de ese elemento
femenino puro nada tiene que ver con el impulso (o instinto). La relación de objeto
respaldada por el impulso instintivo corresponde al elemento masculino de la
personalidad no contaminada por el femeni- no. Esta argumentación me hunde en
grandes dificultades, y sin embargo parece que en una formulación de las etapas
iniciales del desarrollo emocional del individuo es necesario separar (no a los
jóvenes de las muchachas, sino) el elemento no contaminado de los jóvenes del
elemento no contaminado de las muchachas. La formulación clásica en lo que
respecta a encontrar y usar el erotismo anal, el sadismo oral, las etapas anales,
etcétera, nace de; una consideración de la vida del elemento masculino puro. Los
estudios de identificación basados en la introyección o incorporación son
investigaciones de la experiencia de los elementos masculino y femenino ya
mezclados. El examen del elemento femenino puro nos lleva a otra parte.

El estudio del elemento femenino puro, destilado e incontaminado nos conduce al


Ser, única base para el autodescubrimiento y para el sentimiento de existir (y
después a la ca- pacidad para desarrollar un interior, ser un recipiente, ser capaz de
los mecanismos de proyección e introyección, y de relacionarse con el mundo en
términos de una y otra).

A riesgo de repetirme quiero volver a decir que cuando el elemento femenino del
bebé o paciente varón o mujer encuentra el pecho, lo que se ha encontrado es la
persona. Si se pregunta, "¿qué hace el bebé mujer con el pecho? ", la respuesta
afirma que ese elemento femenino es el pecho, participa de las cualidades de él y
es deseable. A lo largo del tiempo, deseable significa comestible, y ello quiere decir
que el niño corre peligro por ser deseable, o en lenguaje más refinado, por ser
excitante. Ser excitante implica ser capaz de hacer que el elemento masculino de
alguien haga algo. Así, el pene de un hombre puede ser un elemento femenino
excitante, que provoca en la muchacha la actividad del elemento masculino. Pero
(es preciso aclararlo) ninguna joven o mujer es así; en estado de salud existe una
proporción variable de elemento femenino en una niña y en un varón. Además
intervienen elementos del factor hereditario, de modo que resultaría muy fácil
encontrar a un niño con un elemento femenino más fuerte que la niña que está a su
lado y que puede tener un elemento potencial femenino menos puro. Agréguese a
esto la capacidad varia- ble de las madres para transmitir la deseabilidad del buen
pecho o de la parte de la función materna que el buen pecho simboliza, y se verá

160
Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

que algunos niños y niñas están condenados a crecer con una bisexualidad torcida,
cargada en el costado erróneo de su constitución biológica.

Esto me recuerda la pregunta: ¿cuál es la naturaleza de la comunicación que ofrece


Shakespeare en su delineación de la personalidad y carácter de Hamlet.

Hamlet se refiere principalmente al espantoso dilema en que se encontró el príncipe


y para él no había una solución debido a la disociación que se producía en él como
mecanismo de defensa. Sería satisfactorio encontrar a un actor que representase a
Hamlet teniendo esto en cuenta. Pronunciaría el primer verso del —famoso
soliloquio en una forma especial: "Ser o no ser..." Diría, como si tratase de llegar al
fondo de algo imposible de sondear: "Ser... o...", y en ese momento haría una
pausa, porque en realidad el personaje Hamlet no conoce la alternativa. Al cabo
terminaría con la posibilidad más bien trivial: "...no ser", y entonces se encontraría
muy avanzado en un viaje que no lleva a parte alguna. "¿Qué es más levantado
para el espíritu: /sufrir los golpes y dardos de la insultante fortuna /o tomar las armas
contra un mar de calamidades / y haciéndoles frente acabar con ellas?" (Acto lll,
Escena Primera). Aquí Hamlet ha pasado a la alternativa sadomasoquista, y dejado
a un lado el tema inicial. El resto de la obra es una prolongada elaboración de la
formulación del problema. Quiero decir que en esa etapa se lo muestra en busca de
una alternativa de la idea de "Ser". Trata de hallar un camino para formular la
disociación que se ha producido en su personalidad, entre sus elementos masculino
y femenino, que hasta el momento de la muerte de su padre habían vivido juntos, en
armonía como aspectos de su persona ricamente dotada. Sí, es inevitable que
escriba como si me refiriera a una Persona, no a un personaje teatral.

Tal como yo lo entiendo, este difícil soliloquio resulta difícil porque ni el propio
Hamlet tenía una clave para su dilema, pues residía en su estado modificado.
Shakespeare tenía la clave, pero Hamlet no podía recurrir a la obra de aquel.

Si se mira la obra de esta manera, parece posible utilizar la actitud modificada de


Hamlet respecto de Ofelia, y su crueldad para con ella, como una descripción de su
implacable rechazo de su propio elemento femenino, ahora separado y entregado a
ella, en tanto que su mal acogido elemento masculino amenaza con adueñarse de
toda su personalidad. La crueldad hacia Ofelia puede representar una medida de su
hostilidad a abandonar su elemento femenino escindido.

Así pues, la obra (si Hamlet hubiese podido leerla o verla representada) es la que le
habría mostrado la naturaleza de su dilema. La obra dentro de la obra no logró
hacerlo, y yo diría que fue puesta en escena por él para dar vida a su elemento

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masculino, amenazado al máximo por la tragedia que había quedado entretejida con
él.

Se podría percibir que el mismo dilema, en el propio Shakespeare, aparece en el


problema que informa el contenido de los sonetos. Pero ello equivaldría a omitir y
aun a insultar el rasgo principal de los sonetos, es decir, la poesía. En verdad, como
insiste en especial el profesor L. C. Knights (1946), resulta demasiado fácil olvidar la
poesía de las obras cuando se escribe acerca de los dramatis personae como si
fuesen personajes históricos.

RESUMEN.

1. He examinado las consecuencias que tiene para mi, en mi obra, mi nuevo


grado de reconocimiento de la importancia de la disociación en algunos hombres y
mujeres, respecto de esos elementos masculinos y femeninos y de las partes de sus
personalidades construidas sobre esos cimientos.

2. Examiné los elementos masculino y femenino artificialmente disecados, y


descubrí que por el momento vinculó el primero con el impulso relacionado con los
objetos (y también la pasiva de esta formulación), en tanto que la característica del
elemento femenino la encuentro en el contexto de la relación de objeto que es
identidad, que proporciona al niño la base para ser y luego, más adelante, para el
sentimiento de persona Pero advierto que aquí, en la absoluta dependencia
respecto de la entrega materna de esa cualidad especial por medio de la cual la
madre satisface o no el primer funcionamiento del elemento feme- nino, podemos
buscar los cimientos para la experiencia de ser. He escrito que "Por lo tanto carece
de sentido usar la palabra 'ello' para fenómenos no abarcados, catalogados y
experimentados, y en su momento interpretados por el funcionamiento del "yo"
(Winnicott. 1962).

Y ahora deseo decir: "Después de ser hacer y que se le haga a uno. Pero primero
ser".

CAPÍTULO 6:

EL USO DE UN OBJETO Y LA RELACIÓN POR MEDIO DE IDENTIFICACIONES.

LA IDEA DE LA UTILIZACIÓN DE UN OBJETO NO FUE MUY ESTUDIADA.

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La diferencia que hay entre relación de objeto y uso del objeto. En la primera el
sujeto permite que se produzcan ciertas alteraciones en la persona, del tipo que nos
llevó a inventar el término catexia. El objeto se ha vuelto significativo. Han actuado
mecanismos de proyección e identificación, y el sujeto se ve vaciado en la medida
en que parte de él se encuentra en el objeto, aunque enriquecida por el sentimiento.

La relación de objeto es una experiencia del sujeto que se puede describir en


términos de este como un aislado. Pero cuando hablo del uso de un objeto doy por
sentada la relación de objeto, y agrego nuevos rasgos que abarcan la naturaleza y
conducta del objeto. Por ejemplo, si se lo desea usar, es forzoso que el objeto sea
real en el sentido de formar parte de la realidad compartida, y no un manojo de
proyecciones. Creo que esto es lo que constituye el mundo de diferencias que hay
entre la relación y el uso.

El relacionarse es descriptible en términos del sujeto, y que no es posible describir


el uso por la aceptación de la existencia independiente del objeto, de su propiedad
de encontrarse presente todo el tiempo.

Pero ese cambio no se produce en forma mecánica, por el solo proceso de


maduración.

En términos clínicos: dos bebés se alimentan a pecho. Uno se alimenta de la


persona, pues el pecho y él todavía no se han convertido (para él) en fenómenos
separados. El otro se alimenta de una fuente que no es yo, o de un objeto que se
puede tratar en forma altiva sin que ello produzca efecto alguno sobre el bebé, a
menos de que este tome represalias. Las madres pueden ser buenas o no lo
bastante buenas; algunas saben llevar al bebé del relacionarse al uso, y otras no.

El rasgo esencial del concepto de objetos y fenómenos transicionales es la


paradoja y la aceptación de esta: el bebé crea el objeto, pero este estaba ahí,
esperando que se lo crease y que se lo denominará objeto cargado.

Para usar un objeto es preciso que el sujeto haya desarrollado una capacidad que le
permita usarlos. Esto forma parte del paso al principio de realidad.

No es posible decir que tal capacidad sea innata, ni dar por sentado su desarrollo en
un individuo. El desarrollo de la aptitud para usar un objeto es otro ejemplo del
proceso de maduración como algo que depende de un ambiente facilitador.

En la secuencia se puede decir que primero viene la relación de objeto y al final


el uso. Lo que existe entre la relación y el uso es la ubicación del objeto, por el

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

sujeto, fuera de la zona de su control omnipotente, es decir, su percepción del


objeto como un fenómeno exterior, no como una entidad proyectiva, y en rigor su
reconocimiento como una entidad por derecho propio.

Este paso (de la relación al uso) significa que el sujeto destruye el objeto. Después
de "el sujeto se relaciona con el objeto" viene "el sujeto destruye al objeto" (cuando
se vuelve exterior); y después puede venir "el objeto sobrevive a la destrucción por
el sujeto". Pero puede haber supervivencia o no. El sujeto dice al objeto: "Te he
destruido", y el objeto se encuentra ahí para recibir la comunicación. En adelante el
sujeto dice: " ¡Hola, objeto! " "Te he destruido." ―Te amo." "Tienes valor para mí por
haber sobrevivido a tu destrucción por mí." "Mientras te amo te destruyo
constantemente en mi fantasía (inconsciente)." Aquí comienza la fantasía para el
individuo. Entonces el sujeto puede utilizar el objeto que ha sobrevivido. No se trata
solo de que destruye el objeto porque este se encuentra fuera de la zona de control
omnipotente. La destrucción del objeto es la que lo coloca fuera de la zona de
control omnipotente del sujeto.

Gracias a la supervivencia del objeto, el sujeto puede entonces vivir una vida
en el mundo de los objetos, cosa que le ofrece inmensos beneficios; pero es
preciso pagar el precio, en forma de la aceptación de la creciente destrucción en la
fantasía inconsciente vinculada con la relación de objeto.

Cuando se ha llegado a esta etapa, los mecanismos proyectivos colaboran en el


acto de percibir qué hay ahí, pero no son la razón de que el objeto se encuentre ahí.

Ya casi he terminado mi formulación completa. Pero no del todo, porque no puedo


dar por sentada una aceptación del hecho de que el primer impulso del sujeto en la
relación con el objeto (percibido de manera subjetiva, no objetiva) sea destructiva.

El postulado central de mi tesis afirma que en tanto que el sujeto no destruye el


objeto subjetivo (material de proyección), la destrucción aparece y se convierte en
un aspecto central cuando el objeto es percibido de manera objetiva, tiene
autonomía y pertenece a la realidad "compartida". Esta es la parte difícil de mi tesis,
por lo menos para mí.

El principio de realidad envuelve al individuo en la ira y la reacción destructiva,


pero mi tesis dice que la destrucción desempeña un papel en la formación de la
realidad, pues ubica el objeto fuera de la persona.

Se trata, sencillamente, de examinar el principio de realidad con una lente de gran


potencia.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

En el punto del desarrollo que se examina el sujeto crea el objeto, en el sentido de


que encuentra la exterioridad misma, y hay que agregar que esta experiencia
depende de la capacidad del objeto para sobrevivir.

De nada sirve decir que un bebé de pocos días de edad envidia el pecho. Pero es
legítimo afirmar que a cualquier edad que tenga, empieza a permitir al pecho una
ubicación exterior (fuera de la zona de proyección), lo cual significa que la
destrucción del pecho se ha convertido en un rasgo característico. Una parte
importante de lo que hace una madre consiste en ser la primera persona que hace
pasar al bebé por esta primera versión, de las muchas que encontrará, de ataques a
los cuales se sobrevive. Ese es el momento correcto en el desarrollo del niño, dada
su relativa debilidad, de modo que se pueda sobrevivir a la destrucción con bastante
facilidad.

Está involucrada toda la zona de desarrollo y crianza» en la cual la adaptación se


vincula con la dependencia.

Si bien la palabra que empleo es destrucción, la destrucción real corresponde al


fracaso del objeto en lo referente a sobrevivir. De lo contrario, la destrucción sigue
siendo potencial.

Son grandes las variaciones que surgen de las diferencias de experiencias de


distintos bebés recién nacidos, según que se los haga pasar o no por esta fase tan
difícil.

Cuando hablo de "uso" no me refiero a la "explotación". Ser usado, significa que


podemos visualizar el final del tratamiento, aunque todavía falten varios años para
ello. Pero existen muchos que necesitan que sepamos darles la capacidad de
usarnos. Para ellos, esa es la tarea analítica. Para satisfacer esa necesidad
tendremos que conocer lo que digo aquí sobre nuestra supervivencia a su
destructividad.

RESUMEN

Ofrezco las razones por las cuales, en mi opinión, la capacidad para usar un objeto
es más complicada que la aptitud para relacionarse con objetos; y la relación puede
ser con un objeto subjetivo, en tanto que el uso implica que el objeto forma parte de
la realidad exterior.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

Es posible observar la siguiente secuencia:

1) el sujeto se relaciona con el objeto.

2) El objeto está a punto de ser hallado por el sujeto, en lugar de ser ubicado
por este en el mundo.

3) El sujeto destruye el objeto.

4) El objeto sobrevive a la destrucción.

5) El sujeto puede usar el objeto.

El objeto siempre es destruido. Esta destrucción se convierte en el telón de fondo


inconsciente para el amor a un objeto real, es decir, un objeto que se encuentra
fuera de la zona de control omnipotente del sujeto.

CAPÍTULO 7: LA UBICACIÓN DE LA EXPERIENCIA CULTURAL.

En su topografía de la mente, Freud no reservó un lugar para la experiencia de las


cosas culturales. Asignó un nuevo valor a la realidad psíquica interna. Usó la
palabra "sublimación" para indicar el camino hacia un lugar en que la experiencia
cultural adquiere sentido, pero quizá no llegó tan lejos como para decirnos en qué
parte de la mente se encuentra esa experiencia.

Comencé a ver que se utilizaba un concepto complicado de la relación madre-hijo;


que podría existir un punto de vista infantil, no complicado, distinto del de la madre o
el observador, y que quizá fuese ventajoso examinar ese punto de vista infantil.
Durante mucho tiempo mi mente permaneció en un estado de desconocimiento, que
cristalizó en mi formulación de los fenómenos transicionales. Experimenté con el
concepto de "representaciones mentales" y con su descripción en términos de
objetos y fenómenos ubicados en la realidad psíquica personal, sentida como
interior; además seguí los efectos del funcionamiento de los mecanismos mentales
de proyección e introyección. Me di cuenta de que en rigor el juego no es una
cuestión de realidad psíquica interna ni de realidad exterior.

Y ahora he llegado al tema de este capítulo y a la pregunta: si el juego no está


adentro ni afuera, ¿dónde está?

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

Cuando presenciamos el empleo por un niño, de un objeto transicional, la primera


posesión no-yo, vemos al mismo tiempo la primera utilización de un símbolo por
aquel y su primera experiencia de juego. Una parte esencial de mi formulación de
los fenómenos transicionales es la de que convenimos en no preguntar nunca al
bebé: ¿creaste ese objeto, o lo encontraste? Es decir, que un rasgo esencial de los
fenómenos y objetos transicionales es una cualidad de nuestra actitud cuando los
observamos.

El objeto es un símbolo de la unión del bebé y la madre. Ese símbolo puede ser
localizado. Se encuentra en el lugar del espacio y el tiempo en que la madre se halla
en la transición de estar (en la mente del bebé) fusionada al niño y ser
experimentada como un objeto que debe ser percibido antes que ser concebido. El
uso de un objeto simboliza la unión de dos cosas ahora separadas, bebé y
madre, en el punto del tiempo y el espacio de la iniciación de su estado de
separación.

Si el uso del objeto por el bebé llega a convertirse en, entonces tiene que existir el
comienzo del establecimiento, en la mente del bebé, o en su realidad psíquica-
personal, de una imagen del objeto. Pero la representación mental del mundo
interno se conserva como significativa, o el imago de ese mundo se mantiene viva
gracias al reforzamiento proporcionado por la disponibilidad de la madre exterior,
separada y real, junto con su técnica de cuidado del niño.

El sentimiento de existencia de la madre dura x minutos. Si la madre se aleja


durante más de esos x minutos, el imago se disipa, y junto con ella, cesa la
capacidad del bebé para usar el símbolo de la unión. Se muestra angustiado, pero
la angustia es corregida pronto, porque la madre regresa al cabo de x + y minutos.
En x + y el bebé no ha tenido tiempo de alterarse. Pero en x +y +z queda
traumatizado. En x + y + z el regreso de la madre no corrige su estado de alteración.

La gran mayoría de los bebés jamás experimentan la cantidad x + y + z de


privación.

Por el contrario, los bebés son constantemente curados de los efectos del grado x +
y + z de privación por los mimos localizados de la madre, que enmiendan la
estructura del yo. Esta enmienda restablece la capacidad del bebé para usar un
símbolo de unión, entonces el niño vuelve a permitir la separación, y aun a
beneficiarse con ella.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

Los fenómenos que poseen realidad en la zona cuya existencia postulo


pertenecen a la experiencia de la relación con objetos. Estos fenómenos de la
zona de juego muestran una infinita variabilidad, y contrastan con la relativa
estereotipación de los correspondientes, bien al funcionamiento personal del cuerpo,
bien a la realidad ambiental.

Como partimos de la enfermedad psiconeurótica y de las defensas del yo


relacionadas con la ansiedad que surge de la vida instintiva, tenemos tendencia a
pensar en la salud en términos del estado de las defensas del yo. Decimos que hay
salud cuando dichas defensas no son rígidas, etcétera.

Todavía nos queda por encarar el problema de qué es la vida misma. No es la


satisfacción instintiva lo que hace que un bebé empiece a ser, a sentir que la vida es
real, a encontrarla digna de ser vivida. En rigor, la satisfacción del instinto, comienza
como función parcial, y se convierte en seducción si no se basa en una capacidad,
bien establecida en la persona, para la experiencia total y para la experiencia en la
zona de los fenómenos transicionales.

He usado la expresión experiencia cultural como una ampliación de la idea de los


fenómenos transicionales y del juego. Al utilizar el vocablo cultura pienso en la
tradición heredada. Pienso en algo que está contenido en el acervo común de la
humanidad, a lo cual, pueden contribuir los individuos y los grupos de personas, y
que todos podemos usar si tenemos algún lugar en que poner lo que encontremos.

En campo cultural alguno es posible ser original, salvo sobre la base de la tradición.
A la inversa, ninguno de los integrantes de la línea de quienes efectuaron aportes a
la cultura repite nada, salvo en forma de cita deliberada.

Debo seguir un poco más con el tema, en términos de las primerísimas experiencias
del bebé (Me refiero a las etapas de crecimiento anteriores a aquella en que el bebé
adquiere mecanismos mentales que, pronto se encuentran disponibles para la
organización de complejas defensas).

TESIS PRINCIPAL

He aquí, pues, mi exposición fundamental. Afirmo que:

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

El lugar de ubicación de la experiencia cultural el espacio potencial que existe entre


el individuo y el ambiente (al principio el objeto). Lo mismo puede decirse acerca del
juego.

En cada individuo la utilización de dicho espacio determina las experiencias vitales


que surgen en las primeras etapas de su existencia.

Desde el principio el bebé vive experiencias de máxima intensidad en el espacio


potencial que existe entre el objeto subjetivo y el objeto percibido en forma
objetiva, entre las extensiones del yo y el no-yo. Ese espacio se encuentra en el
juego recíproco entre el no existir otra cosa que yo y el existir de objetos y
fenómenos fuera del control omnipotente.

Todos los bebés tienen en dicho espacio y sus propias experiencias favorables o
desfavorables. La dependencia es máxima. El espacio potencial se da sólo en
relación con un sentimiento de confianza por parte del bebé vinculada con la
confiabilidad de la figura materna o de los elementos ambientales, siendo la fianza
la prueba de la confiabilidad que comienza a ser introyectada.

Para estudiar el juego y después la vida cultural del individuo es preciso examinar el
destino del espacio potencial que hay entre un bebé cualquiera y la figura materna
humana (y por lo tanto falible) que en esencia es adaptativa debido al amor.

Si se quiere pensar en esta zona como parte de la organización del yo, hay una
porción de este que no es un yo corporal, es decir, que no se basa en la pauta del
funcionamiento del cuerpo, sino en experiencias corporales. Estas se refieren a la
relación de objeto de tipo no orgásmico.

CONTINUACIÓN DEL ARGUMENTO.

¿Qué ocurre cuando la madre consigue pasar a un fracaso graduado en lo que


respecta a la adaptación, a partir de una posición de plena adaptación? Este es
el centro de la cuestión. En la buena experiencia corriente, en este terreno de la
manipulación el bebé encuentra un placer intenso, e incluso angustioso, vinculado
con el juego imaginativo. Todo es creador, y aunque el jugar forma parte de la
relación de objeto, lo que ocurre es personal para el bebé.

Todo lo que sucede en el juego se ha hecho antes, sentido antes, olido antes, y
cuando aparecen símbolos específicos de la unión entre el bebé y la madre (objetos

169
Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

transicionales), dichos objetos fueron adoptados, no creados. Pero para el bebé (si
la madre ofrece las condiciones correctas) cada uno de los detalles de su vida es un
ejemplo de vivir creador. El bebé empieza a vivir de manera creadora, y a usar
objetos reales para mostrarse creativo en y con ellos. Si no se le da esa
oportunidad, no existe entonces zona alguna en la cual pueda jugar o tener
experiencias culturales; se sigue de ello que no hay vínculos con la herencia
cultural.

La falta de confiabilidad o pérdida del objeto significa para el niño la pérdida de


la zona de juego, y la del símbolo significativo.

Sugiero que ha llegado el momento de que la teoría psicoanalítica rinda tributo a


esta tercera zona, la de la experiencia cultural que es un derivado del juego.
Las otras dos zonas son la realidad psíquica personal o interna, y el mundo real, con
el individuo que vive en él.

La exploración de esta zona lleva a una condición patológica en que el individuo es


confundido por elementos persecutorios que no posee medios para eliminar.

UNIDAD Nº 6. Un modelo de los primeros tiempos de la vida psíquica: Piera


Aulagnier. La actividad de representación: originario y pictograma.

Texto N° 22

AULAGNIER: LA VIOLENCIA DE LA INTERPRETACIÓN. DEL PICTOGRAMA AL


ENUNCIADO.

Palabras preliminares.

Hay un modo de representar que es definido como originario, testigo de una


actividad de representación que utiliza un pictograma que ignora la imagen de
palabra y posee un material exclusivo la imagen de cosa corporal. Aunque lo
originario define una forma de actividad común a todo sujeto, la eficacia del
concepto solo puede ser comprendida si se está dispuesto a ponerlo a prueba en la
práctica del análisis en el registro de la psicosis.

170
Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

Postulados que refieren a nuestra concepción del cuerpo, de los órganos


funcionales sensoriales, de la información y de la metabolización que la psique les
impone:

El cuerpo: conjunto de funciones sensoriales que son vehículo de una información


continua que no puede faltar, constituye la condición necesaria para una actividad
psíquica que exige que sean libidinalmente catectizado tanto el informado como el
informante. Identidad entre la actividad sensorial y la erogenización de las zonas,
sedes de su órgano. Ello permite una concepción diferente del objeto parcial, una
mejor compresión de la angustia. El origen de la relación psique-cuerpo se
encuentra en lo que la primera toma del modelo de actividad del segundo, este
modelo será metabolizado en un material heterogéneo, que formará el marco
constante de un argumento originario que se repite. Esta repetición define el
funcionamiento y la producción de lo originario.

La situación de encuentro: lo que caracteriza al ser humano es su situación de


encuentro continuo con el medio físico-psíquico que lo rodea. Este encuentro será la
fuente de tres producciones: a) lo originario y la producción pictográfica, b) lo
primario y la representación escénica, la fantasía, c) lo secundario y la
representación ideica, la puesta en escena como obra del yo. Desde el primer
momento de su existencia, el sujeto se halla frente a una serie de encuentros, una
de las características será anticiparse a sus posibilidades de respuesta. Este estado
de encuentro da lugar a tres tipos de producción. Todo acto, toda experiencia da
lugar a un pictograma, a una puesta en escena, a una puesta en sentido. Del
pictograma, el sujeto no puede poseer ningún conocimiento directo.

El análisis de esta instancia se centrará alrededor de los tres postulados:

1. La exigencia de interpretación como fuerza que organiza el campo del


discurso.
2. La función de objeto parcial que cumple en un primer momento el objeto-voz
y el pensar.
3. La imposibilidad de analizar la función del yo sin considerar el campo
sociocultural en el que está inmerso el sujeto.

CAPÍTULO 1: LA ACTIVIDAD DE REPRESENTACIÓN, SUS OBJETOS Y SU


META

1. CONSIDERACIONES GENERALES

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

Este libro ofrece un modelo del aparato psíquico centrado en una de sus tareas
específicas: la actividad de representación.

Definimos actividad de representación como la tarea común a todos los procesos


psíquicos cuya meta es metabolizar un elemento heterogéneo, convirtiéndolo en un
elemento homogéneo a la estructura de cada sistema del aparato psíquico.

El término elemento alude a dos clases de objetos: los que son necesarios para el
funcionamiento del sistema, y los que se imponen a éste último, el cual no puede
ignorar su acción.

La actividad de representación es una actividad psíquica que presenta semejanzas


y diferencias con la actividad metabólica, que es un proceso orgánico:

a) Semejanza: Ambos rechazan todo elemento heterogéneo a la estructura o,


inversamente, se lo transforma en un material que se convierte en homogéneo a
ella.

b) Diferencia: el elemento metabolizado es un cuerpo físico, mientras que el


elemento representado psíquicamente es un elemento de información. Una es una
actividad orgánica, y la otra una actividad psíquica.

La actividad psíquica está constituida por tres modos de funcionamiento o procesos


de metabolización: el proceso originario, el primario y el secundario, cada cual con
las siguientes características (ver esquema).

Tomaremos 'consciente' y 'inconsciente' en sentido descriptivo, o sea como cualidad


de que puede o no ser conocida por el yo.

Los tres procesos indicados en el esquema no están presentes desde un comienzo,


sino que van sucediéndose temporalmente: se ponen en marcha por la necesidad
de la psique de conocer una propiedad del objeto exterior, propiedad que el proceso
anterior estaba obligado a ignorar. Todo induce a pensar que el lapso entre el
proceso originario y la aparición del primario es muy breve y, de igual modo, la
aparición del proceso secundario es también muy precoz. La aparición de un nuevo
proceso no anula la actividad de los anteriores, que siguen funcionando en espacios
propios diferentes.

Los elementos a metabolizar son tanto objetos exteriores o de la realidad física,


como objetos endógenos al psiquismo, aunque heterogéneos en relación con uno
de los tres sistemas. Así, los objetos psíquicos producidos por lo originario son tan

172
Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

heterogéneos respecto a lo secundario como los objetos exteriores que el Yo


encuentra.

Hay una homología entre los objetos psíquicos y los objetos físicos: de ambos, y
para cada sistema, sólo hay una representación que ha metabolizado al objeto
originado en esos espacios, transformándolo en un objeto cuya estructura se ha
convertido en idéntica a la del representante.

Toda representación representa al objeto, pero también representa a la instancia o


sistema a la que pertenece, pues cada sistema debe representar al objeto de modo
tal que su estructura se convierta en idéntica a la del representante.

Tres modos de funcionamiento de la actividad psíquica Tales funcionamientos


generan REPRESENTACIONES En la reflexión de esta actividad sobre sí misma,
se originan INSTANCIAS ESPACIOS: lugares hipotéticos de las actividades y
representaciones Postulado rector de funcionamiento

Tres modos de Tales funcionamientos En la reflexión de ESPACIOS: Postulado rector


funcionamiento generan esta actividad lugares hipotéticos de funciona
de la actividad REPRESENTACIONES sobre sí misma, se de las actividades miento
psíquica originan y representaciones
INSTANCIAS

PROCESO PICTOGRAFICAS (o REPRESENTANTE ESPACIO AUTOENGEN


ORIGINARIO Pictograma) ORIGINARIO DRAMIENTO: Todo
existente es
autoengendrado
por el sistema que
lo representa.

PROCESO FANTASEADAS FANTASEANTE (el ESPACIO Todo existente es


PRIMARIO (Fantasía) que pone en PRIMARIO un efecto del
escena) poder omnímodo
del deseo del Otro.

PROCESO IDEICAS (Enunciado) ENUNCIANTE (El ESPACIO Todo existente


SECUNDARIO Yo o Je) SECUNDARIO tiene una causa
inteligible que el
discurso podrá
conocer.

173
Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

Esta última afirmación la podemos ejemplificar en el proceso secundario, cuya


instancia es el Yo. Al respecto, debemos diferenciar y relacionar tres tipos de
actividad: la actividad representativa, la cognitiva y la interpretativa.

El Yo busca forjarse una imagen de la realidad exterior, para lo cual ejerce una
actividad representativa. Al ejercerla, se ilusiona acerca de que está conociendo los
objetos en sí, es decir, se ilusiona acerca de que ejerce una actividad cognitiva, pero
en rigor esto no es así: el Yo transforma el objeto exterior asimilándolo a su propia
estructura, con lo cual su actividad no es cognitiva sino interpretativa: interpreta el
mundo según su propia lógica y su propia causalidad.

Estas consideraciones sirven para mostrar que cada sistema funciona de acuerdo a
una ley o postulado propio (ver esquema de arriba).

La actividad de representación responde a una ley general: cada sistema se


representa los objetos de acuerdo a un esquema relacional que confirme o esté de
acuerdo con el postulado propio de dicho sistema. Por ejemplo: antes del
descubrimiento del inconsciente, y aunque éste existía, el Yo no tenía una
representación ideica del mismo: era un objeto heterogéneo, pero cuando fue
descubierto por Freud, el Yo pudo metabolizar ese objeto adecuándolo a su propia
lógica y tornándolo así, inteligible.

Examinemos ahora la relación entre el funcionamiento de los sistemas, y el


elemento que informa a éstos sobre la propiedad de un objeto. Por empezar, no
existe información neutra, porque siempre está teñida de libido ('información
libidinal'), ya que el acto de representación implica un acto de catectización,
derivado a su vez de la tendencia del psiquismo a preservar o reencontrar una
experiencia de placer.

El placer no se alcanza plenamente en el ámbito del Yo, que no puede realizar esta
meta. Esto no debe hacernos pensar que la actividad de representación del Yo no
implique una experiencia de placer, pero se trata de un placer mínimo necesario
para que haya vida, es decir, debe haber un placer mínimo necesario para que haya
actividad de representación y para que haya representantes psíquicos de objetos
externos, y mismo aún objetos psíquicos.

Sin embargo, la existencia del placer es tan importante como la de displacer: esta
dualidad pulsional enfrenta al Yo con una paradoja: ¿cómo puede haber displacer
en un objeto de deseo? ¿Cómo puede surgir el placer del displacer? La teoría

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

resuelve la contradicción diciendo que la actividad psíquica, ya desde el proceso


originario, forja dos representaciones antinómicas de la relación representante-
representado: de un lado se define un 'deseo' en relación al placer, y del otro se
define un 'deseo no tener que desear', en relación al displacer.

En el primer caso, la realización del deseo implicará reunificar el representante con


el objeto representado, unión que causará placer. En el segundo caso, la no
realización del deseo implicará separarlos, es decir, hacer desaparecer todo objeto
que pueda suscitarlo. Para decirlo en términos de amor y odio: en el primer caso se
busca la unión con el objeto (amor), y en el segundo su rechazo y destrucción
(odio).

2. EL ESTADO DE ENCUENTRO Y EL CONCEPTO DE VIOLENCIA

El estado de encuentro se establece entre el mundo externo y la psique, y es


coextensivo con el estado existente.

Explicaremos mejor este estado de encuentro para entender los conceptos centrales
de este libro: violencia e interpretación, pero antes aclaremos algo: el discurso
teórico psicoanalítico intenta describir tal cual como ocurre este proceso pero no
puede: ejerce una violencia, pues impone al proceso un marco teórico que lo
desnaturaliza, es decir, sólo puede concebir los procesos como sucesivos, no
simultáneos. Por ello se describe una sucesión que va desde un estado originario a
otro secundario, pasando por el primario.

1) Instauración del proceso originario: A medida que evoluciona el sistema


perceptual, la actividad psíquica establece un estado de encuentro: percibe un
mundo heterogéneo cuyos efectos padece en forma continua e inmediata. Gracias a
que la psique puede representarse tales efectos, puede forjar una primera
representación de sí misma: tal es el hecho originario que pone en marcha la
actividad psíquica.

El proceso originario puede metabolizar los objetos si éstos tienen representabilidad,


es decir, la posibilidad de situarse en el esquema relacional propio, en este caso, del
sistema primario. Estos objetos no son cualquiera: es material exógeno que dispara
la actividad psíquica, y que tiene que ver con las informaciones emitidas por los
objetos soportes de catexia.

Lo que la psique encuentra son dos espacios: su espacio corporal y el espacio


psíquico de quienes lo rodean, en especial el de la madre. El proceso originario se
configura cuando la psique percibe que tanto su propio cuerpo como su madre son

175
Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

fuentes de experiencias tanto de placer como de displacer. Estas dos cualidades


son entonces las importantes a considerar para la instauración del proceso
originario.

2) Pasaje del proceso originario al primario: El proceso primario comienza


cuando la actividad psíquica puede reconocer una nueva propiedad de los objetos
placenteros o no: su extraterritorialidad, es decir, reconocer la existencia de un
espacio exterior y uno propio, información que sólo puede ser metabolizada por el
proceso primario.

3) Pasaje del proceso primario al secundario: El proceso secundario comienza


cuando la actividad psíquica puede reconocer una nueva propiedad en los objetos:
su significación o sentido. En efecto, el proceso secundario se ocupa de significar, lo
que implica reconocer que la relación entre objetos exteriores está definida por la
relación entre las significaciones que el discurso proporciona sobre dichos
elementos: o sea, el mundo empieza a adquirir un sentido adecuado al esquema
relacional del representante, en este caso el Yo. Tal información sólo es
metabolizable por el proceso secundario, el que así se pone en marcha.

En síntesis, las cualidades que tienen que tener los existentes para poder ser
metabolizados por el proceso respectivo, son las siguientes:

PROCESO CUALIDAD DEL OBJETO

Proceso originario Representabilidad

Placentero / Displacentero

Proceso Primario Extraterritorialidad

Proceso Secundario Significación o sentido

176
Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

Si hay algo que caracteriza al hombre es el llamado efecto de anticipación, por el


cual enfrenta una experiencia, un discurso o una realidad que se anticipan por lo
general a sus posibilidades de respuesta, y siempre a lo que puede saber y prever
sobre las razones, el sentido o las consecuencias de dichas experiencias. Cuanto
menos edad tiene el sujeto, más excesiva es esta anticipación: exceso de sentido,
de excitación, de frustración, de gratificación o de protección.

Las palabras y los actos maternos, su discurso anticipatorio se anticipan siempre a


lo que el niño puede conocer de ellos: el pecho es dado antes que la boca sepa que
lo espera, desfasaje que ilustra la violencia primaria que la madre ejerce sobre el
infans. La madre habla al niño diciéndole cosas a él o de él (es lo que se llaman las
producciones psíquicas maternas), discurso al que el infans no puede asignarle
significación, pudiendo sólo metabolizarlo en un material homogéneo respecto de la
estructura pictográfica.

La madre se constituye en el portavoz del ambiente frente al infans, en cuanto con


su discurso ambiental le transmite en forma premoldeada desde su propia psique
las obligaciones, prohibiciones, etc., que de él espera, forjándose así una
representación ideica del niño y que definirá el 'ser' de éste último al insertarlo en
una estructura de parentesco, una estructura lingüística y en la estructura afectiva
de la otra escena: tales son las tres condiciones previas que gobiernan los
enunciados maternos. Es la manera de tiene la madre de ejercer una violencia
primaria sobre su hijo, es decir, a través de un discurso que ejerce un efecto de
anticipación que ofrece al niño significaciones que no puede metabolizar según el
proceso secundario.

Definimos violencia primaria como la acción mediante la cual se le impone a la


psique de otro una elección, un pensamiento o una acción motivados en el deseo
del que lo impone, pero que se apoyan en un objeto que corresponde para el otro a
la categoría de lo necesario. La violencia primaria es necesaria para la constitución
del Yo del niño, pues le presta a éste un soporte identificatorio. Sin embargo, esta
violencia no debe extenderse más allá de lo necesario, porque en este caso el Yo
no puede acceder a una autonomía. Cuando esta violencia impide tal autonomía,
representando un exceso por lo general perjudicial y nunca necesario para el
funcionamiento yoico, estamos en presencia de una violencia secundaria, y que
suele ser amplia y persuasiva al punto tal de ser desconocida por sus propias
víctimas.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

La autonomía se opone a dependencia. Esta dependencia puede ser física (por


ejemplo un discapacitado) o psíquica. La vida psíquica se caracteriza por tender
hacia la autonomía, entendiendo por tal toda forma de actividad psíquica orientada
hacia dos fines: la supervivencia del cuerpo y, para ello, la persistencia de una
catexia libidinal que resista a una victoria definitiva de la pulsión de muerte.

CAPÍTULO 2: EL PROCESO ORIGINARIO Y EL PICTOGRAMA.

El postulado de autoengendramiento: la particularidad de lo representado es el


pictograma. El encuentro original se produce en el mismo momento del nacimiento,
en la primera experiencia del placer: el encuentro entre boca y pecho. Factores
responsables de la organización de la actividad psíquica:

1. La presencia de un cuerpo cuya propiedad es preservar por autorregulación su


estado de equilibrio energético. En el funcionamiento psíquico la primera respuesta
natural es desconocer la necesidad, desconocer el cuerpo y conocer el estado que
la psique desea reencontrar.

2. Un poder de excitabilidad al que se debe la representación en la psique de los


estímulos originados en el cuerpo, la pulsión se aplica para la actividad pictográfica.
El trabajo del aparato psíquico consiste en metabolizar un elemento de información,
proveniente de un espacio que le es heterogéneo, en un material homogéneo a su
estructura, para permitir a la psique representarse lo que ella quiere reencontrar de
su propia experiencia.

3. Un afecto ligado a esta representación indisociables para y en el registro de lo


originario.

4. La doble presencia de un vínculo y una heterogeneidad entre la experiencia


corporal y el afecto psíquico que se manifiestan en y por su representación
pictográfica.

5. La exigencia de la psique: en su campo no puede aparecer nada que no haya


sido metabolizado previamente en una representación pictográfica, la
representatividad pictográfica del fenómeno constituye una condición necesaria
para su existencia psíquica. Lo originario solo puede conocer los fenómenos que

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

responden a las condiciones de representatividad, los restantes carecen de


existencia para él.

Las condiciones necesarias para la representatividad del encuentro: la actividad


y la excitación exigen el encuentro entre un órgano sensorial y un objeto exterior que
posea un poder de estimulación frente a él, el proceso originario retoma el modelo
sensorial. La representación es una puesta en presentación de la psique para la
psique. Esta sobredeterminación y sobresignificación de lo representado constituye
un rasgo esencial. El gasto de trabajo que implica debe asegurarse una prima de
placer, mientras lo representado se ofrece como un soporte que atrae y fija en
beneficio propio la energía de que dispone ese proceso. Es necesario que a este
placer mínimo se le añada la búsqueda y la espera de una prima de placer,
equivalente psíquico de un placer de órgano, se convierte en meta de la actividad
psíquica. La condición esencial es que esta experiencia pueda representarse como
aportando placer a las dos entidades de lo que es el objeto zona complementario.
Así la prima de placer, como meta de la actividad de representación, se encuentra
relacionada con la posibilidad de una representación y de una experiencia que
puedan poner en escena la unión de dos placeres, el del representante y el del
objeto que él representa y lo que encuentra en el transcurso de la experiencia.
Deseo de catectizar al objeto metabolizándolo en la representación de una parte del
propio cuerpo y gracias a ello deseo de catectizar al propio incorporante, y deseo de
autoaniquilación que convierta a la representación de la instancia representante en
autopresentación de la instancia que engendra el displacer.

Primer esquema de los elementos que organizan la situación original del


encuentro boca-pecho cuando se privilegia lo que ocurre con el infans:

a. Una experiencia del cuerpo que acompaña a una actividad de representación


que da lugar al pictograma.

b. Un efecto que está ligado a esa experiencia y que puede ser de placer o
displacer.

c. La presencia de una ambivalencia del deseo frente a su propia producción. Que


podrá ser soporte de la tendencia a fijarse en ella como soporte de su deseo por
destruirla, por ser la prueba de existencia de otro lugar que escapa a su poder,
pero también que lo obliga a proseguir su trabajo de representación.

d. La ambivalencia de toda catexia concierne al cuerpo.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

El préstamo tomado del modelo sensorial por la actividad de lo originario:


oscilación continua entre dos formas elementales de actividad: el tomar en sí y el
rechazar fuera de sí, actividades que acompañan con un trabajo de metabolización
de lo tomado que lo transforma en material propio del cuerpo, los residuos de esta
operación son expulsados del cuerpo. En términos psicoanalíticos la catectización y
la descatectización de aquello de lo que se es informado y del objeto de excitación
responsable de esta información, la representación pictográfica de los conceptos
de tomar en sí y rechazar fuera de sí es la única representación posible de toda
experiencia sensorial.
Los términos de modelo sensorial o corporal y de préstamo se refieren a los
materiales presentes en la representación pictográfica mediante la cual la psique se
autoinforma de un estado afectivo que le concierne a ella.
Lo originario como creación que se repite a lo largo de la existencia implica una
interacción entre el fondo representativo sobre el que funciona todo sujeto y una
actividad orgánica.
Pictograma y especularizacion: desde el origen de la actividad psíquica se
comprueba la presencia de un fenómeno de especularizacion, toda creación de la
actividad psíquica se presenta ante la psique como reflejo, representación de sí
misma, fuerza que engendra esa imagen de cosa en la que se refleja, reflejo que
contempla como creación propia, imagen que es para la psique presentación del
agente productor y de la actividad que produce. De lo exterior a si conoce en un
principio lo que puede presentarse como imagen de sí y el sí-mismo se presenta
ante sí mismo como y por la actividad que ha engendrado el fragmento de lo
exterior a sí que constituye la especularizacion.
Fuente original de placer que constituye la condición necesaria y causa de la
catectización de una actividad corporal que ella obtiene y que constituye la
condición previa necesaria para la catectización de la actividad de representación y
de la imagen que de ella se origina. Esta imagen es el pictograma, en cuanto
puesto en forma de un esquema relacional en que el representante se refleja como
totalidad idéntica al mundo. Lo que la actividad psíquica catectiza en el pictograma
es el reflejo de sí misma que le asegura que, entre el espacio psíquico y el espacio
de lo exterior, existe una relación de identidad y especularizacion reciprocas.

Pictograma y placer erógeno: sincronía de los placeres erógenos es coextensa con


una primera experiencia de amamantamiento que reúna una boca y un pecho y se
acompaña con un primer acto de ingestión del alimento que, en el registro del
cuerpo, hace desaparecer el estado de necesidad. La oralidad remite a esa
experiencia inaugural de placer, que hace coincidir la satisfacción de la necesidad,
la ingestión de un objeto incorporado, el encuentro por parte de la organización

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

sensorial, de objetos, fuente de excitación y causa de placer, pecho como


dispensador de la totalidad de placeres. Ingiere el placer que experimenta en el
momento de su excitación, la boca se convertirá en representante, pictográfico, de
las actividades del conjunto de las zonas, representante que autocrea por ingestión
la totalidad de los atributos de un objeto (el pecho) que será representado como
fuente global y única de los placeres sensoriales. Zona y objeto primordiales que
solo existen el uno a través del otro. Este objeto – zona complementarios es la
representación primordial mediante la cual la psique pone en escena toda
experiencia de encuentro entre ella y el mundo. La ilusión de que toda zona
autoengendra el objeto adecuado a ella determina que el displacer originado en la
ausencia del objeto se presentara como ausencia de la zona misma, lo malo como
totalización de los objetos, desgarramiento violento y reciproco: una boca que
intenta desgarrar al pecho, un pecho que intenta arrancarse de la boca, el
pictograma representara una misma unidad zona objeto como lugar de un doble
deseo de destrucción.
En lo originario todo órgano de placer puede convertirse en algo de lo que es
posible mutilarse para anular el displacer con respecto al cual aquí se muestra
causante. En el curso de la evolución psíquica la fantasía de castración dará su
forma última a una angustia que el sujeto no hace más que reencontrar.
El amor se origina con un propósito globalizador, unificador de Eros que da forma a
la imagen de un mundo en el que todo objeto tiende y confluye hacia su
complemento, se uno con él para reencontrar la totalidad perfecta. El odio nace en
el área de Tanatos, su fin será la aniquilación del deseo y de su búsqueda, su
tendencia será odiar a todo aquello que demuestre la dependencia de la zona en
relación con el objeto. Esta re-producción de un representado idéntico a sí mismo
es responsable del fondo representativo que acompaña a las vivencias y
experiencias del yo.

El concepto de originario: conclusiones


La información sensorial que debemos a las propiedades de estimulación que
poseen una serie de objetos, de los cuales el cuerpo materno es el proveedor
privilegiado, determina el comienzo de la actividad de los órganos de los sentidos,
como lo es la experiencia de la satisfacción de la necesidad y a la ingestión del
aporte alimentario. En el registro de la sensibilidad existe una espera del objeto que
tiene un poder de excitabilidad y una necesidad de información que explica que la
actividad de diferentes zonas sensibles posea la propiedad de acompañarse con el
placer erógeno. Existe una equivalencia entre la excitabilidad y la erogeneidad de
las zonas. Esta catectización de la actividad sensorial constituye la condición

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

misma de la existencia de una vía psíquica, ya que es la condición necesaria para


la catectización de la actividad de representación.

Excitación, erogenización y representación designan las tres cualidades que


un objeto necesariamente debe poseer para existir ante la psique.
El pictograma es la representación que la psique se da de sí misma como actividad
representante, ella se re-presenta como fuente que engendra el placer erógeno de
las partes corporales, contempla su propia imagen y su propio poder en lo que
engendra, en lo visto, lo oído, en lo percibido que se presenta como
autoengendrado por su actividad.

1. El espacio y la actividad de lo originario son diferentes de lo inconsciente, la


propiedad de esta actividad es metabolizar toda vivencia afectiva presente en la
psique en un pictograma que es representación del afecto y afecto de la
representación.

2. Lo que esta actividad tiene representado es el objeto-zona complementario.

3. Esta puesta en forma es representación del afecto que une el objeto con la zona.

4. El afecto es representado por una acción del cuerpo, por la acción de atracción o
de rechazo reciproco de la zona y del objeto.

5. Son la ilustración pictográfica de los dos sentimientos fundamentales, amor y


odio, todo movimiento positivo del representante hacia el mundo se ilustra con un
deseo de ingestión y todo movimiento negativo con un rechazo y deseo de
aniquilación.

6. La puesta en forma del pictograma se apoya en el modelo del funcionamiento


sensorial, toda experiencia de placer reproduce la unión órgano sensible –
fenómeno percibido y toda experiencia de displacer implica el deseo de
automutilación del órgano y destrucción del objeto.

7. De este préstamo tomado de las funciones del cuerpo se deduce que en lo


originario lo único que puede representarse del mundo es lo que puede darse como
reflejo especular del espacio corporal. Se representa como efecto de su poder de
engendrar objetos fuente de excitación y engendrar lo que es causa de placer o
displacer.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

8. Esta metabolización que opera la actividad de representación persiste durante


toda la existencia. El espacio y las producciones de la psique que no son lo
originario se representan como los equivalentes de un objeto –zona
complementaria, cuya actividad puede causar placer o displacer.

9. Fondo representativo precluido al poder de conocimiento del yo.

CAPÍTULO 3. “LA REPRESENTACIÓN FANTASEADA DEL PROCESO


PRIMARIO: IMAGEN DE COSA E IMAGEN DE PALABRA.

l. Imagen de cosa y fantaseo del cuerpo

En lo esencial, nuestra concepción del proceso primario y de su representación


fantaseada de la relación psique-mundo sigue siendo fiel a lo expuesto por Freud.
Por ello, nos limitaremos a analizar los factores que distinguen radicalmente sus
producciones psíquicas de las que caracterizan a lo originario, insistiendo en
particular en los tres conceptos que este proceso obliga a tornar en consideración:
la imagen de cosa, el masoquismo primario, la imagen de palabra.
La posibilidad que tiene lo primario de recurrir en sus puestas en escena a la
imagen de palabra no es inmediata; aparecerá solo en una segunda fase y
originará las producciones mixtas que intervienen en lo que definiremos con el
término «primario-secundario»: el examen de esto último será expuesto en la
segunda parte del presente capítulo.

La entrada en funciones de lo primario es la consecuencia del


reconocimiento que se impone a la psique de la presencia de otro cuerpo y,
por ende, de otro espacio separado del propio. Este reconocimiento no es
compatible con el postulado del autoengendramiento característico de lo originario,
autoengendramiento en el que no hay posibilidad alguna de representación de la
separación entre lo engendrante y lo engendrado. Lo que podrá representarse
mediante la puesta en escena de una relación que una a lo separado es el
reconocimiento de la separación entre dos espacios corporales, y por lo tanto de
dos espacios psíquicos, reconocimiento impuesto por la experiencia de la ausencia
y del retorno. Esta representación es, al mismo tiempo, reconocimiento y
negación de la separación: lo que caracteriza a la producción fantaseada es una
puesta en escena en la que efectivamente existe una representación de dos
espacios, pero, estos dos espacios están sometidos al poder omnímodo del deseo
de uno solo.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

En otras palabras; aunque la psique se ve confrontada con la obligación de


reconocer que el pecho es un objeto separado del cuerpo propio, y que no se trata
de un objeto cuya posesión esté asegurada, de todos modos se ve inducida,
inevitablemente, a negarse a considerar como efecto de su propio deseo a una
separación que ella no puede eliminar. Sobre todo debido a que, de ser así,
debería llegar a la conclusión de que existe la posibilidad de un deseo carente de
poder, algo inaceptable para lo primario. A esta doble necesidad de salvaguardar el
postulado del poder omnímodo del deseo y de apropiarse de una primera
información acerca de la separación de los espacios psíquicos y corporales le
responde el surgimiento de una representación del Otro, agente y garante del
poder omnímodo del deseo, y la representación del propio espacio corporal como
separado, como consecuencia de ese deseo: el placer o el displacer que este
«espacio» puede experimentar se presentará a su vez como el efecto del deseo del
Otro de una reunificación entre los dos espacios separados o, a la inversa, como el
efecto de su deseo de rechazo. Encontramos allí la infraestructura del esquema
relacional que se volverá a observar en toda representación fantaseada y, también,
en toda representación del propio fantaseante. Antes de abordar la estructura de la
fantasía, deseamos esclarecer la acepción que damos a la expresión «imagen de
cosa» en el proceso primario. Subsumimos bajo este término el material presente
en las representaciones que forja lo primario acerca del fantaseante y del Otro, en
una fase que precede a la entrada en escena de la imagen de palabra. Cualquiera
que sea la «:cosa» que lo primario metabolizará en la imagen que forja de ella, se
producirá siempre una puesta en relación de los elementos presentes en la fantasía
que será el calco de la relación que une a las partes y las funciones erógenas de su
propio cuerpo y, al mismo tiempo, de la relación que une estas mismas partes y
funciones con el cuerpo del Otro. Podríamos decir que en esta fase de la actividad
de lo primario existe una coincidencia entre la imagen que representa. al espacio
del mundo y a los elementos que la ocupan y la que representa al espacio del
cuerpo y a las partes que lo componen. Coincidencia que no debe confundirse con
lo que hemos designado como la especularización propia de lo originario: en
efecto, si se supone que la relación que existe entre los elementos del mundo
coincide con el esquema relacional según el cual se construyó la imagen del
cuerpo, a lo que metafóricamente podríamos llamar la imagen «del cuerpo del
mundo» se le reconoce, a la inversa, el poder de un deseo contrapuesto al del
«habitante» de la imagen del cuerpo. Pero cualquiera que sea la «cosa» que lo
primario se represente mediante la imagen, esta imagen será también aquello
mediante lo cual se presenta una parte erógena del cuerpo: cualquiera que sea la
relación que une a las imágenes entre sí, ella será también representación de la
relación que une a las partes erógenas del cuerpo. En consecuencia, .en todo

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

fantaseo se manifestará siempre, explícitamente o como telón de fondo, la


representación fantaseada del propio espacio corporal, percibido como un conjunto
de zonas erógenas. Se supondrá, así, que el placer o el displacer que ellas
experimentan y que tienen el poder de ofrecer o de imponer dependerá de la
presencia o ausencia del cuerpo de un otro provisto del mismo poder. Si toda
fantasía es realización de un deseo, podemos añadir que todo fantaseo apunta a la
obtención de un placer erógeno y que toda fantasía nos remite en último análisis a
las representaciones sucesivas que forja lo primario acerca de lo que puede ser
causa de un placer sexual.

1. La representación fantaseada y el inconsciente

En nuestra concepción, el pictograma es a la fantasía lo que lo originario es a lo


inconsciente: fantasía e inconsciente se originan en la obra conjunta del postulado
constitutivo de lo primario y de un primer juicio, impuesto por el principio de
realidad, acerca de la presencia de un. espacio -exterior y separado. Esta primera
participación del principio de realidad en el trabajo de la psique es responsable de
la heterogeneidad entre producción pictográfica y producción fantaseada. Entre
estas dos entidades y estos dos modos ,de actividad podemos situar, como una
especie de producción límite, la «escena primaria» que representa el núcleo de
toda organización fantaseada y que aporta un testimonio de lo que llamaremos el
engrama pictográfico. Lo primario construye la escena primaria utilizando un
argumento que toma de lo originario y que remodela para que pueda inscribirse en
él una primera relación causal entre lo que experimenta el que mira la escena y lo
que aparece en ella. El reconocimiento del cuerpo de la madre como entidad
autónoma inducirá a la psique a admitir la existencia, en la escena exterior, de una
pareja que ya no es representada como el equivalente del objeto complementario.
Se produce una separación de los elementos que el pictograma presentaba como
indisociables. El vínculo que une a la madre con ese tercero; presente en el
espacio más familiar del infans, no es ya la fusión, sino un acto que puede unir lo
que por naturaleza está separado, o rechazar todo posible acercamiento. El infans
percibe este «acto» como manifestación de amor o de odio. Pero, debido a que
para él, en esta fase, todo amor se representa a través de la unión con una parte
del cuerpo y todo odio por su rechazo con anterioridad a toda posible comprensión
del coito existe un modelo de una parte del cuerpo que penetra en otro cuerpo y se
unifica con él, o el modelo de un cuerpo que rechaza una parte cuya destrucción
anhela. A través de ese modelo se ponen en escena «naturalmente» todas las
respuestas que forja el niño frente a los interrogantes del deseo, de su propio
origen, de la relación existente entre su espacio corporal y el espacio del Otro. A

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

este modelo lo designamos como engrama pictográfico, entendiendo con ello que
aquello que lo originario utiliza del modelo somático del incorporar y del rechazar
fuera de sí proporcionará a lo primario un. material que este metabolizará para que
pueda representar la relación existente entre él y el cuerpo materno, entre el padre
y la madre, entre él y la pareja paterna. Estas representaciones sucesivas lo
remitirán siempre, sea a la imagen de una penetración que prueba una posible
reunificación deseada, sea a la de un objeto expulsado por la violencia de un
cuerpo que lo rechaza. Este doble modelo constituye la prefiguración del acto
sexual concebido como acto de deseo y de amor o como acto de rechazo. Como
acto de amor, permite la catectización de dos soportes, cuyo encuentro da
testimonio de la existencia de un mundo «amante» que se unifica y es unificador: el
sujeto contempla en este «exterior» el antes que le ha dado origen. Se comprende,
el riesgo que corre la estructuración psíquica ante la imposibilidad de representarse
esta escena como acto de amor y el poder hacerlo sólo como realización de un
deseo de rechazo mutuo. Veremos, en relación con la psicosis, las posibles
consecuencias de esta aprehensión. Una única escena representa en forma
conjunta el origen del sujeto, del deseo y del placer debido a que, al presentarse
corno causa del amor o del odio, pero en ambos casos, corno causa del afecto
experimentado, ubica al fantaseante en la posición de aquel a quien se le ofrece un
placer de ver de oír, de ser, o de aquel que es rechazado por lo visto, lo oído, lo
existente; rechazo que le hará imposible experimentar placer en el momento de la
contemplación de la escena. La primera percepción de un mundo «separado»
exige el reconocimiento de que existen afectos que transitan por el exterior, que el
afecto del mundo no es siempre idéntico al afecto del fantaseante; pero la puesta
en escena de ese mundo presupone la metabolización de un modelo que, también
en este caso, se apoya en un modelo corporal. Sin embargo, esta metabolización
conferirá a la fantasía un carácter no acorde con el postulado de lo originario.

