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FORMACIÓN PEDAGÓGICA BÁSICA

ENFOQUE DE COMPETENCIAS

“GLOBALIZACIÓN O POSTCOLONIZACIÓN”

Autor: Juan Grissolle Gómez

SERVICIO NACIONAL DE APRENDIZAJE SENA


CENTRO DE GESTIÓN ADMINISTRATIVA
BOGOTÁ D.C. SEPTIEMBRE 2007
GLOBALIZACIÓN O POSTCOLONIZACIÓN

Por: Juan R. Grissolle Gómez


Presidente del Instituto colombiano de Investigaciones pedagógicas y sociales

DEFINICIÓN Y UBICACIÓN DEL CONCEPTO

La globalización es un tipo de relación que surgió en la dinámica expansiva de


los países industrializados y se impuso al resto del mundo, pero especialmente
a los países de economías emergentes como el nuestro. Algunos teóricos
latinoamericanos la presentan cándidamente, como: "La conexión entre los
diferentes contextos sociales y regionales que llegaron a ser cada vez más
entrecruzados sobre la tierra como un todo”. (Giddens, 1.990 en Restrepo,
Darío y otros, 1.998 p.13)

No obstante, la globalización en países como Colombia se expresa como


apertura indiscriminada e incondicional de nuestra economía y fronteras, sin
la justa y necesaria reciprocidad. Dicho de otra manera, somos consumidores
de todo cuanto nos deseen vender; consumo que no se detiene en bienes de
uso, sino que se extiende a las tecnologías, las cuales no apropiamos ni
endogenizamos, sino que las consumimos acríticamente. En este sentido,
somos un mercado desprotegido que recibe toda la oferta por inútil e
innecesaria que ésta sea, y por supuesto, pagamos el precio impuesto
unilateralmente por el vendedor y por otro lado, somos lánguidos productores
que sólo podemos vender lo que previamente se nos solicita que produzcamos,
según las necesidades de las economías planificadas de nuestros compradores;
éstos determinan también los precios de compra.

En el contexto de la globalización, hemos quedado atrapados en las redes de


la internacionalización de la economía y de la transnacionalización de las
finanzas, de acuerdo con las reglas de juego de los países industrializados,
diseñadas a su imagen y necesidades. Es notorio que estos países ya no actúan
a nombre propio, sino a través de interpuestas entidades que representan sus
intereses; aún más, estas corporaciones a menudo no representan propiamente
a sus naciones, sino a las multinacionales asentadas en tales países.

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Sin ahondar mucho en este tema, sin ser amplios conocedores de la coyuntura
mundial actual, resulta sospechoso que la tal globalización haya surgido
como concepto del seno del modelo neoliberal, justo después de la caída de
los regímenes socialistas, al este de Europa. El marco en el que se suscriben
estas nuevas relaciones, permite aseverar que la globalización es la
cristalización del capitalismo occidental como sistema hegemónico de
producción en el mundo y en consecuencia, es también la adecuación de las
economías emergentes a los procesos de expansión y desarrollo de las
economías industrializadas. En otras palabras, la globalización es la versión
contemporánea del colonialismo de los siglos XVI, XVII y VIII en América,
África y Asia.

BREVE HISTORIA DE LA GLOBALIZACIÓN

Asomándonos un poco a las postrimerías de la Antigüedad, encontramos que


el Imperio Romano propició tal vez la primera gran globalización del mundo
en la era cristiana. Este imperio, como los anteriores egipcio, hitita
babilónico, persa, griego, y otros, impuso su dominio a los países vecinos
mediante el uso de las armas. Sin embargo, la interacción greco-romana, vino
a constituir una evidente globalización económica y cultural, puesto que las
economías y la organización política de los estados sojuzgados estaban
controladas por Roma, y la cultura greco-romana logró imponerse y
convertirse luego en la base de lo que hoy conocemos como cultura
occidental.

Siglos después, con la invasión española a América y la posterior instauración


del sistema de gobierno colonial, que en contubernio con Portugal, se extendió
luego a África, surge otra globalización de tipo político y económico, la cual
hizo de España la primera gran potencia europea. El surgimiento del nuevo
continente y el saqueo y la explotación de la que éste fue víctima por parte de
toda la Europa Mercantil de la época, crearon las condiciones para la
aparición del capitalismo como sistema de producción económica y social.
“Las primeras formas de globalización se confundieron con el mercantilismo,
la formación de los estados - naciones absolutistas en Europa, el colonialismo
basado en la extracción de oro y minerales preciosos y el tráfico mundial de
esclavos. Fue el comienzo de la privatización a gran escala, iniciada por

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Inglaterra, de la propiedad de la tierra. Así, la romanización de la propiedad
(tendencia, disfrute y disposición de los propietarios privados) a escala
europea y luego mundial. Esta fue una primera fase de la globalización. Esa
globalización no tenía un centro político. Había desaparecido ya el Imperio
Romano - Germánico y la iglesia misma como poder se había fragmentado.
La globalización era, desde ese momento, principalmente una empresa
capitalista. No obstante, el estado - nación y la monarquía absolutista no eran
propiamente capitalistas” (Restrepo, Darío y otros, 1.998 p.15).