2. El postulado de lo primario y el principio económico que de él resulta.

El postulado de lo primario tiene dos consecuencias esenciales:

1) Proporcionar una interpretación escénica de un mundo en el que todo


acontecimiento y todo existente encuentra su causa en la intención proyectada
sobre el deseo del Otro.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

2) Considerar al displacer, experiencia inevitable, como lo que prueba la realización


del deseo del Otro; el displacer puede convertirse en fuente de placer, pues, al
experimentarlo, se tiene la certeza de adecuarse a lo que el Otro desea.
Esta interpretación. proyectada sobre el deseo del Otro constituye el fundamento
del masoquismo primario. Cualquiera que sea el precio que puede pagar la psique
por esta interpretación, es ella la que le permite metabolizar un deseo de
autoaniquilamiento: este conduciría inevitablemente al aniquilamiento del
fantaseante, en un deseo de displacer que exige, para realizarse, que el
fantaseante pueda preservarse a fin de experimentarlo. Por interpretación escénica
se debe entender, en primer lugar, la puesta en escena de la intención supuesta
del pecho. Una vez reconocida la existencia de este objeto primordial, ya no será
posible concebir su presencia o su ausencia como un efecto del azar, concepto
radicalmente ajeno a la psique y que, en todos los casos, es o bien un puro
concepto teórico o una racionalización secundaria. Por y en la fantasía, la
presencia y la ausencia serán interpretadas como consecuencia·de la intención del
pecho de ofrecer placer o de imponer displacer, hasta que la sustituya la intención
del deseo de la madre. Esta interpretación, como todo lo que pertenece a lo
primario, cualquiera que sea su grado de elaboración, exige que experimentado
pueda encontrar su causa en la intencionalidad de un deseo planteado inicialmente
como deseo del Otro frente al sujeto. La meta acorde con el deseo de la psique
será siempre y exclusivamente el estado de placer, es deseo de placer. Para ella,
la falta de placer es el efecto de un deseo, y solamente puede imaginar este deseo
corno el de un Otro cuyo objeto sería su no placer. La imagen del fantaseante y del
mundo ··que especifica a lo primario determinará que lo puesto en escena sea
siempre una relación entre estos dos deseos o, para ser más precisos, entre las
dos posiciones complementarias de todo deseo: todo lo que da testimonio de la
existencia de lo exterior a sí será interpretado como manifestación del deseo del
Otro, y lo experimentado por el fantaseante, como efecto de la respuesta que este
deseo espera o impone. La organización de la construcción fantaseada determina
que el fantaseante ignore que es él quien la pone en escena, que su constructum
se origina en la proyección sobre el Otro de un deseo que a él concierne. Este
desconocimiento -que es, al mismo tiempo, reconocimiento de la existencia del
representante del Otro - es responsable de una característica específica y
constitutiva de la organización fantaseada: la exigencia que tiene el fantaseante de
plantear, en el argumento cuyo desarrollo contempla, dos objetos y, en el exterior
de la escena, un tercero representado por la mirada que la contempla. Si todo
fantaseo es también, siempre, representación de la relación que une el espacio del
propio cuerpo con el espacio del cuerpo del representante del Otro, se comprende
por qué se requiere que en el argumento dos objetos sean los representantes

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

metonímicos de estos dos espacios. La necesidad de plantear en el exterior de la


escena una mirada que supuestamente experimenta placer o displacer es
consecuencia del postulado de acuerdo con el cual funciona lo primario, que exige
que entre la experiencia de placer o de displacer y el poder omnímodo del deseo
del Otro se deba plantear siempre una relación causal. Al afirmar que la entrada en
funciones de lo primario implica el reconocimiento de la presencia de un pecho
separado del propio cuerpo, hemos dejado de lado el que le sigue de inmediato: el
reconocimiento de un «otro lugar aparte del pecho» catectizado por el primer
representante del Otro en la escena de lo real, «Otro lugar» a través del cual se le
preanuncia a la psique la existencia del padre y el reconocimiento de la pareja
paterna. Antes de ser ocupado por los atributos que demuestran la existencia del
padre, ese «otro lugar» es aquello mediante lo cual la psique se presenta la
existencia de un objeto o lugar enigmático que le permitiría al Otro realizar un
deseo que ya no debería recurrir al que contempla la escena. Se instaura así la
infraestructura de los tres elementos de toda organización fantaseada: una mirada
que experimenta un afecto de placer o de displacer cuya causa se imputa a la
relación puesta en escena entre el representante del Otro y este «otro lugar». 2º
Esta estructura es la que permitirá los fenómenos de inversión, de sustitución, de
cambio de meta, que definen al juego pulsional. Podemos añadir que el modo de
relación fantaseada que existe entre los dos objetos de la escena que la mirada
contempla dependerá del predominio de una u otra pulsión parcial, lo que podrá
apreciarse por la forma que adoptará la acción que une a los dos objetos. Pero
mientras nos mantenemos en la fantasía inconsciente, la imagen del objeto será
siempre el «lugarteniente» de una cosa corporal, de una parte erógena de un
cuerpo. Cuando estudiemos la psicosis, retomaremos el análisis de la
representación fantaseada concebida como representación de la relación del
fantaseante con el deseo y el placer. Antes de examinar qué implica para la
actividad de lo primario la entrada en escena de la imagen de palabra,
mostraremos de qué modo, desde la primera fase de su actividad. lo primario
instaura los prototipos de lo secundario, sin los cuales la psique no podría tener
acceso a lo que se convertirá en la tercera representación de su relación con el
mundo. Estos prototipos conciernen a la realidad, al Yo, a la castración y al Edipo.

3. Los prototipos de lo secundario.


Como realidad del Otro se debe entender, en primer lugar, la realidad de la
diferencia que existe entre el deseo de la madre y el del infans. Se trata del primer
tope que encuentra el principio de placer, de lejos el más duro y el más difícil de
soslayar que deberá enfrentar. Lo primario no puede renunciar a la comprobación
de que este deseo del Otro le concierne: si bien la psique logra erogenizar incluso

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

el estado de necesidad, transformar la «nada» en el alimento del anoréxico, no


podría existir, por el contrario, un mundo en el que deseo y nada coincidieran. Para
tener acceso a lo originario, todo fenómeno debe ser representable mediante un
pictograma; para ello, se requiere que la zona-función, lugar de la percepción sea
erogenizable. A partir de ese momento, se comprueba que es como fuente de
placer que el objeto puede tener acceso al espacio psíquico. El campo de lo
primario obedece a la misma ley: el fantaseo de la experiencia debe acompañarse
con su catectización, nunca se fantasea gratuitamente. Mediante esta actividad se
busca la representación de un estado de placer cuya fuente se encuentra en una
primera experiencia, con la diferencia de que la fantasia remodela un fragmento del
mundo reconocido como exterior, aunque adecuado al propósito del deseo. La
actividad primaria parte' de la comprobación de la existencia de fragmentos del
mundo que son conocibles por estar ocupados por objetos catectizados; sin
embargo, para ser catectizados, estos objetos, al igual que el espacio que ocupan,
exigen que la causa de su existencia y de su orden se ilustre en términos de deseo.
La existencia del deseo del Otro es a la psique lo que el concepto de Dios al
sistema teológico: punto nodal y postulado a partir del cual puede instaurarse el
conjunto del sistema, tanto fantaseado como metafísico. La certeza de la existencia
y del poder de ese deseo constituye una necesidad lógica para la actividad
fantaseada, el único camino que le permite plantear la existencia de Otro y, más
tarde, de los otros y, de ese modo, la existencia de una realidad. Podrá elaborarse
así una reciprocidad entre dos deseos que le permitan a la psique reconocerse a su
vez como fuente de una actividad deseante y no ya como efecto pasivo de la
respuesta. Así (y esta es la otra cara del acceso a la realidad de la diferencia del
deseo del Otro), la psique se verá confrontada con las categorías que fundan el
orden humano: la prohibición, la culpabilidad, la envidia, el deseo de dominio. La
dialectización del deseo exige que el deseo del uno -de transgredir, de tener, de
destruir, de reparar- encuentre como aliado o enemigo a otro deseo, y no ya a una
«realidad física» que,_ como tal, no puede tener status psíquico en ninguno de los
tres procesos. Si el biberón no fuese ofrecido o rechazado por una mano, es
posible que la anorexia no existiera, pero acaso tampoco existiera el ser humano.

A. El prototipo identificatorio.
En nuestra opinión, aplicar el término «identificación» al proceso primario es fuente
de confusión: sólo se lo debería utilizar en el registro del Yo, instancia constituida
por el lenguaje y por el sistema de interpretación del mundo que este impone.
Decir, como hace Freud, que la incorporación constituye su prototipo exige añadir
que este prototipo tiene el mismo parentesco con el Yo que el que puede existir
entre dos clases de vertebrados. Aunque se observa una misma estructura

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neurofisiológica, las diferencias características de cada una de ellas conducirán a


modas heterogéneas de ser y de existencia. Lo primario comprende el conjunto de
los prototipos en los que se apoya la función del lenguaje para operar el trabajo de
metabolización que los conformará a las leyes del proceso secundario y a las de la
«puesta en sentido» bajo la égida del discurso.
Como precursor del Yo, el prototipo identificatorio designa la representación del
fantaseante tal como resulta de la reflexión de la actividad de lo primario sobre sí
misma, reflexión que le da lugar a lo que llamamos el sujeto del inconsciente. El
conjunto de las puestas en escena presentes en este campo gravitará alrededor de
dicha posición reflexiva. El sujeto del inconsciente es la autopresentación en y
mediante la cual el fantaseante se reconoce como respuesta y efecto de la
interpretación que la actividad primaria forja del deseo del Otro, lo que equivale a
decir que el precursor y el «lugarteniente» del Yo, en esta fase de la actividad
psíquica, se constituye como imagen de la respuesta que se da al deseo
proyectado sobre la madre, es puesta en escena de una relación. De ese modo, el
sujeto del inconsciente no se identifica ni con un objeto ni con un atributo de
intencionalidad, sino con una respuesta: es por ello que siempre remite a la puesta
en escena de una relación y, en primer lugar, a la relación fantaseada que existe
entre el deseo de la madre y el placer del niño. La representación de esta relación
implica la acción psíquica que se define con el término «introyección». Introyección
que presupone, por parte de la psique, la percepción en la escena exterior de la
presencia de un «signo» interpretado como prueba de la presencia del Otro y como
manifestación de su deseo de dar o de negar el placer. Esta interpretación es, al
mismo tiempo, proyección en un fragmento del exterior de un Otro deseante y
acusado de recepción o introyección en la escena psíquica de una manifestación
referente al deseo que se le imputa y al que se responde. Es la relación entre estos
dos deseos la que es proyectada-introyectada, ya que si el sujeto del inconsciente
surge en el lugar mismo en el que se escribe la huella de la respuesta, de ese
mismo lugar parte también, hacia el Otro, su respuesta a la respuesta.
Esta primera dialectización simétrica que la psique forja de la relación «placer del
sujeto-deseo del Otro» explica por qué toda representación del deseo implica la
introyección de la respuesta que se supone que dará el Otro: respuesta a través de
la cual retorna a la psique su proyección sobre el Otro de la relación presente entre
el fantaseante y los ocupantes del espacio exterior. Gracias a un ejemplo podremos
ilustrar estas formulaciones quizás oscuras, lo que nos permitirá también bosquejar
el mecanismo de proyección-introyección que funda toda dialéctica pulsional.

1. Imaginemos que un estado de insatisfacción sea resultado de una cierta forma


de ofrecer el pecho, o, también, que este estado, de origen endopsíquico, no pueda

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

calmarse mediante el ofrecimiento del pecho. El acto de ofrecer será percibido e


interpretado entonces como «signo» del deseo del pecho y, así, del espacio
exterior, de no ofrecer placer. Un deseo de no placer es proyectado sobre el pecho.

2. El displacer experimentado se representará a partir de ese momento como la


respuesta inducida por este deseo de displacer del Otro: lo primario interpretará
que la experiencia es un efecto del acto de agresión que fantasea como intención
del Otro.

3. Así, es como objeto agredido que se contempla en la representación que pone


en escena (lo que hemos llamado la representación del fantaseante como
respuesta al deseo del Otro).

4. A partir de esta posición, experimentará entonces frente al objeto agresor un


mismo deseo de agresión (su respuesta a la respuesta).

5. Pero, al actuar de ese modo, sólo podrá fantasear, como respuesta a su deseo
de agresión, a su propia vivencia; la agresión sobre el Otro le devuelve como reflejo
su propia respuesta ante la agresión, es decir, una nueva agresión.

6. Ello determina que el argumento representado implique el conjunto de las


posiciones que agresor y agredido pueden ocupar en una dialéctica regida por una
pulsión agresiva.
Si imaginamos ahora el punto de partida opuesto, o sea, la percepción de un signo
interpretado como intención de ofrecer placer, observaremos las mismas
secuencias, que es posible resumir del siguiente modo:

1. El acto de ofrecer será interpretado como signo del deseo del pecho de «dar
placer».

2. El placer consecuente será representado como causa de este deseo: el afecto


experimentado se representará como efecto del deseo del Otro.

3. El fantaseante, entonces, contempla en su presentación el efecto de un deseo


de placer que lo convierte en aquel cuyo placer se desea.

4. A partir de este lugar, le devolverá al Otro un mismo deseo de ser fuente de su


placer.

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5. De ese modo, lo que pone en escena como respuesta será la recuperación de la


respuesta propia: ser fuente de placer.

Estas consideraciones facilitan la comprensión acerca de quién y qué función


representan el prototipo del Yo: no una unidad cualquiera, sino una serie de
argumentos en los que se ponen en escena las relaciones que la psique
experimenta en su encuentro con los objetos que catectiza, relaciones mediante las
que ella se figura las situaciones, fuente, para ella, de placer o de displacer. Es a la
organización de estas figuraciones relacionales que debemos la instauración del
primer modelo de acuerdo con el cual se estructurará secundariamente la
problemática edípica. Se debe añadir que, aunque ya en esta fase de la actividad
primaria se observa al precursor del Yo, de todos modos la entrada en escena de la
imagen de palabra será lo que le proporcionará los atributos que le permitirán a su
sucesor responder a las exigencias del funcionamiento de lo secundario, y hacer
suyo el proyecto identificatorio que define específicamente a la estructura del Yo.

CAPÍTULO 4. “EL ESPACIO AL QUE EL YO PUEDE ADVENIR. EL CONTRATO


NARCISISTA” EN LA VIOLENCIA. DEL PICTOGRAMA AL ENUNCIADO.

El contrato narcisista.

Se debe tomar en consideración un último factor que, por su parte, es responsable


de lo que se juega en la escena extrafamiliar. Aunque sus efectos impregnan
totalmente el campo de la experiencia analítica y actúan con igual fuerza sobre
ambos partenaires en presencia, su análisis es más difícil que el de los factores
observados hasta el momento. A su presencia se debe lo que designaremos con la
expresión contrato narcisista.
El modo de acción característico del lenguaje fundamental nos ha obligado a
realizar una primera incursión más allá del espacio familiar. Muy poco podría
decirse acerca del efecto de la palabra materna y paterna sino se tuviese en cuenta
la ley a la que están sometidas y que el discurso impone. El contrato narcisista nos
confronta con un último factor que interviene en el modo de catectización del hijo
por parte de la pareja. Nuestro planteo debe ser considerado como un simple
bosquejo a partir de algunas hipótesis acerca de la función metapsicológica que
cumple el registro sociocultural. Designamos así al conjunto de instituciones cuyo
funcionamiento presenta un mismo rasgo característico: lo acompaña un discurso
sobre la institución que afirma su justificación y su necesidad. Este discurso
designa para nosotros al discurso ideológico. Es evidente que al hablar de

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institución y de ideología recurrimos a conceptos que desbordan en mucho nuestra


disciplina, si es que en algún momento tuvieron algún lugar en ella. Por eso,
queremos señalar que, si nos permitimos tratar sin las precauciones que merecen
ciertos conceptos y modificar su acepción en un sentido particular, no por ello
dejamos de reconocer su complejidad y su extraterritorialidad. Lo hacemos en vista
de un objetivo muy preciso. En efecto, queremos mostrar que:

1. La relación que mantiene l pareja parental con el niño lleva siempre la huella de
la relación de la pareja con el medio social que la rodea (de acuerdo con la
problemática particular de la pareja, la palabra «medio» remite a la sociedad en
sentido amplio o al subgrupo cuyos ideales la pareja comparte).

2. El discurso social proyecta sobre el infans la misma anticipación que la que


caracteriza al discurso parental: mucho antes de que el nuevo sujeto haya nacido,
el grupo habrá precatectizado el lugar que se supondrá que ocupará, con la
esperanza de que él transmita idénticamente el modelo sociocultural.

3. El sujeto, a su vez, busca y debe encontrar, en ese discurso referencias que le


permitan proyectarse hacia un futuro, para que su alejamiento del primer soporte
constituido por la pareja paterna no se traduzca en la pérdida de todo soporte
identificatorio.

4. El conflicto que quizás exista entre la pareja y su medio puede confirmar ante la
psique infantil la identidad entre lo que transcurre en la escena exterior y su
representación fantaseada de una situación de rechazo, de exclusión, de agresión,
de omnipotencia: La realidad de la opresión social sobre la pareja, o de la posición
dominante que la pareja ejerce en ella, desempeñará, un papel en el modo en que
el niño elaborará sus enunciados identificatorios. No es totalmente casual que la
historia de las familias de gran parte de quienes luego serán psicóticos repita con
tanta frecuencia un mismo drama social y económico: dicha realidad, que rompe
todo paréntesis, cumple un papel en el destino de estos niños que, en un segundo
momento, la sociedad remite a diferentes instituciones para que reparen los
perjuicios de los que ella es indudablemente responsable.

El discurso del conjunto.


Representaremos metonímicamente al grupo social designando con este término a
un conjunto de sujetos que hablan la misma lengua, regidos por las mismas
instituciones y cuando ello ocurre, por una misma religión como el conjunto de las
voces presentes. Este conjunto puede pronunciar un número indeterminado de

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

enunciados: entre ellos, tendrá un lugar particular la serie que define la realidad del
mundo, la razón de ser del grupo, el origen de sus modelos. Esta serie comprende
así al conjunto de los enunciados cuyo objeto es el propio grupo, conjunto más o
menos complejo y flexible, que posee siempre como infraestructura inmutable para
una cultura dada una serie mínima a la que llamamos los enunciados del
fundamento. Esta fórmula puede escribirse también como el fundamento de los
enunciados, incluyendo la una, inevitablemente:, a la otra. Según los tipos de
cultura, esta serie estará constituida por enunciados míticos, sagrados o científicos.
Cualesquiera que sean sus diferencias, estos enunciados comparten una misma
exigencia: su función de fundamento es una condición absoluta para que se
preserve una concordancia entre campo social y campo lingüístico, que permita
una interacción indispensable al funcionamiento de ambos. Pero para que estos
enunciados ejerzan tal función se requiere que puedan ser recibidos como palabras
de certeza de no ser así, serán dejados de lado y reemplazados por una nueva
serie; de todos modos, la función nunca quedará sin titular. Tanto el discurso
sagrado como el ideológico (profano) están obligados a plantear estos puntos de
certeza que pueden diferenciarse por su forma, pero que coincidirán en su papel de
fundamento del campo sociolingüístico. Añadamos que, cualquiera que sea el
grupo que defiende, propone o impone un modelo social, este modelo concordará
siempre con los ideales de quienes lo defienden. Al carecer de otro término,
designaremos aquí como «,ideología» al discurso basado en y por los ideales del
enunciante, para recordar que el, sujeto, necesariamente, es parte activa en una
cierta teoría acerca de los fundamentos de lo social: él confronta la realidad del
mundo tal como le aparece con la imagen ideal que propicia su teoría. Y esto
determinará que todo subgrupo en conflicto con el modelo dominante se constituya
alrededor del modelo propio; insistimos en este punto debido a que tendrá
repercusión directa en el efecto anticipatorio del discurso de los otros sobre el
infans. En estas reflexiones sobre el campo social, hemos decidido ilustrar las
funciones del discurso del mito, de la ciencia y de lo sagrado tomando corno
ejemplo a este último y considerando solamente las escasas características que
pueden extrapolarse a los otros dos.
Una primera característica de este discurso reside en que comporta siempre
enunciados referidos al origen del modelo, origen que implica a su vez una
definición de lo que debería ser el objetivo hacia el cual tiende el modelo. El modelo
del origen plantea implícitamente el modelo del objetivo que se procura, lo que
determina que todo cambio en el objetivo buscado entraña un cambio del primero.
Durante una fase muy proIongada de nuestra cultura, se postuló como enunciante
originario del modelo a una voz divina, voz, en un sentido, exterior al grupo que
constituye su fundamento: el antes del grupo, lejos de remitir a la horda, remite a lo

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

sagrado. A partir del momento en que desapareció la creencia en un fundador


mítico, surgió lo que Leroy-Gourhan designa como «el mito del hombre mono». La
diferencia es apreciable, pero, también en este caso, se observan dos rasgos
comunes:

1) preservar una certeza acerca del origen;

2) la idealización de un saber científico que permitiría prever el curso posible de la


evolución y actuar sobre él.

Los enunciados del fundamento bajo la égida de lo sagrado muestran


patentemente lo que el discurso de la ciencia preserva al mismo tiempo que oculta.
Los caracteres comunes a este· segundo discurso se manifiestan en el registro de
lo sagrado a través de los siguientes datos:

1. Se considera que la voz originaria enuncia lo eternamente verdadero. Gracias a


este postulado se constituye un sector de certeza absoluta en el el registro del
discurso.

2. Ella le asegura al Yo la existencia de una serie de enunciados, los presentes en


el texto sagrado, que certifican una identidad entre el Yo enunciante y el Yo que
garantiza la verdad de este discurso.

3. Ella permite al Yo apropiarse de un fragmento de discurso cuya verdad es


independiente de la ratificación o rectificación que le aporta el otro interlocutor
singular. Cuando el Yo repite el discurso sagrado, se concede el derecho de
reivindicar a priori el reconocimiento por parte del grupo de su verdad y de excluir al
contradictor que rechaza una certeza compartida por el conjunto.

Hemos subrayado que en la función desempeñada por el discurso de lo sagrado


aislábamos solo las escasas características que observamos en todo discurso
fundador de una cultura, cualquiera que sea la referencia teórica escogida. Estas
características instituyen lo que designamos como contrato narcisista.

El contrato narcisista.
Consideremos un grupo «X»: su existencia implica que la mayor parte de los
sujetos, salvo durante períodos muy breves de su historia, aceptan como

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

verdaderos un discurso que afirma lo bien fundado de las leyes que rigen su
funcionamiento, define el objetivo buscado y lo impone.
Podemos considerar estas leyes como la tela que subtiende la representación que
los sujetos se dan acerca del conjunto ideal: se deduce que la relación del sujeto
con el conjunto depende de su catectización de los enunciados del fundamento. Al
adherir al campo social, el sujeto se apropia de una serie de enunciados que su voz
repite; esta repetición le aporta la certeza de la existencia de un discurso en el que
la verdad acerca del pasado está garantizada, con el corolario de la creencia en la
posible verdad acerca de las previsiones sobre el futuro.
La catectización de este modelo futuro constituye una condición necesaria para el
funcionamiento social: hemos dicho que se encuentra en relación directa con el
modelo del origen. Toda descatectización del primero repercutirá en el segundo;
ahora bien, si el sujeto pierde toda certeza acerca del origen, pierde, por ello
mismo, el punto de apoyo que el enunciante está obligado a encontrar para que el
discurso se ofrezca como lugar con la siguiente característica: la que de la
posibilidad de que una verdad encuentre sitio en él esté garantizada por el
asentimiento del conjunto de las voces. Al convertirse en apropiación lícita del
sujeto, el discurso de lo sagrado catectiza al sujeto como sujeto del grupo: el
enunciado de de los fundamentos vuelve al sujeto como enunciado fundador de su
posición en el conjunto. Esta designación debe ser separada del registro
identificatorio en sentido estricto: ella es coextensa con él, sigue una vía paralela,
pero no se confunde. Permite un discernimiento que encuadrará a la problemática
identificatoria, y que esta última no quede totalmente apresada en la trampa de la
relación imaginaria. Esta designación define en el sujeto lo que trasciende la
singularidad característica de la relación entre dos locutores: ella privilegia los
atributos compartidos por el conjunto, indicando, en cada voz, los enunciados que
cada una tiene derecho ·a repetir y afirmar como verdaderos, y en relación con los
cuales reivindica un derecho legítimo de herencia. Si consideramos al conjunto real
representado por el conjunto de las voces existentes, diremos que sólo puede
preservarse mientras la mayor parte de los sujetos catectizan un mismo conjunto
ideal, vale decir, un conjunto en que el sujeto puede proyectarse en el lugar de un
sujeto ideal.
El sujeto ideal no es idéntico al yo ideal o al ideal del yo: refiere al sujeto del grupo
o sea, a la idea (término más legítimo, en este caso, que el de imagen) de él mismo
que el sujeto demanda al grupo, como concepto, concepto que lo designa como un
elemento que pertenece a un todo que reconoce en él una parte homogénea. A
modo de contrapartida, el grupo espera que la voz del sujeto retome por cuenta
propia lo que enunciaba una voz que se ha apagado, que remplace un elemento
muerto y asegure la inmutabilidad del conjunto. Se instaura así un pacto de

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

intercambio: el grupo garantiza la transferencia sobre el nuevo miembro del


reconocimiento que tenía el desaparecido; el nuevo miembro se compromete -a
través de la voz de los otros, que cumplen el papel de padrinos sociales- a repetir
el mismo fragmento de discurso. En términos más económicos, diremos que el
sujeto ve en el conjunto al soporte ofrecido a una parte de su libido narcisista; por
ello, hace de su voz el elemento que se añade al coro que, en y para el conjunto,
comenta el origen de la pieza y anuncia el objeto al que apunta. A cambio de ello el
grupo reconoce que sólo puede existir gracias a lo que la voz repite valoriza, de
ese modo, la función que él le solicita; trasforma la repetición en creación continua
de lo que es, y sólo puede persistir a ese precio. El contrato narcisista" se instaura
gracias a la precatectización por parte del conjunto del infans como voz futura que
ocupará el lugar que se le designa: por anticipación, provee a este último del rol de
sujeto del grupo que proyecta sobre él. La existencia del conjunto presupone que la
mayor parte de sus elementos consideran que si fuesen íntegramente respetadas
las exigencias para su funcionamiento, permitirían alcanzar el conjunto ideal. La
creencia en este ideal se acompañará con la esperanza en la permanencia y en la
perennidad del conjunto. Sin lograrlo nunca por completo, el sujeto podrá
establecer entonces una identidad entre posibilidad de perennidad del conjunto y
deseo de perennidad del individuo; medido en relación con el tiempo del hombre, lo
primero se presenta como realizable. Por ello en la catectización del modelo ideal
se nota la presencia primitiva de un deseo de inmortalidad ante el cual ésta
catectización se ofrece como sustituto. Observamos que. independientemente de la
función que puede cumplir lo que Freud llama el líder del grupo y el yo ideal, para la
existencia del conjunto es condición necesaria la presencia de un modelo ideal que
atraiga hacia sí una parte de la libido narcisista de los sujetos.
El contrato narcisista tiene como signatarios al niño y al grupo. La catectización del
niño por parte del grupo anticipa la del grupo por parte del niño. En efecto, hemos
visto que, desde su llegada al mundo, el grupo catectiza al infans como voz futura a
la que solicitará que repita los enunciados de una voz muerta y que garantice así
la permanencia cualitativa y cuantitativa de un cuerpo que se autorregenerará en
forma continua. En cuanto al niño, y como contrapartida de su catectización del
grupo y de sus modelos, demandará que se le asegure el derecho a ocupar un
lugar independiente del exclusivo veredicto parental, que se le ofrezca un modelo
ideal que los otros no pueden rechazar sin rechazar al mismo tiempo las leyes del
conjunto, que se le permita conservar la ilusión de una persistencia atemporal
proyectada sobre el conjunto y, en primer lugar, en un proyecto del conjunto ,que,
según se supone, sus sucesores retomarán y preservarán.
El discurso del conjunto le ofrece al sujeto una certeza acerca del origen, necesaria
para que la dimensión histórica sea retroactivamente proyectable sobre su pasado,

197
Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

cuya referencia no permitirá ya que el saber materno o paterno sea su garante


exhaustivo y suficiente. El acceso a una historicidad es un factor esencial en el
proceso identificatorio. es indispensable para que el Yo alcance el umbral de
autonomía exigido por su funcionamiento. Lo que el conjunto ofrece así al sujeto
singular inducirá al sujeto a trasferir una parte de la «apuesta» narcisista,
catectizada en su juego identificatorio, sobre este conjunto que le promete una
«prima» futura. El sujeto puede representarse así este tiempo venidero, en que
sabe que ya no tendrá cabida, corno continuación de sí mismo- y de su obra,
gracias a la ilusión de que una nueva voz volverá a dar vida a la mismidad de su
propio discurso, que de esta manera podría escapar al irreversible veredicto del
tiempo.
La definición dada del contrato narcisista implica su universalidad; pero, si bien es
cierto que todo sujeto es efectivamente cosignatario, la parte de la libido narcisista
que se catectiza en él varía de uno a otro sujeto, de una a otra pareja y entre los
dos elementos de la pareja. La calidad y la intensidad de la catectización presente
en el contrato que une a la pareja parental con el conjunto, al igual que la
particularidad de las referencias y emblemas que privilegiará en ese registro,
intervendrán de dos modos diferentes en el espacio al que el Yo del niño debe
advenir:

1. Los emblemas y los roles valorizados por la pareja, que logra así el acuerdo y, a
menudo, la complicidad de los otros sujetos del conjunto, pueden permitir a los
padres y al niño disfrazar un deseo que, de ese modo, logra el complemento de
justificación que les dará un lugar en el registro del bien, de lo lícito, de la ética.

2. Ellos imponen al Yo del niño su primer conocimiento de la relación que


mantienen los dos elementos de la pareja con el campo social y de la relación de
los otros frente a la posición ocupada por la pareja.

Mientras nos mantenemos dentro de ciertos límites, las variaciones de la relación


pareja-medio desempeñarán un papel secundario en el destino del sujeto, que en
un segundo momento podrá establecer con. estos modelos una relación autónoma,
directamente marcada por su propia evolución psíquica, sus particularidades y la
singularidad de las defensas puestas en juego. No ocurre lo mismo cuando estos
límites no son respetados, sea porque la pareja rechaza las cláusulas esenciales
del contrato, sea porque el conjunto impone un contrato viciado de antemano, al
negarse a reconocer en la pareja elementos del conjunto a carta cabal. Tanto si la
responsabilidad le incumbe a la pareja como si le incumbe al conjunto, la ruptura

198
Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

del contrato puede tener consecuencias directas sobre el destino psíquico del niño.
En este caso, se comprobarán dos tipos de situación:

1. Aquella en la que, por parte de la madre, del padre o de ambos, existe una
negativa total a comprometerse en este contrato; descatectización que por sí sola
marca una grave falla en su estructura psíquica y revela un núcleo psicótico más o
menos compensado. En estos últimos años, son muchos los que han insistido
acerca del carácter cerrado de determinadas familias de psicóticos, microcosmos
que al guardar a su loco preservan un equilibrio inestable que, mal que bien, sólo
se mantiene mientras se puede evitar todo enfrentamiento directo con el discurso
de los otros, gracias al silenciamiento de lo que se habla en el exterIor. El riesgo
que corre en tal caso el sujeto es verse imposibilitado de encontrar fuera de la
familia un soporte que le allane el camino hacia la obtención, de la parte de
autonomía necesaria para las funciones del Yo. Esto no es causa de la psicosis,
pero sí, sin duda, un factor inductor, a menudo presente en la familia del
esquizofrénico.

2. Igualmente importante, pero más difícil de delimitar, es la situación originada en


una ruptura de contrato de la que el conjunto -y, por ende, la realidad social- es el
primer responsable. Rechazamos las diversas concepciones sociogenéticas de la
psicosis, pero creernos en el papel esencial que desempeña lo que llamamos
realidad histórica. En esta realidad damos tanto peso a los acontecimientos que
pueden afectar al cuerpo, a los que efectivamente se produjeron en la vida de la
pareja durante la infancia del sujeto, al discurso proferido en dirección al niño,
como a la posición de excluido, de explotado, de víctima que la sociedad ha
impuesto eventualmente a la pareja o al niño.

En la última parte de esta obra veremos que, en toda ocasión en que la realidad
histórica de la vida infantil se potencia con una construcción, fantaseada de su
percepción del mundo, su colusión puede determinar la imposibilidad de sustituir a
la fantasía mediante una «puesta en sentido» que la relativice. En cierto número de
anamnesis de psicóticos llama la atención el redoblamiento impuesto por la
realidad social: se observa que el rechazo, la mutilación, el odio, la enajenación,
situaciones todas a las que nos remite la problemática psicótica, son actuadas y no
solo fantaseadas en la relación del conjunto con la pareja. Consecuentemente, en
el momento en que el Yo descubre lo exterior a la familia, en el momento en que su
mirada busca allí un signo que le dé derecho de ciudadanía entre sus semejantes,
encuentra un veredicto que le niega ese derecho, que apenas le propone un
contrato inaceptable: en efecto, su respeto implicaría que en la realidad de su

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devenir renuncie a ser otra cosa que un engranaje sin valor al servicio de una
máquina, que no oculta su decisión de explotarlo o excluirlo. Este veredicto redobla
aquello que se había percibido, en la relación del Yo con la pareja, como rechazo
de toda autonomía, como prohibición de toda veleidad de contradecir lo dicho: es
evidente que estos dos veredictos no son idénticos. Plantear una identidad entre
represión social y represión en el sentido psicoanalítico, entre explotación
económica y apropiación por parte de la madre del pensamiento del niño, no tiene
ningún sentido; inversamente, sin embargo, y debido a que el niño comienza por
proyectar sobre la escena social el pattern de su problemática en relación con los
ocupantes del espacio familiar, puede observar la inscripción sobre esta escena del
redoblamiento de una misma dialéctica, en la que, de ese modo, se encuentra
doblemente apresado.
Estas consideraciones acerca de la función y omnipresencia del contrato narcisista
ponen punto final a nuestro análisis del espacio al que el Yo debe advenir: hemos
mostrado las condiciones que debe cumplir para que el Yo pueda habitarlo y las
que pueden hacerlo incompatible con esta función. Antes de abordar la
consecuencia más dramática de esta incompatibilidad (la, psicosis), y a fin de
comprender qué expropiación entraña en relación con el Yo, consideraremos una
función que especifica a esta instancia, una vez que ha logrado advenir: posibilitar
una conjugación del tiempo futuro compatible con la de un tiempo pasado.

UNIDAD Nº 7. SOLUCIONES CONCEPTUALES A LA PSICOLOGÍA EVOLUTIVA.

EL DESARROLLO EMOCIONAL. APORTES DE MARGARET MAHLER Y RENE


SPITZ.

Estado simbiótico y proceso de separación-individuación. Fase autística normal.


Fase simbiótica normal. Características específicas de la simbiosis. La constancia
emocional. Organizadores psíquicos. Modelos de observación en el desarrollo
emocional del niño.

TEXTO Nº 23. MAHLER: “EL NACIMIENTO PSICOLÓGICO DEL INFANTE


HUMANO”.

CAPÍTULO 1.

ENFOQUE GENERAL.

El nacimiento biológico del infante humano y el nacimiento psicológico no


coinciden en el tiempo. El primero, es un acontecimiento observable y bien
circunscrito; el último es un proceso intrapsíquico de lento desarrollo.
200
Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

Denominamos al nacimiento psicológico del individuo proceso de separación-


individuación: el establecimiento de un sentimiento de separación respecto de un
mundo de realidad, y de una relación con él, particularmente con respecto a las
experiencias del propio cuerpo y al principal representante del mundo tal como el
infante lo experimenta, el objeto primario de amor. Este proceso, como cualquier
otro proceso intrapsíquico, se manifiesta a todo lo largo del ciclo vital. Nunca
termina, siempre sigue en actividad. Pero los principales logros psicológicos de este
proceso ocurren en el período del 4° o 5° mes a los 30 o 36 meses, lapso que se
denomina fase de separación- individuación.

La separación y la individuación se conciben como dos desarrollos


complementarios: la separación consiste en la emergencia del niño de una fusión
simbiótica con la madre, y la individuación consiste en los logros que marcan la
asunción por parte del niño de sus propias características individuales. Estos
desarrollos están entrelazados con los procesos evolutivos, pero no son
idénticos a ellos; pueden proceder en forma divergente, con una demora o
precocidad en uno u otro. Por ende, el desarrollo locomotor prematuro, que permite
al niño separarse físicamente de la madre, puede llevar a una conciencia prematura
del estado de separación, antes de que los mecanismos internos de regulación
proporcionen los medios para enfrentar esa conciencia. Por el contrario, una madre
omnipresente e infantilizadora, que interfiere con la tendencia innata del niño a la
individuación, obstaculizando por lo común la función locomotriz autónoma de su yo,
puede retrasar el desarrollo de una plena conciencia de la diferenciación yo-otro por
parte del niño.

A partir de los comienzos observables e inferidos del primitivo estado cognitivo-


afectivo del infante se desarrolla una organización más importante de vida
intrapsíquica y conductual en torno de los eventos de la separación y la
individuación, organización que caracterizamos denominando fase de la
separación-individuación al período subsiguiente.

Describiremos las etapas de este proceso, comenzando por:

1. los primeros signos de diferenciación, siguiendo con

2. el período de absorción por el infante en su propio funcionamiento autónomo


con exclusión casi total de la madre, pasando luego al

3. período de acercamiento en que el niño se siente urgido a redirigir el foco de su


atención a su madre, y llega finalmente a

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

4. la percepción de un sentimiento primitivo de sí mismo, de entidad e identidad


individual, con lo que avanza hacia la constancia del objeto libidinal y del yo.

Deseamos poner de relieve que enfocamos el proceso en la niñez temprana.


Nuestra investigación se centra especialmente sobre dos problemas principales:
adaptación y relación de objeto.

ADAPTACIÓN.

Al trabajar con infantes y niños, la idea de adaptación se impone forzosamente al


observador. Desde el comienzo el niño se moldea y despliega en la matriz de la
unidad dual madre-infante. La capacidad adaptativa del niño, y su necesidad de
adaptación (para lograr adaptación) son mucho mayores que los de la madre, cuya
personalidad está firme y rígidamente constituida con todas sus pautas de carácter y
de defensa. El bebé se configura en armonía y contrapunto con las maneras y
estilos de la madre, sea que esta proporcione por su parte un objeto sano o
patológico para tal adaptación.

El punto de vista adaptativo es muy importante en la infancia temprana, pues el


infante nace en la cresta misma de las exigencias de adaptación que se le imponen.
Por fortuna estas exigencias las satisface la capacidad que tiene el infante (por la
maleabilidad y la estructura uniforme de su personalidad) de dejarse conformar por
su ambiente y de amoldarse a ese ambiente. La facilidad del niño para amoldarse a
la estructura de su ambiente ya está presente al comienzo de la infancia.

RELACIÓN OBJETAL.

Los primeros escritos psicoanalíticos mostraban que el desarrollo de la relación


objetal dependía de los impulsos. Conceptos como narcisismo, ambivalencia,
sadomasoquismo, carácter oral o anal y triangulo edípico se relaciona
simultáneamente con problemas de impulso y de relación objetal. Nuestra
contribución debe considerarse suplementaria a tal enfoque, pues muestra el
desarrollo de la relación objetal a partir del narcisismo.

El logro cognitivo-afectivo de una conciencia de la separación como prerrequisito de


la verdadera relación objetal, el papel de los aparatos del yo y de funciones más
complejas del yo en la promoción de tal conciencia, ocupan una posición central en
nuestra investigación. Tratamos de demostrar cómo la relación objetal se desarrolla
a partir del narcisismo simbiótico o primario del infante, y se altera en paralelo con el
logro de la separación y la individuación, y como, a su vez, el funcionamiento del yo

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

y el narcisismo secundario se desarrollan en la matriz de la relación narcisista, y


más tarde, objetal con la madre.

Este volumen trata predominantemente del desarrollo promedio y se propone


contribuir a la comprensión, a lo sumo, de la patología de nivel medio.

En el estudio de psicosis infantiles, tanto en casos de síndromes


predominantemente autísticos como de los predominantemente simbióticos, se
observó a niños que parecían incapaces de entrar en, o de llegar a abandonar, el
estado crepuscular delusivo de una órbita simbiótica común madre-infante. Son
niños que pueden mostrar pánico ante cualquier percepción de separación real. Es
posible incluso que renuncien al ejercicio de funciones autónomas o las distorsiones
para preservar la delusión de la unidad simbiótica.

En ambos casos estos niños sufren una deficiencia de su capacidad de utilizar a la


madre como un faro orientador en el mundo de la realidad. De ello resulta que la
personalidad del infante no se organiza en torno de la relación con la madre como
objeto externo de amor. No progresan los aparatos del yo, que generalmente se
desarrollan en la matriz de la relación maternante ―común y dedicada‖.

El niño con defensas predominantemente autísticas parece tratar a la ―madre de


carne y hueso‖ como no existente. En cambio, el niño con una organización
predominantemente simbiótica parece tratar a la madre como si esta fuera parte de
su yo, es decir, como no separada de su yo sino más bien fusionada con este. Estos
últimos niños son incapaces de integrar una imagen de la madre como un objeto
externo distinto y entero; en cambio, mantienen la escisión entre los objetos
parciales bueno y malo, y alternan entre querer incorporar el bueno o expulsar el
malo. Como consecuencia de una u otra de estas soluciones, la adaptación al
mundo externo (representación más específicamente en relación objetal en
desarrollo con la madre) y la individuación que lleva a la constitución de una
personalidad única en el niño, no se desarrollan parejamente a partir de un estadio
temprano en adelante.

El estudio del periodo simbiótico normal, y de la separación y la individuación


normales ayuda a hacer más comprensibles las fallas evolutivas de los niños
psicóticos.

ALGUNAS DEFINICIONES.

Tres conceptos básicos:

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

- SEPARACIÓN: logro intrapsíquico de un sentimiento de separación de la madre, y,


a través de este, de separación del mundo en general. Este sentimiento de
separación lleva gradualmente a claras representaciones intrapsíquicas del yo como
algo distinto de las representaciones del mundo objetal. Las separaciones físicas
reales de la madre constituyen importantes contribuciones al sentimiento que
adquiere el niño de ser una persona separada, pero lo que examinará Mahler es el
sentimiento de ser un individuo separado.

- SIMBIOSIS: estado intrapsíquico, no un hecho conductual, por lo que es un estado


inferido. Nos referimos a un rasgo de la vida cognitivo-afectiva primitiva en que no
ha ocurrido la diferenciación entre sí-mismo y la madre, o en que se ha dado una
regresión a ese estado de indiferenciación yo-objeto (que caracteriza a la fase
simbiótica). Esto no requiere la presencia física de la madre, sino que puede
basarse en imágenes primitivas de unidad.

- IDENTIDAD: utilizamos este término para referirnos a la conciencia más temprana


de un sentimiento de ser, de entidad, que incluye en parte una catexia del cuerpo
con energía libidinal. No es un sentimiento de quién soy sino de qué soy. Constituye
la primera etapa del proceso de despliegue de la individualidad. El autismo infantil y
la psicosis simbiótica son dos perturbaciones extremas de la identidad.

PSICOSIS SIMBIÓTICA Y SEPARACIÓN-INDIVIDUACIÓN NORMAL.

Acerca de la hipótesis de una fase normal de separación-individuación.

En 1955 comenzamos a poder articular una concepción que incluía una fase normal
de separación-individuación.

Llamamos a este período fase de separación-individuación dentro del desarrollo de


la personalidad. Sostenemos que esta fase es crucial respecto del yo y el desarrollo
de las relaciones objetales. También sostenemos que el temor característico de este
período es la ansiedad de separación.

Esta fase de separación-individuación es una especie de segunda experiencia de


nacimiento, que uno de nosotros describió como ―una ruptura de la membrana
común simbiótica madre-hijo. Esta ruptura es tan inevitable como el nacimiento
biológico.

NOTA PRELIMINAR SOBRE OBSERVACIÓN E INFERENCIA.

204
Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

La cuestión referente a la clase de inferencias que pueden extraerse de la


observación directa del período preverbal es muy controvertida. El problema se
complica por el hecho de que no sólo el infante es preverbal, sino que los medios
verbales del observador-conceptualizador sólo se prestan muy mal para la
traducción de ese material. Los problemas de la reconstrucción psicoanalítica en
este caso encuentran su paralelo en el problema de la construcción de un cuadro de
la vida interna del niño preverbal.

Los psicoanalistas han adoptado diferentes posiciones a lo largo de un amplio


espectro, respecto de los esfuerzos realizados para comprender el período
preverbal. En un extremo se ubican los que creen en fantasías edípicas complejas
innatas, los que, como M. Klein y sus seguidores, atribuyen a la vida mental humana
extrauterina en sus primeras etapas una memoria casi filogenética, un proceso
simbólico innato. En otro extremo del espectro están los psicoanalistas freudianos
que aprueban la evidencia verbal y reconstructiva estricta, organizada sobre la base
de las construcciones metapsicológicas de Freud, pero parecen atribuir al material
preverbal pocos títulos para servir de base ni siquiera a la más cautelosa y
provisoria extensión de nuestro cuerpo principal de hipótesis. Mahler cree que hay
un amplio territorio intermedio donde se ubican los psicoanalistas que, con cautela,
están dispuestos a explorar contribuciones a la teoría que provengan de inferencias
respecto del período preverbal.

Mahler estudia fenómenos del período preverbal que (desde fuera) parecen ser los
tipos de experiencia equiparables a lo que los pacientes son capaces sólo más tarde
de comunicar durante el análisis, en sus recuerdos verbalizables, o sea,
asociaciones libres, sin que en ese punto se den cuenta del origen de estos.

Tal como en el psicoanálisis clínico, el método de trabajo de Mahler se caracteriza


por registrar conductas usuales, esperables y más aún las inesperadas,
sorprendentes, inusuales. El ojo psicoanalítico se deja llevar en las observaciones
psicoanalíticas a donde lo lleven las secuencias fenomenológicas reales.

El observador del niño en el período preverbal tiene una oportunidad observacional


espacial: la de observar el cuerpo en movimiento. La observación de fenómenos
motores, kinestésicos y gestuales (afecto motores) de todo el cuerpo puede tener
gran valor, pues permite al observador inferir lo que está ocurriendo dentro del niño,
es decir, los fenómenos motores están correlacionados con eventos intrapsíquicos.
Esto es particularmente cierto en los primeros años de vida.

¿Por qué ocurre esto? Porque las vías motoras y kinestésicas son los principales
caminos de expresión, defensa y descarga de que dispone el infante (mucho antes

205
Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

de que ocurra la comunicación verbal). Podemos realizar inferencias de esos


fenómenos remontándonos a estados internos, de los cuales son productos
terminales. No se puede tener certeza sobre el estado interno, pero para inferirlo,
las observaciones e inferencias múltiples ofrecen alguna salvaguardia contra el error
total. En el periodo preverbal, el lenguaje le da la tarea de la comunicación a las
esferas mimética, motriz y gestual. Y, por último, el niño muy pequeño aún no ha
aprendido cambios como la modulación, la inhibición, la estilización y la distorsión
defensiva de la expresión corporal.

La conducta afecto motriz (gestual) de todo el cuerpo del niño pequeño, rica y
expresiva, así como el movimiento alternante de conductas de acercamiento y
llamado y de conductas de distanciamiento entre el infante y su madre sirven de
guía al proporcionar muchas claves de fenómenos que se encontraron a través de la
comunicación verbal en estudios posteriores. Mahler observó atentamente la
movilidad expresiva del infante, a medida que ésta progresaba, mediante funciones
de rodeo provistas por las capacidades primitivas del yo: las de demorar, de
aprender y de anticipar. Observó y evaluó el funcionamiento motor autónomo y no
conflictuado del infante, considerando especialmente las etapas progresivas del
proceso de separación-individuación.

Mahler va a presentar la historia, métodos y resultados provisorios de observar


infantes preverbales.

CAPÍTULO 3.

LOS PRELUDIOS DEL PROCESO DE SEPARACIÓN-INDIVIDUACIÓN.

(Preludios: fases necesarias para preparar el surgimiento de las otras fases).

La fase autística normal.

En las semanas que preceden a la evolución hacia la simbiosis, el neonato y el


infante muy pequeño pasan muchísimo más tiempo dormidos que despiertos,
recordando ese estado primitivo de distribución de la libido que prevalecía en la vida
Intrauterina y que se parece al modelo de un sistema monádico cerrado,
autosuficiente en su realización alucinatoria de deseos.

En la fase autística normal hay una relativa ausencia de catexia de los estímulos
externos. Este es el período en que se observa más claramente la barrera que se
opone a los estímulos, la falta innata de respuesta a estímulos externos. El infante

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

pasa la mayor parte del día en un estado de semisueño y semivigilia: se despierta


sobre todo cuando el hambre u otras tensiones provocadas por necesidades lo
hacen llorar, y se hunde o cae nuevamente en el sueño cuando está satisfecho, es
decir, cuando se han aliviado las tensiones excedentes.

Predominan procesos fisiológicos más bien que psicológicos. El infante está


protegido contra los estímulos extremos, en una situación semejante al estado
prenatal, para facilitar el crecimiento fisiológico.

Conceptualizando metafóricamente el estado del sensorio, hemos aplicado a las


primeras semanas de vida el término autismo normal; pues en este estadio el
infante se halla en una situación de desorientación alucinatoria primitiva, en la cual
la satisfacción de necesidades parece pertenecer a su propia órbita
―incondicionada", omnipotente y autística.

La maternación lo saca gradualmente al infante de su tendencia innata a la


regresión vegetativa, y promueve la conciencia sensorial del ambiente y del contacto
con él. En términos de energía o catexia libidinal, esto significa que tiene que ocurrir
un desplazamiento progresivo de la libido desde dentro del cuerpo hacia su
periferia.

En este sentido, propondremos distinguir dos estadios dentro de la fase del


narcisismo primario (concepto freudiano):

1. Durante las primeras semanas de vida extrauterina prevalece un estadio de


narcisismo primario absoluto, marcado por la falta de conciencia del infante respecto
de la existencia de un agente maternante. Este es el estadio que Mahler denominó
de autismo normal.

2. Va seguido por un estadio de oscura conciencia de que uno mismo no puede


proveer la satisfacción necesaria, sino que ésta proviene de algún lugar de fuera del
sí-mismo (narcisismo primario en la fase simbiótica incipiente), o sea el estadio de
omnipotencia alucinatoria absoluta o incondicional de Ferenczi. Parafraseando a
Ferenczi, podríamos llamar a este estadio de narcisismo primario, omnipotencia
alucinatoria condicionada.

El neonato normal nace con un equipo reflejo, tal como la succión, prensión y el
aferramiento. Sin embargo, la reacción que Freud singularizó como la más notable
(el hecho de que el bebé vuelva la cabeza hacia el pecho para lograr el placer
deseado, que había experimentado en contactos previos con este) es de un tipo
diferente. Es una pauta de recepción adquirida, al servicio de una importante
―motivación de logro de placer‖.
207
Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

La tarea de la fase autística es el logro del equilibrio homeostático del organismo


dentro del nuevo ambiente extrauterino, por mecanismos predominantemente
somato psíquicos fisiológicos.

El neonato trae consigo al mundo exterior el equipo de autonomía primaria. En la


fase autística normal la reacción a cualquier estímulo que sobrepase el umbral de
recepción es global, difusa, sincrética (nos recuerda la vida fetal). Esto significa que
hay sólo un grado mínimo de diferenciación, y varias funciones organísmicas son
intercambiables.

Aunque la fase autística se caracteriza por una relativa ausencia de catexia de los
estímulos externos esto no significa que pueda no haber ninguna respuesta a los
estímulos externos.

Es esta responsividad pasaje a los estímulos exteriores lo que contribuye a la


continuidad entre la fase autística normal y las posteriores.

EL COMIENZO DE LA FASE SIMBIÓTICA.

La vida de vigilia del neonato se centra en torno de sus continuos intentos de lograr
la homeostasis. El efecto de las atenciones que la madre proporciona reduciendo
los padecimientos de hambre-necesidad no puede aislarse, ni el infante pequeño
puede diferenciarlas de sus propios intentos de reducir la tensión, tales como orinar,
defecar, toser, estornudar, escupir, vomitar, que son todas las maneras en que el
infante trata de librarse de una tensión desagradable. El efecto de estos fenómenos
expulsivos, así como la gratificación que se obtiene con las atenciones de la madre,
ayuda al infante a diferenciar con el transcurso del tiempo entre una calidad de
experiencia ―placentera/buena‖ y otra ―penosa/mala‖.

A partir del segundo mes, una oscura conciencia del objeto que satisface las
necesidades marca el comienzo de la fase de simbiosis normal, en que el infante se
comporta y funciona como si él y su madre constituyeran un sistema omnipotente,
una unidad dual dentro de un límite unitario común.

En este período la barrera casi sólida contra los estímulos (negativa, porque no está
catexiada) -esta caparazón autística contra estímulos externos- comienza a
resquebrajarse. A raíz del giro catéxico hacia la periferia sensorio-perceptiva,
comienza a formarse y a envolver la órbita simbiótica de la unidad dual madre-hijo,
es decir, un escudo contra estímulos que es protector, pero también es receptivo y
selectivo y está positivamente catexiado.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

Es obvio que mientras el infante es absolutamente dependiente respecto de su


copartícipe simbiótico durante la fase simbiótica, la simbiosis tiene un significado
diferente para cada una de las partes de la unidad dual. La necesidad que el infante
tiene de su madre es absoluta; la necesidad que la madre tiene del infante es
relativa.

El término simbiosis en este contexto es una metáfora. Es un estado de


indiferenciación, de fusión con la madre, en que el ―yo‖ no está aún diferenciado del
―no-yo‖ y en que lo interno y lo externo solo están llegando en forma gradual a ser
sentidos como diferentes. El reservorio primordial de energía que se inviste en el
―yo-ello‖ indiferenciado parece contener una mezcla indiferenciada de libido y
agresión. La catexia libidinal investida en la órbita simbiótica reemplaza a la barrera
instintiva innata que se opone a los estímulos y protege al yo rudimentario de una
tensión prematura no específica de la fase, de los traumas por tensión excesiva.

El rasgo esencial de la simbiosis es la fusión somatopsíquica omnipotente,


alucinatoria o delusiva con la representación de la madre y en particular, la delusión
de que existe un límite común entre dos individuos físicamente separados.

El yo rudimentario (aún no funcional) del neonato y del infante pequeño tiene que
completarse con la relación emocional establecida mediante el cuidado materno,
una especie de simbiosis social. Esta dependencia fisiológica y sociobiológica
respecto de la madre genera la diferenciación estructural que lleva a la organización
del individuo para la adaptación: el yo en funcionamiento.

Gracias a Spitz, se sabe mucho acerca de la manera en que durante el segundo y


tercer mes de vida la recepción sensorial de naturaleza contacto perceptual facilita
la entrada del infante en el estado simbiótico propiamente dicho. Mahler le agrega
que las experiencias contacto perceptuales del cuerpo total, especialmente la
sensibilidad profunda de la superficie corporal total (la presión que ejerce la madre
al sostener al niño), además del sentido kinestésico desempeñan también un
importante papel en la simbiosis. Estas últimas modalidades desempeñan un papel
decisivo en el proceso de familiarización del infante muy pequeño con su madre, las
conductas de amoldamiento y sus variaciones.

La cara humana (―frente a frente‖) en movimiento es la primera percepción


significativa y es el engrama mnémico que suscita la sonrisa no específica llamada
social. Se necesita la cara humana en movimiento vertical, aún oculto por una
máscara o un símbolo de ella.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

Esta respuesta inespecífica de sonrisa señala la entrada en el estadio de la relación


con un objeto que satisface las necesidades. Hay una catexia temporaria de la
madre y/o de las atenciones que esta derrocha a raíz de la presión de la
―necesidad‖. Esto corresponde a la entrada en la fase simbiótica. Si bien prevalece
aún el narcisismo primario, no es tan absoluto como era en la fase autística; el
infante comienza oscuramente a percibir la satisfacción de sus necesidades como
algo que viene de algún objeto-parte que satisface esas necesidades (aunque
todavía desde dentro de la órbita de la unidad dual omnipotente simbiótica), y se
vuelve libidinalmente hacia esa fuente o agente de maternación. La necesidad se
transforma gradualmente en un deseo y más tarde en el afecto específico de anhelo
―ligado a un objeto‖.

Al mismo tiempo ocurre la demarcación de las representaciones del yo corporal


dentro de la matriz simbiótica. Estas representaciones se depositan en forma de
―imagen corporal‖. Desde ese momento, representaciones del cuerpo contenidas en
el yo rudimentario median entre las percepciones internas y externas. Esto
corresponde a lo que dijo Freud (1923) de que el yo se moldea bajo el impacto de la
realidad, por un lado, y de los impulsos instintivos, por el otro. El yo corporal
contiene dos clases de autorrepresentaciones:

- Un núcleo interno de la imagen corporal, con un límite que está vuelto hacia el
interior del cuerpo y separa a éste del yo.

- Un estrato externo de engramas sensorio perceptivos que contribuye a la fijación de


los límites del ―sí-mismo corporal‖.

Desde el punto de vista de la imagen corporal, es fundamental para el desarrollo el


cambio de una catexia predominantemente propioceptiva-enteroceptiva a una
catexia sensorio perceptiva de la periferia. Este cambio fundamental de la catexia es
un prerrequisito esencial de la formación del yo corporal.

Las sensaciones internas del infante constituyen el núcleo de su sí-mismo. Parecen


seguir siendo el punto central de cristalización del ―sentimiento de sí mismo‖, en
torno del cual llegará a establecerse un ―sentimiento de identidad‖. El órgano
sensorio-perceptivo contribuye sobre todo a la demarcación del yo respecto del
mundo objetivo. Las dos clases de estructuras intrapsíquicas juntas forman el marco
de referencia para la autoorientación.

Dentro de la órbita simbiótica común, los dos partícipes de la díada pueden


considerarse como polarizadores de los procesos de organización y de
estructuración. Las estructuras que derivan de este doble marco de referencia

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

representan un encuadre con el cual tienen que relacionarse todas las experiencias
antes de que haya en el yo representaciones claras y globales del sí-mismo y del
mundo objetivo. Spitz (1965) llama a la madre ―yo auxiliar‖ del infante.

Mahler cree que la ―conducta de sostenimiento‖ de la partícipe maternante, la


―preocupación maternal primaria‖ de esa en el sentido de Winnicott (1958) es el
organizador simbiótico, el partero de la individuación, del nacimiento psicológico.

Suponemos en general que hacia la última parte del estadio simbiótico el narcisismo
primario declina y cede gradualmente el paso al narcisismo secundario. El infante
toma a su propio cuerpo, y al de la madre, como objeto de su narcisismo
secundario.

Durante el curso del desarrollo normal, sistemas protectores salvaguardan el cuerpo


del infante de las presiones oral-sádicas, que, a partir del cuarto mes, comienzan a
constituir una amenaza potencial para su integridad física.

Sólo cuando el cuerpo se transforma en el objeto del narcisismo secundario del


infante, a través de los amantes cuidados de la madre, el objeto externo se vuelve
elegible para identificación.