Más tarde, en los inicios de lo siglo XIX, los economistas clásicos ingleses,
con Ricardo en la vanguardia, reclamaban para el continente europeo la
globalización del comercio, entonces con el nombre de libre cambio. Ellos
argüían la conveniencia para todos los países del continente de esa política
económica; sin embargo, tal conveniencia tenía, como siempre suele ocurrir,
su país con nombre propio: Inglaterra. Ricardo, en sus escritos simplemente
defendía los intereses de su país, leamos: “la revolución industrial llegó a
Inglaterra primero; los manufactureros ingleses estaban a la cabeza de todos
los del mundo en métodos, en clases de maquinarias, en facilidades de
transporte, y podían cubrir la tierra con los productos de sus fábricas. Por esto,
el comercio libre internacional era lo más conveniente para Inglaterra.

Por el mismo motivo, no resultaba conveniente para los hombres de negocios


de otras naciones. Alexander Hamilton instauró un sistema de tarifas
proteccionistas en el gobierno de Washington” (Huberman, Leo, 1995, p.p.254
y 255). Pero, los únicos proteccionistas de entonces no fueron los
norteamericanos; los alemanes, que en ese momento también padecían de un
desarrollo incipiente, tuvieron su defensor en el economista Friedrich List,
quien en 1841, cuando más promovían y ponderaban el Libre Cambio los
ingleses, escribió el libro: Sistema nacional de economía política, a través del
cual mostraba, a la luz de la teoría económica y de la experiencia de su país,
Alemania, que la tal internacionalización del comercio era lesiva para los
intereses de ellos y de manera análoga para todos los que no habían logrado el
desarrollo de los ingleses; reflexionemos en torno a sus palabras: “cualquier
nación que, debido al infortunio, se encuentra detrás de otras en industria,
comercio y navegación, aunque posea todos los medios mentales y materiales
para desarrollarlos, debe, antes que otra cosa, reforzar sus propios poderes

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individuales, con el objeto de capacitarse a sí misma para entrar en libre
competencia con otros países más avanzados” (List, Friedrich, 1841, en
Huberman, Leo, 1995, p. 255). Obviamente, en la citada coyuntura, Alemania
se abstuvo de entrar en el juego del Libre Comercio; lo mismo hicieron
Francia, Holanda y otros países.

Como se puede inferir, la globalización neoliberal de hoy tampoco tiene un


centro político específico, ni siquiera un estado – nación que ejerza la
dominación abiertamente, porque para tales fines existen las entidades
supranacionales y transnacionales controladas por las grandes potencias de
hoy. Justamente, luego de la segunda guerra mundial, el mundo se dividió en
dos bandos: para la facción occidental, se crearon las entidades
supranacionales como la O.N.U. con su filial para América, la O.E.A., desde
éstas se darían las directrices para el manejo político del continente
americano; de las anteriores se desprendería la UNESCO para regir los
destinos de la educación y la cultura en el mundo occidental, la O.M.S., para
racionalizar los problemas de la salud en el mundo, la F.A.O. para administrar
la distribución de alimentos, y naturalmente las más importantes: El Fondo
Monetario Internacional F.M.I., el Banco Mundial B.M. y el Banco
Interamericano de Desarrollo B.I.D., encargados de regular los flujos de
capital para los países signatarios y sobre todo para intervenir en los modelos
de desarrollo económico de los países emergentes o en vías de desarrollo;
dicha intervención se hace a través de los condicionamientos del desembolso
de los préstamos a las naciones satélites. Es así como la llamada deuda
externa se ha convertido en el principal recurso moderno de intervención en
los asuntos de los países pobres.

En la última década, con el derrumbe del socialismo soviético, desaparecería


la guerra fría y con ella la lucha anticomunista occidental. El vacío de poder
de las grandes potencias, fue ocupado mediante la reciente instauración del
nuevo dispositivo de apoyo a los países débiles para enfrentar, desde la
perspectiva de los países ricos, el nuevo flagelo mundial del narcotráfico. Este
propósito de convertir la lucha contra las drogas ilegales en factor de poder
intervencionista, es la verdadera razón por la que los Estados Unidos no
aceptan la legalización de tales drogas. Como se ve, la globalización de estas
problemáticas implica, supuestamente, la globalización de sus soluciones,

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para lo cual aparecen como salvadoras las naciones poderosas vecinas, que a
nombre de tales luchas intervienen subrepticiamente en los asuntos internos de
los países débiles, determinando desde sus formas de gobierno y producción
hasta sus modelos pedagógicos; aun las guerras internas son promovidas e
impulsadas desde otros países.