El autismo normal y la simbiosis normal son prerrequisitos del comienzo del proceso
normal de separación-individuación. Ninguna fase ni subfase de la separación-
individuación es totalmente reemplazada por la fase siguiente. Desde un punto de
vista descriptivo, es posible observar similitudes entre ellas. Desde un punto de vista
evolutivo, cada fase se presenta como un período en que se hace una contribución
cualitativamente diferente al desarrollo psicológico del individuo.

La fase autística normal sirve para la consolidación postnatal del desarrollo


fisiológico extrauterino. Promueve la homeostasis postfetal.

La fase simbiótica normal marca la importantísima capacidad filogenética del ser


humano para investir a la madre dentro de una vaga unidad dual, que constituye la
tierra primordial a partir de la cual se forman todas las relaciones humanas
siguientes.

La fase de separación-individuación se caracteriza por un continuo aumento de la


conciencia de la separación del sí-mismo y del "otro", que coincide con los orígenes
del sentimiento de sí-mismo, de la verdadera relación de objeto, y de la conciencia
de una realidad existente en el mundo exterior.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

El autismo normal y la simbiosis normal son los dos primeros estadios de no


diferenciación: el primero es no objetal, el último es preobjetal. Los dos estadios
ocurren antes de que se haya producido la separación e individuación y la
emergencia del yo rudimentario como estructura funcional.

A lo que Spitz denominaba "estudio preobjetal" Mahler lo ha llamado fase simbiótica,


nombre que denota, la cualidad exclusivamente humana de nuestra existencia.

LA FASE SIMBIÓTICA NORMAL.

La fase simbiótica normal está señalada por un aumento del investimiento


perceptual y afectivo por parte del infante, de estímulos que nosotros (los
observadores adultos) reconocemos como provenientes del mundo exterior, pero
que (nosotros postulamos) el infante no reconoce como de origen claramente
externo.

Aquí comienza el establecimiento de las islas mnémicas, pero no una diferenciación


de interno y externo, de yo y otro. En esta etapa se va catexiando cada vez más el
mundo, especialmente en la persona de la madre, pero como unidad dual con el yo
aún no claramente delineado, delimitado y experimentado. La catexia de la madre
es el principal logro psicológico de esta fase. Pero también hay continuidad con lo
que vendrá más adelante. Sabemos que el infante ya puede responder
diferencialmente a estímulos de dentro y de fuera. El niño no tiene ningún concepto,
ningún esquema, de sí mismo y de otro al cual pueda atribuir y asimilar estos
diferentes estímulos. Tiene una idea muy vaga de adentro y afuera. Postulamos que
la experiencia de dentro y de fuera es todavía vaga; el objeto más catexiado, la
madre, es aún un "objeto parcial".

Malher formula la hipótesis de que las imágenes del objeto de amor, y las imágenes
del yo corporal y más tarde del yo psíquico, surgen de las huellas mnémicas cada
vez más abundantes de experiencias instintivas y emocionales placenteras
("buenas") y no placenteras ("malas"), y de las percepciones con que estas llegan a
asociarse.

La diferenciación más primitiva sólo puede ocurrir si se logra un equilibrio


psicofisiológico. Esto depende:

1. de una cierta compatibilidad de las pautas de descarga de la madre y del infante


pequeño.

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2. de sus pautas de interacción, conductualmente discernibles por las señales mutuas


que emiten.

3. por el más temprano moldeamiento adaptativo del infante y por sus capacidades
receptivas, con una conducta de sostenimiento ―suficientemente buena‖ por parte de
su madre simbiótica.

CAPÍTULO 4.

LA PRIMERA SUBFASE: LA DIFERENCIACIÓN Y EL DESARROLLO DE LA


IMAGEN CORPORAL.

Alrededor de los 4 a 5 meses de edad, en el apogeo de la simbiosis, hay


fenómenos conductuales que parecen indicar el comienzo de la primera subfase
de separación-individuación a saber, la DIFERENCIACIÓN. Durante los meses
simbióticos el infante pequeño se ha familiarizado con la mitad maternante de su yo-
simbiótico, como lo indica la sonrisa social no específica. Esta sonrisa se
transforma gradualmente en la respuesta específica (preferencial) de sonrisa a la
madre, que es el signo crucial de que le ha establecido un vínculo específico entre
el infante y su madre.

Freud acentuó que las percepciones internas son más fundamentales y más
elementales que las externas. Estas son las respuestas del cuerpo a sí mismo y a
los órganos internos.

Mahler en su investigación observacional pudo ver claramente las pautaciones de


interacción madre-infante, pero por el momento solo pudo conjeturar y extrapolar
la pautación interna que contribuyó a la "nuclearización" de la imagen corporal
primitiva en sus comienzos.

Algunas conductas que sirven a la demarcación del yo respecto del "otro‖ son
susceptibles de investigación observacional. Jacobson observa que la capacidad de
distinguir objetos se desarrolla más rápidamente que la de distinguir al "sí-mismo"
de los objetos. Podemos observar el amoldamiento del infante al cuerpo de la
madre y cómo se distancia de él con su tronco; podemos ver cómo siente su propio
cuerpo y el de su madre; y observar cómo maneja objetos transicionales.

LA RUPTURA DEL CASCARÓN.

El “proceso de ruptura del cascarón” es, a nuestro parecer, una evolución


ontogenética gradual del sensorio (el sistema perceptual-consciente) que permite al
infante tener un sensorio más permanentemente alerta cuando está despierto.

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En otras palabras, la atención del infante, que durante los primeros meses de la
simbiosis se dirigía en gran parte hacia adentro, o se enfocaba de una vaga manera
cenestésica dentro de la órbita simbiótica, se expande gradualmente con el
advenimiento de la actividad perceptual dirigida hacia el exterior durante los
crecientes períodos de vigilia del niño. Este es un cambio de grado, pues
durante el estadio simbiótico el niño ha estado por cierto muy atento a la figura
maternante. Pero esa atención se va combinando gradualmente con un repositorio
creciente de recuerdos de las idas y venidas de la madre; de experiencias "buenas"
y "malas"; estas últimas no las podía aliviar en absoluto el yo, pero se podía
"esperar con confianza" que las aliviarían las atenciones de la madre.

Mahler reconoce durante la subfase de diferenciación, una cierta apariencia nueva


de alerta, insistencia y orientación hacia fines. Esta nueva apariencia del niño es
una manifestación conductual de ―ruptura del cascarón‖. El niño ya no parece entrar
y salir del estado de alerta, sino que tiene un sensorio más permanentemente alerta
cuando está en estado de vigilia.

Alrededor de los 6 meses comienzan los intentos de experimentar con la


separación-individuación. Esto puede observarse en conductas del infante tales
como tirar del cabello, las orejas o la nariz de la madre, poner comida en la boca de
la madre, y poner el cuerpo tenso para apartarse de la madre y poder contemplarla
mejor, para investigarla a ella y al ambiente. Hay signos definidos de que el bebé
comienza a diferenciar su propio cuerpo del de su madre. A los 6 o 7 meses ocurre
el apogeo de la exploración manual, táctil y visual del rostro de la madre y de
las partes cubiertas (vestidas) y desnudas del cuerpo de la madre; éstas son
las semanas durante las cuales el infante descubre con fascinación un broche, un
par de anteojos, o un aro que usa la madre.

OBJETOS TRANSICIONALES Y SITUACIONES TRANSICIONALES.

El objeto transicional mismo descrito por Winnicott (1953) es un monumento a la


necesidad de este contacto con el cuerpo de la madre, que se expresa en la
insistente preferencia del infante por un objeto que es siempre el mismo, blando,
flexible, cálido al tacto, pero especialmente por la exigencia de que esté saturado
por olores corporales. Ese objeto sustituye el pecho o el cuello blando de la
madre.

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La pauta de sedación o estimulación preferida por la madre es adoptada, es decir,


asimilada por el infante a su propio modo, y se transforma así en una pauta
transicional, que puede ejemplificarse con las caricias en la cara.

Greenacre (1960) tiene la impresión de que "la visión no es sólo un elemento


accesorio sino indispensable en el establecimiento de la confluencia de la superficie
corporal y en la promoción de la conciencia de delimitación del yo respecto del
no-yo. El 'tacto' y la captación de las diversas partes del cuerpo con los ojos (visión)
ayuda a esbozar una imagen de conjunto del cuerpo, que está más allá del nivel
de la mera conciencia sensorial inmediata".

Como quiera que esto sea, es durante la primera subfase de la separación-


individuación cuando todos los infantes normales hacen sus primeros intentos de
ruptura, en un sentido corporal, con la situación hasta entonces completamente
pasiva en que sólo son bebés de brazos, es decir, el estadio de unidad dual con la
madre. A todos los infantes les gusta aventurarse y permanecer a corta distancia de
los protectores brazos de la madre; tan pronto como su motricidad les permite
hacerlo, tratan de deslizarse del regazo materno, pero tienden a quedarse lo más
cerca posible de los pies de ésta, gateando y jugando.

LA PAUTA DE VERIFICACIÓN.

Desde más o menos 7 a 8 meses, la pauta visual de verificación de la madre es


el signo más importante y bastante regular del comienzo de la diferenciación
somatopsíquica. En realidad, parece ser la pauta normal más importante del
desarrollo cognitivo y emocional.

El bebé comienza un prolijo examen comparativo. Se interesa ahora en la "madre‖


y parece compararla con ―otro", compara lo no familiar con lo familiar, rasgo por
rasgo. El infante parece familiarizarse más exhaustivamente con qué es madre, qué
produce la sensación, tiene el gusto, el olor, la apariencia de madre, qué "suena"
como madre. Al mismo tiempo va descubriendo qué pertenece y qué no pertenece
al cuerpo de la madre —un prendedor, los anteojos, etcétera—. Empieza a
discriminar entre madre y el o la o lo que parece, produce la sensación, se mueve
en forma diferente de, o similar a, madre.

REACCIONES Y ANSIEDAD ANTE EXTRAÑOS.

En la literatura psicoanalítica sobre el desarrollo del niño el grupo de fenómenos


conductuales que indican el aprendizaje acerca del ―otro que no es la madre‖ se

215
Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

describe en forma bastante unilateral e incompleta como “ansiedad ante


extraños”. Uno de los rasgos más notables de la curiosidad de los infantes es su
afán de averiguar acerca "del extraño" tan pronto como este desviaba su mirada.

Hay diferencias individuales, enormes variaciones de diagramación temporal,


cantidad y cualidad de lo que se agrupa indiscriminadamente bajo el título de
"ansiedad de los 8 meses" en general y de "ansiedad ante extraños" en particular.

El desarrollo de las reacciones ante extraños se ubica en un contexto más amplio


que es el siguiente: una vez que el infante ha llegado a individuarse lo suficiente
como para reconocer el rostro de su madre y una vez que se familiariza con la
modalidad y la manera de ―sentir‖ en general de su partícipe en la díada
simbiótica, se aplica luego con un mayor o menor asombro y aprensión a una
prolongada exploración visual y táctil y al estudio de los rostros y la gestalt de otros.
Los estudia de lejos y de cerca. Parece estar comparando y controlando los rasgos
del rostro del extraño con los del rostro de su madre, y también con las imágenes
internas que pueda tener de su madre.

En niños que han tenido una fase simbiótica óptima y en los que ha prevalecido una
"expectativa confiada", la curiosidad y el asombro, discernibles en nuestro
ambiente de investigación por la pauta de verificación, son los elementos
predominantes en su examen de los extraños. En contraste, en el caso de niños
cuya confianza básica no ha sido óptima, puede ocurrir un cambio abrupto que
produce una aguda ansiedad ante los extraños; o puede haber un prolongado
período de reacción leve ante extraños, que interfiere transitoriamente con una
conducta de examen placentero. Este fenómeno y los factores en que se basan sus
variaciones constituyen, a nuestro parecer, un aspecto importante de nuestra
evaluación del objeto libidinal, de la socialización y del primer paso hacia la
constancia emocional del objeto.

"RUPTURA DEL CASCARÓN" DEMORADA Y PREMATURA.

En casos en que los procesos simbióticos, la creación de la membrana protectora


común de la unidad dual, se han visto demorados o perturbados, el proceso de
diferenciación parece retrasarse o anticiparse.

Estas pautas de diferenciación muy temprana parecen no sólo tener una gran dosis
de racionalidad, tanto en lo referente a la relación madre-hijo como a la dotación
particular de cada niño, sino también poner en movimiento pautas de organización
de la personalidad que aparentemente mantienen su coherencia en el desarrollo
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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

posterior del proceso de separación-individuación y quizás más allá de éste. El


nacimiento del niño como individuo se produce cuando, en respuesta a la
respuesta selectiva de la madre ante las señales del niño, este va alterando
gradualmente su conducta. Es la necesidad inconsciente específica de la madre lo
que activa y hace eclosionar las infinitas potencialidades del infante.

Los infantes cuyas madres disfrutaron de la fase simbiótica sin demasiados


conflictos, los que fueron saturados, parecían comenzar en el lapso promedio a
mostrar signos de diferenciación activa, distanciándose levemente del cuerpo de su
madre. En cambio, en los casos en que había ambivalencia o parasitismo,
intrusividad, "sofocamiento", por parte de la madre, la diferenciación mostraba
perturbaciones de diversa intensidad y forma. En algunos casos en que la madre
actuaba claramente motivada por su propia necesidad simbiótica parasitaria, antes
que, en beneficio del infante, la diferenciación comenzaba en forma casi
apasionada: este proceso activo de distanciamiento comenzaba antes de lo
esperado.

La búsqueda de distancia durante la subfase de diferenciación parecía ir


acompañado por una mayor conciencia de la madre como persona especial,
aunque esta conciencia fuera negativa.

LOS DOS CARRILES EVOLUTIVOS DE LA SEPARACIÓN Y LA INDIVIDUACIÓN.

Al final del primer año y en los primeros meses del segundo podemos ver con
particular claridad que el proceso intrapsíquico de separación-individuación
sigue dos carriles evolutivos intervinculados, pero no siempre conmensurados ni en
avance simétrico.

1. El carril de la individuación: la evolución de la autonomía intrapsíquica, la


percepción, la memoria, la cognición, la prueba de realidad;

2. El carril evolutivo intrapsíquico de la separación: sigue la trayectoria de la


diferenciación, el distanciamiento, la formación de límites y la desvinculación de la
madre.

Las situaciones óptimas parecen ser aquellas en que la conciencia de la


separación corporal, en lo que respecta a la diferenciación de la madre, corre
paralela el desarrollo del funcionamiento autónomo e independiente del

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

deambulador: cognición, percepción, memoria, prueba de realidad, etc.; en una


palabra, las funciones del yo que sirven a la individuación.

Las progresiones y regresiones y la gradual integración de estos dos carriles


de desarrollo pueden estudiarse a través de los movimientos mutuos del niño y la
madre. Pudimos seguir este desarrollo por medio de la interacción madre-hijo, y
particularmente observando la vivaz afectomovilidad, el repertorio de gestos y las
vocalizaciones del niño mismo.

CAPÍTULO 5.

LA SEGUNDA SUBFASE: EJERCITACIÓN LOCOMOTRIZ.

El primer período de ejercitación.

La subfase de diferenciación se superpone con el período de ejercitación


locomotriz. Era útil concebir el período de ejercitación como dividido en dos partes:

1. la primera fase de ejercitación, anunciada por la más temprana capacidad del


infante de alejarse físicamente de su madre gateando, trepando y poniéndose
de pie, pero aún agarrado;

2. el período de ejercitación propiamente dicho, caracterizado


fenomenológicamente por la locomoción vertical libre.

Tres desarrollos interrelacionados contribuyen a que el niño haga sus primeros


progresos hacia la conciencia de separación y hacia la individuación:

- la rápida diferenciación corporal de la madre;

- el establecimiento de un vínculo específico con ella;

- el desarrollo y funcionamiento de los aparatos autónomos del yo en estrecha


proximidad con la madre.

Estos desarrollos preparan el camino para que el interés del infante por su
madre se extienda a los objetos inanimados. El infante explora estos objetos
visualmente e investiga su gusto, textura y olor con sus órganos perceptuales de
contacto, particularmente la boca y las manos. Alguno de estos objetos puede
transformarse en un objeto transicional. Es característico de este estadio temprano
de ejercitación que, si bien hay interés y concentración en estas actividades, el
interés por la madre parece tener decidida preferencia.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

La maduración de las funciones locomotrices y de otro tipo durante el primer


período de ejercitación producía el más saludable efecto sobre los niños que
tenían una relación simbiótica intensa, pero insatisfactoria. Parecería posible que
esto se vinculara con un proceso de desvinculación satisfactoria simultánea en las
madres. Estas madres y sus hijos no habían sido capaces de experimentar un
tranquilo placer en el estrecho contacto físico, pero ahora podían gozar uno de otro
desde una distancia un poco mayor. Estos mismos niños se mostraban más
relajados y capaces de usar a sus madres para obtener satisfacción y seguridad.

Por contraste, se observó otra pauta de interacción madre-hijo durante el primer


período de ejercitación: madres que les agradaba la cercanía de la fase simbiótica,
pero una vez que esta fase había pasado, habrían preferido que sus hijos ya
estuvieran "crecidos". A estos niños les resultó relativamente difícil crecer; fueron
incapaces de gozar su incipiente capacidad para distanciarse y exigían muy
activamente la cercanía.

La expansión de la capacidad locomotriz durante la primera subfase de


ejercitación amplía el mundo del niño. La manera en que se experimenta este
nuevo mundo parece estar sutilmente relacionada con la madre, que aún es el
centro del universo del niño, desde el cual éste va saliendo sólo gradualmente hacia
círculos cada vez más amplios.

Descubrimos que los niños que tenían el mejor "contacto a distancia" con la madre
eran los que se aventuraban a alejarse más de ella. En casos en que había
demasiado conflicto por el proceso de separación o demasiada resistencia a
abandonar la cercanía, los niños mostraban menos placer durante este período.

El rasgo principal de esta subfase, tal como nosotros la vemos: el gozoso


investimiento en el ejercicio de las funciones autónomas, especialmente la
movilidad, hasta la casi total exclusión de un evidente interés en la madre en
algunos momentos. Es esto, y no el desarrollo de las habilidades motrices por sí
mismo, lo que caracteriza la subfase normal de ejercitación.

Cuando el niño, a través del proceso de maduración de su aparato locomotor,


comienza a aventurarse alejándose cada vez más de los pies de la madre, está a
menudo tan absorbido en sus propias actividades que por largos período de tiempo
parece olvidado de la presencia de esta. Sin embargo, vuelve periódicamente a ella,
pues parece necesitar cada tanto su proximidad física.

La distancia óptima, en esta subfase temprana de ejercitación locomotriz, parece


ser la que permite al gateador en movimiento y exploración, la libertad y

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

oportunidad de realizar tales actividades a cierta distancia física de su madre.


Debe notarse, sin embargo, que durante toda la subfase de ejercitación la madre es
siempre necesaria como punto estable, como "base de operaciones" que satisface
la necesidad de reabastecimiento mediante contacto físico. Vimos infantes de 7 a 10
meses que gateaban o hacían rápidos pinitos hacia la madre, parándose agarrados
a las piernas de ésta, tocándola de otras maneras o simplemente apoyándose
contra ella. Este fenómeno es el que Furer llamó ―reabastecimiento o recarga
emocional‖. El infante decaído y fatigado se anima y vigoriza en brevísimo tiempo
luego de tal contacto.

Durante la primera subfase de ejercitación, luego del tira y afloja inicial para
separarse de la madre y acceder al mundo exterior, la mayoría de los niños
parecían pasar por un breve período de la ansiedad de separación. El hecho de que
fueran capaces de alejarse e independizarse de la madre, y de seguir sin embargo
conectados con ella desde las modalidades de distancia consistentes en ver y oír,
hacía que el uso logrado de estas modalidades de distancia resultara
extraordinariamente importante por un tiempo. A los niños no les gustaba perder de
vista a la madre.

LA SUBFASE DE EJERCITACIÓN PROPIAMENTE DICHA.

Con el estímulo de las funciones autónomas, tales como la cognición, pero


especialmente la locomoción vertical, comienza el "idilio con el mundo". El
deambulador da el paso máximo en la individuación humana. Camina libremente en
postura vertical. Así, cambia el plano de su visión; desde una posición estratégica
enteramente nueva descubre perspectivas, placeres y frustraciones inesperados y
cambiantes. Hay un nuevo nivel visual proporcionado por la posición vertical,
bípeda.

Durante estos preciosos 6 a 8 meses (de la edad de 10 o 12 meses a 16 o 18


meses) la catexia libidinal se desplaza sustancialmente y pasa al servicio del
yo autónomo en rápido desarrollo y de sus funciones, y el niño parece
embriagado por sus propias facultades y por la magnitud de su propio mundo. El
narcisismo alcanza su nivel máximo. Los primeros pasos independientes del niño
en posición vertical señalan el comienzo del período de ejercitación locomotriz por
excelencia, con una ampliación sustancial del mundo y de la prueba de realidad. En
ese momento comienza un investimiento libidinal en continua progresión que se
aplica a las habilidades motrices de la ejercitación y a la exploración del ambiente
que se va ampliando, tanto en el mundo humano como en el inanimado. La principal

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característica de este período de ejercitación es el gran investimiento narcisístico


del niño en sus propias funciones, su propio cuerpo, y los objetos y objetivos de
su ―realidad en expansión‖.

Vemos una gran impermeabilidad a los golpes y caídas y demás frustraciones. Los
adultos sustitutos que les resultaban familiares dentro del ambiente de nuestro
jardín eran aceptados con facilidad.

El deambulador en suave proceso de separación e individuación encuentra un solaz


(placer) narcisístico para compensar las amenazas mínimas de pérdida de objeto en
las funciones de su yo, en rápida evolución. El niño se concentra en la ejercitación y
dominio de sus propias habilidades autónomas. Sus propias habilidades lo
regocijan, está continuamente deleitado con los descubrimientos que realiza en su
mundo en expansión.

Podríamos considerar la posibilidad de que la exaltación de esta subfase tenga que


ver no sólo con el ejercicio de los aparatos del yo sino también con la alborozada
huida de la fusión con la madre y del engolfamiento en ella. Volver activa la pérdida
y recuperación pasivas del objeto gratificador de necesidades y luego del objeto de
amor, con el constante escape del infante hasta que su madre lo atrapa y alza, que
vuelve activo el temor pasivo de ser rechazado por la madre. Esta conducta
reasegura también al niño de que la madre desea atraparlo y alzarlo en brazos.

LA IMPORTANCIA DE LA LOCOMOCIÓN VERTICAL LIBRE: LA MARCHA.

La importancia de la marcha para el desarrollo emocional del niño es tan grande que
no se la puede sobreestimar. La marcha proporciona al deambulador un enorme
aumento de descubrimientos y pruebas de realidad del mundo mediante su propio
control y dominio mágico.

El pene es generalmente descubierto unas pocas semanas antes, como un órgano


de exquisita sensibilidad y productor de placer, cuyo movimiento, sin embargo, no
está sujeto al dominio yo.

Tanto en niños como en niñas, en el mes mismo que sigue al logro de la


locomoción activa libre, la afirmación de la individualidad avanzaba a pasos
agigantados. Esto parece ser el primer gran paso hacia la formación de la identidad.

La renuncia de la madre a la posesión del cuerpo del infante, tanto varón como
mujer, en este periodo es en su mayor parte casi automática.

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Cuando el niño comienza a caminar libremente tiene necesidad de apoyo


emocional materno.

En el curso del período de ejercitación propiamente dicho, la locomoción vertical


tiene un fuerte impacto sobre el humor general del infante cuadrúpedo. Se
demuestra así su importancia para el logro de la "experiencia de nacimiento
psicológico" y la "ruptura del cascarón",

En síntesis, la marcha parece tener un gran significado tanto para la madre como
para el deambulador: es como si el deambulador que camina solo hubiera
demostrado, al lograr la locomoción vertical independiente, que ya puede
incorporarse con derecho al mundo de seres humanos independientes. La
expectación y confianza que la madre trasunta cuando siente que su hijo es capaz
de "lograrlo" ahí afuera, parece ser un importante desencadenante del sentimiento
de seguridad en sí mismo que experimenta el niño, y quizás también el aliento inicial
que lo impulsa a intercambiar parte de su omnipotencia mágica por el placer de la
propia autonomía y de su creciente autoestima.

LA BAJADA DE TONO.

La mayoría de los niños que estaban en la subfase de ejercitación propiamente


dicha parecían tener períodos importantes de regocijo, o por lo menos de relativa
exaltación. Eran impermeables a los golpes y caídas, y sólo les bajaba el tono
cuando se daban cuenta de que su madre no estaba en la habitación. En esas
oportunidades, disminuía su movilidad gestual y de actuación, se reducía su interés
en el ambiente, y parecían estar preocupados con una atención concentrada hacia
adentro.

Nuestras inferencias acerca del estado que hemos denominado de "bajada de


tono" derivan de dos fenómenos recurrentes:

1) si una persona que no era la madre trataba activamente de consolar al niño, éste
perdía su equilibrio emocional y rompía a llorar;

2) el estado de 'bajada de tono" del niño terminaba visiblemente en el momento de


su reencuentro con la madre que había estado ausente por un breve lapso, aunque
a veces no antes de que un corto llanto liberara la tensión acumulada.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

Hasta ese punto el niño había estado en un especial "estado del yo": esta bajada
de tono y la "evocación de la imagen" de la madre que de ella se infiere,
recuerda una depresión anaclítica en miniatura.

Había una conciencia naciente de pérdida de la mitad simbiótica maternante del yo.
La conducta siguiente, de bajada de tono, tenía diferentes matices en cada niño
cuando se los comparaba entre sí y a cada uno consigo mismo a lo largo del tiempo.

Esta añoranza del estado de bienestar y de unidad o cercanía con la madre faltaba
de un modo característico en niños cuya relación simbiótica se había prolongado
indebidamente o había sufrido perturbaciones.

CAPÍTULO 6.

LA TERCERA SUBFASE: ACERCAMIENTO.

Consideraciones generales.

Con la adquisición de la locomoción vertical libre y con el logro, que le sigue de


cerca, de ese estadio del desarrollo cognitivo que Piaget considera como el
comienzo de la inteligencia representacional, el ser humano ha emergido como
una persona separada y autónoma. Estos dos poderosos "organizadores"
constituyen los parteros del nacimiento psicológico. En este estadio final del proceso
de "ruptura del cascarón", el deambulador llega a constituir una entidad individual
separada.

En la mitad del segundo año de vida, el infante se ha transformado en un


deambulador. En ese período se vuelve cada vez más consciente y hace un uso
cada vez mayor de su separación física. Junto con el desarrollo de sus facultades
cognitivas y la creciente diferenciación de su vida emocional hay también una
notable disminución de su impermeabilidad previa a la frustración, así como una
disminución de lo que ha sido un relativo olvido de la presencia de la madre. Puede
observarse un aumento de la ansiedad de separación; al comienzo, esta consiste
sobre todo en temor a la pérdida del objeto. La falta relativa de interés por la
presencia de la madre, que era característica de la subfase de ejercitación, es
reemplazada ahora por un interés aparentemente constante en determinar dónde
está la madre, y por una conducta activa de acercamiento. A medida que se
desarrolla la conciencia de separación del deambulador este parece tener una
necesidad mayor, un deseo de que la madre comparta con él todas sus

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

nuevas habilidades y experiencias, así como una gran necesidad de amor


objetal.

La necesidad de cercanía había quedado en suspenso durante el período de


ejercitación locomotriz. Por esta razón hemos llamado período de acercamiento a
esta subfase.

Es el amor de la madre por el deambulador y su aceptación de la ambivalencia de


éste, lo que permite al niño catexiar su autorrepresentación con energía
neutralizada.

El tipo de acercamiento corporal para "reabastecerse de combustible", que había


caracterizado al infante en período de ejercitación, es reemplazado en el lapso de
los 15 a los 24 meses y posteriormente, por una búsqueda deliberada de contacto
corporal íntimo, o su evitamiento. Se vuelven cada vez más importantes el lenguaje
simbólico, la intercomunicación vocal y de otros tipos, y el juego.

Aventuramos la hipótesis de que durante la subfase de acercamiento, la mayor


probabilidad de un desarrollo posterior favorable, se daba entre los niños cuyas
reacciones a la separación se habían caracterizado por estados afectivos
moderados y filtrados por el yo, en los cuales predominaba la valencia libidinal
(amor en lugar de agresión).

LAS PAUTAS DE SEGUIMIENTO Y DE HUIDA.

Dos pautas características de la conducta del deambulador indican tanto el


deseo de reencuentro con el objeto de amor como el temor del niño de que ese
objeto lo reengolfe o reabsorba:

• El seguimiento de la madre

• La huida de ella, con la expectativa de ser perseguido y arrebatado por los


brazos de la madre

En la época en que el deambulador pequeño de 12 a 15 meses se transforma en


deambulador grande, de hasta 24 meses, se ha llegado a un punto en que se
produce un giro emocional de suma importancia. En ese momento el deambulador
comienza a experimentar, más o menos gradualmente y más o menos agudamente,
los obstáculos que entorpecen el camino de lo que, según él evidentemente
anticipaba en el apogeo de su regocijo de "ejercitación", sería su "conquista del
mundo". Junto con la adquisición de habilidades y de facultades cognitivas

224
Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

perceptuales primitivas, ha habido una diferenciación cada vez más clara, Ya ha


comenzado a despuntar en el deambulador pequeño la idea de que el mundo no es
su ostra, que él debe enfrentarlo más o menos "por sus propios medios".

La cualidad y medida de la conducta de cortejo del deambulador respecto de su


madre durante esta subfase proporciona importantes indicios de la normalidad del
proceso de individuación. Se hace cada vez más evidente el temor de perder el
amor del objeto (en lugar de temor de la pérdida de objeto).

Pueden observarse incompatibilidades e incomprensión entre madre e hijo; éstas


arraigan en ciertas contradicciones de esta subfase. La exigencia por parte del
deambulador, de constante participación de la madre, le parece contradictoria a
ésta: si bien el niño no es en ese momento tan dependiente e inerme como lo era
sólo medio año antes, y parece ansioso de serlo cada vez menos, sin embargo da
indicios aún más insistentes de que espera que la madre comparta todos los
aspectos de su vida.

En esta tercera subfase, la del acercamiento, si bien la individuación procede muy


rápidamente y el niño la ejercita hasta el límite, también se da cada vez más cuenta
de su separación y emplea toda clase de mecanismos para resistir y contrarrestar
su separación real de la madre. Ella y él ya no pueden seguir funcionando
eficazmente como una unidad dual, es decir, el niño ya no puede mantener su
ilusión de omnipotencia parental, que él aún espera a veces que restablezca el
status quo simbiótico.

La comunicación verbal se hace cada vez más necesaria. El deambulador pequeño


se da cuenta gradualmente de que sus objetos de amor (sus padres) son individuos
separados con sus propios intereses personales. El niño debe abandonar en forma
gradual y penosa la delusión de su propia grandeza, a menudo a través de luchas
dramáticas con su madre, y menos, en nuestra opinión, con su padre. Esta es la
encrucijada que denominamos "crisis de acercamiento".

LA ACTITUD DE LA MADRE EN EL PERÍODO DE ACERCAMIENTO DEL


DEAMBULADOR.

Es la continuada disponibilidad emocional de la madre, lo que resulta esencial


para que el yo autónomo del niño alcance su capacidad funcional óptima, mientras
va cediendo su confianza en la omnipotencia mágica. Si la madre está
"serenamente disponible" con un pronto abastecimiento de libido objetal, si
comparte las "hazañas‖ del deambulador aventurero, si responde al juego con el
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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

juego y facilita así los saludables intentos de imitación e identificación del niño, la
internalización de la relación entre la madre y el deambulador puede progresar
hasta el punto en que se inicia la comunicación verbal, aunque aún predomine una
vivaz conducta gestual, es decir, la afectomovilidad. El previsible compromiso
emocional por parte de la madre parece facilitar el rico despliegue de los procesos
de pensamiento del deambulador, la prueba de realidad, y la conducta imitativa, al
final del segundo o comienzo del tercer año de vida. El desarrollo emocional de la
madre va a alentarlo hacia la independencia.

SEÑALES DE PELIGRO EN LA SUBFASE DE ACERCAMIENTO: AUMENTO DE


LA ANSIEDAD DE SEPARACIÓN.

El seguimiento del deambulador detrás de su madre (o el fenómeno opuesto, de


"huida") parece en cierta medida algo inevitable. En casos normales, el seguimiento
por el deambulador cede el paso a un cierto grado de constancia objetal hacia la
segunda mitad del tercer año. No obstante, cuanto menos emocionalmente
disponible esté la madre en la época del acercamiento, con tanta mayor insistencia
e incluso desesperación el deambulador intentará cortejarla.

Una manifestación diferente de la subfase de acercamiento se observó en niños


cuyas madres eran incapaces de adaptarse a la desvinculación progresiva y/o a las
exigencias cada vez mayores del niño en crecimiento. La no disponibilidad
maternal hizo que el período de ejercitación y exploración de tales niños fuera
bastante breve y poco autónomo. Como nunca podían tener certeza de la
disponibilidad de sus madres y siempre estaban entonces preocupados por ello, les
resultaba difícil investir libido en su ambiente y en su propio funcionamiento.

Cuando el fenómeno del seguimiento resulta excesivo, es a nuestro parecer una


de las señales de peligro de esta subfase, un signo de que la conciencia de
separación que tiene el niño le está causando gran tensión: el niño intenta aferrarse
a la madre tratando de responder a cada movimiento y variación del ánimo de ésta,
y planteándole además insistentes exigencias.

En general, las señales de peligro potencial que se observan durante esta fase
incluyen una ansiedad de separación mayor que el promedio; un excesivo
seguimiento de la madre o una continua "huida" impulsiva de ella, con el fin de
provocarla a que atrape al niño; y, finalmente, excesivas perturbaciones del dormir.

Llegamos a establecer que podíamos subdividir el acercamiento en tres períodos:

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

1) el comienzo del acercamiento;

2) la crisis de acercamiento;

3) las soluciones individuales de esta crisis, que dan por resultado pautaciones
y características de personalidad con las que el niño entra en la cuarta subfase de
la separación-individuación, es decir, la consolidación de la individuación.

EL COMIENZO DEL ACERCAMIENTO.

Alrededor de los 15 meses, notamos un importante cambio en la calidad de la


relación del niño con su madre. La madre ya no es sólo la "base de operaciones";
parecía estarse transformando en una persona con la cual el deambulador deseaba
compartir sus descubrimientos del mundo, cada vez más amplios. El signo
conductual más importante de esta nueva manera de relacionarse era el traer
continuamente cosas a la madre, llenarle el regazo de objetos que el niño había
encontrado en su mundo en expansión.

Junto con la incipiente conciencia de separación, el niño llegaba a comprender que


los deseos de su madre no eran siempre idénticos a los suyos, o al revés, que sus
propios deseos no siempre coincidían con los de su madre. Esta comprensión
desafiaba fuertemente el sentimiento de grandeza y omnipotencia del período de
ejercitación, en que con su personita se había sentido en la cumbre del mundo.

La exaltada preocupación del deambulador por la locomoción y la exploración


por sí mismas estaba comenzando a disminuir. La fuente de máximo placer del
niño se desplazaba de la locomoción independiente y la exploración del mundo
inanimado en expansión, a la interacción social. El reconocimiento de la madre
como una persona separada en el amplio mundo iba paralela a la conciencia de la
existencia separada de otros niños, de que estos eran similares, pero diferentes, del
yo de uno. Esto se ponía en evidencia por el hecho de que los niños mostraban
entonces un mayor deseo de tener o hacer lo que otro niño tenía o hacía, es decir,
un deseo de actividad especular, de imitación, de identificación en cierta medida
con el otro niño. Estos desarrollos ocurren en medio de la fase anal, con las
características de adquisitividad, celos y envidia típicas de esa fase.

LA EXPANSIÓN SOCIAL Y LA IMPORTANCIA DE LA RELACIÓN CON EL


PADRE.

227
Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

El deseo de más amplia autonomía por parte del niño no sólo se expresaba por el
negativismo hacia la madre y otras personas, sino que también llevaba a una
extensión activa del mundo madre-hijo: principalmente para incluir al padre. El
padre como objeto de amor, desde época muy temprana en adelante pertenece a
una categoría de objetos de amor totalmente distinta de la madre.

El niño en etapa de acercamiento desarrolla relaciones con otras personas del


ambiente, aparte del padre y la madre. Observamos que desde alrededor de 16-
17 meses en adelante, los niños de nuestro estudio gustaban de pasar períodos
cada vez más largos apartados de sus madres, en el cuarto de deambuladores, y
que tanto los niños como las niñas por igual comenzaban a buscar a los
observadores, muy a menudo a los del sexo masculino, y formaban una vinculación
muy estrecha con ellos.

LA CRISIS DE ACERCAMIENTO: 18-20 A 24 MESES Y CON POSTERIORIDAD.

SENTIMIENTO DE GRANDEZA Y TEMOR A LA PÉRDIDA DEL OBJETO DE


AMOR.

Alrededor de los 18 meses nuestros deambuladores parecían muy ansiosos de


ejercitar a fondo su autonomía, en rápido aumento. Prefería que no les recordaran
que a veces no podían arreglárselas solos. Se producían conflictos que parecían
centrarse en el deseo de estar separado y ser grande y omnipotente, por una parte,
y hacer que la madre satisficiera mágicamente los deseos sin tener que reconocer
que en realidad llegaba ayuda del exterior, por otra. En la mayoría de los casos el
humor que predominaba era el de la insatisfacción general, la insaciabilidad;
tendencia a rápidos cambios de estado de ánimo y berrinches. El período se
caracterizaba entonces por el deseo rápidamente alternante de alejar a la madre y
de aferrarse a ella, secuencia conductual descripta muy exactamente por la palabra
"ambitendencia". Pero ya a esa edad había un deseo simultáneo en ambas
direcciones, es decir, la ambivalencia característica de los niños que están en la
mitad de la subfase de acercamiento.

Era característico de los niños de esta edad utilizar a la madre como una
extensión de sí mismo, proceso en el cual de alguna manera negaban la penosa
conciencia de separación.

El deseo de funcionar mediante el propio yo puede resultar particularmente


amenazador para el niño en el punto mismo del desarrollo en que sus sentimientos
y deseos y los de la madre están aún poco diferenciados. El deseo de ser
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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

autónomo y separado de la madre, de dejarla, podría significar también


emocionalmente que la madre querría dejar al niño. La conceptualización de
estos fenómenos de acercamiento se volvía aún más complicada y enigmática por
el hecho de que esta identidad borrosa de la madre en el mundo exterior coincidía,
con mucha frecuencia, con una tendencia por parte de esta a reaccionar
adversamente respecto de su deambulador en proceso de separación e
individuación. La reacción de la madre en ese momento estaba muy a menudo
teñida de sentimientos de fastidio ante la insistencia del deambulador en afirmar
su autonomía.

Encontramos en muchos deambuladores un enérgico resurgimiento de la reacción


ante extraños. Con mucha frecuencia los observadores denominaban a esto
"timidez". La renovada reacción ante extraños ocurría especialmente ante personas
del mundo exterior que en un momento anterior de la vida del niño habían sido
consideradas como amigos preferidos. La indecisión es una conducta típica de este
período.

AMPLIACIÓN DEL ÁMBITO EMOCIONAL Y COMIENZO DE LA EMPATÍA.

Ahora, la necesidad de manejar los afectos de tristeza y cólera, la decepción


causada por la madre, o la comprensión de que las propias capacidades son
limitadas y uno está relativamente inerme, podían rastrearse en muchos otros tipos
diferentes de conducta. Durante este período, por ejemplo, observaciones
realizadas en muchos niños mostraron por primera vez que estos estaban luchando
contra sus lágrimas, tratando de reprimir su necesidad de llorar.

Vimos a esta edad muchos signos de identificación con las actitudes de otros,
en especial con las de la madre o el padre. Esto estaba en un nivel superior de
identificación del yo.

Otra forma de identificación como mecanismo de defensa era la que exhibían


niños que habían tenido que enfrentar el nacimiento de un hermano durante el
comienzo del período de acercamiento, y que luego se identificaban con el cuidado
e interés que su madre prodigaba al nuevo bebé.

La internalización parcial parecía constituir, una manera de enfrentar (o defenderse


contra) la creciente vulnerabilidad que el deambulador experimentaba a medida que
aumentaba su conciencia de separación. El niño comprendía con pisar no sólo que
a veces estaba solo y desamparado, sino también que ni siquiera su madre podía
devolverle siempre el sentimiento de bienestar.
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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

REACCIONES A LA SEPARACIÓN DURANTE LA CRISIS DE ACERCAMIENTO


(18 a 21 meses).

Durante el período de las más agudas crisis de acercamiento, todos los niños
estaban conscientes de la ausencia de la madre de la habitación y se preocupaban
por averiguar dónde se hallaba. En el aspecto cognitivo, la capacidad de
comprender que la madre podía estar en otra parte y se la podía encontrar era
algo que ya se hallaba bien establecido. Este conocimiento basta a veces para
reasegurar al deambulador, cuando este experimentaba la emoción de echar de
menos a su madre. En general, sin embargo, el deambulador a esta edad no
gustaba que lo "dejaran abandonado" pasivamente. Comenzaban a producirse
dificultades en el proceso mismo de despedida, expresadas en la reacción de
aferrarse a la madre. Por lo común estas reacciones iban acompañadas Por
depresión y por una incapacidad inicial, breve o prolongada, de dedicarse a jugar.

MOLDEAMIENTO DEL ACERCAMIENTO: LA DISTANCIA ÓPTIMA.

A la edad de 21 meses, podía observarse una disminución general de la lucha por


el acercamiento. Cada niño parecía una vez más encontrar la distancia óptima
respecto de su madre, la distancia a la cual su funcionamiento era óptimo.

Los elementos de la creciente individuación, que parecían posibilitar esta capacidad


para funcionar a mayor distancia, y sin la presencia física de la madre, son los
siguientes:

1) El desarrollo del lenguaje, es decir, la designación de objetos y la expresión de


deseos con palabras específicas. La capacidad de nombrar objetos parece haber
proporcionado al deambulador un mayor sentimiento de capacidad de controlar su
ambiente. El uso del pronombre personal "yo" aparecía también a menudo en ese
momento;

2) el proceso de internalización, que podía inferirse tanto de actos de


identificación con la madre y el padre "buenos" y proveedores de satisfacciones,
como de la internalización de reglas, y exigencias (comienzo del superyó);

3) el progreso en la capacidad de expresar deseos y fantasías mediante el juego


simbólico, así como el uso del juego para fines de dominio.

Alrededor de los 21 meses, las vicisitudes del proceso de individuación de los niños
iban cambiando tan rápidamente, que ya no se trataba de conductas específicas de

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

una fase, sino individualmente muy distintas, y diferentes de un niño a otro. Lo que
aquí se planteaba, no era tanto la comprensión de la separación, sino más bien la
manera en que esta comprensión era afectada por, y a su vez afectaba, la
relación madre-hijo, la relación padre-hijo, y la integración de la personalidad
total del niño individual. Observamos también que parecía producirse en ese
período una diferencia bastante significativa en el desarrollo de los niños, en
comparación con las niñas. Los niños mostraban tendencia a desvincularse de la
madre y a gozar de su funcionamiento en el mundo en expansión. Las niñas
parecían más absorbidas por la madre en presencia de ésta. Esto parecía
vincularse con la comprensión de la diferencia de sexos. Había un hecho muy
importante: la herida en el narcisismo, que experimentaban las niñas al no tener
pene, era casi sin excepción reprochada a la madre.

En síntesis, esta "fase final" muy importante del acercamiento como desarrollo
intrapsíquico parecía ser la suma de las soluciones a las múltiples tareas evolutivas
y maduracionales a las que había llegado cada niño individual durante el curso de
su desarrollo particular en las subfases, hasta el comienzo de la cuarta subfase.

EL COMIENZO DE LA IDENTIDAD SEXUAL.

En general, observamos que los niños eran más motores que las niñas y se
resistían más obstinadamente a los abrazos y los besos, más allá de, e incluso
durante, la diferenciación; también vimos que los niños se interesaban antes en los
objetos en movimiento, tales como autos y trenes.

Por lo general el niño descubría su pene mucho antes. Hemos observado que
alrededor de los 12 a 14 meses la posición vertical facilita la exploración visual y
sensorio-motriz del pene.

El descubrimiento del pene por las niñas las enfrentaba con algo de lo que ellas
mismas carecían. Este descubrimiento produjo un amplio rango de conductas que
indicaban claramente ansiedad, cólera y desconfianza. Las niñas deseaban anular
la diferencia sexual.

En una palabra, descubrimos que la tarea de llegar a ser un individuo separado


parecía en general en este punto, más difícil para las nenas que para los varones,
porque aquellas, al notar la diferencia sexual, tendían a volverse contra la madre,
reprocharle, exigirle, sentirse defraudadas por ella, y no obstante estar
ambivalentemente ligadas a ella. Exigían de la madre que saldara una deuda, por
así decirlo. Los varones, en cambio, parecían enfrentarse con la ansiedad de
231
Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

castración, pero esto sólo ocurría más tarde; durante el segundo y tercer año, les
resultaba más fácil que a las nenas funcionar por separado; eran más capaces de
volverse hacia el mundo exterior, o hacia su propio cuerpo, para obtener placer y
satisfacción; también se volvían hacia su padre como alguien con quien podían
identificarse. En cierto modo parecían enfrentar su ansiedad, de castración en una
fase de triangulación casi-edípica.

EXAMEN DE LA TERCERA SUBFASE.

La crisis de acercamiento puede constituirse en un punto desfavorable de fijación


e interferir así con el desarrollo edípico posterior; en el mejor de los casos,
acreciente la dificultad de resolución del complejo de Edipo y le da un sello peculiar.

La tarea evolutiva en el apogeo mismo de la lucha por la separación-individuación,


durante la subfase de acercamiento es realmente tremenda. Se encuentran y
acumulan en esta importante encrucijada del desarrollo de la personalidad
presiones y conflictos orales, anales y de la primera fase genital. Hay una necesidad
de renunciar a la omnipotencia simbiótica, y hay también una más aguda conciencia
de la imagen corporal y de la presión del cuerpo, en especial en los puntos de
libidinización zonal. Parece tambalear la creencia en la omnipotencia de la madre.

Si bien se alivia en parte el temor de la pérdida de objetos y de abandono en este


estadio de la evolución, la situación se complica mucho por la internalización de las
exigencias parentales; esto no sólo indica el comienzo del desarrollo del superyó,
sino que también se expresa en el temor de perder el amor del objeto. El temor de
perder el amor del objeto va en paralelo con reacciones extremadamente sensibles
a la aprobación y desaprobación de los progenitores.

En estos niños con un desarrollo no óptimo puede discernirse el conflicto de


ambivalencia durante la subfase de acercamiento por la rápida alternancia de
conductas de aferramiento y negativismo.

Es probable que las perturbaciones que ocurren en la subfase de acercamiento


reaparezcan en formas mucho más definidas e individualmente diferentes, durante
la fase final de ese proceso en el cual debe irse demarcando una
autorrepresentación unificada a partir de una representación fusionada e integrada
del objeto.

El resultado clínico de estas crisis de acercamiento será determinado por:

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

1) el desarrollo hacia la constancia del objeto libidinal;

2) la cantidad y calidad de las frustraciones posteriores (traumas por sobretensión);

3) posibles traumas por shock;

4) el grado de la ansiedad de castración;

5) el destino del complejo de Edipo; y

6) las crisis evolutivas de la adolescencia;

todo lo cual funciona dentro del contexto de la dotación constitucional del individuo.

CAPÍTULO 7.

LA CUARTA SUBFASE: LA CONSOLIDACIÓN DE LA INDIVIDUALIDAD Y LOS


COMIENZOS DE LA CONSTANCIA OBJETAL EMOCIONAL.

Desde el punto de vista del proceso de separación-individuación, la tarea principal


de la cuarta subfase es doble:

1) el logro de una individualidad definida y en ciertos aspectos vitalicia,

2) el logro de un cierto grado de constancia objetal.

En lo que respecta al sí-mismo [self], hay una estructuralización de gran alcance del
yo y se producen signos definidos de internalización de exigencias parentales, que
indican la formación de precursores del superyó.

El establecimiento de la constancia objetal afectiva (emocional) depende de la


gradual internalización de una imagen constante positivamente catexiada de la
madre. Esto permite que el niño funcione separadamente pese a grados moderados
de tensión (añoranza) e incomodidad. La constancia objetal emocional se basará
por supuesto, en el logro cognitivo del objeto permanente, pero también participan
de esta evolución todos los otros aspectos del desarrollo de la personalidad del
niño. La última subfase (aproximadamente a los 3 años de vida) constituye un
período evolutivo intrapsíquico extremadamente importante, en el curso del cual
se logra un sentimiento estable de entidad (límites del yo). En esta subfase
parece ocurrir también la consolidación primitiva de la identidad sexual.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

Pero la constancia objetal implica algo más que el mantenimiento de la


representación del objeto de amor ausente. Implica también la unificación del objeto
"bueno" y "malo" en una representación total. La constancia objetal debe
considerarse como el último estadio en el desarrollo de una relación objetal madura.
Tiene una repercusión especial sobre el destino de los impulsos agresivos y
hostiles. En el estado de constancia objetal, el objeto de amor no será rechazado ni
cambiado por otro, aunque ya no pueda proporcionar satisfacciones; en ese estado
aún se añora al objeto, y no se lo rechaza (odia) como insatisfactorio simplemente
porque esté ausente.

El lento establecimiento de la constancia del objeto emocional es un proceso


complejo y multideterminado, que incluye todos los aspectos del desarrollo psíquico.
Los determinantes previos esenciales son:

1. la fe y la confianza a raíz de que ya en la fase simbiótica ha ocurrido un alivio


regular de la tensión provocada por las necesidades, alivio proporcionado por el
instrumento de satisfacción de necesidades. En el curso de las subfases del
proceso de separación-individuación este alivio de la tensión provocada por las
necesidades se va atribuyendo al objeto total que las satisface (la madre), y se
transfiere luego, por medio de la internalización, a la representación intrapsíquica de
la madre;

2. la adquisición cognitiva de la representación interna simbólica del objeto


permanente (en el sentido de Piaget); en nuestro caso, del objeto único de amor: la
madre.

Sólo después de bien avanzada la constancia objetal, que no parece ocurrir antes
del tercer año, la madre puede ser sustituida durante su ausencia física, al menos
en parte, por la presencia de una imagen interna confiable que se mantiene
relativamente estable, cualquiera sea el estado de necesidad instintiva o de
incomodidad interna. Sobre la base de este logro, puede prolongarse y tolerarse
mejor la separación temporaria. El establecimiento de la permanencia del objeto y
de una "imagen mental" del objeto en el sentido de Piaget, es un prerrequisito
necesario, pero no suficiente, del establecimiento de la constancia objetal
libidinal.

Antes de proseguir, debemos decir algo más sobre lo que Piaget dice acerca de la
"permanencia del objeto" y sobre nuestro propio uso de la expresión constancia
objetal. La obra de Piaget ha aclarado que el desarrollo de la permanencia del
objeto ocurre a los 18 a 20 meses y se consolida razonablemente en esa época.
¿Ocurre este desarrollo al mismo ritmo si se traía del objeto libidinal, es decir, de la

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

madre? Hay por lo menos dos diferencias fundamentales entre el objeto


libidinal y los objetos estudiados por Piaget:

1) el niño está en continuo contacto con el objeto libidinal, es decir, con la


madre;

2) Estos contactos ocurren a menudo en condiciones de gran estimulación: de


añoranza, frustración, gratificación, excitación:

La madre, que es un objeto en el sentido psicoanalítico, es decir, algo mediante lo


cual se logra gratificación de impulsos, es mucho más que un "objeto" en el
sentido meramente físico-descriptivo del término. El contacto repetido y el alto nivel
de estimulación producen diferencias en lo que respecta al grado de adquisición de
un concepto de permanencia.

Todo esto sugiere que el desarrollo de la constancia del objeto libidinal es un


proceso complejo. En general, sin embargo, la constancia del objeto libidinal es
suficientemente estable en el niño normal de 3 años, como lo representa
socioculturalmente la elección de esa edad como punto común en que se considera
apto al niño para entrar en el jardín de infantes

Esta cuarta subfase del proceso de separación-individuación no es una subfase en


el mismo sentido que las primeras tres, puesto que tiene su extremo abierto por el
lado de la mayor edad.

Vemos que ocurre un cambio prominente, aunque todavía sólo relativo, entre los
fenómenos de la subfase de acercamiento, con una mayor o menor dificultad en la
despedida, y la acrecentada capacidad de jugar separadamente de la madre, con
indicaciones de que el niño puede aferrarse automáticamente cada vez más a la
imagen de la madre ("la madre buena") en ausencia de ésta.

A medida que esta subfase avanza el niño se va volviendo en general cada vez más
capaz de aceptar de nuevo la separación de la madre (como ocurría en el período
de ejercitación); en verdad, cuando está absorbido por el juego, parece preferir
quedarse en el cuarto de deambuladores sin la madre, a tener que dejar ese cuarto
para estar con ella. Consideramos esto como signo del logro incipiente de la
constancia objetal emocional.

EL LOGRO DE LA INDIVIDUALIDAD.

235
Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

La comunicación verbal, que comenzó durante la tercera subfase, se desarrolla


durante esta y en la cuarta subfase de la separación-individuación, y reemplaza
lentamente a los otros modos de comunicación, aunque el lenguaje gestual de todo
el cuerpo y la afectomovilidad aún siguen siendo muy visibles. El juego se vuelve
más planificado y constructivo. Hay un comienzo de juego de fantasía, desempeño
de roles y juego como-sí. Las observaciones acerca del mundo real se vuelven
detalladas y están claramente incluidas en el juego, y hay un creciente interés en los
compañeros de juego y en los adultos que no son la madre. Comienza a
desarrollarse un sentimiento del tiempo, y junto con él una creciente capacidad de
tolerar la demora en la gratificación y de soportar la separación. Vemos una fuerte
resistencia activa a las exigencias de los adultos, una gran necesidad y un deseo (a
menudo todavía no realista) de autonomía (independencia). También es
característica de esta subfase la recurrencia de un negativismo leve o moderado,
que parece ser esencial para el desarrollo del sentimiento de identidad. (El niño está
aún principalmente en la fase anal y fálica temprana del desarrollo zonal).

Así, la cuarta subfase se caracteriza por el despliegue de funciones cognitivas


complejas: la comunicación verbal, la fantasía y la prueba de realidad. Durante este
período de rápida diferenciación del yo desde 20 o 22 meses hasta 30 o 36 meses,
se desarrolla tanto la individuación que incluso una descripción sintética de ella
excedería el ámbito de este libro. El establecimiento de representaciones mentales
del yo como algo netamente separado de las representaciones de los objetos
prepara el camino para la formación de la autoidentidad.

En casos ideales, durante la segunda mitad del tercer año persiste el investimiento
libidinal haya o no una satisfacción inmediata, y esto permite que se mantenga el
equilibrio emocional del niño durante las ausencias temporarias del objeto.

Durante el período de simbiosis normal, el objeto narcisisticamente fusionado se


percibía como "bueno" —es decir, en armonía con el yo simbiótico—, de modo que
la identificación primaria ocurría bajo una valencia positiva de amor.

Cuanto menos predecible y confiable o cuanto más intrusiva haya sido la actitud
emocional del objeto de amor en el mundo externo, tanto mayor será la medida en
que el objeto se mantiene como, o se transforme en un cuerpo extraño no
asimilado—un introyecto "malo"— en la economía emocional intrapsíquica. En una
palabra, puede producirse una gran ambivalencia, que sigue dañando el desarrollo
sin tropiezos hacia la constancia de objeto emocional y el narcisismo secundario
sano. Estas son las consecuencias en el caso de los niños en los cuales una
comprensión demasiado repentina de su sentimiento previo de omnipotencia, así

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

como de la omnipotencia mágica compartida con los progenitores. Estos son los
deambuladores que en el tercer año en particular muestran tendencia a escindir el
mundo objetal en "bueno" y "malo", y para los cuales la "madre real‖, la madre
después de la separación es siempre frustradora, y cuya regulación de la
autoestima es muy precaria.

Las principales condiciones de la salud mental, en lo referente al desarrollo


preedípico, se centran en el logro y continuidad de la capacidad del niño para
retener o restablecer su autoestima en el contexto de una relativa constancia objetal
libidinal. En la cuarta subfase deben tener principio ambas estructuras: constancia
objetal y libidinal y una autoimagen unificada basada en verdaderas identificaciones
del yo. Estas dos estructuras representan meramente el comienzo del proceso
evolutivo en curso.

TEXTO Nº 24. SPITZ:

“EL PRIMER AÑO DE VIDA DEL NIÑO”. CAPÍTULO 1.

INTRODUCCIÓN TEÓRICA.

Desde que la psicología del yo llegó a ser un tema de la investigación


psicoanalítica, comenzó a centrarse en el interés del objeto libidinal. Freud
había introducido el concepto de la elección de objeto muy temprano, ya en 1905,
en ―Tres ensayos sobre la teoría sexual‖. Sólo rara vez volvió a tocar el tema en el
transcurso de su trabajo posterior. Dondequiera que habla del objeto libidinal, lo
hace ante todo desde el punto de vista del sujeto. Se ocupará de la catexia de
objeto, de la elección de objeto, pero sólo excepcionalmente de las relaciones de
objeto.

Estudiaremos estas relaciones recíprocas entre madre e hijo y trataremos de


captar lo que ocurre entre ambos.

La mayor parte del 1er año de vida está dedicado a esforzarse por sobrevivir y a
formar y elaborar dispositivos de adaptación que sirvan para conseguir esa meta. El
lactante, durante este período de su vida, está desamparado, siendo incapaz de
conservarse vivo por sus propios medios. Todo aquello de que carece el infante, lo
compensa y proporciona la madre. Esta atiende a todas sus necesidades. El
resultado es una relación complementaria, una diada. En la medida en que las
potencialidades propias del infante se desarrollan en el transcurso del primer año de

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

vida, se irá haciendo independiente del medio que lo rodea. Este proceso se efectúa
tanto en el sector somático como en el psicológico de la personalidad del infante.

Mostraremos cómo el crecimiento y el desarrollo, en el sector psicológico,


dependen esencialmente del establecimiento y el despliegue progresivo de
relaciones de objeto cada vez más significativas, es decir, de relaciones sociales.

Mi propio pensamiento se basa en el concepto freudiano del neonato que Io ve


como un organismo psicológicamente indiferenciado, venido al mundo con un
equipo congénito y ciertas Anlagen (comodidades/ inversiones).

Este organismo carece aún de conciencia, de percepción, de sensación, y de todas


las demás funciones psicológicas, ya sean conscientes o inconscientes. Considero,
básicamente, al neonato como una totalidad en muchos aspectos indiferenciada.
Diversas funciones, estructuras, y hasta impulsos instintivos se irán diferenciando
progresivamente de esa totalidad. Esta diferenciación se inicia como resultado de
dos procesos distintos:

1) MADURACIÓN: Es el despliegue de las funciones de la especie, producto de


la evolución filogenética y, por tanto innatas, que emergen en el transcurso del
desarrollo embrionario.

2) DESARROLLO: La aparición de formas de función y de conducta que son el


resultado de intercambios entre el organismo, de una parte, y el medio interno y
externo de la otra.

En el momento de nacer, no hay un Yo alguno, al menos en el sentido corriente


del término. Esto fue afirmado terminantemente por Freud en ―El yo y el ello‖.
Obviamente, menos se puede hablar aún de la existencia del complejo de Edipo o
de un superyó al nacer. No existen ni el simbolismo ni el pensamiento por medio de
símbolos y por ende las interpretaciones simbólicas (psicoanalíticas) son
inaplicables. Así mismo se hallan ausentes los mecanismos de defensa. Sólo
pueden detectarse indicios de sus prototipos de forma más fisiológica que
psicológica.

PROPOSICIONES PSICOANALÍTICAS.

Las proposiciones han sido elegidas arbitrariamente por su utilidad en este libro:

1. Los principios reguladores básicos del funcionamiento psíquico,


postulados por Freud:

a) El principio de Nirvana (principio de permanencia);

238
Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

b) el principio de placer (una modificación del primero);

c) el principio de la realidad.

2. La división descriptiva de la psique en consciente e inconsciente.

3. El punto de vista topográfico: la división del aparato psíquico en los


sistemas inconsciente, preconsciente y consciente.

4. El punto de vista dinámico: Sostiene que, en esencia, los procesos


mentales se derivan de la acción recíproca de fuerzas que radican originariamente
en la naturaleza de los instintos (impulsos instintivos); por lo que tienen un origen
orgánico. Y se representan mentalmente como imágenes o ideas con una carga
afectiva. Un análisis empírico lleva al establecimiento de dos grupos de instintos
(impulsos instintivos). En nuestra exposición nos referiremos a los dos impulsos, el
libidinal y el agresivo, con el significado que les da Freud en sus últimas
publicaciones.

5. El punto de vista económico: Desde el punto de vista económico, el


psicoanálisis supone que las representaciones mentales de los instintos (impulsos
instintivos) tienen una carga (catexia) de cantidades de energía definidas.

6. El enfoque metapsicológico: Cuando hemos logrado describir un proceso


psíquico en sus aspectos dinámico, topográfico y económico, debemos hablar de él
como de una representación metapsicológica. Freud concibió semejante
representación como una visión tridimensional de un fenómeno psíquico.

7. El punto de vista estructural: Freud reemplazó más tarde el punto de vista


topográfico por el estructural. El punto de vista estructural afirma que el aparato
mental se divide en yo, ello y superyó.

8. El punto de vista genético: Freud postuló que los procesos psíquicos


obedecían a las leyes del determinismo. El punto de vista genético sostiene que
todo fenómeno psicológico, a más de sus aspectos contemporáneo y experiencial,
puede ser investigado a través de su ontogénesis, hasta su origen psicológico. Con
respecto a las vicisitudes del desarrollo, esto nos hace retroceder hasta el
nacimiento. Y respecto a los factores madurativos y congénitos nos devolverá, a
través de la ontogenia, a la embriología y la filogenia.

9. La teoría de la libido y las zonas erógenas: La aplicación del punto de vista


genético al desarrollo sexual lleva al descubrimiento del papel fundamental que
desempeñan las zonas erógenas. En el transcurso de la maduración, las zonas oral,

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

anal y genital son activadas, marcando las etapas sucesivas del desarrollo
libidinal.

a) La libido en psicoanálisis significa, en primer lugar, la fuerza concebida como


cuantitativamente variable y mensurable de los instintos sexuales dirigidos
hacia un objeto, tomando “sexual” en el amplio sentido que exige la teoría
analítica.

b) Freud concibió la agresión como el otro impulso fundamental que opera en la


psique. Pero dotada cualitativamente, indica sobre todo la presión y la dirección en
relación con el objeto. La agresión sirve para acercar, para asir, para sostener, para
dominar o para destruir el objeto, y por extensión, las cosas.

c) La modalidad de cada zona, su función constrictora o expulsora, figura entre


los determinantes de la cualidad distintiva del impulso parcial y de la etapa libidinal
dada. Esta cualidad luego se generaliza a otras zonas, a otros órganos y a otra
conducta, adquiriendo una función adaptativa.

10.Las series complementarias: Freud sostiene que un factor experiencial


(psicológico) actuando recíprocamente con otro factor congénito produce la
perturbación. Mi opinión es que esta hipótesis es aplicable a todos los fenómenos
psicológicos humanos (y animales), pues todos los fenómenos psicológicos son, sin
lugar a dudas, el resultado de la influencia mutua y de la acción recíproca de
factores innatos con acontecimientos experienciales.

11.El punto de vista adaptativo: Sin usar este término, Freud formuló el concepto
en "Los instintos y sus destinos". El punto de vista de la adaptación exige que la
explicación psicoanalítica de todo fenómeno psicológico incluya proposiciones
concernientes a su relación con el medio ambiente.

FACTORES CONGÉNITOS.

Aquello con que el recién nacido está dotado y que lo hace único, lo denominaré
equipo congénito. Este equipo consta de tres partes:

• El equipo heredado, al que determinan los genes, los cromosomas, el ADN,


etc.

• Las influencias intrauterinas que actúan durante la gestación.

• Las influencias que se hacen operantes en el curso del parto.

FACTORES AMBIENTALES, SU ESFERA DE ACCIÓN Y COMPLEJIDAD.

240
Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

El tema de esta investigación es la génesis de las primeras relaciones de objeto,


esto es, las relaciones entre la madre y el hijo. La relación que se va a examinar es
fundamentalmente diferente de todas aquellas de que se ocupa de ordinario la
psicología social. En la relación entre madre e hijo tienen la oportunidad de
observar el inicio y la evolución de las relaciones sociales.

Un estado de desconexión social, un lazo puramente biológico, se va transformando


en lo que ha de ser finalmente la primera relación social del individuo. Es una
transición de lo fisiológico a lo psicológico y social. En la etapa biológica las
relaciones del feto son puramente parasitarias. Pero en el transcurso del primer año
de vida, la criatura pasará por una etapa de simbiosis psicológica con la madre,
desde la cual ganará gradualmente la etapa siguiente, en donde se van a desarrollar
las interrelaciones sociales; es decir, jerárquicas.

La estructura psíquica materna es fundamentalmente distinta de la del hijo. La


relación entre una pareja tan destacadamente desigual no puede ser sino
asimétrica, en consecuencia, la contribución de cada uno de ellos a la relación
mutua será desemejante.

El primer sociólogo que llamó la atención sobre las posibilidades de investigación


sociológica del grupo madre-hijo, al que llamó diada, fue Georg Simmel.

Resulta bien evidente que la estructura rudimentaria de la personalidad del hijo es


muy distinta de la estructura madura de la madre, pero de ordinario no nos damos
cuenta, con tanta prontitud, de que el medio ambiente del niño es también
completamente diferente al del adulto.

Empezando con la estructura de la personalidad, la del adulto es una


organización claramente definida, jerárquicamente estructurada, que se manifiesta
mediante actitudes individuales específicas, iniciativas específicas, que intervienen
en una serie de acciones circulares recíprocas con el medio que le rodea. Por el
contrario, el neonato, al nacer, aun presentando diferencias individuales claramente
demostrables, carece de una personalidad organizada comparable a la del adulto;
no existe iniciativa personal, ni ningún intercambio con el medio circundante, salvo
el fisiológico.

EI medio circundante del adulto está constituido por factores numerosos y


extremadamente diferentes, por una diversidad de individuos, una diversidad de
grupos, una diversidad de cosas inanimadas. Estos y muchos otros factores, forman
campos de fuerzas cambiantes que chocan con la personalidad organizada del
adulto y ejercen influencia sobre ella cuando actúan recíprocamente con ella. Para

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

el neonato, el medio circundante consiste, por decirlo así, en un solo individuo, la


madre. Pero incluso este individuo único no es percibido por el recién nacido como
una entidad distinta a él, sino que es simplemente parte de la totalidad de sus
necesidades y de su satisfacción. Durante todo este periodo el infante criado
normalmente y el medio que le rodea forman lo que podríamos denominar un
"sistema cerrado", que consta sólo de dos componentes, a saber: la madre y el hijo.

EL OBJETO LIBIDINAL.

Puesto que este libro está dedicado a la génesis de las relaciones de objeto, es
necesario decir unas pocas palabras acerca del concepto psicoanalítico del objeto
libidinal.

El objeto libidinal puede variar en el curso de la vida; o para ser más exactos,
tiene que variar inevitable y frecuentemente. Estos cambios son condiciones
inherentes de la maduración y la diferenciación progresivas de los impulsos
instintivos, de la interacción dinámica entre ellos, de la estructura de los impulsos
parciales y de otros factores, algunos de los cuales, como los mecanismos de
defensa del yo, ya se han investigado, y otros apenas se han explorado en detalle
hasta ahora.

El objeto libidinal es un concepto que no puede describirse con coordenadas


espaciales y temporales, porque no permanece constante o idéntico a sí mismo. Por
eso dicho objeto libidinal se describe primordialmente en los términos conceptuales
de su génesis, es decir, de su historia. La característica de este consiste en que
puede ser descrito en términos de la estructura y de las vicisitudes de los impulsos
instintivos y de los impulsos parciales dirigidos hacia él. Las relaciones de objeto
son relaciones entre un sujeto y un objeto. En nuestro caso particular, el sujeto
es el neonato. No hay objetos ni relaciones de objeto en el mundo del recién nacido.
Ambas cosas se desarrollarán progresivamente, paso a paso, en el transcurso del
primer año, cuya última parte el objeto libidinal propiamente dicho se establecerá.
He distinguido tres etapas en este desarrollo.

1) Etapa preobjetal o sin objeto.

2) Etapa del precursor del objeto.

3) Etapa del objeto libidinal propiamente dicho.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

CAPÍTULO 5: “EL PRECURSOR DEL OBJETO”

LA RESPUESTA SONRIENTE.

Con el comienzo del 2do mes de vida, el rostro humano se convierte en un


percepto visual privilegiado, preferido a todas las demás "cosas" del medio
circundante del infante. En el 3er mes, este "volverse hacia" en respuesta al
estímulo del rostro humano culmina en una respuesta nueva, claramente definida,
específicamente propia de la especie. La madurez física y el desarrollo psicológico
del infante le permiten coordinar al menos una parte de su equipo somático y usarlo
para la expresión de la experiencia psicológica; ahora responderá al rostro del
adulto con una sonrisa. Esta sonrisa es la primera manifestación de conducta
activa, dirigida e intencional; la primera indicación del tránsito del infante desde la
pasividad completa al comienzo de la conducta activa que, desde ahora en adelante
desempeñará un papel de creciente importancia.

En el 3er mes de vida el bebé responde al rostro del adulto sonriendo si se cumplen
ciertas condiciones: el rostro se tiene que mostrar de frente para que se puedan ver
los dos ojos, y que el semblante tenga movilidad.

La respuesta sonriente aparece, como manifestación de conducta específica de la


edad de desarrollo del infante, de los dos a los seis meses.

En el extremo opuesto, después de los seis meses de edad, la inmensa mayoría de


nuestra población infantil ya no sonrió cuando el estímulo que suscitaba su sonrisa
entre los dos y los seis meses les fue ofrecido por un extraño. Los niños antes de
los dos meses de edad, no sonríen con certeza a nadie ni a nada; los mismos niños,
después de alcanzar los seis meses de edad reservan su respuesta sonriente para
su madre, amigos y, en una palabra, para los objetos de su amor, pero no suelen
sonreír a desconocidos.

HALLAZGOS EXPERIMENTALES.

La respuesta sonriente del infante en el tercer mes de vida, su reconocimiento de


la faz humana, no indica una verdadera relación de objeto. En realidad, en esa
respuesta, el niño de tres meses no percibe un congénere humano, y tampoco una
persona o un objeto libidinal, sino sólo un signo.

243
Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

No es la totalidad del semblante con todos sus detalles lo que constituye el signo,
sino más bien una Gestalt privilegiada que forma parte de él. Esta Gestalt
privilegiada se compone de la frente, los ojos y la nariz, todo ello en movimiento.

Que el infante responde sin duda a una Gestalt, y no a la persona en particular se


demuestra por el hecho de que su respuesta no está limitada a un individuo (tal
como la madre), sino que aquellos individuos, a los que responde con la sonrisa,
pueden intercambiarse con toda libertad.

Un experimento sencillo puede efectuarse para mostrar que lo que desata la sonrisa
es una Gestalt signo, consistente en una parte circunscribible del rostro. En este
experimento se establece contacto con un niño de tres meses, sonriéndole y
moviendo la cabeza; el infante reaccionará con la sonrisa. Ahora cuando esta
Gestalt se modifica, al volverse de perfil, el objeto de percepción ya no es
reconocido; perdió su tenue cualidad de objeto. El infante cesará de sonreir.

Como resultado de estos experimentos llegamos a la conclusión de que la sonrisa


del infante entre los tres y los seis meses no es suscitada por el rostro del ser
humano, sino por un indicador Gestalt, un signo Gestalt.

Es evidente que la Gestalt signo no es un objeto de verdad; por eso ha de


denominarse un preobjeto. Lo que el infante reconoce en esta Gestalt signo, no son
las cualidades esenciales del objeto libidinal, ni los atributos propios del objeto que
atiende a las necesidades del infante, que lo protege y satisface. Lo que reconoce
durante la etapa preobjetal son atributos secundarios, externos y no esenciales.
Reconoce la Gestalt signo que es una configuración de una parte del rostro
humano; no de un rostro individual específico, sino de un semblante cualquiera que
se le presente de frente y en movimiento.

El reconocimiento de un semblante individual corresponde a un desarrollo


posterior; se necesitarán otros cuatro, o seis meses para que el bebé sea capaz de
diferenciar un rostro entre muchos. El infante entonces es capaz de transformar lo
que era sólo una Gestalt signo en su objeto de amor individual y único. Este es el
indicador visual externo del proceso intrapsíquico de la formación del objeto, la parte
observable del proceso de estabilización de un objeto libidinal.

Al establecerse el objeto libidinal, este se distingue de las "cosas" y también del


preobjeto, por haber sido dotado con cualidades esenciales en el curso del
intercambio mutuo entre la madre y el hijo. En ese intercambio, el objeto, o más bien
lo que va a ser el objeto, es investido progresivamente con catexia libidinal.

244
Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

Las cualidades esenciales del objeto se deben a su relativa inmutabilidad a


través de las vicisitudes de la vida hasta esta génesis. Sus atributos externos no son
esenciales.

La Gestalt signo, a la cual responde el infante a la edad de tres meses no será


duradera. No obstante, estando elaborado este signo gestalt como señal, en el
transcurso del despliegue de las relaciones de objeto, quedará dotado con una
cualidad que trasciende de los atributos de la "cosa". De este modo se asegura un
puesto en la "embriología" del objeto libidinal, que se desarrolla a partir de ella.

Aun cuando el equipo innato está a disposición del bebé desde el primer momento
de vida, ha de ser activado; esa chispa vital, es conferida al equipo mediante
intercambios con otro ser humano con un congénere o con la madre.

Sólo una relación recíproca podrá proporcionar el factor experimental en el


desarrollo del infante, consistiendo, como consiste, en un intercambio en circuito de
conducta, en el cual el afecto desempeña el papel principal. Cuando el infante
experimenta una necesidad, eso provocará en ella un afecto que le llevará al
intercambio de conducta, el cual, a su vez, provocará una respuesta afectiva y la
actitud concomitante en la madre; ésta obrará "como si hubiera entendido" cuál es la
necesidad particular que da motivo en el infante a su manifestación afectiva.

La retroalimentación recíproca, dentro de la diada, entre la madre y el infante y


viceversa, es un flujo continuo. Sin embargo, la diada es básicamente asimétrica.
Con lo que la madre contribuye a la relación es completamente diferente de aquello
con que contribuye el infante. Mientras la madre proporciona lo que el bebé
necesita, a su vez, aun cuando esto sea menos reconocido, generalmente, el bebé
proporciona lo que necesita la madre.

DE LA RECEPCIÓN PASIVA A LAS RELACIONES DE OBJETO ACTIVAS.

Desde el comienzo de la vida es la madre, la compañera humana del niño, la que


media en toda percepción, en toda acción, en toda intuición, en todo conocimiento.
Debido a los intercambios afectivos constantes, esta entidad, el semblante materno,
asumirá para el niño un significado siempre creciente.

El proceso de seleccionar una entidad significativa del universo de las cosas sin
sentido y establecerla como una Gestalt signo está en la naturaleza del proceso de
aprender. Es una transición desde un estado en que el infante percibe sólo

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

emocionalmente, a otro más diferenciado, donde percibe de una manera


discriminativa o, como yo prefiero decir, de una manera diacrítica.

La adquisición de la palabra empieza en el transcurso del primer año de vida. Como


fenómeno psicológico, la adquisición de la palabra nos proporciona también
información ulterior acerca del tránsito del infante desde el estado de pasividad
hasta una actividad en que la descarga, como tal, se convierte en una fuente de
satisfacción. La vocalización del infante, que al principio sirve para descargar la
tensión, sufre modificaciones progresivas hasta convertirse en un juego, en el cual
el pequeño repite e imita los sonidos que él mismo produce. Como un resultado de
la maduración, los diversos sectores de los órganos perceptuales, se van separando
unos de otros en el transcurso de los primeros dos meses de vida. En cierto
momento de este proceso, cronológicamente alrededor del tercer mes de vida, el
infante se da cuenta de que puede oír los sonidos que produce él mismo y que esos
sonidos que hace son diferentes de los que vienen del medio circundante.

Ahora el niño comienza a escuchar su propia vocalización. La vocalización, como


tal, sigue teniendo la calidad de descarga, de reducción de tensión, de placer.
Después del tercer mes de vida, podemos observar cómo el infante ejercita este
poder con sus monólogos balbuceantes. Pronto observaremos cómo el infante
produce sonidos, sobre todo de la variedad rítmica, reiterativa, linguales y labiales,
que escucha cuidadosamente y que se repite una y otra vez, creando su propio eco,
la primera imitación acústica. A los nueve meses utilizará esta experiencia al imitar
los sonidos que oye de su madre.

Esta secuencia ilustra también un pequeño detalle de la transición desde el nivel


narcisístico, en que el infante se toma a sí mismo como objeto, al nivel de las
relaciones objetales, propiamente dichas. Al final del primer año, cuando el niño
repite todos los sonidos y palabras que proceden de su madre, habrá reemplazado
el objeto autístico de su propia persona con el objeto del mundo externo, que es la
persona de su madre.

EL PAPEL DEL AFECTO EN LA RELACIÓN MADRE E HIJO.

Una vez más nos vemos obligados a volver al principio y tratar del papel, que lo
abarca todo, desempeñado por la madre en el surgimiento y despliegue de la
consciencia del infante y a la parte de vital corresponde a ella en el proceso de
aprender. Ellas crean lo que yo llamo el clima emocional en la relación madre e hijo,
favorable en todos los aspectos del desarrollo del niño. Lo que crea ese clima son

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

los sentimientos de la madre hacia el hijo. Su amor y afecto por el pequeño hacen
de este un objeto de interés incalculable para ella; y, aparte de su interés sin
mengua, le brinda una gama siempre, renovada, enriquecida y variada de
experiencias vitales, que son todo un mundo. Esto es esencial en la infancia, pues a
esa edad los afectos son de una importancia muchísimo, mayor que en cualquier
otra época posterior de la vida. Durante estos primeros meses, la percepción
afectiva y los afectos predominan en la experiencia infantil, excluyendo en la
práctica a todos los demás modos de percepción. Desde el punto de vista
psicológico, el aparato perceptivo, sensorialmente discriminativo, aún no está
desarrollado. La actitud emocional de la madre, su afecto, servirá de orientación a
los afectos del infante y conferirá a la experiencia de esta la calidad de vida.

Está a la vista que existen variaciones sin fin de una madre a otra. Cada madre en
particular, varía de un día a otro. La personalidad del infante absorbe estos patrones
cambiantes en un proceso en circuito, influyendo la gama de los afectos maternales
con su conducta y con sus actitudes. De acuerdo con la personalidad de la madre,
puede haber una diferencia enorme, respecto a que el niño sea precoz o retrasado,
dócil o difícil, obediente o revoltoso.

La respuesta sonriente es sólo un ejemplo, y de pequeña importancia, en la


diversidad de conductas y manifestaciones de conducta que rigen las relaciones
múltiples que se desarrollan entre el infante y la madre.

Los problemas de la madre repercutirán en la conducta del niño, llevando en


determinadas condiciones, a un conflicto creciente.

En la relación madre e hijo, la madre representa lo dado del medio; o bien puede
decirse que ella es la que representa ese medio. Por parte del infante, lo dado
comprende el equipo congénito suyo.

Con respecto a nuestras finalidades presentes, los factores de importancia son: de


un lado la madre, con su individualidad estructurada y madura; del otro, el hijo, cuya
individualidad va a irse desplegando progresivamente, desarrollándose y
estableciéndose; los dos factores están entre sí en una relación mutua y circular de
conducta. Tanto la madre como el hijo no viven en el vacío, sino en un medio
económico social, cuyos exponentes primarios son los miembros de la familia
próxima, mientras que los exponentes distantes están constituidos por el grupo
étnico; la cultura, la tecnología, el encuadre nacional, el período histórico y
tradicional. Todas estas consideraciones han puesto bien en claro que las
relaciones de objeto llevan desde el surgimiento del preobjeto hasta dotar a la
madre con la cualidad de objeto libidinal.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

SIGNIFICACIÓN TEÓRICA DEL ESTABLECIMIENTO DEL PREOBJETO.

Las consecuencias y la significación del establecimiento del primer precursor del


objeto libidinal son las siguientes:

a. Es esta la etapa en que el infante se vuelve desde lo que he llamado


recepción del estímulo venido desde dentro, hacia la percepción del estímulo venido
desde afuera.

b. El infante tiene la capacidad temporal de suspender el funcionamiento del


principio placer displacer el tiempo suficiente para catexiar la representación de los
estímulos externos. Ha empezado a funcionar el principio de realidad.

c. Al sonreír demuestra que en el aparato psíquico se ha producido una división.


Empezamos ahora a aplicar el punto de vista topográfico.

d. El reconocimiento de la Gestalt signo implica un cambio catéxico desde la


representación sensorial del percepto (el semblante humano en el presente) al
rastro mnémico comparable con dicho precepto (el rostro humano percibido en el
pasado).

e. La capacidad de desviar las catexias de un rastro mnémico u otro


corresponde a la definición freudiana del pensamiento.

f. Este desarrollo en conjunto, marca también el alborear de un yo rudimentario.


Se ha producido una estructuración dentro de la somatopsique. El yo y el ello se han
separado el uno del otro y dicho yo rudimentario comienza a funcionar. Las
operaciones gobernadas por el yo rudimentario se reflejarán en la coordinación y
dirección creciente de la actividad muscular. Freud llamó a este yo rudimentario, el
yo corporal.

Al mismo tiempo podemos observar ya en este precursor arcaico del yo una


tendencia a la síntesis.

Pienso en las partes constituyentes deI yo, que tienen como prototipo innato
funciones fisiológicas, en su mayor parte trasmitidas filogenéticamente, así corno
patrones de conducta innatos. Yo sitúo la edad de la formación del yo rudimentario a
los tres meses.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

Ejemplos de los prototipos de los núcleos psíquicos son la función del precepto de la
gestalt signo, la respuesta sonriente, o el reflejo de mamar y, desde el punto de vista
de la conducta consumatoria los patrones del despertar del sueño.

Estos prototipos de núcleos del yo, más o menos autónomos al nacer, servirán al
neonato subsecuentemente en sus intercambios preobjetales con la madre. En el
curso de tales interacciones serán modificados como un resultado del investimiento
catéxico, dotándolo de contenido psíquico y transformándolos en núcleos psíquicos
del yo.

A los tres meses se produce un paso integrativamente primordial, que hace que se
junten muchos de los núcleos desunidos del yo en una estructura de un orden
superior de complejidad y que formen el yo rudimentario.

g. La función protectora de la barrera contra el estímulo corre ahora a cargo del


yo que surge.

Tanto la maduración progresiva de los caminos neurales como la catexia creciente


de la representación central de los receptores sensoriales, harán que baje
gradualmente este umbral protector contra la percepción exterior. En consecuencia,
el proceso catéxico puesto en movimiento a través de la actividad de los núcleos
del yo, lleva en su síntesis, dando como resultado un yo rudimentario; es decir,
una organización dirigida centralmente. Este yo rudimentario reemplaza ahora a la
burda protección del umbral de la barrera contra los estímulos, con un
procedimiento selectivo, superior y más flexible, de los estímulos que lleguen.

Las cargas energéticas, evocadas por esos estímulos que llegan, pueden ahora
fraccionarse, distribuyendo entre los varios sistemas de rastros mnémicos
almacenados; o, como también puede ser el caso, descargarse en forma de acción
directa, no ya como una excitación difusa al azar. En la bibliografía psicoanalítica,
esta función de la actividad dirigida, de las acciones como tales, al estimular el
desarrollo durante el primer año de vida, no ha sido debidamente apreciada. Se
habla con bastante frecuencia del impulso agresivo; pero es raro que se diga
claramente que este impulso agresivo no está limitado a la hostilidad.

h. En esta etapa en que aparece la respuesta sonriente, el infante cambia de la


pasividad a la actividad dirigida.

i. La emergencia de la respuesta sonriente inicia el comienzo de las relaciones


sociales en el hombre.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

He enumerado nueve aspectos de un fenómeno global que puede ser concebido


como el que señala el momento de transición desde la etapa del narcisismo primario
a la etapa del preobjeto. En ese momento, a los tres meses de existencia, la
estructura psíquica está aún en su comienzo, y el yo rudimentario y las relaciones
de objeto se hallan en la etapa preobjetal.

CAPÍTULO 6.

APARTADO: “EL SURGIMIENTO DEL ORGANIZADOR PRIMERO Y SUS


CONSECUENCIAS”.

Se introducirá una serie de agentes y eventos de regulación llamados


―organizadores‖ que influyen subsecuentemente en los procesos de desarrollo. El
organizador embriológico es un coordinador para un eje determinado del desarrollo;
es un centro que irradia su influencia. Procesos análogos a los puntos nodales
críticamente concomitantes se efectúan también en el desarrollo psíquico del
infante.

La existencia de períodos críticos en el transcurso del desarrollo ha sido


confirmada. Aplicó el concepto de las "fases críticas" a las vicisitudes de los
impulsos en la vida instintual del adulto.

Durante esos períodos críticos las corrientes del desarrollo se integrarán unas con
otras en varios sectores de la personalidad, así como en las funciones y
capacidades emergentes que resultan de los procesos de maduración. El producto
de esta acción integradora es una reestructuración del sistema psíquico en un nivel
de complejidad superior. Dicha integración es un proceso delicado y vulnerable que,
de tener éxito, lleva a lo que yo llamo un "organizador" de la psique.

La respuesta sonriente, como tal, es sólo el síntoma visible de la convergencia de


diversas corrientes diferentes del desarrollo dentro del aparato psíquico. El
establecimiento de la respuesta sonriente indica que esas tendencias han quedado
ahora integradas, organizadas y que de ahora en adelante actuarán como una
unidad separada dentro del sistema psíquico. El surgir de la respuesta sonriente
señala una nueva era en el modo de vida del infante.

Estos puntos críticos, esos organizadores de la psique tienen una importancia


extraordinaria para el progreso ordenado y sin obstáculos del desarrollo infantil.

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Cuando la consolidación del organizador se desvía, el desarrollo se detiene. Los


sistemas psíquicos que debieran haberse integrado, mediante interacciones con el
medio, permanecerán en el nivel inicial, menos diferenciado del desarrollo, previo al
establecimiento del organizador. Sin embargo, entre tanto la maduración sigue
gradualmente y en la dirección prescrita por las condiciones hereditarias.

Por eso una perturbación en el despliegue de la personalidad del infante será


seguida de una alteración en el equilibrio entre las fuerzas del desarrollo y aquellas
que ha suscitado la maduración. Este tipo de desequilibrio, con los avances de la
edad, decrece su ocurrencia, desapareciendo por completo tras la pubertad.

CAPÍTULO 8: “EL ESTABLECIMIENTO DEL OBJETO LIBIDINAL”.

LA ANGUSTIA DEL OCTAVO MES.

Entre el sexto y el octavo mes se produce un cambio decisivo en la conducta del


niño hacia los otros. Ya no responderá el bebé con una sonrisa cuando un visitante
casual se detenga junto a su camita y le sonría moviendo la cabeza. Para esa edad
la capacidad para la diferenciación perceptiva diacrítica está ya bien desarrollada.
Ahora el infante distingue claramente entre el amigo y el extraño. El denominador
común consiste en una negativa a entrar en contacto con el desconocido, un
volverle la espalda, con matiz más o menos pronunciado de angustia. Denominé a
este patrón de conducta la angustia del octavo mes y considero que es la
primera manifestación de la angustia propiamente dicha.

¿Qué queremos decir con la "angustia propiamente dicha"? Basándome en mis


observaciones, he sido capaz de distinguir en el 1er año de vida tres etapas en la
ontogénesis de la angustia.

1. La primera de estas etapas es la reacción del infante al proceso del parto.

Durante el período neonatal, vemos que se producen manifestaciones de


desagrado. Estas manifestaciones de desagrado no son angustia, carecen de
contenido psicológico.

A medida que el niño se va haciendo mayor, la naturaleza de estos estados de


tensión va perdiendo progresivamente su carácter difuso; ahora se dan como
respuesta a todas las situaciones más específicamente ingratas. Aproximadamente
a la octava semana de vida, empiezan a aparecer las simples manifestaciones de
desagrado en algo semejante a dos o tres signos "codificados". Desde ese

251
Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

momento, el medio circundante ha aprendido ya a distinguir cuando el niño tiene


hambre, cuando le duele el vientre y cuando expresa el deseo de que le
entretengan. Como ahora puede suscitar respuestas satisfactorias de sus
necesidades, el niño se vuelve capaz de captar una conexión entre lo que hace y la
respuesta del medio. Las dos partes que constituyen la experiencia, el grito de
hambre y la satisfacción que le sigue, quedan vinculados en el recuerdo del infante.
No obstante, y de modo paradójico, la misma experiencia prepara también la base
para un desarrollo ideativo, que es diametralmente opuesto a la omnipotencia.

En mi opinión, la secuencia de la satisfacción que sigue a los gritos de hambre, es la


primera experiencia, en la que podemos seguir la huella inicial de la categoría
ideológica de la causalidad.

Ahora el niño puede influir en el medio para aliviar su incomodidad; en una etapa un
tanto posterior, aprende también a influir su medio para que le ofrezca la
satisfacción deseada. Aquí tenemos la transición desde la etapa de la manifestación
pura de lo que se siente a la etapa de petición de lo que se desea. Este es el primer
paso importante que da comienzo a la comunicación y que, finalmente, lleva a la
comunicación con la ayuda de señales semánticas.

2. Después del tercer mes, un número siempre creciente de rastros de


recuerdos quedan depositados en los sistemas mnémicos del niño. Son en su
mayoría del tipo más simple y están relacionados con matices de afecto, agradables
y a veces desagradables. Este afecto se manifiesta en forma de conducta retraída.
Hablamos de miedo en relación con esta respuesta. Surge entre el cuarto y sexto
mes de vida. Es el segundo paso hacia el establecimiento de la angustia
propiamente dicha.

La reacción de temor es provocada por un percepto que el niño ha relacionado con


una experiencia desagradable previa. Cuando el niño vuelve a experimentar este
precepto catexiado ingratamente, responde con la huida. Este rehuir la amenaza de
la realidad, señala el comienzo de lo que Freud denomina "angustia de la realidad".

La angustia del octavo mes, que aparece en la segunda mitad del primer año de
vida, es enteramente diferente de la conducta medrosa. En la reacción hacia el
desconocido, el niño responde a algo o a alguien con lo que, o con el que, no tuvo
nunca antes una experiencia desagradable. ¿Por qué, pues, manifestaban su
angustia o cuando menos su aprensión al acercárseles un desconocido?

La hipótesis de que el niño responde a la ausencia de la madre con desagrado es la


más plausible. Siguiendo la ontogénesis del displacer encontramos que del tercero

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

al sexto mes el niño manifiesta desagrado cuando su pareja adulta le deja. En la


etapa de la ansiedad del octavo mes, el niño está ya más avanzado en todos los
aspectos. Si reacciona al enfrentarse con un desconocido, es porque éste no es su
madre: su madre “le ha dejado”.

3. La angustia que manifiesta no es en respuesta al recuerdo de una


experiencia desagradable con el desconocido; es en respuesta de su percepción de
que el rostro del desconocido no coincide con las huellas mnémicas del rostro de la
madre. En términos psicoanalíticos decimos: es una respuesta a la percepción
intrapsíquica de la tensión del deseo reactivada y la decepción subsiguiente. En
consecuencia, he denominado a esta respuesta la primera manifestación de
angustia propiamente dicha.

Como la respuesta sonriente a la edad de tres meses, la angustia del octavo mes,
señala una etapa diferente en el desarrollo de la organización psíquica.

Suponemos que esta capacidad de desplazamiento catéxico sobre las huellas


mnémicas acumuladas con seguridad en el niño de ocho meses, reflejan el hecho
de que ha llegado a establecer una verdadera relación de objeto y que la madre se
ha convertido en su objeto libidinal, su objeto amoroso.

Esto representa una función del yo en un nivel intelectual superior del desarrollo
psíquico y abre nuevos horizontes.

EL SEGUNDO ORGANIZADOR.

La angustia del octavo mes, situándose en el marco conceptual elaborado


anteriormente, indica la emergencia en la psique de un segundo organizador. Esto
significa también que uno de los períodos críticos queda situado aproximadamente
en el octavo mes de vida. Lo que señala una nueva etapa del desarrollo infantil, en
el curso del cual, tanto la personalidad del niño como su conducta, sufrirán un
cambio radical.

Ahora, tanto la forma en que se expresa el desagrado, como la percepción y


reconocimiento del estímulo que provoca el displacer, se hacen aún más
específicos. El estímulo se inicia al nacer como una necesidad interna no
especificada, que produce una tensión sin especificar y que se descarga
inespecificadamente, al azar. Tres meses después, la expresión de la tensión a la
ventura se vuelve más específica y se manifiesta cuando cualquier congénere
humano (sin especificar), deja al pequeño. Por último, al nivel del octavo mes, el

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

displacer adopta la forma de la angustia específica, cuando se acerca al pequeño un


desconocido. Las fases sucesivas de este sector del desarrollo marchan paralelas
por completo con las fases de otros dos sectores también del desarrollo. Uno de
ellos es aquel que lleva a la integración del yo. El otro, el del desarrollo progresivo
de las relaciones de objeto que culmina en la constitución del objeto libidinal.

Estas tres corrientes del desarrollo, a saber, la cristalización de la respuesta


afectiva, la integración del yo y la consolidación de las relaciones de objeto son
dependientes entre sí, aun cuando representen aspectos diferentes de la
personalidad total.

Los dos pasos principales que llevan a la constitución del objeto libidinal son:

- El establecimiento de la representación del rostro humano en el sistema


mnémico como un incentivo, nos informa del surgimiento del precursor del objeto.

- Tres o cuatro meses después, en el octavo, aparece la angustia. Esta indica


que el niño diferencia el semblante de la madre y le adjudica un lugar único entre
todos los demás rostros humanos.

Una vez que se va más allá de estas limitaciones impuestas por el método
psicológico de la conducta, y se busca el significado de la conducta manifestada en
la angustia del octavo mes, nos damos cuenta de que el afecto, a saber, la angustia,
tiene un papel decisivo en ese fenómeno. El objeto ha quedado establecido, no sólo
en el sector óptico (cognitivo) sino también —y acaso debiéramos decir
primordialmente— en el sector afectivo.

Una vez que el objeto queda establecido, el niño ya no confunde nada con él. Esta
exclusividad confiada permite al niño formar vínculos estrechos que confieren al
objeto sus propiedades únicas. El niño ha encontrado la pareja con la que puede
formar relaciones de objeto en el verdadero sentido del término.

Permítaseme esbozar otros cambios que lleva consigo el establecimiento del


segundo organizador.

1) En la esfera somática, la mielinización del conducto neural está ahora lo


suficientemente avanzada.

2) En el aparato mental se ha acumulado un número creciente de rastros mnémicos.


La activación de las operaciones mentales y las secuencias de acción resultantes,
aportan una de las condiciones que hacen posible el funcionamiento del aparato del
yo.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

3) En la organización psíquica, la maduración y el desarrollo del equipo congenital


ha hecho posible poner los efectores al servicio de secuencias de acciones
dirigidas. Dichas descargas dirigidas hacen descender el nivel de la tensión dentro
del aparato psíquico, lográndose una distribución más perfecta dentro de la
economía psíquica, facilitando su función reguladora y permitiendo, no sólo una
satisfacción más eficiente de las necesidades, sino también obtener un aumento
volitivo y dirigido del placer. La organización del yo se habrá enriquecido ahora con
aportaciones de una diversidad de fuentes; se volverá estructurada y se
establecerán límites entre el yo y el ello, de un lado, y el yo y el mundo exterior del
otro.

Siguiendo el establecimiento del segundo organizador y dependientes de los


cambios del desarrollo arriba enumerados, puede observarse la iniciación de
algunos de los mecanismos de defensa del yo. En sus comienzos estos
mecanismos sirven primordialmente a la adaptación, más bien que a la defensa en
el sentido estricto del término. Pero con el establecimiento del objeto y el comienzo
de la ideación, cambian sus funciones. Como se verá más adelante, una vez que el
objeto ha quedado establecido y que los impulsos agresivo y libidinal se fusionan,
algunos de los mecanismos de defensa, en particular la identificación, adquieren la
función que tendrán al servicio del adulto.

El organizador de la psique es una construcción ideal, un modelo que he encontrado


útil para comprender determinados fenómenos del desarrollo psíquico; es un modelo
como el de ese aparato psíquico dividido en ello, yo y superyó, que tampoco es una
entidad concreta.

La introducción del concepto del organizador queda justificada al observar que


supera con éxito la transición de una fase a la siguiente, actúa como un catalizador,
espoleando el desarrollo del infante.

CAPÍTULO 9.

APARTADO “EL TERCER ORGANIZADOR DE LA PSIQUE”.

El dominio del "no" (gesto y palabra) es un logro de consecuencias


trascendentales para el desarrollo mental y emocional del niño; presupone haber
adquirido la capacidad primera para el juicio y la negación.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

Por de pronto, la identificación con el agresor es ya un proceso selectivo. Pueden


distinguirse tres factores en la conducta de la madre, cuando ella impone una
prohibición:

1. Son su gesto (la palabra),

2. su pensamiento consciente, y

3. su afecto.

Evidentemente, el niño hace suyo el gesto a los quince meses. El niño no hace suyo
el pensamiento de la madre. En esta fase, el infante todavía es incapaz de pensar
racionalmente y por eso no sabe si la madre prohíbe porque está temerosa de que
el niño se haga daño, o si está enojada porque éste ha sido malo.

Por lo que se refiere al afecto de ella, el niño a esa edad sólo comprende el afecto
de una manera global. Distingue sólo dos afectos en el "otro". Les he denominado el
afecto "a favor" y el afecto "en contra". Al identificarse con el agresor, por medio
del gesto negativo, el niño se ha apropiado sólo del gesto mismo, juntamente con el
afecto en contra. No obstante, es este un progreso extraordinario. Con la
adquisición del gesto de negación, la acción es reemplazada por mensajes y se
inicia la comunicación a distancia.

Es el comienzo de un intercambio recíproco de mensajes, intencionados, dirigidos,


que, con el advenimiento de los símbolos semánticos, se convierte en el origen de la
comunicación verbal. Esta es la razón de que consideré la adquisición del signo
de negación y de la palabra "no" como el indicador tangible de la formación
del tercer organizador.

El "no", con el gesto y la palabra, es la primera abstracción realizada por el niño, el


primer concepto abstracto en el sentido de la mentalidad adulta. El concepto se
adquiere con la ayuda de un desplazamiento de la catexia agresiva. Esta es el
resultado de un proceso en dos tiempos:

1. El primero consiste en nuestro uso de la energía agresiva para separar


ciertos elementos de lo que percibimos.

2. El segundo es el resultado de la actividad sintética del yo en la que los


elementos separados por la energía agresiva se sintetizan. El primero de tales
conceptos en la vida del infante es la negación.

Mover la cabeza como signo de negación es algo extraordinariamente extendido por


todo el mundo. Pero no es de ningún modo un signo entendido universalmente.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

UNIDAD Nº 8. EL DESARROLLO PSICOMOTOR. CUERPO Y REPRESETACIÓN


PSÍQUICA.

TEXTO Nº 27.
Cratty: Desarrollo perceptual y motor en los niños.

Capítulo III: Comienzos del movimiento en el infante.

El infante empieza a ejercitar sus capacidades motrices antes del nacimiento y los
niveles de actividad fetal permiten predecir aproximadamente la competencia
motriz posterior.

Los primeros movimientos que se pueden provocar en el recién nacido consisten


en reflejos, es decir, en acciones involuntarias desencadenadas por estímulos
externos de distintos tipos. Nacido el infante, tiene importancia determinar si su
sistema nervioso es sano, lo cual se hace tratando de provocar en él los reflejos
que cabe esperar.

Algunos reflejos son:

El reflejo de Moro: fue provocado primero golpeando la almohada del infante;


posteriormente se estableció que si se le sacudía ligeramente la cabeza, se
presentaba el reflejo. El infante estira los brazos y los dedos de las manos, y
también algo débilmente las piernas y a continuación lleva las cuatro extremidades,
así como los dedos, a una postura de flexión contra el cuerpo. El reflejo de Moro
difiere por su comienzo del reflejo de alarma, que consiste sólo en una flexión sin la
previa pauta de extensión.

Reflejo tónico cervical de las extremidades: si se hace girar el cuello del infante,
el estiramiento de los músculos cervicales provoca un aumento de tono en las
extremidades correspondientes al lado que la cabeza enfrenta, mientras que las
extremidades del lado opuesto se flexionan.

Reflejos de prensión palmar y plantar: tocar las palmas de las manos, así como
la parte delantera del lado inferior de los dedos de los pies, tiende a causar la
flexión, respectivamente, de las manos y los pies. El reflejo de las manos
habitualmente determina una acción de prensión que no incluye el pulgar y que
puede ser lo bastante fuerte como para sostener el peso del infante durante corto
tiempo.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

Movimientos de ojo de muñeca: aquellos reflejos que son desencadenados por


propioceptores situados en los músculos del cuello, en los ojos, parecen demostrar
la necesidad del infante de mantener una imagen retiniana estable. En general,
cuando se inclina hacia adelante la cabeza del bebé, los ojos tienden a mirar hacia
arriba. Similarmente, si la cabeza es mantenida hacia atrás, los ojos mirarán hacia
el mentón.

Reflejos de enderezamiento de la cabeza y el cuerpo: es probable que dos


reflejos relacionados entre sí, que se advierten en el infante durante el primer año
de vida, contribuyan a la ejecución en tiempo posterior de los movimientos
voluntarios de darse vuelta en la cuna. Uno es el reflejo de enderezamiento del
cuerpo por rotación de la cabeza, que se provoca haciendo girar la cabeza del
infante, echado de espaldas: el tronco gira, por acción refleja, en la misma
dirección. La acción opuesta, es decir, el reflejo de enderezamiento de la cabeza
por rotación del cuerpo, se la provoca haciendo girar las piernas en una dirección
que hace girar la cabeza en la misma dirección.

Reflejo laberíntico de enderezamiento: contribuye a la adopción de una posición


vertical de la cabeza y el cuerpo y el movimiento de avance del niño al concluir el
primer año. Por lo general, el infante manifiesta ese reflejo en su tendencia a
mantener la posición vertical alzando la cabeza cuando se inclina su cuerpo hacia
adelante. Análogamente, si el niño en posición vertical es sostenido por los
hombros e inclinado hacia atrás, la cabeza se moverá hacia adelante tratando
siempre de mantener su posición original respecto de la gravedad.

Reacciones de sostén de los brazos y las piernas: cuando se lo acerca a una


superficie, extiende por acción refleja los brazos, indicando su disposición a
sostenerse a sí mismo. Luego, se advierte ese mismo reflejo en las extremidades
inferiores. Este reflejo depende de la estimulación óptica y no se produce en la
oscuridad.

Reacciones de tracción hacia arriba con los brazos: varios meses después de
nacer, el infante, si se lo sostiene de ambas manos en posición vertical y se lo
inclina hacia un lado u otro, tenderá a reflexionar el brazo apropiado y tratará de
recuperar la posición vertical inicial. Análogamente, si se lo sostiene de ambas
manos y se lo inclina hacia atrás, reflexionará ambos brazos e intentará, al mismo
tiempo, mantenerse vertical.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

Movimientos reflejos de locomoción, natación, gateo y trepo.

Reflejo de marcha: muchos infantes ―caminan‖ si se los sostiene en posición


vertical de manera tal que sus pies puedan tocar una superficie horizontal plana.
Esta pauta de marcha incluye una nítida elevación de la rodilla, pero no hace
intervenir otras partes del cuerpo. A medida que los centros cerebrales maduran,
este reflejo de marcha desaparece, y alrededor del quinto mes ya no se lo advierte.

El reflejo de gateo: si se pone al infante boca abajo sobre una superficie y se aplica
presión a la planta de uno y otro pie alternativamente el bebé responderá con una
pauta de gateo ejecutada con sus extremidades superiores e inferiores. Por lo
común desaparece entre el tercer y el cuarto mes después del nacimiento: hay un
nítido intervalo de tiempo entre su desaparición y la aparición del gateo voluntario.

Movimiento de natación: consiste en los movimientos natatorios que ejecuta si se lo


mantiene en agua o por encima de esta.

Movimiento de trepa: además de los reflejos que se parecen a los posteriores


intentos voluntarios por trasladarse sobre un plano horizontal, los recién nacidos
presentar un reflejo similar a la ascensión vertical. Al parecer está asociado con la
adopción de la marcha erecta y las primeras tentativas por caminar
voluntariamente.

Para que el niño adopte la posición vertical y empiece a caminar, es preciso que
haya desaparecido el reflejo de ―prensión‖ de la planta de los pies. Si el infante
sigue curvando las plantas de los pies cuando tocan el suelo, estos no les
ofrecerán la firme base de apoyo que necesita para iniciar la locomoción.

Se pueden mencionar cuatro tipos de conducta locomotriz:

Arrastrarse: es probable que el infante realice las primeras tentativas de


arrastrarse, utilizando los brazos, cuando intenta alcanzar algún objeto con ambas
manos al mismo tiempo y no lo consigue. Después de ese esfuerzo, cuando el
pecho y la cabeza vuelven a tomar contacto con el piso, el infante empieza a
deslizarse hacia adelante efectuando sucesivos movimientos con los brazos. Por lo
general las piernas no intervienen en las primeras tentativas de arrastrarse:
también ésta actividad revela que la parte superior del cuerpo madura antes.

Gatear: esta actividad se desarrolla a partir de la de arrastrarse. Los infantes de


mayor edad a veces prefieren gatear rápidamente a caminar sin firmeza. Las
primeras tentativas por sostenerse sobre los miembros conducen a una postura de
codos flexionados, con los pies recogidos debajo de las caderas. En las tentativas

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

posteriores el infante manifiesta el fuerte reflejo de sostén. Antes de alcanzar un


gateo suave y eficaz el bebé pasa por una etapa en que sólo mueve un miembro
por vez, es decir, adelanta el brazo izquierdo, seguido por la rodilla derecha, para
mover a continuación el brazo derecho y después la rodilla izquierda.

Deslizarse: Algunos infantes desarrollan un método poco usual de locomoción que


consiste en deslizarse hacia adelante en posición sentada, utilizando los talones,
que aprietan contra la superficie. Algunos se ayudan con los brazos y otros
recurren sólo a los pies.

Ponerse de pie: Alrededor del séptimo mes, el infante efectúa intentos de sentarse
durante lapsos cada vez más largos, y puede que en el décimo mes logre sentarse.
Una vez adoptada la posición sentada, la siguiente tentativa será por ganar la
vertical, lo cual dependerá de la presencia de refuerzos sociales, tales como
oportunidades de asirse de muebles. El infante puede, a continuación, empezar a
caminar, con apoyo constante de las manos.

Después de alcanzar la posición vertical, en algún momento, el niño empieza a


moverse lateralmente por la periferia de cosas que las que puede tomarse con las
manos. Si bien los apoyos ambientales, tales como los brindados por los padres o
los muebles, pueden acelerar la adquisición por el niño de la capacidad de marcha,
toda tentativa por forzarlo a caminar antes de que el sistema nervioso haya
madurado lo bastante como para ejecutar esa tarea será tan ineficaz para acelerar
el progreso como la imposición de restricciones a los esfuerzos del infante lo será
para retardarlo.

Capítulo IV: Atributos motores gruesos en la edad preescolar.

Desde el nacimiento hasta los cinco años, los niños pasan por evidentes cambios
en lo que se refiere a su capacidad para moverse y al nivel de destreza que
denotan en distintas tareas. Al término del primer año, sus horizontes de
movimiento se han ampliado en medida considerable, puesto que acceden al plano
vertical, alcanzarán la postura erecta y aprenden a caminar.

Durante esos años se multiplican los atributos de movimiento en que interviene la


acción de los grandes músculos. El niño aprende muchas maneras de lanzar
pelotas y es capaz de manejarse con proyectiles de distintos tipos, tales como
pelotas. Análogamente, la conducta locomotriz presenta una variedad de
subetapas, que incluyen la marcha en varias direcciones, sobre superficies distintas
y a velocidades diferentes, dentro de lo cual se advierten muchas variaciones
particulares propias de cada individuo.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

Durante estos años la estructura corporal de modifica: el infante de espalda recta,


inmóvil y gobernado por reflejos, pasa a ser el niño móvil, de piernas rectas y
columnas vertebral curva. Aparecen las diferencias determinadas por el sexo, entre
ellas la manera en que los varones emplean todo el cuerpo en el lanzamiento y en
la ejecución de tareas similares, en tanto que las niñas se mueven de manera más
limitada. En las niñas se advierte creciente precisión en las conductas de saltar con
un pie y de salticar, a diferencia del comportamiento menos diestro, que presentan
los varones en esas actividades. Las distintas complexiones corporales constituyen
otro grupo de variables que influyen sobre la capacidad de movimiento de los niños
de estas edades. El niño obeso y lento denota un acentuado contraste con el niño
delgado y activo.

Alrededor de los cinco años, los niños pueden elevarse, en sus saltos, a unos 30
cm del suelo, tomar una pelota grande, saltar cerca de un metro en largo y actuar
con equilibrio estático y dinámico. Empiezan a demostrar eficiencia en el
lanzamiento y pueden correr en forma bien coordinada. La madurez física avanza.
Sólo necesitan experiencia para desarrollar más aún sus capacidades para el
movimiento.

Capítulo VII: Conductas manipulativas.

El infante pasa por cuatro fases generales en su relación con los objetos. Primero
se siente atraído por los objetos y por sus propias manos. En la segunda etapa
manifiesta excitación motriz general al enfrentar un objeto, sin ninguna tentativa
coordinada por tomar contacto con él. La tercera fase es de contacto y
manipulación en forma cada vez más experta. La cuarta etapa involucra diversas
clases de explotación del objeto.

Al madurar el niño, alcanzados los tres o cuatro años de edad, empieza a tocar
cada vez menos los objetos, pues parece haber incorporado a su conciencia
diversas formas y superficies. Para llegar a conocer cada objeto nuevo que se le
presenta, no necesita tocarlo directamente; le basta mirarlo.

Capítulo IX: Desarrollo motor del Niño de los seis a los doce años.

Un estudio de los puntajes obtenido en tareas mediante las cuales se evaluaron las
aptitudes motrices de varones y mujeres de seis a doce años permite formular las
siguientes generalizaciones.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

1. A medida que los niños maduran en el curso de esos años, habitualmente


demuestran un aumento regular de la eficiencia con que ejecutan la mayoría de las
tareas motrices. Con algunas excepciones, por lo general se advierte una relación
lineal entre la edad y los puntajes medios, lo cual refleja mejoramiento en tareas
razonablemente complejas.

2. Durante esos años los varones son más fuertes que las niñas en la cintura
escapular y la región pelviana, y sus puntajes superan los de ellas en tareas que
suponen acciones directas y vigorosas con las manos (fuerza de prensión),
acciones con los brazos (velocidad de lanzamiento) y acciones con los pies y las
piernas (salto vertical y salto en largo sin carrera de impulso).

3. Las mujeres superar con frecuencia a los varones en tareas que suponen
actividades locomotrices rítmicas y exactas, tales como tareas de salto con un pie
alternando las piernas, tareas de agilidad, rayuela y tareas similares.

4. Las medidas de flexibilidad son sumamente específicas y, a medida que pasan


del sexto al duodécimo año, los niños pueden tornarse menos flexibles en algunas
partes del cuerpo y más en otras.

5. En la mayoría de los niños, el equilibrio parece madurar hacia el fin del


duodécimo año.

6. Las diferencias por sexo en las tareas de lanzamiento, carrera y fuerza parecen
acentuarse, en favor de los varones, a medida que se llega a la preadolescencia.

TEXTO Nº 28. Dolto: La imagen inconsciente del cuerpo.

Capítulo 1: Esquema corporal e imagen del cuerpo.

Dibujos, efusión de colores, formas, son medios espontáneos de expresión en la


mayor parte de los niños. Es sorprendente lo que poco a poco se impuso como una
evidencia: que las instancias de la teoría freudiana del aparato psíquico, Ello, Yo,
Superyó, son localizables en cualquier composición libre, ya sea gráfica, plástica,
etc. Estas producciones del niño son, auténticos fantasmas representados, desde
las que se pueden descifrar las estructuras inconscientes. Tan sólo son
descifrables como tales por las verbalizaciones del niño, quien da vida a las
diferentes partes de sus dibujos en cuanto se pone a hablar de ellos al analista.

El mediador de estas tres instancias psíquicas, en las representaciones alegóricas


que el sujeto aporta se ha denominado imagen del cuerpo.

262
Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

En cualquier composición libre, se representa, se dice, la imagen del cuerpo; y las


asociaciones que el niño proporciona vienen a actualizar la articulación conflictiva
de las tres instancias del aparato psíquico. La imagen del cuerpo no es la imagen
dibujada o representada en el modelado; ha de ser revelada por el diálogo analítico
con el niño.

El esquema corporal especifica al individuo en cuento representante de la especie,


sean cuales fueran el lugar, la época o las condiciones en que vive. Este esquema
corporal será el intérprete activo o pasivo de la imagen del cuerpo, en el sentido de
que permite la objetivación de una intersubjetividad, de una relación libidinal
fundada en el lenguaje, relación con los otros y que, sin él, sin el soporte que él
representa, seria, para siempre, un fantasma no comunicable.

El esquema corporal es el mismo para todos los individuos de la especie humana,


la imagen del cuerpo, por el contrario, es propia de cada uno; está ligada al sujeto y
a su historia. De ello resulta que el esquema corporal es en parte inconsciente,
pero también preconsciente y consciente, mientras que la imagen del cuerpo es
inconsciente.

La imagen del cuerpo es la síntesis vida de nuestras experiencias emocionales. Se


la puede considerar como la encarnación simbólica inconsciente del sujeto
deseante y ello, antes inclusive de que el individuo en cuestión sea capaz de
designarse por el pronombre personal ―yo‖. Es decir, el sujeto inconsciente
deseante en relación con el cuerpo existe ya desde la concepción.

Gracias a nuestra imagen del cuerpo portada por nuestro esquema corporal,
podemos entrar en comunicación con el otro. Todo contacto con el otro, sea de
comunicación o de evitamiento de comunicación, se asienta en la imagen del
cuerpo; porque no es sino en la imagen del cuerpo, soporte del narcisismo, que el
tiempo se cruza con el espacio y que el pasado inconsciente resuena en la relación
presente.

Es importante señalar que el esquema corporal, que es abstracción de una vivencia


del cuerpo en las tres dimensiones de la realidad, se estructura mediante el
aprendizaje y la experiencia, mientras que la imagen del cuerpo se estructura
mediante la comunicación entre sujetos y la huella, día tras día memorizada, del
gozar frustrado, prohibido.

Dicho de otra manera, el esquema corporal refiere al cuerpo actual en el espacio a


la experiencia inmediata. Puede ser independiente del lenguaje, entendido como
historia relacional del sujeto con los otros. El esquema corporal es evolutivo en el

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

tiempo y el espacio. La imagen del cuerpo refiere al sujeto del deseo a gozar,
mediatizado por el lenguaje memorizado de la comunicación entre sujetos. Se
articula con el esquema corporal a través del narcisismo. La imagen del cuerpo es
siempre inconsciente, y está constituida por la articulación dinámica de una imagen
de base, una imagen funcional, y una imagen de las zonas erógenas donde se
expresa la tensión de las pulsiones.

De esta manera, si el lugar, fuente de las pulsiones, es el esquema corporal, el


lugar de su representación es la imagen del cuerpo.

Se puede distinguir tres modalidades de una misma imagen del cuerpo; imagen de
base, imagen funcional e imagen erógena. Estas imágenes se hallan ligadas entre
sí, en todo momento, por algo que las mantiene cohesivas y que se llama imagen
dinámica.

Imagen de base: La primera es lo que permite al niño experimentarse en una


―mismidad de ser‖, es decir, en una continuidad narcisista o en continuidad
espaciotemporal. De esta mismidad procede la noción de existencia. El
sentimiento de existir de un ser humano, que amarra su cuerpo a su narcisismo
procede de esta convicción de continuidad. Pero si bien el narcisismo es
continuidad, ello no impide que tenga una historia y no por ello es menos
susceptible de modificaciones, lo cual obliga a distinguir en él diferentes momentos.
La imagen de base está fundamentalmente referida al narcisismo primordial, esto
seria, el narcisismo del sujeto en cuanto sujeto del deseo de vivir, preexistente a su
concepción. Este narcisismo primordial constituye en cierto modo una intuición
vivida del ser-en-el-mundo para un individuo de la especie, es decir, desprovisto de
todo medio expresivo. Este significante es el que proporciona el sentido de la
identidad social, simbólica. Aquí residen, el valor y la importancia del nombre que
es recibido por el sujeto, ligado a su cuerpo visible para el otro.