De la misma manera, las entidades transnacionales con las empresas


multinacionales como punta de lanza, se valen de sus enormes capitales y de
su poder hegemónico en el mundo proveniente de sus países de origen, para
imponer el consumo de sus productos. El vehículo fundamental en este caso
es la mass media, lo mismo que la corrupción de los dirigentes estatales
locales, quienes determinan las políticas asociadas al consumo, desde sus
ministerios o institutos descentralizados: así, abren el mercado colombiano a
medicamentos tan costosos como inútiles; de manera análoga convierten
alimentos y productos suntuarios en imprescindibles, muchas veces en
detrimento de la salud y economía de las familias pobres, tal es el caso de la
leche en polvo que por muchos años reemplazó a la leche materna. Como otra
evidencia más de imposición de productos, aún recordamos la reconfortante
polémica en torno a la presión del país del norte para que Colombia, en contra
de su voluntad y conveniencia, adoptara el hongo Fusarium Oxisporum, para
la eliminación de los cultivos de coca y amapola, cuyo uso fue prohibido en
esa nación por sus efectos letales; detrás, obviamente, están los laboratorios
transnacionales que lo produjeron, desesperados por recuperar el capital
invertido que no pudieron retornar en su propio país por razones de
sostenibilidad ambiental. Como se observa, para las naciones pobres,
globalización es el consumo aún de lo que haga daño a sus ecosistemas, es
hundirse en la triste condición de exportadores de capital, es convertirse en
neocolonias con la subsiguiente pérdida de su derecho a regir autónomamente
sus propios destinos.

Hay una razón de tipo macroeconómico que dificulta la inserción de Colombia


en el concierto de la globalización; es el hecho de que nuestra riqueza dependa
de los sectores primarios de la economía, en otras palabras, que nuestra
riqueza sea agropecuaria y minera. El problema es que al no procesar los
productos obtenidos, los países ricos nos compran muy barata la materia prima
y nos devuelven bienes de uso a precios altamente costosos, dicho de otra

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manera: vendemos barato y compramos caro. Debemos tener en cuenta lo que
dice el ya citado alemán List: “Las causas de la riqueza son algo bien diferente
de la riqueza en sí misma. Alguien puede tenerla y, sin embargo, si no tiene el
poder de producir objetos de mayor valor que aquellos que consume, será más
pobre… por lo tanto, el poder de producir riqueza tiene una importancia
infinitamente mayor que la riqueza misma…” (Ibídem, p. 256). Desde esta
perspectiva es bastante complicado que nuestras exportaciones siquiera
equilibren la balanza de las importaciones.

GLOBALIZACIÓN, CULTURA Y EDUCACIÓN

Si bien algunos intelectuales, desde posturas teóricas, defienden la pretendida


universalidad del hombre moderno; para países emergentes como Colombia,
evidentemente esa no es una condición deseable. No lo es, porque mientras
que el modo de vida de los países industrializados impulsores de la
globalización, que en nada corresponde al nuestro, es el que se
internacionaliza, a diferencia, nuestros hábitos y valores ancestrales son
ridiculizados y arrasados; como resultado de ello terminamos siendo
extranjeros en nuestro país. De este modo, somos absorbidos culturalmente
por las grandes potencias, las cuales, luego, en sus territorios, fomentan o
cohonestan con el racismo que nos menosprecia y rechaza por ser lo que
somos a pesar de pretender ser como ellos. Al final, no somos ciudadanos del
mundo y lo peor, tampoco somos colombianos ni latinoamericanos, sino unas
sombras enajenadas de nosotros mismos perdidos en el limbo de lugares
inexistentes.

El factor determinante de esa enajenación cultural es la mass media. Los


medios de comunicación con la T.V, Cine, Internet y los videojuegos a la
cabeza, promueven formas de vida, de organizaciones familiares y relaciones
sociales ajenas a nuestra cultura, que terminan afectando el comportamiento
de nuestros jóvenes. Las películas más promocionadas son aquellas que
estimulan soluciones violentas, tales como Cobra, Rambo, Robocop,
Terminator, Depredador, El Guerrero Americano y muchas otras; e incluso
algunas que se mofan de nuestra formas de vida y menosprecian nuestros
valores culturales o desprestigian y estigmatizan a nuestros países, utilizando
diversos estereotipos como forma de discriminación, tal es el caso de

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Colombia, que en algunos filmes (Daño colateral) es presentada ante el mundo
como escenario generalizado de la violencia y el narcotráfico, sin matizar el
fenómeno, dejando en la retina de los espectadores la falsa imagen de que
todos los colombianos son partícipes de dichos delitos. De esta manera, la
globalización propicia la pérdida de identidad de los colombianos y nos lleva a
lo peor que le puede suceder a un ser humano: que se avergüence de sí mismo.