La imagen de base no puede ser afectada, no puede ser alterada, sin que surja de
inmediato una representación, que amenaza la vida misma. Cuando la imagen de
base se ve amenazada aparece un estado fóbico, medio especifico de defensa
contra un peligro, y la propia representación está ligada a la zona erógena
actualmente predominante para el sujeto.

Esto equivale a decir que cada estadio viene a modificar las representaciones que
el niño puede tener de su imagen de base; en otras palabras, hay una imagen de
base propia de cada estadio.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

Imagen funcional: mientras que la imagen de base tiene una dimensión estática,
la imagen funciona es imagen esténica de un sujeto que tiende al cumplimiento del
deseo. Aquello que pasa por la mediación de una demanda localizada, dentro del
esquema corporal, en un lugar erógeno donde se hace sentir la falta específica, es
lo que provoca el deseo. Gracias a la imagen funcional, las pulsiones de vida
pueden apuntar, tras haberse subjetivado en el deseo, a manifestarse para obtener
placer, a objetivarse en la relación con el mundo y con el otro.

Imagen erógena: está asociada a determinada imagen funcional del cuerpo, el


lugar donde se focalizan el placer o displacer erótico en la relación con el otro. Su
representación está referida a círculos, óvalos, agujeros, imaginados como dotados
de intenciones emisivas activas o receptivas pasivas, de finalidad agradable o
desagradable.

La imagen del cuerpo entonces, es la síntesis vida, en constante devenir, de estas


tres imágenes, enlazadas entre sí por las pulsiones de vida, las cuales se
actualizan para el sujeto en lo que yo denomino imagen dinámica.

La imagen dinámica: corresponde al ―deseo de ser‖ y de perseverar en un


advenir. Este deseo, en cuanto fundamentalmente sellado por la falta, está siempre
abierto a lo desconocido. Así pues, la imagen dinámica no tiene representación que
le sea propia, ella es tensión de intención; su representación no sería sino la
palabra ―deseo‖, conjugada como un verbo activo, participante y presente para el
sujeto. La imagen dinámica expresa en cada uno de nosotros el siendo, llamado al
advenir: el sujeto con derecho a desear, ―en deseancia‖.

Corresponde a una intensidad de espera del alcance del objeto, es el trayecto del
deseo dotado de sentido, ―yendo hacia‖ un fin.

Capítulo 2: Las imágenes del cuerpo y sus destinos: las castraciones.

La evolución de las imágenes del cuerpo: el deseo obrando en la imagen


dinámica procura cumplirse gracias a la imagen funcional y a la imagen erógena,
donde se focaliza para alcanzar un placer por captación de su objeto. El juego de
presencia-ausencia del objeto de satisfacción del deseo es el que instituyo cual
zona como erógena. Como el deseo desborda siempre a la necesidad, se
convierten en zonas erógenas debido a su contacto con un objeto parcial de
apaciguamiento en relación con la madre y a la ausencia mediatizada por el
lenguaje, cuando el objeto parcial falta. De ahí la importancia primordial de la
madre, objeto total y sujeto que se expresa mediante un lenguaje gestual en
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intercomunicación con su hijo. La madre es quien por medio de la palabra le


mediatiza la ausencia de un objeto a la no satisfacción de una demanda de placer
parcial, al tiempo que valoriza este deseo cuya satisfacción es denegada, situación
que ella lamenta. El objeto parcial erótico es evocado por el objeto total, madre,
que priva al niño del pecho que él desea.

La palabra, a causa de la función simbólica, trae aparejada una mutación de nivel


del deseo: de la satisfacción erótica parcial a la relación de amor que es
comunicación de sujeto a sujeto, del presujeto (lactante) al sujeto que es la madre,
objeto total, a quien ella sirve de referencia con el mundo y el mismo. En un
proceso normal de elaboración subjetiva de las imágenes del cuerpo, hay
intercambio de palabras, esto es lo que permite la simbolización de los objetos de
goce pasado.

El objeto transicional es un objeto que articula a los niños con las imágenes táctiles
de las zonas de base, funcional y erógena; y con las imágenes manipuladoras
funcionales anales de la época en que son deambulados por el adulto. Sobre los
objetos transicionales ellos desplazan la relación pasada de los adultos con ellos
cuando, de estos adultos, se sentían objetos parciales. Estos objetos son
necesarios si un peligro amenaza separarlos del lugar de seguridad materna.
Tienen necesidad de este objeto que representa la relación rememorada de sí
mismos siendo pequeños con el adulto asegurador, adulto de quien poseen su
omnipotencia potencial frente al objeto transicional.

Si la madre asiste a su hijo la angustia de este queda humanizada por


percepciones sutiles y por palabras, este intercambio asegurador con la madre es
para él la prueba de una relación humana duradera. Reencuentro de un
conocimiento de sí mismo, narcisistico primordial, yo-mi-mama-mundo- recobrado.
La imagen del cuerpo del niño reestablecida en su integridad conserva del
sufrimiento pasado una experiencia simbolizada de sus pulsiones de vida de sujeto
coexistencial con su cuerpo, las cuales han conseguido prevalecer sobre las
pulsiones de muerte.

El narcisismo fundamental del sujeto, que permite al cuerpo vivir, echa raíces en
las primeras relaciones repetitivas que acompañan a la vez a la respiración, la
satisfacción de las necesidades nutritivas y la satisfacción de deseos parciales que
ilustran la comunicación de psiquismo a psiquismo, del sujeto bebe con el sujeto su
madre.

El fruto de las castraciones. Sus efectos humanizantes: El fruto de la castración


oral (privación del cuerpo a cuerpo nutricio) es la posibilidad para el niño de

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acceder a un lenguaje que no sea comprensible únicamente por la madre, lo cual le


permitirá no seguir dependiendo exclusivamente de ella. El fruto de la castración
anal (o ruptura del cuerpo a cuerpo tutelar madre – hijo) priva al niño del placer
manipulatorio compartido con la madre. Su deseo sufre por la privación del retorno
a intimidades compartidas en contactos corporales de placer. Gracias ya al
lenguaje verbal, fruto del destete, el desarrollo del esquema corporal ha permitido
sumar el lenguaje mímico y gestual.

La prohibición del placer del cuerpo del niño al placer del cuerpo de la madre, esta
castración anal es la condición de la humanización y de la socialización del niño a
los 24 a 28 meses, la privación de la asistencia física materna es también el
comienzo de la autonomía para el niño. También significa el descubrimiento de otro
tipo de relaciones, como con el padre. Gracias a esta autonomía conquistada por
obra de la castración anal, autonomía del niño respecto a su madre, el niño puede
colocarse en el lugar del otro. El niño obra imitando lo que percibe, luego
identificándose con los seres humanos que lo rodean.

La verbalización de la prohibición del incesto y la imposibilidad real de lograr sus


seducciones respecto al progenitor del otro sexo harán que el niño reciba la
castración edípica. El fruto de esta castración es su adaptación a todas las
situaciones en sociedad.

Después del Edipo el niño entra en un periodo de latencia. Los frutos de castración
son aquellas pulsiones que no pueden satisfacerse directamente en la satisfacción
del contacto corporal, o en la satisfacción del cuerpo con objetos eróticos
incestuosos. Estas pulsiones siguen estando prohibidas por el modelo de la
prohibición, con respeto por la humanización del niño, estas pulsiones entran tras
un periodo de represión, en los procesos de sublimación, la cultura.

La noción de castración simboligena: castración da cuenta del proceso que se


cumple cuando otro ser humano le significa que el cumplimiento de su deseo con la
forma que el querría darle está prohibido por la ley, esta significación pasa por el
lenguaje. El niño, a imitación del adulto que representa para él la imagen acabada
de su persona futura, acepta de él lo que este le impone. La verbalización de la
prohibición impuesta a determinada mira de su deseo, a condición de que el niño
sepa que el adulto está marcado como el por esta prohibición, lo ayuda a soportar
la prueba, el sujeto deseante es iniciado por prohibición en la potencia de su deseo.
Las pulsiones así reprimidas experimentan una reestructuración dinámica y el
deseo, cuyo fin inicial ha sido prohibido, aborda su realización por medios nuevos,
por sublimaciones. Una castración que induce el deseo de satisfacerse con el

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sufrimiento, el lugar de satisfacerse con el placer, es una perversión. Si hay


sublimación es porque ha habido una castración, que ha sostenido la simbolización
de las pulsiones en el sentido del lenguaje, hacia la búsqueda de nuevos objetos y
porque el sujeto ha encontrado un placer más grande en el juego.

La función simbólica permite a un recién nacido diferenciarse, en cuanto sujeto


deseante y prenombrado, de un representante anónimo de la especie humana.
Gracias a la castración, la comunicación sutil, a distancia de los cuerpos, deviene
creadora, de sujeto a sujeto, por medio de la comunicación, a través de la imagen
del cuerpo actual y del lenguaje, en el curso de cada estadio evolutivo de la libido.
Las castraciones son un decir significante que constituye ley, tiene un efecto
operativo en la realidad, son tan necesarias para el desarrollo de la individuación
del niño en relación con su madre, y después con su padre y allegados, como para
el desarrollo del lenguaje. Gracias a las separaciones de efecto simboligeno, que
son las castraciones sucesivas, las zonas erógenas ligadas a la tactilidad podrán
tornarse lugares de deseo y placer, como signo de alianza. El goce pasa a ser fruto
de un encuentro imaginario y real, asociado al cuerpo del niño en sus sensaciones
parciales, pero también del cuerpo en su totalidad gracias a la presencia de la
madre.

Mediante la castración simboligena la madre que ha destetado a su hijo y


comprobado su malestar para vivir esta difícil prueba se ingenia para consolarlo.
Enseña al niño a sentirse cercano a ella en su reciproco intercambio humano, le
enseña a encontrar en una comunicación con base en el lenguaje, una introducción
a la atención de otro. El destete, esta castración oral es simboligeno.

La angustia del octavo mes: se trata de un sentimiento de impotencia que


proviene de la falta de mediatización por parte de la madre, falta la socialización
que en este momento el bebé habría necesitado, entonces se aburre, algo se
debilita por no ejercitarse, algo de su lenguaje de deseo no es comprendido. Para
que las castraciones adquieran su valor simboligeno es necesario que el esquema
corporal del niño esté en condiciones de soportarlas. Un niño que aún no estado lo
suficiente con el cuerpo de su madre no es capaz de soportar el destete sin
efectuar una regresión a los estadios más precoces de los primeros días de su
vida. Hay un momento preciso para aportar a cada castración, este momento es
aquel en que ya las pulsiones, aquellas que están en curso, han aportado cierto
desarrollo del esquema corporal que hace al niño capaz de obtener placer de otra
manera que en la satisfacción del contacto cuerpo a cuerpo. El sujeto se manifiesta
a través de deseos, estos deseos no pueden separarse de una manera inmediata
de su conjunción con las necesidades, el lenguaje constituye la mediación de esas

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evoluciones que son las castraciones superadas. Este adulto solo permite al niño el
acceso de la simbolización de sus pulsiones si al mismo tiempo que la castración
que le da, siente respeto y amor por el niño a quien propone limitaciones o
prohibiciones respecto de determinado goce parcial que el niño buscaba, este es
entonces el modelo que el niño puede seguir. Una castración padecida conduce al
individuo a una mayor confianza en sí mismo y a una comunicación cada vez más
diferenciada con el otro. Cuando el niño ha alcanzado el nivel de la castración anal
ya es capaz, mediante su esquema corporal, de utilizar pulsiones motrices
sublimadas en la soltura del cuerpo.

La castración umbilical: el nacimiento constituye la primera castración, lo que


separa el cuerpo del niño con el cuerpo de la madre es el seccionamiento del
cordón umbilical y su ligadura, la cesura umbilical origina el esquema corporal en
los límites de la envoltura constituida por la piel. La cicatriz umbilical y la pérdida de
la placenta puede considerarse en función del destino humano anterior, como una
prefiguración de todas las pruebas que más adelante serán castraciones. Es
considerada fundadora, con las modalidades de alegría o angustia manifestadas al
nacimiento del niño en su relación con el deseo de los otros. Las modalidades del
nacimiento, esta primera castración mutante, servirán de matriz a las modalidades
de las castraciones ulteriores. La entrada en juego del olfato es inconscientemente
el impacto primero, de una localización particular de su relación con su madre. Esta
pérdida de percepciones conocidas y este surgir de percepciones nuevas
constituyen el trauma del nacimiento, que es una mutación inicial de nuestra vida.
Dejamos una parte importante de lo que constituía in útero nuestro organismo. El
niño descubre percepciones de las que hasta entonces no tenía noción: luz, olor,
sensaciones táctiles, los sonidos fuertes. Es el lenguaje el que simboliza la
castración del nacimiento, la castración umbilical, este lenguaje golpeara al oído del
bebe como el efecto de su ser en el impacto emocional de sus padres. La
castración de ellos es la inscripción del niño en el registro civil, que signa su
estatuto como ciudadano.

Hay dos fuentes de vitalidad simboligena que promueve la castración umbilical: una
se debe al impacto orgánico del nacimiento en el equilibrio de la salud
psicosomática de la madre y con ello de la pareja de cónyuges en su relación
genital. La otra es el impacto afectivo que la viabilidad del niño aporta, en más
narcisismo a cada uno de los dos genitores. Con la simbolización fundadora del ser
en masculino o femenino que sigue del nacimiento y a la nominación del niño este
ingresa en el periodo oral.

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Separación de la placenta, momento simboligeno del nacimiento importante para


todos los seres humanos.

La castración oral: significa la privación impuesta al bebe de lo que constituye


para él el canibalismo respecto a su madre, el destete. La prohibición de comer
aquello que no es alimentario y que sería peligroso para su vida. Esta castración,
destete, cuando es dada culmina en el deseo y en la posibilidad de hablar, y por
tanto en el descubrimiento de nuevos medios de comunicación, en placeres
diferentes. Todos estos objetos son soportes de transferencia del pecho lactífero.
El destete, esa castración del bebe, implica que la madre también acepta la ruptura
del cuerpo a cuerpo en que el niño se hallaba. Esta castración oral de la madre
implica que ella misma es capaz de comunicarse con su hijo de otra que dándole
de comer. Si el niño puede simbolizar las pulsiones orales y anales en un
comportamiento con base del lenguaje, es porque su madre disfruta viéndolo capaz
de comunicarse con ella y con otros, se promueven posibilidades de relación
simbólica. El destete permite una comunicación gestual que ya no es posesión del
niño, y que lo deja identificarse con su madre en su relación con los demás y con el
medio circundante. Traslada por un tiempo sus pulsiones canibalisticas a sus
propias manos, chupándose el pulgar o puño, con la ilusión de que así continúa
estando al pecho de su madre. Alcanza con ello un placer desprovisto de alimento,
que es también placer de asegurarse que su boca misma no se ha marchado. El
efecto simboligeno de la castración oral es la introducción del niño a la relación con
el otro, el niño ha accedido a modalidades de comportamiento, fundadas en el
lenguaje, que le hacen aceptar la asistencia de cualquier persona, solo después del
destete propiamente dicho comienza a efectuarse la asimilación de la lengua
materna. Papel de la madre como iniciadora en el lenguaje, es primordial.

La castración anal: segundo destete, separación entre el niño, ahora capaz de


motricidad voluntaria y ágil y la asistencia auxiliar de su madre para todo lo que
constituye el hacer necesario para la vida en el grupo familiar, es la adquisición de
la autonomía. El niño que se está haciendo sujeto deja de ser un objeto parcial
retenido en la dependencia de la instancia tutelar, la prohibición significada al niño
de todo actuar dañoso, de hacer a otro lo que no le gustaría que otro le hiciera.
Solo es posible de hablar de castración anal si el niño es reconocido como sujeto.
Esta castración es la prohibición de dañar su propio cuerpo, así como el mundo
que rodea el triángulo inicial padre-madre-hijo, por acciones motoras. Aquí se sitúa
en el niño todavía inmaduro motor, la primera motricidad de la que tiene pruebas
que es agradable para el mismo y de que en general da satisfacción a su madre,
puesto que ella viene a cambiarlo y se llevó lo que él ha producido. Lo que él toma
y expulsa, lo que el recibe y da es una mama imaginaria, mientras que la madre

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real le ha dado el objeto alimentario parcial y le sustrae el objeto digestivo


excremencial. La castración anal orienta al niño a dominar el mismo su motricidad,
no solamente la excremencial. Es posible de una manera simboligena que hace
industrioso al niño, solo cuando hay identificación motriz con el objeto total que
representa cada uno de los padres y de los hermanos mayores en su motricidad
intencional observable por el niño.

El niño puede retornar, por falta de castración anal simboligena, a la comunicación


inicial que tenía con la madre interior, jugar a retener, o a exteriorizar sus heces. El
estreñimiento puede ser un signo de inhibición de la relación motriz con el mundo
exterior.

La castración motriz, portadora de la ley de la prohibición del crimen, del daño


vandálico tanto a sí mismo como al prójimo, es una parte de la castración anal. El
niño por experiencia descubre que las prohibiciones son aseguradoras desde el
momento en que si las trasgrede acarrean para él un sufrimiento real.

Una castración anal sanamente dada, centrada en la valorización de la motricidad


manual y corporal, permitirá al niño sustituir los placeres excremenciales por la
alegría de hacer, de manipular los objetos de su mundo. Las manos son lugar de
desplazamiento de la zona erógena oral tras el destete. Un bebe gusta de jugar a
desgarrar con sus manos, es la utilización de la boca de las manos, los bebes
experimentan alegría cuando consiguen el dominio sobre los objetos. Con el
desarrollo de su esquema corporal el niño se torna sensible al hecho de que puede
experimentar placer local o bien placer a distancia por la manipulación del clima
emocional del adulto, el control lúdico de sus excrementos puede convertirse en un
intercambio valorizado con los otros, intercambio con base en el lenguaje y
comercio de objetos. El ano se convierte en un sustituto de la boca, puesto que es
el significado anal el que resulta valorizado por ella. Obtenidos la destreza del
estadio anal y el control muscular generalizado, el niño realiza un descubrimiento
de su cuerpo, en la tactilidad que hasta ahí su madre le había impuesto, ahora su
centro de interés son sus propios descubrimientos, tiene necesidad de vocabulario
para conocer su cuerpo.

El carácter decisivo de la castración anal estriba en que ella es el desfile que va a


permitir la sublimación de las manifestaciones excremenciales bajo la forma de
hacer industrioso y creativo. Con las palabras explicativas el niño rememora, es
como si la presencia tutelar fuera su iniciadora en el comportamiento de seres y
cosas desconocidas para él. El niño puede llevar a cabo esta conquista gracias al
saber verbalizado que le permite promocionarse para ello. Ante un fracaso el niño

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

siempre necesita palabras que le expliquen su causa, el papel de esta presencia


adulta es garantizar la seguridad en el medio circundante, a fin de que el niño se
siente lo más libre posible de actuar. Si la instancia tutelar le explica que cada cual
tiene sus deseos, y que solo hay placer para ambos cuando ambos deseos
coinciden, el niño habrá descubierto la clave de la vida en sociedad.

La castración anal debe enseñar al niño la diferencia entre lo que es su posesión


de la que es libre y lo que es la posesión de otro.

La castración anal es la prohibición del deterioro tanto del rapto de los objetos de
otro y de todo daño del cuerpo, la verbalización de estas prohibiciones por parte del
adulto, quien da el ejemplo ajustando sus actos a estas prohibiciones, es también
castración anal.

El espejo: lo que permite al sujeto la integración motriz por el sujeto de su propio


cuerpo es aquel momento narcisistico. Asunción del sujeto en su narcisismo,
asunción que permite y recubre el campo de la castración propia del estadio anal y
que deja sentir sus efectos más allá. Lo que puede ser dramático es que un niño al
que le falta la presencia de su madre o de otro ser vivo que refleje con él, acabe
perdiéndose en el espejo. Este estadio que puede ser simbólico para el niño de su
ser en el mundo, para otro en antes que él es un individuo en medio de los otros,
por la visión de esa cosa que es su cuerpo propio si no lo reconoce como el suyo.
El pre-yo del niño se origina en la dialéctica de la presencia-ausencia materna,
dentro del continuo asegurador de una percepción asociada a la presencia
prometida, esperada y reencontrada, por la memorización del lenguaje, el retorno
de la madre sobre fondo reconocido es siempre fuente de nuevos descubrimientos.
Y las percepciones nuevas toman sentido humanizado del lenguaje mímico y vocal
materno que las acompaña. La imagen del cuerpo se ha elaborado como una red
de seguridad con la madre fundada en el lenguaje. Esta red personaliza las
experiencias del niño, según los ritmos específicos del habitus materno. Las
castraciones orales y anales que representan el destete y la motricidad autónoma,
han operado ya una relativa individuación que permitió al esquema corporal del
niño separarse del de su madre y por sustitución, ligar su propio esquema corporal
en elaboración con su imagen inconsciente del cuerpo. Esta vinculación del sujeto
al cuerpo se cumple mediante la elaboración de un narcisismo preyoico, garante a
la vez de su existencia y de su relación continua con su cuerpo. El espejo va a
aportar la apariencia de un otro desconocido, la imagen de un bebe como el sujeto
ha podido ver otras en el espacio y que él ignora como suya. El lenguaje mímico y
afectivo que el niño ha establecido con el mundo no le aporta ninguna respuesta
acerca de esta imagen que encuentra en el espejo. La imagen escopica cobra

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sentido de experiencia viva tan solo por la presencia, al lado del niño, de una
persona con la cual su imagen del cuerpo y su esquema corporal se reconocen, al
mismo tiempo que reconoce a esta persona en la superficie plana de la imagen
escopica. La experiencia del espejo posibilita al niño el choque de captar que su
imagen del cuerpo no bastaba para responder de su ser para los otros, por ellos
conocido, y que su imagen del cuerpo no es total. El espejo permite al niño
observarse como si él fuera otro al que nunca encuentra. Él se ve, pero aquí todo
deseo de comunicarse con el otro se frustra.

A partir del estadio del espejo las cosas ya no serán como antes, el niño sabe que
ya no puede confundirse con una imagen fantasmática de el mismo, que ya no
puede jugar a ser otro, que falta a su deseo. Antes de la experiencia del espejo, era
el esquema corporal de la madre, su cuerpo en la realidad, el que daba sentido a
las referencias del narcisismo primordial de su hijo y las sostenía. Después de la
experiencia del espejo es cuando la imagen del cuerpo del bebe da forma a su
propio esquema corporal, según el lenguaje que constituye la imagen del cuerpo
para el sujeto, en referencia al sujeto madre. El niño descubre su aparente
integridad o no con la imagen que ve en el espejo. Este es el momento de la
aparición de la identificación primaria, origen del narcisismo primario. Solo tras la
experiencia especular, que el niño repite experimentalmente frente al espejo, es
cuando comienza a apropiarse de su propio cuerpo.

El niño sufre castración primaria, efecto del descubrimiento de la diferencia entre


los sexos y esta es asociada al rostro pues este siempre esta visible de frente. Este
descubrimiento de su cuerpo por referencia al de los otros niños no puede
producirse antes del estadio del espejo. Es su experiencia reiterada lo que permite
que la castración primaria sea integrada en la convicción del ser humano. La
castración primaria hace de puente entre la castración anal y la castración genital
edípica que le sucede, experimenta ese sentimiento de vergüenza que lo incita al
pudor. Cuando la experiencia del objeto queda integrada las representaciones de
las personas cambian, en una apariencia acorde a su narcisismo. Narcisismo
necesario para defender la cohesión del sujeto en su relación con el yo.

La castración primaria, genital no edípica: se trata del descubrimiento de la


diferencia sexual entre niñas y varones. El chico piensa que las nenas tienen un
pene pero que está escondido, momentáneamente para adentro y las niñas
realizan un gesto raptor. La castración brindada por la instancia tutelar con
palabras, las prohibiciones que limitan la libertad del niño, conciernen a lo bueno y
lo malo para su cuerpo, el niño es iniciado en lo posible e imposible.

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La imagen inconsciente del cuerpo, que es triple: basal, funcional y erógena, se


estructura desde la primera castración umbilical, luego el destete y luego la
independencia motriz, se estructura informando al esquema corporal con los dichos
parentales en cuanto que limitan las iniciativas del niño.

El niño que ve que el sexo del otro es diferente del suyo tiene el fantasma de que
se trata de una anomalía o de una mutilación, el malestar que el niño constata en el
adulto confirma que fueron ellos quienes hicieron eso con él o con otros, de aquí la
angustia. La aceptación de castración primaria implica para el niño de ambos sexos
la valorización del pene en cuanto forma bella y deseable, esta bella forma del
pene se inscribe en la continuidad de la bella forma del pecho.

La castración primaria, el descubrimiento de su sexo por el niño y de que solo a


este sexo pertenece y de lo que ello significa para el futuro, puede fallar en cuanto
a sus efectos simboligenicos a causa de la falta de información, de las
reprimendas, que acompañan a las reacciones de los adultos ante las preguntas
que el niño formula respecto de lo observado.

Complejo de Edipo y castración genital edípica: la imagen del cuerpo cambia


para él, ya no es más inconsciente. En cuanto al sujeto, y al deseo que este tiene
en lo que respecta de dicho futuro, es un deseo de identificación al ser que más
ama en ese momento de su vida. A partir de la entrada al Edipo se desarrolla en el
niño una visión de si en el mundo donde su vida imaginaria está dominada por su
relación actual con los dos progenitores, en cuanto ligada al proyecto de su
porvenir adulto.

El varón: las pulsiones genitales activas son pulsiones parciales penianas, se trata
de las pulsiones que el niño traspone sobre los objetos parciales que representan,
el sexo peniano en particular que el desplaza sobre todos los instrumentos. El niño
renuncia a sus juegos agresivos penianos y ello gracias a la prohibición del incesto,
que debe ser pronunciada tanto homosexual o heterosexual. Los varones
trasponen la agresión peniana de tipo centrífugo sobre la actividad manual. Cuando
esto es dicho por el padre a su hijo se trata de la iniciación del hijo para la vida
humana, humanización genital.

La niña: finalidad de seducir tanto a la madre como al padre, para ella que se
remite al falo, los hombres tienen pene y las mujeres tienen niños. La niña solo
puede entrar al Edipo a condición de que intente transgredir la prohibición del
incesto, haciendo caer a su padre en la trampa de la seducción. Acecha al objeto
que para ella representa la potencia y que quiere tomar para sí misma, ser tomada

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por el papa. Las niñas son perversas en el sentido de seductoras, para desviar al
otro de la ley luego que esta les ha sido significada.

La aportación narcisista de la castración edípica como liberadora de la libido:


cuando es aceptada la castración genital edípica, se denomina narcisismo
secundario al nivel de relación consigo mismo que el sujeto alcanza en el momento
en que ha franqueado esta etapa estructurante de la última de las castraciones,
esta última castración es iniciadora de la vida social.

El narcisismo primordial está ligado a la asunción de hecho, por el recién nacido,


de la castración umbilical. Que haya podido zafarse del riesgo del nacimiento
descubriendo su autonomía respiratoria y cardiovascular. El narcisismo primario
resulta de la experiencia del espejo que revela al niño su rostro, esta experiencia
del espejo es concomitante o viene adjunta al conocimiento de su cuerpo como
sexuado, masculino o femenino, y ello de una manera definitiva, creando la
distinción entre lo posible y lo imposible no dependientes de la voluntad de los
padres. Lo que la prohibición del incesto agrega es el impedimento para las
pulsiones sexuales en sociedad, de persistir sin una ley humanizada. Aprende a
actuar en nombre propio, lo cual constituye su identidad de sujeto en el grupo
social. Cuando el niño se encuentra en la castración edípica, la imagen de lo que él
creía tener que devenir para afirmar su identidad, deja de ser la semejanza y ahora
es una total identificación al padre de su sexo.

TEXTO Nº 29. Wallon: Los orígenes del carácter en el niño. Segunda parte.
Introducción: conciencia corporal y cenestesia.

Capítulo 1: Las premisas psico-fisiológicas.

La noción del yo psíquico implica que se haga la distinción entre lo que debe ser
referido al mundo exterior y lo que puede ser atribuido al propio cuerpo. Al
comienzo hay disociación entre los diferentes dominios funcionales: el dominio
interoceptivo que es el de la sensibilidad visceral, el dominio propioceptivo que
comprende las sensaciones ligadas al equilibrio y el dominio exteroceptivo o de la
sensibilidad vuelta hacia las excitaciones de origen exterior, las funciones
interoceptivas son las más precoces, las exteroceptivas las más tardías.

Sensibilidad interoceptiva: como la respiración y la alimentación que no aparecen


hasta el nacimiento. Los primeros reflejos de la alimentación se atrasan respecto a
los reflejos respiratorios, succión y deglución se parecen por la forma, por el
encadenamiento, por la coordinación de sus movimientos a lo que es la actividad
bucal que se desarrolla y afina sus condiciones, sus mecanismos y sus actitudes

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

discriminativas. Llega a ser una especie de intermediario entre las necesidades del
organismo y el medio exterior.

En las primeras semanas de su existencia, el mamar esta absorbido por el


movimiento de la boca y su faringe, durante el segundo mes abre sus ojos durante
un rato, es al cuarto mes donde se interrumpe la ocasión de un débil estimulo
auditivo o visual. Las excitaciones exteroceptivas disputan su atención a sus
funciones interoceptivas, estos órganos van a servir de órganos exteroceptivos, el
mundo exterior va tomando una importancia mayor para el niño a medida que se
establezcan las conexiones entre estos dos dominios de su actividad. Llevando
todo lo que entorna a su boca, que es la de sensibilidad más despierta de su
cuerpo, aprende a distinguir las cosas entre sí. Stern lo llamo periodo de espacio
bucal, espacio como un sistema más preciso de referencias que permite a un niño
de esta edad atribuir a las cosas cualidades de volumen y de forma.

Alrededor del año las sensibilidad urinaria se integra en el conjunto que permite al
niño controlar sus micciones, se le agrega muy temprano a esto por iniciación
recíproca con el adulto o por descubrimiento personal, un cierto grado de
curiosidad y goce sexual. El interés que tiene por su orina es de potencia funcional,
de creación, de pertenencia.

Sensibilidad propioceptiva: sinergias que contribuyen al tiempo y espacio. Esta


sensibilidad contribuye a constituir la noción del propio cuerpo. Sinergia como un
conjunto de músculos que funcionan para un mismo fin, retroalimentación,
facilitación de un movimiento con otro.

Todos los mecanismos consisten en sistemas sinérgicos de movimientos y de


actitudes, son sistemas constituidos de tal manera que el desplazamiento
efectuado por una parte del cuerpo y las resistencias que encuentran provocan, en
el resto del cuerpo, las actitudes y movimientos que pueden mantener mejor el
equilibrio general y a concurrir a la realización de la acción perseguida. De ellos
depende la doble condición asignada por Monakow al movimiento: unidad y
cohesión en el espacio, distribución y continuidad en el tiempo. Interesa a través de
la actividad muscular el mantenimiento de la actividad psíquica misma

Primeras reacciones del aparato exteroceptivo: otras sinergias que están en


relación con excitaciones que llegan del mundo exterior y no del organismo mismo,
en lugar de estar desde el nacimiento despojada de su individualidad hace su
aparición en el curso de las primeras semanas, como lo es el aparato reflejo donde
no hay un registro del mundo exterior, reaccionando a estos estímulos como
sensaciones

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

El equilibrio. Sus condiciones motrices, sensoriales y mentales: al mismo


tiempo que se constituyen las sinergias parciales van a desarrollarse las sinergias
generalizadas a la que se remiten el equilibrio del cuerpo al celebro.

La rapidez de los progresos en los niños, sus procedimientos de equilibrio, su


estabilidad, su velocidad y su ritmo presentan grandes referencias individuales. Y
esta diversidad se vuelve a encontrar en todos los dominios donde intervienen las
funciones de sinergia postular y motriz, en aquellos que sirven de soporte no
solamente la actividad motriz, sino también a la actividad sensorial y psíquica.

El movimiento depende del equilibrio, este le asegura el punto de apoyo necesario


en cada instante de su ejecución. Este punto de apoyo debe poder proporcionar su
resistencia a las resistencias, a falta de la cual se disloca o deja al movimiento sin
fuerza, debe poder extenderse a segmentos nuevos del cuerpo y fijarlos en la
posición deseada. El equilibrio es un sistema modificable de reacciones
compensadoras, que parecen modelar en todo instante el organismo en relación
con las fuerzas opuestas del mundo exterior y sobre los objetos de la actividad
motriz.

Entre la actividad psíquica y la funciones de acomodación muscular, la


concordancia es semejante, sus desordenes son igualmente simultáneos, esta
regulación de la actividad por el mismo organismo depende de las funciones
propioceptivas, sin su intervención no hay unidad estable en la acción.

A partir del séptimo mes se opera todo los movimientos y sus lugares de ubicación
como una especie de discriminación y de localización de acuerdo a puntos de
referencia. Apropósito de un mismo acto, el niño usa alternativamente sus dos
manos o sus dos pies, como si descubriera la bilateralidad y complementariamente,
la unidad de su cuerpo, cuyas diferentes partes son capaces de ejecutar el mismo
acto según su voluntad. Y es a partir del noveno mes donde sus ejercicios van a
bifurcarse, unos vueltos hacia el reconocimiento del propio cuerpo y los otros hacia
los efectos exteriores de su actividad.

Capítulo 2: Diferenciación y progreso de las reacciones exteroceptivas.

La sensibilidad exteroceptiva comienza por suscitar solo efectos sin relación con el
mundo exterior.

La sensibilidad al contacto parece la más precoz de todas las sensibilidades


periféricas, las reacciones consecutivas a un contacto no están orientadas, se

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

propagan de manera difusa en conmociones y en gestos sin objeto, en lugar de


localizarse y ordenarse en respuestas apropiadas.

Con el 2° mes se abre un periodo en el que la movilidad de tipo afectivo da lugar


progresivamente a una actividad de aspecto más sensoriomotor. Al mismo tiempo
que se constituyen las sinergias sensoriales, el rostro adquiere rasgos de la
atención y de la preparación a las impresiones exteriores. La actitud llega a ser
mucho más discriminativa frente a las excitaciones exteriores. Es en el comienzo
de la prensión y de la actividad manual es de gran importancia en el desarrollo
psíquico, todas estas reacciones están orientadas, buscan adaptarse.

Al terminar el 3° mes comienzan a aparecer las asociaciones inter sensoriales, al


mismo tiempo que se inicia la soldadura mielinica entre los dominios intero y
propioceptivo por una parte y el dominio exteroceptivo por la otra, es este el
momento en que el niño comienza a mantener su cabeza derecha. Un resultado de
las asociaciones intersensoriales, es que se individualizan las fuentes de excitación
al mismo tiempo que se unifica el campo de percepción. Poco a poco, sus gestos
de defensa se organizan para hacer frente a la amenaza, la orientación de su
atención se hace cada vez más abstracta, a lo que el aprehende actual e
inmediatamente se agrega lo posible, lo previsto, lo esperado, su mímica responde
a estos progresos. La posibilidad de estos progresos está ligada a la maduración
de los centros que gobiernan el equilibrio y las sinergias funcionales.

Introducidos en el circuito de la acción, los objetos hacen que esta se diversifique y


transforme, de simple excitación a movimiento pueden llegar a ser instrumento o
meta. Desde que dos objetos pueden ocuparlo simultáneamente, el niño no puede
hacer otra cosa que combinarlos de una manera cualquiera y hacer de ellos un
todo único. Después las combinaciones se hacen más específicas, están
inspiradas en la configuración de los objetos y en sus posibilidades de disposición,
llegar a ser capaces de subordinarse y de ajustarse a un resultado útil.
El sistema de datos sensoriales o motrices que responden al objeto no puede
hacerlo percibir como objeto sino integrándose, en otro plano de la vida psíquica, a
un orden diferente de operaciones en las que intervienen la actividad simbólica. La
noción de cuerpo propio no podría ser resultado de una combinación automática
entre las diversas sensibilidades, coordinación de lo psíquico y lo exterior.

Capítulo 3: Diferenciación y progreso de las relaciones relativas al propio


cuerpo.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

En el plano sensoriomotor las relaciones del niño frente a su propio cuerpo


presentan etapas sucesivas que coinciden con las de su desarrollo exteroceptivo.
Estas no se dan antes de la época en que comienza, con la mielinizacion de las
conexiones interopropioceptivas y exteroceptivas, el establecimiento de relaciones
intersensoriales.

El trabajo de ajuste entre las impresiones que ofrece la percepción externa y la


sensibilidad propioceptiva es, tanto más gradual y esporádica cuando la
persistencia de asinergia le impide todavía reunir instantáneamente en un solo y
mismo equilibrio todas sus actitudes y todas las partes de su cuerpo. Sin embargo,
aquellos de sus miembros que entran en su campo exteroceptivo no son ya un
objeto indiferente y cualquiera. El niño puede sentirse presente a la vez en la
impresión visual y en el miembro en movimiento, de ahí su posibilidad y necesidad
de descifrar como se corresponden las dos sensibilidades.

En el periodo que va del 6° al 12° mes, el niño frente al mundo exterior comienza a
concederle suficiente realidad como para escapar de él ciertos efectos y para iniciar
allí su actividad instrumental. Frente a su propio cuerpo, se libra a una actividad
complementaria, cuyo resultado es individualizarlo y hacer predominar sobre las
sensibilidades orgánicas y subjetivas la sensibilidad de relación. Al mismo tiempo
que la sorpresa, se van apagando las reacciones difusas de los primeros tiempos,
aquellas cuyo único efecto es propagar en el organismo sus ondas de sensibilidad
puramente afectivas y, en consecuencia, tornarlo no disponible para una respuesta
orientada hacia la fuente de excitación y adaptarla a su causa. La noción del propio
cuerpo no podrá proceder en tanto esas reacciones afectivas no sean sometidas al
control de la acción exteroceptiva.

Del complejo global que hacía en un principio buscando a la madre, el niño separa
impresiones particulares de lugar y forma que llegan a ser transportables sobre otra
persona cualquiera.

El animismo del niño puede hacerlo tratar de manera muy semejante a su propio
cuerpo y a los objetos exteriores, solución mixta a la que le hará extraer
definitivamente, fuera de su propia sensibilidad, el mundo exterior e ingresar
sustancialmente su cuerpo físico a su yo. Pero en un primer momento, al
individualizar sus propios órganos solo puede yuxtaponerlos a sí mismo.

Capítulo 4: El propio cuerpo y su imagen exteroceptiva.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

Una contraprueba que muestra con nitidez porque grados y dificultades debe pasar
el niño antes de llegar a reducir en una intuición de conjunto todo aquello que se
refiere a su personalidad física, es su manera de reaccionar, según sus diferentes
edades, en presencia de su imagen en el espejo. Se trata de saber cómo llegar a
ser capaz de reconocer como suyo su aspecto exteroceptivo, que el espejo le
traduce de la manera más completa. El problema parece comportar dos etapas:
percibir la imagen y reportarla a sí mismo, ponen en causa mecanismos y
condiciones que el análisis de la conciencia por sí misma no permitiría. El niño
entre la imagen especular del otro, realismo de las imágenes y estadio de
yuxtaposición: solamente en el 4° mes según Preyer, la imagen reflejada por el
espejo parece provocar la fijación de la mirada, sin despertar, por otra parte, interés
por el rostro.

TEXTO Nº 30. WALLON. KINESTESIA E IAMGEN VISUAL DEL PROPIO CUERPO EN


EL NIÑO.

Cenestecia es cuando el niño llega a realizar una noción suficientemente coherente


y unificada de su ser físico. Encontrar correlaciones orgánicas para los hechos de la
vida psíquica determina la cenestesia o sensibilididad del propio cuerpo. Consiste
en la aplicación del sentido íntimo al organismo, del que sería la presentación
inmediata. Y esta representación expresaría su realidad eficiente.

La noción de yo corporal exige que se haga la distinción entre lo que debe ser
referido al mundo exterior y lo que puede ser atribuido al propio cuerpo, como
definiéndolo en sus diferentes aspectos. Una condición indispensable es la ligazón
entre la actividad que está volcada hacia el mundo exterior y la que se refiere más
inmediatamente a las necesidades y a las actitudes del cuerpo. Pues el estado del
sistema nervioso en el nacimiento se opone a eso. No hay interacción funcional en
tanto no estén mielinizadas las fibras nerviosas. La soldadura no comienza hasta
después del tercer mes.

Hay pues disociación entre los diferentes dominios funcionales: el dominio


interoceptivo que es el de la sensibilidad viceral, el dominio propioceptivo que
comprende las sensaciones ligadas al equilibrio, a las actitudes a los movimientos, y
el dominio exteroceptivo o de la sensibilidad vuelta hacia las excitaciones de origen
exterior.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

Sensibilidad interoceptiva: de todas las manifestaciones orgánicas, las que están


en relación con el tubo digestivo y la alimentación son las que parecen tener mayor
concomitancia con el desarrollo psíquico de niño.

Teniendo que abrir o cerrar el tubo digestivo, la actividad bucal desarrolla y afina sus
conexiones, sus mecanismos, sus aptitudes discriminativas. Llega a ser una especie
de intermediario entre las necesidades del organismo y el medio exterior.

Pero pronto los órganos interoceptivos van a servir de órganos exteroceptivos, el


mundo exterior ira tomando una importancia gradualmente mayor para el niño a
medida que se establezcan las conexiones entre estos dominios de su actividad.
Llevando todo lo que él toma a su boca, que es la zona de sensibilidad más
despierta de su cuerpo, aprende a distinguir las cosas entre sí. Es el periodo del
espacio bucal (4 mes).

Sensibilidad propioceptiva: contribuye de manera preponderante a construir la


noción del propio cuerpo. Sus primeras manifestaciones son contemporáneas del
nacimiento y remontan aun al periodo fetal. Responden a la solidaridad inter
segmentaria del organismo en movimiento y en la posición, a su unidad dinámica en
la acción y estática frente a fuerzas exteriores. Así gradualmente se han
superpuesto mecanismos, desde los mas rígidos en su ejecución y en sus
condiciones hasta los más diversificados y móviles, los últimos logrados cuando se
tiene el poder de suspender la acción de los que los han precedido.

Todos consisten en sistemas sinérgicos de movimientos y actitudes, en sistemas


constituidos de tal manera que el desplazamiento efectuado por una parte del
cuerpo y las resistencias que encuentra provocan, en el resto del cuerpo, las
actitudes y movimientos que pueden mantener mejor el equilibrio general y concurrir
a la realización de la acción perseguida. Interesa, a través de la actividad muscular,
el mantenimiento de la actividad psíquica misma.

Dominio exteroceptivo: hacen su aparición en el trascurso de las primeras


semanas o de los primeros meses. En el noveno mes hay una coordinación perfecta
entre los movimientos de los ojos, los parpados y la frente.

El equilibrio: al mismo tiempo que se constituyen las sinergias parciales van a


desarrollarse las sinergias generalizadas, a las que se remite el equilibrio del
cuerpo. El movimiento depende del equilibrio. Este le asegura el punto de apoyo
necesario en cada instante de su ejecución. Este punto de apoyo debe poder
proporcionar la resistencia a las resistencias.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

Las numerosas sinergias que ponen en juego a los sentidos para acomodarse a sus
objetos, las transformaciones y disposiciones sucesivas que exigen de ellas las
necesidades de la búsqueda resultan una actividad del mismo orden.

Finalmente entre las funciones de acomodación muscular y la actividad psíquica la


concordancia es semejante. Se dan las mismas regularidades en el ajuste y el
consumo del esfuerzo, una regulación orgánica responde al tono psíquico. Y esta
regulación de su actividad por el mismo organismo depende las funciones
propioceptivas. Sin su intervención no hay unidad estable, en la acción ni en las
formulas que le corresponden en lo físico y en lo moral: el sentimiento inmediato del
propio cuerpo y de la personalidad.

Cap 2 diferenciación y progreso de las reacciones exteroceptivas

La sensibilidad exteroceptiva, que solo es apta para proveer el conjunto de


impresiones contraponibles, como mundo exterior, al propio cuerpo, comienza solo
por suscitar solo efectos sin relación con el mundo exterior. La reacción al ruido, por
ejemplo, no es auditiva, se limita al sobresalto que pertenece al dominio
propioceptivo.

De todas las sensibilidades que en realidad la componen, manifiesta solo las mas
orgánicas, las mas afectivas, con exclusión de aquellas que establecen una
discriminación entre la cualidad de las excitaciones y que están más vueltas hacia el
conocimiento del mundo exterior. Las reacciones consecutivas a un contacto no
están orientadas. Estas tienen su razón de ser en la vida propioceptiva y afectiva y
no en la actividad de relación. Si la excitación se hace insistente o intensa, provoca
la retracción de la parte tocada pero habitualmente con sobresaltos, como al niño
que intentan limpiarle la nariz. En todos los casos los gestos de evitamiento
preceden a los de defensa y los de defensa a los que se orientan hacia la fuente de
excitación y se adaptan a su causa.

Con el segundo mes se abre un periodo en que la movilidad de tipo afectivo da lugar
progresivamente a una actividad de aspecto más sensoro motor. Al mismo tiempo
que se constituyen las sinergias sensoriales, el rostro adquiere los rasgos de la
atención y de la preparación a las impresiones exteriores: tensión de la frente,
mayor apertura de los ojos. La actitud llega a ser mucho mas discriminativa frente a
excitaciones exteriores.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

Al terminar el tercer mes comienzan a aparecer las asociaciones intersensoriales, al


mismo tiempo que se produce la soldadura mielínica entre los dominios inter y
propioceptivo por una parte y el dominio exteroceptivo por la otra. Es este el
momento en que el niño comienza a mantener su cabeza derecha. Se individualizan
las fuentes de excitación al mismo tiempo que se unifica el campo de la percepción.
Cada impresión es sobrepasada por su motivo. Se vuelve hacia el objeto que acaba
de alejarse. Reacciona aun roce, a un soplido por movimientos que parecen
materializar la causa en algún lugar del espacio. Poco a poco, sus gestos de
defensa se organizan para hacer frente exactamente a la amenaza. Su percepción
se hace menos simple y menos sucesiva. A lo que el aprehende se le agrega lo
posible, lo previsto, lo esperado.

El pasaje entre impresiones de una misma fuente y el pasaje de una fuente a otra
van a la par. En lugar de impresiones fragmentadas.

Se opera con la unificación de su campo perceptivo, la de su continuidad mental.


Mientras mama puede mirar a una persona a su lado. La posibilidad de estos
progresos esta ligada a la maduración concomitante de los centros que gobiernan el
equilibrio y las sinergias funcionales.

Asi la nocion del propio cuerpo no podría ser el resultado de una combinación
automática entre las diversas sensibilidades.

Una contraprueba que muestra con perfecta nitidez porque grados y dificultades
debe pasar el niño antes de llegar a reducir en una intuición de conjunto todo
aquello que se refiere a su personalidad física, es su manera de reaccionar, según
sus diferentes edades, en presencia de su imagen en un espejo. Se trata de saber
cómo llega a ser capaz de reconocer como suyo su aspecto exteroceptivo, que el
espejo le traduce de la manera más completa y evidente. El problema comporta dos
etapas: percibir la imagen reportarla a sí mismo.

Hasta el final del tercer mes en niño permanece insensible a las imágenes que
permanecen en el espejo. Solamente en el curso del cuarto mes la imagen reflejada
por el espejo parece provocar la fijación de la mirada, pero sin interés en el rostro.
Es necesario esperar hasta el sexto mes para que la imagen reflejada por el espejo
llegue a asociarse a otras reacciones diferentes de las manifestaciones puramente
mímicas y efectivas. Alrededor del séptimo mes se observa por primera vez en el
niño un gesto de volverse hacia la persona cuya imagen ve en el espejo.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

Realizar algo nuevo, resuelve una dificultad, integra en una suerte de unidad
superior lo que hasta entonces no presentaba todavía para el una ligazón
determinada. Desde que hay visiblemente, comprobación de una relación, existe
prueba de que ya se ejerce la aptitud de distinguir términos que tiene ciertos
caracteres específicos, para individualizarlos y unirlos en u plano superior de la
actividad psíquica.

Con este ejemplo es posible representarse la naturaleza de las asociaciones


intersensoriales que se elaboran en ese periodo de la infancia. No son simple
yuxtaposición mecánica, se superponen a los datos brutos de la experiencia formas
nuevas de identificación y de integración mentales.

Aproximadamente a los 9 meses puede tener la visión directa de su propio cuerpo,


pero solamente de algunos fragmentos jamás agrupados. Y esta visión parcelaria
puede comunicarse con sus gestos y su actividad, dotándolo de partes de referencia
y de objetivos. Puede también, combinándose con su sensibilidad intero y
propioceptiva, formar complejos más constantes de lo que es posible a impresiones
nacidas de objetos extraños. En tanto permanece confusa y no fue todavía
distinguida, no puede dar una imagen homogénea y coherente, ni de los órganos, ni
del cuerpo total.

Entre la experiencia inmediata y la representación de las cosas es necesario que


intervenga una disociación que separe las cualidades propias y la existencia del
objeto mismo de las impresiones y de las acciones en las que están inicialmente
implicados, atribuyéndole, entre otros caracteres esenciales, el de la exterioridad.
No hay representación posible si no es a este precio. La representación del propio
cuerpo en la medida en que existe, debe necesariamente responder a esta
condición, solo puede formarse exteriorizándose.

Es a través de innumerables puntos de referencia, usando analogías y por


asimilación con aquello que ya sabe percibir y representarse diferenciadamente que
llega a individualizar y a discernir los diferentes aspectos bajo los que le es posible
tener una representación de sí mismo. Todo este trabajo consiste en darse de sí
mismo imágenes análogas a las que puede formar exteriormente a sí mismo y que,
por otra parte solo puede formar así.

Para que logre unificar su yo en el espacio, es necesario que situé su yo


esteroceptivo de tal manera que su percepción llegue a ser totalmente irrealizable
por el mismo. Pues tan pronto como ven su propia imagen, esta deja de coincidir en
el espacio de su propio cuerpo y debe tenerla por privada de la realidad; y tan

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

pronto como suponga la realidad de su aspecto exteroceptivo, debe tenerlo por


inaccesible a sus propios sentidos. Doble necesidad: admitir imágenes que no
tengan la apariencia de la realidad; afirmar la realidad de imágenes que se sustraen
a la percepción.

UNIDAD Nº 9. ADQUISICIÓN Y DESARROLLO DEL LENGUAJE. LA


ADQUISICIÓN DEL SISTEMA LINGÜÍSTICO INFANTIL.

TEXTO Nº 31. FRANCESCATO: EL LENGUAJE INFANTIL: ESTRUCTURACIÓN


Y APRENDIZAJE.
CAPÍTULO 2: FONOLOGÍA

Formación del sistema fonológico: las manifestaciones exteriores (fónicas) de la


actividad lingüística del niño pueden ser definidas como lenguaje gracias a la
presencia de la fonología, gramática y semántica. La producción de sonidos que
caracteriza la vida activa del niño durante los primeros meses se puede llamar
lenguaje solamente cuando es posible reconocer en dicha producción una validez
en el plano fonológico, gramatical y semántico. La actividad fónica es un
comportamiento activo y productivo del niño y más tarde es una acción de
codificación por su parte, el niño todavía no actúa sólo como emisor de mensajes,
sino también como receptor. Las primeras formas lingüísticas con que se encuentra
el niño son secuencias fónicas, los fenómenos fónicos adquieren sentido si se
acompañan de una adecuada descripción de la situación en que tienen lugar, del
contenido situacional. El inicio de la actividad infantil debe ser anticipado, es
necesario distinguir entre la comprensión formal (hacia la cual se dirigen los
esfuerzos del sujeto) y la comprensión semántica que tiene un carácter vago. El
dominio del lenguaje verdadero presupone una experiencia adecuada de estos dos
aspectos, el niño empieza a comprender mucho antes de empezar a hablar. En las
primeras fases de la actividad decodificadora del niño se debe suponer que la
estructuración de la realidad es todavía tan incierta que no puede compararse con la
estructuración operada por la experiencia del adulto. En la estructuración infantil, la
situación concreta y los sonidos, que la acompañan se confunden todavía en una
experiencia única. El movimiento inicial de la actividad propiamente lingüística se
tiene en el momento esencial en que los dos elementos, el contextual y el fónico,
se separan y se capta la relación que hay entre ambos. Este acto semántico inicial
presupone en el niño el desarrollo de una doble capacidad de orden estructural, la
capacidad de distinguir cosas de todas las percepciones presentes y la capacidad
de cortar la cadena fónica para distinguir la palabra referida a la cosa. Fenómenos
de forma ayudan a fijar las notas, características del contexto (objeto), también la

285
Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

entonación tiene una parte preponderante en la primera actividad lingüística del


niño.

En el lenguaje infantil hay una fase prelingüística, el inicio de esta fase viene con
la identificación y por el aprendizaje de unidades fónicas a las que va asociado un
determinado significado. Esto presenta dos caras: una perceptiva en la cual los
sonidos se distinguen cada vez más y otra articulatoria, en la cual se aprende
gradualmente a reproducirlos por medio de los órganos articuladores. La finalidad
de este proceso es descubrir estructuras, esquemas recurrentes, en la estructura
compleja de las señales fónicas oídas. El niño construye su primer sistema
lingüístico, donde inicialmente es un sistema pasivo, comprendido, pero no
utilizado, compuesto de secuencias fónicas. El niño puede empezar las dos
posibilidades del desarrollo que se le presentan: el paso de la parte pasiva a la
activa, y la construcción de sistemas lingüísticos más complicados. Al final del
prelenguaje empieza la actividad lingüística propiamente dicha.

Jakobson considera al desarrollo del lenguaje infantil desde el punto de vista


sincrónico, considera al sistema lingüístico infantil como un todo cerrado, en el cual
cada elemento saca su razón de ser de los otros, por los que está condicionado.
Según esta teoría la adquisición de sonidos está regida por la ley del contraste
máximo, según la cual se establece una sucesión cronológica relativa que es
siempre la misma. El aprendizaje del lenguaje, a partir de los más pequeños
elementos, se desarrolla siguiendo un proceso estructurado. Lo que Jakobson no
tiene en cuenta son las condiciones psicológicas y semánticas que tienen una
importancia decisiva en la adquisición de la lengua materna, no resuelve el
problema del paso de la ejecución a la competencia.

Todo ambiente lingüístico impone al niño diversas experiencias, unidas a la lengua


del ambiente, el niño, a su vez, reacciona aprendiendo la lengua en su ambiente. El
niño, en el aprendizaje, obedece a los modelos que el contacto con el ambiente le
proporciona. El desarrollo del comportamiento lingüístico infantil está determinado
por las leyes pancrónicas de la teoría de Jakobson y el sistema de sonidos de la
lengua materna de cada niño. Pronto aparecen las primeras palabras de verdad, en
el sentido que el niño produce ahora expresiones sonoras que se acercan a la de
los adultos. La dificultad reside en la actividad de interpretación, de decodificación
que el niño tiene que desarrollar.

Gracias al valor fonemático que los sonidos adquieren, los sonidos se convierten en
fonemas por medio de la selección operada por el niño.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

La reacción del niño ante el lenguaje adulto está dominada por dos factores: el
factor fonético que domina, puesto que al no poseer el niño un sistema fonológico
personal, sus reacciones están determinadas por las impresiones auditivas en su
estado puro. Y el factor sintagmático, domina porque el niño no se esfuerza en
reproducir los sonidos emitidos por los adultos y que el identifica, las secuencias de
sonidos que constituyen unidades aisladas por él e identificables en el lenguaje
adulto. Por un refinamiento de capacidades interiores, el niño comprende que las
distinciones esenciales en la comunicación lingüística se expresan a través de
características fonéticas, principio de pertinencia fonológica.

El niño se esfuerza en producir secuencias largas de sonidos, cuya unidad consigue


captar, estas secuencias son las palabras, que se entienden por: la fonética
(expresión, significante) y la semántica (contenido, significado).

Adquisición de los sonidos: la fase prelingüística se caracteriza por la desaparición


de muchos sonidos, que puede coincidir con un periodo de silencio casi total, la
afirmación de una fase de la melodía en la cual los significados del contexto
ambiental están vinculados con hechos de entonación, la delineación de elementos
fónicos privilegiados que son los pre fonemas.

El niño, habiendo aprendido a unir ciertos valores fonéticos con ciertos datos
semánticos, se esfuerza por reproducir tales valores fonéticos, esto presupone el
desarrollo de una cierta comprensión lingüística. El niño parece depender de la
entonación para comprender los datos verbales, da lugar a la fase de la melodía.

Junto al establecimiento de las experiencias melódicas, el niño empieza a formar


las primeras asociaciones fónico–semánticas, asociaciones de segmentos fónicos
con ciertos contextos situacionales. Se trata de una utilización de los sonidos que
coloca al niño a mitad de camino entre las puras señales fónicas y los signos
lingüísticos. Cada niño sigue su propio camino en la conquista de la lengua materna.
La hipótesis de Jakobson sugiere que, aun variando el ritmo y tiempo de
adquisición de sonidos según el niño, las grandes líneas de aprendizaje de las
categorías de sonidos son siempre las mismas.

En al aprendizaje infantil, en el aspecto perceptivo el criterio progresivo del


perfeccionamiento de la percepción que el niño tiene de los sonidos del adulto, y en
el aspecto reproductivo, el criterio según el cual el niño utiliza un número de rasgos
distintivos, pasa a un sistema fonológico simple a otro más complejo y más cercano
al del adulto. Una secuencia de fonemas supone una actividad de programación
preliminar de toda la secuencia.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

El niño desarrolla desde las primeras semanas de vida la capacidad de utilizar, con
el fin de comunicarse con el ambiente, ciertas señales fónicas, que van desde la risa
y el llanto, hasta la emisión casual de sonidos (lalación, balbuceo). Se desarrolla la
capacidad de decodificación, de comprender en su valor simbólico los sonidos
emitidos por los adultos. En la fase de transición prelingüística, confía la expresión
de sus intenciones comunicativas a los elementos melódicos del lenguaje, después
mejora su capacidad de captar e imitar las sucesiones de los enunciados de los
adultos: nos encontramos ante la primera palabra, ante la primera emisión de
fonemas, los cuales se convertirán en sistema. Este sistema se adapta al de los
adultos, se adapta tanto en el aspecto paradigmático (la estructura y realización
fonética del mismo sistema) como en el sintagmático (la sucesión lineal de los
segmentos fónicos). El llanto y la risa toman el sitio que les pertenece socialmente
junto al lenguaje articulado. En el momento de la edad escolar convencional, cada
niño controla el sistema fonológico de la lengua materna en todos sus aspectos con
la misma facilidad y precisión que los adultos, está integrado con los que hablan la
lengua como nativos.

CAPÍTULO 3: SEMÁNTICA.

Estructuración semántica: hay una necesidad de coordinación de la adquisición


de los dos sistemas, fonológico y semántico, en el lenguaje infantil. En este lenguaje
infantil va desde la emisión fónica operada por el niño y la une directamente con un
estímulo identificable en la realidad. El niño aprende a captar la asociación que en el
lenguaje adulto va acompañada de un determinado perfil de la realidad y una cierta
secuencia fónica. Tal asociación se capta con una cierta anticipación respecto al
uso activo del lenguaje, en la comprensión, en el uso pasivo. En el acto de la
comprensión los elementos a nivel fonológico (de la expresión) y los del nivel
semántico (del contenido) están unidos entre sí de manera indestructible, y esto
independientemente de cómo el niño los identifica y los utiliza para la interpretación
del mensaje. Todo lo que el niño puede hacer para pasar del lenguaje pasivo al
activo, es reproducir, con los instrumentos fónicos que tiene a su disposición, los
que ha podido desarrollar hasta el momento, una secuencia fónica adaptada a la de
los adultos, en correspondencia con estímulos análogos a los que ha conseguido
identificar en el comportamiento de los adultos.

El lenguaje infantil se indica con el término de aumento de vocabulario, el problema


se considera desde tres ángulos: desde el punto de vista semántico (como se
forman y fijan y que son verdaderamente los significados), punto de vista
cualitativo (qué significados se fijan en 1° lugar y en qué orden) y punto de vista
cuantitativo (en qué medida y cómo aumenta el vocabulario).

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

Gracias a la relación que se establece entre lenguaje y situación, el niño aprende


por vez primera a comunicarse. Bloomfield afirma que el niño, en el acto de
aprender el significado del lenguaje mediante la correlación que se forma delante de
él, entre situación y lenguaje, aprende a reconocer, además de los aspectos
lingüísticos del lenguaje, los aspectos sociales y subjetivos.

Desde el punto de vista lingüístico, el significado de la unidad verbal, la palabra,


está determinado no tanto por su correspondencia con una determinada situación
como por la relación que lo une a todas las otras palabras que se pueden referir a la
misma situación o a situaciones afines. La pertenencia al sistema, la participación
en la lengua, define no solo el significado actual, sino también las posibilidades de
los significados. El acto verbal infantil no se agota en su comunicatividad, sino que
encuentra en él, fundamento de la propia creatividad en la lengua. Todo desarrollo
ulterior del vocabulario infantil está condicionado por la estructura y condiciona la
estructura del sistema lexical infantil.

Las condiciones que rigen la salida del vocabulario infantil son dos: la
identificación más precisa y adaptada de las unidades reales en las cuales se
configura el mundo de los adultos y la adaptación formal de los mensajes verbales
a los de los adultos. Entre estas dos exigencias se desenvuelve todo el juego
dialéctico que permite la formación y el incremento gradual del vocabulario infantil.
El nacimiento de la estructura semántica en el lenguaje infantil está representado
por el proceso de adaptación de los valores semánticos que el niño capta en la
relación entre la realidad y la lengua de los adultos, y que domina gradualmente
hasta constituir un sistema semántico individual que tenga el máximo posible de
congruencia con el sistema semántico de la comunidad.

CAPÍTULO 4. MORFOSINTAXIS

En los autores clásicos, los hechos sintácticos y gramaticales están generalmente


interpretados en términos de gramática tradicional. Para poder plantear
correctamente el problema del aprendizaje gramatical, se debe afrontar antes otra
cuestión: ¿Es posible escindir en la cronología del aprendizaje el conocimiento y la
utilización de los significados lexicales del conocimiento de las valencias
morfosintácticas? La respuesta es no, es imposible usar cualquier palabra
exclusivamente en su significado lexical sin realizar contemporáneamente unas
relaciones morfológico-sintácticas.

La actividad lingüística infantil alcanza la frase cuando se produce el acercamiento


de dos palabras. En este punto aparecen en el lenguaje infantil por primera vez

289
Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

valores morfológicos y sintáctico explícitos. Estas frases tienen un carácter


PARAGRAMATICAL, el niño poniendo una palabra junto a otra genera una valencia
funcional que antes no tenían. Una frase de este tipo, corresponde en muchos
casos a un intento de imitación de un farseo ida por los adultos y no a una creación
original. .El niño realiza así un primer SISTEMA MORFOSINTÁCTICO, el cual está
en principio, muy lejos del sistema de los adultos en el aspecto formal, sin embargo
la frase es apta para la comunicación.

El hecho de que el niño sea capaz de corregir sus propios errores, da cuenta de que
el niño utiliza ciertas REGLAS DE CONSTRUCCIÓN.

Un razonamiento más profundo merece la distinción del aprendizaje gramatical en


dos estadios, en el primero de los cuales existiría solamente una selección de los
elementos lingüísticos, mientras que en el segundo se fijarían los verdaderos
procesos gramaticales.

La aparición de la primera palabra tiene lugar generalmente cerca del PRIMER


AÑO. Con esta primera palabra, se asocia también la aparición de la función
morfológica, en cuanto a que esta palabra debe entenderse como elemento
HOLOFRÁSTICO. El elemento gramatical está latente en esta fase, y empieza a
surgir en la fase sucesiva mediante el acercamiento de 2 o más secuencias fónicas.
Esto ocurre hacia los 18 meses. Al principio el niño utiliza palabras semánticamente
llenas (nombres, adjetivos, verbos) y omite las palabras vacías, es decir los
elementos propiamente gramaticales.

La competencia lexical está destinada a no llegar nunca a un punto firme y


conclusivo: siempre serán accesibles al hablante nuevas formas y nuevas
combinaciones gramaticales y sintácticas

De esta manera volvemos al problema de donde parte la discusión: ¿Cómo puede el


niño, en el acto en que aprende a hablar, superar el salto que separa el acto
lingüístico concreto, la ejecución, de la capacidad lingüística abstracta, de la
competencia? Ahora la respuesta se da por descontada: la suma de las
experiencias concretas que son inteligibles sólo gracias a su correspondencia con
un hecho de estructura tiene como resultado el surgimiento de sistemas cada vez
más complejos y más cercanos al sistema ideal que está en la base de la
lengua entendida como hecho colectivo.

TEXTO Nº 32. FREUD, S. APÉNDICE C. PALABRA Y COSA.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

La sección final del artículo de Freud sobre «Lo inconsciente» parece tener
raíces en su temprana monografía sobre las afasias (1891). Tal vez sea de interés,
entonces, reproducir aquí un pasaje de ese trabajo (correspondiente a las págs. 74-
81 de la edición alemana original) que, si bien no es en sí mismo fácil de entender,
echa luz sobre los supuestos en que se basaron algunas concepciones
posteriores de Freud. Otro interés incidental de este pasaje radica en que Freud
emplea en él, como no era habitual que lo hiciera, el lenguaje técnico de la
psicología «académica» de finales del siglo XIX.

Este fragmento continúa una serie de argumentos anatómicos y fisiológicos, de


orden tanto negativo cuanto confirmatorio, que llevaron a Freud a plantear un
esquema hipotético de funcionamiento neurológico que él denomina «el aparato del
lenguaje». Debe señalarse que hay entre la terminología que utiliza aquí y la de
«Lo inconsciente» una importante diferencia, que puede dar origen a
confusiones. Lo que aquí llama «representación-objeto» es lo que en «Lo
inconsciente» denominaría «representación-cosa», mientras que lo que allí
designaría «representación-objeto» denota una combinación de la
«representación-cosa» y la «representación-palabra», a la cual no le da ningún
nombre específico en este pasaje.

Examinemos ahora las hipótesis que nos hacen falta para explicar las
perturbaciones del lenguaje sobre la base de un aparato del lenguaje construido de
ese modo; dicho en otros términos: lo que el estudio de las perturbaciones del
lenguaje nos enseña respecto de la función de este aparato. Al hacerlo
distinguiremos en lo posible entre el lado psicológico y el anatómico de la cuestión.

Para la psicología, la unidad de la función del lenguaje es la «palabra»: una


representación compleja que se demuestra compuesta por elementos
acústicos, visuales y kinestésicos. El conocimiento de esta composición lo
debemos a la patología, que nos enseña que en caso de lesiones orgánicas en el
aparato del lenguaje sobreviene una fragmentación del habla siguiendo esta
composición. De tal modo, nuestra expectativa es que, la ausencia de uno de estos
elementos de la representación-palabra habrá de resultar la marca más esencial
que nos permitirá inferir la localización del proceso patológico. Suelen citarse cuatro
ingredientes de la representación-palabra: la «imagen sonora», la «imagen visual
de letras», la «imagen motriz del lenguaje» y la «imagen motriz de la escritura».

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

Pero esta composición se muestra más compleja cuando se entra a considerar el


probable proceso asociativo que sobreviene a raíz de cada operación lingüística:

1. Aprendemos a hablar en cuanto asociamos una «imagen sonora de


palabra» con un «sentimiento de inervación de palabra» (1). Una vez que
hemos hablado, entramos en posesión de una «representación motriz de lenguaje»
(sensaciones centrípetas de los órganos del lenguaje), de modo que la «palabra»,
desde el punto de vista motor, queda doblemente comandada para nosotros. De los
dos elementos de comando, el primero, la representación de inervación de
palabra, parece el de menor valor psicológico, y aun puede ponerse en entredicho,
en general, su intervención como factor psíquico. Además, recibimos, después de
hablar, una «imagen sonora» de la palabra pronunciada. En tanto no hayamos
desarrollado más nuestro lenguaje, esta segunda imagen sonora sólo debe estar
asociada a la primera, no precisa ser idéntica a ella (2). En este estadio (del
desarrollo del lenguaje en el niño) nos servimos de un lenguaje autocreado; nos
comportamos como afásicos motores asociando diferentes sonidos de palabra
ajenos con un sonido único producido por nosotros.

2. Aprendemos el lenguaje de los otros en cuanto nos empeñamos en hacer que


la imagen sonora producida por nosotros mismos se parezca en todo lo posible a lo
que dio ocasión a la inervación lingüística. Así aprendemos a «pos-hablar» {repetir
lo dicho por otro}. Después, en el «hablar sintáctico» , ilamos las palabras entre sí
en cuanto para la inervación de la palabra que sigue aguardamos hasta que nos
haya llegado la imagen sonora o la representación motriz del lenguaje (o
ambas) de la palabra anterior. La seguridad de nuestro hablar muestra ser de
comando múltiple y soporta bien la ausencia de uno u otro de los factores de
comando. Pero esta ausencia de la corrección ejercida por la segunda imagen
sonora y por la imagen motriz del lenguaje explica muchas peculiaridades de la
parafasia -fisiológica y patológica-.

3. Aprendemos a deletrear en cuanto enlazamos las imágenes visuales de las


letras con nuevas imágenes sonoras que no pueden menos que hacernos recordar
los sonidos de palabra ya conocidos. Enseguida repetimos {pos-hablamos} la
imagen sonora que caracteriza a la letra, de modo que esta última se nos aparece
también comandada por dos imágenes sonoras que coinciden y por dos
representaciones motrices que se corresponden la una a la otra.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

4. Aprendemos a leer en cuanto enlazamos, según ciertas reglas, la sucesión de


las representaciones de inervación de palabra y motriz de palabra que recibimos a
raíz de la pronunciación de las letras aisladas, y ello de tal suerte que se engendran
nuevas representaciones motrices de palabra. Tan pronto pronunciamos estas
últimas, descubrimos, por la imagen sonora de estas nuevas representaciones de
palabra, que las dos imágenes, la motriz de palabra y la sonora de palabra, que
hemos recibido nos son familiares desde hace tiempo e idénticas con las usadas en
el habla. Ahora asociamos con estas dos imágenes lingüísticas obtenidas por
deletreo el significado que corresponde a los sonidos de palabra primarios. Ahora
leemos entendiendo. Si primariamente no hemos hablado una lengua escrita sino
un dialecto, tenemos que superasociar las imágenes motrices de palabra y las
imágenes sonoras adquiridas por deletreo con las antiguas; así nos es preciso
aprender una lengua nueva, lo cual es facilitado por la semejanza entre dialecto y
lengua escrita.

La anterior exposición permite advertir que el aprendizaje de la lectura es un


proceso muy complejo, en el que la vía asociativa cambia repetidamente de
curso. Cabe esperar, entonces, que las perturbaciones de la lectura en la afasia se
presenten de maneras muy diversas. Lo único decisivo para indicar una lesión del
elemento visual en la lectura es la perturbación en el deletreo. La combinación de
las letras en una palabra se produce trasfiriéndose a la vía del lenguaje; por tanto,
queda suprimida en la afasia motriz. La comprensión de lo leído se obtiene sólo por
medio de las imágenes sonoras producidas por las palabras pronunciadas, o por
medio de las imágenes motrices de palabra surgidas en el proceso del habla. Se
presenta así como una función que no sólo desaparece a raíz de una lesión motriz,
sino también de una lesión acústica; además, como una función independiente de la
ejecución de la lectura. La auto observación nos muestra que existen varias clases
de lectura, de las cuales una u otra renuncia a la comprensión de lo leído. Cuando
leo pruebas de imprenta, para lo cual procedo a prestar particular atención a las
imágenes visuales de las letras y otros signos de la escritura, se me escapa el
sentido de lo leído, tanto que para un mejoramiento estilístico de las pruebas se
necesita de una relectura especial. Si leo un libro que me interesa, por ejemplo una
novela, paso por alto todos los errores de imprenta, y puede ocurrir que del nombre
de los personajes actuantes no recuerde más que una impresión confusa, y, tal vez,
que son largos o breves y contienen una letra llamativa, una «x» o una «z». Cuando
debo leer en voz alta, para lo cual tengo que prestar particular atención a las
imágenes sonoras de mis palabras y a sus intervalos, corro también el peligro de

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

cuidarme demasiado poco del sentido; y tan pronto me fatigo, leo de tal modo que
los otros todavía pueden entenderme, pero yo mismo ya no sé lo que he leído.
Todos estos son fenómenos de una atención dividida, y surgen aquí precisamente
porque la comprensión de lo leído se produce siguiendo tan amplios rodeos. La
analogía con nuestra conducta en el curso del aprendizaje de la lectura aclara que
no puede hablarse de esa comprensión cuando el proceso mismo de la lectura
tropieza con dificultades, y nos guardaremos muy bien de considerar la ausencia de
comprensión como signo de interrupción de una vía. La lectura en voz alta no puede
considerarse un proceso diverso de la lectura para sí, salvo el hecho de que
contribuye a apartar la atención de la parte sensorial del proceso de lectura.

5. Aprendemos a escribir en cuanto reproducimos las imágenes visuales de las


letras mediante imágenes de inervación de la mano, hasta dar origen a imágenes
visuales iguales o semejantes. Por lo general, las imágenes de escritura son sólo
semejantes a las imágenes de lectura y están superasociadas a ellas, pues leemos
en letras de imprenta y aprendemos a escribir en letra manuscrita.

6. Puede suponerse que también más tarde ejercitamos las funciones singulares
del lenguaje por las mismas vías asociativas que seguimos al aprenderlas.
Aquí pueden sobrevenir abreviaciones y subrogaciones, pero no siempre es fácil
indicar su naturaleza. La significación de estas disminuye, además, por la
observación de que en casos de lesión orgánica el aparato del lenguaje
probablemente se verá dañado en alguna medida como un todo y forzado a
retroceder a los modos de asociación primarios, bien establecidos y más
minuciosos. En cuanto a la lectura, es indudable que en el caso de las personas
ejercitadas se hace valer el influjo de la «imagen de palabra visual», de suerte que
palabras individuales (nombres propios) pueden leerse aun prescindiendo del
deletreo.

La palabra es, pues, una representación compleja, que consta de las imágenes
que hemos consignado; expresado de otro modo: corresponde a la palabra un
complicado proceso asociativo, en el que confluyen los elementos de origen
visual, acústico y kinestésico enumerados antes.

Ahora bien, la palabra cobra su significado por su enlace con la «representación-


objeto)», al menos si consideramos solamente los sustantivos. A su vez, la
representación-objeto es un complejo asociativo de las más diversas

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

representaciones visuales, acústicas, táctiles, kinestésicas y otras. Por la


filosofía sabemos que la representación-objeto no contiene nada más que esto, y
que la apariencia de ser una «cosa» , en favor de cuyas diversas «propiedades»
aboga cada impresión sensorial, surge sólo por el hecho de que a raíz del recuento
de las impresiones sensoriales que hemos recibido de un objeto del mundo
admitimos todavía la posibilidad de una serie mayor de nuevas impresiones dentro
de la misma cadena asociativa (J. Stuart Mill). La representación-objeto nos
aparece entonces como algo no cerrado y que difícilmente podría serlo, mientras
que la representación-palabra nos aparece como algo cerrado, aunque susceptible
de ampliación.

ESQUEMA PSICOLÓGICO DE LA REPRESENTACIÓN-PALABRA.

La representación-palabra aparece como un complejo cerrado de


representación; en cambio, la representación-objeto aparece como un complejo
abierto. La representación-palabra no se enlaza con la representación-objeto
desde todos sus componentes, sino sólo desde la imagen sonora. Entre las
asociaciones de objeto, son las visuales las que subrogan al objeto, del mismo
modo como la imagen sonora subroga a la palabra. No se indican en la figura las
conexiones de la imagen sonora de la palabra con otras asociaciones de objeto que
no sean las visuales.

He aquí la tesis que, sobre la base de la patología de los trastornos del lenguaje, no
podemos menos que formular: La representación-palabra se anuda por su
extremo sensible (por medio de las imágenes de sonido) con la representación-
objeto. Así llegamos a suponer la existencia de dos clases de trastornos
lingüísticos:

1 ) una afasia de primer orden, afasia verbal, en la que solamente están


perturbadas las asociaciones entre los elementos singulares de la representación-
palabra, y

2) una afasia de segundo orden, afasia asimbólica, en la que está perturbada la


asociación entre representación-palabra y representación-objeto.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

Uso el término «asimbolia» en otro sentido que el corriente desde FinkeInburg ,


porque la relación que media entre representación-palabra y representación-
objeto me parece más merecedora del nombre «simbólica» que la que media entre
objeto y representación-objeto. Propongo llamar «agnosia» a las perturbaciones en
el conocimiento de objetos del mundo que FinkeInburg resume bajo el término
«asimbolia». Ahora bien, sería posible que trastornos agnósticos (que sólo pueden
producirse en caso de lesiones bilaterales y extensas de la corteza) conllevan
también una perturbación del lenguaje; en efecto, todas las incitaciones para el
habla espontánea provienen del campo de las asociaciones de objeto. A estas
perturbaciones del lenguaje las llamaría yo afasias de tercer orden o afasias
agnósticas. Y, de hecho, la clínica nos ha permitido conocer algunos casos que
reclaman esta concepción.

UNIDAD 10. EL JUGAR. MODELOS CONCEPTUALES.

Texto N° 33

ERIKSON, ERIK: “INFANCIA Y SOCIEDAD”.

CAPÍTULO 6: JUGUETES Y RAZONES.

Parafraseando a Freud, hemos llamado al juego el camino real para la comprensión


de los esfuerzos que el yo infantil realiza con el fin de lograr una síntesis. Ahora
pasaremos a situaciones infantiles que ilustran la capacidad del yo para encontrar
recreación y autocuración en la actividad lúdica.

1. JUEGO, TRABAJO Y CRECIMIENTO.

El juego es una función del yo, un intento por sincronizar los procesos corporales y
sociales con el sí mismo. Creo que el énfasis debe recaer en la necesidad yoica de
dominar las diversas áreas de la vida, en especial aquellas en que el individuo
encuentra que su sí mismo, su cuerpo y su rol social están incompletos y están
rezagados. El propósito del juego consiste en alucinar un dominio yoico y, no
obstante, también practicarlo en una realidad intermedia entre la fantasía y el mundo
real; pero el juego es el amo indiscutido de sólo un estrecho margen de la
existencia. ¿Qué es juego y qué no lo es? Consultemos primero el lenguaje y luego
pasemos a los niños.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

Cuando el hombre juega debe entremezclarse con las cosas y la gente en una
forma igualmente no comprometida y ligera. Debe hacer algo que ha elegido hacer
sin estar impulsado por intereses urgentes o por una intensa pasión; debe sentirse
entretenido y libre de todo temor o esperanza de cosas serias. Está de vacaciones
con respecto a la realidad social y económica; o bien, como suele acentuarse, no
trabaja. Es esta oposición con respecto al trabajo la que confiere al juego una serie
de connotaciones, una de ellas es la "mera diversión". Así, el juego es un
fenómeno fronterizo en relación con una serie de actividades humanas y, en su
propia forma juguetona, trata de eludir toda definición.

Incluso el juego más esforzado y peligroso no constituye, por definición, un trabajo;


no implica la creación de nuevos artículos de consumo. Pero este hecho, desde el
comienzo, hace que la comparación entre el juego del adulto y el del niño pierda en
cierto modo todo sentido, pues el adulto es un ser que produce e intercambia
artículos, mientras que el niño sólo se prepara para llegar a serlo. Para el adulto que
trabaja, el juego es una recreación. Le permite un alejamiento periódico de aquellas
formas de limitación definida que constituyen su realidad social.

-Consideremos la gravedad: hacer juegos de manos, saltar o trepar, añade


dimensiones nuevas a la percepción de nuestro cuerpo. Aquí el juego proporciona
una sensación de libertad divina, de espacio en exceso.

-Consideremos el tiempo: coloca a los deportes competitivos en la frontera del


juego, parecen hacer concesiones a la presión del espacio y el tiempo, para luego
derrotar esa misma presión por una fracción de centímetros o de segundos.

-Consideremos el destino y la causalidad, que han determinado quiénes y qué


somos y dónde. En los juegos de azar reestablecemos la igualdad ante el destino,
y aseguramos una posibilidad virgen a cada jugador dispuesto a respetar unas
pocas reglas que, si se las compara con las de la realidad parecen arbitrarias y
carentes de sentido.

-Consideremos la realidad social, y nuestros compartimientos definidos en


ella. En el juego dramático podemos ser lo que en la vida nos está vedado o nos
negamos a ser.

-Consideremos nuestros impulsos corporales. El grueso del esfuerzo publicitario


explota nuestro deseo de jugar con la necesidad de hacernos creer, por ejemplo,
que respirar y comer no son necesidades placenteras, sino un juego caprichoso con
matices siempre nuevos y sensuales. Cuando la necesidad de tales matices se
vuelve compulsiva, crea un estado general de leve adicción y glotonería, que deja

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

de transmitir una sensación de abundancia y, de hecho, produce una corriente


subterránea de descontento.

En la vida amorosa describimos como juego sexual las actividades impensadas


que preceden al acto final.

Esta lista de situaciones de juego en una variedad de actividades humanas indica el


área estrecha dentro de la cual nuestro yo puede sentirse superior a las limitaciones
de espacio y tiempo y al carácter definitivo de la realidad social libre de las
compulsiones de la conciencia y de los impulsos de la irracionalidad. Sólo dentro de
esos límites, entonces, el hombre puede sentirse como una sola cosa con su yo; no
es de extrañar que se sienta "sólo humano cuando juega". Pero debe jugar en raras
ocasiones y trabajar la mayor parte del tiempo. Debe tener un rol definido en la
sociedad.

El niño que juega, entonces, plantea un problema: quien no trabaje no jugará. El


juego utiliza un excedente de energía. Toda vez que las circunstancias permiten el
juego, se "simulan" tendencias que están "insólitamente listas para actuar, para el
surgimiento de sus sentimientos correlativos".

FREUD escribió: Aproveché una oportunidad que se me ofreció para elucidar el


primer juego inventado por un niño de dieciocho meses. Ocasionalmente, este niño
de excelente comportamiento ponía de manifiesto el molesto hábito de arrojar a un
rincón de la habitación, o bien debajo de la cama todos los pequeños objetos que
caían en sus manos de modo que, volver a recogerlos constituía a menudo una
pesada tarea. Acompañaba esta actividad con una expresión de interés y
gratificación, al tiempo que emitía un largo y extendido 'O-o-o-oh", que a juicio de la
madre significaba "váyase" (fort). Se trataba de un juego, el niño utilizaba todos sus
juguetes sólo para jugar con ellos a "haberse ido". El niño tenía un carretel de
madera con un poco de hilo enrollado. Lo arrojaba con considerable habilidad,
reteniendo siempre el hilo en la mano, por sobre el costado de su camita, de modo
que el carretel desaparecía dentro de aquel; luego emitía su significativo "O-o-o-oh"
y, tirando del hilo, volvía a sacar el carretel del catrecito, saludando su reaparición
con un alegre "Da" (allí). Este era el juego completo, desaparición y retorno, siendo
el primer acto tan sólo el que por lo común presenciaban los observadores, y el que
el niño repetía incansablemente como un juego en sí mismo, aunque
indudablemente el mayor placer se vinculaba con el segundo acto.

Para comprender lo que Freud vio en este juego, debemos señalar que en esa
época se interesaba por el extraño fenómeno de la "compulsión a la repetición", esto
es, la necesidad de repetir experiencias penosas a través de palabras o actos.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

Conocemos individuos traumatizados, que, en lugar de recuperarse mientras


duermen, despiertan repetidamente debido a sueños en los que vuelven a
experimentar el trauma original, o que no es inocentemente accidental que algunas
personas cometan los mismos errores una y otra vez. En todos estos casos, afirmó
Freud, el individuo prepara inconscientemente variaciones sobre un tema original
que no ha aprendido a superar o tolerar: trata de dominar una situación que en su
forma original fue excesiva para él enfrentándola repetidamente y por su propia
voluntad.

Entonces, le llamó la atención el juego solitario descrito y comprendió que la


frecuencia del tema principal (algo o alguien que desaparece y regresa)
correspondía a la intensidad a la experiencia de vida reflejada, a saber, el hecho de
que la madre partiera por la mañana y regresara a la noche.

Utilizando su dominio sobre los objetos, el niño puede organizarlos de taI modo que
aquellos le permitan imaginar que también es el amo de su situación vital. En su
juego, sin embargo, el niño tiene a la madre sujeta por un hilo. Se asegura de que
regrese cuando él lo desea. Ha convertido la pasividad en actividad; juega a hacer
algo que en realidad le hicieron a él.

El juego sólo, tal como lo describe Freud, puede haberse convertido en el comienzo
de una creciente tendencia en el niño a sobrellevar las experiencias de la vida en un
rincón solitario y a rectificarlas en la fantasía y sólo allí.

¿Pero acaso el juego infantil siempre "significa" algo personal y siniestro? Los
niños, si han sufrido algún trauma, eligen para sus dramatizaciones el material
lúdico que su cultura pone a su disposición y que pueden manejar de acuerdo con
su edad. Lo que tiene un significado común para todos los niños de una comunidad
(es decir, la idea de hacer que un carretel y un poco de hilar representen una cosa
viva sujeta a una correa) puede encerrar un significado especial para algunos niños
(esto es, para todos aquellos que han aprendido a manipular un carretel y un trozo
de hilo y por lo tanto pueden estar en condiciones de entrar a una nueva esfera de
participación y simbolización comunal). No obstante, todo esto puede tener,
además, un significado único para los niños individuales que han perdido a una
persona o un animal y que, en consecuencia, confieren al juego una significación
particular. Lo que estos niños tienen "atado de un hilo" no es tan sólo un animal,
sino la personificación de un animal particular, significativo y perdido, o bien de una
persona.

Para comprender el significado único se necesita una cuidadosa observación, no


sólo del contenido y la forma del juego, sino también de las palabras que lo

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

acompañan y los afectos visibles, sobre todo aquellos que describiremos como
"desorganización del juego".

Examinemos la actividad de construir y destruir una torre. Luego de construir


una enorme torre, no puede aceptar su consejo de dejarla para que papito la vea, y
en cambio debe patearla y destruirla. El placer casi maníaco con que los niños
observan el derrumbe en un segundo del producto de una larga labor ha
desconcertado a muchos, en particular puesto que el niño no parece satisfecho si la
torre se cae en forma accidental o gracias a la ayuda de un tío. Es él mismo, el
constructor, quien debe destruirla. Además del dominio activo sobre un hecho
previamente pasivo, lo hace sentir más fuerte saber que hay algo más débil, y las
torres, al revés que las hermanas menores, no pueden llorar y llamar a mamita.
Pero, puesto que lo que se pretende demostrar en esa forma es el dominio, todavía
precario, del niño sobre el espacio, resulta comprensible que el hecho de observar
cómo alguien derriba la torre construida puede hacer que el niño se identifique con
la torre y no con el destructor toda diversión desaparece.

El juego del niño comienza y se centra en su propio cuerpo. Esto es lo que


entendemos por juego autocósmico. Empieza antes de que lo observemos como
juego, y consiste al principio en la exploración por repetición de percepciones
sensuales, sensaciones kinestésicas, vocalizaciones etc. Luego, el niño juega con
personas y objetos accesibles. Puede fingir que llora para ver cuál es la longitud de
onda que resulta más eficaz para provocar la aparición de la madre, o bien puede
dedicarse a realizar excursiones experimentales en el cuerpo de aquélla y en las
saliencias y orificios de su rostro.

La microesfera, es decir, el pequeño mundo de juguetes susceptibles de manipular,


es un puerto que el niño establece, para volver a él cuando su yo necesita
reparaciones. A menudo la microesfera lo induce por seducción a una expresión
desprevenida de temas y actitudes peligrosas, que despiertan ansiedad y conducen
a una súbita desorganización del juego. Esta es la contraparte, en la vida de vigilia,
del sueño lleno de ansiedad; puede impedir que el niño intente jugar, tal como el
temor al terror nocturno le impide dormirse. Si resulta así atemorizado, o
desilusionado en la microesfera, el niño puede hacer una regresión a la autoesfera,
el ensueño diurno, la succión del pulgar y la masturbación. Por otro lado, si el primer
contacto con el mundo de las cosas es exitoso y está adecuadamente guiado, el
placer de dominar los juguetes se asocia con el dominio de los traumas que se
proyectaron en ellos, y con el prestigio obtenido a través de ese dominio.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

A la edad de la nursery-school, el juego llega a la macroesfera, el mundo compartido


con los otros. Al principio esos otros son tratados como cosas, inspeccionados. El
aprendizaje es necesario para descubrir qué contenido lúdico potencial puede
admitirse sólo en la fantasía o en el juego autocósmico, qué contenido puede
representarse exitosamente sólo en el mundo microcósmico de los juguetes y las
cosas y qué contenido puede compartirse con los otros, e imponerse a los otros.

Cuando se aprende todo esto, cada esfera adquiere su propio sentido de realidad y
dominio. Un niño introduce en el juego solitario preparado para él todos los aspectos
de su yo que han resultado más dañados.

¿Qué es, entonces, el juego infantil? No constituye el equivalente del juego adulto.
El adulto que juega pasa a otra realidad; el niño que juega avanza hacia nuevas
etapas de dominio. Propongo la teoría de que el juego del niño es la forma infantil
de la capacidad humana para manejar la experiencia mediante la creación de
situaciones modelo y para dominar la realidad mediante el experimento y el
planeamiento.

2. JUEGO Y CURACIÓN.

El acting out a través del juego es la medida autocurativa más natural que ofrece la
infancia.

Los adultos que han sufrido traumas tienden a resolver su tensión hablando del
asunto. Se ven obligados a describir repetidamente el hecho doloroso: ello parece
"hacerlos sentir mejor". El método encuentra sus limitaciones cuando esta situación
"clínica" pierde la actitud objetiva en la que es posible reflejar la vida, y se convierte
a su vez en un apasionado conflicto de dependencia y hostilidad. En términos
psicoanalíticos, la limitación está determinada por la tendencia, particularmente
fuerte en los neuróticos, a transferir los conflictos básicos de su marco infantil
original a toda situación nueva, incluyendo la terapéutica. Esto es lo que Freud quiso
decir al afirmar que el tratamiento mismo se convierte al principio en una "neurosis
de transferencia". Todos los neuróticos están divididos en su deseo de curarse y
de que, necesariamente, transfieren sus dependencias y hostilidades al tratamiento
y a la persona del terapeuta.

Este fenómeno de la transferencia en el niño que juega, así como en el adulto que
verbaliza, señala el punto en que las medidas simples fracasan. El fracaso está
caracterizado por lo que cabe describir como una desorganización del juego, es
decir, la incapacidad repentina y completa, o difusa y de lenta expansión, para jugar.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

La antítesis de la desorganización del juego es la saciedad en el juego, del que un


niño emerge refrescado como alguien que se despierta después de haber tenido
sueños que "terminan bien". La desorganización y la saciedad son muy marcadas
y muy claras sólo en casos raros. Las más de las veces son difusas y es necesario
establecerlas mediante un estudio detallado.

La terapia y el diagnóstico a través del juego deben hacer un uso sistemático de la


tendencia autocurativa en el juego espontáneo. Pueden ayudar al niño a ayudarse a
sí mismo, y pueden ayudarnos para aconsejar a los padres.

Cuando los niños son más grandes, la conversación prolongada reemplaza el juego.
Aquí, sin embargo, mi propósito consiste en demostrar que unas pocas horas de
juego pueden servir para informarnos sobre cuestiones que el niño nunca podría
verbalizar.

3. LOS COMIENZOS DE LA IDENTIDAD.

A. JUEGO Y MEDIO AMBIENTE.

La identidad naciente establece un puente entre las etapas de la infancia en que


el sí mismo corporal y las imágenes de los padres adquieren sus
connotaciones culturales, y hace lo mismo con la etapa de la temprana juventud
en que una variedad de roles sociales se vuelve accesible y, de hecho, cada vez
más imperativa.

Un niño que acaba de descubrir que es capaz de caminar, parece impulsado a


repetir el acto por el puro placer del funcionamiento, y por la necesidad de dominar y
perfeccionar una función recién iniciada.

La internalización de una versión particular de "alguien que puede caminar"


constituye uno de los múltiples casos en el desarrollo del niño que (a través de la
experiencia coincidente del dominio físico y el significado cultural, del placer
funcional y el prestigio social) contribuyen permanentemente a una autoestimación
más realista. Dicha autoestimación llega a convertirse en la convicción de que uno
está aprendiendo pasos eficaces hacia un futuro tangible y se está transformando
en un individuo definido dentro de una realidad social. El niño en crecimiento debe
derivar, a cada paso, una sensación vitalizadora de realidad a medida que percibe
que su manera individual de dominar la experiencia (su síntesis yoica) constituye
una variante exitosa de una identidad grupal y está en concordancia con su espacio-
tiempo y su plan de vida.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

La identidad de su yo adquiere verdadera fortaleza sólo a partir del


reconocimiento sincero y permanente de los logros reales, esto es, los que tienen
significado en esa cultura.

El cuerpo y el medio ambiente, la infancia y la cultura, pueden estar llenos de


peligros, pero todos constituyen un sólo mundo. Ese mundo puede ser pequeño,
pero es culturalmente coherente. La tendencia expansiva de la civilización, por el
otro lado, su estratificación y especialización, impide que los niños incluyan en sus
síntesis yoicas más que algunos sectores de la sociedad que es pertinente a su
existencia. La historia misma se ha convertido en un medio ambiente temporal al
que es necesario adaptarse.

El estudio de las neurosis contemporáneas, sin embargo, señala la significación de


esta brecha entre la educación infantil y la realidad social. Comprobamos que las
neurosis contienen intentos inconscientes y fútiles por adaptarse al presente
heterogéneo con los conceptos mágicos de un pasado más homogéneo, fragmentos
del cual se siguen transmitiendo a través de la educación infantil.

No es de extrañar, entonces, que algunos de nuestros niños perturbados desborden


constantemente su juego e inicien una actividad destructiva en la que nos parece
que "interfieren"' en nuestro mundo; mientras que el análisis revela que sólo desean
demostrar su derecho a encontrar en él una identidad. Se niegan a convertirse
en una especialidad denominada ―niño‖, que debe jugar a ser grande porque no se
le proporciona una oportunidad para ser un pequeño participante en un mundo
grande.

B. EL HIJO DE UN PILOTO DE BOMBARDERO.

Un niño tiene muchísimas oportunidades para identificarse, en forma más o


menos experimental, con hábitos, rasgos, ocupaciones e ideas de personas reales o
ficticias de ambos sexos. Ciertas crisis lo obligan a hacer selecciones radicales. Su
utilidad depende de la forma en que satisfacen simultáneamente los requisitos de
una etapa de maduración del organismo y los hábitos de síntesis del yo.

Para mi pequeño vecino, el rol de piloto de un bombardero debe haber sugerido una
posible síntesis de los diversos elementos incluidos en una identidad naciente: su
temperamento (vigoroso); su etapa de maduración (fálico-uretral-locomotora); su
etapa social (edípica) y su situación social; sus capacidades (musculares,
mecánicas); el temperamento de su padre (un gran soldado antes que un triunfador
en la vida civil); y un prototipo histórico contemporáneo (héroe agresivo). Cuando
esta síntesis tiene éxito, una muy sorprendente coagulación de reacciones

303
Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

constitucionales, temperamentales y aprendidas puede producir una exuberancia


del crecimiento y logros inesperados. Cuando fracasa, lleva a un severo conflicto, a
menudo expresado como sorpresiva mala conducta o delincuencia. Pues si un niño
llegara a sentir que el medio ambiente trata de despojarlo en forma demasiado
radical de todas las formas de expresión que le permiten desarrollar e integrar el
próximo paso en su identidad, se defenderá con la sorprendente fuerza que
despliegan los animales cuando se ven súbitamente obligados a defender su vida.
Y, de hecho, en la jungla social de la existencia humana no es posible sentirse vivo
sin un sentimiento de identidad yoica. La privación de la identidad puede llevar al
crimen.

El pequeño vecino ilustra un problema general. La identidad psicosocial se


desarrolla a partir de una integración gradual de todas las identificaciones. Bajo
circunstancias favorables los niños tienen el núcleo de una identidad separada
desde comienzos de la vida; a menudo deben defenderlo incluso contra la
necesidad de sobre-identificarse con uno de sus padres o con ambos.

C. IDENTIDAD NEGRA.

¿Qué ocurre si el "medio ambiente" está decidido a dejar vivir sólo al precio de una
pérdida permanente de la identidad?

La inevitable identificación del negro con la raza dominante, y la necesidad de esta


última de proteger su propia identidad contra las mismas tentaciones sensuales y
orales que emanaban de la raza a la que tenía por inferior (y de la que provenían
sus amas de cría), estableció en ambos grupos una asociación: pálido-limpio-
inteligente-blanco, y oscuro-sucio-tonto-negro. El resultado, sobre todo en los
negros que abandonaron el paupérrimo refugio de sus hogares sureños, fue a
menudo un aprendizaje violentamente súbito y cruel en higiene.

Ningún individuo puede escapar a esta oposición de imágenes, que impregna a


hombres y mujeres, a las mayorías y las minorías, y a todas las clases de una
unidad nacional o cultural dada. El psicoanálisis muestra que la identidad mala
inconsciente (constituida por todo lo que provoca una identificación negativa, esto
es, el deseo de no parecerse a ella), está compuesta por imágenes del cuerpo
violado (castrado), el ex grupo étnico y la minoría explotada. El yo, en el curso
de sus esfuerzos tendientes a la síntesis, intenta resumir los prototipos malo e ideal
más poderosos y con ellos todas las imágenes existentes sobre superior e inferior,
bueno y malo, masculino y femenino, libre y esclavo, potente e impotente, hermoso
y feo, rápido y lento, alto y bajo, en una simple alternativa, a fin de librar una sola

304
Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

batalla y utilizar una sola estrategia a partir de un número desconcertante de


escaramuzas.

Lo que podría denominarse el espacio-tiempo yoico del individuo preserva la


topología social de su medio ambiente infantil, así como la imagen de su propio
cuerpo, con sus connotaciones sociales. Para estudiarlos resulta necesario
correlacionar la historia de la infancia de un paciente con la historia de la residencia
sedentaria de su familia en áreas prototípicas (este), en áreas "atrasadas" (sur), o
en áreas "progresistas" (regiones del oeste y del norte), a medida que dichas áreas
se fueron incorporando a la versión norteamericana de la identidad cultural
anglosajona.

Una identidad yoica perdurable no puede, comenzar a existir sin la confianza de la


primera etapa oral; no puede completarse sin una promesa de realización que,
desde la imagen dominante de la adultez se extiende hasta los comienzos del niño y
que, a través de la prueba tangible de la salud social, crea a cada paso de la
infancia y de la adolescencia un creciente sentimiento de fortaleza yoica.

Texto Nº 34

FREUD: “EL CREADOR LITERARIO Y EL FANTASEO”.

A nosotros, los legos, siempre nos intrigó poderosamente averiguar de dónde esa
maravillosa personalidad, el poeta, toma sus materiales y cómo logra conmovernos
con ellos, provocar en nosotros unas excitaciones de las que quizá ni siquiera nos
creíamos capaces.

¿No deberíamos buscar ya en el niño las primeras huellas del quehacer poético? La
ocupación preferida y más intensa del niño es el juego. Acaso tendríamos derecho a
decir: todo niño que juega se comporta como un poeta, pues se crea un mundo
propio o, mejor dicho, inserta las cosas de su mundo en un nuevo orden que le
agrada. Toma muy en serio su juego, emplea en él grandes montos de afecto. Lo
opuesto al juego es la realidad efectiva. Tiende a apuntalar sus objetos y situaciones
imaginados en cosas palpables y visibles del mundo real. Sólo ese apuntalamiento
es el que diferencia aún su «jugar» del «fantasear».

Ahora bien, el poeta hace lo mismo que el niño que juega: crea un mundo de
fantasía al que toma muy en serio, vale decir, lo dota de grandes montos de afecto,
al tiempo que lo separa tajantemente de la realidad efectiva.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

Cuando el niño ha crecido y dejado de jugar, tras décadas de empeño anímico por
tomar las realidades de la vida con la debida seriedad, puede caer un día en una
predisposición anímica que vuelva a cancelar la oposición entre juego y realidad

El adulto deja de jugar; aparentemente renuncia a la ganancia de placer que extraía


del juego. Pero quien conozca la vida anímica del hombre sabe que no hay cosa
más difícil para él que la renuncia a un placer que conoció. No podemos renunciar a
nada; sólo permutamos una cosa por otra; lo que parece ser una renuncia es en
realidad una formación de sustituto o subrogado. Así, el adulto, cuando cesa de
jugar, sólo resigna el apuntalamiento en objetos reales; en vez de jugar, ahora
fantasea. Crea lo que se llama sueños diurnos.

El fantasear de los hombres es menos fácil de observar que el jugar de los niños. El
niño juega solo o forma con otros niños un sistema psíquico cerrado a los fines del
juego. El adulto se avergüenza de sus fantasías y se esconde de los otros, las cría
como a sus intimidades más personales, por lo común preferiría confesar sus faltas
a comunicar sus fantasías. Esta diversa conducta del que juega y el que fantasea
halla su buen fundamento en los motivos de esas dos actividades, una de las cuales
es empero continuación de la otra.

El jugar del niño está dirigido por un solo deseo: ser grande y adulto. Juega siempre
a «ser grande», imita en el juego lo que le ha devenido familiar de la vida de los
mayores. No hay razón alguna para esconder ese deseo. Diverso es el caso del
adulto; su fantasear lo avergüenza por infantil y por no permitido.

Hay un género de hombres a quienes no por cierto un dios, sino una severa diosa
—la necesidad—, ha impartido la orden de decir sus penas y alegrías. Son los
neuróticos, que se ven forzados a confesar al médico, de quien esperan su curación
por tratamiento psíquico, también sus fantasías; nuestros enfermos no nos
comunican sino lo que también podríamos averiguar en las personas sanas.

Es lícito decir que el dichoso nunca fantasea; sólo lo hace el insatisfecho. Deseos
insatisfechos son las fuerzas pulsionales de las fantasías, y cada fantasía singular
es un cumplimiento de deseo, una rectificación de la insatisfactoria realidad. Los
deseos pulsionantes difieren según sexo, carácter y circunstancias de la vida de la
personalidad que fantasea; pero con facilidad se dejan agrupar siguiendo dos
orientaciones rectoras. Son deseos ambiciosos, que sirven a la exaltación de la
personalidad o son deseos eróticos.

Una fantasía oscila en cierto modo entre tres tiempos, tres momentos temporales de
nuestro representar. El trabajo anímico se anuda a una impresión actual, a una

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

ocasión del presente que fue capaz de despertar los grandes deseos de la persona;
desde ahí se remonta al recuerdo de una vivencia anterior, infantil las más de las
veces, en que aquel deseo se cumplía, y entonces crea una situación referida al
futuro, que se figura como el cumplimiento de ese deseo.

No puedo omitir el nexo de las fantasías con el sueño. Tampoco nuestros sueños
nocturnos son otra cosa que unas tales fantasías. Por la noche se ponen en
movimiento en nuestro interior también unos deseos de los que tenemos que
avergonzarnos y debemos ocultar, y que por eso mismo fueron reprimidos,
empujados a lo inconsciente.

Hasta aquí las fantasías. Pasemos ahora al poeta. ¿Estamos realmente autorizados
a comparar al poeta con el «soñante a pleno día», y a sus creaciones con unos
sueños diurnos? Se nos impone una primera diferencia; prescindamos de los poetas
que recogen materiales ya listos, como los épicos y trágicos antiguos, y
consideremos a los que parecen crearlos libremente. En estos últimos, los menos
pretenciosos narradores de novelas, novelas breves y cuentos, que en cambio son
quienes encuentran lectores y lectoras más numerosos y ávidos. Un rasgo no puede
menos que resultarnos llamativo en las creaciones de estos narradores; todos ellos
tienen un héroe situado en el centro del interés y para quien el poeta procura por
todos los medios ganar nuestra simpatía. En esa marca reveladora que es la
invulnerabilidad se discierne sin trabajo a su Majestad el Yo, el héroe de todos los
sueños diurnos, así como de todas las novelas. Muchísimas creaciones poéticas se
mantienen distanciadas del arquetipo del sueño diurno ingenuo, pero aun las
desviaciones más extremas pueden ligarse con ese modelo por medio de una serie
de transiciones continuas.

El soñante diurno pone el mayor cuidado en ocultar sus fantasías de los demás
porque registra motivos para avergonzarse de ellas. Ahora agrego que, aunque nos
las comunicara, no podría depararnos placer alguno mediante esa revelación. Tales
fantasías, si nos enteramos de ellas, nos escandalizarían, o al menos nos dejarían
fríos. En cambio, si el poeta juega sus juegos ante nosotros como su público, o nos
refiere lo que nos inclinamos a declarar sus personales sueños diurnos, sentimos un
elevado placer, que probablemente tenga tributarios de varias fuentes. Cómo lo
consigue, he ahí su más genuino secreto; en la técnica para superar aquel
escándalo, que sin duda tiene que ver con las barreras que se levantan entre cada
yo singular y los otros, reside la auténtica poética. El poeta atempera el carácter del
sueño diurno egoísta mediante variaciones y encubrimientos, y nos soborna por
medio de una ganancia de placer puramente formal, es decir, estética, que él nos
brinda en la figuración de sus fantasías. A esa ganancia de placer que se nos ofrece

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

para posibilitar con ella el desprendimiento de un placer mayor, proveniente de


fuentes psíquicas situadas a mayor profundidad, la llamamos prima de incentivación
o placer previo.

Texto N° 35

PIAGET E INHELDER: “PSICOLOGÍA DEL NIÑO”.

CAP. 3 “LA FUNCIÓN SEMIÓTICA O SIMBÓLICA”.

Al término del período sensorio-motor, hacia un año y medio o dos años, aparece
una función fundamental para la evolución de las conductas ulteriores, y que
consiste en poder representar algo (un "significado") por medio de un
"significante" diferenciado y que sólo sirve para esa representación: lenguaje,
imagen mental, gesto simbólico, etc. Se denomina, en general, "simbólica" esa
función generadora de la representación; pero como los lingüistas distinguen
cuidadosamente los "símbolos" y los "signos", es mejor emplear con ellos la
expresión de "función semiótica" para designar los funcionamientos referentes al
conjunto de los significantes diferenciados.

I. LA FUNCIÓN SEMIÓTICA Y LA IMITACIÓN.

Los mecanismos sensorio-motores ignoran la representación y antes del transcurso


del segundo año no se observa una conducta que implique la evocación de un
objeto ausente. Cuando se constituye, hacia los nueve o doce meses, el esquema
del objeto permanente, existe la búsqueda del objeto desaparecido, pero acaba de
ser percibido, y corresponde, pues, a una acción ya en curso, y un conjunto de
indicios actuales permite encontrarlo.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

Si no hay aún en esto representación, existe por lo menos constitución y


utilización de significaciones, ya que toda asimilación sensorio-motora
(comprendida la perceptiva) consiste en conferir significaciones. Pero si hay ahí
significación de conjunto, es decir, dualidad entre "significados" y "significantes",
estos son siempre perceptivos, indiferenciados en sus significados, lo que excluye
hablar, a ese nivel, de función semiótica. Un significante es un "indicio" que
constituye un aspecto (la blancura para la leche), una parte (el sector visible para un
objeto semioculto), un antecedente temporal (la puerta que se abre para la llegada
de la madre), un resultado causal (una mancha), etc.

APARICIÓN DE LA FUNCIÓN SEMIÓTICA:

En el curso del segundo año aparece un conjunto de conductas que implican la


evocación representativa de un objeto o acontecimiento ausente y que supone
la construcción o el empleo de significantes diferenciados, ya que deben poder
referirse a elementos no actualmente perceptibles tanto como a los que están
presentes. Pueden distinguirse cinco de esas conductas y vamos a enumerar en
orden de complejidad creciente:

1. La imitación diferida: se inicia en ausencia del modelo. En una conducta de


imitación sensorio-motora, el niño comienza por imitar en presencia del modelo,
después de lo cual puede continuar en ausencia de ese modelo, sin que ello
implique ninguna representación en pensamiento. Por el contrario, en el caso de
una niña de dieciséis meses, que ve a un amiguito enfadarse, gritar y patalear
(espectáculos nuevos para ella) y que, pero sólo una o dos horas después de su
marcha, imita la escena riéndose, esta imitación diferida constituye un comienzo
de representación, y el gesto imitador, un inicio de significante diferenciado.

2. Juego simbólico: o juego de ficción, desconocido en el nivel sensorio-motor. La


misma niña ha inventado su primer juego simbólico, aparentando dormir, sentada y
sonriendo ampliamente, pero cerrando los ojos, con la cabeza inclinada y el pulgar
en la boca, lo que habitualmente suele hacer cuando se duerme; hace también
dormir a su oso de peluche. En todos estos casos la representación es neta y el
significante diferenciado es, de nuevo, un gesto imitador, pero acompañado de
objetos que se han hecho simbólicos.

3. El dibujo o imagen gráfica es, en sus comienzos, un intermediario entre el juego


y la imagen mental, aunque no aparece apenas antes de los dos o de los dos años y
medio.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

4. La imagen mental, aparece como una imitación interiorizada. No se encuentra


huella alguna en el nivel sensorio-motor.

5. El lenguaje naciente permite la evocación verbal de acontecimientos no actuales.


Cuando la mencionada niña dice "miau", sin ver ya al gato, existe representación
verbal, además de imitación. La representación se apoya exclusivamente (o
acompañándose de una imagen mental) en el significante diferenciado
constituido por los signos de la lengua en vías de aprendizaje.

PAPEL DE LA IMITACIÓN.

En las primeras manifestaciones de la función semiótica, el problema es


comprender el mecanismo de su formación. Las cuatro primeras de dichas formas
de conducta se basan en la imitación, y el lenguaje mismo no es inventado por el
niño, se adquiere en un contexto necesario de imitación. La imitación, pues,
constituye a la vez la prefiguración sensorio-motora de la representación y, en
consecuencia, el término de paso entre el nivel sensorio-motor y el de las conductas
propiamente representativas.

En el curso del período sensorio-motor, la imitación constituye una especie de


representación en actos materiales, todavía no en pensamiento.

Al término del período sensorio-motor, el niño ha adquirido una capacidad suficiente,


en dominio de la imitación así generalizada, para que se haga posible la imitación
diferida: realmente, la representación en acto se libera entonces de las exigencias
sensorio-motoras de copia perceptiva directa para alcanzar un nivel intermedio en el
que el acto, desprendido así de su contexto, se hace significante diferenciado
y, consecuentemente, en parte ya representación en pensamiento. Con el juego
simbólico y el dibujo, ese paso de la representación en acto a la representación-
pensamiento se ve reforzado. Con la imagen mental, seguidamente, la imitación no
es ya sólo diferida, sino interiorizada. La adquisición del lenguaje cubre
finalmente el conjunto del proceso, asegurando un contacto con los demás,
mucho más potente que la simple imitación y que permite a la representación
naciente aumentar sus poderes apoyándose en la comunicación.

LA FUNCIÓN SEMIÓTICA ENGENDRA DOS CLASES DE INSTRUMENTOS:

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

1. los símbolos, que son "motivados", es decir, que presentan, aunque


significantes diferenciados, alguna semejanza con sus significados; pueden ser
construidos por el individuo solo, y los primeros símbolos del juego del niño son
buenos ejemplos de esas creaciones individuales, que no excluyen, naturalmente,
los simbolismos colectivos ulteriores: la imitación diferida, el juego simbólico y la
imagen gráfica o mental dependen entonces directamente de la imitación, como
paso de la pre-representación en acto a la representación interior o pensamiento.

2. Y los signos, que son arbitrarios o convencionales; por el contrario, como


convencional, ha de ser necesariamente colectivo: el niño lo recibe por el canal de la
imitación, pero esta vez como adquisición de modelos exteriores.

II. EL JUEGO SIMBÓLICO.

El juego simbólico señala, indudablemente, el apogeo del juego infantil.

Resulta indispensable al equilibrio afectivo e intelectual del niño, que pueda


disponer de un sector de actividad cuya motivación no sea la adaptación a lo real,
sino, por el contrario, la asimilación de lo real al yo, sin coacciones ni
sanciones: tal es el juego, que transforma lo real, por asimilación más o menos
pura, a las necesidades del yo, mientras que la imitación es acomodación más o
menos pura a los modelos exteriores, y la inteligencia es equilibrio entre la
asimilación y la acomodación.

El instrumento esencial de adaptación es el lenguaje, que le es transmitido en


formas ya hechas, obligadas y de naturaleza colectiva, es decir, impropias para
expresar las necesidades o las experiencias vividas por el yo. Es indispensable para
el niño que pueda disponer igualmente de un medio propio de expresión, o sea, de
un sistema de significantes construidos por él y adaptables a sus deseos: tal es el
sistema de los símbolos propios del juego simbólico, tomados de la imitación a título
de instrumentos; pero de una imitación no perseguida por ella misma, sino
simplemente utilizada como medio evocador al servicio de la asimilación lúdica: tal
es el juego simbólico, que no es sólo asimilación de lo real al yo, como el
juego en general, sino asimilación asegurada (lo que la refuerza) por un
lenguaje simbólico construido por el yo y modificable a la medida de las
necesidades.

La función de asimilación al yo que cumple el juego simbólico se manifiesta bajo las


formas particulares más diversas, en la mayor parte de los casos afectivas, sobre
todo, pero a veces al servicio de intereses cognoscitivos.
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El simbolismo lúdico puede llegar a cumplir la función de lo que sería para un adulto
el lenguaje interior; pero, en lugar de repensar simplemente en un acontecimiento
interesante o impresionante, el niño tiene necesidad de un simbolismo más directo,
que le permita volver a vivir ese acontecimiento, en vez de contentarse con una
evocación mental (ejemplo de la niña que vio un pato muerto en la cocina de su
casa y más tarde jugó a representar esa escena).

El juego simbólico se refiere frecuentemente también a conflictos inconscientes:


intereses sexuales, defensa contra la angustia, fobias, agresividad o identificación
con agresores, repliegues por temor al riesgo o a la competición, etc. El simbolismo
del juego se une en esos casos al del sueño, hasta el punto de que los métodos
específicos de psicoanálisis infantil utilizan frecuentemente materiales de juego.

Los límites, tan vagos, entre la conciencia y lo inconsciente, que dan testimonio del
juego simbólico del niño, hacen pensar más bien que el simbolismo del sueño es
análogo al del juego, porque el durmiente pierde, a la vez, la utilización razonada
del lenguaje, el sentido de lo real y los instrumentos deductivos o lógicos de su
inteligencia; se halla entonces, sin querer, en la situación de asimilación simbólica
que el niño busca por ella misma.

III. EL DIBUJO.

El dibujo es una forma de la función semiótica que se inscribe a mitad de camino


entre el juego simbólico y la imagen mental con la que comparte el esfuerzo de
imitación de lo real.

El dibujo del niño, hasta los ocho o los nueve años, es esencialmente realista de
intención, pero el sujeto comienza por dibujar lo que sabe de un personaje o de un
objeto mucho antes de expresar gráficamente lo que ve en él.

El realismo del dibujo pasa, pues, por diferentes fases:

• "Realismo fortuito": los garabatos.

• "Realismo frustrado" o fase de incapacidad sintética: los elementos de la


copia están yuxtapuestos, en lugar de coordinados en un todo.

El monigote, que es uno de los modelos más dominante en el principio, pasa por el
estadio de los ―monigotes-renacuajos‖, en que sólo se figura una cabeza provista de
apéndices filiformes, que son las piernas y/o brazos, pero sin tronco.

• Viene luego el período esencial del "realismo intelectual", en el que el


dibujo ha superado las dificultades primitivas, pero proporciona esencialmente los

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

atributos conceptuales sin preocupaciones de perspectiva visual. Así, un rostro visto


de perfil tendrá un segundo ojo, porque un hombre tiene dos ojos.

• Hacia los ocho o nueve años, a ese realismo intelectual sucede un "realismo
visual", que muestra dos novedades. Por una parte, el dibujo no representa sino lo
que es visible desde un punto de vista perspectivo particular. Por otra parte, el
dibujo tiene en cuenta la disposición de los objetos según un plan de conjunto (ejes
y coordenadas) y sus proporciones métricas.

IV. LAS IMÁGENES MENTALES.

La imagen es como un prolongamiento de la percepción, y como un elemento


del pensamiento, porque éste no consistía sino en asociar sensaciones e
imágenes. En cuanto a las imágenes mentales, existen, por lo menos, dos buenas
razones para dudar de su filiación directa a partir de la percepción. Desde el punto
de vista neurológico, la evocación interior de un movimiento desata las mismas
ondas eléctricas, corticales (EEG) o musculares (EMG) que la ejecución material del
movimiento, lo que equivale a decir que su evocación supone un esbozo de ese
movimiento. Desde el punto de vista genético, si la imagen se prolonga, sin más,
la percepción, debería intervenir desde el nacimiento, siendo así que no se observa
ninguna manifestación de ello durante el período sensorio-motor, y parece iniciarse
únicamente con la aparición de la función semiótica.