Por otro lado, la educación, que por excelencia es la forma como un país
transfiere su cultura a sus niños y jóvenes, también está permeada por
diferentes aristas de la globalización. Los currículos, verbigracia, con sus
contenidos y métodos suelen ser también mercancías importadas, hasta tal
punto que algunas instituciones educativas nuestras, muchas veces, forman a
estudiantes nacionales según las necesidades de las nuevas metrópolis, a
donde viajan posteriormente éstos a continuar su formación. Luego, esos
jóvenes al recibirse como postgraduados, no están en condiciones de ofrecer
soluciones a los problemas del país e incluso en ocasiones no se adaptan al
mismo. Realmente, con este tipo de educación la nación se aplica a sí misma
el mecanismo invasor del Caballo de Troya, pues deposita en su seno a
personas ilustradas que son enemigos a ultranza de ella. De modo que la
globalización en la educación, es la metastización del fenómeno Caballo de
Troya, a los propósitos de desarrollo económico y reivindicación cultural del
país.

A manera de resumen, cuando Europa tuvo su expansión mercantilista,


nosotros en América tuvimos colonización y esclavitud; cuando ellos y
Norteamérica vivieron su modernidad, nosotros padecimos el neocolonialismo
y la servidumbre y ahora que ellos gozan de su globalización, nosotros
sufrimos la postcolonización como última forma de dominación. Ya
mencionamos que desde la postguerra las potencias han venido interviniendo
en la política interna de nuestro país mediante la deuda externa; veamos
ejemplos concretos: el Banco Mundial, ya antes mencionado, como entidad
prestamista a nombre de los países industrializados, condiciona la entrega de
los dineros pactados a recomendaciones de cumplimiento perentorio para
estos países pobres con gobiernos débiles, leamos esta peligrosa “sugerencia”:
“…una interesante alternativa sería que el SENA se despojará el mismo de su
función actual como proveedor directo de capacitación, excepto quizás en

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áreas donde los proveedores alternativos no estén dispuestos a entrar. El nuevo
SENA sería entonces responsable principalmente de financiar y comprar
servicios de capacitación a proveedores independientes.” (Informe del Banco
Mundial. Cerrando la brecha en educación y tecnología, 2003).

La sencilla e “ingenua” recomendación del párrafo anterior, ya se está


cumpliendo al pie de la letra y como evidencia de la obligada docilidad de
nuestro país al respecto, ya pasó por el CONPES SOCIAL 81 y
consecuentemente ahora hace parte de nuestro Plan de Desarrollo; veamos la
prueba escrita de la trascripción del mencionado CONPES: “celebrar
convenios, alianzas o contratos con instituciones y programas acreditados en
el marco del SNFT (Sistema Nacional de Formación para el Trabajo), para
aumentar la cobertura, la calidad y la pertinencia de las acciones de formación,
de tal forma que para la vigencia del 2006, el SENA atienda aproximadamente
el 70% de sus alumnos a través de sus acciones de formación resultado de
convenios, alianzas o contratos.” (CONPES, 2004). La cristalización de este
propósito se tradujo en las famosas Articulación con los colegios,
especialmente privados y en las Subredes o convenios con las Instituciones de
Educación Superior, digámoslo con su nombre propio: Tercerización, que es
la acción mediante la cual el SENA entrega labores de su misión social a
terceros. Como si todo lo anterior fuera poco, hoy Norteamérica pretende
ahondar esta forma de vasallaje, utilizando como herramienta el TLC. Lo
dicho parece ser una exageración, pero como evidencia de la ignominia,
revisemos la regla sobre el Trato Nacional contenida en el ALCA, que fue la
base del TLC, en la cual se afirma que cada país “otorgará a los prestadores de
servicios de cualquier otra Parte, un trato no menos favorable que el que
conceda a sus propios servicios o prestadores de servicios” (Tercer borrador
ALCA, XVI, capítulo 4, tomado de La educación en el ALCA. ¿Al servicio de
quién?). Dicha cláusula quiere decir que si nuestro país firma el TLC, el
estado colombiano no puede seguir subsidiando la educación ni la salud
pública, consecuentemente el SENA y todas las entidades de educación
pública tendrían que desaparecer como tales. ¿Acaso todo esto no explica las
medidas que últimamente han tomado las directivas del SENA y el gobierno
respecto a las universidades públicas?

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Por todas las razones anteriores, lo que Colombia requiere es una apropiación
de su globalización que anclada en la cultura y la educación, en asocio con
otros países afines, nos libere de toda forma de invasión y reivindique los
valores culturales propios, que afiancen nuestra autoestima e iluminen la
identidad nacional.

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