1. LOS PROBLEMAS DE LA IMAGEN.

Parece, así, que las imágenes mentales sean de aparición relativamente tardía y
que resulten de una imitación interiorizada. Esa imitación trata de proporcionar una
copia activa de los cuadros perceptivos con eventuales esbozos de referencias
sensoriales.

El problema que suscita la imagen en psicología del niño consiste entonces en


seguir, en el curso del desarrollo, las relaciones entre el simbolismo imaginado y los
mecanismos preoperatorios u operatorios del pensamiento.

2. DOS TIPOS DE IMÁGENES.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

El análisis que hemos realizado parece indicar una diferencia bastante clara entre
las imágenes de nivel preoperatorio (hasta los siete u ocho años, pero con
numerosos residuos más tardíos) y las de los niveles operatorios, que parecen
entonces fuertemente influidos por las operaciones.

Es necesario, ante todo, distinguir dos grandes categorías de imágenes mentales:

- las imágenes reproductoras, que se limitan a evocar espectáculos ya


conocidos y percibidos anteriormente, y

- las imágenes anticipadoras, que imaginan movimientos o transformaciones, así


como sus resultados, pero sin haber asistido anteriormente a su realización.

Al nivel preoperatorio, las imágenes mentales del niño son casi exclusivamente
estáticas, con dificultad sistemática para reproducir movimientos o
transformaciones, así como sus resultados en sí, sólo al nivel de las operaciones
concretas (después de los siete-ocho años), los niños consiguen esas
reproducciones de movimientos anticipadoras de categorías correspondientes.

3. LAS IMÁGENES-COPIAS.

En las imágenes-copias, el modelo queda ante los ojos del sujeto o acaba de
ser percibido, sin que haya evocación diferida a días o a semanas de
distancia, como en las pruebas relativas a traslaciones o rotaciones de modelos.

4. IMÁGENES CINÉTICAS Y DE TRANSFORMACIÓN.

Pasemos a las imágenes propiamente mentales. Recordemos la gran dificultad


experimental de alcanzarlas, ya que son interiores. Sólo se dispone, por tanto, de
medios indirectos, pero cuyos aportes ofrecen, sin embargo, algunas garantías:
dibujo del niño, elección por este entre los dibujos dispuestos de antemano,
indicaciones gestuales y complementarias verbales.

La más sencilla de las imágenes reproductoras cinéticas nos parece estar


constituida por la de un cuadrado puesto por encima de otro. Las imágenes
cinéticas y de transformación sólo son posibles después de los siete u ocho años, y

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ello gracias a anticipaciones o reanticipaciones que se apoyan, sin duda, ellas


mismas, en la comprensión operatoria.

5. IMÁGENES Y OPERACIONES.

Vayamos, pues, al análisis directo de las relaciones entre la representación


imaginada y la operación; y nos bastarán dos ejemplos porque todos convergen.
La técnica consiste en presentar pruebas habituales de conservación operatoria;
pero, en lugar de preguntar al sujeto acerca de las transformaciones que acaba de
comprobar materialmente, se le pide que anticipe lo que va a pasar, imaginando las
fases y los resultados de las transformaciones. Puede concluirse que las imágenes
mentales sólo constituyen un sistema de símbolos que traducen, más o menos
exactamente, pero en general con retraso, el nivel de comprensión preoperatoria y
luego operatoria de los sujetos. La imagen no basta, pues, en modo alguno, para
engendrar las estructuraciones operatorias: a lo sumo, puede servir, cuando es
suficientemente adecuada, para precisar el conocimiento de los estados que la
operación ha de enlazar luego por un juego de transformaciones reversibles. Pero la
imagen en sí misma sigue estática y discontinua. Cuando, después de los siete-
ocho años, la imagen se hace anticipadora y, en consecuencia, mejor para servir de
soporte a las operaciones, ese progreso no resulta de una modificación interna y
autónoma de las imágenes, sino de la intervención de aportaciones exteriores
debidas a la formación de las operaciones.

V. LA MEMORIA Y LA ESTRUCTURA DE LOS RECUERDOS-IMAGENES.

El problema principal del desarrollo de la memoria es el de su organización


progresiva. Hay dos tipos de memoria:

1. el de reconocimiento, que sólo actúa en presencia del objeto ya encontrado


y que consiste en reconocerlo. La memoria de reconocimiento es muy precoz. En el
lactante, las raíces se han de buscar en los esquemas de asimilación sensorio-
motora elemental: reconocer el pezón, durante la tetada.

2. La memoria de evocación, que consiste en evocar el objeto en su ausencia,


por medio de un recuerdo-imagen. En cuanto a la memoria de evocación, que no
aparece antes de la imagen mental, el lenguaje, etc., plantea un problema esencial:
el de su independencia o su dependencia con relación al esquematismo general de
las acciones y de las operaciones.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

Dicho esto, el problema de la memoria es, ante todo, un problema de


delimitación. No toda la conservación del pasado es memoria, ya que un esquema
se conserva por su funcionamiento, incluso independiente de toda "memoria", o, si
se prefiere, la memoria de un esquema es ese esquema en sí mismo. Puede, pues,
suponerse que lo que se llama comúnmente memoria, una vez desembarazada de
los residuos de la psicología de las facultades, no es otra cosa que el aspecto
figurativo de los sistemas de esquemas en su totalidad, a partir de los
esquemas sensoriomotores elementales (en los que el aspecto figurativo es el
reconocimiento perceptivo) hasta los esquemas superiores, cuyo aspecto figurativo
de orden mnésico será el recuerdo-imagen.

VI. EL LENGUAJE.

En el niño normal, el lenguaje aparece aproximadamente al mismo tiempo que


las otras formas del pensamiento semiótico.

1. EVOLUCIÓN.

Este comienza, tras una fase de balbuceo espontáneo (común a los niños de
todas las culturas, de los seis a los diez-once meses) y una fase de diferenciación
de fonemas por imitación (desde los once a los doce meses), por un estadio
situado al término del período sensorio-motor.

Desde el fin del segundo año se señalan frases de dos palabras; luego, pequeñas
frases completas sin conjugaciones ni declinaciones, y después una adquisición
progresiva de estructuras gramaticales. En la hipótesis de N. Chomsky ha
demostrado que la adquisición de las reglas sintácticas no se reducía a una
imitación pasiva, sino que entrañaba no sólo una parte considerable de asimilación
generalizadora, sino también ciertas construcciones originales. Esas
reducciones de las frases adultas a modelos originales infantiles obedecían a ciertas
exigencias funcionales, tales como la conservación de un mínimo de información
necesaria y la tendencia a mejorar ese mínimo.

2. LENGUAJE Y PENSAMIENTO.

El gran problema genético que suscita el desarrollo de ese lenguaje es el de sus


relaciones con el pensamiento y con las operaciones lógicas en particular. En

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realidad, se trata de dos problemas distintos, ya que, si cada cual admite que el
lenguaje decupla los poderes del pensamiento en extensión y en rapidez, la
cuestión de la naturaleza lingüística o no lingüística de las estructuras lógico-
matemáticas es mucho más controvertida.

Esos progresos de pensamiento representativo con relación al sistema de los


esquemas sensorio-motores se deben, en realidad, a la función semiótica en su
conjunto: es ella la que desliga el pensamiento de la acción y la que crea, pues, en
cierto modo, la representación. En ese proceso formador el lenguaje desempeña un
papel particularmente importante, ya que, contrariamente a los otros instrumentos
semióticos (imágenes, etc.) que son construidos por el individuo a medida de las
necesidades, el lenguaje está ya elaborado socialmente por completo y contiene de
antemano, para uso de los individuos que lo aprenden antes de contribuir a
enriquecerlo, un conjunto de instrumentos cognoscitivos (relaciones, clasificaciones,
etc.) al servicio del pensamiento.

3. LENGUAJE Y LÓGICA.

La lógica de los propios lógicos no es otra cosa que una sintaxis y una semántica
generalizadas.

4. LENGUAJE Y OPERACIONES.

La comparación de los progresos del lenguaje con los de las operaciones


intelectuales supone la doble competencia de un lingüista y de un psicólogo. El
lenguaje no constituye la fuente de la lógica, sino que está, al contrario,
estructurado por ella. En otras palabras: las raíces de la lógica hay que buscarlas
en la coordinación general de las acciones (comprendidas las conductas verbales) a
partir de ese nivel sensorio-motor cuyos esquemas parecen ser de importancia
fundamental desde los inicios; y ese esquematismo continúa luego desarrollándose
y estructurando el pensamiento, incluso verbal, en función del progreso de las
acciones, hasta la constitución de las operaciones lógico-matemáticas, finalización
auténtica de la lógica de las coordinaciones de acciones, cuando éstas se hallan en
estado de interiorizarse y de agruparse en estructuras de conjunto.

5. CONCLUSIÓN.

317
Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

Pese a la sorprendente diversidad de sus manifestaciones, la función semiótica


presenta una unidad notable. Se trate de imitaciones diferidas, de juego simbólico,
de dibujo, de imágenes mentales y de recuerdos-imágenes o de lenguaje, consiste
siempre en permitir la evocación representativa de objetos o de
acontecimientos no percibidos actualmente. Pero, de modo recíproco, si hace
así posible el pensamiento, proporcionándole un campo de aplicación ilimitado por
oposición a las fronteras restringidas de la acción senso-motora y de la percepción,
sólo progresa bajo la dirección y merced a las aportaciones de ese pensamiento o
inteligencia representativos. Ni la imitación, ni el juego, ni el dibujo, ni la imagen, ni
el lenguaje, ni siquiera la memoria, no se desarrollan ni se organizan sin la ayuda
constante de la estructuración propia de la inteligencia. Ha llegado, pues, el
momento de examinar la evolución de esta a partir del nivel de la representación,
constituida gracias a esta función semiótica.

Texto N° 36

WINNICOTT: “REALIDAD Y JUEGO”.

CAPÍTULO 3: EL JUEGO: EXPOSICIÓN TEÓRICA.

En este capítulo trato de explorar una idea que me ha impuesto mi trabajo. Esta,
que es en gran parte el psicoanálisis, también incluye la psicoterapia.

La psicoterapia se da en la superposición de dos zonas de juego: la del paciente y


la del terapeuta. Está relacionada con dos personas que juegan juntas. El corolario
de ello es que cuando el juego no es posible, la labor del terapeuta se orienta a
llevar al paciente, de un estado en que no puede jugar, a uno en que le es posible
hacerlo.

EL JUEGO Y LA MASTURBACIÓN.

En los escritos y estudios psicoanalíticos el tema del juego ha sido vinculado en


forma muy estrecha con la masturbación y con las distintas experiencias
sensoriales. Es cierto que cuando encaramos la masturbación siempre pensamos:
¿Cuál es la fantasía? Y cuando presenciamos un juego tenemos tendencia a
preguntarnos cuál es la excitación física relacionada con el tipo de juego que vemos.
Pero el juego debe ser estudiado como un tema por sí mismo, complementario del
concepto de sublimación del instinto.

318
Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

Cuando un niño juega, falta en esencia el elemento masturbatorio, o para decirlo


con otras palabras: que si la excitación física o el compromiso instintivo resultan
evidentes cuando un chico juega, el juego se detiene, o por lo menos queda
arruinado.

Yo trato de llegar a una nueva formulación del juego. En la bibliografía psicoanalítica


falta una exposición útil sobre el tema. Para encontrar una buena explicación del
juego tuvimos que recurrir a quienes escribieron al respecto y no son analistas.

Melanie Klein se ocupaba del juego al referirse casi siempre al uso de este. El
terapeuta busca la comunicación del niño y sabe que por lo general no posee un
dominio tal del lenguaje que le permita transmitir las infinitas sutilezas que pueden
hallar en el juego quienes las busquen. Es apenas un comentario sobre la
posibilidad de que en la teoría total de la personalidad del psicoanalista haya estado
muy ocupado utilizando el contenido del juego como para observar al niño que
juega, y para escribir sobre el juego como una cosa en sí misma. Resulta evidente
que establezco una diferencia significativa entre el sustantivo ―juego‖ y el verbo
sustantivado "el jugar".

Todo lo que diga sobre el jugar de los niños también rige para los adultos, sólo
que el asunto se hace de más difícil descripción cuando el material del paciente
aparece principalmente en términos de comunicación verbal. El jugar se manifiesta,
por ejemplo, en la elección de palabras, en las inflexiones de la voz, y por cierto que
en el sentido del humor.

FENÓMENOS TRANSICIONALES.

Para mí el significado del jugar adquirió un nuevo color desde que seguí el tema
de los fenómenos transicionales y busqué sus huellas en todos sus sutiles
desarrollos, desde la primera utilización del objeto o la técnica transicionales hasta
las últimas etapas de la capacidad de un ser humano para la experiencia cultural.

Los que yo llamo fenómenos transicionales son universales, y se trataba


sencillamente de llamar la atención hacia ellos y hacia el potencial que encerraban
en lo referente a la construcción de la teoría.

El jugar tiene un lugar y un tiempo. No se encuentra adentro según acepción


alguna de esta palabra. Tampoco está afuera, es decir, no forma parte del mundo
repudiado, el no-yo, lo que el individuo ha decidido reconocer como verdaderamente
exterior, fuera del alcance del dominio mágico. Para dominar lo que está afuera es

319
Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

preciso hacer cosas, no sólo pensar o desear, y hacer cosas lleva tiempo. Jugar es
hacer.

El JUGAR EN EL TIEMPO Y EN EL ESPACIO.

Para asignar un lugar al juego postulé la existencia de un espacio potencial entre el


bebé y la madre. Varía en gran medida según las experiencias vitales de aquel en
relación con esta o con la figura materna, y yo lo enfrento:

a. al mundo interior (que se relaciona con la asociación psicosomática) y

b. a la realidad exterior (que tiene sus propias realidades, se puede estudiar


en forma objetiva y por mucho que parezca variar según el estado del individuo que
la observa, en rigor se mantiene constante).

Deseo desviar la atención de la secuencia psicoanálisis, psicoterapia, material del


juego, acción de jugar, y darla vuelta. En otras palabras, lo universal es el juego, y
corresponde a la salud: facilita el crecimiento y por lo tanto esta última; conduce a
relaciones de grupo; puede ser una forma de comunicación en psicoterapia y, por
último, el psicoanálisis se riña convertido en una forma muy especializada de juego
al servicio de la comunicación consigo mismo y con los demás.

Lo natural es el juego, y el fenómeno altamente refinado del siglo XX es el


psicoanálisis. Al psicoanalista tiene que resultar valioso que se le recuerde a cada
instante, no sólo lo que se le debe a Freud, sino también lo que le debemos al
juego.

TEORÍA DEL JUEGO.

Es posible describir una secuencia de relaciones vinculadas con el proceso de


desarrollo y buscar dónde empieza el jugar.

A. El niño y el objeto se encuentran fusionados. La visión que el primero


tiene del objeto es subjetiva, y la madre se orienta a hacer real lo que el niño está
dispuesto a encontrar.

B. El objeto es repudiado, reaceptado y percibido en forma objetiva. Este


complejo proceso depende en gran medida de que exista una madre o figura
materna dispuesta a participar y a devolver lo que se ofrece.

320
Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

Ello significa que la madre se encuentra en un "ir y venir" que oscila entre ser lo que
el niño tiene la capacidad de encontrar y (alternativamente) ser ella misma, a la
espera que la encuentren.

Si puede representar ese papel, entonces el niño vive cierta experiencia de control
mágico, es decir, la experiencia de lo que se denomina "omnipotencia" en la
descripción de los procesos intrapsíquicos.

La confianza en la madre constituye entonces un campo de juegos intermedio, en el


que se origina la idea de lo mágico, pues el niño experimenta en cierta medida la
omnipotencia. Yo lo denomino campo de juego porque el juego empieza en él. Es
un espacio potencial que existe entre la madre y el hijo, o que los une.

El juego es muy estimulante. Lo que siempre importa es lo precario de la acción


recíproca entre la realidad psíquica personal y la experiencia del dominio de objetos
reales.

C. La siguiente etapa consiste en encontrarse solo en presencia de


alguien. El niño juega entonces sobre la base del supuesto de que la persona a
quien ama y que por lo tanto es digna de confianza se encuentra cerca, y que sigue
estándolo cuando se la recuerda, después de haberla olvidado. Se siente que dicha
persona refleja lo que ocurre en el juego.

D. La etapa que sigue, consiste en permitir una superposición de dos zonas


de juego y disfrutar de ella. Tarde o temprano introduce su propio modo de jugar,
y descubre que los bebés varían según su capacidad para aceptar o rechazar la
introducción de ideas que les pertenecen. Así queda allanado el camino para un
jugar juntos en una relación.

PSICOTERAPIA.

Ahí, en esa zona de superposición entre el juego del niño y el de la otra persona,
existe la posibilidad de introducir enriquecimientos. El maestro apunta a ese
enriquecimiento. El terapeuta, en cambio, se ocupa en especial de los procesos de
crecimiento del niño y de la eliminación de los obstáculos evidentes para el
desarrollo. La teoría psicoanalítica ha permitido una comprensión de esos bloqueos.

Es bueno recordar siempre que el juego es por sí mismo una terapia. Conseguir
que los chicos jueguen es ya una psicoterapia de aplicación inmediata y universal, e
incluye el establecimiento de una actitud social positiva respecto del juego. Es

321
Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

preciso considerar los juegos y su organización como parte de un intento de


precaverse contra los aspectos aterradores del jugar.

El rasgo esencial de mi comunicación es el siguiente: el juego es una experiencia


siempre creadora, y es una experiencia en el continuo espacio-tiempo, una forma
básica de vida.

Su precariedad se debe a que siempre se desarrolla en el límite teórico entre lo


subjetivo y lo que se percibe de manera objetiva.

Sólo quiero recordar que el juego de los niños lo contiene todo, aunque el
psicoterapeuta trabaje con el material, con el contenido de aquel.

Cuando hay juego mutuo, la interpretación, realizada según principios


psicoanalíticos aceptados, puede llevar adelante la labor terapéutica. Ese juego
tiene que ser espontáneo, no de acatamiento o aquiescencia, si se desea avanzar
en la psicoterapia.

RESUMEN

a. Para entender la idea del juego resulta útil pensar en la preocupación que
caracteriza el jugar de un niño pequeño. Lo que interesa es el estado de casi
alejamiento, afín a la concentración de los niños mayores y los adultos. El niño que
juega habita en una región que no es posible abandonar con facilidad y en la que no
se admiten intrusiones.

b. Esa zona de juego no es una realidad psíquica interna. Se encuentra fuera


del individuo, pero no es el mundo exterior.

c. En ella el niño reúne objetos o fenómenos de la realidad exterior y los


usa al servicio de una muestra derivada de la realidad interna o personal. Sin
necesidad de alucinaciones, emite una muestra de capacidad para soñar y vive con
ella en un marco elegido de fragmentos de la realidad exterior.

d. Al jugar, manipula fenómenos exteriores al servicio de los sueños, e inviste a


algunos de ellos de significación y sentimientos oníricos.

e. Hay un desarrollo que va de los fenómenos transicionales al juego, de este al


juego compartido, y de él a las experiencias culturales.

322
Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

f. El juego implica confianza, y pertenece al espacio potencial existente


entre (lo que era al principio) el bebé y la figura materna, con el primero en un
estado de dependencia casi absoluta y dando por sentada la función de adaptación
de la figura materna.

g. El juego compromete al cuerpo:

1. debido a la manipulación de objetos;

2. porque ciertos tipos de interés se vinculan con aspectos de la excitación corporal.

h. La excitación corporal en las zonas erógenas amenaza a cada rato el


juego, y por lo tanto el sentimiento del niño, de que existe corno persona.

i. En esencia el juego es satisfactorio. Existe determinada medida de


ansiedad que resulta insoportable y que destruye el juego.

j. El elemento placentero del juego contiene la inferencia de que el


despertar de los instintos no es excesivo; el que va más allá de cierto punto lleva
a:

1. La culminación;

2. una culminación frustrada y un sentimiento de confusión mental e


incomodidad física;

3. una culminación alternativa (como en la provocación de la reacción de los


padres ó de la sociedad, de su ira, etcétera).

k. El juego es intrínsecamente excitante y precario. Esta característica


deriva de la precariedad de la acción recíproca, en la mente del niño, entre lo que es
subjetivo (casi alucinación) y lo que se percibe de manera objetiva (realidad
verdadera o compartida).

CAPÍTULO 4:

EL JUEGO: ACTIVIDAD CREADORA Y BÚSQUEDA DE LA PERSONA.

323
Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

Un rasgo importante del juego, es que en él, y quizá sólo en él, el niño o el
adulto están en libertad de ser creadores. Esta consideración surge en mi
pensamiento como un desarrollo del concepto de los fenómenos transicionales, y
tiene en cuenta la parte difícil de la teoría del objeto transicional, a saber, el hecho
de que contiene una paradoja que se debe aceptar, tolerar y no resolver.

Se relaciona con la ubicación del juego. La parte esencial de este concepto es la


que afirma que la realidad psíquica interna tiene una especie de ubicación en la
mente, en el vientre, en la cabeza, o en cualquier otro lugar, dentro de los límites de
la personalidad del individuo, y que lo denominado realidad exterior se encuentra
fuera de esos límites, en tanto que al juego y a la experiencia cultural se le puede
asignar una ubicación si se emplea el concepto de espacio potencial entre la
madre y el bebé. La tercera zona de espacio potencial entre una y otro tiene sumo
valor según las experiencias del niño o el adulto en cuestión. La descripción del
desarrollo emocional del individuo no puede hacerse toda en términos de este, sino
que, en ciertas zonas, y esta es una de ellas, quizá la principal, la conducta del
ambiente es parte del desarrollo personal del individuo.

Me parece válido el principio general de que la psicoterapia se realiza en la


superposición de las dos zonas de juego, la del paciente y la del terapeuta. Si este
último no sabe jugar, no está capacitado para la tarea. Si el que no sabe jugar es el
paciente, hay que hacer algo para que pueda lograrlo, después de lo cual comienza
la psicoterapia. El motivo de que el juego sea tan esencial consiste en que en él, el
paciente se muestra creador.

LA BÚSQUEDA DE LA PERSONA.

En este capítulo me ocupo de la búsqueda de la persona y de la reformulación del


hecho de que son necesarias algunas condiciones para lograr éxito en esa
búsqueda. Se vinculan con lo que en general se denomina creatividad. En el
juego, y sólo en él, pueden el niño o el adulto crear y usar toda la personalidad, y el
individuo descubre su persona sólo cuando se muestra creador.

Únicamente en el juego es posible la comunicación, exceptuada la directa, que


pertenece a la psicopatología o a una extrema inmadurez.

En el trabajo clínico es frecuente la experiencia de encontrarse con individuos que


necesitan ayuda y buscan su persona, y que tratan de encontrarse en los productos
de sus experiencias creadoras. Pero para ayudar a tales pacientes debemos
conocer la creatividad misma. Hace falta un estudio de la creatividad como
324
Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

característica de la vida y del vivir en su totalidad. Sugiero que la búsqueda de la


persona en términos de lo que se puede hacer con productos de desecho está
condenada a ser interminable y, en esencia, infructuosa.

En la búsqueda de su persona el individuo de que se trata puede haber producido


algo valioso en términos artísticos, pero cabe que un artista de éxito esté rodeado
por la aclamación universal y sin embargo no haya encontrado la persona que
busca. Si el artista busca su persona, es muy probable que ya exista algún fracaso
de él en el terreno del vivir creador en general. La creación terminada nunca cura
la falta subyacente de sentimiento de la persona.

Antes de seguir desarrollando esta idea debo exponer un segundo tema, vinculado
con el primero pero que exige su tratamiento por separado. Se refiere al hecho de
que el individuo a quien tratamos de ayudar podría abrigar la esperanza de sentirse
curado cuando le explicarnos, y decir: "Entiendo; soy yo mismo cuando me
siento creador y cuanto efectúo un ademán creador, y ahora la búsqueda ha
terminado”. En este tipo de trabajo sabemos que aún la explicación correcta resulta
ineficiente. La persona a quien pretendemos ayudar necesita una nueva experiencia
en un marco especializado. Dicha experiencia corresponde a un estado no
intencional, a tildar, por decirlo así, los elementos de la personalidad no integrada.
Esto lo llamé "lo informe" en la descripción de casos.

En términos de libre asociación, ello significa que al paciente en el sofá o al niño


entre los juguetes, en el suelo, se les debe permitir que comuniquen una sucesión
de ideas, pensamientos, impulsos, sensaciones, que no tienen relación entre sí,
salvo en forma neurológica o fisiológica, y que quizá no es posible detectarlos. Es
decir, que el analista podrá reconocer y señalar la vinculación entre los distintos
componentes del material de libre asociación cuando existe una intención, o
ansiedad, o falta de confianza basada en la necesidad de defensa.

La insensatez organizada es ya una defensa, así como el caos organizado es


una negación del caos.

Para desarrollar lo que quiero decir necesitaré la siguiente secuencia:

a) relajamiento en condiciones de confianza basada en la experiencia;

b) actividad creadora, física y mental, manifestada en el juego;

c) suma de estas experiencias para formar la base de un sentimiento de la persona.

325
Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

La suma o repercusión depende de que exista cierta proporción de reflejo hacia el


individuo, por parte del terapeuta digno de confianza que ha recibido la
comunicación (indirecta).

UNIDAD 11. EL DIBUJO. EL DIBUJO COMO EXPRESIÓN DE LA


CONSTITUCIÓN PSÍQUICA.

Texto N° 37

LOWENFELD Y BRITTAIN: “DESARROLLO DE LA CAPACIDAD CREADORA”.

CAPÍTULO 5.

LOS COMIENZOS DE LA AUTOEXPRESIÓN.

LA ETAPA DEL GARABATEO: DE 2 A 4 AÑOS.

La importancia de la primera infancia.

Los primeros años son los más cruciales en el desarrollo del niño. Durante este
período, el niño comienza a establecer pautas de aprendizaje, actitudes y cierto
sentido de sí mismo.

El arte puede contribuir enormemente a este desarrollo, pues el aprendizaje tiene


lugar en la interacción del niño y el ambiente. Aunque, por lo general, consideramos
que el arte comienza para el niño cuando hace la primera raya en un papel, en
realidad empieza mucho antes, cuando los sentidos tienen su primer contacto con el
medio y el niño reacciona ante estas experiencias sensoriales. Cualquier forma de
percibir y de reaccionar frente al medio es una base para la producción de las
formas artísticas.

Su primer registro permanente por lo general toma la forma de un garabato


alrededor de los 18 meses de edad. El primer trazo es muy importante para su
desarrollo, pues es el comienzo de la expresión que no solamente lo va a conducir
al dibujo y la pinta, sino también a la palabra escrita. La forma en que estos
primeros trazos sean recibidos puede influir mucho en su desarrollo progresivo.

El desarrollo del garabateo.

326
Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

Los garabatos tienden a seguir un orden predecible. Comienzan como trazos


desordenados en un papel y gradualmente evolucionan hasta convertirse en dibujos
con un cierto contenido reconocible para los adultos. Los garabatos se dividen en 3
categorías principales:

1. GARABATEO DESORDENADO: Los primeros trazos generalmente no tienen


sentido, y el niño parece no darse cuenta de que podría hacer de ellos lo que
quisiera. Los niños utilizan distintos métodos para sostener el lápiz y la barrita de
pastel. No se usan los dedos ni la muñeca para controlar el elemento que dibuja. En
la edad del garabateo, los niños no han desarrollado un control muscular preciso. El
niño garabatea empleando sus ―grandes movimientos‖, aunque para un adulto
resulten movimientos en pequeña escala.

Los garabatos no son intentos de reproducir el medio visual circundante. Los


garabatos mismos tienen, en gran medida, como base, el desarrollo físico y
psicológico del niño, y no una intención de representar algo. el tamaño de los
movimientos que se observan en el papel guarda relación con el tamaño del niño,
estos garabatos tienen como base el desarrollo físico y psicológico del niño. El niño
se siente fascinado por esa actividad y goza de sus garabatos, como movimiento y
como registro de una actividad kinestésica.

Mientras un niño está en la etapa del garabateo desordenado, trazar un dibujo de


algo ―real‖ es inconcebible. Es ridículo tratar de que un niño pequeño copie una
figura. La imposición de tales cosas está mucho más allá de la capacidad de un
pequeño de este nivel, y puede ser muy perjudicial para su futuro desarrollo. Ahora
bien, es importante interesarse por lo que el niño está haciendo, pues él debe sentir
que este camino de comunicación es bien mirado o aceptado por los adultos.

Puesto que el niño no tiene a esta edad control visual sobre sus garabatos, los
padres deben considerar esto como una indicación de que el niño no está aún en
condiciones de realizar tareas que requieran control motor preciso de sus
movimientos.

Para un niño de dos años, la actividad del garabateo ha comenzado a ser un medio
real de expresión, uno de los primeros, después del llanto. Todos los niños empieza
con el garabateo; parece que es una parte natural del desarrollo total de los niños,
que refleja su evolución psicológica y fisiológica.

2. GARABATEO CONTROLADO: En algún el niño descubrirá que hay una


vinculación entre sus movimientos y los trazos que ejecuta sobre el papel. Esto
puede suceder unos seis meses, aproximadamente, después de que ha comenzado

327
Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

a garabatear. Es un paso muy importante, pues el niño ha descubierto el control


visual sobre los trazos que ejecuta.

El disfrutar de este nuevo descubrimiento estimula al niño y lo induce a variar sus


movimientos.

Todavía ensaya una variedad de métodos para sostener el lápiz o la barra de pastel,
y alrededor de los tres años ya se aproxima a la forma de tomar el lápiz que tiene el
adulto. Los garabatos ahora son más elaborados y en algunas ocasiones el niño
descubre ciertas relaciones entre lo que ha dibujado y algo del ambiente.

El control sobre el garabateo también se refleja en el dominio que el niño adquiere


sobre otras partes del ambiente. La velocidad del desarrollo físico es muy rápida
entre el año y los tres años de edad. Se inicia la verdadera integración visual motriz,
a pesar de que esta integración no se completa hasta llegar a las primeras etapas
de la adolescencia. El control que ejerce sobre sus habilidades motrices es una
conquista muy importante. Su goce proviene esencialmente de la sensación
kinestésica y de su dominio.

El papel del adulto es más importante, el niño acudirá a él con sus garabatos,
deseoso por hacerlo partícipe de su entusiasmo, esta participación en una
experiencia es lo importante.

3. EL GARABATO CON NOMBRE: Esta etapa es de mucha trascendencia en el


desarrollo del niño. En este momento el niño comienza a dar nombre a sus
garabatos. Puede ser que diga: ―esta es mamá‖, aunque en el dibujo no se pueda
reconocer a la madre. Esta actitud de dar nombre a los garabatos es muy
significativa, pues es el indicio de que el pensamiento del niño ha cambiado. Ahora
ha empezado a conectar los movimientos que ejecuta con el mundo que lo rodea.
Ha cambiado del pensamiento kinestésico al pensamiento imaginativo. Esta etapa
tiene lugar alrededor de los tres años y medio. Es en este punto que el niño
desarrolla una base para la retención visual.

Antes, el niño podía ver una relación entre lo que había dibujado y algún objeto,
ahora dibuja con una intención.

La cantidad de tiempo que un niño le dedica ahora al dibujo aumentará y los


garabatos serán mucho más diferenciados. El dibujo es ahora una constancia de
cómo siente el niño acerca de ciertas cosas de su ambiente, y la manera como
dibuja convierte al garabato en un importante medio de comunicación.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

Lo importante es que los garabatos o líneas que los adultos pueden considerar sin
sentido alguno, tienen en cambio un significado para el niño que los está dibujando.

El significado del color.

La experiencia del garabateo es principalmente una actividad motriz. Al principio la


satisfacción deriva de la experiencia de movimientos kinestésicos, después lo hace
del control visual de esas líneas y finalmente de la relación entre estas líneas y el
mundo exterior. El color desempeña un papel decididamente secundario en la etapa
del garabateo.

Sólo cuando el niño entra en la etapa de dar nombre a sus garabatos, desea
realmente emplear diferentes colores para distintos significados.

El color, como parte del proceso de garabateo en la pintura, es principalmente


exploratorio.

El medio y el proceso de de-desarrollo.

Los niños criados en una atmósfera sin estímulos atractivos y con carencias
afectivas parecen quedar fuera del desarrollo normal en todas las fases de su
crecimiento. La interacción del niño y su ambiente es el elemento más importante
para el aprendizaje. Un medio pasivo, neutro, estéril, no es el ideal para el desarrollo
de un niño.

Es importante para el desarrollo emocional del niño que se lo estimule para que
elabore y descubra las posibilidades del garabateo.

El garabateo como un reflejo del desarrollo.

El proceso de desarrollo es continuo pero no uniforme; encontramos grandes


diferencias individuales.

El desarrollo intelectual y el desarrollo del lenguaje están íntimamente relacionados.


Hay claros indicios de que el segundo está lejos de haberse completado a la edad
de cinco años. En las primeras etapas del desarrollo, la actividad motriz juega un
papel más importante que el lenguaje en el descubrimiento de la realidad. Para

329
Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

representar esa realidad, el niño desarrolla la habilidad para hacer que algo (un
símbolo, una palabra, un objeto) represente lo que no está a la vista.

Los primeros garabatos registran una actividad kinestésica y en ellos, las líneas
aparecen hechas al azar o repetidas para dominar un trazo particular. Lo conceptos
del niño más allá del yo no se han desarrollado por entero y no tiene una completa
integración visomotriz.

En gran medida, las diferencias de nivel de los garabatos reflejan las


transformaciones fisiológicas y psicológicas del niño. Como promedio se puede
decir que el niño comienza a garabatear a los dos años y continúa hasta los 4 años
aproximadamente. Si existen notables discrepancias, es que el niño está por encima
o por debajo del promedio para su edad.

El concepto global de inteligencia que se usa en nuestra sociedad, se basa


esencialmente en la relación entre la actuación de un niño y la de todos los demás
niños de su misma edad. Puesto que el garabateo es un reflejo del desarrollo total
de un niño, tendremos en él un indicio del progreso intelectual de la criatura,
particularmente en un momento en que los tests comunes de inteligencia no pueden
aplicarse.

Motivación artística.

Generalmente, en las primeras etapas del garabateo no es necesario ninguna


motivación, salvo la de proveer al niño de los materiales apropiados y animarlo para
que siga adelante con su actividad.

Nunca debe interferirse con el trabajo del niño que garabatea. Cuando un niño ha
empezado a asignar nombres a sus garabatos tenemos, ya lo dijimos antes, una
clave definida para interpretar su pensamiento. Esta nueva dirección, la relación
entre sus garabatos y el ambiente, debe recibir estímulo.

Dado que el garabateo es el comienzo de la expresión creadora, es especialmente


importante en esa época darle independencia y hacerlo responsable a través de su
trabajo.

Cualquier material artístico usado por los niños debe ajustarse a las necesidades de
estos. Deben estimular la expresión espontánea sin que su uso suponga
dificultades técnicas.

330
Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

RESUMEN DE LAS CARACTERÍSTICAS DE DESARROLLO EN LA ETAPA DE


GARABATEO.

Para comprender al niño es muy importante considerar el garabateo como parte de


las pautas totales del desarrollo. Durante esta etapa, el niño refleja en su trabajo
creador su desarrollo intelectual y emocional. Se dedicará a sus dibujos y será
flexible como para cambiar sus movimientos cuando nuevas experiencias exijan esa
variación. El niño disfrutará con su desarrollo kinestésico a través de sus garabatos
e irá gradualmente logrando el control visual sobre esos trazos.

El niño pequeño explorará libremente su ambiente a través de toda una variedad de


sensaciones y algunas de esas experiencias aparecerán en sus dibujos cuando
comience a asignarles nombre. Este período de la vida es importante para el
desarrollo de actitudes respecto del propio yo y para el convencimiento de que el
mundo es un lugar interesante. Los padres ayudan al niño a desarrollar estas
actitudes; es de suma importancia proveer el estímulo y la motivación necesarios
para que se desarrolle una toma de conciencia del medio ambiente y proporcionar la
aprobación que se requiere para llegar al acto creador.

CAPÍTULO 6.

LOS PRIMEROS INTENTOS DE REPRESENTACIÓN. LA ETAPA


PREESQUEMÁTICA: DE 4 A 7 AÑOS.

LA IMPORTANCIA DE LA ETAPA PREESQUEMÁTICA.

Ha comenzado un método diferente de dibujo: la creación consciente de la forma.


Esta etapa surge directamente de los últimos períodos del garabateo. Aunque los
dibujos en sí no parezcan muy diferentes de los anteriores para la observación de
los adultos, para el niño esta es una etapa muy importante. Ahora él crea
conscientemente ciertas formas que tienen alguna relación con el mundo que lo
rodea. Esta creación consciente es el comienzo de la comunicación gráfica. Los
trazos y garabatos van perdiendo cada vez más su relación con los movimientos
corporales, son ahora controlados y se refieren a objetos visuales. Ahora está
tratando de establecer una relación con lo que él intenta representar. Esto origina
una gran satisfacción en el niño.

Estos dibujos resultan importantes no solamente para el niño, sino también para los
padres y maestros, que ahora cuentan con un testimonio tangible del proceso
mental del niño. Esto le provee al adulto de ciertas claves sobre lo que es

331
Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

importante en la vida del niño y sobre la forma en que esta está comenzando a
organizar su relación con el ambiente. Generalmente, hacia los 4 años el niño
evoluciona hacia formas reconocibles, aunque resulte un tanto difícil decidirse sobre
qué representan. Hacia los 5 años, ya se pueden observar, casi siempre, personas,
casas, árboles; y a los 6 años las figuras han evolucionado hasta constituir dibujos
claramente distinguibles y con un tema.

CARACTERÍSTICAS DE LOS DIBUJOS PREESQUEMÁTICOS.

Se puede considerar los dibujos de los niños de esta edad como el resultado de la
evolución de un conjunto indefinido de líneas hacia una configuración representativa
definida. Generalmente el primer símbolo logrado es un hombre.

La figura humana se dibuja típicamente con un círculo por cabeza y dos líneas
verticales que representan las piernas. Estas representaciones ―cabeza-pies‖ son
comunes en los niños de 5 años.

No está claro por qué la representación del renacuajo debe ser la primera manera
que el niño utiliza para representar al ser humano, pero es general la convicción de
que el niño de esta edad no está tratando de copiar un objeto visual que tiene ante
sí. Puede ser que se esté dibujando a sí mismo. Esto equivale a suponer que el niño
está dedicado al yo. La perspectiva egocéntrica del mundo es en esta época una
visión de sí mismo.

Los niños saben mucho más sobre el cuerpo que lo que dibujan, pues la mayoría de
ellos sabe identificar rápidamente casi todas sus partes.

Los primeros intentos de representación de la figura humana no deben considerarse


como una representación inmadura; es el comienzo de un proceso mental
ordenado.

La representación del ―cabezón‖ o ―renacuajo‖ se torna más elaborada con la


adición de brazos que salen a ambos lados de las piernas. Pueden aparecer
muchas variaciones en este desarrollo, y cuando el niño alcanza los 6 años ya
generalmente ha llegado a trazar un dibujo bastante elaborado de la figura humana.

Durante esta etapa del desarrollo el niño busca continuamente conceptos nuevos y
sus símbolos representativos también cambian constantemente. Pero, a la edad de
7 años, habrá establecido cierto esquema.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

SIGNIFICADO DEL COLOR.

Durante la etapa de los primeros ensayos de representación se despierta más


interés y entusiasmo a través de la relación entre el dibujo y el objeto que entre el
color y el objeto. El niño ha comenzado a crear formas conscientemente, y son las
formas en sí las que le resultan importantes.

Esto no significa que los niños en la edad preesquemática no tengan conciencia del
color, sino que su habilidad para trazar formas de su propia elección domina su
pensamiento.

En los dibujos y pinturas realizados a esta edad hay normalmente poca relación
entre el color elegido para pintar un objeto y el objeto representado: un hombre
puede ser rojo, azul, verde, etc.

El uso del color a esta edad es una experiencia cautivante. Aunque el niño no desee
establecer una determinada relación exacta con el color, puede disfrutan usando el
color a su gusto.

SIGNIFICADO DEL ESPACIO.

Los dibujos de un niño en el primer nivel de representación señalan un concepto de


espacio diferente del que tiene un adulto. A primera vista, los objetos en el espacio
tienden a estar en un orden un tanto caprichoso. Una observación más cuidadosa
demuestra que el niño concibe al espacio como aquello que lo rodea. Es decir, los
objetos aparecerán arriba, abajo o uno junto a otro, en la forma en que el niño los
comprende. El espacio se concibe como algo que está alrededor del niño.

Es muy interesante lo que para el niño de esta edad significa el espacio. Lo concibe
relacionado primordialmente con sí mismo y su propio cuerpo. Esto a veces se
relaciona con el espacio corporal.

Puesto que el niño se considera a sí mismo como el centro del ambiente, en lo que
podría llamarse una etapa de egocentrismo, las experiencias que están
directamente relacionadas con él resultan las más significativas. Podemos afirmar,
por lo tanto, que el niño en esta etapa está emocionalmente consustanciado con sus
relaciones espaciales.

DESARROLLO DEL NIÑO EN EDAD PREESCOLAR.

333
Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

La etapa preesquemática se encuentra entre el momento en que el niño entra a la


guardería o al jardín de infantes y el momento en que comienza la educación formal,
en primer grado, aproximadamente.

Los niños difieren enormemente en esta edad. Cada criatura es un producto de su


ambiente. Sin embargo, todos los niños de esta edad tienden a ser, por lo general,
curiosos, llenos de entusiasmo, inclinados a emprender tareas, especialmente
aquellas que implican manipulación de materiales, y deseosos de expresarse. El
mundo gira alrededor del niño y su experiencia está limitada a un contacto directo
con su ambientes,

LOS DIBUJOS PREESQUEMÁTICOS COMO REFLEJO DEL DESARROLLO.

El dibujo es el medio gracias al cual, el niño desarrolla relaciones y concreta


pensamientos que pueden ser importantes. El dibujo se convierte en sí mismo en
una experiencia de aprendizaje. Un niño que ha alcanzado la edad cronológica de
cuatro o cinco años, pero que todavía piensa en términos de movimiento, no ha
logrado intelectualmente el nivel de madurez promedio que le corresponde a sus
años. En general, cuantos más detalles se encuentren en un dibujo, mayor será la
conciencia que el niño ha tomado de las cosas que lo rodean.

Uno de los indicios más importantes de esta etapa es la flexibilidad del niño. Esto se
puede apreciar en los frecuentes cambios que se producen en los conceptos.La
manera de representar las cosas es un indicio de las experiencias que el niño ha
tenido con ellas. La imagen que una persona tiene de sí misma y de las cosas que
la rodean, cambiará a medida que tenga más conciencia de las características
significativas de dichos objetos. La percepción significa mucho más que el simple
conocimiento visual de los objetos, incluye la intervención de todos los sentidos,
tales como las experiencias kinestésicas. Tan pronto como el niño establece algo
más que el mero significado de un objeto, comienza la percepción visual y el niño
emplea ahora otras líneas aparte de las simplemente geométricas.

Dado que el desarrollo de la discriminación perceptiva es muy rápido a esta edad,


los dibujos cambian también rápidamente; a los 6 o 7 años algunos niños dibujan
muy detalladamente partes de objetos que les interesan.

En un grupo, el niño creador no es influido por el resto, aunque pueda interesarse


en lo que hacen los demás. El niño creador pinta, dibuja o manipula materiales
espontáneamente y no solamente cuando es motivado.

334
Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

El niño es egocéntrico, es decir, no puede adoptar un punto de vista ajeno. Hasta su


lenguaje está centrado en sí mismo; le gusta hablar a los demás, pero no se
preocupa de que lo comprendan.

MOTIVACIÓN ARTÍSTICA.

Para que sea exitosa, la motivación debe hacer de la experiencia artística mucho
más que una simple actividad; debe estimular en el niño la toma de conciencia de su
ambiente y hacerle sentir que la actividad artística es extremadamente vital y más
importante que cualquier otra cosa.

La atmósfera creada es de gran valor para las experiencias artísticas. Posiblemente,


es mucho más importante la forma de decirle algo a un niño que lo que se le dice.

LOS TEMAS.

Cuanto más entregado esté el niño a la actividad artística, más se identificará con lo
que hace y más activamente empleará los sentidos: cuando más suyo sea el
proyecto, más significativo será para él.

Esta es una edad en la que se evidencian grandes adelantos en cuanto a la toma de


conciencia. El desarrollo de sensibilidad respecto de las partes del propio cuerpo es
una de las consideraciones primordiales en los temas.

Los temas básicos ponen de relieve la toma de conciencia de las partes del cuerpo,
como ser ―la vez que me lastimé la rodilla‖, ―tengo dolor de estómago‖. Diversas
actividades están relacionadas con el cuerpo y constituyen buenos tópicos.

Pueden destacarse también las relaciones de tamaño. ―Mi familia‖ es un tema que
da una conciencia del tamaño de cada uno de sus miembros, desde el padre hasta
la hermanita y, aún tal vez, del gato.

RESUMEN DE LAS CARACTERÍSTICAS DE DESARROLLO EN LA ETAPA


PREESQUEMÁTICA.

El arte de los niños en la etapa de las primeras representaciones se puede


considerar como un reflejo directo del niño mismo.

335
Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

El arte de los niños nos proporciona no solamente la oportunidad de comprenderlos,


sino que además nos brinda la ocasión de influir en el desarrollo a través de la
educación artística.

Las motivaciones artísticas para esta edad se concentran alrededor de las propias
experiencias del niño, ya sea con respecto a su yo físico o a su fantasía, o de las
experiencias ajenas que de alguna manera le han transmitido. Debemos
concentrarnos sobre los factores ambientales dentro del proceso de aprendizaje.

El arte desempeña un papel importante al proporcionar el medio en el cual se


desenvuelven las distintas pautas del desarrollo. el arte constituye una parte
importante en el terreno del desarrollo perceptivo, de la toma de conciencia gradual
de todas aquellas cosas que nos rodean, a través de los sentidos.

CAPÍTULO 7.

LA OBTENCIÓN DE UN CONCEPTO DE LA FORMA.

LA ETAPA ESQUEMÁTICA: DE 7 A 9 AÑOS.

LA IMPORTANCIA DE LA ETAPA ESQUEMÁTICA.

Después de mucha experimentación, el niño llega a formarse un concepto definido


del hombre y su ambiente. Llamaremos esquema al concepto al cual ha llegado un
niño respecto de un objeto y que repite continuamente mientras no haya alguna
experiencia intencional que influya sobre él para que lo cambie. La diferencia entre
el uso repetido de un esquema y el empleo de estereotipos consiste en que el
esquema es flexible y presenta variaciones mientras que las repeticiones
estereotipadas son siempre iguales.

Estos conceptos tienen un carácter altamente individual. Las diferencias entre los
esquemas dependen de muchas cosas, pero así como no hay dos niños iguales,
tampoco podemos encontrar dos esquemas idénticos: depende en gran medida de
las diferencias de personalidad y del grado hasta el cual el maestro ha podido
activar el conocimiento pasivo del niño mientras estaba dando forma a sus
conceptos. Aunque no existe un momento predestinado para la formación de un
esquema, la mayoría de los niños llega a esta etapa a los 7 años. El esquema
puede estar determinado por la forma en que un niño ve algo, el significado afectivo
que él le adjudica, sus experiencias kinestésicas, la impresión táctil del objeto, o la
manera en que este funciona o se comporta.

336
Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

Encontramos un esquema puro en el dibujo de un niño cuando su


representación se limita al objeto mismo: “esto es un árbol”, “este es un
hombre”. Pero cuando aparecen intenciones que alteran las formas, ya no
hablamos de esquema puro. Por consiguiente, un esquema puro o una
representación esquemática pura, es una representación que no revela experiencias
intencionales. Cuando el niño representa estas experiencias, entonces ha
representado algo de importancia para él.

En su proceso de pensamiento, el niño utiliza las imágenes mentales que tiene de


los objetos que lo rodean, el dibujo que vemos en el papel es el símbolo de esa
imagen mental, el símbolo que representara a un objeto. Su producción artística es,
una indicación de la información que recibe, de la forma en que interpreta y
comprende esa información, el esquema representa el concepto del niño y
demuestra su conocimiento activo de un objeto, aunque también puede referirse
tanto al espacio y a las personas como a los objetos. A través de ese cambio en el
esquema el niño muestra su experiencia particular.

CARACTERÍSTICAS DE LOS DIBUJOS ESQUEMÁTICOS.

EL ESQUEMA HUMANO.

Utilizamos el término esquema humano para describir el concepto de una figura al


cual el niño ha llegado después de mucha experimentación. Durante sus primeros
intentos de representación, el niño dibuja la figura humana de muy diversas
maneras, y ese dibujo que hace, representando a un hombre, puede variar de un
día al otro.

El esquema humano es algo muy individual y puede considerarse como un reflejo


del desarrollo del individuo.

EL ESQUEMA ESPACIAL.

El principal descubrimiento durante esta etapa es la existencia de un orden en las


relaciones espaciales. El chico ya no piensa ―hay un árbol, un hombre, un auto‖,
sin relacionarlos entre sí, como ha estado haciendo durante la etapa
preesquemática. Ahora el niño piensa: ―yo estoy sobre el suelo, el auto está sobre el
suelo, el pasto crece en el suelo‖. Este primer conocimiento consciente de que el
niño es parte de su ambiente se expresa por un símbolo que se llama línea de base.

337
Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

De aquí en adelante, esta conciencia, que incluye todos los objetos en una relación
espacial común, se expresa poniendo toda sobre esta importante línea de base.

En esta etapa de su desarrollo, el niño no ha alcanzado aún la conciencia de la


representación de un espacio de tipo tridimensional.

REPRESENTACIONES DE ESPACIO Y TIEMPO.

Por representaciones de espacio y tiempo queremos significar la inclusión en un


mismo dibujo de diferentes secuencias de tiempo o de impresiones espacialmente
distintas.

Uno de los métodos de representación espacio-tiempo surge de la necesidad de


comunicación. A un niño le gusta narrar cuentos, y a su vez, escucharlos. Esta es
una razón por la cual encontramos diferentes episodios representados por distintos
cuadros en una secuencia de dibujos. Los episodios sobre viajes, paseos u otros
acontecimientos semejantes, que requieren una secuencia de tiempo, pertenecen a
este tipo de representaciones.

Otra forma de representación de espacio-tiempo es aquella en la que se asientan en


un dibujo distintas acciones que han tenido lugar en diferentes momentos. Esto no
proviene del deseo de comunicar algo, sino de la importancia de la acción misma.

LOS DIBUJOS DEL TIPO DE RAYOS X.

Un niño puede usar otra interesante forma no visual de representación para mostrar
diferentes aspectos que no sería posible percibir visualmente al mismo tiempo. Este
sistema es el de describir simultáneamente el interior y el exterior de un edificio o de
cualquier otro ambiente cerrado. Mezcla los conceptos de interior y exterior en sus
dibujos. Se ve parte del interior y parte del exterior, como si este fuera transparente.

SIGNIFICADO DE LAS VARIACIONES EN EL ESQUEMA.

Si aceptamos que el esquema es el concepto que sobre el hombre y el ambiente el


niño ha llegado a dominar, entonces toda desviación adquiere una importancia
especial de acuerdo a su origen o significado.

Existen tres formas principales de desviaciones en los dibujos de los niños:

338
Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

1. exageración de partes importantes,


2. desprecio o supresión de partes no importantes, y
3. cambio de símbolos para partes afectivamente significativas. Los niños no
son cc de tales exageraciones.

El origen de tales desviaciones reside en experiencias autoplásticas o en el


significado relativo que ciertas partes tienen para el niño. La desproporción proviene
de alguna intención o experiencia definida, aunque esto no significa que la
experiencia sea necesariamente consciente.

EL SIGNIFICADO DEL COLOR Y DEL DISEÑO.

El niño descubre naturalmente que hay una relación entre el color y el objeto. No es
una elección casual o de tipo afectivo la que determina el color que va a emplear en
sus pinturas. En sus representaciones espaciales, el niño dibuja el medio más
objetivamente y configura relaciones espaciales definidas. También en el color el
niño descubre relaciones definidas similares. Así como repite una y otra vez su
esquema de un hombre o del espacio, también repite los mismos colores para los
mismos objetos.

El establecimiento de un color definido para un objeto y su constante repetición es


un reflejo directo del desarrollo progresivo del proceso intelectual del niño. El niño
ha comenzado a desarrollar la capacidad de categorizar, de agrupar cosas en
clases y de hacer generalizaciones.

Para el niño, el poder comprobar que el color de su pintura es el mismo que el del
objeto que está pintando resulta un importante descubrimiento y una experiencia
satisfactoria; ha comenzado a encontrar cierto orden lógico en el mundo y está
estableciendo relaciones concretas con las cosas que le rodean.

Llegamos a la conclusión de que un niño de esta edad ignora cualquier aspecto


formal del arte. Este es para él, principalmente, un medio de expresión; no es
consciente de la belleza de lo que hace ni intenta espontáneamente decorar objeto
alguno.

EL DESARROLLO DEL NIÑO EN EDAD ESCOLAR.

339
Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

Hemos dicho que los dibujos de un niño reflejan a este en su totalidad; el


surgimiento de un esquema definido tiene muchas raíces, y para un adulto puede
ser una valiosa guía para penetrar en la evolución interior infantil. En esta etapa, el
niño ya no representa objetos en relación consigo mismo, sino que comienza a
representar objetos en relación lógica con otros objetos. Un niño de cinco años
dibujará una cara, o un árbol, o un juguete en yuxtaposición, sin ningún orden
objetivo. Ahora bien, el niño se incluya a sí mismo en su concepto, de la misma
manera que incluye el árbol, la casa o todo el medio circundante. Esta experiencia
―yo estoy en la calle, la casa está en la calle‖ etc., es un factor decisivo en el
desarrollo psicológico del niño. Su actitud egocéntrica cambia y esto se refleja no
solamente en sus dibujos sino también en su desarrollo total. El niño trata de
encontrar orden en su ambiente y de desarrollar fórmulas para lograr un
comportamiento adecuado.

El desarrollo del esquema también significa un cambio hacia una actitud de mayor
cooperación. Las diferencias entre las etapas preesquemática y esquemática
pueden apreciarse fácilmente cuando se observa a los niños de un jardín de
infantes y se compara su comportamiento con el de niños de segundo grado. Los
del jardín de infantes juegan y trabajan juntos sólo cuando se los impulsa a ello.

Apenas si cada uno tiene conciencia de la existencia de los otros. Su conversación


también será egocéntrica. Podrán estar hablando aparentemente entre sí pero rara
vez se escuchan y, por lo que parece, tampoco esperan respuesta. Su conversación
está generalmente ligada al juego y probablemente esté destinada a que cada uno
se explique lo que le está sucediendo a él mismo y no a los otros. Sin embargo,
cuando se desarrolla el esquema y vemos un orden definido en el espacio, el niño
comienza a relacionarse con otros y se ve a sí mismo como parte del medio.

Antes que se haya establecido el esquema, no es momento para juegos en


cooperación. Sería imposible para el niño comprender la posición y los sentimientos
de los otros. Probablemente se desperdicie una enormidad de tiempo en el jardín de
infantes tratando de mantener orden y silencio, puesto que el verdadero aprendizaje
tiene lugar, al parecer, cuando el niño se expresa. Mientras que durante la etapa
esquemática comienza a desarrollarse la capacidad de compartir y comprender los
sentimientos de los demás.

La introducción de la línea de base presenta otras concomitancias importantes para


la comprensión de los niños. Puesto que un niño puede ahora ver relaciones lógicas
entre objetos de su ambiente, es posible empezar a pensar en un programa de
lectura que tenga sentido. Por ejemplo, en la lectura es necesario que exista esta

340
Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

misma correlación para relacionar letras entre sí de modo de formar un símbolo con
la palabra.

LOS DIBUJOS ESQUEMÁTICOS COMO REFLEJO DEL DESARROLLO.

Una de las pruebas del desarrollo intelectual del niño es su comprensión del mundo
que lo rodea. Las cosas pueden tener significado para el niño o no tener sentido
alguno para él, según sea su relación afectiva con ellas y su comprensión intelectual
de ellas.

Que para el niño el mundo haya adquirido sentido o no depende del grado hasta el
cual él haya formulado sus conceptos. Es probable que el niño exprese en sus
dibujos un símbolo definido para las cosas que representa continuamente.

El conocimiento activo del niño se revela por su comprensión e interés del mundo
que lo rodea y esto es lo que expresa en sus dibujos. El arte contribuye mucho al
desarrollo del niño, estimulando su toma de conciencia de las cosas que están a su
alrededor.

El empleo de un esquema en forma rígida puede ser un modo de eludir el abordaje


de los propios sentimientos y emociones. El uso flexible de los esquemas es un
importante requisito para la verdadera expresión. La propia naturaleza del esquema,
el concepto que tiene el niño, y que usa una y otra vez, siempre que lo necesite,
encierra el peligro de que se convierta en un estereotipo que se repite en forma
mecánica. La flexibilidad es el atributo más importante del desarrollo afectivo, se
pueden encontrar muchos cambios y desviaciones en el esquema, especialmente si
el niño es libre de expresar sus propias reacciones sin el temor de verse censurado.
Cuando el esquema se usa muy rígidamente, es posible que el niño se esté
escondiendo detrás de esos estereotipos.

Otra forma de flexibilidad se presenta en la variación del tamaño de los objetos


representados. Con tales variaciones el niño revela el significado que para él tienen
los distintos objetos, los cambios en el tamaño indican el valor afectivo que dichos
objetos poseen para él.

También se aprecia el desarrollo social del niño en los productos de su creación


artística, la misma presencia del esquema ya indica que el niño ha dejado de pensar
en sí mismo como centro del ambiente, se ha hecho menos concentrado en su yo y

341
Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

se autoconsidera en forma más objetiva. Cuando el niño se dibujó a sí mismo en


una línea de base es porque ha comenzado a verse en relación con otros.

La autoidentificación del niño con sus propias experiencias en su trabajo creador es


uno de los requisitos indispensables para que se establezca el deseo de tener
algunos contactos fuera del yo.

Hemos visto que en esta edad el color sigue las mismas pautas esquemáticas que
la forma o el espacio. Un niño que aún no ha establecido relaciones de color-objeto
en sus dibujos, no está perceptivamente tan desarrollado como otro que ya tiene
conciencia de que los objetos a la distancia tienden a empequeñecerse.

Hacia el final de esta etapa esquemática, los dibujos del niño sufren la influencia
creciente de su percepción visual del medio.

RESUMEN DE LAS CARACTERÍSTICAS DEL DESARROLLO EN LA ETAPA


ESQUEMÁTICA.

Hasta cierto punto, los productos de esta etapa esquemática parecen más rígidos
que los dibujos y pinturas de los niños menores. No obstante, se debe notar que el
niño está estructurando su proceso mental de tal forma que se halla en condiciones
de comenzar a organizar y ver relaciones en el medio que lo rodea. Ese no es un
paso atrás. El niño está empezando a estructurar sus dibujos de modo tal que
adquiere cierta base para los cambios y la organización. El pensamiento creador
no es un pensamiento desorganizado, es la capacidad para redefinir y
reorganizar de manera más flexible, aquellas formas y elementos que nos son
familiares. El pensamiento abstracto está basado en símbolos, y durante esta etapa
se puede apreciar los primeros pasos del niño hacia ese desarrollo.

Es esencial que a un niño se lo anime constantemente para que explore e


investigue nuevos caminos y métodos. En ciertas oportunidades, los niños tratarán
de copiarse entre sí, particularmente cuando uno de ellos haya recibido un premio o
un elogio, y otro desea recibir también esa recompensa.

El ideal es que todo niño esté ansioso por crear, siendo el papel primordial del
maestro el de alentar la profundidad de la expresión y la realización de experiencias
significativas. El niño que se aferra a los estereotipos, o repite muy a menudo un
determinado esquema, o está constantemente pidiendo sugerencias, es el que más
necesita la atención para fortalecer la confianza en su propia expresión.

342
Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

A esta edad es importante que se tenga la oportunidad de establecer el yo para


lograr un ser aceptable, que piense por sí mismo, y que sea capaz de expresar esos
pensamientos.

CAPÍTULO 8.

EL COMIENZO DEL REALISMO. LA EDAD DE LA PANDILLA: DE 9 A 12 AÑOS.

IMPORTANCIA DE LA EDAD DE LA PANDILLA.

Un rasgo de esta etapa del desarrollo es el descubrimiento que hace el niño de que
es un miembro de la sociedad, una sociedad constituida por sus pares. Durante esta
época los niños construyen la trama de lo que luego será su capacidad para
trabajar en grupo y cooperar en la vida de los adultos. El descubrimiento de que
se tienen similares intereses es fundamental. Existe una conciencia creciente de
que uno puede hacer más en un grupo que solo.

En esta edad se observa un creciente desarrollo de independencia social, respecto


de la dominación de los adultos, un aprendizaje de las estructuras sociales en forma
muy personal. Esta es una parte fundamental del proceso del desarrollo y un paso
importante para la interacción social.

A causa de los distintos intereses de los varones y de las niñas en nuestra sociedad,
y de las diferencias físicas en el desarrollo, los grupos o pandillas son generalmente
del mismo sexo. Los niños ignoran a las niñas y estas los desprecian.

El niño de esta edad comienza a pensar en términos sociales, a considerar ideas y


opiniones de los demás, pero el cambio que lo aleja del pensamiento egocéntrico
opera lentamente, su comprensión de la interrelación, la causalidad y la
interdependencia está sólo comenzando.

Un niño de esta edad va tomando progresivamente conciencia de su mundo real, un


mundo lleno de emociones, un mundo real que le pertenece sólo a él.

Un trabajo artístico no es la representación de un objeto en sí, es más bien la


representación de la experiencia que hemos tenido con un objeto en particular.

343
Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

CARACTERÍSTICAS DE LOS DIBUJOS DURANTE LA EDAD DE LA PANDILLA.

Para el niño, esta edad puede ser el más emocionante y saludable período de
descubrimientos, como se aprecia en sus trabajo de creación. El esquema ya no es
adecuado para representar la figura humana durante este período. El concepto de la
figura humana como se expresaba durante la primera parte de la etapa esquemática
era una expresión generalizada del hombre. Ahora el niño está interesado en
expresar características vinculadas al sexo, la generalización esquemática ya no
es suficiente.

Las líneas geométricas ya no bastan. El niño se encamina hacia otra forma de


expresión más ligada con la naturaleza. Pero aún está lejos de una representación
visual. El dibujo no es el resultado de la observación visual de la criatura, sino que el
pequeño dibujante trata de caracterizar a las niñas como niñas y a los varones como
varones.

Ahora que el niño desarrolla una mayor conciencia visual, ya no emplea el recurso
de la exageración, omisiones u otras desviaciones para expresarse. El niño
comienza ahora a utilizar otros medios de expresión para acentuar algo, tales como
una acumulación de detalles en aquellas partes que son emocionalmente
significativas.

Ahora los niños critican como artificiales los dibujos del tipo de rayos X. Como las
representaciones de este tipo son subjetivas, los niños van adquiriendo mayor
conciencia de la naturaleza, ya no consideran apropiado este modo de organización.

SIGNIFICADO DEL COLOR.

El niño va desde una rígida relación color-objeto hasta una caracterización del
color. En esta etapa distingue entre un pulóver rojo violáceo y otro rojo anaranjado.

El niño goza con los colores y ahora es capaz de una mayor sensibilidad hacia las
diferencias y semejanzas.

SIGNIFICADO DEL ESPACIO.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

La habilidad para distribuir varias imágenes sobre una hoja de papel, de modo que
tengan relación entre sí, significa que el niño está en condiciones de manejar esos
objetos simultáneamente y no de ordenarlos sobre una línea.

El paso de la línea de base única al descubrimiento del plano es bastante rápido. La


etapa de transición puede apreciarse en dibujos que incluyen varias líneas de base.

La línea de base comienza a desaparecer; los árboles y las casas ya no se levantan


solamente sobre esta línea.

En este momento el niño aún no ha llegado a comprender el significado del


horizonte. No ha desarrollado todavía una percepción visual consciente de
profundidad, pero ya inició los primeros pasos hacia ese conocimiento.

SIGNIFICADO DEL DISEÑO.

Los niños de esta edad siempre coleccionan cualquier tipo de cosas, desde
pedazos de piolín hasta sapos.

DESARROLLO DEL NIÑO EN LA EDAD DE LA PANDILLA.

Durante esta etapa, el niño comienza a desarrollar mayor conciencia y


sensibilidad hacia su ambiente. Se va convirtiendo progresivamente en un
crítico de los demás y de sí mismo, y ciertos niños empezarán a esconder sus
dibujos de los ojos de un adulto curioso, o harán un comentario despectivo sobre
sus esfuerzos. Los niños a esta edad suelen manifestar un sentido de justicia y
pueden rechazar violentamente las acciones que consideran que no están bien.
También se observa una creciente preocupación por las diferencias del sexo:
aunque públicamente tratan al sexo opuesto con bastante desdén, en el interior de
cada uno existe un despertar de sentimientos de curiosidad y afecto.

Las relaciones emocionales que un pequeño puede establecerse con las distintas
partes de su ambiente pueden expresarse directamente o en forma simbólica.

LOS DIBUJOS DE ESTA ETAPA COMO REFLEJO DEL DESARROLLO.

345
Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

Uno de los rasgos sobresalientes de esta edad es que el niño descubre su


independencia social. Se da cuenta de que puede accionar y pensar de un modo
completamente independiente de los adultos. Ha desarrollado un sentimiento de sí
mismo como miembro de un grupo. También ha tomado mayor conciencia de los
detalles de su ambiente, sus dibujos ya no reproducen un esquema de las personas,
pues su concepto de estas ha cambiado, de modo que el esquema ya no le sirve. La
medida en que se ha apartado de la representación esquemática y la necesidad que
experimenta de caracterizar objetos o figuras determinadas o el mismo ambiente,
son indicios de su desarrollo intelectual.

La capacidad de romper con el esquema y de reconocer detalles particulares


relacionados con el yo y con el ambiente son indicios de su desarrollo intelectual.
Sus dibujos señalan que ellos ven las cosas a través de sus propias experiencias, y
suponen que esta realidad es la forma en que dichas cosas son en realidad.

Una de las características de esta etapa es que las diferentes partes de un dibujo
pueden separarse del total sin perder su significado. Ya no bastan las líneas
geométricas.

Dentro del marco de las experiencias artísticas disponemos de los medios para
favorecer el desarrollo emocional, para poder expresarse emocionalmente y
favorecer el desarrollo afectivo los niños necesitan identificarse con sus propias
experiencias artísticas.

En esta etapa los niños evitan el recurso de la exageración que utilizaban en etapas
anteriores. Observamos que hay proporciones más naturales. Este también es un
período en el que los niños comienzan a desarrollar un concepto, una comprensión
de sí mismos como individuos que pueden comenzar a actuar en cierto modo
independientemente.

La evolución social durante este periodo es uno de los factores sobresalientes del
desarrollo, si el niño se identifica o no con el grupo puede reconocerse en dos
factores de su trabajo creador: el contenido del trabajo y la participación en el
trabajo grupal.

Es evidente que la evolución en los dibujos se va a producir naturalmente cuando el


pequeño haya experimentado una mayor relación con las actividades grupales. Sólo
a través del niño mismo y de su interacción con el ambiente y las personas, se
producirán cambios significativos en la producción creadora.

346
Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

Uno de los terrenos más importantes en el desarrollo, al cual el arte puede prestar
su contribución, es el desarrollo creador, durante esta etapa evolutiva hay una fuerte
presión en el niño para que se adapte, no sólo a los deseos de los adultos, sino
también a las exigencias del grupo. Para actuar en forma creadora, uno debe
hacerlo individualmente, esto significa que debe evitar el conformismo que se
produce con el uso de moldes impuestos y la imitación. Es vital favorecer los
intentos propios e individuales del niño para resolver problemas, hasta qué punto el
niño es creador en esta edad, se verá por el deseo que muestre en experimentar,
explorar e inventar.

RESUMEN DE LA EDAD DE LA PANDILLA.

Al resumir esta etapa surge en forma clara que el arte puede contribuir al
desarrollo total. Una de las grandes necesidades de los niños durante este período
es encontrarse a sí mismos, descubrir su propio poder y desarrollar sus propias
relaciones dentro del grupo. Después viene la necesidad de descubrir su propia
relación sincera dentro del ambiente y con los objetos y materiales que
forman ese ambiente. No hay atajos en el camino que llevar al desarrollo de la
capacidad perceptiva o creadora. Aunque la amplitud de diferencias individuales
pueda ser muy extensa, el producto final obtenido debe considerarse solamente
como una indicación del desarrollo individual. Hemos visto que el desarrollo influye
sobre el producto artístico y también afecta la conciencia estética del niño, y
cualquier patrón que venga de afuera resulta falso para la criatura.

Durante la primera parte de esta etapa esquemática vimos que los niños necesitan
repetir el mismo símbolo una y otra vez. Luego, en cambio, la repetición va
desapareciendo gradualmente, y aparecen nuevas formas que no se repiten
constantemente.

UNIDAD 12. LA SOCIALIACIÓN EN LA NIÑÉZ. EL PSIQUÍSMO Y LO HISTÓRICO


CULTURAL.

TEXTO Nº 39. CASTORIADIS: “HECHO Y POR HACER. PENSAR LA


IMAGINACIÓN”.

PSIQUE Y SOCIEDAD.

347
Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

La psique y lo histórico-social son irreductibles el uno al otro. La sociedad no puede


hacer con el psiquismo. Tampoco se puede producir la psique a partir de lo social, ni
reabsorber totalmente lo psíquico en lo social.

LA PSIQUE NO ES SOCIALIZABLE SIN RESTO EN EL LENGUAJE.

Ningún sueño es íntegramente interpretable. La exigencia de figurabilidad somete al


sueño a una distorsión esencial, a partir de la cual en la interpretación analítica se
intenta restituir contenidos no verbales, y en última instancia no representable. La
―glosificación‖ del inconsciente no solamente no elucida nada, sino que destruye lo
esencial del descubrimiento freudiano, volviéndolo infinitamente chato.

La glosificación vuelve también incomprensible el proceso de socialización, que le


impone a la psique en cada oportunidad una lengua singular.

Ahora bien, la pregunta es si se puede postular una potencialidad de lenguaje


inmanente a la psique. En todo caso hay, no un poder de significar, sino al menos
dos dimensiones psíquicas que la hacen capaz de lenguaje, y de una manera más
general, de socialización. De entrada, la psique está en el sentido: es preciso que
todo tenga sentido, y según el modo de tener sentido para la psique. Y casi
inmediatamente después, la psique puede ver en una cosa otra, lo cual es el
correlato subjetivo de la relación significativa.

Se dice que mi concepción imposibilitaba la mediación entre individuo y sociedad.


Pero no se trata de establecer tal ―mediación‖: el individuo es social, es fragmento
total del mundo instituido cada vez. De lo que se trata es de elucidar el hecho de
que la psique esté socializada. Se cree que la teorización sobre esto se hallaría en
una potencialidad inmanente de la psique para socializarse. Pero eso sería todo lo
contrario de la teorización: es el cese de la reflexión. Que la psique sea socializable
no significa tampoco que posea un anclaje de socialización.

Ahora bien, ocurre que tanto en psique y sociedad hay y debe haber sentido no
funcional. Ese sentido es de distinta naturaleza en ambos casos. La psique pide
sentido, la sociedad la hace renunciar.

En ―abstracto‖, la sociedad brinda objetos de investidura, modelos identificatorios,


etc. En ―concreto‖, la socialización no puede hacerse nunca sin la presencia total y
la intervención de al menos un individuo ya socializado, quien deviene objeto de
investidura y vía de acceso al mundo social cada vez instituido.

348
Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

La psique no renuncia a la satisfacción alucinatoria: no renuncia al sueño, a la


fantasía ni al ensueño diurno. Y tampoco renuncia a sus estratos socializados.

El predominio del placer de representación por sobre el de órgano, no significa que


este último se suprima; si así fuera, no habría ni conservación del individuo ni
reproducción sexuada de la especie. El cuerpo es fuente de placer, pero de un
placer que debe ser revestido de representación. El destino total del lactante
depende de la manera en que teja y la madre lo ayude a tejer, juntos, placer
fantaseado y satisfacción ―real‖. La satisfacción real está siempre inmersa en lo
imaginario, y no se ve cómo podría estar separada de él en el humano.

TEXTO Nº 40. FREUD: “EL INTERÉS POR EL PSICOANÁLISIS”.

E. EL INTERÉS PARA LA HISTORIA DE LA CULTURA.

La comparación de la infancia del individuo humano con la historia temprana de los


pueblos ya se ha revelado fecunda en muchos sentidos, y ello a pesar de que este
trabajo apenas se encuentra en sus inicios.

En primer lugar, parece de todo punto posible transferir a productos de la fantasía


de los pueblos, como lo son el mito y los cuentos tradicionales, la concepción
psicoanalítica obtenida a raíz del sueño.

El psicoanálisis se habilita para arrojar luz sobre los orígenes de nuestras grandes
instituciones culturales: la religión, la eticidad, el derecho, la filosofía.'' Al pesquisar
las situaciones psicológicas primitivas de las que pudieron surgir las impulsiones
para esas creaciones, se ve capacitado para refutar muchos intentos de explicación
que se basaban en alguna provisionalidad psicológica, y sustituirlos por unas
intelecciones que calan a mayor profundidad.

El psicoanálisis establece un íntimo vínculo entre todas estas operaciones psíquicas


del individuo y las comunidades, puesto que para ambos postula la misma fuente
dinámica. Parte de la representación básica de que la principal función del
mecanismo anímico es aligerar a la criatura de las tensiones que le producen sus
necesidades. Un tramo de esa tarea es solucionable por vía de satisfacción, que
uno le arranca al mundo exterior; para este fin se requiere el gobierno sobre el
mundo real. A otra parte de estas necesidades —entre ellas, esencialmente, ciertas
aspiraciones afectivas—, la realidad por regla general les deniega la satisfacción.
De aquí se sigue un segundo tramo de aquella tarea: procurar una tramitación de
otra índole a las aspiraciones insatisfechas. Toda historia de la cultura no hace sino

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

mostrar los caminos que los seres humanos han emprendido para la ligazón de sus
deseos insatisfechos, bajo las condiciones cambiantes, y alteradas por el progreso
técnico, de permisión y denegación por la realidad.

La indagación de los pueblos primitivos nos muestra a los hombres presos, al


comienzo, de la creencia infantil en la omnipotencia, y nos permite comprender una
multitud de formaciones anímicas.

El principio de la evitación de displacer rige el obrar humano hasta el momento en


que es relevado por otro principio mejor, el de la adaptación al mundo exterior.
Paralelo al progresivo gobierno que los hombres adquieren sobre el mundo discurre
un desarrollo de su cosmovisión que se extraña cada vez más de la creencia
originaria en la omnipotencia y se remonta desde la fase animista, pasando por la
religiosa, hasta la científica. Dentro de esta concatenación, mito, religión y eticidad
se insertan como unos intentos de procurarse resarcimiento por la deficiente
satisfacción de los deseos.

F. EL INTERÉS POR LA CIENCIA DEL ARTE.

El abordaje psicoanalítico discierne también en el ejercicio del arte una actividad


que se propone el apaciguamiento de deseos no tramitados.

El arte constituye el reino intermedio entre la realidad que deniega los deseos y el
mundo de fantasía que los cumple, un ámbito en el cual, por así decir, han
permanecido en vigor los afanes de omnipotencia de la humanidad primitiva.

G. EL INTERÉS SOCIOLÓGICO.

Es cierto que el psicoanálisis ha tomado por objeto la psique individual, pero a raíz
de su exploración no podían escapársele las bases afectivas del vínculo del
individuo con la sociedad. Ha descubierto que los sentimientos sociales son
portadores, por lo común, de un erotismo cuyo hiperrelieve y represión subsiguiente
es la peculiaridad de un grupo determinado de perturbaciones anímicas. Ha
discernido el carácter asocial de las neurosis en general, todas las cuales aspiran a
esforzar al individuo fuera de la sociedad y sustituir el asilo en el claustro, de épocas
anteriores, por el aislamiento de la enfermedad.

Por otro lado, el psicoanálisis descubre en su más amplia escala la participación que
las constelaciones y los requerimientos sociales tienen en la causación de la

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

neurosis. Las fuerzas que originan la limitación y la represión de lo pulsional por


obra del yo surgen, en lo esencial, de la docilidad hacia las exigencias de la cultura.
Una constitución y unas vivencias infantiles que de lo contrario no podrían menos
que llevar a la neurosis, no provocarán ese efecto si no media esa docilidad o si el
círculo social para el cual el individuo vive no plantea tales requerimientos.

La educación y el ejemplo aportan al individuo joven la exigencia cultural; y toda vez


que la represión de lo pulsional sobreviene en este con independencia de ambos
factores, cabe suponer que un requerimiento de la prehistoria primordial ha
terminado por convertirse en patrimonio heredado y organizado de los seres
humanos.

Así, el niño que produce de manera espontánea las represiones de lo pulsional no


haría sino repetir un fragmento de la historia de la cultura.

H. EL INTERÉS PEDAGÓGICO.

El psicoanálisis ha descubierto los deseos, formaciones de pensamiento y procesos


de desarrollo de la niñez; todos los empeños anteriores fueron enojosamente
incompletos y erróneos porque habían dejado por entero de lado un factor de
importancia inapreciable: la sexualidad en sus exteriorizaciones corporales y
anímicas.

Cuando los educadores se hayan familiarizado con ios resultados del psicoanálisis
hallarán más fácil reconciliarse con ciertas fases del desarrollo infantil y, entre otras
cosas, no correrán el riesgo de sobrestimar las mociones pulsionales socialmente
inservibles o perversas que afloren en el niño. Más bien se abstendrán de intentar
una sofocación violenta de esas mociones cuando se enteren de que tales
intervenciones a menudo producen unos resultados no menos indeseados que la
misma mala conducta que la educación teme dejar pasar en el niño. Una violenta
sofocación desde afuera de unas pulsiones intensas en el niño nunca las extingue ni
permite su gobierno, sino que consigue una represión en virtud de la cual se
establece la inclinación a contraer más tarde una neurosis.

En manos de una pedagogía esclarecida por el psicoanálisis descansa cuanto


podemos esperar de una profilaxis individual de las neurosis.

TEXTO Nº 41. FREUD: “EL MALESTAR EN LA CULTURA”.

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APARTADO II.

El hombre común entiende por su religión: el sistema de doctrinas y promesas que


por un lado le esclarece exhaustivamente los enigmas de este mundo y por otro le
asegura la protección de la Providencia que vela por su vida y resarcirá todas las
frustraciones padecidas en el más acá.

El hombre común se representa esta providencia en la figura de un Padre de


grandiosa extensión. Sólo un padre así puede conocer las necesidades de la
criatura, enternecerse con sus súplicas, serenarse ante los signos de
arrepentimiento. Esta representación es evidentemente infantil, tan ajeno a toda
realidad efectiva, que quien profese un credo humanista se dolerá pensando en que
la gran mayoría de los mortales nunca podrán elevarse por encima de esa
concepción de vida.

Para tratar el tema del hombre común y su religión Freud cita la famosa afirmación
de unos de los más grandes literarios y sabios que se procura sobre el vínculo de la
religión con el arte y la ciencia, Goethe: ―quien posee ciencia y arte tiene también
religión; y quien no posee aquellos dos, ¡pues que tenga religión!‖. Esta sentencia
ubica a la religión en oposición a las dos realizaciones supremas del ser humano.
De modo que, si queremos impugnarle al hombre común (que no posee ciencia ni
arte) su religión, es evidente que la autoridad del poeta no está de nuestra parte.

Freud señala que la vida como nos es impuesta resulta gravosa: nos trae hartos
dolores, desengaños y tareas insolubles. Para soportarla no podemos prescindir de
calmantes, que son de 3 clases:

● poderosas distracciones que nos hagan valuar en poco nuestra miseria


(cultivar el jardín, también podría ser la actividad científica. Actividades que
distraigan momentáneamente al sujeto, pero no en forma de rutina).

● Satisfacciones sustitutivas que la reduzcan a nuestra miseria (como las que


ofrece el arte –sublimación- son ilusiones respecto de la realidad, pero no por eso
menos efectivas psíquicamente, merced al papel que la fantasía ha conquistado en
la vida anímica).

● Sustancias embriagadoras que nos vuelven insensibles a nuestra miseria


(influyen sobre nuestro cuerpo alterando su quimismo, como lo hacen las drogas y
el alcohol).

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No es tarea sencilla ubicar a la religión dentro de esta serie. Estos fenómenos no


son específicos. Lo que es una poderosa distracción para uno, puede ser una
satisfacción sustitutiva para otro.

Innumerables veces se ha planteado la pregunta por el fin de la vida humana y no


hay una respuesta satisfactoria. Los que la buscaban proclaman: ―si la vida no tiene
fin alguno, perdería su valor‖ pero esta amenaza no modifica nada. También aquí
sólo la religión sabe responder a esa pregunta. Difícilmente se errará si se juzga que
la idea misma de un fin de la vida depende por completo del sistema de la religión.

Por eso pasa a una pregunta menos pretenciosa: ¿Qué es lo que los seres
humanos mismos dejan entender por su conducta, como fin y propósito de su vida?
¿Qué exigen de ella y qué quieren alcanzar? Entonces la respuesta no es difícil:
quieren alcanzar la dicha, conseguir la felicidad y mantenerla. Esta aspiración tiene
dos costados:

● una meta positiva (vivenciar intensos sentimientos de placer);

● una meta negativa (quiere la ausencia del dolor y de displacer).

En estricto sentido literal, ―dicha‖ se refiere sólo a la meta positiva. Por esta
bipartición de metas, la actividad humana se despliega siguiendo dos direcciones,
según que busque realizar, de manera predominante o aún exclusiva, una y otra de
aquellas.

El programa del principio de placer es el que fija su fin a la vida. Este principio
gobierna la operación del aparato anímico desde el comienzo mismo. Sobre su
carácter acorde a fines no caben dudas, no obstante, su programa entra en disputa
con el mundo entero. Es irrealizable, las disposiciones del todo lo obstruirían y se
dirá que el propósito de que el hombre sea dichoso no está contemplado en el plan
de la Creación.

Lo que en sentido estricto se llama felicidad es un estado subjetivo que corresponde


a la satisfacción más bien repentina de las necesidades retenidas con alto grado de
estasis y por su propia naturaleza sólo es posible como un fenómeno episódico. Si
una situación anhelada por el principio de placer perdura, en ningún caso se obtiene
más que un sentimiento de ligero bienestar; estamos organizados de tal modo que
sólo podemos gozar con intensidad el contraste y muy poco el estado.

Ya nuestra constitución limita nuestras posibilidades de dicha y es más fácil


experimentar desdicha. El sufrimiento amenaza desde tres lados:

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● El cuerpo propio: como es frágil está destinado a la ruina, a dañarse y a la


disolución, no puede prescindir del dolor y la angustia como señales de alarma. No
se puede eliminar.

● El mundo exterior: puede abatir sus furias sobre nosotros con fuerzas
hiperpotentes, despiadadas, destructoras. Se puede reducir, pero no se puede
eliminar.

● Los vínculos con otros seres humanos: el padecer que viene de esta fuente,
la cultura, es el que sentimos más doloroso. Es un suplemento en cierto modo
superfluo, aunque no es menos inevitable ni obra de un destino menos fatal que el
padecer de otro origen.

De esa forma, Freud indica que no es asombroso que bajo la presión de estas
posibilidades de sufrimiento los seres humanos suelan aliviar sus exigencias de
dicha, tal como el propio principio de placer se transformó bajo el influjo del mundo
exterior en el principio de realidad más modesto; no es asombroso que se
consideren dichosos si escaparon a la desdicha.

Una satisfacción absoluta de todas las necesidades quiere ser admitida como la
regla de vida más tentadora, pero ello significa anteponer el goce a la precaución, lo
cual tras breve ejercicio recibe su castigo.

Los otros métodos, aquellos cuyo principal propósito es la evitación de displacer se


diferencian según la fuente de este último a que dediquen mayor atención.

1. La protección más inmediata que uno puede procurarse contra las penas que
depare la sociedad de los hombres es una soledad buscada: mantenerse alejado de
los otros, y la dicha que puede alcanzarse por este camino es la del sosiego. Del
temido mundo exterior no es posible protegerse excepto extrañándose de él de
algún modo, si es que uno quiere solucionar por sí solo esta tarea; hay por cierto
otro camino mejor: como miembro de la sociedad, con ayuda de la técnica guiada
por la ciencia, pasar a la ofensiva contra la naturaleza y someterla a la voluntad del
hombre, y entonces se trabaja con todos para la dicha de todos.

2. Los métodos más interesantes para precaver el sufrimiento son los que
quieren influir en el cuerpo propio. Todo sufrimiento es sólo sensación, no subsiste
sino mientras lo sentimos y sólo lo sentimos a consecuencia de ciertos dispositivos
de nuestro organismo. El método más rudo, pero más eficaz para obtener ese
influjo, es el químico: la intoxicación. Existen sustancias embriagadoras extrañas al
cuerpo cuya presencia en la sangre y los tejidos nos procura sensaciones
directamente placenteras, pero alteran de tal modo las condiciones de nuestra vida
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sensitiva que nos vuelven incapaces de recibir mociones de displacer. Ambos


efectos son simultáneos y van estrechamente entrelazados entre sí. Dentro de
nuestro quimismo hay sustancias que provocan efectos parecidos: el estado
patológico de la manía produce esa conducta como de alguien embriagado sin que
se haya introducido el tóxico embriagador. Lo que se consigue mediante las
sustancias embriagadoras en la lucha por la felicidad y por el alejamiento de la
miseria, es apreciado como un bien tan grande que individuos y aun pueblos le han
asignado una posición fija en la economía libidinal. Se les debe la ganancia
inmediata de placer y una cuota de independencia anhelada respecto del mundo
exterior. Con ayuda de los ―quitapenas‖ es posible sustraerse en cualquier momento
de la presión de la realidad y refugiarse en un mundo propio que ofrece mejores
condiciones de sensación. Es notorio que esa propiedad de los medios
embriagadores determina justamente su carácter peligroso y dañino y en muchos
casos son culpables de la inútil dilapidación de grandes montos de energía que
podrían haberse aplicado a mejorar la suerte de los seres humanos.

3. El complejo edificio de nuestro aparato anímico permite toda una serie de


modos de influjo, además del mencionado. Así como satisfacción pulsional equivale
a dicha, así también es causa de grave sufrimiento cuando el mundo exterior nos
rehúsa la saciedad de nuestras necesidades. Por tanto, interviniendo sobre estas
mociones pulsionales uno puede esperar liberarse de una parte del sufrimiento. Este
modo de defensa frente al padecer ya no injiere en el aparato de la sensación;
busca enseñorearse de las fuentes internas de las necesidades. Si se lo consigue,
entonces se ha resignado toda otra actividad (se ha sacrificado la vida) para
recuperar por otro camino sólo la dicha del sosiego. Las que entonces gobiernan
son las instancias psíquicas más elevadas que se han sometido al principio de
realidad. Así se ha resignado el propósito de la satisfacción. No obstante, se
alcanza cierta protección del sufrimiento por el hecho de que la insatisfacción de las
pulsiones sometidas no se sentirá tan dolorosa como la de las no inhibidas. A
cambio de ello sobreviene una reducción de las posibilidades de goce. El
sentimiento de dicha provocado por la satisfacción de una pulsión silvestre no
domeñada por el yo, es incomparablemente más intenso que el obtenido a raíz de la
saciedad de una pulsión enfrenada. Aquí encuentra una explicación económica el
carácter irresistible de los impulsos perversos y acaso también el atractivo de lo
prohibido como tal.

4. Otra técnica para la defensa contra el sufrimiento se vale de los


desplazamientos libidinales que nuestro aparato anímico consciente y por los cuales
su función gana tanto en flexibilidad. La tarea es trasladar las metas pulsionales de
tal suerte que no puedan ser alcanzadas por la denegación del mundo exterior. Para

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ello la sublimación de las pulsiones presta auxilio. Se lo consigue sobre todo cuando
uno se las arregla para elevar suficientemente la ganancia de placer que proviene
de las fuentes de un trabajo psíquico intelectual: satisfacciones como la alegría del
artista en el acto de crear, de corporizar los productos de su fantasía, o como la que
procura al investigador la solución de problemas y el conocimiento de la verdad.
Estas satisfacciones aparecen ―más finas y superiores‖, su intensidad está
amortiguada por comparación a la que produce saciar mociones pulsionales más
groseras y primarias. Lo débil de este método es que no es de aplicación universal
pues sólo es posible para pocos seres humanos: presupone particulares
disposiciones y dotes en un grado no muy frecuente y ni siquiera a esos pocos
puede garantizarles una protección perfecta contra el sufrimiento, y suele fallar
cuando la fuente del padecer es el cuerpo propio. Es nítido su propósito de
independizarse del mundo exterior pues se busca sus satisfacciones en procesos
internos psíquicos.

5. Otro método, en el que el propósito del método anterior se realza más y se


afloja más el nexo con la realidad y la satisfacción, se obtiene como ilusiones
admitidas como tales, pero sin que esta diferencia suya respecto de la realidad
efectiva arruine el goce. Es el ámbito de la vida de la fantasía, dice Freud que en su
tiempo cuando se consumó el desarrollo del sentido de la realidad, ella fue sustraída
expresamente de las exigencias del examen de la realidad y quedó destinada al
cumplimiento de deseo de difícil realización. Entre estas satisfacciones de la
fantasía está el goce de obras de arte accesible, por mediación del artista, aún para
quienes no son creadores. Las personas sensibles al influjo del arte nunca lo
estiman demasiado como fuente de placer y consuelo en la vida. La débil narcosis
que el arte causa no es lo bastante intensa para hacer olvidar una miseria objetiva,
no es más que para el olvido de la miseria propia.

6. Otro procedimiento más enérgico y radical, en el cual su el único enemigo es


la realidad, que es la fuente de todo padecer y con la que no se puede convivir. Es
necesario romper todo vínculo con la realidad si es que uno quiere ser dichoso en
algún sentido. Es posible hacer algo más: pretender recrear el mundo, edificar en su
reemplazo otro donde sus rasgos más insoportables se hayan eliminado y sustituido
en el sentido de los deseos propios. Pero quien emprenda este camino hacia la
dicha en rebelión desesperada no conseguirá nada porque la realidad efectiva es
demasiado fuerte. Se convierte en un delirante y pocas veces haya quien lo ayude a
ejecutar su delirio. Cada uno de nosotros se comporta en algún punto como el
paranoico, corrige algún aspecto insoportable del mundo por una formación de
deseo e introduce este delirio en lo objetivo. Toman particular significancia los
humanos que emprenden en común el intento de crearse un seguro de dicha y de

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protección contra el sufrimiento por medio de una transformación delirante de la


realidad efectiva. Se caracterizan como los delirios de masas a las religiones de la
humanidad. Quien comparte el delirio nunca lo discierne como tal.

7. Otro método para evitar el sufrimiento se distingue del resto por la más
asombrosa reunión de rasgos característicos. Desde luego también aspira a
independizarnos del ―destino‖ y con tal propósito sitúa la satisfacción de los
procesos anímicos internos y para ello se vale de la desplazabilidad de la libido. Se
aferra a sus objetivos y obtiene la dicha a partir de un vínculo de sentimiento con
ellos. No se queda contento con la meta de evitar displacer, sino que se atiene a la
aspiración originaria, apasionada hacia el cumplimiento positivo de la dicha y quizás
se le aproxime más que cualquier otro método. Es aquella orientación de la vida que
sitúa al amor en el punto central que espera toda satisfacción del hecho de amar y
ser-amado. Una actitud psíquica de esta índole está al alcance de todos nosotros
una de las formas de manifestación del amor, el amor sexual, nos ha procurado la
experiencia más intensa de sensación placentera, abusadora, dándonos el
arquetipo para nuestra aspiración a la dicha. Nada más natural que obstinarse en
buscar la dicha por el mismo camino siguiendo el cual una vez la hallamos. Nunca
estamos menos protegidos contra las angustias cuando amamos, nunca más
desdichados y desvalidos que cuando hemos perdido al objeto amado o a su amor.

APARTADO IV.

Después que el hombre primordial hubo descubierto que estaba en su mano


mejorar su suerte en la tierra mediante el trabajo, no pudo serle indiferente que otro
trabajara con él o contra él, por lo que el otro adquirió el valor de colaborador con
quien era útil vivir en común. Esos primeros colaboradores pudieron ser las familias,
y en la familia primitiva se echa de menos un rango esencial de la cultura: la
arbitrariedad y albedrío del jefe era ilimitada. El tótem y el tabú han intentado
mostrar el camino que llevó desde esta familia hasta el siguiente grado de
convivencia en la forma de las alianzas de hermanos. Tras vencer al padre los hijos
hicieron la experiencia de que una unión puede ser más fuerte que el individuo. La
cultura totemista descansa en las limitaciones a que debieron someterse para
mantener el nuevo estado y los preceptos del tabú fueron el primer derecho. Por
consiguiente, la convivencia de los seres humanos tuvo un fundamento doble: la
compulsión al trabajo creada por el apremio exterior y el poder del amor pues el
varón no quería estar privado de la mujer como objeto sexual, y ella no quería
separarse de su hijo. Así Eros y Ananké pasaron a ser también los progenitores de

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la cultura humana (el amor es una de las bases de la cultura) y el primer resultado
fue que una mayor cantidad de seres humanos pudieron permanecer en comunidad.

Se había indicado que la experiencia de que el amor sexual (genital) asegura al ser
humano las más intensas vivencias de satisfacción, y en verdad le proporciona el
modelo de toda dicha y se dijo también que por esa vía se volvía dependiente de
forma más riesgosa de un fragmento del mundo exterior. Para algunos le permite
hallar la dicha, pero supone vastas modificaciones anímicas de la función del amor,
de forma que estas personas se independizan de la aquiescencia del objeto
desplazando el valor principal del ser amado al amar ellas mismas, se protegen de
la pérdida no dirigiendo su amor a objetos singulares, sino a todos los hombres en
igual medida y evitan desengaños del amor genital apartándose de su meta sexual
mudando la pulsión en una moción de meta inhibida.

Aquel amor que fundó la familia sigue activo en la cultura tanto en su sesgo
originario, sin renuncia a la satisfacción sexual directa, como en su modificación, la
ternura de meta inhibida. En ambas formas prosigue su función de ligar entre sí un
número mayor de seres humanos y más intensamente cuando responde al interés
de la comunidad de trabajo.

Las mismas mujeres que por los reclamos de su amor habían establecido el
fundamento de la cultura, pronto entran en oposición con ella y despliegan un influjo
de retardo y reserva. Ellas subrogan los intereses de la familia y de la vida sexual, el
trabajo de la cultura se ha ido convirtiendo cada vez más en asunto de los varones,
a quienes plantea tareas de creciente dificultad, constriñéndolos a sublimaciones
pasionales a cuya altura las mujeres no han llegado. Pero como el ser humano no
dispone de cantidades ilimitadas de energía psíquica tiene que dar trámite a sus
tareas mediante una adecuada distribución de la libido y lo que usa para fines
culturales lo sustrae en buena parte de las mujeres y de la vida sexual; la
permanente convivencia con varones llega a enajenarlo de sus tareas de esposo y
padre y la mujer, se ve empujada a un segundo plano por las exigencias de la
cultura y entra en una relación de hostilidad con ella. De esa forma, la cultura se
comporta respecto de la sexualidad como un pueblo o estrato de la población que
ha sometido a otro para explotarlo.

El reclamo de una vida sexual uniforme para todos, que se traduce en esas
prohibiciones, prescinde de las desigualdades en la constitución sexual innata y
adquirida de los seres humanos, segrega a un buen número de ellos del goce
sexual y de tal modo se convierte en fuente de grave injusticia. El resultado de tales
medidas limitativas podría ser que los individuos normales (no impedidos por su

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constitución) volcaran sin merma todos sus intereses sexuales por los canales que
se dejaron abiertos; empero lo único no proscrito es el amor genital heterosexual
que es estorbado también las limitaciones de la legitimidad y la monogamia. La
sociedad culta entonces, se ha visto precisada a aceptar calladamente muchas
transgresiones que según sus estatutos habría debido perseguir.

APARTADO VIII.

Propósito del ensayo: Situar al sentimiento de culpa como el problema más


importante del desarrollo cultural y mostrar que el precio del progreso cultural debe
pagarse con el déficit de dicha provocado por la elevación del sentimiento de culpa.

El sentimiento de culpa no es el fondo sino una variedad tópica de la angustia y que


en sus fases más tardías coincide enteramente con la angustia frente al superyó. La
angustia muestra las mismas extraordinarias variaciones en su nexo con la
conciencia. Las religiones no han ignorado el papel del sentimiento de culpa en la
cultura y en efecto sustentan tal pretensión de redimir a la humanidad de este
sentimiento de culpa que ellos llaman pecado.

También hace algunas precisiones terminológicas, indicando que el superyó es la


conciencia moral y tiene entre otras funciones la de vigilar y enjuiciar las acciones y
los propósitos del yo, ejerce una actividad censora. El sentimiento de culpa, la
dureza del superyó, es entonces lo mismo que la severidad de la conciencia moral,
es la percepción deparada al yo al ser vigilado de esa manera, la apreciación entre
sus aspiraciones y reclamos del superyó. La necesidad de castigo (angustia) es una
exteriorización pulsional del yo que ha devenido masoquista bajo el influjo del
superyó sádico, que emplea un fragmento de la pulsión de destrucción interior,
preexistente en él en una ligazón erótica con el superyó. El arrepentimiento es una
designación genérica de la reacción del yo en su caso particular del sentimiento de
culpa, contiene el material de sensaciones de la angustia operante detrás, es él
mismo un castigo y puede incluir la necesidad de castigo por lo que puede ser más
antiguo que la conciencia moral.

Por otro lado, se aclaran posibles contradicciones en relación con el sentimiento de


culpa como consecuencia de las agresiones, así como que la energía agresiva de
que se concibe dotado al superyó constituía de acuerdo con una concepción, la
mera continuación de la energía punitoria de la autoridad externa conservada por la
vida anímica, mientras que la otra opinaba que era agresión propia contra la

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autoridad inhibidora, pero resulta de ambas que se trata de una agresión


desplazada al interior.

En relación con la fórmula Eros y pulsión de muerte y la relación con el proceso


cultural y el desarrollo del individuo, señala que el proceso cultural de la humanidad
es una abstracción de orden más elevado que el desarrollo del individuo, por eso
resulta más difícil aprehender intuitivamente y la pesquisa de analogías no debe
extremarse compulsivamente. Pero dada la homogeneidad de la meta (introducción
de un individuo en la masa humana y producción de unidad de masa a partir de
muchos individuos), no puede sorprender la semejanza entre los medios empleados
para alcanzarla. Un rasgo que los diferencia es que en el desarrollo del individuo se
establece como meta principal el programa del principio de placer. En el desarrollo
individual se puede decir una aspiración egoísta y al reunirse con los demás en
comunidad puede hablarse de un afán altruista.

El proceso de desarrollo del individuo puede tener pues, sus rasgos particulares,
que no se reencuentren en el proceso cultural de la humanidad; sólo en la medida
que en que aquel primer proceso tiene por meta acoplarse a la comunidad coincidirá
con el segundo.

La lucha entre individuo y comunidad no es un retoño de la oposición inconciliable


entre Eros y Muerte, implica una querella doméstica de la libido, comparable a la
disputa en torno de su distribución entre el yo y los objetos y admite un arreglo
definitivo en el individuo como esperamos lo admita también en el futuro de la
cultura, por más que en el presente dificulte tantísimo la vida de aquél.

Un punto de concordancia que resalta Freud entre el superyó de la cultura y el del


individuo, se produce en el hecho de que los procesos anímicos correspondientes
nos resultan más familiares y accesibles a la conciencia, vistos del lado de la masa
que del lado del individuo. En este último solo las agresiones del superyó en caso
de tensión se vuelven audibles como reproches, mientras que las exigencias
mismas a menudo permanecen inconscientes en el trasfondo. Si se les lleva al
conocimiento consciente se demuestra que coinciden con los preceptos del superyó
de la cultura respectiva. Por eso numerosas exteriorizaciones y propiedades del
superyó pueden discernirse con mayor facilidad en su comportamiento dentro de la
comunidad cultural que en el individuo.

Señala Freud que, si el desarrollo cultural presenta tan amplia semejanza con el del
individuo y trabajo con los mismos medios, no se está justificado diagnosticar que
muchas culturas y aun la humanidad toda, han devenido neuróticas bajo el influjo de
las aspiraciones culturales.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

La cuestión decisiva para destino de la especie humana: si su desarrollo cultural


logrará y en caso afirmativa en qué medida, dominar la perturbación de la
convivencia proveniente de la humana pulsión de agresión o aniquilamiento. Hoy los
seres humanos han llevado tan adelante su dominio sobre las fuerzas de la
naturaleza que con su auxilio les será fácil exterminarse unos a otros. Los seres
humanos lo saben, de ahí buena parte de la inquietud contemporánea de su
infelicidad; por lo que resta esperar que el Eros haga un esfuerzo por afianzarse en
la lucha contra el enemigo igualmente inmortal. (El compilador del ensayo, señala
que este párrafo hace referencia a la amenaza que representaba Hitler ya en ese
momento).

Texto Nº42

WINNICOTT: “REALIDAD Y JUEGO”.

CAPÍTULO 7: LA UBICACIÓN DE LA EXPERIENCIA CULTURAL.

En su topografía de la mente, Freud no reservó un lugar para la experiencia de las


cosas culturales. Asignó un nuevo valor a la realidad psíquica interna, y de ello
nació un nuevo valor para cosas reales y verdaderamente exteriores. Usó la palabra
"sublimación" para indicar el camino hacia un lugar en que la experiencia cultural
adquiere sentido, pero quizá no llegó tan lejos como para decirnos en qué parte de
la mente se encuentra esa experiencia.

Ahora deseo ampliar esta idea y tratar de presentar una formulación positiva, que se
pueda examinar con un enfoque crítico. Utilizaré mi propio lenguaje.

Comencé a ver que podría existir un punto de vista infantil, no complicado, distinto
del de la madre o el observador, y que quizá fuese ventajoso examinar ese punto de
vista infantil. Durante mucho tiempo mi mente permanecía en un estado de
desconocimiento, que cristalizó en mi formulación de los fenómenos
transicionales. Entretanto experimenté con el concepto de "representaciones
mentales" y con su descripción en términos de objetos y fenómenos ubicados en la
realidad psíquica personal, sentida como interior; además seguí los efectos del
funcionamiento de los mecanismos mentales de proyección e introyección. Me di
cuenta, empero, de que en rigor el juego no es una cuestión de realidad psíquica
interna ni de realidad exterior.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

Y ahora he llegado al tema de este capítulo y a la pregunta: si el juego no está


adentro ni afuera, ¿dónde está? Quiero condensar en una formulación teórica lo que
aprendí en mi labor psicoanalítica.

He indicado que cuando presenciamos el empleo, por un niño, de un objeto


transicional, la primera posesión no-yo, vemos al mismo tiempo la primera
utilización de un símbolo por aquel y su primera experiencia de juego.

El objeto es un símbolo de la unión del bebé y la madre (o parte de esta). Ese


símbolo puede ser localizado. Se encuentra en el lugar del espacio y el tiempo en
que la madre se halla en la transición de estar (en la mente del bebé) fusionada al
niño y ser experimentada como un objeto que debe ser percibido antes que
concebido. El uso de un objeto simboliza la unión de dos cosas ahora
separadas, bebé y madre, en el punto del tiempo y el espacio de la iniciación
de su estado de separación.

Desde el comienzo mismo de la consideración de esta idea surge una complicación,


pues es preciso postular que, si el uso del objeto por el bebé llega a convertirse en
algo, entonces tiene que existir el comienzo del establecimiento, en la mente del
bebé, o en su realidad psíquica personal, de una imagen del objeto. Pero la
representación mental del mundo interno se conserva como significativa gracias al
reforzamiento proporcionado por la disponibilidad de la madre exterior, separada y
real, junto con su técnica de cuidado del niño.

El sentimiento de existencia de la madre dura x minutos. Si la madre se aleja


durante más de esos x minutos, la imago se disipa, y junto con ella cesa la
capacidad del bebé para usar el símbolo de la unión. Se muestra angustiado, pero
la angustia es corregida pronto, porque la madre regresa al cabo de x + y minutos.
En x + y el bebé no ha tenido tiempo de alterarse. Pero en x + y + z queda
traumatizado. En x + y + z el regreso de la madre no corrige su estado de alteración.
El trauma implica que ha experimentado una ruptura en la continuidad de la vida, de
modo que las defensas primitivas se organizan para defenderlo contra la repetición
de una "ansiedad impensable" o contra el retorno de un estado de confusión
aguda que pertenece a la desintegración de la naciente estructura del yo.

Después de su "recuperación" de la privación de x + y + z, el bebé tiene que volver


a empezar, despojado en forma permanente de la raíz que proporcionaba
continuidad con el comienzo personal. Ello implica la existencia de un sistema de
memoria y de una organización de recuerdos.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

Por el contrario, los bebés son constantemente curados de los efectos del grado x +
y + z de privación por los mimos localizados de la madre, que enmiendan la
estructura del yo. Esta enmienda restablece la capacidad del bebé para usar un
símbolo de unión. entonces el niño vuelve a permitir la separación, y aun a
beneficiarse con ella. Este es el lugar que he decidido examinar, el de la separación
que no es tal, sino una forma de unión.

He usado la expresión experiencia cultural como una ampliación de la idea de los


fenómenos transicionales y del juego sin estar seguro de poder definir la palabra
"cultura". Por cierto que el acento recae en la experiencia. Al utilizar el vocablo
cultura pienso en la tradición heredada. Pienso en algo que está contenido en el
acervo común de la humanidad.

Debo seguir un poco más con el tema, en términos de las primerísimas experiencias
del bebé, momento en que nacen las distintas capacidades, posibilitadas
ontogenéticamente por la muy sensible adaptación de la madre a las necesidades
de su hijo, que tiene como base su identificación con él. (Me refiero a las etapas de
crecimiento anteriores a aquella en que el bebé adquiere mecanismos mentales que
pronto se encuentran disponibles para la organización de complejas defensas. Y
repito: un niño tiene que recorrer cierta distancia desde las primeras
experiencias,hasta llegar a la madurez necesaria para ser profundo.

TESIS PRINCIPAL.

He aquí, pues, mi exposición fundamental. Afirmo que:

1. El lugar de ubicación de la experiencia cultural es el espacio potencial que


existe entre el individuo y el ambiente (al principio el objeto). Lo mismo puede
decirse acerca del juego. La experiencia cultural comienza con el vivir creador, cuya
primera manifestación es el juego.

2. En cada individuo la utilización de dicho espacio la determinan las experiencias


vitales que surgen en las primeras etapas de su existencia.

3. Desde el principio el bebé vive experiencias de máxima intensidad en el espacio


potencial que existe entre el objeto subjetivo y el objeto percibido en forma
objetiva, entre las extensiones del yo y el no-yo. Ese espacio se encuentra en el
juego recíproco entre el no existir otra cosa que yo y el existir de objetos y
fenómenos fuera del control omnipotente.

4. Todos los bebés tienen en dicho espacio sus propias experiencias favorables o
desfavorables. La dependencia es máxima. El espacio potencial se da sólo en

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

relación con un sentimiento de confianza por parte del bebé, es decir, de confianza
vinculada con la confiabilidad de la figura materna o de los elementos ambientales,
siendo la confianza la prueba de la confiabilidad que comienza a ser introyectada.

5. Para estudiar el juego y después la vida cultural del individuo es preciso examinar el
destino del espacio potencial que hay entre un bebé cualquiera y la figura
materna humana (y por lo tanto falible), que en esencia es adaptativa debido al
amor.

CONTINUACIÓN DEL ARGUMENTO.

En la buena experiencia corriente, en este terreno de la manipulación (que empieza


tan temprano, y que vuelve a empezar una y otra vez), el bebé encuentra un placer
intenso, e incluso angustioso, vinculado con el juego imaginativo. No existe un
juego prefijado, de modo que todo es creador, y aunque el jugar forma parte
de la relación de objeto, lo que ocurre es personal para el bebé. Todo lo físico
se elabora en forma imaginativa, se lo inviste de una calidad de "la primera vez que
ocurre".

Me doy cuenta de que me encuentro en el territorio del concepto de Fairbairn


(1941) sobre la "búsqueda del objeto".

Como observadores, advertimos que todo lo que sucede en el juego se ha hecho


antes, sentido antes, olido antes, y cuando aparecen símbolos específicos de la
unión entre el bebé y la madre (objetos transicionales), dichos objetos fueron
adoptados, no creados. Pero para el bebé (si la madre ofrece las condiciones
correctas) cada uno de los detalles de su vida es un ejemplo de vivir creador. Cada
objeto es un objeto "hallado". Si se le ofrece la posibilidad, el bebé empieza a vivir
de manera creadora, y a usar objetos reales para mostrarse creativo en y con ellos.
Si no se le da esa oportunidad, no existe entonces zona alguna en la cual pueda
jugar o tener experiencias culturales; se sigue de ello que no hay vínculos con la
herencia cultural y que no se producirá una contribución al acervo cultural.

Como se sabe, el "niño privado" es inquieto e incapaz de jugar, y posee una


capacidad empobrecida para la experiencia en el terreno cultural. En circunstancias
favorables el espacio potencial se llena de los productos de la imaginación creadora
del bebé. En las desfavorables, falta o es más o menos incierto el uso creador de
los objetos.

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Sugiero que ha llegado el momento de que la teoría psicoanalítica rinda tributo a


esta tercera zona, la de la experiencia cultural que es un derivado del juego.

RESUMEN.

He intentado llamar la atención hacia la importancia teórica y práctica de la tercera


zona, la del juego, que se ensancha en el vivir creador y en toda la vida
cultural del hombre. La confronté con nuestra realidad psíquica personal o interna,
y con el mundo real en que vive el individuo, y que se puede percibir en forma
objetiva. Ubiqué esta importante zona de experiencia en el espacio potencial que
existe entre el individuo y el ambiente, que al principio une y al mismo tiempo separa
al bebé y la madre cuando el amor materno, exhibido o manifestado como
confiabilidad humana, otorga en efecto al bebé un sentimiento de confianza en el
factor ambiental.

Señalé el hecho de que ese espacio potencial es un factor muy variable (de
individuo en individuo), en tanto que las otras dos ubicaciones —la realidad psíquica
o personal y el mundo real— son más o menos constantes, siendo la una
determinada biológicamente y la otra de propiedad común.

El espacio potencial que existe entre el bebé y la madre, entre el niño y la familia,
entre el individuo y la sociedad o el mundo, depende de la experiencia que conduce
a confiar. Se lo puede considerar sagrado para el individuo, en el sentido de que allí
experimenta este el vivir creador.

Por el contrario, la explotación de esta zona lleva a una condición patológica en que
el individuo es confundido por elementos persecutorios que no posee medios para
eliminar.

Quizá se advierta, entonces, cuán importante puede resultar para el analista


reconocer la existencia de ese lugar, el único en que puede iniciarse el juego, un
lugar que se encuentra en el momento de continuidad-contigüidad, en el cual se
originan los fenómenos transicionales. Abrigo la esperanza de haber empezado a
responder a mi propia pregunta: ¿dónde está ubicada la experiencia cultural?

UNIDAD 13.EL DESARROLLO COGNITIVO. APORTES TEÓRICOS DE JEAN


PIAGET

TEXTO Nº 43. Bleichmar: Clínica psicoanalítica y neo génesis.


Inteligencia y psicoanálisis.

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

El tema con el que empieza se relaciona con la constitución de la inteligencia y sus


fracasos. En principio habría que diferenciar entre los trastornos de aprendizaje, que hacen
a la inserción escolar y pueden o no incluir trastornos de inteligencia, y los trastornos en el
funcionamiento mismo de la inteligencia, relacionado con la problemática específica de la
constitución de los procesos de pensamiento y de la simbolización. Es una diferencia
importante porque no necesariamente los trastornos del aprendizaje implican trastornos de
la inteligencia. Sin embargo, lo que importa es el modo con el cual se constituye en el
aparato psíquico la diferenciación entre procesos primarios y procesos secundarios que dan
acceso a la posibilidad organizada de conocimientos.
Lo primero que marca Bleichmar es la existencia de un psicoanálisis de niños atravesado
por dos grandes modelos respecto de la cuestión del pensamiento. Por un lado, la que
sostiene la existencia de un yo-función, en continuidad con el organismo y, por el otro, la
que introduce la diferencia entre el yo-instancia ligado a la función. De todos modos, el yo
es retomado por ambas corrientes del psicoanálisis como en continuidad con las funciones
de adaptación, de manera tal que los mecanismos que hacen a la inteligencia son el efecto
directo del desarrollo diferencial del organismo en su medio.

La inteligencia humana no está en contigüidad con la naturaleza: La inteligencia


humana no está en contigüidad con la naturaleza sino que es un producto absolutamente
inédito, efecto de la intervención sexualizante que produce el otro humano sobre la cría en
cuidados primarios que realiza, y de los ordenamientos posteriores que regulan estas
inscripciones, a partir de la partición de la tópica psíquica como efecto de la represión
originaria.
Sobre los tiempos de constitución de la inteligencia, comienza por retomar la idea de un
primer tiempo de la vida provisto de montajes autoconservativos.
Este primer tiempo, tiempo biológico, no desembocaría necesariamente en la constitución
de la simbolización, en razón de que faltaría un elemento fundamental: aquel que produce
un pasaje de la percepción de la realidad dada a la producción simbólica de la realidad y
aun a la creación de una realidad de carácter exclusivamente simbólico. Lo que caracteriza
al pensamiento humano es la capacidad de inventar una realidad en la cual lo
autoconservativo encuentre lugar, pero bajo modos que están ya atravesados por la
producción de sistemas simbólicos.

Los seres humanos estamos constantemente creando sistemas semióticos nuevos y


nuevas formas de simbolización sobre ciertas bases que son comunes.

Entonces, cuando se habla de inteligencia en el sentido humano, se está hablando no de la


capacidad de apropiarse de la realidad para sobrevivir, sino de la capacidad de crear una

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Autorxs: Barrientos Alejandro, Rodríguez Lucía, Bravo Graciela

realidad sobre la base de una imaginación productiva, y aun de crear una realidad que
transforme incluso las necesidades básicas del sujeto.
La alucinación primitiva constituye el primer núcleo de simbolización.
Una realidad nueva, realidad ―de representación‖, ha sido creada, lo que ya no está fuera ni
tampoco aun adentro, pero está destinada a un espacio que algún día será el adentro, un
lugar que se inscribe como un lugar de excitación y de ligazón al mismo tiempo. De
excitación en la medida en que nunca más la descarga podrá ser a cero en el plano
autoconservativo, y de ligazón porque cada vez que aparezca una tensión, un estímulo, se
convertirá en excitación y, no siendo evacuable, tendrá que ligarse de algún modo. Este
primer objeto que se puede llamar alucinación primitiva, constituye un primer núcleo de
simbolización que, paradójicamente, siendo un efecto de lo real externo, ni refleja la
realidad exterior ni está destinada a conocerla.
Lo que caracteriza al simbolismo humano en sus orígenes es que no tiene ningún objetivo
de aprehensión de la realidad exterior, no tiene ningún sentido de dominio sobre el mundo:
su único objetivo es el dominio sobre la excitación interna; este es un postulado de partida
que da cuenta de la constitución de toda simbolización. La simbolización humana surge así
de una especie de corte radical de autoconservativo, y los rasgos de objeto sólo operan
como elementos indiciarios de los procesos de placer-displacer, de gratificación, de
reequilibramiento interior; se trata de objetos que posibilitan una vía de resolución de las
tensiones endopsíquicas.

TEXTO Nº 44. Castoriadis: El inconsciente y la ciencia.

Sublimación, pensamiento y reflexión.

La sublimación es el proceso por medio del cual la psique se ve forzada a remplazar sus
objetos propios, o privados, de investidura, incluida su propia imagen como tal, por objetos
que son y que valen dentro de su institución social y gracias a esta, y a convertirlos, para la
psique misma, en causas, medios o soportes de placer.
Esta sería la conversión masiva que caracteriza a la emergencia de la humanidad, es decir,
la sustitución del placer de órgano por el de representación, y la aparición por medio de las
obras de lo imaginario social, de la institución, por lo tanto: la creación de objetos en rigor
invisibles.

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El término pensamiento es utilizado por Freud para designar a los grupos de


representaciones y los procesos de su ligazón.
Pero si tomamos el término pensamiento en el sentido del simple funcionamiento
consciente, está claro que este pensamiento, este funcionamiento, se efectúa primero y
ante todo en la clausura, que traduce una necesidad de la existencia del propio-ser como
tal, y que, en sus marcos, sus categorías y las grandes líneas de su contenido, es el que ha
sido impuesto al individuo por su fabricación social. Clausura significa que lo pensado no
puede ser cuestionado en lo esencial. Ahora bien, a partir del momento en que existe el
lenguaje, existe la posibilidad de cuestionar. Sin embargo, a lo que caracteriza a la inmensa
mayoría de las sociedades es que estos cuestionamientos permanecen siempre limitados.
(INCOMPLETO – mal la digitalización).

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